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Erise (acrónimo) (página 2)




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

En el cuadro de los niveles de organización de la experiencia humana, la persona constituye el núcleo central de dicha experiencia humana, la cual se extiende desde el subsistema de partículas subatómicas hasta los suprasistemas más amplios (la "noosfera", o conjunto global de seres inteligentes insertos en un hábitat cósmico suficientemente extenso, vendría a ser, en una primera intención, el referencial máximo). Todos estos niveles influyen en el fenómeno humano, y son influidos por él. La comprensión de la homeostasis en términos humanos requiere considerar al individuo como una unidad o "psicosoma", en la que los procesos psicológicos y fisiológicos están indisolublemente unidos. Bien es cierto que las leyes que gobiernan el desarrollo de ambos tipos de procesos son diferentes, y que los métodos aplicados para observarlos son distintos, pero eso no cambia la esencial unidad de la naturaleza humana. La dicotomía no es inherente al ser humano, sino que es introducida por el estudioso, quien, en la elaboración de sus métodos y teorías, encuentra más fácil aplicar el enfoque biológico para explicarse cierto tipo de fenómenos, en tanto que los enfoques psicológico o social lo son para comprender otros. El individuo se encuentra inmerso en un medio externo con influencias, más o menos sistematizadas, de tipo físico, interpersonal y social, de las que depende para su desarrollo. El medio ambiente es fuente de estimulación y nutrición, imprescindibles para la subsistencia, mientras que el medio interno del organismo contiene las instrucciones y los impulsos que rigen su aprovechamiento. Por otra parte, tanto el medio ambiente como los cambios producidos por el desarrollo del individuo y por sus propios ritmos intrínsecos ejercen influencias desestabilizadoras que tienden a alterar el equilibrio del medio interno. Aparecen así los mecanismos reguladores de la homeostasis, encargados de mantener la constancia de las interacciones básicas del medio interno. La programación genética está encaminada a asegurar el funcionamiento idóneo, que se considera sano cuando es capaz de satisfacer las necesidades del individuo, responder a las exigencias del medio ambiente y a las de su propio medio interno y proseguir su desarrollo mental, biológico y cultural.

Inherentes al psicosoma son los impulsos necesarios para su conservación, desarrollo y reproducción, así como los mecanismos reguladores encargados de mantener la constancia del medio interno. Los mecanismos intermedios son el conjunto de interacciones neurológicas, fisicoquímicas e inmunológicas mediadoras entre los altos niveles de integración cerebral y la función de los diversos órganos, aparatos y sistemas (González de Rivera, 1980, 2003). A través de dichos mecanismos, el estrés ambiental y los estímulos simbólicos hallan su expresión fisiológica, pudiendo, en ocasiones, desencadenar procesos patológicos.

