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El origen de las emociones



Partes: 1, 2

    CAPITULO I

    LA VIDA EN GRUPO
    EN LA PREHISTORIA Y SUS BENFICIOS EN RELACION CON LA DE LOS SERES
    AISLADOS.

    El ser humano como homo habilis se
    remonta a una antigüedad de 2"5 millones de años, a
    los que habría que añadir muchos más de su
    etapa como simio sociable.

    Desde los tiempos de simio (como vemos en
    las especies actuales) se eligió una vida en grupo. Sin
    duda el grupo (equipo) facilita las tareas vitales de los
    individuos. Mejora la defensa de las agresiones externas. Mejor
    información de los peligros. Facilita la caza. Mediante
    las exploraciones, facilita el conocimiento de mejores
    yacimientos, terrenos más fértiles o climas
    más adecuados. El grupo dispone de la fuerza unida de
    todos sus miembros; con ella se pueden acometer obras de gran
    envergadura impensables para las posibilidades individuales.
    Mejor aprovechamiento de los recursos: Por ejemplo, un individuo
    solo, desaprovecharía un ciervo cazado. Gran parte del
    ciervo se desperdiciaría. Etc.

    El grupo me aporta beneficios, pero
    también se convierte en mi competidor: El compañero
    ayer me ayudó a cazar un jabalí (bueno) y hoy me
    quita la novia (malo), mañana me curará unas
    heridas, y al siguiente se me adelantará a dormir en la
    cueva, y me dejará sin sitio. Esta
    riquísima relación grupal en la lucha por los
    recursos, va a dar lugar en el individuo, a unos
    comportamientos respuesta impulsados por las Emociones y
    dirigidos a conseguir el máximo de beneficios y el
    mínimo de cargas o contratiempos.

    Hablábamos de la vida en grupo. En
    ella, el compañero es imprescindible para poder disfrutar
    de todos los beneficios antes enumerados. Lógicamente el
    individuo siente como importante la presencia de sus
    compañeros, y en esa línea tratará de
    favorecerlos y ayudarles, en espera de reciprocidad,
    ya que si no hay compañeros no hay beneficios (hombre
    amigo del hombre). Sin embargo el individuo, por simple instinto
    de supervivencia, buscará siempre sus
    intereses. Este "siempre" que subrayo, parece excesivo, no
    parece real, pero lo es. Lo que ocurre es que, a veces, el
    interés del compañero es compatible con nuestro
    propio interés material o emocional: por ejemplo: doy una
    ayuda para un necesitado y esto me produce una pequeña
    sensación de bienestar. Ayudar al compañero es una
    excusa con la que doy satisfacción a mi bienestar
    emocional. Esto es bueno para los dos y a la vez resulta ejemplo
    edificante para el resto de ciudadanos.

    Volviendo al tema, el individuo
    tratará de aprovechar el máximo de beneficios y
    privilegios que le ofrece el grupo y tratará de delegar en
    el compañero las tareas de grupo que resulten indeseables.
    Si cada individuo manifiesta esas mismas intenciones
    ¿sobre quién recaerán esas
    tareas desagradables, y quién disfrutará los
    privilegios?. No existe la ley ni el derecho y la Fuerza
    dará respuesta a este interrogante. Los privilegios dentro
    del grupo son muchos y variados, así como las obligaciones
    molestas o poco agradables. El reparto vendrá dado por la
    Jerarquía y la Jerarquía por la Fuerza, entendida
    ésta como un conjunto de circunstancias personales, como
    son la fuerza física, los apoyos familiares o de amigos, o
    los méritos o valores personales
    útiles al grupo (buen guerrero, guía
    geográfico, brujo, hábil artesano, inteligente,
    estratega, trabajador, buena genética física, trato
    agradable, canto agradable…). Al principio habrá lucha
    entre los individuos del grupo (medir fuerzas) de la que
    nacerá un escalafón jerárquico. Llegados a
    este punto, cesan los desgastes violentos infructuosos, se hace
    la paz en el grupo y aparece un equilibrio junto a una ley
    inapelable, que establece que el nº 1
    disfrutará de todos los beneficios que quiera y no
    hará nada indeseable. El nº 2 podrá elegir
    todo lo que no eligió el 1º y sólo
    tendrá las obligaciones que éste le imponga, y
    así hasta el final del escalafón jerárquico
    donde aparecerá un individuo al que todos pueden dar
    órdenes y que sólo puede disfrutar de los
    beneficios que nadie del grupo eligió para
    sí.

    Lógicamente, cada componente del
    grupo tratará de hacer méritos o cultivar valores
    para subir en la consideración de los
    demás, y a la vez -por ley de relatividad- se
    beneficiará, incluso propiciará la pérdida
    de meritos y la consiguiente bajada en el escalafón de los
    que se encuentran por encima de él o con posibilidades de
    alcanzarlo por detrás. Si el que me precede pierde puntos,
    yo, sin necesidad de hacer nuevos méritos, me
    colocaré delante de él y quien antes me daba
    órdenes, ahora tiene que obedecerme y comer lo que me
    sobre a mí, etc. Lo mismo ocurre con los que me siguen
    próximos en el escalafón jerárquico. No me
    interesa que consigan nuevos méritos y me adelanten.
    Necesito que continúen detrás de
    mí.

