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La generación espontánea




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

  1. Los
    escarabajos de Egipto
  2. El
    pensamiento griego
  3. Desenvolvimientos
    posteriores
  4. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más
satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada en las
Santas Escrituras: ¿Cómo mermó la creencia
de que el origen de la vida sobre la Tierra se produjo durante el
llamado "Tercer día creativo" del
Génesis?

Los escarabajos
de
Egipto.

La revista LA ATALAYA del 1-121978,
páginas 5 a 8, editada por la Sociedad Watchtower Bible
And Tract, comenta lo siguiente:

«Si no hay un Creador, la vida tiene
que haber comenzado por sí misma. Muchas piensan que
así sucedió. Pero ¿está
apoyado este punto de vista por el adelanto en el
conocimiento?

Los egipcios antiguos veían que los escarabajos
salían súbitamente del terreno, y creían que
éstos se producían por sí mismos. The
Encyclopedia Americana dice: "Sobre la superficie de los bancos
de lodo a los lados del Nilo solían encontrarse tremendas
cantidades de escarabajos, y esto apoyaba la creencia en la
generación espontánea" (Tomo 24, página 336,
edición de 1977). Pero ¿qué sucedía,
realmente? Las hembras de los escarabajos hacían una bola
de estiércol, ponían huevos en ella, y la
enterraban. Las larvas salían a su tiempo de los huevos y
se alimentaban del estiércol, y posteriormente
salían como escarabajos. No había ninguna
generación espontánea, después de
todo.

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Los filósofos griegos
enseñaban la generación espontánea de la
vida. En el siglo quinto aEC (antes de la Era Común o
Cristiana) tanto Anaxágoras como Empédocles
creían en ella. Un siglo después Aristóteles
pensó que los gusanos y los caracoles se producían
de la putrefacción. En fecha tan posterior como la del
siglo diecisiete EC, hombres de ciencia, tales como Francis Bacon
y William Harvey, enseñaron la generación
espontánea.

Sin embargo, en aquel mismo siglo Redi mostró que
las cresas no aparecían en la carne a menos que primero
las moscas hubieran puesto huevos en ella. Se descubrieron las
bacterias, y se les aclamó como prueba de
generación espontánea, hasta que en el siglo
dieciocho Spallanzani mostró que venían de esporas.
Un siglo después Pasteur aclaró estos asuntos.
Probó que la vida sólo viene de la vida. Los
hombres de ciencia ahora aceptan ese punto de vista, pero muchos
insisten en que la vida surgió espontáneamente hace
dos o tres mil millones de años.

Muchos científicos [actuales] creen que una
atmósfera primitiva de metano, amoníaco, vapor de
agua, anhídrido carbónico y otros gases fue
bombardeada por rayos ultravioleta, y así las
moléculas se desintegraron en átomos, que se
recombinaron para formar aminoácidos, los bloques de
construcción de las proteínas. Estos compuestos
orgánicos y otros, se nos dice, se aglomeraron en el agua,
adquirieron una membrana y llegaron a ser una célula
viviente; ésta quizás derivó originalmente
su energía del metano, y más tarde de la
fermentación. Más tarde todavía, se dice, la
célula tuvo que "inventar" el proceso de
fotosíntesis. Pero ¿podría una simple
célula realmente producirse y sustentarse de esta manera?
Hay que considerar que hasta los mejores científicos
admiten humildemente que no pueden entender cabalmente la
fotosíntesis, mucho menos reproducirla.

Muchos científicos han teorizado que
la célula evolucionó espontáneamente de este
modo. Pero los escollos que se presentan ante su teoría
son muchos, y decididamente muy pronunciados.

Primer escollo: Es una atrevida
suposición la de que la atmósfera primitiva de la
Tierra contuviera los gases necesarios en las
proporciones correctas para dar comienzo a la cadena de
reacciones. No hay evidencia que apoye esto.

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Segundo escollo: Si tal atmósfera hubiera
existido, y si los aminoácidos se hubieran producido,
habrían sido destruidos por la misma fuente de
energía que dividió al metano y el amoníaco
y el vapor de agua. Los aminoácidos son moléculas
muy complejas; por lo tanto, son menos estables y se destruyen
con más facilidad… tal como es más fácil
derribar una pila de 10 ladrillos que una pila de tres. Estos
aminoácidos, formados a gran altura en la
atmósfera, difícilmente pudieran haber sobrevivido
para llegar al agua en la Tierra, y, si lo hubieran
hecho, no habrían podido durar aquí el tiempo
necesario para concentrarse en la "sopa" de la
teoría evolucionista. Las siguientes porciones de un
artículo por el Dr. D.E. Hull en la revista
científica Nature del 28 de mayo de 1960 confirman
esto:

"Estas existencias cortas que terminarían en
descomposición en la atmósfera o el océano
claramente eliminan la posibilidad de que se acumularan
concentraciones útiles de compuestos orgánicos a
través de enormes cantidades de tiempo… el más
alto valor admisible parece desesperadamente bajo como material
de comienzo para la generación espontánea de la
vida… La conclusión que se deriva de estos argumentos
presenta el más serio obstáculo, si es que de hecho
no es fatal, a la teoría de la generación
espontánea. Primero, los cálculos
termodinámicos predicen concentraciones
efímeramente pequeñas de hasta los compuestos
orgánicos más sencillos. En segundo lugar, se ve
que las reacciones que se alega que sintetizaron a estos
compuestos son mucho más eficaces para
descomponerlos".

