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Génesis de la pobreza en el Perú



Partes: 1, 2

  1. Presentación
  2. Génesis de la pobreza en el Perú desde sus momentos históricos
  3. La cultura Inca, el bienestar general
  4. La cultura occidental, aparición de la pobreza
  5. La independencia, primera gran brecha de la pobreza
  6. La era republicana y la segunda gran brecha de la pobreza

Presentación

Hemos podido ver, con Sen, Dubois, Mathus entre otros, que hay un gran y nuevo bagaje analítico y teórico sobre la pobreza e importantes conclusiones sobre sus diversos conceptos y percepciones, raíces y causas, nuevos enfoques y una serie de temáticas al respecto; pero para que todo ello no flote en el demiurgo de las generalidades o hagamos un repertorio repetitivo de sus ideas, considero que debemos hacerlas aterrizar en una sociedad concreta, que conozcamos y en donde podamos analizar y hacer una crítica aplicando dichos aportes.

En nuestro caso, la realidad peruana; pues como ellos sostienen: "el concepto de pobreza se ha definido y se define de acuerdo a las convenciones de cada sociedad"[1], es decir, sólo confrontando la teoría con la realidad de una sociedad concreta, con sus propios parámetros históricos y sociales, es que podemos ver, entender y conceptualizar, con más sentido, lo que es la pobreza.

En esta línea, como subrayando esta tesis, Dubois afirma, citando a Titmuss, Townsend, Abel-Smith, Atkinson y otros estudiosos que: "la pobreza tiene distintas formulaciones que reflejan la complejidad del concepto y la carga histórica que contiene. La comprensión de esta relación entre el concepto de pobreza y los valores dominantes en cada momento en la sociedad es fundamental para su análisis"[2]; y es desde este enfoque, que deseo presentar una visión llana y panorámica sobre el proceso de la pobreza en el Perú, vista desde sus momentos histórico-sociales, con el propósito de encontrar su génesis.

Es de advertir, que este trabajo es una monografía, no pretende ser un amplio, profundo y vertical análisis histórico o social contemporáneo del Perú, ya hay muchos e interesantes trabajos al respecto[3]lo que pretende es situarnos históricamente para darnos una visión horizontal pero desde el enfoque moderno de la pobreza de Sen, Dubois, Mathus y otros autores actuales, que nos puedan ayudar a exponer, desde estos nuevos conceptos, que aún están embrionarios en nuestro medio[4]el génesis del fenómeno de la pobreza que vemos actualmente en el Perú.

Génesis de la pobreza en el Perú desde sus momentos históricos

Las culturas pre incas, el bienestar particular

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América del Sur y el Perú en particular, fueron poblados hace 5,000 años, por inmigrantes de origen asiático; y es lógicamente previsible que estas primeras colonias fueran pobres, ya que empezaron prácticamente de la nada económicamente hablando, pero no tan pobres culturalmente[6]pues trajeron de sus culturas originarias de Asia conocimientos básicos sobre el fuego, la agricultura, herramientas y otros, con los que pudieron forjar en Sudamérica las llamadas culturas pre-incas[7]

En ese desarrollo inicialmente atomizado se formaron dos clases sociales.- las dominantes: conformadas por las castas políticas, religiosas y militares de cada cultura; y las clases trabajadoras: conformadas por el resto del pueblo.

Dada la relativa población de cada cultura pre-inca en esos tiempos, es comprobable también que luego de una breve etapa de formación y pobreza inicial, lograron alcanzar un estado de bienestar general, sin "sentimientos ni condiciones de privación"[8] originados por esquemas consumistas artificiales. Las culturas pre incas, y luego las incas, eran sociedades-tipo en donde el pueblo vivía y trabajaba comunitariamente la tierra, la orfebrería, la minería, y así sucesivamente cada quien vivía según el tipo de trabajo y especialidad dentro de una estructura social no tan compleja, y por ello con cierta facilidad para proporcionar bienestar a sus pobladores, pues, como sostiene Sen, "un gobierno tiene que ser juzgado en función de las capacidades concretas de sus ciudadanos", y en este sentido, si bien cada cultura pre inca e inca, tenían sociedades heterogéneas, todas ellas tienen en común ciertos rasgos como son las capacidades de las que cada persona dispone, a saber, vivienda propia y suficiente, variedad de alimentos nutritivos y suficientes, derecho al trabajo digno y remunerado, a cierta educación en conocimientos, valores y artes, espacios de diversión y deporte (en las fiestas religiosas y competiciones), derecho a la propia familia, a la solidaridad social, al respeto de su condición humana, al calor y cariño de sus semejantes, entre otras capacidades.

