La complejidad que plantea el pensar un nuevo modelo de
desarrollo,
encuentra varios obstáculos que deben ser derribados desde
la cultura. La
cultura se
convierte en una suerte de "macro" paradigma que
sustentaría las argumentaciones conceptuales en torno al desarrollo,
porque – tal vez- es lo único que realmente tienen
interiorizados los y las ecuatorianas.
Pero esta "cultura" –
porque no es la cultura
ecuatoriana -, al parecer, debe ser encontrada (o creada) en uno
de los sectores sociales que este momento no tiene en qué
identificarse: los mestizos (primera paradoja). El problema del
mestizaje – no como problema en sí- es una de las anclas
(en el sentido peyorativo) que repercute en la construcción de una identidad
nacional: cabría decir que la idea de "ni de
aquí ni de allá" provoca una ambigüedad
cultural del "mestizo", que le impide sentirse "identificado" con
alguna realidad cultural. Situación que no ocurre con los
pueblos indios y negros.
Este, sin embargo, no es el primer problema. De acuerdo
con Alejandro Moreano, la inexistencia de la escritura como
interioridad cultural es el síntoma primero que, incluso,
desarticula toda idea de "nación". En realidad no hay
nación, como concepción supraterritorial de la
identidad de
un pueblo, sino como Estado/República, como entidad legal y
"constitucional" asentada en una espacio territorial. Esto
sí es el Ecuador. Pero la
escritura,
recurso de integración nacional válido para
occidente, se contrapone a la "oralidad" como expresión
auténtica de los pueblos latinos. La narración y la
tradición oral son paradigmas
diferentes a la cultura de la
escritura,
aunque ésta sustentó la creación de las
naciones en Europa, no
excluye que desde aquí podamos articularlas para que
también sustenten el surgimiento de la nación
ecuatoriana.
La escritura es
el logos, el logos es la modernidad, la
modernidad es el
progreso. Desde esta racionalidad tal vez no funcione la
oralidad, posiblemente. Pero esta incertidumbre abre la
posibilidad para intentar la conjugación del logos con la
cultura de la oralidad, del realismo
mágico, del pensamiento
fantástico que todavía no puede crear ciencia ni
tecnología; pero que luego de un proceso
sostenido podría hacerlo (este podría se enmarca
dentro de una posibilidad, porque la interiorización del
logos "podría" descomponer el realismo
mágico: son dos racionalidades opuestas).
Tenemos como elementos de debate para el
modelo de
desarrollo la
cultura, dentro de esta la oralidad; la "constitución" de la nación, y la
incorporación del logos como forma de pensar que no
excluya al realismo
mágico. A su vez tenemos algunos problemas que
resolver. La búsqueda de una identidad
nacional que integre a los mestizos y "blancos" en una sola
idea de nación: ecuatorianos (el nombre del país es
otro problema. Ecuador significa
"división", mitad. Es audaz pero se debería pensar
en cambiar el nombre), el reconocimiento de la diversidad
cultural, y la reconstitución de lo colectivo pero
respetando la individualidad. Lo colectivo como común,
dentro de la "sociedad de
la
comunicación" de Vatimo.
En este marco general, la
comunicación debe reunir algunas condiciones para el
debate del
nuevo modelo de
desarrollo.
Aunque resulta evidente, la
comunicación debe ser democrática: que
reconozca las diversidades culturales, a los movimientos sociales
emergentes, el ethos social y el consenso, donde la
participación y la toma de la palabra sea corresponsable y
equitativa en las decisiones: no impuesta ni electa.
La comunicación debe ser transparente, que no
oculte lo malo ni lo bueno del actual modelo, pero
no implica que preste mayor atención a lo negativo, sino
que exponga lo malo pero en contraste valore sobremanera el
protagonismo de los sujetos para alcanzar logros.
La comunicación debe ser participativa, que
recupere los saberes populares, los mitos y los
rituales. Que construya los imaginarios urbanos y colectivos con
la participación de todos los sujetos. La oralidad como
identidad
cultural, como medio de integración, como lenguaje que
evoca los sentidos y
las cosmovisiones en una relación
intercultural.
La comunicación como mediación macro de
todos los procesos
sociales. Como mediación entre la ciencia y
los saberes míticos, entre la tecnología y las
técnicas ancestrales, entre la racionalidad y la
fantasía, entre la socialidad y la individualidad, entre
la ritualidad y la cotidianidad, entre la ciudad y el campo,
entre la humanidad y la naturaleza, entre
la subjetividad y la "realidad".
Desde el periodismo
como actividad profesional resulta complejo insertar esta
concepción de la
comunicación para la creación de un nuevo
modelo de desarrollo.