En un experimento, cuando unos científicos
sometieron a una descarga eléctrica una mezcla de gases
cuidadosamente preparada, unos cuantos aminoácidos de los
más sencillos sí se acumularon, pero sólo
porque fueron rápidamente removidos de aquel lugar. Si se
hubiera dejado que estos aminoácidos quedaran expuestos a
la descarga, la situación pudiera haberse comparado con lo
que sucedería si un hombre estuviera haciendo ladrillos y
otro estuviera golpeándolos con un martillo tan pronto
como se formaran. Se necesitan varios centenares de
aminoácidos eslabonados en secuencia correcta en una
cadena para hacer una proteína de término medio, y
se necesitan varios centenares de proteínas diferentes
para componer el más sencillo de los organismos. De modo
que, en nuestra analogía del hombre que estuviera haciendo
ladrillos: él tendría que pegar centenares de
ladrillos en hilera, y acumular centenares de estas hileras de
cientos… y hacer todo esto mientras el otro hombre está
golpeando desenfrenadamente con su martillo. Esto todavía
está demasiado simplificado, porque se necesita mucho
más que una cadena de aminoácidos para componer un
organismo viviente.

Tercer escollo: Cuando los aminoácidos se forman
al azar vienen en dos formas que químicamente son iguales,
pero una es una molécula "derecha" y la otra una
molécula "zurda". Todas están mezcladas unas con
otras, en aproximadamente cantidades iguales de cada una. Pero en
los organismos vivientes sólo se usan aminoácidos
"zurdos". Por eso, volviendo a nuestra ilustración, el
hombre que hace los ladrillos hace dos clases de ladrillos, rojos
y azules, y acumula una pila que contiene millones de ladrillos,
rojos y azules entremezclados (por supuesto, tenemos que suponer
que se ha eliminado al que estaba dando con el martillo, tal como
los evolucionistas suponen que los destructivos rayos
ultravioleta han sido removidos de la acción). Ahora una
pala monstruosa se mete en la pila de millones de ladrillos rojos
y azules y saca varios centenares de miles de ladrillos, y, por
casualidad, cada uno de ellos es un ladrillo rojo. Del mismo
modo, por casualidad, cada uno de los centenares de miles de
aminoácidos, y a veces millones, que forman un organismo
viviente unicelular tiene que ser "zurdo," aunque se saca de una
mezcla que contiene otros millones de aminoácidos que son
"derechos".

Cuarto escollo: No basta con conseguir la
clase correcta de aminoácidos en cantidad
suficiente.

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Cada una de las 20 diferentes clases de
aminoácidos tiene que conectar en la cadena
proteínica en la secuencia correcta. Si un
solo aminoácido está fuera de lugar, el organismo
puede resultar baldado o muerto. De modo que la enorme pala no
solamente tiene que sacar todos los ladrillos rojos, sino que
también tiene que dejar caer cada uno de ellos en su lugar
apropiado.

Quinto escollo: La membrana celular se
forma de tejido membranoso. Los evolucionistas teorizan que una
película de agua alrededor de una acumulación de
proteínas llegó a ser una membrana, o que
glóbulos grasosos envolvieron unas proteínas y
llegaron a ser una membrana celular. La membrana es
extremadamente compleja, compuesta de azúcar,
proteína y moléculas de grasa, y determina
qué sustancias pueden entrar o no pueden entrar y salir de
la célula. No se comprenden con claridad todas sus
complejidades. Bernal dice, en The Origin of Life (El origen de
la vida): "Lo que nos falta todavía, como ya se ha
mencionado, es un modelo plausible para el origen de las grasas"
(página 145). Sin las grasas no podría haber
membrana; sin la membrana, no habría organismos
vivientes.

Hay literalmente miles de escollos para la teoría
evolucionista, en su camino desde una atmósfera primitiva,
bombardeada por rayos o radiación, hasta el organismo
unicelular que pudiera reproducirse. Todo científico
competente sabe esto. Sabe que las muchas suposiciones o
especulaciones que se presentan para evadir estos escollos son
inadecuadas. Las leyes que gobiernan la energía y la
materia declaran imposible la generación espontánea
de la vida. Las leyes matemáticas de probabilidad condenan
su posibilidad.

El más sencillo organismo conocido dotado de
reproducción (la especie H39 de micoplasma) tiene 625
proteínas con un promedio de 400 aminoácidos cada
una. Sin embargo, algunos alegan que, teóricamente,
pudiera bastar con 124 de tales proteínas.
¿Qué probabilidades hay de que una de estas
proteínas de 400 aminoácidos "zurdos" se formara de
una mezcla de aminoácidos "derechos" y "zurdos"? Una
probabilidad en 10120 (1 seguido de 120 ceros).

