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Portales del imaginario: diarios, monstruos y extraterrestres



Partes: 1, 2

Monografía destacada

  1. Introducción
  2. La "kolchakización" de las noticias
  3. La naturalización de lo sobrenatural
  4. Monstruos de prensa

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Introducción

En la película Volver al Futuro (1985) el director Robert Zemeckis pone en escena uno de los sucesos que dieron origen a la creencia en el ya septuagenario fenómeno ovni y al rico imaginario que se derivó de él. Nos estamos refiriendo a la enorme y determinante influencia que tuvieron las revistas de pulp-fiction en la construcción del mito.

En la escena mencionada, Martin McFlyn regresa a la década de 1950 y se encuentra con quien habría de ser varios años más tarde su propio padre; adolescente, fanático de las revistas de ciencia ficción y muy influenciado por los maravillosos dibujos que imaginativos artistas ponían en las portadas de aquellos ejemplares baratos, de enorme tirada y al alcance de todo el mundo. Poco le cuesta a Martin convencer a su futuro progenitor de haber sido visitado por un ser del espacio exterior en su propia habitación. Es que el terreno ya estaba preparado. A la santabárbara del imaginario occidental sólo le restaba una pequeña chispa para estallar y producir la interesante transferencia que llevó a los monstruos interestelares de la fantasía a la realidad, en relativo corto tiempo. Porque, a no confundirse, los extraterrestres y seres extraños que pueblan el imaginario ovni de la actualidad, nacieron primero en ese tipo de publicaciones. Sólo poco más tarde la gente empezó a verlos de "carne y hueso" rondando por todos lados.

Ahí estuvo uno de los inicios de todo. En las revistas consumidas por los adolescentes de la década de los "40 y "50 del siglo pasado; y en los guionistas y dibujantes que materializaron en el papel sus más retorcidas y bizarras fantasías. Sin contar la influencia que revistas especializadas en ovnis también tuvieron en todo el proceso creativo.

En los últimos años he dedicado mucho tiempo a investigar y escribir sobre aquellos temas que de niño me quitaban el sueño y acicatearon después mi fluida imaginación adolescente. De tal modo, y tras la conversión de creyente en escéptico, regresé a ellos con otros ojos.

Fue así que, tras estudiar en detalle los sucesos ocurridos en la antigua provincia de Gévaudan (Francia, 1764-1767)[1] ?que tuvieran a una enigmática Bestia como protagonista?; analizar la epidemia vampírica que asoló a Europa occidental durante la primera mitad del siglo XVIII (40 años antes del primer suceso mencionado)[2]; tratar de comprender la larga y cambiante creencia en fantasmas desde la antigüedad a nuestros días[3]así como sumergirme en el maravilloso universo (onírico) de la criptozoología (disciplina que estudia a archiconocidos monstruos tales como el Yeti, el Ucumar ?en Argentina?, el monstruo del Lago Ness ?Nahuelito en nuestro país?)[4], una de las cosas que más me llamó la atención fue la enorme influencia que las revistas y la prensa en general tuvieron en la instalación y difusión de dicho temas en toda la sociedad. Sorprendiéndome también de la velocidad con que dichas noticias se propagaron desde los inicios mismos de la modernidad y, muy especialmente a lo largo del siglo XX, con la irrupción de los medios masivos de comunicación (mass-media).

Ambos fenómenos fueron, a primera vista, los responsables de las histerias colectivas (pánico moral) y culpables de haber instalado ?en determinados contextos históricos?, temas de carácter sobrenatural entre la gente. Tanto en los estratos más altos, como entre los "populares".

Así fue en el siglo XVIII y en el XIX. Lo mismo pasa hoy en día con la temática ovni, desde la década de 1950, o sucesos de aparente carácter paranormal; incluso ?como ya dijimos? criptozoológicos.

En el periodismo sensacionalista está el origen de todo.

Durante los últimos 300 años, la prensa primero, seguida más tarde por el cine y la televisión, fueron las principales usinas de sucesos extraños y los responsables de la difusión de mentiras y exageraciones que nos han llevado por el camino (entretenido y redituable) del misterio.

Desde la Bestia de Gévaudan, pasando por los revenidos del siglo XVIII estudiados por Dom Calmet, los monstruos de principios de siglo XX (el Abominable Hombre de las Nieves, Pie Grande, Mothman o la criatura de Flatwood), los fantasmas y demonios, hasta los extraterrestres y ovnis que siguen poblando nuestro imaginario contemporáneo, el accionar de las mass-media ha sido (y sigue siendo) importantísimo a la hora de explicar la propagación de lo que se ha dado en llamar, genéricamente, el pensamiento mágico.

Pero hay que considerar algo: para que una semilla germine el terreno debe estar preparado para recibirla. Sólo así podrá crecer. En este caso, el contexto lo es todo. Aunque hay que considerar un punto importante: los mass-media fueron ?en gran medida? los constructores de esos contextos, fácilmente seducibles por los delirios.

