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Cuerpo de bomberos – Desafío al peligro (página 5)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

El mando durante
las catástrofes e incendios

La Pizarra Central de los Bomberos (1962-1965) Dentro de las
acciones que realiza el Cuerpo de Bomberos hay muchos trabajos
anónimos, que son los que mueven el engranaje de apoyo que
garantiza una misión exitosa. La Pizarra Central de los
bomberos es el lugar donde se reciben las llamadas e
informaciones sobre las catástrofes que se producen.
Cuando comienza a reportarse un hecho importante, se encienden a
la vez todos los bombillos de la pizarra rotativa del centro
telefónico. Aquí, los compañeros del centro
de comunicaciones, el Oficial de Guardia y el Oficial de Guardia
Superior recepciónan y evalúan las informaciones
iníciales, y posteriormente le van dando seguimiento hasta
dar por terminado el hecho reportado. Con las primeras
informaciones, el Oficial de Guardia Superior toma las decisiones
iníciales, a partir de las cuales amplía, depura y
transmite a los mandos superiores; de acuerdo con las situaciones
operativas, ordena la salida de las diferentes unidades; activa y
envía inmediatamente el Puesto de Mando Móvil, la
técnica específica para cada caso y los equipos de
apoyo necesarios. De esta forma se va localizando y ampliando la
información sobre las características y dimensiones
de la catástrofe y, al llegar el jefe de la
Dirección General, o el jefe superior de los bomberos al
lugar siniestrado, comienza a transmitir órdenes a la
Pizarra Central, la cual se encarga de canalizarlas con la
urgencia requerida. El Oficial de Guardia Superior, el Oficial de
Guardia y el personal del Centro de Comunicaciones se encargan,
de acuerdo con la magnitud del siniestro y los requerimientos del
momento, de las coordinaciones con otros organismos: con la
Empresa Eléctrica —para quitar la electricidad de la
zona, retirar transformadores, cables, postes caídos, para
el apoyo con los carros elevadores, escaleras, para el
envío de especialistas y otros medios necesarios. Con el
Puesto de Mando Central de la Policía Nacional
Revolucionaria coordina la participación de los carros
patrulleros —para localizar las pipas de agua en los puntos
de abastecimiento, escoltarlas y abrirles el paso, si fuese
necesario, hasta el lugar del siniestro, e incluso localizar a
sus choferes en sus propios domicilios; para ubicar a los
responsables del lugar siniestrado, transportar detenidos y
sospechosos, así como otras múltiples tareas que se
realizan de conjunto. Con la Unidad de Tránsito, para
efectuar cierres y desvíos en las calles, dar paso a los
carros bombas y pipas que se mueven a gran velocidad, sobre todo,
en los cruces de avenidas. Con la unidad de la PNR del territorio
correspondiente, para establecer cordones con la
infantería que limiten el acceso del público, para
custodia de bienes, para el envío de la guardia operativa
y los especialistas del Laboratorio Central de
Criminalística, y otros. Asimismo informa a los restantes
órganos del MININT para que actúen según
corresponda a sus especialidades. El Oficial de Guardia,
además, activa el Plan de Aviso a los bomberos que se
encuentran de descanso, alerta a las unidades de bomberos
cercanas y de las provincias vecinas, poniendo en plena
disposición combativa sus medios y fuerzas; coordina con
el Acueducto el envío de pipas hacia el lugar del
siniestro. Además, con el propio acueducto, coordina la
apertura de fuentes de abastecimiento, tuberías,
hidrantes, bombeo de agua, etc. También pone en estado de
alerta los servicios de ambulancias, los cuerpos de guardia de
los hospitales, la Empresa de Teléfonos con sus carros
elevadores, la Empresa del Gas, moviliza equipos pesados,
camiones plancha y de volteo, rastras de carga,
buldózeres, tractores, grúas, bombas de achique,
compresores y sus martillos, y muchos otros equipos o personal de
apoyo. Según la magnitud de cada situación, se
ejecutan las diferentes medidas. Así, de un momento a
otro, la Pizarra Central de los Bomberos se convierte en un
avispero, donde se realiza una labor serena, eficaz, oportuna,
con mucha urgencia y enorme ecuanimidad. Son cientos de llamadas
simultáneas: de vecinos y personas de la zona afectada,
muchas veces gritando, dando opiniones, haciendo preguntas,
pidiendo auxilio para un familiar, y otras. Estos
compañeros trabajan de forma anónima y merecen gran
reconocimiento. El Puesto de Mando Móvil es un
camión preparado y equipado con mapas, expedientes de
centros de producción de grandes dimensiones o
peligrosidad, información sobre las fuentes de
abastecimiento de agua, equipos de comunicaciones, y todos los
elementos necesarios para organizar el mando durante cualquier
catástrofe. Desde este lugar el Jefe de la
Dirección, o el oficial al frente de la misión,
ejerce el mando directo sobre el personal actuante,
apoyándose directamente en la Pizarra Central de los
Bomberos. Bomberos voluntarios Los bomberos voluntarios siempre
han sido nuestro principal apoyo. Durante años, este
personal ha trabajado en nuestras unidades, ayudando en
disímiles tareas, sobre todo como parte de la
dotación de los carros, participando directamente en las
labores de extinción. Además, los voluntarios hacen
postas o guardias en nuestras unidades, apoyan en la limpieza y
reparación de los medios, en la limpieza de las unidades y
de sus técnicas de combate. – Con los Bomberos Voluntarios
comenzaron las primeras unidades de bomberos hace ya mas de
trescientos años, y durante muchísimo tiempo,
muchas de las unidades trabajaron sin personal profesional, solo
contaban con esta fuerza; en tiempos posteriores se
profesionalizaron las unidades de extinción,
apoyándose en fuerzas mixtas: bomberos profesionales y
voluntarios. Los bomberos voluntarios han sido parte de la
historia de todas las provincias, incluyendo la Capital, en la
prevención y extinción de incendios forestales y
otros, donde se han destacado por su arrojo y valentía, y
muchos han sido condecorados o felicitados por su destacada
participación en hechos relevantes… Otra
importantísima tarea que cumplen los Bomberos Voluntarios
es la protección de los centros de trabajo donde laboran,
para lo cual se entrenan periódicamente, reciben cursos y
cursillos, tienen preparados y listos los medios de
extinción y además ayudan a la
administración en la correcta distribución y
organización de las áreas de almacenaje, separando
y aislando los productos inflamables y más peligrosos.

