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El Creador




Enviado por Jesús Castro



  1. ¿Qué es la
    "nada"?
  2. Creatio ex nihilo
  3. Agustín de Hipona
  4. El
    Vacío y la Nada
  5. La
    Realidad
  6. El
    Creador
  7. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más
breve y satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada
en el libro del Génesis: ¿Creó Dios el mundo
a partir de la nada?

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Numerosas personas han creído y enseñado,
a lo largo de los siglos, que "Dios hizo el mundo de la nada".
Por ejemplo, hasta hace poco tiempo se ha difundido, e incluso
anteriormente se ha impuesto en algunos países, por el uso
de la fuerza religiosa politizada, el llamado "Catecismo de la
doctrina cristiana", en el que se dice que "Creador" significa
"que Dios lo ha hecho todo de la nada". También
está la llamada "Doctrina de la Creación",
formulada en agosto de 1977 por el Presbiterio General del
Concilio General de las Asambleas de Dios, que dice que "la
Biblia declara que Dios es el Creador de todas las cosas y que
Él existía antes que todo… Entonces tenemos un
principio genuino cuando Dios creó el Universo de la
nada". Y no sólo en Occidente, dentro de las llamadas
"iglesias cristianas", sino también en Oriente, en boca de
creyentes no cristianos, se escucha que "Dios ha creado de la
nada –incluido el mundo y las criaturas que lo
habitanel universo que observamos".

Existe una curiosa explicación
propuesta por la entidad denominada "Ciudad de Dios", bajo el
apartado "Fundamentos de Doctrina Apostólica", subapartado
"La Creación". Ahí se dice qu e "La Biblia
enseña que Dios hizo el universo de la nada. Es decir,
todo comenzó a existir, a entrar en el tiempo, a moverse,
cuando Dios sacó todos los seres a la existencia. El
concepto de creación, en sentido estricto, equivale a
sacar de la nada. Esta frase puede ser mal entendida, como
si la nada fuese una especie de materia prima de donde
salen los seres. Su verdadero sentido es sacar a la existencia
algo que no preexistía ni en su forma, ni en su
constitución molecular, ni en su masa atómica: algo
que no era. Por tanto, crear significa producir el ser, la
sustancia misma de las cosas. Los hombres pueden hacer cosas de
una materia preexistente; sólo Dios puede crear el mimo
ser. La Biblia enseña que Dios hizo el universo de la
nada. Antes del principio no existía ninguna cosa
material, ni existía el tiempo mismo. Solamente
existía Dios. El Génesis se refiere a la
creación ex nihilo (significa: creación de la
nada
), de toda la materia y energía de que se compone
el universo. Desde entonces, han variado de forma, pero no ha
sido necesaria otra creación".

Aparte de estas doctrinas, no todas las
enseñanzas que versan sobre la creación del mundo
se sienten consensuadas en cuanto a comulgar con un mismo
concepto de "la nada", sino que difieren en el sentido o
significado que atribuyen a esa "nada". Además, como
muchos maestros religiosos recurren al Génesis para apoyar
sus argumentos, tal vez sea conveniente intentar aclarar un poco
la participación del Génesis en esos puntos de
vista, entre otras cosas porque el Génesis corre el riesgo
de ser tergiversado. Por consiguiente, a lo largo de este
artículo, nos esforzaremos por captar el verdadero
significado que tanto el Génesis como las demás
Sagradas Escrituras transmiten sobre la obra divina de la
creación, con objeto de discernir si es posible detectar
hasta qué grado las fuentes sagradas son compatibles o no
con el concepto teológico de "creación ex
nihilo".

¿Qué es la
"nada"?.

Según la mayoría de los diccionarios, LA
NADA (nombre o substantivo) es la inexistencia, es decir, lo
opuesto a la existencia. Es el NO SER, o la carencia absoluta de
todo SER. Es ninguna cosa, o la negación absoluta de las
cosas. Puede hablarse de ella en sentido absoluto o en sentido
relativo.

La NADA ABSOLUTA sería la total inexistencia de
todo, un vacío total y completo, una especie de universo
de la nada. En cambio, la NADA RELATIVA sería la
inexistencia de algo o de alguien dentro de un entorno o un
universo que sí existe. De todas formas, este concepto, La
Nada, debido a lo borroso o difuso de su definición, se
presta fácilmente a engorrosas consideraciones racionales
y a inútiles teorías filosóficas y
teológicas.

Creatio ex
nihilo.

