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Etica y Política




Enviado por francob



    El hombre es un
    ser libre, con capacidad de autodeterminación, es decir,
    capaz de obrar luego de una libre elección. Esta
    elección se lleva a cabo como resultado de un conocimiento
    que define el carácter de una conducta, ya que
    está vinculado con una conciencia
    moral que
    aprueba o desaprueba un determinado acto.

    Tanto la moral, como
    el derecho y los usos sociales, forman parte de un todo mayor: la
    ética.
    Hablar de ética es
    hablar del bien y del mal. La ética no
    es una abstracción, es el otro. Cada acto está
    obrando directa o indirectamente sobre una vida: "Nunca se roba
    algo, se le roba a alguien".

    La moral hace
    referencia a aquellas pautas interiorizadas por el individuo
    quien se las autoimpone no como obligación sino como
    necesidad, por el simple hecho de provenir o formar parte de "lo
    bueno".

    El derecho es el conjunto de normas emanadas
    por un órgano competente. Las mismas constituyen una
    prescripción, o sea la imposición de la voluntad de
    la autoridad
    normativa sobre la voluntad del sujeto o
    destinatario.

    Los usos sociales recogen comportamientos
    deseables y aprobados por una comunidad, es
    decir costumbres sociales. Son normas
    consuetudinarias.

    El hombre, por
    naturaleza
    tiene la capacidad de perfeccionarse y de superarse día a
    día, por lo que tiende a alcanzar la plenitud. Para llegar
    a tan preciada meta como lo es la plenitud, es necesario vivir en
    sociedad; el
    ser humano necesita de los demás para construir un mundo o
    ambiente
    propicio en el cual alcanzar la plenitud, causa esencial de la
    felicidad.

    Es por ello que el hombre
    necesita de la sociedad política, pues nada
    es pleno si no se comparte, confronta y comunica a los
    demás, ya que el bien es expansivo, comunicativo: "De nada
    sirve la sabiduría si no se la comunica mediante la
    educación".

    El hombre se
    reúne en sociedad para el
    logro de un bien común a todos. El bien común no es
    el bien individual, no es la suma de la porción de
    felicidad de cada individuo integrante de una comunidad, pero
    tampoco es un bien que nada deba a las partes. Es la integración sociológica de todo lo
    que hay de virtud y riqueza en las vidas individuales, y que
    tiende a perfeccionar la vida y la libertad de
    persona de
    cada ser. No es utilidad
    solamente, sino fin bueno es sí mismo, sujeto a la
    justicia y a
    la bondad. Es el fin último de la vida
    social.

    La política es la ciencia
    social y práctica cuyo objeto es la búsqueda del
    bien común de los integrantes de una comunidad. El
    bien común no es sólo la tarea del poder
    político sino también razón de ser de la
    autoridad
    política.

    Por lo tanto, es el bien común el principio
    y fin ético de la política. Será
    bueno todo aquello que beneficie, tienda, acreciente o promueva
    el bien común. Será malo todo aquello que tienda a
    perjudicarlo, disuadirlo, disminuirlo, etc.

    Es deber de todo estado
    democrático promover el bien general. El preámbulo
    de la Constitución de la Nación Argentina
    establece:

    "…con el objeto de constituir la unión,
    afianzar la justicia,
    consolidar la paz interior, proveer a la defensa común,
    promover el bienestar general, y asegurar los beneficios
    de la libertad, para
    nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del
    mundo que quieran habitar en el suelo
    argentino…".