Claro que hay muchas preguntas por responder.

Pero aún así, el lector no podrá negar que todas las fantasías que se asoman en cada una de las historias y creencias publicitadas ponen en duda, muy seriamente, el triunfo absoluto de la razón y la Modernidad. Mucho menos extendidas (o en retroceso, según algunos) de lo que creíamos, aún en ámbitos que se dicen académicos y tenidos por muy serios.

Las opiniones más sensatas (hijas de la Ilustración y en las que hasta hace poco las mayorías parecían apoyarse) son poco escuchadas o, directamente, desechadas. La razón ?escéptica? no vende. No tiene el quórum necesario para imponerse, más allá de ciertos ámbitos (académicos) que, como ya dijimos, también (en parte) esta cooptados y contaminados.

Es ésta una lucha nueva. Tiene sólo unos 300 años, frente a una perspectiva temporal dominada por las maravillas que acumula (siendo conservadores) 500.000 años de historia.

Los griegos del siglo V a.C. y los iluministas del siglo XVIII, como así los científicos del Renacimiento (siglo XV-XVI), llevan las de perder. O así lo parece. Tienen en su contra miles de años de desventaja.

¿Habremos de admitir que el imperio de la razón es sólo un mito más? ¿Un chispazo sin demasiada influencia en la historia occidental?

Que las maravillas sigan siendo tan extendidas actualmente, ¿nos habla de una nueva transición hacia lo viejo? ¿O es esa transición un mero espejismo que nos oculta el hecho de que lo mágico siempre ha estado (y estará) presente entre nosotros?

¿Es sólo una batalla perdida? ¿O estamos en una guerra que hemos perdido desde siempre?

Buenos Aires, mayo 2017

PARTE 1

La "kolchakización" de las noticias

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Carl Kolchak, el reportero que ronda la noche

Entre 1974 y mediados de 1975, el INC (Independent News Service) de Chicago fue el diario norteamericano que, de la mano de Carl Kolchak (su periodista estrella), se volvió famoso por investigar y publicar noticias extraordinarias de neto corte amarillista; pero de enorme impacto emocional en todos aquellos que seguíamos, semana a semana, la serie de televisión (Kolchak: The Nigth Stlaker).[5]

Protagonizado por Darren McGavin (1922-2006), el desgarbado, desordenado y simpático reportero, terminó inspirando a decenas de novelas, cómics y demás producciones televisivas (entre ellas Los Expedientes Secretos X) en las que la temática sobrenatural era la norma.

De ese modo, el INC, aún contrariando los deseos de su editor Tony Vincenzo ?estelarizado por el actor Simon Oakland (1915-1983)?, se lanzó a la búsqueda de monstruos y seres paranormales; entre los que podemos encontrar vampiros, brujas, hombres-lobo, robots asesinos y maléficos chamanes, zombis, fantasmas, demonios y extraterrestres, entre otros. Un compendio entretenido de criaturas a través de las cuales se vendía misterio al por mayor, bajo un formato que pretendía ser plausible para el televidente y, muy especialmente, para los lectores de la ficticia publicación chicagoense.

Con Kolchak nos sumergimos en un tipo de periodismo que ?recurriendo al supuesto principio de autoridad de los testigos? instala en la opinión pública sucesos sobrenaturales, denunciando una realidad que se sale de los márgenes oficiales de la razón científica. Esta kolchakización de la prensa ?cuya práctica se da en la vida real, llevando y llenando de sorpresas a los consumidores de primicias? representa un acabado ejemplo de lo que la sociología denomina racionalidad restringida; es decir, el no interés por la verdad sino por el impulso de satisfacer únicamente la necesidad de emoción y lucha contra el aburrimiento en el que están hundidas millones de personas.[6]

En estos casos, los "hechos" poco importan y el interés se focaliza sólo en sus interpretaciones exageradas y fantásticas, negando la realidad. Inventando otra realidad alternativa. Falsa, aunque convincente gracias a un eficaz modelo conspiranoico muy en boga.

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Noticias referentes a extraterrestres capturados por la Marina de EE.UU. y la

presencia de alienígenas en la localidad de Hopkinsville

Hoy, a diferencia del Kolchak de los "70, se dispone de la tecnología necesaria para acentuar e instalar mejor las tramas ficticias de las que este tipo de periodismo se nutre y nutre a los demás. Internet es un claro ejemplo de ello. Y, aunque la noticia kolchakizada no se tome demasiado en serio ?dada la prudente cuota de ironía que deja siempre abierta una hendija a la refutación, para salvar la reputación del medio y del reportero responsable (sic)[7]? nunca faltarán los incautos que caerán en la trampa, creyendo en cosas que nunca existieron.