Dentro de este contexto, las clases dominantes dependían, por decirlo así, de las clases trabajadoras, y se apropiaban de una parte del fruto de las cosechas, minería y otros, con el pretexto de ser las dueñas de las tierras que ellos trabajaban, naciendo así la desigualdad, "que es fundamentalmente un problema distinto de la pobreza"[9] pero igual de injusto; pues por alguna indebida razón, primaba la idea de que toda ella (tierra, ríos, minas, etc.) eran propiedad privada de las "superiores" castas gobernantes políticas-militares y las religiosas que cuidaban de las tierras de los dioses; en contraposición de las castas "inferiores" conformada por el pueblo convertido así en mera mano de obra remunerada[10]

No se sabe en qué momento estos inmigrantes establecieron esas castas ni como estas obtuvieron la injusta propiedad privada de las tierras y el sometimiento del pueblo, probablemente a la fuerza de las luchas intestinas y/o como consecuencia de las guerras y sometimiento a otras culturas, o por otros condicionamientos previos de esas ideas traídas desde sus pueblos originarios del continente asiático.

La cultura Inca, el bienestar general

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Luego vino la expansión de los quechuas, nativos de los Andes del sur peruano, y su instalación como el Imperio de los Incas en gran parte del continente del Pacífico sudamericano. Este nuevo imperio, al igual que los romanos en su época, no trajo cambios traumáticos para los pueblos pre-incas sometidos; pues tanto los que se rindieron pacíficamente como los derrotados militarmente al poder del Inca,[12] conservaron su estado de bienestar, sus costumbres, su religión, sus castas gobernantes y cultura en general, salvo su poderío militar y la propiedad de las tierras que desde ahora eran todas del Inca y debían rendirle por tanto, un tributo en especias agrícolas, mineras, artesanas y otras que eran entregadas a los gobernadores militares para su envío a la gran capital del Imperio: Cuzco; además de la obligatoria aceptación religiosa del dios Sol como supremo dios y de sus sacerdotes, los vilcas[13]que se esparcieron por todo el Imperio.

A cambio, los Incas concedieron mayores conocimientos tecnológicos para la agricultura, la minería, la orfebrería, etc.; ordenaron los poblados y comunidades fundando ciudades, como Arequipa; para aglomerarlos y mejorar su estándar de vida con mayor acceso a servicios; los apoyaban en casos de desastres naturales y guerras; y como los egipcios, supieron guardar alimentos para todo el año en inmensos tambos para todo el Imperio. Tomando, trasmitiendo y divulgando además, todo el conocimiento y valores de su época, entre las diversas culturas originarias, a través de sus sabios maestros llamados Amautas; y el desarrollo infraestructural a través de sus ingenieros, arquitectos y constructores, quienes levantaron a través de todo el Imperio, andenes, acueductos, caminos, templos, fortalezas y ciudadelas de piedra como la admirable y sorprendente ciudadela de Machu Pichu, en el pico de una elevada montaña de la ceja de selva del Cuzco.

En resumen, hasta ese entonces lo que había eran sociedades sin pobreza pero con una clara desigualdad social, basada en división de castas, dominantes y pueblo, con diversas variables dentro de ellas; con una forma cultural heterogénea e individual; y una universal y homogénea que aglutinaba a todas en un sólo Imperio, en donde el Inca era el amo y señor de tierras y pueblos además de ser el hijo del supremo dios Sol; rigiéndose socialmente por tres principios fundamentales: Ama Sua (No seas ladrón), Ama Llulla (No seas mentiroso), y Ama Quella (No seas ocioso); el incumplimiento de estos tres mandamientos era severamente castigado con la vergüenza de la flagelación pública, la prisión, el trabajo forzado, la mutilación y hasta la muerte. El régimen inca era una monarquía militar hereditaria absolutista que manejaba con puño de hierro a todo su Imperio, fiereza que más tarde motivaría la adhesión espontanea de algunas culturas al colonizador español contra los Incas.

En conclusión, dada la férrea rigidez imperial que no era esclavista pero que motivaba con dureza la laboriosidad y el culto al trabajo y los valores en todos y cada uno de sus gobernados, sumada a la baja complejidad social, a su eficiente sistema productivo agrícola y ganadero, por ende, de alimentos nutritivos y variados; y con poblaciones numéricamente manejables[14]la pobreza no era un aspecto relevante en dichas culturas y menos en la cultura inca, a lo más se tenía un sector indigente conformado por ancianos que no podían trabajar, viudas con hijos menores, huérfanos e inválidos cuyas necesidades eran atendidas solidariamente por el resto de la población que adoptaban a esos niños, viudas, ancianos e inválidos como parte de su familia y por lo cual recibían compensación en el reparto de los bienes que hacía el Inca en las cosechas[15]

La cultura occidental, aparición de la pobreza

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Luego, como parte del proceso migratorio global de esas épocas, hizo su aparición en el Nuevo Mundo, la cultura occidental, con su punta de lanza española en el caso del Perú en el año 1532, una conquista que trajo consigo poblaciones enteras de nuevos colonizadores, nuevos usos idiomáticos, religión, costumbres y tecnologías occidentales que implantaron luego de conquistar y someter a todo el Imperio Incaico.

