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La filosofía medieval



    1. Padres de la Iglesia.

    Nombre dado por la Iglesia
    católica a los autores que establecieron la doctrina
    cristiana antes del siglo VIII. Los escritos de los Padres, o
    literatura
    Patrística, sintetizaron la doctrina cristiana tal
    y como se encuentra en la Biblia, especialmente en el Evangelio,
    los escritos de los Padres Apostólicos, las máximas
    eclesiásticas y las decisiones de los concilios de la
    Iglesia.
    Facilitaron un conjunto doctrinal articulado de la
    enseñanza cristiana para su transmisión por todos
    los rincones del Imperio
    romano.

    Hay que tomar en cuenta que al principio la Iglesia no
    quería saber nada de la filosofía, ya que estaban
    bajo la impresión de la nueva vivencia de su fe. Gracias a
    San
    Agustín, se puso un sí positivo a la
    filosofía. Nosotros queremos dice San
    Agustín, hablar no solo con la autoridad de
    las sagradas escrituras, sino también basados en la
    universal razón humana (Ratio: relación entre dos
    cantidades). Si los filósofos han dicho algo que exacto
    ¿por qué no lo hemos de aceptar?, al fin de
    cuentas puede
    incluso servir para razonar la fe y para comprenderla
    mejor.

    En el siglo IV, la Patrística alcanza su
    plena madurez. Es el momento en que los herejías han
    alcanzado su mayor agudeza y el gran movimiento
    maniqueo, que se extiende de oriente a occidente, amenazan a la
    Iglesia. Por
    otra parte el pensamiento
    cristiano ha adquirido profundidad y claridad, y al mismo
    tiempo
    vigencia social en el Imperio Romano.
    El mundo antiguo esta en su última etapa. Los
    bárbaros están llamando desde hace tiempo a todas
    las puestas del Imperio; a lo largo de sus fronteras se hace
    sentir la presencia de los pueblos germánicos, que se van
    infiltrando lentamente, antes de realizar la gran
    irrupción del siglo V. Y sobre todo el paganismo ha dejado
    de existir; la cultura romana
    se agota en el comentario y sigue nutriéndose, al cabo de
    los siglos de una filosofía la griega que no es
    capaz de renovar. En este momento aparece San
    Agustín, la plenitud de la Patrística, que
    resume en su personalidad
    inmensa el mundo antiguo, al que todavía pertenece, y la
    época moderna, que anuncia, y cuyo punto de arranque es
    él mismo. En la obra agustiniana se cifra este paso
    decisivo de un mundo a otro.

    • San Agustín (354 –
      430).

    Es una de las figuras más emblemáticas
    de su tiempo, del
    cristianismo y
    de la filosofía. Su personalidad
    tan original y abundante deja una huella profunda en todas las
    cosas donde pone su mano. La filosofía y la
    teología medievales, es decir, lo que se ha llamado la
    Escolástica, toda la dogmática cristiana,
    disciplinas enteras como la filosofía del espíritu
    y la filosofía de la historia, ostentan la
    marca
    inconfundible que les imprimió. Más aun: el
    espíritu cristiano y el de la modernidad
    están influidos decisivamente por San
    Agustín; y tanto la Reforma como la Contrarreforma han
    recurrido de un modo especial a las fuentes
    agustinianas.

    a. Verdad

    b. Dios

    Tesis filosóficas de San
    Agustín: c. Creación.

    d. Alma.

    e. El Bien.

    f. La Ciudad de Dios.

    1. Verdad: en encendidas controversias con los
      escépticos hizo triunfar San Agustín la
      posibilidad de conocer la verdad. Los escépticos dicen
      "no existe la verdad; de todo se puede dudar"; a lo que San
      Agustín replica "se podrá dudar todo lo que se
      quiere; de lo que no se puede dudar es de la misma duda".
      Existe pues la verdad con lo cual queda refutado el
      escepticismo. San Agustín busca el prototipo de la
      verdad en las verdades matemáticas, cuando dice, por ejemplo,
      que la proposición 7+3=10, es una proposición de
      vigencia universal para cualquiera que tenga razón.
      Aquí donde se ve que 7+3 tiene que ser igual a 10, halla
      San Agustín lo que también en otros casos debe
      ser verdad para todo espíritu racional, a saber, las
      reglas, ideas y normas conforme a las
      cuales registramos y leemos lo sensible y al mismo tiempo lo
      estimamos y rectificamos. Estas reglas son algo
      apriorístico, en lo cual el hombre,
      frente al mundo y su experiencia, se demuestra superior, libre
      y autónomo.
    2. Dios: el mismo San Agustín que busca
      la verdad en el interior del hombre, dice
      a la vez con no menor énfasis: Dios es la verdad. San
      Agustín se eleva de lo verdadero singular a la verdad
      una gracias a la que todo lo verdadero es verdadero para tener
      participación en ella. Considera esta ascensión
      como prueba de que existe Dios y el mismo tiempo de lo
      que Dios mismo es: el todo de lo verdadero, el ser bueno de
      todo lo bueno, el ser de todo ser. Así Dios es todo,
      pero a la vez no es nada de todo, pues sobre puja a todo,
      ninguna categoría se le puede aplicar.
    3. Creación: este concepto no es
      filosófico sino teológico. Por tanto, cuando San
      Agustín trata de pensarlo, se le ofrecen inmediatamente
      dificultades filosóficas. En este caso, habría
      que admitir también en Dios lo mutable. Por otra parte,
      la creación proviene de un acto libre de la voluntad de
      Dios, y no es por tanto, una procesión necesaria, como
      con frecuencia sé repitió contra la teoría de la emanación. San
      Agustín deja por fin la cuestión en suspenso. Ve
      que no se puede resolver con nuestros conceptos espaciales y
      temporales.
    4. Alma: lo que San Agustín escribe
      sobre el alma, su fina intuición, su arte de ver y
      dominar las cosas, su penetrante análisis y otras diversas cualidades lo
      revelan como sicólogo de primer orden. El alma
      tenía para él especial interés.
      "A Dios y al alma deseo conocer". El alma tiene un efecto el
      primado frente al cuerpo. Cierto que San Agustín no es
      ya pesimista acerca del cuerpo: el espíritu del cristianismo
      y su doctrina de la creación no lo permiten. No
      obstante, para San Agustín el hombre es
      propiamente el alma. Y así, seguirá
      pensándose, aun después de que en la alta
      edad media
      prospere la formula aristotélica de la unidad del cuerpo
      y el alma.
    5. El Bien: cuando San Agustín
      habla en lenguaje
      religioso, el bien no es para él otra cosa más
      que la voluntad de Dios. Pero cuando trata de descubrir los
      fundamentos más profundos, dice: "El bien se da con la
      ley eterna".
      Son las ideas eternas en la mente de Dios que, como para los
      platónicos, también aquí constituyen el
      fundamento de conocer, del ser y del bien. Son un orden eterno.
      No solo el hombre es
      bueno, también los seres son buenos y el
      conocimiento es verdadero, con tal que se orienten conforme
      a este orden eterno.
    6. La Ciudad de Dios: siempre
      tendrá lugar en la historia del mundo la
      lucha entre la luz y las
      tinieblas, entre lo eterno y lo temporal, entre lo supra
      sensible y lo sensible, entre lo devino y lo antidivino. En su
      gran obra la Ciudad de Dios San Agustín, muestra
      cómo los poderes del bien tienen que luchar
      constantemente con los poderes del mal. Su sentido definitivo
      es el triunfo del bien sobre el mal.
    1. El Escolasticismo.

