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Las ideas Platónicas y los descubrimientos de la Física Cuántica



  1. La manipulación de las masas por medio de ideas falsas
  2. El origen de todas las cosas
  3. La "muerte" de Timochenko, el "secreto" de Íngrid Betancourt: la amenaza de las noticias falsas
  4. ¿De verdad el Papa dijo que es mejor ser ateo que un católico hipócrita?
  5. ¿Qué pasó en Suecia?: la respuesta del país escandinavo ante un incidente que mencionó Trump y que nunca existió

La manipulación de las masas por medio de ideas falsas

LA PARTICULA DE DIOS

Desde el mundo antiguo se han expresado aforismos reveladores sobre la naturaleza de la realidad, entre ellos un iniciado no reconocido por la historia y la academia: Hermes Trismegisto, que afirmó que la esencia y naturaleza del universo era mental, se comenta que este sabio nació en Egipto hace unos 3000 años. También en Grecia, el descalificado Platón por la filosofía materialista de occidente, expresó este mismo pensamiento diciendo que el origen y esencia de todas las cosas del universo era la idea. En el lejano oriente apareció el iluminado Buda que enseño que mente y materia eran dos formas de una misma y una sola cosa. En el siglo XXI, se escucha decir, desde algunos sectores de la física cuántica, que antes que la energía y la materia, el origen de todo el universo físico es la información. Si extrapolamos los conceptos de, mente, idea, información, estos vocablos tienen significados muy afines y los contextos son similares pues nos enseñan que todo es información que se transforma, primero, en energía, luego en masa o materia y finalmente regresa a la información. Para nuevamente manifestarse como energía, en un ciclo evolutivo infinito de creación. Pero estas afirmaciones no son tan descabelladas, ya que la cosmología y la física modernas, demuestran que la masa y la energía del universo se transforman permanentemente la una en la otra, de acuerdo a la equivalencia entre energía y materia enseñada por Einstein. Simbolizada matemáticamente en la mundialmente famosa ecuación: E=m2. Pero más allá de estas variables naturales, está la información de todo el cosmos donde esta codificada las leyes naturales para manifestar la energía y la materia del universo. Todo es mente. Todo es una idea. Todo es información. La salacuna donde nace todo lo que existe en el universo es el campo cuántico unificado de la naturaleza, o campo de Higgs, a donde va la naturaleza a crear la masa que necesitan las partículas elementales con las que enlazan las moléculas que componen la estructura material del universo. Instantes después del Big Bang y a medida que el universo se expandía exponencialmente, apareció con él el campo cuántico unificado que es la matriz, repito, donde se gesta todo lo creado. Todo absolutamente todo, inclusive nosotros mismos, se origina con este mecanismo de interacción del campo y bosón de Higgs. Como hemos dicho, este campo unificado de la naturaleza, interactúa con este bosón, en este proceso crea la masa de los átomos, también llamado por los físicos como el bosón de Higgs, o por los medios de comunicación del mundo la partícula de Dios. Esta expresión nos acerca emocionalmente a una entidad creadora de la vida y de la naturaleza. En el diario vivir, los anteriores conceptos de mente, idea, información, los expresamos como pensamientos o ideas de las cosas.

