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Desastre natural: sobre las ideas y conceptos que lo definen



  1. Resumen
  2. Introducción
  3. El origen de la palabra catástrofe
  4. Desastres, tragedia, suerte y contingencia
  5. A manera de conclusión
  6. Referencias

Resumen:

Los llamados "desastres naturales" en los últimos veinte años han cobrado gran interés en todos los ámbitos sociales, sin embargo lo que comúnmente se dice o se cree que es un desastre, ha llevado a que este concepto se vuelva confuso, obscuro y con ello todos los que hablan, leen o discuten sobre el tema no tengan un pensamiento común. En este artículo se revisa el origen de la palabra desastre, asociada a otras como catástrofe, tragedia, suerte y contingencia que implican una lectura política y social de la construcción de un desastre socio natural.

Palabra claves: Desastre socio natural, catástrofe, suerte.

Abstract

The "natural disasters" in the last twenty years ago have had a high interest in every social area, however this term is so often used in the common life that is turn it a little confused, dark, and consequently everyone who talks, reads or discusses it, doesn?t have the same thought. This review analyze the origin of the word disaster, which is associated with other ones like catastrophe, tragedy, luck and contingency, all of them imply a specific political and social reading of the socio-natural disaster construction.

Keywords: socio-natural disaster, catastrophe, luck.

"Natural disaster": about the concepts and ideas to define it

INTRODUCCIÓN

Las trágicas estadísticas de pérdidas materiales y humanas, las formas en cómo intervenimos desde los cuerpos de rescate, ejército, brigadistas médicos o psicólogos y los políticos encargados de la protección civil, deberíamos de detenernos a pensar sobre algunas de las ideas y conceptos que sustentan o explican los llamados desastres, y que utilizamos cotidianamente. Lo que comúnmente se dice o se cree que es un desastre, ha llevado a que este concepto se vuelva confuso y con ello; todos los que hablan, leen o discuten sobre el tema puede que no tengan un pensamiento común.

Lo anterior puede ser entendible porque existen diversas formas de concebir y entender qué es un desastre, cómo se produce, qué consecuencias tiene, etc. De hecho las ideas que se emplean para definir los desastres, resultan muchas veces vagas y opuestas. Así vemos que de ellos se ha dicho que "es un castigo divino", o bien que "es consecuencia del cambio climático" o "una factura que nos cobra la naturaleza"; igualmente se utiliza la palabra en forma indistinta para hablar sobre un desastre, una calamidad, un accidente, o una crisis o bien una contingencia.

Como en otros temas existe un predominio de algunas disciplinas sobre otras. Respecto de los desastres, las ciencias atmosféricas y las ingenierías son más reconocidas y promovidas que la sociología o la psicología. Sin embargo, esta variedad se debe a que en general las diversas áreas de conocimiento, toman un segmento de la realidad, sobre la cual pueden incluso llegar a presentar opiniones encontradas, así podemos hallar a un estudioso del clima que explica una inundación por fenómenos climatológicos, mientras que el sociólogo diría que se debió a que no existen programas de prevención en una comunidad. Así, para el primero la responsabilidad es del funcionamiento climático y de la naturaleza, mientras que para el segundo compete a las formas de convivencia humana y a la ética gubernamental.

Esta situación ha dificultado la comunicación entre diversos científicos así como entre directivos, políticos y gestores sociales, por mencionar algunos de los actores que tratan de entender e intervenir en caso de desastres. Por ejemplo durante la presencia del Huracán Karl en el 2010,en el territorio Veracruzano (México) esta falta de comunicación produjo dificultades para ofrecer apoyo oportuno a la comunidad. Luego entonces, dichos problemas de comunicación, llevan o conducen a acciones que al desarrollarse muchas veces resultan contradictorias, limitadas y/o dificultan que los beneficios y servicios lleguen a las personas damnificadas. Por ello, es importante que se tengan y manejen conceptos afines no solo por cuestiones científicas y de investigación, sino también para tener ideas claras sobre lo que hay que hacer y para saber qué hacer en cada situación particular.

