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Más grande que el techo del cielo



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    Más grande que el techo del
    cielo

    Homenaje a un sentimiento, a un
    amor

    Más grande que el techo del cielo es un resumen
    de un sentimiento, es la capacidad de hacer que las nubes sean
    más que un simple humo suspendido en los aires; es lograr
    ver en cada una de ellas un solo rostro, una sola figura. Es ver
    a la luna como lo que no es, verla más allá de un
    simple satélite natural, es verla como la cuna de los
    deseos nocturnos de esas noches arrancadas del alma. Es la
    descripción de una historia, de un sentimiento, de un amor
    como pocos.

    No hace falta decir que este texto nació en
    varios días de soledad, de tristeza, de desesperanza y
    nostalgia; nació como nacen las cosas que no se saben que
    van a nacer. Algunas veces, estuvieron plasmadas unas
    líneas en servilletas comunes y corrientes, otras veces en
    algún teléfono celular, en la memoria de mi cerebro
    o simplemente nacieron así por así, de un momento a
    otro. Después de cientos de días de
    razonamiento, creo no se puede definir la felicidad
    ni el amor; así como tampoco la tristeza y el odio; pero
    si hay algo muy cercano a la felicidad y el amor, es compartir
    eso (el amor) con la persona a la que uno realmente ama, es la
    verdadera manera de ser feliz, realmente feliz. He allí la
    forma de no tener la necesidad de fingir sonrisas delante de
    amigos, que muy en el fondo saben que son sonrisas para las
    fotografías o por el chiste del momento, cuando en
    realidad el alma anda en por el suelo. Es justo en ese momento
    cuando nos damos cuenta lo valioso que es el tiempo y lo
    maravilloso que es tener en nuestro interior ese indescriptible
    sentimiento llamado amor.

    Este pequeño boceto textual es un homenaje a un
    amor, al amor más grande que el techo del
    cielo.

    Si alguna vez alguien me preguntara cuánto mide
    el amor que le tengo, sin duda alguna le diría que es
    más grande que el techo del cielo, y de eso estoy
    totalmente seguro, así lo siento. Que despertar y saber
    que existe es la manera más segura de ser feliz, realmente
    feliz. Pero despertar y saber que a mi lado no está, es la
    manera más difícil de vivir, de seguir. Si, ella es
    lo más lindo que hay de Norte a Sur y de Este a Oeste, no
    hay un lugar más maravilloso en el planeta que sus brazos,
    donde existe calor para cualquier frío; no hay lugar
    más colorido que su mirada, hay tanta belleza acumulada.
    Quisiera que cada día soñáramos los dos en
    la misma almohada, despertar de madrugada, mirarla allí,
    dormida, darle un beso en la mejilla, abrazarla y seguir
    durmiendo. O hacer que abra los ojos y decirle que la amo,
    acariciando su cabello y besando sus labios, escuchando esas dos
    palabras de vuelta con su tierna voz, y al día siguiente
    saber que fue real y no un sueño. Saber que
    la vida con ella no se mide en años, que la vida con
    ella es la eternidad, saber que con ella no hay nada imposible,
    que pudiera hacer fuego frotando dos bloques de hielo, que por
    verla pudiera ir a la luna en triciclo y regresar; saber que su
    espíritu es tan bello como el suspiro de un bebé,
    que la vida sin su presencia es tan vacía que no se
    llamaría vida, sino "vacida". No exagero al decir que es
    lo más lindo que vive en el mundo, tampoco miento al decir
    que es la única que me roba los suspiros a cada momento;
    por aquello y todo esto, sé que lo que por ella siento es
    más grande que el techo del cielo.

    A ella la conocí bailando, yo muy poco me
    movía y ella estaba danzando, ella con un cielo en sus
    manos y en sus ojos; yo con un desorden en mi vida y en mi rumbo.
    Pero todo empezó a cambiar cuando por vez primera pude sus
    labios besar, no teníamos nada en común, hoy
    quizá lo único que tengamos en
    común sea la distancia. Hoy ella es lo que nunca
    quise que fuera y yo soy lo que ella nunca supo que fui, hoy
    somos dos extraños, dos desconocidos, dos seres
    más; lo único que nos une son los miles de
    recuerdos que cosechamos, pero cada noche nos une la luz de la
    luna, la amplitud del cielo, una que otra canción de la
    radio, lo eterno pero implacable del tiempo, ese tiempo que se
    está llevando todo lo que entre ella y yo
    quedó.

    Lo de nosotros no fue un rompimiento, fue un punto final
    que se veía venir pero que nos negábamos a aceptar,
    lo de nosotros fue una ida sin retorno, un cuento a medio contar,
    lo de nosotros fue un "boom" interno, por lo menos así lo
    veo. Éramos eso que todos quieren ser, éramos los
    que jugaban a ser niños siempre, los que se hacían
    muecas, jugando a ver quién era el más fuerte;
    éramos los que jugaban al escondite solo para encontrarse
    a besos; éramos los que se llamaban por
    teléfono para decirse un "te amo" y colgar, dejando al
    otro con esa sonrisa marcada de Este a Oeste. Éramos los
    que se sentaban a verse sin hablarse porque las palabras estaban
    de más, éramos tan inseparables como arena y mar,
    éramos, si, éramos. Hoy pasamos a ser una historia,
    un cuento, una despedida, hoy ya no somos, hoy
    éramos.

    Cuando pienso en todas las cosas que vivimos, muchas
    veces siento las lágrimas rodar por mis mejillas, cada una
    de ellas gritan que regrese, que la vida sin ella es un momento
    eterno de oscuridad, que las calles sin ella van en sentido
    contrario. Después de todo no creo que tenga el
    corazón partido, lo tengo compartido, una mitad para
    mí, para sobrevivir y la otra como siempre, para ella,
    para vivir. Siento el alma rota y puedo notar como la sangre me
    corre por las grietas, y es cuando duele más la
    carrera.