    De esta florida y complicada vida grupal
    van a aparecer por parte del individuo una serie de respuestas o
    acciones, tendentes a reforzar su papel dentro del grupo, o lo
    que sería lo mismo, tratar de debilitar el papel de los
    vecinos en el escalafón. Para que estas acciones (u
    omisiones) se produzcan se hace necesaria una fuerza que
    empuje al individuo a la acción u omisión. Estas
    fuerzas que obligan se conocen como Emociones y se
    manifiestan en 2 fases: una de malestar ante el problema,
    que empuja a la acción u omisión y otra posterior
    de bienestar o recompensa orgánica por haber
    actuado de acuerdo con los intereses propios, (nuestro ser
    interno emocional no tiene voz y no puede dialogar con nosotros.
    Únicamente puede manifestar su
    "opinión" concediéndonos vía hormonal un
    "bienestar" o un "malestar", según proceda). Estas
    emociones, útiles al individuo a lo largo de milenios, se
    irán haciendo genéticas, de manera que
    llegarán hasta nosotros y no podemos voluntariamente
    prescindir de ninguna de ellas ni modificarlas. Únicamente
    podemos acentuarlas o atenuarlas con la ayuda de la Inteligencia,
    educación, o cultura (control y conocimiento
    emocional).

    Nuestro actual problema es que las
    Emociones nacieron para satisfacer las necesidades de unos
    individuos con circunstancias vitales y sociales muy distintas a
    las nuestras
    . Hay un gran desajuste entre nuestros modernos
    intereses o modos de vida y la dictadura ineludible de nuestras
    emociones ancestrales. Esto provoca descontento en el individuo,
    y obstaculiza gravemente su Felicidad. Los genes son implacables
    y no entienden de modas.

    CAPITULO II

    LA ADAPTACION
    ORGANICA A
    PROBLEMAS INTERNOS O
    MEDIOAMBIENTALES

    El organismo se defiende
    automáticamente de todo lo que penetra en él (la
    bacteria, el veneno, el polvo, la herida, los rayos solares…).
    Reacciona ante los agentes medioambientales externos como la
    luminosidad (adaptando la retina), el calor (sudor,
    circulación periférica), frío (pelos,
    tiritones, enroscamiento, circulación no
    periférica), radiaciones solares (melanina), polvo (mucosa
    nasal, párpados). Para toda estas respuestas no hace falta
    que nosotros intervengamos conscientemente. Conducta cero.
    Nuestro organismo soluciona automáticamente esos problemas
    aunque estemos dormidos o disminuidos de razón. Pero
    ¿qué hacer cuando el organismo no puede desde
    dentro y por sus propios medios solucionar ciertos problemas
    externos que afectan a su calidad de vida? Por ejemplo: El vecino
    me roba, me sancionan por mal aparcamiento, mi novia me abandona,
    se me agotaron los alimentos, me van a echar del trabajo, en la
    carnicería me dan gato por liebre, me he perdido por el
    monte, el sol me achicharra, no me han elegido…etc. La
    única forma de solucionar estos problemas es
    con mi comportamiento, es decir, haciendo algo (Conducta). Pero
    nuestro organismo es tendente al ahorro de energías
    (inoperancia): mi vecino me robó, y ¿encima tengo
    yo que molestarme en hacer algo? Por economía de
    energías, insisto, no nos moveríamos. Sin
    embargo nuestro organismo, que dispone de millones
    de años para buscar solución a los problemas, ha
    dado con la fórmula para salvar la inoperancia y
    obligarnos a actuar. ¿Cómo? Mediante las
    Emociones (las repasamos extensamente en capítulo
    aparte). Sin Emoción, excepto casos de urgencia vital, no
    hay Conducta por acción u omisión.

    CAPITULO III

    LA ADAPTACION A
    LOS PROBLEMAS EXTERNOS (SOCIALES O
    MEDIOAMBIENTALES)

    Todas las adaptaciones al medio (social o
    material) por su constante repetición a lo largo de
    milenios, se han ido haciendo genéticas, de manera que los
    individuos al nacer ya saben básicamente conducir su vida,
    sin necesidad de aprendizaje. Cuando decimos que algo se ha hecho
    genético, significamos que va impreso en la propia
    naturaleza, y que no podemos quitárnoslo de encima a corto
    ni medio plazo. Para modificar nuestra genética
    necesitaríamos los miles o millones de años que la
    Naturaleza tardó en irla conformando. La Naturaleza todo
    lo hace sin prisas y todo lo hace perfecto, eficaz,
    económico y con la coordinación necesaria (pensemos
    en un ecosistema). Las sociedades llamadas civilizadas, o de
    progreso, no paramos de meter la pata mediante nuestras leyes y
    cambios bruscos "de un día para otro", según el
    eslogan que suene en el momento. De todas las adaptaciones que, a
    modo de ejemplo, antes hemos enumerado, hemos visto que algunas,
    es el propio organismo el que se encarga internamente de
    solucionar el problema; sin darnos cuenta, podríamos
    decir.

