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Pentecostes (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9

El nacimiento de Juan el Bautista, el precursor del Mesías, que le preparó el camino con su mismo nacimiento, su vida y predicación y su mismo martirio. En nuestra campaña de la Visitación, esta fiesta es un hito relevante, porque Juan Bautista fue santificado en el seno de su madre santa Isabel cuando fue visitada por María que llevaba ya en su seno a Jesús. Por eso se la aplican las palabras de la primera lectura: "Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre". En su comentario, el P. Tomás Morales presenta a san Juan Bautista como el espejo en el que se tiene que mirar todo aquél que se pone en manos de la Virgen para dejarse modelar por Ella. Así, la Virgen, en esos tres meses que permaneció en la montaña de Judea, hizo que el alma del futuro precursor de su Hijo, se preparara para su misión, contagiándole tres grandes virtudes: humildad, pureza y fortaleza:

El Bautista cumplió su misión con humildad, dejando paso a Jesús y desapareciendo después. Sabía que él no era el Mesías, sino la voz que grita en el desierto. Hemos escuchado en la segunda lectura que decía: "Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias". Y cuando llegue dirá: "es preciso que Él crezca y que yo mengüe". Le pedimos a la Virgen: "Enséñanos la humildad, para que no nos pongamos a nosotros mismos en el centro, sino que dejemos que Jesús sea el centro de nuestra vida. Que al cumplir nuestro deber hoy no busquemos más que la gloria de Dios y no la nuestra".

Juan se retiró al desierto y vivió austeramente; su corazón era virginal, totalmente entregado a su misión. La Virgen modeló en él un corazón en olvido total de sí mismo, lleno de celo por la llegada del Reino de Dios. Le pedimos con confianza: "Danos un corazón como el tuyo, María, alcánzanos la virtud de la pureza; danos un corazón limpio para ser cauces de vida divina para las almas".

Para cumplir su misión, Juan Bautista recibió por medio de María en la visita a Santa Isabel una gran fortaleza: para predicar en medio del desierto un bautismo de conversión sin desanimarse, para denunciar a Herodes su adulterio y acabar sus días encarcelado y finalmente, degollado. Ella, que permaneció al pie de la cruz, contagia fortaleza a los que se abandonan en sus manos para acoger la voluntad de Dios y ser fieles hasta el final. A Ella le pedimos con esperanza: "Tú que eres fuerte como la Torre de David alcánzanos fortaleza para cumplir hoy nuestra misión, para tomar nuestra cruz y seguir a Jesús".

Al concluir nuestra oración pedimos a san Juan Bautista que seamos hoy como él humildes, puros y fuertes, para vivir la Campaña de la Visitación preparando los caminos para que Jesús llegue a las almas.

2 R 22, 8-13; 23, 1-3; Mt 7, 15-20 El Evangelio de san Mateo contrapone la verdadera y la falsa profecía. Las apariencias engañan y no basta con lanzar condenas fulminantes para calificar a esas personas como figuras proféticas. Tampoco podemos desestimar a los profetas de rostro amable y talante apacible como falsos profetas. No son las externalidades las que definen a los profetas. A fin de cuentas "lo cortés no quita lo valiente". Las causas justas, los propósitos genuinos están detrás de los profetas auténticos. Los que gustan de pescar a río revuelto, no son profetas sino mercenarios que pretenden llevar el agua a su molino. El hallazgo del libro de la Ley en tiempos de Josías, será una circunstancia favorable, que alentará un proceso de reforma y renovación en Israel, conforme a las exigencias de la alianza, que defendían los profetas genuinos.

Meditación del mes dedicado al Corazón de Jesús. La Iglesia nos ha invitado a mirar al Amor y a su fuente: el Corazón de Cristo. Un momento privilegiado para mirar a Jesús y sobre todo, para dejarse mirar por Él es la oración de cada día. San Juan de Ávila nos recomienda prepararnos para este encuentro, así:

Preparación próxima: "buscar un lugar conveniente y apartado del bullicio. Desocuparse de todos los negocios y de toda conversación".

Preparación inmediata: 1. Suplicar a Dios «que nos hable en nuestro corazón con su viva voz, mediante aquellas palabras que de fuera lees, y nos dé el verdadero sentido de ellas».

Y el mismo Jesús nos recuerda lo que dijo a sus discípulos cuando le preguntaron por la manera de hacer oración: "Cuando oren, digan: Padre." "Cuidado con los profetas falsos, esos que se os acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces" En el Antiguo Testamento, Dios había advertido a menudo que nos pusiéramos en guardia contra los "falsos profetas". Jesús dice que son semejantes exteriormente a los profetas auténticos: se visten con la capa de la buena doctrina y de la buena moral… por lo tanto son difícilmente reconocibles. Así el gran peligro para la Iglesia, generalmente no proviene de sus enemigos externos, fácilmente conocidos, sino de aquellos que aparentando una vida normal… son de hecho, "lobos" rapaces, incluso cuando pretenden hablar en el nombre de Dios.

"Por sus frutos los reconoceran": Jesús es realista. "Miren y vean cómo actúan…" El verdadero valor de una persona se manifiesta por lo que hace. Por ejemplo, se puede hablar mucho de la Iglesia y no obedecerla prácticamente. Jesús se enfrentó durante toda su vida a los escribas y fariseos, que eran aparentemente gentes muy religiosas. La docilidad al Espíritu y la humildad son los frutos por los que se reconoce al profeta auténtico.

