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El derecho de autodeterminación (página 2)




Enviado por José López



Partes: 1, 2

El problema de que la cuestión nacionalista no se
zanje, es que impide que los verdaderos problemas de los
ciudadanos protagonicen la agenda política. La
cuestión de los nacionalismos le viene muy bien a un
sistema que no desea que se hable de otras cuestiones, como la
posibilidad de desarrollar la democracia para que el pueblo (ya
sea vasco, catalán, madrileño, …
o español) tenga el verdadero poder, o como la posibilidad
de que el sistema económico cambie radicalmente para
combatir sus males crónicos (como el paro), etc. La
"prueba del algodón" de un demócrata es saber
respetar aquellas ideas opuestas a las propias, es defender el
derecho legítimo del contrincante. Como decía
Voltaire, en lo que puede resumirse como el principio de la
libertad de expresión, No estoy de acuerdo con lo que
usted dice, pero defendería
hasta la
muerte su derecho a decirlo.

Para mí, el derecho de autodeterminación
(de individuos o colectivos) es algo así como un derecho
de elección de convivencia (es en esta faceta en la que me
voy a centrar, por ejemplo, también implica el derecho a
que nadie interfiera desde el exterior en mis propios asuntos).
Cuando digo que tengo derecho de autodeterminación, digo
que tengo derecho a elegir convivir con alguien (o con otro
colectivo) o no. Este derecho se puede ejercer tanto para iniciar
una convivencia, como para finalizarla. En un mundo ideal donde
impera la libertad (cierto grado importante de libertad,
ésta nunca es infinita), una persona elige libremente
asociarse a otra (matrimonio o cualquier otra forma de
convivencia), una nación elige libremente asociarse (con
cierto grado de asociación) a otras naciones
(federación, confederación, etc). A lo largo de la
historia, desgraciadamente, dichas convivencias no han surgido
normalmente de forma libre sino que por la
imposición.

Hasta hace muy poco, muchas personas se casaban a la
fuerza (incluso hoy en día muchas lo siguen haciendo) y
las naciones o Estados se han formado normalmente por la fuerza,
en el mejor de los casos mediante acuerdos entre los dirigentes
de las partes, aunque sin consultar a sus ciudadanos. Pero aunque
esto último ya sería un argumento más que
suficiente para deslegitimar cualquier forma de convivencia
actual (casi todos los Estados modernos) y por tanto para
reivindicar deshacer el mal hecho, es decir, para reivindicar el
derecho de autodeterminación, en lo que resta, voy a su
poner el caso mejor, es decir, voy a suponer que una convivencia
se ha creado legítimamente, con plena libertad por ambas
partes (por parte de un Estado y por parte de una región o
pueblo determinado).

¿Es que podemos afirmar, como hacen algunos, que
los Estados se han formado con el consenso de las
partes, con la participación democrática de los
ciudadanos de a pie? La interpretación que hacen algunos
de la creación de nuestro país es muy discutible,
pero aun así supongamos que tienen razón y
España se formó "libremente" y por "consenso".
Intento hacer un razonamiento general, válido para
cualquier caso, es decir, para cualquier Estado o país del
mundo. El derecho de autodeterminación es el derecho a
elegir con quién convivo
, es el derecho a asociarme
con otro por libre y mutuo acuerdo de TODAS las partes, es el
derecho a romper dicha asociación libremente en cuanto una
de las partes lo desee y es el derecho a no convivir con ninguno
otro. Yo debería ser libre para convivir o no con quien
quiera. La convivencia sólo es realmente posible si ambas
partes están de acuerdo en establecerla y siempre que se
respeten ciertas normas de convivencia.

Si la convivencia es forzada o no se cumplen sus normas
o éstas no han sido elegidas por mutuo acuerdo
democráticamente, entonces se producen inevitablemente
problemas que pueden ser más o menos agudos y que en
ciertos casos, como el de nuestro país, derivan en
violencia. De paso, aprovecho para condenar, como
demócrata y pacifista convencido que soy, cualquier forma
de violencia, física o psicológica. La idea central
que quiero expresar es que la convivencia sólo es
verdaderamente posible de mutuo acuerdo
. Es posible una
"convivencia" más o menos forzada (de hecho es y ha sido
bastante habitual), pero cuando no es el resultado de la libre
elección de las partes, entonces la convivencia es
inestable, es demasiado problemática, tiende a romperse, o
simplemente es aparente o superficial, "cara a la
galería". Y por supuesto la felicidad se vuelve
inalcanzable. Es imposible ser feliz sin un mínimo de
libertad (y esto es tanto más cierto cuanto más se
piense, cuanto más consciente sea uno).

Por ejemplo, un matrimonio forzado tiende a traducirse
en infidelidades habituales, en discusiones permanentes, en mutua
ignorancia, o simplemente, en cuanto hay la mínima
opción, en ruptura. Si ya es difícil la convivencia
cuando ésta se establece libremente, no digamos ya cuando
esto no es así. Cuanta más libertad haya al
iniciarse una convivencia, mayor probabilidad de que ésta
perdure en el tiempo y menor probabilidad de que sea
problemática, y por supuesto, mayor probabilidad de que
las partes que conviven sean felices. Y esto es válido
tanto si hablamos de individuos como si hablamos de
colectivos
. Evidentemente la vida en sociedad impone ciertas
restricciones a la libertad del individuo, pero hay que
distinguir entre el "antes" de la elección de convivir y
el "después".

Una vez que elijo libremente convivir con alguien,
entonces asumo las normas de convivencia y me someto a ellas,
limitando con ello voluntariamente mi libertad personal. Pero si
me obligan a convivir entonces es difícil que pueda asumir
unas normas impuestas y entonces tengo tendencia a
saltármelas (éste quizás sea uno de los
principales problemas de las sociedades modernas). En una
sociedad ideal (que no la actual), se llega a un equilibrio entre
el individuo y la sociedad, maximizando hasta el límite
posible la libertad del primero. Si queremos tender hacia una
sociedad más libre, entonces debemos asumir
conceptualmente el derecho de autodeterminación (tanto de
colectivos como de individuos).