    El objeto de este ensayo es tratar de dar
    luz de forma organizada a los procesos referentes a la
    adaptación a los problemas que sólo pueden
    solucionarse con la conducta: acción u omisión, y
    para empujarnos a esa conducta contamos con las
    Emociones. En el reino animal, sin emoción (instinto) no
    hay conducta. Podríamos recoger estos problemas externos
    bajo 2 epígrafes: 1º Problemas con la Naturaleza
    (necesito comida, bebida, vestido, inhalar oxigeno, reproducirme,
    buscar sol, buscar sombra, descansar…Igual que cualquier otro
    animal). Emociones que nos empujan a satisfacerlos: hambre, sed,
    frío, asfixia, impulso sexual, fatiga… 2º Problemas
    derivados de la convivencia en

    Grupo. Aquí
    contemplaríamos infinidad de ellos (amor, odio,
    perdón, imagen, comunicación, patriotismo,
    competición…) La lista de Emociones se nos haría
    interminable. Estas emociones nacieron para nuestros antepasados,
    adecuadas a su forma de vida; no a la nuestra. Para hacernos
    una idea de estos problemas de relación
    social y sus correspondientes Emociones, es indispensable hacer
    un esfuerzo mental y situarnos en la perspectiva de lo que fue la
    vida de los seres humanos con una antigüedad de partida de 2
    millones y medio de años (25.000 siglos), en que el Homo
    Habilis empezó a trabajar la piedra, hasta hace apenas
    8.000 años que comenzara el frenético despegue de
    la sociedad del progreso de la mano de la agricultura y la
    ganadería sedentarias. A partir de entonces, podemos
    calificar el progreso como revolucionario e insostenible. Durante
    aquel lapso de millones de años, la vida
    transcurrió sin cambios relevantes y en las condiciones,
    científicamente conocidas, que sabemos: No existían
    las grandes y potentes aglomeraciones de personas. Las primeras
    "ciudades" empezaron a formarse no más allá de
    6.000 años. Esto quiere decir que la sociedad estaba
    formada por grupos familiares o tribus, independientes
    lógicamente unas de otras. A veces serían
    competidoras por el territorio y a veces serían aliadas
    por motivos defensivos ante terceras tribus agresoras. Sabemos
    que eran nómadas y que vivían de lo que la
    naturaleza producía en el territorio que frecuentaban. La
    movilidad de los nómadas era incompatible con la propiedad
    privada, que se limitaría a utensilios domésticos y
    algunas sencillas herramientas. Existía la
    ocupación diaria y variada, pero no la dependencia laboral
    monotemática o especializada como hoy la conocemos. Tema
    importantísimo para entender aquellas relaciones humanas
    es el hecho de que la Ley escrita y formal no existía. Sin
    duda alguna existirían "leyes", acuerdos y costumbres
    dentro del grupo, pero los más fuertes
    tendrían mil excusas "de peso" para hacer y
    deshacer sobre el derecho de los más débiles,
    incluido el derecho a la vida. ¿Qué componente del
    grupo podría pedir responsabilidades al jefe de la tribu,
    al brujo, al potente guerrero, al amigo del jefe…?
    Las normas existían, sin duda, pero sin fuerza (que es lo
    mismo que no existir). La "justicia" que en todo momento se
    imponía era la fuerza, entendida ésta no
    sólo en su sentido físico, sino también como
    valoración que el individuo recibía del resto de
    vecinos debido a sus cualidades o condicionamientos particulares
    beneficiosos, o temibles para la tribu, o al apoyo que
    recibía de familiares, amigos o aliados.

    CAPITULO IV

    LA JERARQUIA
    SOCIAL Y SUS LEYES

    La vida del individuo en aquella sociedad
    primitiva se resumía en 2 grandes contenidos: de una parte
    las cosas deseables o privilegios, y de otra las obligaciones
    indeseables. Lógicamente el individuo va a luchar por el
    máximo de privilegios y el mínimo de obligaciones.
    Pero los demás componentes de la tribu luchan por lo
    mismo. Empieza la competición entre todos. Cada privilegio
    u obligación es motivo de disputa. Con el tiempo el
    individuo observa que cada vez que lucha con alguien más
    fuerte que él (en el sentido amplio de fuerza que antes
    vimos), primero no consigue el privilegio, y segundo recibe una
    serie de golpes. Entonces –inteligentemente- decide no
    disputar con los fuertes, porque ya que no va a conseguir el
    privilegio, al menos se libra de los golpes. Así nace la
    Jerarquía o escalafón imaginario, que va a
    permitir al grupo desarrollar una vida social si no equitativa,
    sí al menos pacífica, con el mínimo de
    roces, con la consiguiente economía de esfuerzos. El
    individuo débil, en los últimos puestos de la
    Jerarquía, irá conformando su vida con lo que le
    deje el resto de la tribu.

    Leyes de la Jerarquía:
    1º cada individuo se asigna para sí el puesto en
    jerarquía que considere conveniente y prudente: ni muy
    alto, porque originará muchos enfrentamientos con los
    de arriba y recibirá golpes innecesarios, ni
    muy bajo porque se perderá muchos privilegios o
    asumirá obligaciones fácilmente
    eludibles. 2º El individuo deseará y buscará
    la máxima fuerza para estar lo más alto posible.
    Tratará de cultivarse en méritos y valores
    útiles al grupo. Cualquier pérdida de fuerza de sus
    competidores será bien recibida (ley de la relatividad).
    Será por el contrario doloroso que los que
    están por encima de él (sobre todo los más
    cercanos) sigan aumentando su fuerza, porque no podrá
    nunca alcanzarlos, o que aumenten su fuerza los que están
    por debajo (sobre todo los más cercanos),
    porque lo alcanzarán. 3º El individuo
    disfrutará de los privilegios que le dejen los que
    están más altos que él en la
    jerarquía, y podrá imponer obligaciones a los que
    están más bajos.