    El bienestar general se logra por medio de una
    auténtica justicia
    social cuya finalidad es obtener una más justa distribución de la riqueza entre todos los
    grupos
    sociales. Hace falta la presencia de un estado capaz
    de generar este equilibrio. Un
    estado que no
    elimine la responsabilidad de las personas, de las
    comunidades y de las organizaciones
    intermedias. Un estado que no
    convierta en dependientes a los ciudadanos y en pupilas a las
    comunidades y organizaciones
    intermedias. Un estado que no
    les quite sus obligaciones.
    Esa orientación de la intervención estatal ha sido
    nefasta para la sociedad civil,
    la ha hecho débil. Pero tampoco sirve un estado ausente,
    que deje la suerte de sus habitantes al juego de la
    oferta y
    demanda. Ni un estado indiferente a los problemas
    sociales. El estado debe intervenir para asegurar el
    mínimo de bienestar para todos. Sin
    demagogias.
    (1)

    En resumen, la naturaleza de un
    estado o de la sociedad política, es la
    búsqueda del bien común. El estado se
    desnaturaliza, es decir pierde su esencia, cuando se corrompe.
    Corromper, entre otras acepciones posibles, es alterar la forma
    de alguna cosa; así el estado
    corrupto ya no tiende al bien común sino que se
    desvirtúa transformándose al provecho de unos
    pocos.

    Según Aristóteles, definiendo las formas de
    gobierno, hay monarquía, aristocracia o democracia
    cuando el rey, una minoría o una mayoría gobiernan
    para el conjunto. Estas serían las formas naturales. En
    cambio hay
    tiranía, oligarquía o demagogia cuando un tirano,
    una minoría o una mayoría gobiernan para sí
    mismos. Estas serían las formas
    desnaturalizadas.

    Los factores que conducen a la
    desnaturalización del estado, a su proceder
    éticamente negativo, inmoral, ilegítimo e ilegal
    son principalmente: a) el economicismo, b) la tentación
    del poder absoluto
    y c) la pérdida de un orden
    político.

    a) Este tipo de corrupción se da siempre que el dinero
    ocupa un lugar preferencial en la escala de
    valores de
    una sociedad. Y lo
    cierto es que así parecen estar hoy las cosas en la
    mayoría de los países. Lo común es que un
    funcionario viole sus deberes de lealtad al pueblo por alguna
    condición económica, es decir, porque hay
    dinero de
    por medio.

    Max Weber
    distinguió entre los políticos que viven para la
    política y los que viven de la política.
    En el último caso, la ambición política
    deja de valer por sí misma y se rebaja al nivel de un
    valor
    instrumental al servicio del
    enriquecimiento.

    A fines del siglo XIX, Leandro Alem
    sostenía: "… el interés
    material será para un pueblo de mercaderes, no para el
    nuestro…", "…no conviene materializar las sociedades,
    aflojando los resortes morales de su espíritu…", "…
    Se nos quiere halagar con las promesas de engrandecimiento
    material. Yo prefiero, porque lo considero más digno de
    una sociedad como de un individuo, vivir con menos lujo y con
    menos pompa, siempre que me dirija yo mismo. Prefiero una vida
    modesta, autónoma, a una vida esplendorosa sometida a
    tutelaje…".

    b) Todo poder tiende
    a corromper; el poder
    absoluto corrompe absolutamente. Alguien que carece de una
    sensibilidad moral
    excepcional, y que no es sino una persona
    ordinaria, común y corriente, puede sucumbir frente a la
    tentación extraordinaria que surge de las inmensas
    posibilidades del poder, a
    menos que se la limite y se la controle. Expresaría
    Elpidio González: "… El radicalismo es una fuerza
    principista. Para la Unión Cívica Radical los
    gobiernos son medios de
    servir al país y no fines…"
    .

    c) Bajo cualquier sistema
    político existe un orden político natural al cual
    la acción política debe sujetarse en aras de la
    estabilidad y el bienestar de la nación. El orden
    político es la única posibilidad de trabajar por
    el bien común. Su contraparte, el desorden
    político, implica el desquicio general de las funciones
    sociales, de modo que nadie trabaja en lo que le compete.
    Diría Dante: "Siempre la confusión de la
    persona es
    principio del mal de la ciudad
    ".