    Movimiento
    filosófico y teológico que intentó utilizar
    la razón natural humana, en particular la filosofía
    y la ciencia de
    Aristóteles, para comprender el contenido
    sobrenatural de la revelación cristiana. Principal
    movimiento en
    las escuelas y universidades medievales de Europa, desde
    mediados del siglo XI hasta mediados del siglo XV, su ideal
    último fue integrar en un sistema ordenado
    tanto el saber natural de Grecia y
    Roma como el
    saber religioso del cristianismo.
    El término escolástica también se utiliza en
    un sentido más amplio para expresar el espíritu y
    métodos
    característicos de ese momento de la
    historia de la
    filosofía o cualquier otro espíritu o actitud
    similar hacia el saber encontrados en otras épocas. El
    término escolástica, que en su origen designaba a
    los maestros de las escuelas monásticas o catedralicias
    medievales, de las que surgieron las universidades, acabó
    por aplicarse a cualquiera que enseñara filosofía o
    teología en dichas escuelas o
    universidades.

    • Características
      Principales.

    Los pensadores escolásticos sostuvieron una
    amplia variedad de ideas tanto en filosofía como en
    teología. Lo que da unidad a todo el movimiento
    escolástico son las metas comunes, las actitudes y
    los métodos
    aceptados de un modo general por todos sus miembros. La principal
    preocupación de los escolásticos no fue conocer
    nuevos hechos sino integrar el
    conocimiento ya adquirido de forma separada por el
    razonamiento griego y la revelación cristiana. Este
    interés
    es una de las diferencias más características entre la escolástica
    y el pensamiento
    moderno desde el
    renacimiento.

    El objetivo
    esencial de los escolásticos determinó algunas
    actitudes
    comunes, de las que la más importante fue su
    convicción de la armonía fundamental entre
    razón y revelación. Los escolásticos
    afirmaban que el mismo Dios era la fuente de ambos tipos de
    conocimiento y
    la verdad era uno de Sus principales atributos. No podía
    contradecirse a Sí mismo en estos dos caminos de
    expresión. Cualquier oposición aparente entre
    revelación y razón podía deberse o a un uso
    incorrecto de la razón o a una errónea
    interpretación de las palabras de la revelación.
    Como los escolásticos creían que la
    revelación era la enseñanza directa de Dios,
    ésta tenía para ellos un mayor grado de verdad y
    certeza que la razón natural. En los conflictos
    entre fe religiosa y razonamiento filosófico, la fe era
    siempre el árbitro supremo, la decisión de los
    teólogos prevalecía sobre la de los filósofos. Después de principios del
    siglo XIII, el pensamiento
    escolástico puso mayor énfasis en la independencia
    de la filosofía en su campo propio. A pesar de todo,
    durante el periodo escolástico la filosofía estuvo
    al servicio de la
    teología, no sólo porque la verdad de la
    filosofía estaba subordinada a la de la teología,
    sino también porque los teólogos utilizaban la
    filosofía para comprender y explicar la
    revelación.

    Esta postura de la escolástica chocó
    con la llamada teoría
    de la doble verdad del filósofo y físico
    hispano-árabe Averroes. Su teoría
    mantenía que la verdad era accesible tanto a la
    teología como a la filosofía islámica pero
    que tan sólo la filosofía podía alcanzarla
    en su totalidad. Por lo tanto, las llamadas verdades de la
    teología servían, para la gente común, de
    expresiones imaginativas imperfectas de la verdad
    auténtica, sólo accesible por la filosofía.
    Averroes sostenía que la verdad filosófica
    podía incluso contradecir, al menos de una forma verbal,
    las enseñanzas de la teología
    islámica.

    Como resultado de su creencia en la armonía
    entre fe y razón, los escolásticos intentaron
    determinar el ámbito preciso y las competencias de
    cada una de estas facultades. Muchos de los primeros
    escolásticos, como el eclesiástico y
    filósofo italiano san Anselmo, no lo consiguieron y
    estuvieron convencidos de que la razón podía probar
    algunas doctrinas procedentes de la revelación divina.
    Más tarde, en el momento de esplendor de la
    escolástica, el teólogo y filósofo italiano
    santo Tomás de
    Aquino estableció un equilibrio
    entre razón y revelación. Sin embargo, los
    escolásticos posteriores a santo Tomás, empezando
    por el teólogo y filósofo escocés Duns
    Escoto, limitaron cada vez más el campo de las verdades
    capaces de ser probadas a través de la razón e
    insistieron en que muchas doctrinas anteriores que se pensaba
    habían sido probadas por la filosofía tenían
    que ser aceptadas sobre la base única de la fe. Una de las
    razones de esta limitación fue que los escolásticos
    aplicaron los requisitos para la demostración
    científica, recogidos al principio en el Organon de
    Aristóteles, de una manera mucho más
    rigurosa que lo había hecho cualquiera de los filósofos anteriores. Esos requisitos eran
    tan estrictos que el propio Aristóteles rara vez fue capaz de
    aplicarlos en detalle más allá del campo de las
    matemáticas. Esta tendencia
    desembocó de forma teórica en la pérdida de
    confianza en la razón natural humana y en la
    filosofía, como quedó caracterizada la primera
    época del renacimiento, y
    así lo asumieron los primeros reformadores religiosos
    protestantes, como Martín Lutero.

    Otra actitud
    común entre los escolásticos fue su sometimiento a
    las llamadas autoridades, tanto en filosofía como en
    teología. Esas autoridades eran los grandes maestros del
    pensamiento de
    Grecia y
    Roma y los
    primeros Padres de la Iglesia. Los escolásticos medievales
    se impusieron a sí mismos pensar y escribir mediante el
    estudio único e intensivo de los autores clásicos,
    a cuya cultura y
    saber atribuían certezas inmutables. Tras alcanzar su
    plena madurez de pensamiento y
    producir los primeros trabajos originales de filosofía,
    siguieron citando a las autoridades para dar peso a sus propias
    opiniones, aunque a estas últimas llegaban en muchos casos
    de manera independiente. Críticas posteriores concluyeron
    de esta práctica que los escolásticos eran meros
    compiladores o
    repetidores de sus maestros. En realidad, los escolásticos
    maduros, como santo Tomás de
    Aquino o Duns Escoto, fueron muy flexibles e independientes
    en su utilización de los textos de los clásicos; a
    menudo con el fin de armonizar los textos con sus propias
    posiciones, ofrecieron interpretaciones que eran difíciles
    de conciliar con las intenciones y motivos inspiradores en los
    clásicos. El recurso a la cita de los clásicos fue,
    en muchos casos, poco más que un ornamento
    estilístico para empezar o finalizar la exposición
    de las propias opiniones e intentaba demostrar que las ideas del
    exegeta eran continuidad del pasado y no simples novedades.
    Novedad y originalidad de pensamiento no eran perseguidos de
    forma deliberada por ninguno de los escolásticos sino
    más bien minimizadas lo más posible.

