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Tiempo y presciencia (página 3)




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2, 3

¿Quién no desearía saber si su destino ya está fijado?

¿Qué se entiende por "predestinación" en las iglesias? El "dictionnaire de théologie catholique" considera que es "el propósito divino de conducir a la vida eterna a ciertas personas designadas por nombre". Generalmente se cree que los escogidos, "designados por nombre", son las personas a quienes se refiere Pablo en su carta a los Romanos, en los siguientes términos: "Todas las cosas cooperan juntas para el bien de los que aman a Dios, los que son llamados según su propósito. Porque a los que conoció en su presciencia, los predestinó también para ser conformados a la imagen de su Hijo […]. Y a los que predestinó, los llamó también; y a los que llamó, los justificó también; y a los que justificó, también los glorificó". (Romanos 8:28-30, Versión Moderna)… Supuestamente Dios escogió a algunas personas aun antes de que nacieran, con miras a que participaran de la gloria de Cristo en los cielos. Esta idea nos lleva a esta cuestión por tanto tiempo debatida: ¿escoge Dios arbitrariamente a los que quiere salvar, o tiene el hombre libre albedrío y un papel que desempeñar en obtener y retener el favor de Dios?

Agustín [fue] el padre de la predestinación. Aunque otros padres de la Iglesia habían escrito previamente sobre la predestinación, por lo general se dice que Agustín (354-430 de la EC) puso el fundamento de la doctrina tanto para la Iglesia Católica como para las iglesias protestantes. Según Agustín, Dios ha predestinado a los justos desde la eternidad para recibir bendiciones eternas. Por otra parte, los injustos, si bien no han sido predestinados por Dios en el sentido estricto de la palabra, recibirán el castigo merecido por sus pecados: la condenación. La explicación de Agustín dejó poco espacio para el libre albedrío, con lo que se abrió el camino para muchas controversias.

El debate sobre la predestinación y el libre albedrío se presentó con regularidad durante la Edad Media, y llegó a su punto culminante durante la Reforma. Según Lutero, Dios tenía la libre opción de predestinar a los individuos que quisiera sin prever los méritos o buenas obras futuros de los escogidos. Calvino llegó a una conclusión más radical con su concepto de la predestinación doble: algunos son predestinados para la salvación eterna y otros para la condenación eterna. Sin embargo, éste también consideraba que la selección de Dios era arbitraria, hasta incomprensible.

El tema de la predestinación y la cuestión tan relacionada de la "gracia" —palabra utilizada por las iglesias para designar el acto por el cual Dios salva y declara justo al hombre— adquirieron proporciones tan grandes que en 1611 la Santa Sede católica prohibió toda publicación sobre el tema sin su consentimiento.

Dentro de la Iglesia Católica, las enseñanzas de Agustín recibieron un fuerte apoyo de los jansenistas franceses de los siglos XVII y XVIII. Favorecían un estilo de cristianismo muy austero y elitista, e incluso contaban con seguidores entre la aristocracia. Pero la controversia no disminuyó. El rey Luis XIV ordenó la destrucción de la abadía de Port-Royal, el centro difusor del pensamiento jansenista.

En las iglesias reformadas protestantes, la discusión no había terminado, ni mucho menos. Los arminianos, seguidores de Jacobus Arminio, creían junto con otros grupos que el hombre tenía un cometido que llevar a cabo en su propia salvación. El sínodo protestante de Dordrecht (1618-1619) zanjó la cuestión temporalmente al adoptar una forma estricta de ortodoxia calvinista. Según el libro "l"aventure de la Réforme—le monde de Jean Calvin", esta polémica sobre la predestinación y el libre albedrío originó en Alemania un largo período de "intentos infructuosos de reconciliación, abusos, encarcelamientos y destierros de teólogos".

¿Predestinación o libre albedrío? Desde el comienzo estas dos ideas diametralmente opuestas, la predestinación y el libre albedrío, desencadenaron muchos conflictos acalorados. Agustín no había podido explicar esta incompatibilidad. Calvino la veía como una expresión de la voluntad soberana de Dios, y por tanto inexplicable. Pero ¿nos ayuda la Biblia a entender estas cuestiones con más claridad al revelar las cualidades de Dios? ¿Puede conciliarse la predestinación con el amor de Dios?

"Llamamos predestinación al eterno decreto de Dios, por el que ha determinado lo que quiere hacer de cada uno de los hombres. Porque Él no los crea a todos con la misma condición, sino que ordena a unos para la vida eterna, y a otros para condenación perpetua". Así definió el reformador protestante Juan Calvino su concepto de predestinación en el libro "Institución de la religión cristiana". Este concepto se basa en la idea de que Dios es omnisciente y que los actos de sus criaturas no pueden poner en entredicho sus propósitos ni obligarlo a cambiar. Pero ¿es esto realmente lo que da a entender la Biblia acerca de Dios? Más importante aún, ¿es dicha explicación compatible con las cualidades de Dios, especialmente el amor, su cualidad principal?

Dios puede predecir el futuro. Se refiere a sí mismo como "Aquél que declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho; Aquél que dice: "Mi propio consejo subsistirá, y todo lo que es mi deleite haré"" (Isaías 46: 10). A través de la historia del hombre, Dios ha hecho que se pongan por escrito sus profecías para mostrar que puede usar su presciencia y predecir acontecimientos con antelación. Por esa razón, en los días de Belsasar, el rey de Babilonia, cuando el profeta Daniel tuvo un sueño de dos bestias salvajes, una de las cuales suplantaría a la otra, Jehová le dio la interpretación: "El carnero que tú viste que poseía los dos cuernos representa a los reyes de Media y Persia. Y el macho cabrío peludo representa al rey de Grecia" (Daniel 8: 20,21). Es obvio que Dios utilizó su presciencia para revelar la sucesión de potencias mundiales. Al Imperio babilonio, que prevalecía en aquel tiempo, le seguiría Medopersia y después Grecia.

Las profecías también pueden referirse a un solo individuo. Por ejemplo, el profeta Miqueas dijo que el Mesías nacería en Belén (Miqueas 5:2). También en este caso Dios usó su presciencia. Sin embargo, este suceso se anunció con un propósito particular: la identificación del Mesías. Este caso no justifica que se pueda generalizar la doctrina de la predestinación para todo el mundo. Al contrario, las Escrituras revelan que hay situaciones en las que Dios opta por no saber de antemano un determinado resultado. Poco antes de destruir a Sodoma y Gomorra, dijo: "Estoy completamente resuelto a bajar para ver si obran del todo conforme al clamor que acerca de ello ha llegado a mí, y, si no, podré llegar a saberlo". (Génesis 18:

21). Este texto nos muestra con claridad que Dios no preconoció el grado de depravación de aquellas ciudades antes de investigarlo.

Es cierto que Dios puede prever ciertos sucesos, pero en muchos casos ha optado por no emplear su presciencia. Como es todopoderoso, es libre de utilizar sus capacidades como él desee, no como deseen seres humanos imperfectos.

