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Cristóbal Colón y el enigma de la primera recalada (página 2)



Partes: 1, 2

La llegada a
Guanahaní

Era tarde aquel 11 de octubre de 1492, el sol
había bajado ya, cuando un marinero de La Pinta
de nombre Juan Rodríguez de Bermejo, natural de Triana,
alcanzó a divisar una delgada línea oscura que se
asomaba en el horizonte nocturno, aproximadamente a unas dos
leguas de distancia. Su entusiasmo lo llevó a gritar con
desesperación: "¡Tierra!, ¡Tierra!". En
sólo un instante un disparo de falconete, gritos de
algarabía que se escuchaban en las tres embarcaciones, una
campana sonando frenéticamente; todos se enteraron
rápidamente que finalmente, luego de treinta y seis
días de angustiante espera, amanecerían en la
tierra soñada.

La tripulación no debe haber podido cerrar un ojo
durante aquella noche de tensa espera, al saberse tan cerca del
paraíso de las sedas, las especias y el oro. Al amanecer,
Colón, ya convertido virtualmente en Almirante de la Mar
Océana, decidió no desembarcar de inmediato, sino
que ordenó que se buscase algún sector de la costa
libre de arrecifes. Debieron navegar durante algún rato
soportando tener la tierra de las maravillas al alcance de la
mano sin poder desembarcar, hasta que encontraron un sitio
adecuado a sotavento de la pequeña isla. Una vez fondeadas
las tres naves en una apertura entre los arrecifes de coral,
quedaron flotando sobre las increíblemente transparentes
aguas color turquesa que bañaban la playa de blanca arena
coralina. "El almirante desembarcó en barca armada con
bandera real", lo seguían los hermanos Martín
Alonso Pinzón y Vicente Yáñez Pinzón
con dos banderas de la cruz verde y las letras iniciales de los
reyes, F e Y, en oro, rematadas con una corona.

Esta isla, denominada Guanahaní por los
naturales, fue descripta por Colón en su Diario como "muy
grande y muy llana y de árboles muy verdes, y muchas
aguas, y una laguna en medio muy grande, sin ninguna
montaña y toda ella verde que es un placer
mirarla".

Y los nativos se fueron animando a aparecer, comenzaron
a salir cautelosamente de entre el follaje, dirigiéndose
hacia el singular grupo de malolientes visitantes, con caras de
total asombro, al estar presenciando algo que de ninguna manera
podían comprender, y que seguramente deben de haber
relacionado con lo místico y sobrenatural. La presencia de
estos indígenas de aspecto apacible, riendo con candidez,
completamente desnudos, deben haber inquietado al gran almirante
si, efectivamente, él estaba esperando encontrarse con
individuos ricamente ataviados prestos a llevarlos ante la corte
del Gran Khan.

El Diario de Colón ofrece una descripción
de estos indígenas, supuestamente de su puño y
letra: "…andan desnudos como su madre los parió y
también las mujeres, aunque no vi más de una harto
moza, y todos los que yo vi eran mancebos, que ninguno vide de
más de treinta años. Muy bien hechos, de muy
hermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos casi
como sedas de colas de caballos y cortos. Se pintan de prieto, y
ellos son del color de los canarios, ni negros ni blancos. Ellos
no traen armas ni las conocen porque les mostré espadas y
las tomaban por el filo y se cortaban por su
ignorancia".

Colón y los Pinzones avanzaron
enfrente de todos, ante los asombrados indígenas que todo
lo querían tocar: los vestidos de terciopelo, las pieles,
cualquier cosa que brillara, las banderas, todo. Entre todos
ellos el almirante se arrodilló lentamente. Seguido por
los que le acompañaban, besó las relucientes arenas
blancas como azúcar que refractaban la luz del sol,
agradeció al Señor y, ante la presencia de Rodrigo
de Escobedo, notario de la Armada, y Rodrigo Sánchez de
Segovia, inspector de la flota, pidió a los demás
que diesen fe y testimonio de cómo él, en nombre de
los Reyes Católicos, tomaba posesión de la isla de
Guanahaní, rebautizándola como San
Salvador.

¿Dónde desembarcó
Cristóbal Colón?

Y es aquí donde nace la controversia que nos
ocupa: ¿ Con cuál isla de la actualidad debe
identificarse a esta isla a la cual arribó
Cristóbal Colón el día 12 de octubre de
1492, que se llamaba Guanahaní, y que fuera
rebautizada por él mismo con el nombre de San Salvador?
Esto es : ¿dónde desembarcó
Colón?

En un principio, la identidad geográfica de la
isla Guanahaní jamás fue objeto de
controversia histórica ni geográfica desde su
descubrimiento en el año 1492, hasta que comenzó a
discutirse muchos siglos después. Precisamente desde
aquella época comenzó a figurar en cartas y mapas
como la isla del descubrimiento, aunque algunas veces con algunas
variantes en su ortografía. El nombre de
Guanahaní figura por primera vez en el propio
Diario de a bordo del descubridor, donde consta que la isla fue
rebautizada como San Salvador. Este dato fue recogido luego por
el Cronista Mayor de las Indias, Andrés García de
Céspedes, en la Descripción de las Indias y
tierra firme del Mar Océano
ilustrado con un mapa en
el cual figuraba el archipiélago de las Lucayas,
destacándose entre las islas la de
Guanahaní.