Por otra parte, algunos científicos de la física cuántica, tienen revolucionarias propuestas con respecto a la naturaleza misma del pensamiento y las ideas. Se afirma que los pensamientos y las ideas tienen una naturaleza cuántica porque estos se componen de energía e información y que además, tienen su correspondiente longitud de onda. Para empezar, debemos tener presente que las partículas subatómicas, tienen una doble naturaleza, pues son onda y partícula la vez. Este es el dilema crucial de la Física de Partículas, por consiguiente, tenemos que hacer ajustes a nuestra intuición y al sentido común para aproximarnos un poco al extraño universo cuántico. Estas pudieran parecer unas propuestas de mucho contenido místico y esotérico, pero no; en los experimentos de la doble ranura efectuada en los laboratorios, el observador, por no decir la conciencia, juego un papel determinante para que la onda colapse y se convierta en partícula. ¿Qué tal que las ondas del pensamiento del observador, interfieran con las ondas de materia del experimento, esta colapse y se convierta en partícula? Este y el fenómeno cuántico hacen parte de la misma realidad, no los podemos separar. Son como el pez y el agua, el universo del primero, es el agua y no puede sobrevivir sin ella por mucho tiempo. Sabemos que los lugares de interferencia que se presentan cuando chocan dos ondas, se convierten en puntos o partículas. Hemos llegado aquí, desde la orilla opuesta, al lugar de donde partimos: con ondas de pensamiento interfiriendo con ondas de materia generamos las partículas, que son los componentes básicos de la realidad material. Recordemos a Platón, el origen y esencia de todas cosas es la idea, o como se afirma modernamente, la información es el componente básico de todo el universo, tal y como lo postula Vlacko Vedral, físico teórico de la Universidad de Oxford de Inglaterra. Por tal motivo, en ciertos sectores de esta ciencia se afirman, que el observador crea su propia realidad. No es extraño que exista cierto escrúpulo por parte de la ciencia en verificar este tipo de hipótesis, porque estamos atrapados en el dualismo y reduccionismo cartesiano: Yo (el observador) y el universo allá afuera. Esa es la única realidad para la ciencia, lo demás es metafísico. La razón, como método para comprender el mundo, es la primera en recurrir al reduccionismo. Todo lo descompone en partes para su estudio y el investigador, (el observador), queda por fuera del fenómeno. Por lo tanto, este método racional, tira por la borda al observador del mundo. Así quedamos atrapados en verdaderos problemas para entender el universo.

Podría haber una forma de salir de éste confinamiento mental, y es con la visión del universo holográfico. El holograma es un paradigma que incluye al observador como componente inseparable de la naturaleza. Con una metáfora podemos aproximarnos a esta nueva visión de la realidad: si mi mente individual está articulada a la mente universal que es la naturaleza, entonces, yo soy la naturaleza misma. Yo, como observador del mundo soy determinante en los fenómenos del universo, de alguna manera, la naturaleza toma conciencia y se manifiesta en los procesos de mi mente. Cuando tomo conciencia, la Incertidumbre del cuanto, (Principio de Incertidumbre que se atraviesa en todos los fenómenos de la vida), entonces, puedo direccionar y construir mi propia realidad. Para lograr esto, es necesario hacer los ajustes a nuestra intuición y al sentido común. Hay que cambiar los patrones de pensamiento heredados por los sesgos de la razón. Los mecanismos de la razón, tal como la usamos hoy, nos aleja de una visión integral de la vida. Ve solamente uno de los polos de la realidad, y muchas veces, descalifica al otro. No nos percatamos que sin el otro polo, el mundo que vemos no existiría; lo que entendemos por realidad necesita de la dinámica e interacción de ellos y dan forma a la diferencia entre las cosas. Los juicios y conclusiones de la razón son segadas y se pliegan a nuestros intereses y desconocen tajantemente la otra parte. La vida es para todos y debe incluir a los opuestos también. Un buen razonamiento, comprometido con la verdad, lo debe hacer. El ego desconoce al otro y veces desearía que no existiera. Muchos conflictos y guerras a lo largo de historia del homo sapiens se han presentado por ignorar, o desconocer esta elemental ley de la vida.

Nestorja, tomado del libro en preparación:

El origen de todas las cosas

En las páginas anteriores se ha expuesto exhaustivamente que la naturaleza de la realidad del universo, es la información, es decir, el último extremo a donde termina la masa y la energía, es la idea, o la información. Y de ahí parte, para evolucionar hacia un nuevo ciclo. Es muy importante tomar esto como una hipótesis demostrada, o por lo menos, bien argumentada; tengo la esperanza que haya sido así, al contrario, si no hay convicción todavía, los invito a tomar esto como un postulado, o un axioma, es decir, como una creencia para construir un nuevo paradigma cultural que nos servirá de base en la mente para cambiar la percepción del mundo. Siendo esto así, por lo tanto, lo que perciben mis sentidos y mi cuerpo material, es una idea en evolución transitando por la energía y la materia. También debemos tener en cuenta que nuestro cerebro es una estructura material mecánico cuántica con capacidad de recibir, procesar y emitir información y todas estas funciones y procesos son de naturaleza mental. A esto le llamamos el proceso de cognición. Los insumos para este proceso, son las ideas, las imágenes, el lenguaje verbal articulado, el lenguaje corporal, etc. Quien tenga esta información y conocimiento, tiene el poder sobre las masas y puede dirigirlas a hacia donde se desee. Hemos sostenido, que la mente es una tabla rasa para esculpir en ella cualquier información o idea.

