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El crimen organizado del Dr. Brian Leslie Weiss



Partes: 1, 2

  1. Exordio
  2. El
    delito de estafa
  3. El
    crimen organizado
  4. La
    profesión médica
  5. Brian
    Leslie Weiss [Nueva York, 1944]
  6. Citas

Cuando la arbitrariedad y la ilegalidad se atreven a
levantar la cabeza con insolencia e impudicia, es siempre un
signo seguro de que los llamados a defender la ley no han
cumplido con su deber
.

Rudolf von Ihering

I.
Exordio

El criminal que parece bueno y honrado, representa un
problema insoluble. No solo engaña a los peritos, sino
también a gentes que pueden jactarse de conocer bien a los
hombres. Ni siquiera es posible exceptuar a la policía o a
los jueces. Algunos malhechores gozan de simpatía porque
se les encuentra la Biblia entre sus cosas o porque han escrito
un libro sobre la resurrección.

La voz suave, y sobre todo la sonrisa abierta, desarman
y producen un ofuscamiento en el juicio. Abogados con experiencia
suelen dar a la prensa, antes de la audiencia, fotografías
de sus clientes con mirada perdida y riendo ingenuamente, lo cual
hace que nuestro instinto de defensa se tambalee. La persona que
sonríe, parece que nada teme y, en consecuencia, nosotros
nada tememos de ella. Nos parece simpático y agradable,
como un vendedor que quiere estimularnos a comprar. Estamos
dispuestos a adquirir la mercancía que nos recomienda, que
es la de que formemos de él una buena
opinión.

El criminal utiliza las creencias de la vida social, que
se ofrecen sin número a sus instintos. Es sabido que el
estafador vive con decoro, como hombre modelo, sin despertar
sospecha alguna durante largos años; por lo cual podemos
confiar en él sin condiciones. Y cuando a este hecho se
añade el ser muy apreciado, no le podemos atribuir
acción delictiva alguna.1

Parte de las máscaras que nos engañan es
posible comprarlas en la esquina de la calle más
próxima. Una de ellas es la de la erudición, signo
de buen juicio; y otra, la del buen vestir, imagen de decoro. El
grado académico y la elegancia, pertenecen al camuflaje
técnico de los caballeros de industria y de los
gánsteres. En contraste con nuestro tranquilo respeto
hacia ellos, se llega a conocerles precisamente por ese
perfil.

Las descripciones que nos proporcionan reporteros con
experiencia, revelan que nuestra imagen del criminal está
–al menos en muchos casos– en contradicción
con la realidad de la vida, y es que los delincuentes tienen a
veces una apariencia tan buena como la de sus víctimas. Es
cierto que en muchas ocasiones nuestras representaciones se fijan
en las cosas más superficiales. Grandes criminales exhiben
con gusto títulos académicos propios y rostros
atractivos y cuando estos lobos atacan, camuflados ya por los
pergaminos, ya por la misma naturaleza, conquistan nuestra
simpatía porque tienen piel y cara de oveja.

Empero, la versación y la buena apariencia no son
las únicas causas perturbadoras. En toda impresión
actúan además de las fuerzas del mundo
físico, las que excitan reacciones emocionales
complementarias. Nosotros encontramos bello todo lo que es
fuerte, imponente, maravilloso o útil. Se trata de un
mecanismo de nuestro espíritu que es biológicamente
valioso, porque nos une primero estética y después
moralmente, a fuerzas superiores.

El hecho de que nuestro juicio se atropelle y se
equivoque por imágenes de admiración, lo prueba la
actuación del estafador que se oculta bajo ropajes
clericales, pareciendo respetable, y vence toda nuestra cautela.
En nuestra mente se asienta la tranquila tiranía de las
emociones, y nuestro juicio se doblega a su despótico
imperio.

De la misma forma que el sacerdote nos protege de la ira
divina, el médico nos protege de los ataques virales que
acechan y amenazan nuestra vida. Se le incluye en el
círculo de los sentimientos de gratitud. Constituye un
paradigma ideal del hombre que vela por el bienestar y la salud.
Existe una imagen admirativa que prescinde de un
juicio imparcial y no quiere reconocer las faltas de aquel a
quien se admira como ídolo, a pesar de que dicha palabra
significa originariamente imagen engañosa, fetiche, al que
se sirve para el propio daño. Durante el tiempo en que se
le admira, le consideramos excedentes. Mientras que con el
alejamiento, se caen todas las vendas de los ojos y reconocemos
perplejos los límites de nuestra capacidad de
juicio.

Los grandes caballeros de industria nos enseñan
los principios fundamentales de la reverencia al dinero y de su
sortilegio. Dominan la complicada técnica de hacerse
agradables. Parecer atrayente no es difícil cuando se hace
creer a la víctima que se tiene sapiencia y poder. El
blanco batín de médico o el traje elegante,
inspiran confianza ilimitada y son las coartadas ante las cuales
nadie se atreve a sospechar. Cuando está estafando, semeja
el espíritu de la honradez absoluta. En los momentos de
pánico, lo inconsciente sale a la superficie.

