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Origen del Sol




Enviado por Jesús Castro



  1. Introducción
  2. Estrella excepcional
  3. Influencia divina
  4. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más
eficaz y sencillamente posible la siguiente pregunta, basada en
los estudios del Génesis: ¿Cómo se
originó el Sol?

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Introducción.

Según el artículo G010 (La Tierra
informe), página 2: «Las observaciones
astronómicas más recientes indican que el Universo
Material [que nos alberga] tiene una edad de aproximadamente 14
mil millones de años, y por lo menos 93 mil millones de
años-luz de extensión. El evento que se cree que
dio inicio a dicho universo se denomina "Big Bang" (Gran
Explosión): un instante en el que toda la materia y la
energía del universo observable pasó de estar
concentrada en un punto cuasi adimensional (o "singularidad"
cósmica de densidad infinita [y tamaño
infinitesimal]) a expandirse
inflacionariamente…».

El mismo artículo G010,
página 12, explica que una cienmilésima de segundo
después del inicio del Big Bang se originaron
los protones y neutrones, es decir, las partículas
imprescindibles para la formación de los primeros
átomos (sin los cuales, no hay materia). La página
13 señala que «la mayor parte de los protones
quedaron libres: casi el 75% del Universo seguía siendo
núcleos de Hidrógeno. El Hidrógeno tiene un
solo protón en su núcleo».

«¿Qué nuevos núcleos se
formaron en esta etapa? Núcleos de helio: aproximadamente
un 25%. El helio tiene dos protones en su núcleo. En una
proporción inferior se formaron: Núcleos de
deuterio (un protón con un neutrón) y
núcleos de litio (con tres y cuatro protones)…
Cuatrocientos mil años después [del inicio del Big
Bang], los núcleos de hidrógeno capturaron
electrones convirtiéndose en átomos
neutros».

Estos núcleos de hidrógeno,
helio y litio, con electrones orbitando alrededor de ellos,
fueron los primeros elementos materiales de nuestro
universo. Por efecto de la gravedad, la materia empezó a
acumularse donde había un poco más de materia. Las
regiones con mayor densidad atrajeron a la materia
de su alrededor. Con el paso de cientos de millones de
años se fueron formando estructuras de materia
y vacíos. La gravedad fue dando forma a estas
estructuras: ellas fueron los gérmenes de galaxias
primitivas (protogalaxias primigenias), detectables hoy en
día (ver Nota, a continuación).

G010 continúa, en su página 14:
«Durante mucho tiempo, la fuerza de la gravedad hizo que
nubes masivas de hidrógeno y helio colapsaran sobre
sí mismas. A medida que el gas se iba concentrando, la
presión en el centro aumentaba, y con la presión
aumentaba también la temperatura. Cuando la presión
y la temperatura fueron lo suficientemente altas comenzaron las
reacciones de fusión. En ese momento, hace unos 13 000
millones de años, apenas 1 000 millones de años
después del inicio del Big Bang, coincidiendo con la
formación o los rudimentos de las primeras galaxias
(protogalaxias primitivas), nacieron las primeras ESTRELLAS,
estrellas con mayúsculas, pues se piensa que eran
GIGANTES».

«Se cree que las primeras estrellas
fueron muy masivas, de al menos unas cien veces la masa de
nuestro Sol… Desde entonces, el nacimiento y la muerte de
las estrellas no han dejado de suceder. Hoy en día podemos
ver cómo se forman estrellas en distintas nubes de gas…
En ocasiones, vemos también la muerte de algunas estrellas
en forma de "supernovas"».

«Apenas 1 000 millones de años
después del Big Bang, como hemos dicho, empezaron a
formarse las primeras galaxias. Nuestra galaxia
tiene unos 13 000 millones de años, casi tantos como el
Universo material».

Página 15: «Nuestro sistema
solar se cree que comenzó a formarse hace aproximadamente
unos 5 000 millones de años, a partir de una
misma nube, situada en el interior de la Vía
Láctea, de gas y polvo ya enriquecida con los elementos
producidos en otras estrellas y supernovas que fueron expulsados
al espacio circundante».