En esta cartografía de época cercana al
descubrimiento, la isla Guanahaní parecería
coincidir con una isla del archipiélago de las Bahamas que
se denominó Watling Island, en honor al famoso bucanero
inglés John Watling que había residido en ella,
hasta que en el año 1926, el Parlamento de las Bahamas, a
instancias de una iniciativa del religioso Fr. Chysostom
Schreiner, decidió restablecer el nombre que
teóricamente le habría dado Cristóbal
Colón en aquel lejano 12 de octubre, dando por terminada
la discusión al declararla "oficialmente" como la isla del
descubrimiento. Mucho antes de esta forzosa
"oficialización", en el año 1793, Juan Bautista
Muñoz, importante historiador español especializado
en el estudio de Cristóbal Colón, ya había
identificado a Watling como Guanahaní. y
más tarde, otros investigadores como A.B. Becher en 1856 y
J.B. Murdock en<1884 coincidieron plenamente con él. Ya
en el siglo siguiente tenemos como principal impulsor de esta
postura a Samuel Eliot Morison en el año 1942, quien
incluso escribió una obra con sus consideraciones,
Admiral of the Ocean Sea, con el cual obtuvo el Premio
Pulitzer. Tradicionalmente no hubo discusión alguna sobre
esta identificación, hasta que en el siglo XIX comenzaron
a aparecer los primeros disconformes, aunque hasta el día
de hoy, la mayoría de los expertos continúa optando
por Watling, a pesar de que su postulación ha venido
sufriendo ciertos embates, especialmente a partir del año
1996.

¿Cuáles son las otras islas que rivalizan
con Watling por erigirse como el escenario del descubrimiento?
Las candidatas son realmente numerosas, y si continuaran
apareciendo muevas teorías, en poco tiempo no
quedaría isla en las Antillas o las Bahamas que no fuera
candidata. Por nombrar algunas, en la lista de candidatas podemos
encontrar a Watling-San Salvador, Grand Turk, Cayo Samaná
(estas tres serían las que cuentan con más
posibilidades), Cat Island, Eleuthera, Caicos, Sayaguana, Egg
island, Lignum Vitae Cay, e incluso a la Florida, cada una de
estas posturas con uno o varios fervorosos defensores. El
análisis se complica debido a que si se acepta una u otra
isla, debe modificarse completamente el derrotero posterior que
realizó Colón desde Guanahaní hasta
la actual isla de Cuba.

Diversos sistemas
para identificar el escenario de la primera
recalada

Sucede que a los fines de la investigación, los
expertos utilizan diversos elementos para iniciar el
análisis que los llevará a fundamentar sus
teorías. Estos son: 1) Trabajar sobre el derrotero
realizado por Colón seguido desde
Guanahaní, hasta la isla de Cuba: Durante
aproximadamente quince días, las naves descubridoras
recorrieron varias islas del archipiélago en el cual se
encontraban, dejando testimonio de su paso en
representación de Fernando e Isabel la Católica,
nombrando a varias de ellas con nombres cristianos. Las islas a
identificar serían: Santa María de la
Concepción, Fernandina e Isabela. La identificación
de estas y otras islas por la que pasaron durante este recorrido
es el punto crucial de esta investigación, debido a que se
intenta lograr alcanzar la verdad utilizando la
información del derrotero contenida en el Diario, pero
éste adolece de datos claros y precisos, falta
información, e incluso puede contener gruesos errores, lo
que hace que necesariamente cada investigador deba aplicar sus
particulares interpretaciones, y es así como nacen las
controversias. 2) Analizar las características
geográficas de la isla: Al revisar detenidamente cada
detalle de la frugal descripción de la isla que
Colón ofrece en el Diario, se busca encontrar la mayor
cantidad de coincidencias con la isla elegida. El problema que se
plantea es que muchas islas tienen características
similares entre ellas –estamos hablando de pequeñas
islas y cayos que se encuentran a muy escasa distancia unas de
otras-, entonces los investigadores encuentran algunas
similitudes entre su postulante y la descripción del
Diario y en base a ellas defienden su teoría, haciendo
oídos sordos a elementos que la alejan de la isla del
Diario, y negando las similitudes que puedan presentar las
postulantes rivales. Más allá de que todas las
islas postulantes presenten alguna coincidencia con la
descripción del Diario, algunas de ellas presentan muchas
y otras, son tan alejadas en sus características que
parece que sólo tuvieran algún parecido con
Guanahaní en la imaginación y la fuerza de
voluntad de sus defensores. 3) La cartografía y
testimonios de la antigüedad: Cartas antiguas como el famoso
mapa de Juan de la Cosa, del año 1500, la carta de Egerton
de 1510 y la carta de Torino de 1523 pueden ser utilizados como
fuente de información. Si bien no se les puede dar un
crédito total, debido a posibles errores y carencias
técnicas propias de la época, resulta a todas luces
inapropiado prescindir completamente de ellas, toda vez que
configuran una fuente de información histórica
extraordinaria, en algunos casos de la misma época del
descubrimiento. 4) La ruta del Atlántico: Esta consta de
seguir la ruta del cruce del Atlántico con el mismo
método del primer punto, es decir, utilizando la
información del Diario. Se lo ha hecho, incluso utilizando
reproducciones de las naves originales. Obviamente también
existen problemas para lograr cierto nivel considerable de
certeza de una conclusión basada en una navegación
realizada en base al Diario, ya que, como dijimos, el Diario no
ofrece información precisa, completa, confiable,
además de que podría contar con muchos errores
(obviamente todos los datos fueron tomados sin ningún tipo
de instrumentación de precisión) que, según
ciertas circunstancias, podrían ser involuntarios o hasta
inducidos, (esto último según una reciente
teoría).

