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La ingeniería fiscal de las grandes corporaciones para pagar impuestos "ridículos" (página 6)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Muchos académicos -si no la mayoría- que han explorado el tema, como un esfuerzo conjunto de la Brookings Institution y el American Enterprise Institute, incluyen elementos de la izquierda y de la derecha, particularmente estrategias destinadas a fortalecer a las familias, mejorar la calidad y volumen del trabajo disponible y romper el ciclo de reincidencia. El EITC también cuenta con un amplio respaldo (más de las tres cuartas partes de los economistas encuestados por la American Economic Association apoyan su expansión). También existe un amplio consenso sobre la necesidad de una mejor evaluación cuantitativa de lo que da buenos resultados.

A otros, especialmente muchos en el mundo tecnológico de Silicon Valley y algunos en el movimiento laboral, les preocupa que la tecnología supere la creación de empleo y deje a muchos fuera de la fuerza laboral. Preferirían un ingreso básico universal (IBU, por su sigla en inglés), que rompería el vínculo entre empleo e ingreso. Los ciudadanos suizos rechazaron rotundamente esa estrategia en un referendo reciente, pero la energía dedicada a estrategias más radicales para ayudar a quienes lo necesitan es bienvenida, aún si las especificidades del IBU y su costo todavía no han sido comprobadas.

Ejemplos como Bridge Academy -y otros, como el Federal Home Visiting Program- demuestran que las iniciativas profundamente arraigadas y adaptadas a las necesidades de las comunidades en las que se aplican, y que están impulsadas por la evidencia de resultados efectivos, pueden funcionar. Desafortunadamente, muchas veces adoptamos la estrategia opuesta: programas nacionales generalistas sin ningún énfasis en los resultados.

Consideremos el Servicio de Alimentos y Nutrición del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Aproximadamente el 88% de su gasto anual de 82.000 millones de dólares está destinado a ayuda directa (SNAP, o "cupones para alimentos"), mientras que apenas el 0,33% está destinado a brindarle a la gente las capacidades que necesita para evitar una asistencia del gobierno. Peor aún, ninguno de los programas focalizados en las capacidades tiene datos que permita evaluarlos.

Un programa "federalista y progresista" aumentaría sustancialmente este tipo de gasto y lo evaluaría rigurosamente. Un programa de estas características fijaría normas federales altas, pero les permitiría a las ciudades y a los estados innovar, y así financiar lo que funcione. Es hora de pensar de manera diferente y alinear nuestro pensamiento -y nuestro gasto- con lo que realmente da resultados.

(Laura Tyson, a former chair of the US President's Council of Economic Advisers, is a professor at the Haas School of Business at the University of California, Berkeley, a senior adviser at the Rock Creek Group, and a member of the World Economic Forum Global Agenda Council on Gender Parity. Lenny Mendonca, Senior Fellow at the Presidio Institute, is a former director of McKinsey & Company)

– La falsa promesa económica de la gobernanza global (Project Syndicate – 11/8/16)

Cambridge.- La gobernanza global es el mantra de la élite moderna. El argumento es que el incremento de flujos transfronterizos de bienes, servicios, capital e información (derivado de la innovación tecnológica y la liberalización de los mercados) generó demasiada interconexión entre los países del mundo como para que cada uno de ellos por separado pueda resolver sus problemas económicos solo. Necesitamos reglas globales, acuerdos globales, instituciones globales.

Esta afirmación goza de tanta aceptación que cuestionarla puede parecer como sostener que el Sol gira alrededor de la Tierra. Pero lo que puede ser verdad en el caso de problemas realmente globales como el cambio climático o las pandemias no es aplicable a la mayor parte de los problemas económicos. Contra lo que oímos a menudo, la economía mundial no es un bien común global. La gobernanza global ayudará muy poco, y a veces ocasionará un perjuicio.

Lo que hace que, por ejemplo, el cambio climático sea un problema que demanda cooperación internacional es el hecho de que el planeta tiene un único sistema climático. Como da lo mismo dónde se emitan gases de efecto invernadero, imponer restricciones a las emisiones sólo en el nivel nacional generaría escaso o nulo beneficio al país que lo hiciera.

En cambio, las buenas políticas económicas (entre ellas la apertura) benefician ante todo a la economía local; y es allí también donde se paga la mayor parte del costo de las malas políticas económicas. Las perspectivas económicas de cada país dependen mucho más de lo que suceda allí que del extranjero. Cuando la apertura económica es deseable, es porque esa política beneficia al país que la aplica, no porque beneficie a otros. La apertura y otras políticas acertadas que contribuyen a la estabilidad económica internacional se basan en el interés propio, no en un espíritu global.

A veces, un país logra una ventaja económica en detrimento de otros; es el caso de las políticas de "empobrecer al vecino". El mejor ejemplo es cuando el proveedor dominante de un recurso natural (como el petróleo) restringe la oferta en los mercados mundiales para aumentar el precio. Lo que gana el exportador es lo que pierde el resto del mundo.

Un mecanismo similar está en la base de los "aranceles óptimos", por los que un país grande manipula sus condiciones de intercambio restringiendo las importaciones. En esos casos, hay buenas razones para instituir normas globales que limiten o prohíban el uso de esas políticas.

Pero la inmensa mayoría de las cuestiones de comercio y finanzas internacionales que ocupan la atención de los funcionarios no son así. Pensemos por ejemplo en los subsidios agrícolas y la veda de organismos transgénicos en Europa, el abuso de las normas antidumping en Estados Unidos o la inadecuada protección de los derechos de los inversores en los países en desarrollo. Son, en esencia, políticas de "empobrecerse uno mismo". Sus costos económicos caen sobre todo en el país que las aplica, aun cuando también puedan perjudicar a otros.

Por ejemplo, los economistas suelen coincidir en que los subsidios agrícolas son ineficientes, y que sus beneficios para los agricultores europeos suponen un alto costo para el resto de la gente en Europa, en la forma de aumento de precios, aumento de impuestos o ambas cosas. Esas políticas se implementan no para sacar provecho a costa de otros países, sino porque otros objetivos internos concurrentes (de tipo distributivo, administrativo o sanitario) se imponen a las consideraciones económicas.

Lo mismo vale para las deficiencias en regulación bancaria o política macroeconómica que agravan el ciclo económico y generan inestabilidad financiera. Como demostró la crisis financiera global de 2008, lo que suceda dentro de un país puede tener enormes consecuencias fuera. Pero si las autoridades regulatorias en Estados Unidos no cumplieron su tarea, no fue porque así su país saliera beneficiado a costa de los demás: la economía estadounidense fue una de las que más sufrió.

Tal vez el mayor fracaso de las políticas actuales sea la incapacidad de los gobiernos de las democracias avanzadas para hacer frente al aumento de la desigualdad. Esto también es una cuestión de política interna, originada en el control, por parte de élites financieras y empresariales, del proceso de definición de políticas, y en los discursos que han elaborado en relación con los límites de las políticas redistributivas.

Los paraísos fiscales son un ejemplo indudable de políticas de empobrecer al vecino. Pero países poderosos como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea podrían haber hecho mucho más de su parte para poner coto a la evasión fiscal (y a la competencia feroz en reducción de impuestos corporativos) si lo hubieran querido.

De modo que los problemas actuales poco tienen que ver con una falta de cooperación global. Son de naturaleza local y no se pueden corregir mediante normas dictadas por instituciones internacionales, que fácilmente pueden caer presa de los mismos intereses creados que debilitan la política nacional. Muy a menudo, la gobernanza global es sinónimo de implementar la agenda global de esos intereses; por eso casi siempre termina promoviendo mayor globalización y armonización de las políticas económicas locales.

