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¿Justo Rufino Barrios fue asesinado o murió en batalla? (página 2)




Enviado por Ariel Batres V.



Partes: 1, 2

uicio de
quien esto escribe demuestran que la hipótesis de Coronado
Aguilar está equivocada. Para Coronado Aguilar, Justo
Rufino Barrios no murió gallardamente como lo
repetía el licenciado Pedro Penagos, su antiguo profesor
de Historia en el Instituto Nacional Central de Varones en el
año de 1912, sino por la bala asesina de un traidor, el
soldado Onofre Obando. Del licenciado Penagos escribió
poco gratos recuerdos en 1942: ?Durante los dos primeros meses
del año, este abogado nos dio clases de Historia
Universal. Ha de haber conocido su materia, no hay duda, y de
haber tenido la mejor de las intenciones para explicarla.
Más, no pudo comprobar una ni otra cosa, primero, porque
su ancianidad tan avanzada le impedía ser llano en la
expresión, y segundo, porque su incurable afición
al régimen imperante, le quitaba la libertad para lanzarse
con independencia por el ancho valle de la observación
diáfana, pues en todo veía siempre algo que pudiese
contrariar al representante del Poder Público. Don Pedro,
ha de haber renunciado a su cátedra, obligado sin duda,
por nuestras incansables impertinencias estudiantiles.? 21
¿Cómo demostrar que Barrios fue asesinado? A manera
de comprobación refiere el atrevido autor que en la
edición del 10 de abril de 1885 del Diario de
Centroamérica, se reproduce el informe que el general
Arcadio Cojulún diera acerca de la muerte del caudillo, en
el cual este señaló que fue provocada, lo cual es
una deducción de las palabras que expresó:
?[…] Mano aleve y cobarde ha mancillado la dignidad de
Centroamérica consumando en la persona del Jeneral Barrios
el mayor y más negro de los crímenes». Ergo,
Barrios no murió como nos lo dijera el maestro Penagos, ni
como lo repiten todavía muchos profesores (¿?) de
Historia. Qualis Vitae finicitae. Así murió
Barrios.? 22 Coronado Aguilar, Manuel; Retazos de la vida. Coram
veritate (frente a la verdad). Guatemala : Tipografía San
Antonio, 1942. Páginas 166 a 167. Nota: el licenciado
Penagos fue sustituido en dicho año de 1912 por el
también abogado José Antonio Villacorta Escobar, el
que nuevamente fue profesor de Coronado en 1917 cuando
impartió la cátedra de Derecho Penal Primer Curso y
en 1922 fundó con él la Asociación de
Abogados. Coronado Aguilar, Manuel; Así murió el
general J. Rufino Barrios. Guatemala : El Imparcial,
edición del viernes 29 de marzo de 1968. Página
3.

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23 24 27 El norteamericano Paul Burguess concluye de manera
diferente su biografía de Barrios: ?La muerte de Barrios
fue un adecuado cierre de su vida. Había vivido
intensamente y murió en acción; no pudo haber
deseado un fin más apropiado. La muerte fue digna del
hombre. Por medio de ella, avergonzó para siempre al
común redil de los políticos centroamericanos que
exprimen todo lo que pueden de sus países, y que luego se
retiran al extranjero para gozar de sus fortunas amasadas.
Cualesquiera que hayan sido sus faltas, que fueron muchas,
Barrios fue lo que se llama un hombre consecuente, uno que
siguió su curso trazado hasta el final, sin duda y sin
temor.? 23 Para asegurar a los lectores que su aseveración
es comprobable e irrefutable, Coronado Aguilar refiere que el
periódico liberal ?El Patriota?, en edición del 2
de agosto de 1891, publicó algo al respecto, del cual
resume que para darle caza al caudillo, primero tuvieron que
matar al coronel Vicente Bonilla Cruz, al licenciado y coronel
Antonio Girón y al ayudante personal de Barrios y a la vez
yerno, don Urbano Sánchez; despejado el camino vino lo
inevitable. En vista que los soldados de un batallón casi
se amotinaron al no querer recibir órdenes de quien los
comandaba, llega Barrios y les pregunta, según Coronado:
?«¿Me quieren a mí por jefe?», y al
escuchar que le gritan: «Con usted sí vamos»,
su suerte estaba echada, su destino sellado y los minutos de su
vida comprimidos. Barrios salta sobre el lomo de su yegua, la que
inmediatamente hubo de estremecerse ante el desplome de su
jinete. Onofre Obando y su pequeño grupo de seis
compañeros complicados en aquel crimen, habían
cumplido la consigna de matar al audaz. «Crimen»,
hemos dicho y lo reiteramos, porque crimen fue el hecho de darle
muerte de esa manera al General Barrios, en donde hubo
alevosía, premeditación, seguridad y ventaja. La
víctima cae dentro de un zanjón, sin que hubiera un
auxilio cerca, pues hasta los médicos militares que
debieron apresurar su paso, carecieron de valor para llegar
prestos a aquel punto desde entonces histórico.? 24
Burguess, Paul; Justo Rufino Barrios: una biografía. Op.
Cit., páginas 284 a 285. Coronado Aguilar, Manuel;
Así murió el general J. Rufino Barrios. Guatemala :
El Imparcial, edición del viernes 29 de marzo de 1968. Op.
Cit., página 15.

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25 28 Y como tercer documento para ?demostrar? que lo de Justo
Rufino Barrios fue asesinato y no una muerte en acción,
Manuel Coronado Aguilar inserta el texto escrito por el sobrino
de éste, el general José María Reina
Barrios, en ese entonces Jefe del Batallón Canales, quien:
?En su folleto intitulado «Campaña de la
Unión Centroamericana. Sucesos de nueve
días», página 12, el general Reina Barrios,
tras el anagrama «Rosario Yérjabens»,
—la simple transmutación de letras lo
confirma—, nos relata esto que copiamos íntegro:
«El General en Jefe Justo Rufino Barrios dispuso, a eso de
las 8 a.m. dirigir personalmente el ataque sobre el lado N.E. de
«Casa Blanca» y al efecto se puso en marcha hacia
aquel lugar con la Brigada Jirón, compuesta por los
jalapas. Estos soldados se comportaron de la manera más
cobarde e infame. Se cree que estaban ganados y aleccionados por
miserables traidores, por esos hombres sin corazón y sin
conciencia, por esos ingratos que durante mucho tiempo lamieron
la mano de su bienhechor y explotaron su buen corazón y su
bolsa». «Desgraciadamente, un momento después
de comenzar el ataque, y como a las 9 a.m. una bala enemiga le
hirió mortalmente y fue retirado en el acto del campo de
combate. Este lamentable acontecimiento dio lugar para que
algunos cobardes soldados de Jalapa que vieron caer al
benemérito General Barrios, se retiraran del lugar del
combate y divulgasen ante algunas tropas tan triste
suceso»; (sic) 25 Obando y su grupo no escaparon de la
sagaz mirada del general Reina Barrios…
¿Querrá el lector mejores detalles acerca de la
muerte del caudillo? Tal vez. Pues entonces le invitamos a que
vaya a nuestra Hemeroteca y lea el periódico El Patriota
del 2 de agosto de 1891.? 26 Toda vez que a lo largo de la
refutación a la atrevida hipótesis lanzada por
Coronado Aguilar se mencionarán los nombres de algunos
militares que comandaban las brigadas que integraban el
ejército al mando de Justo Rufino Barrios, a
continuación se inserta el esquema de la
organización el cual fue tomado de Perspectiva Militar;
Batalla de Chalchuapa, 1885. Publicado el 2 de abril de 2008 en
el portal digital del blog con el mismo nombre, etiqueta ?Temas
académicos militares?
http://perspectivamilitar.blogspot.com/2008/04/batalla-de-chalchuapa-1885.html
La e presión ?(sic)? fue colocada por Coronado; así
es su estilo al finalizar la copia de un párrafo de alguna
fuente que consultó. 26 Loc. Cit.

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27 29 En el blog de Perspectiva Militar se indica que fueron
14,500 hombres los que integraban el ejército de Justo
Rufino Barrios. Empero, es más fiable la versión
del doctor Rafael Meza Raquin (1843-1926) quien era Secretario
Particular de Barrios y testigo ocular de los hechos, quien suma
7,900 hombres, distribuidos como sigue: 27 Meza, Rafael; Centro
América : campaña nacional de 1885. Guatemala :
Segunda edición. Tipografía Nacional, abril de
1935. Páginas 221 a 222.