Por su parte, los casos publicados casi nunca terminan por resolverse. Aparecen y desaparecen de las páginas de los periódicos sin previo aviso. Irrumpen con bombos y platillos, grandes titulares en las primeras planas o impactantes anuncios en televisión. Pero la primicia dura poco. Y así como emergieron, desaparecen sin resolución alguna. La explicación racional del misterio brilla por su ausencia, o se publica con letra chica en el interior del diario para que pase imperceptible. Claro que esto pasa también con cuestiones políticas y económicas. Lo que es más grave.

Así pues, nutriéndose de los rumores que circulan, del folklore, los mitos, leyendas y literatura de ficción, la prensa kolchakizada transfiere sus tramas imaginarias a las páginas de los periódicos como si fueran realidades concretas y objetivas.

Pero no deberíamos sorprendernos. Esta práctica no se circunscribe únicamente a nuestros días. Está enraizada profundamente desde hace siglos.

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Primer diario moderno (1702)

Si bien el primer periódico, tal como hoy los conocemos, nació en la Inglaterra del siglo XVIII con la aparición del Daily Courant (1702), existieron previamente una larga serie de publicaciones que ?desde las Actas Diurnas impuestas por Julio César en el siglo I a.C., pasando por los Avisos o Folios a Mano de la Edad Media, los Price-Courrents de los puertos europeos, las Relaciones de Sucesos, los Ocasionales y Canards de la Edad Moderna? mezclaron realidades, chismes difamatorios y fantasías en proporciones variables.

El periodismo amarillo y sensacionalista tiene, por tanto, raíces muy profundas. No hay nada nuevo bajo el sol.

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El Gigante como tema en una Relación de Sucesos de 1659 y en

un diario de La Pampa (Argentina) de 1962

De enorme valor dentro de la historia de mentalidades e indispensables a la hora de reconstruir los contextos culturales, sociales y políticos de antaño, las llamadas Relaciones de Sucesos (en España) y algo más tarde los Canards (en Francia), representaron, especialmente desde el siglo XVII, dos géneros literario que bien podrían ser considerados como partes importantes de la prehistoria del actual periodismo gráfico.

Manuscritos o impresos (ocasionalmente), en verso o en prosa, estos documentos narraban acontecimientos que bien podrían reales o inventados (siempre verosímiles) con el único objetivo de informar, entretener y conmover a un público masivo que ?ya sea leyendo o escuchando (la lectura en voz alta era un práctica instalada)? ansiaba estar al tanto de las fiestas que se iban a organizar, de los autos de fe en los que quemarían alguna que otra bruja, de los hechos políticos mas importantes como así también todo lo referido a viajes por realizarse o realizados y sucesos extraordinarios: catástrofes naturales, milagros, desgracias y opiniones por demás subjetivas relacionadas con hechos de carácter sobrenatural.

Eran un cambalache en el que se mezclaba todo. Textos llenos de fraudes y noticias falsas, maravillas y portentos, que empezaron a decaer a partir del siglo XVIII con la aparición de la gacetas y los diarios modernos, pero que resistieron duramente, conviviendo con ellos hasta bien entrado el siglo XIX. Claro que su lenta salida del escenario a partir de la Ilustración no significó que la mentira desapareciera de los medios. Como se sabe, la elaboración y difusión de noticias apócrifas alcanzó su apogeo en Inglaterra durante el siglo XVIII, con los periódicos y diarios en constante aumento y distribución.[8]

Recientemente, el historiador Robert Darnton (profesor emérito de Harvard y experto en el siglo XVIII francés) rescató un excelente artículo publicado en la década de 1780 en un canard. Acompañado de una extraordinaria ilustración con la que se buscaba ?lógicamente? atraer a más lectores (crédulos), el texto hacía expresa referencia un monstruo sorprendente encontrado en la por entonces exótica y lejana América del Sur.[9]

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El Tagua-Tagua chileno, según una falsa noticia de la década de 1780

"El Courier de l"Europe dedicó con éxito varios números a un monstruo de Sudamérica. El periódico francobritánico, el primero en publicar en francés la Declaración de Independencia de EEUU (1776), daba por cierta la aparición de una bestia de tres y más metros de alto, con barba y melena, cuernos de toro y alas de murciélago: con sus enormes garras captura a una vaca mientras enrolla a un cerdo con una de sus dos colas.

