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Martín Fierro para la niñez argentina: la pedagogía del gaucho en la escuela primaria (página 2)



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En torno al nacionalismo, las afirmaciones a partir de los cantos del gaucho operaban en un doble sentido. Por un lado, apuntaban a inculcar la noción de patria como "bien supremo" de toda la ciudadanía y, por otro lado configuraban al gaucho como modelo en ese interés colectivo. Desde esa perspectiva, cada progreso individual de los alumnos y las alumnas estaría correspondido en el desarrollo de la nación. Como el gaucho que habría sufrido grandes penurias y peligros para alcanzar el "don" de la libertad y darlo a la patria, al niño y a la niña se le solicitaba: "No desmayes por las dificultades que se te presenten en el estudio [.] Sé fuerte, trabaja. Lucha; gana el laurel para la Patria. Recuerda siempre las sencillas palabras del gaucho Martín Fierro que son la transparencia de una verdad eterna" (Moya, 1946, pp. 62-63). En efecto, las "palabras del gaucho" estaban veladas por la interpretación de Moya. La lección señalada no involucraba la voz directa de Fierro que contenía la "verdad eterna", sino que se utilizaba un verso del poema –disociado de la enseñanza sobre las dificultades en el estudio- como simple disparador para introducir la reinterpretación del folclorista.

La referencia a los elementos religiosos se construyó con las mismas herramientas. Desde vagas alusiones que mencionaban la "fuerza del cielo" y el destino del hombre o a partir de remarcar determinadas cualidades del gaucho como la generosidad, se insertaban evocaciones a Dios, su omnipotencia y la sumisión ante su voluntad. Así, se fomentaba la práctica de buenas conductas, confirmando la recompensa: "Dios bendecirá tu mano" (Moya, 1946, p. 65). En ocasiones, como cuando se motivaba la amistad, se incluían citas bíblicas para confirmar el carácter religioso de las expresiones de Martín Fierro. Las palabras del gaucho, más los conceptos católicos, le otorgaban una mayor contundencia a la enseñanza que se explicitaba al final de cada interpretación. En ese caso, la cita de Eclesiastés que equiparaba a un amigo con un tesoro, introducía la conclusión del autor: "Desde niño, cultiva el afecto de tus compañeros. Acércalos a tu espíritu. Ayúdalos; se leal y justo con ellos" (Moya, 1946, p. 65).

Las recomendaciones del "gaucho consejero" involucraban múltiples aspectos como: el valor de la familia, el ahorro, el respeto a los ancianos, la disciplina, la esperanza en Dios, la aberración al alcohol, etc. Sin embargo, una "virtud" aparecía recurrentemente y se encontraba ligada al desempeño escolar de la niñez. Para eso, nuevamente se extrapolaban versos de Fierro –expresados en otras circunstancias que nada tenía que ver con las instituciones escolares- y se los "ajustaban" a los intereses de la escuela. Por ejemplo, el canto "Y naides [sic] se muestre altivo / aunque en el estribo esté, / que suele quedarse a pie / el gaucho más alvertido [sic]" era interpretado y dirigido hacia el niño en los siguientes términos: "Muchas veces habrás estado a punto de gritar alborozado: ¡Ya es mío el sobresaliente! ¿Quién sabrá mejor que yo las lecciones del día? Y sin embargo, el olvido de una fecha, de un río, de una montaña, fueron los causantes de que no alcanzaras la palma." (Moya, 1946, pp. 52-53). Otro de los versos asociado al estudio de las lecciones era: "Cuando un hombre está en peligro / no debe tener confianza". El "peligro" era ligado a la situación de examen que implicaba dar cuenta de algún contenido trabajado en las clases. Desde ese enfoque, se recomendaba: "El gaucho amigo te enseña que en las horas de peligro no debes ser tan confiado que menosprecies los factores adversos. Muchos niños suelen descuidar algunos aspectos de su lección, confiados en que a la hora del examen, podrán desempeñarse con éxito" (Moya, 1946, p. 56).