Al igual que Calvino, hay quienes afirman que Dios predeterminó la caída del hombre antes de crearlo y que ya había predestinado a los "escogidos" antes de aquella caída. Pero si esto fuera cierto, ¿no habría sido hipócrita Dios al ofrecer a Adán y Eva la perspectiva de vida eterna, sabiendo que no podrían alcanzarla? Además, en ningún lugar de las Escrituras se niega que a la primera pareja humana se le presentaran dos opciones: seguir la dirección divina y vivir para siempre, o rechazarla y morir (Génesis, capítulo 2).

Pero, ¿impidieron en realidad Adán y Eva que Dios llevara a cabo su propósito? No, pues inmediatamente después del pecado de ellos, Dios anunció que produciría una "descendencia" que destruiría a Satanás y a sus agentes, y que él enderezaría de nuevo los asuntos en la Tierra. Tal como unos cuantos insectos no pueden impedir que un hortelano produzca buenas cosechas, así la desobediencia de Adán y Eva no impedirá que Dios convierta la Tierra en un paraíso (Génesis, capítulo 3). Más tarde Dios reveló que se confiaría un Reino a un descendiente del rey David y que otras personas formarían parte de él. A éstos se les llama "los santos del Supremo" (Daniel 7:18; 2 Samuel 7:12; 1 Crónicas 17:11).

El hecho de que Dios optara por desconocer el derrotero que tomaría la humanidad no le impedía profetizar las consecuencias de las acciones buenas o malas del hombre. Al mecánico que advierte a un conductor de la precaria condición de su vehículo no se le puede responsabilizar si ocurre un accidente, ni acusársele de predestinarlo. De igual modo, a Dios no se le puede acusar de predestinar las tristes consecuencias de las acciones de algunos individuos.

Ése también fue el caso de los descendientes de la primera pareja humana. Antes de que Caín matara a su hermano, Jehová le presentó dos opciones: ¿lograría Caín el dominio sobre el pecado, o se dejaría dominar por él? En el relato no hay nada que indique que Jehová hubiera predeterminado que Caín haría la peor selección y mataría a su hermano. (Génesis 4:3-7.)

Posteriormente, la Ley mosaica advirtió a los israelitas de lo que sucedería si se apartaban de Jehová; por ejemplo, si tomaban esposas de naciones paganas. Y ocurrió lo que se predijo. Esto puede verse en el caso del rey Salomón, que, influido por sus esposas extranjeras, practicó la idolatría al final de su vida (1 Reyes 11:7,8). Sí, Dios advirtió a su pueblo, pero no predestinó cuáles serían sus acciones individuales.

Se anima a los escogidos cristianos a perseverar si no quieren perder la recompensa de reinar con Cristo en el cielo que se les ha prometido (2 Pedro 1:10; Revelación 2:5,10, 16; 3:11). Como han preguntado algunos teólogos en el pasado: ¿Por qué se darían tales recordatorios si el llamamiento de los escogidos fuera definitivo?

Como el hombre fue creado "a la imagen de Dios", se le dio libre albedrío (Génesis 1:27). Éste era indispensable para que los seres humanos honraran y sirvieran a Dios por amor, no como robots que ya tuvieran programado de antemano todo movimiento. El amor de criaturas inteligentes y libres haría posible que Dios refutara acusaciones injustas. Él dice: "Sé sabio, hijo mío, y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me está desafiando con escarnio" (Proverbios 27:11).

Si los siervos de Dios estuvieran predestinados, o, por decirlo así, programados, ¿no podría ponerse en entredicho la sinceridad del amor de ellos a su Creador? Y, ¿no sería contrario a la imparcialidad de Dios seleccionar de antemano a las personas destinadas a la gloria celestial y a la felicidad sin tomar en cuenta sus méritos individuales? Además, si a algunas personas se las trata con esta preferencia, mientras que a otras se las destina al castigo eterno, difícilmente podrían los "escogidos" tener sentimientos sinceros de gratitud (Génesis 1:27; Job 1:8; Hechos 10:34,35).

Por último, Cristo dijo a sus discípulos que predicaran las buenas nuevas a toda la humanidad. Si Dios ya hubiera escogido a los que salvará, ¿no enfriaría esto el celo que muestran los cristianos en la evangelización? ¿No carecería de sentido la predicación?

El amor imparcial de Dios es la motivación más poderosa que impulsa al hombre a amarlo. La mayor expresión del amor de Dios fue dar a su Hijo en sacrificio a favor de hombres imperfectos, pecadores. La presciencia de Dios con respecto a su Hijo es un caso especial, pero nos asegura que las promesas de restauración que dependen de Jesús sin falta se cumplirán. Así que pongamos fe en su Hijo y acerquémonos a Él. Mostremos nuestro aprecio aceptando la invitación de Dios de establecer una buena relación con nuestro Creador. Él dirige hoy esta invitación a todos los que desean ejercer su libre albedrío y mostrarle su amor.

"A los que de antemano Dios conoció también los predestinó a ser hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primero entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; a los que justificó, también los glorificó" (Romanos 8:29,30, Nueva Versión Internacional). ¿Cómo hemos de entender el término "predestinó" que utiliza Pablo en estos versículos?

El razonamiento de Pablo no es un argumento perentorio en favor de la predestinación individual.

En los años de 1930, el "dictionnaire de théologie catholique" explicó los argumentos de Pablo (Romanos, capítulos 9-11) de esta forma: "Entre los exégetas católicos predomina cada vez más la opinión de que no se ha enunciado el concepto de predestinación para vida eterna". La misma obra de consulta cita a continuación de M. Lagrange, con estas palabras: "La cuestión que trata Pablo directamente no es en absoluto la de la predestinación y la reprobación, sino únicamente la del llamamiento de los gentiles a la gracia del cristianismo, siendo su antítesis la incredulidad de los judíos. […] Tiene que ver con colectividades, los gentiles, los judíos y no directamente con individuos determinados".

Más recientemente, la Biblia de Jerusalén presentó la misma conclusión respecto a estos capítulos (9-11), y dijo: "No se trata, pues, en estos cap[ítulos] del problema de la predestinación de los individuos a la gloria ni aun a la fe, sino del problema del papel histórico de Israel, al que únicamente se refieren las afirmaciones del A[ntiguo] T[estamento]". Los últimos versículos del capítulo 8 de Romanos forman parte de este mismo contexto. Así que estos versículos nos recuerdan que Dios previó la existencia de una clase, o colectividad, de seres humanos que recibirían el llamamiento para reinar junto con Cristo, y los requisitos que tendrían que satisfacer, pero sin designar de antemano a qué individuos se escogería en particular, pues eso sería contrario a su amor y su justicia».

Presciencia y predeterminación.