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La existencia individual es una abstracción que sólo puede tener realidad en unidad con su entorno. El ser humano y su ambiente forman una nueva identidad: el organismo psicosocial. La unidad operativa básica humana no es el individuo, sino el individuo integrado en su entorno. Cuando decimos que, frente a la acción potencialmente desestabilizadora del medio y de su propio desarrollo, el organismo cuenta con mecanismos reguladores encargados de mantener la homeostasis de su medio interno, no debe entenderse que la vida humana se rige por un principio de constancia estática. Muy por el contrario, el mantenimiento de la homeostasis requiere un continuo cambio, en persecución de las condiciones internas más favorables para el mantenimiento de la vida autónoma y para el desarrollo del programa genético especifico de cada individuo. Más que como un principio de constancias cualitativas y cuantitativas de elementos específicos, debemos entender la homeostasis como un principio de constancia interactiva de las relaciones entre esos elementos; de tal manera que variaciones puntuales en uno de ellos se corresponden con variaciones en todos los demás. Así, los valores de las (mal llamadas) "constantes fisiológicas" tienden a una continua variación, en más y en menos, alrededor de un valor central idóneo. Propongo llamar a este fenómeno de oscilación o variación continuada "el temblor de la constante", aceptando el hecho de que es un fenómeno normal e inevitable, expresión dinámica de la tensión homeostática y de la interacción de múltiples bucles de alimentación y retroalimentación que relacionan unas constantes con otras. La magnitud, frecuencia y variabilidad del temblor de una determinada constante son características peculiares de cada individuo, así como de cada estado dentro de ese mismo individuo. Por eso, es insuficiente la determinación del valor de una constante en un momento determinado, siendo necesario, además, establecer su capacidad de variar, o de resistir la variación, en condiciones de estimulación funcional. Éste es un principio básico de la exploración endocrino-metabólica, donde el recurso a exploraciones funcionales ofrece información mucho más valiosa que las meras mediciones basales. El organismo tiene una cierta tolerancia a las variaciones de las constantes, pero cuando esta variación es muy marcada, o cuando la duración de pequeñas variaciones supera determinado dintel crítico, pierde su capacidad de regulación, desorganizándose hacia estados de enfermedad, lesión o muerte. En las fases iniciales de desequilibrio homeostático se produce un retroceso a niveles de organización más sencillos, en los que es posible recuperar una constancia de interacciones que reconstituye el equilibrio homeostático, aunque sea a costa del sacrificio de cierta capacidad funcional. El estado de "enfermedad", sobre todo si es crónico, representa la expresión de un equilibrio homeostático en el que los niveles de adaptación son menos estables o menos eficientes que los del estado de "salud".

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El desajuste homeostático es bien patente en casos de estrés fisiológico masivo que brutalmente altera el valor de constantes con poca tolerancia a su variación, es decir, cuando el "temblor de la constante" debe mantenerse dentro de márgenes muy estrechos (como, por ejemplo, la presión de oxígeno, el riego cerebral o el pH), pero es menos evidente en el estrés psicosocial, que suele inducir variaciones más moderadas, aunque generalmente más persistentes. Las observaciones epidemiológicas que relacionan el estrés psicosocial crónico con una mayor tendencia a la aparición de enfermedades, ponen en evidencia la potencialidad patógena a largo plazo de pequeñas desviaciones en el equilibrio homeostático idóneo. El vínculo entre variaciones de constantes, tolerancia del organismo y estado de salud nos ha permitido definir una ley general de la homeostasis (González de Rivera, 1980), que se expresa de manera esquemática en la fórmula de la derecha.

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Donde H representa el estado de equilibrio homeostático, N el valor idóneo de una constante fisiológica determinada, ?N (incremento N, o temblor de la constante) la desviación media experimentada en el valor idóneo de esa constante, T el tiempo durante el cual se mantiene dicha variación, Rg la resistencia o tolerancia genética innata del organismo a variaciones de su medio interno para la constante considerada, y Ra la resistencia o tolerancia adquirida por el organismo a lo largo de su desarrollo. La tolerancia genética (Rg) a variaciones del medio interno es constante en el individuo, y relativamente uniforme entre individuos de similares características; la tolerancia adquirida (Ra) varía enormemente entre individuos, e incluso en el mismo individuo de un momento a otro. Mientras el equilibrio homeostático sea menor que 1, se mantiene el estado de salud. En caso contrario, sobreviene el desequilibro homeostático que denominamos "enfermedad". Un corolario de esta fórmula, de importantes implicaciones preventivas, es que pequeñas desviaciones de N, que parecen no alterar grandemente el equilibrio, pueden provocar enfermedad (entendida ésta como un estado de organización homeostática menos efectivo y eficaz que el basal, siendo aquí el término "basal" interpretado en el sentido de mínimo nivel de actividad que una determinada función orgánica puede adquirir permaneciendo en equilibrio homeostático, lo cual es típico del estado de descanso o reposo saludables) si se mantienen durante largo tiempo. Por otra parte, variaciones que se mantienen durante un corto lapso de tiempo sólo tienen efectos patógenos si son de intensidad suficiente para superar la tolerancia del organismo a esas variaciones.