Como era de esperarse, socialmente se destruyó el esquema de castas que había, y los pocos descendientes de la estirpe del rey inca que sobrevivieron a la matanza de la casa real cuzqueña propiciada por el Inca quiteño Atahualpa luego de la guerra fratricida contra su medio hermano, el Inca cuzqueño Huáscar, ambos hijos del Inca Huayna Cápac, quien dividió el Imperio en dos; pasaron a ser parte de la clase alta de entonces: casadas sus princesas con nobles capitanes españoles y dándoles pequeñas encomiendas de tierras a los príncipes varones, quienes también se dedicaron al comercio ya que tenían capitales en oro de sus antepasados como los Túpac Amaru[17]mientras que el pueblo, arraigado por miles de años a las tierras que trabajaban y extremadamente sumiso a la desigualdad social en la que siempre vivió, fue dividido en grandes encomiendas a cargo de ciudadanos nobles españoles que explotaban las tierra con sus campesinos y trabajadores (agrícolas y mineros) y que le fueran consignadas por el Emperador a cambio de un tributo; el pueblo continuó trabajando las tierras para el encomendero tal y como lo había hecho para el Inca, sólo que cada vez más con un injusto reparto de la riqueza obtenida, añadido al maltrato físico y condiciones laborales de esclavitud[18]

Condiciones que permitieron el nacimiento de la pobreza estructural, entendida como "la situación precaria en la que se carece de capacidades de desarrollo y que están por debajo de un estándar mínimo aceptado socialmente, lo que se manifiesta en situaciones de escasos ingresos, insalubridad, desnutrición y vulnerabilidad a las enfermedades y a la inclemencia del medio ambiente, que inciden negativamente en sus oportunidades de sobrevivir y mejorar su calidad de vida"[19]; hecho que motivó el reclamo de la Iglesia Católica y las quejas al Rey Fernando "El Católico", de parte de curas y frailes como Antonio de Montesinos y principalmente Bartolomé de las Casas[20]logrando este en 1542 la promulgación de las "Leyes Nuevas" por el nuevo Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V, donde se prohibió toda forma de explotación y esclavitud del indígena.

Pero el daño ya estaba hecho, la gran población indígena en escasos diez años, estaba sumida en la pobreza y la pobreza extrema; sólo la Iglesia, a través de las parroquias indígenas, les proveía de algún soporte de ayuda y defensa contra el abuso. Con esto se comprueba, como en el caso peruano, que "la pobreza puede ser una condición impuesta a las personas"[21].

Desde entonces, toda la población indígena peruana pasó a conformar el estrato social bajo, de condición económica pobre y pobre extremo; laboralmente destinados a ser los eternos obreros y peones de campos y minas; y culturalmente eran la nada para la nueva sociedad virreinal que fue destruyendo la memoria y todo vestigio cultural del antiguo imperio inca; acompañada de una cruel estigmatización racial, pues de hecho, habían entre los colonos españoles gente de toda condición y, como en el caso de Arequipa, que se jactaba de ser la "Ciudad Blanca" por tener sólo pobladores de raza blanca, encontramos peones y sirvientes españoles blancos que servían a sus amos tal y como hacían los blancos e indígenas en otras latitudes; así que la pobreza no era exclusividad de los indígenas y no todos los indígenas eran pobres, pero aun así, no había punto de comparación entre un blanco pobre y un indio pobre, el primero por su raza, así fuera un delincuente y el otro un honorable padre de familia, siempre se le consideraba superior al indio.

Pero al respecto, tenemos que subrayar que, a pesar de la explotación y menosprecio del indígena; el español, "ario latino", como el italiano, el portugués y el francés; a diferencia de los "arios nórdicos", como los ingleses, alemanes y otros; no tenían ese exacerbado "asco y aversión" a las nuevas razas que encontraban en América[22]al contrario, hallaban hermosas y apetecibles a las mujeres incas y por ello no se hacían problemas para juntarse carnalmente con ellas y engendrar hijos, que si bien algunos eran bastardos y otros naturales, ya no eran indígenas, eran mestizos[23]con derechos propios como al apellido, a la educación y a la herencia. Y siendo esta raza una nueva construcción social en el Perú y en toda Hispanoamérica, fueron los primeros padres[24]de una nueva concepción: los latinos; herederos de dos imperios que hoy, como se puede constatar estadísticamente, es mayoría poblacional en todos los países hispanoamericanos en general y en el Perú en particular.-

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En conclusión, como hemos visto, la pobreza en el Perú fue un fenómeno impuesto por la cultura occidental, y fueron los nativos indígenas el grueso de su composición social. En esos primeros años, desde el "enfoque biológico"[26] actual, esta pobreza fue de "tipo primario", definida como "las familias cuyos ingresos totales resultan insuficientes para cubrir las necesidades básicas relacionadas con el mantenimiento de la simple eficiencia física"[27]. Este tipo de pobreza, acompañada de nuevas enfermedades y pestes incontrolables justamente por la grave desnutrición de esta etnia y las penosas condiciones laborales en las minas, diezmó su población y trajo una terrible caída demográfica indígena; "Gabriel Fernández de Villalobos, Marqués de Barinas, escribía que en Lima y Paita, donde había más de dos millones de indios, ya no quedaban más que cuatro mil familias en 1685"[28].