"Este monstruo ha sido hallado en el Reino de Santa Fé en el Perú, en la provincia de Chile, en el Lago de Fagua", se lee. "Fagua", aunque en otros números hablaba de "Tagua" (como "Tagua Tagua"). Salía por las noches a alimentarse de animales, hasta que fue reducido por un grupo de hombres que le tendió una trampa. Más tarde, el propio virrey habría supervisado su traslado a Honduras. Luego iría a La Habana, las Bermudas, las Azores y Cádiz, para llegar a los aposentos de la Familia Real"."[10]

Tanto el monstruo sudamericano como su captura fueron dados por ciertos. El Courier vendió bien, aún siendo un fraude descarado. El Tagua-Tagua nunca existió. Ni siquiera en la región del lago mencionado hay referencias a esa criatura o su leyenda.[11] Resultó ser un invento de la A a la Z y, naturalmente, no hubo familia real que recibiera sus despojos. No sería de extrañar que ?de haber existido por entonces? los criptozoólogos de la ilustración se hubieran lanzado en su búsqueda partiendo únicamente de ese artículo.[12]

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La Patagonia, tanto argentina como chilena, siguió conservando en pleno siglo XX

el exotismo de saberse lejana, "misteriosa y poblada de monstruos.

A la izquierda: artículo chileno del diario El Mercurio de 1957

Centro: artículo argentino del diario La Nación del 14 abril 1922

A la derecha: artículo argentino del
diario Clarín de 1989

Pero no sólo las relaciones de sucesos, los canards y los diarios difundieron noticias asombrosas y falsas a lo largo de los siglos XVII y XVIII.

Bien entrado el siglo XIX (1883), la Inglaterra victoriana fue testigo de un fenómeno editorial de enorme suceso, especialmente entre la gente más joven y de bajos recursos. Nos referimos a las publicaciones semanales conocidas con el nombre de Peanny Dreadful (Penique Terrible o Terribles de a Penique).

Populares, de fácil lectura y baratas, estas publicaciones de ficción ?en las que se mezclaban sucesos reales? fueron verdaderas catapultas que lanzaron a colectivos enormes de lectores a vivir como verdaderos, sucesos por completos falsos. Y si bien lo que se buscaba en ellas era relajamiento y distracción a bajo costo, no resultaron pocos los que transfirieron de la ficción a la realidad muchas de esas historias; en especial una que tuvo como personaje principal a una extraña criatura conocida como Jack "El de los Talones de Resortes", que apareció en numerosos ejemplares con extraordinarias portadas y generó una verdadera histeria colectiva por el temor que producían sus supuestas apariciones.[13]

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El famoso Jack "El de los Talones de Resortes" en los Peanny Dreadful ingleses

Sucesos morbosos, exotismo, chimes, incluso monstruos (terrestres y extraterrestres, físicos y morales) supieron ser explotados inteligentemente por los Peanny Dreadful y, junto a tantos otras publicaciones periódicas, establecieron las pautas del negocio.[14]

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Criaturas extrañas, fantasmas y vampiros (entre otros) fueron algunos de los protagonistas de los Peanny Dreadful

El objetivo era sencillo: lucrar con la imaginación y la mentira. Aprovecharse de la credulidad y de la necesidad de creer de millones de lectores, generando sensaciones profundas (de allí la palabra sensacionalismo) que atendían más a la emoción que a la reflexión. Rutas de escape a la mediocridad cotidiana. Atajos a muy bajo precio (1 penique). Senderos de tinta hacia una existencia más intrigante y hasta divertida.

Como puede observarse en las portadas de arriba, el poder de las imágenes era ?y sigue siendo? fundamental. Dibujos, grabados y más tarde fotomontajes permitieron que el lector (observador) saliera de la realidad profana en la que vivía, para sumergirse en un universo impreso en el que las maravillas y portentos todavía existían.

Aún así es necesario aclarar algo: en tanto que los Peanny Dreadful transmitían relatos de ficción que desde el principio se sabían falsos, otras publicaciones sensacionalistas (diarios, gacetas, revistas) lanzaban al ruedo a criaturas extraordinarias considerándolas reales, por más delirantes que pudieran resultar.

La prensa kolchakizada de hoy es la heredera esta larga tradición.

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Noticias típicas de una prensa "kolchakizada"

Convengamos que cuando el periodismo mete sus barbas en el mundillo de lo paranormal y titula del modo en que lo hace, lo primero en desplomarse no sólo es la "verdad" sino también su credibilidad y sentido común. Con cada primera plana que se le dedica al Hombre Polilla (Mothman), a la Llorona, a Pie Grande, a tal o cual fantasma, virgen milagrosa o ser de otra galaxia, el pensamiento racional es sacrificado en el altar de la más crédula ignorancia, echando por tierra un requisito indispensable de la ciencia: la existencia de pruebas inequívocas.

Lo sobrenatural destroza ?con letra de molde? la poco frecuente ética periodística y, al inventar noticias o hacerse eco de creencias populares (ricas en significado antropológico, obviamente) los criterios objetivos en los que se fundó parte del periodismo de investigación honesto se redireccionan hacia intereses prosaicos, como es el de vender más ejemplares, haciendo de las exageraciones, fantasías y omisiones, un excelente negocio editorial (al menos por un tiempo).

