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Luz difusa




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2

  1. Un
    observador terrestre
  2. Un
    viaje en el tiempo
  3. La luz
    difusa
  4. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más
satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada en el
libro sagrado del Génesis: ¿Qué clase de luz
es la que se menciona en el relato del "Primer día
creativo"?

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El relato sagrado del PRIMER DÍA CREATIVO es:
«Y Dios procedió a decir: "Llegue a haber luz".
Entonces llegó a haber luz. Después de eso Dios vio
que la luz era buena, y efectuó Dios una división
entre la luz y la oscuridad. Y Dios empezó a llamar a la
luz Día, pero a la oscuridad llamó Noche. Y
llegó a haber tarde y llegó a haber mañana,
un día primero» (Génesis, capítulo 1,
versículos 3 a 5).

Algunas personas desestiman el relato del Génesis
porque creen que hay muchas inexactitudes y contradicciones en
él. Por ejemplo, dicen que lo narrado para el primer
día creativo está en conflicto con que lo expuesto
para el cuarto día creativo. Argumentan que, según
las Santas Escrituras, Dios hizo la luz durante el primer
día creativo, y después, durante el cuarto
día creativo, hizo el Sol, la Luna y las estrellas; en
consecuencia, si Dios hizo primero la luz y después las
lumbreras cósmicas (Sol, Luna y estrellas): ¿De
dónde provenía, la luz del primer día
creativo?

Un observador
terrestre.

El relato sagrado de los Días Creativos que el
profeta Moisés escribió, y que actualmente se
conoce como Capítulo Primero del Génesis, narra
acontecimientos que ocurrieron antes del nacimiento del profeta.
Por lo tanto, surge la pregunta: ¿De dónde obtuvo
Moisés esa información? El artículo
G002

(Introducción al Génesis), página
1, contesta:

«Para los creyentes, pudo recibirla
directamente por revelación divina; pues es obvio que
alguien [tendría] que recibir de esa manera todos los
datos relacionados con lo que sucedió antes de la
creación del hombre, ya fuera Moisés o alguien
anterior a él. Sin embargo, tanto esta información
como la restante pudo haberle llegado a Moisés por
tradición oral; y debido a la longevidad de los hombres de
aquel tiempo, la transmisión pudo haberse efectuado desde
Adán hasta Moisés mediante sólo cinco
eslabones humanos: Matusalén, Sem, Isaac, Leví y
Amram. Una tercera posibilidad es que Moisés obtuviese
mucha de la información para escribir el Génesis de
documentos o escritos ya existentes. Ya en el siglo XVIII de
nuestra era, el docto holandés Campegius (Kempe) Vitringa
sostuvo este mismo punto de vista, apoyándose en el hecho
de que en el texto de Génesis aparece unas diez veces la
expresión "estas son las generaciones de", y una vez "este
es el libro de las generaciones de". La palabra hebrea que en
estas dos expresiones se traduce por "generaciones" es
"tohledhóhth", un término que se traduciría
mejor por "historias" u "orígenes". Por ejemplo, no parece
propio hablar de las "generaciones de los cielos y la tierra",
pero sí de la "historia de los cielos y la tierra". Por
esa razón, varias traducciones modernas emplean la palabra
"historia" en todos los versículos [implicados], o al
menos en algunos de ellos».

Ante esto, surge otra pregunta, a saber:
¿Bajo qué prisma o enfoque visual viene dado el
relato sagrado de los días creativos? Para contestar esta
cuestión tenemos que discernir que el relato sagrado, dado
al hombre por su Creador, debería estar expresado en
términos adaptados a la mentalidad humana de la
época. De otra manera, no podría cumplir la
función para la que aparentemente ha sido destinado, a
saber: orientar al ser humano respecto a sus
orígenes.

Otras partes de la Sagrada Escritura contienen
ilustraciones o parábolas, profecías y dichos
proverbiales cuyo objetivo es hacer pensar al lector o mantener
su expectación con respecto a tal o cual acontecimiento
importante de cara al desenvolvimiento del propósito
divino. Algunos de estos pasajes, que difieren bastante del
discurso que presenta el capítulo primero del
Génesis, evidencian que el blanco de su mensaje no
está encaminado principalmente a satisfacer plenamente una
necesidad inmediata de la criatura receptora.

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La revista La Atalaya del 1-8-1989,
páginas 15-17, editada por la Sociedad Watchtower
Bible And Tract, argumenta, en parte, lo
siguiente:

«El primer hombre, el perfecto
Adán, tenía una vida tranquila y trabajo
interesante y agradable. El Creador del hombre le dio la
asignación de cultivar el deleitable jardín de
Edén. El Creador del hombre ahora le dio otra tarea, una
tarea especial, una asignación estimulante, como lo revela
el relato de lo que sucedió: "[Dios] estaba formando del
suelo toda bestia salvaje del campo y toda criatura voladora de
los cielos, y empezó a traerlas al hombre para ver lo que
[éste] llamaría a cada una; y lo que el hombre la
llamaba, a cada alma viviente, ése era su nombre. De modo
que el hombre iba dando nombres a todos los animales
domésticos y a las criaturas voladoras de los cielos y a
toda bestia salvaje del campo" (Génesis 2: 19,
20).