Sin embargo, para esta célula no
existente se necesitan 124 proteínas. ¿Qué
probabilidades hay de formar espontáneamente
esa cantidad de proteínas, todas de moléculas
"zurdas"? Una probabilidad en
1014.880. Pero estos
aminoácidos no se pueden atar de cualquier manera que se
quiera; tienen que estar en la debida secuencia. Para conseguir
estas 124 proteínas, con un promedio de 400
aminoácidos "zurdos" cada una, con los ácidos en la
secuencia u orden correcto, las probabilidades son de 1 en
1079.360. Si fuéramos a
escribir este último número en forma completa (1
seguido de 79.360 ceros), necesitaríamos unas 20
páginas […] para hacerlo. El Dr. Emil Borel, una
autoridad en probabilidades, dice que si hay menos de 1
probabilidad en 1050 de que algo suceda, nunca sucede, sin
importar cuánto tiempo se permita. Y ese número se
pudiera escribir en menos de dos de estas
líneas.

Evolucionistas prominentes conocen los problemas.
Algunos tratan de empujarlos al espacio sideral. El
astrónomo británico sir Fred Hoyle dijo que "las
teorías terrestres existentes sobre el origen de la vida
dejan mucho que desear, por sólidas razones
químicas", y que "la vida no se originó en la
Tierra misma, sino, más bien, en cometas". Otros aprietan
los dientes y creen a pesar de la falta de prueba. El
biólogo Dr. George Wald, ganador del premio Nobel,
declaró: "Basta con que uno contemple la magnitud de esta
tarea para que admita que la generación espontánea
de un organismo viviente es imposible. Sin embargo, aquí
estamos… como resultado, creo, de generación
espontánea". Por su propia admisión, él cree
en lo imposible. Esta clase de razonamiento se puede comparar con
la de un biólogo anterior, D.H. Watson, quien dijo que la
evolución "se aceptaba universalmente, no porque pudiera
ser probada mediante evidencia lógica coherente como
verdad, sino porque la única otra posibilidad, la de
creación especial, era claramente
increíble".

Puesto que no tienen otro fundamento, los
que escriben acerca de la evolución se rebajan a emplear
la tiranía de la autoridad: "Todo científico de
importancia cree en ella; ningún biólogo de
reputación la duda; las personas informadas no la ponen en
tela de juicio; toda persona inteligente la acepta; sólo
los que tienen prejuicio religioso la rechazan; ha sido probada
más veces de las necesarias; ahora no se necesita
más prueba". Así sigue el ejercicio de
presión y el lavado de cerebros.

Considere esto: Usted pudiera saltar de un
edificio de 20 pisos. Precisamente antes de que se
estrellara en la calle, una tremenda y súbita
ráfaga pudiera arrebatarlo y ponerlo de nuevo encima del
edificio. ¿Le parece probable eso? Habría muy poca
probabilidad de ello. No cuente con eso. Pero la probabilidad de
eso es mucho mayor que la de que un organismo vivo se formara
espontáneamente».

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El pensamiento
griego.

Los filósofos e investigadores griegos de la
antigüedad debieron tomar buena parte de sus ideas de las
creencias naturalistas egipcias, entre ellas la generación
espontánea de la vida, y las sistematizaron, pues estaban
aglutinadas de forma caótica.

En cuanto a la cultura griega, el tomo 1 de
la obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS,
páginas 1040 a 1048, publicada en español en 1991
por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, dice, en
parte:

«[Los términos GRECIA y
GRIEGOS] vienen de "graikói", el nombre de
una tribu del Noroeste de Grecia. Los habitantes de [la
península itálica] aplicaron ese nombre
(latín: "graeci") a los habitantes de Grecia en conjunto,
como también hizo más tarde Aristóteles en
sus escritos. [Sin embargo, en relación con el colectivo
de tribus griegas,] a partir del siglo VIII aEC (antes de la Era
Común o Cristiana), aparece un nombre más antiguo,
"jonios", en los registros asirios cuneiformes y en los relatos
persas y egipcios. "Jonios" viene de Javán (hebreo:
Yawán), hijo de Jafet y nieto de Noé. Javán
fue el antepasado jafético de los pueblos primitivos de
Grecia y las islas vecinas, y también debió serlo
de los primeros habitantes de Chipre, de algunas partes del Sur
de Italia, de Sicilia y de España.

Hoy se llama "Jónico" al mar que está
entre el Sur de Grecia e Italia, y "jónicas", a las islas
que se encuentran a lo largo de la costa occidental de Grecia.
Sin embargo, tiempo atrás el término
"jónico" tuvo una aplicación más amplia y
más acorde con el uso de "Javán" en las Escrituras
Hebreas. En el siglo VIII aEC el profeta Isaías
habló del tiempo en que los repatriados de Judá
serían enviados a naciones distantes y también a
"Tubal y Javán, las islas lejanas" (Isaías 66:
19).