El origen de la palabra catástrofe

El término Katastrophé se forma con el prefijo katá- „hacia abajo? y el verbo strephein „dar vuelta?. En las lenguas modernas, catástrofe se ha utilizado por ejemplo desde la geología para expresar consecuencias de la acción de los terremotos, pero más tarde se usó para calificar o designar a cualquier acción de la naturaleza que significara calamidad o tragedia (Real Academia de la Lengua, 2012). Se le relaciona también con las ideas de convulsión, demoler, destruir, sometimiento, conquista, desenlace, fin, fin de la vida, muerte, el fin en un drama. Ahora bien, en el latín càtastropha significa: vuelta de fortuna, peripecia (en el teatro), movimiento de conversión, ruina, desorden, desenlace dramático. Así como un derivado de la palabra "?atast???e??" da a entender acaecida (que algo sucedió) así como destrucción.

En lo que respecta al término desastre, éste se remonta al siglo XIV cuando los astrónomos formaban parte fundamental de las cortes y reinados. Ellos eran los encargados de predecir el futuro mediante la lectura de los astros. Cuando algo extraño ocurría, por ejemplo la aparición de un cometa o una estrella que nunca antes había pasado por ese lugar, estas personas y los "matemáticos" de la época interpretaban que el cometa representaba futuras plagas, hambre y otros desastres. La misma palabra desastres quiere decir "mala estrella", al igual que la expresión "gracias a su buena estrella". Ambas dan cuenta de hasta qué punto la astrología sigue influyendo en las expresiones, lengua y las creencias generales.

El prefijo dis- des- indica negación o inversión del significado, como por ejemplo en: disconforme (no estar conforme) o desleal (no ser leal) y también por el sustantivo griego ástron (astro) o latín astrum. Para los griegos un desastre ocurría cuando la posición de las estrellas no era favorable en un determinado momento, por ejemplo en época de cosecha o en un nacimiento. Como consecuencia del desafortunado movimiento astral se auguraba una mala cosecha o un destino desgraciado para el niño.

El término desastre llegó al español desde el provenzal, donde significaba "desgracia" y a su vez éste procedía del italiano „disastro? que igualmente tiene el mismo significado, pero su verdadero origen está en la Grecia antigua, donde la creencia en la influencia de los astros sobre los acontecimientos en la tierra le dio sentido.

Esta combinación de des – astre, es decir sin astro, nos refiere a la mala suerte, que nos viene de esa fascinación antigua de la lectura del cielo y los astros a los que se adjudicaba una poderosa influencia en la vida de los seres humanos. Surgieron alrededor de esta creencia varios vocablos referenciando al azar o la suerte y una de esas palabras es desastre.

Desastres, tragedia, suerte y contingencia

Los términos: tragedia, suerte, azar y contingencia tienen una relación muy particular en la filosofía griega que requiere y merece un estudio detenido ya que no se les utilizó como sinónimos. Los griegos los relacionan con una lectura ético-política y social que nos permite pensar en otras maneras de entender el contexto de un desastre, así como la dinámica social en la que se producen.

Como señalaba antes, desde una perspectiva filosófica el término desastre, estaría ligado a varios otros conceptos, uno de ellos es el de suerte. La suerte tiene como telón de fondo una pregunta sin respuesta o por lo menos difícil de responder. Es decir la suerte no se sabe si será o es favorable o desfavorable, positiva o negativa; es como un volado, puedes ganar o puedes perder. Para los antiguos griegos la suerte tenía que ver con el des – orden, es decir con el azar, pero también con el caos, así como con la democracia y con la idea de contingencia.

Vamos a ahondar un poco en el término Tyche que se traduce como suerte. Algunos autores explican que tiene la limitación de solo hacer referencia a los efectos: o sea que se refieren a "lo fortuito" como el resultado final, pero algunos otros más bien, tienen la idea que acentúa la relevancia del término más que en los efectos en la trama que lleva a que algo sea fortuito.

