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Volver a Galicia – Libro de María González Rouco (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Me parece maravillosa la sensibilidad con que
María González Rouco ha evocado la trayectoria de
sus abuelos, forjando los relatos como realistas y
fantásticos a un tiempo. Con prosa ágil, con versos
claros, ilumina los miedos, carencias, ilusiones, certezas y
decepciones que dan a la vida del emigrante una dimensión
de epopeya porque ha intentado construír un mundo mejor
para sí y los que ama. Con valentía, con victorias
y derrotas pero sobre todo, con dignidad. La nieta ha recogido
esa siembra. ¡Enhorabuena!

MARIA ROSA IGLESIAS

Yendo más allá de la frialdad de las
cifras o de los indicadores de su integración, el
mérito del libro es el de, a través de sus cuentos
y poemas, recuperar la experiencia -a la vez individual y
general- de algunas de las personas que protagonizaron ese doble
fenómeno. En lo personal, algunas de sus historias,
párrafos o frases (expresiones de las esperanzas, temores
o desilusiones que encarnan los personajes de María), se
conectaron, espontánea y naturalmente, con las
cavilaciones que formaron y continúan formando parte de
las vidas y azares de mi propia familia inmigrante.

RUY FARIAS

Prólogo

Manos sensibles tocan la tierra. Es un campesino, un
hombre que habla del nacimiento, del misterio del mar, de los
mitos. El árbol, el pájaro, la humedad de la tierra
son los verdaderos dioses lares que enseñaron y guiaron
los pasos en la sabiduría natural, en la realeza del
espíritu. Su mundo nutre el sentir, el pensar.
Hesíodo sabía el nombre y las cualidades de los
frutos, el color del bosque, su relación con los astros,
el itinerario de las voces peregrinas.

Descubrimos en la introducción  -donde
la autora recuerda nombres y lugares, el exilio y el destierro-
zonas interiores de seres que viajaron o se quedaron en Galicia.
Ellos desplegaron su magia ante nuestros ojos. La infancia, la
evocación de la infancia, la esperanza, la ilusión,
la falsa justicia, la fantasía. Con  estos
símbolos  llegaron a nosotros esos seres,
enriqueciendo y aportando nuevos valores. Introducción
breve que nos presenta el contexto de historias
intimas.

Luego los cuentos. Islas cordiales de galleguidad,
puertos serenos, climas y categorías de la emoción.
La palabra es fundamento de la condición del ser humano,
desde ella elevamos el sueño y el recuerdo, aquello que
fuimos o quisimos ser, una parte del otro, las raíces que
suelen llamarnos en la soledad. Sus cuentos tienen nostalgia,
ternura, honestidad. Nos hablan desde nuestro interior, desde la
voz ancestral que los protege. María González Rouco
protege a sus personajes con sencillez, los cobija.

Hay en sus cuentos y en sus poesías recatada
ternura. " La Poesía aspira a expresar lo universal; la
Historia lo particular", escribió
Aristóteles.  En su prosa, impregnada de
lirismo, vemos la simbiosis perfecta entre una aldea de Galicia y
Buenos Aires. Interioridad que se vuelve emblema del mundo; un
mundo con injusticias sociales que dejan ver solidaridad, amor,
esperanza. Nos descubre universos ricos en matices, levedad,
contradicción. Aquí las pequeñas epopeyas
cotidianas, la fuerza moral que nos obliga a sobrellevar la
injusticia y la miseria. Un homenaje a los gallegos que tuvieron
que abandonar su tierra y llegaron a estas costas para generar
sueños, mitos; otro tiempo sensible a la mirada, a las
fotografías, a las correspondencias. Necesario testimonio
de vida desde la narración clara y precisa de
González Rouco.

Carlos
Penelas     /    Buenos
Aires, mayo de 2009

Introducción

Alberto Sarramone, quien ha escrito varios libros sobre
la historia de la inmigración en nuestro país,
afirma que "La noción exacta y actual de
emigración, en general, tiene dos referentes
direccionales: emigración en un sentido estricto, cuando
se busca significar la salida de personas o grupos de un
país o región. Inmigración, noción
relacionada con la recepción de población externa
en un país o región determinado", y señala
que "ambas tienen su origen en el régimen de libertad
instaurado a partir de la revolución francesa, con el
reconocimiento de los derechos del hombre y del ciudadano y entre
ellos el de emigrar, consagrados en la constitución del 31
de octubre de 1791. Con anterioridad, no se podía hablar
de las formas modernas de emigración, que requieren como
notas definitorias para la existencia plena del fenómeno,
estar en un marco aunque sea imperfecto de libertad"
(1).

Marcelo Bazán Lascano señala que la Ley
Avellaneda, de 1876, proporciona la definición de
inmigrante. Distingue "entre los inmigrantes "sensu stricto", o
sea los que venían con pasaje de segunda o tercera clase
por cuenta del gobierno u otras entidades, y los que entre el 25
de Mayo de 1810 y el presente han arribado a nuestro territorio a
su costa, como polizones o en cualquier otra forma clandestina o
ilegal. Podría sostenerse, pues, que los segundos son,
prima facie, definibles como inmigrantes "lato
sensu"
, aunque hubieran venido en primera clase y aunque lo
hubiesen hecho con bienes de fortuna y hasta con títulos
nobiliarios" (2).

"Desde la época de Rosas se anota una constante
pero limitada inmigración española, procedente del
País Vasco, Galicia y las Islas Canarias –afirman
Marcelo Álvarez y Luisa Pinotti. Recién la
última década del siglo será testigo de un
desembarco masivo, especialmente de gallegos, vascos, asturianos
y catalanes"(3). Diversas causas contribuyeron al aumento
de la emigración. Andrés Solla las enumera: la
introducción de la navegación a vapor, las
políticas de las repúblicas americanas que
favorecen la entrada de emigrantes, la irrupción de
fuertes compañías navieras inglesas, francesas y
alemanas en el negocio, y la comunicación epistolar con
los que ya emigraron (4).

"A lo largo de la historia de la humanidad
–escribe Solla– hubo múltiples causas
"próximas" (guerras, persecuciones religiosas o
políticas, huidas de los reclutamientos militares, pestes,
etc.) que dieron lugar a las migraciones humanas, pero
detrás de todas ellas subyace siempre el factor
económico. (…) los gallegos emigraron forzados por la
situación económica y porque no se conformaban con
seguir siempre lo mismo; querían mejorar y les sobraba
voluntad para hacerlo" (5).

Gran parte de los gallegos establecidos en nuestro
país, sólo pensó en hacerlo por un tiempo.
"Galicia es casi sinónimo de inmigración
—agrega Solla—, porque de Galicia, por emigrar,
emigraron: trabajadores, intelectuales, energía
eléctrica y capitales. El gallego emigraba bajo dos
signos: uno, que lo empujaba fuera de su tierra en procura de una
mejor situación económica y otro que lo
hacía volver. Así tenemos que, siendo el
país que da mayor porcentaje de emigración,
también somos, curiosamente, el que mayor índice de
retornados tiene por número de emigrantes. En el
fenómeno migratorio puede establecerse una
correlación: padres y mujer quedaban en Galicia, hijos y
marido en la emigración. Esta constante quizás sea
el factor más importante que favoreció tan elevado
número de retornados, además del apego que los
gallegos tenemos a nuestra tierra" (6).

Otros jamás podrán regresar, y
morirán añorando el retorno.

Aurora Alonso de Rocha destaca que "La voz del pueblo
—voz del cielo— llamó gallegos a todos los
españoles inmigrantes y gringos a los otros extranjeros.
De ese modo dejaba dos mensajes para el futuro: primero, que los
españoles no eran extranjeros comunes; eran, sí,
los "otros", pero los otros del idioma común y la
tradición que ya formaba parte y sustento de lo criollo, y
segundo, que los gallegos habían sido, entre los
españoles, los más en número y los
más conspicuos. ¿Qué nos mueve a hacer el
esfuerzo de reconstruir pueblo por pueblo, grupo por grupo, el
fenómeno inmigratorio? Porque fue el más
significativo del siglo pasado y determinante del presente siglo,
porque vivimos en comunidades migratorias, porque nos reconocemos
en nuestras singularidades nacionales y en la amalgama
irrepetible que somos los argentinos. También porque
buscamos, racionalmente, las raíces que sentimos en el
corazón" (7).

Notas

  • 1 Sarramone, Alberto: Los abuelos inmigrantes.
    Historia y sociología de la inmigración
    .
    Azul, Biblos Azul, 1999. Mención en el concurso de la
    Fundación El Libro, de la Feria Internacional de Buenos
    Aires.
  • 2 Bazán Lazcano, Marcelo: "Carta de Lectores",
    en La Nación, Buenos Aires, 19 de diciembre de
    1999.
  • 3 Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A la mesa.
    Ritos y retos de la alimentación argentina
    . Buenos
    Aires, Grijalbo, 2000.
  • 4 Solla, Andrés: "A emigración galega a
    América", en
    http://www.arcanaverba.org/cedofeita/emigraga.htm. Trad. de
    MGR.
  • 5 ibídem
  • 6 ibídem
  • 7 Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
    Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre
    de 1994.

 

Testimonios

Inmigrantes y
exiliados

A Entre Ríos se traslada el gallego Francisco
Izquierdo, quien escribe en 1882: "Los primeros días que
pisamos la playa de Colón formado en ese entonces por un
verdadero bosque salvaje, sin más habitantes que los
nativos de semejantes sitios, sin entrar en los detalles de las
especies porque creemos que el lector se dará cuenta de la
clase de habitantes, y puede imaginarse cuál sería
la primera impresión después de un viaje terrible
en el mar, y los trasbordos cuando se navegaba puramente en
buques de vela, teniendo para calmar nuestra primera mala
impresión que recurrir al librito o contrato lleno de
ofertas por el General Urquiza, en vista de los cuales nos
resignábamos en parte pues el tiempo pasaba y nos
encontrábamos como tribus salvajes, apiñados bajo
los árboles, con nuestros hijos, sin más techo que
el de la naturaleza, y ni una visión de simples ranchos en
una estancia de algunas leguas a nuestro alrededor, teniendo de
voz solo cuando la visita de uno que otro poblador de los
alejados contornos" (1).