Este tema del llamado "holocausto indígena" (Steven Katz), que está más referido al genocidio sistemático de los indios norteamericanos pero que también nos toca, por el abuso, la desnutrición y las enfermedades y epidemias traídas desde Europa; ha sido tratado por muchos científicos e historiadores y hasta la fecha no hay un consenso sobre las cifras demográficas de la población indígena en la zona de los Andes centrales al momento de la llegada de los españoles ni sobre los motivos de su descenso demográfico. Al respecto hay tres corrientes principales: "la corriente moderada cuyos cálculos más aceptados de la población incaica son de 11 a 15 millones de habitantes (Noble David Cook, W. Denevan, Sapper, Smith y Watchtel); la corriente alcista cuyas estimaciones son de hasta 30 o 37 millones como la de Dobyns; y la corriente bajista con sólo dos a tres millones como la de Shea o la de Rosenblat o hasta seis de Rowe. Por su parte, al parecer la zona más densamente poblada fue el Altiplano collano, hogar de los quechuas, collas y aimaras principalmente"[29].

Para el historiador peruano Villanueva Sotomayor (de la corriente moderada), "todo indica que el Tahuantinsuyo tenía aproximadamente quince millones de habitantes. En los tiempos de la Colonia la población indígena disminuyó drásticamente. En efecto, en 1620 la población llegaba sólo a los 600 mil habitantes. De 1532 a 1620, había 14.400.000 habitantes menos, en apenas 88 años. [30]Todo esto, sin tener en cuenta el crecimiento vegetativo de su población. Los derechos de los indios no fueron tomados en cuenta para nada. A ningún conquistador le interesó velar por los naturales. El Consejo de Indias había dado un Código del Trabajo del Indígena Americano, las "leyes nuevas", que decía:

"Los indios son libres.

En consecuencia nadie que ejerza autoridad sea osado

de cautivar indios naturales de las Indias, Islas

y Tierra Firme del Mar Océano,

así en tiempo y ocasión de paz como de guerra.

Los indios e indias tengan, como debe,

entera libertad para casarse con quien quisieran,

así con indios como con españoles,

y que en esto no se les ponga impedimento.

Los indios pueden libremente comerciar

con sus frutos y mantenimiento,

así con los españoles, como con otros indios.

Ordenamos y mandamos que sean castigados

con mayor rigor los españoles que injuriaren

u ofendieren o maltrataren a indios,

que si los mismos delitos se cometieren contra españoles".[31]

Salvo el tema del matrimonio, estas disposiciones no eran obedecidas por los peninsulares ni criollos ni mestizos de facciones hispánicas; sobre todo en las minas, a donde no llegaban los curas y frailes para certificar las condiciones infrahumanas en las que trabajan y morían millares de indígenas; pues las riquezas minerales, sobre todo el oro y la plata, eran el objeto principal del Virreynato para la Corona Española, todo lo demás carecía de mayor importancia para el Emperador; él ya había cumplido, bajo la presión de la Iglesia, con dar las leyes; que se cumplieran parecía no ser de su incumbencia.

En consecuencia, si bien durante los primeros años de la colonia fueron los indígenas el grueso del estrato social bajo y en situación de pobreza y pobreza extrema y la mano de obra barata y abundante; la drástica disminución de su población y por tanto, la caída de la oferta de mano de obra en las ciudades, campos y minas, trajo consigo una fuerte inmigración, primero de esclavos africanos para los ingenios agrícolas de la costa, y luego de españoles y moros[32]Miles de peninsulares pobres y no tan pobres, pugnaban por salir en los barcos hacia el Nuevo Mundo, especialmente de Andalucía, Extremadura, Sevilla, Castilla la Vieja, Castilla la Mancha y León; y a pesar de que había una "Casa de contratación de Sevilla" para controlar un adecuado flujo migratorio, gente de todo tipo y condición lograron zarpar sin control hacia América; se calcula que el 38% de todo el flujo migratorio fue hacia el Perú.

Por lo tanto una nueva configuración social hacía su aparición en la sociedad peruana, una nueva estratificación social basada en la desigualdad social y fundamentada en la nobleza, la capacidad adquisitiva y el tipo de trabajo o función dentro de ella; y encontramos que había una clase alta conformada por los peninsulares encomenderos, que luego de las tempranas "Leyes Nuevas" de Carlos V, pasó el predominio a los miembros de la burocracia, conformada por el Virrey, los Oidores y los Corregidores; casi siempre provenientes de la media y alta nobleza española; por lo que los nuevos ricos, comerciantes, mineros y terratenientes, peninsulares, criollos y mestizos, se disputaban por obtener un título nobiliario o de hidalguía para acceder a ese estrato más alto de la sociedad virreinal, apareciendo la baja nobleza.