    En el momento en que todo empezó a terminar le
    pedí que me disculpara, le dije que me había dejado
    llevar por el momento, que algunas cosas no estaban bien, le dije
    que me ayudara a cambiar un poco mis actitudes, mis celos
    desenfrenados, que problemas como el de ese lunes no
    volverían a pasar, y en efecto, tenía razón,
    nunca volvieron a pasar, ella se fue, se cansó. Con los
    ojos chiquiticos vi su espalda moverse al ritmo de su caminar,
    con un jeans de leopardo y una camisa a cuadro de botones, con un
    lazo en el pelo y cientos de emociones, la vi alejarse,
    llevándose en sus manos los sueños y la vida que
    habíamos construido. Muy decepcionado de mí porque
    algo me decía que no volvería, allí me
    quedé, parado, en la acera, con un nudo en la garganta y
    en el pecho una extraña sensación, viendo como se
    desvanecía todo lo que habíamos creado, con miles
    de argumentos contra sus razones, y me sentí
    abandonado, muy triste y solo, tal cual como estaba antes
    de conocerla.

    Sencillamente sin fecha de vencimiento, así es el
    amor que le tengo, ese amor que día a día
    sembró en mi corazón, la amo desde la primera hasta
    la última letra de su nombre, deletrear las seis letras de
    su nombre es la forma más sencilla de llegar a la
    perfección, sé que si tuviera la oportunidad de
    tener una hija con ella, así la llamaría, y en
    honor al amor más grande que el techo del cielo, su
    segundo nombre sería, "Teamo", sin espacios, para saber y
    entender que no hay espacio en tan grande y bello sentimiento.
    Hoy suena inaudito quizá, por ser otra la realidad, cruel
    realidad. Hoy siento no poder ver nada, siento la mirada
    vacía, o tal vez estoy viendo la nada. Hoy sé que
    "vida" es una palabra vacía, y que ella es todo lo que le
    falta por dentro, su relleno.

    Estoy muy consciente de que no existen palabras en el
    mundo para describir lo que siento por dentro, pero sé que
    es más grande que el techo del cielo. Me gusta recordar
    cómo la conocí, me gusta recordarla de una forma
    tan bella, así como se recuerda a un buen amor, a un
    verdadero amor. Me gusta recordarla como esa persona que
    llenó mi vida de tantas sensaciones y emociones. Confieso
    que aunque suene extraño, a veces no me gusta
    extrañarla, porque hacerlo no valdría la pena, solo
    se extraña un recuerdo, y para mí, ella no es un
    recuerdo, para mí ella lo es todo, si, todo. Ella es
    muchísimo más que momentos de melancolía
    tras escuchar alguna canción o pasar por algún
    lugar visitado, para mí ella es más que todo. No
    merece que la extrañe, ella merece que la viva. Que viva
    su recuerdo aunque vivirla ahora me duela. Y es así, la
    vivo a cada momento, porque vivirla vale la pena, porque su
    cuello es el tallo de la rosa más hermosa,
    así la vivo, como a la mujer más linda del planeta,
    la más preciosa.

    Las gotas del hielo del cielo van cayendo lentamente por
    la ventana de mi cuarto. Me estoy dejando llevar por mi sexto
    sentido, aunque los otros cinco ya no tengan sentido. Las ovejas
    se fueron a otra habitación, dejaron de saltar, me dijeron
    que nos las siguiera contando, que no hay manera de quedarme
    dormido. Los 11:11 no se han cumplido. Ha pasado mucho tiempo, y
    el silencio del teléfono me duele, me duele mucho, y
    cuando por fin suena una llamada, volteo a ver y no es la persona
    que quiero, no es a quien quiero contarle sobre la
    película que vi anoche y decirle que la parte que menos me
    gustó fue no verla a su lado, no es ella quien llama para
    decirle que la amo, para contarle sobre cómo van mis
    cosas, ni sobre el libro que estoy leyendo o escribiendo, no es
    la voz que quiero oír, no es el "aló" que me puede
    hacer temblar en este momento, es una llamada
    más, de alguien más, para decirme algo más,
    para hacer nada más, es una llamada más. No se me
    hace cursi decir que la amo, lo siento, muchos no lo sienten y lo
    dicen; no se me hace cursi decir que la extraño, es la
    realidad, no puedo negarlo. Para mí nunca ha sido cursi
    hablar tan bien de ella, pues solo ella me hizo sentir eso que
    llaman felicidad, eso que llaman amor, eso que llaman todo, esas
    ganas de pasar el resto de los días con alguien. Ella me
    hizo sentir que vivir vale la pena.

    Quisiera saber dónde no está, en
    qué parte puedo no verla, dónde puedo vivir sin
    recordarla o recordar sin que me duela su ausencia. Saber por
    dónde puedo andar sin ver sus pasos, dónde puedo
    sentarme sin pensarla. Quisiera saber cuál es el cielo que
    no tiene la luna que siempre le regalé. Saber cuál
    es el sitio en el que no dejó su silueta modelando como en
    pasarela. Quisiera saber cuál es la parte de
    mi almohada que no tiene impregnados sus recuerdos, su sonrisa,
    su mirada, su voz. Quisiera saber en cuál sueño no
    aparece con su pantalón de tela marrón. O por el
    contrario, quisiera saber dónde botar esta maldita
    tristeza y tomar sus manos, en que parte del mundo volver a
    encontrar su hombro y descansar sobre él mientras siento
    su mano en la parte de atrás de mi cuello. Quisiera saber
    dónde está el botón de "fin" para acabar con
    esta pesadilla sin ella. Confieso que a veces no quiero vivir
    porque la extraño, pero no quiero morir porque la amo.
    Confieso que a veces hablo con la luna, ella suele ser mi
    compañera, mi amiga incondicional, nadie en este momento
    me puede entender mejor que el silencio y ella, la luna, por eso
    le hablo cuando se me derraman las palabras por la
    boca.