    Podemos, lógicamente, reducir los tres
    factores de desnaturalización del estado, anteriormente
    mencionados, a un solo eje fundamental: la conducta.
    Según el diccionario de
    la lengua
    española, conducta, entre
    otras acepciones, es la manera con que los hombres gobiernan su
    vida y rigen sus acciones. Como
    ya sabemos, el hombre es
    un ser libre, capaz de autodeterminarse y que actúa
    según una elección. También dijimos que la
    ética
    esta compuesta por la moral, el
    derecho y los convencionalismos sociales.

    Por lo tanto una conducta
    será éticamente positiva siempre que el hombre
    encamine su vida conforme a las costumbres sociales y normas
    jurídicas vigentes, y cuyos principios
    morales, que por naturaleza
    indican qué es lo bueno, no queden sólo en el campo
    de la abstracción o el
    conocimiento, sino que los concrete mediante su observancia.
    En resumen, será una conducta acorde a
    la ética
    aquella conducta virtuosa
    . La virtud es la disposición
    constante del alma a conducirse de acuerdo al bien y a evitar
    rigurosamente el mal. Las virtudes que hacen ética a una
    conducta, y que son además indispensables en un estado
    democrático, son las siguientes:

    • Austeridad: consiste en llevar una vida
      modesta y de probada honradez.
    • Veracidad: virtud que nos conduce
      siempre a manifestar lo que creemos o
      pensamos.
    • Lealtad: nos obliga a ser fieles y
      rigurosos en el cumplimiento de los compromisos y obligaciones, en la correspondencia de afectos,
      etc.
    • Tolerancia: respeto y
      consideración de las opiniones ajenas. No es aprobar el
      error, sino simplemente, la capacidad de convivir con lo
      diferente.
    • Espíritu de Trabajo:
      Inclinación a realizar con entusiasmo y eficacia los
      labores que se emprenden.
    • Perseverancia: firmeza en los
      propósitos o en la prosecución de algo que se ha
      comenzado.
    • Caridad o Fraternidad: consiste en
      considerar a nuestros semejantes como hermanos. Es el amor al
      otro que se manifiesta mediante acciones de
      beneficencia y benevolencia.
    • Patriotismo: vínculo espiritual
      que nos une a la patria incondicionalmente. Se manifiesta
      sirviendo con amor y
      abnegación, alentando los ideales de la nación,
      reverenciando sus glorias, amando su tradición y
      respetando sus símbolos.
    • Abnegación: es un sentimiento que
      nos mueve a dejar de lado nuestros propios afectos o intereses
      en servicio de
      la patria, para el bien de la comunidad en
      general, para el bien del otro.

    Es fácilmente entendible entonces que los
    tres factores de desnaturalización del estado tienen su
    semilla o su fundamento en una conducta éticamente
    negativa: en el materialismo, en
    la mentira, la deslealtad, la intolerancia, el egoísmo, en
    la carencia de patriotismo, etc.

    Válida es la ocasión de mencionar,
    sin entrar en detalles, lo que la Unión Cívica
    Radical mantiene doctrinalmente como filosofía de
    conducta. El radicalismo cree que el fin no justifica los
    medios, y que
    los altos fines sólo se alcanzan cuando los medios son
    adecuados a su altura. Colócanse así los medios en el
    plano del deber constante e inmediato, y surge la
    filosofía realmente creadora de conducta, que es unidad
    e interacción entre el esfuerzo moral-personal y el
    político o social que lo incluye.
    Esta
    filosofía radical de la conducta es la única que
    podrá reintegrar al hombre-espíritu y salvar a la
    humanidad del posible desastre de los siglos.
    (2)

    Krause, filósofo de gran influencia sobre
    la doctrina radical, sostenía que la ley moral lleva
    implícita la libertad y el
    orden, siendo su máxima de conducta más difundida:
    "Haz el bien por el bien mismo".

    Plenitud, es una totalidad, integridad.
    Observaremos entonces como esta filosofía es el camino
    para alcanzar la plenitud del hombre, quien
    vive en sociedad para alcanzarla, configurándola al nivel
    de un bien común, principio y fin de la existencia de la
    política.

