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El sueño del elixir de la vida (página 5)



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Conciencia del tiempo en una vida muy larga

Dr. Manfred Clynes

Contar no es tiempo – No hay tiempo que contar.

En el siguiente ensayo, dejaré a Dios el tema de la inmortalidad y trataré de que se me disculpe cierta arrogancia por traficar con la vida individual de sólo unos pocos millones de años. Espero no decepcionar a los lectores con esto, al menos en su primer millón de años de vida.

¿Qué es el tiempo? Estamos muy influenciados por los físicos que han descrito el tiempo como una dimensión: una línea recta, o curva si hacemos caso a Einstein, infinitamente estrecha a lo largo de la cual se suceden los acontecimientos. Lo que sucede es que t se mueve desde t1 a t2, dos puntos en esa línea que representan el principio y el final del evento. El tiempo, entendido como un punto infinitamente pequeño, se mueve de t1 a t2, y además se nos ha lavado el cerebro para que consideremos que se mueve de izquierda a derecha. En el nivel cuántico, en la escala de la constante de Planck, el tiempo puede incluso invertirse durante unos instantes muy breves. Preguntar "¿con qué velocidad se mueve a lo largo de esa línea?", es una cuestión sin sentido para los físicos. Pero la tasa relativa a la que se mueve el tiempo depende del sistema de coordenadas o marco de referencia adoptado.

Lo que se pierde en este enfoque es el presente. En física, y en la vida humana, el tiempo convierte la potencialidad en realidad. A Einstein tampoco le gustaba mucho la idea de desterrar el presente de su teoría (o de no abarcarlo). Pero aún me falta encontrar un físico actual que, como físico, eche en falta el presente. Simplemente parece que no es algo en que preocuparse. Pero, sorprendentemente, el presente es todo lo que tenemos los humanos. El pasado se ha ido y el futuro aún no ha llegado. Lo que experimentamos parece ser un presente continuo, al menos mientras tenemos conciencia, y también los recuerdos del pasado y las anticipaciones del futuro se experimentan en el presente. El presente está siempre con nosotros, incluso podemos decir que el presente en sí mismo es inalterable y lo único que cambia es su contenido. En ese sentido, el presente es eterno, mientras vivimos. Entonces, ¿qué es lo que crea el presente en nosotros?

Lo llamamos la conciencia del tiempo. En lugar de un punto infinitesimal desplazándose a lo largo de la línea del tiempo, tenemos un indicador de tiempo limitado en el que nos sentamos, por así decirlo, y que se desliza llevándonos a cuestas. Ese indicador es el presente omnipresente. En mis primeros trabajos allá por los 70, demostré que una buena medida de la duración del presente es de unos 180 milisegundos. Es la duración de una sílaba, del tiempo mínimo durante el cual no se puede revertir una decisión, el tiempo de reacción de un motor, y el tiempo necesario para ver el movimiento lento de un objeto. Y hace poco hemos descubierto que es el tiempo preferido por un compositor para acompasar los componentes independientes de sus creaciones, al menos así ocurre con los Allegros de Mozart y Beethoven.

Pero una palabra no sustituye al entendimiento, o no debería hacerlo. Sabemos poco acerca de la conciencia del tiempo. Gracias a nuestro trabajo en música, hemos encontrado pruebas de cuatro relojes y procesos diferentes, involucrados en distintos aspectos de la conciencia del tiempo en nuestro cerebro. Estos relojes involucrados en la música, operan en nuestra conciencia del tiempo. Y ya que es posible pensar en la música durante el sueño, estos relojes se transfieren también a nuestra conciencia cambiada del tiempo mientras soñamos, al menos algunos de ellos. De alguna forma, nuestra conciencia del tiempo se modifica mientras soñamos. ¿Cómo? No lo sabemos.

Como podemos suponer fácilmente hoy día, distintos animales (máquinas conscientes) tienen distinta conciencia del tiempo. No hay nada absoluto en nuestra conciencia del tiempo. En otra galaxia, por ejemplo, podrían existir seres vivos para los que la noche y el día serían un suspiro, pero nuestra conciencia del tiempo está directamente relacionada con nuestra condición de seres humanos.

LA ESCALA DE LA CONCIENCIA DEL TIEMPO.

Esto invita a reflexionar sobre la escala de la conciencia del tiempo. Lo aprenderemos por cómo lo hace el ADN, y rediseñándonos a nosotros mismos para una vida de larga duración, podremos tener alguna ventaja respecto de una escala variable de conciencia del tiempo.

¿Cuál es la escala de conciencia del tiempo de un ordenador? O, ¿cuál es la escala del tiempo de un ordenador? La idea que tiene un ordenador del tiempo es que no tiene ninguna idea. Todo lo que sabe es una serie de números, las marcas de tiempo. El tiempo que hay entre esos números es totalmente arbitrario, podemos aumentar la duración del ciclo de computación de un ordenador y no se daría cuenta: todas sus respuestas serían las mismas. Cualquier cálculo que pueda hacer en su ciclo de computación dentro de su capacidad tecnológica, proporcionará la misma respuesta. Una serie de ceros y unos, no pueden darle a un ordenador, ni a nosotros, la experiencia del tiempo. La falla del test de Turing, es que se olvida del tiempo. Y siempre y cuando nos modelemos a nosotros mismos sobre las líneas del tiempo de un ordenador, no obtendremos conciencia del tiempo en absoluto. Y esto significa por tanto, que no seremos conscientes.

Los ceros y los unos, números al fin y al cabo, no pueden sustituir la singularidad del tiempo, aunque sí podrían hacerlo en una matriz de cuatro dimensiones (en la representación Minkowski), aunque para Einstein precise de un eje imaginario que lo diferencie de las dimensiones espaciales.

Pero los números no pueden contarnos nada sobre la experiencia del tiempo, ni sobre cuestiones de espacio. Tanto nuestro cerebro como nuestro sistema nervioso están diseñados para diferenciar tiempo y espacio, y esto supone muchos aditivos temporales que no pueden ser representados en una simple operación imaginaria. El pulso neuronal de nuestro cerebro tampoco diferencia tiempo y espacio. Por otra parte, la música representa un laboratorio para analizar nuestra relación con el tiempo.

LA CONCIENCIA DEL TIEMPO Y LA EXTENSIÓN DE LA VIDA

A la hora de considerar la extensión de la vida, necesitamos hacer hincapié en los siguientes puntos (algunos sólo cubren ciertos aspectos de lo relacionado con el tiempo, y debemos dejar aparte los problemas sociales):

Hasta que la conciencia del tiempo sea lo suficientemente comprendida como para que los ordenadores o los robots la tengan, y hasta que se vuelvan conscientes, hoy por hoy no es posible prolongar la vida más allá de los límites impuestos por los materiales con que estamos hechos. Sólo será posible reemplazar material biológico, homeostasis, metabolismo, reproducción humana y por supuesto los recuerdos y el pensamiento (tal como lo conocemos y en la medida en que lo conocemos) por materiales no biológicos más estables, nanotecnología y diseños bioestructurales, cuando sepamos como obtener conciencia. Estoy seguro de que la conciencia no es en sí misma una función compleja, y también de que un nivel muy alto de complejidad no es condición sine qua non para lograrla, sino que es algo más.

Una vez que sepamos como crear conciencia, estaremos en un mundo completamente diferente, en el cual la clonación será un juego de niños. Y puede que solo tengan que pasar un par de cientos de años hasta que esto ocurra, o tal vez sean miles, nadie lo sabe a ciencia cierta aún. Con respecto a la conciencia, lo que a mí me llama la atención es que cuanto más cambia su contenido, más se va acercando uno a la "pura conciencia", esto es, la conciencia sin contenido. Helen Keller no era menos consciente que nosotros, sino que probablemente lo fuera más. En la conciencia, las distintas entradas sensoriales interfieren relativamente poco entre ellas, y podemos oler, oír, ver, tocar simultáneamente y realizar más tareas. Si creamos máquinas conscientes (que es lo que tendemos a creer que somos) pero de estructuras diferentes a las que conocemos, existirá una posibilidad real de disolver los lazos de tiempo que estamos acostumbrados a experimentar.

ELEGIR NUESTRA PROPIA CONCIENCIA DEL TIEMPO

A la hora de crear máquinas conscientes, tendríamos la libertad de diseñarnos a nosotros mismos para tener diferentes índices de conciencia del tiempo, y también diferentes conciencias del tiempo que se ajustaran a nuestras necesidades. ¿Cuáles serán nuestras necesidades? Si hablamos de viajar, podemos imaginar mucho: con los viajes espaciales, ralentizaremos nuestra conciencia del tiempo en digamos un factor de 10.000 años. ¿Qué son 10.000 años si se pasan como si fuera sólo uno, o incluso como si fuera sólo un mes? Si combinamos esto con la relatividad de Einstein en cuanto a la ralentización del tiempo, nos encontraríamos ante condiciones de viaje en el espacio muy favorables. Si tuviéramos millones de años de vida, la contracción de la conciencia del tiempo no tendría mayor importancia pues tendríamos mucha experiencia. Sería también útil para entrar en contacto con otras formas de vida, al menos en nuestra galaxia, y ajustar nuestra conciencia del tiempo a la de otros seres.