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30 No. de hombres integrantes del Ejército de Justo Rufino
Barrios el 2 de abril de 1885 Cuerpos del frente General
Monterrosa General Cruz General Godoy General Alvarez Coronel
Girón, jalapas No. de hombres 1,000 1,000 1,000 1,000 800
4,800 Retaguardia General Reyna Barrios Nacionales Guardia de
Honor Al Sur Menéndez y Molina Total 1,000 800 500 800
7,900 La acusación contra los jalapas le fue recordada
duramente a Reina Barrios el 20 de julio de 1891, durante la
campaña por la presidencia. En tal fecha el
periódico ?El Pueblo?, de oposición a su
candidatura así como a la del doctor Lorenzo
Montúfar, le señaló: ?Los pocos defensores y
propagandistas que hoy tiene son unos pocos descamisados que
doña Francisca A. de Barrios ha comprado con el oro que
para este efecto remite desde Nueva York. Pero fuera de estos
votos vendidos, no tiene ni puede tener popularidad, porque
carece de aquellas dotes que conquistan prestigio y
simpatías generales. […] Se ha querido propagar que
tiene grandes simpatías en Oriente, pero cabalmente
allí es donde menos puede estimársele. Porque los
valientes orientales no olvidarán jamás que Reina
Barrios fué quien los insultó cobardemente en el
folleto que publicó en 1885 después de la
campaña de la Unión. He aquí lo que Reina
dice en ese documento del denodado batallón Jalapa: =Se
puso en marcha (Barrios) con la Brigada Jirón, compuesta
de los Jalapas. Estos soldados se comportaron ese día de
la manera más cobarde é infame. Se cree que estaban
ganados y ALECCIONADOS POR MISERABLES TRAIDORES.‘

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28 29 31 Después de tal insulto dirigido, no solo á
los jalapas, sino á todos sus compañeros, es decir,
á todas las tropas orientales, es imposible que los
orientales y los jalapas den sus votos á quien los
injurió de ese modo.? 28 Y qué casualidad
?histórica? con respecto al apellido Obando, con
similitudes y diferencias según el crimen cometido y sus
consecuencias: el cabo Onofre Obando, de escasa categoría
en la escala jerárquica, supuestamente asesina a Justo
Rufino Barrios en 1885. En Ecuador, 55 años antes, otro
militar pero con rango de general, José María
Obando, da muerte en 1830 por propia mano, en un camino
solitario, al héroe de la batalla de Ayacucho, Antonio
José de Sucre. La diferencia es que en el primer caso, el
de Barrios, no hubo investigación, solamente conjeturas y
?balbucencias de la Señora Rumor? como les llama Burguess.
Para el de Sucre sí fue ordenada una investigación,
recayendo la misma en el guatemalteco Antonio José de
Irisarri, quien probó que efectivamente el general Obando
fue el autor, a resultas de lo cual este fue juzgado y condenado.
En efecto, durante el año 1845 cuando Irisarri aún
vivía en Ecuador, el presidente Juan José Flores
(1839-1845) le pide que investigue y escriba sobre el asesinato
de Antonio José de Sucre (1795-1830), conocido como el
Gran Mariscal de Ayacucho, título que se le dio por haber
sido el ejército bajo su mando quien el 9 de diciembre de
1824 derrotó en Ayacucho (Perú) al ejército
español. La petición de Flores se justificaba en el
sentido que necesitaba se estableciera su inocencia en el asunto,
pues no estaba claro quién disparó sobre Sucre el 4
de junio de 1830, y años después se decía
que había sido por orden del mismo. Sin embargo, una
rebelión que estalló en 1845, promovida por la
burguesía mercantil contra su gobierno dictatorial y
defensora de los intereses de los grandes propietarios, le
obligó a exiliarse; Irisarri también
abandonó Ecuador y se dirigió a Pasto (ciudad del
suroeste de Colombia, capital del departamento de Nariño)
donde inició y concluyó la investigación. El
resultado fue su Historia crítica del asesinato cometido
en la persona del Gran Mariscal de Ayacucho (impresa en Curacao
en 1849), una obra maestra para Luis Cardoza y Aragón, 29
elaborada por el ?ilustre trotamundos y hombre sin alma en todo
sentido, cuya mejor obra es el libro en que describe el asesinato
de don Antonio José de Sucre, el gran mariscal de El
Pueblo; Luchas electorales. Guatemala : Año I, Núm.
8, edición del 20 de julio de 1891. Redactor responsable:
Marcelino Pineda. Página 1. Cardoza y Aragón, Luis;
Guatemala: las líneas de su mano. Edición princeps
1955. México: Tercera edición. Colección
Popular, Fondo de Cultura Económica, 1976. Página
231. En página 223 de la misma obra señaló:
?No sé de ningún guatemalteco más
guatemalteco y continental, más brillante y
extraordinario, que don Antonio José de Irisarri
(1786-1868).?

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30 31 32 Ayacucho? 30 donde demostró que no había
sido Flores el instigador sino el general José
María Obando. Es una excelente descripción
histórica y analítica de los acontecimientos y de
sus autores, que en la edición guatemalteca de 1968
alcanza 407 páginas, incluyendo 46 anexos con pruebas
documentales tomadas muchas de ellas de los mismos tribunales que
intervinieron en la causa. 31 Regresando a la hipótesis. A
decir verdad, tanto los lectores de Coronado Aguilar en 1968
cuando escribió su artículo, como los del siglo XXI
actual, necesitarían de mayores argumentos contundentes
para aceptar la presunción referente a que se trató
de un asesinato preparado con anticipación, donde la
renuencia de los soldados de un batallón para combatir con
el jefe que tenían asignado, no fue más que un
ardid para provocar en la ligereza del Caudillo su
decisión de comandar él mismo dicho
batallón, sin saber que se trataba de una treta para
ponerlo a la vista del enemigo minutos después de la
incursión. En virtud que se trata de dilucidar el asunto,
al que en este ensayo se le ha denominado como hipótesis
de Coronado Aguilar, aunque él no la llama así,
conviene apreciar la ?aclaración? que hizo su amigo el
periodista Clemente Marroquín Rojas, el martes 2 de abril
de 1968. Para Marroquín Rojas no hubo conspiración
ni asesinato. Todo fue producto de la mala interpretación
acerca de que los soldados del Batallón Canales no
querían pelear, cuando lo que plantearon fue que no
aceptaban al jefe que les habían impuesto y por ello
imprudentemente Barrios los lideró y de ahí su
muerte, ocurrida en campo abierto, a pesar de los ruegos que le
hicieran su amigo Téllez y su yerno Sánchez.
?Manuel no conoce la entrada de Chalchuapa; ahora aquello
está modificado, pero antes era una senda limpia, apenas
llena de piñuelares, y por esa senda entró Barrios
para caer a los pocos minutos… No hubo
conspiración, no hubo traidores. No hubo más que
una imprudencia de Barrios y una mala interpretación de la
resistencia de los jalapas. Reyna los acusa por eso, porque
creyó siempre en la culpa de aquellos soldados y les llama
varias Marroquín Rojas, Clemente (León de la
Selva); David Vela no es Irisarri. Guatemala : diario La Hora,
edición del jueves 10 de octubre de 1974. Páginas 4
y 6. Irisarri, Antonio José de; Historia crítica
del asesinato cometido en la persona del Gran Mariscal de
Ayacucho. Con Prólogo mínimo de Enrique Del Cid
Fernández. Guatemala : Editorial ?José de Pineda
Ibarra?, Colección Documentos No. 28. Ministerio de
Educación Pública, 1968. Nota: Escrita
originalmente en 1846; impresa en Curacao en 1849.

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32 33 veces cobardes. En sus filas no había nadie que se
llamara Obando; apellido desconocido en Jalapa; en sus filas no
iban soldados en quienes se podía confiar la
realización de una maniobra política a base de
aquel asesinato. La prueba es que al lado de Barrios murieron
muchos suyos; su hijo Venancio, el cadete Hall, trescientos
jalapas con el propio coronel Girón y muchos más, y
en contra de éstos no había francotiradores que
valieran. Aquella muerte fue la natural y lógica: un
hombre que avanza a menos de quinientos metros por una vía
libre, montado a caballo, daba un blanco maravilloso […]
Todo esto se inventó para no dar a los salvadoreños
la =gloria‘ de haber dado muerte al jefe afamado de
Guatemala, cuyos sistemas llevaba en los pliegues de aquella
bandera que cayó con él. Buscaremos el
periódico para tratar este asunto más detenidamente
y demostraremos que tan malas son las pruebas que censura
Coronado Aguilar como las que él aporta.? 32 Esto es: la
?aclaración? que Marroquín Rojas le efectúa
a Coronado Aguilar sí tiene lógica: si hubiera sido
un asesinato fraguado por una mente maquiavélica que
indujo al dictador a tomar el mando del batallón y
así morir por una bala certera, junto con él no
hubieran perecido por la lluvia de balas más de
trescientos soldados, en cuenta su yerno Urbano Sánchez y
el afamado soldado raso Adolfo V. Hall, cuyo nombre figura en el
centro de formación castrense para muchachos que estudian
el bachillerato de la educación, ?Instituto Adolfo V.
Hall?. En el caso de su hijo Venancio Barrios, este
falleció durante la tarde, prácticamente
suicidándose al arremeter contra un grupo de soldados
salvadoreños; también murió el
–según Coronado Aguilar– urdidor del
asesinato, Coronel Antonio Girón. Sin embargo, el hecho
que en el Batallón Jalapa no hubiera ?nadie que se llamara
Obando; apellido desconocido en Jalapa?, no significa que alguien
con dicho apellido no haya llegado a las filas y cometido el
crimen; aspecto que se verá infra. Acerca de los ?muertos
importantes?, además de Barrios, según Paul
Burguess acudieron al suicidio en batalla: ?No hay necesidad de
entrar en detalles respecto a cómo se desmoralizó
el ejército cuando supo que su Jefe había muerto;
ni cómo no obstante ello, varios Marroquín Rojas,
Clemente; Una aclaración a Manuel Coronado Aguilar.
Guatemala : diario La Hora. Edición del martes 2 de abril
de 1968. Página 4.