II. El delito de
estafa2

La estafa presenta varias características que la
distinguen de los demás actos punibles. La estafa
facilita, por término medio, el más alto
botín; su rendimiento hace palidecer a todos los
demás delitos contra la propiedad. Como regla general,
puede decirse que los granujas que tienen ingresos más
elevados son los estafadores facinerosos. La criminalidad del
autor delictivo sobre la víctima es de índole
psíquica, y por tanto invisible, que mueve al estafado a
perjudicarse a sí mismo o a perjudicar a otro en su
patrimonio.

En la consumación de este despojo, destaca no
tanto el agente como la víctima. Por eso se entiende la
sutil reacción de la sociedad, porque se considera que
solo un intonso puede dejarse engañar, mientras que a uno
jamás le habría ocurrido aquello. En la estafa no
existe la sensación de peligrosidad que alarma en los
delitos de violencia o contra la honestidad. Muchas veces, el
audaz estafador se recrea con el perjuicio que ocasiona, que pone
en evidencia lados débiles del psiquismo humano y fallidas
estructuras del orden social.

Nadie quiere ser víctima de un hurto, y el que
mete la mano en nuestro bolsillo provoca la resistencia y la
llamada a la policía. En cambio en la estafa, la
víctima permite, tolera e incluso demanda el peligroso
acercamiento, para enterarse solo en el último momento, a
veces nunca, de que ha sufrido un daño inferido por un
bellaco al que tenía por bueno. Muchas víctimas
sufren pérdidas, pero creen, como en los juegos de azar,
haber tenido simplemente mala suerte. Ningún otro caso
criminal de nuestra época, como la estafa, nos permite
familiarizarnos mejor con la psicología de la
víctima que coopera.

El estafador, desdeñoso con la norma punitiva,
prosigue su camino de ascenso. Con breves y azorados intervalos,
el delito prolifera. El mecanismo de precipitar la voluntad
humana por ilusorias sendas y espejismos, se conoce como la
industria más lucrativa y de menores riesgos, que los
superados métodos de la violencia. En vez de tropezar con
una enconada resistencia, el estafador confía en la
avergonzada resignación de su víctima quien teme
sufrir las burlas encima del perjuicio.

Las estadísticas policiales acreditan que el
porcentaje de esclarecimientos, no resiste a la crítica
criminológica, en cuanto se advierte que solo se denuncia
una diminuta parte de los fraudes ocurridos, y que el
término esclarecido no es muy transparente. Sin
embargo, eso sí, el problema jurídico puede ser muy
importante en la estafa habitual.

Repasando el elenco de personajes favoritos de los
cuentos, encontramos reyes, princesas, brujos y hombres de fuerza
o habilidad maravillosas. Estos arcaicos modelos de
veneración: caudillo, curandero y gigante, viven entre
nosotros todavía. Aunque las formas externas hayan
cambiado y el hechicero haya devenido en sacerdote y
médico, pertenecen a las fuerzas cuya bondad protege o
cuya maledicencia puede dañar.

Los instintos de la devoción enaltecen a estas
potencias superiores, tan vigorosas hoy como siempre. Con aquella
simple pero segura psicología, casi animal, conque la
naturaleza le ha dotado, desata el caballero de industria estos
complejos emocionales y los hace servir a sus fines. El
estafador no los ha sacado de la nada, sino que los ha
tomado del repertorio de ideas aberradas que permanecen
arraigadas en la cabeza de la víctima.

Los caballeros de industria surgieron en la
antigüedad. Estafaban por todo el país con
aparición de espíritus y sermones de penitencia.
Cuando llega la época del miedo, salen de la sombra
avezados araneros que prometen la salvación de todos los
males del cuerpo y del alma.

El Medievo transcurrió pletórico de
estados de angustia. Prevaleció siempre en los pueblos el
miedo al fin del mundo y a la cólera divina; campo
fértil para los estafadores de indulgencias, que dio lugar
a grandes abusos; la ignorancia y la relajación de
costumbres hicieron que muchos creyeran que aquellas
valían para perdonar los pecados y las compraban por
dinero. Papas y prelados trataron en vano de conjurar la
proliferación de mercachifles de indulgencias, quienes
operaban con toda clase de las más raras reliquias: un
trozo de la vela de la barca de San Pedro; una pluma del ala del
arcángel San Gabriel; gotas de leche materna de la Virgen
María; una astilla de la Cruz del Calvario.

A cambio de un cobro deshonesto, los caballeros de
industria liberaban del voto de castidad y de abstinencia;
autorizaban a herejes a retornar al seno de la Iglesia Romana;
investían dignidades eclesiásticas a hijos
bastardos; levantaban excomuniones e interdictos; vendían
a perpetuidad parcelas en el cielo. En pocas palabras, toda su
potestad se la prestaban ellos mismos. En 1390, el
pontífice Piero Tomacelli –Bonifacio IX–
ordenó prender a estos sacerdotes estafadores y a sus
cómplices y encarcelarlos sin más, simpliciter
et de plano ac sine strepitu et figura
iudicii
.3

En nuestros días, la maniobra fraudulenta
continúa amasando fortunas con la venta de la esperanza,
de manera tan extravagante, que hasta llega a constituir una
ofensa a la moral de un chiquero de cerda. Muchos de los grandes
timadores no han permanecido ni un solo día en
prisión. Algunos son detenidos, pero liberados de nuevo
porque a veces sus víctimas retiran los cargos. No es
fácil extinguir la ciega confianza de los creyentes en la
estafa del absurdo ocultismo por la vía del
distanciamiento y de la denuncia; los fracasos de la
persecución policial parecen aumentar la fe en el
estafador y reducir las facultades críticas de la
víctima.