Arturo Cuadrado Moure evoca su exilio: "En el año
1936 sube Franco, aquella tremenda traición en donde los
hombres tuvieron que matar a los hombres. Surge la famosa guerra
civil que duró tres años y donde han muerto casi
dos millones de españoles. Nosotros, el ejército
republicano, que dominábamos Madrid, Valencia y Barcelona,
no teníamos fuerzas, teníamos la canción y
teníamos a América. Era nuestro guía
espiritual, nuestro árbol intocable, profundo y alto, don
Antonio Machado. (…) desde México a Buenos Aires
realizamos todos nuestros sueños, todas nuestras
esperanzas, todas nuestras ilusiones, con el convencimiento de
que habíamos triunfado… Ortega y Gasset nos había
enseñado el camino de amar más que luchar"
(2).

Daniel Artola entrevista a Salvador de la Calle,
periodista del diario Crítica: "Es diciembre de 1923.
Estefanía es una pasajera más del vapor Alba que
viene de Vigo, España, rumbo a la Argentina. El barco
está cargado de inmigrantes con sus esperanzas a cuestas.
Ella sabe que el destino está cerca y le habla a su
bebé, Salvador, que extiende las manos debajo de la manta
que lo cubre. Tiene la convicción de que ésta
será una gran tierra, donde el trabajo y la felicidad no
serán una utopía. A su esposo Rafael lo espera el
campo. Después de unos días en el Hotel de
Inmigrantes marchan a El Socorro, un lugar intermedio entre San
Nicolás y Pergamino. Allí necesitan brazos fuertes
para sembrar la tierra: el futuro para ellos se cosechará
recogiendo bolsas de maíz. (…) Salvador se ha dado el
gusto de volver a la tierra que lo vio nacer. En 1989
visitó a una tía en su pueblo natal: "Estaba en la
campña y me la pasaba comiendo sardina, quesos de cabra y
trozos de jamón crudo, porque allí no lo cortan en
fetas como acá" " (3).

Darío Lamazares, representante legal del
Instituto Santiago Apóstol, llegó a la Argentina a
los catorce años: "Fui un autodidacta –dijo-, me
formé en la calle, y como la mayoría de mis
compatriotas sufrí la falta de instrucción. Este
país nos dio todo, los mismos derechos que sus hijos, y la
escuela es una forma de pagar esa deuda" (4).

Francisco Lores, presidente de la Federación de
las Asociaciones Gallegas de la República Argentina,
recuerda: "Llegué en 1952 desde O Grove. Trabajé
como mecánico, pasé los desarraigos al igual que
muchos. Fui mecánico y ahora estoy jubilado, dedicado a
esta pasión que es conservar nuestro patrimonio"
(5).

Jesús Amorín Varela relata: "Mis padres
eran gallegos y fueron a Cuba. Ahí nací yo. A los
dos años me llevaron a Galicia y me dejaron al cuidado de
mis abuelos maternos. Estuve con ellos hasta los diecisiete y en
1929 me vine para la Argentina" (6).

Francisco Coira nació en 1906 en Catoira. "Me
vine en 1925 –cuenta-, como vienen todos los inmigrantes,
para buscar algo mejor… y en realidad, escapando del servicio
militar, que se hacía en Africa…(…) lo que
significaba, con las pestes, la guerra y todo, casi ir a
morirse… a gatas tenía el sexto grado, así
llegué, y aquí logré todo lo que soy, un
trabajo, una familia, una vida" (7).

No puede regresar Fermín Alvarez, mozo de la
confitería La Ideal. "Su rancia estirpe gallega se ablanda
un poco cuando confiesa que le gustaría volver a
España, después de tantos años sin pisar la
tierra que lo vio nacer. "Pero no hay plata: acá se gana
muy poquito, apenas las propinas. Y la jubilación, para
qué hablar", cuenta. Su hija le está gestionando
una jubilación en España para que su vida sea menos
empinada" (8).

María Mercedes Arias "se recuerda a sí
misma como una campesina de Porto, una aldea de la comarca
gallega de Valdeorras donde todavía se ve a lo lejos el
río Sil y el Castillo del Conde de Rivadavia, construido
en el siglo XV. "Araba el campo con mis dos hijos porque mi
marido se había ido a la Guerra Civil que estalló
en 1936. Llenábamos un carro con las castañas que
había en el bosque, las comíamos asadas y con un
vaso de leche. Yo tenía 38 años y como la posguerra
era muy dura, nos vinimos a la Argentina", cuenta"
(9).

Entrevistada por Débora Campos, relata
María Rosa Iglesias: "Mi padre nos había prohibido
a mi hermano y a mí hablar gallego, actitud que siempre
sentí arbitraria y descalificadora. Perder mi idioma fue
una mutilación. Cuando más grande quise volver a
hablarlo, no me atreví porque me avergonzaba hacerlo mal.
(…) Escribo en gallego pero con menor capacidad expresiva que
en castellano. La conciencia de estas limitaciones me ha impedido
hasta ahora encarar una obra literaria en gallego ya que el
lenguaje literario requiere de mayor destreza que el informativo.
Tengo la ilusión de poder superar estas trabas en los
próximos años. La sordera me dificulta escuchar
conversaciones o seguir audiciones de radio donde se hable un
lenguaje coloquial o figurado muy propio de la literatura y esto
lógicamente, dificulta mi ejercicio del gallego que
sólo practico en lecturas. En suma, siento que aún
me faltan herramientas para expresar adecuadamente mi
pensamiento. Si bien el gallego fue mi primer idioma y conservo
sus estructuras básicas, no hay que olvidar de que es un
gallego practicado y hablado hasta los 5 años, demasiado
elemental como para hacer literatura" (10).

Manuel Corral Vide llamó Morriña a su
restorán, nombre que nos habla sin duda del sentimiento
que aúna a chef y comensales: "A través de
Morriña (palabra entrañable para nosotros) el
nombre de Galicia llega a miles de personas que, sin ser
gallegas, se interiorizaron de las características de
nuestra cocina, lo peculiar de nuestras tradiciones y nuestra
milenaria cultura. En cuanto a los paisanos, me consta que se
enorgullecen de tanta difusión" (11).

El publica sus recetas en Galicia en el mundo; en una de
las entregas de "Cocina gallega", leemos: "En Buenos Aires,
siempre que se podía en casa, nos agasajábamos con
una buena paella en la que difícilmente faltaba el conejo
(mi abuela los criaba en nuestros primeros años en la
Argentina" (12).

José Cameán Parcero recuerda: "Yo
también fui gallego de m… y también colorado",
porque así es mi color de cabello. Y más de una vez
tuve que escuchar a mis compañeros decir que me
habían cambiado por un cuero. Pero no me molestaba,
quizás porque yo al venir a los cuatro años me
sentía uno más. No sabía mi conciencia la
diferencia de ser gallego o argentino". Cuenta que su padre "como
buen gallego, era músico, tocaba la gaita y le
enseñó a él a tocar la caja. Como esto
resultó ser de su gusto tocó con Los Celtas de Vigo
y con Los Chavales de España. En estos conjuntos tocaba la
tumbadora. Estos instrumentos todavía los conserva en su
taller de autos antiguos" (13).

Un inmigrante tiene un bar en la Isla Maciel: " "Esto
era la calle Florida, entre el frigorífico, las areneras,
los astilleros –dice el Gallego-. Y ahora… ya ni comidas
damos. Es una pocilga. Me dan ganas de largar todo pero no
puedo". Su bar quedó varado en algún cierre
mpreciso, ese día último en que la heladera
despachó la porción final para uno de crudo y
queso. Y pensar que el bar del Gallego hasta tenía un
reservado, con manteles y todo. Al Gallego le dan ganas de
llorar. La enorme mesa de billar tapada con una tela parece
meterle más luto al que ya tiene. Sólo el comensal
de siempre va por su vasito de vermú, antes del almuerzo.
Pero ya no se dicen nada" (14).

En un bar de Gaona y Concordia, en Buenos Aires,
transcurre probablemente el cuento "Hombre de la esquina rosada",
de Jorge Luis Borges. En ese bar trabaja un mozo gallego: "Pepe
"Galleguito" Castro (62 años, vecino desde hace 34),
único mozo del Gaona, acredita: "Se inauguró en
1908". Y otra cosa más. Casualidad de la vida o no, hoy
está pintado de rosa, dato que no aparece en el texto pero
que sí remite al título del cuento. "Borges sabe
que, en aquella época, los almacenes eran de ese color, lo
cuenta en Fundación mítica de Buenos Aires", apunta
Sorrentino. Ajeno a los análisis literarios, Pepe pone
cara de circunstancia al nombrarle a Borges. "Me dolió
cuando dijo que no quería morir en la Argentina", apunta
el hombre que nació en Santiago de Compostela y por nada
del mundo quiso salir en las fotos" (15).

Julio Méndez Iglesias se presenta: "A mí
me dicen el otro Julio Iglesias. Porque además de vender
flores, toco música gallega, celta, religiosa y folklore
de todo el mundo con mi guitarra y mi armónica. Pero ni
Dios me dio el don de hacer lo que hace él, ni a él
le dio el don de hacer lo que hago yo. (…) También soy
poeta, tengo como 500 hermosos poemas para editar. (…) Otro
amor que tengo son las palomas. (…) Nací en
España, en Santiago de Compostela, por eso firmo mis
poemas como El Compostelano. Tengo 63 años. Me casé
en 1985 con una argentina y tengo dos hijos, un nene y una nena.
Hace 35 que vine a la Argentina, tenía 25 años. A
los pocos meses me puse esta florería. Me gusta mi vida,
mi trabajo. Lo hago con agrado, a pesar de que es muy ingrato,
porque en la calle se sufre mucho, se sufre la intemperie, la
gente" (16).

"Pedro Fernández, español, y de Orense,
como corresponde a un afilador que se precie de tal, dado que
esta ciudad gallega se conoce como la tierra de los afiladores
por excelencia, con ochenta años de edad, recuerda cuando
recorría más de cien cuadras por día: "Si
uno se sacrificaba podía ganar un pesito más.
Después, todo cambió, con la
industrialización el trabajo desapareció". Don
Pedro cuenta que aprender el oficio no es fácil, y que
hasta puede ser riesgoso. Como certificando sus palabras muestra
el dedo índice de su mano derecha con la impronta de una
herida producto de la inexperiencia inicial. Con su bicicleta
roja y sus piedras anduvo por muchos rincones del país,
pregonando su máxima fundamental: "La comida sabe mejor
cuando el cuchillo corta bien" " (17).