Es más probable que para otros asuntos diferentes a los viajes en el espacio hagamos lo contrario, es decir, ampliar la conciencia del tiempo, hacer un ajuste de velocidad aplicando nanotecnología o picotecnología; y el pensamiento sería unas 10.000 veces más rápido también. ¿Qué ocurriría entonces? Pues que un año duraría 10.000 años; las estaciones no cambiarían en 2.500 años. El factor 10.000 es tal vez un factor un tanto extremo para aplicar aquí; podríamos ajustar la conciencia del tiempo a nuestro gusto, tal vez solo duplicándola o triplicándola según la situación en que nos encontrásemos.

El envejecimiento, tal y como lo conocemos, será eliminado y en todo caso se convertirá en un grave problema de acumulación de memoria. Toda la materia del universo es memoria insuficiente para almacenar el estado de toda la materia que hay en él. A medida que la edad de los individuos vaya sumando millones de años, el universo necesitará cada vez más materia para almacenar recuerdos. Finalmente, y a pesar de Freud, precisaremos de un borrado selectivo de recuerdos (algo que será tema político candente en un futuro lejano).

Mucho más serios serían los problemas planteados por las emociones y su manifestación. Como ya he dicho, la expresión y generación de emociones y su manifestación por medio de gestos, bailes y música, depende, en gran medida, del tiempo. Las formas del tiempo, lo que llamamos formas sénticas, conforman el vocabulario de nuestro lenguaje inherente de comunicación y generación de emociones. La forma (en el tiempo) es cualidad. ¿Qué les ocurriría a aquellos que se sometieran a la transformación de su conciencia del tiempo?

Tomemos como ejemplo la risa. ¿Podemos reír en sueños, en una escala diferente de tiempo, y experimentar la risa? Una persona de pensamiento rápido (incluso como Marvin Minsky) ríe a escalas muy similares de "ja", que una persona que piensa en forma más lenta. La dificultad está en la misteriosa y a la vez inexplicable conexión inherente entre la forma del tiempo y la cualidad de sentimientos que conlleva. Acelerar la conciencia del tiempo por un factor de 10.000, implica que tendremos que acelerar también la risa en la misma proporción. Es tan simple como un problema de control motor; incluso si redujéramos nuestro tamaño en forma considerable, resultaría imposible, ya que los átomos de nuestro cerebro ahora no se mueven miles de veces más rápido que los de los brazos. La inercia de la materia, la que no podemos eliminar, entrará en conflicto con la velocidad del pensamiento, la que, esencialmente es libre de los condicionamientos materiales de la inercia, es decir: velocidad de la computación contra velocidad del movimiento: la velocidad de electrones y fotones contra la de los protones y neutrones; leptones contra hadrones. La duración de un orgasmo parece más estable que la duración del pensamiento. Bajo las condiciones de transformación de la conciencia del tiempo, la conexión inherente al tiempo de una mirada, una caricia, o de un salto de alegría, desde nuestro punto de vista, parece ser parte de la naturaleza que querríamos conservar inalterable, o mejorarla si es posible.

Obviamente, la comunicación y generación de emociones, las caricias, las miradas, tendrían que liberarse de las limitaciones (actuales) del cuerpo. ¿Será posible sin modificar su cualidad? ¿O podría alguien esperar de esta cualidad una transformación en algo desconocido pero deseado? Parece poco probable que la investigación sobre el cambio de cualidad del rango de experiencia bajo condiciones de transformación de la conciencia del tiempo, ofreciera nuevas cualidades preferibles a aquellas de que gozamos ya. Pero no lo sabemos. Ya sabemos que las cualidades de la experiencia de los sueños son muy similares a las del estado de vigilia, incluso en el período de tiempo de esta limitada transformación. ¿Hasta dónde podemos ampliar esto? ¿Qué nuevas cualidades pueden crearse por medio de transformaciones más sistemáticas y extensas de la conciencia del tiempo?

Ya nos damos cuenta de que la música es muy lenta para contagiarnos su sentimiento y contenido: el sentido visual, el vídeo, la está superando en nuestra cultura, a pesar de su transferencia de significado más concentrada, con su input paralelo en lugar de en serie. Una sinfonía representa mucho tiempo para nuestro mundo que avanza a paso relativamente ligero; la música se usa de fondo para lo visual. ¿Qué pasará con la música bajo la transformación de la conciencia del tiempo? Su arte también se transformará. A continuación hablaremos de algunos problemas y aspectos relacionados con esto; la llamada logogénesis.

LOGOGÉNESIS

La logogénesis es la "invención de la naturaleza" que aparece en la evolución sustituyendo una calidad de sentimiento, de experiencia, por pensamiento intrincado y por actividad refleja. La logogénesis es lo que crea el qualia, el sabor de la vida. Al igual que la morfogénesis, está genéticamente controlada. La cualidad y sus sustratos cognitivos llegan a nuestro cerebro a través de un programa genético cuyos detalles aún no conocemos. Por ejemplo, el sentimiento de la risa, su gracia, está ligado de forma indisoluble a su vía de expresión. La rojez o la dulzura están indisolublemente ligadas a una pauta determinada de actividad neuronal y sináptica que se parece mucho a otras actividades neuronales, y que no revela de ninguna manera la cualidad de rojez o dulzura. Y esas cualidades de experiencia (olvidadas) se mantienen inalterables a lo largo de toda la vida y en ocasiones hasta el último instante. No sabemos qué es lo que controla la logogénesis. El invento más ingenioso sea tal vez la sustitución de la sensación de hambre por otras formas de regular la entrada de alimento. Esta sensación nos dice cuándo, qué y cuánto comer, y nos obliga a encontrar comida. ¡Qué maravilla! ¿Cómo podríamos inventar algo así?

Pero tal vez sea más ingenioso el sentimiento sexual, que permite que las probabilidades de reproducción (en un mamífero) aumenten de un número infinitesimal a uno viable, e incluso posible. Este sentimiento en sus manifestaciones, hace posible la continuidad de la especie, y hace posible también la propia evolución.

¿Qué fue lo que inventó ese sentimiento y lo colocó en su entorno de tal forma que pudiera funcionar en la mayoría de los casos? ¿Evoluciona? Claramente está programado genéticamente. Si los órganos sexuales se originan por morfogénesis, la sensación, consciente y subconsciente, se origina por logogénesis. Por eso, la intensa sensación del orgasmo, es diferente a todas las demás. Todo qualia se origina por logogénesis. Aún no sabemos cómo funciona, ni cómo se transformará con el cambio de la conciencia del tiempo, pero un ordenador o un robot necesitarán de él para experimentar sensaciones y sentimientos. Y no parece que los ceros y unos sean una forma de lograrlo, pero entonces, ¿cómo? Tenemos una facilidad increíble para esconder bajo la alfombra todo aquello que no entendemos y por tanto simular que no existe. Ya es hora de que veamos que el rey va desnudo. Ni la conciencia en sí, ni la conciencia del tiempo, podrán aplicarse a una máquina hasta que entendamos la logogénesis. No está bien decir que somos software y que podemos ser cargados y descargados. Las experiencias y los procesos cerebrales son tanto analógicos como digitales, continuos y discretos. Podemos hacer que una máquina ría, pero no disfrutará, incluso aunque diga que disfruta. Va siendo hora de dejar de engañarnos a nosotros mismos; Turing se merece algo mejor que eso.

En mi ordenador se escucha a Beethoven estupendamente, y me alegro de ello, pero el ordenador no lo disfruta. Ni lo hará hasta que sea capaz de entender a Beethoven. Y sin la conciencia del tiempo, esto es imposible; sin logogénesis es imposible. Pero demos tiempo al tiempo y tal vez pronto suceda; entonces se convertirá en uno de nosotros y nosotros seremos uno de ellos. Dios sabe, probable (o improbablemente), cuándo y cómo, esto sucederá. Pero me aseguraré, mientras tanto, de agotar todas las posibilidades para tratar de descubrirlo. Seguramente en nuestra logogénesis, hay programada un poco de fe.

Referencias

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Minsky, M; The Society of Mind, Simon and Schuster, New York, 1985

Confesiones de una inmortalista proselitista

Shannon Vyff

¿Por qué hablar de inmortalidad? ¿No significa egoísmo? ¿No nos dice Dios, el destino y la evolución cuando hemos de morir? Es lo que oigo siempre poco después de haber conocido a gente en la iglesia, de vacaciones, en el autobús, en la cola de la tienda de comestibles, en fiestas y en reuniones familiares. Todo comienza con una conversación totalmente normal con preguntas sobre el tiempo, o sobre lo que has hecho durante el día. A menudo menciono mi trabajo escolar explicando que empecé a estudiar nutrición después de haber perdido algo más de 38 Kg de peso (lo que siempre resulta una historia de motivación e intriga para los demás). Son todo oídos para saber cómo lo logré, y les cuento cómo empecé la dieta de Restricción Calórica (CR) gracias a una lista de correo electrónico llamada Optimal Nutrition [1].

Y por medio de la CR Society, me lo he pasado en grande en el Programa de televisión de Oprah, en Marie Claire, en la revista 20/20, viajando a las conferencias de la CR para descubrir las últimas novedades en investigación sobre dietas antienvejecimiento, y conociendo gente muy interesante que se tratan a sí mismos como cobayos. Yo misma he enviado análisis de sangre y otras pruebas para que mis marcadores bioquímicos del envejecimiento ayuden en las investigaciones con humanos. La gente me dice que estoy estupenda, sobre todo los que no me han visto en años, y por supuesto quieren saber cómo empecé con la dieta.