    Toda esta rica y complicada
    estructuración jerárquica va a ir dando lugar a las
    distintas emociones sociales (el Amor y la
    Envidia, las reinas de todas ellas) como verdaderos pilotos
    automáticos que en cada momento empujan a actuar de la
    forma más conveniente para los intereses
    personales vitales de aquellos hombres primitivos. El
    problema para el hombre actual reside en que
    nuestras circunstancias han cambiado enormemente en todos
    los campos –y siguen evolucionando a velocidad
    geométrica-, de manera que nuestras actuales prioridades y
    conductas sociales chocan y frecuentemente se incompatibilizan
    con las necesidades impresas en nuestros genes durante miles
    de siglos. Esto encierra una gravedad muy superior a
    la que nos imaginamos, ya que la Felicidad está sujeta a
    la satisfacción o al control represivo de las ineludibles
    emociones. De manera que se puede afirmar sin miedo al
    error que el hombre cuanto más primitivo, más
    posibilidades de felicidad, porque las emociones estaban hechas a
    medida de su vida real, mientras a los hombres actuales nos
    resultan incomodísimas porque el "progreso" nos encorseta
    en formas y culturas donde aquellas emociones
    gravitan sobre nosotros a manera de lastre engorroso. Su
    funcionamiento genético nos sorprende por desconocido, y
    causa estragos en nuestra Felicidad. Afortunadamente nuestro
    aguante es genético, y nos permite ir tirando del carro de
    la vida a base de continuas represiones. Si por un momento
    pudiésemos meternos dentro de la camisa emocional de
    nuestros antepasados, nos costaría mucho despojarnos de
    ella, pero como esa camisa es inimaginable para nosotros,
    seguimos convencidos de que esto es lo bueno y
    aquello lo penoso.

    CAPITULO V

    LAS EMOCIONES.
    QUÉ SON. CÓMO FUNCIONAN. EL EQUIPO OPERATIVO
    EMOCION-INTELIGENCIA-
    MEMORIA.

    Para mejorar la posición en el grupo
    o tribu, como vimos en el capítulo anterior, van a ir
    adoptándose unos comportamientos o conductas, que con el
    paso de los milenios se harán genéticas, es decir
    terminarán produciéndose automáticamente sin
    necesidad de que la Inteligencia intervenga. Van en los genes y
    por ello no se puede prescindir de ellos a voluntad. La fuerza
    interna que me obliga a adoptar aquellos comportamientos o
    conductas se conoce como emoción, instinto,
    sentimiento, dolor, placer, bienestar, malestar, deseo,
    aversión
    . El organismo no entiende de nomenclaturas;
    todo lo recoge simplificado en dos conceptos: Lo que me gusta o
    deseo y lo que me desagrada o temo. Las emociones dirigen nuestra
    conducta con la ayuda e información que reciben, bien del
    análisis de la Inteligencia ( pensamiento o razón),
    bien directamente de los sentidos, o bien los dictámenes
    ya emitidos con anterioridad por la Inteligencia sobre temas
    similares (Memoria). La Inteligencia se encarga de
    estudiar las circunstancias concurrentes en el acontecimiento,
    convocando a la balanza a todas las emociones que puedan sentirse
    afectadas en la disyuntiva (Si las emociones no son
    convocadas por los sentidos, Inteligencia, o Memoria permanecen
    inactivas). El platillo que resulte de más
    peso decide, obligándonos a actuar en esa
    dirección. Por ejemplo: si tengo hambre (emoción)
    debería comer, sin embargo decido no comer porque a la vez
    se ha producido otra emoción más fuerte: "no puedo
    aumentar mi sobrepeso" Otro ejemplo: La Inteligencia me dice que
    salir en zapatillas a la calle resulta más
    cómodo, sin embargo la emoción de Imagen me lo
    impide, y me calzo los zapatos. La Inteligencia por sí
    sola, en ningún caso puede obligar a una conducta
    .
    Sólo la concurrencia de emociones puede
    decidir.

    Algunos ejemplos: Mi partido
    político lo está gobernando fatal; lo inteligente
    sería probar con otro partido; sin embargo en las
    próximas elecciones seguiré confiándoles mi
    voto.

    Sería inteligente ponerme a estudiar
    para aprobar el examen; sin embargo cierro el libro y me voy de
    discoteca.

    Llevo 20 años reñido con mi
    hermano por algo que ocurrió aisladamente. Cualquier
    persona con sentido común aconsejaría retomar las
    buenas relaciones, sin embargo hay algo dentro de mí
    (emoción) que me impide dar el primer paso.

    Cuento bien los chistes en casa. Ese chiste
    tan simpático que conozco bien, vendría muy a
    cuento sobre lo que hablamos en esta reunión;
    sin embargo no me decido a contarlo, y pierdo la ocasión
    de quedar bien.

    Necesito aflojar una tuerca y no tengo la
    llave adecuada. Sé que el vecino la tiene, pero me cae tan
    mal (emoción) que al final el trabajo se quedará
    sin hacer.

    Debería declarar mi amor a esta
    chica tan interesante. Sería una novia estupenda. Sin
    embargo el tiempo pasa y por algún motivo
    (Timidez) no me decido.

    Voy a comprar un reloj. Hay uno de 15 euros
    digital muy exacto y ligero. Sin embargo decido comprar uno de
    300 enorme y muy pesado.

    Si hiciésemos una encuesta, el 90 %
    estarían de acuerdo en que el lujo en general es un
    concepto negativo y poco razonable. Sin embargo pedimos
    créditos bancarios para sufragar actividades
    lujosas.