Entonces, la Tyche puede ser considerada o como causa o como efecto. Como causa es algo que ocurre por accidente en el origen propio del hecho y como efecto es el resultado del encuentro o coincidencia extrema de dos órdenes causales distintos, por ejemplo el acreedor que encuentra fortuitamente a su deudor en la calle. La Tyche respondería en realidad a un complicadísimo y complejo juego de innumerables factores necesarios que en su conjunto estarían fuera del alcance de la comprensión humana, por lo menos en un primer momento, o sin capacidad de conocimiento.

Visto así, cuando ocurre un desastre parece que la suerte, el azar, el orden des-orden, la democracia y la contingencia, son factores que participan de diferente manera. Es decir, que un desastre se "construye" desde diversos lugares, con lo cual se podría entender que hay factores propiamente producidos por la intervención humana, así como otros que no tendrían clara explicación o intervención del factor humano. Un sismo, por ejemplo en un desierto o un huracán en el centro del océano no pueden considerarse como peligro o amenaza ya que no hay nadie expuesto o que pueda ser afectado.

Podemos pensar que existen otros factores en la producción de un desastre.

Ahora, no se debe de perder de vista que los seres humanos estamos hasta cierto grado a disposición de variables no controlables y en no pocas ocasiones tenemos pocos o ningún elemento para identificarlas. Aún y a pesar de los conocimientos y experiencias acumuladas, los seres humanos frente a algunos eventos y contingencias de origen ambiental, así como de origen social, estamos permanentemente en jaque dado nuestra condición de vulnerabilidad.

La utilización de todas estas ideas y maneras en cómo se entienden los desastres, tienen también intereses políticos, religiosos o académicos. En la realidad, hemos escuchado cómo muchos políticos responsables de las políticas públicas, se "lavan las manos" arguyendo que la inundación se debió al clima y la posición de los astros. Así se presume inocencia frente a las crecidas de un río, ante los efectos de un terremoto, ante las secuelas del cambio climático o bien ante el alza del precio de la gasolina.

En la ocurrencia de un desastre, generalmente desde el discurso político, el afectado de un desastre resulta responsable de su suerte porque no tomó las provisiones y previsiones pertinentes para escapar de su castigo; de hecho, los gobiernos explican que a los pobres les gusta vivir en zonas de alto riesgo como en las riveras, en las laderas de colinas o montañas, habitan edificios viejos, eligen zonas bajas de la localidad en donde se inunda cada año, etc. Los pobres son imprudentes por vivir en esas zonas de riesgo muy alto, suelen pasar por ignorantes y necios por no advertir estas situaciones, porque no quieren dejar el lugar ni aceptan trasladarse a otro. Así el gobierno se deslinda de sus responsabilidades y justifica la pobreza que deja un "desastre natural". Y no hay responsabilidad política.

Pero no deberíamos conformarnos ante esta realidad. A pesar de lo dicho antes, existen muchas posibilidades de realizar acciones de previsibilidad y prevención en medio de nuestra indefensión real ante la dinámica de la naturaleza. Si bien, un pensamiento realista es reconocer que en muchas ocasiones tenemos diversas condiciones de vulnerabilidad, y aunque la "suerte esté echada" no necesariamente ello debe culminar en tragedia, por ejemplo ante la llegada de un huracán de categoría 4 detectado científicamente con los aparatos de medición.

Sabemos que el modelo de desarrollo dominante durante las últimas décadas, así como los complejos procesos de urbanización y los acelerados procesos de degradación ambiental, han sido relacionados con el aumento de riesgos potenciales, el aumento de la vulnerabilidad y de los desastres. Y este modelo político económico no es responsabilidad de los astros, sino de quienes lo organizamos, es decir las sociedades humanas. No es una cuestión de suerte, sino de decisiones ciudadanas y políticas.