El hombre llamó al caballo "sus", al
toro "schohr", a la oveja "seh", a la cabra "ez", a un
pájaro "ohf", a la paloma
"yoh·náh", al pavo real "tuk·kí", al
león "ar·yéh" o "arí", al oso "dov",
al simio "qohf", al perro "ké·lev", a la serpiente
"na·jásch", y así por el estilo (estos
nombres se hallan en el texto hebreo de Génesis y en otros
libros inspirados de las Escrituras Hebreas. Véase nota,
abajo). Cuando fue al río que fluía del
jardín de Edén, vio peces. A los peces dio el
nombre de "da·gáh". El hombre, que no tenía
armas, no temía a estos animales, ni a los
domésticos ni a los salvajes, tampoco a las aves, y
éstos no temían al hombre, a quien instintivamente
reconocían como superior, un género de vida
superior. Eran criaturas hechas por Dios, dotadas de vida por
Él, y el hombre no quería causarles daño ni
quitarles la vida; no se inclinaba a ello.

El relato no nos dice precisamente por cuánto
tiempo se le mostraron al hombre los animales domésticos y
los salvajes y las criaturas voladoras de los cielos. Todo fue
por guía y arreglo de Dios. Puede que Adán haya
estudiado con detenimiento cada animal diferente y observado sus
hábitos distintivos y su estructura; entonces
seleccionaría un nombre especialmente apropiado para ese
animal. Esto pudiera significar que dedicó una cantidad
considerable de tiempo a esto. Fue una experiencia muy
interesante para Adán familiarizarse así con las
diferentes criaturas de esta Tierra en sus diversos
géneros, y exigió gran aptitud mental y poder de
expresión hablada el que él pudiera distinguir con
un nombre apropiado a cada uno de estos géneros de
criaturas vivientes.

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Pero ¿en qué orden
habían sido creadas todas estas criaturas vivientes?
¿Fueron creados antes de las aves los animales que andaban
por tierra? Y con relación a todas las criaturas vivientes
inferiores, ¿en qué tiempo y orden había
llegado a existir el hombre? ¿Cómo preparó
Dios la superficie terrestre para tan amplia variedad de
criaturas vivientes, proveyó el aire en el cual volaran
las aves a tales alturas, suplió el agua que se
había de beber y la vida vegetal que serviría de
alimento, hizo una gran lumbrera que diera luz al día para
que el hombre pudiera ver, e hizo la lumbrera menor para
hermosear la noche? ¿Por qué era el clima tan
agradable y cálido que el hombre podía moverse y
trabajar y dormir sin cubrirse, desnudo?

No se dejó al hombre el adivinar la respuesta a
estas preguntas. Su mente inquisitiva merecía respuestas
inteligentes de una fuente con autoridad que tuviera
información exacta. Como hijo de Dios, no fue abandonado a
la ignorancia; probablemente su elevado grado de
inteligencia fue dignificado con la historia maravillosa de la
creación como se da en Génesis 1: 1-25.

Adán estaría muy agradecido por aquel
emocionante relato de la creación. Explicaba muchas cosas.
Por la fraseología del relato, Adán entendió
que habían transcurrido tres largos espacios de tiempo
—que Dios había llamado días según Su
manera de medir el tiempo— antes del cuarto período
de creación en el cual Dios había hecho que en la
expansión de los cielos aparecieran las dos grandes
lumbreras que señalarían o marcarían el
día de 24 horas del hombre, un período mucho
más corto. Este día humano más corto en la
Tierra era el tiempo desde la caída de la gran lumbrera
hasta su siguiente descenso. Adán también se dio
cuenta de que para él habría años de tiempo,
y es probable que inmediatamente empezara a contar los
años de su vida. La lumbrera mayor en la expansión
de los cielos le permitiría hacer eso. Pero en cuanto a
los días de creación de Dios, aquellos
períodos más largos, el primer hombre
comprendió que vivía entonces en el sexto
día de la obra de creación terrestre de Dios.
Todavía no se le había mencionado que había
llegado el fin de aquel sexto día en que se había
creado a todos aquellos animales terrestres y entonces al hombre
por separado. Ahora Adán entendería el orden en que
fueron creados la vida vegetal, la vida marina, la vida alada y
los animales terrestres».

NOTA:

El Diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua (edición electrónica, año 2003), dice
que el término "Onomatopeya" proviene
etimológicamente del latín tardío
"onomatopoeia", y éste del griego "???µat?p???a".
Tiene el sentido de imitación o recreación del
sonido de algo en el vocablo que se forma para significarlo.
Muchas palabras han sido formadas por onomatopeya, en algunos
casos para referirse a fenómenos visuales; por ejemplo,
tic nervioso, zigzag. Se trata, pues, de un vocablo que imita o
recrea el sonido de la cosa o la acción
nombrada.