"A partir del año 1918 don José Loureiro,
un simpático gallego, trabajó en la Costanera Sur,
con la fuente de Lola Mora como fondo. "Los domingos con buen
tiempo hacía hasta cincuenta fotos a cuarenta centavos,
las tres postales con la misma pose, las coloreadas a mano,
cincuenta" " (18).

Ramón Suárez "O Muxo" tiene presente a su
padre cuando hace el balance de su Camino de Santiago:

"'Mi Camino', fue todo espiritualidad, sentí
desde el mismo inicio que brotaban en mi los mejores
sentimientos, que no reconocía: al automovilista
prepotente que a diario conduce por Buenos Aires, al intolerante
hincha de Racing de Avellaneda y del Celta de Vigo, al que pocas
veces tiene tiempo para tomar un café con un amigo, al que
nunca quiere ceder. Se me llenó el espíritu; con la
alegría y alborozo de la juventud; con la persistente y
observadora marcha del japonés Ken; con la calma y
sapiencia del belga Jak, que cuando le pregunté como
estaba me contestó: "de los pies mal, del cuerpo regular,
pero lo importante, la cabeza muy bien"; con la fidelidad y
amistad a sus dueños, de las perras Sasha y Queen; con el
conocimiento que el irlandés Gerald tiene de nuestro
gaitero Carlos Nuñez; con la alegría de los
andaluces; con lo que hablé de nuestra historia y cultura
con los jóvenes gallegos; con el Burgalés hijo de
un gallego que no estaba muy de acuerdo en que usemos un idioma
distinto del castellano, y que entendió y aceptó mi
larga disertación sobre el tema; con el
compañerismo de todos; con el cariño y respeto que
todos mostraron por Galicia y su gente; CON EL RECUERDO DE MI
PADRE QUE NO PUDO VOLVER A LA TIERRA" (19).

Leila Guerriero reúne, en su nota "Cuentos de
gallegos", diversos testimonios:

El de Susi Rodríguez: "-los gallegos
éramos lo más despreciado de España
–dice Susi-. Estaba prohibido hablar en gallego. A las
aulas había que entrar saludando "viva España" y
"viva Franco", y las maestras te castigaban si no usabas el
castellano. (…) –Cuando nos fuimos de mi pueblo, La
Guardia, aquello fue un entierro –dice Susi, sentadita y
rubia en su casa del barrio de Lanús Oeste junto a Cari,
su marido–. Yo tenía 12 años y vine porque me
trajeron. Primero vino mi padre, y al año llegamos con mi
madre y mi hermano. Ella trajo once baúles con cosas.
(…) –Hacía calor y tenía una tristeza
enorme. Fuimos a vivir a Fiorito. Yo venía de una casa con
pozo de agua pura, un cuarto para cada uno, el baño
adentro. En Fiorito teníamos que recoger el agua del tren,
el baño era un agujero en el fondo. Papá se
compró un taller mecánico, mamá trabajaba en
una fábrica, y yo tenía que cuidar a mi hermano de
5 años. No me dejaron estudiar. Hubiera querido estudiar
medicina, pero no pude hacer siquiera el colegio secundario"
(20).

Aucario Pérez Cartoy afirma: "-Vine por la
desesperación. Mi padre era herrero y mi madre
agricultora, y la verdad es que no había comida. Las papas
las sacábamos antes de que maduraran, por el hambre" ".
Volvió en 1994: "–Fue la desilusión de mi
vida –dice Cari–. Habían pasado 32
años. Quería ver a mi amigo Antonio. Corrí
para darle un abrazo y me dice "hola, cómo estás".
Así, frío. Le digo "bien, tengo una mujer, dos
hijos". Y me dice "tú estás mejor, tú puedes
venir aquí, y yo no puedo ir a la Argentina"
(21).

José Campos Barral manifiesta: "-Yo me siento
gallego, y luego, si me queda un rato libre, soy español.
Pero en el "49, en España, se pasaba mucha miseria. Yo he
llevado bofetadas del maestro por hablar gallego. Me
decía: "Hable cristiano". Mi padre era republicano, y
tenía la libertad condicional. Estaba harto. Primero vino
mi hermano mayor, luego mi padre, mi madre, la abuela. Y luego
yo. Tenía 16 años. El 24 de marzo de 1949
llegué a Buenos Aires. Lo primero que te decían era
"¿a qué viniste acá, gallego?, ¿a
matarte el hambre?". Cuando caminaba por este país y
veía cómo estaban los tachos de basura llenos de
comida pensaba "ay, mi madre, con esto se alimenta toda Galicia"
" (22).

José Manuel Castelao Bragaña, abogado y
presidente del Consejo General de la Emigración relata:
"Vi la multitud en el puerto y busqué, entre todos esos
rostros, el de mi padre. El me había dejado niño y
se encontró frente a un hombre. Pasada la primera
alegría del encuentro, yo lloraba todos los días.
Pero mi padre dijo algo que por entonces tenía sentido:
"Les dejo más futuro a mis hijos en la Argentina sin nada
que en España con todo". Si me dijeran ahora para siempre
España o para siempre Argentina, yo digo para siempre
Argentina. Aquí nadie me preguntó dónde
había nacido, no pagué un peso por mi título
universitario de abogado. En Buenos Aires soy un gallego
morriñoso y en Galicia soy un porteño
nostálgico. Yo creo que el emigrante gana algo
único, y es el espíritu de libertad. Es él
solo, todo depende de él. Por eso a los emigrantes no les
gusta que los manejen, porque han pagado muy caro el precio de
esa libertad. Todo lo que ha hecho lo construyó sobre el
dolor y la nada" (23).

Manuel Fajardo, dueño de la pizzería La
Continental, brinda su testimonio: "A los tres días de
estar aquí, me empleé en el Ferrocarril del Sur
como peón de cocina. El cocinero me puso una bolsa de
patatas de 40 kilos y me dijo: 'Pélelas'. Le
pregunté: 'Cuántas'. Y me contestó:
'Pélelas todas'. (…) -Lo que más orgullo me
da es que les he dado trabajo a más de 700 argentinos
–dice Manuel, que vive en una casona de Parque Centenario
seis meses al año y los otros seis meses los pasa en
España-. El secreto es trabajo, trabajo y más
trabajo" (24).

Jesusa Pérez Iglesias se refiere a la falta de
comida: ""–Nos estafaron: dos sinvergüenzas se
quedaron con el dinero para comprar la casa de nuestra vejez. El
ahorro de 48 años de trabajo. Ahora tengo 71, artrosis,
dedo martillo, juanetes. Menos suerte y plata para comprarme mi
casa, tengo de todo. Yo me vine a los 18, para tratar de mandar
dinero. Allá se pasaba hambre. Ibamos al matadero a buscar
la sangre de la vaca. La hervíamos, la cortábamos
en pedazos, si había aceite se freía y si no se
comía hervida" (25).

"Acabo de leer las historias contadas en la nota Cuentos
de gallegos –afirma Ana Varela-. Historias casi iguales a
la mía y a las de tantos de mis conocidos. Pero hay un
punto que quiero aclarar. En Galicia no estaba prohibido hablar
gallego. Todos lo hablábamos libremente, pero, con muy
buen criterio, en las escuelas de toda España se obligaba
a los alumnos a hablar y escribir castellano. Era el lugar
adecuado para aprenderlo y practicarlo. Yo aprendí mis
primeras palabras en castellano a los 5 años. Aún
agradezco a quien me enseñó, sabiendo que al llegar
a Buenos Aires iba a necesitarlo" (26).

Escribe a La Nación, María Dolores
Bermúdez: "Gracias por habernos hecho tener esos momentos
llenos de emoción en la nota que dedicó a nosotros,
los tantísimos gallegos que vinimos a hacer la
América, allá por la primera parte del siglo
pasado. ¡Cómo nos identificamos, cuántas
historias similares! Primero, el papá; luego, algún
hermano mayor, y finalmente mamá con el resto de la
familia: éramos seis con mamá; aquí ya
estaba papá con sus dos hijos mayores y, para afianzar
nuestro amor por esta querida Argentina, nació el noveno
hijo" (27).

Escribe Franco Varise: "Cuando la calle Sarmiento
todavía se llamaba Cuyo y los sombreros aún
lucían entre los caballeros de Buenos Aires, la casa The
Brighton era el lugar predilecto de aquella estirpe
"angloporteña" para elegir sus prendas de
vestir.

El local donde estaba ubicada la sastrería
resistió como pudo el paso del tiempo. Por fortuna los
biselados y esmerilados permanecieron casi intactos, incluso
después de que la renombrada marca surgida en 1908
desapareció definitivamente en 1976.

Ahora, Fermín González, un empresario
gastronómico del microcentro, decidió recuperar The
Brighton en la dirección original (Sarmiento 645), aunque
en lugar de zurcir finos trajes y sombreros abrió un
restaurante con la intención de devolverle su brillo
tradicional a este rincón porteño. Las tareas de
restauración ocuparon nueve meses y tuvieron especial
atención en recuperar los detalles de la
época.

"Fue un amor a primera vista; siento veneración
por ese estilo en el trabajo de la madera y lo veo como algo
viviente que regresa a la ciudad", señaló
González, un ciudadano español que llegó al
país a principios de la década del setenta. "El
gallego", como él mismo se define, tuvo mucho éxito
con un local de venta de sandwiches (los mejores de Buenos Aires,
dicen), llamado Café Paulin, a pocos pasos de The
Brighton. "El destino me llevó a esperarlo",
comentó González, pues, entre 1978 y 2002
funcionó allí otro clásico, Clark s II.
"Estoy satisfecho por restaurarlo y ponerlo de nuevo a funcionar;
algunas personas me acercaron viejas prendas de The Brighton y me
agradecen por haberlo recuperado", explicó el empresario"
(28).

