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El encuentro




Enviado por Amimsped Opak



Partes: 1, 2


    Capítulo I. Melodías
    Secretas.

    Loes.

    En mi pueblo, Mitit, nunca ocurre nada
    nuevo, las personas van por las polvorientas y cálidas
    calles sin ninguna prisa, los caballos a paso lento, inclinan sus
    rostros ante el ardiente sol. Los niños vienen de sus
    escuelas, con la lengua de corbata y sus rostros sudorosos;
    Caminan con pies cansados algunos, y otros llorando el calor del
    suelo en sus pies descalzos. A veces me pregunto si
    valdrá de algo tal sacrificio; Pues los
    maestros son de esos, que por la decepción de estar
    en un pueblo olvidado, Ven con repugnancia a sus alumnos, y
    con mucho desinterés toman su labor de
    educadores.

    Toda la gente aquí en Mitit
    está muy orgullosa del pueblo; dado que es un buen
    productor de miel. Otros se dedican a la ganadería, y muy
    pocos de estos al cultivo: Los ancianos siempre
    dicen orgullosos que Mitit es una tierra de la que mana leche y
    miel, motivo por el cual los pastores y sacerdotes no temen en
    decir que es la tierra prometida, y la gente en su totalidad no
    vacila en darles la razón.

    Y de ellos podría decir; que son
    gente trabajadora, de fuertes valores morales, todos sin
    excepción asisten a alguna iglesia; Ya sea católica
    o protestante. Los índices de delincuencia aquí en
    Mitit son extremadamente bajos, lo suficiente para ser
    extremadamente aburrido: De lo que yo tengo memoria solo se han
    dado tres muertes violentas, y esto debido a disputas personales;
    Ya sea por alguna mujer, o por líneas de terreno, esto
    segundo es muy poco visto, dado que la mayoría trabaja en
    los grandes ranchos; Ya sea como apicultores, vaqueros, o
    campesinos, ¡Siempre en las tierras de los patrones!
    Recuerdo la vez en que un grupo de jóvenes vaqueros
    trataron de asociarse, algo así como un
    sindicato:

    dado que no tenían ni la menor idea
    de lo que hacían, no me atrevo a llamarlo un
    verdadero sindicato: No había trascurrido aun una
    semana, para cuando sus padres los habían obligado a
    desistir de lo que ellos consideraban; ?Una terrible
    rebeldía?.

    Las jóvenes en Mitit son
    extremadamente recatadas, hasta les podría llamar
    santurronas, siempre con faldas hasta los tobillos, blusas de
    tela corriente, el pelo y el rostro muy descuidados, y de cuando
    en cuando, se ve en sus pecosas caras, alguna
    sonrisa desprovista de encanto: Lo que si nunca falta en sus
    cuellos, es un rosario; en el caso de las católicas, y una
    Biblia de bordes derruidos; en el caso de las evangélicas.
    Creo que sus únicos ratos de verdadera felicidad, es
    cuando cantan corillos en sus respectivas iglesias, pues el resto
    del tiempo caminan con el rostro bajo, y murmurando
    lo que me imagino son solismos, o alguna
    oración.

    Aunque ese no es el caso de Lilith: Ella es
    más bien un tanto rebelde, ya que su padre es
    dueño de un rancho, lo que le ha permitido mandarla
    ocasionalmente a la gran ciudad: Algo con lo que las otras
    chicas, ni siquiera se atreven a soñar en sus largas
    ensoñaciones durante la misa dominical.

    Pues como les decía, Lilith se
    escapa en todo sentido de esta norma: Sus faldas son
    más bien cortas, sobrepasando la altura de las rodillas,
    su padre se encarga de proveerle siempre de las ultimas modas
    disponibles en la gran ciudad, y esto además de perfumes
    exquisitos, los cuales vuelven locos a los jóvenes de la
    localidad, su piel es suave y tersa, y su rostro de rasgos
    delicados. ¡En resumidas cuentas ella es la
    inspiración de todos en el pueblo! Motivado esto
    también por sus gustos musicales, apartados en todo de los
    corillos cristianos, divaga su mente con delicadas
    melodías de Mozart, y los acalorados valses de Strauss. No
    se puede decir más de ella, pues la palabra belleza la
    describe a plenitud.

    Así pasan los días en Mitit,
    entre el azadón, las riendas, y las picaduras.

    Mis padres crecieron aquí en Mitit,
    así como mis abuelos y bisabuelos, yo en particular me he
    dedicado a una vida solitaria y reflexiva, gusto salir del pueblo
    y en algunas ocasiones he llegado a la gran ciudad: Recuerdo la
    primera vez que la vi. Con grandes edificios,
    asfalto en sus calles. Lo que en aquel momento llame
    ?Calles en cementadas?, fue allí donde vi por
    primera vez un avión; Era hermoso, brillante
    con el pasivo sol de la tarde. La gente caminaba; siempre tan
    a prisa, y los niños venían de sus
    escuelas en grandes autobuses, lo que me hizo recordar con algo
    de tristeza y nostalgia, cuando yo tenía que caminar diez
    kilómetros bajo el ardiente sol para poder conducirme de
    la escuela a mi casa. Pues allí todo mundo parecía
    verme con una extrañeza mordaz, ¡y hasta
    tenía la impresión de que se reían e mis
    zapatos derruidos y maltratados por el camino! Recuerdo haber
    visto unos grandes letreros anunciando lo que a mi juicio era una
    muy apetecible comida, desistí luego de tal empresa al
    acercarme y ver de cerca lo exorbitante de aquellos precios.
    Así que me dirigí a una venta de golosinas, las
    comí aunque de mala gana, pues sus precios tampoco me con
    vencieron. Luego corrí rápidamente a la
    estación de buses, ya que no estaba dispuesto a
    enfrentarme a los precios de los hoteles de aquel lugar.
    Sabía que mi regreso seria largo, los cuatro buses que me
    conducirían de nuevo a Mitit, eran lentos como tortugas y
    las calles tediosas y monótonas.

