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Cristianismo




Enviado por argaix



    ( Inicio del cristianismo
    en Palestina hasta el Cisma de Oriente)

    INTRODUCCIÓN

    Para el desarrollo del
    presente trabajo intentaré hacer un resumen o
    reseña histórica de los primeros años del
    Cristianismo;
    iniciando con los acontecimientos más importantes
    sucedidos después de la Resurrección y concluyendo
    el presente con el Cisma de Oriente ( año 35 al año
    1000 d. C. aprox.)

    Como podrá notarse durante el desarrollo del
    presente estudio, algunos de los sub temas tratados
    podrían ser el origen de grandes temas de investigación y por lo mismo ocuparnos
    horas y horas de trabajo, lectura,
    reflexión e investigación. En ningún momento es
    mi intención hacer o presentar un trabajo que sea la
    última investigación a nivel bibliográfico
    o un estudio lo más profundo en el mismo tema.

    Es mi intención realizar una reflexión
    personal en
    relación a ciertos temas y en este caso períodos de
    la Historia de la
    humanidad que considero encierra una gran riqueza para mi forma
    muy personal de
    considerar el desarrollo del
    Cristianismo
    en sus etapas iniciales.

     

    El cristianismo
    en Palestina:

    Después de la ascensión de Jesús a
    los cielos, los discípulos volvieron a Jerusalén.
    Simón Pedro, piedra angular de la comunidad,
    propuso en una reunión de unas ciento veinte personas que
    se designara a quién debía ocupar el lugar de Judas
    Iscariote en el apostolado. La suerte recayó en
    Matías, quien completó el número de los
    apóstoles.

    Unos días más tarde al cumplirse los
    cincuenta de la Pascua, en que tenía lugar la fiesta de
    Pentecostés, "estaban todos juntos en un mismo lugar,
    cuando de repente sobrevino un ruido, como de
    viento impetuoso que sopla, y llenó toda la casa donde
    estaban. Al mismo tiempo, vieron
    aparecer unas como lenguas de fuego que se repartieron y se
    asentaron sobre cada uno de ellos. Entonces fueron llenados todos
    del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas
    lenguas. . . Había a la sazón en Jerusalén
    judíos piadosos de todas las naciones del mundo. Divulgado
    este suceso, acudió una gran multitud de ellos, y quedaron
    atónitos al ver que cada uno oía hablar a los
    apóstoles en su propia lengua" (Hch.
    2, 1-6). Con la presencia del Espíritu Santo en el
    Cenáculo se había cumplido una de las promesas de
    Jesús.

    Seguir paso a paso la expansión del Cristianismo
    por Palestina requeriría mucho espacio. Baste considerar
    que la labor emprendida por los apóstoles dio pronto mucho
    fruto. A raíz del hecho que se ha consignado, un
    sermón de Pedro hizo que fueran bautizadas "cerca de tres
    mil personas" ( Hch. 2, 41) Y añade Lucas: "perseveraban
    todos en las instrucciones de los apóstoles y en la
    comunión de la fracción del pan, y en la
    oración" ( Hch. 2,42)

    " Los creyentes, sigue diciendo Lucas, vivían
    unidos entre sí, y nada tenían que no fuese
    común para todos ellos". (recordemos que Dios
    castigó con la muerte a
    quienes mintieron a Pedro, reservándose una parte de su
    dinero). "
    Vendían sus posesiones y demás bienes y los
    repartían entre todos, según la necesidad de cada
    uno. Asistiendo asimismo cada día largos ratos al templo
    (de Jerusalén), unidos por un mismo espíritu y
    partiendo el pan ( celebrando la Eucaristía) por las casas
    (particulares de los miembros de la comunidad).
    Tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón,
    alabando a Dios y haciéndose amar de todo el pueblo. Y el
    Señor aumentaba cada día el número de los
    que abrazaban el mismo género para salvarse (Hch. 2,
    44-47)

    Surge incipiente la jerarquía en cada nueva
    comunidad: un
    Obispo, varios sacerdotes y los diáconos que le ayudan en
    la administración de bienes
    comunes, distribución de limosnas, auxilio a las
    viudas, huérfanos, pobres y enfermos. El joven
    diácono Esteban fue el protomartir del cristianismo;
    pagó su ardor con la vida. Acusado ante el Sanedrín
    de haber pronunciado palabras contrarias al espíritu de la
    Ley mosaica y
    de haber vaticinado la destrucción del Templo de
    Jerusalén, fue apedreado (33 d.C.) por el pueblo ante las
    murallas de la ciudad.

    Con esto se inicia una persecución contra la
    Iglesia de
    Jerusalén. Varios cristianos marcharon de la ciudad. El
    diácono Felipe predicó con éxito en Samaria
    para centrar luego su apostolado en Cesarea. Otros lo hicieron en
    Judea. Y otros empezaron a evangelizar a los gentiles.

    La tradición eclesiástica invocaba, desde
    muy antiguo, la llegada del apóstol Pedro a Roma ( 43 d.C.),
    la creación temprana de la Iglesia de la
    capital del
    orbe, las discusiones que provocó en la colonia
    judía y que motivaron en el 49 un decreto de
    expulsión de los judíos, el regreso hacia el 58 y
    la redacción desde Roma de la
    primera epístola dirigida por Pedro a las comunidades de
    Asia Menor. En
    Roma halló
    Pedro la muerte, en
    la persecución del año 67, pereciendo crucificado
    cabeza abajo, en la arena del circo de Nerón que se alzaba
    en el montículo Vaticano. tenían plena vigencia las
    palabras de Jesús: "Tú eres Pedro y sobre esta
    piedra edificaré mi Iglesia. . . A
    tí te daré las llaves del reino de los cielos. . ."
    (Mt. 16, 18-19), que fundamentarán la primacía de
    Pedro sobre los restantes obispos. Excavaciones realizadas
    durante los últimos años en el subsuelo de la
    actual Basílica Vaticana han permitido localizar los
    restos de la tumba del apóstol. Según parece,
    debió consistir en una humilde sepultura edificada en un
    predio cristiano al lado de un camino público que
    atravesaba una zona sepulcral .