Capitulo X

Los medios de
extinción

En los primeros años después del triunfo de la
Revolución, los bomberos no contábamos con los
medios técnicos adecuados para atacar los fuegos que se
producían en grandes tanques y vehículos de
transporte de combustible. Es decir, no conocíamos y no
poseíamos el FOAM, o espuma, líquido que se une al
agua, creando una gruesa y espesa capa de una sustancia parecida
a la nieve o a una gran jabonadura —como la que hace el
champú—, y que se esparce a gran velocidad sobre el
combustible ardiendo, le corta el oxígeno y apaga el
incendio. Tampoco poseíamos polvo químico seco, que
se utiliza en diferentes tipos de fuego, incluyendo los que se
producen en equipos eléctricos. Teníamos que
combatirlos con unas largas tuberías acopladas por un
extremo a las mangueras de 1½¨, y por el otro, a un
pulverizador de agua (sprinkler) que era del tamaño y,
además, muy parecido a una granada de mano. Estos
sprinkler tenían varias hileras de canales en línea
uno frente al otro y perforaciones colocadas de igual forma, por
donde salía el agua con mucha presión, y los
chorritos tropezaban unos con otros, pulverizando el agua y
creando una neblina muy amplia, un gran abanico de agua
pulverizada, la cual, al chocar con el fuego directo1, s0e
convertía en vapor de agua, quitando el oxígeno y
bajando la temperatura de las llamas. Con eso extinguíamos
los fuegos en combustibles. De más está decir que
era extremamente peligroso, ya que los bomberos tenían que
subir a escaleras estrechas a gran altura, cargando un largo e
incómodo tubo: por detrás le hacía fuerza el
peso de la manguera con agua a presión, y por delante le
daba tirones constantemente la presión de agua que
recibía, teniendo que recostarse a los tanques de
combustible, los cuales, muchas veces, estaban muy calientes,
pues recibían de forma directa el calor y las llamas, con
el inminente peligro de que estos sufrieran rajaduras o
explosiones. Había solo tres carros bombas American La
France. Tampoco teníamos equipos básicos de
extinción, es decir: carros pipas, carros especializados
de polvo químico seco, FOAM, carros de luces, pipas de
combustibles, carros escaleras modernos de mayor alcance, barcos
y lanchas contra incendios, aviones, helicópteros y medios
terrestres contra incendios forestales, talleres móviles y
medios de aseguramiento para mantener y reparar los equipos en el
terreno, sin mencionar el déficit de medios de
protección humana. La primera medida que tomamos ante
tanta desgracia fue localizar la cuña de una rastra y una
cola para la misma. Encontramos una cola de 5 000 galones,
destruida, oxidada y abandonada en un rastro estatal. Fue
totalmente reconstruida, la pintamos de rojo y la decoramos con
el logotipo de los bomberos. Aquella fue nuestra
salvación, era un acueducto móvil, lo
colocábamos cerca de los fuegos, en lugares
estratégicos para que no obstruyera el tránsito y
para que se le pudiesen acercar otros medios sin estorbar al
resto de los equipos que continuamente se desplazan en las
áreas colindantes. Las tomas de agua de la pipa gigante
(así le decíamos) se acoplaban a un carro bomba
American La France (intercalamiento de bombas), desde el cual se
hacían otras conexiones hasta llegar al lugar del
siniestro, en ocasiones a varias cuadras; el especialista
principal del tema era Félix Alonso, ya fallecido. Pero
además, descubrimos que esta pipa gigante era una
salvación organizativa, pues aprovechábamos mucho
más la capacidad instalada de las pipas de apoyo. Estas
descargaban, varias a la vez, directamente dentro de la rastra y
salían a gran velocidad a reabastecerse y regresar, es
decir, no las teníamos esperando a vaciarse dentro del
área del fuego, con lo que se evitaba, además, el
quita-y-pon de mangueras, la entrada y salida en calles
estrechas, en áreas reducidas, cada pipa daba muchos
más viaje1s 0y teníamos el agua asegurada: salimos
de tremendo lío con aquella rastra maravillosa. Las pipas
Skoda En la época en que dirigía esta
institución a nivel nacional, yo tenía 20
años de edad. Los jóvenes cometen errores, y hacen
cosas que después, en el resto de la vida, no las repiten,
pues comprenden que han actuado incorrectamente. Este es un
parche que pongo antes de contar el hecho, para que se comprenda.
Como ya les dije, teníamos gran escasez de recursos, y
sobre todo de pipas de agua. Resulta que yo pasaba constantemente
por la Avenida del Puerto, frente al antiguo Cuartel de San
Ambrosio- Tallapiedra, y un día veo que estaban parqueadas
en la calle en fila india, ¡nada más y nada menos
que 25 pipas de agua!, grandísimas y pintadas de gris,
nuevas de paquete, marca Skoda, (checas). Me bajé del auto
y las inspeccioné al detalle, aquello me lo había
enviado el propio Dios desde el cielo, directico para mí,
era lo que nosotros necesitábamos y pedíamos, y no
nos llegaba. Comenté con varios compañeros sobre
los equipos y puse dos hombres a investigar para quién
habían venido. Nada, nadie sabía nada. Pasaron los
días, cinco, diez, quince, y aquella hilera de camiones se
mantenía en el mismo lugar. En aquel momento, al hijo de
Hilda —que soy yo— se le ocurrió una brillante
idea: "Si no tienen dueño o este no aparece (pues llevan
casi un mes y nadie las recoge), entonces deben de ser
mías¨, ya que nos hacen tanta falta, pensé…
De inmediato comenté con varios compañeros mi idea
y algunos me dijeron: "Jefe, usted realmente está loco de
remate, no se meta en ese lío…" Pero la necesidad
me obligaba a hacer algo, aunque fuese descabellado. De inmediato
preparamos un plan, una operación comando compuesta por
mecánicos, cerrajeros, pipas de combustible, taller
móvil, plantas eléctricas de soldar,
tuberías, codos, tapones para los tubos y otros recursos
de plomería, ya que las pipas venían con sistemas
de riego instalados en la parte delantera, hacia donde
dirigían el agua las bombas impulsoras, por lo que
teníamos que cambiar los conductos y agregarle las tomas
que utilizaban nuestros carros de combate. Llevamos,
además, treinta choferes experimentados, merienda, agua,
café, café con leche, bocaditos y otras
chucherías. También, buscamos un local apartado (la
Escuela de incendios de La Coronela) para montar un taller de
pintura, con rotulistas, pintores, precinta, papel
periódico, pintura roja en cantidades industriales,
diluentes, aguarrás, y todo lo necesario para transformar
los equipos. En las unidades preparamos condiciones para asimilar
la nueva técnica. Acordamos la fecha d1e l0a
operación, el día (X) comenzaríamos a las
once de la noche, y la hora tope para salir del lugar era las
5:00 am. Todo funcionó como un reloj y a las 48 horas las
25 pipas estaban pintadas, rotuladas y listas para actuar.
Simultáneamente habíamos preparado un curso
emergente para adiestrar los choferes en esa misma escuela, ya
que las pipas tenían mecanismos que no eran iguales a los
de los carros viejos, y hubo que hacerle varias adaptaciones y
modificaciones. Una semana después de iniciada la
operación comando, cada unidad recibió la
técnica que le asignamos, algunas tenían hasta tres
pipas, además de que la Escuela de Bomberos de La Coronela
fue convertida en unidad-escuela, para que participara en los
incendios con sus profesores y alumnos, a partir de la entrega de
esta técnica, cubriendo un extenso territorio. Aquello era
un sueño celestial, ya que constantemente se
producían sabotajes y no teníamos medios
suficientes para el enfrentamiento. Ahora ¡que vengan
fuegos y sabotajes!, que los enfrentaríamos como Dios
manda con los equipos caídos del cielo. Pasaron los
días, creo que cerca de dos meses y medio o tres. Un
día, cerca de las dos de la madrugada, acabado de llegar
de un incendio, recibo una llamada, era el comandante Ramiro
Valdés Menéndez, entonces Ministro del Interior.
—Robertico —me dijo—, ¿tú conoces
algo de unas pipas de agua que estaban en el puerto? —
¡Qué pregunta y a qué hora! —Le
contesté y comencé a cantinflear—:
Bueno…, sí…, yo creo…, ah,
sí…, unas que estaban en el muelle…
—Sí, esas —me dijo el comandante.
—Sí, yo las tengo —le dije sin más
vacilación. —Bueno, ven enseguida para Palacio, que
el presidente Dorticós quiere hablar contigo. Me
bañe y salí a toda velocidad; el Presidente me
recibió muy cortésmente, pero la
conversación empezó bastante áspera y tensa;
él comenzó hablándome de indisciplina y de
todo lo que tiene que ver con coger lo que no es tuyo, el respeto
a lo ajeno y otras cosas. -En un determinado momento le
pedí permiso para interrumpirlo y comencé exponerle
sobre los trabajos que pasaban los bomberos, los múltiples
sabotajes que a diario se producían, los riesgos a que se
exponían a cada momento y mi responsabilidad de velar por
la vida de ellos. Le recordé que él en persona,
hacía varios meses, me había hecho una llamada
telefónica durante un fuego para que tratáramos de
salvar unos productos, es decir, le expliqué qué es
un cuerpo de bombe1ro0s y le fundamenté la necesidad de
aquellas pipas. Al final, el Presidente me advirtió que
nunca más debía producirse algo así y me
hizo un gran regaño, pero me entregó quince de las
veinticinco pipas, con el compromiso de que las otras diez
cooperarían y acudirían a los incendios de forma
rápida, a nuestro llamado. Además de la carencia de
equipos en nuestras unidades, en el país
prácticamente no existía conciencia ni
educación, ni legislación sobre la
prevención contra incendios y solo contábamos con
escasos compañeros preocupadísimos con el tema,
pero con muy poca aplicación práctica. En nuestras
fábricas, almacenes y otros lugares de extrema
peligrosidad potencial, no existían o no se encontraban
preparadas ni entrenadas las brigadas de obreros para combatir y
extinguir los incendios, ni extintores o medios de
extinción de ningún tipo para poder actuar; cuando
más, lo que había eran paneles con cubos, agua y
arena. Las actividades de Prevención contra Incendios que
existían en nuestro país siempre fueron las
exigencias de las compañías de seguro a sus
clientes, pero que no siempre se aplicaban a cabalidad, ni en
todas las instalaciones, y mucho menos en fábricas o
almacenes nacionalizados por la Revolución.
Podríamos decir que los incendios en aquellos momentos
eran la actividad predominante dentro del cuerpo de bomberos, la
más común. El dominar o apagar los incendios
depende de la velocidad de actuación de los vecinos, los
trabajadores o el personal existente en el lugar y en el momento.
Pero cuando un incendio es de grandes proporciones, o se va
desarrollando en esa dirección, entonces la velocidad de
