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Globalización y Competitividad



    Revisado abril/1998

    GLOBALIZACION Y
    COMPETITIVIDAD

    ¿Demasiado escepticismo? Hay varias razones
    para ello. El temor se fundamenta en la amplia desigualdad que
    la
    globalización trae a los países en vías
    de desarrollo.

    Se aprecia claramente que los países
    más avanzados en comercio
    internacional tienen mayor capacidad para invadir los
    mercados
    regionales. Sus grandes empresas
    transnacionales y grupos de
    inversores toman las riendas de sectores completos, la
    mayoría de los cuales son claves para la producción nacional.

    Las empresas de los
    países pequeños sólo tienen una alternativa:
    revisar sus estrategias y
    políticas para lograr algún nivel de
    competitividad
    que les permita por lo menos sobrevivir. Sólo algunas
    pocas pueden aspirar a salir de casa. Aunque las dificultades por
    el bajo nivel de competitividad
    son un síndrome común en los países
    subdesarrollados, también es que hay una oportunidad de
    superar el círculo vicioso pobreza/baja
    productividad/pobreza.
    Entendiendo la
    globalización como un proceso
    facilitador de mecanismos de expansión comercial, política o cultural,
    se puede plantear el problema de la baja competitividad
    desde dos perspectivas: producción y mercados.

    Perspectivas de la baja
    Competitividad

    Producción

    Mercados

    Tecnología

    Excesiva
    segmentación

    Recursos

    Innovación

     

    La desventaja en capacidad tecnológica,
    tanto en maquinaria como en procesos, es
    uno de los mayores problemas que
    los mismos productores reconocen. La misma altura de inversión no permite un desarrollo
    deseable. La tercerización de la economía debilita
    más su capacidad de reacción. En la mayoría
    de casos la fuerza
    productiva no se orienta al sector primario y secundario,
    dándose un excesivo de actividad en el sector terciario,
    como son los servicios,
    finanzas y
    distribución. Francisco Javier Ibisate, S.
    J., apunta que esto acarrea importaciones
    desenfrenadas, que son dañinas para cualquier economía
    frágil.

    La incipiente disposición de redes institucionales y de
    infraestructura son una obstrucción para el crecimiento de
    empresas
    fuertes y sanas. La formación de los recursos de un
    país requiere del esfuerzo de décadas -y hasta de
    siglos- identificable con una mística de desarrollo y
    con una política
    económica consistente que sobreviva a los vaivenes
    políticos de muchos años. A diferencia de la
    preparación técnica, los recursos
    productivos de un país no tienen la inmediatez en su
    dinamismo que exige el nivel competitivo.

    El problema de la desventaja tecnológica
    cobró importancia en la década de los ochentas en
    algunos países de la región. Se discutía
    ampliamente sobre la necesidad de implantar programas de
    reconversión industrial, como un movimiento que
    secundara a los intentos de industrialización de los
    años sesentas. El nivel de obsolescencia ya alcanzado
    tenía preocupados a los empresarios, sobre todo a los
    grandes. En realidad, no es un problema nuevo. Algunos analistas
    afirman que al examinar la historia latinoamericana, el
    atraso en ciencia y
    tecnología es un determinante de la dependencia. En
    otras palabras, es una forma de medir el subdesarrollo
    y una razón de mapeo de la jerarquización de
    países en el área. Por razones históricas,
    como señala Jaime Acosta Puertas en 1988 en su
    artículo América Latina: ¿Modelos de
    Industrialización y de innovación tecnológica?
    "la
    ciencia y
    tecnología, para ser eficientes a una sociedad,
    requieren de nuevas condiciones políticas,
    económicas y sociales que ella misma no puede
    inventar…"

    En El Salvador desde 1990 se implementó
    una política
    de reconversión industrial, creándose el Fondo de
    Crédito
    para Inversión, que pretendía cubrir
    tecnología, capacitación técnica,
    reacondicionamiento, etc. Sin embargo, como suele suceder en los
    países del área, estas instituciones
    están allí pero parecieran no estarlo -de igual
    manera que el Parlamento Centromericano-.