En la actualidad, es mucho más difícil
conseguir en la práctica el reconocimiento del derecho de
autodeterminación del individuo que el de colectivos
porque partimos de una situación de excesiva
"agregación", de una situación donde se da
prioridad al colectivo (aunque curiosamente éste
está sometido a ciertas minorías que lo alienan)
frente al individuo. Si bien es cierto que el individuo tiene
cierto derecho de autodeterminación respecto
de otros individuos (por ejemplo el derecho al divorcio),
también es cierto que el individuo de las sociedades
actuales no tiene prácticamente ningún derecho de
autodeterminación respecto de ciertos
colectivos.

Un individuo está siempre obligado a someterse a
un Estado, podrá elegir (más o menos) a qué
Estado, pero nunca podrá vivir con plena independencia. La
imagen romántica de personas que viven aisladas de la
sociedad moderna, por ejemplo en comunión con la
naturaleza, con sus propias reglas, ha pasado a la historia,
salvo contadas excepciones (es el caso de tribus primitivas que
han conseguido permanecer aisladas del resto del mundo en ciertas
zonas inaccesibles de nuestro planeta). Por consiguiente, el
reconocimiento del derecho de autodeterminación de los
colectivos es más factible a corto/medio plazo que el del
individuo. Por esto el reconocimiento del primero supone un
avance hacia la sociedad ideal donde el derecho de
autodeterminación existe para grupos e individuos. Esto
ahora mismo es una utopía, pero como tal, hay que ir
aproximándose a ella poco a poco.

Imaginemos ahora que, independientemente de si la
convivencia surgió legítimamente (es decir,
libremente) o no, en un momento dado, una de las partes decide
romperla. En el caso de individuos estaríamos hablando de
un divorcio (concepto que por cierto en nuestro país es
muy reciente). De la misma manera que ahora es una idea aceptada
y que nos parece totalmente legítima para el caso del
individuo (cualquiera tiene derecho a casarse con quien quiera y
a separarse en cualquier momento), también debería
serlo para el caso de colectivos. Y esto no es así ahora
mismo. Aún no hemos entrado en la cuestión de
cómo realizar la separación de forma justa, y mucha
gente ya no estaría de acuerdo ni siquiera con el hecho de
reconocer el derecho a un grupo de personas de separarse de otro.
De hecho, algunos desdeñan el derecho de
autodeterminación de cierto colectivo porque consideran
que éste tiene algo que pertenece a otro colectivo de
mayor ámbito geográfico, algo que sólo puede
pertenecer a éste último o que en todo caso es
"común" a ambos.

E incluso algunos aprovechan las "dificultades
técnicas" de la forma de implementar la separación
de una región respecto de un Estado para rechazar el
derecho de autodeterminación. Esto sería algo
así como rechazar el derecho al divorcio por las
dificultades de realizar la separación matrimonial. En el
caso del divorcio de individuos, éste se produce
repartiendo lo que es de propiedad común y
quedándose cada uno con la parte que es indiscutiblemente
suya (mención aparte merece la custodia de los posibles
hijos). Ya sería un gran avance el reconocer a los grupos
su derecho a separarse y pasar a investigar cómo
debería producirse dicha separación, cómo
repartir lo que es "común", si es que hay algo que pueda
considerarse "común". Pero la decisión de que se
produzca la separación no debe ser de ambas partes, en
cuanto una de las dos partes decide separarse entonces la
separación debería poder producirse (en un grupo
humano sería en cuanto la mayoría de los
componentes de una de las partes lo decidiese
democráticamente). Resumiendo este segundo punto,
así como el individuo tiene derecho a romper su
convivencia con otro individuo por decisión PROPIA, lo
mismo puede decirse de los grupos humanos
, una de las partes
tiene siempre derecho a romper la convivencia con las otras sin
necesitar el permiso de éstas. Esto es cierto si dicha
convivencia se inició legítimamente, pero
más aún cuando se inició por la
fuerza.

Y esto es independiente de cualquier otra
consideración. De la misma manera que yo
tengo derecho a separarme de mi cónyuge independientemente
del tiempo que haya durado mi relación con él o
ella, o independientemente de la afinidad o no que tenga, un
colectivo tiene también derecho a separarse de otro aunque
su relación sea muy antigua o aunque tengan muchos
elementos culturales en común. La historia o la afinidad
cultural no es un argumento contra el derecho de
autodeterminación, puede ser un argumento contra la
separación, pero no contra el DERECHO a ejercerla. En este
punto, algunos argumentan, no sin cierta parte de razón,
que el divorcio, para llevarse a cabo, puede necesitar de la
intervención de un juez. Esto depende de la
legislación de cada país. A este respecto, debo
decir que, primero, cuando se habla de ética, los
argumentos legalistas sobran (la ley no es siempre ética),
y segundo, que la ley puede poner trabas a realizar la
separación de forma oficial, cara al resto de la sociedad,
pero una pareja donde uno de los dos cónyuges ha decidido
separarse del otro, ha dejado de ser, de facto (aunque
quizás no formalmente todavía) pareja.

La convivencia ha muerto, aunque esta muerte no sea
oficializada por la ley. De hecho, muchos matrimonios viven
separados aunque no estén legalmente divorciados. En
cualquier caso, cualquiera de las partes tiene el derecho MORAL a
separarse de la otra por decisión propia, si dicho derecho
no se traduce legalmente es porque la ley tiene algo que falla
(no sería la primera vez, ni mucho menos, que la ley va
contra la lógica, la moral o el sentido
común).

Una vez asumido el derecho a romper cualquier
convivencia por cualquiera de las partes sin necesidad de que las
otras intervengan en dicha decisión, se trataría de
saber cómo implementar dicha separación de la forma
más justa, eficaz y legítima posible (aunque la
convivencia se haya iniciado ilegítimamente hay que
aspirar a romperla legítimamente, no se trata de arreglar
un mal con otro mal). En este punto en el que estamos, ya hemos
reconocido el derecho de autodeterminación de los pueblos,
pero nos falta saber cómo llevarlo a la práctica.
Imaginemos que una región se separa de un Estado. A
diferencia de un divorcio, donde la legislación especifica
más o menos claramente cómo realizar la
separación, no hay ninguna legislación en el caso
de grupos de personas (lógicamente puesto que este derecho
no se reconoce a los grupos en la actualidad, lo cual es a su vez
fácilmente comprensible porque los Estados, que son los
que legislan, no van a legislar en contra de sus
intereses).