actuación de los bomberos juega un papel primordial. La
magnitud que un incendio pueda alcanzar en(X) tiempo está
determinada fundamentalmente por el tipo de producto o de
materias primas que estén ardiendo y las temperaturas que
logren alcanzar las llamas. Cada material en particular tiene sus
parámetros de soporte de temperatura o nivel de ardimiento
a una temperatura (X), por ejemplo: las telas, cortinas,
alfombras y papeles arden a menor grado de temperatura, algunos
combustibles necesitan elevar sus temperaturas hasta producir
gases capaces de arder; otros, como el alcohol y la gasolina,
arden de solo acercarse las llamas o chispas a los gases
volátiles que emiten; las maderas necesitan más
calor para arder. Así sucesivamente se van comportando los
materiales ante el calor producido por el fuego al comenzar a
arder. Existen materiales que son incombustibles (no arden)
aunque lleguen a desintegrarse, como el caso del hormigón,
las piedras y otros. También existen productos y materias
primas que retardan la combustión, es decir, son
más resistentes a los incendios y necesitan temperaturas
mucho m1á0s elevadas para su combustión o que son
tratados con materiales especiales. La propagación de los
incendios depende de los productos existentes en el lugar o en
sus proximidades, lo que, unido a las altas temperaturas que se
acumulan, produce las grandes catástrofes o incendios de
grandes proporciones, que en ocasiones destruyen grupos de
viviendas, edificios, locales, fábricas, etc. Cuando nos
referimos a evitar la propagación de los incendios,
hablamos de la velocidad de salida de los carros y de los
bomberos. Los carros no pueden salir rápido, si sus
bomberos no están situados en los estribos o dentro de
ellos, ya que un carro que salga y llegue rápido, sin
bomberos a bordo, no haría nada en el lugar. Hay que
lograr una coordinación entre toda la dotación o
pelotón o comando de guardia para que todo se haga en
segundos. Los bomberos se entrenan y preparan a diario en las
escuelas y en las propias unidades, para estar listos y log rar
salidas a gran velocidad. Deben ponerse la ropa, las botas, la
capa, el casco. En segundos, los hombres bajan como hormigas por
la percha o cercha (tubo), al tocar el suelo van corriendo hacia
los carros, se van ajustando y abotonando las capas y cascos a la
vez; en los carros cerrados todo eso lo hacen dentro de los
mismos. El jefe de carro verifica que la dotación
está completa y da la orden de salida al chofer. Los
carros parten de sus unidades a gran velocidad, tocando sirena y
con las luces intermitentes de aviso; salen como balas, con
aproximadamente unas 7 000 libras adicionales, con cientos de
galones de agua, combustible, con 6 ó 7 hombres, mangueras
y otros equipos personales, capas de agua, cascos, botas,
caretas, botellones de oxígeno, linternas, escaleras,
hachas, sogas, extintores, herramientas y otros medios. Desde que
el bombero se encuentra en las escuelas, o desde que se lanza por
la percha de su unidad para efectuar un servicio, ya sus vidas
comienzan a correr peligro y riesgos de diferentes magnitudes.
Les comentaba que llegar al lugar de los hechos en un
máximo de tres minutos es muy importante para los
bomberos, ya que se debe atacar y extinguir un incendio a la
mayor brevedad posible, para evitar que el fuego se propague.
Relacionado con la velocidad y llegada en tres minutos al lugar
de los hechos durante los inicios de los incendios, les
comentaré algo que nos sucedía con tanta frecuencia
que tuvimos que pensar mucho hasta descubrir su causa. Lo primero
es que teníamos lugares muy distantes, donde jamás
podríamos lograr la cobertura deseada de tres minutos. Con
bastante frecuencia se nos estaban produciendo incendios en
viviendas habitadas y el asunto aumentaba cada día
más ¿Qué estaba pasando? Buscando
información con diferentes órganos del Ministerio
del Interior, y analizando los hec1hos0, llegamos a la
conclusión de que los vecinos de lugares apartados, zonas
y repartos con viviendas de cartón, madera, y construidas
prácticamente con materiales de desecho, las incendiaban
ellos mismos para presionar a la dirección del país
para que les dieran otras en mejor estado y en mejores zonas.
Pero los incendios intencionales los producían en los
momentos en que el ferrocarril maniobraba en lugares como la
calzada de 10 de Octubre o la de Boyeros. Los trenes, para
cambiar de chucho o pata de way, se pasaban bastante tiempo,
marcha adelante y marcha atrás, y en el medio de ese
tiempo es que aparecían los incendios, ya que los carros
de bomberos no podían pasar, pues eran pasos obligados y
las otras unidades se encontraban muy lejanas y con pocos medios.
Resultado: cada semana se quemaban 10-15-20 viviendas a la vez.
Impuestos de lo que estaba sucediendo, nos dimos a la tarea de
estudiar los lugares afectados y construimos nuevas unidades en
las zonas divididas por las líneas del ferrocarril y se
acabó el asunto. Barcos contra incendios Poco a poco la
dirección del país fue asignando recursos para
ayudar a mejorar la eficiencia de nuestro órgano, pero
como traíamos tanta miseria acumulada, mientras más
nos daban, más necesitábamos, éramos un saco
sin fondo, ya que nos faltaba de todo y en cantidades
astronómicas y las soluciones tenían que ser
paulatinas. En muchos países (sobre todo los más
desarrollados) los bomberos utilizan poderosos carros bombas,
carros articulados para llegar a grandes alturas,
helicópteros y aviones preparados para fuegos en bosques,
barcos y lanchas bombas, y muchos otros equipos especializados;
como los carros con productos químicos, o los de los
aeropuertos, que cuentan con grandes cañones o monitores
que lanzan el agua o la espuma a gran velocidad y distancia. (Por
suerte hoy dia contamos con dichos recursos) Los incendios se
producían en las zonas del puerto y en sus áreas de
carga y descarga, en los muelles de la refinería, en las
patanas o en los barcos, y no poseíamos medios ni
equipamiento adecuado para su pronta extinción con el
menor riesgo para los bomberos. Varias veces nos propusieron
sacar un barco incendiado fuera de la bahía, para dejar
que se quemara y1n0o produjera alguna explosión. En pocas
letras les contaré que nos dimos a la tarea de construir
un barco de bomberos, especialmente para atacar los incendios
dentro o desde el mar, utilizando el agua salada. Para esta
misión conseguimos un barco totalmente de madera, casi
toda podrida, lleno de comején: realmente se encontraba
hecho talco, desbaratado, sin puertas ni ventanas, sin cristales,
y abandonado hacía años en una zona de barcos en
desuso, o para desguace de barcos metálicos, que existe en
la Bahía de La Habana. Pasamos meses luchando contra lo
imposible, pero se logró su reconstrucción y
reparación, y para poder utilizarlo tuvimos que hacer dos
sistemas de extinción paralelos, uno con rociadores que le
daban la vuelta al barco (sprinkler de los que se usaban para
extinguir los fuegos en combustibles), y que serviría para
enfriar nuestro barco, y otro para extinguir los incendios en
barcos, muelles y otros fuegos costeros, los dos sistemas
funcionaban simultáneamente. De no haber sido de esa
forma, el barco, cuando se acercara a los fuegos, ardería
de inmediato. Le colocamos dos turbinas inmensas, que se
encontraban en desuso hacía años y que en su
momento pertenecieron al acueducto de Casablanca, que eran de
bronce y fabricadas a principios del siglo pasado. Cuando ya lo
teníamos terminado y lo probamos la primera vez, echaba un
chorrito de agua como si fuese una jeringuilla de inyectar, ya
que dichas turbinas rotaban en contra del motor, por lo que hubo
que trabajar varios días para invertir los impelentes y
llevarlos a su lugar. Este barco contra incendios fue bautizado
con el nombre de ¨Víctimas de la Coubre¨.
Aquí trabajaron muchos compañeros durante largas y
duras jornadas, destacándose el compañero
José Manuel Lee Marrero, quien se lesiono totalmente uno
de sus pulmones, por la constante aspiración del humo de
la soldadura en el cuarto de máquinas, en un local
totalmente cerrado. Al año siguiente reconstruimos otro
barco que se encontraba en mejores condiciones y su estructura
era totalmente de acero, pero también se encontraba
desechado y abandonado; este si quedó majestuoso y
cumplía misiones importantes y difíciles, lo
nombramos Guillermo Geilin, en memoria de un combatiente del
Ejército Rebelde, a propuesta del comandante Ramiro
Valdés Menéndez, entonces Ministro del Interior.
Además también preparamos una lancha con equipos
contra incendios, bastante grande y practica. Por aquellos
tiempos adaptamos dos helicópteros, unas pipas tiradas por
unas poderosas orugas de esteras, que subían y bajaban
lomas, para actuar en los fuegos en bosques y
cañavera1les0, dichas pipas fueron aportadas por las
Fuerzas Armadas Revolucionarias. Varios años
después se agregaron aviones preparados para estos fines.
Arreglamos, adicionalmente, un camión que llevaba
más luces que un estadio de pelota y que convertía
la noche en día y nos ayudaba en todos los incendios, ya
que lo primero que siempre se hace en un fuego es desconectar la
electricidad y todo queda a oscuras y lleno de humo en las
áreas de los incendios. Posteriormente llegaron nuevos
camiones de diferentes tipos, carros articulados, de productos
químicos, el puesto de mando móvil, mangueras,
extintores, luces, lámparas y linternas, y muchos otros
medios. En esa etapa posterior éramos un poco más
felices, nuestro trabajo seguía siendo extremadamente
peligroso, pero favorecido por nuevos medios de extinción
de todo tipo, que nos ayudaron a mejorar el servicio y a proteger
la vida de la población y de nuestros bomberos. Almacenes
y aseguramientos Otro personal que tiene una tarea diaria,
estable y continua durante meses y años, es el de los
almacenes y aseguramiento. En los almacenes de los bomberos se
encuentran los diferentes medios de protección humana,
botas de goma, sogas, hachas, caretas anti-humo, anti-gas, capas,
cascos, escaleras, mangueras, pitones, extintores, productos
especializados de extinción, tanques de FOAM, tanques de
oxígeno y acetileno, y otros. Durante las
catástrofes, estos almacenes multiplican sus acciones, y
el personal trabaja duro durante los días que dure el
siniestro. Me atrevo a mencionar aquí el nombre de alguien
que hizo y hace historia en esta tarea, el compañero
Rafael Rodríguez Escobar (padre), quien lleva una vida
garantizando los recursos para que sus compañeros puedan
actuar con seguridad en los lugares de extremo peligro.