Empiezo diciendo que gracias a mi fascinación por la ciencia-ficción, ya en el instituto me ocupé de seguir el Proyecto Biósfera y al Dr. Walford [2]. Mientras crecía siempre tuve el sueño de viajar a las estrellas. Supongo que esperaba que al cumplir los 20 años ya habría naves espaciales que nos permitirían colonizar Marte, y que yo podría alistarme. Cuando el Proyecto Biósfera apareció en los medios de comunicación, se mencionaba también la dieta de restricción calórica (CR), así que siempre estuvo en mi subconsciente como una dieta de adelgazamiento y antienvejecimiento.

Con poco más de 20 años decidí formar una familia, y "La Leche League" [3] me enseñó la manera más sana de hacerlo. Cuando llegó la hora de destetar a mis hijos y retirarles la leche materna que les proporcionaba las conexiones neuronales más importantes, los reflejos más rápidos y un sistema inmunitario más fuerte de lo que podría ofrecerles la tecnología actual, tuve que preocuparme por el tipo de comida más adecuada para sus organismos en crecimiento. Vivía en Eugene, Oregon, donde hay tanto apoyo a estas corrientes (con restaurantes de comida orgánica, publicaciones gratuitas sobre salud y un alto porcentaje de población preocupada por su salud) que me introduje en un nuevo mundo y en una nueva forma de ver la comida. Me di cuenta de que algunas de nuestras células se regeneran cada 6 meses y la mayoría de ellas cada 7 años, así que realmente nos convertimos en lo que comemos.

También empecé a interesarme por los fungicidas, germicidas, pesticidas, raticidas, herbicidas, antimicrobianos y de cómo se acumulan en los tejidos corporales. Leí estudios como el financiado por el National Institute for Environmental and Health Sciences [4], basado en trabajos con niños en edad preescolar de Seattle; este estudio mostraba que los niños alimentados orgánicamente presentaban en orina seis veces menos de organofósforo que los niños alimentados de forma no orgánica (debido a la exposición a pesticidas).

Así que me impuse una alimentación más sana y en base de alimentos orgánicos, pero aún así seguía pesando 93 Kg tres meses después de dar a luz a mi tercer hijo, ¡y empecé a pensar que realmente necesitaba una dieta! Después de leer todas las dietas existentes, recordé la dieta de extensión de la vida de la que había oído hablar en el Instituto. Así fue como llegué al libro Beyond the 120 Year Diet, del Dr. Roy Walford, cuando mi tercer hijo tenía cuatro meses. Como aún estaba dando el pecho y tenía las hormonas de adelgazamiento del posparto, perdí peso más rápido de lo que recomienda la CR. Perdí casi 39 Kg en seis meses, no obstante se recomienda que la pérdida de peso sea mucho más gradual. Uno se puede plantear perder alrededor de 18 Kg en un plazo de 2 a 4 años, o bien perder medio Kg al mes. Si no se hiciera a este ritmo, la liberación de toxinas almacenadas en los tejidos más grasos del organismo y el estrés por la pérdida de peso podrían frustrar la expectativa de vida en los últimos años [5]. Cuando comencé la dieta, utilicé software para equilibrar los nutrientes que necesitaba; empecé haciendo panecillos para mi familia (como comida de laboratorio y salpicada de chips de chocolate para hacerla atractiva para mis hijos) [6], y me di cuenta de que a medida que perdía peso tenía más energías y mi piel estaba más limpia.

A menudo, aún hoy, la gente quiere saber porqué continúo una dieta que les parece extrema; y suelo decirles que es la única dieta científicamente probada para extender la vida [7], ya que las hormonas, antioxidantes, ejercicio o una dieta alta/baja en carbohidratos no suele ser suficiente. Frecuentemente piensan que tengo carencias de hierro y que pasar hambre es algo que ellos nunca harían. Les aseguro que me resulta fácil pues la CR Society es un gran apoyo, y lo hace de diferentes maneras. Recomiendo The Anti-Aging Plan de Roy & Lisa Walford a modo de introducción para los principiantes, aunque en Beyond the 120 Year Diet [5] se pueden encontrar más detalles y referencias científicas actuales.

Y conforme me iba enamorando de la ciencia y del modo de vida de la CR, cada vez veía más referencias en la cultura popular [8]. Los experimentos en curso con primates y los estudios en humanos lo convirtieron en algo real para mí. El National Institute on Aging (NIA) ha venido realizando un estudio sobre la CR desde 1987 en macacos rhesus, y en 1999 hizo pública la siguiente declaración:

Los resultados obtenidos en los estudios sobre la CR en macacos rhesus muestran que el modelo funciona de forma muy similar a la ya apreciada en roedores, reforzando por tanto la posibilidad de que los conocidos efectos de la CR sobre la expectativa de vida, las enfermedades y los procesos de envejecimiento puedan generalizarse a todas las especies [10].

Sobre el estudio del NIA, Modern Maturity afirma que "La incidencia de diabetes (…) se reduce drásticamente en monos sometidos a una dieta restringida. Los monos también presentan menos signos de artritis espinal, que es algo que comparten con los humanos" [9]. Estos monos presentan otros signos de reducción en el envejecimiento, como el descenso de los niveles de melatonina [10; 11]. Cuando estuve en la conferencia de la CR pude ver una presentación de los investigadores trabajando con los macacos rhesus donde explicaban lo que hacían y también cómo disfrutaban de sus nuevas condiciones de vida. Viendo la diferencia radical entre los monos que eran alimentados sin restricciones y los que estaban sometidos a reducción calórica, me pareció incluso más verdadero.

Teniendo en cuenta la "facilidad" con que se puede realizar la CR, suelo decir que para mí es importante vivir tanto como pueda. Por lo tanto, he cambiado la comida cómoda por otra más sana, como el maíz inflado, las verduras crudas o el té verde. Esto me ayuda a lograr el objetivo a largo plazo que siempre tuve en mente: mantener el cerebro tan ágil como sea posible. La CR es una forma de ayudarme a alcanzar otros objetivos; quiero vivir hasta que llegue el día en que cambiemos los 400.000 millones de dólares que invertimos en el ejército [12], y tan solo unos tres millones para la investigación antienvejecimiento [13], por algo más adecuado para luchar y erradicar el mayor agente mortal de todos los tiempos: el envejecimiento. Hay muchos números, y en todos ellos los gastos del ejército de Estados Unidos hacen que los de cualquier otro país parezcan diminutos, incluyendo el PIB de muchos países. En las discusiones, cuando alguien es especialmente pesimista sobre la capacidad de cambio de la sociedad actual, suelo decir que cada año hay más gente que se dedica a luchar por un replanteo de las prioridades políticas. Y esto me hace ser optimista; cuando echo un vistazo a los últimos 2.000 años de historia humana escrita, me doy cuenta que, ni siquiera con CR llegaré a ver los cambios previstos, incluida la inmortalidad. Así que me he propuesto un plan alternativo:

Aquí es cuando enseño mi chapa dorada de alerta médica mientras digo que estoy inscrita en ALCOR para que a mi muerte me congelen (en realidad, seré vitrificada, una nueva técnica que no produce ningún tipo de daño celular) [14]. Me parece mucho más atractivo que ser enterrada o convertirme en cenizas. Y a continuación explico por qué espero ver el futuro: creo que muy pronto (en unos 100 años) aprenderemos no sólo a acabar con el envejecimiento sino a invertir el proceso. También podremos disponer de copias de seguridad de nuestro cerebro que realmente nos harán inmortales si sufrimos algún accidente.

Y llegados a este punto es cuando las conversaciones con extraños, con amigos o familiares de todo tipo y lugar se ponen interesantes. La gente entiende lo de comer sano, les gusta oír algo útil que les ayude. Es fácil que alguien te crea cuando le hablas de algo que puede venir bien, pero cuando entras en el mundo de la ciencia-ficción, o en el futuro de la humanidad, es como hablar con las paredes. La expresión facial cambia y me preguntan por qué quiero vivir eternamente o por qué creo ciegamente que sea posible. Y me dicen que Dios, la evolución o el destino saben cuándo vamos a morir y que es egoísta prolongar nuestra vida de forma artificial. Yo digo que la media de vida en una sociedad primitiva es de 25 años y que una persona de 40 ya es algo raro. De hecho, teniendo por escenario la naturaleza, envejecer no es natural. Una moderna adaptación de los últimos 100 años de historia humana es el hecho de que un gran porcentaje de población viva 50 ó 60 años. Por otro lado, la mayor parte de muertes se producen de otras maneras; ya no mueren tantos niños sino más ancianos. Los avances en ciencia y tecnología de los últimos 100 años ya nos están extendiendo la vida [15-17].

Esto me lleva al contraataque sobre la acusación de "egoísmo". La base de mi argumento es que extender la vida con la medicina nos ayuda a lograr más de lo que Dios, el destino o la evolución han planeado para nosotros. Es por eso por lo que se nos ha dado, o hemos desarrollado la inteligencia: para mantenernos más tiempo con vida. Cuando nos mantengamos sanos por la CR, o cualquier otra cosa que desarrollemos en el futuro, podremos trabajar más y tener más organizaciones a las que afiliarnos, sean espirituales, científicas o sin ánimo de lucro. A mí personalmente me encantaría poder donar más al Methuselah Mouse Prize para la investigación en el campo del antienvejecimiento [18]. Si el premio se pareciera más a los 363 millones de dólares que reparte la lotería en EEUU que a los 50.000 dólares con que está dotado en la actualidad, en poco tiempo acabaríamos con el envejecimiento, y si hubiera una dotación mayor habría más aspirantes al premio. Dicho premio se entregará a cualquiera que pueda invertir de forma significativa el envejecimiento en un ratón, o al menos posponerlo.