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33 34 35 34 Comandantes continuaron la batalla hasta las cuatro
de la tarde; ni cómo murieron Venancio Barrios, el hijo
del Reformador, Urbano Sánchez, su yerno y el Coronel
Girón, Comandante de los jalapas, todos ellos en realidad
suicidios deliberados en cargas inútiles contra el
enemigo; ni al hecho de que la batalla casi estaba ganada y los
salvadoreños se estaban aprestando a retirarse; ni de
cómo el General Cruz, no obstante ello, decidió
retirarse hacia Guatemala, retirada llevada a cabo de manera
rápida y efectiva, antes de que los salvadoreños
realizaran que les pertenecía el campo. No fue sino hasta
entrada la mañana del tres de abril, a las veinticuatro
horas de la muerte de Barrios, que los salvadoreños
supieron de su buena suerte.? 33 Como se verá más
adelante, el periódico ?El Patriota? hace ver que el
coronel Girón murió antes de las ocho de la
mañana del 2 de abril, poco después que Justo
Rufino Barrios lo sustituyera porque el Batallón Jalapa a
su cargo no lo quería como jefe. Sin embargo, es Rafael
Meza el que en calidad de testigo de vista de lo ocurrido antes y
después de la batalla, quien refiere que Girón y
Urbano Sánchez, yerno de Barrios, fallecieron
después del combate y a resultas del mismo. ?Murieron en
la Batalla, además del General Barrios, el Coronel Antonio
Girón, Comandante de los jalapas; el General Venancio
Barrios, quien no tenía a su mando ninguna fuerza, y don
Urbano Sánchez. Tanto Girón como Sánchez no
murieron en el acto; sino que salieron gravemente heridos,
habiendo muerto el primero en Jutiapa días después,
y el segundo en el camino.? 34 Por otra parte, si se lee con
detenimiento lo escrito por Casimiro Rubio, al que Coronado
Aguilar cita para confirmar su hipótesis del asesinato,
podrá notar el lector de hoy que en el texto referente a
la muerte de Barrios, el escritor liberal no dice ni induce a
pensar que se haya tratado de un asesinato. Por esta razón
a continuación se transcriben algunos párrafos de
su obra, misma que resulta valiosa en este momento por cuanto
dicho autor copia a su vez los informes de quienes estuvieron
presentes en el momento de la muerte, incluyendo a Reina Barrios,
su sobrino. 35 Burguess, Paul; Justo Rufino Barrios: una
biografía. Op. Cit., páginas 282 a 283. Meza,
Rafael; ?Batalla de Chalchuapa?. En: Rubio, Casimiro D.;
Biografía del General Justo Rufino Barrios : reformador de
Guatemala. Recopilación histórica y documentada.
Homenaje de la Policía Nacional de Guatemala a su
fundador. Centenario 19 de julio, 1835-1935. Editada bajo los
auspicios del general c. Jorge Ubico, Presidente de la
República. Guatemala : Tipografía Nacional, 1935.
Página 598. José María Reyna Barrios
(1854-1898), siete años después que su tío,
ocupó también la silla presidencial, el 15 marzo de
1892; sin embargo, murió asesinado la noche del 8 febrero
de 1898. Al día siguiente amaneció

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36 37 35 Respecto a que fueran los propios hombres de Barrios,
del Batallón Jalapa, los que le dieron muerte, Paul
Burguess señala: ?En su edición del 15 de julio de
1885, dice El Renacimiento: =El Señor General Barrios
murió, el día 2 de abril, entre 8 y 9 de la
mañana, atravesado por una bala que, según las
mayores probabilidades, le fue intencionalmente disparada, muy de
cerca, por alguno de los soldados mismos á quienes
él conducía…‘ Como hasta hoy en
día se sostiene esta opinión, citamos la respuesta
de Meza a ella, que debe permanecer firme hasta que los de
opinión contraria puedan citarnos una mejor autoridad que
no sean las balbucencias de la Señora Rumor?. 36 En la
transcripción de Burguess como que hizo falta que
completara el primer párrafo, lo cual es necesario para
aclarar que el artículo que él cita no trata acerca
de la muerte de Barrios, sino solamente hace tal
aseveración como párrafo introductorio para
cuestionar por qué los ministros del recién
fallecido tomaron decisiones la tarde del 2 de abril de 1885,
siendo que a su juicio si el mandatario ya no existía, de
hecho los ministros cesaban en el cargo inmediatamente y por ende
sus órdenes y firmas no valían. El primer
párrafo, copiado en toda su extensión, dice: ?El
Señor General Barrios murió, el día 2 de
abril, entre 8 y 9 de la mañana, atravesado por una bala
que, según las mayores probabilidades, le fue
intencionalmente disparada, muy de cerca, por alguno de los
soldados mismos á quienes él conducía. Desde
ese momento ¿qué era su Gabinete, qué
autoridad legal tuvo, que jurisdicción ejercía y
cuál será el valor de los actos que
ejecutó?? 37 La discusión que ?El Renacimiento?
quiso iniciar acerca de la legalidad en las funciones
desempeñadas por los ministros de Barrios nadie la
siguió en éste o en otros periódicos. como
Presidente el Primer designado a la Presidencia, Manuel Estrada
Cabrera, quien se mantendría en el cargo hasta el 8 de
abril de 1920. Burguess, Paul; Justo Rufino Barrios: una
biografía. Op. Cit., página 280. La respuesta de
Rafael Meza que cita Burguess, aparece en dos de los
párrafos del texto que se incluyen más adelante, lo
cual se advertirá en su momento. El Renacimiento;
Ministerio Cesante. Guatemala : Año I, Núm. 3,
edición del 15 de julio de 1885. Redactor responsable:
Lic. Manuel J. Diéguez. Página 1.

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38 39 36 Como que no había tiempo para eso toda vez que
tales funcionarios renunciaron el 7 de abril de 1885 ante el
nuevo presidente general Manuel Lisandro Barillas (1845-1907),
quien aceptó la nota que en conjunto le dirigieron y a la
vez nombró a sus sustitutos en la misma fecha,
información que puede consultarse en el Diario de
Centroamérica, edición del 8 de abril de 1885,
página 2. ?El Renacimiento? fue uno de los
periódicos consultados por Burguess en su
investigación biográfica, explicando éste
del mismo: ?Un diario publicado pocos meses después de la
muerte de Barrios, fue El Renacimiento. Dio a luz todo lo malo
que pudo descubrir en torno a él, y publicó muchos
documentos importantes de los que hubiéramos carecido,
sino no fuera por dicho diario.? 38 Tomando en cuenta que
Burguess anota que ?El Renacimiento? apareció ?pocos meses
después de la muerte de Barrios?, debe advertirse que no
fue así, toda vez que el diario en mención
publicó su primer número el 13 de julio de 1885,
once días posteriores a dicha defunción. Anuncia de
hecho en su página editorial que nunca estuvo de acuerdo
con la dictadura del Reformador y en números subsiguientes
ofrece artículos de opinión contraria al temido
león para quien había sido creada una
Constitución en 1879, a sabiendas que se trataba de una
jaula con hilos de seda para que él pudiera salir y entrar
a su gusto. En el No. 1 de tal medio de comunicación se
advierte: ?El Renacimiento aparece hoy en el estadio de la
prensa. Como después de la noche se saluda, con alborozo
el nacimiento, del día, así, después de la
larga noche del despotismo, en que el pensamiento estaba
comprimido, la palabra aherrojada y la conciencia entumecida, la
sociedad experimenta indecible alegría al renacer de sus
esperanzas. Aún no había tomado posesión de
la presidencia interina de la república el actual
mandatario que rige sus destinos, y ya todos los círculos
sociales sentían cierta confianza en esta, ante la
perspectiva del derecho de cada uno, que en adelante había
de ser respetado.? 39 Burguess, Paul; Justo Rufino Barrios: una
biografía. Op. Cit., página 6. El Renacimiento; El
Renacimiento -Editorial. Guatemala : Año I, Núm. 1,
edición del 13 de julio de 1885. Redactor responsable:
Lic. Manuel J. Diéguez. Página 1.

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40 37 En el encabezado de su portada se indica: El Renacimiento /
Periódico General Independiente. Empero, dicha
independencia era relativa, en virtud que en recuadro a la
izquierda de la primera página, en todas las ediciones,
indica: Publicación diaria del Club Político ?El
Renacimiento?. El valor de la suscripción era de un peso
al mes y de medio real el número suelto. Su redactor
general era el Lic. Manuel J. Diéguez, actuando como
Administrador el Sr. José Víctor Sánchez. No
obstante que en el No. 1 de su edición del 13 de julio de
1885, dicho medio de comunicación ostenta el rótulo
de: Publicación diaria del Club Político ?El
Renacimiento?, meses después ocurre que el gobierno del
general Manuel Lisandro Barillas, quien ocupó el cargo de
presidente inmediatamente después de la muerte de Barrios,
decide imponer un estado de sitio, razón por la cual el
diario informa a sus lectores que ha dejado de ser órgano
del Club, convirtiéndose en una ?empresa particular?. 40
El Renacimiento; El Renacimiento informa. Guatemala : Año
I, Núm. 51, edición del 14 de septiembre de 1885.
Redactor responsable: Lic. Manuel J. Diéguez.
Página 1.

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VI. 41 39 LO QUE ESCRIBIÓ RAFAEL MEZA, SECRETARIO DE
BARRIOS, EN SUS MEMORIAS Paul Burguess cita al hondureño
Rafael Meza Raquin (1843-1926), quien fuera Secretario de Justo
Rufino Barrios al momento de su muerte. Honorable Rafael Meza 41
De Rafael Meza Raquin, en 1915 aparece una somera
biografía en El “Libro azul” de Guatemala, en
razón que éste ocupaba un cargo en la Oficina
Internacional Centro- Americana, aquella que Rafael
Arévalo Martínez describe cáusticamente en
su novela La Oficina de Paz de Orolandia: ?Honorable Rafael Meza
El Honorable Doctor Rafael Meza, nació en la
República de Honduras el 24 de octubre de 1846 é
hizo sus estudios en Guatemala, en donde se graduó de la
Facultad de Derecho y Notariado. En 1885, que el General Don
Justo Rufino Barrios intentó la Unión de estas
Secciones, fue nombrado Secretario de la Jefatura Militar de
Centro-América, acompañando al valiente Caudillo
hasta su muerte en Chalchuapa, el día 2 de abril. En el
mismo año triunfó la revolución liberal
encabezada por el General Don Francisco Menéndez, fue
nombrado Ministro de Relaciones Exteriores en El Salvador, y
actualmente es Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario
de El Salvador en Guatemala, á la vez que Delegado de su
patria á la Oficina Internacional Centro-Americana. Reside
actualmente en la 8ª Avenida Sur No. 66, Ciudad de
Guatemala, C. A.? 42 Gobierno de Guatemala; El “Libro
Azul” de Guatemala. Revisor Oficial, Máximo
Soto-Hall. New Orleáns : Searcy & Pfaff, Ltd., 1915.
Página 342. NOTA: En otras fuentes secundarias aparece
citado así: Soto-Hall, Máximo; El Libro Azul de
Guatemala. New Orleáns : Searcy & Pfaff, Ltd.,
1915.

