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La batalla de Ayacucho según la versión española (página 2)




Enviado por Alberto Pereira Rios



Partes: 1, 2

Entonces el general Canterac creyó
conveniente mandar la línea fuego los dos batallones del
Gerona que formaba la reserva
(en rigor, eran dos de los
cinco batallones que integraban nominalmente la izquierda)

logrando de este modo restablecer un tanto el combate, aunque
por poco tiempo. Mas, al observar el general Sucre, el
precipitado avance de la división Monet, ubicado solo a
menos de medio tiro de fusil de su posición, dispuso que
el resto de la caballería de Colombia 18 y dos
batallones de la división Lara (
En rigor, solo
parte del batallón Vargas. Así pues, quedaba solo
en la línea original el "Rifles" 19 en esqueleto,
ya que el "Vencedor" fue comisionado a sostener la
división La Mar) 20
la cargasen a todo trance antes
acabara de pasar el barranco, a tiempo que la división
Córdoba llevaba por la izquierda lo mejor de la pelea. El
choque con la división Monet, aunque no había
llegado a formar en la orilla occidental del mencionado barranco
más que la primera brigada que mandaba D.
Juan Antonio Pardo, fue horriblemente sangriento por ambas
partes, recibiendo de la nuestra un leve balazo el mismo general
y quedando muertos tres jefes de cuerpo; pero, arrollada esta
brigada, la segunda no pudo acabar de cruzar el barranco sin
desordenarse. Cuando acaecía tan angustioso compromiso no
habían podido llegar aún a formar en el llano (
Se refiere a la caballería real)
más que dos
escuadrones de la segunda brigada y uno de la primera
(
recordarán que Torrente afirmaba que eran cuatro
los mismos)
perteneciente al regimiento de Granaderos de
la Guardia, a cuya cabeza se hallaba el coronel D. Domingo
Vidart, porque los conocedores de esta arma calcularan bien lo
que sería un desfile de uno a uno, con los caballos en la
mano, por terreno escabroso y muy pendiente y con las
circunstancias desventajosas que pasaban en la
inmediación, de donde debían formar. Ansiosos el
virrey y el general Canterac de paralizar el brusco ataque de los
enemigos, los tres escuadrones formados
(eran cuatro)
recibieron orden de cargar desde sus respectivos puestos, lo
que animados por todos sus jefes, ejecutaron con la mayor
prontitud y orden. 21 Los Lanceros de Colombia los
esperaron a pie firme 11 enristradas sus enormes lanzas,
esta novedad por segunda vez presentada, y sin que hubiese
mediado tiempo y lugar bastante para meditarla y contrariarla,
detuvo a nuestros soldados delante de sus engreídos
adversarios, y en medio del fuego de sus infantes y de nuestros
dispersos: allí comenzó sin embargo, un combate
encarnizado aunque desigual, que acabó por dejar en el
campo la mayor parte de los jinetas españoles, impidiendo
el descenso del resto de la caballería". P
227/228.

"Al brigadier Camba en el momento en que
dirigía la carga, del escuadrón reunido y formado
de la brigada que mandaba, le
mataron el
caballo quedando al cogido de una pierna debajo del

animal". P.228

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"El Batallón de Fernando VII, 22 que
había quedado

parapetado en la falda de la cordillera sobre el
campo de Ayacucho, rompió el fuego, signo del más
cruel y triste agüero para el general Valdés que por
lo inclinado del punto de su ataque no podía ver bien lo
que pasaba en el resto de la línea, a tiempo que
precisamente adelantaba con conocida ventaja sobre las tropas de
La Mar. Pero cargada su división con nuevas fuerzas ya
victoriosas , no obstante su acreditada serenidad y a la
valentía con que a pesar del mal terreno se condujeron a
su vez los húsares de Fernando VII , todo cedió al
destino adverso y como a la una de la tarde, el resto del
ejército real que no había sido muerto, herido, o
prisionero, huía en todas direcciones, habiéndose
perdido la batalla sin que nuestras siete piezas de
artillería, llegasen hacer algunos muy pocos disparos y
sin que una brillante caballería superior en número
a la independiente pudiese formar más que cuatro
escuadrones en el llano que se le

había designado: y a juzgar por el
comportamiento de esos escuadrones, sensible y doloroso es
ciertamente calcular, el impulso que hubiera dado a la
acción esa arma, si toda convenientemente dirigida,
hubiese llegado a ser simultáneamente empleada" P.
229

Torrente: "Atacada vigorosamente y por
fuerzas muy
superiores (mérito imputable al
general Sucre)
la división del bizarro general
Valdés, todos sus esfuerzos y los de los acreditados jefes
y oficiales que asegundaban su ejemplo, no pudieron conseguir que
su tropa resistiera por más tiempo, ni se replegara en
orden a la próxima falda de la cordillera.

