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¿Las políticas de Trump perjudican o benefician a la Unión Europea? (Parte I) (página 2)




Enviado por Ricardo Lomoro



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Después vendrá Francia. Se daba por hecho que Marine Le Pen se volvería a presentar a las elecciones presidenciales de abril y mayo próximos. Su opositor probable es el centroderechista Alain Juppé, un político que lleva tanto tiempo y tiene tanto pasado que es una de las pocas personas en el mundo que haría parecer a Hillary Clinton nueva y emocionante. Si EEUU tiene un problema con su cinturón industrial, Francia también lo tiene, salvo que es aún peor. La base manufacturera se ha ido agrietando desde que se incorporó al euro. El resultado: desempleo masivo y salarios estancados. El sentido común decía que mientras Le Pen se centrase en el voto protesta, nunca ganaría unas elecciones. Ya no es así.

Ni siquiera Alemania está inmune. Angela Merkel parecerá poderosa y las elecciones nacionales no están previstas hasta el otoño pero una representante cuya política más visible ha sido permitir la inmigración masiva a escalas sin precedentes parece muy despegada de la actualidad. La derechista AfD ya pone a prueba su apoyo y la ha obligado a depender cada vez más de los Social Demócratas de centro izquierda. Cuesta imaginarse que la coalición dure para siempre.

Lo más grave es que cuesta mucho pensar que la propia UE sobreviviera al rechazo de la moneda única en Italia y Francia. El éxito de los populistas en un país envalentona inevitablemente a los de otros. El Brexit puede que haya animado a unos cuantos estadounidenses a hacer caso omiso de la opinión de las elites. El presidente Trump alentará a unos cuantos más votantes franceses a apoyar a Le Pen (suficientes como para inclinar la balanza hacia ella). El monstruo sigue avanzando.

Y eso importa. Al populismo se le da muy bien la ira, pero no tanto las respuestas. La campaña del Brexit ha roto con la UE, pero ahora queda el complicado asunto de averiguar qué ocurre después. En Estados Unidos, Trump ha prometido recrear una economía que funcione para todos, pero querer no es poder. Y él no tiene ningún plan concreto para lograr que suceda. Puede que los mercados hayan asumido la victoria de Trump pero hay muchos más riesgos que superar antes de que este maremoto se diluya y los mercados de Europa y América seguirán siendo muy peligrosos hasta que haya acabado.

– Bienvenidos al mundo de Donald Trump (Expansión – FT – 12/11/16)

Las claves del plan económico de Trump: más gasto y el fin de la disciplina fiscal

(Por Edward Luce – Financial Times)

La creciente división racial, geográfica y educativa ha impulsado la victoria de Donald Trump, quien ahora pretende darle la vuelta al legado de la Administración Obama, especialmente en sanidad, inmigración y regulación de los mercados. El magnate llega a la Casa Blanca con más de 70 demandas pendientes contra sus empresas.

La victoria de Donald Trump le otorga poder para deshacer el orden global establecido por EEUU tras la segunda Guerra Mundial. Con la colaboración del Congreso, su política podría acabar con el legado de Obama en poco tiempo.

La figura del presidente electo supone un rechazo al establishment que representa Hillary Clinton. La era de las sagas Clinton y Bush parece haber llegado a su fin. También marca una ruptura con más de setenta años de liderazgo global de EEUU. En definitiva, la victoria de Trump supone una ruptura con todo lo que el mundo daba por sentado de EEUU.

Las primeras víctimas tras las elecciones son las élites que han dirigido el país durante décadas, tanto del Partido Republicano como del Demócrata.

Mucho se ha hablado ya de cómo es posible que las encuestas y los expertos no supieran interpretar el sentir de la ciudadanía estadounidense. Indicios no faltaban.

Durante años, una mayoría de ciudadanos manifestaron su convicción de que el país iba por la senda equivocada y de que sus hijos heredarían un legado nefasto. Ese pesimismo se ha ido incrementando desde principios de siglo.

Aunque de un modo distinto, la victoria de Barack Obama en las elecciones de 2008 fue ya una señal de que EEUU pedía un cambio radical. Obama abandonará la presidencia con unos índices de popularidad personales muy elevados, pero el resultado del martes supone un rechazo total a su legado político.

Tras ocho años de presidencia, los ingresos de los hogares estadounidenses de clase media son inferiores. Eso es precisamente lo que pasó con la presidencia de Bush, en la que las clases medias también perdieron poder adquisitivo.

Por si fuera poco, la esperanza media de vida de la clase trabajadora blanca, que ha llevado a Trump a la presidencia, ha ido descendiendo desde principios de siglo. Tanto es así, que la diferencia entre la esperanza de vida de los estadounidenses con más poder adquisitivo y los ciudadanos más pobres se ha duplicado en la última generación. No hay mayor indicador de desigualdad que este.

El grave error de Clinton

La creciente división racial, geográfica y educativa también impulsó su victoria. Trump se centró en las personas sin estudios, que viven en pueblos rurales y que en su mayoría son hombres blancos. Dado el tono xenófobo de la campaña de Trump, resulta describirle de "deplorable" como hizo Clinton, lo que le supuso un grave error.

Ahora entre los votantes de Trump se encuentran personas que apoyaron a Obama y, sorprendentemente, un gran número de hispanos. Quizás se ha pasado por alto el resentimiento de aquellos que entraron al país legalmente hacia los inmigrantes ilegales.

¿Qué ocurre ahora? Trump asumirá el cargo como el presidente de EEUU con más poder de los últimos años. No sólo porque los republicanos dominan las cámaras del Congreso, sino porque Trump representa a su partido como ningún otro republicano lo ha hecho.

El único punto que tiene en común la agenda de Trump con la filosofía del partido es el de eliminar los recortes. También prometió proponer para el Tribunal Supremo de Estados Unidos a activistas provida, una cuestión con la que también coincide con su partido.

Al haber escogido a Mike Pence como vicepresidente fortalecerá su relación con los simpatizantes evangélicos. Los republicanos también apoyan la abolición del Obamacare, la revisión de la reforma Dodd-Frank Wall Street y otras medidas. Mith McConnel, líder de la mayoría del Senado, puede aprobar proyectos de ley no presupuestarios con una mayoría simple.

Lejos de la ortodoxia

Pero en muchos sentidos la visión económica de Trump está muy lejana de la ortodoxia republicana. Si lleva a cabo sus planes fiscales, la deuda pública estadounidense aumentará en 10 billones de dólares en los próximos años, según la Fundación de Política Tributaria. A sus asesores les preocupa poco el conservadurismo fiscal. Su agenda fiscal es una versión mucho mayor que la de Ronald Reagan. Si a esto se añaden sus grandes planes de gastos en infraestructuras y otros aspectos, el déficit fiscal se disparará. Muchos economistas prevén que esto dará lugar a un auge económico a corto plazo y luego a una recesión. Su agenda también complicará notablemente la subida de los tipos de interés en diciembre prevista por la Reserva Federal, debido a los efectos impredecibles de su elección sobre los mercados y sobre el crecimiento. Trump también ha prometido despedir a Janet Yellen y renegociar las obligaciones soberanas de EEUU. Lo que diga en los próximos días podría causar grandes vaivenes en los mercados porque es una situación sin precedentes.

A nivel internacional, Trump lleva manteniendo una postura aislacionista durante casi 30 años. En 1987 ya despotricó de Japón en un anuncio de una página en el New York Times pagado por él mismo. El mensaje de hoy es el mismo cambiando Japón por China. La agenda comercial actual de EEUU está muerta.

Trump hará que EEUU salga de la Asociación Transpacífica. Las negociaciones paralelas con Europa también se extinguirán casi con toda seguridad. Además, Trump ha amenazado con retirarse del Tratado Norteamericano de Libre Comercio e imponer altos aranceles a las importaciones de China y México. No se sabe si llevará a cabo estas amenazas, pero la mera perspectiva será perjudicial para el orden mundial.

También pondrá a Washington patas arriba, ya que su lema de "América primero" es contraria a las visiones republicana y demócrata. La idea de que EEUU es el responsable de mantener el orden mundial y difundir los valores universales desaparecerá. Esto enfrentará a Trump con los aliados más cercanos de EEUU, las élites bipartidistas de Washington y el complejo militar-industrial. Trump ha dicho que se retirará del acuerdo sobre el clima de París, renegociará el acuerdo nuclear con Irán, extenderá la mano de la amistad a Rusia. La OTAN también está en peligro.

Las inciertas consecuencias de su Administración se empezarán a ver semanas antes de que jure su cargo. Este mes se celebrará un juicio por una demanda colectiva contra la Universidad Trump y hay más de 70 demandas pendientes contra sus empresas.

La capacidad de Trump para influir en la ley -su poder sobre el departamento de hacienda, el FBI y otros organismos- plantea un conflicto de intereses sin precedentes. Trump ha destrozado el libro de reglas y ha desafiado a los poderes establecidos.

Pero en el discurso que pronunció tras su victoria tendió una rama de olivo a la mitad de la población que votó contra él. El futuro de EEUU puede que dependa de si fue sincero o no.

– ¡Estúpidos!, es la globalización (El Confidencial – 12/11/16)

Los populismos son hijos de la globalización; el desorden económico ha sembrado de incertidumbre a las clases medias. Y las nuevas élites lo han aprovechado electoralmente

(Por Carlos Sánchez)

Existen populismos de derechas y de izquierdas, pero en algo coinciden: la globalización está detrás del progresivo empobrecimiento de las clases medias de los países ricos. Es decir, de buena parte de su electorado.