«Debido a la gravedad, esta nube comenzó a
colapsar y a rotar cada vez más deprisa, al igual que hace
una patinadora artística o una bailarina de ballet. La
nebulosa se aplanó en forma de disco circumestelar, en
cuyo centro, la zona más densa y caliente, se formó
el Sol; mientras en las partes externas se crearon
pequeños grumos de gas y polvo, que poco a poco acumularon
materia suficiente hasta convertirse en
planetas».

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«En la teoría
comúnmente aceptada de la formación de
los planetas, la denominada "hipótesis nebular" sostiene
que los planetas se forman por la agregación de granos de
polvo que chocan y se van uniendo para formar cuerpos cada vez
más grandes, denominados "planetesimales". Cuando
alcanzasen una medida aproximada de un kilómetro de
diámetro medio, podrían atraerse unos a otros
debido a su propia gravedad, ayudando a un crecimiento mayor
hasta la creación de "protoplanetas" de un tamaño
aproximado al de la Luna. Los cuerpos más pequeños
que los planetesimales no ejercen una atracción
gravitatoria suficiente sobre las partículas vecinas como
para agregarlas, pero aún así se producen
colisiones debido al movimiento browniano de las
partículas o a turbulencias en el gas. Alternativamente,
algunos planetesimales también podrían haberse
formado dentro de una espesa capa de granos de arena situada en
el plano medio de un disco protoplanetario, y que experimentase
una inestabilidad gravitacional colectiva. Muchos de los
planetesimales se destruirían debido a colisiones
violentas, pero unos cuantos de los más grandes
podrían sobrevivir a esos encuentros y continuar creciendo
hasta convertirse primero en protoplanetas y posteriormente en
planetas».

NOTA:

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Es muy probable que el Creador, mediante el
uso de su fuerza activa, haya intervenido
intencionalmente, de alguna manera, en el proceso
que llevó a la formación de nuestro sistema solar.
Las hipótesis de los astrónomos acerca de la
secuencia de acontecimientos que culminaron en la
formación del nuestro sistema solar tal vez pueda
aproximarse mucho a los hechos reales, aunque al presente no hay
modo alguno de constatar hasta qué grado esto es
así. Sin embargo, sus especulaciones proceden de puntos de
vista materialistas, ya que excluyen dogmáticamente toda
intervención sobrenatural en los acontecimientos
físicos.

Parece que este dogmatismo materialista que
caracteriza a la ciencia actual es el resultado de una
criteriología de base que se ha atrincherado fuertemente
en los medios académicos, habiéndose desarrollado
como consecuencia de una tenaz lucha secular contra el denominado
"pensamiento irracional" (misticismo, mitología,
religiosidad, superstición y así por el estilo).
Por lo visto, la pugna por sobresalir definitivamente ha llevado
a la ciencia moderna a reforzarse "a ultranza", con el lamentable
desacierto de adoptar la misma estrategia que sus antagonistas, a
saber, un tipo de dogmatismo fundamental. Se tiene, pues, la
siguiente situación chistosa: La ciencia
contemporánea combate al dogmatismo con el
dogmatismo.

Empero, más que la ciencia, es la
"filosofía de la ciencia" (depositaria de los criterios
fundamentales que motivan o mueven a la ciencia), la responsable
de este materialismo científico. ¿Qué cosa
es esta "filosofía de la ciencia"? ¿Cómo
tiene poder para dirigir los criterios fundamentales de la
Ciencia? Éste es un tema que merece atención
aparte, y lo examinaremos en un próximo artículo
titulado: "El principio antrópico".

Estrella
excepcional.

La revista DESPERTAD del 22-3-2001,
páginas 15-18, editada por la Watchtower Bible And
Tract Society, dice, bajo el tema "La excepcional
naturaleza de nuestro Sol":

«Cuando usted lea este
artículo, el Sol habrá salido ya o faltará
poco para que lo haga. ¿Qué importancia tiene este
hecho? Pues que, sin su luz, los billones de seres vivos del
planeta desapareceríamos, y eso lo incluye a usted.
Así es, dejarían de existir las muy diversas formas
de vida agrupadas en millones de especies: desde las bacterias
unicelulares hasta las descomunales ballenas.