Capitulo XI

Incendios en
bosques y cañaverales

En las diferentes provincias del país existen extensas
áreas de bosques y miles de hectáreas de tierra
sembradas de caña. Tanto los cañaverales como los
bosques se convierten en un factor de alto riesgo de incendios
cuanto llega la temporada de seca que, en algunas ocasiones, se
prolonga durante meses, aumentando los riesgos. Los incendios se
producen por diversas causas, muchas veces por vidrios que
refractan la luz del sol creando áreas de intenso calor
sobre las hojas y paja seca, otras veces, durante las tormentas
de rayos, algunos caen en las áreas secas, los equipos
ferroviarios, tractores y otros transportes producen chispas,
otras veces por descuido de las personas que tiran colillas de
cigarros, prenden fogatas y no las apagan correctamente o las
dejan que se consuman sin tener en cuenta la peligrosidad que
esta acción genera; y en otras ocasiones, la mano enemiga
se ha ocupado de crearlos. Recibí una llamada desde Pinar
del Rio del compañero Dionisio que era el Jefe Provincial
en aquellos tiempos y me dice; Robertico, tenemos tres grandes
incendios a la vez, dos en los bosques y uno en un
cañaveral gigantesco, al parecer son sabotajes. Esto se
está convirtiendo en un infierno y necesitamos su ayuda,
ya que si se continúan propagando, se nos producirá
una gran catástrofe, aquí los bosques se han
desarrollado mucho y toda esta zona se encuentra en peligro. Le
prometí enviar ayuda y además presentarme en el
lugar de inmediato. Le enviamos 5 carros pipas y dos camiones
bien cargados con mangueras, hachas, escaleras, turbinas de
gasolina y otros medios de apoyo. En pocas horas ya nos
encontrábamos en el lugar, me acompañaron los
compañeros Félix Alonso (que manejo todo el tiempo
a gran velocidad), Labrada, Pablo Torres y Durán
(Cajetilla). Los tres incendios eran de gran magnitud, dos de
ellos en áreas de bosques en zonas elevadas o
montañosas y otro en un llano inmenso; era un mar de
cañas llenas de pajas secas y el cañaveral
ardía por tres zonas a la vez. Los incendios se
encontraban a pocos kilómetros unos de los otros y se
desarrollaron con características similares, por la gran
cantidad de combustible seco debido a la prolongada
sequía, que servía para alimentar las llamas,
acompañados de fuertes y cambiantes vientos.
Contábamos con muy pocos medios especializados de
extinción, que fuesen capaces de llegar a los apartados y
altos lugares, con caminos de tierra o sin caminos. Tampoco
teníamos por esa época medios aéreos, para
apoyar desde el aire las tareas que realizaban nuestros hombres y
los campesinos voluntarios. Las pipas de agua, en mucho de los
casos tuvieron que ser remolcadas por buldócer para poder
llegar a lugares cercanos a los siniestros, además de
otros medios más pequeños con tanques de agua y
tirados por tractores.

Los incendios se produjeron en plantaciones de pinos bastante
crecidos, en terrenos elevados y fueron arriesgados y
excepcionalmente peligrosos para la vida de los hombres.
Teníamos cuadrillas trabajando sin cesar de día y
de noche, empleando todo tipo de herramientas: picos, palas,
guatacas, rastrillos, tanques y cubos de agua, pencas de palma,
¡hasta los sombreros utilizaron aquellos hombres! En la
mayoría de los lugares había una gruesa capa de
hojas secas que cubría el suelo. En muchas ocasiones hubo
que retroceder y dar paso al fuego, se producían enormes
masas de humo y niebla que oscurecían el cielo, mientras
los compañeros luchaban con las llamas y un calor
abrasador, aquello parecía la erupción de un
volcán, la primera ola de fuego se encrespó hasta
alcanzar la altura de más de veinticinco o treinta metros,
emitiendo gases y vapor (cuando el agua tocaba las llamas o el
suelo caliente), los gajos de los pinos salían disparados,
parecían flechas encendidas que subían y bajaban a
gran velocidad y ardiendo. Las llamas comenzaron a extenderse y
propagarse rápidamente, en ocasiones emitiendo roncos
bramidos, estimuladas por el fuerte viento. Constantemente se
producían cambios en la dirección de los vientos,
rompiendo todas las tácticas operativas que se
planificaban o se realizaban. Hacíamos grandes trochas
ayudados por el machete de los campesinos, con buldócers y
tractores de las cooperativas cercanas, aislando la parte norte
del incendio, y de pronto nos avisaban que por la zona oeste
volaban miles de hojas y paja que habían incendiado los
terrenos contiguos. Así, los incendios iban saltando
caprichosa y constantemente, los hombres tenían los
rostros sudorosos, tiznados y la ropa, la cara y el cuerpo
ennegrecidos. Los olores y el tufo de la resina ardiendo se
impregnaban en nuestra piel y nuestra ropa. En el incendio que se
produjo en los cañaverales, se creaban repetidamente,
remolinos, parecidos a los de las mangas de viento que se ven en
la lejanía, pero en este caso se formaban hacia delante y
amenazaban constantemente a nuestros hombres con cercarlos y
atraparlos dentro del cañaveral, sobre todo, cada vez que
cambiaba la dirección del viento. En los dos días
con sus noches demoramos en extinguir estos incendios, se
produjeron varios inconvenientes, por ejemplo, las capas
protegían a los bomberos del intenso calor, pero los
voluntarios, que no tenían capas, sufrían
constantemente de agotamiento físico, lo que nos obligaba
a contarlos a cada rato, además de tener bajo vigilancia a
los grupos de trabajo, no se fuese a desmayar alguno y quedar
dentro de las llamas, ya que, además del calor, llevaban
muchas horas sin dormir. Aunque llegaban fuerzas de relevo, los
que se encontraban allí desde el principio se
mantenían luchando sin el descanso necesario. La luna se
veía opaca a través de la cortina de humo,
además surgía un resplandor que iluminaba con
siniestro fulgor, brotaban llamas de color rojo-naranja que se
empinaban y subían en dirección al cielo
acompañadas de nubes de humo, polvo y cenizas. Las cenizas
eran las que más nos molestaban a todos nosotros, ya que
el polvo caliente penetraba por la boca y nariz, nos
producía mucha tos y ya no teníamos pañuelos
ni nada para taparnos la cara. En el segundo día, ya
nuestros hombres se encontraban con las mangas de las capas
chamuscadas y en ocasiones quemadas o hechas jirones. El amanecer
del tercer día fue hermoso, (para nosotros) el cielo se
iluminó por gran cantidad de relámpagos, que
ofrecían un bello tornasol, acompañado de los
colores de las llamas, aunque también fue tenebroso por la
cantidad de truenos y lo peligroso de los rayos que caían
en zonas muy cercanas. La luz de los relámpagos, que
alumbraba el cielo, al final nos resultó beneficiosa, ya
que aproximadamente a las ocho y media de la mañana
comenzó a lloviznar, hasta que, de pronto, todos nos
bañábamos y otros corrían bajo un copioso
aguacero: comenzó a caer el pequeño diluvio que
tanto añorábamos en aquellos momentos y
terminó apagando los incendios. Como resultado tuvimos
bastantes compañeros con quemaduras leves, otros semi
asfixiados y con mucha tos, dos piernas rotas, dos brazos
partidos, varios compañeros con golpes, muchos o casi
todos nos encontrábamos con los ojos afectados y un
agotamiento físico general. Testimonio de Bienvenido
Caballero, ex chofer del carro M1 y ex jefe de Unidad Incendios
en áreas boscosas de Güira y Alquízar La
extinción de este tipo de incendio es muy compleja, pues
hay que dar contracandela, utilizar técnicas para evitar
la propagación a viviendas, y aviones para su
extinción. En una ocasión en que me encuentro
aplicando contracandela, fui rodeado por el fuego, y salvé
la vida saliendo por un canalizo de los que están hechos
de antemano en estos bosques, pero pasé tremendo susto
cuando vi la candela sobre mí por todos los lados.
¡No digo yo! Testimonio del compañero Joaquín
Álvarez Vento El Cuerpo de Guardabosques de Cuba. Al
triunfo de la Revolución fue creado el Instituto Nacional
de la Reforma Agraria (INRA), y como una dependencia de este, el
Instituto de Desarrollo y Aprovechamiento Forestal, del cual
surge, a su vez, el Cuerpo de Vigilancia y Protección
Forestal. Este último protegería la fauna y la
flora, y se ocuparía de la prevención contra
incendios forestales, ya que antes del triunfo de la
Revolución no existía técnica ni personal
calificado, por lo que eran incalculables los siniestros de este
tipo.