La receta que se propone es similar. Las naciones deben recuperar parte de su soberanía perdida en aras de enfrentarse a dos de los grandes problemas económicos que el mundo tiene por delante: el impacto de las nuevas tecnologías sobre el empleo (y los salarios) y, en el caso de los países avanzados, la deslocalización industrial, que supone trasladar a países con bajos costes gran parte de la producción.

Ambos fenómenos actúan en paralelo. Y la consecuencia, como parece evidente, es un ensanchamiento de las desigualdades y del malestar social, agravado por la pérdida de credibilidad de los políticos que pertenecen a los partidos tradicionales. Sin duda, porque para millones de familias, su política de prioridades está clara.

El malestar de las clases medias explica el triunfo de Trump. Pero también cambios sociales en la estructura demográfica de EEUU que han modificado el mapa político.

Difícilmente puede preocupar en los hogares el cambio climático, la corrupción intelectual de los nuevos populismos o la demagogia cuando lo urgente es llegar a fin de mes. Davos, el espíritu de la élite empresarial y política que cada año se reúne en la montaña mágica suiza, ha empezado a perder la batalla. Gana lo más prosaico: el empleo y el salario digno.

El Nobel Angust Deaton lleva años recordando que el progreso tecnológico va siempre acompañado de un avance en la desigualdad debido a que inicialmente solo unas minorías -las élites- se benefician del progreso. Algo que puede explicar el creciente divorcio entre el campo y la ciudad, como han demostrado el Brexit o el triunfo de Trump. Entre otras cosas, porque la deslocalización industrial expulsa del mercado laboral no solo a quienes trabajaban en las grandes fábricas. También, a las pequeñas y medianas empresas que conforman el tejido industrial y hasta el alma de un determinado territorio.

De esta manera, el mundo se encuentra atrapado en una paradoja. Es evidente que el comercio mundial favorece el crecimiento económico porque abarata bienes y servicios y permite abrir nuevos mercados, pero, al mismo tiempo, perjudica a amplias capas de la población que se sienten muy vulnerables por la competencia de países que no respetan los derechos humanos, contaminan de forma irresponsable, no soportan los elevados costes del Estado de bienestar o financian a sus empresas en condiciones ventajosas. Sin contar el desprecio de los derechos laborales. China es el paradigma.

Respuesta política

El mundo, en este sentido, parece atrapado por una pinza política que convierte a la globalización en pieza de caza mayor. Hasta el punto de que está detrás del auge de los nacionalismos, que primero son de carácter económico (aumento del proteccionismo) y, posteriormente, derivan en una respuesta política. Algo que puede explicar la ralentización del comercio internacional. Si antes de la crisis el comercio mundial se incrementaba el doble que el producto interior bruto (PIB) del conjunto del planeta, ahora crece prácticamente la mitad: un 1,7% anual, según las estimaciones de la OMC.

No se trata de un fenómeno coyuntural. Entre 1947 y 2001, el PIB real de EEUU creció en una tasa anual media del 3,5%. Sin embargo, desde 2002 hasta hoy, ese promedio ha caído hasta casi la mitad (el 1,9%).

Esta ralentización en el crecimiento es lo que puede explicar, en parte, el malestar en una sociedad acostumbrada a las certidumbres, y que siempre ha tenido garantías de que sus hijos vivirían mejor que sus padres. Bajo crecimiento y menor cohesión social forman un cóctel demasiado explosivo como para pensar que el modelo Davos de crecimiento no iba a tener consecuencias políticas.

El mundo, por decirlo de una manera directa, cada vez tiene menos que repartir por los escasos avances en productividad, lo que unido a la pérdida de credibilidad de los sistemas políticos (corrupción o proliferación de élites extractivas que controlan los grandes medios de comunicación), genera un formidable desafío. Máxime cuando la política de tipos cero de los bancos centrales beneficia, sobre todo, a la industria del dinero. Precisamente, la que llevó al mundo al borde la catástrofe. Y perjudica, paradójicamente, al ahorrador. Ese célebre 1% que posee la misma riqueza que el 99% restante y que se beneficia de la inexistencia de cláusulas sociales o de reciprocidad comercial en las transacciones internacionales. Pero que recibe dinero barato para sus inversiones financieras, lo que explica que Wall Street esté en máximos históricos.

Como han recordado Peter Navarro y Wilbur Ross, que han preparado el músculo intelectual del programa económico de Trump, los flujos de inversión directa desde EEUU hacia China permanecieron bastante estables entre 1999 y 2003, alrededor de 1.600 millones de dólares al año, pero desde 2004 y hasta 2008, antes de la crisis, esa cifra ha saltado hasta los 6.400 millones de dólares al año. Pura deslocalización industrial acompañada de un proceso de desregulación financiera iniciada en tiempos de Clinton (Bill) -fin de la separación entre banca comercial y de inversión- que ha acabado por escapar del control de las élites. En la OMC, de hecho, vale lo mismo el voto de EEUU que el de Albania.

Un reciente estudio de dos profesores californianos, Laura Tyson y Lenni Medonca, ha demostrado que entre 2005 y 2014 el ingreso medio de dos tercios de los hogares en 25 economías desarrolladas se mantuvo estable o descendió en términos reales. Y sólo después de las transferencias públicas -a través de subvenciones, deducciones o bajada de impuestos– los perdedores de la globalización han podido mantener su nivel de vida.

Unos perdedores que, como han admitido economistas poco sospechosos de ir contra la globalización, como José Luis Feito*, se pudieron beneficiar en el pasado de los aumentos del gasto público y de su capacidad para redistribuir la renta mediante la política fiscal. Una especie de compensación por los males que genera la globalización.

Declive industrial

Es decir, que el gasto público ha jugado un papel fundamental para compensar los efectos adversos del desarme arancelario y del posterior declive industrial que se está produciendo en las economías más avanzadas.

Sin embargo, y aquí está la paradoja, muchos gobiernos atacan, precisamente, las fronteras del Estado de bienestar con recortes y políticas de ajuste, lo que supone dejar en la intemperie a millones de trabajadores que se sienten desprotegidos ante la globalización. En España, apenas el 44% de los parados (en relación a la EPA) percibe alguna prestación pública, ya sea de carácter asistencial o contributiva. Los aumentos del gasto público, de hecho, tienen más que ver con el envejecimiento de la población (pensiones o sanidad) que con un verdadero incremento del gasto social.

Este es el caldo de cultivo del que se nutren los populismos. Muchos ciudadanos observan a su alrededor ciudades que antes eran prósperas y hoy son una ruina. En las que crece la delincuencia y el analfabetismo tecnológico.

Los empleos no cualificados son los más vulnerables a la globalización, y de ahí que el voto, para muchos, sea el único instrumento de defensa contra los ataques a su estatus social y económico. La influencia de las redes sociales y de las televisiones, que permiten a los ciudadanos tener más información sobre lo que sucede, hacen el resto.

Hoy, la política ha dejado de ser una cuestión de minorías influyentes (por eso la prensa tradicional está desdibujada) para convertirse en un espectáculo mediático. Donald Trump y Pablo Iglesias surgen, de hecho, desde programas de televisión, y aunque las soluciones que proponen sean distintas, las causas de su aparición son las mismas.

Esta ceguera de muchos políticos ante lo que está pasando explica el triunfo de Trump o, en el futuro, de Le Pen, cuyos votantes no pertenecen al suburbio o al lumpen social. Son honrados padres y madres de familia que pagan impuestos y que observan con incredulidad lo que sucede a su alrededor: trabajo precario, bajos salarios, pérdida de derechos laborales o degradación de las políticas públicas en sanidad, educación o pensiones. Y que sufren las consecuencias de una competencia desigual.

Las clases medias no tienen acceso a muchas prestaciones sociales, por ejemplo guarderías o vivienda pública, porque los beneficiarios –los recursos son limitados– son inmigrantes de muy bajos ingresos. Lo que indudablemente produce tensiones sociales y comportamientos xenófobos.

Gordon Brown, el ex primer ministro británico, lo dijo con lucidez. "Debemos comenzar por reconocer que, en un mundo cada vez más integrado e interdependiente, cada país debe encontrar el equilibrio adecuado entre la autonomía nacional que desea y la cooperación internacional que necesita". Es decir, hay que ordenar la globalización para evitar males mayores.

Las manifestaciones de Seattle en 1999 fueron la primera advertencia de que algo se estaba haciendo mal con un alocado proceso que ha llevado al mundo a que un personaje como Trump vaya a dirigir la primera economía del planeta. No es su éxito, es nuestro fracaso.

*(La globalización y sus enemigos, "Actualidad Económica", noviembre, 2016)

"El "independiente", el "no político metido
a política", el "outsider recién llegado". Son
muchos los calificativos con que se trata de definir a Donald Trump, el presidente
electo de Estados Unidos. "Populista" se convirtió casi en
un epíteto"…
¿Por qué el populismo está
en auge en Estados Unidos y Europa? (BBCMundo – 14/11/16)

El triunfo electoral del magnate fue visto como la gran victoria del populismo. Y desde la misma noche electoral, su victoria fue saludada como un modelo por otros movimientos adscritos a esta estrategia política, que ven en el sismo político causado por Trump el primero de muchas réplicas. Especialmente en Europa.