Y aunque es verdad que sólo nos
llega la mitad de una milmillonésima parte de la
energía que genera el astro rey, hasta esas "migajas" que
caen de su "mesa" bastan para nutrir y sostener la vida en la
Tierra. Más aún, si tan minúscula
fracción pudiera aprovecharse de forma eficaz, se
satisfarían con amplio margen las necesidades
energéticas de la sociedad moderna.

Casi todos los libros de astronomía
dicen que el Sol es una estrella ordinaria, "un cuerpo
celeste común y corriente". Ahora bien,
¿será "común y corriente" en todo el sentido
de la expresión? Guillermo González,
astrónomo de la Universidad de Washington en Seattle
(E.U.A.), señala que el Sol, más bien,
es excepcional. ¿Debería ese hecho influir en
la búsqueda de vida en otros planetas? Él responde:
"El número de estrellas capaces de sostener
la vida inteligente es menor de lo que la gente cree", y agrega:
"A menos que los astrónomos limiten su búsqueda a
soles tan excepcionales como el nuestro, habrán perdido
mucho de su tiempo".

¿Qué características del Sol lo
hacen tan adecuado para sustentar la vida? Examinemos algunas,
teniendo presente que muchas declaraciones sobre la física
del universo son teóricas. Características
intrigantes:

• Astro solitario. Los astrónomos calculan
que el 85% de las estrellas cercanas al Sol se hallan en grupos
de dos o más, girando una alrededor de la otra, unidas por
fuerzas gravitatorias. En contraste, el astro rey no tiene
acompañante. "El caso del Sol como estrella solitaria
parece ser, por tanto, poco común", escribe el
astrónomo Kenneth J.H. Phillips en su libro "Guide to the
Sun" (Guía del Sol). Tal situación concede a la
Tierra una órbita más estable, lo que, según
explica González, resulta en condiciones favorables para
la vida terrestre.

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• Estrella de gran masa. Otra
peculiaridad del Sol es que "figura entre el 10% de las estrellas
de mayor masa de las cercanías", detalla Guillermo
González en la revista "New Scientist". Phillips
señala por su parte: "Puesto que nuestra estrella contiene
el 99'87% de la masa total del sistema solar, ejerce el control
gravitatorio sobre todos los cuerpos del sistema".

Esta característica hace posible que
la Tierra se encuentre relativamente lejos del astro solar
— 150 millones de kilómetros— y
aun así no se salga de órbita. Al mismo tiempo, tal
distancia impide que el Sol calcine la vida del
planeta.

• Contenido de elementos pesados. De acuerdo con el
señor González, el Sol se distingue de otras
estrellas de su misma edad y clase porque contiene un 50%
más de elementos pesados (carbono, nitrógeno,
oxígeno, magnesio, silicio y hierro). "Las abundancias de
elementos pesados en el Sol son muy escasas —explica
Phillips—, pero en otras estrellas […] son más
reducidas todavía". De hecho, las estrellas con
abundancias de elementos pesados similares a las del Sol
pertenecen a una categoría específica: estrellas de
población I.

¿Qué tiene que ver este dato
con la vida en la Tierra? Pues bien, los elementos pesados son
esenciales para sostenerla, pero también son escasos, ya
que constituyen menos del uno por ciento del universo. Sin
embargo, la Tierra está compuesta casi por entero de los
elementos más pesados. ¿A qué se debe este
hecho? En la opinión de los astrónomos, a que este
planeta describe su órbita alrededor de una estrella nada
común: el Sol.

• Órbita menos elíptica.
El que el Sol sea de población I tiene otra ventaja, y es
que "por lo común [estas estrellas] describen
órbitas casi circulares en torno al centro de la galaxia",
explica el libro "Guide to the Sun". La órbita del Sol es
menos elíptica que la de otras estrellas de su misma edad
y clase. ¿Cómo afecta eso a la existencia de la
vida terrestre? La forma de su órbita evita que se
desplome hacia el centro de la galaxia, lugar frecuentado por las
supernovas (estrellas en explosión).

• Variación del brillo. He
aquí otro dato interesante respecto al astro rey: en
comparación con estrellas parecidas, la variación
de su brillo es significativamente menor. En otras palabras, su
luminosidad es más estable y
constante.