Los profesionales y religiosos también pertenecían a este estrato, pero no así los artesanos, peones agrícolas, peones mineros y otros, sean blancos o mestizos, que según su capacidad adquisitiva podían pertenecer a la clase media en sus subniveles alta, media y baja; hasta aquí funcionaba el estándar de pobreza de Ruciman: la "Privación relativa", es decir, "las condiciones de privación que definen el estilo de vida generalmente compartido o aprobado en cada sociedad y en donde hay una escala en el acceso a los recursos para compartir las costumbres, actividades y dietas que conforman ese estilo de vida"[33].

Pero en la última escala social, la clase baja, ahora sectores C y D; que era conformada por una mayoría indígena y más debajo de esta, los esclavos africanos, se aplicaba el fenómeno de la "marginación", que es un escalón más abajo que el de la desigualdad y la pobreza relativa del sector medio del que habla Sen.

"En el año 1978 en México, la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas deprimidas y Grupos Marginales, COPLAMAR, definió la marginación para caracterizar aquellos grupos que han quedado al margen de los beneficios del desarrollo nacional y de los beneficios de la riqueza generada, pero no necesariamente al margen de la generación de esa riqueza, ni mucho menos de las condiciones que la hacen posible"[34]; efectivamente, los indígenas y los afro descendientes estaban totalmente excluidos del desarrollo y de los beneficios de la riqueza que su mismo trabajo generaba y cuya mano de obra barata y gratuita la hacían posible; con lo cual, a diferencia de la clase media que sufría de una privación relativa, estos quedaban relegados a un estándar de pobreza de privación absoluta, pues "ciertamente existe un núcleo irreductible de privación absoluta en nuestra idea de la pobreza, que traduce los informes sobre el hambre, la desnutrición y el sufrimiento visibles en un diagnóstico de pobreza, sin necesidad de conocer antes la situación relativa. Por tanto el enfoque de la privación relativa es complementario, y no sustitutivo, del análisis de la pobreza en términos de desposesión absoluta".[35]

Adicionalmente, durante el reinado de los Borbones y el principio del ocaso del Imperio Español, hizo su aparición otro tema de carácter socio político que traería cambios políticos sustanciales; y era la "desigualdad" entre blancos nacidos en la península que eran llamados "chapetones", y los blancos nacidos en América llamados "criollos". Pues si bien la pobreza de la privación relativa puede definir un tipo de estratificación social, la desigualdad por una causa específica, como es el lugar de nacimiento, se equiparaba al concepto actual de "exclusión social", pues se condenaba a priori, a los criollos, a una especie de marco o "umbral" social del que no podían trascender, y peor aún, a un nuevo tipo de estigmatización social. Si bien Dubois afirma que el "umbral" de la pobreza se determina en función del ingreso; en este caso podemos afirmar, usando estas y las ideas sobre las capacidades de Sen, que el umbral de la exclusión social puede determinarse por las incapacidades legales o estructurales para desarrollarse libremente dentro de una sociedad determinada. Veamos.

"Al inicio, los criollos no estuvieron contemplados por la Corona dentro de una política específica. No obstante, para el siglo XVII, los españoles americanos habían aprovechado la compra de cargos y títulos para ocupar los niveles más altos de la sociedad. Pero con las reformas borbónicas (siglo XVIII), en los cuales se establecían medidas para frenar el avance de los criollos, la Corona trató de centralizar el poder en manos de peninsulares"[36]; lo que atrajo el enojo de una población numéricamente superior y que los llevaría a tomar partido por las ideas republicanas que predicaban (en Francia e Inglaterra) la libertad y la independencia de las colonias; cosa que no practicaban esas potencias con las propias; pero que si supieron aprovechar el malestar de los criollos por esta exclusión a la que los sometía el Rey, particularmente de los virreynatos periféricos al del Perú, que estaban sometidos a la autoridad y poderío de este; logrando convencer con esos ideales, a incautos jóvenes criollos como el venezolano Simón Bolívar y el argentino José de San Martín, entre otros que iban a estudiar a sus universidades, para socavar y traerse abajo al poderoso Imperio Español que por varios siglos se conservaba como la Primera Potencia Mundial.

La independencia, primera gran brecha de la pobreza

Monografias.com[37]

Con la firma de la rendición española del Virrey La Serna se produce en el Perú y en toda América hispana un cambio político, social, económico y global sin precedentes.

En el caso de la guerra independista sudamericana, el enemigo a vencer no era España sino el poderoso Virreynato del Perú, la gema más preciada de la corona española en América, con bellas y avanzadas urbes al mejor estilo europeo, cosa que no se veía en otros continentes; la que era gobernada por nobles familiares directos del Rey, la que imponía la autoridad real a todos los otros virreinatos sudamericanos desde Venezuela hasta Argentina, que eran manejados por sumisos virreyes militares. Con ciudadanos peninsulares y criollos que manejaban los hilos de la economía comercial, industrial y agrícola de todos los virreinatos sudamericanos y sus enlaces con Europa; por lo que eran muy renuentes a las ideas independentistas, como se comprueba por la ausencia total de líderes autóctonos independentistas en la etapa inicial de este proceso, pues es un hecho comprobado que todos los "líderes independentistas" fueron extranjeros.