Así, los medios ?que deberían transmitir una mirada desapasionada y prudente sobre lo que informan? se convierten en los canales idóneos para exacerbar un pensamiento mágico de larga data; demostrando las permanencias de la larga duración histórica. Es como si el mencionado deseo de conservar la antigua cuota de encanto se materializara en papel prensa; permitiendo ?como sostiene el historiador rumano Lucien Boia? "la vigencia de un mundo inacabado"[15] en el que muchas cosas impensables son factibles. Aún las maravillas y las pesadillas.

Claro que sólo en los momentos de transición ?crisis? se dan las condiciones para que lo extraño irrumpa con fuerza. Las crisis engendran monstruos. Y éstos, aliados del statu quo, pueblan las tapas de nuestras publicaciones desviando la atención de los problemas cotidianos; distrayéndonos de las medidas que deberían tomarse y no se toman; sugiriéndonos que "siempre se puede estar peor" o que "otros sufren tanto o más que nosotros" (¿qué peor se puede estar, siendo atacado por extraterrestres, fantasmas o vampiros?).

Los monstruos disfrazan, pero al mismo tiempo instalan y encarnan, la sensación de inseguridad. En especial aquella que pone de cabeza las leyes con las que entendemos el mundo. En pocas palabras: la madre de todas las inseguridades.

Sólo el tiempo y su hija dilecta, la paciencia, han resultado ser los antídotos más efectivos a la hora de derrumbar las "verdades alternativas" impuestas de las salas de redacción. Veamos un ejemplo, brevemente.

Hace 40 años ?el 25 de abril de 1977? el cabo del ejército chileno, Armando Valdés (por entonces de 23 años) y un grupo de siete conscriptos que cuidaban una caballeriza en una zona aislada de la precordillera andina, vislumbraron ?desde una rudimentaria construcción de pirca? cómo una potente luz se les acercaba en medio de la helada noche y a unos 500 metros de distancia. Algunos la describieron como un objeto ovoide. Entonces, estalló la crisis de nervios. Atemorizados, todos se abrazaron. Le "pidieron" a la luz que se retirara. Fue entonces cuando Valdés, sin decir palabra, decidió salir del recinto y "avanzar" hacia la fuente lumínica. De inmediato lo perdieron de vista. Alguien dijo en voz alta que había desparecido. Los demás asintieron y por espacio de 15 minutos los jóvenes soldados permanecieron acéfalos. Transcurrido el tiempo mencionado, Valdés reapareció y lanzó una frase (que terminó dando la vuelta al mundo): "Ustedes nunca sabrán quienes somos ni de dónde venimos, pero volveremos". Preguntado dónde había estado todo ese tiempo, Valdés sostuvo que no lo recordaba. La conclusión de los muchachos resultó la "lógica": el cabo había sido abducido por los extraterrestres, perdido su memoria e inducido (vaya uno a saber cómo) a transmitir ese críptico mensaje.

Pocos días más tarde, la historia llegó a los medios y estalló el pandemónium. Periodistas, ufólogos, investigadores de misterios y hasta el mismísimo ejército de Pinochet avalaron los dichos. Lo cierto es que el "Caso Valdés" terminó convirtiéndose en uno de los diez más famosos en la historia de la ufología. La bola de nieve mediática se volvió imparable. La prensa, la televisión y la radio se hicieron eco de ella. Creció y siguió creciendo durante 30 años, dando testimonio de la visita de alienígenas a nuestro planeta.

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Noticias referidas a la "abducción" del Cabo Valdés

Treinta años tuvieron que pasar para que finalmente la verdad saliera a la luz y todo ese castillo de naipes (que es lo que era) se desmoronara. Kilómetros de tinta, centenares de notas, decenas de entrevistas y varios libros referidos al tema convirtieron a Valdés en una estrella y "en el mejor caso certificado de abducción extraterrestre".

Los grandes titulares plantearon el problema y el imaginario colectivo lo hizo suyo. Los "especialistas" inflaron el globo y éste se elevó hasta alturas inimaginables. Nadie hizo (o quiso) hacer nada para detenerlo. El asunto se había desbocado. Quien tenía que haber hablado (Valdés) se calló la boca. Dejó hacer. Adujo haber perdido los recuerdos de esos 15 minutos, dio un paso al costado y cual mero espectador permitió que los medios de comunicación alimentaran la historia a "gusto y piacere". Le encantó la fama. Pero tiempo más tarde, la religión evangélica que abrazó, le alimentó la culpa y fue el investigador y periodista argentino Alejandro Agostinelli quien terminó por revelar ?en un reportaje que le hiciera a Valdés en el 2007? la "verdad de la milanesa".

Todo había sido una mentira. O una exageración desbocada, si lo quieren.

El cabo le confesó a Agostinelli que recordaba todo. Que nunca había sido secuestrado por las entidades alienígenas. La cuestión era menos impactante de lo que se pensaba. Por ende, ¿dónde se había metido Valdés durante ese misterioso cuarto de hora?