En la década de los años 60, debido a los
sabotajes de la contrarrevolución a los centros
económicos del país, comienza la
preocupación del Estado por estos fenómenos. Por
orden del comandante de la Revolución Ramiro Valdés
Menéndez, ministro del Interior en aquellos tiempos, se
comenzó la formación de técnicos para
sofocar incendios forestales y se realizaron pruebas para adaptar
un helicóptero como apoyo, al cual se le colocó un
tanque en la barriga y una compuerta para tirar el agua,
además de unos largos tubos sujetos por tensores, para
utilizarlos en humedecer zonas en peligro de propagación.
También se trabajó en la adaptación de una
oruga militar que arrastraba una paila con agua; estas
técnicas quedaron en fase de prueba y no llegaron a
utilizarse. A partir de la década del 70 la
situación comienza a mejorar con la entrada de nuevas
técnicas de trabajo en camiones ZIL 57, así como la
construcción de las torres de observación. En este
tiempo se hicieron cambios en el Cuerpo de Vigilancia y
Protección Forestal, que pasa a subordinarse al Ministerio
de la Agricultura con el nombre de Cuerpo de Guardabosques de
Cuba, vistiendo sus hombres el uniforme verde olivo. En la etapa
de los 80 se comenzaron las gestiones para la utilización
de la aviación contra los incendios forestales, se
envió un especialista a adiestrarse en la República
de Polonia y se compraron tres aviones del tipo DROMADRE PZL M18,
que cargan unos 2 500 litros de agua. Posteriormente se
amplió este programa con la compra de nuevos aviones, que
fueron organizados en tres destacamentos: Occidente, Centro y
Oriente, cada uno de los cuales contaba con un avión AM2,
tres aviones 3PZL y un helicóptero MI8. Un ejemplo de los
trabajos realizados por estos destacamentos aéreos fue el
de la provincia de Holguín, en la zona de Las Minas, donde
se combatió por tierra y aire; allí resultaron
quemadas cincuenta y seis hectáreas, con un frente de dos
kilómetros entre lomas, más cinco focos aislados en
los que llegaron a quemarse 600 hectáreas. La
extinción pudo efectuarse rápidamente por el apoyo
prestado por los servicios aéreos. En este caso se
capturó a los infractores cuando provocaban otros tres
focos de candela, siendo detenidos y puestos a disposición
de las autoridades competentes, por sabotaje. Otra vez
ocurrió un incendio en la Ciénaga de Zapata, en el
Canal de los Patos, para el cual tuvimos que coordinar con la
Academia de Ciencias de Cuba la creación de lluvia
artificial —inyectando cápsulas de nitrato de plata
y expandiendo hielo seco en las nubes— desde un AM26, y
dejamos caer 80 mm de agua en el frente del siniestro en la
provincia de Matanzas. Nota al pie: Los AM2 eran aviones de
reconocimiento y transporte que se utilizaban para el traslado de
personal. También se utilizaban los helicópteros
MI8 para mover a las brigadas de extinción hacia las zonas
más intrincadas, las que bajaban por cuerdas, dejando
marcado el lugar para que sirvieran de orientación a los
ingenieros de vuelo. En uno de los incendios en la provincia de
Matanzas se perdió una brigada de guardabosques. Se pudo
encontrar y recoger al día siguiente gracias al patrullaje
aéreo, hallándose el 90% de los hombres
deshidratados, pues habían ingerido todas sus reservas.
Capitulo XII

