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El camino que nos conduce infaliblemente a la paz, la alegría y la felicidad (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Ustedes saben cómo en los tiempos antiguos, los tres santos varones rehusaron inclinarse ante la imagen que Nabucodonosor había erigido; ellos estaban dispuestos a morir, pero no estaban dispuestos a negar a su Dios; ellos podían arder pero no podían retroceder. Y así fueron arrojados al horno, porque no podían arrojar de sí su confianza en Dios. Fue una valerosa respuesta la que dieron Pedro y Juan, cuando los escribas y los fariseos les ordenaron que no hablaran más en aquel nombre. "Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios." Yo he observado que, siempre que la persecución brama y los hombres están sujetos a perderlo todo por Cristo, las personas más tímidas pero que son sinceras, generalmente dan la cara en ese momento. Allí está José de Arimatea. No se escucha de él cuando Jesús vive. Pero cuando el cuerpo de Jesucristo está sobre la cruz, ¿quién es el que entra a la cueva del león?

¿Quién es el que va Pilato? José de Arimatea pide el cuerpo de Jesús. Él encuentra el sepulcro. ¿Y quién es el que ayuda a envolverlo en lienzos con especias aromáticas? Pues, Nicodemo, que vino a Jesucristo de noche; otro cobarde. Ambos progresan, y ya no son más cobardes en la hora del apuro. El ciervo huye veloz cuando ve a los sabuesos, pero cuando se ve acorralado, lucha con la valentía de la desesperación; así, quienes son tímidos cristianos temblorosos en tiempos ordinarios, a la hora de la verdad, dan un paso al frente y son tan valerosos como los creyentes más heroicos. No seamos nunca como los que negaron a Jesús. Si valiera la pena vivir para el mundo y el pecado, vive para ellos con todo tu corazón, y alma y fuerza: pero si Dios es Dios, no te quedes cuestionando y claudicando entre dos pensamientos, sino decidida, valerosa y positivamente di: "yo estoy por el Señor." No hay tiempo semejante al tiempo de pérdida y tribulación para hacer una confesión. 7. Creo que un cristiano difícilmente podría hacer esta confesión con su boca, a menos que hiciera a veces algo inusitado para dar testimonio. "¿Quién está por Dios? Júntese conmigo," dijo Moisés cuando descendió del monte y quemó el becerro de oro: "Y se juntaron con él todos los hijos de Leví.

De vez en cuando seremos incapaces de confesar a Cristo, a menos que hagamos algo que parecería duro y extraño, pero que debe hacerse por Dios y por la causa de la verdad.

No pierdan su camino por dar testimonio, pero cuando la carga del Señor esté sobre ustedes, testifiquen: y que nadie los meta en miedo.

8. Además, no es posible confesar a Cristo con la boca a menos que estemos dispuestos a usar nuestra posición como un método de confesión. Josué es cabeza de una casa. Él usa esa posición: "Pero yo y mi casa serviremos a Yahve." Yo no puedo creer en su fe si ustedes no se preocupan de que Dios sea reconocido en su casa. Que el altar familiar sea erigido; que el sacrificio humee sobre ese altar. Si no pudiera ser dos veces al día, que sea por lo menos una vez. Pero asegúrense de pagar sus votos al Altísimo en esa posición, pues de lo contrario no habrían hecho una confesión para salvación. O pudiera ser que tengan alguna influencia donde puedan ayudar a la Iglesia de Cristo. Háganlo diligentemente. Algunos de ustedes son patronos de muchos empleados, o tal vez podrían ser miembros del Parlamento, o tal vez se muevan en esferas en las que tienen el poder suficiente para influenciar las mentes de otras personas. Sean diligentes en hacerlo por Dios; pues toda esa influencia es dinero dado a ustedes para que lo pongan al interés para su Dios y Señor, y si lo enterraran en una servilleta o lo usaran sólo para ustedes mismos, Él tendría que decirles en el último gran día: "Siervo malo y negligente, serás entregado a los verdugos." 9. Además: Hay algunas personas que no confesarán nunca con sus bocas al Señor Jesús, como deberían hacerlo, a menos que se vuelvan predicadores. ¿Por qué no comienzan a hablar? Si amas al Señor, por que no hablas de Él. Recuerda que: "No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio." Preocúpate, entonces, que tu conversación sea más de Cristo que de cualquier otra cosa que poseas. Habla a favor de tu Dios y Señor.

Simplemente libera a tu alma de lo que hay en ella. Que tu corazón se ponga al rojo vivo, y entonces, como algún volcán que está vomitando sus entrañas más íntimas, deja que la lava ardiente de tu exposición se deslice a borbollones. No te deben importar las gracias de la oratoria, ni los refinamientos de la elocuencia, sino expresa lo que conoces; muéstrales las heridas de tu Salvador; proclama Su aflicción para que ella les hable.

Recuerda que "lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es." Como han podido observer, esta confesión de Cristo con la boca es una obra de toda la vida. El cristiano deber ser alguien como un médico. Ustedes saben que consideramos al médico un hombre profesional. Bien, ¿cómo profesa el médico? Pues bien, hay una gran placa de bronce en su casa, y todo mundo sabe el significado de la placa de bronce. Esa es parte de su profesión. ¿Qué más?

¿Cómo profesa él ser un médico? Él va con la gente y su vestido es como el de todos los demás. Esta es la forma en que la profesión de un cristiano ha de cumplirse, por medio de su práctica. El hombre es un médico profesionalmente, porque en verdad cura a la gente y escribe recetas, y satisface sus necesidades.

Yo he de ser un cristiano en mis acciones, mis obras, mis pensamientos y mis palabras. Por tanto, si alguien necesita a algún cristiano, yo debería ser reconocido por mis palabras y mis actos.

Sean tan claramente un trazo de la pintura divina, que en el momento que alguien ponga la vista en ustedes, diga: "sí, esa es la obra de Dios; ese es un cristiano, la más noble otra de Dios." II. NINGUNA EXCUSA PUEDE EXISTIR PARA CONFESAR A CRISTO CON LA BOCA. NADA PUEDE SER VÁLIDO. ¡Dices que vas a perder tu negocio! Piérdelo y ganarás tu alma. ¡Que no estarás a la moda! ¿Qué importancia tiene estar a la moda? ¡Que serías despreciado por aquellos que te aman! ¿Acaso amas a tu esposo o a tu esposa más que a Cristo? Si así fuera, no serías digno de Él. Pero, ¡eres tan tímido! Preocúpate de no ser tan tímido como para estar perdido al final, pues los temerosos y los incrédulos tendrán su porción en el lago que arde. No me refiero a aquellos que temen y algunas veces tienen dudas de su interés en Cristo, sino a aquellos que tienen miedo de confesar a Cristo delante de los hombres.

Recuerda cuán deshonroso es que digas que crees con el corazón pero que no hicieras una confesión. No diga que: "en verdad yo amo a Jesús y se que se entregó por mí." cuando estás solo/a sin que nadie te oiga. Él murió rodeado de escarnecedores; y, rodeados de escarnecedores, debes declarer tu fe en Jesucristo. Por otro lado, cuán honorable será esa confesión para ustedes. Así, cuando leo la lista, y encuentro a Abraham, a Isaac, a Jacob, a Moisés, a David, a Daniel, a Isaías, al propio Jesucristo, a los apóstoles, a los santos y a otros hombres y mujeres que se han vuelto nombres caseros en cada familia cristiana, consideraría un honor si mi nombre se encontrara escrito con el de ellos. Sería algo honorable. Por tanto, toma tu decisión para unirte a los que proclamamos el Nombre de Cristo pero, debes estar preparado a ser despreciado como un seguidor del Señor Jesucristo. Yo los exhorto a esto porque los hará útiles. ¿Qué bien podría hacer un cristiano secreto? Es una vela puesta debajo de un almud; es una luz encerrada en una linterna sellada. Tu luz ha de brillar. ¿Para qué serviría un cristiano secreto? Sería como sal desvanecida. Y, ¿para qué serviría sino para ser hollada por los hombres? Vamos, el sabor de tu sal ha de sentirse por todo el mundo.