Notas

  • 1. Izquierdo, Francisco: en Vernaz, Celia: La Colonia
    San José. Santa Fe, Colmegna, 1991.
  • 2. S/F: "Esa magnífica legión de
    viejos", en Revista Mayores, Año II, N° 11, 1994.
    Foto: Jorge Navós, en SICE.
  • 3. Artola, Daniel: "Salvador de la Calle lleva tres
    cuartos de siglo residiendo en Saavedra "En 1929 el barrio
    estaba lleno de quintas" ", en El Barrio Periódico de
    Noticias, Buenos Aires, Año 6, N° 67, Octubre de
    2004.
  • 4. Beltrán, Mónica: "La primera escuela
    gallega que enseña a chicos argentinos", en
    Clarín, Buenos Aires, 25 de abril de 1999.
  • 5. Urfeig, Vivian: "Un nuevo museo rescata la
    historia de inmigrantes gallegos", en Clarín, Buenos
    Aires, 13 de diciembre de 2005.
  • 6. S/F: "Pérez Millán", en Revista
    Mayores, Año II, N° 11, 1994.
  • 7. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a
    empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del Plata, 26 de
    noviembre de 2000.
  • 8. Commisso, Sandra: "Un marinero que eligió
    ser mozo y quedarse en tierra", en Clarín, 16 de julio
    de 1998.
  • 9. Pogoriles, Eduardo: "Volver a las raíces",
    en Clarín, Buenos Aires, 13 de agosto de
    2001.
  • 10. Campos, Débora: "Follas Novas", en Fios
    invisibles
    http://fiosinvisibles.blogspot.com/2006/02/follas-novas.html, 8
    de febrero de 2006.
  • 11. Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia
    en el mundo, Edición Mercosur. Buenos Aires, 3-9 de
    septiembre de 2001.
  • 12. Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia
    en el mundo, Edición Mercosur. Buenos Aires, 14-20 de
    febrero de 2000.
  • 13. S/F: "José Cameán Parcero. Un
    vecino de Bembibre, Parroquia de Buxán", en El mensajero
    gallego, N° 2, Abril de 1998.
  • 14. Piotto, Alba: "La Isla Maciel por dentro". Fotos:
    Rubén Digilio, en Clarín Viva, Buenos Aires, 27
    de junio de 2004.
  • 15. Tagtachian, Magdalena: "Entre la Avenida Gaona y
    Juan B. Justo. Borges dejó su huella en el barrio", en
    Clarín, Buenos Aires, 11 de diciembre de
    2002.
  • 16. S/F: "Click. El otro Julio Iglesias", en
    Clarín Viva, Buenos Aires, 12 de octubre de
    2003.
  • 17. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido
    y el Rescate – El Afilador", en www.dgpatrimonio.buienosaires.
    gov.ar.
  • 18. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido
    y el Rescate – El fotógrafo de plaza", en
    www.dgpatrimonio.buienosaires. gov.ar.
  • 19. Suárez, Ramón: "Mi camino", en
    http://www.galiciaconvos.com.ar/convos_camino_cast.htm.
  • 20. Guerriero, Leila (texto) y Lucesole,
    Martín (fotos): "Cuentos de gallegos", en La
    Nación Revista, 17 de abril de 2005.
  • 21. ibídem
  • 22. ibídem
  • 23. ibídem
  • 24. ibídem
  • 25. ibídem
  • 26. Varela, Ana: "Gallegos", en La Nación
    Revista, 30 de abril de 2005.
  • 27. Bermúdez, María Dolores: "Gallegos
    (II)", en La Nación Revista, Buenos Aires, 8 de mayo de
    2005.
  • 28. Varise, Franco: "La ciudad recupera el encanto de
    Brighton De sastrería inglesa a fino restaurante", en La
    Nación, 28 de enero de 2007.

Hijos

En una entrevista realizada por Ana Da Costa en 2000,
Juan Flloy evoca a su padre: "Mi madre fue una francesa que vino
en una de las promociones de inmigración del siglo pasado,
en una inmigración de labriegos franceses que se afincaron
en Pigüé, en la provincia de Buenos Aires. (…) se
casó aquí, en la Argentina, con un español
nativo de Galicia y formaron un hogar en el cual fuimos cuatro
hermanos. Pero mi madre había tenido primero relaciones
matrimoniales con un belga que la abandonó con tres hijos,
los cuales fueron acogidos por mi padre. Los siete crecimos y
fuimos educados aquí, en la ciudad de Córdoba.
Papá y mamá se conocieron en Tandil, cerca de la
Piedra Movediza, que es una figura que se hizo sumamente popular
en casa, porque mi padre tuvo dos hijos en las proximidades de la
Piedra Movediza" (1).

En La Coruña murió en 1979, el pintor Luis
Seoane, quien, nacido en Buenos Aires en el seno de una familia
gallega, vivió muchos años en España. El
escribió: "Soy y seré siempre un desarraigado
permanente. Lo seré aunque decida volver a mi país.
Es el destino del exiliado" (2).

"Hija de Gaudencio, un uruguayo descendiente de
franceses, y Josefa, una española viuda y con siete hijos
de su previo matrimonio, Libertad Lamarque fue la cuarta de una
seguidilla de hijos que sus padres habían concebido y que
no sobrevivieron. (…) Su infancia se desarrolló en un
hogar humilde en el que sonaban las coplas y nostálgicas
canciones gallegas entonadas por su madre y las palabras de su
padre anarquista" (3).

Dijo Manuel Cao Corral, Director de la Cátedra
España de la UCES:

"Soy hijo de padre gallego, nacido en Santiago de
Compostela; que ya en el país llegó a fundar la
Federación de Sociedades Gallegas de la República
Argentina, hoy ubicada en la calle Chacabuco 955 de esta
Capital.

Nuestro padre desde pequeños nos inculcó
el amor a Galicia. En nuestro hogar se respiraba un permanente
aire de galleguidad y recuerdo que festejábamos en los
barcos que llegaban de España, las fiestas de la
colectividad.

Nos inculcaron el amor y el respeto a nuestros padres y
a nuestra galleguidad" (4).

Antonio Pérez-Prado expresó: "Yo
también soy gallego, nacido en Buenos Aires –en
Monserrat- porque Galicia es una nación histórica
(las otras dos son Euzkadi y Cataluña, que también
tienen idioma propio y son mucho más antiguas que la
España consolidada en un Estado)" (5).

Afirma: "Yo, si he tenido una impronta… ha sido la de
mi madre. Si mi galleguidad tiene un sello, ha sido el de ella.
Puedo cantar horas de canciones gallegas. Todas me las cantaba mi
mamá, y contaban la misma historia. Que el cura embarazaba
a la criada y nacían los niños con cara de cura"
(6).

Adolfo Pérez Esquivel "parte para Galicia en
breve a dejar él también su huella
escultórica. "Voy a hacer un monumento a la memoria en
Combarro, el pueblo donde nació mi padre, en un parque al
que le van a poner mi nombre", comentó" (7).

Rodolfo Alonso dice que nunca olvidará el
"legítimo entusiasmo" con que su padre gallego les
relataba "anécdotas para él imborrables de su
infancia. Anécdotas que no eran sólo de hombres y
de hechos, como las inefables ocurrencias de Novás, el
cantero de su pueblo, cachaciento y mordaz, sino también
el reiterado recuerdo de ese ruiseñor cantando en lo alto
de un pino o la nutria cazada a escondidas, de noche, sobre el
lomo del río" (8).

Gladys Onega habla sobre los distintos idiomas que
escuchó en su infancia: "A mí lo que más me
atrajo, y me metí en un trabajo muy arduo y gratificante,
fue el de la escritura adulta que tiene que crear un narrador
niño pero con una escritura adulta. Esta fue una gran
tensión que se produjo en mí con el lenguaje; y
además tratar de encontrar las voces que me rodeaban en
aquel momento, ya que tenía la de mi padre que hablaba en
gallego con sus parientes, pero no en mi casa porque mi madre era
criolla, y también la de todos los italianos que en ese
tiempo hablaban realmente el italiano. Para mí era
maravilloso tener todos estos sonidos. Eran todas palabras
misteriosas. Los chicos que iban al colegio en el 35 y
provenían del campo hablaban en italiano, y en la escuela
era donde verdaderamente se nacionalizaban. Ese fue el gran
factor unificador de la escuela pública" (9).

En "El misterio del cuarto amarillo", escribe Carlos
Penelas:

"En mi infancia escuchaba hablar de todo. Se tomaba la
sopa y se discutía sobre el peronismo, la demagogia, la
corrupción. O del dictador Franco, nacido en Ferrol.
Siempre había un tema de conversación en la
sobremesa o en las caminatas con mi padre. El honor, el
individualismo, lo grotesco de la existencia, la perversidad de
las instituciones, el maquillaje de las mujeres, la rutina del
matrimonio, las escenografías eclesiásticas, la
barbarie y el libertinaje, la banalidad…

Mis hermanos participaban con sus monólogos y sus
puntos de vista. Cada uno de ellos aportaba un dato, una
secuencia, un lenguaje diferente. Aparecía la
ópera, la pintura, el cine, las revistas de humor, las
historietas, la fisonomía de la ciudad. Todo era un aporte
para intentar cultivar la inteligencia y las manifestaciones
artísticas. Se hablaba de despojos, del engaño
sistemático del Estado, de las fachadas familiares, de la
improvisación, del mal gusto de una época en
crisis. De la frivolidad y la imbecilidad humana. Temas que vengo
repitiendo desde distintas ópticas en cada uno de mis
columnas" (10).

En una entrevista, manifestó Horacio
Vázquez-Rial: "Yo vengo de una familia absolutamente
definida históricamente, como una familia gallega con por
lo menos ocho generaciones de permanencia registrada en Galicia.
Es decir donde no entraron ni siquiera asturianos en la historia.
Ni nadie de Zamora ni de ningún país
limítrofe ni de León. Por lo tanto no hay cruce en
el sentido étnico del mestizaje. Yo soy tan mestizo como
cualquier habitante de grandes ciudades en el orden cultural. El
mestizaje de Buenos Aires, el mestizaje de Barcelona, ahora el
mestizaje de Madrid es el mío pero es el mío en la
medida en que es mestizaje de gran ciudad. Lo mismo sería
en Madrid, lo mismo sería en Nueva York. Es decir
está uno en medio de una serie de corrientes, de lenguas,
de libros, de periódicos, no es muy distinto el
funcionamiento de un intelectual en una gran ciudad o en otra. Yo
no creo que mi producción hubiera sido muy diferente en
Londres de lo que es en Barcelona, salvo por lo que hace al
oído, al idioma en mi oído. Yo acepto esto porque
además me da igual, realmente me da igual"
(11).

Acerca de sus padres, dice María Rosa Lojo: "Mis
padres me legaron el amor por su tierra, pero yo también
aprendí a amarla a través de sus grandes
escritores. Soy la primera generación argentina nacida de
una pareja de exiliados durante la guerra civil; en casa se
hablaba de España como del "paraíso perdido", al
que mis padres siempre quisieron regresar" (12).