Estaba orinando. Haciendo pis a un costado de la construcción de piedra en donde había dejado a sus soldaditos atemorizados, mirándolos por una hendija que había en la pared y oyendo las historias que elucubraban en plena crisis nerviosa. Cuando regresó, "sin saber porqué" decidió seguirles el juego y para cuando creyó era el momento de terminar con la broma, ya era tarde.[16]

Un cóctel de: aislamiento + miedo + sugestión + verdades a medias (que no dejan de ser mentiras) + prensa sensacionalista + broma desbocada (sin olvidar, como señala Agostinelli, incontinencia urinaria) = "un caso perfecto".

Como pasa con las desdichas amorosas, el tiempo todo lo cura. Bastaron tres décadas para que la verdad (que siempre estuvo ahí afuera) saliera a la luz. No es tanto tiempo si se lo compara con la historia de otros fraudes alimentados por la prensa kolchakizada.[17]

Todo el mundo quiso creer. Los medios de comunicación sirvieron en bandeja el tema y construyeron así el altar de un nuevo culto.

De todos modos, sospecho que más de uno ?aún tras la confesión del bromista chileno? debe seguir insistiendo en la veracidad del "Caso Valdés".

Es que las mentiras tienen patas cortas. La credulidad, no.

PARTE 2

La naturalización de lo sobrenatural

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Creer y reventar

Que las noticias sobre seres extraños, milagros y extraterrestres irrumpan cada tanto en los medios de comunicación no deja de sorprenderme. Suelo devorar esas notas y siempre, al terminar, queda flotando una pregunta: ¿puede alguien creerse semejantes cosas? ¿Quién es capaz de tragarse tales delirios? Y quien lo hace, ¿lo cree realmente o decide ser parte de una tácita interacción lúdica con el medio que "informa"? ¿Acaso se genera una especie de acuerdo mutuo (y de corto alcance) entre el lector y la noticia, que desaparece no bien el segundo entra en contacto con la realidad cotidiana, más allá del papel? De ser así, la semejanza con la lectura de un texto (declarado) de ficción sería idéntica. Claro que el hecho de que sea un diario el que hace referencia a seres extraños genera un clima de plausibilidad que únicamente las buenas novelas de terror pueden producir. Pero un diario no es una novela de terror. Al menos, en principio, no lo son.

Así todo, cada vez observo a más gente dejar lo lúdico a un costado y sumergirse en el universo maravilloso de las fantasías imposibles de probar. En ese terreno, la risa y la ironía pierden la batalla. La lógica es vencida por los medios y sus creencias instaladas (responsables de moldear una realidad alternativa ajena a los principios básicos que rigen la física, la biología, la química e incluso la historia misma.

La poderosa ingeniería de la comunicación de masas tiene una fuerza pocas veces evidente a simple vista. Lanzada al ruedo, la noticia "extraordinaria" se propaga a gran velocidad. Su origen incierto se olvida y el "misterio" copa el panorama. Desplaza al pensamiento crítico. Deja al escéptico en el rol de aguafiestas y moldea a la opinión pública (desinformada), revelando abiertamente la necesidad de creer.

Las ilusiones se amplifican; y el deseo de castigo, justicia y control ?tanto como los sentimientos de miedo y ansiedad, que anidan detrás de cada rumor escrito? se sirven de esos relatos sobrenaturales y fantásticos, expresando una necesidad simbólica y colectiva en la que se advierte (así lo ha hecho la antropología y la historia cultural) la función social que tienen esas historias. Relatos que, combinando enigmas, ciertas reglas básicas en la narración, argumentos atractivos y un elenco de protagonistas y contextos cambiantes, tienden a flexibilizar los criterios de realidad haciendo que lo imposible sea posible y, de este modo, la frontera entre lo verdadero y lo falso se termina diluyendo.[18]

Los medios enseñan a creer (o al menos habilitan el camino, aprovanchandose del principio de autoridad que los asiste), oponiéndose a la experiencia directa que (hasta ahora) tenemos del mundo.

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Moldear la realidad con grandes títulos

"Cosas raras" han sido publicadas en los diarios desde que éstos irrumpieron en el siglo XVIII, y aún antes. Como ya hemos dicho, las relaciones de sucesos y los canards fueron las puntas de lanzas que ayudaron a moldear e instalar "casos extraños" en las charlas cotidianas y moldear la forma de interpretar los "misterios" del mundo; haciendo que lo sobrenatural mantuviera su vigencia aún después del triunfo de la razón y el antropocentrismo.