Si existiera un contrato de asociación entre dos
grupos humanos entonces probablemente bastaría con cumplir
lo estipulado en dicho contrato, siempre que en éste se
describiera cómo romper la relación. Pero
desgraciadamente éste no es el caso, la inmensa
mayoría de Estados modernos no se han creado por contratos
libres y democráticos entre las partes, en el mejor de los
casos se pudieron crear por acuerdos entre los dirigentes de
distintos territorios (por ejemplo por alianzas matrimoniales de
sus monarquías).

Pero por supuesto, los ciudadanos de las respectivas
partes no han tenido casi nunca ni voz ni voto. Por tanto
aquí sólo podemos elucubrar sobre esta
cuestión. Y aquí entramos aún más en
el terreno de lo opinable, de las ideas "frescas".
¿Qué pertenece en una región al Estado?. Una
región tendría un "continente" (aquellas partes que
no dependen del ser humano, es decir, el territorio, la
naturaleza) y un "contenido" (personas, infraestructuras, etc.,
es decir, todo aquello que tiene que ver con los seres humanos).
Esto es lo que habría en un momento dado, pero si
añadimos el factor tiempo, entonces se podría decir
que existen unas inversiones en dinero que
realizó el Estado en la región y a su vez un dinero
que la región dio al Estado a lo largo del tiempo. Vayamos
por partes. Si la región se separa, haciendo un
símil con el divorcio entre personas, ¿cómo
se reparten los bienes comunes?, ¿hay bienes
comunes?.

El "continente" es evidente que no puede repartirse, si
las fronteras de la región secesionista, dentro del Estado
del que se separa, son claras, entonces esto no debería
suponer un problema. Y en todo caso, si hubiera problemas de
fronteras, éstos deberían resolverse aplicando la
misma metodología, es decir, la democracia y el principio
de autodeterminación. Aquellas zonas "dudosas"
deberían ser consultadas para que sus habitantes decidan
libremente su futuro. Vayamos al "contenido". En el caso de la
separación, las personas sólo pueden pertenecer a
la región (al nuevo Estado) o al Estado (antiguo), si la
primera se separa (por libre decisión mayoritaria de todas
las personas de la región, y aquellas que aún no
viviendo en su momento en la misma, tuvieron que huir de ella en
el pasado por acoso político o cultural por parte de los
separatistas, y esto lo expreso claramente en mi libro) entonces
aquellas personas que decidan quedarse en la región
pasarán a depender exclusivamente de ésta y
aquellas que decidan irse al Estado dependerán de
éste.

Esto produjo en su día migraciones (por ejemplo
entre India y Pakistán). Respecto de las infraestructuras,
dado que físicamente están situadas en la
región, no hay manera de que el Estado las recupere, por
tanto no cabe duda que deben pasar a la región
secesionista. En todo caso, se produciría un movimiento de
servicios, de instituciones, de empresas hacia o desde el Estado,
pero las carreteras, los edificios, etc., no se pueden mover.
Finalmente, respecto del dinero intercambiado a lo largo de la
historia entre el Estado y la región, la solución
ideal sería evidentemente "hacer cuentas" para repartirlo.
¿Pero alguien se imagina lo que significaría
escudriñar en las contabilidades de ambas partes?.
¿Hasta dónde deberíamos remontarnos en el
tiempo?.

Es fácil llegar a la conclusión de que, a
diferencia de la separación entre personas (donde estos
problemas "técnicos" son a mucho menor "escala" y en
cierto grado abarcables), la separación entre grupos de
personas (donde hablamos de "muchas" personas y donde los "entes"
que se separan pueden tener una larga historia) es mucho
más complicada, en realidad imposible, si la queremos
hacer de acuerdo con criterios de reparto de "bienes comunes".
Por ejemplo, un argumento muy empleado en su día por las
potencias europeas para combatir la idea de los independentismos
de los territorios coloniales era que la metrópolis
había invertido en ellos, que los había modernizado
(aunque desde luego no por razones altruistas). Pero si incluso
con territorios anexionados recientemente en la historia no se
aplicó ni se planteó ningún criterio de
"reparto de bienes" cuando dichos territorios recuperaron su
independencia, ¿cómo podría
aplicarse cuando hablamos de una convivencia mucho más
antigua?.

Si consideramos el factor tiempo para justificar la
existencia de un Estado en base a su antigüedad,
¿dónde está el límite?. Si admitimos
que un país invadido hace, pongamos por caso, 40
años tiene derecho a independizarse, ¿no lo tiene
también uno que lo fue hace 200 años?.
¿Cuántos años deben pasar para legitimar una
situación que nació ilegítimamente?.
¿El paso del tiempo legitima una situación
inicialmente ilegítima?. Recurrir a la antigüedad de
un Estado para justificarlo, y lo que es peor, para negar el
derecho de autodeterminación de sus partes componentes, es
un argumento muy pobre, tan pobre como legitimar por ejemplo una
"democracia" como la actual, o un sistema
económico como el capitalismo, por su presunta
antigüedad. ¿Podía justificarse la esclavitud
o el apartheid por el hecho de que llevaba mucho tiempo
funcionando?. En definitiva, recurrir a la historia para
justificar (o denunciar) situaciones actuales en base a una
presunta legitimidad (o ilegitimidad) histórica conduce a
un absurdo laberinto sin salida. Por esto también, el
derecho de autodeterminación debe ser reconocido tanto si
la convivencia de que se trate es legítima como si no. En
resumen, cuando hablamos de la separación de un grupo
de personas de otro, no tiene sentido plantear la
"división de bienes" cuando dichos grupos están
asentados en territorios claramente determinados. Cuando el grupo
humano del que hablamos tiene una referencia territorial, el
territorio marca dicha división, no puede ser de otra
manera
.

Llegados a este punto en el que hemos reconocido el
derecho de autodeterminación y hemos visto (someramente)
cómo podría llevarse a cabo, el siguiente argumento
que emplean algunos en su contra es recurrir al miedo o peligro
de sus posibles consecuencias, lo cual evidencia su postura
contradictoria porque si se reconoce que cierto derecho es
lógico, ético y posible (a pesar de indudables e
inevitables "dificultades técnicas"), ¿cómo
puede temerse su aplicación?. Lo que afirman algunos de
que mejor no reconocer el derecho de autodeterminación
porque sino todo el mundo se independizará y volveremos
atrás es equivalente a afirmar que no reconozcamos el
derecho al divorcio porque sino todo el mundo se
divorciará.