En la sagrada escritura, la palabra que por lo general se traduce por "presciencia" se encuentra en las Escrituras Griegas Cristianas, aunque este mismo conceptos se halla reflejado también en las Escrituras Hebreas. Según el libro "Perspicacia para comprender las Escrituras", ya citado anteriormente, páginas 701-710: «El término "presciencia" traduce la palabra griega "prógnosis" (de pro, "antes", y gnosis, "conocimiento"). La forma verbal correspondiente, "proguinosko", se emplea en dos ocasiones con referencia a los seres humanos: en el comentario de Pablo respecto a ciertos judíos que lo habían "conocido de antes" y en la referencia que hace Pedro al "conocimiento de antemano" que tenían aquéllos a quienes dirigió su segunda carta (Hechos 26:4,5; 2 Pedro 3:17). En este último caso es obvio que tal presciencia no era infinita, es decir, no significaba que aquellos cristianos conocían todos los detalles sobre el tiempo, el lugar y las circunstancias relacionados con las condiciones y los sucesos futuros (relativos al "fin del mundo") que Pedro había considerado. Pero sí tenían una idea general de lo que podían esperar (es decir, de las condiciones y peligros que tendrían que ir apareciendo a medida que el fin se acercara), una idea que habían recibido gracias a que Dios inspiró a Pedro y a los otros escritores de la Biblia.

"Predeterminar" traduce la palabra griega "proorizo" (de pro, "antes", y horizo, "delimitar, demarcar". La palabra española "horizonte" se deriva de la griega horizon, que significa "delimitador, demarcador"). Como ilustración del sentido que tiene el verbo griego "horizo", véase la declaración que hizo Jesús con respecto a sí mismo: "El Hijo del hombre se va conforme a lo que está designado [horismenon]"; o las palabras de Pablo cuando dijo que Dios "decretó [delimitó, horisas] los tiempos señalados y los límites fijos de la morada de los hombres" (Lucas 22:22; Hechos 17:26). Este mismo verbo también se usa para hacer referencia a la determinación de los hombres, como, por ejemplo, cuando los discípulos "resolvieron [hórisan]" enviar una ministración de socorro a sus hermanos necesitados (Hechos 11:29). No obstante, las referencias específicas a la acción de predeterminar que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas sólo se aplican a Dios.

En la Biblia se dice claramente que Dios puede preconocer y predeterminar. Jehová mismo presenta como prueba de su Divinidad esta capacidad de preconocer y predeterminar acontecimientos de salvación y liberación, así como actos de juicio y castigo, y luego hacer que se realicen. Su pueblo escogido es testigo de ello. La presciencia y la predeterminación divinas constituyen la base de toda profecía verdadera. Jehová desafía a todas las naciones que se oponen a su pueblo a que demuestren la pretendida divinidad de aquéllos a quienes consideran dioses y de sus ídolos, pidiendo que sus deidades profeticen actos de salvación y juicio similares y que luego hagan que se cumplan. Su impotencia ante este desafío demuestra que sus ídolos sólo "son viento e irrealidad".

Las sagradas escrituras también muestran que Dios extiende a sus criaturas el privilegio y la responsabilidad de elegir lo que quieren hacer, o ejercer libre albedrío, haciéndolas así responsables de sus actos. Por lo tanto, no son meros autómatas o robots. No se podría afirmar que el hombre fue creado a la "imagen de Dios" si no tuviera libre albedrío. Lógicamente, no debería haber ningún conflicto entre la presciencia de Dios, así como su predeterminación, y el libre albedrío de sus criaturas inteligentes. Debe existir, pues, la posibilidad de compatibilizar ambos aspectos.

Además, las normas y cualidades morales de Dios reveladas en la Biblia, como su justicia, honradez, imparcialidad, amor, misericordia y bondad, deben presidir la manera en cómo Dios usa sus facultades de presciencia y predeterminación. Es evidente que cualquier cosa que Dios preconozca tiene que suceder inevitablemente, por lo que Dios puede llamar a las "cosas que no son como si fueran" (Romanos 4:17). En consecuencia, surge la pregunta: ¿sabe Dios de antemano todo lo que la gente hará? La cuestión que con esto se plantea es: ¿es infinito o ilimitado su ejercicio de la presciencia? ¿Prevé y preconoce todas las acciones futuras de todas sus criaturas, tanto celestiales como humanas? Y, ¿predetermina Dios tales acciones o hasta preordena cuál será el destino final de todas sus criaturas, aun antes de que hayan llegado a existir? O, ¿ejerce quizás Dios su presciencia de manera selectiva o a voluntad, de modo que sólo prevea o preconozca lo que opte por prever o preconocer? Y, en lugar de determinar el destino eterno de sus criaturas antes que lleguen a existir, ¿espera hasta poder juzgar su proceder en la vida y la actitud que demuestren al estar bajo prueba? Las respuestas a estas preguntas sólo pueden hallarse en las santas escrituras y en la información que en ellas se da sobre los tratos de Dios con sus criaturas, así como en aquellas cosas que Su Hijo Jesucristo reveló.

La doctrina de la predestinación supone que Dios ejerce su presciencia hasta un grado infinito y predetermina o preordena el proceder y el destino de todos los individuos. Sus defensores razonan que la Divinidad y la perfección de Dios requieren que sea omnisciente (que todo lo sabe), no sólo tocante al pasado y al presente, sino también tocante al futuro. Según este concepto, el que Dios no preconociera todos los asuntos hasta en los mínimos detalles sería muestra de imperfección. Casos como el de Esaú y Jacob, los hijos gemelos de Isaac, se presentan como prueba de que Dios predetermina el futuro de sus criaturas antes de que nazcan (Romanos 9:10-13); también se citan textos como Efesios 1:4,5 en prueba de que Dios preconoció y predeterminó el futuro de todas sus criaturas aun antes del principio de la creación.

Para que este punto de vista fuera acertado, tendría que armonizar con la explicación bíblica de las cualidades, normas y propósitos divinos, así como la relación justa de Dios con sus criaturas (Revelación 15: 3,4). Sería conveniente, por lo tanto, analizar las implicaciones de la doctrina de la predestinación. Aceptar este concepto implicaría suponer que, gracias a su presciencia, Dios preconoció y predeterminó antes de la creación de los ángeles y del hombre el comportamiento de dicha creación, incluso la rebelión de uno de sus hijos celestiales, la posterior rebelión de la primera pareja humana (Génesis 3:1-6; Juan 8:44) y todas las penosas consecuencias de esa rebelión, tanto hasta el día de hoy como para un futuro. Esto significaría forzosamente que toda la maldad que se ha producido durante la historia (crimen e inmoralidad, opresión y sufrimiento, mentira e hipocresía, adoración falsa e idolatría) existía en un tiempo, antes de la creación, en la mente de Dios, debido a su preconocimiento del futuro hasta los más mínimos detalles.

El que el Creador de la humanidad verdaderamente hubiera ejercido su poder para preconocer todo lo que la historia ha visto desde la creación del hombre querría decir que cuando Él declaró: "Hagamos al hombre" (Génesis 1:26), en realidad habría estado poniendo en marcha deliberadamente toda la iniquidad practicada desde aquel tiempo. Estos hechos ponen en tela de juicio lo razonable y consecuente del concepto predestinatorio, en particular en vista de que el discípulo Santiago muestra que el desorden y otras cosas viles no se originan de los cielos, sino que son de fuente "terrenal, animal, demoníaca" (Santiago 3:14-18).