Noticias inventadas, exageradas, fantásticas, imposibles, nos sacuden la modorra de tanto en tanto poniendo en evidencia algo que todos sabemos pero que pocas veces recordamos: que el periodismo y la literatura de ficción suelen amalgamarse de tal forma que resulta difícil diferenciarlos o ponerlos en compartimientos estancos. La confluencia de ambos géneros en relatos que se exhiben como verdaderos y ciertos permitieron una hibrides informativa en la que se observa, como señala Soledad Quereilhac, "una constante preocupación por tornar verosímil lo sobrenatural con explicaciones tomadas de la ciencia"; hecho especialmente indiscutible entre 1875 y 1910, según la autora.[19]

Pero hay ciertos hechos que permiten marcar una diferenciación clara entre el fin del siglo XIX y la actualidad. Hoy el argumento científico suele brillar por su ausencia. Los "hechos raros" se publicitan sin ser acompañados por esa explicación cientificista. Es como si no valiera la pena hacerlo; dando por sobreentendida la tan mentada "mente abierta" de los lectores y la posibilidad de que "lo imposible" sea ahora posible sin tantas vueltas. Generar credulidad en el lector requiere menos esfuerzo. Tal vez esto sea así porque los periodistas están menos instruidos que antes o los lectores, sean parte de una transición hacia una realidad en la que las maravillas no despiertan tantas preguntas (y sí una mayor aceptación de los delirios, o menos esfuerzos por poner en práctica el sentido crítico).

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¡Aterrizan en todas partes!

Que numerosos artículos nos hablen de seres extraños, extraterrestres, fantasmas o monstruos criptozoológicos, es una evidencia palpable de la "constante transformación de la idea de lo posible"; y de que el contexto socio-cultural de las postrimerías del siglo XX y principios del XXI se parece bastante a la etapa finisecular anterior (XIX-XX), "en la que la idea de ciencia no era (…) homogénea ni estable, sino (…) un terreno propicio para proyectar fantasías".[20]

Y no vale sorprenderse por lo dicho. Basta con recorrer algunas de las mecas esotéricas del mundo (Capilla del Monte, por ejemplo) o los escaparates de cualquier librería para reconocer que el irracionalismo está instalado y resiste con orgullo el embate de los escépticos, afectando las categorías por las que ?hasta hace relativamente poco tiempo? distinguíamos lo real de lo irreal.

En pocas palabras, lo que se nota es un claro intento por validar lo maravilloso, vulgarizando (u obviando) teorías positivistas, incluyendo en el discurso lo espiritual y lo metafísico. Un proceso degradatorio del materialismo y un claro reflujo hacia una cosmovisión cuasi medieval.

Algo está funcionando de manera extraña.

¿Problemas de comunicación? Tal vez. Pero lo cierto es que la herencia de la modernidad se tambalea en los escaparates de los kioscos. Los que pseudo-sabios de hoy parecen haberse emancipado de la razón, incurriendo sin conflictos en el terreno de lo extraño y el misterio. Y así, avalados por el principio de autoridad, avalan sus teorías más locas citando personalidades reconocidas, profesores de prestigio o confiables funcionarios y técnicos (de los que, obviamente, pocos verifican sus credenciales).

La información seria pierde sustento. La fe en los dichos de la prensa es poco discutida (al menos por las mayorías) y nadie corrobora nada (lo que es peor, aún en cuestiones políticas y económicas).

La mentira, las noticias falsas y la "concepción elástica de lo científico"[21] señorean por doquier. El resultado es la naturalización de lo sobrenatural.

Carl Kolchak está de regreso con más fuerza que nunca. El imperio de lo extraño asentó sus reales en un predio que creíamos desacralizado. Pero no lo está.

Nunca lo ha estado.

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Una entretenida "ALIENación"

Cuando alguien publica un artículo guiado por la anticipada conclusión de que duendes o extraterrestres existen ?y nada ni nadie le hará cambiar de opinión porque, justamente, ya se concluyó eso? resulta difícil ?cuando no imposible? que acuerde con un escéptico. Es como discutir de física cuántica (tan de moda) en dos dialectos chinos distintos, sin un traductor de por medio.

Pero, cuando el lector comulga con quien escribe, su creencia se reafirma. Se retroalimentan mutuamente; y esa profesión de fe puede ser el comienzo del delirio más descabellado. El primer paso a la difusión de eventos imaginarios y un profundo quiebre en el modo de razonar.

El consabido "misterio" copa la parada. Los testimonios (casi siempre presentados como única prueba) se convierten en los puntos fuertes de la trama y una vocación evangélica ?empapada de mesianismo? busca desesperadamente la validación de sus dichos, para convertir a fuerza de emociones. Y ya en esa etapa de nada sirve contrariarlos porque, como dice Wendy Kaminer: "Cuando más amenazada se finge un causa, mayor es la defensa que promueve".[22] Y no hay dudas de que las noticias extraordinarias (bizarras) generan sus propias defensas.