Diversas
teorías

La controversia sobre la recalada americana
de Colón, que ya existía desde hacía
años aunque sin demasiada vehemencia, recobró
intensidad a raíz de un artículo publicado en la
edición de noviembre de 1986 de la prestigiosa revista
National Geographic Magazine, de los Estados Unidos. En este
trabajo se ofrecían las conclusiones a las que se
había arribado luego de una profunda investigación
en la cual se trabajó con un programa de ordenador, y
ofreció como conclusión que el lugar seguro de la
primera recalada fue Cayo Samaná.

De esta forma, esta publicación estadounidense,
se basó en los resultados proporcionados por una
computadora para modificar su tradicional criterio de identificar
a Guanahaní con la isla Watling. Incluso en
ediciones de otros años llegaron a publicar fotos de
Watling con notas que aseguraban que esta isla era el escenario
del descubrimiento. (Ej. National Geographic Nov. 1975, Vol. 148
N° 5, pág. 594-595. : "…San Salvador, where Columbus
stepped from the Old World to the New World). Un impresionante
equipo de prestigiosos historiadores, técnicos y
científicos participó de esta trascendente
investigación que incluyó una travesía del
Atlántico a vela en base a la información que
proporcionó el programa de ordenador Columbus Research
Tool
, desarrollado por Scott Devitt y Carla Ryti de Control
Data Corporation. Según las conclusiones ofrecidas a la
comunidad internacional, el resultado reflotó la
teoría a la cual ya había arribado Gustavus Vasa
Fox, ex Subsecretario de Marina, en el año 1882, quien
había pasado parte de su vida estudiando el derrotero de
Colón en las islas Bahamas.

Joe R. Judge, participante del proyecto
destaca que pueden encontrarse 30 puntos distintos de hechos
geográficos en el diario de Colón entre San
Salvador y Cuba. Estos son: cálculos de distancia entre
islas, ancladuras, ubicación de caseríos de indios,
tendencia de costas, etc. El trabajo toma en consideración
la distancia entre cada una de las islas del derrotero detallado
en el Diario, Santa María, Fernandina, Isabela e Islas de
la Arena, hasta llegar a Cuba. Entiende que de los treinta datos
geográficos vertidos en el diario, veintiocho están
verificados por la geografía y la arqueología
modernas en la ruta entre Cayo Samaná y Cuba. El uso del
programa de ordenador Columbus research Tool para
establecer el derrotero fue duramente criticado, pero sus
creadores lo defendieron con decisión, afirmando que
gracias a él se demostró definitivamente que Cayo
Samaná proporciona una compatibilidad casi completa entre
el Diario y la geografía moderna. Además, afirma
que la descripción de Guanahaní contenida
en el Diario también coincide con Cayo Samaná y no
con Watling, a la cual califica como la única otra
candidata remotamente posible. Por otra parte, asegura que
quienes se burlan de esta conclusión, jamás han
visitado Cayo Samaná, y que el único que realmente
lo ha hecho fue Vasa Fox, quien al proponer esta solución
al problema a fines del siglo XIX fue criticado por los
almirantes J. B. Murdoch y Samuel Eliot Morison, principal
defensor histórico de la recalada en Watling, haciendo
desaparecer la postura del escenario internacional, hasta la
aparición de la nota de National Geographic.

Dice que la única razón por
la cual los estadounidenses venían aceptando la postura de
Watling desde hace décadas fue que el respetado almirante
Morison la proponía. Judge afirma que Morison quiso cerrar
la cuestión publicando su obra en

1942, debido a la completa vulnerabilidad de sus
conclusiones sobre la ruta del derrotero. Destaca que en el
año 1926 los ingleses bautizaron a la isla Watling como
San Salvador sólo porque era la opinión general que
Colón había desembarcado allí, pero que eso
carecía de todo fundamento científico y que no
existía consenso alguno de los historiadores de la
época en ese sentido. Son varios los que durante el siglo
veinte, rechazaron completamente el derrotero de Morison
defendiendo sus propias teorías , entre los cuales se
destacan R. T. Gould (1943 – Conception island), Pieter
Verloog (1944 – Caicos), Robert Power (1983 – Grand Turk),
y el Dr. Luis M. Coín Cuenca (1943 – Virgin
Islands).