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La expresión "creatio ex nihilo" es una frase
latina que significa "creación de, desde o a partir de la
nada". Según la enciclopedia libre Wikipedia: «"Ex
nihilo" es una locución latina traducible por "de la nada"
o "desde la nada". En filosofía y teología, suele
emplearse en la expresión "creatio ex nihilo", haciendo
referencia a aquello que se crea a partir de la nada. Dentro del
ámbito científico, el concepto fue utilizado por la
teoría de la generación espontánea para
explicar la aparición de larvas de insectos y de gusanos
en la materia en descomposición… En teología, el
concepto "creatio ex nihilo" se usa en oposición a
"creatio ex materia", que significa creación a partir de
materia preexistente, y con "creatio ex deo" que es traducido
como creación a partir de un Dios, si bien puede
considerarse que esta última expresión
implica [para algunos teólogos] una
creación "ex nihilo"… Un número de antiguos
filósofos fomentaron el concepto de un dios como ser
supremo del mundo pero sin atribuirle la causa primaria de toda
existencia… Según la mitología griega el mundo
fue creado por uno o varios dioses a partir de materia
preexistente en un estado de caos».

También la Wikipedia, bajo el
epígrafe "Ex nihilo nihil fit", comenta: «Nada surge
de la nada, o "de la nada, nada proviene", son expresiones con
las que se indica un principio metafísico según el
cual ningún ente puede empezar a existir a partir de la
nada. La idea también se expresa mediante la
locución latina "ex nihilo nihil fit". Se suele atribuir
al filósofo griego Parménides… El principio suele
plantearse en relación al origen del universo. Dado que el
universo existe, entonces o bien existió siempre, o bien
tuvo un comienzo. Si tuvo un comienzo, entonces significa que
surgió de la nada, porque el universo es por
definición todo lo que existe. Pero esto contradice el
principio de que nada surge de la nada. Luego, si el principio es
cierto, el universo existió siempre. Siguiendo este tipo
de razonamientos, muchas religiones han postulado que el universo
no surgió de la nada, sino de un Dios creador, y que ese
Dios existió siempre… En la filosofía griega, un
principio relacionado era aquél según el cual un
ente no puede desaparecer en la nada, sino sólo
transformarse… El principio puede pensarse como un antecedente
de la ley de conservación de la masa y la ley de con
servación de la energía… El principio
también está muy ligado a la pregunta
filosófica que Martin Heidegger y Gottfried Leibniz, entre
otros, destacaron: ¿por qué hay ente, y no
más bien nada?».

Agustín de
Hipona.

Agustín de Hipona, en latín: Aurelius
Augustinus Hipponensis (San Agustín, para los
católicos), nació en Tagaste el 13 de noviembre del
año 354 y murió en Hippo Regius el 28 de agosto del
año 430. Es considerado, junto con Jerónimo de
Estridón, Gregorio Magno y Ambrosio de Milán, uno
de los cuatro más importantes Padres de la Iglesia
latina.

Según Agustín, Dios crea al
mundo a partir de la nada (creatio ex nihilo) . Esto quiere
decir que antes de la creación no
había ni materia ni tiempo. Únicamente
existía Dios y sus ideas. Al crear el mundo, Dios, crea
también el tiempo, lo que implica que Dios queda al margen
del tiempo. Las ideas eternas existentes en Dios son los factores
que constituyen el mundo y son la materia, el tiempo y la forma.
A partir de sus propias ideas, Dios creó una parte de los
seres ya en su forma perfecta e inmutable (los ángeles, el
alma, las estrellas). Otra parte de las criaturas está
sujeta al cambio como, por ejemplo, sucede con el cuerpo de los
seres vivos. Para explicar el surgimiento de este tipo de
materia, Agustín recurre a la teoría de los
gérmenes originarios (rationes seminales). Según
esta teoría, Dios implantaría en la materia los
gérmenes a partir de los cuales surgirían todos los
seres vivos. Dios es también el creador del tiempo,
concepto esencial en la filosofía agustiniana.

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El Vacío y
la Nada.

En la obra NUEVA VISIÓN DEL UNIVERSO,
Capítulo 3, Ediciones Cardeñoso (Vigo), el autor
(Gregorio Corrales) expresa unas interesantes reflexiones, que
exponemos a continuación:

«…Tengo aquí que aclarar al lector que la
confusión entre los conceptos de "vacío" y de
"nada" es un pecado que viene de lejos, viene desde que la
ciencia se empeñó en caminar de espaldas a la
filosofía… En este juego de conceptos a tres bandas, en
el que se pueden colocar las bolas como se quiera y llevar a la
confusión, solamente existe una realidad, una única
realidad, la del espaciotiempo. De los otros dos conceptos, uno
es relativo (el vacío) y el otro es inexistente (la
nada).