Por eso, se manipula fácilmente a las personas con un discurso compuesto con retazos de semiverdades dirigido a sus emociones, las cuales, sin cuestionamiento alguno, aceptan como artículos de fe. Con las apariencias de las cosas, las personas sacan conclusiones emocionales sin pasarlas por el filtro de la razón. En cualquier edad, pero especialmente en la niñez y el pre adolescente, es suelo fértil para estos propósitos. Es más fácil sentir que pensar, de eso no hay duda, porque este último requiere de un razonamiento bien entrenado que las personas no están dispuestas a hacerlo; entre más inculta e ignorante sea la persona es más proclive a dejarse engañar por los manipuladores profesionales, tales como los políticos, o predicadores religiosos o los medios de comunicación. Para mejorar las cosas y dar claridad a las relaciones sociales, es importante rescatar la duda metódica que enseña la filosofía cartesiana en el Discurso del Método. Hay varias formas de manejar el poder, con las armas, con la palabra, con el dinero, el miedo, la ignorancia, herramientas que conoce y utiliza hábilmente cualquier caudillo. Mentir es innato en los seres humanos que detentan el poder. Esto lo hace para sobrevivir, o tomas ventajas sobre sobre las masas.

Según el historiador Michael Shermer, el ser humano está más predispuesto a creer que a desconfiar porque ello le da más seguridad. La gente cree en supersticiones y en teorías de la conspiración pues así los hechos fortuitos cobran sentido. Shermer, autor del libro The Believing Brain, señala que la aceptación de noticias falsas como verdaderas está íntimamente ligada a la disonancia cognitiva, una teoría que explica la tensión para que exista armonía en la mente entre las creencias y valores de un individuo. Muchos resuelven las disonancias aceptando la mentira como verdad. Para evitar la fatiga de pensar, aceptan cualquier cosa que diga un líder que admiran, sin cuestionar jamás la información que reciban de él. Por eso, cuando la mentira es política no importa que se aclare públicamente su falsedad, pues es casi imposible que quienes la creyeron rectifiquen su certeza. Los medios propagandísticos de gobierno autoritarios como el nazismo en Alemania, logro engañar a un pueblo de tradiciones cultas y desarrollo tecnológico de primer orden. Un estudio de 2013 lo demostró con un experimento que buscaba determinar qué tanto sabían de políticas gubernamentales los participantes. Para ello se les mostró un documento que tenía correcciones de algunos datos errados con su respectiva explicación. Lo interesante fue observar que solo aquellos que coincidían con ese dato en términos de ideología cambiaron la información por el dato correcto. Los demás siguieron creyendo la información equivocada.

En un artículo para el portal de noticias The Huffington Post, Shermer declaró que la gente siente vulnerada su propia identidad cuando observa evidencia contraria a lo que cree debido a que ha invertido mucho en tener una posición, una creencia religiosa o una ideología política. Para evitar ese conflicto, adopta aquello que resuena con su sistema de ideas. "La gente cree lo que quiere creer, lo que reafirme sus creencias y lo haga sentir más cómodo con su realidad", dice Andrés Raigosa, profesor y asesor en estudios sociales de ciencia y tecnología. En una reciente columna de opinión en el diario The New York Times, Philip Fernbach, científico cognitivo de la Universidad de Colorado, señaló que la mente humana no está muy bien entrenada para discernir entre realidad y ficción. "La ignorancia es su estado natural", dice, y eso sucede porque el conocimiento está distribuido en la comunidad. Por ejemplo, cualquiera sabe que la Tierra gira alrededor del sol, pero no puede explicar exactamente los cálculos astronómicos que llevan a esa conclusión