El
Chimpancé del Zoológico

El Chimpancé del Zoológico: esta historia trata
sobre la fuga de un chimpancé dentro del Parque
Zoológico de calle 26, en Nuevo Vedado. Durante el tiempo
en que sucedieron los hechos, un trabajador del Parque
Zoológico Nacional me contó por qué los
especialistas afirmaban que este simio tenía una
inteligencia muy desarrollada y una fuerza incalculable. Resulta
que antes de estar en el Zoológico, este chimpancé
pertenecía a la familia de un médico quien, junto a
su esposa, le había dedicado cariño y
atención especiales, lo enseñaba constantemente y
era un alumno muy aventajado. Al parecer, el simio se
había enamorado de la esposa del doctor, y montaba
tremendos berrinches y griterías, posiblemente por celos,
llegando a ponerse extremadamente agresivo con ambos, causa por
la cual fue entregado al Zoológico. Posteriormente, su
entrenador se había ocupado de seguir
enseñándolo durante varios años, día
a día. Los veterinarios y especialistas calculaban que
tenía un índice de inteligencia bien desarrollado,
cercano al de un niño de diez años, y la fuerza de
catorce hombres. Es decir, nos encontrábamos frente a un
Hércules inteligente y muy agresivo. Este apreciado monito
se fugó de su jaula en dos ocasiones, abriendo el candado,
utilizando sus manos y agudeza y, seguramente también,
algún artefacto recogido dentro de la misma. El entrenador
se entendía maravillosamente con él, y era la
única persona a quien obedecía. Excepto cuando
sucedió lo siguiente: Un día caluroso, de intenso
verano, escuché por la planta de radio de mi auto el
llamado del jefe de la Unidad de bomberos del Vedado, solicitando
a nuestro Puesto de Mando el apoyo de medios especializados. Al
indagar, el oficial de guardia me informa que en el Parque
Zoológico un chimpancé bastante grande se
había fugado de su jaula, y que ni los empleados del lugar
ni los bomberos lo habían podido capturar. De inmediato me
presenté en el lugar y establecí
comunicación con el jefe de la susodicha Unidad de
bomberos. — ¿Qué pasa con el dichoso mono que
no lo acaban de coger? —le pregunté. Yo, realmente,
no tenía la más remota idea de lo complicado que
resultaría el asunto. Hablé como si aquella
acción fuese fácil. La vida me demostró que
estaba bien equivocado y que nunca debía subestimar los
hechos, por sencillos que parecieran. —Robertico, este
animal es una salación, brinca de árbol en
árbol, corre y corre sin parar, le hemos tendido varias
trampas y no hay forma de capturarlo, siempre se escapa, es
súper inteligente —me explicó el
compañero, quien me informó lo que habían
hecho y lo que tenían pensado para capturarlo.
También me dijo que el entrenador lo había llamado
en múltiples ocasiones y que el simio ni lo miraba, al
parecer se encontraba muy nervioso y asustado con tanta gente y
sirenas de carros patrulleros y de bomberos a su alrededor. Me
explica, además, que se encontraba allí el Loco
Baldoquín quien le acababa de hacer una propuesta que le
parecía muy buena. Mandé a buscar a
Baldoquín, lo saludé y le pregunté: —
¿Cuál es tu idea, Humberto? —Jefe —me
contestó—, trajimos una red grande de nuestra unidad
y con ella trataremos de capturarlo, lo acorralamos y lo
amarramos, y después movemos una jaula de las que ellos
tienen aquí con ruedas, y ahí mismo lo metemos.
Poco a poco llegaban carros de diferentes especialidades,
incluyendo el carro escalera José Martí. Por si
aquel mono no podía ser capturado y trataba de agredir a
nuestros compañeros, simultáneamente preparamos y
ubicamos en lugar cercano a varios bomberos con sus capas,
cascos, sogas y algunas patas de cabra, un hacha de las grandes y
otros instrumentos que se utilizan para abrir puertas y ventanas
en los incendios, con instrucciones precisas de inutilizar al
mono y eliminarlo, si fuese preciso, antes de que lastimara a
alguno de nuestros hombres. Baldoquín orientó a sus
compañeros, les explicó cómo
avanzarían y qué harían en cada una de las
posibles variantes. En cuanto comenzaron a avanzar, todo se puso
en tensión, y por los flancos nos acercamos al lugar para
poder proteger a los hombres. Todo marchaba según lo
previsto, hasta que la situación operativa cambió
en un segundo, la variante generada no estaba comprendida en
ninguno de nuestros cálculos, y mucho menos en los de
Baldoquín. El animal, al sentirse acorral ado viendo al
grupo de bomberos con capa y casco, que al parecer lo asustaron
más de lo que ya estaba, se aterrorizó y
engrifó los pelos de su cuerpo, parecía que se
había agigantado y se encontraba en guardia para
defenderse. Los hombres seguían avanzando hacia él
y, en un momento inesperado, la fiera emitió un grito
violento y aterrador "¡GRRRRRRRRUUAAAAAAAAAAAAAA!," seguido
de increíbles alaridos, creando una confusión
generalizada en los compañeros. Baldoquín
miró a su derecha, a su izquierda, vio que s e
había quedado completamente solo, rápidamente
levantó los brazos y, alzando la red lo más
posible, emprendió veloz carrera hacia la bestia que
tenía enfrente. Baldoquín emitía unos gritos
tan o más fuertes que los del animal:
"¡GRRRRRRRRUUAAAAAAAAAAAAAA!" Ante los sonoros gritos de
Baldoquín, el animal de color azabache se paralizó
y, con los ojos fuera de las órbitas, miraba al heroico
bombero que no temía a su fuerza ni a su inteligencia.
Baldoquín logró echarle por encima la red, pero
quedó mal colocada, aunque de todas formas sirvió
para que la fiera se fuese enredando poco a poco. Al final, el
salvaje se desenredó de la malla y corrió a toda
velocidad hacia la arboleda cercana: entonces comienza a
desarrollarse la segunda parte de esta historia. Ahora era mucho
más grave la situación, principalmente porque eran
ya aproximadamente las cinco de la tarde, y si llegaba la noche
no podíamos dejar vivo el monstruo en que se había
convertido el pacífico chimpancé, pues se
encontraba muy próximo a la cerca que limita con la calle,
donde había gran cantidad de viviendas, cuyos vecinos
estaban, a esas alturas, muy alarmados. Hablé con el Dr.
Moreno, director del Zoológico, que en aquel momento
llegó junto a nosotros y constantemente me pedía
que no le matáramos aquel valioso ejemplar. Le
expresé mi preocupación y la drástica
decisión que tendría que tomar si se hacía
de noche. ¿Qué estaba pasando en ese momento? Pues
que el chimpancé se encontraba en la copa de un
árbol, ya se habían cortado cuatro pinos
altísimos, y cuando estos venían abajo, el
animalito, con tremenda destreza, saltaba hacia otro y
volvía a subir. En algunos árboles teníamos
situadas escaleras, para que los bomberos pudiesen subir y
colocar sogas para izar las mangueras y otros medios para captur
arlo. En esta ocasión, al cortar el árbol donde se
encontraba, el chimpancé no tuvo tiempo ni oportunidad de
saltar a otro, y cayó al suelo. Aparentemente, el susto de
la caída lo puso más furioso y se volteó
hacia nosotros, que estábamos bastante cerca, emitiendo un
gruñido fuerte y amenazador, advirtiéndonos que lo
dejáramos quieto; corrió hacia un costado y
tropezó con una de las escaleras, por la que
comenzó a subir a gran velocidad. Pero por la misma
escalera subía Baldoquín, quien se encontraba ya
casi en la mitad del árbol. Todos le gritaban:
"¡Cuidado, Baldoquín, que va para allá
arriba, cuidado!" El Loco Baldoquín se encontraba
atravesado en el camino del chimpancé. Chin, mi segundo al
mando, le gritaba a Baldoquín: "¡Corre, que un mono
busca al otr o mono!", burlándose de los enredos en que
siempre se encontraba metido el querido Baldoquín. Por lo
peligrosa que se había tornado la situación, yo
había tomado en mis manos un fusil por si se
producía una emergencia. Comencé a seguir con la
mirilla al animal. En esos momentos se me acercó el Dr.
Moreno, pidiéndome de favor que no matara al
chimpancé. Sin dejar de apuntar le contesté:
—No se ocupe que, si no toca al bombero, no le
dispararé. Baldoquín tuvo oportunidad de desviarse
y sujetarse golpeando al mono con un pitón de manguera, y
con un gajo del árbol trataba de asustarlo para que
siguiese su camino árbol arriba. Tremendo susto pasamos
todos, y el Dr. Moreno me agradeció que no hubiera
disparado. Nuevamente el chimpancé se encontraba en la
copa de un árbol y seguía transcurriendo el tiempo,
cosa que cada vez nos preocupaba más. Otra vez se
realizó el intento de bajarlo, ahora dando fuego a la copa
de los árboles, pero saltó, y saltó, y
saltó. Entonces el entrenador nos propone que nos alejemos
y lo dejemos hablarle al chimpancé: venía
acompañado de un ejemplar hembra. Nos retiramos
prudencialmente para que tuviese libertad de acción. El
entrenador comienza a decirle cosas y a llamarlo por su nombre,
le indicaba que bajara, y le hacía señas con las
manos. El chimpancé lo miraba desde lo alto y le
hacía señas contrarias, apuntándole que
subiera. Eso nos dio tremenda gracia, pues pensamos y comentamos
en voz baja: "Caballeros, qué clase de descarado es este
mono". Al rato el entrenador colocó un collar en el cuello
de la hembra, le amarró una larga correa de cuero y le
ordenó que subiera hasta donde se encontraba el macho.
Entre bromas y risas comenté con los compañeros:
"Prepárense, que ahora la fiesta es con dos monos". Todos
rieron. Cuando la monita se encontraba a más de la mitad
de la altura del árbol, el chimpancé emitió
un fuerte alarido y moviendo uno de sus brazos a gran velocidad,
le indicó que se retirara, cosa que esta realizó en
fracciones de segundo y, bastante asustada, se puso al lado del
entrenador, llorando y sin moverse. Casi con las ideas agotadas,
le echamos agua a presión con el pitón superior del
carro escalera, y el mono se sacudía y se escudaba
detrás de los gajos o saltando para otro árbol.

Entonces recordé que en días pasados los
inspectores de Prevención me habían invitado a
efectuar un recorrido por una fábrica de helados. De
aquella visita me quedó la impresión de las grandes
neveras llenas de piedras de hielo seco, que echaban humo como si
estuviesen hirviendo, y se me ocurrió la idea de bajar
aquel mono a fuerza de agua congelada, seguro estaba de que no
fallaría, ese frío no lo podría resistir. De
inmediato envié a los compañeros de retaguardia a
que llevaran dos pipas de agua hasta dicha fábrica,
indicándoles que botaran la mitad del contenido de cada
pipa y la rellenaran con hielo seco hasta el tope, de forma tal
que cuando las pipas regresaran al Zoológico, ya el agua
estuviese súper fría. Salieron a gran velocidad con
patrulleros abriéndoles paso, la Pizarra Central
realizó las coordinaciones con la fábrica, se
envió por adelantado a compañeros de la PNR para
que explicaran la situación y la premura del tema, y entre
todos organizaron la urgente carga. Las pipas se alistaron
velozmente y al rato ya estaban de regreso. Aquellas pipas rojas
llegaron a nosotros blancas como la nieve y echando humo por
todas partes. Comenzamos a aplicar el plan. El chimpancé
no resistiría aquel chorro de agua congelada y
caería al suelo sin discusión, y entonces lo
capturaríamos, amarrando una soga a un árbol
cercano, con un lazo que pudiese dársele vueltas,
enrollarlo rápidamente y atar la bestia al árbol.
Le pusimos agua fría al tendido de Baldoquín y
enviamos un compañero a que subiera en el carro escalera
para que se acercara lo más posible y le aplicara el
chorro semi congelado. Cuando el agua tocó al mono, este
dio un gran salto —al parecer, la temperatura le
causó mucho dolor— y, emitiendo un grito
espeluznante, cayó como una pelota al suelo. Los
compañeros que tiraban de la soga lograron amarrarlo y
arrinconarlo junto al árbol. Recuerdo que el mono
cayó casi encima de un compañero, y a
Baldoquín, que le metió un palo en la boca, y a
Maceda, el político, que golpeaba fuertemente al mono en
la cabeza. Rápidamente se llevó una jaula
móvil hasta muy cerca del animal enfurecido, y entre
varios compañeros, haciendo mucha fuerza, lo introdujimos
en ella.