Vacío significa falta de contenido,
y por pura definición, como estamos viendo, siempre se
refiere a un contenedor (algo con límites) que
debería estar lleno de contenido. Es un concepto relativo.
No puede concebirse, como hacen los científicos, el
vacío como algo existente por sí mismo, como algo
absoluto, sin fronteras (eso sería la nada), sin situarlo
dentro de unos límites, sin situarlo dentro de un
contenedor. Un vacío absoluto y anterior al universo (del
que perturbándolo surgió éste) es un
auténtico imposible, porque los términos
"vacío" y "absoluto" son contradictorios. Vacío
significa ya en sí mismo la existencia de límites,
y desde el momento en el que hay límites, hay forzosamente
algo, pues no se puede poner límites a la nada, como
pretenden los científicos de esa teoría. Por
ilustrar lo dicho con un ejemplo, en el caso del mal llamado
"vacío absoluto" de laboratorio, resulta evidente que se
refiere a un vacío relativo a la materia exclusivamente,
pero no absoluto, porque siempre habrá, cuando menos,
espacio-tiempo, es decir, universo.

En cuanto a la nada, ni siquiera existe. La
nada es una construcción del pensamiento por
contraposición a la única realidad, la del ser. La
nada significa una falta absoluta de todo contenido en sí
misma, sin fronteras, sin referencia a ningún todo, a
ningún contenedor, lo contrario del caso anterior. La
existencia de cualquier realidad supone necesariamente un
contenido, una constitución, una aseidad. La nada no, la
nada parte de eliminar todo, contenedor y contenido. Si elimina
toda realidad, admitir su existencia es un simple juego de
palabras, algo así como admitir que existe lo que no
existe. La nada es una construcción mental sin realidad
fuera del pensamiento del hombre; y de ella, puesto que no
existe, no puede surgir nada».

La
Realidad.

Según la Wikipedia, «"Realidad" (del
latín "realitas", y éste de "res", cuyo significado
es "cosas") significa, en el uso común, "todo lo que
existe, independientemente de la conciencia del ser humano". De
un modo más preciso, el término incluye todo lo que
es, sea o no perceptible, accesible o entendible por la ciencia,
la filosofía o cualquier otro sistema de análisis
[humano]».

Teóricamente, podemos hablar de una "realidad
objetiva" y de una "realidad subjetiva". La primera es
inalcanzable en toda su plenitud por la mente humana y
podríamos supeditarla a Dios, ya que Él es el
Hacedor de dicha realidad y está muy por encima de ella.
En cambio, la "realidad subjetiva" es graduada y
polifacética, consistiendo en una reducción
más o menos cuantiosa (pero en todo caso
inconmensurablemente grande) de la "realidad objetiva". Tal
"realidad subjetiva" es la que percibimos nosotros, sea a nivel
de individuo o como colectividad.

Algunos pensadores actuales creen que para obtener un
concepto menos subjetivo de la "realidad" es conveniente
despojarse de algunos lastres filosóficos y
teológicos heredados del modelo agustiniano, como, por
ejemplo, el de "creatio ex nihilo". He aquí un prototipo
de argumento que se opone al de Agustín en este sentido, y
que formularemos en lenguaje sencillo:

«Imaginemos una habitación muy grande.
Está cerrada herméticamente, y tiene las
dimensiones de un campo de fútbol. La habitación
está sellada permanentemente, no tiene puertas, ventanas
ni huecos en las paredes. Dentro de la habitación no hay
nada. Nada en absoluto. Ni una partícula de ínfimo
tamaño. Tampoco hay aire, ni polvo, ni luz. Es una
habitación vacía donde reina la oscuridad
más impenetrable.

Imaginemos, ahora, que deseamos meter algo,
lo que sea, en esa habitación. Pero las normas son
éstas: Para conseguir introducir algo no vale meter en la
habitación cosa alguna de lo que exista fuera de ella.
¿Qué haríamos en este caso?

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Crear una chispa dentro de la habitación, aunque
sólo sea por un instante, se puede considerar "algo"; pero
como estamos fuera de la habitación, eso no vale.
Teletransportar algo al interior de la habitación, como
hacen en Star Trek, tampoco está permitido, porque
estaríamos usando recursos procedentes del exterior de la
habitación.

Siempre se nos vuelve a plantear el mismo dilema:
Tenemos que meter algo dentro de la habitación, pero
usando sólo lo que hay dentro de ella. Y, en este caso, la
habitación no contiene nada.