Mentir es innato en los seres humanos. Y se trata de un juego entre dos pues para que una mentira tenga éxito se requiere que alguien la crea. Como sucedió cuando un neoyorquino llamado David Golberg dijo desde su cuenta en Twitter que Bill y Hillary Clinton tenían una red de prostitución infantil en una pizzería de la capital de Washington. Muchos hicieron caso omiso de la información, pero Edgar Maddison Welch, un hombre de 28 años de Carolina del Norte, creyó el cuento y se dirigió al lugar con su rifle semiautomático para investigar él mismo la situación.

Tras disparar un par de tiros el individuo quedó preso. Este episodio y muchos otros en los que mentiras flagrantes hicieron carrera y determinaron no solo el destino de individuos sino de países fueron objeto de profundo análisis político. Pero recientemente el tema ha pasado a la arena de la psicología donde expertos buscan descifrar por qué la gente cree en información o historias obviamente falsas.

Puede leer: ¿Cómo distinguir las noticias de salud falsas? Lo más fácil sería calificarlos de ignorantes, pero los expertos indican que la respuesta es más complicada de lo que parece. Una teoría señala que el ser humano cree en mentiras para tener control. Y mientras menos tenga más tratará de "recuperarlo haciendo gimnasia mental", dice Adam Galinsky, profesor de Kellog School of Management de la Universidad Northwestern. Pese a que esas ideas equivocadas los lleven por mal camino, Galisnky cree que en la mayoría de casos satisfacen una necesidad psicológica. Para demostrarlo, él y Jennifer Whitson, de la Universidad de Texas, hicieron un experimento que consistió en mostrar a un grupo de participantes dos tipos de imágenes, unas con puntos indefinidos y otras con dibujos claros.

Resultó que 43 por ciento de quienes manifestaron no estar en control vieron imágenes donde solo había puntos. "Sus mentes asignaron sentido a algo que no lo tenía", dicen los investigadores. En la vida real la gente también ve patrones frente a situaciones en las que se sienten vulnerables.

Según el historiador Michael Shermer, el ser humano está más predispuesto a creer que a desconfiar porque ello le da más seguridad. La gente cree en supersticiones y en teorías de la conspiración pues así los hechos fortuitos cobran sentido. Shermer, autor del libro The Believing Brain, señala que la aceptación de noticias falsas como verdaderas está íntimamente ligada a la disonancia cognitiva, una teoría que explica la tensión para que exista armonía en la mente entre las creencias y valores de un individuo. Muchos resuelven las disonancias aceptando la mentira como verdad.

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En un artículo para el portal de noticias The Huffington Post, Shermer declaró que la gente siente vulnerada su propia identidad cuando observa evidencia contraria a lo que cree debido a que ha invertido mucho en tener una posición, una creencia religiosa o una ideología política. Para evitar ese conflicto, adopta aquello que resuena con su sistema de ideas. "La gente cree lo que quiere creer, lo que reafirme sus creencias y lo haga sentir más cómodo con su realidad", dice Andrés Raigosa, profesor y asesor en estudios sociales de ciencia y tecnología.

Por eso, cuando la mentira es política no importa que se aclare públicamente su falsedad, pues es casi imposible que quienes la creyeron rectifiquen su certeza. Un estudio de 2013 lo demostró con un experimento que buscaba determinar qué tanto sabían de políticas gubernamentales los participantes. Para ello se les mostró un documento que tenía correcciones de algunos datos errados con su respectiva explicación. Lo interesante fue observar que solo aquellos que coincidían con ese dato en términos de ideología cambiaron la información por el dato correcto. Los demás siguieron creyendo la información equivocada.