Más allá de las forzadas relaciones, la "legitimidad" del gaucho para presentarse como erudito en cuestiones educativas necesitó algunas aclaraciones que Ismael Moya se ocupó de explicitar. Las explicaciones pretendían argumentar cómo el protagonista "recomendaba" la sumisión a las maestras y los maestros cuando no había transitado los procesos de escolarización: "El gaucho no tuvo escuela primaria donde instruirse, por eso ignoraba muchas nociones. No fue culpa suya, ya lo sabemos." (Moya, 1946, p. 70). Desde allí, se intentaba revalorizar las condiciones coyunturales que permitían la inserción de la niñez en las escuelas. Se consolidaba, entonces, una representación del gaucho construida a partir de un Martín Fierro reinterpretado. Los silencios sobre sus primeras aventuras como matrero y las adaptaciones de sus versos a intereses educativos, permitían establecerlo como modelo para el desempeño escolar de los niños de las escuelas primarias. La construcción de Moya, que se complementaba con la circulación en los libros de lectura, daba como resultado un "gaucho consejero" que, si bien se focalizaba en las actitudes ante el estudio, ponderaba el amor a la patria y el temor de Dios como "virtudes" inherentes a los estudiantes y las estudiantes de Argentina.

A modo de conclusión

Los continuos llamados a la enseñanza patriótica, que se manifestaron con énfasis en los años treinta y se reprodujeron a comienzos de la década del cuarenta, sumado a la creciente preocupación por la educación en las zonas rurales, convergieron como factores posibilitadores de la reproducción de la figura del gaucho en las escuelas. De ese modo, al proceso "reivindicatorio" que atravesaba canales políticos y despertaba el interés de diversas instituciones se le agregaba el marco educativo que encontraba en el "gaucho" un recurso para fortalecer su discurso patriótico. La preocupación por cristalizar la nacionalidad era un denominador común en la región. Como se señaló aquí, la recuperación de un arquetipo tradicional tenía su correlato en otros países de América a partir de la consolidación de emblemas e íconos nacionales.

En Argentina, las resoluciones del Consejo Nacional de Educación confirmaron la funcionalidad del gaucho y regularon su conmemoración cada 10 de noviembre. El estudio de los libros de lectura y de las revistas educativas da cuenta de una representación "edulcorada" de la vida en el campo que presentaba a la llanura pampeana como un espacio alegre, armonioso y pacífico. El "gaucho" en las escuelas fue adoptando un rol de maestro consejero que –correcciones y omisiones mediantes- apuntaba no solo a determinar pautas de conducta para la niñez ante el estudio sino que se posicionaba como modelo de patriotismo a destacar para hacer de las estudiantes y los estudiantes "hombres dignos de esta patria".

El folklorista Ismael Moya sintetizó su tradicionalismo y su profesión docente en un ensayo que presentó la versión pedagógica del Martín Fierro. La intervención del criollista evidenció el abanico de posibilidades que se condensaba en la figura del gaucho. En efecto, los versos de Fierro funcionaron como usina disparadora de conclusiones, moralejas, recomendaciones y consejos. Las reflexiones proyectadas hacia los alumnos y las alumnas no se correspondieron linealmente al texto original escrito por Hernández. Por el contrario, la mediación de Moya le imprimió su huella indisoluble a los versos cantados por el gaucho. Esa reconfiguración, le permitió al "matrero del desierto pampeano" colocarse el traje de maestro y elucubrar la mejor lección para la niñez interpelada: el amor a la patria.

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  Autor:

Matías Emiliano Casas

Historiador. Universidad Nacional de Tres de Febrero; Investigador del CONICET, Argentina; Université Paris Diderot, Francia.

Revista "Actualidades Investigativas en Educación" Instituto de Investigación en Educación (INIE) Universidad de Costa Rica

  Enviado por:

César Agustín Flores

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