Si decimos que vamos a esperar el tiempo suficiente
hasta que aparezca espontáneamente una diminuta
partícula de "algo" dentro de la habitación se nos
plantean tres problemas. Primero, el tiempo, que por sí
solo no hace nada; las cosas pasan con el transcurso del
tiempo, pero no es el tiempo el que hace que pasen; por
ejemplo, si esperamos un cuarto de hora a que se hornee un
pastel, lo que hace que se cueza no es el tiempo que pasa, sino
el calor del horno; si dejamos la masa del pastel encima de la
mesa de la cocina durante 15 minutos, seguro que no se cuece.
Siguiendo con nuestra analogía, tenemos una
habitación totalmente sellada en cuyo interior no hay
absolutamente nada; el hecho de que esperemos un cuarto de hora,
por sí solo, no cambiará esta situación; y
si esperamos durante eones tampoco, pues un eón no es otra
cosa que un montón de segmentos de un cuarto de hora
alineados secuencialmente.

El segundo problema es éste: ¿Por
qué razón iba a "aparecer" algo dentro del cuarto
vacío? Para que eso sucediera tendría que haber un
motivo o un móvil. Pero dentro de la habitación no
hay nada. Por tanto, ¿qué va a hacer que esa
situación cambie? Dentro del cuarto no hay absolutamente
nada que pueda parecerse remotamente siquiera a un motivo,
móvil, intención o intentona; y, sin embargo, el
móvil para tal efecto debería proceder del interior
de la habitación.

¿Y una diminuta partícula de
algo? ¿No hay más probabilidades de que eso se
materialice en el cuarto que un objeto grande, como, por ejemplo,
una roca?

Esto nos lleva al tercer problema: El
tamaño. Pero igual que el tiempo, el tamaño es un
concepto abstracto. Es una noción relativa. El
tamaño no es importante. La cuestión es que si no
es posible que una roca o una mota de polvo aparezca por arte de
magia en nuestra estancia sellada y vacía, tampoco
podría hacerlo un átomo, por mucho tiempo que
transcurriera. El tamaño es, por tanto, indiferente. La
probabilidad de que una partícula casi invisible aparezca
sin motivo es la misma de que surja de la nada una
nevera.

Se puede llevar la analogía
más allá, haciendo que nuestra habitación,
grande y oscura, quede sin las paredes y ampliándola hasta
que se extienda infinitamente en todas direcciones. Ahora, fuera
del cuarto tampoco habrá nada. Esta estancia oscura e
infinita no tiene luz, ni polvo, ni ningún tipo de
partículas, ni aire, ni elementos, ni moléculas. Es
la nada más absoluta.

Por lo tanto, si originariamente
sólo existía la Nada, es lógico pensar que
hoy la situación seguiría siendo la misma. Porque
algo, por pequeño que sea, no puede surgir de la Nada
absoluta.

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¿Qué nos dice esto? Que en
ningún momento existió la Nada absoluta.
¿Por qué? Porque si alguna vez hubiera existido la
Nada absoluta, al día de hoy seguiría sin existir
nada. Es decir, si alguna vez hubiera existido la Nada absoluta,
no hubiera habido nada fuera de ella que provocase la existencia
de algo.

Sin embargo, algo existe. En realidad, son muchas las
cosas que existen. Nosotros, por ejemplo, somos seres que
existen. Por consiguiente, somos una prueba de que la Nada
absoluta no ha existido nunca. Por tanto, si nunca ha existido la
Nada absoluta, jamás hubo un momento en que no existiera
nada. Eso quiere decir que siempre ha habido algo. Pero,
¿qué era ese Algo que existía? ¿Era
una sola cosa o más?

Si en la habitación infinita de la Nada hubiera
algunos elementos inertes, lo único que tendríamos
en ese cuarto serían elementos inertes, y el número
de ellos sería indiferente. Lo que descubrimos con esto es
que la cantidad no importa. Si nos remontamos al origen primero
de todas las cosas, la cantidad de ese Algo que existiera no es
lo importante. Por lo tanto, la cuestión no es la cantidad
sino la calidad. ¿Qué cualidades posee el Algo?
¿Puede hacer que existan otras cosas?

El Algo que existía en el principio
debió ser capaz de existir sin depender de nada
más. Debía ser total y plenamente autosuficiente.
Porque en el origen de todo estaba solo. Y no necesitaba un
entorno en el que existir. Además, ese Algo que
existió en el principio de los tiempos debía tener
la capacidad de producir algo distinto a sí mismo. Porque
si no hubiera podido, ese Algo sería lo único que
existiría hoy día. Pero actualmente existen otros
seres.

Por otra parte, para producir algo más (partiendo
de lo inexistente, y no necesariamente de la Nada) es necesario
un tremendo poder. De modo que ese Algo debía tener a su
disposición un poder increíble. Esto es lo que
muestran las pruebas llevadas a cabo en los supercolisionadores
de partículas subatómicas que los físicos
experimentales utilizan hoy día, donde para producir una
partícula infinitesimal necesitan kilómetros y
kilómetros de túnel y toda la energía que se
pueda generar. En consecuencia, surge la pregunta:
¿Cuánto más poder sería necesario
para producir la materia de que está compuesto el
universo?».