"Lo que pasó esta noche no es el fin del mundo. Es el fin de un mundo", señaló Marine le Pen, presidenta del partido de ultraderecha francés Frente Nacional. "Hoy Estados Unidos. Mañana, Francia", apostilló su padre, Jean Marie Le Pen, anterior líder del partido.

El éxito electoral de Trump, señalan los expertos, es la expresión en Estados Unidos de una serie de movimientos populistas que en Europa vienen de lejos y que se fueron fortaleciendo en los últimos años.

La campaña a favor del Brexit, que obtuvo un 51,9% de los apoyos en el referendo celebrado en Reino Unido el pasado junio es quizá el antecedente más inmediato. Pero no fue el único.

En Francia -donde se celebran elecciones presidenciales en mayo de 2017- el Frente Nacional obtuvo más del 27% de los votos en los comicios regionales de 2015 y se convirtió en la primera fuerza electoral en la primera vuelta.

También en Holanda, las encuestas sitúan al Partido para la Libertad en segunda posición de cara a las elecciones generales de 2017.

Y en Austria, el 3 de diciembre, Norbert Hofer, candidato del ultraderechista Partido de la Libertad se juega la presidencia del país en la repetición de las elecciones de mayo, que fueron anuladas por irregularidades en el recuento.

Si vence, Hofer se convertirá en el primer jefe de Estado ultraderechista en Europa desde la II Guerra Mundial.

"La Unión Europea quiere independizarse de Estados Unidos -de cuyo paraguas de seguridad depende desde el final de la Segunda Guerra Mundial– tras la elección como presidente del populista Donald Trump, cuyas políticas, al menos las que defendió durante la campaña, contradicen la posición de Bruselas en cuestiones como el cambio climático, el comercio o la defensa. Esta ha sido la principal conclusión de la reunión extraordinaria de ministros de Asuntos Exteriores de los 28 celebrada este domingo en Bruselas, que se convocó con carácter urgente nada más conocerse la victoria sorpresa del candidato republicano"… La UE busca independizarse de EEUU tras la victoria de Trump (El Español14/11/16)

El encuentro, que había sido bautizado como "cena del pánico" por algunos diplomáticos, ha sido boicoteado por el jefe de la diplomacia británica, Boris Johnson. "Se ha producido un acto democrático, hay un periodo de transición y trabajaremos con la administración actual y la futura para garantizar los mejores resultados para Gran Bretaña", ha alegado su portavoz. "Es normal que un país que ha decidido salir de la UE no esté interesado en el futuro de nuestras relaciones con EEUU", ha dicho sobre su ausencia la Alta Representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini.

Tampoco ha asistido a la reunión el ministro húngaro, cuyo Gobierno ha apoyado a Trump desde el principio. Por su parte, el francés Jean-Marc Ayrault ha alegado motivos de agenda para justificar su ausencia, ya que este lunes a primera hora recibía en París al futuro secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

El nuevo ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, ha asegurado que "no existe una crisis" con Estados Unidos tras la victoria del magnate inmobiliario. "Hay preocupación por que las cosas que dijo en la campaña puedan convertirse en acciones de Gobierno. Pero al mismo tiempo hay satisfacción porque las manifestaciones que ha hecho después de ganar las elecciones muestran que es un hombre que está dispuesto a adaptarse y a interactuar con el mundo alrededor", ha dicho Dastis.

Los jefes de la diplomacia de los 28 han acordado entablar contactos de manera inmediata con el equipo de transición de Trump y hacer todo lo posible por preservar la relación transatlántica. "La UE y EEUU son socios y continuarán siéndolo por lo que a nosotros se refiere", ha proclamado Mogherini. "La relación transatlántica está por encima de los colores políticos", ha coincidido Dastis.

Al mismo tiempo, los países de la UE pretenden fortalecer su unidad interna y buscar una voz más potente en la escena internacional. "Hay consenso en la necesidad de reforzar las políticas y las actuaciones europeas de forma independiente, basándonos en nuestras posiciones", ha insistido la jefa de la diplomacia europea. Y ha citado en concreto la aplicación del acuerdo de París para luchar contra el cambio climático, del que Trump se quiere desvincular, o el pacto nuclear con Irán, que también ha sido criticado por el futuro inquilino de la Casa Blanca.

"Es necesario que los europeos refuercen su cooperación en defensa y seguridad independientemente de los cambios en la administración de EEUU", ha resaltado Mogherini. Durante la campaña, el candidato republicano puso en duda que vaya a acudir en defensa de los países de la OTAN en caso de un ataque, por ejemplo de Rusia. La defensa europea "puede ser más relevante en el futuro" si se confirma esta postura de Trump, ha dicho la Alta Representante.

"Hay temas importantes en los que debemos asumir una posición más fuerte en la escena internacional", ha coincidido el ministro de Exteriores belga, Didier Reynders. Pero este mayor protagonismo en el mundo está en riesgo por las múltiples crisis internas que vive la UE, según admitía el jefe de la diplomacia italiana, Paolo Gentiloni.

"No creo que Europa deba preocuparse de Donald Trump. Es el presidente electo de EEUU con el que la UE y los países miembros deberán colaborar ya que es nuestro principal aliado", ha dicho Gentiloni. Europa debe "concentrarse en resolver sus problemas de crecimiento económico, migración o seguridad", ha subrayado.

– Europa ensimismada (Vozpópuli – 17/11/16)

Si Estados Unidos ya no es la tierra de las oportunidades, Europa dejó de ser aquello que era, lugar de libertad y dignidad.

(Por Juan Laborda)

Europa ensimismada, mirándose al ombligo. "Lo que ha pasado en Estados Unidos aquí no puede pasar", braman algunos. ¡Miopes! Claro que está pasando. Tanto en Estados Unidos como en Europa las democracias han sido secuestradas por la superclase, una mezcla de poder corporativo y clase político-funcionarial que todo lo abarca. El poder corporativo se transforma en una coparticipación globalizadora con el Estado. El Estado se orienta cada vez más hacia el mercado. Ambos están interrelacionados, conchabados. Y faltaba la guinda, unos medios de comunicación cada vez más concentrados y aduladores del poder. No solo eso, todo aquello que amenace a ese poder debe ser aplastado, humillado. Me entienden, ¿verdad?

Los síntomas son comunes a ambos lados del Atlántico. El hartazgo de la gente. Las medias verdades, cuando no directamente mentiras. Grupos económicos que medran, al margen y contra la ciudadanía, tanto en Washington, Bruselas como en cada una de las distintas capitales europeas. Grupúsculos que se apropian de las rentas de todos -rentas del suelo, burbujas,….-. Lobbies que se lanzan como aves de rapiña sobre servicios y derechos públicos, o se apropian de monopolios naturales -¿han visto la última factura de la luz?-. Políticos -conservadores, liberales y socialdemócratas- que de manera permanente acuerdan ventajas fiscales para los de arriba; miran a otro lado cuando se habla de paraísos fiscales; devalúan el salario; y, como colofón, bajo la tenue luz de una vela en algún lugar oscuro, apoyan tratados de libre comercio engañando a la ciudadanía -clausula ratchet, tribunales especiales,…-. Medios de comunicación donde, previo pago generoso de alguna institución, solo se oyen ciertas voces. Académicos que dan coartadas a políticas injustas e ineficientes -austeridad y devaluación salarial-. Todo por la pasta-. Los "Juegos del Hambre" en estado puro.

Un botón de muestra

La forma de actuar siempre es la misma. Veamos, como ejemplo, la defensa que las élites extractivas hacen del Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión, más conocido por su acrónimo en inglés TTIP. Envían a tertulias y demás manifestaciones de arte circense a políticos y economistas que repiten una y otra vez el mantra y las coletillas de siempre. ¿Quién se va a oponer a las ventajas y a la prosperidad que supone para España y Europa el TTIP y el libre comercio? Pamplinas. ¡Se trata de acuerdos súper secretos de los cuales no sabemos nada! Nos ocultan todo.

Pero no solo es que nos oculten lo que pactan. Además parten de mitos falsos sobre el libre comercio. Los estudios del economista coreano Ha-Joon Chang, posiblemente el mayor experto mundial en Economía del Desarrollo, echan por tierra todos y cada uno de esos mitos. Chang es un economista crítico de las visiones neoliberales dominantes en décadas recientes. Responsabiliza a economistas y a hacedores de política económica de la última crisis financiera global. Sugiere que la forma como se ha entendido la economía recientemente -desregulación, privatización– ha ralentizado la economía mundial, aumentando la inequidad y hecho más propensas las crisis financieras. Y de eso va el TTIP, de desregulación y privatizaciones. Su invitación es a rechazar el consenso de Washington y reformar las reglas del comercio mundial para prevenir futuras crisis globales, regulando las finanzas nacionales e internacionales. Chang recomienda la promoción de soluciones heterodoxas como el uso extensivo de política industrial selectiva, combinación de proteccionismo con subvenciones a la exportación, regulaciones duras a la inversión extranjera directa, el uso activo de empresas de propiedad estatal y la protección laxa de patentes y derechos de propiedad intelectual, entre otras.