    Cada noche es el amanecer de la luna, y es allí
    cuando mi voz susurra entre tanto silencio.

    Luna, por favor dile que la amo, que tengo rota el alma,
    que lo que estoy sintiendo nunca lo había sentido. Luna,
    por favor dile que sus besos eran para mí lo mejor, que es
    algo que extrañaré por el resto de mis días.
    Luna, por favor dile que amarla mucho era lo que siempre
    hacía, que cada centímetro de su piel recuerdo.
    Luna, por favor dile que la quería solo para mí, no
    para poseerla como a una cosa sino para vivirla como a la vida,
    eso ella lo sabía muy bien, dile que me duele mucho y que
    nunca la dejaré de pensar. Luna, por favor dile que nunca
    la olvidaré, que en las noches, como siempre, te busque en
    el cielo y un beso mío guardado le vas a tener. Luna,
    hermosa pero no más que ella, dile que la amo, que a nadie
    he amado, solo a ella, que la amo y eso nunca nada ni nadie lo
    podrá cambiar. Luna, por favor, tú que eres la cuna
    de deseos, la luna y la cuna, de esos sueños que por la
    noche lanzo a descansar sobre tu forma de hamaca, a veces
    flaquita, a veces gordita, luna por favor dile que
    no pasa una noche sin que te mire y mil besos le lance. Besos
    más grandes que el techo del cielo.

    Yo no pienso que la amo, el amor no se piensa, el amor
    se siente y se siente muy bien. Sentir es lo más
    importante que nos puede suceder, así sabemos que estamos
    vivos, no que solo respiramos y caminamos, sino que vivimos.
    Muchas veces, cuando creo poder dormir, al despertar mi primer
    pensamiento es ella, no, no es obsesión, es amor, un amor
    más grande que el techo del cielo. Y cuando llueve sin
    cesar en algún lugar del mundo, sería capaz de
    darle un beso por cada gota de lluvia que cae, de darle un abrazo
    por la espalda, como le gustan, decirle al mirar a alguna
    niña caminar, que así será la nuestra cuando
    la tengamos, darle un beso justo al lado de su boca, como siempre
    me gustó o abrazarla tan fuerte hasta quedarme adentro de
    ella. Alguna vez le comenté a alguien sobre
    su existencia, y me dijo que era la mujer de mis
    sueños, pero no es así, es la mujer de mi realidad,
    aunque hoy la realidad sea otra.

    Es

    Ca

    Le

    Ras

    Abajo voy caminando y descubro que desde hace algunos
    días he querido saber de ella, saber que está bien
    y sigue su vida como cualquier chica normal, con días
    azules, tristezas, problemas y momentos de felicidad, quiero
    saber que le va bien en sus clases, que ha mejorado su
    desempeño con los números, que ha conocido a nuevas
    personas, que sigue siendo fanática de los trajes de
    baño, que ha visto las películas en cartelera, que
    ha vuelto a practicar Yoga, quisiera saber si aun me piensa, si
    las fotos siguen detrás de su puerta. Quiero
    marcar su número y llamarla, o enviarle un mensaje, pero
    realmente no me atrevo a decirle ni "hola". Me gustaría
    saber si aun me recuerda, y si me recuerda como eso que no pudo
    ser pero que sabíamos que podría haber sido, como
    esa felicidad, como ese hombro, ese abrazo, ese beso, o
    simplemente me recuerda por lo que fui; alguien que tantas veces
    le dibujó a mano alzada tantos besos, tantas caricias,
    tantos "te amo", sin calcar, a mano alzada todo lo que le di;
    ella quizá no sabe es que yo la dibujé para siempre
    en mi alma. Quisiera saber si me recuerda como el hombre que la
    amó, que la ama como nunca nadie en este mundo ha amado,
    como nadie nunca podría amar. O por el contrario, si
    simplemente ya no me recuerda, aunque me duela
    saberlo.

    Se avecina otro final, se desvanece febrero entre mis
    dedos, acabo de despertar y quiero hacerle el amor.
    ¿Por qué todos piensan en sexo cuando decimos esa
    frase? Yo pudiera hacerle el amor con tan solo mirarla, abrazarla
    y sentir su respiración muy cerca de mí, sentir
    como entra su olor por mi grande nariz. Podría hacerle el
    amor con tan solo decirle "te amo" y que sepa que ese amor no
    tiene fecha de vencimiento y saber que es más grande que
    el techo del cielo. Sé que si ella pudiera poner su mano
    en mi pecho, sentiría como cada latido de mi
    corazón pronuncia su nombre. A veces no entiendo, a besos
    lo entiendo mejor, pero a veces no entiendo cuando me quedo
    dormido y siento que la amo, sin embargo al abrir los ojos lo
    sigo sintiendo, no sé nunca si estoy dormido o despierto,
    lo único que sé es que la amo en todo
    momento.

    Entre cada parpadeo supongo que lo mejor de los momentos
    pasados es que lo puedes tener a la hora que quieras, cuando lo
    necesites y nunca te dirá que no quiere o no puede
    estar allí. Lo mejor del mundo fue pasar
    tantos días a su lado, tantos momentos de felicidad,
    minutos de tantos sentimientos. Verla dormida, verla despierta,
    verla correr, verla llorar, verla y no verla; ya ni la veo, en
    retratos solamente. Y me pregunto, ¿Qué será
    de ella? Y otras veces me pregunto, ¿Qué nos
    pasó? Y entiendo que no pudimos o supimos cuidar la
    historia, que íbamos por el camino equivocado y no nos
    dimos cuenta, que de nada sirve lamentarse pero resignarse
    tampoco ayuda mucho, que las culpas no son para despertarlas sino
    para dormirlas. Que realmente existe un abismo entre aquel
    último día de nuestra historia, y el día que
    quizá ella pueda leer esto, para ella, para mí,
    para los dos.