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42 43 44 45 40 Rafael Meza escribió ?de fines de 1906 a
mediados de 1907? el libro Centro América: campaña
nacional de 1885, 43 en el que narra los sucesos previos, durante
y después de la muerte de Barrios. Por su parte, y
aprovechando que provienen de primera mano, Casimiro Rubio
transcribe el Capítulo VI correspondiente a la ?Batalla de
Chalchuapa? del 2 de abril de 1885. No obstante, es preferible
tomar la versión primigenia, en función a que Rubio
omite o agrega palabras, suprime dos párrafos, insertando
o borrando símbolos gramaticales que figuran en la
edición de Meza (1935) del cual, por tales razones, se
toman los párrafos siguientes: 44 Rafael Meza 45 ?El
miércoles 1º de abril amanecimos en la hacienda la
Magdalena. Como a las 9 de la mañana, después de
haber almorzado, se levantó el campo, y el General en Jefe
se trasladó al punto denominado San Juan Chiquito, que
dista de la hacienda como cuatro millas, en donde
estableció el Cuartel General. La artillería estaba
ya colocada en su puesto, frente a Chalchuapa, cerca de las
fuerzas del General Henríquez y a una distancia de la
población en línea recta como de dos millas. El
Jefe, Coronel Emilio Brounandet recibió orden como a las
once de Idem., página 343. Meza, Rafael; Centro
América : campaña nacional de 1885. Guatemala :
Segunda edición. Tipografía Nacional, abril de
1935. Página 9. Es pertinente consignar que Rafael Meza
describe los hechos referentes a la Batalla de Chalchuapa en los
Capítulos VI y VII, páginas 201 a 237 de su obra
Centro América : campaña nacional de 1885. Tales
capítulos y páginas corresponden a la
edición de 1935. Meza, Rafael; Centro América :
campaña nacional de 1885. Guatemala : Cuarta
edición. Tipografía Nacional, abril de 1985.
Página 9.

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41 la mañana de romper sus fuegos sobre la
artillería de Chalchuapa que se miraba al frente
[…] Como a las tres de la tarde se presentó el
Coronel Brounandet en el Cuartel General manifestando al General
Barrios que la artillería de Chalchuapa no contestaba ya
los fuegos […] —Suspenda usted el cañoneo
—le dijo—, si ellos ya no contestan, porque no hay
que hacer fuego al que no se defiende; mañana a las once
almorzaremos en Chalchuapa, agregó. Dormimos la noche del
1º en las alturas de San Juan Chiquito. JUEVES 2 DE ABRIL DE
1885 Este fue el día terrible de aquella gloriosa
campaña, que tantas y tan lisonjeras esperanzas
había despertado en el alma de los que sueñan con
la redención de Centro América. Fue el día
de la gran catástrofe, en que negra nube obscureció
el horizonte de la Patria, y que estamos en el deber de relatar
con toda exactitud, tal como la presenciamos y como lo supimos en
aquellas horas de angustia, en los detalles que no estuvieron a
nuestro alcance, pero que son en un todo conformes a la verdad,
por haberlos obtenido de modo cierto. El 2 de abril el General
Barrios montó como a las 5 de la mañana,
acompañado de algunos Jefes del Estado Mayor, y se
dirigió a los campamentos de los Generales Reyna Barrios y
Alvarez. A éste le ordenó que avanzase sobre el
campo que ocupaba hasta interceptar el camino público,
entre Chalchuapa y Santa Ana. A Reyna, que se hallaba en el
camino que conduce a una aldea llamada Los Dos Ríos, le
ordenó que guardase la retaguardia de Alvarez, que era
quien probablemente se encontraría primero con el
ejército enemigo. Acto continuo se dirigió al punto
en donde se encontraba el Coronel Antonio Girón, a quien
le ordenó colocarse con el Batallón Jalapa frente a
las primeras trincheras que principiaban por el Oriente de la
población en una pequeñas alturas o cerros que
existen dentro de un potrero de la primera casa que se encuentra
en la entrada a Chalchuapa, por dicho rumbo, […] De modo
que el Coronel Girón formaba la cabeza de la línea
de ataque sobre Chalchuapa, que principiaría sobre
los

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46 42 atrincheramientos de la mencionada casa, que en el lugar es
designada con el nombre de la =Casa Blanca‘ porque sus
paredes han estado siempre revocadas de mezcla, 46 habiendo sido
antes depósito de aguardientes. […] El
Batallón Canales, del General Reyna, los Nacionales y la
Guardia de Honor formaban la retaguardia de toda dicha
línea. […] El General Barrios volvió al
Cuartel General como a las ocho de la mañana del 2. Se
mostró contento y muy comunicativo con todos, embromando
durante el almuerzo con el General Negrete. Después se
quedó descansando en una hamaca dentro del rancho que
servía de habitación, conversando largamente con su
yerno, don Urbano Sánchez. A poco rato salió y
llegó donde todos nos encontrábamos, a un lado del
rancho hablando de un tiroteo que se había percibido
hacía como media hora, y que suponíamos
procedía de las fuerzas del General Alvarez. Al acercarse
a nosotros, yo me levanté para cederle la piedra en que me
encontraba sentado, pero tomándome del brazo derecho me
obligó a permanecer en el puesto en que estaba, ocupando
él a mi lado un extremo de la piedra y colocando su mano
izquierda sobre mi rodilla derecha. En esta posición nos
encontrábamos cuando en ese momento se oyeron rechiflas y
gritos de algunos soldados de la Guardia que se hallaban tendidos
por el llano, quienes burlaban a un Oficial que a galope llegaba
[…] Aquel Oficial que a nadie hacía caso, se
desmontó a poca distancia de donde nos
encontrábamos, y dirigiéndose directamente al
Presidente, que aún permanecía sentado en la
piedra, después del permiso de estilo, le dijo:
—Señor, me manda comunicarle el Coronel Girón
que los jalapas no quieren pelear, y le pide órdenes para
fusilar unos dos o tres de los insubordinados para hacerlos
entrar en acción. Como herido de un rayo saltó el
General Barrios y pronunció las expresiones que fielmente
copio y que revelaban la profunda impresión que
recibió con aquel fatídico mensaje del Oficial.
—Sólo esto me faltaba, ¿qué trabajos
habrá habido, esto es grave, sólo yo lo arreglo.
Tráigame mi yegua, dijo a uno de sus Ayudantes. El Oficial
intentó decir algo más, pero el General le
gritó: Silencio…! Todos los que allí
estábamos oímos las palabras de uno y otro, que
aquí transcribo textualmente, tanto porque poco
después las apunté en mi libro de Memorias, como El
sinónimo de ?revocadas? es ?derogadas? o ?anuladas?, pero
así aparece en la edición que se tiene a la vista.
Posiblemente Meza quiso decir ?retocadas? o ?pintadas?, que
sería la palabra correcta para darle sentido a la e
presión ?revocadas de mezcla?.

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47 43 porque aún las recuerdo con fidelidad, de tal modo
como si en estos momentos las escuchase. […] y que fueron
las últimas que yo escuché de los labios del
General Barrios y que quedaron de modo indeleble grabadas en mi
alma. El único que le habló en aquel instante fue
el General Pérez que se hallaba inmediato a él,
diciéndole. —Sí, señor, eso es grave;
sólo usted lo arregla. El General Barrios montó en
el acto y salió a escape sin llamar a nadie ni decir otra
palabra. De los Jefes del Estado Mayor lo siguieron el Coronel
Andrés Téllez, […] su yerno don Urbano
Sánchez […] Le vimos descender la colina con
rapidez, montado en su briosa yegua de raza inglesa y seguido de
aquellos ayudantes. Por mi parte, acostumbrado como estaba a que
me dijese que lo acompañara cuando salía, como nada
me dijo en aquella ocasión, me quedé en el Cuartel
General. […] Al llegar donde se encontraba el
Batallón Jalapa, Barrios preguntó a los principales
Oficiales que estaban formados, que por qué no
querían pelear, sin decir nada al Comandante Girón.
Ellos le contestaron que sí pelearían y que en todo
obedecerían sus órdenes, que su disgusto era con el
Coronel Girón que los trataba mal, pero que le suplicaban
que se los cambiara para entrar todos con gusto a pelear. No hay
necesidad de hacer eso, les replicó, yo soy su Jefe y me
pongo al frente de ustedes para pelear, conmigo irán a la
batalla y triunfaremos como en El Coco. 47 Entonces todos los
Oficiales y soldados gritaron: ¡Viva el Presidente…!
¡Viva el Jefe Supremo…!‘ Acto continuo
ordenó el movimiento y se puso al frente del
Batallón Jalapa. El Coronel Téllez que había
sido su amigo, compañero de la juventud y que lo trataba
con familiaridad, se acercó a él, y le dijo:
encárgame a mí el Batallón, nombradme Jefe,
pero tú no debes abandonar tu puesto e ir a pelear;
conmigo entrarán gustosos. No hizo caso de aquella
observación tan oportuna y sensata, y tan llena de
interés personal, continuando la marcha al frente de los
soldados, guiado por el práctico que allí
tenía. El destino inexorable lo arrastraba, fatalmente, a
su fin. Esto que aquí relato, como lo que diré
adelante, me fue repetido en varias ocasiones por casi todos los
ayudantes que siguieron al General Barrios y que se encontraron
en el momento que murió. Llegó pronto a un punto
que se llama Río del Molino, por las vertientes que
allí existen y donde se halla colocada la maquinaria de un
molino hidráulico que eleva el agua que surte la
población. En una casa inmediata a donde llegó,
tomó algunos informes del dueño o guardián
que se encontró, y después de breve descanso Esta
batalla se efectuó un día antes.