¿"Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos": ¡Un "buen" fruto! La calidad de una fruta depende de la calidad del árbol. Señor, transforma mi corazón para que sea como una ¡fruta buena! de la que puedan alegrarse y alimentarse los demás.

"Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos": Es un buen criterio, para evaluar una acción, el considerar a la larga, sus resultados… ¿Cuáles han sido las consecuencias concretas de esta acción, de esta opinión?

"Todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa al fuego": Nos recuerda la alegoría de la viña (Jn 15, 6…) donde Juan insiste en la unión con la vid para tener vida y dar fruto. San Mateo insiste sobre la urgencia de la conversión: el juicio de Dios está cerca. ¿Habremos sido un árbol sano? ¿Cuál habrá sido nuestra fecundidad? Esto es verdad para cada uno de nosotros, si no nos preocupamos de dar fruto para la vida eterna.

Podemos terminar hoy la oración así: Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío. Repítelo muchas veces, ahora y a lo largo de todo el día. Piensa que Jesús es el mejor de tus amigos, el incomparable, que nunca te fallará. Escucha los latidos de su Corazón que te dicen: fíjate en mí que soy manso y humilde. ¡Ven, no te quedes fuera! ¡No tengas miedo!

EL DECIR Y EL HACER 2 R 24, 8-17; Mt 7, 21-29 La crónica sombría que registra la deportación de la clase dirigente a Babilonia en vísperas de la destrucción de Jerusalén, puede leerse como un caso de doble moral; por un lado los gobernantes se llenaban la boca invocando el nombre del Señor, Dios de Israel y por otro lado, se desentendían de gobernar al pueblo conforme a los designios divinos. Esa simulación acarreó el debilitamiento de la cohesión social y la solidaridad y fue sumiendo a la población en el pragmatismo. Las decisiones erradas tienen consecuencias. Esa misma situación es la que contrapone el final del Sermón de la Montaña, cuando invita a vivir de manera sensata, poniendo por obra el mensaje creído y desaconsejando vivir bajo la actitud esquizofrénica de quien confiesa con los labios el señorío de Jesús y conforma su vida con la búsqueda obsesiva de los valores materiales.

Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: "Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad." (EE 46)

Petición. "Señor Padre Nuestro, que prometiste a los limpios de corazón la

recompensa de ver tu rostro, concédenos tu gracia y tu fuerza para que, antepongamos tu amor a las seducciones del mundo y guardemos el corazón limpio de todo pecado. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén." Carta a los Hebreos: "Obedezcan a sus pastores y sean dóciles, pues ellos se desvelan por su bien, sabiéndose responsables. Que puedan cumplir su tarea con alegría y no lamentándose, pues de lo contrario no los traería a cuenta" (Heb 13,17)

INTRODUCCIÓN

Esta carta ha despertado asombro y perplejidad. Asombro, por su lenguaje solemne. Perplejidad, debida a los conceptos y símbolos de difícil interpretación. Perplejidad, al escuchar que esta carta no es carta, ni la escribió san Pablo, ni está dirigida a los hebreos. La inscripción "a los hebreos" pudo haber surgido por la fuerte influencia que el judaísmo helenista tuvo en este escrito.

Difícilmente encontraremos un escrito más estimulante, en el que mejor se vea reflejado el cristiano y la comunidad creyente, que recoja nuestras vivencias y problemas con tanta hondura y humanidad, como lo hace la carta a los Hebreos.

Ningún escrito del Nuevo Testamento ha plasmado con tanta audacia y profundidad la más grave tentación que puede dar al traste con la identidad cristiana, tanto a nivel personal como comunitario: la tentación del cansancio. Un cansancio proveniente no del trabajo –cosa normal y perfectamente explicable-, sino de la pérdida de vista de las dimensiones reales del misterio cristiano, de sus exigencias determinantes, de sus esperanzas gratificantes.

OBJETIVO DOCTRINAL: Conocer la admirable y perpleja carta a los hebreos.

OBJETIVO VIVENCIAL: Agradecer a Dios que nos haya mandado a su Hijo

Jesucristo, único Sacerdote eficaz de la Nueva Alianza.

TESIS: La carta a los hebreos es una homilía o tratado de teología donde se hace una apología o defensa acerca del sacerdocio de Cristo, superior al sacerdocio levítico, para dilucidar dudas y animar a los cristianos en momentos duros de persecución para que se mantengan fieles a la grandeza de su fe, así como Dios es fiel, y no se dejen llevar por el cansancio de la lucha por la fe cristiana, cediendo al abandono del camino emprendido, a la defección total, a la apostasía. ¡Vale la pena ser cristiano!

EXPLICACIÓN DE LA TESIS:

Autor, fecha y destinatarios

Se creyó que era de san Pablo. Pero las dudas sobre su origen paulino proceden de la diferencia de estilo y de la concepción teológica. Además el tema central del sermón, el sacerdocio de Cristo, no se encuentra nunca explícitamente en las cartas de Pablo. Más bien, se estima que lo escribió un oyente de Pablo.