    Esa fue mi primera llegada a la gran
    ciudad, un recuerdo fuerte pero ambiguo, cargado de tristeza y
    asombro, de alegría y limitación.

    Aunque eso no creo que afecte realmente a
    Lilith, ya que cada vez que regresa de la ciudad, su rostro
    resplandece de alegría, y sus ojos irradian nostalgia por
    aquellas pulidas calles al observar el seco y polvoriento suelo
    de Mitit.

    Pues esa mañana de domingo todo
    transcurría con naturalidad, las personas
    asistían en perfecto orden a sus iglesias: era
    realmente agradable verlos, todos en filas semi organizadas, a
    paso lento y constante, movidos por la fuerza invisible
    de la monotonía. Las mujeres seguro pensaban en los
    almuerzos que harían ese día, y los hombres, aunque
    bien desayunados, se deleitaban pensando en la próxima
    comida. El caso de las jóvenes era un tanto diferente,
    pues en esas reuniones era la única ocasión en la
    cual podían ver a los muchachos, los cuales se postraban
    frente a ellas como ganados de feria, y las veían con ojos
    picaros y

    sonrientes; a lo que ellas
    correspondían con una penosa sonrisa, la cual ocultaban a
    toda costa de sus inquisidoras madres. Estas observaban a los
    jóvenes con apatía, así como
    fieras sumisas cuidando de sus crías. Yo en lo particular
    me mantenía fuera, nunca después de mi infancia
    pudieron obligarme a entrar a la iglesia; nadie se asombró
    de tal decisión mía, ya que de niño me la
    pasaba correteando entre las bancas, ¡en clara
    rebeldía!, y sin el más mínimo
    interés por la prédica. La verdad yo no veía
    nada extraño en aquella conducta, pues se que en el fondo
    los demás niños me envidiaban, no precisamente por
    mis actos, si no por el valor que a ellos les
    faltaba para imitarme. En ocasiones uno que otro hacia
    las veces de levantarse, pero una mirada rápida y
    sigilosa de sus madres los hacía desistir de
    tan agradable empresa.

    Pues bien así me quedaba yo, como lobo estepario
    cuidando contemplativamente de mis ovejas. Había decidido
    ser un observador, y así disfrutar de la libertad del
    retiro. Solía irme a una loma en la cual crecía un
    hermoso y verde pasto. Ho como disfrutaba esos
    domingos en mi torre vigía natural. Ese domingo justamente
    vi dos siluetas salir a hurtadillas de la capilla, se dirigieron
    a la parte trasera de esta, y no pude resistir la
    tentación de observarles. Me acerque pues sigilosamente
    entre los arbustos, y allí me quedé, detrás
    de una tupida zarza. Eran pues Lilith y otro muchacho los que
    allí se encontraban; el la besaba
    apasionadamente, mientras ella cerraba sus ojos, devorando
    sus labios como fiera hambrienta. Luego este sin pudor alguno
    comenzó a acariciar su vulva, la frotaba con fuerza, como
    si fuera algo eternamente deseado, como si toda su vida
    hubiera esperado ese momento. Ella solo respondía a
    esto con leves quejidos.

    No me detuve mucho, pues aquel acto era de
    evidente desenlace, y la privacidad era un derecho
    innegable, y yo de este ya les había robado
    suficiente.

    Aquella misa dominical término como
    todas las demás, Lilith entro a ella justo antes de que
    terminara, y corrió como niña consentida a los
    brazos de su padre. En esos momentos cuando la iglesia
    permanecía totalmente vacía, era cuando yo me
    permitía entrar a ella, ya sea por algún deseo
    oculto de servir al dios de mis padres, o por contemplar lo que
    considero la ruina mental de mis contemporáneos, esto
    segundo siempre me ha parecido más fácil de
    aceptar. El caso es que en ese día el
    ambiente en aquella capilla de paredes antiguas y voluminosas, de
    grueso adobe, de color amarillento; parecía de una muy
    serena calma, las velas puestas por los fieles en los altares, el
    eco silencioso e intrigante, ¡y el Cristo!, la
    bola de madera, carne y sangre; este me observaba
    rogándome piedad, casi lo veía bajar
    de su cruz y golpearme hasta la muerte.

    Luego un anciano misterioso se
    postró frente a él, aquel hecho me
    pareció extraño, dado que los
    feligreses no suelen entrar hasta el altar del Cristo, pero
    más extraño fue ver cómo salía humo
    de su boca, mas parecía estar fumando algo. Me acerque
    pues a aquel anciano, el cual se vestía de una manera
    más bien andrajosa, con sandalias de suela, y pantalones
    derruidos. De su piel emanaba una brillantez y un penetrante olor
    a sudor. Este giro su cabeza, me observo directo a los ojos
    ¡penetrantes y vacíos!, su rostro de piel
    áspera y arrugada esbozo una cálida sonrisa, y sin
    más preámbulos se levantó, caminando
    lentamente, de paso ondulante y enfermizo desapareció por
    el gran portal de entrada.