Testimonio de Humberto Soler Baldoquín (el Loco
Baldoquín), principal protagonista (después del
mono) de esta historia: un día del año 1964,
encontrándome de guardia en la Unidad naval no. 6,
aproximadamente a las seis de la mañana avisan que hacia
nosotros se dirige un carro de la PNR para recoger una red, con
el objetivo de capturar a un simio que había escapado de
su jaula y había creado pánico en el vecindario
adyacente al Parque Zoológico de la calle 26, en Nuevo
Vedado. Se acerca el patrullero tocando sirena y recibo a uno de
los tripulantes quien, alarmado, me solicita la red. Del
salón recojo una malla de voleibol, pero el
compañero me dice que esa no sirve, que es muy
pequeña y me señala para una red o lingada de las
que utilizan en los barcos mercantes. —Chico, me parece que
es demasiado grande para atrapar un mono que yo solo soy capaz de
capturar sin red ni nada —le digo. El compañero
responde: —Esa es la adecuada, pero si tú eres un
bárbaro, ¿por qué no te vas con nosotros
para que lo apreses?" Le tomo la palabra, recogemos la red y le
digo: —Ya estamos andando, y verás que lo capturo
rápido, es cuestión de maña y no de fuerza.
Llegamos al Zoológico y veo una aglomeración de
guardias de las FAR, MININT, carros de incendio, ambulancias y
patrullas. Pensé: "Caramba, tanta gente para un monito".
El compañero me señala un árbol alto y me
dice: —Míralo allá arriba. —
¡Coño, eso no es un mono, es un gorila! —
exclamé cuando alcé la vista y vi el animal.
Alguien me responde que se trataba de un chimpancé u
orangután, no recuerdo bien, lo cierto es que estaba muy
furioso, chillaba y sacudía el ramaje. El compañero
de la patrulla me dice: —Arriba, que tú solo lo
atrapas. Medito y me digo: "Después que hablé
tanto, ahora tengo que echar p"alante, si no, me voy a chotear
ante los compañeros". Se preparó una vara larga con
un saco de yute amarrado a los extremos y se le roció
petróleo para encenderlo como una antorcha, azuzando al
animal; se le dispararon gases lacrimógenos, pero el gas
se dispersaba en la atmósfera y el animal saltaba de una
mata a otra. Tras varias horas de intenso batallar, mando a
situar una escalera de 48 pies de altura, la amarro por su parte
superior a un árbol y subo con una línea de
manguera de 2½ pulgadas, pitón de combate y
conectado a un carro cisterna que el jefe de departamento,
Roberto Valdés Martínez, mandó a habilitar
con hielo seco: el agua estaba casi congelada. Lancé un
potente chorro de agua fría sobre el mono y este,
más enfurecido, subió más, pero yo lo
perseguí con1el chorro, el animal trepó a los gajos
más débiles y se partió la rama. Cayó
a tierra, pensé que se iba a matar en la violenta
caída, pero no es así. Al incorporarse, les grito a
los compañeros de abajo que le lancen la red y lo hacen,
pero el simio estira una mano y se la quita de encima. Se dirige
hacia la escalera donde me encontraba y comienza a subir, avanza
hacia mí. Entonces le pido a Omar Alsina, chofer del C-3,
que me dé agua con mucha presión, pero este ya
había cortado el agua y desconectado el tendido. El animal
continúa avanzando hacia mí, tomo el pitón y
se lo arrojo con fuerza, pero lo golpea en el lomo y al parecer
ni se lo siente. Busco en mi cintura un revólver Frontier
que portaba junto a un hacha personal, pero me lo había
quitado antes de subir la escalera. El simio me lanza varios
zarpazos, me rasga el pantalón y me araña una
pierna; entonces trepo al árbol, arranco un gajo y lo
golpeo con fuerza en la cara repetidamente. Este salta al
árbol anterior, donde ya se encontraba el combatiente
número tres, Ernesto Mora Sardiñas, quien, al ver
al animal descender hacia él, me grita:
"¡Ayúdame, Baldoquín!", y se tira al suelo
desde lo alto. El mono avanza hacia la fuente de los patos, le
hacemos un cerco y, al rodearlo, tomo la red por el centro, le
doy un extremo a un compañero de la Unidad y el otro a uno
de la PNR, les indico que, a mi señal, lancemos la red, y
cuento hasta tres. Lo hacemos, pero el primero, nervioso, se
aferra a la red, y el simio se cubre, la hala hacia la fuente y
lanza al compañero al agua, se yergue y se lanza sobre el
mismo, que estaba boca arriba. Se le trepa en el pecho y este
grita con gran pánico "Sálvame, Baldoquín".
Ante aquella situación tomo una cuña de madera,
agarro al mono por los pelos y lo golpeo en la cara fuertemente:
el mono suelta al muchacho. Calderón, quien se
había metido en la fuente con un revolver Mágnum,
se voltea y corre hacia afuera, diciéndole a Chin:
"¡Mátalo!" El simio corre por una callecita y trepa
a una caseta; se le lanzan varios lazos y baja; alguien grita:
"¡Ya lo cogieron!". Dos mujeres avanzan por la calle, el
simio evade la red y queda de frente a las dos mujeres quienes,
presas del pánico, se vuelven y huyen veloces.
Continúa el cerco, esta vez un guardia, yo al centro y al
otro extremo un empleado del Zoológico, corpulento y
grueso, que porta un arma en la cintura. Avanzamos, el simio
retrocede, pero, al topar con una pared, viene ha cia nosotros;
el guardia suelta la red y el gordo lo imita. Me dejan solo,
tengo que hacerme a un lado, entonces le digo al gordo:
"Coño, m——–, con ese cuerpo me fajo yo solo con el
mono". Y me contesta:"No me ofenda, militar, es que ese animal es
peligroso, yo lo conozco bien". Mando a buscar al
compañero Abreu y lo incorporo, pero se produce una
situación similar y Abreu también abandona. Ya al
final, me apoyo con un compañero de Patrullas, quien coge
una cuerda por un extremo y yo por el otro, el simio se recuesta
a un árbol, y el cabo y yo con la soga extendida lo
atrapamos contra el árbol, luego lanzamos la red y lo
cubrimos. El animal saca una mano por encima de la soga atrapando
al compañero por un brazo y halándolo hacia
sí; nosotros lo teníamos por el otro, así es
que, cuando el mono halaba fuerte, nosotros aflojábamos, y
cuando el mono aflojaba, lo atraíamos a nuestro lado. Como
el mono no soltaba, tomo un palo y se lo entrego a Daniel Maceda
Arias, quien comenzó a golpearlo y a decirle:
"¡Suéltalo, mono, suéltalo!", remedan1d un
muñequito de cuerda. Como tampoco soltó, busco un
pedazo de cabilla y lo golpeo con fuerza, lo suelta y chilla, se
le lanzan varios lazos, se trae una jaula con ruedas y se empuja
hacia el interior, concluyendo así el asunto. Todos
felicitamos y elogiamos a Baldoquín por su valentía
incalculable, demostrada en múltiples acciones. La segunda
escapada del mono fue parecida, abrió el candado de su
jaula (nadie sabe cómo), se le envió la mona,
él le gruñó y ella bajó
rápidamente, pero como ya teníamos experiencia y
dardos que producían sueño e inmovilizaban a los
animales, le tiramos un par de ellos, y el mono, al parecer medio
mareado, bajó del árbol y se abalanzó hacia
su entrenador, abrazándolo. Este lo introdujo en la jaula
y el monito se durmió. Testimonio: Coronel Bienvenido
Rafoso Bartolomé. Actual Jefe de la Dirección
Cuerpo de Bomberos del Ministerio del Interior de la
República de Cuba.

El día 7 de Marzo de este año 2007, los bomberos
cubanos sentimos gran alegría y satisfacción, al
poder atender a un grupo de destacados y valioso bomberos de la
Ciudad de New York, actuantes directos en los sucesos del
9/11/2001. Ellos llegaron a nuestro país por vía
del cineasta Michael Moore, quien dirigió el documental
Sicko, donde hace referencia a los malos manejos de la salud
pública norteamericana y deja constancia grafica del
momento histórico que se produjo en nuestro Comando # 4,
sito en la Avenida Santa Catalina, en nuestra capital, en el cual
los héroes norteamericanos abrazan a los bomberos cubanos
y juntos rinden tributo a los caídos en el ataque del
11-S, comparten anécdotas, experiencias y se abrazan como
hermanos. "Si esto es lo que pasa entre dos supuestos enemigos,
si un enemigo te puede dar la mano y también curarte
qué no será posible entonces", se pregunta el
director de Sicko.

Moore hablando sobre las compañías de seguros
sanitarios dijo: el gobierno "Las deja hacer lo que les da gana,"
más de 40 millones de ciudadanos norteamericanos no tienen
previsión sanitaria y los 250 millones que se supone la
tienen, muchos de los cuales son abandonados por el servicio de
salud por el que han pagado durante décadas. Durante la
visita a nuestro Comando # 4, Michael Moore y sus
acompañantes se interesaron por la atención
médica que reciben nuestros Bomberos.

En nuestro libro de visitantes, ellos escribieron las
siguientes palabras de despedida:

A los Bomberos de Cuba ¡Gracias por su generosidad y
valor! PAZ Michael Moore A mis amigos, espero verlos pronto,
encantado y respeto John Ishan 912 Paramens Rescue En honor a
todos los bomberos cubanos Queden seguros y disfruten la vida
Bueno con ustedes Bill Mahen A mis hermanos y hermanas en Cuba
Reggie Cervantes, EMT Sobrevienta del world Trade Center A todos
nos ha quedado el grato recuerdo de la visita de estos
sobrevivientes de aquel doloroso suceso, que marco para siempre
su sensibilidad humana y afectó directamente la salud de
ellos y de miles de ciudadanos americanos.