¿Ejerce Dios la presciencia hasta un grado infinito? Razonar que el que Dios no preconociera todos los sucesos y circunstancias futuras en pleno detalle revelaría imperfección en realidad denota un concepto arbitrario de lo que es perfección. La perfección propiamente definida no presupone términos tan absolutos e inclusivos, puesto que, en realidad, el que algo sea perfecto radica en que esté a la altura de las normas de excelencia impuestas por alguien capacitado para juzgarlas. En el fondo, los factores decisivos que han de determinar si algo es perfecto o no son la propia voluntad y el beneplácito de Dios, no las opiniones o conceptos humanos.

Examínese el siguiente ejemplo: La omnipotencia de Dios es innegablemente perfecta e infinita. No obstante, la perfección de su poder no requiere que haga uso de la plenitud de su omnipotencia en cualquier caso dado o en todos ellos. Es obvio que no lo ha hecho, pues, de haber sido así, no sólo hubiese destruido algunas ciudades y naciones antiguas, sino que hace mucho que hasta la propia Tierra y todo cuanto hay en ella habrían sido destruidos por la expresión de sus juicios y poderosas manifestaciones de desaprobación, como ocurrió en el Diluvio y en otras ocasiones parecidas. Por lo tanto, el ejercicio que Dios hace de su fuerza no es una liberación de poder ilimitado, sino que está controlada por su propósito, y cuando se merece, atemperado por su misericordia.

De forma similar, si en determinados asuntos Dios opta por hacer uso de su facultad infinita de presciencia de manera selectiva y sólo hasta cierto grado, nadie, ni humano ni ángel, tiene derecho a decirle: "¿Qué estás haciendo?" (Job 9:12; Isaías 45:9; Daniel 4:35). Por lo tanto, no es una cuestión de capacidad, es decir, de lo que Dios puede prever, preconocer o predeterminar, porque "para Dios todas las cosas son posibles" (Mateo 19:26), sino de lo que Dios considere conveniente preconocer y predeterminar, porque "todo lo que se deleitó en hacer lo ha hecho" (Salmo 115:3).

Contrario a la doctrina de la predestinación, varios textos de la Biblia muestran que Dios frecuentemente analiza una situación que se está produciendo y luego decide sobre la base de su examen de los hechos, sin siquiera usar la presciencia futurista. Por ejemplo, Génesis 11:5-8 indica que Dios dirigió su atención a la Tierra con el fin de examinar lo que ocurría en Babel y a continuación tomó medidas para desbaratar la conspiración inicua que había comenzado allí. Cuando Sodoma y Gomorra se vieron sumidas en un ambiente de iniquidad, Jehová le informó a Abrahán que iba a investigar (por medio de sus ángeles) "para ver si obraban del todo conforme al clamor que acerca de ello había llegado a él, y, si no, podría llegar a saberlo" (Génesis 18:20-22; 19:1). Dios dijo que "había llegado a conocer a Abrahán", y después que éste estuvo a punto de sacrificar a Isaac, Jehová declaró: "Ahora sé de veras que eres temeroso de Dios, puesto que no has retenido de mí a tu hijo, tu único".

"Presciencia selectiva" es el concepto correcto y significa que Dios podía optar por no preconocer indistintamente todos los actos futuros de sus criaturas. Esto querría decir que en lugar de que toda la historia desde la creación en adelante fuese una simple repetición de lo que Dios ya había previsto y predeterminado, Él podría, con toda sinceridad, colocar ante la primera pareja humana la perspectiva de vida eterna en una Tierra libre de iniquidad. Las instrucciones que Jehová dio a sus dos primeros hijos humanos para que, como sus agentes perfectos y libres de pecado, llenaran la Tierra con su prole, la transformaran en un paraíso y ejercieran control sobre la creación animal, constituían la concesión de un privilegio verdaderamente amoroso y lo que en realidad deseaba para ellos, más bien que ser una comisión condenada al fracaso de antemano. Si Dios hubiera preconocido que la primera pareja humana iba a pecar y que jamás podría comer del "árbol de la vida", la prueba del "árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo" y el que hubiese creado un "árbol de la vida" en el jardín de Edén hubieran carecido de sentido y de propósito.

Ofrecer algo muy deseable a otra persona sabiendo de antemano que no podrá cumplir las condiciones para obtenerlo se consideraría un acto hipócrita y cruel. La esperanza de tener vida eterna se presenta en la Palabra de Dios como una meta al alcance de toda persona. Después que Jesús instó a sus oyentes a "seguir buscando con el fin de hallar" aquellas cosas buenas que proceden de Dios, dijo que un padre no daría una piedra o una serpiente a un hijo que le pidiese pan o pescado. Luego, con el fin de dar a conocer el punto de vista de su Padre respecto a defraudar las legítimas aspiraciones de una persona, añadió: "Por lo tanto, si vosotros, aunque sois inicuos, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¡con cuánta más razón dará su Padre que está en los cielos cosas buenas a los que le piden!" (Mateo 7:7-11).

Así que las invitaciones y oportunidades que Dios coloca delante de todas las personas para que reciban beneficios y bendiciones eternas son de buena fe. Él puede instar a los hombres con toda sinceridad a que "se vuelvan de sus transgresiones y sigan viviendo", como hizo con el pueblo de Israel. Lógicamente, no podría instarlos de este modo si preconociera que individualmente estaban destinados a morir como practicantes de iniquidad. Jehová le dijo a Israel: "Ni dije yo a la descendencia de Jacob: "Buscadme sencillamente para nada". Yo soy Jehová, que hablo lo que es justo, que informo lo que es recto. […] Dirigios a mí y sed salvos, todos vosotros los que estáis en los cabos de la tierra". (Isaías 45:19-22). De manera similar, el apóstol Pedro escribió: "Jehová no es lento respecto a su promesa [del día venidero en el que se rendirán cuentas], como algunas personas consideran la lentitud, pero es paciente para con vosotros porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento" (2 Pedro 3:9). Si Dios ya hubiera preconocido y predeterminado con milenios de anticipación exactamente qué individuos recibirían la salvación eterna y cuáles destrucción eterna, bien cabría preguntarse de qué sirve la "paciencia" de Dios y hasta qué grado es genuino su deseo de que "todos alcancen el arrepentimiento". El apóstol Juan escribió por inspiración que "Dios es amor", y el apóstol Pablo indica que el amor "espera todas las cosas" (1 Juan 4:8; 1 Corintios 13:4,7). En consonancia con esta sobresaliente cualidad divina, Dios muestra una actitud genuinamente sincera y bondadosa hacia todas las personas, deseando que obtengan la salvación, mientras no demuestren ser indignas y ya no quede esperanza para ellas. Por eso el apóstol Pablo habla de la "cualidad bondadosa de Dios [que] está tratando de conducirte al arrepentimiento" (Romanos 2:4-6).