En las Escrituras Griegas Cristianas se
llama a esa tierra "Hel·lás" (o "Grecia",
según el libro de Hechos de los
Apóstoles, capítulo 20, versículo 2), y a su
gente, "hél·lenes". Los mismos griegos
habían empezado a usar estos nombres varios siglos antes
de la era común y continúan haciéndolo. El
nombre "Hélade" (Hel·lás) puede que tenga
alguna conexión con "Elisá", uno de los hijos de
Javán (Génesis 10: 4). Después
de la conquista romana, en el año 146 aEC, también
se aplicó el nombre Acaya a la parte central y meridional
de Grecia.

La historia moderna ofrece varias
explicaciones sobre el origen de las tribus griegas y su
asentamiento en la zona. La idea, bastante extendida, de que hubo
una serie de "invasiones" sucesivas de tribus septentrionales, se
basa en gran parte en mitos griegos y en la especulación
arqueológica. De hecho, la historia del pueblo griego da
comienzo en torno al siglo VIII aEC (en 776 aEC se celebró
la primera olimpiada), y sólo se dispone de un registro
histórico ininterrumpido a partir del siglo V aEC, es
decir, en una fecha muy posterior al Diluvio y, por ende, a la
dispersión de las familias humanas por causa de la
confusión de las lenguas en Babel. Puede ser que durante
todos esos siglos se infiltrasen otros grupos étnicos en
el tronco original de Javán y sus hijos, pero lo que se
conoce de todo el período anterior al milenio I aEC
sólo da pie a teorías de dudoso valor
histórico.

Las tribus de habla griega eran bastante
independientes entre sí e incluso dentro de la tribu misma
las ciudades-estado eran de igual manera bastante independientes.
Las condiciones geográficas propiciaron esta
característica: muchos vivían en la región
insular, y la mayor parte de los que habitaban la
península se habían establecido en pequeños
valles encerrados entre montañas. Respecto a su estructura
social primitiva, la Enciclopedia Universal Ilustrada
Europeo-Americana (Espasa-Calpe) (volumen 26, página 1197)
hace esta observación: "La constitución interior de
todos los Estados en general era la monarquía patriarcal
con una aristocracia formada por las familias más
distinguidas […], de la que salían los consejeros del
rey (Gerusia o Consejo de los Ancianos), y el pueblo, constituido
por todos los hombres libres que formaban parte de las
agrupaciones gentilicias". Esta estructura social se parece
bastante a la de la sociedad patriarcal postdiluviana que se
describe en el libro bíblico de Génesis.

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El modelo de organización griego tenía
cierto parecido con el de Canaán, donde las diversas
tribus (descendientes de Canaán) constituyeron
pequeños reinos, con frecuencia organizados en torno a una
ciudad en particular. Los griegos llamaban a la ciudad-estado
"pó·lis", un término que al parecer al
principio se aplicó a una acrópolis, o altura
fortificada, en torno a la cual se fueron asentando grupos de
colonos. Con el tiempo, se designó con el término
toda la zona poblada y a los ciudadanos que integraban la
ciudad-estado. La mayor parte de las ciudades-estado griegas eran
de poca extensión y por lo general no tenían
más de 10.000 ciudadanos (aparte de mujeres, esclavos y
niños). Hacia el siglo V aEC, cuando Atenas se hallaba en
su cenit, se dice que sólo tenía alrededor de
43.000 ciudadanos varones; Esparta sólo tuvo unos 5.000. A
semejanza de los pequeños reinos cananeos, las
ciudades-estado griegas se coligaban y también luchaban
entre sí. El país permaneció fragmentado
hasta la llegada de Filipo II de Macedonia.

A excepción de Atenas y Esparta, no se sabe mucho
del tipo de gobierno de la mayoría de las ciudades-estado
griegas, pero debió diferir considerablemente de los de
Canaán, Mesopotamia o Egipto. Al menos durante lo que
pudiera llamarse "período histórico", en lugar de
reyes tenían magistrados, consejos y una asamblea
(ekklesía) de ciudadanos. Atenas ensayó un gobierno
puramente democrático (la palabra "democracia" viene del
griego demos, "pueblo", y krátos, "gobierno"), en el que
todos los ciudadanos formaban el cuerpo legislativo y
tenían voz y voto en la asamblea. Sin embargo, sólo
una minoría eran "ciudadanos", pues ni a las mujeres ni a
los residentes nacidos en el extranjero ni a los esclavos se les
reconocía el derecho a la ciudadanía. Se cree que
una tercera parte de la población de muchas de las
ciudades-estado estaba formada por esclavos, y sin duda fue esa
mano de obra lo que les permitió a los "ciudadanos" tener
el tiempo libre que necesitaban para participar en la asamblea
política.