    La innovación, que es de los temas más
    emocionantes en productividad, se
    manejan tonos humildes. A esto abona la forma misma de los
    mercados que se
    han desarrollado durante décadas -que más han
    parecido mercados
    latifundistas que monopolistas-. Sin embargo, no se puede negar
    que se ha tendio algún nivel de sentido innovativo, pero
    que solo ha sido lo suficiente para los mercados propios
    y no para los externos -como decir adaptarse al europeo o
    asiático-. Esto representa uno de las mayores dificultades
    de los empresarios ante la
    globalización.

    Una estructura con
    muchos productores atendiendo mercados pequeños como los
    centroamericanos, por ejemplo, no formar un escenario apropiado
    para ensayar expansión, desde dentro. Aunque aún en
    los países europeos se fomente la empresa
    pequeña, para los países subdesarrollados el
    problema no está en que tengamos muchas empresas
    pequeñas, sino en el bajo nivel de integración que éstas tomen al
    enfrentarse con las multinacionales.

    La acción de las grandes empresas llega a
    formar una seria descomposición sectorial al interior de
    la red productiva de
    las naciones. Estos desajustes traen consecuencias inmediatas y,
    por ahora, muchos economistas luchan por descubrir la manera de
    recuperar en el mediano plazo algún equilibrio que
    dé luces a un legítimo despegue productivo hacia el
    desarrollo.

    Otros analistas visualizan ya otro problema, a
    largo plazo. Se remonta a la raíz misma del régimen
    en boga. Ante la caída del comunismo -al
    menos al del estilo soviético- se facilita justificar la
    inoperancia de aquel como una verdadera alternativa de sociedad. Ante la
    voracidad del capitalismo,
    los nuevos pensadores de avanzada piensan, en primer lugar, en
    revivir al comunismo, con
    nuevos lineamientos de gran vigor por las experiencias del siglo
    XX. En segundo lugar, se trata de ir planteando ya un diferente y
    nuevo aporte para el siglo XXI. Aquí se señala la
    necesidad de una nueva forma de organización social, más completa e
    integral, que supere a todas las anteriores, como una plataforma
    apropiada al nivel de evolución social que la humanidad haya
    alcanzado para ese entonces.

    Muchos conocedores de la realidad mundial de
    estos años no dudan en culpar al capitalismo
    por el agotamiento actual de los recursos del
    planeta. El sistema, al que
    el anhelo de expansión le es intrínseco, se
    está encontrando ya con los límites de su misma
    naturaleza.
    Habría que esperar ver cómo sortear esta
    problemática.

    Hay que reconocer que cualquier cosa, para que sea
    aceptada, debe mostrar algo atractivo. Independientemente de sus
    efectos, el proceso de
    globalización se impulsa a sí mismo
    con mecanismos que crean condiciones difícilmente
    alcanzables de otra manera. La inmigración laboral, por
    ejemplo, viene a resolver problemas de
    las naciones, dada su inestabilidad que no alcanza a superar la
    desprotección social.

    Los flujos comerciales viene al rescate de
    mercados cautivos locales, dominado durantes décadas por
    productores que se consideraban a sí mismos
    blindados, gonzando de grandes beneficios de
    regímenes proteccionistas.

    Esto no hubiera sido posible de todas formas, sin
    un desarrollo
    tecnológico, sobre todo en las comunicaciones
    y la informática, que facilitan el sentido
    expansionista del sistema. Los
    años han enseñado a las grandes empresas a saber
    administrar el desarrollo, uniendo sus esfuerzos a instituciones
    de investigación y universidades para alcanzar
    nuevas tecnologías productivas. En la administración de fines de siglo, el centro
    de atención es ahora lograr los mayores niveles de
    competividad, realizar planificación estretégica y valerse
    se herramientas
    de avanzada, como Reingeniería y Benchmarking,
    Calidad Total
    y Justo a
    Tiempo. La gestión
    de mercadeo -de gran
    desarrollo en los últimos veinte años- nunca antes
    tuvo mejores retos y posibilidades.