    Observando que este había dejado
    unos extraños maderos, los coji con mi mano izquierda, y
    corrí con paso ligero detrás de aquel hombre. Al
    salir de la capilla vi que se dirigía a
    aquella mi loma predilecta, lo que me hizo correr aun más
    a prisa, pues pensé que aquel viejo misterioso no
    vivía cerca del pueblo.

    Ya después de un rato logré
    alcanzarle, toque su hombro, yo jadeaba por el cansancio, y este
    se limitó a observarme con ternura. Extendí mi mano
    para así entregarle los pequeños
    trozos, pero el la cerro en señal de que los conservase,
    con lo que me limite pues a observarle con un asombro
    enigmático. No expreso palabra alguna, y al cabo de un
    instante me dijo pasivamente:

    Gigalmesh: Mi nombre es Gigalmesh, el eco
    de las montañas, conserva pues estos trozos de natura, son
    las camas en las cuales anidan las hadas por las noches, y
    las balsas que conducen a los niños al país
    de los sueños.

    —las palabras de aquel anciano me
    parecieron más extraños símbolos, que algo
    realmente elocuente, después de analizarlo por un
    instante, caí en la cuenta que aquellos palillos
    servían para fabricar algún tipo de droga, o cuando
    menos un calmante menor, no pensé mucho en esto sin antes
    decirle:

    Loes: Se que lo adquirido como regalo debe
    ser apreciado, pero la pregunta del porque no puede huir de mi
    mente, pues de estos maderos tengo yo concepto vago:
    ¿acaso me perderán en sueño eterno? O
    ¿me enloquecerán en profunda cordura?

    —al yo preguntarle aquellas cosas al
    anciano, este achicó sus ojos, me observo con graciosa
    desconfianza, tomó los maderos de mi mano, y con gran
    ternura los metió en la bolsa de mi camisa,
    yo no supe qué hacer ni que decirle a aquel
    enigmático viejo. Este murmuro unas palabras que no
    alcancé a comprender, y sin más se volteo y
    siguió su camino. ¡Así lo veía yo
    retirarse!, ¡así como cuando salió de la
    iglesia!, con aquella silueta triste y misteriosa, con paso
    cansado pero tranquilo se perdió en la espesura del
    bosque, y penetró en las raíces de mi
    inconsciente.

    Al regresar al pueblo fui nuevamente
    abrumado por la calidez de la monotonía, los niños
    jugaban en el parque, ¡todo era pasivo! Hasta que unos
    niños comenzaron a discutir, sobre quien de ellos
    tenía el mejor padre, y así transcurría tal
    plática: el primero con ojos arrogantes y altivos
    dijo.

    Niño 1: ¡Mi padre es mejor!,
    pues sabe muchas cosas, produce la mejor miel de todo el pueblo,
    y como sabes la miel es deliciosa.

    —Mientras el segundo niño
    preparaba su argumento, le lanzo al primero una mirada
    sarcástica y burlona.

    Niño 2: ¡Como haz dicho!, no negare que la
    miel es buena, pero mi padre es un importante ganadero, y esto le
    permite tener mas dinero que al tuyo, y esto sin contar todo lo
    que sacamos de las vacas; Leche, carne, cuero.

    —Luego este segundo haciendo muecas
    de grandeza continúo.

    Niño 2: Y esto es mejor que las
    abejas, que solo miel producen, ¡Miel! ¡Miel!
    ¡Miel!

    ¡Y nada más que
    miel!

    —El primer niño se quedo
    pensativo y confuso ¿Seria acaso que aquel segundo tenia
    razón, y el padre de este era mejor que el suyo?
    Pensó en esto por un instante mas, para luego responder
    con toda tranquilidad y una pasiva sonrisa.

    Niño 1: Pues mira que tienes
    razón, tu padre tiene mejor trabajo que el mío.
    ¡Pero el mío es muy cariñoso, juega conmigo
    aunque este cansado! Y todas las noches me provee de fabulosas
    historias, me cuenta de los fabulosos viajes de sinbad el marino,
    de grandes Ifrits que aparecen a pescadores humildes. ¡No
    hay día que no duerma pensando en fabulosos viajes, ni
    sueño mío que no este provisto de visiones
    fantásticas!

    —El otro niño pensó de
    manera acelerada, ¡no tenía argumento ante aquella
    realidad!, ¡Sabía muy bien que su padre no le
    dedicaba el tiempo suficiente! Y con voz un tanto chillona dijo
    al primero.

    Niño 2: ¡Pues mira que eso no
    es importante!, ¡Es mas aré que te tragues tus
    palabras!

    —Luego de esto, este se
    abalanzó contra el primero, ¡Comenzaron a luchar!
    A todo esto yo observaba pasivamente como se
    golpeaban sin deseo alguno, cuidando exhaustivamente
    de no provocarse reales daños.

    Luego de un rato ambos se calmaron,
    exhaustos se tendieron en el suelo.

    Después de jadear un rato por el
    cansancio, se vieron a los ojos y rieron a carcajadas.

    El segundo le dijo al primero con una
    amplia sonrisa.

    Niño 2: ¡Ven te invito a comer
    a mi casa!

    —El primer niño asintió
    sonriendo amablemente y dijo.

    Niño 1: ¡Esta bien! Y luego
    vamos a la mía a comer miel de postre, y que mi padre nos
    relate una historia.

    —El segundo asintió y
    dijo.

    Niño 2: ¡Vamos pues! El
    domingo apenas comienza, y seguro será uno de los
    más divertidos.