Los destinatarios son ciertamente cristianos, y lo son desde algún tiempo. Ni siquiera es evidente que se trate de cristianos procedentes del judaísmo. No se descarta que se trate de comunidades donde se dejaba sentir el influjo cultural de los judeocristianos. Es una comunidad que está atravesando un momento difícil, una crisis típica de la segunda generación: indolencia y descuido de la fe, poco aprecio de la salvación traída por Cristo, abandono de las reuniones de la comunidad, donde se comunicaba el amor cristiano. El autor califica esta situación como grave, ya que constituye una merma importante en la fe y se puede llegar a una verdadera apostasía.

¿En qué año fue escrita esta carta? Más o menos entre los años 70 y 90.

Características literarias

Lenguaje solemne, como los discursos de la antigüedad.

No es carta, sino pieza oratoria, escrita para ser pronunciada oralmente. Es, pues, una homilía o sermón en el que se expone oralmente y se defiende el misterio de Cristo a la luz de la historia de la salvación y de la Escritura.

Sabe combinar el aspecto doctrinal y apologético con el exhortativo y lleno de consuelo.

Sus afirmaciones son contundentes, macizas.

División y contenido temático

Primera parte (1-2): habla de la posición salvífica de Cristo, que es más válida y ventajosa para los hombres que la de los mismos ángeles.

Segunda parte (3-5, 1-10): proclama las excelencias del sacerdocio de Cristo y

exhorta a fiarnos de ese Sacerdote digno de crédito.

Tercera parte (5-10): es la parte central y la más amplia; desarrolla los aspectos específicos del sacerdocio de Cristo, invitando de nuevo a la fe y a la confianza.

Cuarta parte (11-12): se ocupa más en particular de dos aspectos básicos de la vida cristiana: la fe y la constancia.

Quinta parte (12-13): introduce el tema del comportamiento cristiano en su doble dimensión: hacia Dios y hacia los hermanos.

Contenido teológico y espiritual

Fin de la carta: inculcarles la pre excelencia de la Nueva Alianza sobre la Antigua y exhortarles a intensificar la fe y la esperanza en Jesucristo, Salvador eficaz y definitivo, dado que muchos estaban en peligro de perder la fe y volver al judaísmo, no sólo por las persecuciones a que estaban expuestos, sino más bien por la lentitud de su progreso espiritual y la atracción que ejercía sobre ellos la magnificencia del Templo y el culto de sus tradiciones.

El contenido teológico-espiritual de la carta es éste:

Jesucristo es el único sacerdote santo, misericordioso y digno de crédito, que con su sacrificio en la cruz, con su muerte y resurrección, con su ascensión e intercesión, nos ha salvado y abierto las puertas del cielo, instaurando la nueva alianza. Sólo Él nos ha salvado con su obediencia al Padre.

Hebreos destaca la contraposición entre el nuevo culto y el antiguo, al que califica de ineficaz. Sólo por la sangre de Cristo puede el hombre purificar su corazón y vivir su conversión interior y su comunión con Dios.

Todo esto trae consigo el compromiso de vivir con intensidad y constancia la esperanza y la fe, sobre todo en los tiempos duros y de prueba, y así no caer en la apostasía, en el enfriamiento de la fe. Fe y constancia son dos actitudes especialmente necesarias para cristianos de la segunda generación.

Nos ayudan en este camino de la fe fuerte y recia algunos insignes personajes del Antiguo Testamento. Se subraya el carácter paradójico de la fe que no tiene y sin embargo posee, que no ve y sin embargo conoce, que sirve para salvar y para poner en evidencia, es decir, para condenar. Dentro del ciclo patriarcal, la figura de Abrahán ocupa el centro de la escena. Su fe, que está en el origen de las promesas divinas y que le hace superar la prueba de tener que sacrificar precisamente a su hijo, depositario de las promesas, es modelo para todos los descendientes. En Moisés, la fe le hace superar todos los sufrimientos y tribulaciones que inevitablemente lleva consigo la fidelidad a Dios. La fe, pues, inicia, mueve y culmina toda la aventura del éxodo y la conquista de la tierra,

acontecimientos cruciales en la historia del pueblo de Dios. Sin la fe no se explica esa historia y tampoco podría explicarse la del pueblo cristiano. Por tanto, la fe es garantía de pleno éxito, tanto para alcanzar la gloria como para afrontar las más duras dificultades. Por lo mismo, hay que correr recio el estadio de la vida para ganar el combate de la fe, despojándonos de todo aquello que dificulta la agilidad; en este caso se trata de despojarnos del pecado, que es el obstáculo fundamental.

Valor del sufrimiento: es algo con lo que hay que contar y no debe ser considerado como un castigo de Dios. Al contrario, las pruebas y los sufrimientos nos corrigen, nos transforman, nos perfeccionan, y son una demostración de la solicitud paternal de Dios para con nosotros.

El actuar católico: se sintetiza en dos aspectos: buscar la paz y la santidad. Santidad que no significa directamente perfeccionamiento moral, sino apartamiento existencial del mundo y comunión con Dios. Este actuar cristiano se concreta en esto: amar a los hermanos, respetar el matrimonio, vivir desprendidos de los bienes terrenos.

CONCLUSIÓN: Terminemos esta carta diciendo que este Cristo Sacerdote es la causa del sacerdocio ministerial, del que participan todos los sacerdotes; y al mismo tiempo, Cristo es la alegría de todo sacerdote.