    Entre tragos de algún ron añejo y
    música romántica, alguna vez mi mejor amiga me
    preguntó, ¿cuando ya no la vuelvas a ver a
    quién le vas a escribir? Sin tartamudear
    solté la copa sobre la mesa y le dije que le
    escribiría a los recuerdos, a tantas sensaciones hermosas
    que habría generado su presencia en mi vida, le
    escribiría a la tarde que pasamos juntos en aquel parque
    donde las hormigas almorzaron de mi piel, a la primera vez que la
    vi, a esa forma tan suya de mirarme, como si quisiera leerme el
    alma, a nuestro primer beso que como juego empezó, a esos
    abrazos suyos tratando de asfixiarme por completo, como para
    quedarse con el aroma de mi piel, para dormir con mi olor sobre
    su cuerpo. Le escribiría al sabor único y
    maravilloso de sus labios, a sus caricias, a su voz, su mirada,
    su sonrisa, a su ternura, a su pecho siendo almohada de mi
    cabeza, le escribiría a esa nueva historia que no tuvo
    inicio, le escribiría a la calma que no existe sin su
    permanencia. Le escribiría a muchas cosas, le
    escribiría a tantas cosas que podría crear un
    libro, le escribiría al amor que le tengo, a
    ese amor más grande que el techo del cielo.

    En este momento su silencio es tan fuerte, que la puedo
    escuchar y desde la ventana de esta casa veo como la noche sigue
    su rumbo, el mundo sigue girando, mientras con un estornudo
    siento que debo dormir, debo descansar, aunque quisiera detener
    el tiempo o transportarme hacia dónde está ella,
    sentarme a su lado y no asustarla con mi presencia repentina,
    apoyar mi mano en su hombro y decirle al oído que estoy
    ahí, muy cerca, aunque ella no quiera estar conmigo, o en
    el fondo puede que sí. Pero solo me queda sentarme
    aquí y escribir algunas cosas y ver sus fotos. Dicen que
    hay algo que las fotos a color jamás podrán captar,
    y es la esencia de las cosas o la gente. Dicen que cuando quieres
    conocer a una persona debes sacarle una foto en blanco y negro,
    no te distraerás por los colores y encontrarás lo
    que buscabas.

    Yo siempre la vi en blanco y negro. Era lo que
    más me gustaba de ella, veía cosas que jamás
    vi en nadie más.

    Veo sus fotos, tratando de hablar con ella, muchas veces
    lo hago, en incontables ocasiones he intentado conversar,
    hablarle, no sé si mi voz llega hasta donde está.
    Le hablo entre sueños, en mi soledad, cuando nadie me
    escucha, cuando nadie me ve, cuando el silencio de la noche hace
    tanto ruido, un implacable ruido. Deseando que las palabras
    rompan el viento, se vayan volando y lleguen hasta sus
    oídos. Le susurro: "Te amo", desde el fondo de mi
    corazón y de mi ser, se lo digo. El tiempo ha pasado, los
    minutos han golpeado, dicen que nunca es tarde pero siento que se
    nos está haciendo tarde de tantos "nunca es tarde", el
    reloj nos sigue marcando con sus horas, el tiempo es el
    único enemigo que nos golpea sin tocarnos, recuerdo su
    perfume, me es fácil traerla a la mente,
    sé que la amo demasiado, no sé cuánto
    exactamente, solo sé que lo que siento es más
    grande que el techo del cielo, suena bien, hoy puedo decir que
    fue lo más importante en mi vida, que la llevo por siempre
    en mi mente, que tiene el asiento VIP del lado izquierdo de mi
    pecho, que la llevo allí a cada sitio que voy, y con la
    mirada en alto le podría decir que no la olvidé y
    no he dejado de amarla, pero no la he vuelto a ver.

    Después de una larga lluvia me tomo este jueves
    doble y con poco hielo, le subo el volumen al tema de Arjona que
    nos sonaba en las madrugadas, y suavecito voy deslizando mis
    manos por dentro de mi mente, con mis dedos trazando algunos
    sueños con sentido, un sueño cada día
    repetido, la imagino con sus ojos bien cerrados, sé que la
    amo despierta, dormida, sonámbula y desvelada, la amo
    sonriente, inminente, la amo a las dos de la madrugada, a las
    tres, a las siempre. Cierro mis ojos, me siento a su
    lado y la invito a acompañarme al parque, a aquel parque
    que nunca fuimos, la invito a tomarnos de la mano y mirar al
    cielo. A esperar a que llegue la noche y curar, beso a beso, las
    heridas que el pasado nos dejó; curar con caricias lo que
    el tiempo nos hizo, borrar los malos recuerdos. Ser sólo
    ella y yo, y que mañana, al amanecer, sentir que volvimos
    a nacer, ella de mis costillas como Eva, yo de su vientre como
    Abel.

    Ese beso fue tan dulce, exquisito, uno de esos besos
    inesperados y tan esperados, tan grande y perfecto, no
    parecía un sueño, pero lo fue. Es exactamente lo
    que siento, después que el tic tac me anuncia que
    está por llegar otro día y me doy cuenta que cuando
    no sueño con ella no es un sueño, es una pesadilla;
    y que del sueño a la realidad hay un solo paso, ELLA. El
    tiempo se sigue llevando todos los días, se está
    llevando muchos momentos que podríamos pasar
    juntos, creando cuentos para contárselos a nuestros
    nietos. El tiempo es dueño del silencio y las palabras; de
    paciencia y desespero; no hay un árbol de donde nazca su
    fruto y está presente en todas partes. No tiene piernas
    pero corre como Forrest Gump, sin parar. Y a veces cuando te das
    cuenta ya no lo tienes. Dicen que el mundo da muchas vueltas,
    quisiera detenerlo un instante y darle mil besos, porque tengo en
    mi mente más de mil formas de besarle sus
    labios.