La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, tomo
2, página 498, publicada en español en 1991 por la
Sociedad Watchtower, dice que Dios concedió a Adán
el privilegio de dar nombre a las criaturas inferiores… Los
nombres que Adán puso probablemente eran descriptivos,
como puede percibirse en algunos de los nombres hebreos de
animales e incluso de plantas. La voz hebrea para "asno"
(jamóhr), debe provenir de una raíz que significa
"enrojecer", con la que se hace referencia al color habitual del
pelaje de este animal. El nombre hebreo de la tórtola
(tohr o tor) debe imitar el arrullo "torrr torrr" que emite la
citada ave. Al almendro se le llama "el que despierta", al
parecer por ser uno de los primeros árboles que
florecen.

La misma obra, tomo 2, página 559, explica:
«Las palabras hebreas para risa
(tsejóq y la forma paralela sejóq)
son, según Gesenius, onomatopéyicas, es decir,
imitan el sonido de la risa (al igual que las interjecciones
españolas "¡ja, ja!" y "¡je, je!"). El nombre
de Isaac, Yits·jáq, que también significa
"Risa", tiene este mismo carácter
onomatopéyico».

En el mismo tomo, páginas 579 y 580: «En
algunos casos, la identificación de los pájaros
mencionados por nombre plantea un problema difícil. Los
lexicógrafos suelen guiarse por el significado de la
raíz del nombre, puesto que suele ser descriptiva; por las
indicaciones que aparecen en el contexto, como las costumbres de
los pájaros y su hábitat, y por el conocimiento de
los pájaros que se sabe que existen en las tierras
[palestinas]. Se cree que en muchos casos los nombres son
onomatopéyicos, es decir, que imitan el sonido emitido por
el pájaro».

El que el idioma hebreo contenga tantos términos
onomatopéyicos para animales y aves nos induce a pensar
que estamos ante una prueba que confirma el relato del
Génesis concerniente a Adán, esto es, de
cómo él puso nombres a los animales después
de posiblemente estudiar detenidamente sus
características. Pues al parecer el hebreo debió
ser la lengua original del hombre, tal como expone el primer tomo
de la obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS,
páginas 1099 a 1109, donde se dice, en parte:

«La historia extrabíblica no revela el
origen del hebreo, como tampoco el de ninguno de los idiomas
más antiguos conocidos, tales como el sumerio, el acadio
(asirobabilonio), el arameo y el egipcio. Este hecho se debe a
que estas lenguas ya se presentan plenamente desarrolladas en los
documentos más antiguos que se han hallado. Las diversas
explicaciones de los eruditos sobre el origen y evolución
del idioma hebreo —como la que sostiene que se
derivó del arameo o de algún dialecto
cananeo — hoy por hoy no son más que
conjeturas. Lo mismo puede decirse de los intentos por explicar
el origen de algunas de las palabras que se encuentran en las
Escrituras Hebreas. Es frecuente entre los eruditos atribuir a
dichas palabras un origen acadio o arameo; sin embargo, en la
obra How the Hebrew Language Grew (1960, páginas XIX, XX),
el Dr. Edward Horowitz dijo: "En el campo de la
etimología, existen diferencias muy marcadas entre los
eruditos, incluso entre los mejores". A continuación, el
Dr. Horowitz citó algunos ejemplos del tipo de
explicaciones que eruditos de renombre han dado sobre la
etimología de determinadas palabras hebreas, indicando en
cada caso la opinión divergente de otros destacados
hebraístas, y añadió: "Y así,
nos hallamos ante una interminable exposición de opiniones
distintas entre autoridades que merecen todas el mismo
respeto".

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La Biblia es la única fuente
histórica que ofrece prueba confiable sobre el origen del
idioma hebreo. Naturalmente, este idioma lo hablaron
los descendientes israelitas de "Abrán el hebreo"
(Génesis 14: 13), quien, a su vez, era descendiente de
Sem, el hijo de Noé. (Génesis 11: 10-26). En vista
de la bendición profética de Dios pronunciada sobre
Sem (Génesis 9: 26), es razonable pensar que su idioma no
se vio afectado cuando Dios expresó su
desaprobación sobre la gente de Babel y confundió
sus lenguas (Génesis 11: 5-9). Por lo tanto, el idioma de
Sem permanecería inalterado, como el "solo lenguaje" que
había existido desde Adán en adelante
(Génesis 11: 1), lo que significaría que el idioma
que con el tiempo se conoció con el nombre de "hebreo" fue
la lengua original de la humanidad. Como ha quedado
dicho, la historia no sabe de otro.