    —Y así partieron aquellos dos,
    ¡al fin y al cabo eran solo niños! Allá iban;
    Uno con ropas nuevas, y el otro de humilde forma. Se perdieron
    corriendo alegremente en la distancia. Y mi infancia se fue con
    ellos, y me perdí en el
    recuerdo…

    —Mi infancia fue siempre solitaria,
    no es que no jugara con otros niños, solo que la mayor
    parte del tiempo estaba solo, allá en mi país de
    ensueño, en mi pasiva lógica. Imaginaba duendes y
    hadas, observando plantas y objetos. Recuerdo la calidez del
    hogar, mi madre preparando la comida, ¡Ciertamente una
    brillante alegría me mantenía en el límite
    del confort!; Pensaba solo en mis diversiones, aunque de vez en
    cuando no dejaba de sentir algo de inconformidad hacia mis
    propias fantasías. No pude más que negar a dios a
    los 6 años, no se pues si fuera por algún complejo
    edipico remanente, o un producto de mis ratos de
    reflexión,

    ¡Lo cierto es que lo negaba! Pues al
    verlo comparado con mis sueños de viajar a
    las estrellas; Ver a dios en esto me parecía
    inaudito, ¡el infinito me apasionaba!

    ¡Como quisiera tener pues tal
    concepción de el en este momento!, ya que su sola idea me
    tortura, me desquebraja con su paradoja, me hunde en profunda
    depresión: ¡Pues es tal la tristeza de no poder
    alcanzarlo!

    —Ya después de mi reflexivo
    recuerdo, vi Unas hermosas flores amarillas, provenían
    estas de una planta corriente, ¡recuerdo no haberlas visto
    antes!:

    ¡estaban allí tan pasivas! El
    barro mojado en el cual estaban irradiaba toda la belleza del
    día, ¡su tallo era sutil y serpenteante! Y sus hojas
    más bien delgadas, Tristes y marchitas. ¡Pero su
    flor fulgorosa! Retadora ante los rayos del sol,

    ¡Parecía vivir más, en
    cuanto más brillante este se volvía!
    ¡Sonreía pasiva, serena y perfecta!, Me
    senté frente a ella pues estaba hipnotizado por su
    belleza, y en un extraño lenguaje me hablaba,
    y con dulces susurros yo le contestaba.

    En dulces susurros.

    ¡Calida mañana!, hermosa como
    tus pétalos, fuertes canciones, y tu tallo de sutil
    encanto. Como parábolas interpretas mis ideas, como lluvia
    sonrío de melancolía: Son mis lágrimas que
    cobijan tu encanto, y es este mismo, el que con su armonía
    me envuelve. Te adoro de miles de formas, y me provees de sutiles
    placeres.

    ¡No hay agua que en ti no se
    purifique!, ¡no hay vertiente que para ti sea suficiente!
    Pues mi pensamiento no puede entenderte, y por más que
    fluya interminable, no habrá forma en la cual de ti pueda
    sacar concepto.

    —vi a Lilith y a su padre venir por
    el camino, y no pude mas que hacer símil de ella y aquella
    planta. Se la miraba así; tan candida, hasta casi olvido
    lo que hace rato hacía. Ellos al verme sonrieron
    pasivamente, y yo les respondí de la misma forma. Creo que
    esa fue la primera vez en la que ella mi miraba directamente,
    ¡y ciertamente fue la primera en que pude ver directo a sus
    ojos! Estos irradiaban un especial encanto; sus pupilas jugaban
    con la luz del sol, y su sonrisa era aristocrática y
    tranquila.

    No dejo pues su padre de preguntarme del
    porque estaba yo sentado frente aquella planta; la
    cual para mi ya había perdido algo de su encanto. Me
    mareo pues aquella pregunta, y un tanto sorprendido
    y entrecortado respondí.

    Loes: ¡ha… pues nada! Solo
    aquí reflexionando un poco.

    —Luego Lilith dijo
    majestuosamente.

    Lilith: ha… ¡sabes! A mi
    también me gusta reflexionar de vez en cuando. Pero dime:
    ¿Qué son esos maderos que traes en tu
    bolsillo?

    — ¡Anonadado me dejo aquella
    pregunta!, pues para ella no tenía yo explicación
    lógica. Le dije pues que los había encontrado, y
    que se los llevaba a mi madre, ya que ella gustaba de coleccionar
    plantas. Esto hizo sobrevenir en ella la desconfianza;
    Sabía que estaba mintiendo. Luego con poco interés
    me dijo que estaba bien, y su padre la alentó a seguir
    caminando. Yo no olvidaría jamás aquel primer
    encuentro, y mucho menos aquel extraño y maravilloso
    domingo.

    Me fui pues a mi casa. No podía
    dejar de sonreír por el camino, ¡los árboles
    verdes y vivos! ¡Las calles desoladas! ¡El chillido
    de las cigarras! ¡El sol calido y confortable!

    Llegue a mi casa, un lugar más bien
    humilde. Mi madre cocinaba en un bello fogón,
    blanquísimo como la luna, suave como las perlas. El techo
    de teja proveía de una agradable frescura, y el suelo con
    olor a tierra mojada, no inspiraba más en
    mí que agradable desenvoltura. Me senté en el
    sillón bebiendo una taza de café, cerré los
    ojos, y relajado me quede dormido.