Estas consideraciones nos permiten formular una Ley general de la homeostasis: " La probabilidad de que una variación en el valor idóneo de una constante fisiológica redunde en disfunción, enfermedad o lesión es directamente proporcional a la magnitud de la variación y al tiempo durante el cual se mantiene; e inversamente proporcional a la tolerancia del organismo a variaciones de esa constante, durante el periodo de tiempo considerado" (González de Rivera, 1980).

Homeostasis artificial.

Aparte de la "homeostasis natural" propia de los organismos vivos (bacterias, individuos unicelulares y vivientes pluricelulares), tenemos la "homeostasis artificial" llevada a cabo por determinados seres humanos sobre sus diseños tecnológicos basados en ingeniería de sistemas. El concepto de "homeostasis" estaba, en principio, especialmente referido a los organismos vivos en tanto que presentan características de sistemas adaptables, pues los procesos homeostáticos operan ante variaciones en las condiciones del ambiente y corresponden a las compensaciones internas del sistema con el objetivo de mantener invariante la propia estructura sistémica, es decir, para perpetuar la morfología estructural del organismo vivo.

Los ingenieros y tecnólogos no tardaron mucho tiempo en darse cuenta de ello y rápidamente se pusieron a buscar formas de copiar a la naturaleza en este sentido, toda vez que además el avance de la técnica facilitaba e incluso demandaba esta clase de emulación. Así surgió la "teoría de sistemas" y, consiguientemente, la "ingeniería de sistemas". Por otra parte, debido al aumento explosivo de los recursos cibernéticos e informáticos, se presentó en la escena el intento cada vez más osado de crear imitaciones computarizadas de la vida natural: la denominada "vida artificial". Con esto, también, se puso en conmoción el concepto tradicional de "vida" y hubo que dar atención especial a su definición de una forma más rigurosa. La cuestión suscitada, sin embargo, todavía está en pie entre los intelectuales: ¿Qué es, pues, la vida?

La vida y los seres vivos.

La vida es un concepto que nos formamos a partir de la observación de las características de los seres vivos, y de ahí extraemos la esencia o lo común a todos ellos. Se trata de una noción que elaboramos como consecuencia de la toma de contacto o percepción de la realidad, al distinguir entre seres animados y seres inertes en principio; pero posteriormente, gracias al estudio profundo de esa realidad animada, nos percatamos de que también hay otros seres, no tan animados y móviles, o hasta aparentemente estáticos, como las plantas, que deberían caer igualmente dentro de la categoría de los seres vivientes. Históricamente hablando, la idea de "vida" ha sufrido una evolución considerable desde el punto de vista científico, pues ha habido que incluir a organismos unicelulares microscópicos y discernir acerca de ciertos otros extraños entes; y aún hoy día no es una noción que definitivamente haya podido cerrar sus puertas a nuevos entendimientos y reajustes conceptuales.

Actualmente, hay al menos tres campos que se distribuyen el estudio de la vida: la "Biología" (o estudio de la vida natural, tal como aparece en la naturaleza), la "Cibernética" (o estudio tecnológico de la vida con miras a aplicar a las máquinas las características de regulación sistémica y comunicación que se observan en los seres vivos) y la "Computación alife" (o estudio informático de las propiedades de los seres vivos y su posible emulación virtual mediante sistemas computarizados: vida artificial). Cabe esperar que la investigación interdisciplinar y sus aportaciones permitan obtener un cuadro más amplio y enriquecedor del concepto de "vida", pero parece que la ciencia materialista, que al presente gobierna el panorama académico mundial, minará el progreso teórico al desestimar taxativamente la contribución nada despreciable de las sagradas escrituras; y esto continuará así, efectivamente, hasta que ese "corsé" materialista sea sustituido, superado y eliminado en el futuro.