Hay numerosísimos ejemplos en la
historia de idiomas que han ido evolucionando con el transcurso
del tiempo. El español que se hablaba en la época
del Cid Campeador (siglo XI de la Era Común) hoy les
parecería a la mayoría de los hispanohablantes un
idioma extranjero. Por lo tanto, bien pudiera ocurrir que el
idioma que Adán hablaba hubiese cambiado considerablemente
para cuando Moisés comenzó la redacción de
las Escrituras Hebreas. Sin embargo, la larga duración de
la vida durante esos dos mil quinientos años pudo ser un
factor contrario a esa evolución. Sólo se
necesitó un eslabón entre Adán y los
sobrevivientes del Diluvio: Matusalén. Además, Sem,
que fue contemporáneo de Matusalén durante
bastantes años antes del Diluvio, aún vivía
para el tiempo de Isaac; y entre la muerte de Isaac (1738 antes
de la E.C.) y el nacimiento de Moisés (1593 antes de la
E.C.) transcurrieron menos de ciento cincuenta años. El
que algunos personajes separados entre sí por varias
generaciones fueran contemporáneos serviría para
conservar la uniformidad del idioma hablado. No obstante, no
siempre es posible saber lo cerca que vivieron unos de otros los
hombres que sirvieron de eslabones humanos, como Sem y
Abrahán. La comunicación habitual es un factor
importante en la estabilidad de un idioma.

Las diferencias que fueron surgiendo entre
las lenguas semíticas, como el hebreo, el arameo, el
acadio y diversos dialectos árabes, hacen patente que no
todos los descendientes de Sem conservaron la pureza del "un solo
lenguaje" antediluviano. Ya en el siglo XVIII antes de la E.C.
(hacia el año 1761 antes de la E.C.), el
nieto y el sobrino nieto de Abrahán usaron términos
diferentes para dar nombre al majano que sirvió de memoria
o testimonio entre ellos; Jacob, el padre de los israelitas, lo
llamó "Galeed", mientras que Labán, residente en
Siria o Aram (Labán no era descendiente de Aram),
empleó la voz aramea "Jegar-sahadutá"
(Génesis 31: 47). Ha de decirse, no obstante, que la
diferencia entre estos dos términos no indica
necesariamente que ya en esa época el hebreo y el arameo
fuesen muy distintos, pues hay que tener en cuenta que al parecer
Jacob no encontró en Siria dificultad alguna para
comunicarse. Seguramente, la aparición de nuevas
circunstancias y utensilios hizo que se fueran acuñando
palabras nuevas para designarlos. Era de esperar que esos
términos variaran de un lugar a otro entre grupos de una
misma familia lingüística distanciados
geográficamente, aun cuando la estructura gramatical de su
idioma permaneciera más o menos igual.

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Entre los mismos israelitas se dieron algunas
pequeñas variaciones en la pronunciación, como les
ocurrió a los efraimitas durante el período de los
jueces con la palabra "Schibolet" (1473-1117 antes de la E.C.).
Sin embargo, esto no presupone, como algunos han dicho, que ya
por aquel entonces los israelitas hablaban dialectos
diferentes.

En el siglo VIII antes de la E.C., la diferencia entre
el hebreo y el arameo había llegado a ser tan grande que
se les considera idiomas separados… Si bien en aquella
época el arameo era la lengua franca en el Oriente Medio y
el idioma de la diplomacia internacional, la mayoría de
los judíos no lo entendía. Los documentos
extrabíblicos en lengua aramea más antiguos que se
conocen datan, poco más o menos, del mismo período
y confirman la diferencia que ya existía entre este idioma
y el hebreo.

¿Procedían ambos idiomas de [un
único lenguaje] original? ¿Conservó alguno
de ellos la pureza [del] idioma [original que se menciona en el
Génesis]? Aunque la Biblia no lo especifica, puede
inferirse que el idioma en el que Moisés dio comienzo al
Registro Sagrado fue el mismo que habló el primer
hombre.

De haber puesto el hombre la historia por escrito antes
del Diluvio, hubiese contribuido de forma notable a la
conservación de la pureza de la lengua original, e incluso
si se hubiese transmitido oralmente, hubiese servido para
mantener la estabilidad del habla original. El meticuloso cuidado
que demostraron los judíos de tiempos posteriores por
conservar el verdadero contenido del Registro Sagrado ilustra que
en la época de los patriarcas debió existir una
preocupación similar por transmitir con la mayor exactitud
el registro primitivo de los tratos de Dios con el
hombre.

Otra razón para creer que el hebreo
de la Biblia representa con exactitud el "solo lenguaje" de los
tiempos anteriores a la Torre de Babel es su sorprendente
estabilidad a través de los mil años que
tomó la redacción de las Escrituras Hebreas. The
International Standard Bible Encyclopedia dice: "Uno de los
hechos más notables relacionados con el hebreo del
A[ntiguo] T[estamento] es que, aunque la redacción de esta
obra literaria abarca más de mil años, la lengua
(gramática y vocabulario) de las partes más
antiguas difiere muy poco de la de las partes más
recientes" (edición de G. Bromiley, 1982, volumen 2,
página 659)… ».

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Supongamos que un niño, cuyo padre es
catedrático en física nuclear, desea saber
qué es el átomo, pues ha oído hablar mucho
de él a las personas que le rodean y no tiene ni la
más remota idea de lo que significa el concepto.
¿Nos imaginamos cómo respondería este padre
ante la demanda de conocimiento de su hijito? ¿Qué
vocabulario emplearía para poder ayudarle? ¿De
qué manera adaptaría la información
científica a la pequeña mente de su hijo para que
éste pudiera recibirla con la mayor claridad y exactitud
posibles?