Estimados políticos, digan la verdad o al menos estudien algo en su vida. El TPPI socava garantías constitucionales y la soberanía nacional. Se pretende, en realidad, eliminar los impedimentos comerciales no tarifarios, es decir, que los estándares de producto, las obligaciones relativas a la protección del clima y todas las demás limitaciones comerciales, excepto los aranceles, den mayor facilidad a la compraventa de mercancías y servicios entre la Unión Europea y los Estados Unidos. Se ansía eliminar todas las garantías que en Europa se han conseguido de protección del consumidor y del medio ambiente. Y para rematar, la cláusula trinquete (ratchet), un mecanismo por el que no se podrán revocar determinadas liberalizaciones de servicios ya firmadas o se recortarán ámbitos esenciales del derecho de autonomía de los municipios como la posibilidad de remunicipalizar los servicios públicos anteriormente privatizados. Tremendo, ¿verdad?

Entonces, ¿quién se beneficia realmente del libre comercio? Sólo aquellas empresas multinacionales establecidas libremente a lo largo del planeta para buscar y escrutar los talleres de explotación más crueles y la mano de obra más barata. El libre comercio, tal como le entienden, es una carrera global que arrastra al factor trabajo al fango, a la cuasi-esclavitud.

Déjenme finalizar con ciertos tópicos sobre Europa. Si Estados Unidos ya no es la tierra de las oportunidades, Europa dejó de ser aquello que era, lugar de libertad y dignidad. ¿No les parece cínico que después de promocionar una guerra en Siria para tocar las narices a los rusos, se creen campos donde encerrar a los refugiados que huyen de esa guerra? ¿O no les parece cínico que esos mismos políticos se lleven las manos a la cabeza por ciertos muros cuando aquí se ha hecho lo mismo o peor? ¿O no les parece cínico hablar de derechos de los inmigrantes cuando aquí se realizan "expulsiones en caliente"? Lo dicho, Europa ensimismada.

"La canciller alemana, Angela Merkel, ha reconocido este jueves que el acuerdo de libre comercio (TTIP por sus siglas en inglés) entre Estados Unidos y la Unión Europea no se podrá firmar después de la elección de Donald Trump como presidente del país norteamericano, quien se ha mostrado en contra de este tratado y ha sugerido una política comercial proteccionista durante la campaña electoral"… Merkel admite que no habrá un acuerdo de libre comercio entre la UE y EEUU (RTVE.es – 17/11/16)

"Aún estoy muy involucrada en la conclusión del tratado, hemos hecho grandes progresos en las negociaciones, pero ahora no podemos llegar a la conclusión (del mismo)" ha asegurado Merkel en una rueda de prensa conjunta con el presidente de EEUU, Barack Obama, en la que ha deseado que se pueda volver algún día al tratado.

El semanario Wirtschaftwoche adelantó extractos de un artículo que Obama y Merkel firmaron y en el que defendían la importancia del TTIP. A su juicio, está fuera de toda duda que del tratado se beneficiarían tanto los empresarios como los trabajadores, los consumidores y los agricultores alemanes y estadounidenses. "Somos más fuertes cuando trabajamos juntos", manifestaban.

Lo cierto es que antes de que Merkel diera por imposible el TTIP, el acuerdo de libre comercio ya estaba herido de muerte tras haber levantado numerosas protestas dentro de la propia UE. De hecho, los ministros de Comercio de la Unión Europea asumían hace una semana que el tratado pasaría "un tiempo en el congelador" después de la victoria de Trump.

A finales de septiembre la Unión Europea ya había renunciado a llegar a un acuerdo sobre el tratado antes del final del mandato de Obama. Lo hizo después de que Francia subrayara que la negociación había fracasado y pidiera el fin de la misma. Incluso el vicecanciller alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, había dado ya por fracasado de facto el TTIP

"La canciller alemana se ha comprometido a aumentar el gasto en Defensa, a mantener buenas relaciones con Rusia y ha anunciado la muerte prematura del acuerdo transatlántico de libre comercio"… Merkel anuncia más gasto en la OTAN y la suspensión del TTIP (Gaceta.es – 17/11/16)

La canciller de Alemania, Angela Merkel, ha asegurado en rueda de prensa que no habrá acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos. La mandataria ha confirmado este punto tras reunirse en Berlín con el presidente norteamericano, Barack Obama.

Ya en agosto (2016), el vicecanciller y ministro de Economía de Alemania, Sigmar Gabriel, aseguró que las negociaciones para sobre el tratado de libre comercio (TTIP, por sus siglas en inglés) entre la UE y EEUU "habían fracasado".

Asimismo, Merkel ha añadido que a Alemania le interesa tener relaciones de buena vecindad con Rusia, aunque ha subrayado que ambos países seguirán discutiendo sobre los asuntos en los que tienen discrepancias serias, informa RIA Novosti. "Rusia es nuestro vecino y, por supuesto, estamos interesados en mantener buenas relaciones", ha declarado la mandataria.

Además, la canciller de Alemania se ha comprometido ante el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, a aumentar el gasto en defensa y ha afirmado que su Gobierno había "entendido" los mensajes de Washington en esa dirección. Una de las grandes bazas de la campaña electoral de Donald Trump fue precisamente pedir a los socios de la OTAN que asumiesen más gasto, ya que el mayor porcentaje recae sobre las arcas norteamericanas.

"Alemania ha entendido ese mensaje y ha empezado a reaccionar", ha asegurado la canciller, tras su reunión con Obama, para destacar a continuación que ese era el compromiso compartido por Alemania y restantes países europeos.

Obama, por su parte, ha recordado como la OTAN había sido un pilar de la seguridad transatlántica durante siete décadas. "La cooperación con nuestros socios europeos en la OTAN ha sido un pilar de nuestra seguridad durante siete décadas", ha dicho Obama.

Ambos han subrayado que esa cooperación está dictada en parte por intereses pero también y ante todo por valores comunes entre los que se destaca la defensa de la democracia.

– Merkel asume el liderazgo de Occidente (Expansión – FT- 18/11/16)

(Por Philip Stephens – Financial Times)

Alemania sigue considerándose el guardián del orden internacional.

Angela Merkel es la última líder europea que resiste. La canciller alemana pronto anunciará su intención de ir a por el cuarto mandato en las elecciones del año que viene. No hace tanto parecía que había perdido posiciones por la crisis de los inmigrantes, coincidiendo con el auge del Partido populista Alternativa para Alemania.

Ahora, con la tormenta Trump atravesando el Atlántico, da la impresión de que Alemania y Europa no se pueden concebir sin ella. La reacción cuidadosamente condicional de Merkel a la victoria de Donald Trump expresó lo que piensan la mayoría de los líderes europeos pero que temen verbalizar. "A Alemania y a EEUU les unen valores como la democracia, la libertad y el respeto por el estado de derecho y la dignidad del ser humano, con independencia de su origen, color de su piel, género, orientación sexual o política", declaró la canciller. "Sobre la base de esos valores, Berlín trabajará con la nueva Administración", añadió.

Da la impresión de que Alemania sigue considerándose el guardián del orden internacional de posguerra, tan rechazado por Trump.

Merkel, nacida en la Alemania Comunista, sabe muy bien lo que significa libertad. La canciller no rendirá pleitesía a un presidente cuya agenda esté escrita por supremacistas blancos. Fue Boris Johnson, el controvertido ministro de Asuntos Exteriores británico, el que mostró la otra cara de la moneda, asegurando que Trump representa una oportunidad. El presidente electo ha prometido disolver la alianza de seguridad transatlántica, llegar a un acuerdo con Rusia y echar por tierra el sistema de comercio global. Aun así, Johnson sigue diciendo que todo va bien: Trump podría llegar a un acuerdo comercial post Brexit con Reino Unido.

El presidente electo asegura que ya ha tenido suficiente "globalización" y que la sustituirá por "americanismo". Justo en el momento en el que Reino Unido se ha autoexcluido de Europa.

A nadie sorprende que Barack Obama eligiera Berlín para su última reunión con los líderes europeos. Merkel, según el presidente de EEUU, ha sido su "aliada internacional más cercana" François Hollande, Matteo Renzi y Theresa May también se han despedido del presidente saliente. Públicamente Obama ha intentado enviar un mensaje de calma. Su sucesor no abandonará la Alianza Atlántica, las realidades geopolíticas se impondrán y EEUU no renunciará a su liderazgo.

No obstante, el rechazo que ha mostrado Trump por la OTAN y su admiración por Putin vienen de antes de la campaña electoral. Merkel se siente cómoda hablando de los valores que sostienen nuestra civilización. Trump firma acuerdos.

Las potenciales colisiones transatlánticas hablan por sí solas. La UE se prepara para renovar las sanciones impuestas a Putin por la anexión a Rusia de Crimea y la invasión del Este de Ucrania. Algunos miembros de la UE han mostrado su disconformidad con los costes comerciales de las sanciones. El autoritario primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, prefiere rendir homenaje a Putin. Pero Merkel se ha encargado de que los 28 países miembros se unan en torno a una posición común. Proceder de otra forma sería como reconocer que, una vez más, las fronteras de Europa se pueden cambiar por la fuerza.