    Si nos situamos en cualquiera de estos
    ejemplos (podrían citarse muchísimos más), y
    nos imaginamos que nosotros no somos los protagonistas sino meros
    espectadores, daremos un consejo en dirección opuesta a la
    decisión del protagonista. ¿Por qué?: El
    protagonista está directamente afectado por determinadas
    emociones. Los espectadores son ajenos a esas emociones y
    sólo ven el camino de lo
    razonable.

    Otro ejemplo ilustrativo del funcionamiento
    emocional: Un hombre entra en su domicilio y encuentra a su
    esposa en brazos de su amante. Inmediatamente saca del bolsillo
    un arma y dispara sin mediar palabra.

    Comentario: El hombre al entrar recibe un
    informe inmediato de la visión y de la memoria
    (hechos similares antes analizados). La gravedad es grande
    y la emoción es a medida de la gravedad. Tan es así
    que no deja tiempo a la Inteligencia de convocar a otras
    emociones que pudieran suavizar los efectos de la
    primera, y da la orden de disparar. Si el marido hubiese tenido
    que buscar el arma y esto le hubiese llevado un
    tiempo, la Inteligencia (lenta) hubiese podido convocar las
    emociones necesarias para contrarrestar la fuerza de la
    emoción fuerte, y hay muchas posibilidades de que los
    disparos no se hubiesen producido. Esas emociones
    contrarrestantes serían: El perjuicio de la
    cárcel, el deterioro de la imagen social, el
    escándalo mediático, el dolor causado a los
    hijos…etc. Esto le ocupa un tiempo a la
    Inteligencia.

    Aquí vendría recordar aquello
    de, bajo los efectos de una fuerte emoción, "contar
    hasta 10 antes de tomar una decisión
    ". Al contar
    damos tiempo a que la Inteligencia pueda hacer su trabajo y
    evitar acciones de las que podemos arrepentirnos con
    posterioridad.

    La emoción sin la información
    de la inteligencia, de los sentidos, o de la memoria permanece
    inactiva (necesita ser convocada a escena). La Inteligencia o
    razonamiento es lenta en su funcionamiento. Emite
    dictámenes muy analizados. La emoción es ciega e
    inmediata; por ello en casos vitales, de urgencia, o rutinarios
    actúa la emoción auxiliada por los sentidos y por
    la memoria, sin el concurso de la Inteligencia. Este
    último caso es el más interesante porque supone un
    amplio porcentaje de acciones que realizamos a lo
    largo del día, llevados únicamente de las
    emociones, como verdaderos pilotos automáticos, sin que
    tengamos para ello que ocupar a la inteligencia, que podrá
    dedicar su labor a otras disyuntivas más complicadas y
    analíticas. Por ejemplo: Me levanto cuando suena el
    despertador, saludo por la calle a los conocidos, pago el billete
    del bus, me sujeto en el bus para no caer, abro el
    paraguas si llueve, esquivo un obstáculo en la acera…
    ¿Cómo podría yo realizar mi vida si para
    cada una de estas acciones (que llamamos rutinarias, producto de
    la experiencia) tuviéramos que pedir opinión a la
    inteligencia? ¿Cómo podría la inteligencia,
    entorpecida de esta manera, dedicarse a temas más
    problemáticos y delicados?. La inteligencia las
    trabajó la primera vez que ocurrieron y a partir de aquel
    veredicto (como ocurre sabiamente en la administración de
    Justicia, cuando dictamina, sin necesidad de juicio,
    casos iguales a otro ya juzgado con anterioridad), las emociones
    –auxiliadas por la memoria- tienen vía libre para
    obligar a la acción. Esto lo entendemos fácilmente
    si sabemos que cuanta más experiencia alcanza una persona
    en un trabajo pasando las acciones al terreno de lo
    rutinario, mayor es la eficacia de sus actos. No tiene que
    pensar. El aprendiz sin experiencia debe las primeras veces
    pasarlo todo por la Inteligencia, y terminará como decimos
    "con la cabeza caliente" y sólo habrá producido en
    su jornada laboral la mitad que el experimentado. Las emociones
    actúan con garantías de automatismo, y sin ellas
    nuestra vida estaría muy entorpecida.

    La Inteligencia empieza por convocar a
    todas las emociones interesadas en la disyuntiva. La balanza de
    las emociones decide la acción, y ahora la Inteligencia
    vuelve a intervenir para organizar el desarrollo de la
    acción decidida.

    ¿De qué mecanismo se vale la
    emoción para obligarnos a la acción?: De dos
    mecanismos muy simples como son, de un lado, el dolor o el
    malestar
    cuando sucede o hacemos algo que suponemos
    es negativo para nuestros intereses (también ocurre
    cuando no se produce algo que deseábamos con
    ilusión, y lo llamamos Frustración). De otro lado,
    el mecanismo opuesto sería placer o bienestar con
    que nos recompensa el organismo después de suceder o haber
    hecho algo que suponemos es positivo para nosotros, o que lo
    ilusionamos con perspectiva de futuro (también ocurre
    cuando no se produce algo que temíamos). El malestar
    empuja a la acción, y el placer premia por el éxito
    obtenido.