    Los escolásticos consideraron a Aristóteles la máxima autoridad
    filosófica, llamándole de modo habitual "el
    filósofo". El primer prelado y teólogo cristiano
    san Agustín fue su principal autoridad en
    teología, tan sólo subordinado a la Biblia y a los
    concilios oficiales de la Iglesia. Los escolásticos se
    adhirieron con mayor intensidad y sin ninguna crítica a
    las doctrinas emitidas por la jerarquía eclesial al
    admitir las opiniones de Aristóteles en materia de
    ciencias
    empíricas, como la física, la astronomía y la biología. Su
    aceptación sin crítica debilitó a la
    escolástica y fue una de las principales razones de su
    desdeñoso rechazo por parte de los investigadores y sabios
    del renacimiento e
    incluso de mucho tiempo después.

    • Métodos Comunes.

    Uno de los principales métodos de
    la escolástica fue el uso de la lógica
    y el vocabulario filosófico de Aristóteles en la
    enseñanza, la demostración y la discusión.
    Otro importante método fue
    enseñar un texto por
    medio de un comentario de alguna autoridad
    aceptada. En filosofía, esa autoridad era
    atribuida de un modo casi mecánico y procedimental a
    Aristóteles. En teología, los textos principales
    eran la Biblia y el Sententiarum Libri Quatuor (Cuatro libros de
    Sentencias) del teólogo y prelado italiano del siglo XII
    Pedro Lombardo, una recopilación de las opiniones de los
    primeros Padres de la Iglesia sobre problemas de
    teología. Los primeros escolásticos empezaron
    asumiendo como ortodoxia intelectual el contenido de los textos
    que estaban comentando. Poco a poco, conforme la práctica
    de la lectura fue
    desarrollando su propio poder de
    crítica, introdujeron muchos comentarios suplementarios
    sobre algunos puntos que el propio texto no
    cubría o no había resuelto de forma adecuada. A
    partir del siglo XIII, esos comentarios suplementarios, que
    expresaban el pensamiento personal de los
    maestros, se convirtieron en la parte más amplia y
    trascendente de los textos, resultando así que la
    explicación literal del texto era
    reducida a un simple pasaje de cada
    exégesis.

    Junto con los comentarios contaba la técnica
    de discusión por medio del debate
    público. Cada profesor de una universidad
    medieval debía aparecer varias veces al año ante el
    cuerpo docente y los alumnos, reunidos en asamblea, en un
    debate para
    defender los puntos cruciales de sus propias enseñanzas
    frente a todo aquel que las pusiera en duda. Las ideas de la
    lógica
    aristotélica se empleaban tanto en la defensa como en el
    ataque. En el siglo XIII el debate
    público se convirtió en un instrumento educativo
    flexible para estimular, probar y comunicar el progreso del
    pensamiento en la filosofía y teología.
    Después de la mitad del siglo XIV, sin embargo, la
    vitalidad del debate
    público decayó y se convirtió en un
    rígido formalismo. Los participantes se sentían
    menos interesados en el contenido real que en pequeños
    puntos de la lógica
    y nimias sutilezas del pensamiento. Este tipo degradado de
    debate
    influyó mucho en dar una mala reputación a la
    escolástica durante el renacimiento y
    posteriormente; en consecuencia muchos pensadores modernos lo han
    considerado un mero mecanismo lógico pedante y
    artificial.

    • Principales Filósofos
      Escolásticos.

    Entre los escolásticos más destacados
    de los siglos XI y XII se encuentran san Anselmo; el
    filósofo, teólogo y profesor de lógica
    Pedro Abelardo y el filósofo y clérigo Roscelino,
    que fundó la escuela de
    filosofía conocida como nominalismo. Entre los pensadores
    judíos del mismo periodo, el rabino, filósofo y
    físico Maimónides intentó armonizar la
    filosofía aristotélica con la revelación
    divina como se entiende en el judaísmo, en un
    espíritu similar al de los escolásticos cristianos.
    Los escolásticos de la llamada edad de oro del siglo XIII
    incluyen a santo Tomás de
    Aquino y al filósofo alemán san Alberto Magno,
    ambos pertenecientes a la orden de los dominicos; al monje y
    filósofo inglés
    Roger Bacon, al prelado y teólogo italiano san
    Buenaventura, y a Duns Escoto, todos pertenecientes a la orden de
    los franciscanos y al sacerdote seglar belga del siglo XIII Henry
    de Ghent. El nominalismo se convirtió en la escuela
    filosófica dominante del siglo XIV, cuando la
    escolástica empezó a declinar. El nominalista
    más importante fue el filósofo inglés
    Guillermo de Ockham, un gran lógico que atacó todos
    los sistemas
    filosóficos de los escolásticos precedentes para
    mantener en cambio que la
    razón humana y la filosofía natural tenían
    un campo de acción mucho más limitado del que sus
    antecesores habían establecido.

    Si bien es cierto que estos autores representan a la
    filosofía medieval, ahora veamos de una forma más
    detallada uno a uno a los más importantes de estos en
    cuanto a la Escolástica:

    • Escoto Eriúgena, Juan
      (c. 815-c. 877).

    Es el creador del primer gran sistema
    filosófico de la edad media. Al
    parecer era descendiente de escoceses pero, como ya se ha dicho,
    debió nacer en Irlanda como así lo indica el uso
    del seudónimo Johannes Ierugena o Eriúgena (que
    quiere decir "nacido en Irlanda"). En torno al 847
    Carlos I, rey de Francia, le
    nombra supervisor de la escuela de la
    corte y le encarga que traduzca al latín las obras del
    neoplatónico Dionisio el Areopagita. Eriúgena, que
    no quiso someter sus obras al control de la
    censura, entró en conflicto con
    el papa Nicolás I. El rey Carlos le prestó su
    apoyo, aunque tuvo que vivir recluido en la corte hasta la muerte del
    monarca en 877. Los concilios de Valence (855), Langres (859) y
    Vercelli (1050) condenaron el tratado De Divina Praedestinatione
    (Sobre la predestinación divina, 851), que defiende la
    creencia de Hincmar, arzobispo de Reims, sobre el destino final
    de los individuos en el sentido de que éste no depende de
    Dios de una forma absoluta, ya que la voluntad también
    tiene algo que decir sobre la salvación o la
    condenación. Por otra parte, Eriúgena afirma
    también en sus escritos que no existe nada semejante a la
    condenación como se cree conforme a la tradición.
    Todos los seres humanos, afirma, se transformarán por
    igual en espíritus puros.