A.P.R.: Las derrotas suelen ser huérfanas;
se buscan y se hallan siempre "chivos emisarios". En Huaqui;
Vilacapugio; Sipe Sipe; Ayohuma; Torata, Moquegua y aún en
vísperas de Ayacucho, en Corpahuaico, triunfaron las armas
del rey; no obstante que el grueso de sus ejércitos,
estaba integrada también, por aquel tipo de reclutas. Eso
sí, en tales ocasiones estaban subordinados a mandos que
instrumentaron planes de batalla más eficaces y
acertados.

Frustrados todos los esfuerzos, de los generales y
jefes realistas, herido el virrey y hecho prisionero al tiempo de
retirarse a la posición que ocupaba el citado
batallón de Fernando VII, eran ya los enemigos
dueños del campo a la una del día, excepto de su
izquierda en la que seguía batallándose
gloriosamente la división Valdés ,ignorando la
suerte de las demás tropas, (aunque) cuando se vio
envuelto por la mayor parte de las contrarias, libres ya de otras
atenciones, y obligado a formar martillo para contener el furioso
empuje de aquellos. Fue entonces cuando conoció que la
batalla se había terminado de un modo funesto, su
situación no le permitía retirarse porque
tenía comprometida casi en cuadro a toda su tropa. No
esperada otra cosa que entretener al ejército enemigo el
tiempo posible para dar lugar a que se reunieran los
dispersos.

III-El
Desbande:

Torrente:

Aterrorizados los soldados de una manera
inexplicable, por un desenlace inesperado, y del cual estaban muy
distantes sus creencias, solo atendían a dispersarse por
entre las breñas, arrojando muchos las armas, las
fornituras, las casacas y los morriones para tomar con mayor
desembarazo la dirección que más cuadraba al
intento, de allegarse unos a sus casas, y de volverse otros a las
filas enemigas a que antes habían pertenecido. La
deserción del servicio militar era genial a los
indígenas del Perú, de quienes se componía
el ejército real, y estos mismos habrían sido
implacables e infatigables perseguidores de sus contrarios, si la
fortuna los hubiera favorecido: los individuos europeos de todas
clases, que contaba el ejército en Ayacucho pasaría
poco de quinientos. (c) Hasta el batallón de
Cantabría, que el día 3 en Corpahuaico había
cargado y hecho correr al batallón colombiano de Rifles,
uno de los de mayor confianza de Sucre, se entregó como
los demás en fuga, sin que nada le pudiera detener.
Ps.493/94

(c) El porcentaje de tropas de origen europeo en el
ejército realista fue disminuyendo con el paso del tiempo
a no reponerse las bajas de ese origen con renovados contingentes
procedentes de la península. En 1818 en ocasión de
la batalla de Maipú el porcentaje de hispanos era
alrededor del treinta y cinco por ciento.

La hora de la desgracia llegó irreparable al
ser enteramente arrollada esa bizarra división
Valdés, la cual se entregó a todos los excesos de
dolor y de la desesperación, se lo vio buscar la muerte
con ansias por todas partes, considerando la vida como un peso
insoportable después de aquella derrota. Algunos de sus
jefes y oficiales se la salvaron sin embargo, arrancándole
de aquel teatro de sangre al favor de la confusión que
reinaba en él, y así llegó a reunirse en las
alturas de la retaguardia unos 200
hombres
de caballería que apañaban al general Canterac, y
unos cuantos dispersos de la izquierda y centro que habían
podido ser recogidos por el extraordinario arrojo de algunos
jefes y oficiales. Los esfuerzos de éstos fueron
generalmente ineficaces. El capitán Salas fue muerto por
los mismos soldados que habían tratado de reunir; el
brigadier Somocurcio y otros estuvieron expuestos a sufrir igual
suerte. No deberá parecer extraño esa conducta de
parte de aquellas tropas formadas de los prisioneros de
anteriores batallas, o de indios y cholos arrancados de sus
hogares, que trataban los primeros, de volver a sus filas, y los
segundos de volver al seno de sus familias. Solo el prestigio de
la victoria, y el mágico ascendiente del nombre
español, pudieron conservarlos en la obediencia de los
realistas en medio de su mayor predisposición a secundar
la causa de la independencia. Si se hubiera ganado la batalla de
Ayacucho, hubieran sido sus más ardientes sostenedores del
partido español, se perdió, y todos ellos,
abandonaron a sus respetables jefes". P.495.