Una agenda alternativa para la gobernanza global se centraría en mejorar el funcionamiento local de las democracias, sin prejuzgar cuáles deban ser las políticas elegidas luego. Sería un modelo de gobernanza global dirigido a mejorar la democracia en vez de la globalización.

Lo que tengo en mente es la creación de normas y requisitos procedimentales globales pensados para mejorar la calidad de los procesos decisorios nacionales. Por ejemplo, reglas globales relativas a (entre otras cuestiones) la transparencia, la representatividad, la rendición de cuentas y el uso de evidencia científica o económica en los procedimientos de decisión locales, sin condicionar el resultado final.

Las instituciones globales ya usan esta clase de normas, hasta cierto punto. Por ejemplo, el Acuerdo sobre la Aplicación de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (Acuerdo SPS) de la Organización Mundial del Comercio exige explícitamente el uso de evidencia científica cuando se planteen dudas sobre la seguridad sanitaria de bienes importados. Podrían usarse normas procedimentales similares, con mucho más alcance y efectividad, para mejorar los procesos de toma de decisiones en el nivel nacional.

Las normas antidumping también podrían mejorarse exigiendo que los procedimientos nacionales tengan en cuenta los intereses de consumidores y productores que resultarían perjudicados por la aplicación de aranceles a las importaciones. Las normas sobre subsidios se podrían mejorar exigiendo análisis económicos de costo-beneficio que incorporen las posibles consecuencias en materia de eficiencia estática y dinámica.

Los problemas derivados de fallos en el proceso nacional de deliberación solamente pueden resolverse mejorando la toma democrática de decisiones. En esto la gobernanza global sólo puede hacer un aporte muy limitado, y sólo en la medida en que apunte a mejorar la toma interna de decisiones en vez de condicionarla. Fuera de eso, la búsqueda de gobernanza global encarna un anhelo de soluciones tecnocráticas que anulan y debilitan la deliberación pública.

(Dani Rodrik is Professor of International Political Economy at Harvard University"s John F. Kennedy School of Government. He is the author of The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy and, most recently, Economics Rules: The Rights and Wrongs of the Dismal Science)

– ¿Hay lugar para la gobernanza global? (Project Syndicate – 18/8/16)

Washington, DC. ¿Será la gobernanza global la solución a la mayoría de nuestros problemas económicos? ¿O será una promesa exagerada que distrae la atención de reformas más prácticas, que deberían implementar los gobiernos nacionales? En un artículo reciente, el economista Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, sostiene lo segundo, con buenos argumentos. ¿Está en lo correcto?

Es verdad que la política nacional tiene efecto más directo (bueno o malo) sobre los ciudadanos de cada país. Pero no podemos ignorar los efectos globales de las malas políticas nacionales, cuyos ejemplos más obvios señalados por Rodrik son las emisiones de gases de efecto invernadero y las enfermedades infecciosas: el costo no es sólo para las personas del "país de origen", sino que también lo pagamos todos los demás.

Hace décadas que la palabra "globalización" está de moda, y es evidente que estos últimos años algunos (especialmente en la centroizquierda) exageraron la necesidad de una gobernanza global. Esto llevó a otros a promover la búsqueda de alternativas, por ejemplo el "nacionalismo responsable" o la toma de decisiones "intergubernamental" (en vez de supranacional) en la Unión Europea.

Estas propuestas merecen un debate serio. Por ejemplo, deberíamos reevaluar el sistema actual de decisión de tratados comerciales, que tienen que ver cada vez más con cuestiones normativas y de inversión y menos con la eliminación de aranceles y otras barreras a las importaciones. No sorprende que incluso algunos partidarios del libre comercio pongan reparos a tratados donde se permite a grupos comerciales insertar términos que conceden a las corporaciones multinacionales un poder de mercado indebido a costa de la protección de los consumidores.

Pero los pedidos de más gobernanza global no se dieron en el vacío. Es indudable que los países se han vuelto más interdependientes en lo económico y lo social como resultado del comercio, los viajes y las telecomunicaciones, por no hablar de las estructuras corporativas multinacionales y los flujos financieros internacionales. Hoy el intercambio global es más amplio, veloz y omnipresente que nunca.

La globalización puede a veces encontrar obstáculos, como la desaceleración actual del comercio internacional; pero los cambios tecnológicos subyacentes que impulsan la interconectividad seguirán promoviendo un mayor acercamiento entre personas y entre países.

En definitiva es para mejor, porque los grandes desafíos que hoy enfrentamos son de naturaleza global. Los intentos de mitigar los efectos del cambio climático demandarán coordinación global sistemática. Incluso las iniciativas locales (cada vez más importantes para hacer frente al problema) deben ajustarse a un marco de políticas y obligaciones globales convergentes. De lo contrario, la gente no sentirá que sus acciones tienen algún efecto o que aportan a un objetivo compartido, y habrá quienes no se consideren obligados a hacer nada.

Otro desafío global es el tributario, que demanda coordinación internacional para detener una creciente evasión y elusión fiscal. El problema no son sólo los "paraísos fiscales"; también es necesario captar las ganancias corporativas que las empresas mueven de país en país apelando a elaborados expedientes como los "precios de transferencia" y el "traslado de base imponible", para minimizar sus impuestos.

La disparidad de normas tributarias de los diferentes países dio lugar a un juego que es casi de suma cero para los gobiernos nacionales, que se ven obligados a competir entre sí para asegurarse una tajada mayor de un pastel cada vez menor. El sistema actual da a los países fuertes incentivos para ofrecer cada vez más ventajas impositivas a las empresas que operan en ellos; aun así, siguen igual de expuestos a que les gane otro país, conforme aquellas trasladan sus ganancias declaradas de una jurisdicción a otra.

En la mayoría de los casos, las empresas no hacen nada ilegal al aprovechar la fragmentación del sistema. Pero para poder reducir la desigualdad y financiar los programas de pensiones y atención médica de sus ciudadanos, los países tendrán que cooperar en la implementación de iniciativas de gobernanza global que prioricen un sistema de tributación justo.

El cambio climático y la tributación son sólo dos de las cuestiones que demandan coordinación global, pero la lista sigue. Las políticas monetarias de los grandes bancos centrales que controlan monedas de reserva (como la Reserva Federal de Estados Unidos) pueden provocar importantes efectos derrame, lo mismo que las políticas cambiarias autodestructivas o las normas sobre flujos financieros transfronterizos. En la mayoría de estos casos, el daño va de los países grandes a los pequeños; pero si resultan afectados suficientes países pequeños, el daño agregado puede revertir a las grandes economías (como se vio en la crisis de deuda europea).

Dada la escala de estos desafíos, la única opción es cooperar internacionalmente y fortalecer las instituciones y organismos globales y regionales, como el Fondo Monetario Internacional, la UE y el G20 (que el mes que viene se reunirá en Hangzhou, China). Pero la gobernanza global no es una propuesta excluyente. Cuando las políticas nacionales o locales bastan para resolver un problema, deben ser las aplicadas.

De hecho, el principio de subsidiariedad (por el cual la toma de decisiones debe ocurrir en el nivel más local posible) es esencial para una gobernanza global flexible y funcional. La presencia de marcos de gobernanza global no debe ser nunca excusa para la inacción nacional o local. La política pública es un esfuerzo multinivel y multicanal con dimensiones local, nacional, regional y global. Lo ideal sería que los debates en materia de políticas reconozcan esta realidad.