Según lo concluido en la investigación del
National Geographic, la isla de la recalada debe ser la
última línea de una ecuación, el sitio al
cual todo el resto del Diario apunte, y no forzar al Diario a
decir cosas que en realidad no dice, con el propósito de
adaptarlo a una u otra teoría.

El trabajo es extenso, y sin lugar a dudas, fue hecho en
base a enormes esfuerzos y utilizando la más alta
tecnología, sin embargo, esto no lo puede hacer mantenerse
al margen de una razonable crítica, como parecen pretender
sus autores. El trabajo intenta hacer desaparecer completamente
la teoría de Morison, la cual, aunque con correcciones,
continúa sin dudas siendo la teoría más
defendida: Guanahaní = Watling-San Salvador. Por otra
parte, en el trabajo publicado, se presenta una fotografía
aérea de la isla Cayo Samaná, que resulta
suficiente para percibir que no se corresponde en absoluto con la
descripción del Diario, ni siquiera, en algunos aspectos,
con el propio trabajo.

En definitiva, el trabajo es meritorio, aporta elementos
novedosos, pero no parece seria la pretensión de sus
autores de calificarlo como la prueba definitiva de
identificación del lugar de la primera recalada en Cayo
Samaná. La postura es sólo una más, y
continúa siendo defendida por unos y criticada por otros,
y de ninguna manera podría decirse que no adolece de
varios inconvenientes. Es posible citar varios de ellos como que
en ninguna carta de la época, Guanahaní coincide
con la actual Cayo Samaná; la descripción del
Diario habla de una gran laguna en el interior de la isla y de
una península, y en Cayo Samaná no existe tal
laguna y según los geólogos nunca existió,
ni tampoco la península; Colón manifiesta haberse
dirigido en dirección nornoreste a lo largo de la costa,
pero en esta isla no existe niguna costa que recorra esa
dirección. Además existen varios problemas para
hacer coincidir las islas del derrotero, ajustándose a los
datos del Diario.

Otra de las posturas con más posibilidades,
además de Watling y Cayo Samaná, es la
identificación de Guanahaní con Grand Turk. Esta es
la isla situada más al este perteneciente al
archipiélago de las Lucayas, aunque no es parte
política de las Bahamas. Es la sede del gobierno del grupo
Turks and Caicos, está habitada por unas 3700 personas
aproximadamente, y está localizada a unas 170 millas al
sudeste de Cayo Samaná. En esta isla, al igual que en sus
principales concurrentes, se han encontrado restos
arqueológicos que probarían la presencia de
aborígenes taínos en la época de la recalada
de Colón. A diferencia de Cayo Samaná, esta es una
isla habitada y cuenta con un centro urbano que concentra
órganos administrativos, bancos y comercios, además
de un convencimiento general de que esta isla es el escenario del
descubrimiento. Sus habitantes actuales, nada tienen que ver con
los habitantes de 1492, ya que, a mediados del siglo XVI, poco
más de cincuenta años después,
desaparecieron completamente debido a que fueron capturados para
ser vendidos como esclavos y pescadores de perlas, además
de haber contraído múltiples enfermedades
importadas por los europeos.

La duda sobre su descubrimiento se da entre dos
posibilidades: 1) La posible recalada de colón en la isla,
tesis apoyada fervientemente por el historiador interesantes
investigaciones que fundamentan sus teorías y que se
encuentran a la venta en el Museo Nacional. 2) El descubrimiento
de esta isla con posterioridad, por parte de Ponce de
León.

En definitiva, a diferencia de sus rivales, aquí
se respira cierto aire de Colón, él tiene alguna
presencia en esta isla: está en el museo, muchas personas
pueden hablar de él con conocimiento, y les interesa ser
el escenario de la primera recalada. Incluso hay aquí
algunas cosas que lo recuerdan, como por ejemplo un hotel que se
llama "Guanahaní Beach Hotel". Todo esto la diferencia en
este aspecto de sus principales competidoras, Cayo Samaná,
que está dehabitada, y Watling donde curiosamente la
figura de Colón es absolutamente ignorada, y
prácticamente inexistente.