La educación griega se limitaba únicamente
al varón y su objetivo primordial era la formación
de "buenos ciudadanos". Pero cada una de las ciudades-estado
tenía un concepto propio de la buena ciudadanía.
Por ejemplo, la educación espartana se centraba casi en su
totalidad en una buena preparación física. Se
sacaba a los niños del seno familiar a los siete
años y hasta los treinta vivían juntos en
barracones. En Atenas llegó a primar mucho más una
buena formación literaria, matemática y
artística. Se confiaba al niño a un esclavo fiel,
al que se llamaba "paidagogós", quien lo acompañaba
a la escuela, donde daba comienzo su preparación. La
poesía llegó a ser muy popular en Atenas, y se
pedía a los estudiantes que memorizasen muchos poemas.
También alcanzaron popularidad en aquella época las
representaciones dramáticas, tanto las comedias como las
tragedias.

A la filosofía se le dio una gran
importancia en Atenas y con el tiempo en toda Grecia. Entre las
corrientes filosóficas más importantes estaba la de
los sofistas, que sostenían que la verdad era materia de
opinión personal; a este punto de vista (similar al de los
hindúes) se opusieron filósofos griegos de la talla
de Sócrates, su discípulo Platón y el
discípulo de éste, Aristóteles. Otras
corrientes filosóficas trataban de la fuente primaria de
la felicidad. Los estoicos, sostenían que la felicidad
consistía en vivir de acuerdo con la razón y que
sólo eso bastaba. Los epicúreos creían que
el placer era la verdadera fuente de la felicidad. Otra corriente
filosófica que ha de mencionarse es la de los
escépticos, quienes opinaban que, en realidad, en la vida
no había nada que verdaderamente importase.

Una característica del pueblo griego, manifiesta
al menos en tiempos posteriores, fue su carácter
inquiridor y su predisposición al debate y la
conversación en torno a temas nuevos. Se propusieron
hallar la solución a algunas de las grandes cuestiones de
la vida y del universo a partir del razonamiento lógico (y
de la especulación), y llegaron a pensar que ellos eran el
centro de la intelectualidad del mundo antiguo. Pese a sus
debates filosóficos e investigación, sus escritos
revelan que no pudieron hallar una base inamovible para la
esperanza. A este respecto, los profesores J.R.S. Sterrett y
Samuel Angus dijeron: "Ninguna otra literatura contiene lamentos
tan patéticos sobre las penalidades de la vida, la
frivolidad del amor, la ingenuidad de la esperanza y la crueldad
de la muerte" (Funk and Wagnalls New Standard Bible Dictionary,
1936, página 313).

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La información más antigua sobre la
religión griega viene de la poesía épica de
Homero. Según los historiadores, escribió los dos
poemas épicos titulados la Ilíada y la Odisea. Se
cree que las porciones de papiros más antiguos de estos
poemas datan de poco antes del año 150 aEC. Pero como dice
el profesor de griego George G.A. Murray, estos textos primitivos
"difieren "una barbaridad" de nuestra vulgata", es decir, del
texto que se ha aceptado popularmente durante los últimos
siglos (Encyclopædia Britannica, 1942, volumen 11,
página 689). Así que, a diferencia de la [Sagrada
Escritura], no se ha conservado la integridad de los textos
homéricos, sino, como afirma el profesor Murray, se han
difundido con grandes variaciones. Los poemas de Homero trataban
de héroes y dioses guerreros que se parecían mucho
a los hombres.

Hay pruebas de la influencia babilonia en la
religión griega, y hasta se ha encontrado una antigua
fábula griega que es casi una traducción literal de
un original acadio.

A otro poeta, Hesíodo, probablemente del siglo
VIII aEC, se le atribuye la compilación de los
muchísimos mitos y leyendas griegos. Los poemas de Homero
y la Teogonía de Hesíodo formaron los principales
escritos sagrados, o "teología", de los
griegos.

Cuando se examinan los mitos griegos, es
interesante ver cómo la [Sagrada Escritura] arroja luz
sobre su posible, o hasta probable, origen. Como muestra
Génesis 6: 1-13, antes del Diluvio los hijos
angélicos de Dios bajaron a la Tierra,
materializándose en forma humana, y cohabitaron con
atractivas mujeres. Produjeron una prole a la que se llamó
"nefilim" o "derribadores", es decir, "los que hacen caer a
otros". Como resultado de esta unión contranatural entre
espíritus y humanos y de la raza híbrida que
produjeron, la Tierra se llenó de inmoralidad y violencia.
Al igual que otras personas de tiempos postdiluvianos,
Javán, el progenitor del pueblo griego, habría
oído hablar de los tiempos antediluvianos, pues era hijo
de Jafet, uno de los supervivientes del Diluvio. Nótese a
continuación lo que revelan los escritos que se atribuyen
a Homero y Hesíodo.