Con una vida más larga tendríamos muchas más oportunidades, como por ejemplo nuevas carreras y estudios profesionales, viajes, o la exploración de las incógnitas del universo en expansión. Las conversaciones de este tipo pueden ser muy reveladoras; resulta sorprendente lo creativa que puede ser la gente cuando se les habla del futuro.

A veces me siento consternada por el hecho de que, con la tecnología actual, mi vida será corta. No obstante, mi corazón se deleita con las epifanías que inculco a mis hijos sobre la forma en que interactúan las cosas en el mundo. Consigo estimularles cuando les explico en lenguaje sencillo (y de hecho me entienden) por qué es importante equilibrar los presupuestos nacionales, cómo facilitar cuidados sanitarios universales, cómo hay gente que aún vive oprimida, o cualquier otra cosa importante. Con la ayuda de la Unitarian Universalist Church y sus programas educativos, les enseño las religiones, las creencias de otras personas, sus historias y cómo sus culturas (y también la nuestra) están influenciadas por la religión. En el colegio aprenden también todo lo referente a los servicios a la comunidad, sobre la autoestima y sobre cómo el trabajo de gente comprometida ha logrado el cambio. Veo que mis hijos luchan para equilibrar sus ideales emergentes con lo que es "guay" según lo que se ve en los medios de comunicación contra lo que les dicta su corazón. Puede resultar insoportable para cualquiera escuchar constantemente que todo lo malo se debe corregir. Me gusta decir a mis hijos que si los 4.500 millones de años de la Tierra se representaran en un día, los 2.000 años de historia escrita no serían más que un segundo o dos, y en ese breve periodo de tiempo hemos seguido un camino de felicidad y sabiduría cada vez mayor.

Con todas estas discusiones maravillosas sobre la naturaleza del universo, casi diarias, profundas y filosóficas, lo único que intento es inculcar un poco de esperanza. Quiero crear un ambiente que pueda dar más de sí. No es sólo por hacer proselitismo (aunque me encantaría que todos nos uniéramos a la causa inmortalista); es por crear un poco de intriga en los demás, como con la información reveladora de este libro: los implantes neuronales en ratas, la memoria fotográfica de las moscas de la fruta, o los cerebros de gato congelados y devueltos a su estado normal conservando su actividad eléctrica; y todo esto ya podemos llevarlo a cabo. Tiendo a pensar que esas "intrigas" surgirán en algún otro lugar en la conversación de otras personas, y tal vez sientan curiosidad por saber algo más. Y en ese proceso de curiosidad y conciencia interioricen cómo pueden influir en el cambio.

Cuando los más jóvenes (y los mayores que han logrado más dinero y poder) tomen conciencia sobre el modo en que se gasta el dinero en investigación y en cómo se emplea el de sus impuestos, entonces podrían votar con más conocimiento de causa para elegir a aquellos que lo hagan de forma más eficaz y por su propio beneficio. Estoy agradecida al Immortality Institute por haber nacido como forma de ayudar a cambiar el modo en que se emplea ese dinero. Puede que algún día podamos apoyar a nuestros propios candidatos inmortalistas, y a las contribuciones del exterior, ampliando los campos científico y tecnológico y acabar con el envejecimiento. Sé que la mayoría de la gente que conozco que ya son inmortalistas, no se han unido al movimiento por sentirse jóvenes en cuerpos de ancianos preguntándose qué ha pasado. Es por esta razón por la que digo a tanta gente que traten de ampliar la conciencia en las nuevas generaciones, y es la razón por la que mis hijos están siendo educados en la naturalidad del transhumanismo (abiertos a lo que podemos llegar a convertirnos).

Si le preguntas a mi espabilada hija de 7 años lo que piensa sobre la inmortalidad, empezará a hablar sin miedo sobre todo aquello que podría hacer si su cuerpo fuera el de un robot. Mi hijo de 4 años, con una imaginación desbordante, te dirá que quiere ser científico para descubrir la forma de acabar con el envejecimiento porque no quiere morir nunca. Y la más pequeña, de dos años y rostro angelical, abraza y besa a todo el mundo; por la forma en que comparte su comida, sus juguetes y por sus ganas de vivir me recuerda el instinto básico de sentir placer ayudando a los demás.

Este libro es estimulante en su campo y en sus predicciones. La mejor forma de predecir el futuro es ayudar a crearlo. Espero que todo lo que lean aquí les toque la fibra de optimismo que todos llevamos en la conciencia del mismo modo que nos apresuramos por dejar atrás nuestra infancia para comprender cuál es nuestro lugar en el universo.

Referencias

1) http://www.calorierestriction.org

2) http://walford.com/biosphere.htm

3) http://www.lalecheleague.org

4) Curl, Cynthia L & Fenske, Richard A & Elgethun, Kai; "Organophosphorus Pesticide Exposure of Urban and Suburban Preschool Children with Organic and Conventional Diets?" en: National Institute for Environmental and Health Sciences Journal (2003, Vol. 111, pág. 3)

5) Walford, Roy; Beyond the 120 Year Diet, (2000); pág. 78–80

6) Una buena página para seguir la pista a temas relacionados con nutrición y dietas es http://nutritiondata.com En http://recipes.calorierestriction.org hay algunas recetas de CR, incluida la de los bollos de tamaño industrial

7) El estudio original que descubrió que la restricción calórica ampliaba la vida animal es: McCay CM, et al.; "The effect of retarded growth upon the length of life span and upon the ultimate body size" en Journal of Nutrition, (1935, 10(1)) pág. 63–79

8) Taubes, G; "The Famine of Youth" en Scientific American (June 2000)

9) Warshofsky F; "The Methuselah Factor" en Modern Maturity (1999, noviembre-diciembre)

10) Roth GS; "Dietary caloric restriction prevents the age-related decline in plasma melatonin levels of rhesus monkeys" en Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, (2001, July, Vol. 86(7)), pág. 3292–5

11) Para todos aquellos que estén interesados en la información técnica y de referencia más actual sobre la CR, recomiendo: Edward J. Masoro; Caloric Restriction: A Key to Understanding and Modulating Aging (2002) Elsevier Health Sciences

12) Hellman, Christopher; The Center for Defense Information"s FY2004 Discretionary Budget, http://www.cdi.org/budget/2004/discretionary.cfm

13) Ellis, Joseph; The proposed NIA FY2004 Budget and NIA salary information; http://www.nia.nih.gov/fy2004_congress/ftes.htm

14) http://www.alcor.org

15) Olshansky, Jay S & Carnes, Bruce A; The Quest For Immortality: Science at the Frontiers of Aging (2001), Norton & Company

16) Perry, Michael R; Forever For All: Moral Philosophy, Cryonics, and the Scientific Prospects for Immortality; (2000) Universal Publishers

17) Bova, Ben; Immortality: How Science is Extending Your Life Span and Changing the World (2000); Avon books

18) Various; The Methuselah Foundation: Longitude Prize (2004) Society; www.methuselahmouse.org

Algunos problemas con el inmortalismo

Ben Best

En la tierra de Oden / Hay una montaña / Que se eleva a miles de metros de altura. / Una vez cada millón de años / Un pajarillo se acerca volando / Para afilar su pico en la montaña. / Y cuando esa montaña / Sólo sea un valle / Eso para la Eternidad será… / Sólo un día.

Oí esta canción en inglés cuando estaba en mi segundo año de Universidad. Es una traducción de una canción popular austríaca que todavía me conmueve. Desde que era un crío, siempre he ansiado vivir eones, y todo cuanto hace referencia a la prolongación del tiempo ejerce un poder hipnótico sobre mí. Mucho antes de haber oído hablar de criónica, tenía una vida muy fantasiosa y me imaginaba siendo el único sobreviviente de la humanidad después de que la Tierra se hubiera convertido en un infierno de volcanes y fuego. Pero, a pesar de que no existen límites con respecto al tiempo que deseo vivir, creo que existen buenas razones para creer que el inmortalismo es un objetivo irreal, además de autocomplaciente. Las palabras "para siempre" no implican un período de tiempo muy largo, sino una eternidad, y eso va más allá de la concepción realista.

Podemos aplicar modelos matemáticos en un tiempo infinito para hacer ciertas estimaciones: preferiría que me dieran un dólar hoy a que me lo dieran dentro de un año. De igual forma, el valor de estar vivo el año que viene es para mí mucho mayor que el de estar vivo al siguiente, y mucho más que estar vivo dentro de cien años. El valor presente del dinero puede compararse a su valor futuro si lo elegimos en el presente o en el futuro, y se excluyen el uno al otro. Una elección excluyente no puede aplicarse a la vida presente ya que estar vivo en el futuro depende precisamente de la existencia de la vida presente (la principal razón por la cual debe darse mayor importancia a la vida en el presente). No obstante, pueden producirse ciertas variaciones en el valor de estar vivo en el día de hoy.