    Desperté luego de varias horas,
    estaba anocheciendo, y la luna llena asomaba en el horizonte.
    Salí pues rápido de la casa. ¡Se veía
    hermosa! ¡Complaciente! ¡Como gran ojo nocturno!
    ¡Como portadora de antiquísimos secretos! Los
    maderos de mi bolsillo brillaban con una
    extraña fluorescencia azul, parecían susurrarme al
    oído palabras incomprensibles, El bosque a mi alrededor me
    llamaba ¡Parecía como si un harén de hadas
    sensuales me esperara! ¡Como si rieran de alegría
    esperando mi presencia! Casi podía verlas,
    masturbándose frente a mí, y tentándome como
    súcubos nocturnos, ¡Me poseen! ¡Eyaculó
    en sus virginales vientres! Me llamaban pues los maderos a
    aquella magnifica experiencia. Yo caminaba ya sin control, con la
    conciencia enterrada bajo metros de tierra. Y así me
    adentré sin causa en aquella negrura enigmática,
    ¡Y fui como Alicia en el país de las pesadillas!:
    ¡Misteriosas y bellas! ¡Pérdidas y
    majestuosas!

    Las ramas de los árboles se
    arremolinaban en torno mío, me tenían como felinos
    de finas garras, atrapado en aterrador influjo. El suelo suave y
    fértil, de ramas y hojas. Y un camino invisible me
    conducía a la más profunda oscuridad. Llegué
    a un claro: ¡Y allí estaban ellas acariciando sus
    bellos cuerpos formados de natura! Eran de color verduzco y
    sutil, ¡Seguramente de edad antiquísima! Enredaderas
    vestían sus desnudos cuerpos, y bellos lirios adornaban
    sus cabelleras. Sus pies eran bellas raíces, las cuales
    jugaban alegres con el follaje, ¡Mas no digo de sus
    rostros, hermosos sin comparación! De labios oscuros y
    miradas brillantes. Sus voces incomprensibles se expandían
    por todo el ambiente, y una música sutil e inaudible
    adornaba cada una de sus palabras. Los maderos comenzaron a
    inquietarse, como ansiosos de participar en aquella orgía.
    Los tomé pues en mis manos, y estos brillaban como soles
    marchitos, ¡No los contuve y huyeron por el suelo, hasta
    unirse al cuerpo de aquellas damas! Mis ojos no podían
    comprender lo que veían, ¡Y mi pene saltaba como
    loco de ansias! se fugaron pues mis instintos, y lloraba
    amargamente mi condena, ¡Ya que moverme no
    podía!

    ¡Parecía que disfrutaban mi
    impotencia! Ya que a cada instante más sensuales
    parecían; ¡Lloraban de placer castigando mi deseo!
    ¡Mis pantalones fueron presa de mis fluidos! Y mis alaridos
    rompieron la armonía de aquella instancia. ¡En ese
    instante ellas pararon! La luna se ocultó tras las nubes,
    y la penumbra acogió de nuevo mi alma. ¡Baje en un
    instante a la profundidad de un pozo! ¡Perdí la
    conciencia!

    Al cabo de un rato la luna irradiaba mis
    ojos, los sucubus se habían marchado, y el
    bosque me envolvía en una fría neblina, ¡Me
    encontraba perdido! Los grillos cantaban inquietos, y la luna
    iluminaba un blanco camino; Lo cojo aunque no supiera su destino,
    deseaba que me condujera el pueblo, ¡Aunque en mi interior
    sabía que nada mas lejos de mi deseo era lo que me
    aguardaba!

    ¡Loco de asombro me quede al
    contemplar lo que mis ojos veían!; Una gran torre, de
    cuando menos cinco pisos. Echa de piedras mohosas y grotescas,
    de apariencia gótica y endiablada,
    ¡parecía tan antigua como la misma
    humanidad!

    Una pequeña puerta de madera tosca
    era su única entrada, Veía yo pues imposible que
    estuviera habitada. ¡No sabía pues que era
    más terrible! ¿Dormir en aquella intemperie? O
    ¿Adentrarme en sus terribles secretos? Escuché
    entonces una voz suave y fría que me dijo.

    La voz: ¡Entra muchacho!
    ¡Visítame amigo!

    —Mi reacción ante aquello fue
    inmediata, ¡mis carnes se enfriaron al instante! ¡Mi
    rostro era presa de aterrador asombro! Las bisagras de aquella
    puertilla se abrieron tenebrosas. Asomo la cara aquel anciano, y
    la luna cubría su faz de fantasmal blancura. ¡Esto
    me produjo algo de alegría! Pues tan malo no podía
    ser aquello. Me pasó delante, y por primera vez pude
    contemplar aquella instancia; las columnas de libros se alzaban
    hasta el techo, ¡Eran volúmenes antiguos, portadores
    de secretos incalculables! En el pequeño escritorio del
    anciano se encontraban varios de estos, como si en aquel instante
    el viejo se entregara a sus mundos ocultos. Me invito pues a
    sentarme, ¡Yo no podía dejar de ver su
    rostro!

    ¡Pasivo, pero salvaje! ¡Con
    alma fuerte, y de gran entendimiento! Me propuse hablarle, pero
    este me interrumpió diciendo.

    Gigalmesh: ¡Hoz estaba
    esperando!

    — ¡Como! Dije yo sorprendido,
    el volteo a verme con graciosa elocuencia y
    prosiguió.

    Gigalmesh: ¡Sabía que
    vendrías! ¡No lo dudé ni por un instante!
    Loes: ¿Pero como lo sabías? ¿Por qué
    me dejaste estos maderos?

    —El respondió con una
    súbita carcajada, y dijo.

    Gigalmesh: ¡Hablando de mis maderos!
    ¿Dónde están? ¿Qué haz hecho
    con ellos?

    —Con confusión en mi rostro le
    respondí. Loes: Pues creo que los deje en casa.

    —El me observo intrigadamente, como
    si tuviese certeza de mi mentira; Se levanto y
    abrió un viejo gabinete, saco los maderos y los puso
    frente a mi.