    Ser competitivos o morir

    Por ahora las condiciones son más radicales
    para la existencia de las empresas. Las gremiales y asociaciones
    sectoriales de los países latinoamericanos deben empezar
    por comprender que no se puede salvar todo. Un sector como el de
    transporte
    podría ser un punto de desarrollo, pero en cambio otro
    como el calzado podría tener un futuro incierto. Una
    figuración como ésta plantea una plataforma o mapa
    sectorial que obliga a priorizar las medidas de rescate
    productivo. Los programas de
    análisis de competividad nacional que
    algunos países realizan en el área son claves para
    ello. Sin embargo, ésta vez hay una obstrucción
    adicional, que es una característica común a nuestros
    pueblos, en cuanto que en cultura de
    política
    económica se hacen muy buenos proyectos, pero
    en cambio se
    tienen hechos que hablan de otros resultados. Si por una vez se
    diera una verdadera aplicación a los programas que
    buscan la competitividad, es decir que realmente se
    cumpliera -por ejemplo- que a un pequeño empresario se le
    pudiera resolver un crédito
    en quince días, tomando como garantía un fondo
    nacional, se estaría dando paso a un proceso de
    verdadero crecimiento, en vez de colocar una pomposa línea
    de crédito
    que pida garantías insuperables.

    Los programas de
    competitividad deben tener otro factor común. En primer
    lugar, no debe faltar una exploración sectorial.
    Quién compra, quién vende, quién distribuye,
    quien invierte, etc., en cada sector. En segundo término,
    el diseño
    de una estrategia
    nacional que coordine los sectores, producto del
    hallazgo de múltiples variables.

    En realidad, esto no es nuevo. La idea inicial
    viene de una herramienta de la economía planificada
    de ex Unión Soviética, que se convirtiera en una
    norma mundial para la gestión
    de las economías, pero que prácticamente ha quedado
    en el olvido de muchos economistas latinoamericanos. Se habla de
    la Matríz Insumo Producto, que
    relaciona los sectores en cuanto receptores y aportadores para
    toda la economía. Esta permite determinar en
    qué medida habría que afectar algunos sectores para
    hacer crecer o bajar un sector específico. Es
    fácil, todo sector que quiera crecer debe tener un flujo
    adecuado de input -insumos- y un output garantizado que reciba lo
    producido. Lo difícil es hacerlo.

    De pronto aperece una empresa
    extranjera distribuyendo algún producto en el
    mercado nacional.
    Los productores locales muchas veces no logran integrarse para
    formar una verdadera competencia.
    Siguen trabajando creyendo que que su competencia es el
    otro productor de la misma localidad.

    La idea del clúster busca precisamente
    fabricar un líder
    entre varios asociados. Proveerlo de todo lo necesario para que
    crezca, en interdependencia con otros sectores. Dentro del
    clustering, además de lo difícil de hacer cambiar
    la actitud de los
    empresarios en desventaja, aparece otra dificultad. Las
    ramificaciones sectoriales con fuerzas turbulentas impuestas a
    conveniencia por los líderes, naturalmente tienden a
    suprimir los movimientos que hagan peligrar su posición
    privilegiada.

    Dentro de esta problemática,
    únicamente sería efectiva una labor de
    concientización verdadera a los agentes involucrados. Los
    forcejeos intrasectoriales, como por ejemplo, banca versus
    industria,
    generalmente son llevados a niveles de contrapresión
    política,
    donde es más difícil resolver en equilibrios sanos
    y convenientes.

    De todas maneras, la lección es clara.
    Dentro de una gran complejidad de acuerdos comerciales, que van
    desde los años 60's como el MCCA, hasta las más
    recientes ideas del ALCA, se han
    dejado ver algunos resultados esporádicos de gran valor, aunque
    en general no se han cumplido con los anhelos de quienes lo
    impulsaron. Hay varios factores que han ocasionado este fracaso.
    Los intereses económicos, políticos y militares
    locales han estado
    poniendo desde hace décadas buena cuota de
    oposición pasiva a estos movimientos
    integracionistas.

    Los países subdesarrollados tratan de
    entrar a negociaciones multilaterales sin estar completamente
    preparados para ello. En esto, la
    globalización aplica prisa a tratos infructuosos que
    por lo general terminan en ceder apertura sin posibilidad de
    obtener reciprocidad. Los acuerdos preferenciales de Estados Unidos
    con la mayoría de países no son más que
    tranquilizantes para un par de productos, sea
    azúcar o sean exportaciones no
    tradicionales.