Digamos que, para mí, vivir en el 2005 tiene un 98% de importancia con respecto a estar vivo en el 2004; de este modo puedo calcular el valor de la inmortalidad de la siguiente forma:

Monografias.com

Es decir, valoro la inmortalidad sólo 50 veces más que estar vivo durante otro año. Si esto no parece razonable pregúntese a sí mismo: "Estar vivo durante un año a la edad de 100 años, ¿es realmente tan importante como estarlo a la edad de 1.000 o de un millón?" Debe ser que los hechos del futuro, incluso el de estar vivo, tienen menos importancia o urgencia personal que los hechos del presente.

Para ser aún más contundentes; si supiera con seguridad que a la edad de un millón de años sería eliminado sin ninguna esperanza de vida mayor, ¿sería este hecho más trágico que si sucediera a los diez millones de años? ¿O a los diez mil millones? ¿O a los diez trillones? Incluso después de diez cuatrillones de años, no podríamos saber si hemos alcanzado ya la inmortalidad porque eso nos tomaría una eternidad.

Imagine que tiene un millón de dólares y que va a emplearlos en asegurar su supervivencia en cualquier año determinado. Si emplea todo ese dinero en sobrevivir sólo el año siguiente, las oportunidades serían muy buenas pero tal vez no lo fueran para el año siguiente. Por el contrario, si empleamos un dólar al año para sobrevivir durante un millón de años nos resultaría difícil incluso pasar un año con tan solo un dólar para comida, alquiler, medicamentos, seguridad, etc. Empleando más dinero en las próximas décadas aumentamos la posibilidad de ganar más dinero para invertirlo en las décadas siguientes. Esta analogía con el dinero deberíamos aplicarla también a la dedicación y a otros esfuerzos que también son necesarios para ampliar la vida.

Conocí a un "inmortalista" que discutía muy acaloradamente conmigo cuando le sugería que la inmortalidad física, probablemente no era posible ni merecía que se le prestara atención y que, por tanto, él no debería ocuparse de los trámites burocráticos criónicos (mejor que se preocupara por cuestiones filosóficas). Aunque muchos defensores de la inmortalidad física han hecho todos los trámites, yo sigo pensando que poner tanto empeño en la inmortalidad física está fuera de lugar; es preferible prevenirse de lo apremiante. Incluso si nuestra propia supervivencia inmediata no estuviera en peligro, sí que hay peligro para otros (y al final también para uno mismo) si no se presta atención a los problemas reales y nos perdemos en ensoñaciones futuras, eso sí, mucho más caprichosas y entretenidas. En cuanto a las prioridades, creo que resolver las disposiciones criónicas y avanzar para asegurar que se lleven a cabo es un buen primer paso. Sería bueno trabajar para ampliar la vida al máximo, pero sólo después de que se haya dedicado suficiente atención al tratamiento y prevención del cáncer, de las enfermedades cardiovasculares y de los accidentes fatales. Otra forma de hacer las cosas mal es poner demasiado empeño en lo previo y olvidar lo posterior. Un ejemplo muy triste al respecto es Frank Cole, investigador en medicina antienvejecimiento y practicante de la restricción calórica. También planificó las disposiciones criónicas y fue técnico de traslados de ALCOR, pero murió en el norte de África como consecuencia de una exposición a demasiados riesgos en su deseo de "enfrentarse a la muerte". Por lo tanto, deberíamos dar la mayor prioridad a todo lo que respecta a la seguridad inmediata.

Otro problema importante con el inmortalismo es que se opone a la religión. No es una afrenta a la religión hablar de una vida de 100 años o incluso de 1.000; después de todo, se dice que Matusalén vivió 969 años. Decir que una vida de 1.000 años es una afrenta a Dios sería insultar a Dios (si es que existe), porque ¿qué son 1.000 años o un millón comparados con la Eternidad?

Si los seres humanos estuviéramos a salvo de sufrir enfermedades y senescencia, las únicas causas de muerte serían los accidentes, los asesinatos y el suicidio. Bajo tales circunstancias, se estima que de una población de mil millones de habitantes, un adolescente de 12 años tendría una esperanza de vida de 1.200 años y un máximo de 25.000 (es decir, uno entre un millón, viviría 25.000 años). Así, puedo decir que mi objetivo es vivir mil años. Esto no significa que no me gustaría vivir más, pero me centraré en mi objetivo. De este modo vemos que tanto la criónica como la ciencia antienvejecimiento son meras extensiones de la medicina, más que un desafío a la religión (los pacientes criónicos no han muerto, sólo permanecen inanimados). En términos prácticos, tiene menos probabilidades de morir en manos de un médico reaccionario alguien que dice simplemente quiere prolongar su vida que alguien que pretende ser inmortalista y que, por lo tanto, puede ser visto como un blasfemo.

Cuantos más crionicistas puedan presentarse a sí mismos como partidarios de la extensión de la vida en lugar de inmortalistas, mejores oportunidades habrá de que se acepte la criónica con naturalidad, o al menos de que sea tolerada por la medicina, la religión y la sociedad. Por tanto, cuanta mayor aceptación tenga, mejores oportunidades de sobrevivir tendremos.

Algunos cuestionan que la inmortalidad sea posible debido a hechos como la extinción del sol, la muerte del universo y la descomposición de protones. Me parece complicado dar importancia, ni siquiera teórica, a tales asuntos. Los más inmediatos para nuestra supervivencia son mantenernos vivos tanto como sea posible, eliminar el envejecimiento y las enfermedades, y asegurarnos que la criónica funcione. Si podemos resolver estos problemas tendremos cientos o miles de años para pensar en otras amenazas. Si no podemos, los otros problemas son irrelevantes. Si dentro de 200 años estoy vivo y en condiciones saludables, los problemas más complicados de la mortalidad se habrán resuelto, y las oportunidades de encontrar modos de asegurar la supervivencia durante otros 800 años serán triviales en comparación.

No obtendremos muchos beneficios preocupándonos por lo que vendrá después de esos 1.000 años. No podemos comprender lo que nos depara el futuro ni las condiciones de vida y supervivencia que tendremos entonces, así que intentándolo, lo único que haremos será malgastar esfuerzos. Los objetivos de supervivencia más inmediatos son vivir durante más tiempo, ya sea para beneficiarnos de la inversión del envejecimiento gracias a la tecnología o para llegar a ver la reversibilidad de la animación suspendida del cerebro. Y eso podría ocurrir en cualquier momento en los próximos 10 ó 15 años.

Para aquellos que sobrevivan a los próximos 50 años, durante los cuales se prevé acabar con el envejecimiento (al menos eso creo), el siguiente reto será sobrevivir a las muertes accidentales y aprender a vivir seguros. Justo después habrá que evitar la muerte por asesinato, ya que los avances de la ciencia siempre incluirán el poder de algunas personas para aniquilar a otras de formas cada vez más sofisticadas. El siguiente problema será la autoaniquilación por transformación. A medida que la gente se mejore con fármacos inteligentes, complementos biológicos, hardware computacional y de comunicaciones, migración a otras plataformas, etc., podría perder con facilidad su "yo" en el proceso.

Si bien es cierto que, cuanto más vivimos más hábiles nos volvemos para sobrevivir, también es cierto que sólo necesitamos ser víctimas de un asesinato o de un accidente para ser eliminados de forma permanente. Sin embargo, aunque vayamos disminuyendo la probabilidad, es inevitable un hecho de fatales consecuencias después de un tiempo.

¿Ganamos algo intentando enfrentarnos hoy a los problemas de supervivencia que nos acecharán dentro de un milenio? ¿No tenemos ya suficientes problemas a los que enfrentarnos sin necesidad de presentarnos como enemigos de la religión? Concentrémonos en prolongar nuestras vidas lo suficiente como para poder dar el siguiente paso o no habrá más pasos que dar. Hagámonos entonces, antes que "inmortalistas", defensores de la extensión de la vida, intentando sobrevivir los próximos mil años.

Una introducción a la moralidad inmortalista

Marc Geddes

El deseo de inmortalidad es uno de los sueños más profundos e imperecederos de la humanidad. Pero, ¿es un sueño noble? Las tecnologías avanzadas, como la biotecnología y la infotecnología, parecen ser grandes promesas a la hora de ampliar la expectativa de vida y restablecer la juventud en algún momento de un futuro no tan lejano. Pero, incluso si asumimos que la prolongación radical de la vida fuera posible, algunos encontrarían la idea como preocupante. Hay filósofos que dicen que la búsqueda de la inmortalidad es moralmente errónea porque debemos aceptar el envejecimiento y la muerte como elementos necesarios de la vida. En este ensayo, presento un argumento en contra de esta afirmación. Se dirá que no sólo la búsqueda de la inmortalidad es moralmente acertada, sino que es de hecho ¡el fundamento básico de la moralidad!

TEORÍA MORAL

Cualquier teoría moral tiene que comenzar en algún punto. Empezaremos con lo que conocemos como "intuicionismo moral". El intuicionismo moral es la idea de que algunos preceptos morales se comprenden gracias a la conciencia consciente directa más que por argumentos lógicos. Apelando por tanto a la intuición del lector, el precepto inicial es muy sencillo: "la vida es mejor que la muerte".