El caballero de industria, a través de la
perversión de la religión, colma el sueño de
la exaltación alucinógena. Da a las masas: "el
hombre poderoso" sustitutivo del rey como alquimista social; el
gran médico poseedor del arte curativo que sustituye al
mago; o el portavoz de fuerzas ocultas fundador de una nueva
secta.

El caballero de industria está poseído de
la ambición de ser algo mejor y más grande. No
compite con otros favorecidos por el destino con el procedimiento
parsimonioso y laborioso de lo cotidiano, utilizando los lentos y
laboriosos caminos establecidos para ascender en el
escalafón social; sino que alcanza la meta de sus
ardientes deseos por medio de una pieza heroica y teatral. Pone
la mano con su astuto fingimiento, saltando todas las distancias,
en lo que a otros ha concedido la fatiga o el azar. Como
rendimiento principal de esta ilusión, recibe la
reacción sumisa de la persona engañada.

Es difícil decir quién disfruta
más: si el caballero de industria que desempeña el
papel de amigo de los dioses, o los creyentes que lo ven cerca de
ellos. Ambos disfrutan por corto tiempo de las delicias de que
están privados en la vida real. Con la creciente ola de
celebridad vuelan a él los corazones. El gran hombre
parece cada vez más hermoso e importante.

El caballero de industria se representa en la escena
abierta del mundo. No se oculta de nuestros ojos, sino a nuestro
entendimiento, y tiene que ser convincente si ha de encontrar
crédito por algún tiempo. Si prevalece, es que el
caballero de industria, con la varita mágica de su
instinto, ha encontrado una profunda veta de la que fluye en
abundancia el afán de sumisión. La actitud
profesional con la que casi se cuenta y que se agradece, debe
imponer respeto y corresponde a la necesidad humana de respetar.
La dignidad es también un requisito profesional
de muchos caballeros de industria.

Al lado de las situaciones propicias a la estafa
proporcionadas por la vida diaria, hay crisis en el alma
colectiva que oscurecen la actividad intelectual y predisponen al
engaño. Sobre su suelo brota una abundante simiente de
estafadores que inducen a error no solo a individuos aislados,
sino a clases sociales enteras. Las personas
desgraciadas son sugestionables. Cuanto más insuperable es
la dificultad ante la que se encuentran, tanto más se
inclinan a asirse a un clavo ardiendo.

La doctrina psiquiátrica conoce la locura
inducida –la folie imposée– a
través de la cual saltan como una chispa las ilusiones y
alucinaciones que se acentúan con la fuerza de la
autosugestión. En contra de lo que se suele creer, la
estafa opera con los eclipses intelectuales que acompañan
a toda intensa alteración de los mecanismos
psíquicos, y cuantos más agudos son los
sentimientos, más fácil es el
engaño.

El gran estafador manipula los miedos o apetencias que
velamos o callamos; tal como el temor a la muerte, o el deseo
irrevocable de inmortalidad. Si la víctima vacila
todavía y se aferra al baluarte de la educación y
de la costumbre, la atrae a situaciones en las que puede rechazar
frágiles inhibiciones o abandonarse a deseos penosamente
reprimidos. Se adhiere firmemente a la víctima que promete
botín y parece estar dispuesta para que la
asalten.

Procedentes de épocas primigenias, duermen en el
hombre instintos de rebaño, de simpatizar con el animal
guía y acomodarse automáticamente a los movimientos
cerriles de la manada o del grupo. Anestesiado, arrebatado por la
pujanza del instinto colectivo de la propia conservación,
no precisa el pueblo de ninguna coacción. El automatismo
reverencial, la pasión de venerar ciegamente y seguir la
posición alpha del lobo vestido de oveja, salta por encima
de todos los diques.

III. El crimen
organizado

La organización criminal es la empresa que genera
múltiples beneficios económicos, obtenidos de
manera deshonesta. Lo integran sujetos asociados para delinquir,
con jerarquía vertical y logística propia:
asociación ilícita, estructura articulada y
personalización. Cada nivel tiene un común
interés respecto al anterior; la misma intención
criminal en distintas proporciones.

La asociación criminal proporciona los bienes y
servicios ilícitos que le demandan, o provee bienes y
servicios lícitos de manera ilegal. Para formar su
estructura, precisa de más de 3 personas con permanencia
temporal y prosaico ánimo de lucro. Conspira para cometer
uno o más delitos tipificados en la Convención
de Palermo
.4
Definición análoga es aceptada por todos los
Estados del mundo.