Coronel Bienvenido Rafoso Bartolomé

FOTOS (3) Imágenes del Sabotaje y explosión
del Vapor ¨La Coubre¨

Incendios-Rescates-Huracanes-Forestales-Penetraciones del
Mar-Otros

Dedicatoria

A los heroicos bomberos cubanos A los bomberos caídos A
todos los bomberos del mundo Lugar especial merecen en este
libro, aquellos compañeros que tuvieron el honor y
privilegio de dirigir a los valerosos Bomberos cubanos, durante
las acciones, siniestros y acontecimientos que han sucedido en
estos años de duro trabajo revolucionario. A los jefes de
Bomberos de Cuba después del triunfo de la
Revolución Abelardo Crespo Arias Ossiel Gonzales (Traidor)
Antonio Castell Valdés Francisco López castellano
Ángel Esquivel Yedra (Sustitución reglamentaria)
Roberto J. Valdés Martínez (Robertico) (MININT)
Emilio Monsanto Fernández) (MININT) Adalberto Alfonso
Acevedo) (MININT) Daniel Maceda Arias) (MININT) Juan Terry
Ferrin) (MININT) Carlos Figueredo Rosales) (El Chino Figueredo)
(MININT) Pedro Pablo Martínez Vasallo (MININT) Miguel
Bermejo Labrada (MININT) Bienvenido Rafoso Bartolomé)
(MININT)

Agradecimientos

A todos los compañeros que de una forma u otra han
aportado opiniones, ideas, testimonios, anécdotas,
bibliografía y temas que han servido para elaborar y
ampliar el contenido de este libro, en relación a las
fotos reconocimiento merecido al compañero Puyol.

Monografias.com

A, aquellos que desde los primeros momentos atendieron la
llamada que les hice para poder confeccionar y publicar este
libro, entre ellos: el General de Brigada Armando López
(Arquímedes), al actual Jefe de los Bomberos, Coronel
Bienvenido Rafoso, Jefe del Cuerpo de los Bomberos desde hace mas
de 19 años, y al compañero Rafael Pupo, quien
dirige a los bomberos jubilados. Gratitud especial a las
compañeras Sara Rivera Oxamendi e Ileana María
Rodríguez Hernández, las que muy directamente me
ayudaron en todos los trabajos de este libro y a los
compañeros de la Editorial, ¨ Capitán San
Luis.¨ De forma muy personal al Comandante de la
Revolución Ramiro Valdés Menéndez por haber
confiado en mí al proponerme y designarme al frente del
Cuerpo de Bomberos en momentos tan delicados para el país.
(1962-1965) Le agradezco además, el respaldo en recursos,
el apoyo y comprensión que nos dio durante el cumplimiento
de esta compleja misión, así como por su presencia
física en los hechos de mayor trascendencia y peligro, que
siempre nos sirvió de estimulo a todos los Bomberos. Al
General de Cuerpo de Ejército Abelardo Colomé
Ibarra ¨Furry¨, que siempre ha estado junto a los
Bomberos, apoyándolos constantemente con medios y recursos
fundamentales para que puedan cumplir con éxito sus
múltiples y riesgosas misiones, con mayor seguridad para
sus vidas. Además haciendo acto de presencia en los
momentos de mayor tensión y peligro. Con agradecimiento
muy especial; a los compañeros que desde el principio
integraron el grupo de Orden Interior dirigidos por
Colomé: Gral. De Brigada ® Irving Ruiz Brito, (Vice
Ministro) Coroneles Pedro Rodríguez Peralta y nuestros
queridos hermanos; Coronel. Klebert Martí Lamber
(fallecido) y Ricardo Martínez Tamayo (Papi) (caído
con el ¨Che¨ en Bolivia) Un abrazo de hermano a cada uno
de los valiosos compañeros, Jefes, oficiales y bomberos de
aquellos tiempos tan difíciles en los que tuvimos la
oportunidad de compartir este honroso trabajo lleno de riesgos y
peligros; entre ellos Francisco Guzmán Figueroa
¨CHIN¨, Ángel Aragó Delgado, Félix
Alonso, Roberto Agramonte, Humberto Lescalle, Labrada, Estrada,
Pire, El Chama, Mingo, Humberto Soler Baldaquín (El Loco
Baldaquín) y muchos otros. Algunos ya partieron, pero nos
dejaron el recuerdo de sus valientes acciones.

Roberto Valdés Martínez (La Habana, 1942),
siendo un adolescente en la década del cincuenta, se
incorpora a la lucha clandestina contra la tiranía de
Batista en la ciudad de La Habana; a los 16 años deja sus
estudios de Comercio, cuando terminaba el segundo año de
la carrera, y se integra a la lucha armada en el Segundo Frente
Oriental Frank País. Posee el grado militar de General de
Brigada®. Ostenta numerosas condecoraciones del Consejo de
Estado y de otros organismos de la República de Cuba. Es
reconocido por sus aportes al enriquecimiento y a la defensa del
patrimonio cultural cubano y a su labor como auspiciador,
promotor y difusor de la cultura de la provincia de Santiago de
Cuba. Desarrolló un importante trabajo en la
proyección y construcción del Parque Nacional
Baconao. Es autor de múltiples textos para canciones
musicalizadas por compositores cubanos y ha incursionado en la
literatura para niños y jóvenes. Es miembro de la
UNEAC-ACDAM-SgAe Por su trabajo cultural ha recibido los
siguientes galardones: • Diploma firmado por el Ministro de
Cultura de Cuba, en reconocimiento a la destacada
contribución al desarrollo cultural de Santiago de Cuba.
• Diploma de reconocimiento firmado por el presidente de la
UNEAC de Santiago de Cuba, por la destacada contribución
al desarrollo cultural de esa provincia. • Placa
conmemorativa José María Heredia recibida el 26 de
julio de 2005, en Santiago de Cuba. • Diploma firmado por la
compañera Marta Arjona en reconocimiento al apoyo prestado
a la conservación del patrimonio nacional en la provincia
Santiago de Cuba. Libros publicados con temas de Roberto
Valdés Martínez (Robertico) Factores que pueden
hacer más eficiente a un cuadro de dirección.
Dirección de Cultura Santiago de Cuba, 1985. Nueva
edición IACC 2006. Nueva edición ampliada 2007 con
el nombre: ¨Para la Formación de Directivos¨
Editorial Caserón Ciudades. (Poemas a las ciudades de La
Habana y Santiago de Cuba) con imágenes de Luis Cabrera,
más catálogo de obras realizadas.) Editorial Conde
Duque, España, 1996. Prosas y Canciones de Robertico
Valdés. Gráfica Editorial Ocero, La Coruña,
España, 1998. Alegre primavera. Editora Campillo, Nevado
S.A., 1999. Libros terminados en proceso de publicación.
"Desafío Al Peligro": Se trata de Acciones realizadas por
los heroicos combatientes del Cuerpo de Bombero de la
República de Cuba. (Testimonio) Título: MAS ALLA
DEL TURQUINO Noveleta de aventuras (Juvenil) Autor: Roberto J.
Valdés Martínez. MAS ALLA DEL TURQUINO es una
noveleta con temas de ficción combinada con hechos
históricos reales, donde se cuentan las emocionantes e
instructivas vacaciones de dos hermanos de 10 años y 12
años, en la Sierra Maestra hasta escalar la montaña
más alta de Cuba: el Pico Real del Turquino, que se alza
en la provincia de Santiago de Cuba. "Cantos y cuentos de
Robertico" (cuento y canciones infantiles) terminado en proceso
de Edición y Grabación de los temas cantados y
contados. OTRAS PUBLICACIONES MUSICALES DE ROBERTICO VALDES
DISCOS Y CD PUBLICADOS Disco polivinilo: Arco iris y gaviota
Textos de Robertico Valdés Martínez Musicalizados
por: Kiki Corona CD: Carrusel de Girasoles (interpretados por
(Shira) Textos de Robertico Valdés (todos los temas)
Musicalizados por: Kiki Corona y Rey Ceballos Grabación:
Nueva Fania USA CD: Cuban Coffee Interpretado por Coco Freeman
Textos de Robertico Valdés (10 de los 12 temas)
Musicalizados por Kiki Corona y Ernesto Burgos Osorio
Grabación: Timba Récord Panama CD: El KATAO Textos
de Robertico Valdés (los 10 temas) Musicalizados por Kiki
Corona y Ernesto Burgos Osorio Producción: Rey Ceballos
Grabación: ZicZac BMG, Polonia Alegre Primavera: Estudios
Siboney, Santiago de Cuba: 12 temas de Robertico Valdés
Interpretados por Gloria Latina y musicalizados por Kiki Corona y
Ernesto Burgos Osorio

 

 

Autor:

Roberto J. Valdés Martínez,
cubano.

Código postal 19100, Playa Santa Fe, Municipio Playa,
Ciudad de la Habana, República de Cuba

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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