¿Puede demostrarse lógicamente que la vida es mejor que la muerte? La pregunta admite debate, pero no es necesario iniciarlo, ya que todos los lectores estarán de acuerdo en que es una buena premisa inicial. No hay que estar de acuerdo en que, en todas las circunstancias, la vida es mejor que la muerte; en algunas ocasiones puede ser preferible morir. Todo lo que se dice es que, en general, la vida es mejor que la muerte, y la mayoría seguramente estará de acuerdo con esta afirmación; de hecho, la preferencia por la vida parece ser universal en la cultura humana. Es casi universal la celebración de nacimientos y el pesar por las muertes.

Apliquemos ahora la idea de que la vida es en general mejor que la muerte a la cuestión ética de la prolongación de la vida. Supongamos que en algún momento en el futuro, la ciencia encontrará alguna forma de erradicar el envejecimiento y la enfermedad de manera que, exceptuando los accidentes o la violencia, una persona pudiera vivir indefinidamente. Supongamos también que la ciencia no sólo puede prolongarnos la vida, sino también revertir por completo cualquier incapacidad y síntoma derivados del envejecimiento, de forma que todos podamos disfrutar del vigor de los 20 años de edad. Dejando a un lado por ahora la pregunta de si es posible o no, lo que nos preguntamos es si sería ético o no vivir una eterna juventud. ¿Cuánto querrías vivir si tuvieras la oportunidad de vivir de forma saludable?

Se presentan una serie de posibles objeciones a la oferta de la eterna juventud. Estas objeciones se pueden dividir en dos categorías: filosóficas y prácticas. Las prácticas incluirían el problema de la población, la escasez de recursos, la contaminación ambiental, el hecho de que la eterna juventud sólo estuviera al alcance de los más ricos, y la acumulación de riquezas y poder por un grupo de inmortales de élite.

No vamos a detenernos ahora en los miles de problemas prácticos que podría causar la prolongación radical de la vida; simplemente haremos constar que la historia sugiere que casi todos los avances científicos o tecnológicos provocaron nuevos problemas prácticos (citemos a Internet, como ejemplo). En el caso de la extensión radical de la vida es realmente razonable asumir que si algo así pudiera llegar a suceder, crearía algunos problemas pero todos ellos tendrían solución. Hemos de examinar las razones filosóficas que sustentan el deseo de prolongar la vida. Si descubrimos que existen poderosas razones éticas para prolongar la vida, significará que estaríamos más seguros de que esta ampliación ofrecerá un balance positivo, a pesar de los problemas que surjan de ella.

Mientras que la mayoría de la gente aceptaría que, en general la vida es mejor que la muerte, hemos de tener en cuenta si esto sólo será cierto en un período de tiempo limitado. Tal vez la vida es mejor que la muerte durante un instante, pero luego esta premisa deje de ser cierta. ¿Hay un límite para la afirmación de que la vida es mejor que la muerte? Es difícil ver porqué podría ser así. Si hay un límite de tiempo, ¿dónde está? Si crees que vivir hasta los 100 años gozando de buena salud es mejor que vivir hasta los 50, entonces ¿por qué vivir hasta los 200 no sería mejor que vivir hasta los 100? ¿Y por qué quedarnos en los 200? ¿Por qué no continuar hasta los 500? Y si nos hace felices vivir hasta los 500, ¿por qué no hasta un millón de años, o incluso para siempre?

Una objeción filosófica es la preocupación por el hecho de que cuanto más vivamos menos valoraremos el tiempo. Después de todo, un principio económico básico es el de que el valor de un recurso tiende a incrementarse a medida que éste escasea. ¿Valoraríamos menos un momento si viviéramos más? Otra preocupación es que la gente pueda pensar que su deseo de prolongar la vida es en cierto modo egoísta. ¿Se convertirían en seres egocéntricos y narcisistas estos inmortales incipientes?

Ahora se podría decir que tanto las objeciones filosóficas como las prácticas no tienen ningún mérito. Se verá que no sólo la lucha por una vida más larga aumenta el valor de cada momento, sino que también aumenta la motivación del comportamiento moral.

VALORAR UNA EXPECTATIVA DE VIDA INFINITA

El primer paso es consecuencia del hecho de que la continuidad de nuestra vida requiere esfuerzo tanto en un nivel individual como social. Esta continuidad no está garantizada y existen necesidades básicas de supervivencia: los humanos necesitan aire, agua, comida y refugio como mínimos absolutos. Hemos de tomar medidas para garantizar la supervivencia, porque estar vivo da trabajo; en todo momento, los seres sensibles tienen que elegir. Algunas de las elecciones que tomamos perjudicarán las oportunidades de supervivencia; por el contrario, otras las aumentarán. Dado que la vida es mejor que la muerte, parece que las elecciones que perjudiquen a las oportunidades de supervivencia serán malas, mientras que las otras, serán buenas.

Está claro de todos modos, que centrarnos sólo en la supervivencia a corto plazo no nos conduce a otro comportamiento ético. Por ejemplo, podemos robarle a alguien la cartera. Si dentro de ella hubiera un montón de dinero, nuestras perspectivas de supervivencia a corto plazo mejorarían enormemente, aunque pocos considerarían esto como un comportamiento moral.

Pero, ¿por qué debería ser nuestro objetivo la supervivencia a corto plazo? Por ejemplo, robar la cartera de alguien es un comportamiento que favorecería la supervivencia a corto plazo, pero tal comportamiento, ¿no reduciría las posibilidades de supervivencia a largo plazo? Imaginemos, que todos viviéramos de un modo primitivo, intentando aprovecharnos de los demás. En un pasado distante, la vida social era algo muy parecido a eso. Pequeñas tribus pasaban el tiempo luchando con otras, y las violaciones y saqueos eran su modus operandi predilecto. Este estado de precivilización se conoce como "Hobbesiano" a partir de las ideas del filósofo y político Thomas Hobbes.

Hobbes decía que aceptar las limitaciones de nuestro comportamiento era la principal ventaja a largo plazo; la gente siempre podría robar si tuviera la suficiente determinación para hacerlo. Si un sujeto A roba a otro sujeto B, los amigos furiosos del sujeto B contraatacarían. Si uno se comporta mal con la gente, es más que probable que la gente se comporte mal con uno: Tit for Tat (ojo por ojo). La idea del "contrato social" proviene de Hobbes y Locke [1]. Un contrato es un acuerdo formal o informal según el cual las partes se comprometen, de modo recíproco, a reconocerse varias obligaciones. En el caso de un "contrato social", la idea es que todos los miembros de una sociedad acuerdan implícitamente actuar según una serie de reglas ya que, a largo plazo, el hombre que practica el juego limpio será mejor persona que el que viva en un mundo anárquico "Hobbesiano". Estas ideas son la base de la filosofía política, conocida como "Contractualismo".

Las personas racionales comprenden que las acciones tienen consecuencias. Una vida sustentada en el delito podría ayudar a corto plazo, pero a largo plazo, el resultado de estas artimañas sería el asesinato o la encarcelación. El hecho de que reconozcamos esto como interés a largo plazo para respetar a los demás, nos lleva a comportarnos moralmente. Cuando respetamos los derechos de otras personas, estas se muestran más cooperativas con nosotros para el beneficio mutuo. Desde luego, para que esto funcione, la gente ha de aprender a diferenciar las ganancias a corto plazo de los beneficios a largo plazo. El punto crítico es ser conscientes de que tenemos un futuro. La gente es más proclive a comportarse moralmente cuando comprende que tendrá que enfrentarse a las consecuencias de sus actos en el futuro. Cuanto más lejano sea el futuro que planeemos, mejor comportamiento moral habrá. La gente que vive un período de tiempo breve, no tiene que experimentar las consecuencias futuras de sus actos; unas vidas más largas reducirían la tensión entre el individuo y la sociedad.

Hasta ahora, tal vez no se ha reconocido adecuadamente el hecho de que el comportamiento moral es producto de la capacidad de planear el futuro. Los biólogos evolutivos han tratado de comprender el comportamiento moral altruista, en términos de las posibles ventajas que podría proporcionar a la supervivencia. Pero el comportamiento moral no puede explicarse teniendo en cuenta sólo el corto plazo.

En un artículo reciente en Nature [2], se propuso un dilema moral. Se pedía a dos sujetos que repartieran una cantidad de dinero, digamos 100 dólares, de la siguiente manera: uno de los dos individuos decide la cantidad que va a percibir cada uno y el otro debe aceptar o ninguno de los dos recibirá el dinero. Sólo juegan una vez. Si A decide que él se queda con 95 dólares y sólo ofrece 5 a B, puede parecer lógico que B acepte. Después de todo, B recibiría algo si aceptase y nada si no aceptase. Pero cuando este juego se lleva a cabo en la vida real, la gente rehúsa aceptar repartos demasiado desiguales, privándose de obtener ganancias personales para perjudicar al otro.

El comportamiento moral sólo es ventajoso cuando se puede jugar muchas veces ("juego iterado"). Después de varias partidas, lo lógico es que una persona que recibe un reparto injusto, no lo acepte, y que la persona que hace el reparto, sea más equitativa. Esto es porque se sabe que la estrategia óptima para interactuar entre dos partes a largo plazo es simple: Tit for Tat. El éxito de la estrategia del Tit for Tat fue descubierto en una competencia informática en red en 1981. La competencia consistía en buscar una solución para el dilema moral conocido como "el dilema del prisionero".