Generalmente, se identifica al crimen organizado con un
solo tipo de delito: el tráfico de substancias
estupefacientes. Sin embargo, hay que entender este
fenómeno desde otras variadas formas de actividades
ilícitas, para definir una política efectiva y
eficiente contra esta modalidad delictiva. Se requiere entonces,
una percepción holística, y establecer
límites en su nomenclatura específica; que permitan
descubrir a sus agentes y sus operaciones criminales.

Para poner fin a esta dificultad, necesitamos definir su
existencia y calificar su gravedad, para diseñar
estrategias de orden político, judicial y represivo; a
efecto de desterrar este tipo de delincuencia transnacional. El
estudio criminalístico de permanencia y continuidad, ha
permitido el conocimiento de la organización: su
estructura, miembros, medios, tipo de delito, y sus diversas
formas de actuación delincuencial, y, además,
evaluar la metamorfosis solapada [lavado de activos] de estas
organizaciones y su estrategia para perseguirlas.

§III.1 El grupo criminal se configura sin las
características que definen la organización
criminal, pudiendo ser posible su punición aunque no
exista estabilidad, coordinación o distribución de
funciones. Solo es imprescindible que esté formado al
menos por 3 personas, que actúen de consuno en la
perpetración de delitos o de faltas reiteradas.

No todas las operaciones fraudulentas están
calificadas en la enumeración de los disvalores cometidos
por el crimen organizado o por el grupo criminal; pues en el
reino de la infamia hay esferas muy variadas. Es imposible
enumerar la diversidad de medios inventados por la astucia humana
para engañar.5 Existen
los que sin tener denominación que los identifique,
participan en el bajo mundo de la conjura delictiva, como los que
provienen de África, comprometidos en el tráfico
ilícito de hachís o en la inmigración
ilegal; así como aquellos que lucran con
sumas fabulosas obtenidas de la ganancia del fraude paranormal
que cruza fronteras.

Los signos exteriores de riqueza en ambos casos, son
suficientemente atractivos para caracterizarlos como un negocio
muy rentable –pródiga fuente de dinero– que se
mantiene de espaldas a la ley, anulando todo adarme de
ética y moral; que haga pensar a las organizaciones
delictivas en las ulteriores consecuencias de su
criminalidad.

IV. La
profesión médica

La medicina ocupa en la vida social una posición
privilegiada. La medicina, defensora y mantenedora de todo
aliento vital, ha podido vencer el dolor y el sufrimiento, y
fundado nuevas esperanzas para la longevidad.

A través de la historia, el arte de curar se fue
separando paulatinamente del ámbito de poder del
sacerdote, quien lucha aún hoy por la curación con
sacrificios y plegarias, y manda al enfermo a santos lugares
ubicados hacia el más atrás o hacia el
más allá
. Se abrieron inquietas escuelas
médicas adosadas al templo de Esculapio, y por largo
tiempo se conservó a medias el carácter
cultural.

En la antigua Grecia, la ceguera era consecuencia del
pecado; la enfermedad, el rayo, la derrota y el ahogamiento, una
pena de los dioses a los blasfemos. Entre los antiguos
israelitas, el primer auxiliador y médico fue Iahvé
el que golpea por sí mismo o por un ángel a los
seres humanos
.6 En casos
aislados se llamaba ya al médico y se hablaba de
ungüentos en vez de sacrificios y plegarias. Incluso se
recomendaba consultar a un médico, pues también
a él le ha creado el
Señor
.7 Este arte
sanador no excedía en mucho al de los demás pueblos
primitivos. Y cuando la medicina desconocía la causa
etiológica, el enfermo era tratado como enemigo
público como sucedía otrora en la Edad Media,
cuando el Tribunal del Santo Oficio sometía a
ordalías al paciente epiléptico para luego
condenarlo a ser quemado vivo en la hoguera por estar
poseído por demonios
.

En los cuentos se encuentran pocos médicos. La
curación se produce por sí misma de modo
maravilloso. La reina afásica puede volver a hablar. El
buen Dios devuelve la vista al ciego, la palabra al mudo, el
sonido al sordo y la vida al muerto; y hace que le crezcan las
manos a la muchacha que no las tiene. En el mundo de los milagros
el trabajo de un médico es superfluo, aventurado,
incierto; y las potencias mágicas pasaron a algunos santos
y a muchos santeros.

El arte de curar exige conocer el cuerpo antes de
intervenir en el curso de sus funciones. El malestar
físico o psíquico es conjurado con los medios que
la ciencia ofrece para alejar las fuentes del daño e
iniciar el proceso curativo. En las manos del médico
están la muerte y la vida; ante esta última
será un virtuoso de la lex artis* en
prevención, diagnosis, tratamiento, y curación de
los males.

El paciente o el que necesita socorro profesional de un
médico, está protegido: sus certificados de salud
no pueden falsearse. Las normas jurídicas y eticistas de
todas las naciones, conminan con penas al médico que
publica indebidamente lo que sabe del enfermo. Es por eso, que al
médico se le manifiestan hechos y cosas que el paciente
desea que permanezcan secretos; ante él caen muchos de los
vallados que la persona ha levantado para proteger su
pudor.