También debemos reconocer la urgencia de sostener la fe en la gobernanza global desde otra perspectiva. En Estados Unidos, Asia, Europa y Medio Oriente, un resurgimiento de la política identitaria y el nacionalismo xenófobo amenaza con repetir las grandes tragedias del siglo XX. En estas circunstancias, es necesario reforzar la existencia y atender a las necesidades de una comunidad global, no sólo por razones económicas, sino también para ayudar a garantizar un mundo en paz.

(Kemal Dervis, former Minister of Economic Affairs of Turkey and former Administrator for the United Nations Development Program (UNDP), is a vice president of the Brookings Institution)

– El Gran Estancamiento del Ingreso (Project Syndicate – 7/9/16)

Berkeley.- Actualmente el debate por la desigualdad suele centrarse en la acumulación desproporcionada del ingreso y la riqueza en una pequeña proporción de los hogares estadounidenses y de otras economías avanzadas. Algo que se percibe menos -pero resulta igualmente corrosivo- es la tendencia a la caída o el estancamiento del ingreso para la mayoría de los hogares.

Durante gran parte del período posterior a la Segunda Guerra Mundial y hasta la década de 2000, un sólido crecimiento del PBI y el empleo en las economías avanzadas implicó que casi todos los hogares experimentaran un aumento de sus ingresos, tanto brutos como después de impuestos y transferencias. En consecuencia, una generación tras otra crecieron esperando estar mejor que sus padres. Pero según la nueva investigación del McKinsey Global Institute, es posible que ya no haya garantías para esa expectativa.

Durante la última década, el crecimiento del ingreso se detuvo abruptamente para la mayoría de los hogares en los países desarrollados, entre los cuales se vieron más afectados los monoparentales con jefas de hogar mujeres, o con trabajadores jóvenes de menor nivel educativo. El ingreso real de los salarios y el capital para los hogares en el mismo segmento de la distribución del ingreso fue inferior en 2014 que en 2005 para aproximadamente dos tercios de los hogares en 25 economías avanzadas: más de 500 millones de personas. Entre 1993 y 2005, por el contrario, menos del 2 % de los hogares en esas economías tuvo ingresos iguales o menores.

Los aumentos en las transferencias gubernamentales y las menores tasas fiscales redujeron el efecto del estancamiento o la caída del ingreso de mercado (antes de transferencias e impuestos) sobre los ingresos disponibles. Sin embargo, entre el 20 % y el 25 % de los hogares sufrieron un estancamiento o una caída del ingreso disponible entre 2005 y 2014, mientras que en los 12 años anteriores ese porcentaje había sido del 2 %.

Entre los principales responsables de este cambio se cuentan la profunda recesión y la lenta recuperación posterior a la crisis económica de 2008 en las economías avanzadas. Entre 1993 y 2005 el crecimiento del PBI aportó aproximadamente 18 puntos porcentuales al crecimiento anual del ingreso medio de los hogares, en promedio, en EEUU y Europa; ese indicador se desplomó hasta los 4 puntos porcentuales entre 2005 y 2014.

Pero la caída poscrisis del crecimiento dista de ser el único problema. (En ese caso, la última década podría simplemente constituir una anomalía). Existen factores de largo plazo, como la débil inversión, la desaceleración del crecimiento de la fuerza de trabajo y una violenta disminución del crecimiento de la productividad, que han reducido el crecimiento del ingreso para el hogar promedio en la mayoría de los países avanzados respecto del período 1993-2005.

Los cambios demográficos -entre los que se cuentan cambios en la estructura familiar, las bajas tasas de fertilidad y el envejecimiento de la población– llevaron a reducciones tanto en el tamaño total de los hogares como en la cantidad de personas en edad de trabajar con ingresos por hogar. Y los cambios en el mercado de trabajo -impulsados por el cambio tecnológico, la globalización de los empleos con baja y media capacitación, y la creciente preponderancia del empleo temporal y a tiempo parcial- han llevado a que la participación del salario en el ingreso nacional baje y la distribución de ese ingreso entre los hogares resulte cada vez más desigual. Ninguna de esas tendencias se revertirá pronto, Por el contrario, es probable que algunas de ellas se profundicen.

La investigación de McKinsey confirma que esos factores de largo plazo socavan el ingreso en la mayoría de los hogares y Muestra que el ingreso real de mercado en la mayoría de los hogares se mantuvo estable o cayó, aun cuando el crecimiento agregado fue positivo durante el período 2005-2014.

Especialmente en EEUU, la capacidad de los trabajadores para proteger su participación en el ingreso nacional y de los hogares de ingresos bajos y medios para mantener su participación en la masa salarial, se vieron sustancialmente erosionados. Por ello, el crecimiento real del ingreso medio disponible se redujo en nueve puntos porcentuales entre 1993 y 2005, y en otros siete puntos porcentuales entre 2005 y 2014.

Suecia, donde los hogares promedio recibieron una mayor proporción de las ganancias del crecimiento del producto durante el período 2005-2014, logró revertir esta tendencia negativa. En respuesta al lento crecimiento de la última década, el gobierno sueco trabajó con los empleadores y los sindicatos para reducir la cantidad de horas de trabajo y conservar los empleos. Gracias a esas intervenciones, los ingresos de mercado cayeron o se estancaron en sólo el 20 % de los hogares y hubo generosas transferencias netas, que lograron que el ingreso disponible aumentara para casi todos los hogares.

Ciertamente, EEUU también intervino después de la crisis: implementó un paquete de estímulo fiscal en 2009 que, junto con otras transferencias, aumentó el crecimiento del ingreso medio disponible en el equivalente a cinco puntos porcentuales. Una baja de cuatro puntos en el ingreso medio de mercado se convirtió así en una ganancia del 1% del ingreso medio disponible. Pero eso no cambió el hecho de que entre 2005 y fines de 2013 los ingresos del mercado cayeron para el 81 % de los hogares estadounidenses.

De manera semejante, la reciente investigación llevada a cabo por Emmanuel Saez, de Berkeley, muestra que el ingreso real de mercado para el 99 % inferior en EEUU creció tanto en 2014 como en 2015 a tasas que no se veían desde 1999. Sin embargo, para fines de 2015, los ingresos reales de mercado para ese grupo habían recuperado sólo dos tercios de las pérdidas que sufrieron durante la recesión de 2007-2009. En otras palabras, la intervención estadounidense fue mucho menos eficaz que la de su contraparte sueca para lograr que los trabajadores recuperaran sus niveles de ingreso anteriores.

Las consecuencias de esos fracasos son de gran alcance. El estancamiento y la caída del ingreso real no sólo funcionan como un freno a la demanda de consumo y el crecimiento del PBI, sino que además alimentan el descontento social y político, ya que los ciudadanos pierden confianza en las estructuras económicas existentes.

Encuestas de MGI en Francia, el Reino Unido y EEUU han encontrado que las personas cuyos ingresos no crecen y que no prevén una mejora tienden a percibir el comercio y la inmigración de manera mucho más negativa que quienes experimentan o prevén ganancias. El voto por el brexit en el RU y la oposición bipartidaria a los acuerdos comerciales en EEUU son claras señales de esto.

El debate reciente sobre la desigualdad del ingreso en EEUU y otros países desarrollados se ha centrado en el rápido aumento de los ingresos para unos pocos, pero el estancamiento y la caída del ingreso para muchos suma una dimensión distinta al debate y exige distintos tipos de soluciones que enfaticen el crecimiento de los salarios para la mayoría en la distribución del ingreso. Frente a un continuo estancamiento y caída del ingreso de los hogares -y con las generaciones más jóvenes camino a ser más pobres que sus padres- resulta urgente encontrar ese tipo de soluciones.