    En su panteística obra De Divisione Naturae
    (Sobre la división de la Naturaleza,
    865-870), rechaza la creencia cristiana de que el universo fuera
    creado de la nada. Sostiene más bien que el mundo del
    espacio y del tiempo es una manifestación de las ideas
    presentes en el pensamiento de Dios y describe a este dios como
    el punto más alto de toda la evolución. Eriúgena afirma
    también que la razón no necesita ser sancionada por
    la autoridad; más bien al contrario, la razón es en
    sí misma la base de la autoridad. La obra De Divisione
    Naturae fue condenada en 1225, en el concilio de Sens, y el papa
    Honorio III ordenó que se quemara.

    Suele creerse que Eriúgena escribió
    también una obra en la que negaba la presencia de Cristo
    en la Eucaristía. Aunque algunos de los puntos de vista de
    Eriúgena pueden considerarse heréticos, es
    respetado sin embargo por el alcance de su obra y lo más
    frecuente es que se le considere como uno de los primeros
    representantes del escolasticismo.

    • San Anselmo de Cantorbery
      (c. 1033-1109).

    Teólogo, filósofo y Doctor de la
    Iglesia, que propuso una teoría
    sobre la existencia de Dios que todavía hoy se sigue
    debatiendo.

    Nació en Aosta (norte de Italia) en el
    seno de una familia
    acomodada. En 1060 ingresó en el monasterio benedictino de
    Bec (Normandía), donde era abad el religioso y erudito
    Lanfranco. Cuando, en 1070, éste fue nombrado arzobispo de
    Canterbury por el rey de Inglaterra
    Guillermo I el Conquistador, Anselmo le sustituyó al
    frente del monasterio. Durante estos años alcanzó
    un gran prestigio por sus conocimientos y piedad, y sus monjes le
    animaron a que pusiera por escrito las meditaciones en que basaba
    sus enseñanzas. De esta manera redactó Monologium
    (1077), en el que, reflejando la influencia de san Agustín
    de Hipona, presentaba a Dios como el Ser más supremo e
    investigaba sobre sus atributos. Animado por la acogida que tuvo
    su obra, continuó con su proyecto de
    comprensión de la búsqueda de fe, concluyendo
    Proslogium (1078), donde presentaba lo que en el siglo XVIII
    llegó a conocerse como el argumento ontológico de
    la existencia de Dios. Sostenía que incluso quienes
    dudaban de la existencia de Dios habrían de observar
    cierta comprensión sobre lo que dudaban: es decir,
    comprenderían a Dios como un ser del que no se puede
    pensar algo más grande. Puesto que es más grande
    existir fuera de la mente que sólo en la mente, un
    escéptico que negara la existencia de Dios estaría
    incurriendo en una contradicción, ya que estaría
    afirmando que es posible pensar en algo más grande que en
    un ser del que nada más grande se puede pensar. De
    aquí que, por definición, Dios
    existe.

    La crítica básica al argumento de san
    Anselmo es que no se puede deducir la existencia fuera de la
    mente de nada, analizando su definición. Ya en su
    época, el monje Gaunilón de Marmoutier puso
    objeciones a su razonamiento, como más tarde lo
    harían santo Tomás de
    Aquino e Immanuel Kant. Sin
    embargo, René Descartes,
    Baruch Spinoza, Gottfried Wilhelm Leibniz y algunos pensadores
    contemporáneos han emitido razonamientos
    similares.

    En 1093, Anselmo fue llamado para suceder a
    Lanfranco como arzobispo de Canterbury. Desde esta dignidad
    participó en una época de grandes conflictos con
    Guillermo II el Rojo, sucesor de Guillermo I el
    Conquistador en el trono de Inglaterra, sobre
    la independencia
    de la Iglesia del poder regio.
    Tanto durante su estancia en Inglaterra como
    en su posterior exilio italiano, san Anselmo estuvo siempre
    enfrentado con los poderes seculares. A pesar de ello,
    continuó sus reflexiones teológicas, escribiendo
    Cur Deus Homo, un estudio sobre la encarnación y
    crucifixión de Jesucristo como una forma de
    expiación del pecado.

    En 1100, cuando Enrique I heredó la
    corona inglesa, Anselmo regresó a Canterbury, siendo
    posteriormente desterrado, de nuevo, por sus continuas
    controversias con el Rey. Hasta 1106 no regresó a
    Canterbury, donde vivió hasta el día de su
    fallecimiento, ocurrido el 2 de abril de 1109. Fue canonizado en
    1163 y declarado Doctor de la Iglesia en 1720. Su festividad se
    celebra el 21 de abril.

    • Abelardo, Pedro (1079-c.
      1142).

    Filósofo y teólogo
    francés, cuya fama como profesor le convirtió en
    una de las figuras más célebres del siglo XII.
    Nació en Le Pallet (Bretaña) y dejó su hogar
    para estudiar en Loches con el filósofo nominalista
    francés Roscelino y más tarde en París con
    el filósofo realista francés Guillermo de
    Champeaux. Crítico de sus maestros, Abelardo
    comenzó a enseñar en Melun, en Corbeil y en 1108,
    en París. Pronto adquirió fama por toda Europa como
    profesor y pensador original. En 1117 se convirtió en
    tutor de Eloísa, sobrina de Fulbert, canónigo de la
    catedral de Notre Dame en París.

    Eloísa y Abelardo se enamoraron, y ella dio a
    luz un hijo a
    quien llamaron Astrolabio. Ante la insistencia de Abelardo se
    casaron en secreto y convenció a Eloísa para tomar
    los votos sagrados en la abadía benedictina de
    Saint-Argenteuil. Su tío Fulbert, al principio enfurecido
    por la relación entre los dos y después algo
    aplacado por su matrimonio,
    decidió, no obstante, que Abelardo tenía que
    abandonar a Eloísa en la abadía y castrarse. La
    pareja se separó entonces: Eloísa entró en
    una orden de religiosas, mientras Abelardo se recogió en
    la abadía de Saint-Denis-en-France, en
    París.