No cabe duda de que el Virreynato del Perú fue el objetivo principal de la guerra de independencia que desarrollaron en América, con el descarado apoyo de Francia e Inglaterra, Simón Bolívar desde el norte, y José de San Martín desde el sur. Ambos ejércitos se dirigieron y encontraron en el Perú; primero San Martín en 1821, que proclamó la independencia pero sin terminar la faena independentista; y luego Bolívar, cuyo general Sucre en 1824, hizo rendir al Virrey La Serna en la batalla de Ayacucho.

Entre ambas campañas militares hubo una tregua, San Martín al retirarse de la guerra, había dejado un Presidente peruano, José de la Riva Agüero y luego José Bernardo de Tagle, que representaban el sentir nacional adverso a la guerra de independencia, por lo que este último quiso firmar la paz sin pelear con el Virrey, a lo que estaba llano de hacer a cambio del respeto de la propiedad y la vida de los peninsulares, como se hizo en Argentina y Chile, lo que nos hubiera traído una buena y fraterna relación con España y con Europa en general, traducido en paz, bienestar económico y desarrollo a largo plazo gracias a los fuertes vínculos sociales y económicos ya establecidos por cientos de años entre Perú y España; pero Bolívar vio peligrar su sueño de formar un Imperio Hispánico Independiente propio, al mismo estilo napoleónico, del que era ferviente admirador; y perder el brillo de su autoproclamada "gran gesta libertadora", sin una notoria y sangrienta batalla final en el bastión realista peruano, por lo que declaró traidores a los peruanos y no vino al Perú dirigiendo personalmente "su gran gesta", por temor a que los peruanos lo vencieran y aprisionaran; sino que envió cobardemente a su general Sucre para someter no sólo al Virrey sino a todo el Perú.

El virrey La Serna, afincado en el sur peruano y apoyado masivamente por los criollos arequipeños que se alistaban muchos de ellos como oficiales realistas, libró la campaña de Zepita contra Sucre en todo el sur del virreinato peruano, derrotándolo y logrando que los independentistas huyeran en barcos hacia Colombia. Los notables de Arequipa pidieron la firma de la paz inmediatamente con España, aprovechando esta victoria, pero Lima dudó por temor a Bolívar; se pidió al Rey ayuda pero esta nunca llegó por problemas internos que se estaban sucediendo en España. Lo que le dio tiempo a Bolívar para reunir, nuevamente con la asistencia de Francia e Inglaterra, un formidable y poderoso ejército y pertrechos en Colombia, con ellos Sucre volvió a la carga contra los agotados y escasamente pertrechados peruanos y realistas que resistían valientemente esta guerra que la mayoría no quería, y consiguió, luego de muchas y durísimas batallas, vencer finalmente al Virrey en Ayacucho.

Bolívar entró triunfante al Perú, a pesar de que no fue su victoria, y su venganza sería terrible: condicionó al Congreso Nacional, obligándolo a auto disolverse y proclamarlo antes de ello "Presidente Vitalicio" del Perú; ya investido, disolvió al Ejército Nacional, y ordenó el fusilamiento del Presidente Bernardo de Tagle, por lo que este tuvo que huir al Callao, donde aún había un fuerte español y el puerto, por donde escapan los peninsulares más ricos; luego embargó todas las riquezas nacionales públicas, privadas de peninsulares y criollos, y las eclesiásticas, como "coste de guerra"; sus tropas saquearon comercios, iglesias, haciendas, casonas, violaron a las mujeres y asesinaban a los peninsulares que se resistían a irse, y estos tuvieron que huir al interior del país y a Chile; creando una espantosa "brecha de pobreza" [38]nacional; entendida como el terrible "déficit de ingresos"[39] de un país por la intempestiva destrucción de sus estructuras económicas.

Bolívar se dio el gusto de viajar al sur del Perú, donde su ejército al mando de Sucre fuera vencido y humillado, y donde sus ciudadanos seguían siendo predominantemente "realistas"; viajando a Arequipa y al Cuzco con toda la pompa y el bombo de "ilustre vencedor", a quien se le tenía que rendir tributos y agasajos, arcos y alfombras de flores por doquiera que iba. Llegó a la rebelde Arequipa, confiscó bienes particulares y eclesiásticos para el pago de sus tropas y las pérdidas ocasionadas en la campaña de Zepita; castigó a sus criollos, desterrando a los que fungieron de jefes militares "realistas"; y como reafirmándoles los ideales libertarios, fundó él mismo el primer colegio nacional al que llamó ostentosamente "Colegio de la Independencia Americana"; colegio que no entró en funciones sino hasta 22 años después, como muestra de la aversión que la población arequipeña le tenía al dictador.