    A veces emoción e inteligencia no se
    ponen de acuerdo y hay sufrimiento (Ej. me gustaría comer
    embutidos pero me perjudican y no debo). Más que no
    ponerse de acuerdo, se trata de que la inteligencia propone una
    nueva emoción: "El interés por no perjudicar al
    organismo". Si analizamos este ejemplo vemos que una Inteligencia
    muy superlativa capaz de llegar muy lejos con consideraciones del
    tipo "el colesterol es grave, ayer también comí
    productos con colesterol y no puedo abusar, tengo
    antecedentes familiares con problemas circulatorios, quiero vivir
    muchísimos años, no debo pasar por la puerta de la
    charcutería, el colesterol produce más muertes que
    la carretera…" se erigiría en enemiga del desarrollo
    armonioso y placentero de la propia vida . Otra persona "menos"
    inteligente (esto se llamaría "inteligencia emocional" o
    como diría Aristóteles "en medio está la
    virtud") no llega a un análisis tan exhaustivo y
    perfeccionista. Consecuentemente produce una
    emoción débil que no impedirá que el
    platillo se incline del lado de los embutidos, aunque sea
    moderadamente. Una gran inteligencia puede ser -de hecho es-
    fuente de problemas en la propia vida emocional. Un coeficiente
    intelectual más corto, que no acierte a contemplar tantos
    problemas puede dar más felicidad y disfrute a su
    dueño. Para la consecución de la propia felicidad
    la satisfacción de las emociones debe ser prioritaria y
    debe acotar moderadamente la actividad de la
    inteligencia. De vez en cuando, resulta saludable decir
    "hago esto porque me da la gana, y punto". Hay personas
    que, por alguna causa, tienen disminuida su capacidad
    intelectual. Les resulta muy difícil alcanzar objetivos,
    pero su frecuente sonrisa y entusiasmo nos revela una felicidad o
    armonía interior muy superior a otras personas con un CI
    normal o más alto y que alcanzaron metas
    elevadas.

    Las emociones nacieron para resolver
    problemas o carencias de nuestra existencia
    , y el primer paso
    para que el organismo actúe, es "pincharle"
    desagradablemente con la emoción, sentimiento o deseo
    correspondiente. Mejorado el problema, el organismo refuerza y
    aplaude nuestra actuación liberando sustancias, conocidas
    como endorfinas y otras, que nos producen placer, bienestar,
    tranquilidad o descanso (felicidad). Estas sustancias tienen
    lógicamente un efecto transitorio, de manera que la
    sensación de felicidad de la que disfrutábamos
    ayer, a pesar de que las circunstancias que la
    originaron continúan, hoy nos ha abandonado y nos vemos
    enredados en nuevas emociones molestas que trabajan en otros
    frentes, abiertos para "mejorar" nuestra vida. La
    sensación de Felicidad no puede ser duradera, 1º
    porque nuestro organismo necesita, supongo, tiempo y materiales
    escasos para sintetizar las sustancias que producen
    felicidad. La felicidad es un potente excitante, comparable al
    que producen las drogas. 2º porque una sensación de
    felicidad continua, haría que nos despreocupásemos
    del timón, y nuestra vida se convertiría en un
    desastre por inoperancia. Esto sería siempre calificado
    negativamente como "dormirse en los laureles" o
    "vivir en las nubes". Un poco lo que vemos en los
    consumidores habituales de drogas. En una vida feliz, la
    Felicidad aparece y desaparece en ciclos de
    obligatoria alternancia, que no debe ser motivo de
    preocupación. La felicidad se deja ver poco en una vida
    opulenta. Cuanto más la buscamos (Preocupación)
    más entorpecemos su aparición. Nunca aparece de
    forma caprichosa; siempre hay un motivo emocional,
    que a veces ni nosotros mismos detectamos, porque se produce de
    forma automática. Lo mismo sea dicho del malestar o
    infelicidad.

    El Placer es el bienestar o premio que
    nuestro organismo nos concede cuando solucionamos un problema o
    satisfacemos una necesidad
    . A más problema o
    necesidad, más placer. A menos necesidad (la mal llamada
    "sociedad del bienestar") menos placer, hasta llegar a placer
    casi cero. Normalmente los placeres los identificamos con las
    necesidades vitales (comida, bebida, respiración, abrigo,
    reproducción, descanso…) y sabemos qué
    órganos corporales concretos son los implicados en la
    satisfacción. No pueden reprimirse por mucho tiempo. El
    resto de los placeres, al no ser de necesidad vital pueden, con
    mayor o menor dolor, reprimirse, y sucede que nosotros sentimos
    malestar pero no lo asociamos al placer reprimido, de manera que
    nosotros notamos que no somos felices pero no sabemos el motivo
    ("…si lo tengo todo"), y lógicamente no podemos
    –por desconocimiento- poner los medios para
    mejorar.

    Cuando hablamos de Placer no podemos
    limitarnos al crucero, el caviar, los cubalibres, las marcas y la
    lujuria (todos ellos muy ligados al euro). Debemos levantar un
    poco el horizonte de nuestra vida y descubrir
    placeres naturales gratuitos que están ahí en
    nuestra genética impresos, esperando a que les
    hagamos caso (en el apartado que se habla de las
    "asignaturas" que puntúan para aprobar el curso de la
    Felicidad, se tratan extensamente estas emociones o placeres
    ocultos y frecuentemente desatendidos, quizá
    porque no guardan relación con el dinero y no sirven para
    mejorar nuestra Imagen porque no tienen precio
    cuantificable).

    Solemos utilizar el término placer
    para referirnos a satisfacciones relacionadas con los sentidos o
    fisiológicas. Por el contrario utilizamos el
    término Felicidad para referirnos a logros de tipo
    espiritual, o para hacer una valoración general de nuestra
    vida o de nuestro estado de ánimo. Se trata de
    nomenclaturas, pero no de conceptos distintos. El placer,
    podríamos decir, es uno de los componentes de
    la felicidad: Soy feliz, entre otras cosas, porque en mi vida se
    produce frecuentemente el placer. La Felicidad sería como
    el curso que hay que aprobar y los distintos Placeres
    serían las asignaturas. De cualquier forma parece absurdo
    enredarnos en buscar diferencias a conceptos que continuamente
    están coincidiendo y solapándose en una misma
    identidad.