El
Creador.

El libro EL "PROPÓSITO ETERNO" DE DIOS VA
TRIUNFANDO AHORA PARA BIEN DEL HOMBRE, páginas 13 a 17,
editado por la Sociedad Watchtower Bible And Tract en 1975, dice
en parte:

«[El] Rey de la Eternidad no es una
Persona sin nombre. Él se ha dado un nombre y nos ha
dado a conocer la designación que se ha dado.
Lo que él se llama denota propósito, que tiene un
objetivo. ¡Qué bien se da a conocer este hecho en la
ocasión en la cual Dios, por medio de su ángel, se
encontró con Moisés, el fugitivo de Egipto, en la
zarza ardiente casi al pie del monte Sinaí en Arabia, en
el siglo dieciséis antes de la Era Común! A
Moisés se le dio la instrucción de regresar a
Egipto y conducir a la libertad a su pueblo
esclavizado.

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Pero, ¿qué pasaría si el pueblo de
Moisés preguntaba el nombre del Dios que lo enviaba a
ellos como su caudillo? ¿Qué debería
decirles? Moisés quiso saber. Su propia
autobiografía nos dice: "Ante esto, Dios le dijo a
Moisés: "Yo RESULTARÉ SER LO QUE RESULTARÉ
SER." Y añadió: "Esto es lo que has de decir a los
hijos de Israel: "Yo RESULTARÉ SER me ha enviado a
[vosotros]""" — [Libro del] Éxodo, [capítulo]
3 [y versículo] 14.

Dios no habla aquí acerca de su
existencia. Uno pudiera pensar que así es por la manera en
que algunos traductores vierten la expresión hebrea "ehyeh
asher ehyeh y ehyeh". Por ejemplo, La Biblia de Jerusalén,
de 1967, dice: "Dijo Dios a Moisés: "Yo soy el que soy." Y
añadió: "Así dirás a los hijos de
Israel: "Yo soy" me ha enviado a vosotros."" Sin embargo, Dios en
realidad está hablando acerca de ser algo. Esto lo muestra
además la traducción en inglés TwentyFour
Books of the Holy Scriptures (Veinticuatro libros de las Santas
Escrituras), por el rabino Isaac Leeser, que dice así: "Y
Dios dijo a Moisés: SERÉ LO QUE SERÉ; y
dijo: Así dirás a los hijos de Israel: SERÉ
me ha enviado a vosotros".

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Más directamente, The Emphasised Bible (La Biblia
con Énfasis), por Joseph B.Rotherham, vierte Éxodo
3:14 de este modo: "Y Dios dijo a Moisés:
Llegaré A Ser lo que yo quiera. Y dijo… Así
dirás a los hijos de Israel: Llegaré A Ser me ha
enviado a vosotros". La nota al pie de la página en cuanto
a este versículo dice, en parte: "Hayah [la palabra
vertida arriba "llegaré a"] no significa
"ser" esencialmente u ontológicamente, sino
[fenomenológicamente]… Lo que él será
queda sin ser expresado… Será con ellos, ayudante,
fortalecedor, libertador". De modo que aquí no se hace
referencia a que Dios existe por sí mismo, sino,
más bien, a lo que él piensa llegar a ser para con
otros.

Algo semejante a esto es lo que sucede
cuando un joven, que va desarrollándose en persona adulta,
medita y se dice: "¿Qué voy a hacer con mi vida?
¿Qué voy a hacer de mí mismo?" De manera que
no sería diferente, cuando el único Dios vivo y
verdadero estuvo absolutamente solo, tuvo que determinar
qué haría con su propia existencia, lo que
haría de sí, lo que llegaría a ser.
Después de una eternidad de existir en soledad antes de
crear, ejerció su voluntad para hacerse Creador.
Formó un propósito para consigo.

No obstante, el nombre por el cual se conoce al
único Dios vivo y verdadero por todas las inspiradas
Santas Escrituras no es Ehyeh, o: "Resultaré Ser." Cuando,
en el año 1513 antes de la Era Común, en el monte
Sinaí, Dios inscribió milagrosamente en tablas de
piedra los Diez Mandamientos y los dio al profeta Moisés,
Dios mismo deletreó el nombre que escogió para
sí. Escribiendo de derecha a izquierda, Dios
escribió la letra hebrea Yod, entonces una He,
después una Vau, y finalmente otra He. Indudablemente Dios
escribió en el estilo antiguo de letras hebreas, [en
caracteres hebreos]; no en el estilo moderno de letras hebreas:
????. Las letras que corresponden en español,
leídas de derecha a izquierda, son HWHY; o, en
latín antiguo, HVHJ. Las cuatro letras son consonantes; no
hay vocales intercaladas entre estas consonantes. En la lectura
de izquierda a derecha: JHVH.