    Loes: ¡¿Pero como?!

    —Dije. Y luego se sentó, y con
    voz susurrante y extasiada me dijo.

    Gigalmesh: ¡Negarás que haz
    conocido a mis doncellas! ¿Qué acaso estas no te
    proveyeron de un sueño imposible? ¿Es que acaso tu
    corazón había palpitado de esa manera?

    —Luego de esto decidí
    enfrentármele, saber el porque de toda esta aventura.
    Loes: ¡Por favor aclara mis dudas! ¡Ya no soporto
    esta angustiosa incertidumbre!

    —Tomó una vieja pipa que
    tenía en su escritorio, extendió sus piernas, y
    relajo su rostro. Así comenzó su relato.

    Gigalmesh: ¡Habitación oscura!
    ¡Habitación oscura!

    —Lo mire con intriga, puse mis codos
    sobre la mesa. Este me observo fijamente, y prosiguió de
    manera calmada.

    Gigalmesh: ¡Soy mas antiguo que las
    raíces del bosque! ¡He caminado por la tierra antes
    de que el hombre conociera los caminos! ¡He fabricado su
    saber, Los he iniciado en la escritura! ¡Los proveí
    de abrigo! ¡Los consentí en su tristeza! ¡Les
    di sus primeros nombres! ¡Los bajé de los
    árboles, y los hice correr por la sabana!

    ¡Inspire sus dioses, y mancharon mi
    nombre tratando de entenderme!

    —En el límite de la intriga le
    pregunte. Loes: ¿Tú eres dios?

    —Y el regañonamente me
    respondió.

    Gigalmesh: ¡Como hoz atreves a
    compararme con esa vil mentira! Yo represento el eco del cosmos,
    ¡Soy la intriga, y el remanente de la gran
    explosión! ¡Adorné tus ideas con el ansia del
    infinito!

    Loes: Tradúceme pues tus
    palabras.

    Gigalmesh: Soy quien te hizo bajar de los
    árboles, ¡Soy la curiosidad! Sentimiento creador del
    pensamiento, el arquetipo de la sabiduría, soy el
    sueño de tu vejez,

    ¡Tu aspiras a mi
    condición!

    Loes: Eres ?el viejo sabio?.

    Gigalmesh: ¡Así haz decidido
    llamarme! Loes: ¿Pero eres físico o solo una
    idea?

    Gigalmesh: ¿Es que acaso no puedes
    tocarme? ¡Soy un simple viejo, que comprende en lo que se
    ha convertido!

    —Lo observé anonadado. El
    silencio inundó la sala, los dos nos observamos callados.
    El tomo un gran libro y comenzó su lectura. Y yo esperaba
    la lección que de éste me
    proveería.

    Gigalmesh: La luna ha sido testigo de estas
    grandes etapas, ¡Ha andado silenciosa por todos los
    caminos!, ¡Conoce los senderos olvidados de la
    civilización!

    Loes: ¿Pero como haz llegado a
    comprender la esencia?

    Gigalmesh: ¿Pero que es la esencia?
    ¡Si no nuestra alma conjurada en los objetos! Loes:
    ¿Qué haces en este pueblo olvidado?

    Gigalmesh: ¿Y que haces tu
    aquí amigo? En esta torre perdida. ¡Lo que nos mueve
    es el ansia de sabiduría!, ¡Lo que nos despierta es
    el sol de la incertidumbre!, ¡He visto en tus ojos la
    locura, que a tu saber es la mas grande cordura!

    Loes: ¿Pero que haré
    mañana? ¿Cómo viviré tranquilo
    después de todas estas experiencias? ¡El ambiente en
    Mitit será el mismo de siempre!, suspiraré por
    Lilith como todos los días, la gente me vera siempre como
    un lobo estepario al acecho de sus ideas.

    Gigalmesh: Tu vida continuará como
    hasta ahora, solo lleva en tu alma tu esencia, y vive como nunca
    haz vivido.

    —Me miró pues el anciano, tomo
    mis manos con su derecha uniéndolas fuertemente; No
    pensé pues que tuviera aquella fuerza. Con la izquierda
    cerró mis ojos, y yo caí en un profundo
    sueño ¡relajante y cálido! Como arrullado en
    los brazos de un padre, como niño dormí pasivo, y
    fue mi alma en un perfecto descanso.

    Al día siguiente desperté en
    el sillón, como si de este no me hubiera movido.
    Más sabía que aquella experiencia era en absoluto
    real. Mis zapatos estaban húmedos, al igual que mis
    pantalones, ¿Y los maderos? ¡Pues habían
    desaparecido! Ellos eran el fiel testimonio de lo
    ocurrido.

    Me levanté ese día sufriendo
    los síntomas de una terrible resaca, ¡Estaba
    agotado!

    Me fui a trabajar en mis granjas de abejas,
    Allí estaban mis compañeros de trabajo: pues aunque
    los panales fueran míos, los consideraba
    compañeros. Uno de ellos en tono sarcástico me
    dijo.

    Fran: ¡Hey Loes! ¡Bonita noche
    pasaste ayer eh…!

    —Al unísono todos soltaron una
    carcajada. Yo los observe sonriendo pasivamente.

    Me dispuse a sacar uno de los panales con
    el fin de ordeñarlo: Era este de un dorado espectacular,
    la miel fresca y espesa se movía con una lentitud
    majestuosa, corría lentamente por todo mi brazo hasta
    hacer que mis codos lloraran su perfume. ¡Todos se
    sorprendieron de la belleza de aquel panal! Lo puse luego en un
    recipiente, y aun así su olor era de una dulzura
    exquisita. Uno de mis amigos dijo en tono franco.