Finalmente, si por la presciencia de Dios, la oportunidad de recibir los beneficios del sacrificio de rescate de Cristo Jesús ya hubiera estado irrevocablemente cerrada para algunos, quizás para millones de personas, incluso antes de que nacieran, debido a que nunca pudieran ser merecedores de esos beneficios, no podría decirse con sinceridad que el rescate se había hecho disponible para todos los hombres. Es obvio que la imparcialidad de Dios no es una simple metáfora. "En toda nación, el que le teme [a Dios] y obra justicia le es acepto" (Hechos 10:34,35; Deuteronomio 10:17; Romanos 2:11). La opción de buscar a Dios, por si acaso "buscan a tientas y verdaderamente lo hallan, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros", está disponible para todas las personas (Hechos 17:26,27). Por consiguiente, la exhortación divina que se da al final del libro de Revelación: "Cualquiera que oiga, diga: "¡Ven!". Y cualquiera que tenga sed, venga; cualquiera que desee, tome gratis el agua de la vida" (Revelación 22:17), no es una esperanza vacía o una promesa hueca.

En todo el registro bíblico, cuando Dios ejerce su presciencia y predeterminación siempre es en consonancia con sus propósitos y su voluntad. "Proponerse" algo significa aspirar a conseguir cierta meta u objetivo poniendo los medios que lo propician. La palabra griega "próthesis", que se traduce "propósito", significa literalmente "lo antepuesto o expuesto antes". Puesto que los propósitos de Dios se cumplirán inevitablemente, Él puede preconocer los resultados, la realización final de sus propósitos, y puede predeterminar tanto esos resultados como los pasos que quizás crea conveniente dar para lograrlos. Por eso se dice que Jehová "forma" o "moldea" (del hebreo "yatsar", término relacionado con "alfarero"; Jeremías 18:

4) su propósito en lo que respecta a acontecimientos o acciones futuras. En su calidad de Gran Alfarero, Dios "opera todas las cosas conforme a la manera como su voluntad aconseja", en armonía con su propósito, y "hace que todas sus obras cooperen juntas" para el bien de los que lo aman. Por tanto, Dios "declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho", específicamente en relación con sus propósitos determinados (Isaías 46:9-13).

Dios creó perfecta a la primera pareja humana, y pudo contemplar los resultados de toda su obra creativa y ver que todo era "muy bueno" (Génesis 1:26,31; Deuteronomio 32:4). En lugar de preocuparse con un sentido de desconfianza por lo que la pareja humana pudiera hacer en el futuro, Dios "procedió a descansar", dice el registro (Génesis 2:2). Pudo hacerlo porque, en virtud de su omnipotencia y sabiduría supremas, ninguna acción, circunstancia o contingencia que surgiera podría convertirse en un obstáculo insalvable o en un problema irremediable que impidiera la realización de su propósito soberano. Por lo tanto, no existe ninguna base bíblica para apoyar los argumentos de los que creen en la predestinación y alegan que el que Dios se abstuviera así de emplear sus poderes de presciencia pondría en peligro sus propósitos, dejándolos "siempre expuestos al fracaso por falta de previsión, lo que lo obligaría a poner continuamente en orden su sistema cuando éste se desordenara por causa de la contingencia de las acciones de los seres con libre albedrío". El que Dios haga uso de su presciencia de manera selectiva tampoco significa que sus criaturas tengan el poder de "quebrantar las medidas [de Dios], obligarlo a cambiar continuamente su modo de pensar, someterlo a vejación o ponerlo en confusión", como afirman los que creen en la doctrina de la predestinación (Cyclopædia, de M"Clintock y Strong, 1894, volumen 8, página 556). Si ni siquiera los siervos terrestres de Dios tienen verdadera necesidad de "inquietarse acerca del día siguiente", se desprende que su Creador, para quien las naciones poderosas son "como una gota de un cubo", ni tuvo ni tiene tal ansiedad (Mateo 6:34; Isaías 40:15).

También hay casos en los que Dios preconoció el derrotero que emprenderían ciertos grupos, naciones o la mayoría de la humanidad, y por ello predijo el rumbo básico que seguirían sus acciones futuras y predeterminó la acción que tomaría con ellos. No obstante, esa presciencia o predeterminación no priva a los que integran tales grupos de la humanidad de ejercer su libre albedrío para decidir qué proceder particular quieren seguir, como se ve en los siguientes ejemplos:

– Antes del diluvio del día de Noé, Jehová anunció su propósito de causar una destrucción que resultaría en la pérdida de vidas humanas y animales. No obstante, el relato bíblico muestra que Dios tomó esa determinación después que se manifestaron las condiciones que requirieron tal acción, como la violencia y otras maldades. Además, como Dios puede "conocer el corazón de los hijos de la humanidad", examinó la situación y descubrió que "toda inclinación de los pensamientos del corazón [de la humanidad] era solamente mala todo el tiempo". Sin embargo, hubo personas, a saber, Noé y su familia, que individualmente obtuvieron el favor de Dios y escaparon de la destrucción.

– Algo similar sucedió en el caso de la nación de Israel: aunque Dios dio a los israelitas la oportunidad de llegar a ser un "reino de sacerdotes y una nación santa" si guardaban su pacto, no obstante, unos cuarenta años después, cuando la nación estaba a punto de entrar en la Tierra Prometida, predijo que quebrantarían su pacto y que Él los abandonaría como nación. En este caso, la presciencia de Dios no carecía de base previa, puesto que ellos ya habían manifestado insubordinación y rebelión a escala nacional. Por consiguiente, Dios dijo: "Porque bien conozco su inclinación que van desarrollando hoy antes de que yo los introduzca en la tierra acerca de la cual he jurado". Dios podía preconocer que la inclinación que manifestaban resultaría en que aumentara su iniquidad, pero eso no hacía que Él, en virtud de su presciencia, fuera responsable de ello, tal como el que alguien sepa de antemano que una determinada estructura que se ha edificado con materiales de poca calidad y de manera deficiente se deteriorará no lo hace responsable de ello. La regla divina que rige es: "Se siega lo que se siembra" (Gálatas 6:7-9; compárese con Oseas 10:12,13). Ciertos profetas proclamaron advertencias proféticas de las expresiones de juicio que Dios había predeterminado, pero todas se basaban en una condición o actitud de corazón ya existente. Sin embargo, aun en estos casos, había oportunidad para que algunos respondieran individualmente al consejo, la censura y las advertencias de Dios, y así se hicieran dignos de su favor; de hecho, hubo quienes lo hicieron.

– El Hijo de Dios, que también podía leer los corazones humanos, fue dotado por su Padre con poderes de presciencia, de modo que pudo predecir condiciones, sucesos y expresiones de juicio divino que acontecerían en el futuro. Jesús predijo que los escribas y fariseos como clase recibirían el juicio del Gehena, pero con ello no quiso decir que cada fariseo o escriba estuviera condenado de antemano a la destrucción, como lo muestra el caso del apóstol Pablo. Jesús predijo ayes para Jerusalén y otras ciudades que no querían arrepentirse, pero no indicó que su Padre hubiera predeterminado que cada persona de esas ciudades sufriría ese castigo. También preconocía en qué resultaría la inclinación y actitud de corazón de la humanidad, y predijo las condiciones que existirían entre la humanidad para el tiempo de la "conclusión del sistema de cosas", y también cómo se irían realizando los propósitos de Dios. Los apóstoles de Jesús también pronunciaron profecías que manifestaban la presciencia de Dios con respecto a ciertas clases, como el "anticristo", y también el fin que tales clases tienen predeterminado.