En ocasiones lo hacen impidiendo que quienes las escriben queden en evidencia (notas anónimas). En otros casos, luchan por mantenerse en cartel acudiendo a la tergiversación de teorías (la de la evolución ya es un clásico) o sacando de contexto las opiniones de científicos reconocidos. La búsqueda de la credibilidad pública es la meta y, en este campo, el fin parecería justificar los medios para alcanzarlo. Si esto falla, siempre están a mano los argumentos conspirativos. La teoría del ocultamiento de información. Tan efectiva y usada ya que, frente a ella, hay muy poco qué hacer.

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Los Hombres de Negro y las conspiraciones,

temas recurrentes en ediciones periódicas de "misterios"

Todo intelectual honesto debería convenir que una noticia, para ser noticia, tiene que ser real. Pero la "verdad" ha perdido prensa dentro de la prensa. Otros intereses digitan los teclados de las computadoras. Se inventa. Se imagina en serie. La ideología, los intereses económicos, el egocentrismo y el puro entretenimiento se amalgaman en más de una redacción periodística. De esa mixtura nacen los monstruos que desfilan de a ratos por diarios y revistas, bajo la denominación de "notas de color"; destinadas a hacer ruido, llamar la atención por un tiempo y luego desaparecer como si nada hubiera pasado.

Tiene razón Alejandro Agostinelli cuando, haciendo referencia a la memoria, nos habla de la vigencia de la "Ley de las Cuatro Efes"; ya que la memoria "Falta, Falla, Fantasea y Falsea".[23] Menuda combinación para sostener un mundo de maravillas, a partir únicamente de testimonios de testigos.

La cadena de transmisión mediática de noticias bizarras tiene los eslabones duros. Resistentes. Son capaces de durar décadas e instalarse en la opinión de la gente sin demasiado esfuerzo ya que, son esas mismas personas (creyentes) las encargadas de mantener vigente la mentira gracias a una lógica no habitual, diferente, que nace muchas veces de la ignorancia.

Así de grandes, poderosas e influyentes son las aspas del enorme molino del misterio.

PARTE 3

Monstruos de prensa

Si de animales, bichos y seres extraños hablamos, la prensa del misterio ?remedando el Arca de Noé? no dejó a ninguno fuera. Los más famosos crípticos del imaginario de los últimos 300 año han tenido su espacio en estas publicaciones, encontrando en ellas un nicho apropiado para crecer (incluso, nacer) y multiplicarse. Porque, a no dudarlo, la gran mayoría de ellos surgieron de la conjunción de palabras, tinta y papel prensa.

Desde le Tagua-Tagua al Chupacabras, pasando por el Nahuelito patagónico, Pie Grande, el Yeti, el Hombre Polilla, el Ucumar salteño, las serpientes marinas, el Mokele-Mbembe congoleño, el Kraken y, algo fuera de catálogo, el Hombre-Lobo y los vampiros, todos tuvieron su cuarto de hora de fama en los diarios. Tiempo suficiente para catapultarlos al imaginario de millones de personas, que siguen apoyando y bregando por la existencia objetiva de los mismos. Claro que si son responsabilidades las que estamos endilgando, también el cine es en gran parte responsable del chapucero difusionismo de la criptozoología.

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Diarios y películas: responsables del chapucero difusionismo criptozoológico

Pero los viejos artículo de las hemerotecas tienen un encanto especial.

No sé si es por sus colores opacos o la textura rugosa del papel, la magia de las fotos antiguas o la tipografía descolorida, las antiguas publicaciones transmiten un aura de misterio y respeto del se aprovechan muchos escritores y reporteros a la hora de darle "fuerza de ley" a sus fantásticas historias. Las escenas de investigación en archivos, descubriendo olvidadas noticias que resuelven un enigma, son ya un clásico del cine y la literaria de terror y suspenso.

De todos modos, tal como dijo Carlos Chordá: "Sólo ve fantasmas quien cree en fantasmas".[24]

Y si de ellos estamos hablando, veamos brevemente cuál ha sido el paso de las almas en pena por la prensa.

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Fantasmas y casas encantadas: un clásico de la prensa bizarra

Las apariciones fantasmales despertaron siempre gran interés en los medios de comunicación en general.[25] No es extraño que, de tanto en tanto, periódicos regionales hagan referencia a la aparición de espectros en mansiones, hospitales, hoteles, escuelas, sitios abandonados o parajes alejados e inhóspitos. Son las típicas noticias que nacen cuando hay que llenar espacio ante la escasez de primicias relevantes. ¿Quién no tiene una historia de fantasmas a mano? Además, ¿quién no se verá interesado en un tema como ese?

A pesar de los años transcurridos, no han perdido su capacidad de moralizar, asustar y sembrar esperanza entre los lectores.[26]

Otro dato interesante es el muestra que en los últimos 30 años, de la mano de la ecológica New Age, seres mitológicos que creíamos exiliados en los libritos de cuentos infantiles, han salido al ruedo ganándose también la atención del periodismo. Me refiero a los tan mentados duendes.

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