    Ed: ¡Dinos Loes! ¿Por
    qué te alejas de las personas? A diario te vemos partir,
    nunca has compartido con nosotros una cerveza.

    Fran: ¡Si! Cierto. ¡He que
    dices! ¿Nos acompañas hoy al bar?

    —Los observe confundido, (Buscaba la
    mejor forma de safarme, de huir de aquella propuesta) el alcohol
    siempre tendía a llevarme a la depresión,
    ¡Era como tocar el cielo y luego freírme en el
    infierno!

    En tono comprometido les dije.

    Loes: ¡Pues no se! La verdad no me
    parece una buena idea, ¡es que no tengo dinero esta
    noche!

    —Instantáneamente olieron mi
    mentira, me observaron sarcásticamente y Turcer me
    dijo.

    Turcer: Déjate de excusas, nosotros
    te invitamos.

    Fran: ¡Si! Nosotros te invitamos, ven
    pues con nosotros. Ed: ¡Acompáñanos amigo!
    ¡Verás como te relajas!

    —No tuve otra opción que
    aceptar aquella propuesta, pues en el fondo lo deseaba, ya era
    hora de relajarme un poco, he interactuar con personas,
    ¡Estas personas que había tenido
    olvidadas!

    Así pasaron las horas: entre la
    faena, las bromas, las risas, y de más. Salí luego
    a comer a mi casa.

    Loes: Nos vemos amigos, vuelvo por la
    tarde.

    —Tome el camino hacia el pueblo, era
    ya cotidiano una vuelta por el parque antes de
    llegar a la casa. ¡Y mas no pudo ser mi asombro al ver a
    Lilith sentada en una banca! Los niños corrían de
    un lado a otro, los ancianos platicaban serenos
    sobre su juventud perdida, de sus venturas y desventuras,
    ¡De cómo cambian las cosas!

    Acercaba me pues a lilith cuando un tipo se
    sentó a su lado, su rostro era serio y petulante; Le dijo
    (vamos), y ella con un gesto se negó a su propuesta.
    Aquello se convirtió en una discusión.
    Yo no pude abstenerme de escucharles. El en tono enojado y
    señalando su rostro le dijo.

    El tipo: ¡Tú no entiendes! Te
    la pasas hablando de la gran ciudad, es lo único que de ti
    escucho todos los días.

    —Ella contesto molesta, y bajando el
    brazo de este le dijo.

    Lilith: ¡Pues es mi vida, y
    así me gusta vivirla! Y si no te gusta, ¡Pues vete
    que ninguna falta me haces!

    Aquel tipo ardió en cólera he
    impotencia, se retiró apresurado y molesto. Lilith tomo un
    cigarrillo y se relajó pasivamente. Me acerque a esta, y
    ella en tono alegre y gracioso me dijo.

    Lilith: ¡Hey! Como estas, ¡tu
    nombre era…!

    —Loes, (repuse). ¡Si! Loes
    (dijo ella). Lilith: Y dime Loes ¿Qué
    haces?

    Loes: ¡Pues aquí! Camino a mi
    casa. (Contesté tranquilo).

    Lilith: ¡Ho! Que bien, y dime:
    ¿Qué es ese librillo que llevas en la
    mano?

    Loes: Ho… pues es algo que siempre
    he disfrutado. Pero es de naturaleza compleja,
    ¡No le des importancia!

    —Ella me observo intrigada,
    sabía que aquel folletillo era de un valor incalculable.
    Lo tenía desde hace ya mucho tiempo; cuando lo
    encontré bajo un árbol. Raras veces me separaba yo
    de este; ¡cierto que no sabía su
    procedencia!

    ¡Cierto que había cambiado mi
    vida! ¡Era el diario de Imagus! Un ser mítico que
    habita en el alma, y provee a su amado de grandes
    conocimientos.

    Me rogó pues Lilith que le prestara
    aquel objeto, ¡pero me negué con gran dolor! Loes:
    ¡Pídeme lo que desees! ¡Menos este
    diario!

    Lilith: ¡Vamos! No te pongas
    sentimental, ¡Al fin y al cabo es solo un
    librillo!

    —Lo pensé por un rato, y
    lentamente extendí mi mano, dándoselo
    delicadamente. Ella lo tomó y prometió devolverlo
    pronto. Asentí sonriendo, y ella dijo
    alegremente.

    Lilith: ¡Pues mira que tengo que
    irme! Loes: Yo igual.

    — ¡Y así partió
    ella! con aquel objeto apreciado, sabía pues que estaba en
    buenas manos.

    Luego de caminar un rato por aquellas secas
    calles, llegue a mi casa. Entré a mi habitación:
    Esta estaba decorada muy a mi gusto; con imágenes de los
    planetas, de constelaciones, y de grandes quasares.
    Mi cama era pequeña y humilde, tenia un viejo televisor,
    el cual nunca veía, y una pequeña lámpara
    para mis noches de lectura, en las cuales solía perderme
    en mundos maravillosos, y filosofías obtusas.
    Al pensarlo más a fondo tenía yo bastante similitud
    con aquel misterioso anciano. En aquel momento
    comprendí el porque se había referido a mí
    en aquel momento cuando dijo: ?Tú aspiras a mi
    condición?, ¡Es posible que en aquello
    razón tuviera! Mi madre me llevo de comer, y lo hice
    tranquilamente, ¡Tal y como si ese día
    no tuviera que volver a trabajar! ¡Y lo cierto es que no lo
    deseaba! Volví esa tarde al trabajo. Y al salir de este me
    preguntaba que estaría haciendo Lilith, y que cosas
    leería del diario de Imagus.