Lo primero que este padre habría de tener en
cuenta, sin falta, es que los niños son muy
egocéntricos por naturaleza, pero no necesariamente en el
sentido peyorativo del término. Esto se debe a que los
pequeñuelos miran el mundo a través de un prisma
sumamente subjetivo, prácticamente exento de objetividad.
Sólo más tarde en la vida, a medida que se alcanza
el estado adulto, la estructura mental de los seres humanos
jóvenes se torna lo suficientemente madura como para poder
liberarse progresivamente de la subjetividad
criteriológica inicial y dar paso al desarrollo de una
objetividad más o menos acusada. Pero, en todo caso, dicha
objetividad es limitada en el hombre y como mucho logrará
cierto nivel avanzado, notoriamente inferior a la totalidad
absoluta deseable. Esto significa que por más forzamiento
racional que un individuo terrestre o una colectividad humana se
autoimponga, siempre descubrirá a la postre que su
intelectualidad está afectada por una componente subjetiva
nada despreciable.

Pues bien, algo similar debió ocurrir en el caso
del primer hombre, Adán, y de sus descendientes
inmediatos. La infancia del conocimiento humano
conllevaría el lastre de una subjetividad necesariamente
alta, la cual iría menguando de forma natural con el
transcurso del tiempo, y sobretodo en la medida en que los nuevos
descubrimientos se acumularan e hicieran necesario el ajuste a la
realidad. Por ejemplo, las primeras impresiones del entorno
tendrían en los humanos una interpretación racional
eminentemente sensitiva, basada obligatoriamente en la apariencia
de las cosas, mediada ésta por los sentidos corporales;
pero con la experimentación, la contrastación de
hipótesis y las herramientas tecnológicas de
observación (microscopio, telescopio) tales
interpretaciones devendrían obviamente a mejores cauces
cognoscitivos y penetrantes, más allá de los
sentidos corporales, ganándose consecuentemente en
objetividad.

Por lo tanto, es lógico pensar que el Creador
facilitara a los primeros humanos una narración de la
creación adecuada a la subjetividad del hombre primigenio.
No es entonces disparatado suponer que el relato creativo fuera
dado al hombre desde la óptica de un observador terrestre
y no desde el punto de vista de un Ser Superior extraterrestre
(es decir, cuya morada pertenece a un lugar insospechadamente
alejado de nuestra Tierra), de mentalidad inconmensurablemente
elevada y cuyo conocimiento transita por senderos absolutamente
inasequibles al entendimiento humano.

Un viaje en el
tiempo.

Abordemos la lectura del capítulo 1 del
Génesis desde la óptica de un observador humano
situado en la superficie de la Tierra. Para ello, utilicemos una
herramienta mental de gran potencia y eficacia, la cual adquiere
un valor inestimable cuando se usa correctamente, a saber,
nuestra capacidad imaginativa o imaginación. Por lo tanto,
dispongámonos a hacer un viaje ficticio al pasado lejano
en una máquina del tiempo, esto es, en una especie de
cápsula espacial diseñada para viajar hacia
atrás en la historia.

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Antes de introducirnos en la cápsula, necesitamos
saber exactamente cuáles son las coordenadas que debemos
dar a la máquina para que ésta se posicione en el
espacio; y después tendremos que suministrarle un
número entero negativo (que equivale a años
pasados) para que la nave se posicione en el tiempo. Ahora bien,
es de suma importancia asegurar los datos con la máxima
exactitud, a fin de evitar riesgos calamitosos, como pudiera ser
la muerte accidental de los viajeros. Dado el peligro, pues, se
han incorporado algunas medidas cautelares, entre las que figuran
varias sondas pioneras no tripuladas, de pequeño
tamaño, que tienen la misión de desplegarse en el
área de destino e informar al sistema de navegación
de la cápsula sobre las condiciones fisicoquímicas
del medio ambiente natural o entorno cósmico de
aterrizaje.

El relato del capítulo 1 del Génesis,
versículos 2 y 3, nos suministra una idea de la clase de
paisaje natural que presentaba la superficie terrestre primitiva
cuando comenzó el primer día creativo. Por otro
lado, los últimos descubrimientos cosmogónicos y de
geología planetaria, armonizados con el relato sagrado,
nos capacitarán, deseamos, para introducir acertadamente
los parámetros de destino de la cápsula. Una
equivocación que se salga del estrecho margen de error
permitido supondrá, casi inexorablemente, la ruina de la
nave y de su tripulación, al aterrizar ésta en un
entorno hostil en el que predominen fuerzas de aplastamiento o
tracción de magnitudes elevadas, o temperaturas por encima
de lo soportable, o quizás radiaciones letales, u otras
amenazas.