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48 44 continuó la marcha por el amplio camino que conduce
a las primeras casas del pueblo. Al divisarlas hizo alto:
desplegó algunas guerrillas y dio orden de atacar las
trincheras del enemigo que por el frente y por ambos lados se
miraban. Estaban entablados los fuegos que acababan de romperse,
cuando Barrios se dirigió, montado, a un lugar inmediato
que quedaba a su izquierda, que forma una pequeña
prominencia en donde existen una piedras grandes, árboles
de mango, y entonces un rancho de paja solo, de donde
podía dominarse bien el campo enemigo, particularmente las
trincheras de la =Casa Blanca‘. No desmontó,
llevó la yegua sobre aquella altura: en efecto, todo se
miraba desde aquel lugar, pero como el animal era alto, el jinete
presentaba desde lejos un visible blanco en un campo despejado,
fácil de acertarle, porque de dondequiera se
descubría. Los ayudantes siguieron tras de él, pero
quedaban en bajo. El enemigo hacía fuego nutrido, y el
General Barrios mientras examinaba el lugar, se inclinó un
poco sobre el pescuezo de la yegua del lado derecho, para
ocultarse de las trincheras del frente. En esa posición se
encontraba, el fuego era recio, cuando se le vio soltar
repentinamente las riendas, bambolear y caer al suelo, quedando
la yegua inmóvil, parada en el mismo punto. El asistente
José Angel Jolón, gritó diciendo, el
patrón se ha caído, 48 y todos los ayudantes
inclinándose acudieron donde él. Una bala lo
había herido mortalmente, y cuando aquellos fieles
servidores acudían en su auxilio y lo levantaban en sus
brazos, cerraba los ojos y exhalaba el último suspiro,
tranquilo, sin articular una palabra. Retiraron un tanto de aquel
punto el cuerpo, exánime, se lo pusieron por delante al
Coronel Vachet, y montados todos regresaron llevándoselo a
la casa en donde poco hacía que el General había
hablado con el dueño de la misma, ocultándole el
rostro. Le pidieron una camilla que facilitó, y habiendo
preguntado a quien llevaban, se le dijo que a un oficial herido,
para que no supiera quién era el muerto: le pusieron
encima ramas verdes de almendro que se encuentran por aquellas
fuentes, y siguieron con el cadáver. El nicaragüense
Pedro Joaquín Chamorro Zelaya (1891-1952) elaboró
una biografía crítica acerca de Justo Rufino
Barrios, llamándole ?El Patrón?, sobrenombre que lo
debe a una e presión del también nicaragüense
Enrique Guzmán Selva (1843-1911), el que en tiempos de
Barrios era un emigrado en Guatemala. Y es que Guzmán, a
quien Chamorro cita por lo menos treinta veces en su obra El
Patrón (1966), escribió en su Diario Íntimo:
?=Patrón‘ (así le dicen aquí a don
Rufino)?. Chamorro, Pedro Joaquín; El patrón.
Estudio histórico sobre la personalidad del general Justo
Rufino Barrios. Guatemala: Segunda edición. Editorial
Kódices, 2009. Página 359. Véase
reseña acerca de la obra de Chamorro en: Batres
Villagrán, Ariel; El patrón y rastros perdidos en
la historia, 2009. Acotaciones, segunda parte. Ensayo publicado
el 4 de marzo de 2010 en
http://www.monografias.com/trabajos-pdf3/patron-rastros-perdidos-historia-acotaciones/patron-rastros-
perdidos-historia-acotaciones

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49 50 45 El General Barrios había salido del Cuartel
General a las 9 de la mañana, bajo la fuerte
emoción que le había causado la noticia del
Batallón Jalapa, y una hora después, a las 10
más o menos, lo llevaban ya muerto al mismo lugar. Hemos
visitado varias veces el sitio donde cayó, que está
al Norte de la =Casa Blanca‘ […] Por la
dirección en que se colocó montado, por la
posición inclinada que tenía para resguardarse de
los fuegos con el pescuezo de la yegua, cosa natural e instintiva
que debe haber ejecutado al llevarla a la altura del terreno para
examinar por algunos minutos las trincheras del frente, y por el
lugar del cuerpo en donde recibió el balazo, tenemos la
seguridad y convicción de que el proyectil partió
de la más inmediata de las trincheras que le quedaban a su
lado derecho, que quizá él no distinguió
bien por las muchas cercas de piedra que las rodeaban, pero de
donde sin duda fue él bien descubierto. La bala le
penetró debajo de la clavícula del hombro derecho y
le tocó el corazón, produciéndole una muerte
instantánea. No ha tenido fundamento cierta especie que en
aquellos días se hizo circular, asegurándose que
soldados jalapas habían sido los que le dieron muerte al
General Barrios. 49 En primer lugar, porque los del
Batallón que él llevó los había
distribuido por ambos lados para atacar y se encontraban ya en
acción, y los que quedaban estaban retirados a
retaguardia, que no lo veían y que no podían haber
hecho fuego sobre él sin hacerlo sobre los ayudantes, de
los que ninguno apareció herido; y en segundo lugar porque
fue herido de frente y no por detrás, no pudiendo en aquel
momento encontrarse adelante un soldado de los jalapas sin estar
confundido con los del enemigo, cuyo supuesto es inadmisible.
Dicha especie fue sin duda inventada por haberse sabido la
insubordinación referida, que en el fondo no fue otra cosa
que un disgusto de los oficiales con el Comandante a quien no
querían, ocurrido en momento inoportuno, que a no haber
sido el carácter fogoso y violento del General y la duda
que en su ánimo surgió por ciertos antecedentes,
hubiera podido de otro modo arreglar aquella funesta ocurrencia,
o proceder conforme se lo indicó a tiempo el Coronel
Téllez. Estos casos ocurren sólo entre nosotros,
porque aquí no tenemos verdaderos ejércitos
disciplinados, sino masas inconscientes que pelean y se
sacrifican no por deber sino por amor y por respeto al Jefe que
han tenido y conocen, y que de algún modo ha sabido
ganárselos y dominar sus instintos.? 50 / 51 La respuesta
de Rafael Meza que cita Burguess, para aclararle a la
?Señora Rumor?, constituye el anterior párrafo y
parte del presente, hasta esta línea. Véase:
Burguess, Paul; Justo Rufino Barrios: una biografía. Op.
Cit., página 280. Meza, Rafael; Centro América :
campaña nacional de 1885. Segunda edición. Op.
Cit., páginas 201 a 213.

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VII. 52 47 VERSIÓN DEL CORONEL RAMÓN G.
CÁCERES, UN TESTIGO DE VISTA Así también,
Casimiro Rubio reproduce parte de lo publicado en 1924 por el
coronel Ramón G. Cáceres, otro testigo de vista
acerca de la muerte de Barrios pues fue uno de los Ayudantes u
Oficiales mencionados por Rafael Meza sin dar el nombre, toda vez
que en 1885 dicho coronel era solamente un Teniente de
Infantería, quien se refiere al tema que tanto ocupa a
Coronado Aguilar: no murió por la Batalla sino fue
asesinado en un ataque premeditado y traidor de los soldados del
Batallón Jalapa, lo cual es imposible de aceptar para
Clemente Marroquín Rojas pues un día antes
habían triunfado en la batalla del Coco, hipótesis
que de hecho fue invalidada por el mismo Rafael Meza ya
transcrito. Coronel Ramón G. Cáceres 52 El coronel
Cáceres escribe para aportar nuevos datos y confirmar lo
anotado por el antiguo Secretario de Barrios, pero… con la
diferencia que en tanto éste vio desde lejos lo que le
ocurrió a Barrios y escribe con base en lo que le contaron
los que estuvieron a su lado en el lugar donde encontró la
muerte, Cáceres sí observó la manera como
moría su Jefe y por ende es un observador calificado. Su
relato es como sigue: Rubio, Casimiro D.; Biografía del
General Justo Rufino Barrios : reformador de Guatemala. Op. Cit.,
página 629.

