como narraba la historia sagrada el maestro feliciano rios

1996 palabras 8 páginas
CÓMO
NARRABA LA HISTORIA SAGRADA EL MAESTRO FELICIANO RÍOS Conocí al maestro Feliciano Ríos hace muchísimos años. Quizá fue por allá en mi “edad de piedra”, es decir, cuando yo arrojaba piedras a los transeúntes en estas calles natales. El era zapatero y tenía su establecimiento en la vecindad de mi casa.
Cuando yo me “mamaba” de la escuela (o “hacía novillos” como dicen ahora), me iba a la zapatería del maestro Feliciano y allí pasaba las horas hasta que calculaba que era tiempo de regresar a la casa. Un día estábamos en la zapatería el maestro y yo. El echaba suelas a unos zapatos viejos y yo le ponía las “presillas” a una “horqueta” de “nigüito”. Andábamos por lo mejor del trabajo cuando pasó una “ñapanga” muy empingorotada,
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Ya ve que el tigre tiene su tigra, el hipopótamo su hipopótama, el rinoceronte su rinoceronta, el mamut su mammuta, el ardito su ardita, y hasta el pisco tiene su “pisca”. E único que está aquí varado soy yo…
El Señor le replicó con mucha calma: – Vea, hombre Adán; le voy a decir una cosa: yo si se la doy, si usted quiere; pero le advierto que le va a pesar.
Usted está muy muchacho todavía, y no conoce la vida. La encartada que se va a meter es horrible. Yo sé por qué se lo digo.
Es mucho mejor que desista de eso.
Adán bajó la cabeza y siguió haciendo rayas en el cañón del árbol. Entonces terció el ángel: – Hombre, Adán; no me debiera meter en estas cosas, pero sí le digo que el Señor tiene mucha razón en lo que le está diciendo. Piense mejor la cosa. No crea que a Él le da trabajo hacerle una compañera; se la hace de cualquier cosa.
De lo primero que encuentre a la mano: de un palo de escoba, o de una
“tusa”. Pero sepa que usté se va a meter en la grande.
El Señor volvió a tomar la palabra: – Bueno, vamos a ver: ¿para qué quiere usted la compañera? – Pues yo la quiero como para que me cuide la casa, me haga la comidita y me remiende las “hojitas de parra”, que están vueltas hilachas. – Está bien: tráigame de qué hacérsela. Y como Adán no encontraba nada apropiado en el momento, por estar muy azorado, el Señor le dijo que se acercara, le sacó una lata de costilla, la

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