La sagrada escritura aporta una dimensión cognitiva extraordinaria que complementa y orienta la extensión del panorama científico respecto a la "vida", puesto que revela la existencia de seres inteligentes que no pertenecen al universo material de los humanos. Además, según el Génesis, la "vida" en nuestro mundo proviene de la actuación y labor de diseño de un Creador que tampoco pertenece a dicho orbe. Esto permite vislumbrar una realidad mucho más compleja y sorprendente de lo que la ciencia materialista es capaz de suministrar por sí misma.

La realidad histórica.

La realidad parece estar sumergida en la corriente del tiempo, de tal manera que fluye desde el pasado hacia el futuro. Aunque, a decir verdad, cabe cuestionarse si es más bien el "tiempo" el que se encuentra sumergido en dicha realidad, como si fuera un componente de la misma; o, por otra parte, tal vez el "tiempo" no sea otra cosa que un constructo mental irreal. Sin embargo, da la impresión de que esto último no es muy acertado ya que la sagrada escritura contiene muchas alusiones al "tiempo" y deposita sobre éste una serie de jalones proféticos de carácter predictivo.

La "historia" estudia la realidad pasada, al grado en que le es posible reconstruir una visión de dicho pasado. En la sagrada escritura existe una historia pasada o historia sagrada, que destaca sobremanera los tratos de Dios con el ser humano, y una historia futura compuesta de pinceladas proféticas del porvenir o sucesos que están destinados a ocurrir. Tomar en consideración estos datos supone contar con una fuente guiadora de incalculable valor en cuanto a la percepción de la realidad, puesto que dichos datos provienen (al fin y al cabo) del Creador de la realidad.

El tiempo.

La idea de "tiempo" es bastante intuible por las personas humanas, pero a la vez es extremadamente difícil de definir. Desde la antigüedad, hasta el presente, muchos intelectuales han intentado desentrañar el misterio que impide dar una definición relativamente clara y rigurosa de "tiempo" y sólo últimamente parece que se han conseguido algunos resultados prometedores.

Agustín de Hipona (354-430) es considerado "padre y doctor" por la Iglesia Católica, y fuera del ámbito del catolicismo es tenido por uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos. Sin embargo, ante la cuestión de "qué es el tiempo" se le atribuye la siguiente respuesta: "Si nadie me lo pregunta, lo sé, pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, ya no lo sé ". Sus especulaciones en torno al tiempo lo llevaron a afirmar que si el presente no se convirtiera en pasado, no sería tiempo; sería la eternidad (así, pues, para este filósofo y teólogo de la cristiandad la "eternidad" era algo así como un "presente perpetuo"). También, reflexionaba del siguiente modo: Si el presente, para ser tiempo, ha de convertirse en pasado, ¿cómo podemos decir que "es" si sólo puede "ser" cesando de ser? (de alguna forma, Agustín presuponía que "tiempo" y "eternidad" son incompatibles).

Hacia el siglo XV fue desapareciendo la visión subjetiva del tiempo que hasta entonces había embargado el enfoque de los filósofos y pensadores, siendo a partir de Galileo y Newton cuando, merced a la mecánica clásica, el "tiempo" se concebirá como un valor matemático; es decir, el concepto de "tiempo" empezó a concebirse como algo fijo, absoluto y medible, que puede conocerse por experimentos y cuya realidad no precisa relacionarse ya con el movimiento para ser medida, y que existe desde el pasado más remoto e inasequible hasta la eternidad inalcanzable del futuro. En definitiva, el "tiempo" se llegó a ver como algo ilimitado e inamovible, constante como un "tic-tac" que no pudiera parar jamás.

Pero la "teoría de la relatividad general" de Albert Einstein, a primeros del siglo XX, supuso un duro golpe para la concepción que se tenía del tiempo en todos los estamentos de la sociedad humana (popular, académico, religioso, etc.). De pronto, el "tiempo" dejó de ser una magnitud absoluta y se convirtió en algo relativo, que varía en función de quién lo mida y bajo qué circunstancias lo mida. La revolución conceptual que introdujo Einstein dejaba claro que no sólo la percepción subjetiva que se tiene en cuanto a la duración de un acontecimiento es variable, sino que también, como magnitud física, el "tiempo" es igualmente variable; se define también en función del sujeto que lo experimenta, dependiendo de la velocidad a la que se mueva y en relación con la masa de los objetos, de la posición estática o de movimiento de quien lo mida, del enclave cercano o lejano respecto a una masa gravitatoria; y en todos estos casos los más precisos relojes marcarán desfases constatables, que pueden llegar a ser de pequeñísimas fracciones de segundo.