El médico que restablece la salud, que salva la
vida, no puede otorgar a los seres humanos la inmortalidad.
Muchos padecimientos son incurables; todo hombre tiene que morir.
El esfuerzo médico sigue el giro del aparecer y
desaparecer, prestando auxilio de su arte aquí y
prolongando el tiempo de vida allí donde hay que rendir
las armas por la abrumadora superioridad del enemigo.

El médico contempla el venir y el marcharse, vive
cada día el giro del nacimiento y el derrumbamiento. Lo
terrenal tiene su esfera. Con todo su altruismo, el buen
médico solo puede ser un realista imperturbable. El
médico tiene con la vida y la muerte una relación
distinta, que constituye para él mismo una pequeña
debilidad, pero que desde el punto de vista de su
profesión es un alto don. En estado de guerra se admira su
frio y heroico valor cuando ingresa casi
placenteramente en medio del peligro. Nadie mejor que un
médico sabe que no se vive más de una vez en este
mundo.8

Contra este orden de cosas, hoy día, en todas las
disciplinas y en todas las técnicas, se ha puesto en
movimiento una caterva promiscua de agoreros y nigromantes
vendiendo muy variadas formas de simbolización,
fantasía e imaginación: ultramundos, encantos,
demonios, embrujos, posesiones, y las avivadas teorías
sobre el paso de la vida temporal a la infinita.

El oscurantismo repudia y vilipendia la razón
como fuerza reguladora de la sociedad humana con una intensidad
que no tiene apenas paralelo en la historia. La esfera misteriosa
de la magia, donde la mirada, el gesto y la autoridad del
nigromante paralizan la voluntad de los dioses y hasta les hacen
doblar la rodilla, ha contribuido al vocabulario del
engaño. La víctima queda encantada, embrujada,
fascinada, trastornada; porque la superstición corresponde
en tan elevada medida a necesidades del alma humana, que los
milenios no han podido romper su fuerza. La ilusión es tan
hermosa y consoladora, que le cuesta salir del ensueño. En
muchos casos, sociedad y civilización se encuentran
separadas por el pozo negro de lo irracional.

Es un hecho real que las sanaciones alquimistas
funcionan desde un punto de vista emocional y
psicosomático, relajando al paciente, haciéndole
más optimista y más tolerante al sufrimiento y al
dolor y dejándole una placentera sensación de
déjà vu, que es el resultado de las
correcciones que el mismo paciente hace en la función de
su sistema nervioso autónomo. Pero resulta inconcebible
que el mentalista, el psíquico y la
generalidad, crean que estos procedimientos no ortodoxos
funcionan más allá del efecto placebo, lo que
constituye un error. De allí que el misticismo se torne en
ciencia, en engaño, en fraude, en estafa; porque el
delusorio karma regresivo o progresivo, el
cupping, la acupuntura, las cartas
astrales
, las lecturas de aura, las sanaciones de
chakras y otras delusivas prácticas
parapsicológicas no son gratuitas. El mercado negro de las
terapias parapsíquicas mueve miles de millones de
dólares al año en el mundo.

Absortos contemplamos que, paralela a la medicina corre
una larga lista de mitos místicos, mágicos,
esotéricos y animistas que sin ningún fundamento
evocan los timadores para vender sus servicios; afirmaciones que
se han tomado como verdades a lo largo de la historia. Empero,
todo esto que es solo el botón de la muestra, tiene un
trasfondo más complejo: los medios masivos de
comunicación, el internet, la literatura popular y el
cine, venden de manera desvergonzada, a diario y a toda hora,
especulaciones e información falsa o incompleta que, en lo
sustantivo, no sería perjudicial si nuestra
población infanto-juvenil tuviera mejor educación
para poder distinguir entre el ensueño y la vigilia; entre
la fantasía y la realidad. Esta información que se
almacena por debajo del umbral de la conciencia con gran
facilidad desde muy pequeños, y ayuda a mantener errores y
leyendas citadinas –denominada criptomnesia– puede
manifestarse a posteriori, sin explicarnos a veces un
fenómeno o experiencia de manera racional.

La industria del credo ocultista, esotérico o
psíquico, es enormemente lucrativa. Explota con
afirmaciones quiméricas a la persona ingenua, de exaltada
imaginación, supersticiosa, atraída por lo
fantástico, o de escaso entendimiento. El rentable y
millonario mundo de los terapeutas psíquicos,
derivados de la llamada Nueva Era, está plagado
de mitos y supercherías. Responsabilizan al paciente por
su enfermedad emulando las enseñanzas del conocido
médico psiquiatra y estafador alemán Ryke Geerd
Hamer [Düsseldorf-Mettmann, 1935], quien patrocinó
uno de los episodios más aberrantes en la historia de la
medicina, y a quien el Poder Judicial alemán, en 1986, le
inhabilitó para el ejercicio de la profesión y
revocó su licencia mediante sentencia condenatoria que fue
ratificada por el Tribunal Superior en el año 2003. Hamer
cumplió condena durante un año en Alemania
[1997-98]. Posteriormente se le acusó de seguir ejerciendo
la medicina ilegalmente y de haber provocado la muerte de algunos
de sus pacientes, entre ellos de una niña de 7
años.