Los numerosos dioses y diosas de los que hablaron
tenían forma humana y una gran belleza, aunque estaban
dotados de poderes sobrehumanos y a menudo se les representaba de
gran tamaño. Comían, bebían, dormían,
tenían relaciones sexuales entre ellos e incluso con
humanos, vivían como familias, se peleaban y
luchaban, seducían y violaban. Aunque supuestamente eran
santos e inmortales, eran capaces de cualquier tipo de
engaño y delito. Podían moverse entre la humanidad
tanto de manera visible como invisible. Los
escritores y filósofos griegos posteriores procuraron
eliminar de los relatos de Homero y Hesíodo algunos de los
actos más viles atribuidos a los dioses.

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Estas narraciones probablemente sean un reflejo del
auténtico relato de las condiciones antediluvianas que se
halla en Génesis, aunque de una forma muy exagerada,
adornada y distorsionada. Otra correspondencia destacable es que
en las leyendas griegas no sólo hay relatos sobre los
dioses principales, sino también sobre semidioses o
héroes, cuya ascendencia era en parte divina y en parte
humana. Estos semidioses tenían fuerza sobrehumana, pero
eran mortales (Heracles [Hércules] fue el único al
que se le concedió el privilegio de alcanzar la
inmortalidad). Guardan una marcada similitud con los "nefilim"
del relato de Génesis.

Partiendo de esta correspondencia
básica, el orientalista E.A. Speiser remonta el origen de
la mitología griega hasta Mesopotamia (The World History
of the Jewish People, 1964, volumen 1, página 260).
Mesopotamia fue la región donde se edificó la
ciudad de Babilonia y la tierra desde la que se dispersó
la humanidad después de la confusión de las
lenguas.

Como los filósofos griegos se interesaban en las
cuestiones elementales de la vida, sus puntos de vista
influían en las creencias religiosas de la gente.
Sócrates, un filósofo del siglo V a.EC,
enseñó que el alma humana era inmortal. En el
Fedón (64c, 105e) Platón pone en boca de
Sócrates y de otros dos compañeros la siguiente
conversación: ""¿Consideramos que la muerte es
algo? […]

¿Acaso es otra cosa que la separación del
alma del cuerpo? ¿Y el estar muerto es esto: que el cuerpo
esté solo en sí mismo, separado del alma, y el alma
se quede sola en sí misma separada de cuerpo?
¿Acaso la muerte no es otra cosa sino esto?" "No, sino
eso"—dijo—". ""¿Es que el alma no
acepta la muerte?" "No"." Sócrates continúa: ""Por
tanto el alma es inmortal". "Inmortal""».

La revista LA ATALAYA del 1-10-1978,
páginas 23 a 26, considera algunos consejos del
apóstol Pablo a sus hermanos creyentes
respecto a las disputas intelectuales con los supuestos sabios de
la época, tanto judíos como griegos. La
información dice, en parte: «Roma había
reemplazado a Grecia como la potencia mundial, pero fueron la
cultura y la filosofía griegas las que caracterizaron a
aquella civilización. Tanto los judíos como los
griegos de aquel sistema de cosas tenían sus sabios, sus
escribas o letrados, y sus disputadores. Pablo preguntó:
"¿Dónde está el sabio? ¿Dónde
el escriba? ¿Dónde el disputador de este sistema de
cosas? ¿No hizo Dios necedad la sabiduría del
mundo?". Los filósofos griegos así como los rabinos
judíos eran bien conocidos como disputadores, y Pablo pone
juntos a ambos grupos… Pablo conoció directamente a los
filósofos griegos y supo lo mucho que amaban el disputar,
debido a la experiencia de él con ellos en
Atenas».

El problema de aquellas disputas es que no
tenían nada que ver con lo que hoy pudiéramos
llamar "crítica y discusión científicas",
cuyo principal objetivo es esclarecer la verdad y no dar por
sentadas las hipótesis y teorías que pretenden
explicar la realidad, especialmente si se detecta alguna
anomalía entre la especulación mental y las pruebas
experimentales o experienciales que deberían refrendarla.
Al parecer, aquellas disputas tenían como principal
móvil el protagonismo y la gloria intelectual del
disputador, sin importar que los argumentos presentados para
conseguir el éxito supusieran un auténtico
revés o menoscabo contra la verdad científica o
religiosa.

La revista sigue diciendo: «Pablo, al
hablar con los filósofos de Atenas, declaró que
[existía un Dios y Creador] del mundo y de
todo lo que había en él, incluso las plantas, los
animales y la humanidad. Al hacer eso, Pablo inmediatamente
chocó con los filósofos griegos. Los
filósofos epicúreos que estaban en su
auditorio creían que la vida había empezado por
generación espontánea y se había
desarrollado hacia lo superior por probabilidad a través
de selección natural y la supervivencia del más
apto (The Story of Civilization de Durant, Parte II,
página 647). Los estoicos no creían en
ningún Creador personal. El pensamiento de un Creador que
hubiera dado existencia a todas las criaturas vivientes de la
Tierra era necedad para ellos. Por siglos los filósofos
griegos habían enseñado que la vida se había
generado espontáneamente, y entonces, por la casualidad o
probabilidad, a través de largos períodos de
tiempo, cambió y evolucionó hacia lo superior por
medio de la selección natural y la supervivencia del
más apto. The Encyclopedia Americana, tomo 10,
página 606, dice: "Los griegos, tomados en conjunto,
sugerían de modo más o menos rudo la idea del
desarrollo gradual de los organismos, la idea de la
eliminación de errores en la producción, y por lo
tanto la idea de la supervivencia del más apto, la idea de
la adaptación de las partes o la adecuación de
ciertas estructuras a ciertos fines, la idea de diseño
inteligente que funcionaba constantemente en la naturaleza,
así como también la idea de que la naturaleza
estaba siendo controlada por el funcionamiento de causas
naturales que en el principio se debieron a las leyes de la
probabilidad".