Ya es un hecho plenamente asumido que el tiempo transcurre más lentamente si se mide en las cercanías de una gran masa gravitatoria, como la Tierra. Así, en un rascacielos sucede que los relojes situados en la planta baja van más lentos que los situados en la última planta, aunque tal desfase es tan pequeño que para medirlo se requieren relojes de altísima precisión y un lapso suficientemente grande. El tiempo, a grandes velocidades (próximas a la de la luz), también se ralentiza. Einstein, por lo tanto, terminó con la concepción tradicional de "tiempo absoluto".

Si el "tiempo" está integrado en la "realidad", formando parte de ella, los adelantos científicos han puesto de manifiesto que tal concepto es altamente complejo y, consecuentemente, la realidad debería serlo aún más. Por ende, las "lentes" de la ciencia, al permitirnos ver más allá de lo que se observa a simple vista (tanto en el ámbito microscópico como en el macroscópico), han contribuido a mostrar que la "realidad" es algo que puede llegar a causarnos vértigo mental cuando tratamos de comprenderla en toda su extensión.

Conclusión.

El ser humano es consciente de que existe una realidad que lo envuelve y de la que él forma parte, por lo cual ha tratado de sacar conclusiones acerca de ella mediante estudio y reflexión. No obstante, esa "realidad" se le ha revelado extremadamente compleja y escurridiza desde el punto de vista teórico, a pesar de contar con la revelación sobrehumana procedente de las sagradas escrituras (desgraciadamente, muy pocos seres humanos han hecho uso de esta confiable revelación; y entre quienes sí la han usado ha habido un notable monto de individuos que la han tergiversado egoístamente o que han sido extraviados por exegetas equivocados).

El estudio de la realidad ha conducido a fijar la atención en fenómenos curiosos y extraños, que parecen corresponder a manifestaciones de dicha realidad y que han sido etiquetados con denominaciones tales como "homeostasis", "vida" y "tiempo" (entre muchísimos otros que no hemos citado). El "tiempo" mismo aparenta ser, a nivel popular, un concepto bastante claro para todos, pero deja de ser una simpleza cuando se estudia en profundidad y entonces pasa a convertirse en uno de los retos más complicados para el entendimiento humano. ¿Qué es el "tiempo"? Índice.

Erise y estudio (página 1).

Erise. Studium. Steu. Estudio. Estudiar. Perro y estudio. Animales y estudiar (página 1). Estudio humano. Egoísmo al estudiar. Diseño inteligente del cerebro (página 1). Evolucionismo cerebral. Resolución de problemas (página 1).

Abstracción. Infrahumanos (página 2).

Equilibrio estudiantil. Intelectualidad desmesurada (página 2).

Consejo salomónico al estudiante. Pereza mental. Problemas existenciales (página 2).

La realidad (página 2).

Mundo real. Realidad externa (página 2).

Realidad ficticia. Realidad impuesta. Medio interno. Medio externo. Homeostasis (página 3). Homeostasis (página 3).

Homeotermia. Mamíferos. Homeostasis térmica. Homeostasis. Medio interno (página 3). Homeostasis celular. Proteosoma. Lisosomas. Apoptosis. Homeostasis global (página 4). Supervivencia celular excesiva. Tumores malignos. Homeostasis sistémica (página 4). Homeostasis del organismo. Homeostasis celular. Homeostasis sistémica (página 4). Alteraciones del ADN. Senescencia mitótica. Apoptosis. Desnaturalización proteica (página 4). Chaperoninas (página 4).