La teoría Guanahaní-Grand
Turk fue enunciada por primera vez en el año 1825 por el
español Fernández de Navarrete aunque
posteriormente reconsideró su posición. En la
actualidad, el historiador Robert H. Power, junto con Josiah
Marvel, son los principales defensores de esta postura, luego de
que en el año 1983 manifestaron haber descubierto nuevas
posibilidades para el derrotero entre Guanahaní y
Cuba. Ellos afirman que esta isla es la única de las
postulantes que coincide en un todo con la descripción de
la isla contenida en el Diario. Para asegurarse de esto,
sobrevolaron a baja altura sobre Cayo Samaná y sus vecina
Acklins y Fortune Islands, llegando a concluir que en nada se
parecen a la descripción Colombina. Esta posición
cuenta con múltiples problemas para cerrar el derrotero
ajustándose a los datos del Diario, y tiene que valerse de
varios recursos entre los cuales hay que llegar a suponer que en
un tramo del trayecto Colón confundió un sector de
mar abierto con una franja costera. Se sirve del famoso mapa de
Juan de la Cosa para interpretar su identificación y
además de descripciones tomadas de la Historia General
de las Indias
, de Oviedo, publicado en el año 1535 y
reeditado en 1851, aunque esta interpretación resulta
sumamente dudosa

Si bien esta postura no es de las más defendidas,
compite con Cayo Samaná y Watling, aunque perdió
ciertamente, algo de su fuerza cuando su iniciador,
Fernández de Navarrete, rectificó su
posición sobre el final de su vida, al remitirse
oportunamente a la cartografía del siglo XVI.

Como ya se ha dicho, la principal y más fuerte
concurrente a esta apasionante contienda parece ser la isla de
San Salvador, antigua Watling Island. Se trata de una
pequeña isla con escasos 500 habitantes, casi en su
totalidad negros descendientes de esclavos africanos,
traídos a las islas, tiempo después de la
época de su descubrimiento. Tiene unos 10
kilómetros de ancho por 20 kilómetros de largo.
Posee una extensa red de aguas interiores cuya principal fuente
es el Great Lake o Gran Lago, detalle que coincide con la
descripción del Diario.

En la actualidad, en la isla de San
Salvador prácticamente no existe la figura de
Colón. No hay un sitio, un accidente geográfico o
una calle con su nombre. Incluso muchos de sus escasos habitantes
ni siquiera tienen idea de quién fue. Sólo existe
un pequeño bajorrelieve de yeso que nadie observa, colgado
a una considerable altura sobre la puerta de acceso de una
pequeña iglesia rosada, Holly Saviours Church, en
medio de un casi desierto páramo, no muy lejos de Cockburn
Town, la anodina población principal, donde casi no hay
movimiento por sus pocas y silenciosas calles de tierra. La
imagen fue puesta por un religioso benedictino de origen
estadounidense, antes de morir, en 1971. No hay en la isla otra
imagen o referencia a su figura a no ser los monolitos o
pequeños monumentos levantados por algunos extranjeros
llegados por mar, por su propia iniciativa, rememorando la figura
del almirante y perpetuando su visita a través de un
modesto homenaje en algunos supuestos puntos de desembarco. Ya
existen varios, pero el más famoso es una espartana cruz
blanca de concreto, erigida en Long Bay por Ruth Wolper, sitio al
que se le adjudica contar con las mayores posibilidades de ser el
lugar donde se produjo el descubrimiento. En este punto, el arena
de la playa es asombrosamente blanca y fina, el agua quieta "como
agua de pozo", turquesa y cristalina como si se tratara de una
piscina. La playa, al igual que casi toda la isla, está en
casi todo momento desierta. Incluso a unos metros de la costa,
alguien instaló un pequeño recordatorio de bronce
en el fondo el mar, recordando un improbable sitio exacto donde
anclaron las carabelas de Colón.

En los últimos años, alguien más se
acordó de la figura de Cristóbal Colón en la
isla, o más bien fuera de ella, aunque el resultado puede
verse en una de sus playas: la cadena hotelera francesa Club Med
inauguró un fabuloso complejo – único en su
tipo al tiempo de su apertura- que vino a acompañar al
único hotel que existía en la isla desde
años atrás, y lo llamó: "Club Med Columbus
Isle" (Isla de Colón).

Los investigadores e historiadores que defienden la
posición mayoritaria, afirman que no es posible desconocer
la identidad de Watling como Guanahaní y para
fundamentarla, suelen remontarse primeramente a la antigua
cartografía europea, inmediatamente posterior al
descubrimiento, pese a errores de los cuales adolecieron en su
confección. Según lo expuesto en el Primer Congreso
Internacional Colombino, en la carta mapamundi de Juan de la
Cosa, del año 1500 –la más próxima
conocida a la fecha del descubrimiento-, todas las islas figuran
con los nombres dados por los nativos y de su análisis
resulta claro que Guanahaní y Samaná son
dos islas distintas. Además se estaría confirmando
esto en la carta de Egerton del año 1503, trazada en base
a información española, y si bien en los
años posteriores muchas de estas islas dejaron de contar
con la consideración de marinos y conquistadores por su
escaso atractivo económico y estratégico, esto no
evitó que siguieran siendo reconocidas por ellos en sus
navegaciones y siendo utilizadas para determinar la
posición de sus naves a la vista de la tierra. Se da como
ejemplo el viaje que realizó Juan Ponce de León
–posterior descubridor de la Florida-, en el año
1512 en busca de las islas Bimini, partiendo desde Puerto Rico.
Durante su travesía se orientó con las islas
conocidas entre las cuales reconoció sin dudarlo a
Guanahaní, como la isla del descubrimiento,
ubicada en el sitio de la actual San Salvador-Watling. En la obra
literaria Guanahaní de Ponce de León su
autor Roberto Barreiro Meiro expone sus argumentaciones en base a
la carta de Turín de 1523, y de ella se
desprendería que la cartografía histórica no
admite la identificación de Guanahaní con
Cayo Samaná ni con ninguna de las otras propuestas, pero
sí con Watling. A su vez, esta postura parece apoyada por
la carta de Antonio Herrera, Cronista Mayor de las Indias, que es
copia del padrón real trabajado en la Casa de la
Contratación a partir de 1508 en base a la
información procedente de diarios, relatos y observaciones
hechas por los pilotos en sus viajes al nuevo mundo. antiguas
cartas de origen español, según lo expuesto en el
Primer Congreso Internacional Colombino por el Cap. De
Navío Ricardo Cerezo, ex director del Museo Naval de
Madrid. Si bien no puede considerarse que esta fuente sea una
prueba determinante, la cartografía antigua debe valorarse
como una fuente de información histórica imposible
de no ser tenida en cuenta, más allá de que ninguna
de las otras fuentes pueda ser tampoco considerada como prueba
determinante.