En una reciente columna de opinión en el diario The New York Times, Philip Fernbach, científico cognitivo de la Universidad de Colorado, señaló que la mente humana no está muy bien entrenada para discernir entre realidad y ficción. "La ignorancia es su estado natural", dice, y eso sucede porque el conocimiento está distribuido en la comunidad. Por ejemplo, cualquiera sabe que la Tierra gira alrededor del sol, pero no puede explicar exactamente los cálculos astronómicos que llevan a esa conclusión.

"Las cosas que sabemos están almacenadas en otra parte, en un libro o en la cabeza de un experto", explica. Sin embargo, la gente se siente poseedora de todo el conocimiento. En medio de ese engaño es posible que crea ciegamente en algo sin fundamento alguno. "Las informaciones falsas pueden arraigarse en una comunidad ya que cada individuo las cree porque otros a su vez las aceptan, y nadie tiene el conocimiento requerido para contrastarlas", dijo el experto a SEMANA.

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Esas limitaciones del cerebro humano se ven ahora amplificadas ante un mundo que produce información a borbotones, mucha de la cual circula en redes sociales a un ritmo tan vertiginoso que es difícil separar lo cierto de la mentira. Raigosa lo llama "infoxicación": intoxicación por información. "La gente lee muchas cosas, pero no está capacitada para discernir cuál información es verídica y cuál no". Un estudio publicado en la revista Current Directions in Psychological Science encontró que la gente acepta declaraciones falsas porque es más fácil tomarlas tal como llegan, que asumirlas con sospecha. "Es una pesadilla evaluarlas a todas en un sentido crítico", dice David Rapp, autor del artículo.

Por eso a veces mucha gente confunde Actualidad Panamericana, un portal satírico, con un canal de noticias reales. "Es un poco de todo, pereza, falta de tiempo, deficiencias en la lectoescritura", explica Leovigildo Galarza, pseudónimo de uno de los fundadores del portal. "Revisan su "timeline" en las redes sociales y hacen clic en me gusta o en compartir a todo lo que está en armonía con su sistema de valores y si tienen miedo comparten aquello que confirma sus temores", agrega. Un trabajo realizado por Delia Mocanu, de la Universidad Northeastern, concluyó que creer noticias falsas está relacionado con la creciente desconfianza en los medios tradicionales. Mocanu estudió una noticia durante las elecciones italianas de 2013 que reportaba la aprobación en el Senado de una ley propuesta por el parlamentario Cirenga para otorgar una partida de miles de millones de euros a los legisladores que eran elegidos.

A pesar de que no existía ningún parlamentario Cirenga y otros errores obvios, la noticia se hizo viral y fue un argumento de protestas en la contienda electoral. La investigadora encontró que los críticos de los medios tradicionales suelen tragar entero noticias en otras fuentes alternativas de información.

Daniel Gilbert, psicólogo de la Universidad de Harvard, señala que ante una nueva información el cerebro hace dos procesos: el primero es aceptar lo que lee y el segundo es certificar o rechazar la información. Esto último necesita más trabajo porque implica hacer lo mismo con cada dato y "ante falta de tiempo, energía o evidencia concluyente puede dejar de rechazar las ideas que involuntariamente aceptó en el primer proceso".

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Y si las mentiras no vienen aisladas sino en chorros como sucede hoy en las redes sociales, el cerebro deja de filtrar la información. "Se llama sobrecarga cognitiva y no importa cuán inverosímil una afirmación es, la gente la absorberá", dice Maria Konnikova, autora del libro The Confidence Game. Otro agravante es que la mentira se repita, un fenómeno conocido como verdad ilusoria, descubierta en los años setenta, cuando un grupo de psicólogos demostró que la gente consideraba verdaderas aquellas afirmaciones que habían sido repetidas dos y hasta tres veces, sin importar su validez. "La repetición solidifica la información en el cerebro", señala Konnikova.

Ante la limitación de la mente y la fragilidad de las verdades, Raigosa propone una sencilla solución: verificar la fuente. Rapp recomienda dudar de la información nueva, para no tragar entero. Y por último, estar alerta a las noticias falsas que se mezclan con verdades pues así es más difícil ponerlas en tela de juicio.

 

 

 

Autor:

Néstor Jaramillo Hernández.

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