Manuel Castro es hijo de gallegos. "Soy un coleccionista
de gaitas", dice Castro y cuenta orgulloso que tiene siete de
esos instrumentos. "La primera gaita me la compré en un
viaje que hice a Londres. Aprendí a tocar con parientes y
gaiteros escoceses. La cultura celta me fascina" (13).

Gabriel Deus – hijo de un gaitero inmigrante, y
gaitero él mismo de la Agrupación Folklórica
Baixo Miño- escribe:

"Las cosas de la vida hicieron de que yo naciera en
Argentina, aunque dentro de mi siento sin dudas de que llevo esa
mezcla de sangre gallega por parte de mi padre y madrileña
por parte de mi madre. Ellos se conocieron y se casaron en este
país y ya de muy pequeño me llevaban a las corales
y conjuntos gallegos en los cuales han participado en aquel
entonces, tomando contacto con el canto y con los instrumentos de
percusión.

Durante mi adolescencia intente aprender a bailar
gallego hasta que desistí por ser muy "pata dura". Pasaron
muchos años hasta que un día tome una de las gaitas
que mi padre tenía guardadas en una habitación de
la casa. Sin conocimiento alguno la arme recordando la forma en
la cual el lo hacia, comencé a soplar y luego de un gran
esfuerzo logre hacerle sonar algunas notas, seguí
insistiendo hasta que sin aire y muy agotado por el esfuerzo
decidí tomar un descanso. En eso llego mi padre que
justamente regresaba de una actuación y al verme me
pregunto con sorpresa ¿qué estas haciendo con esa
gaita? Estoy intentando tocar algo pero hay que soplar tanto que
hasta me duele la cabeza ¿Y cómo no te va a doler
la cabeza si esa gaita está pinchada, no te diste cuenta
de que pierde aire? Fue a partir de ese momento que
comenzó a despertar en mi cierto interés por ese
extraño instrumento, interés que luego me ha
conectado con inmigrantes gallegos de los cuales, al ir
escuchando los relatos de sus vivencias relacionadas con la
diaria lucha a la cual se han tenido que enfrentar para poder
seguir subsistiendo en una tierra que cada vez amenazaba con ser
mas pobre, tomando por ello la dura decisión de dejar a
sus afectos en la búsqueda de un nuevo horizonte que les
diera un porvenir mucho mas digno, partiendo hacia otras tierras,
no solo con el afán de mejorar la situación de
vida, sino también para ayudar a sus pares que apostaron a
quedarse en sus aldeas y pueblos.

Todas esas historias, todos esos recuerdos contados por
sus protagonistas, han puesto ante mis ojos una realidad que
hasta entonces desconocía, en gran parte, por esas cosas
de la edad que hacen que no le demos importancia.

Hoy, con el transcurso de los años, cuanto mas
escucho sobre ellos más respeto siento por aquellos
hombres y mujeres, respeto por el cual y no por casualidad, son
el motivo por el que los dos grupos que actualmente integro como
músico, son los que poseen un mayor caudal de emigrantes
que han comenzado con toda esta historia, gente que a pesar de su
edad y de todo lo vivido todavía tienen fuerzas para
seguir manifestando y transmitiendo ese amor que sienten por su
tierra gallega, expresándolo con una pequeña parte
de su cultura que es la música, esa música que
durante un tiempo les ha servido de remedio para mitigar el dolor
del desarraigo, el dolor del esfuerzo por tanto trabajo y del
dolor que se siente en lo más profundo cuando la inmensa
distancia hace que solamente los familiares, todos esos seres
queridos que han quedado en Galicia, pudieran ser vistos
solamente en los recuerdos" (14).

María Nieves, bailarina de tango, "proviene de
una familia humilde –ella reafirma- "más que
pobre"-. Fue criada en el barrio de Saavedra. Sus padres eran de
Lugo, España y aquí tuvieron cinco hijos. A los 8
ó 9 años María comenzó a ir a las
milongas con su hermana mayor y de tanto ir a ver bailar tango,
un día la invitaron a la pista y bailó. De chica la
humildad familiar no la marcó. Asegura que eran muy
felices y que eso es imborrable. (…) A veces me dicen, "sos
demasiado humilde, sos una tonta". Así me hizo mi
mamá, eso me legó. Me enseñó a andar
derecha por la vida y no hacerle daño a nadie". Esa misma
mamá –"la gallega"- cuando era niña le
cantaba tangos y valsecitos en vez de una canción de cuna"
(15).

Victor Hugo Ghitta evoca el baile en el carnaval de la
colectividad gallega. Recuerda "las largas mesas familiares del
Centro Lucense, en una Buenos Aires cuyos esplendores y apego por
las fiestas populares irían menguando con los años,
en bulliciosas noches de carnaval en las que nos
peleábamos por una falda con fervor e inocencia mientras
nuestros padres batían palmas y meneaban caderas al ritmo
del pasodoble o la muñeira, después de haberse
atragantado con las sardinas españolas y las morcillas
vascas y las batatas asadas al carbón y los jamones tan
perfumados como las señoras que atiborraban la pista,
atraídas por una estridencia de trompetas y por las
toreras de luces y las fabulosas charreteras y los zapatos y los
pantalones blancos de los Gavilanes de España, que era el
conjunto musical que animaba las tertulias y las verbenas"
(16).

En una conferencia dictada en 1994, afirma Aurora Alonso
de Rocha que un recuerdo de 1978 le da "a la tarea de investigar,
una cuota mayor de entusiasmo". Se refiere a su viaje a Galicia:
"de pronto, estuvimos en la mítica tierra. A terra, la de
los cuentos mil veces recreados. (…) ¿Cómo
pudieron irse? –preguntó mi hija de quince
años. ¿Cómo, de un lugar mágico? Era
el lugar del encantamiento, recibido en los relatos y los
silencios dolidos, el lugar donde el mar era la mar y
había puertos de tierra" (17).

María Aurora Barbeito escribe acerca de sus
orígenes:

"Te cuento que soy hija de padre gallego (Pontevedra, As
Neves) y de madre asturiana (Oviedo, Cerredo). Estuve educada en
ambiente gallego-asturiano, lo que me valiò que en la
escuela me llamaran la gallega; elegì este ambiente porque
me siento màs cómoda y creo que soy una gallega
nacida en la quinta provincia, Buenos Aires.

En una oportunidad, estando en la peluquerìa
Manolo y Pepe, en Talcahuano y Marcelo T. de Alvear -asturianos-,
comenzamos a hablar del Puerto Pallares y comenté algunos
detalles de cómo se colocaban las cadenas para llegar
arriba cuando había mucha nieve. El señor me
preguntò: ¿cuànto hace que vino?. No
podìa creer que yo no conocìa ese lugar, porque
todavía no había viajado a
España.

En el año 1999 realicè mi viaje tan
soñado; parè unos dìas en Madrid, y luego
tomé el òmnibus hacia Pontevedra y me iba dando
cuenta de que yo esos lugares ya los conocía, aunque no
había estado físicamente allí. La
descripción del pueblo, las fuentes, las carreteras, ya
las conocìa, asì como los vecinos y las casas donde
habían nacido mis padres. En ambos lugares la
descripción fue exacta. ¿Cómo me hicieron
amar a Galicia y Asturias? Las Fiestas Patronales, La Fiesta de
la Virgen de las Nieves, la procesión de San Roque, la
Vìrgen del Carmen, la empanada gallega,los feisulos…
Bueno,todo lo tengo en mi memoria con el mismo amor que mis
padres me lo contaron" (18).

Los Goris, inmigrantes gallegos, regresaron a su tierra.
"De chica –afirma la hija, Esther-, escuché tanto a
mis padres añorar su tierra gallega, que, a fuerza de ser
tan nombrada, Galicia se convirtió para mí en una
región mítica. (…) Recién al disfrutar de
cerca de esa belleza incomparable entendí por qué a
mi padre lo ponía triste la inmensa llanura de la
Argentina. (…) Ahora hace unos meses que mis padres volvieron a
radicarse en Galicia. Sólo falta que vuelva yo, para estar
los tres juntos, en ese suelo soñado" (19).

"El origen de los negocios de Alfredo Coto
–escribe Alfredo Sainz- está ligado a la carne, que
aún continúa siendo una de sus principales fuentes
de ingresos, ya que cuenta con tres frigoríficos propios
que abastecen a sus supermercados y también exportan parte
de su producción. Joaquín Coto, el papá de
Alfredo, era un inmigrante gallego que tenía una
pequeña carnicería en un mercado municipal que
funcionaba en Retiro y desde chico Coto acompañaba a su
padre en sus recorridas por el Mercado de Liniers. Con su esposa,
Gloria, en 1970 fundó la primera carnicería, aunque
desde antes estaban en el negocio de la compra de hacienda y el
reparto de carne en pequeños comercios" (20).

Graciela González, hija de un gallego emigrante,
relata que en los años en que llegó a la Argentina
su padre, "Los sueños eran pocos, pero duraban toda la
vida: comprar una casita, educar a los hijos y, quién
sabe, volver a la patria algún día. Papá
nunca lo hizo". La entrevistada recuerda que en una valija, que
las hijas pequeñas no podían abrir, el hombre
guardaba "cartas, cuadros, que todos los emigrantes traían
porque no sabían si podrían volver a ver a sus
familiares. Había de todo. Era su historia"
(21).

Beatriz Pérez Leiro, marplatense que en 1999
viajó a España, dijo: "Desde pequeña
escuchaba a mi madre hablar de un extraño camino, que
siempre se llamó "francés", senda única y
concreta hacia un sepulcro milagroso. Su voz se apagó y
puse su sueño en mi mente y en mi corazón"
(22).

Antonio D"Argenio testimonia la nostalgia de su madre:
"Cuando era yo un chiquillo de ocho o nueve años, mi
madre, que había llegado a nuestro país en 1920
desde su Lugo natal, en Santiago de Compostela, escuchaba todas
las tardes por la desaparecida Radio Prieto, una audición
llamada "Por los caminos de España". En esos momentos yo
no entendía cómo el rostro de mi madre se
cubría de lágrimas cada vez que sintonizaba aquel
programa y escuchaba, por ejemplo, el sonido de una gaita"
(23).