    A fines del siglo primero, se escribió la
    Doctrina de los doce apóstoles, compendio surgido
    de las zonas de Siria, Palestina o Egipto,
    compuesto en griego y vertido al latín y al árabe.
    Es la primera colección de derecho canónico y
    contiene datos exclusivos
    sobre las primeras comunidades. Algunos fragmentos del mismo
    podrán dar idea de su texto:

    " Dos son los caminos, el de la vida y el de la muerte y
    difieren mucho estos dos caminos. Pues el camino de la vida es
    éste: primeramente amarás a Dios, que te ha creado
    y luego, al prójimo como a ti mismo. . . Abstente de
    deseos carnales y corporales. . . Mójese en sudor la
    limosna en tus manos hasta que sepas a quien has de darla. . . No
    matarás, no cometerás adulterio, no abusarás
    de los jóvenes, no fornicarás, no robarás,
    no practicarás la magia, no envenenarás, no
    harás perecer el infante concebido, provocando el aborto, ni lo
    matarás una vez nacido. . ." (Doct., c.I).

    "No habrá doblez en tu pensamiento ni
    en tu lenguaje, pues
    la doblez en el hablar es red que lleva a la muerte. Tu
    palabra no será mentirosa, ni avara, sino llena de
    eficacia. No
    serás codicioso, ni rapaz, ni hipócrita, ni
    maligno, ni soberbio. No formarás ningún mal
    designio contra tu prójimo … (Doct., c.2)

    " Cada día del Señor (cada domingo), luego
    que os hayáis reunido, partid el pan (eucarístico)
    y dad gracias, previa la confesión de vuestros pecados, a
    fin de que sea puro vuestro sacrificio" ( Doct., c.14)

    " Elegid para vosotros obispos y diáconos dignos
    del Señor. . . velad sobre vuestra vida. . . Pues en los
    últimos días se multiplicarán los falsos
    profetas y los corruptores; y las ovejas se tornarán
    lobos, y el afecto se cambiará en odio. . . ( Doct., c.16)
    .

    Pablo, evangelizador de los gentiles:

    Saulo o Pablo de Tarso, nacido hacia el año 10
    d.C. en una familia israelí,
    era ciudadano romano. En Jerusalén asistió a la
    escuela del
    rabino Gamaliel el Grande, se adscribió luego al grupo fariseo
    y se convirtió en perseguidor de los cristianos, aprobando
    la sentencia del Sanedrín contra el diácono
    Esteban. Yendo de Jerusalén a Damasco, comisionado por el
    Sanedrín para prender a los judíos cristianizados,
    según explica Lucas en los Hechos de los Apóstoles,
    " ya se acercaba a esta ciudad cuando de repente le cercó
    de resplandor una luz del cielo. Y
    cayendo en tierra
    oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo ¿Por
    qué me persigues? y él respondió:
    ¿Quién eres tú, Señor? Y el
    Señor le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú
    persigues. . . Él entonces, temblando y despavorido, dijo:
    Señor ¿qué quieres que haga? Y el
    Señor le respondió: Levántate y entra en la
    ciudad, donde se te dirá lo que debes hacer". ( Hch. 9,
    3-7)

    Tres días estuvo ciego Saulo, o Pablo, en Damasco
    hasta que Ananías, obedeciendo instrucciones del
    Señor le impuso las manos y le bautizó. Saulo se
    convertía desde entonces de perseguidor en apóstol
    del cristianismo. Con centro de la comunidad de
    Antioquía donde le llamó Bernabé, se
    preparó para evangelizar el Asia Menor. El
    año 44, Pablo con Bernabé y Juan, llamado de
    sobrenombre Marcos, partía de Alejandría, predicaba
    en la isla de Chipre, y marchaba luego a Panfilia y Pisida. Se
    adentró por Licaonia y llegó a Iconio, Listra y
    Derbe para regresar a Antioquía por tierra. En el
    segundo viaje misional, alcanzó Frigia, Misia y Macedonia,
    fundó la comunidad de
    Tesalónica, predicó en Atenas y Corinto, donde
    permaneció unos dieciocho meses. Fundó iglesias en
    la mayor parte de las ciudades que visitó y regresó
    a Palestina pasando por Éfeso, para volver a
    Antioquía.

    Unos dos años después ( 54 d.C.)
    recorrió, en su tercer viaje, el centro de Asia Menor (
    Frigia y Galacia) y estuvo más de dos años en
    Éfeso, donde logró numerosas conversiones para
    navegar hacia Tesalónica y andar luego a Corinto. Por
    Mileto, regresó a Jerusalén y allí fue
    perseguido y conducido a Cesarea, en cuya cárcel
    pasó dos años. Su apelación al César
    le valió el traslado a Roma. Gozó
    en Roma de una
    libertad
    vigilada que no le impidió proseguir su obra
    evangelizadora, llegando probablemente hasta la Tarraconense, mas
    en la persecución decretada por Nerón murió
    decapitado (67 d.C.).

    El final de la etapa Apostólica

    Hacia el año 62, el sumo sacerdote del
    judaísmo, Aniano, hizo prender al apóstol Santiago,
    que regía la iglesia de
    Jerusalén, y le ajustició. Uno de sus hermanos,
    Simón, fue llamado a sucederle, pero la situación
    política
    de Palestina se agravaba y los conflictos
    internos del hebraísmo eran cada día mayores. De
    los apóstoles vivía tan sólo Juan, el
    evangelista, que se había trasladado a Éfeso,
    iglesia madre
    de muchas de Asia Menor y
    Gracia, donde se manifestaban brotes gnósticos.

    El emperador Vespaciano no molestó a los
    cristianos y el cristianismo siguió extendiéndose,
    hasta que, en el año 90, Domiciano inició una nueva
    persecución. Juan fue llevado primero a Roma y desterrado
    luego a la isla de Patmos, donde escribió el "Apocalipsis"
    y algunas de sus cartas. Bajo el
    imperio de Nerva, de quien dice su biógrafo Xifilino que
    "no permitió que se acusase a nadie por haber observado
    las ceremonias de la religión judaica o
    haber descuidado el culto de los dioses, pudo regresar Juan a
    Éfeso, y pocos años después falleció,
    de edad muy avanzada. Con su muerte
    concluye la etapa apostólica.