¿Anulamos por tanto el derecho al divorcio
también?. Por otro lado, volver hacia atrás en el
tiempo no tiene por qué ser necesariamente malo. Por
ejemplo, ciertas tribus primitivas tenían unas sociedades
mucho más igualitarias y solidarias que las actuales.
¿Por qué ha habido tanta resistencia de muchas
sociedades "primitivas" a la "civilización"?.
¿Realmente somos más felices los hombres modernos
con nuestra "civilización" que el hombre "primitivo"?.
Muchas sociedades "primitivas" eran mucho más
democráticas que la actual (sociedades donde
existía democracia más o menos directa).

¿Es que Europa estaba peor en la época de
las ciudades-comunas independientes de la época medieval o
del renacimiento, época de gran esplendor cultural y
científico?. Una cosa es luchar contra la
separación de forma democrática (lo cual es por
supuesto legítimo) y otra es coartarla no reconociendo el
derecho a la misma (lo cual es ilegítimo porque niega la
libertad de asociación). ¿No se empleaba el mismo
argumento contra el voto femenino cuando se afirmaba que su
reconocimiento conduciría al desastre?. Este tipo de
argumentaciones, en realidad, denotan cierto miedo a la libertad,
o dicho de otra manera, suponen en el fondo cierta
"auto-represión" por conquistar más
libertad.

Denotan miedo a que la gente no sepa emplearla
adecuadamente. Denotan en el fondo la vía de la
represión para luchar contra ciertas tendencias con las
que no se está de acuerdo. Hay que dar la máxima
libertad posible, hay que seguir conquistando mayores cotas de
libertad y, simultáneamente, hay que educar a la
población para usar la libertad responsablemente

(nunca seremos verdaderamente libres si no sabemos usar la
libertad con responsabilidad, sin tutelajes, sin
"corsés"). Aumentar la libertad de una sociedad no es ir
marcha atrás, muy al contrario. ¿Qué es peor
un país desunido y "forzado" o un conjunto de
países independientes pero libres?. ¿Es peor un
matrimonio mal avenido unido a la fuerza o dos personas
separadas libres con posibilidades de volver a
intentarlo con otras personas?. ¿Es realmente posible la
prosperidad, la felicidad, sin libertad o con una libertad
coartada?. La verdadera unión debe ser construida en base
a la libre decisión de las partes. Una unión
sustentada en la libertad es una unión natural, no
artificial, estable y con más posibilidades de
futuro.

Por tanto, y a modo de resumen:

1) El derecho de autodeterminación es un
derecho de elección de convivencia
(a elegir si deseo
convivir con alguien o no y a elegir con quien). Esto es
válido tanto para individuos como para
colectivos.

2) Todo individuo o grupo tiene derecho a establecer una
relación de convivencia o no con quien quiera, así
como a romperla en cualquier momento sin necesidad del
beneplácito de la otra parte. Sólo es posible la
convivencia entre dos partes si AMBAS lo deciden así, en
cuanto una no la desee, no tiene sentido. Cualquiera de las
partes tiene derecho a romper dicha relación
unilateralmente.

3) Si al establecerse dicha relación se
estipuló la forma de deshacerla, entonces no hay
más que cumplir con lo que se estipuló en su
día para CÓMO implementar la separación.
Cuando no fue así y se trata de grupos humanos definidos
por territorios, el único criterio posible para hacer
el reparto de lo "común" es el propio territorio de la
parte que decide separarse
. El territorio debe pertenecer
sólo a aquellos que habitan en él. Sólo
éstos deben decidir a qué centro de
decisión, a qué Estado, se someten.

4) El reconocimiento del DERECHO de
autodeterminación de los pueblos (de los colectivos) es un
avance importante hacia una sociedad más libre
cuyo
objetivo a largo plazo debe ser también el reconocimiento
del derecho de autodeterminación del individuo mismo. El
objetivo es maximizar la libertad del individuo, la libertad del
colectivo al que pertenezca y compatibilizar ambas
libertades.

Esto es lo que se puede concluir desde el punto de vista
estrictamente moral, desde la razón. Otra cosa es la
realidad, donde lo que impera son los intereses, aunque
éstos se camuflen con argumentos "éticos". Si
razonamos en términos de intereses, entonces podemos
afirmar que todos los intereses son legítimos. Un
Estado tiene el legítimo interés de mantener unidas
a sus regiones (especialmente las ricas), una región rica
tiene el legítimo interés de aspirar a
independizarse y una región pobre tiene el legítimo
interés de permanecer unida al Estado (y de que
éste no se desintegre). Cada uno mira por sus intereses,
lo que defiende lo hace porque le beneficia
económicamente. Siempre es legítimo aspirar a
mejorar las condiciones de vida (al margen de si uno está
equivocado o no con el camino elegido para ello). Esto es la
realidad. Ahora bien, en cuanto hablamos de intereses, la palabra
solidaridad sobra, ésta "no se lleva bien" con
aquéllos.

Aquellos que recurren a defender su postura en base a la
solidaridad interterritorial, en realidad están
defendiendo sus intereses hipócritamente (no es raro que
la mayor defensa de la unidad de nuestro país
viniera de los presidentes de las comunidades autónomas
que más reciben del Estado). Y en todo caso, la
solidaridad nunca debe ser forzada, debe ser siempre voluntaria,
debe salir de aquel o aquellos que la deciden ejercer, y en esto
entra mucho la educación, la manera de pensar general de
una sociedad, etc. Es muy gracioso ver cómo aquellos que
recurren hipócritamente a la solidaridad para camuflar los
simples intereses se delatan cuando les toca a ellos ser
solidarios y es muy gracioso ver cómo una sociedad (o sus
pretendidos representantes) basada en las desigualdades,
sustentada en la insolidaridad, en el individualismo
(imprescindible para que la clase trabajadora no esté
unida), recurre a la solidaridad cuando le interesa justificar la
represión de la libertad.