Además de emplear su presciencia con respecto a clases de personas, también lo ha hecho en relación con determinadas personas. Entre estos están: Esaú y Jacob (mencionados antes), el Faraón del éxodo, Sansón, Salomón, Josías, Jeremías, Ciro, Juan el Bautista, Judas Iscariote y el propio Hijo de Dios, Jesús. En los casos de Sansón, Jeremías y Juan el Bautista, Jehová hizo caso de su presciencia antes de que nacieran. Sin embargo, Dios no especificó cuál iba a ser su destino final, pero sí predeterminó que Sansón viviría conforme al voto de los nazareos e iniciaría la liberación de Israel de los filisteos, que Jeremías sería profeta y que Juan el Bautista haría una obra preparatoria como precursor del Mesías. Aunque se les favoreció mucho con dichos privilegios, este hecho no garantizaba que obtendrían salvación eterna, ni siquiera que permanecerían fieles hasta la muerte (aunque los tres lo hicieron). Jehová predijo que uno de los muchos hijos de David sería llamado Salomón y predeterminó que ése sería quien edificaría el templo. No obstante, aunque se le favoreció de esta manera y hasta tuvo el privilegio de escribir ciertos libros de las Santas Escrituras, Salomón cayó en la apostasía en los últimos años de su vida. En el caso de Esaú y Jacob, la presciencia de Dios tampoco fijó sus destinos eternos; lo que hizo fue determinar o predeterminar cuál de los grupos nacionales que descenderían de ellos conseguiría una posición dominante sobre el otro. Al prever que dominaría Jacob, también se mostró que él sería quien obtendría el derecho de primogénito, lo que conllevaba el privilegio de pertenecer al linaje por medio del cual vendría la "descendencia" abrahámica. De este modo, Jehová Dios dejó claro que cuando selecciona individuos para usarlos de determinada manera, no se rige por las costumbres o procedimientos usuales que se conforman a las expectativas humanas. Tampoco se ve obligado a otorgar ciertos privilegios únicamente sobre la base de obras, de modo que alguien pudiera llegar a creer que se ha "ganado el derecho" a tales privilegios y que "se le deben". El apóstol Pablo destacó este punto cuando mostró por qué Dios, por su bondad inmerecida, pudo conceder a las naciones gentiles privilegios que en otro tiempo parecía que estaban reservados a Israel. La cita que Pablo hace de que Jehová "amó a Jacob [Israel] y odió a Esaú [Edom]" corresponde a Malaquías 1:2,3, escrito mucho después del tiempo de Jacob y Esaú. De modo que la Biblia no dice necesariamente que Jehová tuviera esa opinión de los gemelos antes de su nacimiento, aunque es un hecho probado científicamente que gran parte de la manera de ser y del temperamento de un niño se determinan al tiempo de la concepción como consecuencia de los factores genéticos aportados por cada uno de los padres, y es obvio que Dios puede ver esos factores. David dijo que Jehová vio "hasta su embrión". No es posible decir hasta qué grado afectó eso a la predeterminación de Jehová concerniente a los dos muchachos, pero, de todos modos, el que escogiera a Jacob en lugar de a Esaú no significó en sí mismo que condenaba a la destrucción a Esaú o a sus descendientes, los edomitas. Hasta algunos cananeos, cuyos pueblos habían sido maldecidos, tuvieron el privilegio de asociarse con el pueblo que estaba en relación de pacto con Dios y recibieron bendiciones. (Génesis 9:25-27; Josué 9:27). El "cambio de parecer" que Esaú buscó encarecidamente con lágrimas sólo fue un intento infructuoso de alterar la decisión de su padre Isaac de que la bendición especial correspondiente al primogénito aplicara por entero a Jacob. Por lo tanto, esto indicó que Esaú no sentía ningún arrepentimiento ante Dios por su actitud materialista.

La profecía de Jehová concerniente a Josías requería que algún descendiente de David se llamara así, y además predijo que ese rey tomaría acción contra la adoración falsa que se practicaba en la ciudad de Betel. Más de tres siglos después, un rey con ese nombre cumplió esta profecía. Sin embargo, no prestó atención a "las palabras de Nekó procedentes de la boca de Dios", lo que resultó en su muerte (2 Crónicas 35:20-24). Por lo tanto, aunque Dios lo preconoció y predeterminó para hacer un trabajo específico, Josías era una persona con libre albedrío que podía escoger entre obedecer o no hacerlo. De manera similar, Jehová predijo con casi dos siglos de anterioridad que se valdría de un conquistador llamado Ciro para liberar a los judíos de Babilonia. No obstante, la Biblia no dice que el gobernante persa que se llamó así en cumplimiento de la profecía divina se hiciese adorador verdadero de Jehová; de hecho, la historia seglar muestra que continuó adorando a dioses falsos.

Estos casos de presciencia antes del nacimiento de la persona no están en pugna con las cualidades reveladas de Dios y las normas que Él ha declarado. Tampoco hay nada que indique que Dios haya obligado a aquellas personas a obrar contra su voluntad. En los casos del Faraón, de Judas Iscariote y del propio Hijo de Dios, no hay prueba alguna de que Jehová haya empleado su presciencia antes de que llegaran a existir. En cada uno de estos casos quedan reflejados algunos principios relacionados con la presciencia y predeterminación divinas. Uno de esos principios es que Dios pone a prueba a una persona, bien al ocasionar o dar lugar a que ocurran determinadas circunstancias o acontecimientos, o al hacer que esa persona escuche sus mensajes inspirados, con el fin de que ejerza su libre albedrío y tome una decisión que revele a la vista de Jehová cuál es la inclinación de su corazón. De acuerdo con la respuesta de la persona, Dios puede también amoldarla en el derrotero que ella ha escogido de propia voluntad. Así que "el corazón del hombre terrestre" tiene que inclinarse primero en una determinada dirección antes de que Jehová proceda a dirigir sus pasos (Proverbios 16:9; Salmo 51:10). Cuando se halla bajo prueba, el corazón puede adoptar una actitud invariable, bien para endurecerse en un proceder de injusticia y rebelión o para reafirmarse en su devoción inquebrantable a Jehová Dios y en su determinación a hacer Su voluntad. Una vez que la persona ha llegado a ese extremo por decisión propia, las consecuencias de su derrotero pueden predeterminarse y predecirse sin violentar su derecho a ejercer libre albedrío y sin que se haga injusticia. El caso del fiel Abrahán, que ya se ha examinado, ilustra bien estos principios. Un caso opuesto fue el del insensible Faraón del éxodo. Jehová previó que no autorizaría la salida de los israelitas "salvo por una mano fuerte", y predeterminó la plaga que resultaría en la muerte de su primogénito. A menudo se ha interpretado mal la consideración que hace el apóstol Pablo de cómo actuó Dios con el Faraón, como si Dios endureciese el corazón de las personas arbitrariamente, conforme a su propósito predeterminado, sin tomar en cuenta la inclinación o actitud de corazón que esas personas hayan tenido antes. Según muchas traducciones, Dios advirtió a Moisés que "endurecería el corazón [del Faraón]" (Éxodo 4:21). No obstante, algunas versiones traducen el relato bíblico de manera que diga: "Yo dejaré que a él se le haga obstinado el corazón" (NM); "Yo permitiré que quede endurecido ["dejaré se endurezca"; BC, nota] su corazón" (CJ). De igual manera, el apéndice de la traducción al inglés de Rotherham muestra que en hebreo a menudo se presentan las circunstancias o el permiso de un suceso como si fueran la causa del mismo, y que incluso mandatos positivos han de aceptarse ocasionalmente con tan sólo el sentido de permiso. Por ejemplo, el texto hebreo original dice en Éxodo 1:17 que las parteras "hacían que los niños varones vivieran", cuando la realidad era que, al no darles muerte, les permitían vivir. Después de citar como apoyo a los doctos hebreos M. M. Kalisch, H. F. W. Gesenius y B. Davies, Rotherham comenta que el sentido hebreo de los textos relacionados con el Faraón es que "Dios permitió que Faraón endureciera su corazón —le dejó permanecer—, le dio la oportunidad, la ocasión, de que saliera la iniquidad que había en él. Eso es todo". (The Emphasised Bible, apéndice, página 919; compárese con Isa 10:5-7). Un hecho que corrobora este punto de vista es que el propio registro bíblico indica claramente que fue el propio Faraón quien "endureció su corazón". De modo que actuó según su voluntad y siguió su inclinación terca, lo que condujo a unos resultados que Jehová ya había previsto y predicho con exactitud. Las repetidas oportunidades que Jehová dio a Faraón le obligaron a tomar decisiones, y a medida que las tomaba, iba endureciendo su actitud. Como lo muestra el apóstol Pablo al citar Éxodo 9:16, Jehová permitió que la situación tomara este curso a lo largo de las diez plagas para poner de manifiesto Su poder y hacer que Su nombre se conociera por toda la Tierra (Romanos 9:17,18).