García Camba:

El ilustre virrey, esperanzado todavía de
lograr contener tamaño desorden y restablecer el combate,
se lanzó denodado entre las tropas batidas, no
podía ver bien lo que pasaba en el resto de la
línea ; arrollado, y tras recibir seis heridas de bala y
arma blanca, ser derribado de su caballo, y quedar por
último prisionero del enemigo, cuya desgracia, así
que se divulgó, acabó de desalentar a la tropa del
rey. P. 228.

A.P.R.: Nada se les puede achacar, y tal como ya
fuera expresado, eran reclutas sin espíritu de lucha y en
cuando vieron la ocasión propicia al decir del tango,
"se pegaron el espiante" . Ello no va en desmedro del
general Sucre y sus hombres quienes supieron capitalizar para
sí, con sorprendente determinación los errores del
comando vencido.

VI-La
Capitulación

Torrente:

"Persuadidos pues, de que todo esfuerzo que se
hiciese en tan desastrosa crisis había de empeorar
notablemente su posición individual y sin que resultase
provecho alguno o a las demás tropas
(se refiere a
las guarniciones realistas que ocupaban distintos puntos del
territorio en disputa)
ni a los pueblos, se acordó
en junta de jefes que se procediese
(a aceptar la
capitulación ofrecida por los vencedores)
a la
capitulación. Habiendo pasado con este motivo al campo
insurgente los generales Canterac y Carralalá extendieron
de acuerdo con el general Sucre, las condiciones de ella que fue
fueron transmitidas a la una de la mañana a los
demás jefes realistas. Después de haberlas
examinadas detenidamente, y de haber hecho las observaciones
más necesarias, las devolvieron a las seis de la misma
mañana, y a las dos de la tarde se firmó
definitivamente dicha capitulación que tantas cuestiones
ha suscitado en el mundo político.

La garantía de propiedades y personas la
obligación por parte de los independientes de costear el
pasaje a todo individuo del ejército español que
quisiera regresar a la península; la de permitir que todo
buque de guerra o mercante pudiera proveerse de víveres en
cualquiera de los puntos de la costa y regresar libremente a
Europa
; la conservación de honores y
distinciones según el rango de los rendidos; la
aquiescencia de considerar como peruanos a todos los que
habían seguido el partido del rey; y de admitirlos en sus
filas con sus mismos grados, si querían incorporarse a
ella; el suministro de algunas sumas para pagar los atrasos y
para sostener a los capitulados hasta que se verificase su salida
del territorio. Tales fueron las ventajas obtenidas por los
realistas en medio de su forzada posición.

Quedó sin embargo, rebajado el mérito
de estos tratados con la cesión que se hizo en ellos de
todos los países que todavía estaban dominados por
las armas del rey, y con incluir en esta capitulación a
los individuos que las ocupaban"

A.P.R.: Esta fue la última gran batalla de la
guerras de la independencia sudamericana. Luego del suceso,
quedaban aún algunos focos de resistencia realista, que no
reconocieron la capitulación: En el Alto
Perú,

Olañeta y su obstinada resolución de
resistir; también la guarnición de puerto fortaleza
del Callao en Perú y de la isla de Chiloe al sur de Chile,
afirmados ambos en la creencia de que en algún momento
pudieran ser funcionales a una eventual reconquista de la
región. Sin embargo, no mucho tiempo después, toda
Hispanoamérica quedaría liberada del dominio
español.

Fin

A.P.R.

Mar del Plata, Argentina

Monografias.com

Gral. Sucre Gral.
Lara

Monografias.com

Gral. Canterac El virrey
Laserna

Bibliografía

Andrés García Camba: Memoria para
la historia de las armas españolas en el Perú.
Editorial América 1916; Tomo II
Ps.221/22

Mariano Torrente: Historia de la
Revolución Hispanoamericana

Tomo III, Pgs. 487/495 Imprenta de Moreno 1930.
Pgs.

Vicente Fidel López: Historia de la
República Argentina. Editorial Sopena 1975. Tomo IV, P.
105

Tomás de Yriarte. Memorias.
Compañía. Gral. Fabril Editora

1962. Tomo II, P. 15

Páginas Web ya mencionadas a través
del texto.

 

 

Autor:

AlbertoPereira Rios

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