    El grado de felicidad o de placer va a
    depender del grado de insatisfacción previo (no es
    lo mismo llevar 2 horas sin comer que llevar 2
    días. Problemas más arduos o insatisfacciones
    más grandes producirán placeres más grandes,
    y a la inversa)

    De la definición que hacemos de
    Placer hablamos de "premio". Los premios no se conceden
    continuamente. Todo premio debe ir precedido obligatoriamente de
    una etapa de trabajo, entrenamiento o sufrimiento. Si queremos un
    nuevo premio, debemos pasar por otra etapa de
    sacrificio. Así vemos la alternancia
    Sacrificio-Premio.

    Hablamos de "necesidad" o "problema". Hay
    necesidades genéticas concretas, ineludibles (el
    cariño, la paz, la justicia, el consuelo, la
    trascendencia, la libertad, lazos familiares, la amistad, la
    imagen competitiva, integración en el grupo, tranquilidad
    o tiempo suficiente, la compasión o misericordia, la
    comida, bebida, abrigo, caza, juego, la exploración o
    viaje, el sol, el fuego, la danza, el canto…) Hay
    otras "necesidades", infinitas y no genéticas
    (consumismo). De ellas algunas son necesarias y otras sobrepasan
    los límites de lo necesario, con una relación
    necesidad-costo muy baja. Si no se tiene noticia de ellas no nos
    restan felicidad (esto habla de la influencia negativa de medios
    de comunicación y publicidad); al conocerlas se produce el
    malestar de "carencia" que empuja a conseguirlas, máxime
    si el resto del grupo ya lo ha hecho. El mal grave aparece en el
    momento que al ser infinitas, para satisfacerlas
    necesitamos dedicar al trabajo asalariado un tiempo excesivo que
    hay que sacarlo ¿de dónde y cómo?:
    incumpliendo necesidades genéticas antes enumeradas (muy
    menospreciadas porque ninguna de ellas puede cuantificarse en
    €. Sin embargo unos zapatos de piel de cocodrilo, un
    móvil de penúltima generación, unas llantas
    de aleación, un lavavajillas con música, un
    crucero… sí podemos valorarlos en €). Cada
    arítculo de consumo, aparte de su precio de venta,
    lleva aparejada una pequeña esclavitud en concepto
    de adquisición, mantenimiento y protección. Esa
    pequeña esclavitud, sumada a infinidad de otras
    pequeñas esclavitudes, nos hacen esclavos de autentica
    solemnidad.

    Esas necesidades genéticas,
    desatendidas e infravaloradas, nos producen una falta de
    felicidad que no entendemos ¿Cómo es posible que no
    encuentre felicidad con la cantidad de dinero de que dispongo y
    gasto?. Escapa a nuestra lógica que sociedades pobres y no
    consumistas o tercermundistas, den generalmente síntomas
    externos inequívocos de felicidad. Sencillamente pueden
    permitirse el lujo de atender mejor sus necesidades
    genéticas porque al no sufrir la esclavitud consumista,
    disponen del tiempo necesario para ello. El día que por
    una ventana se asomen a la sociedad de consumo y comparen,
    inmediatamente sacan el billete para la patera, sin sospechar
    ellos que la insatisfacción de las necesidades
    genéticas es el alto precio que deberán pagar para
    satisfacer las necesidades consumistas. Es lo que
    llamaríamos "cambiar la seda por el percal". Es
    cambiar lo gratuito por lo costoso.

    De la definición de Placer,
    también deducimos que la necesidad debe estar desatendida:
    Para paladear la victoria, debemos conocer con anterioridad el
    descalabro o el sacrificio invertido en conseguirla. Para
    disfrutar de la comida hay que tener hambre. Puede disfrutar de
    calorcito quien viene de un ambiente frío. Sólo
    puede disfrutar del descanso quien está fatigado. Nos
    alegramos de ver a alguien que llevamos tiempo sin
    verlo… Cuando lo tenemos todo continuamente "atendido",
    dificultamos el placer. Cuanto más dinero tengo,
    más necesidades tengo "atendidas" ¿ cómo voy
    a procurarme placer? El placer se ahoga en la
    abundancia
    .

    El término "satisfecho" (feliz) hace
    referencia a que hemos dado satisfacción a una
    necesidad. Una vez satisfecho, paso a la situación de
    "harto" en la que no se puede seguir adelante con el
    Placer.

    La No felicidad, mal humor,
    preocupación, frustración, estrés o tristeza
    es la sensación de malestar con la que nuestro cuerpo nos
    alerta de que las previsiones vitales de felicidad o de mejora no
    se están cumpliendo
    . Nuestra vida no va bien y algo
    hay que hacer para salir de la frustración o vacío.
    Pero ¿Por qué con frecuencia me encuentro Infeliz y
    molesto si no hay ningún órgano corporal concreto
    que me moleste ni tengo ningún problema importante en mi
    vida?. Hay necesidades evidentes (todos las conocemos) como el
    hambre, la sed, el éxito propio, el éxito de los
    hijos, la imagen social…y hay otras necesidades o emociones
    desconocidas, ocultas o poco tomadas en consideración
    (nadie nos dijo que había que atenderlas), pero que a
    nuestro organismo no pasan desapercibidas, como la necesidad de
    hacer el bien, el cuidado y roce físico de nuestros
    familiares próximos, la tranquilidad, el descanso
    necesario y suficiente, la intensidad suficiente en los
    placeres…

    El Malestar, en cualquiera de sus
    manifestaciones antes subrayadas, es incompatible con el Placer o
    Felicidad; cuando menos les restaría intensidad.
    Sería incongruente recibir un castigo y un premio
    simultáneamente. La Naturaleza es sabia. El disfrute de
    los placeres queda desactivado o debilitado hasta tanto no se
    disipe el malestar; precisamente para obligar a que se
    solucione.