Por lo tanto, hoy no se sabe la manera exacta en que
[Dios] pronunció este nombre divino a oídas de
Moisés. Por siglos escritores latinos lo escribieron
Jehová. Muchos doctos hebreos modernos prefieren dar al
nombre la pronunciación de Yahweh (Yahvé), o hasta
Yehwah. Así, tal como un niño no le pone nombre a
su padre, de ese modo la criatura no le puso nombre a su Creador.
El Creador se dio nombre a sí mismo.

Se entiende que en realidad este nombre
sagrado es un verbo, la forma causativa indefinida del verbo
hebreo "hawah". Así, significaría "Él Causa
que llegue a Ser." Ahora bien, detrás de todo efecto hay
una causa; y detrás de toda causa inteligente, o causador,
hay propósito. Naturalmente, pues, el nombre divino que
significa "Él causa que Llegue a Ser" incorpora
propósito en sí mismo. Marca al Portador de ese
nombre singular como "El Que Se Propone". Ciertamente en esta
capacidad él se le apareció a Moisés en el
arbusto ardiente cerca del monte Sinaí, y le reveló
a Moisés lo que se había puesto ante sí como
cosa que iba a hacer. Dando énfasis a la permanencia o
cualidad duradera del nombre divino, Dios dijo además a
Moisés: "Esto es lo que habrás de decir a los hijos
de Israel: "[JHVH] el Dios de sus antepasados, el Dios de
Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha
enviado a ustedes." Éste es mi nombre hasta tiempo
indefinido, y éste es el memorial de mí a
generación tras generación" (Éxodo 3: 15).
Ese nombre conmemorativo o de memorial no ha cesado de ser Suyo
hoy. Es válido para nosotros […] hoy».

La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS
ESCRITURAS, tomo 1, páginas 569 a 574, editado por la
Sociedad Watchtower en 1991, dice, entre otras cosas:

«CREACIÓN [es el] acto de crear o causar la
existencia de algo o de alguien. También puede referirse a
lo que ha sido creado o traído a la existencia. La palabra
hebrea "ba·rá" y la griega "ktí·zo"
significan "crear" y se usan exclusivamente con referencia a la
creación divina… Todas las cosas "existieron y fueron
creadas" debido a la voluntad de Dios (Apocalipsis 4: 11).
[Él], que ha existido desde siempre, estaba solo antes del
comienzo de la creación…

Cuando las Escrituras dicen: "En el
principio Dios creó los cielos y la tierra"
(Génesis 1: 1), dejan sin determinar cuándo tuvo
lugar la creación. El uso del término "principio"
es, por lo tanto, incuestionable, sin importar la edad que los
científicos quieran atribuirle al globo terráqueo,
así como a todos los planetas y los demás cuerpos
celestes. El momento real de la creación de los cielos y
la Tierra materiales puede haber acontecido hace miles de
millones de años…

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Después de referirse a la creación de los
cielos y la Tierra materiales, el libro del Génesis […]
proporciona un bosquejo de las obras creativas que se hicieron en
la Tierra. A partir del versículo 5 del capítulo 2
del Génesis encontramos un relato paralelo que retoma la
narración en un momento determinado del tercer
"día", después de aparecer la tierra seca y antes
de la creación de la vegetación. Suministra
detalles que no aparecen en el relato general del capítulo
1. El registro inspirado habla de seis períodos creativos
llamados "días" y de un séptimo período o
"día séptimo", en el que Dios dejó de
efectuar obras creativas terrestres y procedió a
descansar. Aunque el relato del Génesis sobre la
creación terrestre no hace distinciones botánicas o
zoológicas detalladas de acuerdo con los criterios
modernos, los términos que emplea cubren adecuadamente las
divisiones principales de la vida y muestran que se las
creó de modo que se reprodujeran sólo según
sus "géneros" respectivos…

"Génesis 1: 1, 2" hace referencia a
un tiempo anterior a los seis "días" bosquejados en el
cuadro [creativo]. Cuando estos "días" comenzaron, el Sol,
la Luna y las estrellas ya existían, como se explicita en
"Génesis 1: 1". Sin embargo, antes de estos seis
"días" de obra creativa, "la tierra se hallaba sin forma y
desierta y había oscuridad sobre la superficie de la
profundidad acuosa". Al parecer, aún había un manto
de nubes que envolvía la tierra y que impedía la
llegada de la luz hasta su superficie.