ORACIÓN: Señor, a ti te reconocemos como Sacerdote de la Nueva Alianza y te agradecemos la obediencia a tu Padre, gracias a la cual nos redimiste con tu sangre. Te pedimos que todos los sacerdotes se parezcan a Ti, sobre todo, en ese deseo de inmolación continua y en esa muerte de sí mismos, para dar vida al mundo. Amén.

P. Antonio Rivero LC San Pelayo. Fue un mártir de la castidad a los 15 años, a principios del siglo X, en la España de la Reconquista. Nació en Galicia. Era sobrino del obispo de Tuy. Tras la derrota de las tropas cristianas en la batalla de Valdejunquera (920), fue apresado por Abderramán III junto con su tío y llevado a Córdoba como rehén. En la cárcel hizo apostolado entre los guardias y presos. El califa, atraído por su figura lo invitó a apostatar y a satisfacer sus deseos carnales. El joven se mostró valiente e intrépido ante sus requerimientos, que rechazó con vehemencia. Cuenta la tradición que le replicó al califa: "Si, oh rey, soy cristiano. Lo he sido y lo seré por la gracia de Dios. Todas tus riquezas no valen nada. No pienses que por cosas tan pasajeras voy a renegar de Cristo, que es mi Señor y tuyo aunque no lo quieras". Fue descuartizado y sus restos echados al Guadalquivir. Recogidos por cristianos piadosos de Córdoba fueron enterrados y posteriormente, en el reinado de Ramiro III de León fueron llevados a León y posteriormente a Oviedo donde son venerados actualmente en el monasterio de monjas benedictinas de San Pelayo de esa ciudad.

San Pelayo es un ejemplo de valentía y de amor a la castidad, especialmente actual en nuestro mundo, tan esclavizado por el sexo y a los placeres carnales. Es un ejemplo de valentía y fortaleza especialmente para la juventud. Es un militante católico que en las heroicas circunstancias de la España del siglo X supo mantenerse fiel a Cristo. Un católico que vivió la Campaña de la Visitación con valentía y audacia, no acobardándose ante las tentaciones del mundo y la carne y confiando en Cristo, amor de su vida. Fue un cristiano que escuchó las palabras de Cristo y edificó su casa sobre la roca que es Él.

Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con Jesús, Avemaría a la Virgen.

Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo. SI EL SEÑOR SE ENAMORÓ DE USTEDES Dt 7, 6-11; 1 Jn 4, 7-16; Mt 11, 25-30 No hay mérito alguno en la elección de Israel; eran según dice el Deuteronomio el más insignificante de todos los pueblos de alrededor. Su condición privilegiada no radicaba en algún factor étnico o cultural y mucho menos, en alguna especie de superioridad moral. La gratuidad, el amor incondicional y desinteresado de Dios es la única explicación de su elección. Dios los eligió por puro amor. Con esa mirada cariñosa Jesús invita a sus seguidores a acercarse confiadamente a Él en busca de reposo. Si presenta su yugo símbolo del imperio de la voluntad de un tercero como algo soportable no es por afán demagógico. Cuando se asumen voluntariamente las opciones exigentes y radicales, se tornan llevaderas. La radicalidad del camino católico adquiere sentido cuando se ratifica de forma libre y responsable.

Sagrado Corazón en vos confío. Te lo repito: Sagrado Corazón en ti confío. Es la oración que brota de nuestro pequeño corazón hacia el Corazón grande de Cristo. Es la confianza en un corazón que es bueno, inmensamente bueno. El corazón, como símbolo de los sentimientos del hombre, manifiesta en Cristo lo más bueno y sublime del hombre. Cristo, arquetipo, del ser humano, tiene un corazón perfecto, es decir, un corazón misericordioso. Si tenemos que parecernos a Cristo e imitarlo para ser santos y salvos, sólo nos queda acercarnos todo lo que podamos a esa misericordia. Cristo nos pide acercarnos a él, porque su yugo es suave y su carga ligera. Es la carga suficiente para que pueda ser llevada sin que nos hunda, pero sin que esté falta de peso. La suavidad del yugo de Cristo es la justa para que no nos haga daño, pero para que se pueda transportar la carga justa.

Cristo no miente, y Cristo nos dice que es manso y humilde de corazón, y allí sí que se puede descansar bien a gusto. San Juan, en el capítulo cuarto de su primera carta apostólica, nos indica cómo es el amor de Dios, y nos dice cómo tenemos que amarnos nosotros. Es una carta preciosa, y es impresionante la declaración del versículo ocho: "Dios es amor". Pero en el evangelio de san Mateo, es el propio Jesús el que nos dice cómo se entiende ese amor. "Nadie conoce al Padre sino el Hijo", así que para explicarnos cómo es el amor del Padre nos explica cómo es su propio corazón.

Nos queda rezar hoy gozándonos en el amor del Padre que es lo mismo que el Corazón del Hijo.

Bendice alma mía al Señor, porque la misericordia del Señor llena la tierra y dura siempre.