Parece, al menos, imprudente dejar de lado esta fuente
como lo hace, por ejemplo, el notable equipo de expertos que
elaboró el trabajo de la revista National Geographic, que
no tiene siquiera en consideración al mapa de Juan de la
Cosa, ni otras fuentes cartográficas antiguas que
contradicen sus conclusiones. Incluso estas fuentes, parecen
favorecer la postura de Watling si se combina con la
información proporcionada por el Diario. Al ir deshaciendo
el derrotero hasta Cuba, tomando todas las fuentes disponibles,
se puede arribar a un resultado que no necesariamente será
el mismo que se alcanza si solamente se utiliza el Diario, debido
a que, de esta forma, el estudio se sumerge demasiado en una mar
de interpretaciones por las notables carencias informativas que
nos dejó Colón, ya que el mentado Diario, no es el
original de puño y letra del almirante, sino que se trata
de una copia o recopia de un resumen realizado por Fray
Bartolomé de la Casas, aplicando según su criterio
interpretaciones, omisiones, sustituciones, etc., etc. El
original se encuentra extraviado y es más que probable que
jamás sea vuelto a ver. Obviamente estas interpretaciones
suelen ser antojadizas, se tornan peligrosamente tendenciosas y
siempre terminan avalando casi con exactitud diferentes
posiciones netamente enfrentadas.

Esto mismo sucede también con otro
de los sistemas de identificación, que es el
análisis de la descripción de la isla en el Diario.
Colón describe la isla con claridad aunque vagamente en
términos geográficos. Si se contrasta detenidamente
la descripción colombina con las características de
las diferentes postulantes, cada una de estas tiene algo de
Guanahaní, pero en realidad lo mismo sucede con
una gran cantidad de islotes y cayos de las Antillas y las
Bahamas, sin embargo, parece ajustarse con relativa exactitud a
las características de Watling. No hay que dejar de
considerar que algunas características descriptas por
Colón pueden haberse modificado o incluso desaparecido por
diversas circunstancias o por el mero paso del tiempo. De su
frase : "Es toda ella verde, que es placer mirarla", es
fácil deducir que el escenario que se presentó ante
sus ojos era el de un verdadero vergel, mientras que Watling-San
Salvador es un páramo casi desértico, debido a que
los fenómenos climáticos, colonos británicos
del siglo XVIII, los realistas norteamericanos fugitivos de los
Estados Unidos, y la población negra aposentada dedicada a
la agricultura y pastoreo, hicieron desaparecer completamente la
vegetación de la época del
descubrimiento.

Como el citado, podrían existir varios aspectos
que pueden haber variado con el tiempo, pero también
existen otros que pueden variar según la época del
año, o incluso del día y que pueden utilizarse
erróneamente para apoyar o rechazar una postura. Por
ejemplo, el español Juan Eslava Galán, en su
excelente obra El enigma de Colón y los
descubrimientos de América
, cita como un importante
elemento de fundamentación de su postura contraria a
Watling, las supuestamente turbulentas aguas que
bañarían las costas de esta isla: "Por lo tanto,
Colón no desembarcó en Watling, una isla cuyas
aguas turbulentas no concuerdan en absoluto con la quietas como
el agua de un pozo, de la Guanahaní descripta por
el almirante, sino en otra isla del mismo archipiélago".
Desconozco si este prestigioso autor visitó personalmente
la isla, pero si lo hizo, resulta evidente que durante su
estadía o de la de su informante, el mar estuvo muy
picado, y no se recabó información sobre
cuáles eran las condiciones marinas en otros días.
La verdad es que durante gran parte de los días del
año, las aguas de Watling-San Salvador son, efectivamente,
quietas como las aguas de un pozo (parafraseando la
descripción dada por el almirante), y absolutamente
cristalinas, especialmente en la zona de Bahía Long y
Bahía Fernandez, supuesto escenario del desembarco. Esta
situación es tan característica de sus aguas que ha
convertido a la isla en un centro de práctica de buceo y
snorkel de primer nivel al cual concurren deportistas de todo el
mundo para practicar estas actividades. Incluso existe un hotel
desde hace muchos años localizado frente al mar en la zona
de Riding Rock Point, que hasta cuenta con una gran marina y
servicios exclusivos para buceadores, ya que casi exclusivamente
recibe este tipo de huéspedes. Esto no quita que a veces,
de un día para el otro, sobrevenga una situación
climática que convierta temporalmente sus calmas aguas en
aguas turbulentas como las que cita dicho autor. Esto pude
vivirlo yo personalmente, cuando en un mes de mayo, durante mi
primera visita a la isla, estuve buceando, haciendo snorkel y
pescando enormes caracoles marinos como en una piscina, en el
mismísimo supuesto escenario de la recalada, hasta que
cierto día vino un viento que transformó el
panorama convirtiendo a sus aguas en turbulentas.