Dicha estabilidad es decisiva para la
existencia de la vida en la Tierra. "Nuestra mismísima
presencia en el planeta —señala el historiador
científico Karl Hufbauer— prueba que la luminosidad
del Sol es uno de los factores ambientales más
estables".

• Inclinación de la órbita. La
inclinación de la órbita solar con respecto al
plano de la Vía Láctea es muy leve, lo que
significa que forman un ángulo muy cerrado.
¿Cómo se beneficia de este factor la vida
terrestre?

Más allá de los confines del
sistema solar nos rodea un gigantesco almacén
esférico de cometas, denominado "nube de
Oort". Supongamos que la órbita solar fuera más
inclinada con respecto al plano galáctico; en ese caso, el
Sol lo cortaría con violencia, perturbando quizás
la "nube de Oort". ¿Con qué consecuencias? De
acuerdo con los astrónomos, la Tierra sufriría una
catastrófica lluvia de cometas.

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¿Qué nos dicen los eclipses solares? En
nuestro sistema solar hay por lo menos sesenta lunas, las cuales
giran alrededor de 7 de los 9 planetas que lo integran. No
obstante, todo parece indicar que la Tierra es el único
lugar que permite contemplar el espectáculo de un eclipse
total. ¿A qué se debe tal peculiaridad?

Un eclipse solar ocurre cuando la Luna se
interpone entre el Sol y la Tierra. Para que la
superposición sea perfecta, al tapar casi por completo la
Luna al astro rey, los tamaños aparentes de ambos han de
ser más o menos iguales. Y eso es justo lo que ocurre,
pues aunque el Sol supera unas cuatrocientas veces en
diámetro a la Luna, se encuentra unas cuatrocientas veces
más lejos de la Tierra que ella.

Pero la distancia entre nuestro planeta y
el Sol —y, por consiguiente, el tamaño aparente de
este último— es más que un
simple factor que contribuye a la aparición de los
eclipses. Es asimismo una condición fundamental para la
existencia de la vida terrestre. El señor González
señala que, "si estuviéramos un poco más
cerca o más lejos del Sol, la Tierra se calentaría
o se enfriaría demasiado, y sería
inhabitable".

Pero aún hay más. El hecho de que las
dimensiones de la Luna se salgan de lo común favorece la
vida en el planeta, pues la fuerza de atracción lunar
impide que la Tierra se bambolee demasiado sobre su eje, lo cual
ocasionaría devastadoras y caóticas variaciones del
clima. Así pues, para que la vida sea posible, tiene que
existir la combinación perfecta: la distancia precisa del
Sol a la Tierra, así como una luna del tamaño
preciso, además de todo lo que hemos analizado sobre la
naturaleza del Sol. ¿Qué probabilidades hay de que
estas condiciones se cumplieran por pura coincidencia?

Supongamos que lleva su automóvil a
un mecánico capacitado y con experiencia para que regule
el motor con precisión. El técnico
realiza un trabajo cuidadoso, y usted encuentra que todo ha
quedado bien. ¿Cómo cree que reaccionará
él si usted después afirma que el motor está
bien regulado por pura casualidad?

Muy bien podría hacerse la misma
pregunta respecto a la excepcional naturaleza del Sol.
Algunos científicos quisieran hacernos creer
que su composición, su órbita, la distancia que lo
separa de la Tierra y demás características son tan
sólo una coincidencia afortunada. ¿Tiene sentido
tal razonamiento? ¿Le parece una conclusión
lógica?

Tal como un motor que ha sido calibrado con
maestría da fe de la preparación y aptitud del
técnico que hizo el trabajo, el Sol —entre otros
cuerpos celestes— está diciéndonos algo. Sus
características excepcionales, que posibilitan la vida
terrestre, nos comunican con claridad que es obra de un
Diseñador inteligente y poderoso Creador. El
apóstol Pablo lo expresó de la siguiente manera:
"Porque las cualidades invisibles de Él se ven claramente
desde la creación del mundo en adelante, porque se
perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y
Divinidad" (Romanos 1: 20)».