(Laura Tyson, a former chair of the US President's Council of Economic Advisers, is a professor at the Haas School of Business at the University of California, Berkeley, a senior adviser at the Rock Creek Group, and a member of the World Economic Forum Global Agenda Council on Gender Parity. Anu Madgavkar is a McKinsey Global Institute partner)

– ¿Zona prohibida para las firmas de EEUU? (El Economista – 24/9/16)

(Por Matthew Lynn)

Miles de millones de dólares en impuestos atrasados, investigación de amaños, comisiones sobre el monopolio enfocado a la innovación. Rara es la semana donde no se ve algún ataque de la UE a un gigante de la economía estadounidense. Las empresas pueden presionar, protestar y hacer campaña en contra. Pueden apelar y luchar contra las decisiones injustas pero, al final, también son empresas con accionistas a los que proteger. Cada vez está más claro que la única solución real es retirarse paulatinamente del continente. De hecho, Europa va camino de convertirse en zona prohibida para empresas estadounidenses.

El problema es que Europa es la que sufrirá, más que Estados Unidos. Las empresas atacadas, con sus fallos, se encuentran entre las más innovadoras del mundo. A medida que suban el puente levadizo, los consumidores europeos saldrán perdiendo y las empresas europeas se marchitarán sin el estímulo de la competencia americana.

Desde hace tiempo se viene sospechando que los funcionarios de la UE han emprendido una campaña a cámara lenta contra el mundo empresarial de EEUU. Compañías como Microsoft han luchado durante años contra las multas y, aun así, en las últimas semanas el grado de hostilidad ha subido a un nuevo nivel y no muestra signos de descender.

Todo empezó con la extraordinaria multa fiscal de 14.500 millones de dólares a Apple por un supuesto acuerdo tributario en Irlanda. Se puede discutir si Apple paga suficientes impuestos y si es correcto que desvíe beneficios de un territorio a otro pero lo que es imposible justificar es la fiscalidad retrospectiva de un acuerdo que se consideró perfectamente legítimo entre un país soberano y una empresa ubicada en él.

Y habrá más. Tras la decisión de Apple, la Unión Europea ya ha dicho que podemos esperar medidas parecidas contra Amazon y McDonald's, en esta ocasión por sus sedes en Luxemburgo. ¿10.000 millones? ¿Quizá 30.000? Nadie sabe el importe de la factura que les enviarán pero hasta podría ser bastante como para rescatar a Italia.

Y no son solo los impuestos. El proyecto más ambicioso de la UE este año, aparte de averiguar qué hace con la salida a regañadientes del Reino Unido, es finalizar el "mercado único digital", sumamente necesario. Europa ha protagonizado un fracaso estrepitoso en internet. En lugar de estimular a los competidores caseros, los planes parecen pensados para proteger a los titulares tradicionales contra cualquier trastorno. Se podrán repercutir tasas por enlaces (lo que ya ha empujado a Google a interrumpir la distribución de noticias en España) e imponer restricciones a las llamadas de voz por internet. Está dirigido a empresas como Alphabet, Facebook y Amazon -todas americanas-.

Después están los monopolios. Google se enfrenta a una investigación absurda de su sistema Android y Amazon de su posición dominante en libros electrónicos. Hasta estos son monopolios solo en el sentido de que han creado nuevos sectores y lo han hecho tan bien que hasta ahora ha habido poco lugar para la competencia. La lógica parece ser que si se crea un nuevo sector, lo deshacen. Cuesta entender por qué los burócratas de Bruselas creen que le importa a alguien. El parlamento europeo hasta ha lanzado una investigación contra PokemonGo basándose en que invade la privacidad y no por ser una estupidez muy molesta.

Si la UE en ocasiones emprende acciones contra una empresa europea (el lunes se lanzó una investigación tributaria de la energética francesa Engie) cada vez cuesta más no llegar a la conclusión de que se está seleccionando a los gigantes estadounidenses. ¿Dónde está, por ejemplo, la acción contra Ikea, pese a las alegaciones de los contribuyentes de que trasiega con los beneficios con la misma agresividad que Amazon o Apple? Si tanto le preocupan los monopolios digitales, ¿por qué no investiga las regalías que paga Spotify a los artistas? ¿O eso no importa porque es sueca? Y lo más grave quizá de todo: ¿qué se está haciendo sobre Volkswagen, una empresa que ha participado en el peor caso de irregularidad empresarial de la última década? Lo último que se ha escuchado es que la UE estaba "valorando" si emprender acciones. Imagine que fuera un fabricante de coches estadounidense. Las multas la habrían quebrado a estas alturas. Sin embargo, como es alemana se libra con un tirón de orejas.

¿Qué pueden hacer las empresas estadounidenses si son víctimas sistemáticas de discriminación? Desde luego, pueden disparar cartas de enfado, como la del consejero delegado de Apple, Tim Cook. O contratar legiones de cabilderos, como han hecho Amazon y Alphabet en Bruselas. Pueden discutir con los políticos pero hasta ahora no les está llevando a ninguna parte. Al final, no tendrán más remedio que no priorizar a Europa, como mucho, y como poco empezar a marcharse. Desde luego, es un mercado grande, con más de 500 millones de clientes (aunque esa cifra bajará bastante cuando el Reino Unido se marche) pero si les esperan multas de 10.000 o 20.000 millones de dólares, van a tener que luchar contra medidas de ruptura y defenderse de multas y normativas, ¿vale la pena tanta molestia y gasto? Tarde o temprano, la respuesta será no.

Europa será la gran perdedora. Una lección que puede aprenderse de la economía es que el proteccionismo, ya sea explícito u oculto, perjudica a todos pero sobre todo al país proteccionista. Las multinacionales de Estados Unidos han generado desde hace más de un siglo una ola tras otra de innovación y competencia. Si se las hostiga para que se vayan de la UE, Europa será quien salga perdiendo.

– El regreso de la política fiscal (Project Syndicate – 26/9/16)

Nueva York.- Desde la crisis financiera global de 2008, la política monetaria ha sido la principal encargada de sostener la demanda agregada, estimular el crecimiento y prevenir la deflación en las economías desarrolladas. La política fiscal, por su parte, se vio limitada por grandes déficits presupuestarios y deudas públicas en aumento, que incluso obligaron a muchos países a implementar medidas de austeridad para evitar que se volvieran impagables. Ocho años después, llegó la hora de hacer un relevo.

Los bancos centrales se vieron forzados a adoptar políticas monetarias cada vez más heterodoxas porque eran la única alternativa disponible para el estímulo económico. Empezaron recortando los tipos de interés a cero, y más tarde introdujeron la estrategia de dar indicios de sus planes futuros (forward guidance), con un compromiso de mantener las tasas de referencia en cero por tiempo prolongado.

A continuación, los bancos centrales de los países avanzados añadieron la flexibilización cuantitativa (FC), mediante la compra de grandes volúmenes de títulos públicos a largo plazo para reducir sus intereses. También iniciaron la flexibilización crediticia (compra de activos privados para reducir el costo de endeudamiento del sector privado). Más cerca en el tiempo, algunas autoridades monetarias (entre ellas el Banco Central Europeo, el Banco de Japón y los bancos centrales de varios países europeos) llevaron los tipos de interés al terreno negativo.