    Lilith.

    ¡Vaya que ese tipo Loes si es un tipo
    extraño! ¡Hasta me hizo olvidar la cólera que
    sentía por mi antiguo novio! ¡No pensé
    realmente que me prestara este extraño folleto!
    ¡Pero al final lo hizo! Me imaginó que yo he de
    gustarle. Talvez después de leer un poco
    pueda entender a este extraño personaje.

    —Comencé a leer el diario, mis
    ansias por aquello era particular. Se veía ya muy antiguo:
    Con extraños símbolos en su portada.

    Diario de Imagus.

    1. El nacimiento.

    Mi nombre es Imagus: Productora de
    deseo y fantasía. De la fecha de mi nacimiento no tengo
    certeza, solo que fue en la mente de un hombre durante la edad
    media. Me conjuró con alas negras y perfectas, de cuerpo
    delicado, y rostro majestuoso. Extrañamente mis recuerdos
    se remontan hasta el inicio del todo, ¡La gran salida del
    huevo cósmico! Vivo en espacios oscuros, y transito entre
    neurona y neurona. Me alimento de los desperdicios del alma, y
    dejo a mi huésped claros conceptos, ¡Abstraigo su
    pensamiento a niveles gloriosos!

    2. En la cima del
    mundo.

    Una tarde recuerdo haberme posado
    frente a una altísima montaña, alguien me llamaba,
    ¡Y allí estaba! Un extraño viajero que
    extendía sus brazos a las estrellas, ¡llamaba a Eros
    a que lo consumiera!

    ¡Llamaba a Thanatos! A que lo
    absorbiese. Al verme me invito a tomar de la más limpia
    vertiente: Era
    el agua más pura y
    cristalina. Con satisfacción bebí de ella, y tanta
    dicha me produjo, que no pude contener una leve risilla. En
    regalo por aquella dicha le día a beber de ella haciendo
    un hueco con mis manos. El me dijo. — ¡Eres suave y
    calida! ¡Pero aquí en el cero absoluto eres una gran
    flama! ¡Pero
    aquí en el cero
    absoluto hay una gran pregunta! ¿Quién nos
    creó? ¿Y de donde provienen nuestras voces, si
    nuestras gargantas están ya gastadas?

    Absorbí aquella esencia.
    Cerré sus ojos y lo hice comprender. ¡Y cierto es
    que Eros nunca bajo a la tierra! ¡Y cierto es que el
    vació nunca comió de Eros!

    Me fui de aquella montaña
    recorriendo cada metro como si se tratase del infinito.
    Así como de mi creador no tengo el recuerdo de su rostro,
    así de este viajero no tengo el sabor de sus
    labios.

    —Paré un instante de leer
    aquellas palabras marchitas, Imagus era sin duda algo
    maravilloso. Parecía venir de un mundo extraño, y
    sin embargo era la creación de una mente.
    ¿Qué desesperación habría llevado a
    aquel hombre a crearla? ¿O esta existía desde
    antes, y este solo la realizó en sus ideas? ¿Por
    qué este librillo habría terminado en las manos de
    Loes? Y no puedo evitar que después de esta
    mareante lectura me salte a la mente aquella dura pregunta:
    ¿Quién soy yo? Pero nada me dejo mas cautivada que
    la siguiente parte de sus escritos; Las melodías de
    Imagus.

    3. Las melodías de
    Imagus.

    Vagando en un infinito desierto, fui
    capturada por los ecos de los eones, noctámbula camine
    ansiosa,
    hasta llegar a la tumba de un
    antiguo ser: La pequeña bóveda era siniestra y
    aterradora, de ella provenían susurros malignos. Entre
    atravesando la puerta, en su interior las paredes corrugosas y
    tétricas inspiraban la mas profunda euforia: Seguro un
    mortal moriría al contemplarlas. Un túnel angosto
    con antorchas negras, las cuales iluminan sus góticas
    formas.

    Me conduje a sus entrañas como
    en un sueño prohibido. Mas fue entonces mi júbilo
    maligno al ver el
    sarcófago que me
    llamaba; estaba este labrado en piedra, y de su interior emanaba
    una esencia nefasta.

    ¿Cómo podía un ser
    muerto convocarme? ¡Es como si su cerebro me necesitara con
    ansia! ¡Tanta que en el produjera la vida!
    ¡Convencida quede pues que esta, es solo un deseo, mas que
    una condición física!

    Salio el de su antigua prisión,
    me vio a los ojos con sus pupilas marchitas, su piel no emanaba
    juventud ni soltura; Se descascaraba en profunda agonía. Y
    me dijo antes de que sus labios se desmoronaran:

    Profunda condena ha sido, el no
    poder haberte contemplado.

    Tomó un violín, y
    toco una melodía pérdida y de profunda tristeza
    mientras decía.

    Vaco: Sortilegio de pesadilla, angustia
    serena. Exprimiré mis venas, y de sus entrañas
    bañare mi habitación. La luna me sonríe como
    ansiosa de mi locura, la alabo y le prendo altares, Y así
    en la más pasiva calma coloco mis vísceras a su
    mirada vampirica. ¡Así cualquier muerte es deseable!
    ¡Así te esperaba Imagus en mis sueños de
    melancolía! ¡Me ofrendé como esclavo de tu
    ausencia! ¡Me perdí en la locura al no poder
    contemplar tus alas!

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