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La revista DESPERTAD del 8-3-1972, página 29, ya
habló de la estabilidad del Sol, diciendo: «Los
científicos están llegando a la conclusión
de que nuestro Sol es una de las estrellas más estables
del universo. Han comparado información acumulada por
satélites artificiales acerca de las partículas que
salen del Sol con las huellas que, según se cree, esas
mismas partículas dejaron en las piedras de la Luna hace
millones de años. El Dr. James R. Arnold de la Universidad
de California en San Diego expresó la conclusión:
"Para nuestra sorpresa hemos encontrado que en la actualidad los
valores promedios del Sol son iguales a los de hace millones de
años. El Sol no ha cambiado mucho, si es que ha
cambiado"».

Influencia
divina.

El libro "Acerquémonos a Jehová",
páginas 47 y 48, publicado por la Sociedad Watchtower en
2006, inserta el siguiente comentario:

«Existe un "fuego" que nos calienta de día:
el Sol, situado a 150 millones de kilómetros de nosotros.
¡Qué potente tiene que ser para que nos llegue su
calor desde tan lejos! No obstante, la Tierra gira en torno a
este colosal horno termonuclear a la distancia adecuada. Si se
aproximara más, se evaporarían las aguas, y si se
alejara, se congelarían. Tanto un extremo como el otro
borrarían la vida del planeta. En efecto, la luz solar
resulta esencial para los seres vivos y es limpia, eficiente y
muy agradable (Eclesiastés 11: 7).

Sin embargo, aunque su vida depende de él, la
mayoría de las personas dan por sentado el Sol y por ello
pierden de vista las lecciones que nos enseña. La Biblia
dice lo siguiente de Jehová: " Preparaste la lumbrera,
[…] el sol" (Salmo 74: 16). En efecto, este astro honra a
Jehová, "el Hacedor del cielo y de la tierra" (Salmo 19:
1; 146: 6). Pero no es más que uno de los incontables
cuerpos celestes que nos revelan el inmenso poder creador de
Dios».

NOTA:

Lo que dice el Salmo 74: 16 ("A ti [, el Creador,] te
pertenece el día; también, a ti te pertenece la
noche. Tú mismo preparaste la lumbrera, aun el sol"),
unido a las características singulares del astro rey (sus
propiedades intrínsecas, el lugar idóneo que ocupa
en la Vía Láctea, su órbita ideal, etc.),
nos lleva a suponer que esta estrella (nuestro Sol) ha debido
estar asistida por alguna clase de cuidado divino en su
evolución, desde su nacimiento en adelante, hasta alcanzar
su estado actual en beneficio de la vida humana. Esta creencia,
si se la desposee de sus componentes reverencial y creativista
(de "creativismo", o apego al punto de vista creativo que destila
el Génesis) para hacerla transigir ante la agresividad
dogmática materialista, constituye lo que en
astronomía se conoce como "principio
antrópico".

Conclusión.

¿Cómo se originó el Sol?
Según los datos científicos disponibles, no
concluyentes (es decir, conjeturales o sujetos a
revisión), el astro rey nació como consecuencia de
la progresiva contracción gravitatoria de una nube
cósmica de gas y polvo localizada dentro de la Vía
Láctea, pero lejana del centro galáctico.
Nació al tiempo que se originaba nuestro sistema solar,
cuando la nube se estaba transformando en incipientes elementos
corpusculares macroscópicos que poco a poco aumentaban en
densidad. Esto principió hace aproximadamente
5.10 9 años.

La nube estaba formada por elementos químicos
provenientes de estrellas y supernovas, expulsados por
éstas hacia el espacio circundante. La acción
gravitatoria hizo que dicha nube comenzara a colapsar y rotar
cada vez más deprisa, aplanándose en forma de
disco. Su centro, una zona mucho más densa y caliente, dio
origen al Sol, mientras que las partes externas pasaron a ser
grumos de gas y polvo cada vez más diferenciados que, por
agregación a causa de la atracción gravitatoria, se
convirtieron posteriormente en planetas.

Sin embargo, todo el proceso debió estar asistido
por alguna clase de intervención divina más o menos
sutil que, a modo de agente moldeador inteligente, dirigiera la
marcha de los acontecimientos según su propósito
para el futuro: Los Días Creativos del
Génesis.

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Autor:

Jesús Castro

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