EL CORAZÓN DE UNA MADRE Lm 2,2. 10-14. 18-19; LC 2, 41-51

El tono trágico del libro de las Lamentaciones expresa la dolorosa pérdida de una generación de israelitas a manos del ejército babilonio. Los pueblos que sufren violencia generalizada y ven morir a decenas de jóvenes para defender territorios o proyectos políticos absurdos, siguen llenando la historia reciente de Siria y de otras naciones. El peor de los absurdos es "engendrar hijos para la muerte", esto es lo que denuncian estos lamentos públicos. María, la madre del Señor Jesús, acompañó desde una actitud discreta a su hijo Jesús. La oposición creciente, el rechazo y el escándalo de las autoridades hacia Él, fueron presagiando su final violento. La escena del extravío del pequeño Jesús en el templo, parecía una prefiguración: por denunciar los abusos de los que manejaban el templo a su antojo, lo quitaron de la tierra de los vivos.

Celebrábamos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Como no podía ser de otra manera, celebramos la memoria del Corazón Inmaculado de la Virgen María.

Dejándonos envolver en el amor de estos dos corazones tendríamos más que suficiente para nuestro rato de meditación. Porque la oración no es otra cosa que tratar de amor con aquel que sabemos que nos ama, como nos recuerda Santa Teresa de Jesús.

Ya en el año 1643 San Juan Eudes, fue el primer apóstol de la devoción a los sagrados Corazones de Jesús y María. Y comenzó a celebrar esta memoria a pesar de la gran oposición de los jansenistas.

El Papa Pío XII en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, consagraba el 8 de Diciembre, la Iglesia y el género humano al Corazón Inmaculado de María.

Extendía esta fiesta litúrgica a toda la Iglesia latina, fijándola el día 22 de Agosto, octava de la Asunción de María a los cielos. Hoy ha sido acertadamente colocada al día siguiente del Sagrado Corazón de Jesús.

El Papa todo de María, San Juan Pablo II, declaró la conmemoración de naturaleza obligatoria.

Vemos cómo la Iglesia, a los largo del desarrollo histórico va colocando fiestas y celebraciones en los momentos más adecuados para alimentar e impulsar la piedad del pueblo católico.

Una sola idea debiera centrar nuestra oración en este día, y es la frase con la que concluye el evangelio que se proclama: "Su Madre conservaba todo en su corazón" Repitiendo y haciendo eco de esta afirmación es como nos podemos adentrar en el conocimiento del Corazón de María y también en el de Jesús.

Conservar en el corazón es la clave fundamental de la vida interior para que, poco a poco, se vaya esclareciendo el misterio de Dios en nuestras vidas. Como le ocurrió a María en tantos momentos.

Conservar en el corazón nos hace:

Más contemplativos. Personas de vida interior Pacientes en las circunstancias de la vida Atentos a las luces que Dios va mandando puntualmente Comprensivos con lo que nos pasa a nosotros y con lo que les ocurre a los demás.

Nos capacita para tener un corazón maternal: atento a lo que necesita el otro. No precipitarnos ante las cosas que no comprendemos en el momento.

Estar atentos y dispuestos a responder adecuadamente en cada situación, próspera o adversa.

Conservemos esto en el corazón, como María la Madre de Jesús. TÚ ERES PIEDRA Hch 12, 1-11; 2 Tm 4,6-8; 17-18; Mt 16,13-19 Las lecturas han sido seleccionadas para ayudarnos a reflexionar en el ministerio apostólico de san Pedro y san Pablo; dos israelitas con biografías desiguales a más no poder: un pescador galileo, con escasa formación académica y por encima de todo, colaborador directo y cercano del Señor Jesús en su vida mortal; por otro lado, Pablo un judío proveniente de la ciudad de Tarso, familiarizado con la cultura griega y con una sólida formación en las tradiciones fariseas, quien pasó de ser un intransigente perseguidor de los católicos seguidores de Cristo a un apóstol que se mantuvo fiel al mensaje de Jesús. Ambos emprendieron rutas misioneras diferentes, pero el Señor los asemejó al llamarlos a cumplir su testimonio decisivo en la iglesia romana. La herencia apostólica que nos legaron preserva el impulso original que suscitó el Señor Jesús.

"Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará". Esta frase que dice Jesús a Pedro clarifica varias cuestiones:

Que en el plan de Dios no está el que mientras Él actúa nos quedemos mirando, si que quiere nuestra ayuda, cada uno en su lugar, y quiere líderes activos para llevar su enseñanza por todo el mundo.

Quiere que todos los que le seguimos, los católicos fieles a su palabra, estemos unidos, y que cuando él no esté en Persona, tengamos a alguien que nos guíe, el Papa, persona de referencia. El primero que desempeñó este cargo fue San Pedro.

Pedro fue elegido por Dios; todos los Papas son elegidos por Él y tienen una especial intercesión del Espíritu Santo

"El poder del infierno no la derrotará". La iglesia, anuncio del bien, no será derrotada por el mal; confiemos plenamente que el bien tiene más poder que el mal, el amor más que el odio; el demonio tiene más poder que nosotros, pero Dios más poder que el demonio.

¿Y ahora? ¿Qué me va a decir Jesús en la oración? (Tú eres…., y de ti voy a hacer…, y te pido…). Estemos atentos a la voz del Señor que nos guía en nuestro caminar, no tengamos los oídos tapados.

Imitando las virtudes de la Virgen María, que supo decir sí con plenitud al "Tú serás la Madre de Dios", orientémonos hacia el Señor y su plan de salvación en y con nosotros. Así sea.