La gracia es suficiente. La gracia es suficiente. Si la gracia te pusiera sobre un pináculo del templo, ten la certeza que la gracia te mantendrá allí. Si te quitas del pináculo, y te bajas al piso duro, estarías inseguro allí; pero si Dios te pone sobre el pináculo, podrían venir todos los diablos del infierno para empujarte hacia abajo, pero permanecerías firme. No seas desobediente eligiendo tu camino; sigue el camino de Dios y estarás seguro en él porque, el galardón es espléndido. "A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos." Una hermosa historia: Había una vez un Príncipe de legítima sangre real, que abandonó el palacio de su Padre y viajó a un lugar distante en los dominios del rey, donde era poco conocido y aceptado. Era un verdadero Príncipe, y mostraba en su rostro esas señales de realeza -esa extraña divinidad que circunda a un rey- que podría haber conducido al espectador a saber que pertenecía a la realeza. Pero cuando llegó al lugar, la gente dijo: "este es el heredero del trono; ¡insultémoslo, mostrémosle nuestro desagrado!" Otros decían que no era un heredero del todo. Y se pusieron de acuerdo para ponerlo en el cepo. Cuando se encontraba allí, todos los hombres le arrojaban todo tipo de inmundicias, y le lanzaban todo tipo de duras palabras; y decían: "¿quién se atrevería a reconocerle como Príncipe? ¿Quién se atrevería a apoyarlo?" Se levantó un hombre en medio de la multitud y dijo: ¡yo me atrevo! Entonces lo pusieron en el cepo al lado del Príncipe; y cuando arrojaban la inmundicia sobre el Príncipe, caía sobre el hombre también, y cuando le decían duras palabras al Príncipe, también le decían duras palabras a él. El hombre estaba allí, sonriendo, y recibiendo todo. De vez en cuando, una lágrima rodaba por su mejilla; pero eso era por ellos, porque trataban así de mal a su soberano. Pasaron los años, y el rey vino a esos dominios y los subyugó; y vino un día de triunfo sobre la ciudad conquistada: los gallardetes pendían de todas las ventanas, y las calles estaban salpicadas de rosas. Entraron las tropas del rey uniformadas con relucientes armaduras de oro, y con penachos en sus yelmos brillantes. La música resonaba dulcemente, pues todas las trompas de gloria tocaban. Era del cielo que habían venido. El Príncipe recorría todas las calles en su glorioso carruaje; y cuando llegó a las puertas de la ciudad, allí estaban los traidores atados con cadenas. Comparecieron temblando ante él. Él se fijó en un hombre en medio de la multitud que estaba libre y sin cadenas, y preguntó a los traidores: "¿conocen ustedes a este hombre? Él estuvo conmigo en aquel día en que ustedes me trataron con escarnio e indignación. Él estará conmigo en el día de mi gloria. ¡Ven acá!", dijo. Y en medio del sonido de las trompetas y la voz de aclamación, el pobre, despreciado, y rechazado ciudadano de esa ciudad rebelde, recorrió las calles en triunfo, al lado de su Rey, que lo vistió de púrpura y puso una corona de oro en su cabeza. Allí tienen la parábola. ¡Vívanla! ¡Deléitense en el Señor, Amén. CAPÍTULO VII

DELEITATE EN EL SEÑOR

Deléitate en el Señor y él te concederá los anhelos de tu corazón. Salmo 37:4 Hay dos enseñanzas en este texto que seguramente son muy sorprendentes para quienes no están familiarizados con la vida de piedad. Para los creyentes sinceros, estas maravillas son hechos reconocidos, pero para el mundo incrédulo parecen asuntos muy extraños.

En primer lugar, la vida del creyente es descrita aquí como un deleite en el Señor. Así se nos confirma la gran verdad de Dios, que la religión verdadera rebosa de gozo y de felicidad. Los hombres impíos y los que simplemente profesan con los labios, no ven nunca a la religión como algo lleno de deleite. Para ellos la religión es únicamente servicio, deber o necesidad; no puede ser placentera ni deleitable.

¿Por qué tienen que ir a la Casa del Señor? ¿No es debido a una costumbre que evitarían de buen grado si pudieran? ¿Por qué siguen las ordenanzas de la Iglesia? ¿Acaso no es por una esperanza farisaica de acumular méritos o por un temor supersticioso? ¿Cuántos no ven a la religión como un amuleto que permite escapar de las enfermedades, o como un mal menor que ofrece una vía de escape al temible juicio? Para ellos el servicio es siempre monótono y la adoración produce fatiga. Pregunta a quienes pertenecen al mundo su opinión acerca de la religión: a pesar de que practican sus ritos externos, consideran que todo es deprimente y aburrido: ¡qué pesado es todo eso!

Aman la religión del mismo modo que el burro ama su trabajo, o el caballo el látigo, o el prisionero sus trabajos forzados. Exigen sermones cortos y sería mejor si no se predicara ninguno. Con cuánta alegría no reducirían las horas del domingo. Ciertamente ellos preferirían que el Día de Señor se guardase una vez al mes. La necesidad gravosa de costumbres piadosas pesa sobre ellos como el tributo que paga una provincia conquistada. Desarrollan su práctica de la religión de la misma manera que pagan sus impuestos o las cuotas de una autopista: lo hacen por costumbre.

No saben lo que es una ofrenda voluntaria ni tampoco pueden entender el amor lleno de gozo que produce la comunión de los santos. Sirven a Dios de la manera que Caín lo hizo, quien trajo su ofrenda, es cierto, pero la trajo tardíamente; la trajo porque era costumbre de familia y no iba a permitir que su hermano lo superara; la trajo del fruto común de la tierra y con un sombrío corazón sin amor. Los Caínes de hoy ofrecen las ofrendas que se ven forzados a traer, y no mezclan la fe en la sangre de Jesús con lo que traen. Vienen como con pies de plomo a la Casa de Dios, y se van tan rápidamente como si tuvieran pies de plumas. Sirven a Dios, pero lo hacen porque esperan obtener algún beneficio o porque no se atreven a no servirle. El pensamiento del deleite en la religión es tan extraño para la mayoría de los hombres, que en su vocabulario no existen dos palabras más distantes entre sí que santidad y deleite. Ah, pero los creyentes que conocen a Cristo entienden que el deleite y la fe están casados de tan bendita manera que las puertas del infierno no pueden prevalecer para divorciarlos. Los que aman a Dios con todo su corazón, encuentran que Sus caminos son caminos agradables y Sus vías son de paz. Los santos descubren en su Señor tal gozo, tales desbordantes deleites, tal sobreabundante bendición, que lejos de servirle por costumbre, quieren seguirle aunque el mundo entero rechace Su nombre como algo pernicioso. El temor de Dios no es compulsión. Nuestra fe no es una cadena. Nuestra profesión no es una prisión. No somos arrastrados a la santidad, ni forzados a cumplir con el deber. No, señores, nuestra religión es nuestro recreo. Nuestra esperanza es nuestra felicidad, nuestro deber es nuestro deleite.

El secreto del Señor está con aquellos que le temen y su gozo no puede ser arrebatado por nadie. Nuestra felicidad no está en la criaturas pasajeras sino en el eterno e inmutable Creador. Ciertamente tenemos gozo. Ciertamente nos deleitamos y no intercambiaríamos ni un gramo de nuestros deleites por toneladas de los deleites mundanos. No cambiaríamos algunas gotas de nuestro gozo por todos los ríos de deleites del mundo. Nuestros gozos ni son artificiales ni están pintados, sino que son sólidas realidades. Los nuestros, son gozos que podremos llevar con nosotros a nuestra cama en el polvo silencioso; gozos que dormirán con nosotros en la tumba y con nosotros despertarán en la eternidad; gozos a los que podremos mirar de nuevo y vivir en retrospectiva; gozos que podemos anticipar y conocer aquí y luego en la eternidad.

Nuestros gozos no son burbujas que sólo resplandecen y se revientan. ¡Nuestros deleites tienen sustancia, son reales, verdaderos, sólidos, duraderos, eternos!

Pero hay también en nuestro texto algo muy sorprendente para los mundanos, aunque se trata de una maravilla que entienden fácilmente los cristianos. El texto dice: "Y él te concederá los anhelos de tu corazón." El mundano dice: "yo creía que la religión era solamente abnegación; nunca me imaginé que al amar a Dios podíamos cumplir nuestros deseos. La mayoría de los hombres suponen que nuestra religión está conformada por cosas que no debemos hacer, más que por placeres que podemos disfrutar.

Cuando alguien dice: "mi religión contiene algunas cosas que debo de hacer y otras que no debo de hacer", yo le respondo: "la mía contiene cosas que amo hacer y también comprende cosas que odio y menosprecio." Mi religión no tiene cadenas; yo soy libre como el hombre más libre. El que teme a Dios y es un verdadero siervo de Dios, no tiene cadenas que le aprisionen. Puede vivir como quiera, pues quiere vivir como debe. Puede ver colmados sus deseos, pues sus deseos son santos, celestiales, divinos. Puede seguir sus anhelos y deseos hasta el límite de su posible realización y obtener todo eso que anhela y desea, puesto que Dios le ha dado la promesa y Dios le dará el cumplimiento de ella.

Pero no se queden con la idea de que no queremos mover un dedo porque hay avisos de Prohibido en nuestro camino. Y no piensen que no vamos por allí, a la derecha, o por allá a la izquierda, porque no nos atrevemos. Oh, señores, no lo haríamos si pudiéramos. No querríamos hacerlo aunque la Ley fuese cambiada. No compartiríamos sus placeres aunque pudiéramos. Aunque pudiéramos ir al cielo viviendo como viven los pecadores, no elegiríamos ni sus caminos ni su conversación. Sería un infierno para nosotros si fuéramos obligados a pecar, aun si el pecado no recibiera ningún castigo. Aunque pudiéramos participar en sus borracheras, y si pudiésemos compartir sus concupiscencias, ¡oh ustedes impíos!, si pudiéramos disfrutar de su júbilo y de su gozo, no los querríamos.