Volviendo al tema de las coincidencias, existen muchas
otras de ellas y muchos indicios entre Guanahaní
y Watling, que Mauricio Obregón, de la Universidad de los
Andes, Colombia, compañero de Samuel E. Morison en
numerosos estudios e investigaciones sobre el tema, se
encargó de destacar durante el Primer Congreso
Internacional Colombino de Sevilla. Parece querer dejar en claro
que su postura no sólo pasa por identificar plenamente a
Watling con Guanahaní, sino también por
negar de plano cualquier indicio que relacione a la isla del
descubrimiento con Cayo Samaná, quizá para
responder a la exposición de los responsables del trabajo
realizado por la National Geographic que, por momentos, parece
hecho con el exclusivo propósito de desmoronar todo lo
realizado en la materia por Samuel Eliot Morison en la
década del cuarenta. Obregón, a diferencia de
muchos otros investigadores, además de haber compartido
estudios y trabajos con una de las mayores autoridades mundiales
de la materia, no sólo estudió mapas antiguos y
libros, sino que además realizó trabajos de campo
como sobrevolar la ruta del derrotero a baja altura analizando
las características físicas de las islas
postulantes, y también seguir la ruta a vela según
la descripción del Diario. Luego de algunas de sus
últimas investigaciones, Obregón propuso una
variación sobre la original ruta de Morison, pero sin
apartarse de la conclusión original:
"Guanahaní es la isla que hoy se llama San
Salvador".

Si bien esta navegación realizada
por Mauricio Obregón se realizó a los fines de
aportar datos para la investigación, fue en definitiva
utilizada para optimizar los resultados de trabajos anteriores y
no como fundamento esencial de escogido como única base de
sus posturas por una de las islas. De esta forma, como ya se ha
dicho, se terminan tomando del Diario elementos que constan en
descripciones incompletas y plagados de errores y datos confusos,
y en forma antojadiza, se adapta el cruce atlántico de la
actualidad, al cruce hecho en el siglo XV, como si se pudiera
reproducir la historia, convirtiendo laboriosamente estos datos
en los rumbos, distancias, medidas, recaladas, etc. necesarias
para fundamentar la defensa de la candidata elegida.

Este tipo de navegación fue hecha, por ejemplo
por el equipo de la National Geographic. Existen críticas
fundamentadas a este sistema debido a que no parece posible
aplicar correcciones hoy en día a una travesía
realizada hace más de quinientos años, por otra
parte, cuando se realizan estas correcciones, a veces se realizan
sin considerar las posibles correcciones realizadas por el propio
Colón sobre su ruta. De tal forma, en estos casos las
correcciones actuales se estarían superponiendo a las de
Colón, provocando notables errores en el cálculo de
la deriva que podrían dar como resultado una
identificación totalmente errónea del escenario de
la primera recalada. Además, no podrían
reproducirse con exactitud ciertos elementos como
dirección e intensidad del viento, exactas cualidades de
navegación de las naves, declinación
magnética, corrientes, etc. luego de quinientos
años del viaje original, quizá ni siquiera luego de
unos pocos años, menos aún sin poder contar con
datos precisos. Esta falta casi total de los datos
imprescindibles para llegar a una conclusión confiable,
hace que, también en este caso cada investigador pretenda
imponer sus interpretaciones y teorías, incluso utilizando
programas de ordenador, alimentados con los datos del Diario,
para defender una postura imposible de dar por confirmada,
más aún teniendo en cuenta la escasa distancia
entre una y otra isla.

Por todo esto, cualquier conclusión obtenida
básicamente de la reconstrucción de la
travesía atlántica no resulta sustentable a los
efectos de identificar el punto de la primera recalada con un
razonable margen de error.