    La primera obra publicada de Abelardo, un tratado
    sobre la Trinidad (1121), fue condenada y quemada por un concilio
    católico que se reunió en Soissons en ese mismo
    año. Obligado a dejar Saint-Denis-en-France, Abelardo
    fundó una capilla y un oratorio, llamado la Paraclete, en
    Nogent-sur-Seine. En 1125 fue elegido abad del monasterio de
    Saint-Gildas-de-Rhuis, donde escribió su
    autobiográfica Historia Calamitatum
    (Historia de mis
    desventuras, 1132). En esa época comenzó la famosa
    relación epistolar con Eloísa, cartas que han
    llegado a ser clásicos de la correspondencia
    romántica. En 1140 san Bernardo de Claraval, eminente
    religioso francés quien consideraba que los métodos
    dialécticos de Abelardo eran peligrosos y poco respetuosos
    con los dogmas de la fe, convenció al concilio
    católico reunido en Sens, y al papa Inocencio II, de
    condenarlo por sus escritos y enseñanzas racionalistas y
    escépticas. En su camino a Roma para apelar
    contra la condena, aceptó la hospitalidad de Pedro el
    Venerable, abad de Cluny, y permaneció allí durante
    meses. Abelardo murió en un priorato cluniaciense cerca de
    Chalon-sur-Saône. Su cuerpo fue llevado a la Paraclete;
    cuando Eloísa murió en 1164 fue enterrada junto a
    él. En 1817 ambos cuerpos fueron trasladados a una tumba
    común en el cementerio de Père Lachaise, en
    París.

    El atractivo romántico de la vida de Abelardo
    a menudo oscurece la importancia de su pensamiento. Fue, sin
    embargo, uno de los pensadores más destacados de la
    edad media. En
    el énfasis que puso en la discusión
    dialéctica, Abelardo seguía al filósofo y
    teólogo del siglo IX Juan Escoto Eriúgena , y
    precedía al filósofo escolástico italiano
    santo Tomás de
    Aquino. La principal tesis
    dialéctica de Abelardo es que la verdad debe alcanzarse
    sopesando con rigor todos los aspectos de una cuestión y
    se presentó en Sic et Non (Así y de otra forma, c.
    1123). También se anticipó a la posterior
    dependencia teológica de la obra de Aristóteles,
    más que de la de Platón.

    Abelardo reaccionó con fuerza contra
    las teorías
    del realismo
    extremo, negando que los conceptos universales tengan existencia
    independiente fuera de la mente. Según Abelardo,
    'universal' es una palabra funcional que expresa la imagen combinada
    de esas asociaciones comunes de palabras dentro de la mente. Esta
    posición no es nominalista, porque Abelardo subraya que
    las asociaciones de las cuales está formada la imagen y a las
    que se da un nombre universal tienen una cierta semejanza o
    naturaleza
    común. Su teoría
    es un paso definitivo hacia el realismo
    moderado de Aquino, pero carece de una explicación del
    proceso por el
    que se forman las ideas. En la evolución de la ética, la
    mayor contribución de Abelardo fue sostener que un acto
    debe ser juzgado por la intención que guía a quien
    lo realiza.

    Además de las obras mencionadas, Abelardo
    escribió muchos libros en
    latín sobre ética,
    teología y dialéctica, así como poesía
    e himnos religiosos.

    • San Buenaventura
      (c. 1217-1274).

    Teólogo cristiano y vicario general de los
    franciscanos, célebre por sus escritos espirituales, se le
    conoció como el Doctor Seráfico.

    Buenaventura nació en Bagnoregio (cerca de
    Viterbo, Italia), hijo de
    Juan de Fidanza. De nombre Juan, ingresó en la Universidad de
    París en 1235, donde estudió bajo las
    enseñanzas de Alejandro de Hales. Ingresó en la
    orden franciscana en 1243, y adoptó el nombre de
    Buenaventura y profundizó en sus estudios hasta
    convertirse en maestro (profesor) de teología en 1254.
    Durante este periodo preparó un comentario sobre las
    Escrituras, el Breviloquium y al igual que su coetáneo
    Tomás de Aquino, trabajó para integrar la
    visión aristotélica en la tradición de san
    Agustín. Buenaventura aceptó gran parte de la
    filosofía científica de Aristóteles, pero
    rechazó cuanto conocía de su metafísica por
    insuficiente, ya que, según Buenaventura, al
    filósofo no le guiaba la luz de la fe
    cristiana. La doctrina de la iluminación de la mente
    humana (el alma) por el divino —una forma de identificar la
    verdad o falsedad del juicio— la tomó de las
    doctrinas de san Agustín. Su Itinerario de la mente hacia
    Dios (1259) y sus breves tratados
    místicos reflejan su preocupación por la forma en
    que el alma reconoce y se une a Dios.

    Célebre por sus estudios y buen juicio,
    Buenaventura fue elegido vicario general de los franciscanos en
    1257, en un momento en que la comunidad se
    hallaba escindida a causa de la controversia sobre hasta
    qué punto debía, como orden, respetar el compromiso
    de san Francisco con la pobreza.
    Consiguió superar dicha división y por ello se le
    considera como el segundo fundador de la orden. Escribió
    (1263) la versión oficial de la Vida de san Francisco de
    Asís, y se dedicó a viajar y a predicar el estilo
    de vida franciscano.

    El papa Gregorio X (Papa entre 1271 y 1276) le
    nombró cardenal arzobispo de Albano en mayo de 1273 y
    Buenaventura colaboró en los preparativos del Concilio de
    Lyon convocado para solventar el cisma con la Iglesia oriental.
    Murió el 15 de julio de 1274 en Lyon.

    El papa Sixto IV santificó a Buenaventura en
    1482 y en 1587 o 1588, el papa Sixto V le nombró doctor de
    la Iglesia. Su festividad se celebra el 15 de
    julio.

    • Averroes (1126-1198).

    Filósofo árabe musulmán,
    físico, jurista maliki y teólogo ashari,
    nació en Córdoba, España. Su
    padre, un juez de Córdoba, le enseñó
    jurisprudencia
    musulmana. En su ciudad natal también estudió
    teología, filosofía occidental y matemáticas con el filósofo
    árabe Ibn Tufayl, y medicina con el
    médico árabe Avenzoar. Averroes fue designado juez
    en Sevilla en 1169 y en Córdoba en 1171; en 1182 se
    convirtió en el médico de Abu Yaqub Yusuf, el
    califa almohade de Marruecos y de la España
    musulmana. La idea de Averroes de que la razón prima sobre
    la religión
    le llevó al exilio en 1195 por orden de Abu Yusuf Yaqub
    al-Mansur; fue restituido poco antes de su muerte.

    Averroes mantenía que las verdades
    metafísicas pueden expresarse por dos caminos: a
    través de la filosofía (según pensaba el
    griego clásico Aristóteles y los
    neoplatónicos de la antigüedad tardía) y a
    través de la religión (como se
    refleja en la idea simplificada y alegórica de los
    libros de la
    revelación). Aunque en realidad Averroes no propuso la
    existencia de dos tipos de verdades, filosófica y
    religiosa, sus ideas fueron interpretadas por los pensadores
    cristianos, que las clasificaron de "teoría de la doble
    verdad". Rechazó el concepto de la
    creación del mundo en el tiempo: mantenía que el
    mundo no tiene principio. Dios es el "primer motor", la
    fuerza
    propulsora de todo movimiento,
    que transforma lo potencial en lo real. El alma individual humana
    emana del alma universal unificada. Los amplios comentarios de
    Averroes sobre la obras de Aristóteles fueron traducidos
    al latín y al hebreo y tuvo gran influencia tanto en la
    escolástica y la filosofía cristiana (en la
    Europa
    medieval) como en los filósofos judíos de la edad media. Su
    principal obra original fue Tahafut al-Tahafut (árabe, "La
    destrucción de la destrucción"), donde rebate una
    obra del teólogo islámico Algazel sobre la
    filosofía. Es también autor de obras sobre medicina,
    astronomía, derecho y gramática.