Si bien estas políticas permitieron sostener los precios de los activos y el crecimiento económico, y evitaron una deflación, están llegando al límite. De hecho, las tasas de referencia negativas pueden perjudicar la rentabilidad de los bancos y, con ella, su disposición a otorgar crédito. En cuanto a la FC, en algún momento los bancos centrales se pueden quedar sin títulos públicos que comprar.

Pero la situación de la mayoría de las economías todavía dista de ser óptima. Si la escasez de crecimiento continúa, puede ocurrir que la política monetaria no tenga herramientas para atacar el problema, sobre todo si otros imprevistos (económicos, financieros, políticos o geopolíticos) contribuyen a debilitar la recuperación. Si por cualquier motivo los bancos se vieran obligados a reducir el crédito al sector privado, la política monetaria podría volverse menos eficaz, ineficaz o incluso contraproducente.

En este contexto, la política fiscal sería la única herramienta macroeconómica eficaz disponible, y su responsabilidad en la lucha contra las presiones recesivas crecería. Pero no debemos esperar a que los bancos centrales se queden sin munición. Hay diversas razones para empezar a activar la política fiscal ahora.

En primer lugar, las penosas medidas de austeridad han logrado una reducción de déficits y deudas, con lo que en la mayoría de las economías avanzadas ahora hay cierto margen fiscal para estimular la demanda. Además, el impacto de la política fiscal sobre la demanda agregada sería reforzado por las tasas de referencia casi nulas de los bancos centrales y la monetización efectiva de las deudas por medio de la FC. Y los intereses de los títulos públicos a largo plazo están en un mínimo histórico, lo que permite a los gobiernos aumentar el gasto o reducir los impuestos (o ambas cosas) y financiar el déficit con poco costo.

Por último, en la mayoría de las economías avanzadas hay infraestructuras decrépitas que necesitan reparación o reemplazo, y esto es una forma de inversión cuyo rendimiento es superior al interés de los títulos públicos, especialmente hoy que este es extremadamente bajo. La infraestructura pública estimula no sólo la demanda agregada, sino también la oferta agregada, ya que colabora con la productividad y eficiencia del sector privado.

La buena noticia es que aunque las economías avanzadas del G7 siguen hablando de austeridad, parecen dispuestas a empezar (o incluso ya empezaron) a apoyarse más en la política fiscal como herramienta para impulsar el deficiente crecimiento económico. En Canadá, el gobierno del primer ministro Justin Trudeau anunció un plan para aumentar la inversión pública. Y el primer ministro japonés Shinzo Abe decidió postergar un peligroso aumento de impuestos al consumo previsto para el año entrante, al tiempo que anunció refuerzos presupuestarios para aumentar el gasto y mejorar el poder adquisitivo de los hogares.

En el Reino Unido, el nuevo gobierno liderado por la primera ministra Theresa May renunció al objetivo de eliminar el déficit antes de que termine la década. Tras el resultado del referendo por el Brexit, el gobierno de May diseñó políticas fiscales expansivas que apuntan a estimular el crecimiento y mejorar las condiciones económicas de ciudades, regiones y sectores que durante la última década quedaron rezagados.

Incluso en la eurozona se ve algún movimiento. Alemania gastará más en recepción de refugiados, defensa, seguridad e infraestructura, y reducirá ligeramente los impuestos. Y ahora que la Comisión Europea se muestra más flexible en relación con el cumplimiento de metas y topes, es posible que el resto de la eurozona también pueda usar la política fiscal con más eficacia. De implementarse plenamente, el denominado Plan Juncker (en referencia al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker) aumentará la inversión pública en toda la Unión Europea.

En cuanto a Estados Unidos, habrá medidas de estímulo sin importar que la elección presidencial la gane Hillary Clinton o Donald Trump. Los dos están a favor de más gasto en infraestructura y militar, la flexibilización de límites al gasto civil y una reforma del impuesto corporativo. Trump también tiene un plan de reducción de impuestos con efecto sobre la recaudación que aumentaría el déficit presupuestario (aunque es de prever que el efecto sobre la demanda sería pequeño, dada la concentración de beneficios en la cima de la distribución de ingresos).

Es muy probable que el estímulo fiscal derivado de estas políticas no coordinadas del G7 sea muy modesto: en el mejor de los casos, un estímulo adicional anual equivalente al 0,5% del PIB por algunos años. Es decir que probablemente habrá que complementarlo con otras medidas de estímulo, particularmente inversiones en infraestructura pública. Sin embargo, las medidas iniciadas o contempladas hasta ahora ya son un paso en la dirección correcta.

(Nouriel Roubini, a professor at NYU"s Stern School of Business and Chairman of Roubini Macro Associates, was Senior Economist for International Affairs in the White House's Council of Economic Advisers during the Clinton Administration. He has worked for the International Monetary Fund, the US Feder…)

– Bancos centrales a la desesperada (Project Syndicate – 26/9/16)

New Haven.- El último día del verano estuvo marcado por otro ejemplo de medidas fútiles por parte de dos de los principales bancos centrales del mundo, la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco de Japón (BOJ). La Fed no hizo nada, lo cual es precisamente el problema, mientras que los alquimistas del BOJ desvelaron otra débil apuesta por una política no convencional.

Tanto la Fed como el BOJ están impulsando estrategias terriblemente desconectadas de las economías que se les ha confiado gestionar. Más aún, sus últimas medidas refuerzan su creciente involucramiento con un mecanismo de transmisión cada vez más insidioso entre política monetaria, mercados financieros y economías dependientes de activos, enfoque que condujo a la crisis de 2008-2009, y bien podrían sembrar las semillas de otras crisis en los años próximos.

La cruda realidad del débil crecimiento económico queda oculta en el debate sobre las nuevas y potentes herramientas que los banqueros centrales pretenden sumar a los recursos a su disposición. Japón es un ejemplo obvio: atrapado en la que ha sido una trayectoria de crecimiento de un 1% durante el último cuarto de siglo, su economía no ha reaccionado a las múltiples iniciativas, caracterizadas por un extraordinario estímulo monetario.

Sea cual sea la sigla en inglés -primero, el ZIRP (la política de tasa de interés cero de fines de los años 90), luego la QQE (la facilitación cuantitativa y cualitativa lanzada por el Gobernador del BOJ Haruhiko Kuroda en 2013), y ahora la NIRP (las medidas recientes hacia una política de tasas de interés negativas)-, el BOJ ha prometido más de lo que ha podido lograr. De hecho, con un crecimiento anual real del PIB de apenas un 0,6% (un tercio más bajo que el desganado promedio de 0,9% de los 22 años que le precedieron desde 1991) desde que Shinzo Abe fuera electo como Primer Ministro a fines de 2012, el supuesto súper estímulo de las "Abenomics" ha demostrado ser un enorme fracaso.

La Fed no lo ha hecho mucho mejor. El crecimiento real del PIB en EEUU ha sido en promedio solamente un 2,1% en los 28 trimestres posteriores al tercer trimestre de 2009, que marcara el fin de la Gran Recesión, siendo apenas la mitad del ritmo promedio de un 4% en periodos comparables de recuperaciones anteriores.

Como en el caso de Japón, esta recuperación inferior a la esperada ha sido en gran medida insensible a las intensas medidas de la Fed de estímulo no convencional – tasas de interés cero, tres dosis de expansión del balance (QE1, QE2 y QE3) y una operación de intervención de la curva del rendimiento que parece tener como antecedente las últimas medidas del BOJ. (El BOJ acaba de anunciar que apunta a tasas de interés cero para los bonos públicos japoneses a 10 años).