    Me levanto a las cinco de la mañana, de esa cama
    gigante y fría, llena de ausencia, llena de recuerdos. Me
    asomo hacia afuera y la veo al amanecer, ella dejó el
    balcón de su habitación en la ventana de la
    mía. Cierro los ojos e imagino su mano y la mía,
    entrelazadas, mientras damos un paseo por la orilla de la playa,
    al atardecer, a las 6:34, cuando el sol ya no calienta nuestros
    cuerpos, cuando la luna sale a decirnos que es
    bella, aunque nada es más bello que ella, cuando el mar
    nos deja ver su enorme tamaño, pero no más grande
    que mi amor por ella, es más grande que el techo del
    cielo. Me gusta este momento porque puedo imaginarnos como dos
    locos enamorados, locos de pasión, corazón y amor,
    jugando como niños, tomados de la mano, ver el horizonte,
    correr hacia el agua, y meternos de un brinco; darnos muchos
    besos con sabor a sal. Imagino una noche lluviosa, viendo una
    película de terror y que a cada cinco minutos la vea
    escondiendo su cara en mi pecho, porque sé que le da mucho
    miedo el suspenso, que sienta como mis manos la protegen del
    monstruo de la escena.

    El que espera desespera, y yo la sigo esperando, si es
    así, puede que sea como esperar a un barco en un
    aeropuerto, pero sé que por ella los barcos podrían
    volar y los aviones nadar. Sigo esperando,
    ¿en vano? No sé, nadie lo sabe, la sigo esperando
    para que me reconfigure muchas sonrisas, sonrisas de verdad, que
    borre mis lágrimas con su mirar, que deje que enrede mis
    dedos en su cabello y diga que lo es todo para mí, mi
    amiga, mi vida, mi mundo, mi calma, mi todo. Llenarla de abrazos
    profundos, largos y tranquilos, limpiar sus lágrimas
    durante situaciones difíciles, verla directamente a los
    ojos y decirle que todo va a estar bien. Que me inunde con besos,
    cortos, despacios, largos, eternos. Que lea conmigo este texto
    que en su honor escribí, que deje apoyar mi cabeza en su
    hombro y sea ella la que se quede dormida, no por lo aburrido que
    le parecería sino porque tantas verdades le harían
    entrar a este sueño, en la realidad. Yo nunca le estuve
    pidiendo otra oportunidad, yo lo que pedía era continuar
    la única que tuvimos. Nunca le pedí que volviera,
    porque para mí, ella nunca se ha ido, no le estuve
    pidiendo arrojar los errores al

    mar, no, porque la mar es para darnos los besos con
    sabor a sal, los besos más grandes que el techo del
    cielo.

    En noches como esta, oscuras y silenciosas me olvido de
    la rutina, del trabajo y de los momentos con mis amigos. Esta
    noche, la lluvia es más fuerte de lo normal, el calendario
    está por la mitad de abril, la habitación es cuna
    del frío incesante, en noches como esta, es cuando no
    puedo evitarlo, no puedo evitar pensar en ella, en su voz, en su
    piel, en su aroma, en su cabello, en los besos que tenemos
    pendientes, que al parecer así quedarán,
    pendientes. Esta noche me vino a visitar su ausencia, como
    siempre tumbó la puerta con una patada muy fuerte, cenamos
    juntos, como lo hacía con ella, conversamos de muchas
    cosas, y en cada minuto notaba más su presencia, la
    presencia de la ausencia. Hay tanto espacio en el espacio, hay
    tantas dudas en las dudas, hay tantos sueños en los
    sueños, hay tanto camino en el sendero; hay tanto
    espacio en todas partes. Hay un espacio en mi mente, en mi pecho,
    en mi alma, hay un espacio entre los dedos de mis manos. Hay un
    espacio en mis días, en mis noches, en mi vida, hay un
    espacio sin ella en mi todo, que sin ella es nada, sin ella todo
    es nada. Ella es como todas las mujeres, si, como todas, pero
    como todas juntas. Creo que todas las chicas tienen ciertos
    detalles que las hacen ser únicas y especiales, pero en su
    caso, ella no tiene ciertos detalles, ella los tiene todos, por
    eso digo que es como todas, como todas juntas. Muchas personas
    podrían tener cualquier opinión sobre lo que
    siento, pero ¿qué va a saber la gente
    qué es lo más lindo de la vida si nunca la vieron
    dormir sobre mi pecho? Que pueden saber si nunca llegaron a besar
    sus labios, ni sentir en las manos su cuello. Con ella sí
    que perdía la noción del tiempo, con ella claro que
    todo era tan perfecto, pero con ella nunca perdía el
    aliento, siempre los dejaba en mis visitas a su boca
    y nunca pude evitar hundirme en sus caderas movedizas, su forma
    de caminar me hace temblar las rodillas. Y después de
    tantas noches de dolor solo sé que no es el punto y
    aparte, es el aparte el que duele.

    Ella es perfecta, de las imperfecciones me he encargado
    siempre yo, su único defecto en este momento es la
    ubicación geográfica que tiene y su firme
    decisión de no regresar, pero siento que quiero salir
    corriendo, irme muy lejos, tan lejos para estar cerca de ella,
    porque está tan lejos que para estar cerca de ella es
    necesario ir muy lejos. Sentarme a su lado a ver la luna esta
    noche, con impaciencia caminar por el laberinto de su piel, con
    el mapa de su cuerpo en mi mano izquierda para asegurarme de no
    encontrar la salida, tomar un vaso de vodka o un beso de su boca,
    que sean dos, tres o todos, que sean besos más grandes que
    el techo del cielo.