Por otro lado, una solidaridad mal entendida, ilimitada
en el tiempo, sólo consigue perpetuar la situación
de pobreza de una región o colectivo. La solidaridad debe
ser temporal para que no se convierta en dependencia. Una
región pobre debe recibir la ayuda de una región
rica para "despegar", para aprender a no depender de otros, para
desarrollarse por sus propios medios. Una solidaridad convertida
en caridad eterna no es buena para nadie (sobre todo para el que
la recibe). Lo importante es que aquellas regiones que son pobres
dejen de serlo porque aprendan a buscarse la vida, aunque
inicialmente reciban cierto empujón. La pobreza en el
mundo no se va a resolver con una solidaridad que en realidad se
traduce en dependencia cada vez mayor de unas zonas respecto de
otras ("solidaridad" que en verdad es el disfraz de la
explotación, la deuda externa de los países del
Tercer Mundo los condena a una pobreza cada vez
mayor).

Se resolverá cuando las zonas pobres aprendan a
desarrollarse como hicieron las ricas (mucho más
útil es la transmisión de conocimientos, de
técnicas o tecnologías que el simple aporte
monetario), cuando se erradiquen las desigualdades, cuando exista
un comercio justo, un mercado verdaderamente libre en el que
todos puedan competir en igualdad de condiciones, cuando el
sistema económico mundial cambie radicalmente, etc. Un
mundo realmente justo y equilibrado dependerá muy poco de
la solidaridad. Ésta debería ser excepcional,
sólo debería surgir en circunstancias
extraordinarias (como desastres naturales o guerras).

Un mundo que necesita de la solidaridad
sistemática es un mundo mal construido, aun admitiendo que
dicha solidaridad sea auténtica. Un mundo donde grandes
colectivos dependen de la solidaridad es un mundo donde algo
falla. La solidaridad sistemática, así como la
caridad, son las compañeras de la desigualdad. Para
combatir la pobreza hay que atacar las causas de fondo de la
misma, no basta con actos simbólicos de caridad, que en
realidad no son más que parches que sirven sobre todo para
tranquilizar las conciencias de los que la ejercen. En un mundo
justo donde no haya grandes desigualdades, no será
necesaria la solidaridad. Aquellos que combaten la idea del
derecho de autodeterminación en nombre de la solidaridad,
más deberían preocuparse por que ésta no sea
necesaria.

Por consiguiente, tanto si razonamos en términos
"éticos" como si razonamos en términos de
"intereses", el derecho de autodeterminación es un
derecho legítimo tanto para individuos como para
colectivos o pueblos. Y al ser legítimo, una sociedad que
aspire a avanzar, que aspire a mejorar, que aspire a mayores
cotas de libertad, debe reconocerlo
. El desarrollo de la
democracia implica, entre otras muchas cosas (como explico en mi
libro), el reconocimiento del derecho de autodeterminación
de los colectivos y de los individuos. El derecho de
autodeterminación es en teoría posible, se enfrenta
en la práctica a la resistencia de Estados que se han
formado por la fuerza y que no quieren renunciar al status
obtenido. Es en realidad un conflicto de intereses donde los
Estados intentan imponer sus intereses, como siempre han hecho, y
donde las regiones aspiran a defender los suyos, como siempre han
hecho también.

Pero cualquier conflicto, para evitar que degenere en
violencia, debe resolverse con el diálogo, con la
democracia, reconociendo derechos legítimos. La conquista
del derecho de autodeterminación, asumido hasta las
últimas consecuencias, en mi opinión, sería
un gran paso hacia un mundo más libre y pacífico.
No hay que tener miedo al reconocimiento de dicho derecho. El
reconocimiento del divorcio tampoco acabó con la
institución matrimonial ni por supuesto con la
convivencia. Somos seres sociales y necesitamos de la convivencia
pero para que ésta sea auténtica, para que funcione
de verdad, necesita que sea libre. Aunque inicialmente pudieran
producirse ciertos movimientos independentistas, quizás
una vez conquistada la libertad de elección, los pueblos
elegirían poco a poco asociarse, como consecuencia de un
mundo cada vez más globalizado. Quizás tendamos
hacia un Estado planetario formado, no por Estados "forzados",
sino que por pueblos que eligen asociarse por propia
voluntad.

De esto hablo más extensamente en mi libro
Rumbo a la democracia en el capítulo Los
errores de la izquierda
. Y si no es así, tampoco
sería tan desastroso siempre que se respete dicho derecho,
y esto implica necesariamente la renuncia a la fuerza (lo
realmente desastroso es el uso de la fuerza). A lo largo de la
historia, la mayor parte de los conflictos armados han sido por
causas nacionalistas, que en realidad camuflaban los intereses
económicos de distintos colectivos que querían
imponerse unos sobre otros. El territorialismo, la
dominación de unos territorios sobre otros, es una
herencia del territorialismo del "macho dominante" que aún
tenemos en nuestros genes. La conquista del derecho de
autodeterminación, del principio de
autonomía como dicen los anarquistas,
supondría un paso importante hacia nuestra
liberación del instinto animal de
dominación.

Pero para liberarnos de nuestras peores herencias del
animal que llevamos dentro, lo primero de todo, es que
renunciemos al peor de nuestros instintos: la violencia
. Como
decía Gandhi, El fin está contenido en los
medios como el árbol en su semilla; de un medio injusto no
puede resultar un fin justo
. La lucha por alcanzar la
verdadera democracia (siendo la conquista del reconocimiento del
derecho de autodeterminación uno de sus hitos) debe ser
democrática y pacífica.
No se puede justificar
medios ilegítimos para deshacer situaciones consideradas
ilegítimas. La forma de combatir contra la ilegitimidad es
con legitimidad. Y la lucha violenta innecesaria es siempre
ilegítima (además de perjudicial para la causa
defendida). Tampoco es legítimo, en nombre del derecho de
autodeterminación, el acoso hacia aquellos que no comulgan
con las ideas propias. Además es contradictorio. Si
estamos luchando por que todos (individuos y colectivos) sean
libres, no es coherente coartar la libertad de aquellos que
piensan de forma distinta. La lucha por la libertad debe ser para
que TODOS los individuos que componen la sociedad sean libres. La
libertad debe ser compartida por todos en igualdad de
condiciones. Así como algunos unionistas combaten la idea
de los separatismos negando la libertad de los que no piensan
como ellos y recurriendo hipócritamente a una falsa
solidaridad, cuando no al miedo, algunos
separatistas recurren a la violencia física y
psicológica coartando la libertad (y el derecho
fundamental a la vida) de sus enemigos. ¿Cómo
podemos reivindicar libertad cuando al mismo tiempo no respetamos
el derecho básico a la vida?.