¿Predestinó Dios a Judas para que traicionara a Jesús de modo que se cumpliese la profecía? El proceder traidor de Judas Iscariote cumplió profecía divina y demostró la presciencia de Jehová, así como también la de su Hijo. No obstante, no puede afirmarse que Dios predeterminó o predestinó específicamente a Judas para que siguiera tal proceder. Las profecías habían predicho que uno de los asociados íntimos de Jesús lo traicionaría, pero no especificaron cuál de ellos sería. También en este caso los principios bíblicos excluyen la posibilidad de aducir que Dios predestinó el comportamiento de Judas. El apóstol Pablo mencionó la siguiente norma divina: "Nunca impongas las manos apresuradamente a ningún hombre; ni seas partícipe de los pecados ajenos; consérvate casto". (1 Timoteo 5:22; compárese con 3:6). Jesús se interesó en seleccionar sabiamente y con el debido rigor a sus doce apóstoles, pues antes de dar a conocer su decisión, pasó toda una noche orando a su Padre. Si hubiera estado predestinado que Judas fuese un traidor, la guía de Dios hubiese sido inconsecuente y, según su propia norma, se hubiese hecho partícipe de los pecados que Judas cometió. Por consiguiente, se desprende que cuando se seleccionó a Judas para ser apóstol, su corazón aún no daba indicios de tener una actitud traicionera. Él permitió que "brotara una raíz venenosa" y lo contaminara, de modo que se desvió y que aceptó la dirección del Diablo en lugar de la de Dios, lo que le llevó al robo y la traición. Cuando su desviación llegó a un determinado punto, Jesús mismo pudo leer el corazón de Judas y predecir su traición. Es verdad que en Juan 6:64, después de indicar que algunos discípulos habían tropezado debido a ciertas enseñanzas de Jesús, leemos que "Jesús supo desde el principio ["desde el primer momento" (LT); "desde un principio" (FF)] quiénes eran los que no creían y quién era el que lo traicionaría". Si bien la palabra "principio" (griego arkjé) se usa en 2 Pedro 3:4 para referirse al comienzo de la creación, también puede hacer alusión a otras ocasiones. Por ejemplo, cuando el apóstol Pedro dijo que el espíritu santo se había derramado sobre los gentiles "así como también había caído sobre nosotros en el principio", obviamente no se refería al comienzo de su discipulado o de su apostolado, sino a un momento importante de su ministerio, a saber, el día del Pentecostés de 33 de la EC, "el principio" del derramamiento del espíritu santo con un propósito determinado. En consecuencia, es de interés notar el comentario que se hace en el "Commentary on the Holy Scriptures" sobre Juan 6:64: "Principio […] no significa de manera metafísica desde el principio de todas las cosas […], ni desde el principio de conocer Él [Jesús] a cada uno […], ni desde el principio de congregar Él a los discípulos en torno de sí, ni desde el principio de Su ministerio mesiánico […], sino desde los primeros gérmenes secretos de incredulidad [que hicieron tropezar a algunos discípulos]. Con relación a esto Él conoció al que lo traicionaría desde el principio" (de Lange, traducción y edición de P. Schaff, 1976, página 227; compárese con 1 Juan 3:8,11,12).

Jehová Dios preconoció y predeterminó los sufrimientos, muerte y resurrección del Mesías. La realización de lo que Dios había predeterminado por su presciencia dependía en parte de Su propio poder y de las acciones de algunos hombres, que se prestaron voluntarios a la influencia del adversario de Dios, Satanás el Diablo. No obstante, así como los cristianos del tiempo de Pablo "no estaban en ignorancia de los designios de Satanás", Dios podía prever los deseos y recursos inicuos que el Diablo idearía en contra de Jesucristo, el Ungido de Dios. Además, Dios podía emplear su poder a fin de deshacer u obstaculizar cualquier ataque contra el Mesías que no se ajustara al tiempo y la manera señalados en la profecía. Las palabras de Pedro en cuanto a que Cristo, como el Cordero de sacrificio de Dios, había sido "preconocido antes de la fundación [una forma del término griego katabolé] del mundo [kosmou]", son interpretadas por los defensores de la predestinación en el sentido de que Dios ejerció tal presciencia antes de la creación de la humanidad. La palabra griega katabolé, traducida "fundación", tiene el sentido literal de "lanzamiento hacia abajo", y puede referirse a "la concepción de descendencia", como en Hebreos 11:11. Aunque el que Dios creara a la primera pareja humana fue la "fundación" de un mundo de la humanidad, como se muestra en Hebreos 4:3,4, esa pareja perdió después la posición que tenían como hijos de Dios. No obstante, por la bondad inmerecida de Dios, se les permitió concebir descendencia y producir prole, y de uno de sus hijos la Biblia dice específicamente que se ganó el favor de Dios y se colocó en condición de ser redimido y salvado, a saber, Abel. Es digno de mención que en Lucas 11:49-51 Jesús hace alusión a "la sangre de todos los profetas vertida desde la fundación del mundo" y pone esto en paralelo con las palabras "desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías". Así que Jesús relacionó a Abel con la "fundación del mundo". El Mesías o el Cristo habría de ser la prometida Descendencia por medio de la que se bendecirían todas las personas justas de todas las familias de la Tierra. La primera vez que se mencionó esa "descendencia" fue después de la rebelión en Edén y antes del nacimiento de Abel (Génesis 3:15). Esto fue más de cuatro mil años antes de que se revelara inequívocamente que el "secreto sagrado" era la "descendencia" o simiente mesiánica. Por lo tanto, puede decirse sin lugar a dudas que ese "secreto" fue "guardado en silencio por tiempos de larga duración". A su tiempo debido, Jehová Dios asignó a su propio Hijo primogénito para que cumpliera el papel profético de la "descendencia" y llegara a ser el Mesías. No hay nada que muestre que ese Hijo estuviera predestinado a desempeñar esa función aun antes de su creación o de que estallara la rebelión en Edén. El que con el tiempo Dios lo escogiera para que se encargara de cumplir las profecías tampoco se hizo sin que hubiera una base previa. El período de íntima asociación entre Dios y su Hijo antes de que éste fuera enviado a la Tierra indudablemente resultó en que Jehová lo "conociera" a tal grado que pudiera estar seguro de que cumpliría fielmente las promesas y los cuadros proféticos.