    Alternativas escasas

    Dentro del proceso de
    globalización, que como se ha dicho en
    otros escritos, comenzara en los años setentas -para
    algunos- o desde la instalación de la ONU poco
    después de la Segunda Guerra
    Mundial -para otros-, la política exterior
    generalizó la idea de los mercados comunes y demás
    tratados de
    libre
    comercio. El fracaso es ahora obvio. Muchos grupos de
    intereses fuertes, como militares y sectores empresariales de
    dura tendencia conservadora, mantuvieron una oposición
    pasiva a la unión política real de las
    américas. Sus bienes
    podían verse peligrar ante una readecuación de
    recursos y
    mercados. En otros casos, las guerras
    civiles de fuerte envergadura como las de El Salvador, Guatemala,
    Nicaragua y Colombia, los
    gobiernos se vieron en dificultades para implantar el modelo de
    ajuste estructural a tiempo,
    dejándolo para la década de los noventas.
    Aquí ya se establece una diferencia clara al interior de
    los países subdesarrollados. México,
    por ejemplo, pudo avanzar más en materia
    privatización que otros países, y llevó a
    cabo profundas reformas que le permitieran aspirar a participar
    de primera mano en el TLC.

    Ahora que los pueblos están probando
    algunos gobiernos de línea izquierdista, se tiene una
    posibilidad de poner algún nivel de equilibrio a
    la
    globalización y sus efectos en las economías.
    Es iluso pensar que se puede frenar un movimiento tan
    fuerte como ese, pero con un plan muy
    disciplinado se puede incidir de alguna manera. Siendo moderados
    en la implantación de regímenes jurídicos
    referentes a privatización, finanzas,
    condiciones de intercambio y dolarización de la economía, se
    podría crear una válvula que dispense algo de
    poder.
    Posteriormente se deben montar las estructuras
    que faciliten otras actividades comerciales, como algún
    manejo para filtrar importaciones,
    competitividad nacional, etc.

    La constante preocupación de
    Latinoamérica por atraer inversión extranjera pareciera ser el
    puntero de la gestión
    económica de grandes oficinas estatales y privadas. Se
    habren grandes garantías para el inversor extranjero y se
    hace promoción internacional de oportunidades de
    sectores con futuro. Y es que la visión de algunos
    economistas plantea que no hay producción sin inversión. Luego que no hay inversión si no hay rentabilidad.
    No puede haber rentabilidad
    en una rama que no tenga costos
    competitivos, lo cual no se puede obtener sin una serie de
    factores internos y externos, como mano de obra calificada,
    acceso a materiales y
    una red productiva
    por lo menos estable a los precios. Por
    otro lado están los atractivos de mercado, locales
    o regionales. El resultado en muchos casos es triste. Incluso
    algunos índices se orientan a medir la inversión
    extranjera, y tienen un seguimiento constante por las autoridades
    económicas. El difícil binomio inflación con
    desempleo es
    más crítico de lo que aparenta. La
    contracción misma de la demanda por
    bajos ingresos detiene
    la capacidad de adquisición de un alto porcentaje de la
    población. Francisco Javier Ibisate
    advierte del peligro de la inflación para los sectores
    más desprotegidos. Una mejoría es este rango
    traería en forma inmediata una reactivación
    significativa de la actividad comercial, dado la alta tendencia
    marginal al consumo.

     Condiciones necesarias para la
    competitividad en latinoamérica

    Condiciones necesarias para la
    competitividad

    Sentido de proyecto
    nacional

    Políticas sectoriales orientadas a
    resolver problemas

    Proveer las herramientas necesarias

    Revisar un macroentorno
    estable

    Crear un sentido de proyecto nacional
    implica reconocer la necesidad de mejorar la situación
    vigente. El involucramiento de los grupos
    sociales, sobre todo grupos con
    poder, debe
    dirigirse hacia un mismo objetivo. Esta
    quizá sea la parte más difícil. El analista
    David Escobar Galindo señala que el reto de muchos
    grupos de gran
    poder, como
    los grandes partidos
    políticos de izquierda y derecha, está en
    enfrentar realidades, no contrincantes. Incluso el Dr. Edwards
    Deming
    menciona en uno de sus 14 puntos de Calidad Total,
    secundando a Jurán, sobre lo imperioso de crear la
    conciencia de
    la crisis de la
    calidad, con
    el objetivo de
    planificar en función de esa crisis.

    El Programa Nacional
    de Competitividad en El Salvador -desarrollado por la
    estadounidense The Monitor
    Company, en cuyo equipo de directores figura Michael Porter- por
    ejemplo, así como el Plan de
    Nación del gobierno, si bien
    tienen una intención de gran importancia, de entrada se
    ven con una gran contradicción: no cuentan con la consulta
    ni el apoyo de los grupos de
    izquierda, de importancia creciente en las decisiones
    económicas después de los años de la
    guerra civil
    ..