    Dicen que ojos que no ven, corazón que no siente,
    pero entre menos la veo más la siento, la consiento, la
    presiento, ella es dueña de mis momentos, la musa de cada
    letra que sale de mi mente, su mirar y su sonrisa me mantienen
    viviente, a veces ausente, a veces presente, a veces presente, a
    veces ausente, a veces en la mente y de repente un día de
    suerte con algún puente desde mi pecho hacia su mente la
    encuentre. Y si la veo, ¿Qué hago?, ¿Me
    pierdo en su mirada, en su sonrisa o me encuentro en su
    respiración a pocos centímetros de mis ojos bien
    abiertos? Lo que sea que pase, una fecha cualquiera, en un lugar
    cualquiera, a una hora cualquiera, por un motivo cualquiera,
    puede pasar una cosa cualquiera.

    Y no despego los pies del suelo para subir a su cielo,
    sé que de vez en cuando hay que hacerle "zoom" a la vida y
    aceptar que ya no está, y eso me duele, me lastima, me
    hace sentir como un pájaro enjaulado, sin
    rumbo, muy encerrado. No soy su hombre perfecto, nunca lo fui, no
    soy ni quiero ser el príncipe azul del típico
    cuento, prefiero ser el imperfecto y no ser el príncipe
    azul que con la primera lavada se destiñe. A veces
    ausente, a veces presente.

    Me han preguntado muchas veces, ¿por qué
    escribes y la describes así, de esa manera? Me
    gustaría tener una respuesta, ella se vuelve poesía
    cuando a mi mente llega, a veces poesía, a veces realidad.
    Cada día se vuelve ella, como la canción y la
    melodía, completa y compuesta. Nació un amor de un
    corazón joven y sincero, joven no por la edad, sino por la
    actividad, él comenzó a latir cuando la
    conoció; y ese amor renace cada día pero quisiera
    sacarla de mi cabeza y traerla a la realidad, sacarla de mi mente
    y tenerla en frente; pasar las noches diarias en su
    compañía, ser una parte de su alegría; que
    a la hora de amanecer sea la luz de la
    mañana, que sus ojos sean lo primero que vea cuando abra
    los míos, ser testigo de sus días, que nos
    desvelemos conversando sobre nosotros, sobre ellos, sobre todos,
    sobre nada, conversar con los ojos abiertos, porque nuestras
    miradas siempre se han entendido más que nuestras
    palabras.

    Nunca se sabe cuando se aprende a caminar cuando por fin
    dejas de caer, mucho más difícil es saber
    cuándo caminan los sentimientos o el corazón, a
    ella la amo desde que mi corazón empezó a caminar,
    porque siempre intentaba gatear pero nunca llegaba a andar,
    gatear es querer, caminar es amar. El amor es algo complicado,
    duro pero bello. Su cabello es la cortina al paraíso, sus
    ojos el cielo y sus labios el único mar donde no me
    importaría mi cuerpo ahogar, su piel es el papel donde mis
    caricias se dibujan, sus besos son la contraseña de la
    puerta a la felicidad. Quisiera que dondequiera que
    esté, me diga si hay lágrimas en sus mejillas o si
    falta un héroe en sus pesadillas; que me diga si tiene
    frío, si siente calor, que si cuando camina siente decaer
    para darle la mano y ayudarla a levantarse, que me diga si aun
    recuerda mi mirada, si su sonrisa es la misma, si su mente
    está ordenada, si sus sueños han sido cumplidos,
    que me lo diga con una mirada que yo entenderé. Que con la
    mía le diré que si vuelve la cuidaré
    más que antes, que tendrá mi hombro para apoyarla y
    mis ganas para ayudarla, no como antes sino mejor.

    Me hubiese gustado besarle cada arruga, es que amo de
    sus caricias la ternura, la su mirada la dulzura, el fervor de
    sus besos, amo sus palabras bien dichas, amo los ajustes de su
    camisa, amo lo que es, lo que ve y lo que toca, amo lo que su
    existencia provoca; amo la textura de sus manos, amo la
    composición de su sangre, amo sus piernas
    cansadas al subir las escaleras, amo sobre todo su ser, su forma
    de ser tan sincera; la amo a mi manera, de una manera
    incontrolada. Amo sus uñas bien cuidadas, y su cabello
    liso o rizado, la amo, y eso me basta, eso me llena. Su amor me
    lleva a la locura, a perder la cordura, nunca nos faltó
    amor, nunca nos faltó nada, nos faltó todo, todo lo
    que no tuvimos o tuvimos y no vimos. No nos cansamos del
    sofá, de la cocina, del televisor; nunca nos cansamos de
    la playa, del parque o la montaña, nunca nos cansamos del
    tiempo. Pero, ¿qué es el tiempo? Es eso que no pasa
    en su presencia y en su ausencia se vuelve torero y yo soy el
    toro. Pero el tiempo me ha demostrado que este amor es enorme,
    más grande que el techo del cielo.

    Luego de un par de copas la noche pesa más, hay
    que cerrar los ojos y abrir las alas, hasta el otro "nuevo"
    día. Pa'l amanecer un buen beso o una buena
    canción. Pa'l anochecer un buen abrazo o un té con
    limón. Pa'l alma un sentimiento o la razón. La
    segunda parte de cada oración, lastima tener la segunda
    parte de cada oración, sin su presencia aquí,
    aunque esté siempre en mi mente y corazón, es una
    pena optar por la segunda parte de cada oración. Una
    canción, un té con limón y la razón;
    duele no poder elegir la primera opción; un beso, un buen
    abrazo y el sentimiento.