Rosa María Alfaro indica con precisión que "hoy es
estratégico conseguir un compromiso de los periodistas y
profesionales de los medios con el
desarrollo, en la medida que apostamos a que se convierta en una
preocupación y compromiso de la sociedad", sobre
todo porque esa condición "estratégica" que tienen
los medios masivos
puede apoyar cualquier esfuerzo colectivo por desarrollar un
nuevo modelo de consenso.
El periodismo,
entendida como profesión sine quo non de los medios, carece
de otras posibilidades como el contacto cara a cara con los
sujetos; pero tiene una gran ventaja que es la de lograr que el
debate
público del nuevo modelo de desarrollo ingrese a la
privacidad de su casa y se discuta en su familia. El
fenómeno del ingreso de lo público a lo privado
puede ser revertido positivamente si hay el compromiso de los
periodistas en el plano profesional, pero también de los
medios como
expresión del poder. Lo que
implica, necesariamente, que lo estratégico debe
involucrar a los dueños de los medios
masivos.
Lo anterior, como un primer nivel (¿parece
utópico?), va concatenado con la modificación del
modelo teórico que fundamenta la actividad
periodística, esto es desechar el modelo funcionalista
prevaleciente en el discurso
periodístico por el modelo actancial de Greimas, o lo que
sería igual a entregar el protagonismo de los hechos al
sujeto, devolverle la voz usurpada por los medios.
Aún así continúa siendo
difícil. Para que los periodistas abandonen el "cotidiano"
esquema funcionalista es necesario capacitarles en el uso del
modelo alternativo. No obstante, todavía es
difícil, porque la lógica
de los medios masivos es el mercado y por
ende la venta de
noticias. Como el nuevo modelo rompe este esquema, puesto que el
protagonismo se está entregando al sujeto, no al hecho
coyuntural que genera la noticia, se rompe la relación de
poder del
político sobre el sujeto. El sujeto deja de ser
beneficiario y víctima de la dominación.
Tal vez se pueda considerar una alternativa intermedia,
como el establecimiento de espacios y secciones (para el caso de
los medios impresos), que de manera equitativa, pero
privilegiando cualitativamente los reportes con el nuevo modelo,
que "ofrezcan" al sujeto "consumidor" de
los medios masivos "noticias" que recojan el esfuerzo, el
vencimiento del obstáculo, y la obtención del logro
por parte de los sujetos, instituciones
y sectores sociales que trabajan por mejores condiciones de
vida.
Pero esto también requiere del compromiso de los
dueños de los medios, que entendiendo las posibilidades de
desarrollo que brindaría el nuevo modelo de desarrollo,
permita este nivel de acceso de todos los actores sociales y la
reestructuración de los conceptos en la elaboración
de los informes
periodísticos.
La construcción de un nuevo modelo de
desarrolla a las claras no está planteando la
"deconstrucción" y luego la construcción de un nuevo modelo de
participación social. La democracia -o
su idea- se enmarca dentro de los que llamamos la
"representación"; pero esta representación en la
actualidad -o siempre, mejor dicho- ha estado
secuestrada por quienes ostentan el poder
económico. Cuando los grupos
económicos entendieron que su poder no
podía estar alejado del poder
político, decidieron que lo mejor era tener ese poder para
mantener y acrecentar su poder anterior. Esta combinación
de los dos poderes dio como resultado el acceso fácil y
próspero al poder judicial.
Lo justo dejó de ser tal cuando pasó a depender de
lo económico.
Un ejemplo sencillo lo encontramos en el Ecuador. Las
declaraciones vertidas por el presidente Jamil Mahuad el
sábado 15 de enero, dejaron entrever esa postura
prepotente que el poderoso ostenta. Los últimos
acontecimientos sucedidos en el país y la posición
de los pueblos indígenas de derrocar del mandato a los
tres poderes del Estado
generó la reacción inmediata de quienes
veían amenazada su posición. Y justamente fue
Mahuad el que dijo ante el Congreso Nacional que el poder no se
lo obtiene por la fuerza ni a
dedo, "se lo gana en la urnas". Es decir, ratificó que el
sistema
democrático per se funciona a través de la urnas,
por la representación de quienes ganan las elecciones.
Pero esta representación no es representativa, puesto que
el exportador bananero no representa al campesino que siembra
arroz en dos hectáreas; o el opulento ganadero serrano no
representa al indígena que tiene una vaca en pleno
páramo.
La búsqueda de la representatividad ha sido el
dilema supremo de la mal llamada democracia -no
hay democracia en
ningún país del mundo tal cual la concibieron los
griegos-. Al ser un dilema también se convierte en
paradoja del sistema política occidental.
