El paradigma de la cognición situada
representa una de las tendencias actuales más
representativas de la teoría y la actividad sociocultural,
y toma como punto de referencia los escritos de Lev Vygotsky
(1986; 1988) y de autores como Leontiev (1978) y Luria (1987) y
más recientemente, los trabajos de Rogoff (1993), Lave
(1997), Bereiter (1997), Engeström y Cole (1997), Wenger
(2001), siendo éstos de los más conocidos en el
ámbito educativo.
Tal como hemos ido viendo, el enfoque sociocultural
vigotskiano afirma que el conocimiento es situado, es
decir, forma parte y es producto de la actividad, el
contexto y la cultura, destacando la importancia de la
mediación, la construcción conjunta de significados
y los mecanismos de ayuda ajustada.
Comunidad de práctica, Lave y Weger (1981)
nos acercaron al concepto definiéndolo como soporte
desde el que adquiere significado la actividad y el
conocimiento.
Vygotski (1978, 1981) fue uno de los primeros en
precisar que las funciones mentales "superiores", aquellas
que nos hacen humanos, no son dadas biológicamente, sino
que son construidas paulatinamente mediante la
apropiación de las herramientas y prácticas
desarrolladas históricamente, que son puestas de
manifiesto para los niños y "andamiadas" en las
acciones significativas y en las palabras de los coparticipantes
en la actividad conjunta.
Así, cuando las personas realizan una actividad
conjunta, sus acciones, gestos y discurso, no sólo median
la coordinación de la participación, sino que hacen
públicas las actividades mentales implicadas, quedando
así disponibles para su apropiación por parte de
los participantes novatos.
La característica implicación de los
seres humanos en actividades conjuntas, mediadas por
artefactos es, pues, crucial para el desarrollo de la cultura
humana, a lo largo de toda su historia.
El aprendizaje implica el entendimiento e
internalización de los símbolos y signos de la
cultura y grupo social de pertenencia. Los aprendices se
apropian de las prácticas y artefactos culturales a
través de la interacción con miembros más
experimentados. De ahí la importancia de los procesos del
andamiaje del enseñante y los pares, la negociación
mutua de significados y la construcción conjunta de los
saberes.
Tomando como referencia el marco familiar en el que
crecí, y por lo tanto marco no formal (no escolar) y
en el que mi madre, como primera figura de apego y fuente de
identificación, transmisora de conductas, normas, valores,
actitudes… me transmitió y enseñó un
modelo de feminidad: lo que es ser mujer. Recibí un
"adiestramiento" de género a partir de las
interrelaciones, los juegos, los valores que me transmitieron,
las creencias, actitudes, normas, que aprendí para ser una
perfecta ama de "mi casa", es decir, para desarrollar y
aprehender el rol que, se supone, pertenece al sexo femenino,
relacionado con el ámbito doméstico y la crianza de
los hijos, el saber cocinar, lavar, planchar, coser, atender el
hogar, cuidado de hijos e hijas, etc…
En este marco no formal, pues, como novata fui siendo
introducida por parte de miembros más expertos (mi madre)
en estas tareas, convirtiéndose el hogar en el soporte
mediante el que toda esta actividad y conocimiento transmitido
fue adquiriendo significado para mí.
De esta forma, las prácticas orientan el
desarrollo de las personas en su contexto, en tanto que
proporcionan un camino por el que niños y niñas
llegan a participar de la cultura y, ésta es reproducida o
transformada.
Diferentes culturas estructuran de forma diferente el
camino por el que los niños van a participar de ella. No
es lo mismo la introducción de un niño/a que viva
en Estados Unidos que uno que pertenezca a un poblado del
Amazonas, en las que los valores, normas, objetivos, etc. son
completamente diferentes.
Así pues, en el marco no formal en el que me
ví inmersa, los participantes fuimos esencialmente
mi madre (experta) y yo (novata). Su
objetivo: Enseñarme a ser "mujer",
ajustándose a las expectativas marcadas para el
género femenino, repitiendo a su vez que a ella le fue
enseñado y transmitido a través de su madre. Los
artefactos mediadores: todo lo necesario para el perfecto
desempeño del rol, instrumentos y signos, tanto
herramientas materiales como conceptos, signos y modelos mentales
(guiones, esquemas, etc).
Al tiempo que los artefactos externos son
interiorizados, las representaciones internas se exteriorizan a
través del discurso, el gesto, la manipulación del
material del entorno, etc.
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