    Y si le digo que no la espero, le miento, aunque
    años quinientos pasen, yo presiento que un día la
    tendré de nuevo en mis brazos, siendo la musa presente y
    no ausente, ¿pero quién dice que está
    ausente? Lo presente a veces no es lo presente. Presiento, siento
    y consiento tanto su ausencia que se vuelve más presente
    que la presencia; sus ojos al amanecer es lo primero que quisiera
    ver, un beso de desayuno que me eleve hasta otro
    mundo, hasta el infinito, un beso suyo es un vicio bendito.
    Y saltan miles de interrogantes a mi mente, ¿dónde
    estará?, ¿qué hará esta mañana
    calurosa? Y nunca le regalé una rosa, o si, creo que un
    par de veces, una de ellas quedó marcada en una
    fotografía, en una mirada, en un esplendor de sus ojos de
    sol, en un recuerdo, en un adiós, en sus besos de miel y
    locura, que me llevan hasta allá, hasta la locura; ternura
    y locura, sus besos son la cura; sus besos, divino tesoro, un
    tesoro más grande que el techo del cielo.

    Desde algún teatro municipal la noche se inicia.
    Pa' arriba el telón, es sábado por la noche y la
    función comienza, que se roben todos los aplausos su
    infinita belleza. Se cayó el día y se calló
    la noche, y aquí me encuentro, abriéndole un hueco
    al cielo pa' llegar hasta la luna y traer un pedazo de ella pa'
    adornar el cielo raso de su cuarto. Su rostro y su bella sonrisa
    son el papel tapiz de mis párpados. Las
    agujas del reloj a cada segundo me indican porque vale la pena
    vivir, pero a ella se le olvidó dejarme los besos para
    tantos días de ausencia. Cada letra de mis versos, de mis
    poemas, de mi todo, de mis nada, lleva su piel marcada. Ella es
    mi amada, mi ser incomparable, como no adorarle, como no
    admirarle, si con ella aprendí que el mundo es más
    que eso, la noche es más que oscuridad y el final del
    día, con ella aprendí que es más que risa la
    alegría, más que día el día, por esas
    y tantas cosas más mi amor por ella es infinito,
    más grande como el techo del cielo.

    Estoy bien, entre comillas. La he llegado a ver un par
    de veces, por casualidad, y cuando me pregunta cómo estoy,
    le digo que "estoy bien". Desearía poder susurrarle al
    oído que con ella estaría perfectamente mejor. Hoy
    me debato entre la vida y la suerte, entre el día y la
    noche, entre sus besos y la realidad. Pero hemos
    optado por mantenernos alejados, por "nuestro bien", pero
    mantener la distancia suele causar mucho mal, más mal que
    bien.

    ¿Y qué hago para que sepa cuánto la
    amo?, ¿En qué idioma le escribo para
    que me entienda? Necesito que sepa que hay un "te extraño"
    rondando su casa, rondando sus oídos, rondando sus
    anocheceres, un "te extraño" que quiere ser escuchado, por
    ella, solo por ella. El tiempo lo dirá todo, dicen todos,
    pero no existe la morfina para el alma, y mientras tanto me estoy
    dejando crecer la soledad, ya la tengo bastante larga.

    Qué ilusa suele ser a veces la realidad, uno cree
    que está vivo pero hay que morir para poder contarlo; y
    hablemos del silencio, porque en algunas oportunidades el
    silencio me sorprende hablando de ella, de sus ideas, de su
    figura, de sus pasos hacia mí que no llegan pero que
    serían la mejor melodía en cualquier noche
    fría; mi talón de Aquiles es oír
    sus tacones azules en su caminar. Al silencio le admito que
    tengo problemas de remordimiento. Me muerdo y remuerdo los labios
    cada vez que pienso en sus besos, en su mirada, en su todo. Le
    reclamo que es mentira eso que dicen que "todo cabe
    sabiéndolo acomodar". Porque no encuentro la manera de
    acomodar tantas cosas que siento, con tan solo pensarla. Hoy
    sé que no toda sonrisa es felicidad, no toda mirada es
    reflejo ni toda noche es belleza, ni todo día es comienzo,
    tampoco toda vida es vida, sin ella, hoy sé qué
    vida es una palabra vacía y ella es el relleno. En
    ningún momento la he dejado de amar, todo esto es la
    continuación de lo que vengo haciendo desde hace mucho
    tiempo, amarla.

    Me he vuelto un poco supersticioso, la he buscado en
    lámparas de genios, en tréboles de cuatro hojas, en
    estrellas fugaces, en cartas astrales, en ritos
    mitológicos, pero nada que la encuentro. La
    he buscado en las nubes, en el mar, en las cuevas, en la luz y en
    la oscuridad, en los caminos, en la mirada de un niño, la
    busco, la busco y no la encuentro; me siento a descansar y al
    cerrar los ojos aparece en la parte interior de mis
    párpados, como ese papel tapiz que nunca quiero cambiar.
    Siempre que me miro en el espejo, él me dice que sin ella
    a mi lado no me veo igual, aunque a veces su ausencia es una
    manera de estar presente, porque está en mi mente, en mi
    imaginación, pero así duele, duele mucho. Es un
    poco tarde ya, debo "dormir", fueron casi dos botellas de licor y
    es justo en este momento que todas las canciones de la radio me
    hablan de ella.

    Pasan los minutos, las horas, los días, pasan los
    meses, aun no pasan los años, eso creo, aunque siento que
    han pasado siglos, quizás sea así. Siento como
    corre la sangre por mis penas y me preparo porque el día
    estar por vencerse, me preparo porque a ella la
    encuentro todo el tiempo aquí, entre el anochecer y el
    amanecer, haciéndome saber que sus labios son la puerta
    hacia el mundo perfecto, que al darle un beso a quema ropa, era
    capaz de hacerla sentir sin ropa pero vestida. Sin duda alguna
    ella tiene un Post doctorado (Ph.D) en hacerme sentir el hombre
    más feliz del mundo. Sé que no hay diferencia entre
    sentir lo que escribo o digo y decir o escribir lo que
    siento.