Alrededor de la definición de un desastre, giran diversos conceptos como vulnerabilidad, riesgo, impacto que son estudiados actualmente desde las ciencias sociales y no sólo por las ciencias físicas. Por ello, hoy se sabe que el riesgo y la vulnerabilidad son construcciones sociales, y el desastre también. Más que un problema de la naturaleza, los desastres se perfilan como problemas no resueltos del desarrollo, y las vulnerabilidades sociales como el resultado de déficits en el desarrollo.

A manera de conclusión

La diversidad de significados del término desastre por un lado nos permite acceder a una riqueza del lenguaje, pero por otra contribuye a la falta de comprensión del tema. El término se empezó a asociar a otros como calamidad, tragedia, mala suerte y contingencia y suelen utilizarse como sinónimos entre sí, sin embargo por diversos motivos convendría hacer un análisis detenido para cada uno y pensar un poco más la relación que se tiene.

Al usar estos términos como sinónimos, empobrecemos la dimensión semántica que les dio origen, pero además, nos puede llevar a confundir no sólo las formas en que se deben de actuar cuando eventualmente suceda una situación de crisis social, sino también nos puede hacer cómplices pasivos al no señalar las responsabilidades humanas que se tienen en la producción de un desastre. Maskrey y Romero señalan que "para entender los desastres llamados naturales, para poder prevenirlos y recuperarse una vez que se han producido, es necesario desprenderse de una serie de malinterpretaciones que turban nuestra mentes e impiden actuar acertadamente"1.

Lavell sostiene que "un desastre es tanto producto como resultado de procesos sociales, histórica y territorialmente circunscritos y conformados"2; Castro y Zusman, argumentan desde las ciencias sociales que los desastres son el resultado de procesos económicos y sociales globales, regionales y locales, que crean condiciones de existencia humana insostenibles frente a los eventos naturales extremos3. Los desastres no son fenómenos en donde la única responsable es la naturaleza, más bien hoy se los reconocemos como fenómenos socionaturales en todo caso, y cuando una situación que produce un desastre no es atendida con ética política, se produce una tragedia social.

Referencias:

  • 1. Maskery A. (Comp.), (1993). Los desastres no son naturales. Ed. La Red. Primera Edición 1993. Colombia.

  • 2. Lavell, A. (2004). Antecedentes, formación y contribución al desarrollo de los conceptos, estudios y la práctica en el tema de los riesgos y desastres en américa latina: 1980-2004. Editorial La Red. Red de estudios sociales en prevención de desastres en América Latina. Colombia. Tomado de: http://www.desenredando.org/public/varios/2004/LARED- AFCDCEPTRDAM/LARED-AFCDCEPTRDAM_nov-26-2004.pdf

  • 3. Castro, H., Zusman, P. (2009). Naturaleza y Cultura: ¿dualismo o hibridación? Una exploración por los estudios sobre riesgo y paisaje desde la Geografía. Publicación del Instituto de Geografía, UNAM. Revista Invest. Geog n.70 México dic. 2009. ISSN 0188-4611

Forma sugerida de citar: Marinero Heredia A. "Desastre natural": sobre las ideas y conceptos que lo definen. Revista Electrónica Medicina, Salud y Sociedad. [Serie en internet] 2013 septiembre [citado septiembre 2013];4(1);106-113 [aprox. 8 p.]. Disponible en: http://www.medicinasaludysociedad.com.

REVISTA ELECTRÓNICA MEDICINA, SALUD Y SOCIEDAD

Universidad Veracruzana, Veracruz, México.

 

 

 

Autor:

Arturo Marinero Heredia

Estudiante del Doctorado en Psicología del Instituto de Investigaciones Psicológicas, Universidad Veracruzana. Docente de la Facultad de psicología de la Universidad Veracruzana, Xalapa, Ver., México. E-mail: amarinero[arroba]uv.mx

Fecha de recepción: 21 de mayo de 2013; Fecha de aceptación: 12 de junio de 2013.

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