De aquí podemos sacar una enseñanza. En el mundo real, ser amable con los demás sólo supone una ventaja a largo plazo. De hecho, la moralidad sólo sería perfectamente lógica si viviéramos eternamente; hemos de quedarnos aquí el tiempo suficiente como para cosechar las consecuencias de nuestros actos. Cuando los humanos actúan moralmente, en cierto modo están actuando como si fueran inmortales. Podemos suponer que la moralidad humana se explica en parte por la singularidad del sentido del tiempo. Sólo los seres sensibles, capaces de pensar racionalmente, pueden planear el futuro, y sólo ellos pueden comprender que el mundo seguirá adelante sin ellos. Los humanos actúan de forma moral porque, en su imaginación, pueden considerar lo que la gente pensaría de ellos si vivieran en cualquier punto del futuro, ya sea dentro de 5 minutos o de 5 siglos.

Tengamos también en cuenta la cuestión del valor de los momentos en la vida de cada uno. El tiempo no es un activo ordinario; una persona que disponga de más tiempo puede planear un futuro más distante. Hay más opciones en el presente, ya que algunas de las cosas que una persona puede hacer en el presente sólo llegarían a su fin a largo plazo. Una persona con más opciones tiene, por definición, más libertad, y un mayor número de objetivos entre los que elegir. Así, cuanto más viva una persona, mayor valor potencial tendrá cada momento.

Hemos dado poderosas razones para creer que la vida es, en general, mejor que la muerte, sin importar cuánto viva un individuo. En primer lugar, el valor potencial de cada momento aumenta a medida que la persona vive. En segundo lugar, cuanto más espera vivir una persona, más motivos tiene para comportarse moralmente. Esto parecería resolver la justificación ética para la extensión de la vida: la prolongación de la vida es moralmente buena. Dado que estos argumentos se aplican en cualquier período de tiempo, cuanto más tiempo pueda vivir potencialmente un individuo, mayores beneficios habrá. Por tanto, luchar por la inmortalidad es, en realidad, un imperativo ético. Si una persona realmente inmortal vive un tiempo infinito, parece que la inmortalidad es en cierto modo un bien infinito. Sería por tanto razonable pensar que la búsqueda de la inmortalidad es el último imperativo moral. Llamemos a esto la "moralidad inmortalista". Basamos toda la ética en la "afirmación de la vida"; se entiende que es moralmente bueno que seres sensibles se pronuncien en favor de la vida; y si algo resulta perjudicial para la vida, será moralmente malo. ¿Por qué no hacer que la moralidad inmortalista sea la base fundamental de nuestro sistema de valores?

Es importante apreciar que la moralidad y la legalidad son dos cosas diferentes. Existe cierto peligro con algún sistema ético si se quiere imponer esta moral, pero el problema aquí es la tolerancia. No se ha dicho que las leyes obvien la base de la "moralidad inmortalista", aunque podría servir de guía a la hora de formular políticas sociales en algunos temas.

Un alto número de filósofos ha tratado de idear sistemas éticos a partir de la vida como fundamento básico de la moral. Ayn Rand basó su teoría del Objetivismo sobre la idea de que la vida del individuo es su valor más preciado. El teólogo y humanista alemán Dr. Albert Schweitzer escribió:

La afirmación de la vida es el acto espiritual por el cual el hombre deja de vivir de forma irreflexiva y comienza a dedicarse a su propia vida con reverencia, para alcanzar su valor real. Afirmar la vida es profundizar, interiorizar y exaltar el deseo de vivir. De igual forma, el hombre que se ha convertido en un ser racional, siente el imperativo de dar a cada deseo de vivir la misma intensidad que se imprime a sí mismo, de tomárselo tan a pecho como se toma su propia vida. Experimenta esa otra vida en su interior, y acepta como bueno preservar la vida, promoverla, alcanzar su mayor valor de desarrollo y al máximo nivel posible; y como malo, destruir la vida, perjudicarla, reprimir la vida que puede desarrollarse. Este es el principio absoluto y fundamental de la moral, y es una necesidad del pensamiento [3].

La existencia de determinados factores, a los que concedemos más importancia que a la supervivencia en sí, supone la objeción principal a la idea de que la ética se deriva del objetivo de la misma. Una vez que hemos cubierto nuestras necesidades físicas, aún tenemos deseos que pueden entrar en conflicto con nuestra supervivencia. Y además de los deseos físicos, tenemos objetivos emocionales e intelectuales. ¿No es mejor considerar la supervivencia como uno más de otros muchos valores y la ética como una preferencia entre las múltiples opciones?

Es importante entender que muchos de nuestros deseos son consecuencia de la evolución. La psicología evolutiva estudia la forma en que las acciones humanas son resultado de impulsos biológicos que se desarrollaron porque proporcionaban una ventaja evolutiva. Por ejemplo, nuestras emociones y pensamientos colaboran indirectamente con los propósitos de supervivencia. Las emociones nos permiten sentir cierta empatía con otras personas, ayudándonos a cooperar con los demás. Las destrezas sociales proporcionan una ventaja de supervivencia. Y el pensamiento racional es una herramienta de supervivencia, ya que podemos aplicar el pensamiento abstracto para comprender y predecir cómo funciona el mundo. Desde el arte hasta los sistemas filosóficos pueden servir para afirmar la vida, y hemos llegado a valorarlos por sí mismos; aunque llegaron por casualidad, permanecen porque proporcionaron una ventaja evolutiva para los humanos. Por supuesto que eran genes lo que la evolución seleccionaba y no la prolongación de vidas individuales, pero las necesidades de supervivencia tendían a ajustarse a las reproductivas. Por tanto, hacer de la supervivencia el primer objetivo, no tiene por qué chocar con todo aquello que queramos valorar también. La moral inmortalista se basa en que todo lo que merece un valor proviene de la búsqueda de la inmortalidad.

ESTANCAMIENTO

La objeción filosófica más común a la extensión radical de la vida es que, la vida demasiado larga sería muy aburrida. ¿Quizás nos quedemos sin cosas interesantes que hacer? ¿Acabaríamos en un mundo estático donde no habría nada nuevo bajo el sol? Aquí afirmamos lo contrario. Si todo lo que merece un valor proviene de la búsqueda de la inmortalidad, entonces una vida muy larga sería de hecho mucho más interesante y plena. ¿Cómo?

Lo primero que hemos de decir es que una vez que la tecnología esté lo suficientemente desarrollada como para extender radicalmente la esperanza de vida, es probable que esta tecnología también esté lo suficientemente avanzada como para modificar las mentes y los cuerpos de aquellos que lo deseen. Por ejemplo, uno puede imaginarse "fármacos actualizadores del cerebro" para evitar que los cerebros se vuelvan demasiado rígidos. La gente que viva en el futuro debería ser capaz de modificar el cuerpo y sus personalidades con la misma facilidad con que hoy se cambia de ropa. El hecho de que algunas personas que viven en la actualidad se cansen de su vida es más probablemente un problema práctico y biológico que filosófico.

IDENTIDAD

Aquí aparece otro asunto filosófico. A algunas personas podría preocuparles la duda de saber si el hecho de vivir mucho tiempo implicaría dejar de ser uno mismo y convertirse en otra persona. Después de todo, ¿qué es exactamente el "yo"? El astrónomo Martín Rees manifestó tal preocupación:

Me he reconciliado con la extinción –perder toda conciencia y pudrirme físicamente–. Ciertamente creo que deberíamos agradecer la fugacidad de nuestras vidas. La inmortalidad individual sería perjudicial para el posterior desarrollo de la vida, a menos que podamos transformarnos mental y físicamente en algo diferente a lo que somos ahora, siendo que las entidades transformadas ya no serían realmente "nosotros". Si la tecnología me permitiera trascender a esas limitaciones, sería la misma persona en el sentido de que conservaría ciertos recuerdos de mi vida anterior. Pero, incluso con la duración actual de la vida, no está claro cuánto de la personalidad se preserva realmente. Cada uno de nosotros es un "manojo de sensaciones" entretejidas como si fuera una hebra continua, o una línea que se demarca en el mundo [4].

La idea de que somos un "manojo de sensaciones" proviene del filósofo David Hume, pero otros filósofos, como el transhumanista extropiano Max More, no estarían de acuerdo según el concepto del "yo" pleno [5]. La filosofía y la ciencia de la mente no están lo suficientemente avanzadas como para dar una respuesta a la pregunta de qué es el "yo". Mientras que un ser vivo conserve recuerdos de su pasado, existirá una conexión entre el "yo" pasado y el "yo" presente que será suficiente para conservar el mismo sentido del "yo". Para recordar nuestro pasado, el "yo" del presente ha de ser "retrospectivamente compatible" con todos los "yo" pasados.

Una preocupación al respecto es saber si una persona muy longeva dejaría, en algún modo, de ser humana. La naturaleza humana en sí misma no es rígida. Los seres humanos se han reinventado constantemente por medio de cambios culturales y avances tecnológicos según el filósofo transhumanista Nick Bostrom [6]. Incluso, si fuera cierto que alguien que viviera cientos de años comenzara a transformarse en una entidad diferente, ¿por qué tendríamos que tener miedo? Después de todo, un hombre a los 20 años es bastante diferente a cuando tenía 5; y a los 60 es bastante distinto a cuando tenía 20. Pero lo que hace a la vida realmente interesante y nos da la oportunidad de conseguir algo mejor es el potencial para cambiar. Y tengamos en cuenta la alternativa: la muerte. ¿No habíamos quedado de acuerdo en que la vida es mejor que la muerte en términos generales? ¡Pues entonces, será mejor evolucionar, que morir!