A pesar de la persistente debilidad del crecimiento, los banqueros centrales siguen pensando que su enfoque está funcionando porque arroja resultados que "cumplen el mandato". La Fed señala la fuerte reducción de la tasa de desempleo de EEUU -de un 10% en octubre de 2009 al 4,9% actual- como evidencia prima facie de una economía que se acerca a uno de los objetivos del llamado mandato dual de la Fed.

Sin embargo, si se yuxtapone el crecimiento aparentemente sólido a la débil producción, queda en evidencia una importante desaceleración de la productividad que plantea serias dudas sobre el potencial de crecimiento de largo plazo de Estados Unidos y una eventual acumulación de presiones inflacionarias y de costes. No se puede culpar a la Fed por intentarlo, argumentan quienes refutan los hechos, insistiendo en que entre la Gran Recesión y otra Gran Depresión solamente se interpusieron las políticas monetarias no convencionales. Sin embargo, esa es más una aseveración que una conclusión que se pueda comprobar.

Mientras que la falta de capacidad movilizadora de las políticas ha sido notable en las economías reales de Japón y Estados Unidos, los mercados de activos son una historia bien diferente. Los valores y los bonos han aumentado mucho gracias a las políticas monetarias de tasas de interés bajísimas y enormes inyecciones de liquidez.

Es evidente que las nuevas políticas monetarias no convencionales de ambos países no advierten la desconexión entre los mercados de activos y la actividad económica real, lo que refleja las consecuencias de unas tremendas recesiones de los balances, en las que la demanda agregada, elevada artificialmente por las burbujas de los precios de los activos, colapsaron cuando éstas estallaron, llevando a una disfunción crónica de consumidores (Estados Unidos) y empresas (Japón) que se han sobreapalancado y dependen demasiado de los activos. En circunstancias así, sorprende poco la falta de respuesta a las tasas de interés cercanas a cero. De hecho, recuerda bastante a la llamada trampa de liquidez de los años 30, cuando los bancos centrales también intentaron reactivar la economía con este tipo de medidas.

Lo que resulta especialmente desconcertante es el hecho de que los banqueros centrales sigan haciendo caso omiso a la cruda realidad. Como indican las últimas medidas del BOJ, sigue viva la inclinación por hacer ingeniería financiera. Y como ha mostrado una vez más la Fed, la siempre elusiva normalización de las tasas de interés se sigue postergando para más adelante. Tras haber agotado hace mucho su arsenal de medidas tradicionales, los banqueros centrales persisten en la miopía de tratar de inventar nuevas herramientas, en lugar de reconocer lo destructivo de sus acciones en la generación de la crisis.

Si bien a los mercados financieros les encantan las medidas de relajación monetaria, no se puede obviar su lado oscuro. Los precios de los activos se están manipulando de manera generalizada: acciones y bonos, activos de largo y mediano plazo, así como las monedas. Como resultado, sufren los ahorristas, se reprime el coste del capital y se estimula la toma de riesgos imprudente en un clima de limitación del ingreso. Es un terreno especialmente peligroso para las economías que necesitan desesperadamente inversiones que eleven la productividad. No es un panorama muy diferente al clima de excesos basado en activos en que se incubara la crisis financiera global de 2008-2009.

Más aún, en épocas de extrema relajación monetaria, la ebullición de los mercados de activos evita que las autoridades fiscales sientan la presión de tomar medidas. La mayor tragedia de todas sería no prestar atención a una de las lecciones (sí, keynesianas) de los años 30: que la política fiscal es la única manera de salir de una trampa de liquidez. Los bancos centrales necesitan desesperadamente que el público crea que saben lo que hacen. Nada más lejos de la verdad.

(Stephen S. Roach, former Chairman of Morgan Stanley Asia and the firm's chief economist, is a senior fellow at Yale University's Jackson Institute of Global Affairs and a senior lecturer at Yale's School of Management. He is the author of Unbalanced: The Codependency of America and China)

– Apple, Bruselas y la soberanía herida de Irlanda (Project Syndicate – 28/9/16)

Atenas.- A pesar de su inequívoco europeísmo, los irlandeses han sido muy maltratados por la Unión Europea.

Cuando los votantes irlandeses rechazaron el Tratado de Lisboa en 2008, la UE les obligó a volver a votar hasta llegar al resultado "correcto". Un año más tarde, cuando los bancos privados irlandeses implosionaron, amenazando a sus acreedores privados (principalmente alemanes) con sufrir graves pérdidas, Jean-Claude Trichet, entonces presidente del Banco Central Europeo, "informó" de inmediato al gobierno irlandés de que el BCE cerraría los cajeros automáticos de toda la Isla Esmeralda a menos que los incautos contribuyentes del país las asumieran en lugar de los bancos alemanes.

Irlanda lo aceptó, su deuda pública aumentó extraordinariamente, la gente volvió a emigrar y el país quedó abatido y desanimado. Puesto que la UE sigue rechazando reducir de manera significativa la deuda con la que deben cargar las generaciones más jóvenes, los irlandeses están convencidos, y con justa razón, de que la UE violó su soberanía para beneficiar a los bancos extranjeros.

La mayor arma del país contra la deflación por el endeudamiento subsiguiente fue su capacidad de atraer a los gigantes tecnológicos estadounidenses, al ofrecerles una combinación de leyes de la UE, una fuerza de trabajo angloparlante bien capacitada y una tasa de impuestos a las corporaciones de un 12,5%. Si bien las filiales "acorazadas" de los grandes conglomerados tecnológicos globales no tienen un gran impacto positivo sobre los ingresos de los hogares, el establishment de Irlanda se siente orgulloso de sus vínculos con empresas como Apple. Sin embargo, hoy la Comisión Europea está poniendo en peligro la relación especial del gobierno con Apple al exigirle que recupere 13 mil millones de euros ($ 14,6 mil millones) por concepto de impuestos adeudados por la compañía.

¿Es esta última intervención de la Comisión otro ejemplo de acoso de la UE que viola la soberanía irlandesa? Si comparamos la intervención de Trichet en 2009 con la actual situación con Apple podremos advertir lecciones importantes que van más allá de Irlanda y, de hecho, de Europa.

En los primeros años de la eurozona, las instituciones financieras alemanas canalizaron un torrente de capital hacia los bancos comerciales de Irlanda, que a su vez lo prestaron a promotores inmobiliarios. Se generó así una burbuja de la construcción, con elefantes blancos en el distrito financiero de Dublín: filas tras filas de nuevos edificios en medio de la nada, y una altísima deuda hipotecaria. Cuando después de 2008 estalló la burbuja, los precios del suelo se fueron a pique, las deudas cayeron en impago y los bancos privados irlandeses quedaron en bancarrota.

En una afrenta comparable a la conducta británica durante la Hambruna de la Patata de 1845-52, el BCE instruyó al gobierno a invocar la "estabilidad financiera" para obligar a sus ciudadanos más débiles que pagaran cada euro que la extinta banca privada debía a los acreedores alemanes. Obviamente, la estabilidad financiera no era más que una pantalla de humo: se obligó a los contribuyentes a pagar hasta las deudas de un banco que ya había cerrado (y, por ende, era irrelevante en términos del sistema).

Las raíces del asunto con Apple son más antiguas que el BCE. En 1980, un joven Steve Jobs visitó una Irlanda ansiosa por salir del subdesarrollo. Apple finalmente creó 6000 empleos en el país, a cambio de un muy conveniente acuerdo tributario que le permitía blindar sus ingresos originados en Europa al registrarlos allí. A día de hoy, las utilidades de cada iPhone que se vende en París o Estocolmo (menos sus costes de producción en China) van a su filial Apple Sales International. Como resultado del acuerdo original entre Apple e Irlanda, ASI paga un impuesto minúsculo sobre estas ganancias, que en la práctica quedan exentas del muy bajo impuesto corporativo del 12,5%.