    Un análisis estratégico de los
    dinamismos sectoriales debe lanzar -por lo menos- una fotografía
    de la situación. Así como en Administración de Empresas, también
    en Economía debemos intentar distinguir entre causas,
    problemas y
    consecuencias. Sobre todo en el largo plazo, las naciones deben
    plantearse metas que se puedan ir midiendo en base a proyecciones
    de corto plazo. La consistencia entre las políticas
    económicas deben dar la fuerza
    necesaria a esas herramientas
    para alcanzar algún resultado satisfactorio. Incluso
    Porter reconoce la necesidad de contar con planes nacionales de
    largo plazo, algo típico de la economías
    socialistas, muy planificadas. Mucho se ha insistido en que para
    superar la situación frágil de las economías
    latinoamericanas ya no funcionan los grandes proyectos
    globales de reactivación de hace quince o veinte
    años. Cada sector, por su peculiaridad y
    problemática muy propia, necesita recetas a la medida.
    Muchos programas del BID
    y de otras instituciones
    internacionales reflejan la alta incidencia de los proyectos
    específicos en resultados más
    satisfactorios.

    En cuanto a las herramientas
    que la sociedad necesita
    se encuentran la preparación técnica, la salud y todos los
    demás beneficios que los gobiernos mencionan en sus
    campañas electorales. El mismo Porter apunta que en El
    Salvador la empresa
    debería realizar actividades para acercarse a las
    escuelas. La preparación técnica ha sido
    útil para muchos países que han iniciado sus
    ensayos de
    desarrollo en el presente siglo. La Unión
    Europea ha atendido durante años varios programas de
    asistencia técnica y transferencia de tecnología a
    países en desventaja tecnológica.

    Por otra parte, para alcanzar algún nivel
    aceptable de competitividad, se requiere un ambiente
    más o menos estable en lo referente a variables como
    seguridad
    jurídica y financiera. Muchos limitantes al crecimiento
    productivo parecieran no tener incidencia directa, pero si se
    trata de mirar por encima del sombrero de la gente, se
    descubrirá que, por ejemplo, un sistema judicial
    incipiente como el de muchos países subdesarrollados, no
    favorecerá un ambiente sano
    que toda economía necesita para crecer. La presencia de
    mercados irregulares, en asociación a actividades como el
    contrabando de mercaderías, el lavado de dólares u
    otras transacciones especulativas financieras desalientan la
    inversión extranjera. A nivel internacional existen varias
    empresas de auditoría de entornos, que tratan de medir
    todas aquellas variables que
    ocasionen riesgos para la
    inversión.

    Michael Porter en El
    Salvador

    Si la competencia gira
    alrededor del mismo conjunto de variables
    -afirma Porter- ninguna empresa se
    pondrá a la cabeza. Alcanzar el liderazgo y
    mantenerse allí es la base de la estrategia: crear
    una ventaja competitiva. Básicamente se refiere a hacer
    las cosas en forma diferente a los
    demás.

    El 20 de febrero de 1998 Porter expuso en San
    Salvador "Centroamérica y El Salvador a las puertas del
    siglo XXI. Perspectivas y desafíos"
    , por
    invitación de INCAE. Para el pensamiento de
    Porter, un líder
    es aquel que redefine la industria. No
    se debe reaccionar a la estructura
    actual, sino que previamente hay que decisiones para influir en
    ella.

    El éxito de Porter radica en que ha podido
    conocer y entender de primera mano el sentido empresarial de las
    multinacionales y la filosofía neoliberal que seduce a la
    economía internacional. En El Salvador señala que
    se tienen dificultades en mano de obra no calificada,
    infraestructura ineficiente y bajos estándares educativos.
    También se incluye la inseguridad y
    el peligro de los juegos
    políticos.

    Entre los puntos críticos a la postura de
    Porter se encuentra que defiende el hecho de que en un
    país con fuerte intervensión estatal no hay
    productividad,
    pero por otra parte no deja de mencionar que el gobierno debe
    crear estabilidad, infraestructura, incentivos y
    planes para la economía. En realidad, cualquier
    país debilitado por las corrientes de privatización
    difícilmente podría tener el poder
    suficiente para hacerlo, en vista que la gran inversión se
    siente atraída sólo por aquellas actividades
    altamente rentables que son clave para las economías, como
    electricidad y
    telefonía, durante décadas administradas por
    el
    estado.