Políticamente entronizó gobiernos extranjeros que regían a su antojo, desmembró todo nuestro territorio en varias nuevas repúblicas, reduciendo nuestra extensión a mucho menos de lo que el mismo Imperio Incaico nos dejó y el español agregó; en fin, no fuimos un país "liberado" sino un país "conquistado" y "sometido" a las megalomanías y abusos del dictador Bolívar, que en el colmo de su arrogancia, hasta introdujo apócrifamente una estrofa humillante en el Himno Nacional dejado por San Martín, como castigo por nuestra renuencia a su ideal libertario[40]

Y como la historia la escriben los vencedores, seguimos rindiéndole culto y levantándole monumentos y honrando su memoria hasta la actualidad como héroe nacional, un verdadero despropósito histórico para muchos intelectuales peruanos[41]

Volviendo al enfoque económico y social del fenómeno de la pobreza, es fácil imaginar los graves cambios sociales y económicos y el repunte de la pobreza a nivel nacional a raíz de la gran brecha ocasionada por esta guerra y los abusos del dictador, pues antes de ello, como bien señala en un acucioso estudio el investigador peruano Juan Luis Orrego: "la economía virreinal no andaba mal. Es cierto que había una crisis agrícola, sobre todo en la costa, que se arrastraba del siglo XVIII, pero la minería y el comercio pasaban por un relativo auge. Si bien las reformas borbónicas afectaron los intereses de los comerciantes criollos, éstos todavía controlaban los mercados del Perú, el Alto Perú y, en cierta medida, los de Santiago de Chile y de Quito en Ecuador. La minería, por su parte, se había recuperado gracias a la producción de plata en los yacimientos de Cerro de Pasco, Cajamarca y Tarapacá. Pero esta economía aparentemente estable comenzó a desplomarse por la revolución independentista.

En primer lugar, los comerciantes del Tribunal del Consulado empezaron a desfinanciarse por la cuantiosa ayuda que tuvieron que entregar a la contrarrevolución desde los tiempos del virrey Abascal; la Corona nunca devolvió los préstamos. Luego, la misma guerra destruyó muchos centros productivos como minas, obrajes y haciendas. Finalmente, la población, tanto los de mayor fortuna como los más pobres, fue despojada y se vio obligada a dar cupos de guerra a dos ejércitos —unos 20 mil hombres— que transitaban por el país. Había que alimentarlos, vestirlos, armarlos y pagarles. El dinero y los productos para sostenerlos salieron de los propios peruanos. Cabe mencionar que España nunca ayudó económicamente al ejército realista.

De hecho, la guerra fue una sangría económica para el Perú; la Independencia tuvo un costo económico muy alto para el país. La separación de España no trajo, como soñaban los liberales, el auge comercial que se esperaba por la eliminación de las restricciones mercantiles. La producción decreció; virtualmente se perdieron los antiguos mercados como el Alto Perú, Chile y Quito; el crédito escaseó, y la renta per cápita cayó. Esta pérdida de mercados erosionó considerablemente a la agricultura costeña y a sus terratenientes. Además, la vida política, inestable por el sucesivo cambio de caudillos militares nacionales y extranjeros y, por momentos, corrupta, no garantizaba ningún tipo de inversión"[42].

La guerra significó también para nosotros una brecha demográfica que minimizó nuestro potencial humano a corto y mediano plazo, contando sólo con 2, 700,000 habitantes a nivel nacional, predominando los blancos y mestizos; y los ancianos, mujeres y niños según el censo de 1876[43]

Los índices de pobreza y pobreza extrema crecieron a más del 50% en la población urbana, en su mayoría blanca y mestiza; y más del 70% en su población rural, de mayoría mestiza, indígena y negra. Cifras que se mantuvieron relativamente iguales hasta estas últimas décadas de la vida republicana.

Muy parecido fue el fenómeno global independentista para el resto de países hispanoamericanos. A nivel geopolítico, España dejó de ser la Primera Potencia Mundial, para dar paso a Inglaterra y Francia, lo que marcó su decadencia económica- Los que conformábamos el Imperio Español, y éramos las más avanzadas urbes fuera de Europa; si bien ninguno como el Perú, padeció del despotismo y abusos del "libertador", el monopolio comercial que nos unía y protegía comercialmente a todos a través de las restricciones mercantiles desapareció, para dar lugar al liberalismo y nuevas formas de colonialismo económico extranjero por parte de las ávidas potencias mundiales como Inglaterra y Francia, cuyas empresas invadieron con sus productos mercantiles todo el mercado hispanoamericano, terminando por hundir a las industrias y empresas locales.

Divididos como quedamos, desde entonces y hasta ahora, pasamos de ser parte de la primera potencia mundial a ser atrasados países subdesarrollados del tercer mundo y meros extractores de materias primas que vendemos al mundo desarrollado a los precios que dicta el mercado que ellos manejan; esto es en la práctica lo que nos dejaron las gestas "libertadoras" de Bolívar y San Martín; los astutos enemigos del Imperio lo anticiparon y en su búsqueda de la primacía mundial, financiaron y motivaron ideológicamente, a esos dos ilusos jovenzuelos que cayeron tontamente en su juego del "divide y reinarás".