    Algunas características de esta etapa: El
    cristianismo se ha independizado del judaísmo plenamente.
    Se organizaron las primeras comunidades dirigidas por
    episcopoi y presbitero. El carácter
    mesiánico y divino de Jesús se reafirma en San
    Pablo, así como el concepto de su
    acción redentora. La iglesia ( por ecclesia se
    entiende, al principio, el conjunto de los cristianos) se define
    como cuerpo místico cuya cabeza es Cristo. En los textos
    de la época se alude ya a los siete ritos o sacramentos
    del Bautismo, Eucaristía, Orden, Confirmación,
    penitencia, Matrimonio y
    Unción de los Enfermos. Uno de los dogmas esenciales de la
    nueva fe, el de la Santísima Trinidad, se precisa. Al
    concluir el siglo I, el cristianismo se ha extendido por la
    cuenca del Mediterráneo, cuenta con los libros
    religiosos básicos y las distintas comunidades urbanas se
    sienten unidas. El único germen temible, que
    intentó corroer sus cimientos, es el gnosticismo,
    de hecho anteriores a los cristianos algunos autores han
    considerado fundador a Simón Mago (a quien se refieren
    cumplidamente los Hechos de los Apóstoles), creían
    saber todo cuanto era posible saberse, y estar en posesión
    de un medio revelado eficaz para alcanzar la gnosis o conocimiento
    de la Divinidad. Doctrina sincretista en su fondo, el gnosticismo
    advertía la oposición existente entre el mundo
    material-malo y el espiritual-bueno. La materia era
    obra de un demiurgo (dios inferior o de los ángeles, y
    esto les llevó a considerar que el cuerpo de Jesucristo no
    podía ser materia ( pues
    no podía ser malo). La salvación para el
    gnóstico dependía del conocimiento
    personal, era
    fruto de su ciencia. En el
    siglo II, ciertas ideas gnósticas, la trascendencia de las
    cuales queda implícita tras su simple enunciación,
    influyeron en varios sectores cristianos y tendieron a la
    racionalización de la fe. Apuntaba el peligro de las
    primeras herejías, del mismo modo que habían
    empezado las persecuciones.

    La Iglesia perseguida:

    Al principio, los romanos consideraron el cristianismo
    como una nueva secta judía. Aparte de las
    esporádicas persecuciones de Nerón y Domiciano,
    durante el siglo I los cristianos tuvieron que enfrentarse con
    mayor frecuencia con la animadversión de los escribas y
    fariseos, rectores del judaísmo, que con las autoridades
    romanas. Cuando Plinio el Joven, gobernador de Bitinia,
    consultó al emperador Trajano ( 98-117) la conducta que
    debía observarse con los cristianos, que según sus
    informaciones, acostumbraban a reunirse ciertos días muy
    de mañana, "entonan un himno a Cristo, como a un Dios… y
    con juramento se obligan a no cometer delitos… Se
    reúnen después, al atardecer, para tomar en
    común un alimento inocente…" Y aludía
    implícitamente a la creencia difundida por
    espíritus interesados en desprestigiar el cristianismo, de
    que en sus reuniones secretas los cristianos "iniciados" se
    entregaban a misteriosas orgías.

    Para evitar la profanación del misterio
    eucarístico y las especulaciones malévolas sobre la
    Trinidad, la iniciación cristiana exigía a los
    fieles reserva en la manifestación de algunos actos
    litúrgicos, incluso con los catecúmenos.

    Quinto Séptimio Tertuliano, en su
    "Apología contra los gentiles", escrita en el año
    200, explica cuáles eran los delitos que la
    fama imputaba a los cristianos:

    " Que en la nocturna congregación sacrificamos
    y nos comemos un niño. Que en la sangre del
    niño degollado mojamos el pan y empapado en la sangre comemos un
    pedazo cada uno. Que unos perros que
    están atados a los candeleros los derriban forcejeando
    para alcanzar el pan que les arrojamos bañado en sangre del
    niño. Que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los
    perros,
    alcahuetes de la torpeza, nos mezclamos impíamente con las
    hermanas o las madres.

    De estos delitos nos
    pregona reos la voz clamorosa popular, y aunque ha tiempo que la
    fama los imputa, hasta hoy no ha tratado el Senado de
    averiguarlos". (Apología, c.7)

     

    Los gentiles asimilaban las reuniones nocturnas de los
    cristianos a ritos orientales de los "misterios", como los de
    Eleusis y Samos, enraizados en las prácticas
    mágicas, los misterios de Cibeles, los de Isis,
    originarios de Egipto, o los
    de Mitra, procedentes de Persia, que alcanzaron notable
    difusión incluso en España y
    en especial en la costa catalana.

    Pero si antes Trajano pudo contestar a Plinio que el
    cristianismo era en sí un crimen y que los acusados
    convictos debían ser condenados a muerte,
    siempre que hubiera un acusador anónimo, era
    principalmente por negar el culto al emperador y a los dioses del
    panteón romano. No obstante, Trajano no entendía
    que la justicia
    romana debiera dedicarse a descubrir cristianos y atender
    acusaciones anónimas, ni menos aún entregarse a una
    persecución general. Y esta respuesta de Trajano
    sirvió de norma hasta Cómodo (180 d.C.), pero con
    tal norma el cristianismo continuó sus
    progresos.

    Desde Cómodo se acentúa ña
    persecución estatal del cristianismo en el mundo romano,
    que dura hasta el año 313, aunque con algunos intervalos
    de paz prolongados. Las persecuciones sistemáticas suelen
    seguir a la promulgación de un edicto, establecido con
    fines preconcebidos de exterminio. Así, por ejemplo, el de
    Septimio Severo (201 d.C.) que prohibía las conversiones,
    el de Decio contra los sospechosos, o el de Valeriano, que
    suprimía las asambleas cristianas, pasando sus bienes al
    Estado.

    Decio por odio a su predecesor Filipo (244-249),
    protector de los cristianos, desencadenó la
    persecución más violenta que hasta entonces
    había experimentado la Iglesia. Su biógrafo,
    Zonaro, en la "Historia Augusta",
    puntualiza que "bajo su reinado" (249-251) recibieron la corona
    del martirio Fabián, obispo de Roma, Babylas, obispo de
    Antioquía y Alejandro, obispo de Jerusalén. Es
    decir, los prelados de las sedes de mayor relieve de la
    cristiandad.