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53 48 ?Aunque mucho se ha escrito respecto a la campaña de
1885, en que acaeció la muerte al Reformador y Caudillo de
1871, haciendo uso de aquellos párrafos dados a luz por
personas competentes, voy a permitirme intercalar hechos que de
vista me constan por haberlos presenciado al estar en aquellas
filas y que no aparecen al hacer la historia de aquella gloriosa
campaña de Unión Centroamericana,
acompañando este humilde croquis y haciendo las
aclaraciones objeto primordial de él. […] Bien
detallada se encuentra por el Doctor Meza, la Campaña de
1885 y las peripecias y razones que para que se llevara a
término ocurrieron; pero hay un punto que deseo consigne
la Historia de ella, para mí importante: […]
—Muchachos, ¿por qué no quieren pelear?
—Sí queremos —contestamos los
Oficiales—, pero nos cambia al Jefe Girón. Entonces
el General Barrios dijo: —Ahora yo soy su Jefe y conmigo
van a pelear. El que no quiera ir, que se regrese a su casa. Lo
vivamos y continuamos la marcha con él hacia la Casa
Blanca; aquí se apeó del caballo que montaba, y
acompañado del Coronel Téllez, llamó al que
allí habitaba; le preguntó dónde estaba su
gente y aquel le contestó que ya se había ido la
mayor parte. Este señor, que era bastante gordo y no muy
alto, se presentó cargando dos niños; Barrios le
indicó los fuera a dejar, porque tenían que hablar.
En esto, unos de la tropa fueron al cañal de la misma
casa, por urgencias naturales, y regresaron asustados, pues
habían visto en el cañal y campo circunvecino, muy
cerca, tendida una gran fuerza salvadoreña, de lo que me
dieron parte, que transmití al Coronel Téllez y
éste, a su vez, a Barrios, que montó en el acto
buscando al individuo de los niños; este sujeto
había escapado; dio la orden de ataque, caminando a la
cabeza en toda la línea de fuego, que era nutrido. Al lado
izquierdo gritó parte de los que peleaban de nuestro
Batallón, que les faltaba parque; ocurrió a ese
punto el General Barrios, donde encontró a varios soldados
al lado de una cerca de piñuela; 53 me ordenó
rompiera la cerca para que salieran =esos muchachos‘, y yo
que portaba un machete ayudé a la obra. En ese trabajo nos
encontrábamos, cuando me gritó el corneta de
órdenes de Lisandro Soto: =Ramón, ve lo que
pasa‘. Volví a ver y Barrios caía resbalando
de cabeza a su derecha; corrí a verlo, lo senté,
creyendo estuviera vivo, pero ya había expirado. Acto
continuo llamé al abanderado que estaba inmediato, Ignacio
Lucero, quien me contestó: =Que no podía por tener
el Tome en cuenta el lector que Clemente Marroquín Rojas
también menciona las piñuelas y Casa Blanca, para
demostrarle a Coronado Aguilar que está equivocado con su
hipótesis.

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54 55 49 pabellón‘. En esos mismos momentos llegaba
al punto Eusebio Gómez, conduciendo al Coronel
Girón, al que había encontrado escondido a la
retaguardia de fuerzas jalapanecas; llamé nuevamente al
abanderado; éste entregó el pabellón a
Girón, quien no se resistió a recibirlo, punto
donde le pegaron un tiro, del cual creo que murió; el
pabellón lo recogió Gómez. 54 Entonces
Lucero fue en mi ayuda, y con una sábana de colores que
tenía en la cintura, con el concurso de Gregorio
Hernández y Jolón, ambos asistentes del General
Barrios, entre los cuatro lo envolvimos hasta la cabeza. Hecho
esto y acto continuo, llegó el General Venancio Barrios
preguntando de quién era el que teníamos envuelto,
y le manifesté yo, que era su padre, el Presidente. Con
esta noticia se lanzó don Venancio, acompañado de
Francisco Sáenz y el corneta Soto, a las trincheras
enemigas y a quienes no volví a ver más; 55
encargándonos en seguida de sacar el cadáver del
combate, en cuya tarea Nótese que el coronel
Cáceres, un testigo de vista, narra que el coronel
Girón murió o por lo menos fue herido,
después que el propio Barrios. Más adelante se
verá cómo el periódico ?El Patriota? para
demostrar que hubo confabulación para asesinar al
Reformador, coloca a Girón muerto en batalla antes de las
ocho de la mañana. Igual lo hace el panegirista
Jesús E. Carranza en El Gral. Justo Rufino Barrios (1901),
quien ?refiere? lo que le contaron o leyó y repite la
leyenda del pabellón sobre el pecho del unionista:
?Refiérese que herido o muerto en el combate el coronel
Girón, jefe del Batallón Jalapa, vencedor en el
«Coco», Barrios «dispuso a eso de las ocho de
la mañana, dirigir personalmente el combate […] Una
hora después, en lo más recio del combate,
caía herido mortalmente el Gran Barrios, entregando su
gloriosa existencia en brazos de la fama y su cuerpo e
ánime quedó envuelto entre los pliegues del
pabellón federal…? Carranza, Jesús E.; El
Gral. Justo Rufino Barrios : Datos y referencias del
Benemérito Reformador de Guatemala y Caudillo de la
Unión de Centroamérica. Guatemala: Tercera
edición. Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular ?15 de
septiembre?. Volumen 7. Ministerio de Educación
Pública, 1956. Página 131. Acerca de Carranza
escribió Burguess, después de examinar los
documentos publicados por el General Andrés Téllez
y Rafael Meza: ?Decididamente, el trabajo de Jesús
Carranza es inferior al de ambos anteriores, tanto porque
Carranza no fue un testigo presencial de lo que describe, como
por estar completamente dominado por la parcialidad de su
partido. De hecho, no finge en exponer que su trabajo sea otra
cosa que una defensa del histórico liberalismo
centroamericano. Aún así, su obra es la
única existente que aun con apología puede ser
catalogada como una biografía completa.? Burguess, Paul;
Justo Rufino Barrios: una biografía. Op. Cit.,
página 5. No lo vio porque el hijo del dictador, quien lo
procreó con una sirvienta en la hacienda de sus padres en
San Lorenzo, San Marcos, cuando tenía 17 años, se
encontraba en batalla: ?Venancio Barrios obtuvo toda clase de
oportunidades cuando su padre llegó a ser Presidente de la
República y, a su debido tiempo, recibió los
despachos de General en el Ejército de Guatemala. Cuando
su padre partió hacia la campaña en que
murió, Venancio había caído en desgracia
debido a que se había separado de su esposa contra los
deseos de su padre. Acompañó al ejército al
frente de batalla, aunque sin tener a cuerpo alguno de tropas
bajo su mando. Cuando supo que su padre había fallecido,
casi solo se lanzó contra las tropas opuestas de la
República de El Salvador y murió en combate. Dichas
tropas anunciaron la muerte del hijo de Barrios, antes de que
supieran de la del propio Barrios.? Burguess, Paul; Justo Rufino
Barrios: una biografía. Op. Cit., página 16.
Más adelante, en

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56 56 50 nos ayudó el Cabo Estanislao Aragón; y el
soldado José María Ramírez sacó la
yegua, conduciéndola hacia Casa Blanca. En este trayecto,
como a medio camino, tropezamos con el Teniente Coronel Vachet,
montado en su mula, con dirección a Casa Blanca; antes de
llegar encontramos al Coronel Téllez, a quien entregamos
el cadáver. […] Causa de esa revuelta que dio al
dar la orden el General Barrios, fue que recibió el balazo
de las trincheras salvadoreñas, que estaban en alto, en la
clavícula derecha, atravesándole el corazón
y brazo izquierdo, y no como se ha dicho en muchas ocasiones, que
de parte de las tropas Jalapa procedió ese tiro, no siendo
posible, me creo con el derecho de aclarar cierta
aberración que hay a ese respecto, por ser testigo ocular
de esos momentos y posición en que se encontraba el
General Barrios. Me permito hacer, como al principio
indiqué, estos apuntes para que si en la opinión
del que escriba la historia nuevamente de esta campaña,
los cree útiles, los tome en consideración, pues
son verídicos y me constan de vista. Ramón G.
Cáceres. Guatemala, 2 de abril de 1924.? páginas
del presente ensayo se reproduce el artículo publicado por
El Renacimiento; Últimos momentos del General don Venancio
Barrios. Guatemala : Año I, Núm. 31, edición
del 20 de agosto de 1885. Cáceres, Ramón G.; ?Un
recuerdo a la memoria del General Barrios?. En: Rubio, Casimiro
D.; Biografía del General Justo Rufino Barrios :
reformador de Guatemala. Recopilación histórica y
documentada. Op. Cit., páginas 628 a 635.

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57 58 59 60 51 VIII. TEXTO COMPLETO DE MANUEL CORONADO AGUILAR:
ASÍ MURIÓ EL GENERAL J. RUFINO BARRIOS ?El
patrón ha caído? señaló uno de los
soldados cuando vio cómo Barrios estaba en tierra ya
muerto y su yegua a la par de él; como patrón o
tirano, sus panegiristas no dudaron en compararlo con
Morazán, y uno de ellos –Carranza–
concluyó su biografía citando a Juan Montalvo: 57
?Barrios había sido el hombre de la espada; ha concluido
como el hombre de la idea. Morazán se ha descubierto en la
eternidad al ver llegar a Barrios?. 58 Otro adulador,
Zeceña, no duda en bendecir su dictadura al decir: ?Ese
fue su papel histórico. Fue tirano porque la
tiranía se hizo indispensable para consolidar la paz,
salvar la Reforma y robustecer el principio de autoridad en
aquella época turbulenta.? 59 Quien anticipa que su
discurso no tiene por objeto hacer un panegírico para con
Barrios, es Ramón A. Salazar quien en Tiempo Viejo (1896)
inserta su discurso ?Justo Rufino Barrios?, pronunciado el 2 de
abril de 1892: ?Presencié algunos de sus raptos de
orgullo, así como tuve ocasión de escuchar su
palabra cariñosa y amiga. Hay más: con una
curiosidad natural he estudiado lo que pensaba sobre la vida,
aquel Dictador temible; y la impresión que saqué
fue buena. […] Lejos de mí la idea de hacer una
apoteosis ciega de aquel ilustre muerto, ni mucho menos halagar,
adulando, a los partidarios de su memoria. El país sobre
todo; y la verdad como base de mi discurso.? 60 Obviamente que al
escribir la historia, don Manuel Coronado Aguilar
desvirtuó o mal interpretó los hechos y de
ahí su obsesión por demostrar que el General
Barrios fue asesinado, que se trató de un plan fraguado
previamente por el Coronel Girón, el que según el
Coronel Cáceres no era más que un comandante del
Batallón Jalapa que por abusar de su mando fue rechazado
por los Oficiales a su cargo, Cáceres incluido, siendo
esta la razón que les motivó a prácticamente
sublevarse y pedir que les cambiaran jefe, lo cual no
quería decir que no pelearían. Barrios, con sus
impulsos de tigre como se le conocía, en lugar de designar
al Coronel Téllez como éste se lo pidió,
decide comandar él mismo al Batallón y Las obras
del ecuatoriano Juan Montalvo eran citadas y utilizadas a su
conveniencia por tirios y troyanos. Carranza, defensor del
liberalismo las adapta a la biografía de Barrios, y los
conservadores del periódico ?El Patriota?, en sus
ediciones del 2 y 13 de agosto de 1891, las apropian para
endilgarle el título de tirano. Carranza, Jesús E.;
El Gral. Justo Rufino Barrios. Op. Cit., página 139.
Zeceña, Mariano; La Revolución de 1871 y sus
caudillos. Guatemala: Tercera edición. Biblioteca
Guatemalteca de Cultura Popular ?15 de septiembre?. Volumen 17.
Ministerio de Educación Pública, 1957.
Página 112. Salazar, Ramón A.; Tiempo viejo :
Recuerdos de mi juventud. Guatemala: Segunda edición.
Biblioteca Guatemalteca de Cultura Popular ?15 de septiembre?.
Volumen 14. Ministerio de Educación Pública, 1957.
Página 167.