Un acuerdo entre Trump y Putin para aceptar el revanchismo de Moscú invalidaría de inmediato el acuerdo de seguridad que ha prevalecido desde 1945 y apuntaría a un futuro en el que Europa vuelve a dividirse entre distintas esferas de poder. Putin seguramente no quiera tomar el control de los países Bálticos, Georgia o Bielorrusia. Pero quiere asegurarse que sus vecinos rusos actúan sólo con su permiso. Dicho lo cual, cabe preguntarse dónde queda a largo plazo Polonia, un país que, bajo su actual liderazgo reaccionario, quiere que sean sus socios occidentales los que garanticen su seguridad.

Trump no conseguirá todo lo que se proponga. El presidente electo ha prometido acabar con el acuerdo de Naciones Unidas que limita el programa nuclear de Irán, lo que daría alas a Teherán para reanudar sus planes nucleares. El compromiso de no proliferación nuclear es muy importante para Europa. Trump ha llegado a afirmar literalmente que no se inmutaría si Japón o Corea del Sur deciden fabricar sus propias bombas.

Europa está en modo de espera. ¿Cuántas promesas hechas en la campaña hará realidad Trump cuando llegue al poder? Parece que el resultado será entre malo y muy malo. Los europeos han luchado mucho para mantener sus valores frente al autoritarismo y el populismo. El peligro llega ahora del otro lado del Atlántico. Le corresponde a Merkel ser la portavoz de lo que durante las últimas siete décadas hemos conocido como Occidente.

– Francia debate su modelo de participación en las empresas (Expansión – 18/11/16)

(Por Michael Stothard – Financial Times)

El Estado posee capital propio en 81 compañías francesas, desde Alstom a Orange, con un valor aproximado de 90.000 millones de euros y que generan 1,7 millones de puestos de trabajo.

El mes pasado, en un intento desesperado por salvar una instalación del grupo Alstom, el Gobierno francés se gastó cerca de 500 millones de euros en trenes de alta velocidad que el país no necesita. Estos trenes de última generación, que recorren 320 km/h, se emplearan en vías regionales en las que la velocidad máxima es de 200 km/h.

A pocos meses de las elecciones presidenciales, en las que se prevé la derrota del Partido Socialista, algunos en Francia se toman este acuerdo con humor. El chiste que se contaba en las salas de junta de París era que, si la industria de Defensa pasaba por un mal momento, el Estado podría simplemente utilizar los aviones de combate Rafale de Dassault Aviaton como autobuses. Otros sugirieron que el agua potable se cambiase por leche para ayudar a Danone.

"Me reí", declara un banquero. "¿Qué puedes esperar antes de unas elecciones?".

Otros no le encuentran la gracia, alegando que es el último ejemplo de la caótica, politizada y, últimamente, imprudente intervención del Gobierno en el mundo empresarial.

El Estado posee capital propio en 81 compañías francesas, desde Alstom a Orange o EDF, con un valor estimado de 90.000 millones de euros y con 1,7 millones de puestos de trabajo. Maneja con mano firme a otras cien empresas más, dispuesto y preparado a defender sus intereses.

François Fillon, que se presenta candidato a las primarias del partido de centroderecha Los Republicanos, opina que la adquisición de los trenes fue "ridícula" y "estúpida". El periódico de centroderecha Le Figaro la tachó de "nauseabunda" y "desastrosa desde cualquier punto de vista"; L"Humanité la describió como "una tirita a corto plazo" y el periódico católico La Croix comentó que "muestra las carencias" de la política industrial.

La indignación ha fomentado las críticas al papel del Gobierno en las empresas francesas, que surgieron a raíz de que este año estuviese a punto de caer en bancarrota Areva, la multinacional del Estado que se dedica a la energía nuclear, y de otras controvertidas intervenciones en grupos entre los que se incluyen SNCF, la empresa ferroviaria, o Renault.

"El modelo de intervención francés está lleno de deudas, necesita una reforma", afirma Jean Peyrelevade, director del banco estatal Crédit Lyonnais. En los 90, cuando Europa se sometía a grandes privatizaciones, Francia mantuvo su compromiso con las compañías que poseía y usó su poder para inmiscuirse en los asuntos empresariales día tras día. Pero, desde hace tiempo, se ha discutido hasta qué punto puede entrometerse.

Ahora que las encuestas sugieren que el país está a punto de cambiar hacia el centroderecha y que las empresas estatales y las crecientes restricciones presupuestarias están fracasando, se consolida la petición de una reforma.

Los detractores de la política del Gobierno opinan que el dinero que se perciba de estas participaciones podría emplearse para liquidar la deuda nacional de 2.000 millones de euros o para invertir en los colegios o en las fuerzas policiales.

Todos los candidatos que compiten en las primarias de Los Republicanos exigen una menor intervención empresarial del Estado. "En los últimos años ha quedado retratada la política de la participación estatal. Opino que el Estado no sabe ser un buen accionista", escribió Alain Juppé, alcalde de Burdeos y candidato a las primarias de Los Republicanos, en su manifiesto Pour un État Fort.

Fillon declaró: "Quiero que el Estado se aparte lo máximo posible de las compañías en los sectores competitivos. Estoy a favor de la competencia".

Un asunto amoroso

El amor de Francia por la intervención del Estado se remonta al siglo XVII. Durante los siguientes 400 años ha contribuido a crear algunas compañías con liderazgo global. Saint Gobain, fundada por Colbert, es hoy el mayor distribuidor europeo de cristal y materiales de construcción.

En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, este modelo de dirigismo tuvo especial éxito, igual que la economía francesa. El gobierno creó campeones industriales en nuevos y fascinantes sectores. SNCF construyó las líneas del tren de alta velocidad. Air France fue de las pioneras en volar el Concorde. EDF construyó una red de 58 reactores nucleares.

Pero a finales del siglo XX y principios del XXI, algo cambió. A pesar de las iniciativas a favor de la empresa de los últimos tres años, el crecimiento en Francia va a la zaga del Reino Unido y Alemania, mientras que el desempleo supera el 10%.

Los problemas con la política de intervencionismo industrial son cada vez más patentes, con lo que inversores, políticos e incluso la oficina independiente de auditoría piden un giro radical.

Las últimas críticas provienen del rescate de Areva. La compañía nuclear, propiedad del Gobierno en un 87%, ha recibido 5.000 millones de euros del Estado tras desplomarse bajo el peso de la deuda. La crisis nuclear que siguió al desastre de Fukushima en 2011; el proyecto para construir un reactor nuclear en Finlandia, que lleva una década de retraso y excede en más de 5.000 millones de euros el presupuesto; o las pérdidas que siguieron a la adquisición de la compañía canadiense Uramin en 2007 contribuyeron al desastre.

El valor de EDF, cuyo 85% pertenece al Gobierno francés, ha caído de 150.000 millones de euros en 2007 a 20.000 millones de euros hoy.

Otros grupos con participación estatal, como Air France-KLM, Engie, La Poste y SNCF, también han tenido problemas. El valor de la participación estatal en grupos cotizados ha caído en un quinto solo en el último año, hasta 57.000 millones de euros.

El caso Renault

El Estado también ha sido acusado de mangonear sin entender las consecuencias. En 2014, Renault vio cómo el Gobierno aumentaba su participación de un 15% a casi un 20% antes de una votación clave en la junta general anual.

El movimiento le permitió obligar a aceptar una ley que duplicaba sus derechos de voto. Carlos Ghosn, consejero delegado del fabricante de coches, se mostró indignado. El hecho afectó al frágil equilibrio de la estructura de propiedad cruzada que tiene con Nissan.

La acusación de cortoplacismo se produce una y otra vez. El Tribunal de Cuentas criticó el año pasado la estrategia de inversión del Estado afirmando que en algunos casos -La Poste, Engie, EDF, SNCF- la demanda del gobierno de obtener altos dividendos ha ido en detrimento de las empresas.

"El Estado no es un accionista normal", dice François Soulmagnon, director general de Afep, un lobby que representa a más de cien de las grandes compañías francesas. "Lo que hace no es por el bien de las empresas, sino por otras razones".

Martin Vial, director de la APE, el órgano que gestiona las inversiones estatales, afirmó recientemente en Le Monde que las críticas son injustas, ya que la gente no reconoce los éxitos. Entre estos, Peugeot, que el Estado rescató en 2014. Sus acciones han subido desde entonces un 70%. También ha ayudado a los grupos de servicios petrolíferos CGG y Technip ante la caída de los precios del petróleo.

"El Estado tiene un papel ofensivo y defensivo que jugar como promotor de las políticas industriales, como regulador y como accionista", afirmaba el año pasado en FT el exministro de Industria.

El dirigismo

Es improbable que el dirigismo muera por completo tras las elecciones de primavera, dice Mark Thatcher, economista de la London School of Economics. Las privatizaciones de la década de los 90, afirma, no acabaron con la interferencia estatal. "El Estado francés siempre jugará un papel en la Francia corporativa", añade.

Pero la creciente lista de fracasos y críticas ha contribuido a un cambio en el ánimo político. Juppé afirma que si es elegido venderá la mayor parte de las acciones que el Estado posee en las empresas francesas, con la excepción de los sectores de energía y defensa, donde solo "reducirá" la participación.

Incluso la izquierda está cambiando de actitud. Pierre-René Lemas, jefe de personal de François Hollande antes de ser nombrado en 2014 director de la Caisse des Dépôts, dice que "no tiene sentido" que el Estado mantenga muchas de sus participaciones en grandes compañías.

Una de las principales razones por las que mantiene su participación en docenas de grandes empresas es para protegerlas de opa extranjeras. Muchas firmas son hoy vulnerables.