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- La fe se transmite dándola. No podemos acceder a la persona de Jesús sin mediaciones humanas. Los católicos que deciden apoyar su existencia en la roca firme de Cristo Jesús, no han dado un salto en el vacío. La opción del creyente no es un acto temerario, sino una elección responsable. San Pedro y San Pablo contribuyeron cada cual a su manera y desde la particularidad de su propia personalidad, a la consolidación del mensaje de Cristo entre judíos y gentiles. La calidad de su testimonio quedó sellada con su entrega martirial. Sobre ese testimonio se han asentado las historias de numerosos católicos que a su vez, ofrecieron su testimonio de congruencia evangélica a otros hermanos. Quien pretenda seguir a Jesús tendrá que auxiliarse de la fe de los que le han precedido. Quien valore su propia fe, se esforzará por testimoniarla a los que ama.

SEGUIR A JESÚS Am 2, 6-10. 13-16; Mt 8, 18-22 Los candidatos anónimos que pretendían seguir a Jesús le permitieron precisar las demandantes condiciones del seguimiento católico. Jesús relativiza las condiciones de bienestar, la seguridad personal, las relaciones familiares y otros valores genuinos, ante la urgencia de proclamar la buena noticia del reinado de Dios. Los que se decidieron a ser sus testigos de manera congruente, enfrentaron hostigamiento por parte de los poderosos. La liturgia nos invita a celebrar la memoria de los primeros mártires romanos y por eso nos alimenta con esta exhortación al seguimiento de Cristo. El profeta Amós denuncia la descomposición religiosa existente en Samaria, por parte de aquellos que invocaban con los labios el nombre del Señor pero se apresuraban a sacar ventaja de las necesidades y apremios de otros israelitas que también invocaban al mismo Señor.

El evangelio, nos recuerda el amor de Dios Padre. Un amor gratuito, generoso, un amor de misericordia, por el que nos mandó a su hijo Jesús para que todos nos salvemos.

Dios es amor que se contagia, pero a nosotros nos toca dejarnos contagiar, dejarnos amar incondicionalmente, Para ello debemos conocerlo y la mejor forma de conocerlo es acogerlo y experimentarlo en nuestra vida.

A Dios no le gusta vivir en soledad, por eso vive en familia; de ahí la Trinidad. Porque en la familia somos amados, acogidos y aceptados con nuestros defectos y virtudes.

Un ejemplo claro. Muchas parejas celebran la renovación de sus promesas matrimoniales. Ellos, un día, decidieron formar una familia en la que compartir y vivir el amor, pero pusieron como pilar central de sus vidas el amor de Dios.

QUE TODOS SEAN UNO Hch 22,30-23, 6-11; Jn 17,20-26 Detrás de esta aspiración no se esconde ningún discurso monolítico o totalitario. La unidad de la que habla el Señor Jesús radica en la construcción de relaciones interpersonales marcadas por la caridad, el respeto mutuo y la reconciliación.

No es una unidad impuesta de manera autoritaria o vertical, sino es más bien la armonía resultante del diálogo, la discusión civilizada, el intercambio razonado de opiniones y sobre la búsqueda colegial de la voluntad de Dios. En la comunidad católica no está prohibido diferir en lo accidental o transitorio (opiniones políticas, gustos o preferencias estéticas) siempre y cuando prevalezca la unidad en la caridad. En el libro de los Hechos, san Pablo aprovecha la radical intransigencia de fariseos y saduceos en relación a la resurrección, para quitarse de encima la presión que el Consejo judío ejercía en contra suya.

Señor Jesús, en Ti se restaura la unidad perfecta con Dios. Podré participar en ella con el cumplimiento del mandamiento del amor, por eso te pido que envíes a tu Espíritu Santo para que esta oración me una más planamente a Ti y a tu Iglesia.

Señor, ayúdame a descubrir qué puedo hacer para trasmitir tu mensaje de amor y unidad a los demás. Meditación del Papa Francisco En el Evangelio de hoy, Jesús reza al Padre con estas palabras: "Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos y yo en ellos". La fidelidad hasta la muerte de los mártires, la proclamación del Evangelio a todos se enraízan, tienen su raíz, en el amor de Dios, que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, y en el testimonio que hemos de dar de este amor en nuestra vida diaria. [.] Fidelidad a Jesucristo y a su Evangelio, para anunciarlo con la palabra y con la vida, dando testimonio del amor de Dios con nuestro amor, con nuestra caridad hacia todos: los santos que hemos proclamado hoy son ejemplos luminosos de esto, y nos ofrecen sus enseñanzas, pero también cuestionan nuestra vida de católicos: ¿Cómo es mi fidelidad al Señor? Llevemos con nosotros esta pregunta para pensarla durante la jornada: ¿Cómo es mi fidelidad a Cristo? ¿Soy capaz de "hacer ver" mi fe con respeto, pero también con valentía? ¿Estoy atento a los otros? ¿Me percato del que padece necesidad? ¿Veo a los demás como hermanos y hermanas a los que debo amar? Por intercesión de la Santísima Virgen María y de los nuevos santos, pidamos que el Señor colme nuestra vida con la alegría de su amor. Así sea. (Homilía de S.S. Francisco, 12 de mayo de 2013).