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61 52 al colocarse en el punto de mira fue derribado de un
certero balazo. Lo demás, sólo cabe en la mente del
respetable Coronado Aguilar, quien no por ello será objeto
de desafecto por parte de quien esto escribe. Total, todos pueden
equivocarse, hasta el más experto en labores
históricas. Para que el lector pueda realizar la lectura
completa del texto publicado por don Manuel Coronado Aguilar en
1968, y evitarse la molestia de asistir a la Hemeroteca Nacional
?Clemente Marroquín Rojas?, sobre todo si reside fuera de
Guatemala, a continuación se transcribe el artículo
por él editado, con leves comentarios a pié de
página a manera de comparación, cuando procede, con
lo anotado directamente por Casimiro Rubio o bien por los
participantes en la batalla que él también copia.
Manuel Coronado Aguilar: Así murió el general J.
Rufino Barrios. Guatemala : El Imparcial, 29 de marzo de 1968.
Páginas 3 y 15. ?Como desdichadamente, la Historia de
Guatemala no se ha escrito todavía, y algunos
historiadores, cuando se refieren a ciertas efemérides
nacionales, se ven urgidos de recurrir al dicho más o
menos adulterado de no pocos apasionados políticos,
verdaderos conservadores de falsas tradiciones; 61 hoy que se
acerca la Tome en cuenta el lector que a don Manuel Coronado
Aguilar siempre se le tildó de conservador, mote que
él llegó a aceptar con sorna, toda vez que si bien
se consideraba como tal por estar en contra de los liberales de
nombre, muchas de sus ideas sí que eran tan liberales como
las de aquellos que solamente del diente al

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62 63 64 53 fecha aniversaria de la muerte de nuestro caudillo
liberal y ex-presidente don J. Rufino Barrios, vamos a recordar,
sin hacer uso del mismo patrón que aquellos, la manera
como dicho hombre público pagó su tributo a la
madre tierra. Antes de entrar en materia —como suele
decirse—, nos vemos obligados a escribir, así
escueta la inicial «J», previa al nominativo
«Rufino» porque realmente vacilamos en esto de
llamarle «Justo» a nuestro General, cuando él
no escribió jamás, en las mil y tantas veces que
hubo de estampar su firma al pie de los documentos de importancia
que autorizó tan singular nombre, ni aun en el de 28 de
febrero de 1885, su Decreto General llamado de «La
Unión». Antes bien, en el instante más
solemne de su vida privada, como lo fue cuando contrajo
matrimonio con doña Francisca Aparicio Mérida, en
Quezaltenango, el 5 de marzo de 1874, dijo, y como lo dijo lo
aceptó, llamarse José Rufino. Tal aparece por tres
veces, escrito en su acta matrimonial, según lo comprueba
el ilustrado «barrista» don Casimiro Rubio en su
libro Biografía del Jeneral Justo Rufino Barrios,
edición julio de 1935, Tipografía Nacional,
página 217.62 Uno se llama y a uno se le llama, como a uno
le conviene que le llamen, como dijera Perogrullo. Volvamos a
nuestro tema. Todavía zumban en nuestros oídos las
sonoras palabras de nuestro profesor de Historia, allá en
1912, en el Instituto Nacional, 63 licenciado don Pedro Penagos,
cuando al recordar el deceso de Barrios, decía:
«Como un Perseo sobre su Pegaso al viento, o bien como un
moderno Cid Campeador sobre su Babieca —sin duda, el
profesor pensaba que todos éramos unos tales—;
así, el General Barrios, frente a sus huestes invencibles,
cruzaba rápido llanuras y hondonadas en Chalchuapa, en
persecución de los salvadoreños. Y… a sus
voces de ¡Adelante, muchachos! y ¡Avancen,
muchachos!; de ¡Arriba, muchachos, que la gloria es
nuestra! y ¡Viva la Unión Centroamericana!
Intentando llevar nuestro pabellón al medio del cuartel
enemigo, una bala lo abatió dejándolo sin vida
sobre el suelo. Pero… cubierto con la bandera azul y
blanco que bravamente tremolaba». 64 labio se autonombraban
con dicho epíteto, aunque en la práctica
podían pasarla de conservadores por estar en contra de los
cambios. El ?Acta Matrimonial? incluida por Casimiro Rubio en su
obra indica tres veces el nombre de José Rufino, aunque no
señala que fuera en marzo sino en agosto como
efectivamente ocurrió. Se refiere al Instituto Nacional
Central de Varones donde estudió la educación
secundaria, de 1909 a 1914. Increíble que en 1968 Manuel
Coronado recuerde con exactitud lo que dijo su maestro en 1912,
¡y eso que solo fue su alumno durante los meses de enero y
febrero!, pues a partir de marzo ?ha de haber renunciado a su
cátedra, obligado sin duda, por nuestras incansables
impertinencias estudiantiles.? Véase: Coronado Aguilar,
Manuel; Retazos de la vida. Coram veritate (frente a la verdad).
Op. Cit., página 167.

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65 66 67 54 ¡Caramba!, nos decíamos, «tata
Rufo», en verdad, fue superior a Napoleón, al Cid
Campeador, a Perseo, a Alejandro y al mismo Carrera en su Batalla
de la Arada, tan nos lo retrata este don Pedro Penagos. Pero al
llegar a nuestra casa nos desasnaban, esto es, nos
instruían en la verdad frente a documentos
incontrovertibles. Al día siguiente sofocábamos al
profesor con tanta pregunta, y éste, acorralado, no cabe
duda, terminaba siempre con esta frase sacramental: yo
estudié todo esto en Montúfar. Y… otra vez,
en casa a leer la Historia de «tío» Lencho: en
la página 11 de la parte titulada «Dos palabras
acerca de esta Reseña», Tomo III, que es una especie
de versículo en la Biblia Liberal criolla donde el autor
opina sobre su propia obra, leamos: «Al calificar lo que se
dice sobre la falta de imparcialidad en las apreciaciones juzgo
asertos propios, y nadie puede ser imparcial en su propia
causa»; (sic) 65 66 Volvamos al objeto de nuestro tema.
Barrios no murió de la manera como nos lo dicen los
historiadores que juzgan hechos dentro de su propia causa.
Murió asesinado, vulgarmente si se quiere. La vida le
había dado cuanto él le exigiera. Un día de
tantos, en aquel 2 de abril, esa vida le tomó cuentas, y
en un instante no más, le cobró con subidos
intereses cuanto prestado le entregara. Es el 2 de abril de 1885.
Barrios —Justo Rufino o José Rufino, el nombre poco
importa—, 67 cae en Chalchuapa, matado por la bala de su
soldado Onofre Obando, Salvo indicación en contrario, la
expresión ?(sic)? es colocada por Coronado; en este y
otros trabajos, así es su estilo al finalizar la copia de
un párrafo de alguna fuente que consultó.
Efectivamente, el párrafo que copia Coronado así
aparece en el Tercer tomo de la Reseña Histórica de
Lorenzo Montúfar, integrado por los libros quinto (30
capítulos) y ?sesto? (21 capítulos) con un total de
657 páginas de contenido que abarcan el período 5
de febrero de 1838 al 15 de septiembre de 1842. Sin ánimo
de defender al conocido como corifeo de los liberales, bien vale
indicar que sus ?Dos palabras de esta Reseña? lo
anotó a manera de prólogo el 20 de octubre de 1879,
después de explicar que había recibido comentarios
a los tomos anteriores donde los diarios de Madrid, Viena y El
Salvador alababan o criticaban su obra. Así por ejemplo,
?=El diario Vespertino‘ de Viena, en su número
5,391, felicita al autor, por el trabajo ímprobo que
supone la reunión de un cúmulo de documentos y por
la fuerza de voluntad que cree revela la franca
enunciación de pensamientos contra estensos
círculos militantes. Agrega que la obra no está
exenta del espíritu de partido; pero que no pueden ver la
luz pública libros semejantes cuando ellos narran sucesos
contemporáneos, sin que se comprenda á qué
partido pertenece el autor. / Al calificar lo que se dice sobre
la falta de imparcialidad en las apreciaciones juzgo asertos
propios, y nadie puede ser imparcial en su propia causa. / Pero
hay consideraciones que se hallan por cima de todos los intereses
individuales, y voy á presentarlas. / Los hechos que se
enuncian no han sido contestados, ni pueden serlo, porque los
justifican documentos fehacientes. La falta de imparcialidad se
atribuye á las reflexiones, al juicio particular del autor
sobre cada uno de los sucesos que se narran.? Montúfar,
Lorenzo; Reseña Histórica de Centroamérica.
Tomo III. Guatemala: Tipografía ?El Progreso?, 1879.
Página II. Si no importa, por qué se esmeró
en traer a cuenta lo que dice el Acta de matrimonio, sumando que
ahí aparece tres veces el nombre de José Rufino en
lugar de Justo Rufino.