Ruben Servia recuerda el viaje a la tierra de sus
mayores: "en 10 minutos llegamos a A Coruña… Noia…
Lousame… baje del auto… y lo que camine desde ese auto hasta
los brazos de mi tía… no puedo explicarte, no
podré expresarte, que me pasaba, era como caminar
volando… liviano… sin nada adentro… ahogado…
alegría… La abrace, llore como hacia mucho no lo
había hecho recordé a mi papa a mis abuelos estaban
ahí, en medio de nosotros dos…" (24).

José Luis Noya escribe: "En las aldeas de
Berdía y Vilar do Rey, en Galicia, nacieron mis viejos
que, como muchos gallegos, vinieron a radicarse a nuestro
país. Este año tuve la suerte de conocerlas y fue
una experiencia única. El momento del encuentro familiar
es difícil de describir. Comprobé que esa familia,
desconocida para mí, tenía gestos similares a la
que se encuentra del otro lado del Atlántico"
(25).

Daniel Míguez recuerda: "Viví en la casa
de San Lázaro donde nació mi padre, enfrente de la
iglesia donde él, como monaguillo, enloquecía con
travesuras al cura y dormí en la cama de mi abuela,
Gloria, que murió sin conocer a sus nietos argentinos.
También caminé a orillas del río donde
lavaba la ropa y soñaba mi abuela Concepción, que
me crió en Buenos Aires, y besé al viejito de 97
años que fue el hermano que ella más quiso. Y
toqué las herramientas de zapatero que mi abuelo Manuel
dejó en un taller en la casa de Labacolla en 1912, para
venirse a la Patagonia, a los 16 años, con aires de
anarquista. Fue mucho más que cumplir un deseo profundo.
Fue como saldar una deuda metafísica" (26).

Fabián Tarrío recuerda a su padre, hijo de
inmigrantes gallegos: "Mi viejo sabía vivir y hacer de
cada momento con los demás, un tiempo grato. Lo que me
viene a la cabeza es el espíritu que tenía de buena
vida. Divertido, atrevido; era de disfrazarse para los carnavales
o para fin de año, y viajar disfrazado en un colectivo a
los corsos de la Boca. A nosotros nos daba un poco de
vergüenza, pero hoy reconozco que lo hacía porque
tenía un espíritu muy lindo" (27).

Un sombrerero es hijo de españoles: "En Gaona al
1200, se encuentra la tradicional sombrerería "Winter",
que funciona allí desde hace 63 años bajo la batuta
de don José "Pepe" Ferro, porteño de casi "90
pirulines", hijo de padre gallego, de Lugo, y de madre leonesa.
Eduardo, su hijo se da una vuelta todos los días para
ayudar en todo lo que haga falta. "Aquí de los 40 hasta el
60, había un trabajo bárbaro, los sábados la
gente hacía cola en la puerta del local, es que los
muchachos tenían que ir a bailar al vecino Club Buenos
Aires (y sin sombrero era una vergüenza). También
tenía una importante clientela de la colectividad
israelita. Pero hoy la actividad está muerta, a lo sumo se
vende alguna que otra gorra". En las vitrinas los elegantes
orión lucen junto a los chambergos de fieltro "de primera
calidad", negros, marrones y grises, "los negros siempre con
forro, los de otro color no". Junto a ellos vemos la horma, con
la que se tomaban las medidas de la cabeza del cliente y
así poder hacerle su sombrero. "En verano se usaba
panamá, y también ranchos", recuerda don
José, y agrega: "Muchas veces los muchachos que iban al
hipódromo, a las carreras, y acertaban una fija,
revoleaban su sombrero por el aire". Esto situación de
euforia, le venía muy bien al negocio, porque los
apostadores volvían a comprar nuevos sombreros. Ferro
conoció el oficio siendo joven, desde los 18 años
hasta los 23 trabajó en la fábrica de sombreros
"Dominoni", que quedaba en Monroe 1683/ 87, entre
Montañeses y Arribeños, con salida también
por Blanco Encalada. "Recuerdo una casa que continúa, como
yo en esta lucha tan despareja, "Maidana", en Rivadavia al 1900.
En fin, cosas de la vida, -murmura mientras acaricia a su perro
Colita-. Pasa todo tan rápido…" (28).

Horacio Spinetto se refiere a un paragüero
inmigrante: "En Independencia y Colombres funciona desde hace
más de cuarenta años la paragüería
"Víctor", propiedad de don Elías Fernández
Pato, un español que llegó a los 18 años
desde su tierra gallega y se dedicó a vender y arreglar
paraguas por las calles porteñas. En 1957 abrió su
local, al que puso el nombre de su hijo recién nacido"
(29).

"Felicitaciones por la nota Cuentos de gallegos
–escribe Marta Eijo a La Nación-. Las historias de
los entrevistados bien pueden coincidir con la de mis padres.
Algunos participantes en ella han dejado sus huellas de esfuerzo
e idoneidad en el Centro Gallego de Buenos Aires, mutualidad de
la que soy socia y que, sorteando as dificultades de la
economía pendular en estos últimos años,
sigue cobijando a esos inmigrantes, a sus hijos y nietos mediante
la prestación médica y el acceso al Instituto
Argentino de Cultura Gallega" (30).

En el Museo de la Inmigración, sito en el ex
Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires, se relata en un panel la
historia del matrimonio Mosquera López-Alvarez Marante,
emigrados desde Orense.

En otro panel, en ese mismo museo, se relata la historia
del pontevedrés Martínez Padín.

En agosto de 2006, al crear esta página web,
recibí este mail de Antonio Britti
Valcárcel:

"Estimada María, pasear por sus textos tan
placenteramente, no sólo agiganta la morriña que
acompañó siempre a mis mayores, sino
también, evoca el dulce, maravilloso e inolvidable
recuerdo, de su sencillez, su don de gente, ese inconfundible y
contagioso amor por la música y la alegría de su
espíritu, dones heredados, que me
acompañarán toda mi vida.

María, su obra, refresca almas y devuelve
lozanía a los recuerdos. Que Dios la bendiga por lograr
algo tan maravilloso y tan simple como la vida misma. Vaya a
través de su hermosa obra, el más cariñoso
recuerdo a mi querida madre, Angelita Valcárcel de Britti,
y mis abuelos.

Cuánto me alegra que tamaña obra suya,
haya sido publicada en ese sitio WEB. Es un hermoso
acontecimiento. La felicito de corazón. Cuánto me
alegro por usted y por el homenaje que representa a todos
nuestros queridos recuerdos, pero también me alegro por
todos aquellos gallegos y demás españoles, los
cuales podrán acceder a tan provechosa y amena
lectura".

En su blog "Poeta viajero", escribe Roberto César
Hermida: "Mi familia, ambas ramas, vinieron a la Argentina en
1930, por la rama paterna mis abuelos solos, dejaron a sus tres
hijos en España, estas cosas que hacian los emigrantes y
que hoy nos resultan inexplicables. Mi padre pudo reencontrarse
con los suyos recién en 1939, al término de la
guerra civil, y le permitieron salir de la península,con
lo puesto, via portugal, y por reencuentro familiar. Viajó
con su hermana de 13 años, él tenía 15. Su
hermano mayor recién vino a la Argenina diez años
después. Mi madre emigró con sus padres y su
hermana mayor, llegó a la Argentina con solo tres meses de
edad. Quiso la casualidad que las dos ramas de la familia
terminaran viviendo en el mismo Barrio de Buenos Aires, Villa
Devoto, donde se conocieron mis padres y se casaron en 1950;
tuvieron tres hijos mi hermano Daniel(1953), yo (1955)y
Alejandra(1958). La rama paterna es natural de Barros y de O
Casar de Cangues,ambas en Irixo, Ourense y la rama materna de
Rodeiro, Riobó, Pontevedra. La rama paterna de mi madre
eran de Betanzos en Coruña. Como veran tengo raíces
en tres de las cuatro provincias Gallegas. Fui el primer hombre
de la familia en regresar en los últimos setenta
años, viajé en octubre del 2000. Solo mi abuela
paterna en 1953 y mi madre en 1979 y 1998 y la hermana de mi
papá, habían podido viajar antes" (31).

Cuando fue a visitar la aldea donde nació su
madre, en Pontevedra, escribió el periodista Roberto
Neira: "Un vecino se acercó a nosotros, intercambiamos
saludos, y al darnos a conocer, en poco menos de una hora, toda
la aldea había sido alertada de nuestra presencia. Una
comitiva se organizó inmediatamente, casa por casa ,
algunos vecinos y hasta amigas de mi madre que todavía
estaban con vida y que la recordaban como si nunca se hubiera
ido, nos abrazaban con lágrimas en los ojos.
¿Patético, nostálgico…?.
Quizás… Pero cuánta emoción nos embargaba"
(32).

"Su abuela materna marchó de polizón de
Vigo a Buenos Aires y logró eludir la orden de
expulsión tras escribirle una carta personal a Eva
Perón. Su padre dice haber emigrado de O Grove a Argentina
'porque me gustaban os tangos' ".

Lorena Lores canta "Alecrín: 'É a nana que
a miña nai me cantaba de nena en Bos Aires. Aínda
que hai varias versións sobre o que significa
alecrín, para min, como di a letra, é a flor do
toxo'. En otros temas, como Duas beiras, compuesto por Lorena, la
cantautora reflexiona sobre ese ir y venir ambas orillas del
Atlántico, entre Galicia y Buenos Aires, donde siguen
viviendo sus padres" (33).

Silvia Ramos, la autora de la obra teatral Para
Angustias … Consuelo, es hija de gallegos, ambos de Lugo. Ella
escribe:

"No es necesario que explique cuanto de ellos nos
atraviesa desde nuestra infancia.

Pasaron muchos años, hasta que pude darme cuenta
de lo que significa ser hija de inmigrantes…darme cuenta que es
ser inmigrante.

Soy actriz, y a veces me atrevo a escribir…me gusta
escribir, sin ser dramaturga.

En el año 2001, viví un año es
España y tuve la felicidad de conocer la aldea donde
nacieron mis padres…San Vitorio, Monforte, Lugo.
España….esa era la dirección donde desde
pequeña envíaba las cartas.

Fue una experiencia mágica…reconocer lo
desconocido…sentir el lugar como propio…entender de que me
estaban hablando…

Fue a partir de esta experiencia, cuando comienzo a
garabatear algunas lineas, que hablaban de anécdotas
contadas por mis padres, tiosy abuelos…a las que se sumaron las
de amigos…y alguna de cartas que pude rescatar.