    • Maimónides
      (1135-1204).

    Filósofo, matemático y
    físico hispanojudío. Nacido en Córdoba, fue
    también conocido como Rambam (por las iniciales de su
    verdadero nombre, Rabí Mosheh ben Maimon). Tras ser
    conquistada Córdoba, en 1148, por los almohades, que
    impusieron las leyes del
    islam tanto a
    cristianos como a judíos, la familia de
    Maimónides decidió exiliarse. Después de
    errar durante años, se establecieron en Egipto.
    Allí Maimónides llegó a ser rabino principal
    de El Cairo y médico de Saladino I, sultán de
    Egipto y
    Siria.

    La contribución de Maimónides a la
    evolución del judaísmo le
    proporcionó el sobrenombre de segundo Moisés. Su
    gran obra en el campo de la legislación judía es la
    Mishné Torá (Repetición de la Ley),
    desarrollada en 14 libros y
    escrita en hebreo (1170-1180), que siguió modificando
    hasta su muerte.
    Además, formuló los Trece artículos de fe,
    uno de los diversos credos a los que numerosos judíos
    ortodoxos todavía se adhieren. Está reconocido como
    el filósofo judío más importante de la
    edad media. En
    Guía de perplejos, escrita en árabe (c. 1190),
    Maimónides intenta armonizar fe y razón conciliando
    los dogmas del judaísmo rabínico con el racionalismo
    de la filosofía aristotélica en su versión
    árabe, que incluye elementos de neoplatonismo. Esta obra,
    en la que considera la naturaleza de
    Dios y la creación, el libre albedrío y el problema
    del bien y del mal, tuvo una gran influencia en filósofos
    cristianos como santo Tomás de Aquino y san Alberto Magno.
    Su utilización de un método
    alegórico, aplicable a la interpretación
    bíblica, que minimizaba el antropomorfismo, fue condenada
    durante varios siglos por muchos rabinos ortodoxos; pero las
    cuestiones conflictivas de su pensamiento han perdido relevancia
    en la época moderna. La fama de Maimónides como
    médico igualaba a la que gozó como filósofo
    y autoridad en la ley judía.
    También escribió sobre astronomía, lógica
    y matemáticas.

    • Santo Tomás de Aquino
      (1225-1274).

    A veces llamado doctor angélico y el
    príncipe de los escolásticos, filósofo y
    teólogo italiano, cuyas obras lo han convertido en la
    figura más importante de la filosofía
    escolástica y uno de los teólogos sobresalientes
    del catolicismo.

    Nació en una familia noble en
    Roccasecca (cerca de Aquino, en Italia) y
    estudió en el monasterio benedictino de monte Cassino y en
    la Universidad de
    Nápoles. Ingresó en la orden de los dominicos
    todavía sin graduarse en 1243, el año de la muerte de
    su padre. Su madre, que se oponía a la entrada de
    Tomás en una orden mendicante, le confinó en el
    castillo familiar durante más de un año en un vano
    intento de hacerle abandonar el camino que había elegido.
    Le liberó en 1245, y entonces Tomás viajó a
    París para completar su formación. Estudió
    con el filósofo escolástico alemán Alberto
    Magno, siguiéndole a Colonia en 1248. Porque Tomás
    era de poderosa constitución física y taciturno,
    sus compañeros novicios le llamaban buey mudo, pero
    Alberto Magno había predicho que "este buey un día
    llenará el mundo con sus bramidos".

    Tomás de Aquino fue ordenado sacerdote en
    1250, y empezó a impartir clases en la Universidad de
    París en 1252. Sus primeros escritos, en particular
    sumarios y explicaciones de sus clases, aparecieron dos
    años más tarde. Su primera obra importante fue
    Scripta super libros
    Sententiarum (c. 1256), que consiste en comentarios sobre una
    obra influyente relacionada con los sacramentos de la Iglesia,
    conocida como el Sententiarum libri quatuor, del teólogo
    italiano Pedro Lombardo. En 1256 a Tomás de Aquino se le
    concedió un doctorado en teología y fue nombrado
    profesor de filosofía en la Universidad de
    París. El papa Alejandro IV, que ocupó la silla
    pontificia desde 1254 hasta 1261, le llamó a Roma en 1259,
    donde sirvió como consejero y profesor en la curia papal.
    Regresó a París en 1268, y en seguida llegó
    a implicarse en una controversia con el filósofo
    francés Siger de Brabant y otros seguidores del
    filósofo islámico Averroes.

    Estudio de Aristóteles y los
    averroístas para comprender la crucial importancia de esta
    polémica en la evolución del pensamiento de Occidente, es
    necesario considerar el contexto en que se produjo. Antes de
    Tomás de Aquino, el pensamiento occidental había
    estado
    dominado por la filosofía de san Agustín, el gran
    Padre y Doctor de la Iglesia occidental durante los siglos IV y
    V, quien consideraba que en la búsqueda de la verdad se
    debía confiar en la experiencia de los sentidos. A
    principios del
    siglo XIII las principales obras de Aristóteles estuvieron
    disponibles en una traducción latina de la escuela de
    traductores de Toledo, acompañadas por los comentarios de
    Averroes y otros eruditos islámicos. El vigor, la claridad
    y la autoridad de las enseñanzas de Aristóteles
    devolvieron la confianza en el
    conocimiento empírico, lo que originó la
    formación de una escuela de
    filósofos conocidos como averroístas. Bajo el
    liderazgo de
    Siger de Brabant, los averroístas afirmaban que la
    filosofía era independiente de la revelación. Esta
    postura amenazaba la integridad y supremacía de la
    doctrina católica, apostólica romana y llenó
    de preocupación a los pensadores ortodoxos. Ignorar a
    Aristóteles, tal como lo hacían los
    averroístas, era imposible, y condenar sus
    enseñanzas era inútil. Tenía que ser tenido
    en cuenta. San Alberto Magno y otros eruditos habían
    intentado hacer frente a los averroístas, pero con poco
    éxito. Santo Tomás triunfó con
    brillantez.