– La UE cambiará la austeridad por los estímulos tras la victoria de Trump (Expansión – 19/11/16)

(Por José Luis Bajo Benayas)

"La sorpresiva llegada de Donald Trump a la Casa Blanca trastocará los planes económicos de medio mundo. Después de años de austeridad, la Unión Europea se prepara para consumar un claro viraje al terreno de las políticas expansivas con un doble objetivo: contrarrestar los potenciales efectos negativos sobre el PIB del más que posible retorno de EEUU al proteccionismo; y combatir, con inversión y si es posible rebajas de impuestos, el avance del populismo, que se ha erigido en voz de una clase media golpeada por la crisis y que está decidida a votar a políticos que se declaren antisistema. En este sentido, Bruselas animó a los socios comunitarios a aprobar medidas de estímulo del PIB europeo por valor de 50.000 millones de euros"… La UE cambiará la austeridad por los estímulos tras la victoria de Trump (Expansión – 19/11/16)

Una de las primeras medidas anunciadas por Trump, en campaña y tras alzarse con la victoria el 8 de noviembre (2016), ha sido la de que estimulará la economía doméstica norteamericana con una inyección de medio billón de dólares para invertir en el campo de las infraestructuras. Un gesto más propio de un gobernante socialista que de quien fue tildado de ultraderechista por los medios y numerosos líderes mundiales, pero que impactará de lleno en el PIB de EEUU.

Ese impulso vendrá acompañado de una clara apuesta por el made in América, lo que mejorará la posición de las empresas de aquel país, pero impactará de forma notable en las exportaciones del resto del mundo, especialmente de sus socios comerciales. Y he aquí el problema: entre los principales se encuentran Reino Unido, aún en la UE, Francia, Italia y España.

No es de extrañar, por tanto, que el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Victor Constancio, advirtiera de que la recuperación en Europa sigue siendo débil -el crecimiento no llegará al 2 por ciento ni este año (2016) ni los dos próximos- y puede sufrir un deterioro adicional en caso de "incertidumbres" como la de la política que vaya a llevar a cabo Trump y su posible impacto en los mercados emergentes.

"Será necesario aplicar medidas de estímulo y reformas encaminadas a mejorar la competitividad en el seno de la eurozona", advirtió Constancio, en una clara advertencia a la Comisión Europea y a los países más defensores de las políticas de austeridad -Alemania, Austria, Finlandia y Holanda, entre otros-. No es un mensaje nuevo de manos del BCE, que lleva más de un año advirtiendo sobre la necesidad de estimular la renqueante economía europea y de subir salarios para favorecer el consumo y, en último término, elevar una inflación en estado comatoso.

Detrás del viraje de las instituciones europeas no solo existen motivos económicos, sino también políticos. Trump ha ganado las elecciones de EEUU apelando a la clase media, la más perjudicada por los efectos de la crisis económica y que ha dejado de confiar, como también puso de manifiesto el Brexit del pasado 23 de junio (2016), en los mensajes de la clase política dirigente de las últimas décadas.

En el seno de la UE y entre los líderes de las grandes economías del continente existe una gran preocupación por el hecho de que haya prendido la mecha antisistema, mucho más después de la victoria de Trump. Ni la respuesta más socialdemócrata a la crisis, llevada a cabo por Obama; ni la más ortodoxa, practicada a este lado del Océano Atlántico, han funcionado. UKIP en Inglaterra, el Frente Nacional en Francia, la AFD en Alemania; el Movimiento 5 Estrellas en Italia, Sryza en Grecia y Podemos en España han experimentado un auge en el que pocos creían hace solo un par de años. Hoy, de hecho, los gobiernos de tinte populista se han hecho con el poder en Grecia y Hungría, donde gobierna el ultranacionalista Fidesz de Víktor Orbán, y ostentan el poder en regiones y ciudades hasta ahora gobernadas por la izquierda y la derecha más tradicionales.

El problema es que el fenómeno parece ir a más justo cuando el calendario se pone más peligroso. Este diciembre (2016) el primer ministro italiano, Matteo Renzi, se juega su supervivencia política a través del referéndum de reforma constitucional en el que el no, que defienden los partidos más radicales, tiene tantas opciones de victoria como el sí. Y es el mes en el que la ultraderecha puede hacerse con el poder en las elecciones de Austria aprovechando la coyuntura de la crisis abierta por la ola de refugiados.

El año 2017, Francia, con Marine Le Pen encabezando los sondeos, celebra elecciones. Y hasta la canciller alemana, Angela Merkel, podría terminar perdiendo el poder ante el ascenso de la AFD y de los partidos más a la izquierda.

Antes de consumar un viraje tan radical, las autoridades europeas están dispuestas a intentar ganarse de nuevo el apoyo de la clase media, en un momento en el que la tasa de paro de la UE sigue bordeando el 10 por ciento y el crecimiento apenas rebasa el 1,5 por ciento; pero en el que el déficit, inferior al 3 por ciento, y la deuda pública, menor al 90 por ciento, parecen haber sido contenidos.

El miedo a ese tsunami populista en las elecciones del año 2017 en Francia, Alemania y también Holanda ha conducido a que la Comisión Europea proclame el fin de la austeridad. Y, para probarlo, está dispuesta a respaldar el impulso fiscal que cada vez más voces le recomiendan a Europa.

Bruselas propuso por primera vez una orientación fiscal expansiva del 0,5 por ciento del PIB en 2017 para el conjunto de la eurozona (unos 50.000 millones de euros). Sin embargo, lo cierto es que el impulso será significativamente menor, dado que la institución que preside el luxemburgués Jean Claude Juncker -"no soy un fanático de la austeridad", llegó a espetar ante la prensa- ya espera que la zona euro se mantenga en una posición fiscal positiva de alrededor del 0,2 por ciento el próximo año, sin necesidad de adoptar ninguna decisión más.

Este tímido paso tiene por ahora más de simbólico que de otra cosa, ya que el renacimiento de la política fiscal expansiva está por ahora limitado por la necesidad de no incrementar la deuda; la falta de un colchón europeo para dar este estímulo adicional; y la oposición de Alemania, la única con el espacio fiscal necesario como para liderar ese cambio.

En este sentido, sin embargo, incluso los más férreos de la ortodoxia presupuestaria pueden encontrarse graves problemas en el camino a la hora de defender su postura. El vicecanciller alemán, el social- demócrata Sigmar Gabriel, ya ha pedido públicamente "el fin de la austeridad en Europa cuanto antes", en una clara advertencia a su jefa de Gobierno, una Angela Merkel cada día más presionada a izquierda y derecha. No es baladí, de hecho, el escrupuloso silencio que Merkel y su todopoderoso ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, guardan ante la actuación del director del BCE, Mario Draghi, quien ayer mismo anunció una prórroga del programa de compras del supervisor europeo.

Al margen del auge populista y de la llegada de Trump al poder, lo cierto es que la subida de la inflación, que el año 2017 "podría superar coyunturalmente el 2 por ciento en España y en otros países de Europa", según el Instituto de Estudios Económicos (IEE), adelanta un cambio de ciclo que tendrá que traducirse en un cambio en las políticas económicas.

La Reserva Federal parece dispuesta a subir tipos de interés, y algunos expertos advierten de que si las medidas de Trump elevan el PIB -en este sentido algunos como Raymond Torres, de Funcas, se muestran incrédulos respecto a que "se vaya a doblar el crecimiento"- el organismo dirigido por Yanet Yellen puede acelerar el ritmo de esos incrementos.

El efecto contagio sobre otros bancos centrales será cuestión de tiempo, y al progresivo fin de los estímulos de mano de los reguladores tendrá que sucederle una actuación más firme por parte del Estado, al estilo de la anunciada por el magnate republicano en EEUU.

"El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que retirará a su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés)"… Donald Trump anuncia que retirará a Estados Unidos del TPP y otras 5 medidas para los primeros 100 días de gobierno (BBCMundo – 22/11/16)

En un video difundido en internet detalla sus planes para sus primeros cien días en la Casa Blanca, entre los que figura también investigar "todos los abusos de programas de visas" que afectan negativamente a los trabajadores estadounidenses.

"(El TPP) un desastre potencial para nuestro país", dijo Trump en un video difundido en internet detalla sus planes para sus primeros cien días en la Casa Blanca. "En cambio, negociaremos acuerdos comerciales bilaterales que generen empleos e industria en EEUU otra vez", agregó.

El TPP fue firmado en febrero de este año por 12 países que, juntos, representan el 40% de la economía mundial, pero todavía tiene que ser ratificado. La salida del acuerdo, que se considera como una de las partes más importantes de la política comercial de la presidencia de Barack Obama, fue una de las promesas de campaña de Trump.

El primer ministro japonés, Shinzo Abe, fue uno de los primeros en reaccionar al anuncio de Trump y dijo que sin Estados Unidos, el acuerdo no tiene sentido.

Para entrar en vigor, el acuerdo tiene que haber sido ratificado en febrero de 2018 por al menos seis países que, en su conjunto, representen el 85% de la producción económica del grupo.

– Donald Trump saldría perdiendo si rompiera con Europa (Expansión – FT – 24/11/16)

(Por Philip Stephens – Financial Times)

El papel del Viejo Continente durante las últimas décadas ha consistido en ofrecer a EEUU un sello de legitimidad internacional para la búsqueda de sus intereses nacionales.