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Haciéndose más específico, el
filósofo griego Anaximandro, del siglo sexto aEC,
enseñó lo siguiente: "Los organismos vivientes
surgieron por etapas graduales desde la humedad original; los
animales terrestres eran al principio peces, y sólo porque
la tierra se secó adquirieron su forma actual. El hombre
también fue una vez un pez; en su aparición
primigenia no pudiera haber nacido como ahora, porque hubiera
sido demasiado impotente para conseguir su alimento, y hubiera
sido destruido". Acerca de la enseñanza de
Anaxágoras (siglo quinto aEC), leemos: "Todos los
organismos se generaron originalmente de la tierra, la humedad y
el calor, y después de eso, unos de otros. El hombre se ha
desarrollado hasta más allá de los demás
animales debido a que su postura erecta libró sus manos
para prender las cosas".

De Empédocles, leemos: "Empédocles
(493-435 aEC), por ejemplo, a quien se ha llamado "el padre de la
idea de la evolución", creía en la
generación espontánea como la explicación
del origen de la vida, y creía que las diferentes formas
de vida no se habían producido simultáneamente. La
vida vegetal vino primero y la vida animal sólo
después de una larga serie de ensayos, pero el origen de
los organismos fue un proceso muy gradual. [Aquí se
mencionan las muchos monstruosidades que se produjeron]. Pero los
productos anormales pronto se extinguieron debido a que no
podían propagarse. Después de la extinción
de estos monstruos surgieron otras formas que pudieron mantenerse
vivas y multiplicarse. Así, si uno quiere, uno puede ver
en las ideas de Empédocles el germen de la teoría
de la supervivencia del más apto, o la selección
natural".

El famoso filósofo Aristóteles (384-322
aEC), escribió: "La naturaleza procede poco a poco desde
las cosas inanimadas a la vida animal de tal manera que es
imposible determinar con exactitud la línea que separa
entre unas y otras… Así, después de las cosas
inanimadas en la escala ascendente viene el género de las
plantas… En las plantas hay una escala de ascenso continua
hacia el animal… Y así por toda la escala animal hay una
diferenciación graduada… La uña es lo
análogo a la garra, la mano a la pinza del cangrejo, la
pluma a la escama del pez"».

Desenvolvimientos
posteriores.

Según la cronología del Génesis y
los datos históricos disponibles, en la página
siguiente se presenta un esquema que permite visualizar el
alejamiento de la cultura griega antigua con respecto a las
enseñanzas patriarcales que contenían el relato
sagrado de la Creación. La transmisión de dicho
relato desde Noé hasta Moisés no presentó
aparentemente ruptura alguna. Sin embargo, tras la
formación de la nación israelita, en 1513 aEC,
comenzó un periodo difícil para la popularidad del
Génesis. La información de este libro sagrado
atravesó las turbulencias del periodo de los reyes
israelitas y judíos, que comenzó en el año
1117 aEC (con el nombramiento de Saúl como primer rey de
Israel) y terminó en 607 aEC (con el
derrocamiento de Sedequías, el último rey de la
línea de Judá).

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El fin de la monarquía judía fue cruento,
con la quema de Jerusalén por parte de las fuerzas de la
potencia emergente, Babilonia, acaudilladas por Nabucodonosor, y
el destierro y deportación de los judíos
sobrevivientes a lejanas tierras dentro del imperio babilonio.
Sin embargo, debido a que ya había habido una
selección previa de judíos para servir de
funcionarios en la corte de Nabucodonosor, así como
ciertas concesiones ulteriores a Jeremías el profeta y
otros judíos fieles, la conservación de la Sagrada
Escritura, incluido el Génesis, se vio grandemente
beneficiada.

Al parecer, pues, para cuando comenzaba a
despuntar la cultura griega y su filosofía (hacia el
año 776 aEC, fecha de la celebración de de la
primera olimpiada), la nación israelita, única
depositaria del relato del Génesis, se encontraba en
franca decadencia en todos los sentidos. Si bien el relato
sagrado fue muy atesorado por un cierto número de fieles
sacerdotes (razón por la cual nos ha llegado
prácticamente intacto hasta nuestros días), la
total pérdida de la hegemonía nacional y cultural
hizo que la información del Génesis palideciera en
cuanto a relevancia en el pensamiento
académico de las nuevas potencias intelectuales que se
estaban fraguando, entre ellas, Grecia.