En tanto escribía, me sorprendí, llorando,
como reconociendo un dolor…o morriña…cuanto
había detras de aquellas historias, que son las mias,
porque son las únicas que tuve, hasta que me fuí
insertando en la escuela…

Mi casa era una pequeña Galicia…con huerta,
gallinas, música española…y donde las papas eran
patatas!!!

Despues de tirar muchos borradores…quedó una
estructura…y ahí empezó el sueño de poder
mostrar todo esto…"

Marita Tuero me escribe: "He nacido en Buenos Aires,
pero mi madre es gallega y mi padre hijo de asturianos, y
siempre, desde niña, viví las tradiciones
españolas en mi casa y en las de mis abuelos: las comidas,
las celebraciones, y por supuesto la música…"
.

Notas

  • 1 Da Costa, Ana: "Entrevista a Juan Filloy", en
    www.bibnal.edu.ar, 2 de marzo de 2000.
  • 2 Seoane, Luis, en el video de la muestra "Luis
    Seoane. Pinturas, dibujos y grabados", en el Museo de Arte
    Moderno, junio 2000.
  • 3 S/F: "BIOGRAFIAS. Libertad Lamarque (1908-2000)",
    en Miradas, Multicanal, septiembre de 2007.
  • 4
    http://www.nucleo-ortopedico.com.ar/modules.php?name=News&file=article&sid=108
  • 5 Pérez-Prado, Antonio: "Recuerdos de la
    América pródiga", en Clarín, 19 de
    noviembre de 2000.
  • 6 Guerriero, Leila (texto) y Lucesole, Martín
    (fotos): "Cuentos de gallegos", en La Nación Revista, 17
    de abril de 2005.
  • 7 Zacharias, María Paula (texto); Roll, Mauro
    (fotos): "La vidriera cultural", en La Nación Revista,
    22 de agosto de 2004. Foto: www.pagina12.com.ar.
  • 8 Alonso, Rodolfo: Entrevista en Historia de la
    Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980.
    (Capítulo).
  • 9 Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
    nuestra historia", en La Prensa,Buenos Aires, 18 de julio de
    1999.
  • 10 Penelas, Carlos: "El misterio del cuarto
    amarillo", en
    http://inmigracionyliteratura.blog.arnet.com.ar/archive/2008/08/07/escribe-carlos-penelas.html
  • 11 Espinosa Viale, Sara: "Señoras y
    Señores, con Todos Ustedes… Horacio Vázquez
    Rial".
  • 12 González Rouco, María: "María
    Rosa Lojo: la inmigración gallega", en El Tiempo, Azul,
    17 de marzo de 1991.
  • 13 S/F: "Un periodista loco por la gaita", en
    Clarín, 26 de septiembre de 1997.
  • 14 Deus, Gabriel: e-mail enviado a MGR
  • 15 Pacheco, Carlos: "María Nieves: la princesa
    del Plata baila hoy", en La Nación, Buenos Aires, 7 de
    marzo de 2004. Foto:
    http://www.todotango.com/Spanish/creadores/mnieves.asp.
  • 16 Ghitta, Víctor Hugo: "Elegía a Paco
    Rabal dormido en Aguilas", en La Nación, Buenos Aires, 2
    de septiembre de 2001.
  • 17 Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en
    Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de
    1994.
  • 18 mail 2009
  • 19 Goris, Esther: "Galicia, tierra añorada",
    en Clarín, Buenos Aires, 5 de diciembre de
    1999.
  • 20 Sainz, Alfredo: "PERFILES Un imperio tras las
    góndolas", en La Nación, Buenos Aires, 30 de
    octubre de 2005.
  • 21 Savoia, Claudio: "El equipaje de los
    sueños", en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
    2000.
  • 22 S/F: "Gozo y sacrificio en el camino de Santiago",
    en La Capital, Mar del Plata, 30 de julio de 2000.
  • 23 D"Argenio, Antonio: en "El regreso a la tierra de
    uno", en Clarín, Buenos Aires, 17 de octubre de 1999.
    Nota de la ed.: ¿Lugo o Santiago de
    Compostela?
  • 24 Servia, Rubén: e-mail enviado a M. G.
    R.
  • 25 Noya, José Luis: "Aldeas de Galicia", en
    "La vuelta al origen", en Clarín, Buenos Aires, 27 de
    septiembre de 1998.
  • 26 Míguez, Daniel: "El tío Pedro", en
    "Testimonios", en Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre
    de 1998.
  • 27 Piotto, Alba (Texto y producción); Rosito,
    Enrique y Digilio, Rubén (fotos): "Mi papá", en
    Clarín Viva, Buenos Aires, 20 de junio de
    2004.
  • 28 Spinetto, Horacio: "El sombrerero", en "Los
    oficios. Entre el olvido y el rescate", en
    www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
  • 29 Spinetto, Horacio: "El Paragüero y el
    Bastonero", en "Los oficios. Entre el olvido y el rescate", en
    www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
  • 30 Eijo, Marta: "Gallegos", en La Nación
    Revista, Buenos Aires, 8 de mayo de 2005.
  • 31 Hermida, Roberto: "Presentarme, Gallego", en
    "Poeta Viajero" http://rorberthermida.blogspot.com/, 27 de
    abril de 2008.
  • 32 Neira, Roberto: Como aquella vieja foto…", en
    http://viajeseincentivos.blogspot.com/2008_01_30_archive.html.
  • 33 Lugilde, Anxo: "La galaico-argentina Lorena Lores
    lanza 'Alecrín', disco de los retornados", en La Voz de
    Galicia,
    http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2003/12/19/2265664,
    19 de diciembre del 2003.

Nietos

Ernesto Schoo recuerda a su abuelo gallego: "En la
estancia de mi abuela materna, en Pergamino, hay una vasta
biblioteca, en parte heredada de su marido, mi abuelo gallego, y
en parte formada por sus hijos. Allí está
todavía la famosa Biblioteca de La Nación, con mis
lecturas favoritas, Julio Verne y Conan Doyle (las aventuras de
Sherlock Holmes, que me llenaban de terror y a las que intentaba
exorcizar dibujándolas como historietas) y Alejandro Dumas
y H. G. Wells. En otros estantes relucían los lomos
dorados de colecciones enteras de revistas españolas, que
le mandaban a mi abuelo y que él hacía encuadernar:
La Ilustración Artística, el Album Salón,
Blanco y Negro. De 1896, 1898 (el año de la pérdida
de las últimas colonias españolas, Cuba y las
Filipinas), 1900, 1902…Yo leía ávidamente esos
mamotretos, enterándome de las alternativas de la guerra
de Cuba, o la de los boers en Sudáfrica. No había
disciplina o rubro que no me interesara: los comienzos del
cinematógrafo, el estreno de La Boheme de Puccini en el
Liceo de Barcelona (casi todas esas revistas se editaban,
lujosamente, en la capital de Cataluña), la
evocación de los bailes de carnaval en el Madrid de 1850.
En otra habitación, en un enorme mueble con puertas
vidriadas estaba la inabarcable, interminable Enciclopedia
Espasa. Por ahí descubrí también los
Artículos de costumbres de Mariano José de Larra
(Fígaro), modelo para todo aspirante a cronista,
aún hoy" (1).

Lolita Torres manifestó: "No puedo explicar el
por qué del acento español. No sé, me viene
de adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos
paternos eran navarros y los de mamá eran gallegos. Por un
tiempo, todos creyeron que yo era española y eso
provocó el estallido en la comunidad hispana. Cuando se
enteraron de que era argentina no tuvieron el menor prejuicio y
me siguieron apoyando" (2).

Alberto Cortez es el autor de la letra y música
de la canción "El abuelo". El cuenta la historia de ese
tema: "De alguna manera esta canción que viene es una
historia de ida y vuelta. ¿Por qué?, pues
simplemente porque mi abuelo se fue de emigrante y después
de casi una vida yo, su nieto mayor recorrí el camino de
regreso, ese camino que él no pudo realizar a lo largo de
su larga vida, a pesar de su inmensa nostalgia. Murió a
los ochenta y algunos años. (…) La Argentina en aquellos
años de principio de siglo era una esperanza que
ofrecía amplios horizontes para los jóvenes con
ganas de trabajar y hacer fortuna. Los hermanos García
habían dejado España y especialmente Galicia ya que
esta "sua terriña" natal no podía ofrecerles
más que una vida azarosa bastante cercana a la miseria.
Germán, Eladio y David, los tres hermanos García,
se embarcaron en Vigo, como todos los gallegos emigrantes con
destino a Buenos Aires (…)" (3).

En "Al contrario de lo que dicen El abuelo de Cortez",
escribe Julio César Barros: "Mi abuelo era un gaita nacido
en Monforte de Lemos y llegado a estas comarcas cuando
tenía un poco más de 18 años. Como otros
tantos millones de españoles, se abrió camino
aprovechando honestamente las oportunidades que ofrecía el
país, en aquellos mejores días. Se casó con
una argentina, aumentó cuanto pudo la prole, compró
su chalecito y se jubiló despues de haber cinchado no
sé cuantos años en el Roca. Una vida tan modesta,
que mal hubiera podido despertar la curiosidad de nadie"
(4).

Escribió Gloria Pampillo: "Lo que van a hacer
ahora es lo mismo que hizo mi abuelo cuando llegó a la
Argentina en 1870. Van a agruparse en cofradías. Que esas
cofradías formen un ejército o una Sociedad de
Socorros Mutuos, poco importa. Lo que tienen en común es
que lejos de la tierra, "da mía terra", como dijo una
mujer en el seminario con un dolor que me volvió de barro
el corazón, van a buscarse entre ellos" (5).

Entrevistada por Mariana Ruiz, la cantante y docente
Graciela Pereira recuerda: "Yo siempre fui la nieta más
mimada de mi abuelo gallego, Manuel, y con quien tenía
más comunicación. Cuando mi abuelo se fue haciendo
más viejito, perdió la vista, y yo lo empecé
a acompañar a las reuniones en los centros de la
colectividad y a las conferencias, etc. Cuando murió
—en el 70— sentí un terrible vacío y
cuatro años después (en 1974) me incorporé
al coro del "Centro Gallego" de Buenos Aires. Allí
empecé a encontrarme con esos amigos mayores de mi abuelo.
Yo era para ellos la nieta de Pereira" (6).