    "Nada ni nadie", siempre me pregunto si alguna vez
    recuerda esas tres pequeñas palabras, siempre me pregunto
    si recuerda tantos "juntos por siempre" o aquellos, "nunca nadie
    nos va a separar". Tengo que estirar la vida para que quepan
    tantas cosas, estirar el tiempo para guardar los momentos que
    quedaron allí, ahí, aquí, allá, en
    todas partes. Y si, a todas las mujeres que conozco les hablo
    bonito, muy bonito, pero de ella, fue y es lo que
    siempre hice. Lo que siento, lo que tengo en el lado izquierdo de
    mi pecho es más grande que cualquier desacierto que haya
    habido en nuestras vidas, lo que siento en el corazón es
    muy grande, más grande que el techo del cielo.

    En esta parte del texto cualquier persona se pudiera
    preguntar si es normal que solo resalte lo bonito de ella,
    ¿acaso no hubo puntos negativos? Y es normal,
    quizás, pensar que en este preciso momento alguien
    está muriendo, alguien está engañando a su
    pareja, alguien acaba de perder a su madre, alguien está
    muriendo de sida, alguien tuvo un accidente mortal, alguien
    consumió drogas por primera vez, alguien fue secuestrado y
    está siendo torturado, alguien fue asesinado para ser
    robado, alguien se está divorciando, dos chicos se
    iniciaron en la delincuencia, acaban de talar un árbol,
    descubrir un nuevo virus o encarcelar a alguien injustamente.
    Pero también en este preciso momento alguien
    puede estar trayendo a un niño al mundo, llegando a la
    iglesia para su matrimonio, conociendo a un nuevo amigo, teniendo
    su primera vez, besando a alguien que ama, escribiendo un libro,
    sembrando un árbol, pidiendo perdón, sonriendo,
    cumpliendo un sueño, buscando la cura para el
    cáncer o el VIH… No nos acostumbremos a ver solo lo
    malo, la vida es maravillosa para quienes quieren vivir, la vida
    es maravillosa para quienes aman y son amados. En ese momento,
    mientras leías esto, todo eso pasó en alguna parte
    del mundo. Y si, pasaron cosas malas, pero lo positivo trajo
    más felicidad que lo negativo.

    Hay tantas interrogantes, ¿Será que se
    acuerda de mí?, ¿Recordará las veces que le
    besaba la nariz?, ¿Recordará cuando justo al lado
    de sus labios le plantaba un beso?,
    ¿Recordará cuando le hacía cosquillas
    o cuando apretaba con sutileza sus piernas?,
    ¿Recordará cuando al salir de sus casa,
    debajo del teclado de la computadora le dejaba una nota y al
    cruzar la esquina le escribía un mensaje de texto
    diciéndole, para que leyera el "te amo" de mi puño
    y letra?, ¿Recordará las veces que en
    pleno viaje nos quedábamos dormidos?,
    ¿Recordará cuando la llamaba solo para decirle "te
    extraño"?, ¿Recordará la
    primera vez que le dije que estaba enamorado de ella?,
    ¿Recordará tantas cosas que a mí no se me
    olvidan? Yo si lo recuerdo, pero por si ella no lo recuerda, sigo
    siendo el mismo flaco de ayer, el que varias mañanas
    desayunaba a su lado, el que no tomaba agua fría ni le
    gustaba mucho el helado; soy el mismo flaco de ayer, el que la
    acompañaba a sus citas con el odontólogo. Sigo
    siendo el mismo flaco de ayer, con algunas cosas más y
    otras menos, con un insomnio terrible que lo invierto en letras,
    con una soledad tremenda, con un café a mi lado,
    con mil historias en la mente, sigo siendo el mismo flaco,
    su flaco, el mismo flaco de siempre.

    He conocido a muchas personas desde que su ausencia se
    ha apoderado de mis días, pero no me he dejado llevar por
    faldas ni ilusiones, sé muy bien cómo es la
    realidad, me duermo pero no me lleva la corriente, estos cinco
    sentidos cada vez tienen menos sentido. Despierto y empiezo la
    escritura para terminar de abrir los ojos, ningún
    noticiero pronosticó esta tormenta interna en mí,
    esta mañana. Enciendo la televisión, no creo que
    existan 1.000 maneras de morir, solo conozco dos
    maneras de morir, una de las mejores es morir en sus labios, caer
    entre sus brazos y verla a los ojos, esos ojos que me matan. Y la
    otra, muy despiadada es despertar una mañana como esta, y
    darme cuenta que ya no está. Manera de morir número
    1.001, su ausencia.

    Hay días, como este, en el que nada parece tener
    sentido, y me doy cuenta que el orden de los factores si altera
    el producto, alguna vez fue "…pero te amo", ahora es
    viceversa, "te amo, pero…" sin lugar a dudas hay muchas
    cosas invertidas, pero así es la vida.

    ¿Existirá un silencio tranquilo sin su
    presencia? Mientras tanto me miro en el espejo y noto que mi cara
    no anda nada bien, hay algo extraño entre mis luces
    faciales, no tengo ojeras, son ganas acumuladas de verla. Es que
    ella tiene los labios color cereza que saben a fresa.

    Acostado sobre el diván, la doctora pregunta que
    si tengo algún sueño. Y pues sí,
    sueño con estar parado en una estación del tren,
    mirando entre la gente y ver su mano levantarse, con su sonrisa
    de Este a Oeste y con su inigualable voz diciéndome
    "aquí estoy", acercarme y abrazarla, mientras se detiene
    el tiempo del reloj en ese justo momento. Sumarle
    besos, restar la soledad, multiplicar sueños y dividir la
    distancia. Darle respuestas a las preguntas para que todo esto no
    siga siendo igual que hasta hoy.

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