    Reconciliando el énfasis agustino sobre el
    principio humano espiritual con la afirmación
    averroísta de la autonomía del conocimiento
    derivado de los sentidos,
    Tomás de Aquino insistía que las verdades de la fe
    y las propias de la experiencia sensible, así como las
    presentadas por Aristóteles, son compatibles y
    complementarias. Algunas verdades, como el misterio de la
    encarnación, pueden ser conocidas sólo a
    través de la revelación, y otras, como la
    composición de las cosas materiales,
    sólo a través de la experiencia; aun otras, como la
    existencia de Dios, son conocidas a través de ambas por
    igual. Así, la fe guía al hombre hacia
    su fin último, Dios; supera a la razón, pero no la
    anula. Todo conocimiento,
    mantenía, tiene su origen en la sensación, pero los
    datos
    sensibles pueden hacerse inteligibles sólo por la
    acción del intelecto, que eleva el pensamiento hacia la
    aprehensión de tales realidades inmateriales como el alma
    humana, los ángeles y Dios. Para lograr la
    comprensión de las verdades más elevadas, aquellas
    con las que está relacionada la religión, es
    necesaria la ayuda de la revelación. El realismo
    moderado de santo Tomás afirmó los grandes
    conceptos de su sistema en el
    pensamiento, en oposición al realismo
    extremo, el cual los proponía como independientes del
    pensamiento humano. No obstante, admitía una base para los
    universales en las cosas existentes en oposición al
    nominalismo y conceptualismo. En su filosofía de la
    política,
    a pesar de reconocer el valor positivo
    de la sociedad humana,
    se propone justificar la perfecta racionalidad de la
    subordinación del Estado a la
    Iglesia.

    Santo Tomás primero sugirió su
    opinión madurada en De unitate intellectus contra
    averroistas (1270). Esta obra volvió la tendencia contra
    sus oponentes, quienes fueron censurados por la
    Iglesia.

    Santo Tomás dejó París en 1272
    y se fue a Nápoles, donde organizó una nueva
    escuela dominica. En marzo de 1274, mientras viajaba para asistir
    al Concilio de Lyon, al que había sido enviado por el papa
    Gregorio X, cayó enfermo. Murió el 7 de marzo en el
    monasterio cisterciense de Fossanova.

    Con más fortuna que ningún otro
    teólogo o filósofo, santo Tomás
    organizó el
    conocimiento de su tiempo y lo puso al servicio de su
    fe. En su esfuerzo para reconciliar fe con intelecto, creó
    una síntesis filosófica de las obras y
    enseñanzas de Aristóteles y otros sabios
    clásicos: de san Agustín y otros Padres de la
    Iglesia, de Averroes, Avicena, y otros eruditos islámicos,
    de pensadores judíos como Maimónides y Solomon ben
    Yehuda ibn Gabirol, y de sus predecesores en la tradición
    escolástica. Esta síntesis la llevó en la
    línea de la Biblia y la doctrina
    católica.

    El éxito de santo Tomás fue inmenso;
    su obra marca una de las
    escasas grandes culminaciones en la historia de la
    filosofía. Después de él, los
    filósofos occidentales sólo podían elegir
    entre seguirle con humildad o inclinarse hacia alguna otra
    dirección diferente. En los siglos
    posteriores a su muerte, la
    tendencia dominante y constante entre los pensadores
    católicos fue adoptar la segunda alternativa. El interés en
    la filosofía tomista empezó a restablecerse, sin
    embargo, hacia el final del siglo XIX. En la encíclica
    Aeterni Patris (Del Padre eterno, 1879), el papa León XIII
    recomendaba que la filosofía de santo Tomás fuera
    la base de la enseñanza en todas las escuelas
    católicas. El papa Pío XII, en la encíclica
    Humani generis (1950), afirmaba que la filosofía tomista
    es la guía más segura para la doctrina
    católica y desaprobaba toda desviación de ella. El
    tomismo permanece como una escuela importante en el pensamiento
    contemporáneo. Entre los pensadores, católicos y no
    católicos, que han trabajado dentro del marco tomista, han
    estado los
    filósofos franceses Jacques Maritain y Étienne
    Gilson.

    Santo Tomás fue un autor prolífico en
    extremo, con cerca de 800 obras atribuidas. Las dos más
    importantes son Summa contra Gentiles (1261-1264), un estudio
    razonado con la intención de persuadir a los intelectuales
    musulmanes de la verdad del cristianismo y
    la Summa theologica (1265-1273), en tres partes (sobre Dios, la
    vida moral del
    hombre y
    Cristo), de la que la última está
    inacabada.

    • Duns Escoto, Juan (c.
      1266-1308).

    Teólogo y filósofo
    escocés, creador de la escuela escolástica llamada
    escotismo. Nacido en Duns, Lothian, Duns Escoto entró en
    la orden franciscana y estudió en las universidades de
    Oxford y París. Más tarde impartiría clases
    en ambos centros sobre las Sentencias, el manual
    teológico básico del teólogo italiano Pedro
    Lombardo. En 1303 se exilió de París por negarse a
    apoyar a Felipe IV, rey de Francia, en su
    disputa con el papa Bonifacio VIII sobre la los impuestos con que
    se gravaban las propiedades de la Iglesia. Después de un
    breve exilio Duns Escoto volvió a París, donde
    enseñó hasta 1307. A finales de ese año fue
    enviado a Colonia, donde dio clases hasta su muerte, el 8
    de noviembre de 1308. Sus escritos más importantes son las
    dos colecciones de Comentarios sobre las Sentencias y los
    tratados
    Cuestiones quodlibetic, Cuestiones sobre metafísica, y
    Sobre el principio primero. A causa de su intrincado pero
    hábil método de
    análisis, en concreto en su
    defensa de la doctrina de la Inmaculada Concepción (que el
    papa Pío IX definió como dogma de la Iglesia
    católica en 1854), se le conoce como Doctor Subtilis (en
    latín, 'doctor sutil').

    En su sistema de
    filosofía Duns Escoto analizó con precisión
    los conceptos de causalidad y posibilidad en un intento de
    establecer una prueba rigurosa de la existencia de Dios, el ser
    primero e infinito. No obstante, mantenía que para conocer
    la verdad en toda su amplitud y cumplir con el propio destino
    eterno no debe limitarse a hacer uso de las intuiciones derivadas del
    conocimiento
    natural o la filosofía, sino que también debe
    intentar conocer y aceptar la revelación divina. La
    revelación complementa y perfecciona el
    conocimiento natural, y, en consecuencia, no puede haber
    contradicción entre ellos. Para Duns Escoto,
    teología y filosofía son disciplinas distintas y
    separadas; sin embargo, se complementan, porque la
    teología recurre a la filosofía como una
    herramienta. En su opinión, el interés
    primordial de la teología es Dios, considerado desde el
    punto de vista de Su propia naturaleza,
    mientras que la filosofía sólo apela a Dios en la
    medida en que Él es la causa primera de las cosas. Al
    considerar la naturaleza de la
    teología como una ciencia, sin
    embargo, Duns Escoto se apartó de forma clara de su
    precursor dominico, santo Tomás de Aquino. Mientras santo
    Tomás definía la teología primero y ante
    todo como una disciplina
    especulativa, Duns Escoto abordaba la teología como una
    ciencia
    práctica, interesada en cuestiones teóricas
    sólo en la medida en que éstas se plantean como fin
    el salvar almas a través de la revelación.
    Argumentó que mediante la fe una persona puede
    conocer con absoluta certeza que el alma es incorruptible e
    inmortal; la razón puede argumentar con verosimilitud la
    existencia de tales cualidades del alma, pero no puede probar que
    existan con exactitud.