Ubicuitina. Autofagia. Células madre. Regeneración. Ejercicio físico y regeneración (página 5). Neurogénesis. Hormona del crecimiento. Prolactina. Estrógenos. Progesterona (página 5). Claude Bernard. Medio interno. Medio externo (página 5).

Homeostasis. Homeostasis sistémica. Sistema circulatorio. Sistema digestivo (página 6).

Sistema endocrino. Sistema nervioso. Sistema renal. Sistema respiratorio (página 6).

Sistema tegumentario. Control endocrino-nervioso. Retroalimentación. Medio interno (página 6).

Homeostasis y equilibrio. Equilibrio fisico-químico. Medio interno. Sensor. Integrador (página 6). Efector (página 6).

Retroalimentación. Sensores del medio externo. Olfato. Vista. Gusto. Tacto. Oído (página 7). Sensores del medio interno. Quimiorreceptores. Mecanorreceptores (página 7).

Centro integrador. Sistema nervioso. Sistema endocrino. Órganos efectores (página 7). Músculos. Glándulas. Sistema endocrino. Hígado. Riñón. Presión osmótica (página 7).

Homeostasis y realidad (página 7).

Parménides. Zenón. Aporías. Paradojas de Zenón. Claude Bernard. Realidad (página 7).

Claude Bernard. François Magendie. Sociedad Francesa de Biología (página 7). Constancia del medio interior. Cannon. Homeostasia. Homeostasis (página 8).

Medio interno. Medicina experimental. Epistemología bernardiana. Materia inerte (página 9). Cuerpos vivos. Heurístico. Medio interno (página 9).

Positivismo bernardiano. Paradigma materialista. Biología materialista (página 10). Diseño inteligente (página 10).

Ley de la homeostasis (página 10).

Walter Bradford Cannon. Cornelia James Cannon. Biopsicología de la emoción (página 10).

Phillip Bard. Teoría de Cannon-Bard. Homeostasis. Claude Bernard (página 10).

Medicina experimental. Medio interno fisiológico. Estrés. Estrés crítico. Dialéctica (página 10).

Teoría general de sistemas. Ludwig von Bertalanffy. Modelo biopsicosocial. Engel (página 11). Noosfera. Psicosoma. Medio ambiente. Medio interno. Equilibrio del medio interno (página 11). Mecanismos reguladores de la homeostasis. Programación genética (página 11).

Funcionamiento idóneo. Funcionamiento sano. Mecanismos intermedios (página 11).

Existencia individual. Organismo psicosocial (página 11).

Homeostasis. Constancia interactiva. Constantes fisiológicas. Temblor de la constante (página 12).

Exploración endocrino-metabólica. Exploraciones funcionales. Enfermedad. Lesión (página 12). Muerte. Desequilibrio homeostático. Enfermedad. Desajuste homeostático (página 12).

Estrés fisiológico masivo. Estrés psicosocial. Ley general de la homeostasis (página 12). Equilibrio homeostático. Tolerancia genética. Tolerancia adquirida (página 12). Desequilibro homeostático. Enfermedad. Basal. Ley general de la homeostasis (página 13).

Homeostasis artificial (página 13).

Homeostasis natural. Homeostasis artificial. Homeostasis. Teoría de sistemas (página 13). Ingeniería de sistemas. Vida artificial. Vida (página 13).

La vida y los seres vivos (página 13).

Vida. Biología. Cibernética. Computación alife (página 13).

Vida artificial. Vida. Ciencia materialista (página 14). La realidad histórica (página 14).

Realidad. Tiempo. Historia. Historia sagrada. Historia futura. Profecías predictivas (página 14). El tiempo (página 14).

Tiempo. Agustín de Hipona. Eternidad. Presente perpetuo. Galileo. Newton (página 14). Tiempo ilimitado. Tiempo inamovible. Relatividad general. Albert Einstein (página 15). Tiempo relativista. Tiempo y gravitación. Tiempo absoluto. Tiempo y realidad (página 15).

Conclusión (página 15).

Realidad. Homeostasis. Vida. Tiempo (página 15).

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