No nos estamos negando a nosotros mismos cuando renunciamos a estas cosas. Despreciamos el júbilo mundano. Sentimos abominación por él y lo pisoteamos.

El creyente siente que Dios es su elemento natural. Él no trata de escapar de su Dios, ni de la voluntad ni del servicio de su Señor. Y si por un algún tiempo fuese apartado, cuanto antes pudiese regresar sería mejor. Si cae en malas compañías se siente miserable y desdichado hasta que se libra nuevamente de ellas. ¿Acaso la paloma se niega a sí misma cuando no come carroña? No, ciertamente la paloma no se podría deleitar en la sangre, no querría alimentarse de ella aunque pudiera. Cuando un hombre ve una piara de cerdos bajo un roble deleitándose con sus bellotas y emitiendo gruñidos de satisfacción, ¿se niega a sí mismo cuando pasa de lejos y no comparte en la fiesta de los cerdos? No, de ninguna manera, él tiene mejor pan para comer en su casa, y el alimento de los cerdos no es ningún bocado para él. Así pasa con el creyente. Su religión es un asunto de deleite, y algo que le da satisfacción, y no tiene que negarse a sí mismo cuando evita algo y se aleja. Sus gustos han cambiado, sus deseos son otros. Él se deleita en su Dios, y gozoso recibe el anhelo de su corazón.

Ahora vamos al texto mismo. Hay dos cosas muy claras en el texto. La primera es un precepto escrito sobre brillantes joyas, "Deléitate en el Señor." La segunda es una promesa mucho más preciosa que los rubíes, "y el te concederá los anhelos de tu corazón." I. DELEITATE EN EL SEÑOR. ¡Cuando el deleite se convierte en deber, entonces, ciertamente, el deber es deleite! Cuando mi deber es ser feliz, cuando tengo el mandamiento expreso de ser feliz, entonces ciertamente, ¡debo ser un pecador si rechazo mis propios gozos y me aparto de mi propia bendición! ¡Oh, qué Dios tenemos, que hace que nuestro deber sea ser felices! ¡Qué Dios tan bondadoso, que valora como la obediencia más digna de su aceptación, la obediencia alegre dada con un corazón lleno de gozo! "Deléitate en el Señor." 1. ¿Qué es este deleite? Es gozo, pero es gozo sobreabundante; es descanso, pero es un descanso tal que permite la máxima actividad de cada pasión del alma. ¡Deleite! Es júbilo sin frivolidad. ¡Deleite! Es paz, pero es más que eso: es paz celebrada con festividad.

2. En segundo lugar, ¿de dónde viene este deleite? El texto nos dice: Deléitate en el Señor. Deléitate en Su misma existencia. Que haya un Dios es motivo suficiente para hacer que el hombre más infeliz sea feliz si tiene fe. Las naciones se derrumban, las dinastías caen, los reinos se tambalean, qué importa, puesto que hay un Dios. El padre se ha ido a la tumba, la madre duerme en el polvo, la esposa se ha ido de nuestro lado, los hijos son arrebatados, pero hay un Dios. Solo esto basta para que sea un manantial de gozo para los verdaderos creyentes para siempre. Deléitense también en su dominio. Venga lo que venga, Él se sienta en el trono y gobierna bien todas las cosas. El Señor ha preparado su trono en los cielos y Su reino gobierna sobre todo. Tiene influencia sobre todas las cosas, tanto sobre las cosas magníficas como sobre las minucias.

¡Alégrate mucho, oh hija de Sión, Yahvé es Rey eternamente y para siempre, aleluya, aleluya!

Cada atributo de Dios debe ser un rayo fresco en esta luz de sol llena de deleite. Para nosotros que conocemos nuestra insensatez, que Él sea sabio debe ser motivo de gozo. Para los que temblamos a causa de nuestra debilidad, que Él sea todopoderoso debe ser causa de regocijo. Que Él sea inmutable debe darnos una canción, pues nosotros cambiamos cada hora y no somos los mismos por mucho rato.

Ustedes están junto a un río muy profundo; a lo mejor ya se han metido en ese río hasta los tobillos y conocen un poco de sus corrientes claras, dulces. Pero más adelante la profundidad es mayor y la corriente es más deleitosa aún. ¡Ven y lánzate en ese río! ¡Ahora sumérgete en el mar sin límites de la Divinidad! Piérdete en su inmensidad; deja que Sus atributos cubran toda tu debilidad y toda tu insensatez, y todas las otras cosas que te hacen gemir y que te deprimen. ¡Regocíjate en Él, aunque no puedas regocijarte en ti mismo! Triunfa en el Dios de Israel, aunque en ti mismo exista una razón para desesperar. El cristiano debe recordar las obras del Señor! Debe cantar: "Tu diestra, oh Señor, ha quebrantado al enemigo;" "¡Cantaré al Señor, pues se ha enaltecido grandemente" Debe continuar recordando sus obras, hasta llegar a las obras de la gracia en su propio corazón; y al llegar a este punto, debe cantar con mayor dulzura que antes. No debe dejar de cantar, ya que debido a que nuevas misericordias fluyen hacia ellos cada día, cada día debe elevarse una alabanza, y cada noche debe ser un testigo de Su gracia. "Deléitate en el Señor" Si todo eso que ya he mencionado no fuera suficiente, podríamos deleitarnos en todo lo que Dios realizará: en todos los triunfos espléndidos que todavía tiene que lograr; en todas las glorias de los últimos días; en los esplendores de Su trono, cuando todos los ejércitos de Dios se encuentren por fin; en Su triunfo sobre la muerte y en Su victoria final sobre el pecado, cuando haga que toda la tierra se llene con Su alabanza.

Deben deleitarse en Dios Espíritu Santo, en Sus operaciones que dan vida, en Sus iluminaciones, en sus consolaciones, en la fortaleza que les da, en la sabiduría que les imparte, en la fidelidad con que les cuida, y en la certidumbre que al final les va a perfeccionar, para ser dignos de participar de la herencia de los santos en la luz. Deléitense en Dios como su padre, como su amigo, como su ayudador. Deléitense ustedes en Jesucristo como su hermano, como su prometido, como su pastor, como su todo en todo. Deléitense en Cristo en todos Sus oficios, como profeta, sacerdote, y rey. Triunfen en Él, porque mirra, áloe y casia exhalan todas Sus vestiduras. Deléitense en Cristo, en Su gloria y en Su humillación, en Su cruz y en Su corona, en Su pesebre y en Su triunfo eterno, en Quien llevó cautiva a la cautividad. Deléitense en el Espíritu Santo, en todos Sus varios tratos con las mentes de los hombres. Deléitense en Pentecostés y en los muchos Pentecostés que todavía vendrán. Deléitate en el Señor tu Dios, ese grandioso tema lleno de gozo y sin fronteras, y deléitate en Él para siempre. 3. Ahora surge otra pregunta. ¿Cuándo debe practicarse este deleite? Los preceptos que no tienen límite de tiempo son para observancia perpetua. El texto no dice: "Deléitate en el Señor tu Dios ocasionalmente, o a veces," sino siempre.

Hay dos ocasiones en las que es difícil deleitarse en Dios, y por lo tanto voy a mencionarlas.

· Es difícil deleitarse en Dios cuando todo nos sale bien. Oh, te oigo decir, no puedo entender eso; ese es el tiempo cuando más me deleito en Dios. Mi amigo, me temo que ese es el tiempo en que menos te deleitas en Dios. "Bueno, pero cuando estoy rodeado de comodidades, cuando la providencia me sonríe, entonces me puedo deleitar en Dios." ¡Alto ahí! ¿Estás seguro de eso? ¿No es posible que a menudo estás deleitándote en sus misericordias más que en Él? ¿Deleitándote en la criatura más que en el Creador? Me temo, amigos míos, que los tiempos de mayor tentación son los días en que el sol brilla para nosotros. Muy bien podemos orar: En todo tiempo de riqueza, líbranos Señor. Nos parecemos un poco a la esposa insensata que, cuando recibe de su esposo joyas y anillos, se inclina a amar las joyas más que a su esposo. Hay muchos creyentes que han recibido gracias y misericordias, y han tenido grandes privilegios, y han venido a regocijarse más en las misericordias y en los privilegios que en su Dios. Cuando la bodega de vinos se encuentra rebosante, es difícil amar a Dios más que a los viñedos; cuando se tiene una cosecha abundante, es muy difícil pensar más en Dios que en las gavillas; cuando te vas volviendo más rico es difícil decir aun: "este no es mi tesoro." Los tesoros de la tierra ensucian nuestros vestidos a menos que cuidemos nuestros corazones: nuestra alma se pega al polvo y el polvo no es propicio para la devoción. Oh, presta atención, creyente rico, y deléitate en Dios; no en tus ranchos ni en tus terrenos, en tus jardines ni en tus casas, tus departamentos ni tus bienes raíces; pues si te deleitas en estas cosas, tu oro y tu plata se corrompen y la polilla destruye tus vestidos, y la plaga pronto vendrá sobre tu herencia. Di: "Estas cosas no son mi porción." "El Señor es mi porción", ha dicho mi alma.