Luchar por una causa justa de forma injusta es el
peor favor que se puede hacer a dicha causa
y es el mejor
favor que se puede hacer al enemigo porque éste pasa de
ser verdugo a víctima, porque se le da alas. Aquellos que
matan a víctimas inocentes en nombre de la libertad, matan
también a la propia libertad, matan cualquier posibilidad
real de alcanzarla. Quizás podrían alcanzar en
algún momento su ansiada autodeterminación
(quizás por hastío del Estado que combaten, de su
población, e incluso de la población que dicen
representar), aunque es muy poco probable (sus métodos
desvirtúan tanto su causa ante la comunidad internacional
que es casi imposible que ésta pudiera reconocer un nuevo
Estado surgido con dichos métodos, y no olvidemos que
cualquier Estado nuevo necesita imperiosamente el reconocimiento
internacional), pero por la forma de obtenerla (en el
hipotético e improbable caso de que la obtuvieran
así), no sólo no conseguirían el
reconocimiento de dicho derecho sino que lo anularían, se
convertirían ellos mismos en los Estados contra los que
luchan.

Cuando se combate al enemigo asumiendo sus
métodos (aunque bajo otras formas), asumiendo su
filosofía, uno se convierte en él. Un Estado nacido
por la imposición de los separatistas no se
diferenciaría en esencia de un Estado nacido por la
imposición de los unionistas. En ambos casos el Estado
nace por la fuerza. El reconocimiento del derecho de
autodeterminación implica la posibilidad de que cualquier
grupo pueda separase de otro pero también de que pueda
permanecer unido, la clave está en que dicha
decisión sea tomada libremente, la clave está en
respetar la decisión DEMOCRÁTICA de la
población que deba decidir sobre dicha cuestión.
Tan poco democráticos son aquellos que en nombre del
Estado de derecho se cargan éste (porque no admiten la
posibilidad de que cierto grupo humano se separe por su propia
decisión o porque conculcan ciertos derechos
básicos) como aquellos que, pistola en mano, matan a
aquellos que defienden la idea de permanecer unidos. Aunque en
este último caso, además de
antidemocráticos, se convierten en criminales, en
bárbaros, en inhumanos.

La auténtica DEMOCRACIA es la única que
puede solucionar los conflictos nacionalistas (en general todos
los conflictos).
Cualquier otra "solución" significa
simplemente posponer el problema, aplazar su solución
definitiva o simplemente sustituir una injusticia por otra.
Democracia es diálogo, es respeto (especialmente al
contrincante), es usar la fuerza de la razón y no la
razón de la fuerza, es debate, es dar una importancia
prioritaria a las formas y es sobre todo una apuesta clara por la
LIBERTAD (propia y especialmente ajena). Este problema que
tenemos en España no se solucionará con más
represión, ni con más Estado policial, ni con
más terrorismo, se solucionará con más
democracia. Y para ello, aquellos que usan medios
ilegítimos y bárbaros deben renunciar
UNILATERALMENTE a éstos, independientemente de lo que haga
el enemigo. Debemos denunciar tanto el terrorismo de ETA como la
represión antidemocrática del Estado, debemos
denunciar tanto los asesinatos como las torturas, debemos
denunciar tanto el silencio cómplice como su uso como
excusa para reprimir ideas, debemos denunciar los comportamientos
antidemocráticos de ambos bandos. La llamada izquierda
abertzale debería denunciar claramente la violencia y
distanciarse de ella definitivamente.

Sería el mejor favor que podría hacerse a
sí misma, su causa probablemente ganaría más
adeptos y más simpatía tanto en el País
Vasco, como en el Estado español (aunque será
necesario mucho tiempo para quitarse el lastre de su complicidad
con el terrorismo), como en el extranjero. Porque aunque la
democracia en España sea muy escasa y muy mejorable, a
pesar de todo, el movimiento independentista vasco tiene la
posibilidad de defender sus ideas públicamente hasta el
punto de tener un peso importante en las instituciones
"democráticas", como así fue en el pasado reciente.
Ya les gustaría a muchos movimientos sociales o
políticos marginales tener la posibilidad que tiene el
movimiento independentista vasco de propagar sus ideas. Dicho
movimiento debe liberarse del lastre de ETA. Porque ésta
es, en las condiciones actuales, el principal obstáculo
para la paz, para la resolución del conflicto vasco y para
la tan deseada (por el movimiento abertzale) independencia. La
izquierda abertzale tendría que preguntarse qué ha
hecho más daño al Estado español, si el
goteo continuo de muertes o si el intento del lehendakari
Ibarretxe de hacer una consulta popular (aunque no fuera
vinculante).

El Estado español puede sobrevivir al goteo de
muertes, como ha hecho hasta ahora, y en cierta medida, el
terrorismo le beneficia por la asociación interesada que
hace entre el fin y los métodos, porque le permite
desvirtuar fácilmente aquél por éstos,
porque le permite convertirse en víctima, porque le
permite autoerigirse en "defensor de la democracia" (no hay nada
más fácil que convertirse en "demócrata"
cuando uno se compara con asesinos que no respetan el derecho
más elemental, como es el derecho a la vida). El plan
Ibarretxe, sin entrar en consideraciones acerca de su posible
oportunismo o no, de su posible falta de sinceridad o no, de
hecho, ha puesto mucho más en evidencia al Estado
"democrático" español y su Constitución, que
todas las muertes inútiles y crueles del terrorismo
etarra. Ese es el camino que debería emprender el
independentismo vasco, el camino de la denuncia legal,
institucional, de la lucha pacífica en la calle, en los
organismos internacionales.