Todavía quedan por explicar los textos que tratan acerca de aquellos cristianos que han sido "llamados" o "escogidos". Se dice que son "escogidos según la presciencia de Dios" (1 Pedro 1:1,2), "escogidos antes de la fundación del mundo", "predeterminados a la adopción como hijos de Dios" (Efesios 1:3-5,11), "elegidos desde el principio para la salvación y llamados a este mismo destino" (2 Tesalonicenses 2:13,14). El sentido de estos textos depende de que se refieran a la predeterminación de ciertas personas individuales o de que hablen de la predeterminación de una clase de personas, a saber, la congregación cristiana, el "solo cuerpo" (1 Corintios 10:17) de los que serán coherederos con Cristo Jesús en su Reino celestial. En caso de que estas palabras aplicaran a individuos específicos que han sido predeterminados a la salvación eterna, querrían decir que esas personas nunca podrían resultar infieles ni fallar en su llamada, puesto que la presciencia de Dios en su caso no podría resultar inexacta y el que Él los predeterminara a cierto destino jamás podría fracasar o ser frustrado. No obstante, los mismos apóstoles a los que se inspiró para escribir las palabras supracitadas mostraron que algunos que fueron "comprados" y "santificados" por la sangre del sacrificio de rescate de Cristo y que habían "gustado la dádiva gratuita celestial" y habían "llegado a ser participantes de espíritu santo […] y los poderes del sistema de cosas venidero" apostatarían sin posibilidad de arrepentimiento, y así se acarrearían destrucción. Los apóstoles instaron unidamente a aquéllos a quienes escribieron: "Hagan lo sumo por hacer seguros para sí su llamamiento y selección; porque si siguen haciendo estas cosas no fracasarán nunca", y: "Sigan obrando su propia salvación con temor y temblor" (2 Pedro 1:10,11; Filipenses 2:12-16). Es obvio que Pablo, quien fue "llamado a ser apóstol de Jesucristo", no se consideró como persona predestinado a la salvación eterna, puesto que habla de sus vigorosos esfuerzos por tratar de alcanzar "la meta para el premio de la llamada hacia arriba por Dios" (Filipenses 3:8-15) y también expresa su preocupación de "no llegar a ser desaprobado de algún modo" (1 Corintios 9:27). De manera similar, el que se les conceda "la corona de la vida" está sujeto a que permanezcan fieles bajo pruebas hasta la mismísima muerte; en caso contrario, pueden perder la corona de su correinado con el Hijo de Dios. El apóstol Pablo expresó su confianza en que tendría "reservada la corona de la justicia" sólo después de tener la certeza de que se acercaba el fin de su vida, cuando casi había "corrido la carrera hasta terminarla". Por otra parte, si se entiende que los textos citados antes aplican a una clase, es decir, a la congregación cristiana o "nación santa" de los llamados considerada en conjunto, entonces significan que Dios preconoció y predeterminó que llegaría a existir dicha clase (pero no qué personas específicas la formarían). En ese caso, también querrían decir que Él prescribió o predeterminó, según su propósito, el "modelo" al que tendrían que conformarse los que, a su debido tiempo, fueran llamados para ser miembros de ella. Dios también predeterminó qué obras se esperaría que éstos llevaran a cabo, así como el hecho de que serían probados debido a los sufrimientos que el mundo les causaría.

Los pueblos paganos de la antigüedad, entre ellos los griegos y los romanos, creían que los dioses predeterminaban el destino de una persona, en particular la duración de su vida. La mitología griega atribuía el control de los destinos del hombre a tres deidades: Cloto (la hilandera), que hilaba la trama de la vida; Láquesis (la que da a cada uno su lote), que determinaba la duración de la vida, y Átropo (la inflexible), que ponía fin a la vida de una persona cuando se cumplía su tiempo. Los romanos también tuvieron una tríada similar. Según el historiador judío Josefo (siglo I de la EC), los fariseos procuraron conciliar el concepto del destino con su creencia en Dios y el principio del libre albedrío que Dios otorgó al hombre (La Guerra de los Judíos, libro II, capítulo VIII, sección 14; Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo I, sección 3). En la obra "The New Schaff-Herzog Encyclopedia of Religious Knowledge", se hace el siguiente comentario: "Antes de Agustín [siglos IV y V de la EC] no hubo en el cristianismo un desarrollo serio de la teoría de la predestinación". Y la "Encyclopædia of Religion and Ethics", de Hastings, 1919, volumen 10, página 231) dice a este respecto que los "padres de la Iglesia" anteriores a Agustín —entre ellos Justino, Orígenes e Ireneo— "no tuvieron conocimiento alguno del concepto de la predestinación incondicional; enseñaron el principio del libre albedrío". Al refutar las doctrinas propias del gnosticismo, estos "padres de la Iglesia" por lo general se apoyaron en la creencia de que la facultad del libre albedrío era "la característica distintiva de la personalidad humana, la base de su responsabilidad moral, un don divino que le permitía al hombre optar por hacer las cosas que agradan a Dios", y hablaron de "la autonomía del hombre ante Dios, cuyo consejo no le constreñía" (The New SchaffHerzog Encyclopedia of Religious Knowledge, edición de S. Jackson, 1957, volumen 9, páginas 192, 193)».

Conclusión.

Lo anteriormente expuesto nos lleva de nuevo a pensar que ninguna criatura inteligente puede acceder por cuenta propia a leer el futuro con tanta precisión como para obtener la omnisciencia, sino que todo intento de predicción que efectúe en este sentido adolecerá de cuantiosas inexactitudes de base que harán que sus vaticinios queden expuestos irremediablemente al aborto; y sólo la casualidad (no el conocimiento pericial absoluto) podría ocasionarle algún que otro acierto favorable, aunque incompleto, si el problema que trata de resolver es de talante relativamente sencillo (por ejemplo, vaticinios cercanos en el tiempo y de carácter poco complejo). Por su parte, el Creador posee omnisciencia y omnipotencia y, en consecuencia, es el Único ser capaz de aproximar tanto como desee sus predicciones a la realidad futura.

 

 

Autor:

Jesús Castro

Partes: 1, 2, 3
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