    Galieno (260-268) devolvió a los cristianos los
    bienes
    confiscados, pero Diocleciano (284-305) llevó a cabo una
    represión en gran escala, la
    más violenta y cruel de todas. Él y Maximiano, el
    coemperador, "pretendían borrar del mundo el nombre del
    Salvador y exterminaron en todas las ciudades y pueblos, tan
    prodigioso número de los que tuvieron valor para
    confesarlo, que no es posible contarlos" ( Zonaro, Hist. Augusta:
    Diocl.) " El año diecinueve del reinado de Diocleciano
    (303) hicieron publicar los dos emperadores un edicto por el que
    ordenaban demoler las iglesias de los cristianos, quemar sus
    libros y
    entregar a la muerte sus
    doctores y sacerdotes, excluir de las dignidades y del
    ejército a los que pertenecían a esta secta y
    reducir a la esclavitud a los
    particulares" (Zonaro, Id.)

    Diez años más tarde, la victoria de
    Constantino frente a su rival Majencio, obtenida gracias al signo
    de la cruz, abría a los cristianos el paso a la libertad de
    acción, decidida en el llamado Edicto de Milán
    (313). De hecho, la medida adoptada por Constantino y Licinio de
    común acuerdo, significaba la plena libertad de
    cultos en el imperio. Era el primer eslabón de una cadena
    que en el año 380 llevó a Teodosio a declarar, en
    el Edicto de Tesalónica, "la religión del
    apóstol Pedro", religión del imperio romano.
    El cristianismo pasaba de la clandestinidad al rango de religión
    imperial.

    Defensores de la Fe Cristiana:

    Durante este tiempo surgieron
    figuras destacadas en defensa de la nueva fe. En torno de la
    comunidad de Alejandría, en Egipto, gran
    centro cultural del mundo romano, se formó una escuela en la que
    brillaron Clemente (c. 150- 215) y su discípulo
    Orígenes (185- 254), dos talentos privilegiados.
    Orígenes escribió numerosas obras ( unas 800) y
    aunque incurrió en algunos errores graves, debido a su
    intento de "explicar" orgánicamente todas las dificultades
    que pudieran presentarse ante la reflexión de las
    creencias cristianas, en unos momentos en que el dogma no estaba
    todavía fijado por completo, no cabe atribuir su actitud a
    afán polémico o sensacionalista, sino a un
    íntimo deseo de aprehender toda la verdad. Este
    afán común a muchos espíritus cultos de la
    época, llevó a polémicas apasionadas. De la
    pasión que se vertía en los escritos
    polémicos de los primeros siglos de la Iglesia,
    podrán dar idea las siguientes palabras de Zonaro,
    referentes a la persecución de Decio:

    " En este tiempo (h. 250)
    también fue llevado Orígenes, como cristiano, ante
    el tribunal de los perseguidores de la Iglesia, pero no
    recibió la corona, sin duda por no considerarlo digno de
    ella Decio, a causa de la impiedad de sus sentimientos; y a pesar
    de que padeció tormentos por la causa de la fe,
    perdió su rango de confesor. Ya hemos dicho que
    habiéndole inspirado excesiva vanidad la grandeza de su
    saber y su elocuencia, en vez de seguir la doctrina de los
    antiguos Padres, quiso inventar una nueva; sacó del falso
    tesoro de su corazón
    execrables blasfemias contra los sagrados misterios de la
    Trinidad y de la Encarnación y sembró las semillas
    de casi todos los errores que han aparecido después.
    Enseño que el Hijo único del Eterno Padre
    había sido creado y que no participaba de la gloria y
    sustancia divinas. Hizo inferior al Espíritu Santo al
    Padre y al Hijo, asegurando que el Padre no pudo ser visto por el
    Hijo, ni el Hijo por el Espíritu Santo; de la misma manera
    que no puede serlo el Espíritu Santo por los
    ángeles ni los ángeles por los hombres.
    Éstas fueron las blasfemias de Orígenes contra la
    santa y consustancial Trinidad. Por lo que se refiere al misterio
    de la Encarnación, tuvo la impiedad de negar que el
    Salvador tomase en el seno de la Virgen cuerpo animado de alma
    racional: pretendiendo que el Verbo estaba unido a un alma antes
    de la creación del mundo y que posteriormente se
    encarnó con aquella alma, tomando un cuerpo desprovisto de
    alma inteligente y racional. Sostiene también que el
    Señor abandonó su cuerpo y que su reinado debe
    concluir. Dice además que el suplicio de los demonios es
    temporal y pasado éste se les restablecerá en su
    primitiva felicidad, imaginando que los hombres y los demonios
    quedarán justificados de sus pecados algún
    día y que entonces todos se reunirán". (Zonaro,
    Historia Augusta:
    Decio)

    Dos grandes personalidades del África norte
    occidental fueron el presbítero Tertuliano ( 160- 245),
    originario de Cartago, y su discípulo el obispo San
    Cipriano ( 160- 258), de Cartago también, decapitado en la
    persecución de Valeriano. Tertuliano, iniciado en el culto
    de Mitra cuando joven, debió convertirse después al
    cristianismo y luego pasó (213) al montanismo,
    herejía predicada por el frígio Montano, enemigo de
    la Iglesia jerarquizada. Tertuliano fue un rigorista
    extremado.

    San Cipriano, retórico convertido al cristianismo
    en edad madura, es un asceta y un moralista, pero es sobre todo
    un espíritu práctico. Dos problemas le
    preocupan en especial: el de los lapsi cristianos
    asustadizos que ante la persecución negaban su
    condición de tales y prestaban adoración al
    emperador ( a quienes considera readmisibles en el seno de la
    Iglesia mediante ciertas condiciones), y el de los bautizados por
    los herejes (que no cree lo estén en realidad).