Para que este acuerdo funcionara, también se necesitó la complicidad de la agencia tributaria estadounidense, el Internal Revenue Service (IRS), que normalmente tiene una actitud muy vigilante. Las utilidades de la ASI se originan en los derechos de propiedad intelectual (PI) de Apple, basados en investigación y desarrollo realizados exclusivamente en EEUU (la mayor parte con el apoyo de fondos del gobierno federal). En consecuencia, se trata de utilidades que deberían pagar impuestos en Estados Unidos.

Curiosamente, el IRS está optando por no obligar a Apple a pagar impuestos sobre sus utilidades originadas en ingresos por propiedad intelectual con raíces en Estados Unidos. En lugar de ello, Apple cobra a ASI una tarifa simbólica por permitirle beneficiarse de tales derechos, por los cuales paga un bajísimo impuesto al IRS. Mientras tanto, se permite a ASI mantener en Irlanda utilidades que representan cerca de dos tercios de los ingresos por concepto de la venta de cada producto Apple fuera de Estados Unidos. Como resultado, Apple ha amasado reservas de dinero sin impuestos de hasta $ 230 mil millones.

A diferencia de 2009, el gobierno irlandés ha manifestado su desacuerdo con el último veredicto de la UE sobre Apple, señalando que la política tributaria es privativa de los gobiernos nacionales, no de la Unión. En una reciente carta conjunta a la Canciller alemana Ángela Merkel y los demás 27 gobiernos nacionales de la UE, 185 directores ejecutivos alegaron que, una vez más, la UE se había extralimitado, causando una "herida autoinducida" a Irlanda y la economía de Europa.

Pero se equivocan. No se trata de la soberanía de Irlanda. Apple no se habría asentado en Irlanda de no haber sido por el mercado único de la UE, un bien común para el que se requieren leyes comunes, una de las cuales es que los gobiernos no pueden ofrecer ayuda a algunas compañías y no a otras.

Supongamos por ejemplo que el gobierno griego, buscando atraer 6.000 empleos para su marchita economía, ofreciera a Apple un subsidio de 110.000 euros al año por cada puesto, lo que equivale a 660 millones de euros. A lo largo de dos décadas, el subsidio llegaría a poco más de 13 mil millones de euros. Si la UE permitiera a Apple ofrecer este tipo de trato, los demás estados miembro de la UE se rebelarían, entre ellos Irlanda.

Supongamos además que el gobierno griego propusiera perdonar a Apple 20 años de sus impuestos corporativos por todos los ingresos percibidos en el resto de Europa pero registrados en Atenas, digamos que por 13 mil millones de euros. La Comisión Europea tendría el deber de proteger el bien común europeo y exigir a Grecia que recuperara de inmediato esa suma, exactamente lo que hoy le exige a Irlanda.

Cada vez que la UE se comporta como un usurpador colonial, como lo hizo en 2009, socava la legitimidad de sus acciones buenas y adecuadas y reafirma la "Internacional Nacionalista" xenófoba y antieuropea. Para deleite de Vladimir Putin y Donald Trump, los únicos beneficiados de Europa son los partidarios aislacionistas del Brexit, la ultraderechista Alternativa para Alemania, el Frente Nacional francés, y los gobiernos antiliberales de Polonia, Hungría, Croacia y demás.

Es sencilla la lección de comparar la intervención de Trichet en 2009 con la actual postura de la Comisión Europea sobre Apple: el verdadero enemigo de los europeos es que unos pocos vayan por libre a costa de los demás. Sin instituciones comunes, los europeos no pueden defenderse de la explotación y las prácticas antisociales que las grandes empresas y sus agentes políticos presentan como sentido común económico.

Trichet puso en peligro la soberanía de Irlanda al facilitar que los contribuyentes irlandeses tuvieran que cargar con las pérdidas que debían asumir los bancos alemanes. Como retribución, el BCE debería asumir parte de la deuda pública irlandesa. Pero la UE no debe permitir a Irlanda que abuse del bien común europeo al ofrecer a Apple un trato que ningún otro estado miembro podría ofrecer. La respuesta adecuada a las injusticias del pasado es recobrar la soberanía en una Europa donde se impida que los poderosos (sean los bancos alemanes o fabricantes de móviles estadounidenses) se enriquezcan a costa de los débiles.

(Yanis Varoufakis, a former finance minister of Greece, is Professor of Economics at the University of Athens)

Nota aclaratoria: En general no suelo escribir en el Apartado de "los que saben". Por respeto a ciertos "cabezas de huevo", casi siempre por humildad, a veces por melancolía, otras para disimular cierta desesperanza o, las más, para dejar a cargo del lector la posible crítica (merecida) a muchos autores "noveleros", "grotescos", incluso "ambiguamente optimistas", que intentan disfrazar la realidad, negar la evidencia, o lanzar mensajes vanos, que la propia existencia desmiente o desnuda. Pero esta vez, el hecho de tener como último "vecino" a Varoufakis, me anima a la irreverencia. Perdón.

 "Lo más característico de la vida moderna no era su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido" (George Orwell – 1984).

Espíritu de supervivencia: del abuso de la economía, al populismo o la rebelión de las masas

(Carta imaginaria -cínica, tal vez- que podría dirigirle el Presidente de los EEUU o el Presidente de la Comisión Europea, a los grandes evasores legales de impuestos)

Señores "amos del Universo": no se trata de establecer las "verdades reveladas", sino de poder mantener las mismas "mentiras dominadas". Es una cuestión de "seguridad", de seguridad de "nuestros" negocios (intereses). Está en juego el "sistema" (Gobierno – Wall Street – LSE – Grandes Corporaciones – Silicon Valley – Fuerzas Armadas – Seguridad Nacional/CIA – …).

Se trata de conservar el poder, custodiar la plutocracia, cuidar los "dogmas" (valores, paradigmas, mantras) establecidos por el Club Bilderberg, la Trilateral Commission, el Council of Foreign Relations, Davos, Jackson Hole…). Sustentar el poder duro (militar) y defender el poder blando (empresas y medios de comunicación). Continuar la endogamia, preservar el nepotismo. Seguir fijando la reglas de juego. Mantener la PAX de los mercados.

Los "criados" nos han salido respondones, como consecuencia del desgarro social y de los escándalos de corrupción y favoritismo cometidos en los últimos años. Es cuestión de tiempo que si no se hace algo, los "populistas" (y nacionalistas) lleguen a hacerse con el poder, convirtiendo todo en un circo infecto donde cabe cualquier esperpento. Perdidos en plena arboleda, seguimos sin poder ver el bosque. Un desatino estratégico entre deseos inconfesables y terrores inconfesados.

Mucho de esto se podría haber evitado, pero ya es demasiado tarde. La inconsistencia temporal y los intereses propios, nos han puesto ante "el riesgo del populismo o la rebelión de las masas". Ahora, solo nos queda "resistir", persistir en la mentira, fingir, aparentar, simular, encubrir, disfrazar.

Tras casi una década de crisis, han ido aflorando movimientos de descontento que, en "nuestros" países, alcanzan proporciones preocupantes. Los investigadores tratan de desentrañar los motivos, asociándolos siempre con algún tipo de populismo, sea de derecha o de izquierda. Y atribuyen el fenómeno a la manipulación que practican líderes oportunistas, cuya táctica es pregonar aquello que la masa quiere oír, prometer soluciones simples, atractivas, pero falaces, para resolver problemas complejos.