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68 69 55 quien, no solamente cumplía la consigna que le
dieran los enemigos jurados de su jefe, sino para vengar el
sacrificio impuesto a su amo. Todo había sido
perfectamente bien coordinado y previsto. Es el 4 de abril del
propio año: dos días después de aquel deceso
en Chalchuapa. El Diario de Centro América de Guatemala
publica enseguida una proclama que menos ruido hiciera hoy una
bomba de hidrógeno. Aquí tenemos la edición
de dicho periódico, del viernes 10 de abril, volumen
XXVII, número 1,352, documento que puede ser consultado en
nuestra Hemeroteca Nacional y cuya proclama había dicho:
«ARCADIO COJULÚN, Jeneral de División y
Comandante de armas del Departamento de Guatemala, a sus
conciudadanos: la patria está de duelo; nuestro querido
jefe, el caudillo de nuestras libertades; el Jenio de la
América Central ha dejado de existir. Juró sellar
con su sangre los campos de batalla por el triunfo de la
más grande y generosa de las causas, y lo cumplió
fielmente, afrontándose valeroso ante la lucha, sin
retroceder un punto siquiera, a sus promesas. Mano aleve y
cobarde ha mancillado la dignidad de Centroamérica
consumando en la persona del Jeneral Barrios el mayor y
más negro de los crímenes». Ergo, Barrios no
murió como nos lo dijera el maestro Penagos, ni como lo
repiten todavía muchos profesores (¿?) de Historia.
Qualis Vitae finicitae. Así murió Barrios. 68 Ante
bombazo tan tremendo disparado por el General Cojulún, que
con tan pocas palabras torcía el rumbo de los intereses
políticos creados por su partido, el presidente de turno,
general Manuel Lisandro Barillas dictó un acuerdo, por el
cual prohibió que todo militar en servicio, en lo futuro,
lanzara proclamas sin el Visto Bueno del Ministerio de la Guerra,
acuerdo fechado el propio 10 de abril y que obra en el Tomo IV de
nuestra Recopilación de leyes, página 347. Sobre la
categoría de muerte nada deseable ni ambicionable y por
tal carente de gloria, sufrida por el General Barrios, hay
pruebas abundantes que el interés de los llamados
liberales ha evitado publicar. Nosotros no nos aprovechamos ahora
sino de dos de dichas pruebas. En el periódico liberal El
Patriota, de 2 de agosto de 1891, 69 que bien puede consultarse
en nuestra Hemeroteca Nacional, leemos, que para darle
«caza» al La frase latina Qualis Vitae finicitae que
Coronado Aguilar utiliza no aparece en los diccionarios
especializados. Quizá trató de escribir: Qualis
vita, finis ita; en latín: como es la vida, por lo que es
el final. De ?liberal? no tenía nada, todo lo contrario:
?conservador? hasta los tuétanos. Opositor declarado del
general Manuel Lisandro Barillas y sus intentos de
reelección en 1891, según el contenido del
?Editorial? que aparece en página 1 del 2 de agosto. En la
edición del 13 de agosto, página 1, el mismo
periódico se auto califica de conservador, cuando invita o
reta a los liberales a probar que está equivocado en sus
aseveraciones

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70 56 caudillo fue menester, antes, que se hiciera morir al
coronel Vicente Bonilla Cruz, segundo jefe del Batallón
Jalapa; al licenciado y coronel, don Antonio Girón, primer
jefe del mismo batallón, y al ayudante personal del
General Barrios, que además era su hijo político,
don Urbano Sánchez. 70 Despejado de este modo el campo que
conduciría al crimen, lo cual formaba parte del plan
concebido, vino lo inevitable: que J. Rufino, violento como era e
impetuoso, a la vista de un batallón casi en
rebeldía, decidiera personalmente restaurar la disciplina
de sus soldados, seguro de que con su sola presencia iba a
lograrlo. Él sabía que se le temía. Y
así fue que, como en un alarde de deferencia y de
confianza hacia los rebeldes que se negaban a pelear y que
virtualmente no tenían jefe, en vez de terminar aquel caso
como era de ordenanza, máxime que se estaba en pleno campo
de batalla, pregunta a sus soldados: ?«¿Me quieren a
mí por jefe?», y al escuchar que le gritan:
«Con usted sí vamos», su suerte estaba echada,
su destino sellado y los minutos de su vida comprimidos. Barrios
salta sobre el lomo de su yegua, la que inmediatamente hubo de
estremecerse ante el desplome de su jinete. Onofre Obando y su
pequeño grupo de seis compañeros complicados en
aquel crimen, habían cumplido la consigna de matar al
audaz. «Crimen», hemos dicho y lo reiteramos, porque
crimen fue el hecho de darle muerte de esa manera al General
Barrios, en donde hubo alevosía, premeditación,
seguridad y ventaja. La víctima cae dentro de un
zanjón, sin que hubiera un auxilio cerca, pues hasta los
médicos militares que debieron apresurar su paso,
carecieron de valor para llegar prestos a aquel punto desde
entonces histórico. Después de varias horas es
traído el cadáver del caudillo, a suelos
guatemaltecos, no sin antes descansar su cuerpo sobre un taburete
histórico también y verlo tendido encima de un
catre-tijera de emergencia. En Jutiapa, el doctor Monteros
practica una mini autopsia, le extrae las entrañas ya en
proceso de corrupción, y para conservar lo mejor posible
el cadáver en tanto su arribo a la capital de Guatemala,
sin menesteres suficientes para verificar una acerca de la muerte
de Barrios. Más adelante se transcribe el artículo
a que se refiere Coronado Aguilar, publicado en dos partes en las
fechas mencionadas. Girón murió después,
según el coronel Ramón G. Cáceres.
Véase en páginas anteriores la transcripción
parcial de su escrito titulado ?Un recuerdo a la memoria del
General Barrios?. Según Rafael Meza, ?Tanto Girón
como Sánchez no murieron en el acto; sino que salieron
gravemente heridos, habiendo muerto el primero en Jutiapa
días después, y el segundo en el camino.? Meza,
Rafael; ?Batalla de Chalchuapa?. En: Rubio, Casimiro D.;
Biografía del General Justo Rufino Barrios : reformador de
Guatemala. Op. Cit., página 598.

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71 72 73 57 operación como la que se requería,
embalsama a Barrios, vaciándole en el interior cien libras
de sal de cocina. 71 Por otra parte, la muerte del General
Barrios nos la relata uno de sus Generales, compañero suyo
en la mal llamada lucha por la unión: su propio sobrino,
el brillante militar don José María Reina Barrios,
en aquel entonces jefe del Batallón Canales. En su folleto
intitulado «Campaña de la Unión
Centroamericana. Sucesos de nueve días»,
página 12, el general Reina Barrios, tras el anagrama
«Rosario Yérjabens», —la simple
transmutación de letras lo confirma—, nos relata
esto que copiamos íntegro: «El General en Jefe Justo
Rufino Barrios dispuso, a eso de las 8 a.m. dirigir personalmente
el ataque sobre el lado N.E. de «Casa Blanca» y al
efecto se puso en marcha hacia aquel lugar con la Brigada
Jirón, compuesta por los jalapas. Estos soldados se
comportaron de la manera más cobarde e infame. Se cree que
estaban ganados y aleccionados por miserables traidores, por esos
hombres sin corazón y sin conciencia, por esos ingratos
que durante mucho tiempo lamieron la mano de su bienhechor y
explotaron su buen corazón y su bolsa».
«Desgraciadamente, un momento después de comenzar el
ataque, y como a las 9 a.m. una bala enemiga le hirió
mortalmente y fue retirado en el acto del campo de combate. Este
lamentable acontecimiento dio lugar para que algunos cobardes
soldados de Jalapa que vieron caer al benemérito General
Barrios, se retiraran del lugar del combate y divulgasen ante
algunas tropas tan triste suceso»; (sic) 72 Obando y su
grupo no escaparon de la sagaz mirada del general Reina
Barrios… ¿Querrá el lector mejores detalles
acerca de la muerte del caudillo? Tal vez. Pues entonces le
invitamos a que vaya a nuestra Hemeroteca y lea el
periódico El Patriota del 2 de agosto de 1891. Así
murió Barrios: ultimado por una bala enemiga.
¿Qué bala que ultima puede ser amiga? Bala,
disparada por uno de aquellos hombres que el General Reina
Barrios viera «se retiraran del lugar del combate»,
con cuyo acto, no cabe duda, faltaron a su deber militar, pero
arrancaron de cuajo una tiranía convertida ya en
insoportable. Esta es la historia y… así
murió el General Barrios.? 73 Increíble que
Coronado Aguilar llegue a decir que en el área abdominal
del cuerpo de Justo Rufino Barrios, después de haberle
extraído las entrañas, le fueron vaciadas 100
libras de sal, cuando cualquier médico puede afirmar que
solo cabrían 40 libras cuando mucho. La e presión
?(sic)? es colocada por Coronado. Coronado Aguilar, Manuel;
Así murió el general J. Rufino Barrios. Guatemala :
El Imparcial, 29 de marzo de 1968. Páginas 3 y 15.

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