Cuando Dios dijo el Día Primero:
"Llegue a haber luz", debió penetrar luz difusa a
través de ese manto de nubes, aunque todavía no era
posible distinguir desde la superficie terrestre las fuentes de
las que procedía. Parece ser que éste fue un
proceso gradual, como lo muestra la versión (en
inglés) de J.W. Watts: "Y gradualmente vino a la
existencia la luz". (Génesis 1: 3, A Distinctive
Translation of Genesis). Dios efectuó una división
entre la luz y la oscuridad, y llamó a la luz Día,
y a la oscuridad, Noche. Esto indica que la Tierra giraba en
torno a su eje durante su movimiento de traslación
alrededor del Sol, de modo que los hemisferios oriental y
occidental alternaban períodos de luz y de
oscuridad.

Durante el Día Segundo, Dios hizo una
expansión causando que ocurriera una división
"entre las aguas y las aguas". Algunas aguas permanecieron sobre
la tierra y otras, en gran cantidad, fueron elevadas muy por
encima de la superficie terrestre, de manera que entre ambas
llegó a haber una expansión. A ésta Dios la
llamó Cielo, aunque tan sólo con relación a
la tierra, pues no se dice que las aguas suspendidas sobre la
expansión abarcaran a las estrellas u otros cuerpos del
espacio exterior.

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El Día Tercero el poder milagroso de Dios
reunió las aguas de la tierra, de modo que apareció
el terreno seco, al que Dios llamó Tierra. También
fue en este día cuando Dios, no la casualidad ni
ningún proceso evolutivo, confirió a la materia
inanimada el principio vital, de modo que vinieron a la
existencia la hierba, la vegetación y los árboles
frutales. Cada una de estas tres divisiones generales
podía reproducirse según su
"género".

La voluntad divina con respecto a las
lumbreras se llevó a cabo durante el Día Cuarto,
pues dice el registro: "Y Dios procedió a hacer las dos
grandes lumbreras, la lumbrera mayor para dominar el día y
la lumbrera menor para dominar la noche, y también las
estrellas. Así las puso Dios en la expansión de los
cielos para brillar sobre la tierra, y para dominar de día
y de noche y para hacer una división entre la luz y la
oscuridad" (Génesis 1: 1618). En vista de esta
descripción de las lumbreras, la mayor debe referirse al
Sol, y la menor, a la Luna, aunque no se menciona a estos dos
cuerpos celestes por nombre sino hasta después del relato
del diluvio del día de Noé.

Con anterioridad, en el primer
"día", se había usado la expresión "Llegue a
haber luz". La palabra hebrea que se utiliza en este texto para
luz es "ohr", que significa luz en sentido general, mientras que
en el cuarto "día" la palabra hebrea cambia a
"ma·"óhr", cuyo significado es una lumbrera o
fuente de luz. De modo que el primer "día" debió
penetrar una luz difusa a través del manto de nubes,
aunque desde la superficie terrestre no sería posible ver
las fuentes de las que procedía esa luz. Luego, en el
cuarto "día", las cosas cambiaron.

Es también digno de mención
que en "Génesis 1: 16" no se usa el verbo hebreo
"ba·rá", que significa "crear", sino que se emplea
el verbo hebreo "a·sáh", cuyo significado es
"hacer". Como el Sol, la Luna y las estrellas están
incluidos en "los cielos" mencionados en Génesis 1: 1,
estos astros se crearon mucho antes del Día Cuarto. En ese
"día" Dios procedió a "hacer" que dichos cuerpos
celestes llegaran a tener una nueva relación con respecto
a la superficie terrestre y a la expansión que
había sobre ella. Las palabras: "Las puso Dios en la
expansión de los cielos para brillar sobre la tierra",
deben indicar que en ese momento se hacían distinguibles
desde la superficie de la Tierra, como si estuvieran en la
expansión. Además, las lumbreras tenían que
"servir de señales y para estaciones y para días y
años", lo que significaba que el hombre podría
utilizarlas como guía de distintas maneras.

El Día Quinto vio la creación
en la Tierra de las primeras almas no humanas. Dios no se propuso
que las demás formas de vida evolucionaran de una sola
criatura, sino que literalmente enjambres de almas vivientes
llegaron a existir por el poder divino. Dice el registro: "Dios
procedió a crear los grandes monstruos marinos y toda alma
viviente que se mueve, los cuales las aguas enjambraron
según sus géneros, y toda criatura voladora alada
según su género". Complacido con su
creación, Dios la bendijo y dijo que "se hicieran muchos",
lo que era posible porque Él había dotado a estas
criaturas de muchas familias genéricas distintas con la
facultad de reproducirse "según sus
géneros".

El Día Sexto "Dios procedió a
hacer la bestia salvaje de la tierra según su
género y el animal doméstico según su
género y todo animal moviente del suelo según su
género". Al igual que toda su obra creativa anterior,
ésta también fue buena a los ojos de
Dios.