    Como santo Tomás, Escoto fue un realista de
    la filosofía, pero se distinguía de éste en
    ciertas materias básicas. El principal punto de diferencia
    entre ellos está relacionado con sus ideas de la percepción. Duns Escoto mantenía que
    una comprensión directa, intuitiva, de las cosas concretas
    se obtiene tanto a través del intelecto como de los sentidos.
    Aquino, por otro lado, sostenía que el intelecto no conoce
    por sí mismo la singularidad de las cosas materiales
    sino sólo las naturalezas universales abstraídas a
    su vez de las percepciones.

    Duns Escoto afirmaba que los universales no tienen
    una existencia separada de la mente humana, sino que cada cosa
    separada o 'singular' posee una naturaleza distinta hacia el
    exterior que comparte con otras cosas de la misma clase. Este
    hecho, pensaba, suministra el fundamento objetivo de
    nuestro conocimiento
    sobre las verdades esenciales. Siguiendo la tradición
    franciscana establecida por el teólogo italiano San
    Buenaventura, Duns Escoto recalcó la primacía de la
    libertad
    humana y de los actos de amor sobre el
    intelecto. Evitaba una visión arbitraria o voluntarista de
    los actos de Dios, aunque advertía al mismo tiempo que la
    existencia actual de las cosas depende de una decisión
    libre tomada por Dios, y sostenía que las obligaciones
    morales dependen de la voluntad de Dios. Esa voluntad,
    enseñaba, es libre por completo y no estaba formada o
    determinada por motivos concretos. Dios ordena una acción
    no porque él vea que es buena, como afirmaba santo
    Tomás, sino que la hace buena al ordenarla.

    Duns Escoto fue uno de los más profundos y
    refinados teólogos y filósofos medievales conocidos
    por su filiación escolástica. Durante muchos siglos
    después de su muerte, sus
    seguidores, llamados escotistas, estuvieron en conflicto con
    los adeptos de santo Tomás, que eran llamados
    tomistas.

    • Ockham, Guillermo de (c. 1285-c.
      1349).

    Conocido como Doctor Invincibilis (en
    latín, ‘Doctor invencible’) y Venerabilis
    Inceptor (en latín, ‘Venerable iniciador’),
    filósofo inglés
    y teólogo escolástico, considerado el mayor
    representante de la escuela nominalista, la más
    consistente y directa rival de las escuelas tomista y
    escotista.

    Nació en Surrey, Inglaterra.
    Entró en la orden de los franciscanos y estudió y
    enseñó en la Universidad de Oxford desde 1309 hasta
    1319. Acusado por el papa Juan XXII de impartir enseñanzas
    peligrosas, permaneció en arresto domiciliario desde 1324
    hasta 1328 en el palacio papal de Aviñón (Francia)
    mientras se sometía a examen la ortodoxia de sus escritos.
    Se alió con los franciscanos contra el papa en una disputa
    sobre la pobreza de la
    orden y huyó a Munich en 1328 para acogerse a la
    protección de Luis IV, emperador del Sacro Imperio Romano
    Germánico, que había rechazado la autoridad
    pontificia en asuntos políticos. Excomulgado por el Papa,
    Ockham escribió contra el papado y defendió al
    emperador hasta que este murió en 1347. El filósofo
    murió en Munich, mientras intentaba lograr una
    reconciliación con el papa Clemente VI.

    Ockham alcanzó la fama como alguien que
    aplicó la lógica de forma rigurosa para mostrar que
    muchas creencias de los filósofos cristianos (por ejemplo
    que Dios es uno, omnipotente, creador de todas las cosas, y que
    el alma humana es inmortal) no se podían probar mediante
    la razón filosófica o natural, sino tan sólo
    a través de la revelación divina. Su nombre se
    atribuye al principio de economía en
    lógica formal, conocido como ‘la navaja de
    Ockham’, según la cual las entidades no tienen que
    ser multiplicadas sin necesidad.

    1. FILOSOFÍA ARABE Y
      JUDÍA.
    • Filosofía Arabe: los
      Árabes conocen el pensamiento griego a través de
      Siria, y así la filosofía va a servir para
      interpretar o comentar al Corán. Como la
      escolástica cristiana, se plantea aquí el tema de
      las relaciones entre religión y
      filosofía. El pensamiento griego aparece como un
      bloque, y así Aristóteles va unido sin
      distinciones claras a doctrinas neoplatónicas. Hay,
      pues, un sincretismo o mezcla doctrinal a la base del
      pensamiento árabe. Los principales postulados
      de esta filosofía fueron realizados por
      Averroes.
    • Filosofía Judía:
      Moisés Maimónides (1135 – 1024),
      cordobés, contemporáneo de Averroes, autor de
      una
      Guía de Perplejos, aspira a armonizar
      filosofía y religión. Es una
      verdadera suma de escolástica judía, el ejemplo
      más complejo perfecto de este tipo de obras en las
      filosofías orientales. El objeto supremo de la
      religión y de la filosofía es el conocimiento de
      Dios; es menester poner de acuerdo a los principios y
      resultados de ambas; el tratado de Maimónides se dirige
      a los que dueños de esos conocimientos, están
      dudosos o perplejos acerca del modo de hacer compatibles las
      dos cosas; se trata de una indecisión, no de un
      extravío.

    La importancia de la filosofía árabe y
    judía, y en especial de sus principales representantes
    Averroes y Maimónides, es grande; pero más
    aún por lo que han influido en la Escolástica
    cristiana, que por su interés
    propio. No puede compararse al alcance metafísico y
    teológico de estos pensadores con el de los grandes
    cristianos, fue el conocimiento de Aristóteles. Esto les
    da un material filosófico enormemente superior al de los
    pensadores cristianos contemporáneos, y esta ventaja
    durará hasta el siglo XVIII.

    BIBLIOGRAFIA

    "Enciclopedia Microsoft
    Encarta 99".

    GARCÍA M. Manuel; (1971). "Lecciones
    Preliminares de Filosofía." Editorial Porrúa.
    3ra edición. México D.F., México.

    HIRSCHBERGER, J.; (1968). "Breve Historia de la
    Filosofía." Edittorial Herder. 2da
    edición. Barcelona, España.

    MARÍAS, Julián; (1960). "Historia
    de la Filosofía." Ediciones Castilla.
    12ª edición. Madrid, España.

     

     

    Autor:

    Eladio Urbina

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