Es más, en Francia, el tribunal de
Fleury-Mérogis [Essonne] condenó a Ryke Geerd Hamer
a la pena de tres años de prisión [2004-06] en la
penitenciaría de Sainte-Geneviève-des-Bois
después de haber sido extraditado de España donde
sufría detención en el madrileño penal de
Soto del Real. Ambas sentencias fueron sustentadas bajo los
cargos de estafa y práctica ilegal de la
medicina.

Todavía el día de hoy, existen varias
sentencias pendientes de ejecución por no haber podido ser
extraditado de Noruega donde se refugia desde marzo de
2007.

Vivimos en una época en la que los valores
fundamentales de la cultura están siendo desafiados y
atacados. Todos sabemos que el médico está rodeado
de peligros profesionales. Cuando el dinero le transforma en una
fiera salvaje, su arte se convierte en un peligro para los
confiados dolientes. Su conducta aberrada le permite el piadoso
engaño de los sentimientos. Lucra con dinero contante y
sonante que esquilma fácilmente a sus víctimas,
desafiando todos los principios de la moral profesional; y se
justifica a sí mismo porque hasta llega a creerse sus
propios embustes.

V. Brian Leslie
Weiss [Nueva York, 1944]

Impresentable médico judío-norteamericano.
Egresado de las universidades de Columbia y Yale. Profesor
emérito de la Universidad de Miami-Florida. Jefe del
área de psiquiatría de la Mount Sinai Medical
Center
de Miami Beach. Heraldo de su fraudulenta terapia de
vidas pasadas o terapia de efecto placebo. Autor de
libros relacionados con la ficción artificiosa de la
reencarnación; abordada según él a
través de experiencias psiquiátricas narradas por
sus pacientes en estado hipnótico; dando lugar al
nacimiento de su engendro que le ha titulado terapia
regresiva a vidas pasadas
para sanar traumas acaecidos en
las vidas anteriores.

Las consejas del Dr. Weiss refieren la primera
experiencia de su auto-regresión que le
ubicó en Alejandría–Egipto en el siglo XX a.
C. y como amigo de Jesús de Nazaret en el siglo I d. C. y
circunstante cuando llevaba la cruz al Calvario; fabuloso
episodio plagiado –no cabe revocar a duda– de la
novela Trojan Horse: Jerusalen 1/ first published in
1984 [Caballo de Troya: Jerusalen

1/primera edición en 1984], de propiedad
intelectual del periodista y escritor español Juan
José Benítez [Pamplona,
1946]9. Al año
siguiente, en 1985, el Dr. Weiss hizo pública su
necrológica historieta, iniciando de este modo su
codiciosa carrera delictiva.

Inconsecuente con la profesión médica,
sostiene el susodicho con arrogante filatería, haber sido
sacerdote babilónico; y haber ayudado a los
discípulos de Cristo después de su muerte en la
Cruz. Manifiesta también que, en otras vidas
más cercanas en el tiempo, fue sacerdote budista,
hindú y musulmán; además de sacerdote
católico en Escocia, y haber sufrido tortura y muerte por
el tribunal eclesiástico de la Inquisición en
Dublín. El caballero de industria tuvo que
engañarse primero a sí mismo para poder
engañar a los demás.

En la macabra patraña del mencionado
psiquiatra, su primera paciente una mujer
católica de 28 años llamada Catherine
–de Nueva Inglaterra, EEUU– a quien trató
más de un año, no solo recordó bajo hipnosis
muchas de sus vidas sino que retrocedió cuatro
mil años a una antigua vida en el Cercano
Oriente; en otra de sus vidas primero fue un niño
en Ucrania y prostituta española del siglo XVIII d. C. y
en otra, una griega que había vivido algunos
siglos después que la del Cercano Oriente. En su mismo
cuento señala el bellaco, que su paciente
también le dio información sobre su padre y su hijo
muertos, algo que solo él y su esposa conocían. De
cara a la deontología y la ética médicas, el
secreto profesional resulta identificado como el primer factor de
deshonestidad de este galeno.

Los pacientes, o mejor las víctimas del
sociópata Weiss, al conjuro de conocer sus otras
vidas
, pagan elevadas sumas por una consulta que
sería actualizada uno o dos años después de
haberla reservado. Su maniobra fraudulenta ha permitido al rapaz
psiquiatra amasar enorme fortuna que, de paso sea dicho,
jamás hubiera alcanzado ni aun viviendo 500 años
con los haberes que percibe de la universidad y del hospital
donde trabajó. La tentación fue muy fuerte, tan
pronto como el ejercicio regular de la profesión no era
tan lucrativo.

Por los conocimientos técnicos, el aludido
granuja no requirió de mucho esfuerzo para concebir el
filón dogmático que desdora y envilece la
especialidad. Además, se deduce por su personalidad
arrogante y megalómana que jamás quiso quedar
rezagado en la valoración social que otorga el
círculo de la existencia civil. Su hipnosis
regresiva
y progresiva le ha permitido ganar
el malhadado protagonismo mundial que siempre
ambicionara, y que, mal por el contrario, con solo la
práctica profesional jamás le hubiera sido posible.
El estatus le ofreció peldaños, pero éste
los salvó de un brinco.