Largo sería analizar los motivos por los que se han producido tan imprevistos resultados. Se podría apuntar a la ignorancia y al error. Dado que las interacciones sociales son extremadamente complejas, obtener y procesar toda la información implicaría enormes costes, excesivos si además se pretendiera prever todos los resultados posibles y asignar una probabilidad a cada uno de ellos.

La imperiosa inmediatez de "nuestros" negocios, siempre más interesados por los efectos a corto plazo (generalmente rentables), que por las consecuencias a largo, lejos de reconocer el error, nos compromete a buscar el "efecto propagandístico", vender la buena voluntad para resolver "los problemas", aunque en el fondo no resuelvan nada. Si las cosas empeoran, siempre nos quedará el recurso de "argumentar" que no se aplicó con suficiente rigor, que es necesario ajustarla, intensificarla o destinar más recursos. Pero, para eso necesitamos disponer de una "mayor cantidad de munición" que implican unos presupuestos de gasto público muy superiores en su relación con el PIB, cientos de miles de millones de dólares o euros cada año.

Que el populismo se nutra del hartazgo ante las caóticas acciones administrativas, de cierta reactancia social, de la respuesta emocional, casi inconsciente, contra ciertas reglas censoras, no significa que el descontento sea exclusivamente un fenómeno populista. O que la manipulación y la mentira sean el origen único de la irritación. Lamentablemente, ante la ausencia de otros cauces más apropiados, los populismos se han constituido en la vía para que muchas personas denuncien que están atrapadas en esa niebla de incertidumbre, en el caos de una intervención indiscriminada y sin tino, sometidas a miles de fricciones, acciones, reacciones, contingencias y azares. Millones de personas no caen en el error sólo por discursos tramposos y estúpidos sino también por la verdad que en ese error se encierra. No arremeterían contra el "statu quo" si no hubiera un sustrato adecuado, una preocupante causa de fondo. 

El miedo, el resentimiento y la desconfianza en el "establishment", norteamericano o europeo, después de la humillación causada por la devastadora depresión económica, es lo que lleva a los seguidores de la "cesta de deplorables" a dar muestras de un ánimo similar contra los símbolos de la elite, como los banqueros de Wall Street, los medios "tradicionales" y las personas con información privilegiada de Washington, Londres, París o Berlín. Se trata de gente relativamente desfavorecida, en un mundo que se globaliza y es cada vez más multicultural, resentida también con quienes son aún menos privilegiados.

En el pasado, había suficientes empleos industriales como para que los votantes menos educados vivieran de manera decente. Ahora que esos empleos están desapareciendo en las sociedades post-industriales, es mucha la gente que siente que no tiene nada más que perder. Esto es válido en muchos países, pero importa más en Estados Unidos o Europa, donde poner a un demagogo intolerante en la presidencia sería un gran daño no sólo para ese país, sino también para todos los países que intentan aferrarse a sus libertades en un mundo cada vez más peligroso.

Por ello, quizá la solución óptima no sea denostar a los líderes populistas, de izquierda o derecha, adjudicándoles el mérito de todos los desaguisados. Tal vez sería mejor atajar las causas, sanear ese terreno que fue insistentemente abonado, muchas veces inconscientemente, hasta convertirlo en un estupendo caldo de cultivo para demagogos.

La prudencia (espíritu de supervivencia) aconseja "mejorar" las condiciones de vida de la población, "apoyar" el crecimiento de la economía, "aumentar" el mercado de trabajo, "potenciar" la educación, "ampliar" la cobertura sanitaria, "despejar" el futuro de los jóvenes, "proteger" a la familia… Tal vez, aunque tarde, aún se pueda "frenar" la rebelión de las masas y "evitar" el acceso al gobierno de líderes populistas. El hartazgo social derivado de la crisis económica y del agotamiento del sistema, impone dar alguna solución que no sea un insulto a la inteligencia. Hay que renovar el "Pacto de Convivencia". Poner de nuevo en marcha el ascensor social. Ofrecer alguna perspectiva a los que no quieren morirse a las "puertas de paraíso".

Antes que se produzca el "choque" de las placas tectónicas, habrá que "evitar" la quiebra del Estado de Bienestar, "reducir" el Déficit Público (con mayores ingresos fiscales y no solo con "recortes" de gasto social), y "disminuir" la Deuda Pública (evitando nuevos "rescates" a la banca, o financiar el déficit endeudando a las futuras generaciones). Abrir un poco la cartera, para que no se joda el invento.

Acaso haya que buscar aquí, y no en otros lugares comunes, las causas del cada vez mayor disgusto y desencanto de muchos ciudadanos. Y de la  creciente pujanza de los populismos. Piénsenlo (Señores "ricos y poderosos", "amos del Universo", "Maestros" en la evasión legal de impuestos)… aunque sea por un momento. Si no, gobernará una "cesta de deplorables" (demagogos peligrosos), o peor aún (si cabe) la "rebelión de las masas" nos llevará a la guillotina. No todo se puede dejar en "manos del mercado". Antes que sea demasiado tarde: quedan ustedes avisados.

Al final, hemos de "absolvernos mutuamente". En los medios de comunicación de masa y en la hora de máxima audiencia, haré una ceremoniosa "declaración": "excelencias" mi gratitud eterna por vuestra magnanimidad "bondadosísima". Salvo error u omisión en las cuentas, eso será lo que pasará y no podrán acusar que se me haya "prevaricado el cerebro". Será culpa de ustedes ("amos del Universo", "Maestros" en la evasión legal de impuestos) que ocurra lo contrario. Denuncias. Quejas. Declaraciones. Pleitos. Cesta de deplorables o rebelión social.

Todos (estimados "hacedores de mercado") practicamos el engaño, pastoreamos los demonios, cometemos indignidades, ejercemos oficios desquiciados, perpetramos inequidades, consumamos expolios, toleramos abyecciones, obsecuencias, dobleces, permitimos malversaciones, contrabando, falsificaciones…

Ustedes saben que yo sé, más yo sé que ustedes no saben todo lo que debería importarles. No podemos tomar decisiones contrarias a nuestros intereses. En este momento crítico solo esa variante de la locura llamada autoengaño explica "vuestra" intransigencia fiscal. Sigo empeñado en salvar mi culo (y si es posible, el de ustedes) contra la evidencia de toda clase de catástrofes económicas y sociales.

Como POTUS (o Presidente del Consejo Europeo) no quiero formar parte del "desfile de los locos" marchando al cadalso. No puedo ser "un ciego que guía a otros ciegos" (y caernos todos en el hoyo).

Fdo.: B. H. Obama (o) Fdo.: J. L. Juncker (tanto monta, monta tanto)

Post scríptum – La dictadura silenciosa: cuando uno(s) de los nuestros se vuelve(n) peligroso(s) -hecha la ley, hecha la trampa- es importante "recordarle(s)" que el "poder" está en manos de quien "controla" los algoritmos.

Que no se confundan los "alquimistas" de la IA; ellos son los nuevos Rómulo y Remo 4.0, "criados" por la loba del Estado –Administración, Pentágono, CIA- (la dictadura silenciosa). Su misión es entretener, espiar y arrear a la "manada". Limpiar el ruido. Mantener a los zombis sin voluntad… Solo eso, y nada más. ¿Está claro? Try to remember… ¿Probable? No ¿Posible? Si

 

 

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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