· Otra circunstancia en la que es difícil deleitarse en Dios, aunque no tan difícil como en la primera: es cuando todo nos sale mal. Entonces podemos tener la tendencia a decir con el viejo Jacob: "¡Contra mí son todas estas cosas!" Cuán noble oportunidad dejó escapar Job, cuando vinieron siervo tras siervo a decirle que todo se había perdido, cuando estaba sentado en medio de las cenizas y tomaba un pedazo de tiesto para rascarse con él. Si se hubiera puesto de pie para decir: "Ciertamente me has alegrado, oh mi Señor, con tus hechos, grito de gozo por las obras de tus manos" qué triunfo de fe habría conseguido. Si hubiera podido ser ese tipo de hombre de fe para con Dios, Job habría sido el carácter más espléndido que tendríamos en todas las Santas Escrituras. En realidad, fue muy lejos cuando dijo: "He aquí, aunque él me mate, en él he de esperar." Vemos allí hablando a un hombre a quien Dios había hecho poderoso. Pero si hubiera podido deleitarse más en Dios cuando estaba cubierto de llagas, eso habría sido casi sobrehumano. Pienso que puedo decir que eso habría sido equivalente a todo lo que la gracia puede realizar en un hombre.

Sin embargo,a menudo los creyentes se gozan en Dios más prontamente en medio de las aflicciones que cuando gozan de prosperidad. La alabanza a Dios suena mejor en la boca del horno de la aflicción que en la cima del monte de la comunión. Me parece a mí que estamos constituidos de tal manera, que a menos que Dios no tense las cuerdas de nuestro corazón con dolor y aflicción, nunca emitiremos una dulce melodía para Él. Entonces escucho una voz que dice: "¿Pero cuándo debe sentirse miserable el cristiano?" ¡Nunca, amigo, nunca! "¿Pero ni siquiera algunas veces?" No; si cumple con su deber. "¿Pero no debe un santo estar abatido algunas veces?" Los santos se abaten, pero no deberían estarlo. "Bueno, pero muchos de los santos de Dios están llenos de dudas y temores.!" Sé que es así, y es lamentable que suceda. "Pero algunos de los hijos de Dios guardan luto toda su vida." Por su propia culpa, pues el Señor no les ha pedido eso. Las Escrituras nos enseñan: "¡Regocijaos en el Señor siempre!" dice el Apóstol: "Otra vez os lo digo: ¡Regocijaos!" "Pero, ¿acaso no hay momentos en los que nos podemos entregar a nuestra vena melancólica y cultivar la tristeza?" Bueno si lo haces así, verás que pronto crece. Dios trata a sus hijos a menudo como sé que algunos padres tratan con sus hijos; si sus hijos rezan pidiendo aflicciones las tendrán hasta que comiencen a pedir con ganas que los libre de ellas. Si el pueblo de Dios no clama por nada, pronto tendrá algo por lo cual clamar. Si quiere agregar miseria a su vida, pronto verá muchas miserias sumadas a la suya. Pero en cuanto a la promesa y en cuanto al precepto, es la responsabilidad constante y el trabajo diario, cada hora, del verdadero creyente, deleitarse en el Señor su Dios.

Antes de dejar este punto, respondo otra pregunta. ¿Por qué es tan raro deleitarse en Dios? ¿Por qué se ve a tantos cristianos deprimidos? ¿Por qué hay tantos cristianos que dudan? ¿Por qué vemos también a tantas personas cuya religión más bien parece un yugo, un yugo muy pesado por cierto? Me temo que se debe a que el hombre que tiene una religión que no es del corazón! Hay hombres que profesan ser cristianos pero que son reconocidos hipócritas por el hecho que su religión está en contra de su voluntad. Pero el verdadero cristiano se entrega a su religión con ardor y deleite, por la Gracia Divina. La ama, se deleita en ella. Una de las mejores pruebas para discernir entre un hipócrita y un verdadero cristiano, es esta: Job dice del hipócrita: "¿Se deleitará en el Todopoderoso?" No, el hipócrita estará a disgusto. El hipócrita será infeliz y nunca podrá deleitarse en Dios como regla. El hipócrita puede experimentar cierto gozo en las circunstancias externas, pues aun Herodes escuchaba con agrado a Juan. Pero eso es sólo un espasmo. Sólo el verdadero creyente puede tener una constante y permanente satisfacción y deleite en el servicio y el amor de Dios. Esta es una evidencia tan segura e infalible, que si alguno de ustedes se deleita en Dios, yo concluyo sin ninguna duda, que su alma se ha salvado. Pero si por otro lado no experimenta ningún deleite en Dios, de ningún tipo, yo dudaría que haya conocido a Dios, pues de haberlo conocido debería experimentar algún grado de deleite en Él.

¿Pero, de qué sirve este deleite? podría preguntar alguien. ¿Por qué los cristianos deben ser personas alegres? Pues es bueno en todos los sentidos. Es bueno para nuestro Dios. Cuando nosotros somos felices, damos honor a Dios. También es bueno para nosotros. Eso nos fortalece. "No os entristezcáis, porque el gozo del Señor es vuestra fortaleza." Es bueno para los impíos. Porque cuando ven que los cristianos se alegran, ansían ser creyentes ellos también. Es bueno para nuestros hermanos cristianos. Los consuela y les levanta el ánimo. Si por el contrario, nos vemos deprimidos, propagaremos la enfermedad y otros estarán infelices y deprimidos también. Por todas estas razones y por muchas más que podrían argumentarse, es una cosa buena y placentera que un creyente se deleite en Dios. II. Ahora voy a referirme al segundo punto del tema, brevemente. "Y él te concederá los anhelos de tu corazón." AQUÍ TENEMOS UNA PROMESA MÁS PRECIOSA QUE LOS RUBÍES.

¿Qué conexión hay entre la primera parte del texto, "Deléitate en el Señor" y la segunda, "Y él te concederá los anhelos de tu corazón"? Hay esta conexión: los que se deleitan en Dios califican para que se cumpla en ellos la promesa. Están calificados, en primer lugar, en cuanto a sus deseos. No sería sensato que Dios cumpliera los deseos de los corazones de todo el mundo; sería más bien la ruina de ellos. Una de las mejores cosas que hace el Señor a favor de ciertos hombres es contenerlos y frustrarles el camino. Muchos hombres han llegado al cielo porque no les fueron cumplidos sus deseos, y, más bien, se habrían ido al infierno si se les hubieran cumplido. Los impíos tienen deseos que los llevarían al hoyo, y cuando rehúsa cumplirles sus deseos, es como si Él hubiera puesto cadenas y postes y barreras en el camino para evitar que fueran en "entrega inmediata" a su propia destrucción. El impío no está calificado para recibir la promesa, porque desea cosas que no dan gloria a Dios ni le benefician a él mismo. Pero cuando un hombre se deleita en Dios, entonces sus deseos son de naturaleza tal que Dios puede ser glorificado al cumplir sus deseos, y el hombre puede beneficiarse al recibir ese cumplimiento. También, deleitarse en Dios califica al creyente no sólo para desear lo correcto, sino para usarlo en forma correcta. Si algunos hombres obtuvieran lo que desean sus corazones, harían un mal uso de lo que obtienen, a pesar de todo. Y así les ocurriría lo que pasó con los antiguos israelitas, que mientras aún tenían la carne en su boca, les vino la maldición de Dios. Pero el que se deleita en Dios, cualquier cosa que obtenga, la sabe utilizar muy bien. Cuando el creyente se deleita en Dios, cualquier cosa que reciba de Dios la gastará adecuadamente. Esto no es un sacrificio para él, ni mucho menos un dios ante el cual se inclinará ni adorará.

Pero, por la gracia de Dios, el creyente convierte todo en un medio de servir mejor a Dios y deleitarse más en su Señor. Los ríos de los hombres del mundo corren en dirección opuesta al mar. En cambio los ríos de los hombres cristianos, corren hacia el mar. Si un hombre del mundo navega sobre el arroyo de sus misericordias, se aleja más y más de Dios y se convierte más y más en un idólatra. Pero cuando el cristiano recibe misericordias, navega cada vez más cerca de su Dios. Y así sus misericordias se convierten en autopistas que conducen al Trono del mismo Dios. Sin embargo, alguien se preguntará, ¿cuáles son esos deseos que nos serán concedidos con seguridad? Ahora, mis amigos, debemos identificar a los que se deleitan en Dios, y estoy seguro que el radio de acción de sus deseos es bastante limitado. Si tuviera el deseo de mi Dios hoy, no es mucho decir que no hay cosa terrenal que yo pudiera desear ya que: "Todo lo he recibido y tengo abundancia." Si el Apóstol Pablo se encontrara aquí, quien no poseía nada, y a menudo se encontraba sin ropa, y pobre, y miserable; estoy persuadido que si viera cumplido su deseo, diría: "No hay nada que deseo, absolutamente nada sobre la tierra, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo." Pero si debo tener algún deseo, hermanos míos, sé lo que desearía. Desearía ser perfecto, ser libre de todo pecado, de toda imperfección, de mi yo, de toda tentación, de toda forma de amor al mundo y de todo cuidado de cualquier tipo que sea contrario a la Palabra de Dios. ¿Acaso no es ese el deseo de los que se deleitan en Dios? Tu deseo se verá cumplido; el Señor te dará el cumplimiento del deseo de tu corazón. Pero oigo que alguien comenta: "Si pudiera ver mi deseo cumplido sería que yo pudiera vivir más cerca de Cristo. Deseo tener una comunión más constante con Él. Anhelo conocerle a Él y el poder de Su resurrección, ser hecho semejante a Él en Su muerte." Hermano mío, me uno a tu deseo. Estoy seguro que si te ofrecieran diez reinos por un lado, y esta comunión con Cristo por el otro, ¿me equivoco acaso cuando digo que preferirías tener comunión con Cristo a todos esos reinos? Pues bien, el Señor te concederá los anhelos de tu corazón. Solamente deléitate en el Señor tu Dios.