A comienzos de la década del noventa, el Dr. Luis
Coín Cuenca, profesor de la Universidad de Cádiz,
España, presentó en una obra literaria,
conjuntamente con John Dyson, el producto de su estudio de
dieciséis años del Diario de Colón. Su
conclusión es que Colón engañó a
todos con la información náutica de su libro, ya
que no se habría dirigido siempre hacia el oeste, sino
que, luego de unos días de haber partido de las islas
Canarias, el día 9 de septiembre, habría virado
hacia el sur, internándose en agua portuguesas, con el fin
de alcanzar los vientos alisios que lo arrastrarían hasta
las Indias. Esta ruta coincidiría más con la del
segundo, tercer y cuarto viajes. El objeto de este engaño,
fue no permitir que Portugal se enterara que debía
ingresar necesariamente a aguas de su jurisdicción para
alcanzar las Indias, ya que de haber sucedido esto habría
sido capturado. Para corroborar esta teoría, un equipo de
marinos se embarcó en una nueva reproducción, esta
vez de "La Niña", para realizar la travesía
atlántica. Obviamente, si las cosas fueron como lo supone
el Dr. Coín Cuenca, esto apoya la versión tan
difundida de que, de alguna manera, Colón sabía de
antemano la forma de alcanzar las Indias. Por otra parte, la zona
de arribo a las islas siguiendo esta ruta propuesta,
desvirtúa completamente la postura de Watling. En realidad
esta teoría no ofrece una isla precisa como el punto de la
primera recalada, de hecho, el equipo que navegó en la
reproducción arribó a la isla de San
Bartolomé, luego de pasar durante la noche al lado de
Barbuda sin haberla visto, islas que no figuran en ninguna lista
de postulantes. Esta postura, debilita a Watling pero parece
reforzar a Grand Turk, aunque sólo si se toma en cuenta el
arribo, pero no agregaría nada a resolver lo más
importante, que es la ruta correcta del derrotero desde
Guanahaní hasta Cuba.

¿Existe la
posibilidad de confirmar el lugar exacto de la primera
recalada?

Finalmente, concluiría diciendo que aunque muchos
de los investigadores – no todos- defiendan sus tesis
afirmando que sus conclusiones son definitivas para aclarar el
tema de la primera recalada, parece de una extraordinaria
obviedad afirmar que esto no es posible bajo ningún punto
de vista. Más allá de que dentro de la enorme
cantidad de postulantes a escenario del desembarco haya
candidatas serias, y otras que parecen un delirio, desde la
primera a la última, todas presentan problemas. Cayo
Samaná presenta problemas que por el momento son
imposibles de salvar, pero también los presenta Grand
Turk, y aún Watling presenta sus problemas, y ni digamos
el resto de las contendientes. Aun así hay investigadores
que de todas las fuentes disponibles, prefieren tomar un u otra,
según se ajuste a lo que resulte más conveniente
para probar su teoría, negándose a tomar las
fuentes que la contradigan. Esto suena inconcebible si se
está hablando de hacer un trabajo científico sero,
pero sucede, por ejemplo cuando algún historiador
prescinde de la cartografía antigua, cuando lo
lógico es que se utilicen todas la fuentes
históricas disponibles a los fines de llegar a una
conclusión lo más cercana posible a la verdad.
Igualmente, es prácticamente imposible que algún
día se llegue a alcanzar un mayor grado de certeza sobre
el punto de la primera recalada, del que existe en la actualidad.
Sucede que los incompletos datos que proporciona la
versión disponible del Diario, y el valor y la certeza de
éstos, no resultan suficientes para lograr la certidumbre
necesaria para cerrar el tema. Probablemente, luego de quinientos
años, ni siquiera teniendo la posibilidad de contar con un
original del Diario conteniendo todos los datos náuticos y
geográficos originales podría alcanzarse tal grado
de certidumbre. Por lo expuesto, es que no hay una sola de las
islas propuestas que no tenga sus problemas, incluso puede
existir la posibilidad de que la primera recalada haya sido en
algún lugar distinto de todos los que se proponen,
seguramente, jamás se sabrá, a no ser que
algún día aparezca alguna prueba excluyente de
forma providencial. Lo único que realmente se sabe sin
lugar a dudas es que Cristóbal Colón, efectivamente
llegó a alguna isla aquel día. El hecho es que el
enigma seguirá esperando respuestas, y la
aspiración a alcanzar la verdad debe ser defendida con
dignidad, procurando servirse de todos los instrumentos
disponibles para intentarlo, y no permitiendo que la oscuridad
sea capaz de ocultar la luz.

Roque Daniel Favale

Bibliografía:

Dyson, John, Colón.
Emecé. Buenos Aires, 1991

Eslava Galán, Juan, El enigma de
Colón y los descubrimientos de América
.
Planeta. Buenos Aires 1992

Luca de Tena, Torcuato, América
y sus enigmas
. , Planeta. Buenos Aires1992

Lyon, Eugene, Search for Columbus.
National Geographic, vol. 181, n° 1, Washington, Enero
1992

Marden, Luis, Tracking Columbus across
the Atlantic
, National Geographic, vol.

181, n° 1, Enero 1992

Standfeld, James, y Judge, Joseph,
Columbus and the new world, National

Geographic, vol. 170, n° 5,
Nov.1986

Actas del Primer Encuentro
Internacional Colombino
, Edic. Española a cargo
de

Varela, Consuelo, 1992

 

 

Autor:

Por Roque Daniel Favale

favalerd[arroba]ubbi.com

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