Reflexión Nos gustan los "tianguis". Es fácil encontrar de todo y más barato. Pero, curiosamente, somos compradores exigentes. Sometemos a múltiples exámenes los artículos que nos ofrecen. Buscamos el holograma que me asegure que estos lentes son auténticos "Ray Ban" o que este reloj tan llamativo sea "Casio" original, con banco de datos y calculadora para los exámenes…

Y si nos gusta poseer cosas auténticas, más nos agrada encontrar la autenticidad encarnada en las personas con quienes convivimos. No nos gustan las hipocresías, ni los dobleces y las mentiras.

Lo que no es auténtico no convence, ni da pruebas de garantía o confianza. Por eso Cristo pidió a su Padre que los suyos se distinguieran por dos características inequívocas: la unidad y el amor.

Con estos dos rasgos es fácil discernir quién sí es de Cristo, y quien, por el contrario no lo es. ¿Eres verdadero católico? Será porque vives el amor y tratas de crear a tu alrededor un ambiente de unidad, a pesar de las diferencias que todos tenemos. Si no… lo serás sólo de nombre. Pero no te preocupes, que para eso se adelantó Jesús rogando por ti. Pídele que te ayude, para que seas un católico auténtico según su corazón y no sólo de etiqueta.

Fortalecer mi unidad con Dios en la oración, y con mi familia, en el diálogo continuo y fraterno.

Jesucristo, la unidad es la base para vivir el mandamiento de la caridad. Tú esperas que viva como los primeros católicos, difundiendo mi fe, siendo un solo corazón y una sola alma con los demás. Quiero corresponderte pensando y hablando siempre bien de los demás, y buscando siempre construir, nunca destruir, lo que me lleve a una unidad sincera con los demás.

Hch 11, 21-26; 13,1-3; Mt 5, 17-19 La tradición católica obediente a Cristo asocia a este par de apóstoles, más aún, los Hechos de los Apóstoles refieren que fue Bernabé, quien animó a Pablo a dejar su patria y su familia en Tarso, para sumarse a la misión más innovadora en Antioquía. Efectivamente, estos dos apóstoles dieron un salto decisivo al anunciar el mensaje a griegos y judíos sin hacer distinción alguna. No cancelaron la importancia de la ley judía, simplemente la apreciaron en su justa valía. En adelante la relación adecuada con Dios pasaría a través de la fe en Jesucristo. El cumplimiento de las obras exigidas por la ley, no sería la condición previa para acceder a la salvación, sino la expresión y la consecuencia de haber sido salvado. Dios es quien nos salva y no nuestras acciones meritorias, que en realidad no son causa, sino efecto de la salvación.

"Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu Santo: «Apartenme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado." Algunos no saben que es lo que quiere Dios de ellos. Pero nosotros sabemos que en nuestra oración diaria Dios nos aparta y nos llama a la misión.

Como laicos la misión está muy cerca en nuestro instituto, universidad o trabajo.

¿Allí hay personas alejadas de Dios? Allí está nuestra misión.

Pidamos hoy en la oración ser un Pablo o un Bernabé con nuestros compañeros y compañeras. Él nos llama a la misión. Digamos sí y seamos también católicos seguidores de Cristo como los primeros en Antioquía.

"Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo." ¿Cómo tiene que ser nuestra misión? Tiene que ser como un canto nuevo: alegre y entusiasmarte.

"El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría" dice en el número 5 el Papa Francisco en Evangelli Gaudium.

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «vayan y proclamen que el reino de los cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, echen demonios. Lo que han recibido gratis, denlo gratis" Lo que han recibido gratis denlo gratis nos dice Jesús a cada uno de nosotros. Dejemos llenarnos en la oración de eso que Dios nos quiere dar y luego llenos vayamos a darlo gratis. Compartamos nuestra alegría con aquellos que todavía no han descubierto la alegría del Evangelio.

UN DIFUNTO QUE ESTÁ VIVO Hch 25, 13-21; Jn 21, 15-19 El dilema lo formula acertadamente Festo delante de Agripa; san Pablo está preso por denuncia de las autoridades judías; en el proceso, ha advertido cuál es el asunto de fondo: "se trata de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que está vivo". Desde la perspectiva externa del procurador romano es una controversia religiosa que divide a los judíos y nada más. Para san Pablo, san Pedro y los demás seguidores de Cristo es mucho más que eso. La victoria de Jesús resucitado pavimenta el camino a la plenitud de la vida. Si Pedro había renegado una y otra vez de Jesús, poniendo a salvo su propia vida, ahora ha descubierto que Dios resguarda y sostiene a los que le son fieles. La obediente fidelidad de Jesús fue ratificada por el Padre. Cuantos vivan como Él, llegarán a la plenitud. Mientras tanto, Pedro tendrá que alentarlos a mantenerse fieles al Señor Jesús.

Una flor puede perder sus pétalos por dos razones. La primera, más natural: el cambio de estación. La segunda, por intervención de un sujeto enamorado: extracción sentimental y monótona de las partes de la corola. Para muchos resultará algo cursi y anacrónico, pero para otros tiene su encanto.

Hay una prueba para saber con certeza cómo va el amor: las obras. "Obras son amores y no buenas razones". Quieres, amas, por lo tanto actúas. Tus obras son las que dan peso y veracidad a tus palabras.

San Pedro fue un gran amante de Nuestro Señor. Falló una vez y le negó, todos lo sabemos y él jamás lo olvidaría. Pero después de ese suceso penoso hizo su fuerte resolución de jamás abandonar al Maestro. Jesús no duda del amor de su "Roca", pero le hace un triple examen para poderle repetir tres veces cómo quiere él que le demuestre su afecto. "Me amas. Apacienta mis ovejas".