Pues bien, es la hora del lanzamiento. La cápsula
con sus dos tripulantes es introducida en un túnel
espaciotemporal, es decir, en una larga excavación
cilíndrica que perfora una montaña, alrededor de
cuyo seno existe todo un arsenal de extraños dispositivos
electrónicos que tienen por objeto hacer saltar, en el
espacio y el tiempo, a cualquier cuerpo que atraviese el
mencionado túnel a cierta velocidad. Por tanto, la
velocidad de la cápsula determina su caída en tal o
cual época del pasado; pero la materialización del
artefacto en un determinado lugar depende de la
orientación del rumbo del mismo en el momento en que llega
al final del túnel.

La nave ya comienza a moverse en el interior del
recinto, mientras que los dos viajeros de a bordo, hombre y
mujer, se toman de la mano con expectación y miedo. La
pareja está formada por Andrés y Luisa, un
matrimonio de astronautas que también son
astrofísicos. En breve, los controles del cuadro de mandos
indican que casi se han alcanzado la velocidad deseada y
también el rumbo final previsto. Pocos segundos
después, los sensores informan que el vehículo se
encuentra en el cono de sombra correspondiente a la cara oscura
de la Tierra respecto al Sol, en el espacio
extraterrestre, a mil kilómetros de distancia
de la superficie densa o no gaseosa del planeta, en el año
–10 9, o mil millones de
años antes de la Era Común.

Se ha optado por aparecer en esta región
sombría del espacio extraterrestre para asegurar la
protección preventiva contra posibles oleadas de
radiación solar, al estar interpuesto el planeta entre la
nave y el Sol. También, a mil kilómetros de
altitud, para la órbita de la cápsula, es muy
posible que los vestigios de atmósfera arrojen valores
ponderales cuasi nulos, y por tanto el riesgo de fricción
contra elementos gaseosos son mínimos. En este lugar
conveniente, la nave puede enviar sus sondas para explorar las
condiciones reinantes en la superficie densa situada en las
proximidades de lo que más tarde llegará a ser el
Edén (véase Nota, bajo estas
líneas).

NOTA:

La obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS,
citada en la nota anterior, comenta, en las páginas 732 y
733 de su primer tomo:

«La ubicación original del jardín de
Edén es conjetural. El medio principal de identificar su
emplazamiento geográfico es la descripción del
río "que procedía de Edén", y que más
tarde se dividía en cuatro "cabeceras" y daba lugar a los
ríos llamados Éufrates, Hidequel, Pisón y
Guihón. (Génesis 2: 10-14). El Éufrates
(hebreo: Peráth) es bien conocido, e "Hidequel" es el
nombre que se usaba para el Tigris en las inscripciones antiguas.
(Compárese también con Daniel 10: 4).
Sin embargo, no se han identificado los otros dos ríos, el
Pisón y el Guihón.

Calvino y Delitzsch, entre otros, situaron Edén
cerca de la cabecera del golfo Pérsico, en la Baja
Mesopotamia, donde los ríos Tigris y Éufrates se
hallan más cerca uno del otro, y creyeron que el
Pisón y el Guihón eran canales que unían
esos dos ríos. No obstante, si ése fuera el caso,
el Pisón y el Guihón serían tributarios
más que ramificaciones de una fuente original. El texto
hebreo favorece más bien una ubicación en la
región montañosa que se halla al norte de las
llanuras de Mesopotamia, la zona donde hoy día nacen los
ríos Tigris y Éufrates. The Anchor Bible (1964)
dice en sus notas sobre Génesis 2: 10: "En hebreo la
desembocadura del río se llama "fin" (Jos XV 5, XVIII 19);
por eso el plural de ro"s, "cabeza", debe referirse aquí
al curso alto. […] Este último uso está bien
atestiguado por la palabra afín acadia resu". El que en la
actualidad los ríos Tigris y Éufrates no procedan
de la misma fuente y no sea posible identificar con seguridad al
Pisón y al Guihón tal vez se deba al diluvio del
tiempo de Noé, que debió alterar la
topografía terrestre de forma considerable, al rellenar
las cuencas de algunos ríos y crear otros.

La ubicación tradicional del jardín de
Edén es una zona montañosa que se halla a unos 225
kilómetros al suroeste del monte Ararat y a unos cuantos
kilómetros al sur del lago Van, en la parte oriental de la
Turquía moderna. Es posible que Edén haya estado
rodeado por una barrera natural, quizás de
montañas, pues el registro indica que se colocaron
querubines tan sólo al este del jardín, por
donde habían salido Adán y
Eva (Génesis 3: 24).

Se supone que después del destierro
de Adán del jardín paradisíaco,
estaría habitado sólo por animales y
crecería en él abundante vegetación, pues no
había nadie que "lo cultivara y lo cuidara". Centenares de
años más tarde, las agitadas aguas del Diluvio
hicieron desaparecer el jardín
de Edén, por lo que su ubicación
llegó a ser desconocida. La única constancia que
quedó de su existencia fue la del registro
divino (Génesis 2: 15)».