Alguien más dice: "si yo pudiera ver cumplido mi deseo, quisiera tener todas esas cosas pero además quisiera poder ser útil todo el tiempo." Ah, ¡ser útil! "Si mi deseo fuera concedido, me gustaría ser útil. Ganar coronas para Cristo, salvar almas para Él , traer al redil ovejas perdidas." Amigas y amigos, deléitense en el Señor y Él les concederá sus anhelos. Tal vez no exactamente de la forma que ustedes lo expresarían. Tal vez no puedan servir en la esfera en que ustedes aspiran, pero sin duda serán de utilidad de la manera que Dios quiere y en la medida que Él quiere.

Sin embargo, debo agregar una cosa. Tengo un deseo, que si lo pudiera compartir, sabiendo que me será concedido, sería este anhelo que todos ustedes se conviertan. Madres y padres, ¿acaso no dicen ustedes: "El anhelo de mi corazón es que mis hijos se salven, no tengo mayor gozo que este, que mis hijos caminen en la Verdad de Dios?" Mi más ferviente deseo, mi más caro anhelo, el deseo más elevado que conozco, el que mi alma siente con mayor intensidad, y que espera alcanzar con más ganas, una meta grande y altruista, es que cada uno de ustedes sea perfecto ante Dios al final de la vida.

Hay hombres que se deleita en el dinero, pero no obtiene su deseo. Obtiene su dinero, pero nunca alcanza la satisfacción que esperaba. Algunos han recibido todo lo que un hombre podría desear pero no han visto cumplido el deseo de su corazón. Se han deleitado en su oro, pero no han recibido el deseo de su corazón. Hay hombres que se han deleitado en la fama, y cuando la han tenido, habrían hecho cualquier cosa para liberarse de ella. Han sido grandes estadistas, o valerosos guerreros, y han alcanzado gran renombre. Pero habiendo obtenido toda la fama y habiendo llegado a su pináculo, no encontraron lo que ellos esperaban y han dicho: Hubiera preferido vivir en la oscuridad, porque tal vez así hubiera encontrado alguna satisfacción.

Algunos de ustedes poseen su casa en la ciudad, la otra en el campo y otra en la playa. Han concluido sus actividades productivas. ¿Se les ha concedido el anhelo de su corazón? Bien, pues no es así. Hay algo que todavía desean. Ah, sí, obtener el deseo del corazón de un hombre es como perseguir a un fantasma. Está aquí y allí y en todas partes; en un momento está sobre una colina y al ratito está allá abajo en el valle. Saltas sobre él pero ahora ya está sobre la siguiente colina allá, y en la que sigue, y tu búsqueda es inútil. En este mundo la satisfacción es como el diamante que el necio ve colocado al pie del arco iris. Corre para tomarlo pero conforme avanza, el arco iris se aleja para mantener siempre la misma distancia, y nunca puede encontrar lo que esperaba. Si quieres tener el deseo de tu corazón, deléitate en tu Dios. Dale tu amor. Dale tu corazón. Lánzate a lo profundo del arroyo y tendrás todo lo que pudieras desear. El deseo de tu corazón en todo su alcance te será concedido. ¿Hay alguien entre mis lectores que no se puede deleitar en Dios? ¿No puedes? Dices: ¿Cómo me puedo deleitar en Dios? Él está enojado conmigo. Tienes razón, no puedes. ¿Cómo puede deleitarse en Dios aquel cuyos pecados no han sido perdonados, sobre quien permanece en todo momento la ira de Dios? ¿Puede un hombre deleitarse ante un león rugiente o ante una osa en el campo a la que le han quitado sus crías? ¿Puede un hombre deleitarse en un fuego que consume? ¿Puede un hombre deleitarse ante la espada desnuda que busca traspasar su corazón? Dios es todo eso para ti mientras estés fuera de su gracia. ¿Cómo puedes entonces deleitarte en Dios? Hay un paso que es necesario: cree en el Señor Jesucristo, y entonces te deleitarás en el Señor. Esto es, confía en que serás salvado por Cristo. Ve y ponte en las manos de Cristo para que tus pecados te sean quitados. Y cuando hayas confiado en Cristo, sabrás que tus pecados te son perdonados, que has sido reconciliado con Dios por la muerte de su Hijo. Y puedes seguir tu camino y deleitarte en Dios, pues la promesa es esta: tu deseo será cumplido. Lo único que ahora necesitas es, hacer tus oraciones en forma correcta como lo vamos a estudiar en el siguiente capítulo. CAPÍTULO VIII

LA FORMA DE HACER LA ORACIÓN PARA RECIBIR LAS BENDICIONES QUE DIOS NOS HA PROMETIDO EN SU PALABRA

"Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas." Marcos 11:24 Antes de entrar al tema "Formas de hacer oración para recibir las bendiciones que Dios nos ha prometido en Su palabra", es necesario que conozcamos los diferentes textos bíblicos que nos hablan de la fe. Los textos los he seleccionado de diferentes traducciones bíblicas y, como se darán cuenta, todos ellos concuerdan entre si.

LA FE COMO UN GRANO DE MOSTAZA Versos Paralelos La Biblia de las Américas LUCAS 17:6 Entonces el Señor dijo: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: Desarráigate y plántate en el mar. Y os obedecería".

Reina Valera Gómez Y el Señor dijo: "Si tuviereis fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería".

Reina Valera 2009 Entonces el Señor dijo: "Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diréis á este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecerá".

Biblia del Jubileo 2000 Entonces el Señor dijo: "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diréis a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecerá".

Sagradas Escrituras 1569 Entonces el Señor dijo: "Si tuvieseis fe como un grano de mostaza, diréis a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecerá".

Versos Paralelos La Biblia de las Américas MATEO 17:20 Y El les dijo: "Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible".

Reina Valera Gómez Y Jesús les dijo: "Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible".

Reina Valera 2009 Y Jesús les dijo: "Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis á este monte: Pásate de aquí allá: y se pasará: y nada os será imposible".

Biblia del Jubileo 2000 Y Jesús les dijo: "Por vuestra infidelidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá; y se pasará; y nada os será imposible".

Sagradas Escrituras 1569 Y Jesús les dijo: "Por vuestra infidelidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá; y se pasará; y nada os será imposible".

QUÍTATE Y HÉCHATE AL MAR, ASÍ SUCEDERÁ: MATEO 21:21 Versos Paralelos La Biblia de las Américas Respondiendo Jesús, les dijo: "En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que aun si decís a este monte: Quítate y échate al mar, así sucederá".

Reina Valera Gómez Y respondiendo Jesús les dijo: "De cierto os digo que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis:

Quítate y échate en el mar, será hecho".

Reina Valera 2009 Y respondiendo Jesús les dijo: "De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera: mas si á este monte dijereis: Quítate y échate en la mar, será hecho".

Biblia del Jubileo 2000 Y respondiendo Jesús les dijo: "De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto a la higuera; mas si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho".

Sagradas Escrituras 1569 Y respondiendo Jesús les dijo: "De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto a la higuera; mas si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho".