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Hacia el final del sexto día
creativo, Dios trajo a la existencia una clase de criatura
completamente nueva, superior a los animales aunque inferior a
los ángeles: el hombre, creado a la imagen de Dios y
según su semejanza. Aun cuando "Génesis 1: 27" dice
brevemente con respecto a la humanidad: "Macho y hembra los
creó", el relato paralelo de "Génesis
2: 7-9" muestra que […] Dios formó al hombre del
polvo del suelo, sopló en sus narices aliento de vida y el
hombre llegó a ser alma viviente, con un hogar
paradisíaco y abundancia de alimento a su
disposición. En este caso […] Dios utilizó para
su obra creativa los elementos terrestres, y después de
haber formado al hombre, creó a la mujer partiendo de una
de las costillas de Adán. Con la creación de la
mujer se completó el "género" hombre.

A continuación, Dios bendijo a la
humanidad, diciendo al primer hombre y a su esposa: "Sed
fructíferos y haceos muchos y llenad la tierra y
sojuzgadla, y tened en sujeción los peces del mar y las
criaturas voladoras de los cielos y toda criatura viviente que se
mueve sobre la tierra". Dios suministró lo necesario para
la humanidad y otras criaturas terrestres, pues les dio "toda la
vegetación verde para alimento". El registro inspirado
dice sobre los resultados de esta obra creativa: "Después
de eso vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!,
era muy bueno". Al final del sexto día Dios había
finalizado con éxito su trabajo de creación y
"procedió a descansar en el día séptimo de
toda su obra que había hecho"…

La creación [divina] se
anticipó a los inventos del hombre. Con miles de
años de antelación, [Dios]
había provisto a su creación con sus propias
versiones de muchos de los inventos posteriores del hombre. Por
ejemplo, el vuelo de los pájaros precedió por
milenios al de los aviones. El nautilo y la jibia usan tanques de
flotación para descender y ascender en el océano
tal como lo hacen los submarinos. El pulpo y el calamar emplean
la propulsión a chorro. Los murciélagos y el
delfín se valen hábilmente del sonar. Varios
reptiles y aves marinas tienen en su organismo sus propias
"plantas de desalinización", lo que les permite beber agua
del mar… Las termitas disfrutan de "aire acondicionado" en sus
casas utilizando el agua en sus nidos de ingenioso diseño.
Algunas plantas microscópicas, insectos, peces y
árboles usan su propio "anticongelante". Los
termómetros internos de algunas serpientes, mosquitos y el
faisán australiano son sensibles a pequeñas
variaciones de temperatura. Los avispones, las avispas y las
abejas hacen papel… Se atribuye a Tomás Edison la
invención de la bombilla de luz eléctrica, si bien
ésta tiene el inconveniente de que pierde energía
que se transforma en calor. Las creaciones de [Dios]
—esponjas, hongos, bacterias, luciérnagas, insectos
y peces— producen luz fría y de muchos colores… Un
gran número de aves migratorias no sólo tienen
brújulas en el cerebro, sino que también disponen
de relojes biológicos. Algunas bacterias
microscópicas tienen motores rotatorios que pueden
accionar hacia adelante o hacia
atrás…».

Conclusión.

Todo parece indicar que Dios creó las cosas a
partir de su poder (creatio ex deo) y no a partir de la nada
(creatio ex nihilo). Por tanto, "creatio ex deo" no es igual a
"creatio ex nihilo". El poder divino, quizás Su
energía, no es "nada"; es "algo", y ese "algo" le sirve a
Dios para crear cosas.

La revista LA ATALAYA del 1-10-2009,
página 5, editada por la Sociedad Watchtower, dice
lo siguiente: «¿Qué relación hay
entre el espíritu santo y el poder de Dios? El
espíritu santo es el medio por el que [Dios] ejerce su
poder; de ahí que pueda definirse como el poder de Dios en
acción. Y ésta es una fuerza [impersonal] realmente
asombrosa: apenas alcanzamos a imaginarnos el poder que se
necesitó para crear todo el universo. Para que tengamos
una ligera idea, en la [Sagrada Escritura] se nos hace la
siguiente invitación: "Levantad los ojos a lo alto y ved.
¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquél que
saca el ejército de ellas aun por número, todas las
cuales Él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de
energía dinámica [(manejada por el espíritu
de Dios o espíritu santo, es decir, la fuerza activa de
Dios)], porque Él también es vigoroso en poder,
ninguna de ellas falta" (Isaías 40: 26)… Aquí se
nos indica [implícitamente] que el universo ordenado y
armonioso que conocemos es producto de la "energía
dinámica" —o del poder — del
Altísimo…».

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Autor:

Jesús Castro

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