La recuperación ha sido rápida. Donald Trump es justo la sacudida que necesitaba Europa. Los europeos han estado demasiado tiempo mimados por EEUU y deberían acoger con satisfacción la advertencia del presidente electo de que vayan por su cuenta. Aturdidas por el resultado de las elecciones estadounidenses, las autoridades europeas han intentado encontrar desesperadamente los aspectos positivos de la elección de Trump.

No hay ninguno. Sean cuales sea las deficiencias de Europa como socio de EEUU, y son muchas, las ideas de Trump implican que el mundo, incluyendo Europa, será un lugar más inestable y más peligroso. El hecho de que esta perspectiva pueda alentar a los europeos a asumir una mayor responsabilidad de su propia seguridad es bueno, pero no altera el pronóstico esencial.

La política exterior de Trump es un trabajo que sigue en curso. Teniendo en cuenta sus declaraciones públicas y las de sus asesores más cercanos, está llena de contradicciones. El primer presidente electo aislacionista de EEUU ha prometido aumentar el gasto en defensa. Pero los temas recurrentes son el nacionalismo económico y la renuncia a las responsabilidades a nivel mundial que ha asumido el país desde 1945. Trump lleva mucho tiempo criticando a la OTAN y parece tener claro que sus aliados -Japón, Corea del Sur o miembros de la OTAN como Alemania, Polonia, Francia o Reino Unido- deberían cuidar de sí mismos.

El desdén por la globalización es una idea imperante en la opinión pública estadounidense. Después de costosas guerras en Afganistán e Irak no hay mucho interés en el Medio Oeste del país por más aventuras en el extranjero. La guerra de Irak fue concebida como una demostración del poderío de EEUU, pero resultó que puso de manifiesto su debilidad. El poderío militar superior te lleva solamente hasta cierto punto si no cuentas con el consentimiento político.

La acusación de que Europa se ha aprovechado del presupuesto de defensa de EEUU es justa en términos generales. Muchos políticos europeos lo han reconocido, aunque luego lo han ignorado. Nunca he entendido por qué los nuevos gobiernos democráticos de Europa del Este han recortado tanto sus presupuestos de defensa, teniendo en cuenta que la mayoría temen el revanchismo de Rusia.

Algunos europeos recurren a un argumento filosófico para justificar la contribución desigual a la OTAN. El papel de Europa después de la caída del comunismo fue el de ser un poder "normativo" y difundir el internacionalismo liberal con el ejemplo. Como EEUU era la única superpotencia, era el único país que podía mantener la paz. Pero según el punto de vista de Washington esto nunca fue un buen trato. Y, de todos modos, las cosas han cambiado desde ese momento glorioso de inocencia en el que era posible imaginar un orden mundial reconfigurado a la manera de la imagen posmoderna de Europa.

Dicho todo esto, el altruismo estadounidense siempre ha sido un mito. Desde el principio, el compromiso de EEUU con la OTAN se ha basado en su propio interés. Roosevelt, Truman y el resto de presidentes sopesaron el coste del aislamiento durante las décadas de 1920 y 1930. La OTAN fue la primera línea de defensa contra las ambiciones globales y anti-americanas del comunismo soviético.

Del mismo modo, la arquitectura económica internacional de la posguerra se elaboró siguiendo las especificaciones americanas. Una Europa segura y próspera supuso un rico mercado para las multinacionales estadounidenses, las cuales fueron las que más se beneficiaron del orden internacional abierto.

Esta situación cambió ligeramente cuando cayó el muro de Berlín. La idea era que la Alianza Atlántica consolidaría la democracia en los antiguos países comunistas y al mismo tiempo difundiría el "consenso liberal de Washington" a los nuevos estados del sur y el este.

La situación económica ha cambiado en los últimos 10 años, principalmente porque China ha sido quien más se ha beneficiado del sistema de comercio abierto, pero es muy raro que una empresa importante de EEUU piense que su país se beneficiaría del proteccionismo.

Acabar con la alianza no costaría mucho. Ahora, al igual que durante la Guerra Fría, la posición y la supervivencia de la OTAN dependen de la credibilidad del compromiso de EEUU de defender a sus aliados. Si Trump comparte la opinión de su amigo Newt Gingrich de que Estonia es poco más que un "barrio de San Petersburgo", el juego está perdido. Ningún aumento de los presupuestos de defensa europeos sostendrá la disuasión de la OTAN si Rusia ve que EEUU rechaza los acuerdos de defensa mutua contemplados en el artículo 5 de la alianza.

Una parte de Trump podría decir: ¿a quién le importa? No cabe duda de que hay expertos "realistas" en política exterior en EEUU y Europa que serían partidarios de entregar partes del antiguo espacio soviético a la esfera de influencia rusa. Pero la cuestión verdaderamente realista es lo que EEUU conseguiría a cambio de Moscú. Tan sólo dañar su reputación por tener un aliado poco fiable.

Aparte de su interés económico en la estabilidad europea -la UE ha tenido problemas, pero es el mercado exterior más rico de EEUU-, EEUU tiene mucho que perder si se rompe la alianza. El poder y el prestigio estadounidenses no se restauran abandonando a los viejos amigos.

El papel de Europa durante las últimas décadas ha consistido en ofrecer a EEUU un sello de legitimidad internacional para la búsqueda de sus intereses nacionales. Algunos dirían que Europa se ha vendido demasiado barata. Wolfgang Ischinger, el presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, ha escrito recientemente en The New York Times que "Trump no va a encontrar mejores socios para asegurar los intereses estratégicos de Estados Unidos".

De modo que sí, los europeos deberían gastar más en defensa. Pero un hecho igual de importante es que necesitan una estrategia para hacer frente a la amenaza de Moscú y al caos en sus fronteras del sur. Pero nadie debería fingir que EEUU saldría beneficiado si Trump rompiera los lazos de forma permanente con una de las alianzas más exitosas de la historia.

"La desigualdad en el reparto de la renta continúa creciendo pese a la recuperación. Es lo que sostiene el último informe de la OCDE, que revela la mala situación de España"… La OCDE destapa que la desigualdad se ensancha pese a la recuperación (El Confidencial – 25/11/16)

La crisis ha quedado atrás -al menos, la parte más dura en términos de destrucción de empleo-, pero el ensanchamiento de la desigualdad, lejos de reducirse, continúa ampliándose. Lo dice la OCDE –la organización que agrupa a los países más ricos- en su último informe sobre las consecuencias que ha tenido la crisis en el reparto de la renta. Sus economistas incluyen a España entre las naciones en que la desigualdad continúa creciendo, pese a la recuperación económica y la creación de empleo.

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El índice Gini es una medida de desigualdad que oscila entre el cero y el uno (el cero es lo mismo que la igualdad absoluta y el uno, el nivel máximo). Y lo que sostiene la OCDE es que la desigualdad "permanece en altos niveles" a pesar de que las economías más avanzadas "han vuelto a crecer y que las tasas de paro están reduciéndose".

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Es más, según sus expertos, los hogares de altos ingresos se han beneficiado más de la recuperación que aquellos con rentas medias o bajas. Una situación que es todavía más aguda en el caso de los parados de larga duración. La conclusión que saca la OCDE es que las políticas redistributivas han tenido escaso impacto en la mayoría de los países analizados.

Hasta ahora estaba acreditado que a consecuencia de la crisis, y en particular debido a la destrucción de empleo, la desigualdad se había ensanchado de forma relevante, pero el informe de la OCDE tiene la utilidad de que, por primera vez, se incluyen años de recuperación económica. Es decir, de alguna manera, empaña la idea de que los aumentos de la desigualdad en los últimos años son consecuencia casi exclusiva de la destrucción de empleo.

¿Qué ha pasado en el conjunto de la OCDE? Pues que la desigualdad ha pasado del coeficiente 0,317 al 0,318, por lo tanto, ha quedado prácticamente sin cambios entre 2007 y 2014, justo lo contrario de lo que ha sucedido en España. Los países con el Gini más bajo, y por tanto con menores desigualdades, son Islandia, Noruega y Dinamarca, y en el extremo contrario se encuentran Chile, México y EEUU.

Rentas bajas y altas

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La OCDE estima que en los países desarrollados, entre 2007 y 2010, la renta real media de los hogares cayó una media del 2,1%, con un descenso más acusado en los hogares más pobres que entre los más favorecidos. Desde entonces, la mayor recuperación en los ingresos más elevados (+2,3%) y la débil mejora en los otros (+1,3%) han agudizado las desigualdades. El organismo considera que en 2013 y 2014 las rentas más bajas siguieron por debajo de sus niveles de antes de la crisis, mientras que los más altos y los medios recuperaron gran parte del terreno perdido.

La crisis, a su juicio, ha afectado no solo al número de empleos, sino a su calidad: "Incluso en los países donde la situación laboral ha mejorado, la mala calidad de los empleos representa una carga importante sobre los hogares". La OCDE recuerda que los salarios se han estancado en la mayoría de países, incluidos aquellos que se libraron "relativamente" de la recesión, como Japón, mientras que han disminuido en los más afectados, como Grecia, España, Portugal y el Reino Unido.