TODO LO QUE PIDAS AL PADRE EN MI NOMBRE EL LO CONCEDERÁ JUAN 15:16 Versos Paralelos La Biblia de las Américas "Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros, y os designé para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda." La Nueva Biblia de los Hispanos "Ustedes no me escogieron a Mí, sino que Yo los escogí a ustedes, y los designé para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca; para que todo lo que pidan al Padre en Mi nombre se lo conceda." Reina Valera Gómez "No me elegisteis vosotros a mí; sino que yo os elegí a vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre; Él os lo dé." Reina Valera 1909 "No me elegisteis vosotros á mí, mas yo os elegí á vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca: para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé." Biblia Jubileo 2000 "No me elegisteis vosotros a mí, mas yo os elegí a vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé." Sagrada Escritura 1569 "No me elegisteis vosotros a mí , mas yo os elegí a vosotros; y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé. " TODO LO QUE PIDAS AL PADRE EN MI NOMBRE YO LO HARÉ JUAN 14:13 Versos Paralelos La Biblia de las Américas "Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo." La Nueva Biblia de los Hispanos "Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo." Reina Valera Gómez "Y todo lo que pidiereis en mi nombre, esto haré; para que el Padre sea glorificado en el Hijo." Reina Valera 2009 "Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo." Biblia del Jubileo 2000 "Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo." Sagradas Escrituras 1569 "Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo." SI PIDES ALGO EN MI NOMBRE LO HARÉ JUAN 14:14 Versos Paralelos La Biblia de las Américas "Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré." La Nueva Biblia de los Hispanos "Si Me piden algo en Mi nombre, Yo lo haré." Reina Valera Gómez "Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré." Reina Valera 2009 "Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré." Biblia del Jubileo 2000 "Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré." Sagradas Escrituras 1569 "Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. " SI PIDES ALGO AL PADRE EL SE LOS DARÁ EN MI NOMBRE JUAN 16:23 Versos Paralelos La Biblia de las Américas "En aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre, os lo dará en mi nombre." La Nueva Biblia de los Hispanos "En aquel día no Me preguntarán nada. En verdad les digo, que si piden algo al Padre en Mi nombre, El se lo dará." Reina Valera Gómez "En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará." Reina Valera 2009 "Y aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará." Biblia del Jubileo 2000 "Y aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis a mi Padre en mi nombre, os lo dará." Sagradas Escrituras 1569 "Aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis a mi Padre en mi nombre, os lo dará." PIDAN EN MI NOMBRE Y YO ROGARÉ AL PADRE POR USTEDES JUAN 16:26 Versos Paralelos La Biblia de las Américas "En ese día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros," La Nueva Biblia de los Hispanos "En ese día pedirán en Mi nombre, y no les digo que Yo rogaré al Padre por ustedes," Reina Valera Gómez "Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros;" Reina valera 1909 "Aquel día pediréis en mi nombre: y no os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros;" Biblia del Jubileo 2000 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros;" Sagradas Escrituras 1569 "En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros;" PIDAN Y SE LES DARÁ, BUSQUEN Y ENCONTRARÁN, LLAMEN Y SE LES ABRIRÁ Mateo 7:7-11 "Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el cielo dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!" SI DOS SE UNEN A PEDIR ALGO, MI PADRE LO CONCEDERÁ Mateo 18:19-20 "También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".

Mateo 21:22 "Todo lo que pidan en la oración con fe, lo alcanzarán".

Marcos 11:24 "Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas." Estos textos son la herencia, no sólo de los apóstoles, sino de todos aquellos que caminan en la fe de los apóstoles, creyendo en las promesas del Señor Jesucristo. Será que Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo nos han mentido en Su Palabra plasmada en la Santa Biblia? Será que tuvieron alguna vez cierta validez pero que hoy en día ya han pasado a la historia? Por qué si nosotros rezamos todos los días, a pesar de nuestras oraciones no somos escuchados en nuestras peticiones? Es que no sabemos rezar? Es que rezamos sin saber lo que decimos y sólo nos dedicamos a hacer una serie de repeticiones que son inoficiosas?. Qué pasa realmente que no somos escuchados o Dios tarda tanto para respondernos si acaso nos responde?. Dónde está el error? El error es bíblico? El error es nuestro?.

Bien, vamos a intentar dar algún tipo de explicación al respecto con objeto de aclarar un poco el asunto pero antes, leamos con mucha atención los versículos siguientes. Todos estos versos nos hablan de la FE y la CONFIANZA que debemos depositar en el Padre y su hijo Jesucristo en oración para que ésta sea atendida.

· "Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: Desarráigate y plántate en el mar. Y os obedecería".

· "Por vuestra poca fe; porque en verdad os digo que si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible".

· "Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo."

· "Si Me piden algo en Mi nombre, Yo lo haré."

· "En aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre, os lo dará en mi nombre."

· "En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo, que yo rogaré al Padre por vosotros;"

· "Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.

· "También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá…".

· "Todo lo que pidan en la oración con fe, lo alcanzarán".

· "Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas." Cómo lograr que las promesas que hemos leido se materialicen en nuestra vida? Existe alguna fórmula que desconocemos? Claro que si, vamos allá. ¿CÓMO DEBEMOS REZAR PARA SER ESCUCHADOS? ¿Existe alguna fórmula especial? Existen ciertas cualidades esenciales que son necesarias para que la oración sea grandemente exitosa y prevaleciente:

1. OBJETIVOS DEFINIDOS: De acuerdo a la descripción que hizo nuestro Salvador de la oración, siempre tenemos que tener algunos Objetivos Definidos por los que debemos implorar. Jesús habla de cosas: "Todas las cosas por las que oréis y pidáis." Parece, entonces, que no dispuso que los hijos de Dios vinieran a Él en oración, cuando no tuvieran nada que pedir.

2. DESEO VEHEMENTE: Otro requisito esencial de la oración es un Deseo Vehemente; pues el Maestro supone aquí que cuando oramos tenemos deseos.

3. FE FIRME: Ahora, la Fe es una cualidad esencial de la oración exitosa: "Creed que ya las habéis recibido." No pueden ser oídos en el cielo y recibir una respuesta satisfactoria para su alma, a menos que crean que Dios realmente les oye y que les responderá. Una expectación de cumplimiento debe acompañar siempre a una Fe Firme: "creed que ya las habéis recibido." No se trata simplemente de creer que las recibiremos sino de creer que realmente las hemos recibido. Considerarlas como ya recibidas, como si ya contáramos con ellas, y actuar de manera correspondiente: actuar como si estuviésemos seguros de obtenerlas: "Creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas." Para que la oración tenga algún valor, debe tener peticiones definidas por las cuales suplicar. ¿Te has puesto de rodilla alguna vez sin haber pensado de antemano lo qué quieres pedirle a Dios? Muchos lo hacen por costumbre, sin ninguna motivación de corazón. Cuando el cristiano está orando, puede sobrevenirle un deseo real, y alcanzar su fin, pero cuánto mejor le iría si, habiendo preparado su alma mediante la reflexión y un autoexamen, viniera a Dios con una súplica real, con un objetivo que quiere alcanzar.

Lo mismo sucede con el hijo de Dios. Él debe ser capaz de responder a la importante pregunta: "¿Cuál es tu petición? ¿Cuál es tu demanda? ¿cómo es que van a Dios sin saber qué es lo que necesitan obtener? Si tuvieran algún propósito, no encontrarían nunca que la oración es un trabajo monótono y pesado; estoy persuadido que la anhelarían vehementemente. Dirían: "Hay algo que necesito de Dios, voy a pedírselo ahora mismo; tengo una necesidad, y necesito verla satisfecha, y anhelo poder estar solo, para derramar mi corazón delante de Él, y pedirle esta cosa importante por la que mi alma suspira sinceramente".

Es provechoso para tus oraciones que tengas objetivos a los que apuntar, y también pienso que es provechoso si cuentas con algunas personas que puedan mencionar en sus oraciones. No pidan a Dios simplemente por los pecadores en general, sino siempre mencionen a algunos pecadores específicos.

Cuando ores al Señor, dile lo que necesitas. Si no tienes dinero suficiente, si estás en la pobreza, si sufres estrecheces, presenta tu caso. No vengas con una fingida modestia delante de Dios. Ve de inmediato al punto; habla honestamente con Él. Él no necesita de un circunloquio como el que usan constantemente los hombres cuando no quieren decir abiertamente lo que tienen en mente. Si no necesitas ninguna misericordia, ni espiritual ni temporal, dilo. No rebusques en la Biblia para encontrar palabras con las cuales expresarte. Declara tus necesidades con las palabras que naturalmente broten de ti. Serán las mejores palabras, puedes estar seguro de ello. Las palabras de Abraham eran las mejores palabras para Abraham, y las tuyas son las mejores para ti. Reza utilizando tus propias palabras. Habla claramente con Dios; pide de inmediato lo que necesitas. Nombra personas, nombra cosas, y apunta directamente a la mira de tus súplicas. Pero" -dirá alguno- yo no siento que tenga algunos objetivos especiales por los cuales orar. ¿Acaso amamos tanto a Cristo que no tenemos necesidad de orar para que le amemos más? ¿Poseemos tanta fe que hemos cesado de clamar: "Señor, aumenta nuestra fe"? Estoy seguro que siempre descubrirás muy pronto, mediante un pequeño examen de conciencia, que hay algún objetivo legítimo por el que pueden tocar a la puerta de la misericordia y clamar: "Concédeme, Señor, el deseo de mi corazón." Y si no tienes ningún deseo, basta con que le preguntes al primer cristiano atribulado que encuentres, y él te compartirá uno. Cuando hayas terminado con lo tuyo, suplica por otros; y si no te encuentras con alguien que pueda sugerirte un tema, mira a esta Sodoma, tu ciudad como otra Gomorra desplegada ante ti; llévala constantemente en tus oraciones delante de Dios y clama por tu ciudad o país.