Como líder mesiánico de su
chamánica secta, el Dr. Weiss es príncipe por la
gracia de su fraude, que apaga la realidad y finge para
él, que está en vigilia, un mundo de
ensueños. Pone en evidencia su disposición
camaleónica –igual a los credos ecuménicos
que aprovechan todas las sangres– con un mensaje subliminal
de sincretismo teosófico: proclama haber sido sacerdote
babilónico, musulmán, católico y budista. Su
abominable codicia, demanda la atracción de otros
tradicionales cultos que convocan multitudes. Emplea alucinadas
paramnesias, trepando ante la absorta mirada de su inocente
víctima, quien participa en el poder superior en cuanto se
coloca de su parte y le ofrece el incienso de su devoción.
Desde la verdadera obsesión descienden los peldaños
de la conciencia a la simple comedia.

Avezado bribón, precisa ser admirado y venerado
como amigo de Jesús de Nazaret y de sus
discípulos, y como víctima propiciatoria en
Dublín. Presume de gurú occidental
postmodernista y de ser el elegido y líder de su
ramplona cofradía. Fascina por su cinismo, persuadido que
tiene influencia sobre los sentimientos de personas confiadas o
abatidas; participa en entrevistas televisivas, programas de
radio, conferencias y seminarios.

Aquí es donde la audacia delictiva del
charlatán y sus amaestrados defensores lucran con las
emociones. De todos los impulsos que nos atormentan, que nos
duelen, que nos exigen perentoria satisfacción, los
primeros son el hambre y la sed. Con el instinto elemental del
animal de rapiña, el estafador ha descubierto un oculto
anhelo, una avidez anímica. El que promete aplacar esta
profunda apetencia se apodera del hombre y de las multitudes. Por
eso estorban los instintos concurrentes.

El depredador ataca a sus presas en los lugares en donde
hay agua, en los abrevaderos naturales, en su querencia, adonde
les arrastran sus necesidades. El Dr. Weiss conoce el
vacío interior, la sed de perennidad de sus
víctimas. Sabe que su embeleco debilita las fuerzas,
enerva la volición y desvanece la razón. Toda
noticia de perpetuidad sobre el planeta es éxtasis. Todo
aliento vital que garantice la eternidad es frenesí. Toda
ilusión de inmortalidad es triunfo de la voluptuosidad en
el misterio.

El temor a la soledad y a la muerte representa la
angustia existencial generada por la nociva eclosión
social. Tan pronto como falta el objeto al instinto, siente un
vacío que el hombre trata de llenar con todas sus fuerzas.
El ser humano da crédito a la seudología para
satisfacer ocultas veleidades, tratando de encontrar en su
interior lo que no encuentra en su familia o en la sociedad.
Mientras en las librerías, las repletas cacerolas de
autoayuda ["puedes lograr lo que quieras con el poder de
tu mente"] continúan llenando de tizne nuestra capacidad
analítica, la que nos permite entender y enfrentar los
apremiantes desafíos que nos depara la convulsa sociedad
humana.

La terapia regresiva o progresiva, con
efecto de encantamiento, priva de resistencia y lleva
intelectualmente a la esclavitud. El ser humano con la
ilusión de reciclarse, es humillado y seducido a perder su
razón y su dignidad; con la vana creencia de que
peregrinar de cuerpo en cuerpo en este mundo es su
destino.

Un médico con un elemental sentido ético
en el desarrollo de la práctica facultativa decente, no
ofrece inverosímiles resultados, no promete curas
taumatúrgicas y no le culpa al paciente por su
padecimiento. De manera similar, si el médico en una
cirugía olvida su bisturí incrustado en el cuerpo
del paciente, deberá ser denunciado públicamente
por negligencia médica, y ser condenado a pagar a las
víctimas elevadas cuantías indemnizatorias por su
grave falta.

Su millonaria propaganda –fraude científico
de alarmantes proporciones– a la que el Dr. Weiss denomina
mis libros, a pesar de no contar con la
validación de la revisión por pares prevista por la
OMS, son verdaderos best sellers surrealistas
que, traducidos en 40 idiomas, ha sabido vender más de 20
millones de unidades. Mediante ellos, en sus softwares
ofrecidos como método terapéutico a través
de los espacios esotéricos de la red10 y en sus
conferencias, pregona el licencioso que siempre fue
descreído y que cambió radicalmente de manera
súbita por el testimonio de su misteriosa
médium Catherine, de la cual no da pruebas de su
existencia, ni siquiera en el control de sus consultas y
sólo exige que crean a fardo cerrado en su palabra. A
partir de este desvariado y grotesco episodio –mezcolanza
de medicina, religión y magia– el Dr. Weiss
conoció la sonrisa de la fortuna y del éxito, que
le permitió compartir manteles con monarcas, dignatarios,
ricos y famosos.