No sería nada extraño que el vacío
religioso generado por la mengua de la influencia hebrea, aunado
a la efervescencia de las creencias paganas de los nuevos
imperios y al auge especulativo de la filosofía griega,
condujera en poco tiempo al surgimiento de doctrinas, escuelas y
movimientos explicativos que, tomando el lugar del
Génesis, intentaran dar respuestas convincentes a las
preguntas fundamentales que se formula todo pensador competente:
De dónde venimos, por qué estamos aquí y
hacia dónde vamos.

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El catedrático Javier de Lucas ha
publicado un artículo en Internet titulado "La
generación espontánea", donde explica:
«Ya hace muchos siglos, el conocimiento del origen de la
vida interesó profundamente al hombre.
Careciendo de base científica, predominaron las
teorías filosóficas, destacan do claramente la
teoría de la generación espontánea.
Según ella, todos los seres vivos nacen
espontáneamente de la materia orgánica en
descomposición, o bien de la materia mineral cuando se
encuentra en determinadas condiciones. Aristóteles
admitía que, en general, los seres vivos se originan de
otros seres vivos semejantes, pero que igualmente pueden
generarse de la materia inerte. Toda la Edad Media acusa una gran
influencia aristotélica, y por tanto, la creencia en la
generación espontánea incluso se enriquece.
También en el Renacimiento se sigue admitiendo la
teoría, hasta en personajes de la talla de Descartes
(1596-1650) o Newton (1642-1727). El primero en enfrentarse al
dogma es el italiano Francesco Redi (1626-1697), quien, cosa
infrecuente en la época, recurre al método
científico para comprobar la teoría. Con sus
experimentos, demuestra la imposibilidad de crear vida a partir
de la carne en putrefacción: los gusanos que
aparecían sobre la carne de los frascos destapados
provenían simplemente de los huevos que las moscas
habían depositado sobre la misma.

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La controversia, sin embargo, continúa hasta
llegar a Pasteur (1822-1895), cuyo gran mérito estriba en
zanjar definitivamente la controversia, demostrando de una vez
por todas la falsedad de la generación espontánea.
Mediante sus observaciones al microscopio, Pasteur
demostró que en la fermentación del vino y de la
cerveza intervenían microorganismos vivos como
elaboradores del fermento; es más, descubrió el
remedio para evitar el avinagramiento del vino,
sometiéndole a un calentamiento lento hasta alcanzar una
temperatura tal que los microorganismos productores del fermento
no pudiesen vivir. Este proceso, que después se ha
generalizado en su aplicación, es conocido en su honor con
el nombre de "pasteurización"».

El capítulo 3 del libro "¿Existe un
Creador que se interese por nosotros?", impreso en 2006 por la
Sociedad Watchtower, dice en parte: «En la Edad Media no se
hubiera presentado objeción [alguna al planteamiento de
que la vida puede provenir de la materia no viva], pues entonces
se creía en la generación espontánea, es
decir, en que la vida podía surgir espontáneamente
de materia inanimada. Finalmente, en el siglo XVII, el
físico italiano Francesco Redi demostró que
sólo aparecían gusanos en la carne putrefacta
cuando las moscas habían desovado en ella. No se formaban
gusanos si las moscas no tenían acceso a la carne. Aunque
los insectos del tamaño de las moscas no surgieran por
sí mismos, ¿qué podía
decirse de los microbios que seguían apareciendo en el
alimento, estuviera cubierto o no?

Aunque experimentos posteriores demostraron que los
microbios tampoco se formaban espontáneamente, la
controversia se mantuvo. Hasta que llegó Louis
Pasteur.

Mucha gente recuerda los estudios de Pasteur sobre la
fermentación y las enfermedades infecciosas.
También son conocidos los experimentos que realizó
para determinar si la vida microscópica podía
surgir por sí misma. Pasteur demostró que si el
agua se esterilizaba y se protegía de la
contaminación ni siquiera se formaban en ella bacterias
diminutas. En 1864 anunció: "Nunca se recobrará la
doctrina de la generación espontánea del golpe
mortal que le ha infligido este sencillo experimento". Y
así fue. Ningún experimento ha sido capaz de
producir vida de materia inanimada.

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¿Cómo, entonces, llegó a existir la
vida en la Tierra? El intento moderno de contestar esta pregunta
puede situarse en los años veinte [del siglo veinte], en
la obra del bioquímico ruso Alexandr I. Oparin. Él
y otros científicos posteriores han ofrecido lo que
podría denominarse el guión de un drama en tres
actos de lo que se supone que ha ocurrido en el escenario del
planeta Tierra. El primer acto representa a los elementos
terrestres, o materia prima, transformándose en grupos de
moléculas. Luego viene el salto a las
macromoléculas. Y el último acto de este drama
representa el salto a la primera célula viva. ¿Pero
sucedió en realidad así?

Partes: 1, 2

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