    Una de la obras de San Cipriano, escrita en el 251, en
    ocasión del cisma provocado en Roma por Novaciano al negar
    a la Iglesia el derecho a readmitir a los lapsi en la
    comunión de los fieles, se titula La Unidad de la
    Iglesia católica
    y en ella, advierte que no todos los
    peligros derivan de la persecución: "no hay que temer
    únicamente la persecución o todo aquello que con
    descubierta acometida se dirige a derribar y derrotar a los
    siervos de Dios; cuando el peligro está a la vista, es
    más fácil la cautela, y cuando el adversario se
    declara, el ánimo se apresta de antemano al combate. Hay
    que temer sí y guardarse más del enemigo, cuando se
    presenta a escondidas, cuando engañando con cara de paz,
    se arrastra con paso oculto…" (cap. I) "… ¿Y
    qué cosa más astuta y sutil, que el enemigo
    encubierto y apostado junto a la senda de Cristo… tramara un
    nuevo engaño, como el de engañar a los incautos con
    el mismo título de nombre cristiano? Inventó, pues,
    herejías y cismas, con los cuales destruye la fe, corrompe
    la verdad, rompe la unidad. . . " "Todo esto sucede, sigue
    diciendo Cipriano, por no volver al origen de la verdad, por no
    buscar la cabeza…" (cap. 3) Y recuerda entonces las palabras de
    Jesucristo a San Pedro cuando cimentó en él su
    iglesia. "Sobre uno únicamente, insiste, edifica su
    iglesia…" "Quien no se cuenta en esta unidad de la Iglesia
    ¡cree que tiene la fe?".

    " La esposa de Cristo, la Iglesia, según imagen de San
    Pablo, que es incorrupta y honrada, no puede adulterar. Ha
    conocido una sola casa, y guarda, con casto pudor, la santidad de
    un solo lecho. Ella nos guarda para Dios, ella anota para el
    reino los hijos que engendró. Quien separándose de
    la Iglesia se junta a una adúltera, este tal se separa de
    las promesas de la Iglesia, y no alcanzará los premios de
    Cristo, quien abandonó la Iglesia de Cristo. El tal
    extraño, es profano, es enemigo. Ya no puede tener por
    padre a Dios, quien no tiene a la Iglesia por madre" (caps. 4 y
    6)

     

    El simbolismo cristiano.

    La definición y preservación de las
    verdades de la fe exigía mucha cautela en un ambiente tan
    diverso y tan presto al sincretismo como el del Imperio romano en
    aquellos siglos. Los catecúmenos se habían dividido
    en dos grupos: oyentes
    (audientes), que deseaban iniciarse en la fe, entre los
    cuales no faltaban a veces espías a sueldo, pero que
    demoraban el bautismo, y elegidos (electi), que se
    preparaban ya para su ingreso en la comunidad cristiana. Unos y
    otros, aunque más formados estos últimos,
    debían mantenerse al margen de los ritos reservados para
    los iniciados y en especial del "misterio" de la carne y la
    sangre del
    Verbo de Dios. De aquí que, para reconocerse, los fieles
    "iniciados" utilizaran símbolos. El simbolismo cristiano
    es un complemento del arcano que protege la pureza de la fe de
    los enemigos externos.

    Algunos símbolos aparecen derivados de la
    mitología antigua. El pavo y el ave fénix
    simbolizan la resurrección. La palma la victoria. La
    paloma la sencillez cristiana, el pudor y la paz concedida al
    alma fiel. El ciervo, el servidor
    diligente de Cristo. El áncora, la esperanza en la
    salvación. La nave, la Iglesia. Orfeo, simbolizaba a
    Jesucristo.

    De claro origen cristiano eran: el pez, símbolo
    de "Jesucristo Hijo de Dios, Salvador" ( las siglas o letras
    iniciales de las palabras que forman en griego esta frase, son
    las letras de la palabra que significaba "pez", en la misma
    lengua). El
    cordero, símbolo del sacrificio de Cristo y su victoria, y
    el Buen Pastor, símbolo de Jesucristo. Algunos
    símbolos eran de tema histórico – bíblico,
    como el sacrificio de Abraham, que se utilizaba para representar
    el sacrificio de la Cruz; Adán y Eva, imagen de
    Jesucristo, nuevo adán que reparó el pecado; el
    Arca de Noé, imagen de la
    Iglesia, etc. A veces se utilizaban también escenas
    alegóricas, como las de la viña, el convivio o
    cena, las vírgenes prudentes y las imprudentes de la
    parábola, etc.

    De la vida de la Iglesia en estos primeros siglos,
    guarda la ciudad de Roma un testimonio excepcional: Las
    CATACUMBAS, cementerios de las primeras comunidades cristianas,
    excavados en las afueras de la urbe y en fincas particulares (de
    cristianos acomodados), que luego pasarían a la Iglesia.
    En las catacumbas, que fueron a veces seguro refugio
    para los cristianos recibieron sepultura también los
    cuerpos de los mártires, que hallaban muerte en las
    persecuciones. La veneración que empezó a
    tributárseles originó la construcción de capillas más amplias
    entre los estrechos pasillos subterráneos, a menudo
    superpuestos en varios pisos, e hizo que los cristianos se
    reunieran en ellas para celebrar los misterios de la fe. El
    arte cristiano
    primitivo halló ocasión de plasmar en las paredes
    de estos recintos y capillas sus admirables
    realizaciones.

    Junto a la Vía Appia antigua se hallan ñas
    catacumbas de San Calixto, las de San Sebastián y las de
    Pretextato; en la Vía Ardeatina, las de Domitila, las de
    Priscila en la Vía Salaria y las de Santa Inés en
    la Nomentana. Todas ellas, muy visitadas por los peregrinos y
    turistas que acuden a Roma, no representan más que una
    mínima parte de las sesenta de que hoy se tiene noticia,
    con más de seiscientos kilómetros de
    galerías subterráneas de planta laberíntica,
    con cuatro o cinco sepulturas por piso, una encima de la otra,
    como los nichos de un cementerio moderno. Lámparas de
    aceite las iluminaron débilmente.

    En épocas de inseguridad
    los cristianos se dirigían a uno de estos cementerios. Los
    viñedos disimulaban su entrada. Allí celebraban sus
    asambleas, en las capillas a que hemos aludido, que generalmente
    se celebraban en los tituli o casas de nobles, quienes las
    prestaban gustosos para ello. Se iniciaba con el saludo
    tradicional: "Que la paz sea con vosotros…" para continuar con
    el rezo de las letanías, que el pueblo contestaba a coro;
    seguían dos oraciones breves, diversas lecturas, canto de
    un salmo, y rezo y comentario del Evangelio… Cuando
    concluía esta primera parte, se despedía a los
    catecúmenos y paganos. Luego continuaba la ceremonia con
    el ofertorio (en que los asistentes ofrecían sus presentes
    o limosnas) y seguían los preparativos para el sacrificio,
    rezo de varias oraciones, entre ellas la eucarística y la
    comunión bajo las dos especies ( fragmento de pan
    consagrado depositado en la mano derecha de cada comulgante por
    el obispo, y un sorbo del cáliz que era pasado, de uno en
    uno, por el diácono) Oración en acción de
    gracias, bendición episcopal a los fieles, y la
    fórmula de despedida que aún subsiste: "Id, la misa
    ha terminado".

