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Ciudad de México, la ciudad del millón de latidos




Enviado por Jorge Iván Aguilar



Partes: 1, 2

    Desde tiempos inmemorables, la Ciudad de México,
    corazón de nuestra patria, ha sido el asombro de propios y
    extraños. Situada en el sur del altiplano, rodeada de
    cordilleras y majestuosos volcanes, altiva y señorial se
    yergue desde hace más de seis siglos cuando fue fundada
    por los aztecas y, ya desde aquel entonces se constituyó
    como centro del gran Imperio de la cultura Azteca-Mexica:
    Tenochtitlan

    No fue menor el impacto causado ante los ojos de los
    conquistadores españoles, al descubrir una ciudad-imperio
    perfectamente organizada entre lagos y canales, con estructuras
    militares, teológicas y comerciales, que quedaron
    maravillados ante su esplendor y atraídos por sus
    misterios y riquezas decidieron transformarla en el centro de
    todas sus conquistas del recién descubierto "Nuevo Mundo",
    convirtiéndola así en la capital de la Nueva
    España y con ello, dando lugar a la fusión de dos
    mundos, de cuyo crisol podemos asumirnos orgullosos de nuestras
    raíces

    La Ciudad de México, la ciudad del millón
    de latidos, se ubicó desde siempre como un polo de
    atracción para todos sus visitantes, que impactados por su
    magnificencia la han tildado elogiosamente de una y mil maneras:
    "La muy noble y leal", "La ciudad de los palacios", "La capital
    del nuevo mundo", "La ciudad más grande del mundo" y
    muchas otras más, que de alguna forma intentan delinear su
    carácter guerrero y luchador heredado de nuestros
    antepasados, que en la actualidad se ha transformado en un
    espíritu evolutivo que le permite reinventarse cada
    día, con una constante e inacabada búsqueda del
    mejoramiento colectivo

    Cualquiera que sea el motivo para la visita a la Ciudad
    de México, la ciudad del millón de latidos, el
    viajero encontrará siempre justificación plena para
    conocerla, para recorrerla, para sentirla, para asumirla como
    propia y aunque su gran extensión da lugar para invertir
    todo el tiempo disponible y aún así, se
    tendrá la sensación de jamás acabar de
    recorrerla, una sugerencia es empezar por donde fue el origen de
    la misma y que ahora conocemos como el "Centro Histórico"
    y que hasta hace poco más de un siglo mantenía
    todavía en buena medida, la simetría original de la
    fundada por los "mexicas" –así preferían
    denominarse los antiguos aztecas- y que según conocimos
    por los cronistas, el lugar preciso de su fundación
    obedeció a sus creencias religiosas, las cuales
    debían ser celosamente cumplidas, de modo tal que cuando
    estos mexicas presenciaron a un enorme águila
    –símbolo del sol- posada sobre un nopal
    –cactácea endémica de nuestro país-
    que florecía sobre un islote y el águila devorando
    a una serpiente, de inmediato se cumplió lo ordenado por
    sus dioses, dando lugar a la Gran Tenochtitlan, que con el tiempo
    también se conocería como "El Valle de
    Anáhuac" por el lugar donde estaba el islote. De este acto
    trascendental se deriva uno de nuestros símbolos patrios
    – el escudo nacional- que hasta nuestros días
    permanece incólume y se mantiene vigente en nuestras
    monedas, en nuestra bandera y demás usos
    oficiales.

    Regresando al Centro Histórico, que a raíz
    de la conquista y por varios siglos contuvo los límites de
    la propia ciudad, una ciudad que fue construida sobre las ruinas
    de la antigua ciudad imperio de Tenochtitlan, con una
    arquitectura que ahora conocemos como virreinal y que responde al
    modelo imperante el la época en Europa, pero que en su
    seno lleva el esfuerzo y sudor de la mano de obra
    indígena, que aportó lo suyo para lograr la ahora
    admirada belleza de este espacio urbano y que en el
    vértice de dicho centro contemplamos la imponente Plaza de
    la Constitución .

    La Plaza de la Constitución, o Plaza Mayor, o
    comúnmente conocida como "El Zócalo" –nombre
    que devino por el inicio de las obras para la instalación
    de un monumento que nunca se concluyó, pero que
    inició con el basamento o zócalo del mismo- es una
    explanada de grandes dimensiones, tan grande que es considerada
    la mayor de América y la tercera en el mundo y está
    delimitada al norte por la Catedral Metropolitana, majestuoso
    templo que incluye en sus fachadas, cúpulas y torres, una
    amalgama de los más diversos estilos
    arquitectónicos, pues en su culminación
    prácticamente transcurrieron los tres siglos que
    duró el período de la Colonia y en cuyo interior
    podemos admirar además de lo portentoso de su
    construcción en sí, incontables piezas de arte
    sacro, así como los restos de distintos e influyentes
    actores de nuestra historia.

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