La era republicana y la segunda gran brecha de la pobreza

Monografias.com[44]

Después de la presidencia "vitalicia" del dictador y su intromisión en la vida política, el Perú pudo alcanzar su autonomía republicana, pero siempre bajo la "tutela" de la casta militar, pues fueron militares los que siempre gobernaban el país (con golpe de Estado o elección popular), con algunas excepciones como Menéndez, Pardo, García Calderón, Piérola y otros actores civiles muy escasos en comparación. La democracia era tan débil que casi nunca se sucedían presidentes constitucionales alternativamente; siempre el "caudillismo" militar se entrometía continuamente en la vida republicana del país trayendo desorden, caos y pobreza.

Socialmente, la nobleza fue abolida, con lo cual se trastocó el antiguo orden y con la persecución de Bolívar a los peninsulares, estos huyeron llevándose consigo sus recursos, con lo cual quedamos a merced de nuevos "inversionistas y colonos" extranjeros, y al encumbramiento de los criollos y mestizos quienes buscaban afanosamente integrar la casta militar, y que llamaron "gringos" a esos nuevos inmigrantes ingleses, franceses e italianos, para advertir su diferencia tanto idiomática como de costumbres e ideas.

En cuanto a la propiedad de las tierras (agrícola y minera) que antes fuera del Inca y luego del Rey, ahora eran del "Estado", "salieron de las manos de los "chapetones" para entregarse a las de generales y caudillos criollos y mestizos (que en varios casos eran "patriotas a la derniere"), sin que se alterase la estructura social del país. Estos ocuparon el lugar de aquellos, sin que su preparación o su motivación ofreciesen un mejor desempeño económico. La esclavitud se mantuvo por treinta años más; los latifundios y las minas no cambiaron su método de producción, y si no fuera por el hallazgo del guano, probablemente la República se hubiese desintegrado en un Perú del norte y uno del sur.[45]

Y justamente fue el hallazgo del guano lo que nos atrajo la ambición de Chile y la guerra con ellos por estas riquezas; otro cataclismo que al igual que la guerra de la independencia, nos trajo la invasión de atilas extranjeros que lograron avanzar dentro del territorio peruano, luego de derrotar al bastión sureño en Arica, compuesto por casi todos los arequipeños jóvenes y adultos varones civiles en edad militar, mal pertrechados y menos entrenados y agrupados a última hora en los batallones "Cazadores del Misti" y "Guardias de Arequipa" y comandados por un militar retirado y dedicado al comercio llamado Francisco Bolognesi, quien con sus jefes y soldados tomaron el acuerdo de "luchar hasta quemar el último cartucho"[46], muriendo casi todos en la acción.

Arequipa, diezmada de sus varones, fue cobardemente abandonada a su suerte por el norteño almirante Lizardo Montero que huyó a Puno, la sierra alta, con el Ejército Nacional; los ancianos, mujeres y niños arequipeños que quedaron a merced del enemigo, y representados por el ciudadano inglés Henry Gibson, tuvieron que pactar su rendición; logrando sólo así, los chilenos, invadir toda la costa y la sierra baja del Perú; arrasando haciendas, obrajes y minas; saqueando Iglesias, comercios, industrias, museos, bibliotecas, mercados y viviendas de ricos y pobres; violando a sus mujeres y matando a todos los adultos varones que pudieron; una sangrienta y dolorosa guerra que, como con Bolívar, tuvimos que pagar nosotros el altísimo coste de la misma con una pavorosa crisis económica y una profunda segunda brecha de pobreza de la que hasta hoy no nos podemos recuperar; guerra que significó también una nueva brecha demográfica masculina que minimizó nuestro potencial humano a largo plazo.

Este estado de cosas mantuvo siempre presente y muy desarrollado el fenómeno de la pobreza en el Perú. El desarrollo de las provincias fue muy gradual y similar, destacándose por muy poco margen demográfico, entre la capital, Lima, y la sureña Arequipa, "El León del Sur"[47], cuna de casi todas las revoluciones contra Presidentes corruptos, ineptos o abusivos que fueron sacados a empellones del Palacio de Gobierno, como hasta el último Alberto Fujimori.

Pero en los años cincuenta empezó un nuevo fenómeno añadido al de la pobreza y la desigualdad social: el centralismo; que distorsionó el desarrollo paralelo de las regiones peruanas.

En un anterior trabajo, tocando el tema de las migraciones[48]sostuve que "salvo sea por una guerra o causa natural, como la gran sequía de Puno en los 70, que obligó a una migración masiva de puneños a Moquegua, Tacna y Arequipa principalmente; la migración no es algo bueno y tenemos que combatirla como un problema social muy dañino y económicamente perjudicial".

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