Este el punto central de la construcción del nuevo modelo de
desarrollo. Incluso, los movimientos sociales en el Ecuador,
reflexionando sobre estas contradicciones de la democracia,
plantearon el modelo de la representación directa que no
es otra cosa que descentralizar el poder político hacia
los sectores más lejanos y más inmediatos de la
población.
La representación directa significa la
creación de los parlamentos -en todo la extensión
conceptual del parlamento romano- barriales, cantonales,
provinciales, regionales y nacional. Estamos hablando de un
país multicultural y plurinacional -en el Ecuador existen
más de 12 culturas identificadas con su idioma-, por lo
que la representación directa debe responder a esta
diversidad cultural, social y política que
caracteriza al Estado
ecuatoriano. Un indígena Cofán no concibe el uso
del agua de igual
manera como lo concibe un mestizo guayaquileño; ni un
mestizo ambateño concibe igual el uso del tiempo como lo
hace un negro esmeraldeño. Estas diferencias no pueden
expresarse en un solo Congreso Nacional donde solo llegan los
representantes de los grupos de poder
-son los únicos que cuentan con el dinero para
financiar campañas políticas
millonarias-.
Así es como toma importancia la
comunicación para el desarrollo. En el momento que los
comunicadores asuman el compromiso de revertir todo el orden
constituido, para transformar a la comunicación en un instrumento
constituyente, los espacios tradicionalmente ocupados por
sectores que no representan a las mayorías pasarán
a manos de quienes deben tenerlos. No se trata de una revolución
para arrebatar el poder a los millonarios, es un nuevo ejercicio
democrático donde la gente tendrá la posibilidad de
decidir sobre lo que es más conveniente para su comunidad. En
otras palabras, se trata de una descentralización de las decisiones y de la
capacidad de ejecutarlas.
También es un ejercicio extraordinario de
revalorizar al sujeto como persona actuante
y pensante. La representación directa sin duda mejora la
calidad de las
decisiones, pero también permite a las personas mejorar su
condición de seres humanos porque son ellos los que
proponen, deciden y ejecutan sus propuestas. Hablamos de
consensos ciudadanos, hablamos de garantías ciudadanos,
hablamos de trabajo, de recreación, de placer, de
dignidad. La nueva democracia es
compleja, pero es muy rica desde su concepción
teórica.
Esta es una propuesta. Pero la construcción del nuevo modelo implica
severos ejercicios de catarsis política, de
desprendimiento inteligente. Pensar y construir otro modelo
equitativo de desarrollo obliga a crear, a re formar, a des hacer
para hacer -no rehacer-. Y esto exige inteligencia
-logos-. Pensamiento
abstracto, deductivo, sistemático,
constructivo…
Significa evitar a las mentes dogmáticas,
anquilosadas, conservadoras, alienadas. Significa abrir el
debate a
nuevos actores sociales, nuevos pensadores, mentes frescas,
cultas, lúcidas, renovadas, propositivas, consensuales.
Que no impongan criterios, que debatan criterios para consensuar.
Que no voten, que participen.
Cultura, nación, inteligencia:
tres paradigmas
macro que sostienen el debate. Lo económico es secundario
aunque sea recurrente en cualquier debate. Si primero no
cimentamos una identidad
cultural en torno a la
nación, y estas dos sustentadas en la inteligencia,
los demás procesos
navegarán sin dirección y volveremos al canibalismo que
actualmente vivimos.
¿Quieren jerarquizar? A la cabeza debe estar la
inteligencia:
una persona
inteligente puede resolver problemas
-esta es la condición del logos-; en el cuerpo la cultura:
una persona con
cultura tendrá autoestima y
valores para
sostener su dignidad; en los pies la nación: una persona que se
reconozca parte de un grupo social
tendrá un mejor vínculo de solidaridad y
colaboración. Luego viene lo económico. Uno de los
grandes errores cometido por la humanidad es creer que los
pueblos se unen más a través de lo
económico; aunque este es el medio lo fundamental es el
intercambio simbólico que se expresa en la
relación, así fue ancestralmente y así
debería ser. El intercambio de símbolos culturales
permite conocer al otro, identificarlo y valorarlo. La concha
spondylus que intercambiaban los indígenas representa esta
relación comunicacional. Hoy la coca cola rompe estos
esquemas simbólicos.
Pensar que la Comunidad
Andina de Naciones o el Mercosur son la
panacea al "vaciamiento" -como lo concibe Gianni Vattimo- social
que vivimos es estúpido, y refleja la alienación de
los gobernantes y empresarios latinoamericanos frente a las
corrientes europeas de libre comercio.
Sí, alienación, porque además nunca
dejarán de ser modelos
copiados. ¿Falta de inteligencia?
Santiago Cruz
Lic. en Comunicación Social
Graduado en la Universidad
Central del Ecuador
Asesor de proyectos de
comunicación