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Los controles de ecolocalización de la nave
arrojan datos acerca de la superficie terrestre, corroborando lo
esperado según el relato sagrado y la geología
cosmogónica terrestre, a saber, la existencia de un vasto
e ininterrumpido océano superficial y de un manto superior
de nubosidad perenne de centenares de kilómetros de
espesor. ¿Cómo hallar, en este mundo acuoso, la
situación geográfica aproximada del pre-Edén
(es decir, del lugar que posteriormente será llamado
Edén, tras unos 109 años en el futuro)? El problema
podría abordarse mediante comparación del cambio
geológico acaecido en la malla de líneas divisorias
de placas tectónicas, pero esta solución se presume
deficiente y sólo queda ya obtenerla por geodesia. Por su
parte, las sondas de la cápsula, previamente enviadas a
circundar el planeta, han aportado información de radar
del paisaje sólido del fondo oceánico; y esto ha
permitido generar un mapa de la maya tectónica.

NOTA:

La revista DESPERTAD del 22-11-2000, páginas 4 y
5, publicada por la Sociedad Watchtower, informa lo
siguiente:

«La ciencia explica que el suelo que pisamos
está constituido por la litosfera, rígida capa
externa que descansa sobre una masa de rocas fundidas que fluye
muy despacio. Con un espesor medio de 100 kilómetros,
dicha capa no parece representar más que el 0,6% del
volumen del planeta. El grosor de su parte exterior (la corteza)
es variable: mayor bajo los continentes y menor (sólo seis
kilómetros) bajo la dorsal
mediooceánica.

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Además, la litosfera no es una pieza entera que
pueda compararse a la cáscara intacta de un huevo. Por el
contrario, se cree que está fragmentada en placas
tectónicas (casquetes rígidos), algunas de las
cuales son grandes, mientras que muchas otras son de menor
tamaño. Las placas, sobre las que se asientan los
continentes y las cuencas oceánicas, se desplazan unas con
respecto a otras. En el punto donde se separan disminuye su
grosor, lo que da paso al surgimiento de los valles de fractura
de la dorsal mediooceánica. La velocidad de desplazamiento
varía, siendo el promedio mundial de tres
centímetros anuales.

De acuerdo con la teoría de la
tectónica de placas, la divergencia de las placas a lo
largo de la dorsal permite que emerjan a la superficie rocas
incandescentes del manto (capa inferior a la corteza). Tales
materiales generan nueva corteza oceánica por toda la zona
de fractura, pero en lugar de unir las placas, las separan cada
vez más, lo que confiere al valle la apariencia de una
enorme herida que nunca cicatriza.

Mientras el extremo de la placa anexo a la dorsal
acumula nuevas capas, el otro se desliza lentamente bajo el borde
de la placa contigua y se hunde en el manto incandescente, que lo
absorbe. Estas regiones, denominadas zonas de subducción,
contienen algunas de las fosas más profundas del planeta.
Por ejemplo, la fosa de las Marianas, junto a la isla de Guam (en
el Pacífico), rebasa los 11.000 metros de profundidad. Si
se colocara en su interior el monte Everest, la montaña
terrestre más alta del mundo, su cumbre quedaría
2.000 metros por debajo del nivel del mar».

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La nave posee una base de datos central con gran
capacidad de memoria, informatizada. Ahí se encuentra un
mapa de la maya tectónica terrestre de poco antes de la
singladura espaciotemporal, así como un programa
algorítmico geológico que gestiona con la mejor
aproximación factible el ritmo de cambio teórico de
la maya tectónica a lo largo de miles de millones de
años. La comparación entre ambas mayas (la
existente previamente en la memoria de la cápsula y la
incorporada posteriormente a raíz de los datos enviados
por las sondas), aunada a la gestión algorítmica
del programa geológico, permitirá con mucha suerte
a los tripulantes obtener unas inseguras coordenadas del lugar
pre-Edén sobre la maya recién adquirida.

Pero no hay éxito con el método
tectónico, por lo que hay que recurrir a cálculos
de carácter geodésico. Después, los
tripulantes deciden dirigir la cápsula hacia el
pre-Edén geodésico y amerizar sobre él.
Pero, debido a la espesa capa nubosa, el acercamiento se tiene
que efectuar por ecolocalización.

El objetivo de la misión consiste en obtener
prueba tangible de que desde el punto de vista de un observador
terrestre, situado preferentemente en las inmediaciones del
pre-Edén, el relato sagrado del Primer Día
Creativo, referido a la expresión divina "Llegue a haber
luz", no tiene nada que ver con el surgimiento del Sol u otras
fuentes luminosas cósmicas, supuestamente venidas a la
existencia muchísimo tiempo antes de los días
creativos; sino, más bien, dicho relato quiere
señalar al aparecimiento de una luminosidad tenue o difusa
sobre la superficie tenebrosa y oceánica del planeta. Y
tal luz difusa procedería del Sol, cuyos "rayos" se
filtrarían a través de la densa capa nubosa
anteriormente impenetrable, pero ahora tendente a perder su
opacidad, y así lograrían iluminar la superficie
oceánica primordial.