Entonces, si todo esto es así, he aquí la
inferencia: el Dr. Brian Leslie Weiss es un hombre de presa, no
de ciencia. Su dolosa impostura lo convierte en vulgar
ilusionista de farándula y estafador internacional que
deshonra a la profesión médica. Dirige desde la
sombra el grupo de conspiración criminal masiva de la
regresión a otras vidas, para despojar el
patrimonio de sus víctimas explotando sus temores,
creencias y necesidades.

Psicópata perverso y manipulador. Mitómano
y narcisista. Tunante y depredador. Descarado; para inspirar
credulidad, se sirve de la máscara de la dignidad que le
prestan los años, y del talar scrubs de
médico. De no escasa inteligencia, que lo vuelve
más peligroso aun. La medicina sostiene que el 80% de los
pacientes funcionales hospitalizados padece enfermedad
psicogénica; siendo obvio que, por su condición de
médico, conoce la etiología psíquica de casi
todos los malestares funcionales. Abusa de la buena fe de
personas que admiten su propaganda con tal arrobamiento, que no
escatiman desembolsarle ingentes sumas en consulta tras
consulta.

El misticismo profano, expresado mediante las
chapucerías y despropósitos del Dr. Weiss, es
indiferente a la validación objetiva e independiente
respecto de su eficacia, porque para su comisión delictiva
utiliza en provecho personal la falacia de la causa
falsa
.

La lógica formal califica la correlación
coincidente o conexión causal como falacia de causa
falsa
** cuando se toma por condición
suficiente de un acontecimiento, algo que no es su causa; es
decir, este paralogismo asume que si un acontecimiento sucede
después de otro, el primero es consecuencia del segundo10.
En otras palabras, dado que un acontecimiento sucede a otro,
aquel fue causado por este. Entonces, la verdad sea honrada: la
correlación no implica conexión de causalidad.
V. gr. el gallo canta antes de rayar el alba; ergo, el
canto del gallo es causa de la salida del
sol.11 Sin embargo, el sofisma
de la causa falsa lo explica la lógica como un
engañoso hecho o circunstancia objetiva; en cambio, en el
fraude del Dr. Weiss la causa constituye un evidente
timo.

La pedestre necrofilia –lúdico fraude y
simulacro de investigación científica– del
Dr. Weiss propagada mediante su prolífico cólico
miserere de libros, conferencias y seminarios en todo el mundo y
en vastos auditorios [por los últimos cobra US$ 50000 y
90000]; está planteada sin contrastar por ser velada a
toda penetración racional; motivo por el cual, resulta
antagónica a los principios de rigor científico de
la medicina en etiología y diagnosis, e indiferente al
desarrollo y al tratamiento de la enfermedad; y, desde luego, no
es aprobada ni publicada por el Congreso Médico,
institución legalmente autorizada para evaluar su
contenido y alcance.

Tampoco, obviamente, sus desvariadas obras sobre
reencarnación han sido aceptadas por el U.S.
Medical School
, ni por la American Psychiatric
Association
, instituciones que deberán pronunciarse
sobre las fechorías y la anética práctica
médica de este mal profesional que, olvidando muy pronto
el juramento hipocrático12 cuyo contenido ético
orienta la práctica del oficio, ideó hace
más de 25 años una iconoclasta estructura delictiva
contra la Medicina Humana, la Antropología, la
Psicología Clínica, la Pedagogía y la
Filosofía; que ha servido de inspiración a otros
habilidosos malvivientes, para hacer de la ficción y la
mendacidad las armas de su propia vida criminal.

El descenso ético de este audaz embaucador, lo ha
deslizado hacia los parajes inverosímiles de la
fantasía, de la magia y de lo paranormal para procrear su
engendro; conducta profesional reñida con los principios
dialécticos de la Medicina, de la Pedagogía y del
Derecho. El doctor Weiss ya no solo auxilia pacientes
psiquiátricos –como él mismo admite–
ahora también pasan por consulta miles de curiosos
incluyendo a menores de edad13, ávidos por conocer sus
vidas pasadas o sus vidas futuras. Esto es
malpraxis. El sesgo es falta grave, porque el médico ya no
absuelve una consulta profesional sino que, como cualquier
chamán diletante, atiende y dirige una cita con el
más atrás
o con el más
allá
.

Por estas consideraciones, asumo que el médico
Dr. Brian Leslie Weiss debe ser investigado por la Federal
Bureau of Investigation
F.B.I. – y por
la policía federal de Miami del Estado de Florida donde
reside el timador; con mayor razón si la vocación
delictiva se pone en evidencia en la estafa colectiva cometida
por los laboratorios FWM, Laboratories Fort
Lauderdale
, Nox Edge, Mojo Blast, y otros
en los EEUU, al parecer de su propiedad, que han dado lugar a
miles de denuncias por fraude.14

La profesión médica no alcanza su meta en
el restablecimiento de la salud sino que, como excelsa
profesión, ejerce pedagogía social ante la
minoridad de una nación que está siempre observando
el comportamiento de sus miembros. El médico ofrece
asistencia y protección a la humanidad doliente. Su
auxilio es dispensado con lealtad y respeto. La infancia y
juventud no merecen ser atosigadas por esta siniestra e
irracional práctica facultativa, agravada por tratarse de
un profesional de la medicina.

Partes: 1, 2

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