Muchas formas ingeniosas podemos idear para manifestar nuestro amor, pero siempre será mucho más acertada aquella que nuestra persona amada nos ha confiado que le gusta más. Desde entonces San Pedro tuvo muy claro que amar a su grey -todos los cristianos- era lo mismo que amar a su Maestro, y que si quería darle su vida debía darla a sus ovejas. Lo importante siempre es hacer lo que Dios quiere y como Él lo quiere.

Hacer una visita a Cristo Eucaristía para pedirle perdón por todas mis faltas de amor hacia Él..

Jesús, decirte cuánto te quiero con palabras es fácil, lo complicado es demostrártelo permanente en mi quehacer diario. Te ofrezco ser fiel a la oración, a la formación, al apostolado. Con tu gracia, lo puedo lograr.

UN GRAN SACERDOTE

Hb 10, 12-23; Lc 22, 14-20 Los evangelios nunca presentan a Jesús como miembro de algún linaje sacerdotal. El suyo no era un sacerdocio del linaje de Leví. Vivió su misión profética desde su condición de laico y artesano de Nazaret. Sintió el llamado de Dios y proclamó la inminencia del Reino con obras y palabras. Cuando la tozudez de las autoridades judías se opuso radicalmente a su llamado, descubrió que debía entregar no solo sus palabras sino su vida toda, para que Dios hiciera surgir con fuerza el Reinado divino. A través de ese acto decisivo, ingresó al santuario, traspasó la cortina y ensanchó el acceso de los hombres a Dios. Su obediencia lo constituyó víctima perfecta, de manera que cuantos se apoyen en Él, alcanzarán la respuesta favorable de parte de Dios.

Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, la liturgia nos pone delante del relato de la institución de la Eucaristía que narra san Lucas. Desde él podemos comprender mejor este misterio de Jesús y captar su repercusión en nosotros. Pidamos luz para ello al Espíritu Santo. Y leámoslo con atención.

Las primeras palabras del evangelio son: "llegada la hora"; y las de Jesús: "Con ansia he deseado comer esta Pascua con Ustedes antes de padecer".

Es el momento de la salvación, es la hora de Jesús, que se ofrece como sacerdote por todos nosotros. Pero junto a ese padecer Jesús predice su victoria final, cuando dice que esa comida y esa bebida ".no la comeré más hasta que se cumpla en el reino de Dios".

Jesús nos lo dice también a nosotros, recordándonos una vez más que gracias a su muerte y resurrección se pude cumplir en nuestra vida la parábola del grano de trigo: si no cae en tierra y se muere, no da fruto, pero si muere da mucho fruto.

Después llega la institución de la Eucaristía: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por Ustedes" Jesús, que con numerosos actos de misericordia había nutrido a la gente a lo largo de todo el Evangelio y que había distribuido pan y pescado a la multitud hambrienta, ahora vuelve a alimentar a los apóstoles. Pero ahora el alimento es el mismo Jesús: no un Jesús abstracto sino un Jesús que se "da" a sí mismo por sus discípulos.

Y la frase "por Ustedes" quiere recalcarnos que ese ofrecimiento de Jesús, no es únicamente el resultado de una violencia absurda sino una muerte padecida por el bien de todos los hombres. Jesús se entrega por los que ama, por sus discípulos, por cada uno de nosotros.

Después coge el cáliz de vino: "Esta copa es la Nueva Alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por Ustedes". Subraya de nuevo que su muerte es por el bien de los que ama, y que derrama su sangre.

Es una imagen bíblica, pues ya en el Antiguo Testamento la Alianza entre Yahveh y el pueblo se realiza mediante un ritual de sangre. Moisés derrama la sangre sobre el altar y luego sobre la comunidad diciendo: "Esta es la sangre de la Alianza que Yahvé ha hecho con nosotros" (Ex 24,8). Jesús cumple la promesa hecha, no sólo desde Moisés, sino desde los orígenes de la historia de la salvación. Jesús se nos da hasta la última gota de su sangre.

Pero entre el gesto sobre el pan y el de la copa, Jesús dice: "Hagan esto en memoria mía".

Con esas palabras está encargando a los apóstoles la delicada misión de conectarle con todas los discípulos que iremos siendo llamados por Él a lo largo del tiempo.

Les encarga "hacerle presente", con todo lo que Él es e implica. Así Él puede estar presente en medio de nosotros hoy, gracias al ministerio de los apóstoles, quienes cumplen el mandato de "Hagan esto en memoria mía". Es la gran misión de los sacerdotes.

Gracias a ellos, el sacerdocio de Jesús continúa presente en medio de la Iglesia:

el don de su vida por sus discípulos continúa vivo en aquellos que junto con Él son llamados a hacer lo mismo. Esto se realiza en la liturgia, en una vida de dedicación completa al servicio de los demás y, sobre todo, en la configuración de la propia personal con Jesús Eucaristía. Como dice san Juan Eudes:

"El Corazón de Jesús no es solamente el Templo, sino el altar del divino amor. Él es el soberano sacerdote que se ofrece continuamente con amor infinito.

Ofrezcámonos con Él, que Él nos consuma enteramente en el fuego de amor de su corazón".

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