     

    El cristianismo, de culto libre a religión de Estado.

     

    La vida conyugal era la más corriente, en los
    primeros siglos, entre los cristianos laicos o no. La virginidad
    se apreciaba mucho, no obstante, por constituir un sacrificio
    amoroso de la vida a Cristo. Ciertas vírgenes concertaban
    con los ascetas un casamiento espiritual que implicaba demasiada
    intimidad para que San Cipriano lo juzgara procedente. Estas
    vírgenes, o feninæ subintroductæ,
    solían llevar, con todo, una vida rigurosa y casta.
    Algunas viudas o vírgenes, de probadas virtudes,
    recibían cierta consagración y eran elevadas al
    orden diaconal. Las diaconisas catequizaban a las
    catecúmenas y auxiliaban a los sacerdotes y obispos en
    distintos servicios
    litúrgicos y sociales.

    En la época apostólica, únicamente
    al obispo se le exigía que se hubiera casado una sola vez.
    Estaba prohibido el matrimonio a
    quien se hubiera ordenado de diácono, pero si se
    había casado con anterioridad a su ordenación,
    podía seguir haciendo vida conyugal. Desde los primeros
    años del siglo IV se insistió ya en el celibato
    eclesiástico con carácter preceptivo. El concilio
    de Elvira ( Granada, año 309) prescribía a los
    clérigos casados la continencia. A lo largo del mismo
    siglo, sucesivos concilios insistieron en la continencia
    absoluta. el celibato, que empezó siendo un consejo,
    acabó, antes de finalizar el siglo IV, en
    precepto.

    "La virginidad, escribe san Ambrosio (c. 340- 397), el
    arzobispo de Milán que tanto influyó en el
    emperador Teodosio y en la conversión de san
    Agustín , no es para ser mandada, sino aconsejada y
    deseada, como cosa que sobrepuja las fuerzas humanas y puede ser
    objeto de voto, pero no materia de
    precepto". "… la virgen consagra enteramente su pensamiento a
    Dios, para ser santa en el cuerpo y en el espíritu, al
    revés de la casada, que por deberse al marido, tiene su
    conversación en el mundo y su amor en el
    esposo. No digo esto en menoscabo del matrimonio, sino
    a gloria de la virginidad, cuyo estado es
    más excelente que el de los casados". (Tra. de
    Vírg. Libro I cap.
    3)

    " Las mujeres livianas…, sigue diciendo, adornan la
    garganta con vistosos collares, cuelgan de las orejas brillantes
    pendientes, píntanse las mejillas con vivos y llameantes
    colores, visten
    su talle con ricas telas y se embalsaman con variedad de
    perfumes…" "para atraer las miradas de los hombres". "Vosotras,
    en cambio,
    ¡oh santas vírgenes!, enemigas de tales arreos, que
    atormentan más que adornan, embellecéis vuestra
    frente con la aureola del pudor, y vuestro pecho con la banda de
    la castidad, su más preciado ornamento ( Id. Id., cap.
    4).

    La Jerarquía.

    Los obispos de sedes vecinas, situados claramente en un
    plano superior al resto del clero en el siglo II, empezaron
    pronto a reunirse. Ocasión propicia para estas reuniones
    era la consagración de un nuevo obispo , cuando una de
    estas sedes quedaba vacante. La elección del obispo la
    hacían con el clero y el pueblo de la ciudad, y
    procedían luego a consagrar al elegido. Esta
    reunión sinodal implicaba un cambio de
    impresiones entre los prelados y era de hecho, un pequeño
    concilio. Poco a poco se afirmó la autoridad de
    las "iglesias madres" sobre aquellas a que habían dado
    lugar, y la de las sedes "provinciales" sobre las ubicadas en la
    provincia administrativa secular. La administración civil del mundo romano
    sirvió de base para la eclesiástica. El obispo de
    la importante sede de Alejandría, por ejemplo, con la
    libertad de
    acción adquirida en año 313, ejerció
    autoridad
    sobre la provincia de Egipto, del
    mismo modo que en orden civil la ejercía el
    prefecto.

    La autoridad
    suprema del obispo de Roma, que defendía ya San Cipriano,
    había empezado por ser efectiva en Italia desde que
    San Pedro fundó esta comunidad cristiana. El traslado de
    la sede imperial a Constantinopla y poco después del
    edicto de la concesión de la libertad de
    cultos, hizo que el obispo de Roma afianzara cada día
    más su autoridad
    primera. Los obispos de las sedes orientales más
    importantes, en cambio,
    tuvieron del emperador mayor apoyo, pero también
    sujeción, o por lo menos, intervención más
    estricta. La Iglesia Oriental siempre estuvo más sujeta al
    poder del
    emperador que la Occidental. En Oriente, había empezado ya
    la evangelización de las comarcas agrícolas, desde
    las zonas de influencia urbana. El cristianismo había
    dejado de ser una religión limitada a los núcleos
    urbanos del Mediterráneo para extenderse por las zonas
    campesinas, mucho más "tradicionales" y menos preparadas
    para recibirlo.

    Para la evangelización del campo, en Oriente se
    creó un elemento jerárquico nuevo, intermedio entre
    el obispo y el clero: jorepiscopado. Los jorepiscopoi eran
    misioneros consagrados por el obispo urbano con el fin de
    evangelizar la campiña y aunque, según parece, no
    tenían auténtico carácter episcopal, se les
    concedía facultades episcopales para poder realizar
    su misión con
    mayor efectividad. Muy pronto surgieron conflictos
    jurisdiccionales entre los obispos de aldea y los de la ciudad, y
    aquellos creados como superintendentes al servicio de
    éstos, intentaron independizarse de la tutela urbana,
    acabando por ser suprimidos hacia el siglo IX.

