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Descentralización, desconcentración y régimen seccional en Ecuador



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    Partimos de un principio fundamental de mi pensamiento, creo en la descentralización como una forma eficiente de organizar un estado y, pero no estoy convencido que sea una fórmula mágica que solucione los múltiples problemas de la vida colectiva de un estado y que su mera implantación jurídica signifique el tránsito de la miseria a la prosperidad. Y menos aún como se está planteando en el" Proyecto de Ley Orgánica del Sistema Autonómico" Como todo sistema político y social tiene sus virtudes y sus vicios de allí. Hay que enfatizar los elementos positivos del sistema y evitar los negativos para hacer un buen gobierno. Pero en el caso que nos concierne veo más negro que blanco.

    El sistema centralista es un cordón umbilical a la forma de gobierno monárquico absolutista en la que todo el poder se concentraba en el rey por encargo divino, se decía, debiendo sus súbditos o vasallos rendirle pleitesía desde cualquier lugar y en cualquier tiempo, siendo todo cuestionamiento a este orden establecido similar a una sacrilegio que horrorizaba y tornaba bondadosos a los más atroces castigos en palabras de Claudio Malo. (5)

    En América Latina el centralismo, en mayor o menor grado, es el estilo predominante de la conducción gubernamental. Está profundamente arraigado en las diversas formas institucionales, como producto inevitable de una vieja tradición histórica.

    En el período colonial los territorios que hoy conforman muchos de los Estados latinoamericanos, albergaban sociedades regionales diversas y muy escasamente articuladas entre sí. De tal modo que, inmediatamente después de los procesos de independencia, se produce, lo que podría denominarse, una integración forzosa -manu militari- de sociedades locales y regionales con muy escasos vínculos y por lo tanto sin una clara identidad que las unifique.

    En el curso del siglo XIX y hasta la primera mitad del XX, la integración nacional y la construcción de Estados fuertemente centralizados fue la preocupación fundamental de las clases dirigentes latinoamericanas. Ello dio lugar a una persistente tensión entre los poderes locales y regionales y el poder central del Estado, que constantemente debió resistir las tendencias disolutorias presentes en localidades y regiones.

    El centralismo latinoamericano, a diferencia del europeo occidental que se encuentra asociado a la revolución industrial y a las ideas de la revolución francesa, carece de los contenidos democráticos e igualitarios que supuso en Europa el fin del régimen feudal y la constitución de los Estados nacionales.

    Mientras que en Europa la centralización, la conformación de los Estados nacionales, fue bandera de lucha de las clases subordinadas, en América Latina fueron la nobleza criolla, la alta clerecía y la casta militar constituida en las guerras de independencia, quienes impulsaron y condujeron la conformación de los cuasi-Estados nacionales centralizados.

    No es casual entonces que las grandes transformaciones sociales producidas en América Latina, v.g. revoluciones mexicana y cubana, hayan derivado centralismo absoluto.

    En Teoría Política puede parecer herético el establecer una diferenciación entre Estado y municipios. Se argumentaría que los municipios son parte del Estado, lo cual es cierto, sin embargo, también es cierto que los municipios preceden históricamente a la conformación de los Estados nacionales modernos, aunque son articulados a éstos bajo formas específicas de organización territorial, jurídica y política.

    Esta precedencia histórica tiene además la siguiente significación: los municipios -cuando no son el resultado de un simple arbitrio político administrativo- constituyen la organización natural y espontánea de comunidades territoriales cohesionadas por estrechos vínculos económicos y culturales, que impulsan una intensa vida colectiva, expresión de intereses y necesidades comunes;(1) Mientras que el Estado Nacional aparece como una artificialidad histórica que se superpone a las particularidades locales asumiendo la forma de un interés general abstracto en el que se disuelven las diferencias locales y regionales.

    En la concepción racionalista-liberal del Estado, éste es, por definición, representante del interés general, espacio de lo público, donde se disuelven los intereses particulares propios de la sociedad civil, por apelación al concepto abstracto de ciudadano, que permite, a su vez, la supresión artificial de las diferencias económicas y sociales, mediante el recurso de una solidaridad genérica referida a la comunidad territorial, idiomática, de códigos culturales y de símbolos.

    En los países que emergen del proceso de conquista y colonización española, en donde la exclusión y segregación, son características básicas y originarias de la institucionalidad estatal, no puede esperarse que el sentido de lo público aparezca por generación espontánea, por referencia a una comunidad de intereses expresados en el Estado. Al contrario, el Estado es visto por el pueblo llano de estos países -debido a una larga experiencia histórica- como la expresión y el mecanismo para la imposición de intereses ajenos.

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