"La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, después de una campaña en la que atacó al libre comercio, tiene a las compañías del mayor exportador de Europa tratando de medir el impacto"… Alemania se prepara para enfrentar las políticas comerciales de Trump (The Wall Street Journal – 28/11/16)

Alemania envió US$ 125.000 millones en bienes a EEUU el año 2015, 2,5 veces lo que importó de ese país, según la oficina del censo de EEUU. Es el mayor socio comercial de Alemania, representando cerca de 10% de todas sus exportaciones, según la oficina de estadísticas de Alemania.

"Si Trump puede implementar los límites al comercio que ha anunciado, el daño sería sustancial", dijo Clemens Fuest, presidente del Instituto alemán Ifo para la Investigación Económica. Él calcula que 1,5 millones de empleos en el país dependen de las exportaciones a EEUU.

El ministerio de Hacienda alemán, en una valoración interna de la plataforma económica de Trump, compilada antes de las elecciones, advirtió que él podría aislar a EEUU de la actividad económica mundial, al retirar una enorme fuente de demanda para las exportaciones alemanas.

El estudio, que fue reportado por el semanario Der Spiegel, fue confirmado por un funcionario alemán, quien indicó que muchas propuestas de campaña quizás no se conviertan en política de estado.

Alemania quizás también tenga algo de protección debido a que sus empresas son grandes participantes de la economía estadounidense. La inversión directa alemana en EEUU sumó US$ 47.000 millones en 2015, según el Departamento de Comercio de EEUU. Las 50 filiales estadounidenses más grandes de las empresas alemanas emplean cerca de 750.000 trabajadores estadounidenses, según la Cámara de Comercio Germano-Estadounidense.

Además de los íconos alemanes como BMW AG y Siemens AG, las marcas como DHL Express, Trader Joe´s, propiedad de Aldi Nord y TRW Automotive son propiedad de alemanes, por lo que levantar barreras comerciales podría ser complicado.

De hecho, a medida que se desvanece el choque del resultado de la elección, algunos líderes de negocios alemanes ven un lado positivo a posibles medidas del gobierno Trump, tales como un mayor gasto en infraestructura y un giro en la política energética hacia los combustibles fósiles.

"Los cambios en el gobierno estadounidense abren una constelación de posibilidades de acción que no existían antes", dijo un portavoz de Bilfinger SE, una compañía de servicios industriales con sede en Alemania.

El portavoz mencionó Keystone XL, un oleoducto al que Trump respalda, pese a que fue vetado por el presidente Barack Obama.

"Este es un proyecto que es importante para nuestros clientes en el sector de petróleo y gas", dijo. La compañía, que provee servicios de mantenimiento industrial, ingeniería y construcción, podría ser un candidato para construir partes del oleoducto, dijo.

El conglomerado industrial y tecnológico Siemens, el cual registró ingresos en EEUU de 16.800 millones de euros (US$ 17.800 millones) en su año fiscal terminado el 30 de septiembre, expresó confianza en el mercado.

"Tenemos certeza de que Siemens encontrará muchas áreas en las que estaremos de acuerdo y en las que podremos trabajar de manera productiva con el nuevo gobierno de EEUU", dijo un portavoz de la empresa.

Otra posible capa de protección para muchas empresas alemanas son sus sofisticados productos, como la maquinaria avanzada, las cuales no son producidas masivamente en EE.UU.

"EEUU es débil en las industrias tradicionales en las que Alemania es fuerte", dijo Marcel Fratzscher, presidente de DIW Berlin, un centro de estudios económicos. Él predijo que un giro en la política de EEUU no afectará la demanda de autos, maquinaria o químicos alemanes. "Sin estos productos, la economía de EEUU tendrá dificultades", dijo.

Las compañías alemanas también podrían beneficiarse de los cambios de política, dijo Sebastian Dullien, un profesor de economía internacional de HTW Berlin. Si EEUU incrementa el gasto e introduce recortes de impuestos, que suelen generar tasas de interés más altas que fortalecerían el dólar, una ventaja para los exportadores europeos.

No obstante, advirtió, un dólar más fuerte también conlleva peligros.

"Si el dólar se aprecia y los fabricantes de autos europeos ganan terreno en el mercado estadounidenses, Europa debería estar preparada para enfrentar medidas proteccionistas, como le sucedió a Japón en los 80 cuando el dólar se disparó", dijo Dullien.

Aunque Trump hasta el momento ha enfocado sus críticas en China y México, Dullien advirtió que el creciente superávit comercial de Alemania con EEUU, que por mucho tiempo ha sido un tema delicado en Washington, también podría convertirse en un blanco. El superávit comercial global de Alemania es ahora cerca de 9% del producto interno bruto, mucho más que el 2,5% de China.

E incluso si Trump se mantiene enfocado en restringir el comercio con México y China, las compañías alemanas podrían verse afectadas. Esto se debe a que muchas de ellas, incluyendo Adidas AG y Volkswagen AG, exportan a EEUU desde plantas en México que se benefician del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual Trump promete renegociar o cancelar.

"Si el mayor poder económico del mundo sigue un camino proteccionista, este se sentirá alrededor del mundo", dijo Reinhold Festge, presidente de la federación alemana de ingeniería VDMA.

– "El momento María Antonieta" o el duro ataque de "Financial Times" a las élites (El Confidencial – 30/11/16)

(Por Esteban Hernández)

Un artículo publicado en "Financial Times" pone de relieve la gran disfunción de nuestro sistema: la incapacidad de quienes lo dirigen de tomar las decisiones correctas

Debería ser un momento de cambio de rumbo en la UE. El aumento en popularidad y voto de los partidos populistas, las tensiones económicas, las dudas sobre el euro y demás elementos de nuestra actualidad parecen obligar a un giro en las políticas que se siguen si se quiere tener una UE fuerte (o, si apuramos, si se desea que no se rompa). Sin embargo, nada apunta a ello.

La capacidad de autocorrección del sistema, algo indispensable en cualquier régimen político y económico para su supervivencia, parece estar bajo mínimos, tal y como apunta un expresivo artículo publicado en "Financial Times", de título "El momento María Antonieta de las élites". La ceguera de quienes toman las decisiones, que acaba instigando aquello de lo que querían defenderse, no ha sido infrecuente a lo largo de la historia. Y hoy, subraya Wolfgang Münchau, su autor, estamos en uno de esos instantes.

Un equilibrio extraño

Hasta la fecha, las democracias occidentales habían sabido canalizar el descontento y lidiar con sus contradicciones sin necesidad de cambiar de rumbo. Hoy no es así: el crecimiento de los populismos, que han conseguido dar sentido a los sentimientos y aspiraciones sociales de buena parte de las poblaciones europeas, así como su impulso "antiestablishment", apunta claramente a que el escenario ha cambiado. El Brexit y Trump son buenos ejemplos.

Europa es una tecnocracia, basada en las prescripciones de los macroeconomistas, cuyas directrices están provocando notables tensiones. Ocurre entre países, ya que el Estado que sale ganando con la dirección de la actual UE es Alemania, mientras que los perjudicados somos los países del sur, y cada vez más. Grecia no va a levantar cabeza, los bancos italianos seguirán sometidos a mucha presión porque no se confía en ellos, probablemente con razón, la deuda española sigue aumentando, con el coste para el futuro inmediato que se deriva de ello, y Francia está siendo instigada para que se someta a reformas cada vez más profundas. Es evidente que Le Pen o Beppe Grillo se apoyan en este contexto. Pero, al mismo tiempo, los países más ricos también se ven amenazados en su nivel de vida: los efectos de esta transformación liderada por los expertos económicos generan problemas entre sus poblaciones, en especial entre las clases medias y las populares, lo cual abona el terreno para nuevas formaciones políticas.

El núcleo ideológico

En un entorno en el que hay menos empleo, salarios más bajos, menos prestaciones sociales y una perspectiva de futuro mucho más débil, ha crecido una forma de entender la sociedad que se apoya en dos ideas clave: "Nuestro país, para sus nacionales" y "Europa nos perjudica". En sus distintas formas, este núcleo ideológico, al que se suma la recuperación de un pasado económicamente mejor y un futuro nacional al que se pueda mirar con orgullo, está reorientando la política europea.

Este es el telón de fondo en el que se desenvuelve nuestro continente, y esta es la clase de sentimientos y aspiraciones a los que las élites políticas y económicas no están sabiendo dar salida. En gran medida, porque sus formas de reaccionar resultan sorprendentemente torpes. Una vez más, el Brexit y Trump han sido buenas muestras de esta particular ceguera, que piensa que haciendo lo mismo que en el pasado, pero más intensamente, los problemas desaparecen. Como hasta ahora la táctica había sido señalar al adversario como potencialmente peligroso para el bien común, como alguien mentiroso, desinformado, iluso o ambicioso, o todas esas cosas a la vez, y les había funcionado, pensaron que actuando del mismo modo y apretando el acelerador, las opciones de triunfo de los rivales se desvanecerían.

En el referéndum británico y en sucesivos procesos electorales europeos, hemos visto un "establishment" coagulado y vociferante que se agarraba a las fórmulas del pasado y que trató de generar miedo en la población. Eso funciona cada vez peor, y en algunos casos resulta claramente perjudicial: en lugar de mitigar el poder de los rivales, contribuyó a reforzarles. No se dieron cuenta de que los votantes querían que las cosas cambiasen, y que cuanto más se mostrasen como el "establishment", como lo de siempre, más animadversión provocaba.

Defender su poder

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