Y por otro lado, la ley de partidos, sustentada en la
criminalización de organizaciones por el simple hecho de
usar el democrático (aunque reprobable moralmente) derecho
de permanecer calladas ante la barbarie terrorista,
debería ser derogada
. Hay que combatir comportamientos
democráticos con el Estado de derecho, de forma
democrática. Otra cosa muy distinta es ilegalizar
organizaciones que colaboren directamente con organizaciones
criminales como ETA. No es lo mismo, desde el punto de vista
legal, desde el Estado de derecho, la apología del
terrorismo o la colaboración con banda armada, que el
silencio a la hora de condenar atentados (aunque esto sea, y en
mi opinión lo es, reprobable moralmente). Al aplicar
métodos condenables y poco democráticos, el Estado
español, también le hace un favor al enemigo porque
le convierte en víctima. Si España quiere combatir
los separatismos, más debería preocuparse de que
todos los españoles se sientan a gusto en su Estado (por
ejemplo democratizándolo) y más debería
preocuparse de hacer cumplir la ley respecto a cuestiones
culturales como el bilingüismo. España puede, por
ahora, estar ganando aparentemente la guerra contra los
separatismos con el simple método de la represión,
puede estar ganando la batalla legal, pero está perdiendo
la batalla cultural. Un sistema democrático (ley
electoral), diseñado para dar excesivo protagonismo a
fuerzas nacionalistas con tal de restar fuerza a la izquierda
transformadora del Estado, hipotecado a las fuerzas de las
burguesías nacionalistas de Cataluña o el
País

Vasco, ha provocado la claudicación ante dichos
nacionalismos (siempre menos perjudiciales que ideologías
que pongan en peligro los pilares básicos del sistema
económico). Quiénes están "rompiendo"
España no son aquellos que desean que se mantenga unida
sin recurrir a la represión de derechos elementales, sino
aquellos que han antepuesto su status
político-económico ante cualquier otra
consideración. Prefieren "romper" España a
arriesgarse a perder sus privilegios, derivados de un sistema
injusto. Lo que les da más miedo no son los separatismos
(aunque usen los sentimientos nacionalistas para cerrar filas y
desviar la atención), lo que les da más miedo es la
verdadera democracia, es que el pueblo pueda ser dueño de
su propio destino, es que éste pueda tomar decisiones que
perjudiquen a las clases dirigentes o privilegiadas. El Estado
español debe iniciar una profunda democratización
que facilite la resolución de este conflicto, y a su vez,
los terroristas deben renunciar de inmediato e INDEFINIDAMENTE a
la lucha armada
(y para esto es muy importante que la
izquierda abertzale, en la que cada vez más se afianza la
idea de que es posible defender sus ideas pacíficamente,
en la que la violencia se ve como innecesaria y contraproducente
para la causa, presione a la banda terrorista para su
autodisolución).

Pero esto debe hacerlo cada bando por propia
iniciativa sin esperar a que el otro dé el primer
paso
. En mi opinión, sólo así
será posible desbloquear la situación. El Estado
debe reconocer el derecho de autodeterminación de los
pueblos que componen España (incluso aunque sea el primer
Estado en el mundo en hacerlo, el que no lo haya hecho nadie
hasta ahora no legitima su negación, la historia
está llena de casos en los que alguien tuvo que dar el
primer paso hacia una sociedad más libre), pero los
separatistas deben reconocer también el derecho que tienen
aquellos ciudadanos vascos, que acosados por el nacionalismo, han
tenido que huir del País Vasco para poder
sobrevivir.

El día que se dé un referéndum para
que el pueblo vasco pueda elegir libremente su destino, esto
deberá hacerse dando voz a TODOS los vascos (tanto a los
que residan en ese momento en el País Vasco como a los que
tuvieron que huir de él en el pasado reciente por el acoso
sufrido) y deberá hacerse de tal manera que ambas opciones
(la unionista y la separatista) puedan ser defendidas en igualdad
de condiciones y con plena libertad. No es tampoco
legítimo ni democrático hacer una "limpieza
étnica" del electorado para conseguir con el tiempo que
éste piense como uno desea. Pero a su vez, aquellos que
defienden el reconocimiento del derecho de
autodeterminación para conseguir su ansiada
separación, deberán reconocer también el
derecho de autodeterminación de todas las partes que
componen su territorio. Yo estoy a favor del derecho de
autodeterminación del País Vasco, pero
también reivindico dicho derecho para Álava, para
Guipúzcoa o para Vizcaya. También hay que defender
el derecho a que Navarra o las regiones del País Vasco
francés decidan por sí mismas si desean unirse a
Euskal Herría o permanecer en el Estado en el que
están o incluso ser independientes.

Recordemos que el derecho de autodeterminación
debe ser independiente de cualquier otra consideración
(incluida la afinidad cultural). Si admitimos que el País
Vasco tiene derecho a ser independiente, al margen de las
indudables afinidades culturales e históricas que tiene
con España (mal que les pese a algunos), sin tampoco
desdeñar sus indudables peculiaridades culturales e
históricas (mal que les pese a otros), entonces, para ser
coherentes, debemos admitir también el derecho que tiene
cualquiera de sus provincias, al margen de las afinidades
culturales o históricas, a ser independientes a su
vez del País Vasco.

Y esto mismo puede decirse también para
Cataluña o para cualquier otra comunidad. Este derecho
(como cualquier otro) debe ser reconocido por igual para todo el
mundo. Pero no hay que confundir el estar a favor del
reconocimiento del derecho de autodeterminación con estar
a favor de la separación (o de la unión). Uno puede
tener sus preferencias pero no se trata de eso, se trata de
considerar el hecho de que las preferencias de uno no tienen por
que coincidir con las de otro, se trata de respetar las ideas
opuestas. Al igual que tampoco hay que confundir el derecho al
divorcio con el hecho de estar a favor de aplicarlo. Yo reconozco
el derecho que tiene mi cónyuge al divorcio, pero
procuraré por todos los medios (siempre que no coarten su
libertad), mientras piense que merece la pena seguir conviviendo
juntos, que no se lleve a cabo. Aunque yo luche por evitar la
separación, debo respetar siempre el derecho que tiene mi
cónyuge a separase si así lo decide. No es lo
mismo convencer que imponer. La imposición no casa con la
libertad ni con su "hermana gemela" la democracia.
El
objetivo es el reconocimiento del derecho de
autodeterminación de todos los colectivos y de todos los
individuos. El reconocimiento de dicho derecho para los pueblos
es sólo un paso más hacia un mundo más
libre. El problema del llamado por algunos conflicto vasco y por
otros problema terrorista, es que NINGUNA de las partes es
realmente democrática. Ni el Estado español (que
tanto proclama la palabra democracia) cree realmente en
la democracia, ni los presuntos luchadores por la libertad de su
pueblo creen realmente en la libertad. Este conflicto es un
ejemplo más de la imperiosa necesidad de desarrollar la
democracia para que la humanidad sea capaz de sobrevivir a
sí misma.