Junto con un objetivo de oración muy definido, es igualmente necesario que haya un deseo verdadero para alcanzarlo. Las oraciones frías -afirma un viejo teólogo- piden ser rechazadas. Cuando le pedimos al Señor con tibieza, sin fervor, es como si detuviésemos Su mano, y le impidiésemos darnos las mismas bendiciones que pretendemos estar buscando. Cuando tengas tu objetivo bajo la mira, ve y reza, reza con confianza y pide, suplica se te conceda ese deseo de tu corazón, deseo que no va en desmedro de otras personas al ser concedido.

Para rezar debemos tener tal deseo por la cosa que necesitamos, que no nos levantaremos hasta que lo hayamos obtenido: mas, sin embargo, siempre en sumisión a Su voluntad divina. Sintiendo que lo que pedimos no puede ser malo, y que Él mismo lo ha prometido, tenemos la determinación que nos sea otorgado, y si no lo fuera, argumentaremos la promesa, una y otra vez, hasta que las puertas del cielo sean sacudidas antes de que nuestras súplicas cesen. No nos debemos sorprender que Dios no nos haya bendecido tanto últimamente, pues no somos fervientes en la oración como deberíamos serlo. Oh, esas oraciones provenientes de un corazón frío que se mueren en nuestros labios, esas súplicas congeladas: si no mueven los corazones de los hombres, ¿cómo habrían de mover el corazón de Dios? No brotan de nuestras propias almas, no provienen de las profundas fuentes secretas de lo íntimo de nuestro corazón, y, por tanto, no pueden elevarse a Él, que únicamente escucha el clamor del alma, ante quien la hipocresía no puede tejer ningún velo, o la formalidad no puede practicar ninguna simulación. Debemos ser sinceros, pues de otra manera no tendremos ningún derecho a esperar que el Señor escuche nuestra oración. Y seguramente, si comprendiéramos la grandeza del Ser ante quien suplicamos, sería suficiente para reprimir toda ligereza y constreñirnos a una incesante sinceridad. ¿Entraré en Tu presencia, oh Dios mío, para burlarme de Ti con palabras salidas de un corazón frío? No tenemos idea de cuántas de nuestras oraciones son una abominación al Señor. Sería una abominación para todos si oyéramos a unos individuos pidiéndonos algo en la calle sin necesitarlo o como si no necesitasen lo que pedían. Pero, ¿acaso no hemos hecho lo mismo con Dios? Eso que es la mayor bendición del cielo para el hombre, ¿no se ha convertido en un deber árido y muerto? Se decía de John Bradford (pastor protestante de Inglaterra) que tenía un arte peculiar para orar, y cuando se le preguntó su secreto, respondió: "cuando sé lo que necesito, siempre me quedo en esa oración hasta que siento que la he argumentado con Dios, y hasta que Dios y yo hemos llegado a un acuerdo al respecto. Yo nunca prosigo con otra petición hasta no haber completado la primera." Hay muchos que en sus oraciones comienzan diciendo: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre;" y sin advertir el pensamiento de adoración contenido en: "santificado sea tu nombre," comienzan a repetir las siguientes palabras: "Venga tu reino"; luego, tal vez, algo impresione su mente: "¿realmente deseo que venga Su reino? Si llegara a venir ahora ¿dónde estaría yo?" Y mientras están pensando en eso, su voz sigue adelante con: "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra;" de esta manera mezclan sus oraciones y dicen las frases de corrido. Deténte al final de cada frase hasta que verdaderamente esta hayan brotado de las profundidades de tu alma. No pongas dos flechas en la cuerda a la vez, porque ninguna dará en el blanco. Miren a la propia Oración del Señor. Qué trazos tan claro y definidos se observan en ella. No vemos confusión, sino un orden bellísimo. Que sea lo mismo con tus oraciones. Quédate en una petición hasta que hayan prevalecido con esa, y luego pasa a la siguiente. Con objetivos definidos y con ardientes deseos entremezclados, hay una alborada de esperanza de que prevalecerán con Dios. Pero otra vez: estas cosas no servirían de nada si no estuvieran mezcladas con una cualidad divina todavía más esencial, es decir, una Fe Firme en Dios. Yo te pregunto: ¿crees en la oración? ¿crees en el poder de la oración? Hay un gran número de cristianos que no. Piensan que es algo bueno, y creen que algunas veces hace maravillas; pero no creen que la oración, la oración real, tenga siempre éxito. La oración es el mayor poder en el universo entero; que tiene una fuerza más omnipotente que la electricidad, que la atracción, que la gravedad, o que cualquier otra de estas fuerzas secretas que los hombres han llamado por nombres, pero que no entienden. La oración tiene una influencia tan invariable, tan segura, tan verdadera, tan palpable sobre el universo entero, como cualquiera de las leyes de la materia. Cuando un hombre reza realmente, no se pregunta si Dios le oirá o no. Sabe que Dios le oye. No porque haya alguna compulsión en la oración, sino porque hay una dulce y bendita compulsión (impulso incontenible y apasionado) en la promesa. Como es el sublime y verdadero Dios, no puede negarse a Sí mismo.

Las oraciones del pueblo de Dios no son sino peticiones de las promesas de Dios musitadas por corazones vivos. No pregunten: ¿cómo pueden mis oraciones materializarse? Se materializan en la medida de tu fe puesta en ella, pues con fe, estas brotan inspiradas por el Espíritu Santo y se van a materializar. Con Fe, tú tienes poder en la oración y la conviccioón de ser escuchado. El oído del propio Dios la escuchará y la mano de Dios mismo cederá a tu voluntad. Él te pide que clames: "Hágase tu voluntad," y tu voluntad será hecha. Cuando tú puedes argumentar Su promesa entonces tu voluntad es Su voluntad siempre y cuando, como ya he señalado, lo que pidas no vaya en desmedro de otras personas, al contrario, sea para bien de muchos. ¿No parece algo sobrecogedor, mis queridos amigos, tener tal poder en las manos de uno como el poder de orar? Basta que tenga fe en Dios, y no habrá nada imposible para él. Serás libertado de lo profundo de las aguas, serás rescatado de las más penosas aflicciones, en los días de hambre serás saciado, serás librado de la peste, en medio de la calamidad caminarás con paso firme y fuerte, si crees simplemente en las promesas y las levantas delante de los ojos de Dios y argumentas con la convicción de una confianza inconmovible. Pero tenemos que tener fe; tenemos que creer que la oración es lo que es, o de lo contrario no es lo que debería ser. A menos que crea que mi oración es eficaz, no lo será, pues dependerá de mí en gran medida. Dios me puede otorgar la misericordia aun cuando no tenga fe; eso dependerá de Su propia gracia soberana, pero Él no ha prometido hacerlo. Pero cuando yo tengo fe, y puedo argumentar la promesa con verdadero deseo, ya no es más una probabilidad si voy a obtener la bendición, o si mi voluntad se verá cumplida. A menos que el Eterno se aparte de Su Palabra, a menos que el juramento que ha dado sea revocado, y Él mismo cese de ser lo que es, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. Y ahora, subiendo otro escalón, conjuntamente con objetivos definidos, debe haber fervientes deseos y fe firme en la eficacia de la oración, y, ¡oh, que la gracia divina lo haga una realidad en nosotros! Deberíamos ser capaces de contar las misericordias antes de recibirlas, creyendo que vienen en camino. Dios sopla el deseo en nuestros corazones, y tan pronto como el deseo está allí, antes de que llamemos, Él comienza a responder. Antes de que las palabras hayan recorrido la mitad de su camino al cielo, mientras todavía están temblorosas sobre los labios (conociendo las palabras que queremos decir) comienza a responderlas, y envía al ángel; el ángel llega y trae la bendición solicitada. Algunas personas piensan que las cosas espirituales son sueños, y que estamos hablando de cosas imaginarias. No, yo creo que hay tanta realidad en la oración de un cristiano como la que hay en un relámpago; y la utilidad y excelencia de la oración de un cristiano puede ser tan conocida sensiblemente, como el poder de un rayo cuando parte un árbol, quiebra sus ramas y lo sacude hasta en su propia raíz. La oración no es una imaginación ni una ficción; es una cosa verdadera y real que tiene el poder de que el Sublime y Santo ponga atención al deseo de su pobre pero favorecida criatura humana. Pero necesitamos creer en esto siempre. Necesitamos una seguridad en la eficacia de la oración. ¡Necesitamos contar las misericordias antes de que sean otorgadas! ¡Necesitamos estar seguros que van a llegar! ¡Necesitamos actuar como si ya las tuviésemos! Cuando hayas pedido por tu pan de cada día, deben creer que Dios te ha oído y te lo dará. Cuando hayan presentado el caso de tu hijo enfermo delante de Dios, debes creer que el niño se recuperará, y si no fuera así, que entonces será mayor bendición para ti y mayor gloria a Dios, y así dejarlo todo en Sus manos. Poder decir: "yo sé que me ha escuchado ahora; sobre la atalaya estaré yo continuamente; buscaré a mi Dios y oiré lo que tenga que decir a mi alma." ¿Te viste frustrado alguna vez que habiendo orado en fe y habiendo esperado una respuesta no lograste nada? Dios nunca ha denegado la petición que le hacemos cuando hemos apoyado la petición con fe en Su disposición a escucharnos, y en la seguridad de Su promesa.