    Esto es de gran trascendencia para nuestra
    vida emocional, porque podemos vernos inmersos en situaciones
    duraderas de preocupación o estrés que pueden dar
    al traste con el disfrute de una vida placentera. Pensemos, a
    modo de ejemplo, en la impotencia sexual por estrés.
    Pensemos en nuestras grandes preocupaciones –desconocidas
    en el tercer mundo- (vivienda, trabajo, imagen externa, el
    cuidado de la salud en un hábitat químicamente
    agresivo, abandono de los progenitores, progreso de la
    soledad, relaciones de pareja, adolescencia de los hijos,
    grandes decisiones económicas…) Todo esto nos lleva a un
    bloqueo más o menos acentuado del Placer, y cuando el
    organismo no puede aguantar más este "mono de placer",
    rompe de forma revolucionaria en Depresión.

    El malestar, además de molestar, nos
    priva de otros placeres. Son incompatibles. Resultaría
    utópico en la sociedad consumista pensar en despojarnos de
    las grandes preocupaciones generadoras de
    malestar.

    FUNCIONAMIENTO DE
    LAS EMOCIONES:

    Beneficio subjetivo grande: emoción
    agradable grande

    Perjuicio o problema subjetivo grande:
    emoción desagradable grande

    Las emociones se manifiestan con distintos grados de
    intensidad. De ahí la importancia personal de subrayar las
    buenas y atenuar las improcedentes (Control emocional).
    ¿Cómo?: Con la ayuda de la Inteligencia (los
    pensamientos).

    Si el individuo considera que una
    situación le es beneficiosa, habrá una respuesta
    emocional agradable proporcional al beneficio.

    Si el individuo considera perjudicial una
    situación o hecho, habrá una respuesta emocional
    dolorosa proporcional al perjuicio.

    Cada una de nuestras acciones va precedida
    de una emoción o varias. Por eso no somos libres, tal como
    nosotros entendemos la Libertad. Nuestras acciones no son fruto
    de nuestra pretendida Libertad sino mera respuesta al combinado
    de una amplísima gama de emociones. La persona libre
    haría necedades y locuras ya que haría las cosas
    tal como le viniesen a la cabeza, sin atenerse a su
    interés real. Así únicamente pueden actuar
    los que, por alguna causa, ven afectado el normal funcionamiento
    de la Inteligencia.

    La intensidad e importancia de cada una de
    las emociones, además de la peculiaridad genética,
    se ve en el individuo modificada por la cultura o
    educación recibida en la infancia, de manera que en la
    balanza de las emociones que intervienen a la vez en un mismo
    caso, se producirá una toma de decisiones distinta de unas
    personas a otras. Por eso nos vemos tan diferentes
    unos de otros, porque son muchas las emociones intercurrentes, y
    de muy distinta valoración personal. Los animales tienen
    muchísimas menos emociones y sus comportamientos son,
    dentro de la especie, muy homogéneos y
    predecibles.

    La Inteligencia actúa (cuando no hay
    urgencia vital) de manera que aporta datos y análisis que
    pueden modificar el grado de sensación subjetiva de
    beneficio o perjuicio ( aumentándolas o
    disminuyéndolas). La Inteligencia no puede imponerse a las
    emociones, pero sí puede controlarlas
    "engañándolas" o convenciéndolas
    según nuestro interés, mediante la
    activación o puesta en escena de otras emociones de signo
    contrario (Control emocional). Nuestros antepasados no
    necesitaban control emocional porque, lo que dictaban sus
    emociones era justo lo que convenía hacer. Había
    muy poca discrepancia entre emoción y razón o
    inteligencia, puesto que las emociones habían nacido para
    empujar la conducta a lo más razonable.

    Nosotros sí necesitamos control
    emocional porque nuestro sistema de vida, muy distinto al de
    nuestros antepasados, nos impone continuamente la
    represión o control del impulso que nos manda la
    emoción: Hace mucho calor y me gustaría ir desnudo
    por la calle, pero la inteligencia me dice que puedo
    tener problemas más graves que el calor; por tanto me
    reprimo. Me gustaría decirle cuatro verdades a mi jefe,
    pero no se las digo porque me costaría caro. Me
    gustaría ir con la camiseta del Real Madrid al trabajo,
    pero mejor no porque el jefe es del Barcelona. Me gustaría
    cantarle las cuarenta a quien me quitó la novia, pero me
    puede costar un dinero. Me gustaría hacerme una casita a
    orilla del mar, pero no me lo permiten. Me gustaría
    sujetar el filete con la mano y empezar a darle
    mordiscos, pero quedaría mal; mejor utilizo tenedor y
    cuchillo. Este niño se merece dos azotes bien dados, pero
    no debo hacerlo porque está prohibido. Me gustaría
    hartarme de morcilla, pero el Dr. o la báscula me lo
    impiden…

    Partes: 1, 2

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