Me escribe Stella Maris Latorre: "mi abuelo, que
nació en 1881, se llamaba Juan Latorre y era el
papá de mi padre Manuel Angel Latorre. Mi abuelo
nació en Soria, pero no se sabe la aldea. No pudimos
averiguar; buscaron por las parroquias pero no, sólo que
él siempre dijo que nació en Soria. Era comerciante
de cueros. Tengo un pariente que vive en Aragón -es Miguel
Angel Latorre, el de las galerías fotográficas-;
él está permanentemente haciendo trabajos
importantes para el Reino de Aragón y muchas
galerías muy famosas. El me dijo que no se sabía lo
de la aldea y averiguamos mucho por los sacerdotes y en Santiago
por el archivo también; además, él
pertenecería a Castilla La Vieja, no? Yo, en realidad, la
nacionalidad la tendré en breve por ser viuda de
español (gallego de Lugo), pero hacía las
averiguaciones de mi abuelo por conocer más de mis
raíces. Mi abuelo inmigró en el año 1914;
él había enviudado, así que al venir
aquí se casó nuevamente con mi abuela, Paula
Luján de Villa Garcia de Arousa y en 1920 nació
aquí mi padre".

Guillermo Saccomanno relató en un
reportaje:

"Mi abuela era una presencia muy fuerte. Trabajó
de sirvienta y de lavandera de familias bien de la época.
Con todo, acá la pasaba mucho mejor que en su aldea, donde
estaban muy sometidos. Yo recuerdo cuando fui a España por
primera vez, en el setenta y pico. En la casa de los parientes,
en Santiago de Compostela, un familiar me mostraba emocionado el
baño: había llegado a tener sanitarios y
después de trabajar en el campo, podía pegarse una
ducha. Si esto era así en los años setenta,
pensá lo que sería en 1910, 1920. Aquellos tanos y
gallegos que venían con una mano atrás y otra
adelante también eran segregados. Por eso me indigna
cuando se discrimina a los peruanos y a los bolivianos. Ahora la
casa de al lado de la de mi vieja está llena de peruanos y
bolivianos, parece una sucursal de El cóndor pasa. Y se
matan laburando.

(…) A mi abuela le gustaba mucho escuchar y contar
historias, y me hablaba de una parienta de ella, que entonces
vivía enfrente de mi casa. En su aldea en España,
esa mujer había tenido un hijo con el cura, y el chico se
le había ahorcado a los 33 años. Cuando yo
tenía 7 u 8 años, a la tardecita me cruzaba a la
casa de esta otra gallega, que me contaba la historia de San
Jorge y el dragón mientras me daba pan mojado en vino con
azúcar. Imagináte a esa edad, que te cuenten eso
mientras te dan vino, ¿sabés adónde te
mandan?" (7).

Guadalupe Henestrosa afirmó: "Desde hacía
años venía pensando en el tema del desarraigo. Me
interesaba especialmente el caso de las mujeres jóvenes,
el testimonio personal, los sentimientos que se tejen en un
apuesta vital tan fuerte. En parte se vincula con la experiencia
de mis propias abuelas, ambas inmigrantes españolas. Una
de ellas, Carmen Oliveros, cuyo nombre usé como
seudónimo para el Premio, llegó a los 19
años, sola, en el año 20. Hoy suena sencillo pero
en esa época cruzar el mar implicaba casi irse a otro
planeta, no volver a ver a la familia, vivir a una carta por
año, en un contexto de gente prácticamente
analfabeta. Y tener que cargar además con la gran
pregunta: irse para qué. Al sentarme a escribir, todo eso
estaba sobre la mesa. (…) María Cruz, mi otra abuela,
llegó a la Argentina con sus hermanas. Ese recuerdo fue el
puntapié inicial" (8).

"En Internet, decenas de páginas promueven la
búsqueda y el encuentro con familiares de antaño,
(…). Casi todos los que buscan, más que los hijos, son
los nietos. –Es normal –dice Pablo Cirio,
musicólogo, investigador de la música tradicional
gallega en prácticas espontáneas y profesionales en
la Argentina-. La capa de gallegos nativos está jubilada.
Los hijos hoy tienen entre 40 y 50 años , y son los que se
llevaron la peor parte. Pagaron el resentimiento de sus padres,
que querían insertarse como argentinos y no les interesaba
mantener sus raíces. Como muchos eran analfabetos,
querían posicionar a su descendencia en mejor lugar.
Entonces no les enseñaron el idioma. ¿Para
qué va a hablar gallego? Que hable inglés, que sea
abogado. Ahora los nietos son los que están interesados en
la vida de sus abuelos, el idioma, la música. Y, claro, en
el pasaporte" (9).

Acerca de su abuela, nacida en Piteira, Orense,
escribió el periodista Vicente Muleiro: "Como decía
Gila, mi abuela era una solterona… Tan solterona era
doña Francisca Muleiro que a sus hijos les puso su
apellido.(…) Murió cuando yo era un adolescente y se
llevó el secreto de su infancia gallega y la íntima
épica de su inmigración" (10).

En un reportaje, Martín Seefeld evoca a su abuela
inmigrante: "Aprendí todo de mi abuela Lala. Era gallega y
me enseñó a disfrutar de todo, desde un plato de
lentejas hasta bailar" (11).

Escribe Mario Vidal: "La población de Wilde
estaba compuesta en su mayoría por inmigrantes tanos,
gallegos y turcos. Había mucha gente de otros
países que venía huyendo de las guerras y entonces
uno aprendía idiomas y dialectos casi sin querer; a mi me
daba risa oir hablar a los tanos en su media lengua y mi viejo
los imitaba muy bien. Mi abuela era gallega y solía
hablarme en su idioma. Esos inmigrantes instalaron aquí
sus costumbres de origen y algo muy común era la quinta;
casi todas las casas tenían quinta y gallinero. Entonces
la gallega me mandaba a la forrajería a comprar afrecho y
rabacillo para las gallinas, también maíz. Yo
tenía que agarrar un balde, ponerle agua hasta la mitad y
echarle afrecho, revolver hasta que espese y darle a las
gallinas" (12).

Cecilia Figaredo "Habla con voz fuerte y remite a sus
orígenes: "Figaredo es español; mi abuelo era de
Oviedo y mi abuela, de Galicia. Por parte de mamá son
italianos, así que en mi casa cada vez que nos reunimos es
hablar a los gritos, todos juntos. Es un bardo y nadie se
escucha" " (12).

"En 1886 –escribe Claudio Savoia-, mucho antes de
convertirse en el apellido de un polémico dirigente del
fútbol, Lalín era sólo un pequeño
pueblo de Pontevedra, en la provincia española de Galicia.
Desde allí, al igual que otros miles de esperanzados con
dejar atrás su desesperanza –como los antepasados
del polémico dirigente- Nieves Barcala partió hacia
Buenos Aires. El mismo año, desde el mismo pueblo,
zarpó el barco que sacaba de España al niño
Manuel Miranda, alejado de su patria por su abuela para
protegerlo –a él y a su madre- de la vergüenza
de ser hijo natural. En La Boca, en un conventillo, Nieves se
empleó como doméstica. Su dueña, Paca, era
tía de Manuel, a quien Nieves conoció… en una
reunión de inmigrantes de la sociedad Hijos del Partido de
Lalín. Se casaron. Compraron el conventillo" (13). Esta es
la historia que Daniel Miranda, uno de los nietos, relata al
periodista.

"Las historias de mis abuelos eran, en mi infancia, un
"cuento" interesante para mí –dije en una
entrevista-. Ese tipo de narración familiar sin duda me
marcó. Cada vez que se juntaban, mis parientes
tenían dos temas de conversación, a saber:
cómo cambió su vida al llegar a América y
cuándo iban a ir de visita a su tierra" (14).

Escribe María Inés González Rouco,
mi hermana menor:

"No tuve la suerte de disfrutar las vivencias y
recuerdos comentados por mi hermana ya que soy algunos
años menor y sólo conocí a dos de mis
abuelos, que fallecieron cuando yo tenía cinco y seis
años, por lo tanto no recuerdo ninguno de los comentarios
realizados respecto de su tierra.

Desde chiquita, siempre me intereso mucho todo lo que
estuviese relacionado a Galicia, por eso mi gran cariño es
por lo que mi padre me contaba, y cuenta, cosas que a su vez le
transmitían sus padres. Luego también, disfrutaba
mucho viendo las diapositivas de sus viajes. Fue así como,
sin recordar desde cuando, fui admirando y teniendo un gran
cariño por todos los gallegos. Siempre me llamó la
atención que a pesar de haber tenido que soportar
condiciones muy duras de vida, luego haber tenido que decidir
dejar su tierra, sus cosas, su familia y tener la fuerza y
entereza para emigrar y buscar una vida mejor, mantuvieran tanta
alegría.

Muchos de ellos ni conocían cómo era
realmente a donde iban, aunque tuvieran la propuesta de algo
más próspero, siempre recordarían a Galicia.
Eso fue lo que les paso a mis abuelos, uno vino a trabajar en el
tranvía, ella como ama de casa y el otro en una
carnicería, pero nunca olvidaron su Galicia y sus
costumbres, por eso recuerdo los relatos de mi papá sobre
las fogatas de San Pedro y San Pablo, las mesas interminables de
gallegos para las fiestas, tratando de tapar esa tristeza del
emigrante con la alegría de sus bailes, las famosas
muiñeiras. Varias veces papá me llevo a los clubes
gallegos a disfrutar de sus fiestas.

Este cariño fue que me hizo empezar a tener
contacto por medio de carta con algunos de mis familiares en
Galicia, en los últimos días por medio de internet
conocí a cinco familiares más con sus respectivas
familias, pasando mi árbol genealógico a estar
integrado por 1093 personas.

Con mis ahorros obtenidos gracias a la
colaboración de mi papa, ya que estudiaba y no trabajaba,
en el año 1991 a la edad de veinticinco años, pude
viajar a cumplir mi tan ansiado sueño: conocer Galicia. La
alegría habría sido mayor si hubiera podido
ingresar con pasaporte español, documento que me fue
imposible obtener por la reglamentación vigente en ese
momento: sólo pude lograr que mi padre lo tramitase
gracias a las partidas de nacimiento que tan amablemente me
enviaron.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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