    Las relaciones de la Iglesia con la autoridad
    secular, fueron en aumento desde el 313. La influencia del
    cristianismo, se dejaba sentir en todas las capas sociales y
    pesaba en el imperio como fuerza
    coherente. Es más, se intensificó de tal modo en
    pocos años que cuando el emperador Juliano ( + 363) quiso,
    en su año y medio de reinado, dar nuevo vigor al paganismo
    y perseguir a los cristianos, se encontró
    prácticamente solo en su intento y fracasó. La
    religión estatal vio mermados sus cimientos con la
    política
    de tolerancia hasta
    tal punto que en el año 380, se la suplantó por el
    cristianismo. Los sacrificios paganos fueron prohibidos y en el
    año 391 todos los templos paganos quedaban cerrados al
    culto. Las fuerzas latentes del paganismo hicieron un esfuerzo
    supremo para sobrevivir, pero sucumbieron definitivamente en el
    392 por obra del emperador Teodosio, primer emperador cristiano.
    Incluso el culto privado a los dioses lares fue prohibido y
    castigado. San Ambrosio, consejero del emperador, tuvo el tacto
    suficiente para que los paganos fueran respetados en sus personas
    y en sus cargos, pero muchos templos en cambio, fueron
    derruidos y las estatuas de dioses y diosas, destruidas con
    pasión. Se pudo decir que los dioses pagaron por los
    hombres. El imperio romano desde entonces, se convirtió en
    un imperio cristiano y siguió siéndolo hasta
    mediados del siglo XV en que su heredero, el imperio bizantino o
    romano oriental, sucumbió ante las fuerzas de los turcos
    otomanos.

    El emperador, desde los últimos años del
    siglo IV, había dejado de ser considerado un ser divino,
    pero recibía el título de
    isapóstolos, "igual a los apóstoles, y se
    convertía en protector de la nueva religión
    estatal. Los obispos pasaron a ocupar cargos estatales y cuando
    las invasiones, se erigieron en defensores de sus ciudades. Los
    días festivos de la Iglesia fueron fiestas
    oficiales.

    Un problema nuevo se había presentado a la
    Iglesia: el de sus relaciones con el Estado
    católico. Las crisis
    internas que experimentaría la Iglesia en el proceso
    definidor del dogma, facilitarían la intromisión
    del emperador o, si se quiere, el intervencionismo del poder
    civil.

    Tal vez la más trascendente de estas crisis, en
    aquellos siglos, fue el arrianismo, porque adquirió gran
    difusión y sus consecuencias se dejaron sentir en la
    Iglesia hasta el siglo VII. Cinco escuelas cristianas, las de
    Alejandría, Antioquía, Roma, Edesa y
    Jerusalén, se habían consolidado a comienzos del
    siglo IV, manifestando características que les daban plena
    personalidad.
    La de Alejandría, en Egipto, de
    tendencia alegorizante y mística, se hallaba en el extremo
    opuesto a la de Antioquía, en Siria, literalista (en la
    interpretación de la Biblia) y partidaria de los datos positivos y
    concretos.

    El maestro de esta última Luciano (+ 312),
    intentó establecer un texto
    bíblico más fidedigno, y parece ser que esto le
    llevó a un monoteísmo riguroso, que influyó
    en la doctrina de Arrio (+ 336), sacerdote de Alejandría,
    quien propugnaba la creencia de un Dios único, eterno e
    incomunicable y negaba la divinidad del Hijo o Verbo encarnado.
    La postura de Arrio, buen predicador y culto, hizo muchos
    adeptos. De aquí que el patriarca Alejandro de
    Alejandría, hacia el 310, escribiera una extensa carta al
    patriarca Alejandro de Constantinopla, poniéndole en
    guardia sobre tal postura. en esta carta hallamos la
    mejor definición coetánea del arrianismo. Se
    expresa así: "Dicen (los arrianos) que hubo un tiempo en que el
    Hijo de Dios no existía y que ha empezado a existir,
    siendo así que no existía antes; y que cuando
    nació, fue engendrado de la misma manera que lo son todos
    los hombres. Pues Dios, dicen, lo ha creado todo de la nada. De
    modo que ellos (los arrianos) comprenden al propio Hijo de Dios
    en esta creación de todos los seres inteligentes o sin
    razón. En consecuencia, declaran, el Hijo de Dios
    poseía una naturaleza sujeta
    a cambios, capacitada para obrar el bien y el mal… Y con esta
    hipótesis de que el hijo ha sido creado de
    la nada, destruyen las enseñanzas de las Escrituras que
    proclaman la inmortalidad del Verbo, la divinidad de la
    Sabiduría del Verbo, es decir, de Cristo".

    Esta doctrina reunió, en el 343, un sínodo
    en Alejandría y exiló a su sacerdote Arrio, el
    obispo de Nicomedia, Eusebio, discípulo de San Luciano, le
    acogió . Y así se inició una viva
    polémica doctrinal con San Atanasio.

    Entre los padres de la Iglesia de esta época,
    destacan las figuras de San Jerónimo (342-420) y San Juan
    Crisóstomo (347 – 407). El primero, gran erudito latino,
    conocedor del griego, hebreo y arameo, tradujo al latín y
    revisó el texto del
    Antiguo Testamento. Su traducción, hecha a petición
    del papa Dámaso (quien declaró
    explícitamente inalterable el canon católico de la
    Biblia en el Concilio Romano de 382, pasó a la posteridad
    conocida por La Vulgata y fue el texto de la
    Biblia adoptado por la Iglesia medieval de Occidente en la
    liturgia y base de las citas bíblicas de los autores
    eclesiásticos de la latinidad.

    El patriarca de Constantinopla, Juan "Crisostomo", se
    distinguió por la elocuencia y fortaleza de sus sermones y
    escritos, que le valieron el sobre nombre de Crisóstomo,
    Boca de Oro, con que fue conocido ya en su tiempo. La severidad y
    austeridad que le caracterizaban le ocasionaron muchos sinsabores
    y el destierro en un lugar desértico a orillas del Mar
    Negro, donde murió.

    La exégesis de los textos bíblicos de
    ambos Testamentos, cuya lectura
    recomienda encarecidamente, le lleva a escribir: "El estudio
    profundo de la Sagrada Escritura es
    un tesoro… Bajo las palabras que contiene, encierra grandes
    riquezas. Debemos por tanto recorrerla y escrutarla con
    atención. Obtendremos así gran provecho". "La
    asidua lectura de las
    divinas Escrituras nos hace obrar pensando siempre en las divinas
    promesas. Nos mueve a que nos entreguemos, con renovadas ansias a
    la ardua labor de la virtud".