    La historia de nuestro
    país muestra como,
    buscando lo mejor para la concreción de un mejor estilo de
    vida al servicio de la
    consecución del bienestar común, se han obtenido,
    en un proceso que
    comienza el siglo pasado y que aún no termina, la
    emancipación y la independencia,
    la democracia y
    la libertad. Pero
    aún no hemos concluido, la igualdad y el
    federalismo
    verdadero son tareas pendientes.

    Nuestro partido se fundamentó sobre dos
    grandes bases. Una es considerar la política como una
    concepción ética de la vida. La otra afirmar el
    federalismo
    como la forma institucional de la vida autónoma argentina, de la
    libertad
    ciudadana y de la soberanía de la nación. Nuestras
    luchas anteriores a veces nos han hecho suponer que somos el
    partido de la libertad y nada más, si así fuera ya
    hubiéramos agotado nuestra razón de existir…
    tenemos libertad en la Argentina, pero
    falta tanto, …queremos concretar al mismo tiempo la
    libertad y la igualdad.(3)

    Para concluir, me parece oportuno destacar que la
    pérdida del camino ético de la política, no
    es más que el reflejo de una sociedad que también
    lo ha perdido. Al fin y al cabo, los hombres de la
    política, forman parte de la sociedad a la cual
    representan y dirigen.

    Es increíble cómo la indiferencia
    individualista ha llegado a atrofiar nuestros más
    profundos sentimientos, cómo nos ha llevado el
    egocentrismo a disimular y a enceguecernos frente a aquellas
    personas que necesitan y suplican de una mano que las ayude, que
    les sirva de guía. Es tal la ausencia de solidaridad que
    se presenta, que hemos llegado al extremo de la
    extranjería total, mientras, hermanos nuestros mueren
    frente a nuestros ojos.

    Es imposible pensar que en sociedades
    corruptas y desnaturalizadas, que no saben de donde vienen ni
    adonde van, que han olvidado su pasado y no tienen visión
    de futuro, en donde la hermandad es una palabra cada día
    más en desuso ya que cada cual busca sobreponerse al
    prójimo en vez de mancomunadamente buscar lo mejor para
    todos, pueda surgir una minoría dirigente inmune a tal
    peligrosa enfermedad como lo es la corrupción, la extranjería y lo peor
    de todo, la indiferencia.

    Pero también es cierto que la clase
    dirigente, que en realidad no es "clase" sino minoría, es
    la encargada de dirigir y de dar el ejemplo a la comunidad y que
    por lo tanto, tiene una mayor responsabilidad. Dirigir significa enderezar,
    llevar rectamente una cosa hacia un lugar
    señalado.

    Creo que los argentinos, ya hemos "tocado fondo",
    hemos sido fiel imitación de la sociedad anteriormente
    descripta. Ahora hace falta un cambio rotundo
    de mentalidad ya que es lo único que nos permitirá
    "salir nuevamente a flote". Y todo indica que la tierra ya
    está lo suficientemente abonada para comenzar a sembrar
    ese cambio, para
    comenzar a sembrar futuro. Afortunadamente nuestro país de
    a poco está madurando, está creciendo junto a la
    democracia, ha
    "aprehendido" su dolor y ha aprendido de él. El argentino
    ya no quiere limosnas ni favores, quiere trabajar; el argentino
    de hoy tiene sed de justicia, se
    ha fortalecido en la vida democrática, exige respuestas de
    sus representantes, responde a la verdad y condena la
    inmoralidad.

    La falta de ética en todos los
    ámbitos es un problema de fondo. Tenemos que tomar
    conciencia de
    que somos muchos, pero que conformamos uno solo, nuestro
    país, nuestra Argentina.
    Tenemos que replantearnos quienes somos, a donde vamos y a donde
    queremos llegar. Sobre la experiencia del pasado, los valores de
    aquellos que forjaron la libertad y la democracia,
    deberemos empezar de nuevo, pero con los ojos puestos en el
    futuro.

    Trabajo realizado
    por:

    Franco Bolognino

     

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