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La función matemática




Enviado por Iñaki Andonegui



Partes: 1, 2, 3

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    L
    a sugerencia que proponíamos en el
    Cuaderno Nº 1 y que siempre presi-
    dirá los demás Cuadernos: Vamos a estudiar
    matemática, pero no lo vamos a hacer como
    si fuéramos simplemente unos alumnos que
    posteriormente van a ser evaluados, y ya.
    No. Nosotros somos docentes –docentes de
    matemática en su momento- y este rasgo
    debe caracterizar la forma de construir nues-
    tro pensamiento matemático. ¿Qué significa
    esto?

    · La presencia constante de la meta últi-
    ma de nuestro estudio: alcanzar unos niveles
    de conocimiento tecnológico y reflexivo, lo
    cual debe abrir ese estudio hacia la búsque-
    da de aplicaciones de lo aprendido, hacia
    el análisis de los sistemas que dan forma a
    nuestra vida y utilizan ese conocimiento ma-
    temático, y hacia criterios sociales y éticos
    para juzgarlos.

    · Construir el conocer de cada tópico
    matemático pensando en cómo lo enseña-
    mos en el aula, además de reflexionar acerca
    de cómo nuestro conocer limita y condicio-
    na nuestro trabajo docente. De esta forma,
    integrar nuestra práctica docente en nuestro
    estudio.

    · Como complemento a lo anterior,
    construir el conocer de cada tópico matemá-
    tico pensando en cómo lo podemos llevar al
    aula. Para ello, tomar conciencia del proceso
    que seguimos para su construcción, paso a
    paso, así como de los elementos –cognitivos,
    actitudinales, emocionales…- que se presen-
    ten en dicho proceso. Porque a partir de esta
    experiencia reflexiva como estudiantes, po-
    dremos entender y evaluar mejor el desem-
    peño de nuestros alumnos –a su nivel- ante
    los mismos temas.

    · En definitiva, entender que la matemá-
    tica es la base de su didáctica: la forma en
    que se construye el conocimiento matemáti-
    co es una fuente imprescindible a la hora de
    planificar y desarrollar su enseñanza.

    Y ahora, vamos al tema de este Cuader-
    no, las funciones matemáticas.
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    1. Una mirada a las situaciones de nuestro entorno:
    variabilidad y dependencia

    Evidentemente, ver las cosas y situaciones de nuestro entorno es algo sencillo: basta con
    abrir los ojos (y prender alguna luz, si estamos a oscuras…); pero lo interesante es la perspecti-
    va desde la cual nos asomamos y miramos a nuestro mundo. Una de esas posibles perspectivas
    es la de fijarnos en la variación de las cosas y situaciones que nos rodean y envuelven (Freu-
    denthal, 1983), tanto en el mundo físico como en el social y cultural; e, incluso, en el mental,
    propio de cada persona.
    Esa mirada nos hace descubrir una gran cantidad de fenómenos que cambian; por ejem-
    plo, a lo largo de un día, nuestras ocupaciones y nuestro humor, la gente que se va encon-
    trando a nuestro alrededor, nuestros sentimientos hacia determinada persona, nuestras expec-
    tativas acerca del éxito en nuestras tareas, nuestras ganas de trabajar, nuestro apetito, nuestro
    cansancio, lo que decimos y el tono en que lo hacemos, lo que pensamos, las posturas de
    nuestro cuerpo…
    También hay otras cosas que varían en nuestro entorno, variación que puede “cuanti-
    ficarse” de alguna manera; por ejemplo, las temperaturas locales a lo largo de un día, o las
    temperaturas diarias, extremas o promedio, a lo largo de un año; y también a lo largo de un
    año, la cantidad diaria de agua de lluvia recogida por m2, el monto de los ingresos familiares
    mensuales, las horas diarias de salida y puesta del sol, la valoración poblacional mensual o
    trimestral referida a la actuación de un gobernante, el tamaño y la forma de la sombra de un
    objeto según las distintas estaciones y momentos del día, el tiempo de traslado desde la casa
    al lugar de trabajo, las condiciones climáticas, la estatura y el peso de un niño, o sus conoci-
    mientos matemáticos, y un etcétera muy largo.
    Finalmente, el propio campo de los objetos matemáticos puede verse como un terreno de
    objetos variables; por ejemplo, la suma o el producto de dos números, según sean este par de
    números; el triple o la mitad de una cantidad, según sea ésta; el área de un cuadrado o de un
    círculo, de acuerdo con la medida de su lado o del radio, respectivamente; la distribución de
    frecuencias o el histograma que representa las preferencias deportivas de un grupo de jóvenes,
    según las características de tal grupo; o el cálculo del tiempo que tarda un vehículo en despla-
    zarse entre dos puntos, de acuerdo con la velocidad a la que se mueve.
    Como puede apreciarse, la variabilidad de las cosas y de los fenómenos que forman nues-
    tro entorno físico, social y mental, es muy grande. Tanto, que es posible asignar un calificativo
    a todas estas magnitudes que varían: todas ellas se denominan variables (muy original, ¿no?).
    Así, hasta ahora hemos estado hablando de diversas variables: sentimientos, sensaciones, pen-
    samientos, temperaturas, horarios de salida y puesta del sol, número de inasistencias diarias
    de los alumnos de nuestro centro escolar, número de viviendas construidas anualmente, pesos
    y estaturas de un niño, distancias recorridas a velocidad constante, área de un cuadrado o de
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    un círculo, longitud de la hipotenusa de un
    triángulo rectángulo…
    Pero si la analizamos un poco más a fon-
    do, descubrimos que la variabilidad de un fe-
    nómeno o de una magnitud responde a unas
    condiciones de dependencia del mismo con
    respecto a ciertas causas o a ciertas magni-
    tudes acompañantes, que también varían; es
    decir, hay variables que dependen de otras
    variables. Las primeras se denominan varia-
    bles dependientes y las segundas, variables
    independientes (como se ve, seguimos sien-
    do muy originales).
    Si hablamos, por ejemplo, de nuestra
    alegría como variable dependiente, podemos
    identificar algunas de las causas que la pro-
    ducen (variables independientes); por ejem-
    plo, la aceptación de sí mismo, el amor como
    motor de nuestra vida, la capacidad de asu-
    mir con humor lo que nos acontece, nuestro
    nivel de tolerancia y de perdón, y otras razo-
    n

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