Alguien podría preguntarse: ¿podemos pedir por cosas temporales? Claro que podemos hacer eso. En todo den a conocer sus necesidades a Dios. La oración no es únicamente para lo espiritual, -aunque si bien es cierto es lo más importante pues las otras cosas nos son añadidas-, sino también para las preocupaciones cotidianas. Lleva tus más pequeñas preocupaciones delante de Él. Él es un Dios que oye la oración. Él es el Dios de tu hogar así como el Dios del santuario.

Todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas. Recuerda que el Señor no te escuchará por la aritmética de tus oraciones; Él no cuenta su número. Él no te escuchará por la retórica de tus oraciones; no le importa el lenguaje elocuente en el que son transmitidas. Él no te escuchará por la geometría de tus oraciones; no las calcula por su longitud, ni por su anchura. No te considerará por la música de tus oraciones; no le importan las dulces voces, ni las frases armoniosas. Tampoco te mirará por la lógica de tus oraciones; porque estén bien arregladas y excelentemente compartidas. Pero Él te oirá, y medirá la cantidad de bendición que te otorgará, de acuerdo a la fe y convición de tus oraciones. Si puedes argumentar la persona de Cristo, y si el Espíritu Santo te inspira con celo y sinceridad, las bendiciones que pidas, de seguro vendrán a ti.

Miremos hacia arriba y lloremos. Oh Dios, Tú nos has dado un arma poderosa, y hemos dejado que se llene de herrumbre. Tú nos has dado la oración que es poderosa como Tú mismo, y hemos dejado que su poder permanezca dormido. ¿No constituiría un vil crimen si se le diera a un hombre un ojo que no quisiera abrir, o una mano que no quisiera levantar, o un pie que se quedara tieso por falta de uso? Ah, y, ¿qué diríamos de nosotros cuando Dios nos ha dado poder en la oración, poder sin par, lleno de bendición para nosotros mismos, y de innumerables misericordias para otros, y sin embargo, ese poder permanece quieto?. Oh, si el universo se quedara quieto como nosotros, ¿dónde estaríamos? Oh, Dios, Tú le das luz al sol y el sol brilla con ella. Tú le das luz a las estrellas y ellas titilan. A los vientos les das fuerza y ellos soplan. Y al aire Tú le das vida y se mueve, y los hombres respiran ese aire. Pero a tu pueblo Tú le has dado un don que es mejor que la fuerza, y la vida, y la luz, y, sin embargo, ese pueblo permite que se quede quieto. Olvidándose que blanden el poder, raras veces lo ejercitan, aunque sería bendecido para incontables miríadas. Llora, hombre cristiano.

Constantino, el emperador de Roma, vio que en las monedas de los otros emperadores, sus efigies estaban en una postura erecta: triunfante. En lugar de eso, él ordenó que su efigie fuera grabada de rodillas, pues dijo: "esa es la postura en la que he triunfado". Nunca triunfaremos hasta que nuestra efigie sea grabada de rodillas. La razón por la que hemos sido derrotados, y por qué nuestros estandartes se arrastran en el polvo, es porque no hemos orado o no hemos rezado como corresponde. Vayan, vayan de regreso a su Dios, con tristeza, y confiesen delante de Él, ustedes hijos de Efraín, que estuvieron armados y llevaban arcos, pero dieron sus espaldas en el día de la batalla. Vayan a su Dios y díganle que si no fueran salvadas las almas, no es porque Él no tenga el poder de salvar, sino porque no han laborado copiosamente como si estuviesen de parto por los pecadores que perecen.

Despierten, despierten, ustedes que son el pueblo de Israel; sorpréndanse ustedes, descuidados; ustedes que han descuidado la oración; ustedes pecadores que están en el propio centro de Sion, y que han permanecido tranquilos. Despiértense; luchen y esfuércense con su Dios, y entonces recibirán la bendición: la lluvia temprana y la tardía de Su misericordia, y la tierra producirá en abundancia, y todas las naciones la llamarán bienaventurada.

Una vez más, miren hacia arriba y gócense. Aunque han pecado en contra de Él, a pesar de eso los ama. No han orado ni han buscado Su rostro, pero, he aquí, Él todavía clama a ustedes: "Buscad mi rostro;" y no ha dicho: "En vano me buscáis." Tal vez no han ido a la fuente, pero ella sigue corriendo tan libremente como antes. Han cerrado sus ojos a ese sol, pero todavía brilla sobre ustedes con todo su lustre. No se han acercado a Dios, pero Él los espera para derramar Su gracia, y está listo para oír todas tus peticiones. He aquí, Él les dice: "Pregúntenme acerca de las cosas venideras, y en lo concerniente a mis hijos y a mis hijas, pídeme." ¡Qué cosa tan bendita es que el Señor del cielo esté siempre listo para oír!

Cristiano, mira hacia arriba y regocíjate. Siempre hay un oído abierto para una boca abierta. Siempre hay una mano lista cuando hay un corazón listo. No tienes más que clamar y el Señor oirá; es más, antes de que llames, Él responderá, y mientras estés hablando, Él oirá. ¡Oh, entonces no seas tardo en la oración. Acércate a Él cuando llegues a tu casa; no, en el propio camino alza tu corazón silenciosamente; y cualesquiera que sean tus peticiones o tus súplicas, pídelo todo en el nombre de Jesús, y te será concedido. Miren hacia arriba, queridos hermanos cristianos, y enmienden sus oraciones de ahora en adelante. No miren más a la oración como una ficción romántica o como un arduo deber; mírenla como un poder real, como un placer real.

Oh hombres cristianos, y, ¿desarrollará grandiosas obras tan magnífico Ingeniero, manifestando Su poder, y tendrán ustedes un poder superior al que jamás haya tenido algún hombre, aparte de Su Dios, y permitirán que permanezca inmóvil? No, piensen en un grandioso objetivo, y ejerciten la musculatura de su oración para alcanzarlo. Que cada vena de su corazón esté saturada con la rica sangre del deseo, y luchen, y contiendan, y tiren con fuerza y esfuércense con Dios para alcanzarlo, usando las promesas y argumentando los atributos, y vean si Dios no les concede el deseo de su corazón. Los reto a que sobrepasen en oración la munificencia de mi Señor. Les arrojo el guante del desafío. Crean que es más de lo que es; abran su boca tan grande que Él no pueda llenarla; vayan ahora a Él por más fe de la que garantiza la promesa; aventúrense, arriésguense, sobrepasen al Eterno si eso fuera posible; inténtenlo.

Tomen sus peticiones y necesidades y vean si no las honra. Prueben si creyendo en Él, no les cumple la promesa, y los bendice ricamente con el aceite de la unción de Su Espíritu por el cual ustedes serán potentes en la oración. Sé que hay algunos que se hacen llamar cristianos que nunca han orado en su vida. Han dicho una forma de oración, tal vez, muchos años, pero no han orado ni una sola vez. ¡Ah!, pobre alma, debe nacer de nuevo, y mientras no hayas nacido de nuevo, no puede orar. Pero permítanme preguntarte: ¿Anhela tu corazón la salvación? ¿Te ha susurrado el Espíritu: "Ven a Jesús, pecador, pues Él te oirá?" Crean en ese susurro, pues Él les oirá. La oración del pecador despierto es aceptable a Dios. Él oye a los de quebrantado corazón y también los sana. ¿Qué pensarías del rebelde que se apareciera delante de su soberano y le pidiera perdón con una daga ceñida al cinto, y con la declaración de su rebelión en su pecho? ¿Merecería ser perdonado? No podría merecerlo, de ninguna manera, y ciertamente merecería doble condenación por haberse burlado de esta manera de su señor, mientras pretendía pedir misericordia. Si una esposa hubiese abandonado a su marido, ¿piensan que podría tener la desfachatez de regresar con frente descarada y pedir su perdón apoyándose en el brazo de su amante? No, no podría tener tal desfachatez, y sin embargo, así sucede con muchos (tal vez pidiendo misericordia pero continuando en el pecado), pidiendo ser reconciliados con Dios, y sin embargo, albergando y entregándose a sus deseos. ¡Despierta! ¡Despierta!, y clama a tu Dios, tú que duermes. La barca se acerca a la roca, tal vez pueda chocar contra ella mañana y quedar deshecha, y tú podrías ser lanzado a los abismos insondables de la aflicción eterna. Invoca a tu Dios y cuando hayas clamado a Él, arroja tu pecado o no podrá oírte. Si alzas tus manos inmundas con una mentira en tu mano derecha, la oración sería indigna en tus labios. Oh, ven a Él, y dile: "quita toda iniquidad, recíbeme con gracia, ámame de pura gracia," y Él te oirá, y un día estarás como una persona más que vencedora delante del trono estrellado del que reina por siempre que, para verlo convertido en una realidad palpable, tenemos que aprender sobre el "Secreto del poder de la oración" en el capítulo siguiente. Así sea, Amen.

CAPÍTULO IX

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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