Pues bien, tras el amerizaje, efectuado a unos 3
kilómetros por encima del fondo litosférico
oceánico y justo sobre el punto geodésico que se
considera como enclave teórico del pre-Edén
(véase Nota, abajo), la cápsula estará
flotando 2 días. Pero los tripulantes no estarán
ociosos, aunque sí dormirán por relevo y a
intervalos de varias horas. Sin embargo, durante todo ese tiempo
los sensores del vehículo mantendrán una febril
actividad de captación de datos técnicos
(físicos, químicos, geológicos,
ópticos, etc.), así como la toma de imágenes
fotográficas y filmaciones sujetas a la
discreción de la pareja humana exploradora.
Tras esto, la misión habrá concluido y la nave y su
tripulación regresará a la base de la
que partió, llevando consigo una valiosísima
información documental sobre una época particular
de la historia natural de nuestra Tierra.

NOTA:

En su trabajo NOCIONES DE GEODESIA, fechado
el 3-9-2000 en formato PDF, el autor (Jorge Franco
Rey) explica lo siguiente:

«La GEODESIA estudia la forma,
dimensiones y campo gravitatorio de la Tierra en territorios
extensos… Ésta es su principal diferencia con la
Topografía, la cual basa sus trabajos en superficies de
extensión reducida en las cuales puede considerarse
despreciable la esfericidad terrestre. [Los elementos
fundamentales de referencia en los estudios geodésicos son
el ELIPSOIDE y el GEOIDE].

La palabra GEOIDE significa "forma de la
Tierra".

Es un esferoide tridimensional que constituye una
superficie equipotencial [gravitatoria] imaginaria que resulta de
suponer la superficie de los océanos en reposo y
prolongada por debajo de los continentes y que sería la
superficie de equilibrio de las masas oceánicas sometidas
a la acción gravitatoria y a la de la fuerza
centrífuga ocasionada por la rotación y
traslación del planeta, de manera que la dirección
de la gravedad es perpendicular en todos los lugares… El Geoide
tiene en cuenta las [llamadas] ANOMALÍAS
GRAVIMÉTRICAS (debidas a la distribución de las
masas continentales y la densidad de los componentes de la
Tierra) y el achatamiento de los polos, por el cual es una
superficie irregular con protuberancias y depresiones…
[También tomará en cuenta las fuerzas] de
atracción gravitatoria del resto de los astros del Sistema
Solar [(como la Luna y el Sol, que provocan las
mareas)].

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Por lo tanto, podríamos definir el
GEOIDE como la superficie equipotencial [gravitatoria] que se
corresponde con el nivel medio de los océanos… La
desigual distribución de las masas continentales,
así como la densidad variable de los materiales que
componen nuestro planeta, hacen que el Geoide no sea una
superficie regular y que, en cambio, presente protuberancias y
depresiones, apartándose de la superficie regular media en
desniveles que alcanzan los ±100 metros.

El Geoide no puede ser [tomado como
superficie matemática de referencia, pues] es muy compleja
e irregular. Se toma entonces […] un ELIPSOIDE DE
REVOLUCIÓN que se adapte en lo posible al Geoide […],
denominándose ELIPSOIDE DE REFERENCIA.

La elección del elipsoide es
más que justificada, por razones de sencillez en su
definición matemática y porque se ajusta con
aproximación de primer orden al geoide. Hasta aquí
estaríamos hablando de lo que podríamos denominar
ELIPSOIDE MEDIO O GENERAL, que se determinaría teniendo en
cuenta los siguientes condicionantes:

? El centro gravitatorio terrestre debe
coincidir con el centro del elipsoide.

? El plano definido por el Ecuador
terrestre debe coincidir con el del elipsoide.

? La suma de los cuadrados de las alturas
geoidales debe ser mínima.

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Dada la gran dificultad que
supondría realizar las observaciones necesarias para
concretar este ELIPSOIDE GENERAL, las distintas naciones han
utilizado los llamados ELIPSOIDES LOCALES, que constituyen una
aproximación admisible en zonas geográficas
concretas».

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Otro trabajo de GEODESIA, fechado el
14-3-2005 y realizado por Javier Goizueta en
PDF, expone:

«Tanto para la proyección
cartográfica de la superficie terrestre, como para la toma
de posiciones sobre ella, es necesario establecer un modelo de su
superficie que nos permita fijar un sistema de coordenadas. El
modelo más simple utilizado para la Tierra es una esfera.
Las coordenadas que habitualmente se fijan sobre ella son las
coordenadas esféricas, geodésicas o
geográficas: longitud ? y latitud f que aparecen en el
gráfico:

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Este sistema se ha generalizado tradicionalmente a la
superficie terrestre […], considerando localmente la superficie
de la tierra como la de la esfera. Es importante notar que la
longitud es un ángulo en la dirección de la
rotación terrestre (relacionado por tanto con el tiempo),
mientras que la latitud es transversal a la misma (y relacionada
con la vertical)».

Partes: 1, 2

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