     

    Expansión del cristianismo en los primeros
    siglos medievales.

    En los siglos IV y V, el imperio romano
    perdió buena parte de su extensión en Occidente y
    se transformó en oriental bizantino. Se suele
    señalar como sintomática la fecha del año
    476, pero de hecho la invasión y cuarteamiento del imperio
    había empezado mucho antes (406). Un grupo de
    pueblos, originarios de Escandinavia, los germanos, desde
    Europa central
    se había lanzado a la conquista de los despojos de Roma.
    De estos pueblos, los visigodos fueron cristianizados por el
    obispo Ulfilas, pero el arrianismo arraigó en ellos hasta
    que pasaron a la ortodoxia en el 589. Burgundios y
    vándalos eran también arrianos. Los suevos, el 408,
    eran en parte todavía paganos y estuvieron vacilando entre
    el arrianismo y la ortodoxia hasta que hacia el 560, optaron por
    la última. Los ostrogodos, cuando en 489 se apoderaron de
    Italia,
    practicaban ya el arrianismo, pero su rey Teodorico se
    esforzó para evitar roces con los católicos. Los
    francos, en cambio,
    paganos, pasaron directamente a la ortodoxia, el 496, con el
    bautismo de su rey Clodoveo. ( " Adore tout ce que tu as
    brûlé, et brûle tout ce que tu as
    adoré"…."Adora todo aquello que has quemado y quema todo
    aquello que has adorado…"
    )

    Los germanos, no obstante, constituían la
    minoría dirigente. La mayor parte del campo contaba
    aún con poblaciones indígenas paganas. En las
    ciudades, la mayoría era cristiana. Cuando los
    vándalos pasaron al África, en el 429, hicieron que
    a la jerarquía episcopal ortodoxa se sumara una
    jerarquía arriana. Muchas ciudades del África
    vándala tuvieron simultáneamente obispo ortodoxo y
    obispo arriano. Cerca de cinco mil católicos fueron
    exilados por el monarca vándalo Hunirico y uno de sus
    sucesores, Trasamundo (496- 523), exilo a la isla de
    Cerdeña 120 obispos. Cuando el 534 los bizantinos
    recuperaron la provincia de África, el catolicismo se
    hallaba diezmado. La invasión musulmana, a mediados del
    siglo VII, acabó de arruinarlo.

    En los siglos IV y V, Germania se va cristianizando; las
    regiones del Rhin y del Danubio medio (Nórica y Retia) son
    las primeras en recibir el Evangelio, por obra de san Severino (+
    482). Pablo Orosio y Salviano, autores religiosos de la
    época, aprecian los valores
    del mundo germánico y desean su plena
    conversión.

    En Oriente, san Simeón y los monjes del
    Sinaí convertían del arrianismo a la ortodoxia a
    los sabeos del sur de Arabia, Abisinia, Persia y Armenia
    abrazaban también la ortodoxia y el ámbito del
    cristianismo se extendía por el mundo.

     

    Para terminar el presente trabajo que de otra forma
    sería una serie inconclusa de hojas y hojas, de temas, sub
    temas y sub sub temas escapados de las oscuras páginas un
    poco amarillentas de mis libros de
    consulta, quisiera poder
    presentar casi como listado de temas algunas ideas que se deben
    desarrollar para dar por terminado por lo menos el momento
    histórico que propuse al inicio del trabajo.

    He tenido que detenerme como ejercicio de obediencia, ya
    que el profesor nos pidió un trabajo de poco más de
    diez páginas e hizo hincapié en que las tesinas o
    tesis son para
    ser desarrolladas en otros ámbitos.

    Pues bien, qué es lo que se nos ha quedado fuera
    del tintero, digo fuera y no dentro del tintero ya que las
    salpicadas están por todo lo largo y ancho de la mesa de
    trabajo o por lo menos eso quiere ser: Agustín de Hipona
    salta a primera vista y junto con él las diferentes
    discusiones cristológicas de su época: el
    Monofisismo, el Pecado Original, la Gracia, la
    Predestinación, la Jerarquía de la Iglesia: con su
    consejo episcopal, dignidades y funciones; la
    Parroquia, el Templo.

    No puede faltar en ningún estudio de este momento
    histórico la palabra más bien larga que corta
    acerca de San Benito y el monacato de Occidente, la
    Evangelización de los anglosajones, la
    Evangelización de Alemania, La
    evangelización de los Eslavos, La Evangelización de
    los Escandinavos, La Evangelización de los Sajones, San
    Bonifacio, el Catolicismo en la España
    Visigoda y como contra parte el catolicismo en la Francia
    Merovingia. El papado y los primeros Carolingios, la
    Iconodulía e Iconoclastia en Oriente, el Estado
    Pontificio, La Iglesia y la cultura
    Occidental, la Iglesia en la época feudal.

    Y así seguimos y seguimos descubriendo manchas de
    tinta sobre nuestra mesa: El mundo islámico, Focio y el
    Patriarcado de Constantinopla, La Reforma Monástica,
    Simonía, Nicolaísmo, Los Monasterios Exentos:
    Cluny, Mobiliario y Ornamentos litúrgicos y por fin
    llegamos a lo que considero el último tema a tratar en
    este espacio de tiempo: La Cristianización de
    Rusia.

    Como se puede descubrir por la simple enumeración
    de temas no tratados y listos
    para saltar al entarimado del discurso, nos
    encontramos con más temas no tratados que los
    tratados con
    escaso sentido y menor contenido para poder
    presentar por lo menos un breve desarrollo
    metodológico de investigación.

    Queda por delante seguir trabajando los temas no vistos
    ni tratados, con la
    seguridad de
    poder contar con más y mejores herramientas
    que las utilizadas al principio del diplomado.

    Ahora creo tener una nueva perspectiva en
    relación con los conceptos religiosos que tratamos
    más familiarmente, pero nunca perdiendo la distancia que
    ellos nos imponen.

    Y de aquí en adelante: Desde el Cisma a la
    Reforma. . .

    Trabajo realizado por:
    Dr. Angel Ricardo Guevara Hdz.

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

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