RELIGIÓN

Algunos podrían objetar que la búsqueda de la inmortalidad se opone a la religión. Se dice que una vida extremadamente larga es en cierto modo antinatural, que va "en contra de los planes de Dios". Los principales aliados de la búsqueda de la inmortalidad son los judíos. En el judaísmo, la mayor metáfora es la que reza que "Dios es la Vida". El judaísmo puede ser la religión más compatible con la "moralidad inmortalista". En un congreso en 1999 sobre la prolongación de la vida, el rabino Neil Gillman declaró lo siguiente:

No hay redención en la muerte. La muerte es incoherente, es absurda.

Preguntaron al rabino si la tradición judía aprobaría la prolongación de la vida humana en veinte años. "Sí", respondió. ¿Cuarenta años? "Sí". ¿Cien años? "Sí". Para él, la prolongación indefinida de la vida es un bien moral [7].

MOTIVACIÓN

¿Qué motivaría a la gente muy longeva a seguir luchando por crear cosas nuevas y explorar nuevas áreas? La premisa moral básica de la que hemos estado hablando: el deseo de supervivencia. Un proceso en curso es un viaje, no un destino. Si la inmortalidad fuera algo que alcanzáramos en algún momento, no podría ser durante más tiempo el fundamento de la ética. Pero no importa cuánto avance nuestra ciencia o nuestra tecnología porque es poco probable que la continuación de nuestra propia vida pueda garantizarse. Teóricamente sería posible vivir para siempre, pero esto implicaría la resolución constante de nuevos problemas y la superación de nuevos retos. Podríamos pensar en una expectativa de vida infinita, garantizada como una especie de límite matemático a la que pudiéramos tender cada vez más, pero que nunca llegaríamos a alcanzar. Cada nuevo avance científico disminuiría el riesgo de muerte, pero la búsqueda de la inmortalidad continuará para siempre.

¿Serán capaces de correr riesgos aquellos que adopten una moral inmortalista? La respuesta es sí, ya que la gente ha de correr algunos riesgos para sobrevivir. No hay paradoja entre querer vivir durante mucho tiempo y correr algunos riesgos a corto plazo. Para asegurarnos beneficios a largo plazo, hemos de correr algunos riesgos a corto plazo. Por ejemplo, una persona no se levantaría de la cama cada mañana si estuviera tratando de maximizar sus opciones de supervivencia a corto plazo. En cualquier caso, si pensamos a más largo plazo, podemos determinar que la acción racional sería asumir riesgos, levantarse y salir a la calle para lograr nuestros objetivos. Es la única forma de hacer que los extremos se toquen y sobrevivir a largo plazo. Es importante destacar que estar vivo requiere de un esfuerzo constante, y que la inmortalidad no es un destino, sino un viaje.

EGOÍSMO

Aún tenemos que considerar otro aspecto; la inmortalidad como imperativo moral fundamental no ha de ser interpretada en un sentido puramente egoísta. Es decir, no se dice que la supervivencia del individuo sea lo principal en todo momento. También podemos permitir que las vidas de otros sean más importantes, según sean las circunstancias. Es perfectamente normal correr riesgos para favorecer la supervivencia de los demás. A lo largo de toda la historia, exploradores y soldados pusieron sus vidas al servicio de los demás. En algunas circunstancias, practicar el altruismo y sacrificar nuestra propia vida para que los demás puedan vivir, puede ser una forma de afirmar la vida. Por tanto, está claro que la moralidad del inmortalismo no es totalmente egoísta.

También responde esto a la objeción de que la oportunidad de extender la vida radicalmente es tan baja que no merece ser tenida en cuenta aún. Algunos podrán decir que es mejor no perder el tiempo en un objetivo tan poco probable mientras aún existan, aquí y ahora, tantos problemas para resolver. Pero nuestra propia oportunidad de éxito no tiene nada que ver con que la extensión de la vida sea un buen objetivo o no. Incluso si morimos mucho antes de que los avances científicos encuentren una cura para el envejecimiento, el objetivo es bueno en tanto estemos ayudando a los demás a lograrlo.

Es interesante destacar que los fundamentos de la moralidad se pueden falsear empíricamente. Tal vez no se puede demostrar que la búsqueda de la inmortalidad sea el valor último, pero sí se puede rebatir. Si en algún momento la ciencia afirmara que no es posible que la vida durara eternamente en el universo, la búsqueda de la inmortalidad sería imposible y no podría justificarse. Por tanto, ¿las pruebas científicas descartan la idea de que la vida podría, en principio, durar eternamente? Algunos así lo creen. Uno de los argumentos en contra de que la vida pudiera durar para siempre proviene de una ley de la física conocida como la segunda ley de la termodinámica. Esta ley dice que la entropía de un sistema aislado (un sistema que no intercambie materia ni energía con su entorno) debe crecer siempre. La entropía es una medida del desorden del sistema. Por ejemplo, el escritor científico Adrian Berry escribió en una ocasión: "Preservar un cuerpo vivo eternamente violaría la segunda ley de la termodinámica" [8].

De hecho, la segunda ley de la termodinámica no implica que un ser vivo tenga que morir. Los seres vivos no son sistemas aislados; intercambian constantemente materia y energía con su entorno. Es más, el cuerpo humano excreta los desechos y toma aire, comida y agua. Mientras que un ser vivo siga obteniendo energía, no habrá razón por la que tenga que morir. La biosfera del planeta Tierra intercambia energía con el sistema solar. Pero, ¿qué pasa con el universo? El universo parece ser un sistema aislado en el cual la entropía ha de crecer. ¿Se agotarán algún día las fuentes de energía utilizables? ¿Morirá todo? El gran filósofo Bertrand Russell así lo creía cuando escribió estas desesperadas líneas:

"El hombre es el producto de causas que no preveían el futuro al que conducían; su origen, su crecimiento, sus esperanzas y miedos, sus amores y creencias son el resultado de la disposición accidental de átomos; y ningún fuego, ningún heroísmo, ninguna intensidad de pensamiento y sentimiento pueden preservar la vida individual más allá de la tumba. Todo el esfuerzo de generaciones, toda la devoción, la inspiración, el prominente resplandor del genio humano están destinados a extinguirse con la gran muerte del sistema solar, y todo el templo de los logros del hombre quedará inevitablemente sepultado bajo los escombros de un universo en ruinas, de modo inapelable y tan cierto que ninguna filosofía que lo rechace puede esperar permanecer. Sólo sobre las firmes bases de estas verdades, sólo sobre los firmes fundamentos de esta inquebrantable desesperación, puede construirse de ahora en adelante y con seguridad la morada del alma" [9].

En cualquier caso ningún científico sabe cómo será el fin del universo, si es que este se produce. Parece que seguirá expandiéndose para siempre, pero la naturaleza de la energía oscura aún no es lo suficientemente conocida como para poder afirmarlo. Es importante comprender que incluso si la densidad media de entropía del universo tuviera que aumentar inevitablemente, esto no implicaría que el universo llegara en algún momento a alcanzar un punto máximo de crecimiento y detuviera por completo este aumento. Incluso si el universo llegara a su fin, sería posible aún que la vida sobreviviera. En 1979, el físico inglés Freeman Dyson publicó un artículo [10] en el que afirmaba que, incluso en un universo con energía finita, un ser inteligente aún podría tener un número infinito de pensamientos. Dio como ejemplo un caso en que el universo seguiría expandiéndose a pesar de que, a medida que la energía utilizable se fuera agotando, este universo empezara a "morir". Dedujo que, a medida que el universo se volvía cada vez más frío, los seres avanzados aún podrían vivir teniendo pensamientos a un nivel cada vez más bajo. El físico Frank Tipler planteó el escenario opuesto; un día, el universo deja de expandirse y comienza a colapsarse bajo la fuerza de la gravedad, llegando a su fin en un "big crunch" (gran crujido). La idea era que, a medida que el universo se calienta, los seres inteligentes aún podrían vivir teniendo pensamientos cada vez más rápidos, pero sólo si desarrollaran tecnologías lo suficientemente poderosas como para modificar a gran escala la estructura del universo. Es lo que se conoce como la teoría del "Punto Omega" [11].

Parece que los datos empíricos no son suficientes para determinar si la vida en el universo ha de terminar. Por lo tanto, no hay una base científica que apoye el pesimismo de Russell, y podemos proponer como conjetura razonable que la vida puede durar eternamente.

Resulta interesante en cualquier caso, advertir que la vida en la Tierra probablemente se expandirá por el Espacio para sobrevivir. Y si es así, parece poco probable entonces que se convierta en algo aburrido o libre de riesgos, sin importar el tiempo que uno viva. Siempre habrá nuevos retos excitantes a los que enfrentarse y es justamente la búsqueda de la inmortalidad lo que conducirá a la humanidad a enfrentarse a ellos. Esta es la principal razón para creer que la búsqueda de la inmortalidad debería ser el último imperativo moral.

Se ha dicho que la inmortalidad es posible, pero sólo si los seres racionales siguen haciendo esfuerzos para mantenerse vivos; pero no se ha dicho que se pueda garantizar esa inmortalidad, ya que entonces dejaría de ser un objetivo y ya no sería la base fundamental de la moral.

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