Sin embargo, a pesar de sus particularidades y de su
intensidad, el problema de los nacionalismos no es exclusivo de
nuestro país. Es una de las cuestiones más
candentes a nivel internacional. El reconocimiento del derecho de
autodeterminación es un problema, que lejos de estar
zanjado, está muy presente en las instituciones mundiales.
Este principio del derecho a la autodeterminación
está recogido actualmente en algunos de los documentos
internacionales más importantes como la Carta de Naciones
Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos.
También numerosas resoluciones de la Asamblea General de
la ONU hacen referencia a este principio y lo desarrollan. Pero a
pesar de todas estas referencias en el derecho internacional,
esta cuestión no está ni mucho menos resulta. Dicho
derecho no está aún incluido en el principal
documento como es la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, que además no es vinculante, no es de obligado
cumplimiento, y para colmo, el derecho de
autodeterminación se limita al ambiguo concepto de
"pueblo". Este derecho no se reconoce a cualquier grupo humano
sino que sólo a los "pueblos". Y aquí es donde
surgen los problemas.

¿Qué se entiende por "pueblos"?. Esto
lleva a discusiones sin fin que no llevan a ningún lado y
que provocan, como tantas veces con las leyes confusas,
interpretaciones interesadas, fruto en realidad de las
negociaciones, del mercadeo de intereses. Es imprescindible
desarrollar la Declaración Universal de los Derechos
Humanos para completarla y para evitar en la medida de lo posible
ambigüedades, pero además, dicha declaración
debe considerarse de obligado cumplimiento para que no se quede
en papel mojado
. El problema con el derecho de
autodeterminación, la principal razón
por la que se quiere limitar, es que su reconocimiento universal
sin límites podría provocar la infinita
divisibilidad del territorio y de la población, como
consecuencia de su aplicación recurrente. Según la
llamada teoría de la infinita divisibilidad, el
reconocimiento ilimitado de dicho principio de libre
determinación provocaría un fenómeno
conocido como "tribalismo postmoderno" que podría ir en
detrimento de la protección de los derechos humanos y la
preservación de la paz y la seguridad.

Sin embargo, en primer lugar, es discutible que se
produjera una reacción en cadena inacabable de
secesionismos, aunque tampoco puede descartarse. En segundo
lugar, es discutible que eso sea perjudicial, puesto que en el
fondo podría suponer una progresiva
descentralización de la sociedad. Los centros de
decisión estarían cada vez más
próximos al ciudadano de a pie, en realidad, esto
podría suponer la progresiva implantación de
modelos de democracia donde los ciudadanos tendrían
más peso (democracia directa), y esto podría
suponer el fin de una sociedad controlada por ciertas
élites como la sociedad actual, basada en una democracia
representativa bajo mínimos, basada en una excesiva
concentración del poder. Ésta sea quizás una
de las principales causas por las que se quiere evitar el
reconocimiento universal del derecho de autodeterminación
(quizás por esto mismo no figure aún en la
declaración UNIVERSAL de los derechos humanos), porque
podría suponer el fin del monopolio de los Estados para
organizar a los seres humanos.

Podría significar, con el tiempo, la
desaparición de los Estados nacionales y su
sustitución por las comunas/municipios. En definitiva, el
reconocimiento del derecho de autodeterminación universal
(como dicta la razón, la moral y el sentido común)
podría significar el fin del modelo de sociedad actual,
podría implicar el paso del centralismo al federalismo
(sería un paso hacia una sociedad anarquista). Y en tercer
lugar, el posible riesgo de que los derechos humanos peligraran
podría evitarse haciendo que la Declaración
Universal de los Derechos Humanos sea vinculante, el posible
riesgo de conflictos armados podría disminuirse haciendo
que la ONU sea realmente democrática y potenciando su
papel de árbitro efectivo en los conflictos
internacionales. ¿Es que no se incumplen ya en la
mayoría de países los derechos humanos, en mayor o
menor medida?. Si tendiéramos, como ya expliqué
antes, hacia un mundo organizado en base a Estados (ya sean los
actuales, ya sean "micro- Estados", o incluso comunas o
municipios) supeditados todos ellos en cuestiones básicas
(como los derechos humanos) a UN Estado mundial (la ONU
podría ser su precursor), entonces no sólo los
derechos humanos no peligrarían, sino que, muy al
contrario, se aplicarían en la realidad por igual para
todos los habitantes del planeta.

Evidentemente, todo esto no son más que
elucubraciones, pero lo que no tiene sentido es reconocer un
derecho sólo para ciertos colectivos aplicando un "filtro"
ambiguo. Esto no soluciona los problemas, simplemente los
pospone. El objetivo debe ser el reconocimiento del derecho de
autodeterminación de cualquier individuo y de cualquier
colectivo. Debe ser un derecho universal.
Los únicos
límites de dicho derecho deben ser los propios derechos
humanos. El derecho de autodeterminación debe ser
reconocido como un derecho humano más que no entre en
conflicto con el resto de derechos. Si admitimos la universalidad
de los derechos humanos, entonces cualquier grupo humano
debería regirse por unas normas de convivencia que los
cumplan. Las teorías que defienden el universalismo de los
derechos humanos se suelen contraponer al relativismo
cultural, que afirma la validez de todos los sistemas
culturales y la imposibilidad de cualquier valoración
absoluta desde un marco externo, que en este caso serían
los derechos humanos. Admitir o no la validez de la universalidad
y atemporalidad de los derechos humanos es un debate que excede
el objetivo de este trabajo (aunque está relacionado con
el tema que tratamos aquí), simplemente aquí se ha
hecho referencia al tema de los derechos humanos para rebatir a
aquellos que los usan como argumento contra el reconocimiento del
derecho de autodeterminación sin "filtros".

Una sociedad que aspire a ser libre, que pretenda
llamarse democrática, debe tender a que lo ético,
lo lógico, sea legal. Escudarse en laberintos legales para
ocultar lo que nos dicta la razón, el sentido
común, es convertir a la ley en un fin en sí mismo.
La ley debe servir para llevar a la práctica el concepto
de justicia, pero nunca debe sustituir dicho concepto. Los
legalismos no son nunca argumentos para razonar sobre cuestiones
de la ética. La ley no siempre es justa, demasiadas veces
ha servido para enmascarar la injusticia.

 

 

Autor:

José López 

Partes: 1, 2
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