    Los defensores de la Economía Social de
    Mercado -ESM-
    exponían ya en los 80's que la fortaleza del estado no
    reside en su tamaño, sino en su capacidad de concertador
    de los principales agentes económicos y sociales. Aunque
    la ESM pretende mediar entre competencia/eficacia -aspecto
    económico- y el equilibrio
    social -aspecto político- se esfuerza en justificar un
    no al intervencionismo dañino estatal y deja en un
    último término el problema del desequilibrio
    social, que ha sido causa de movimientos revolucionarios durante
    siglos. La incertidumbre de dejar que el mercado regule
    los recursos de una
    sociedad se
    incrementa cuando nos damos cuenta que en la región los
    mercados son especialmente imperfectos. Como bien advierte la
    disciplina
    económica, no existen los mercados perfectos, pero en los
    países subdesarrollados el proteccionismo y los sectores
    privilegiados defiendeen una estructura
    altamente desequilibrada. Dentro de este panorama, es
    fácil determinar lo difícil que es establecer un
    ambiente de
    competitividad, cuyo componente principal es el principio de
    democracia en
    el mercado.

    Globalización en
    crisis

    Así como otros grandes fenómenos
    económicos, las consecuencias ya se sienten al interior de
    los países desarrollados. Los grupos laborales
    estadounidenses, que tienen un nivel de poder
    considerable en las esferas políticas,
    han advertido el desencanto de la globalización. Las empresas buscan mano de
    obra barata en los países del tercer mundo y trasladan
    allá buena parte de sus operaciones,
    dejando huérfanos los puestos de trabajo de casa. Los
    beneficios de los mecanismos de seguridad
    social y otras formas de retribución no logran
    reflejar el mismo nivel de bienestar que si se ocupara a estos
    empleados.

    En los países de Europa el
    fantasma del desempleo ronda
    en medio de las negociaciones de la Unión
    Europea, en donde se hace un gran esfuerzo por mostrar la
    solidez suficiente como para ganar la asignación del euro
    como moneda de curso. España,
    Francia y
    Alemania han
    alcanzado niveles de desempleos tan altos como pocas veces se
    conocía. Esto traerá en los últimos
    años de la década de los noventas medidas muy
    urgentes de parte de los gobiernos europeos, que por su
    línea de socialismo
    generalizado, se tiene -a primera vista- mayores posibilidades
    que EEUU para solventar esa crisis.

    En cuanto a los países subdesarrollados,
    las consecuencias son muy conocidas. La apertura indiscriminada
    de los mercados ha hecho perder el control sobre la
    balanza
    comercial. El libertinaje de las importaciones ha
    traído serias consecuencias a las redes productivas locales.
    La pérdida de valor de las
    monedas frente al dólar y el crecimiento de las bolsas de
    valores y
    otras actividades especulativas han vuelto muy frágiles
    los sistemas
    financieros. La privatización de la banca no ha
    generado precisamente el mercado financiero libre y cristalino
    que ofrecían quienes propusieron el cambio de
    manos de muchos bancos. El atraso
    en la legislación financiera del área es un
    atractivo para operaciones
    ilegales como el lavado de dólares y la recaudación
    ilícita de dinero. En
    realidad, hay varios grupos de gran poder detrás de las
    redes
    financieras, que cubren campañas políticas,
    tráfico de drogas y
    actividades productivas de dudosa aceptación
    pública.

    La Neodemocracia
    latinoamericana

    La privatización de actividades estatales
    estratégicas como telefonía, electricidad y
    fondos de pensiones establece también condiciones para la
    mayoría de pueblos. Corriendo paralelo a esto, los pueblos
    de la región han estado
    superando el estereotipo del gobierno con
    dictaduras oligárquicas y militares. Ya para la presente
    década se hace sentir un ambiente
    político que se podría denominar Neodemocracia -o
    períodos de transición hacia la democracia,
    como se podría también definir- en cuanto que el
    condicionamiento difiere del sentido tradicional de democracia. La
    presencia de gobiernos civiles y la sujeción de los
    ejércitos al mandato constitucional y a la vigilancia de
    los derechos humanos,
    han venido a cambiar la visión política de la
    realidad. Para la mayoría de países
    latinoamericanos, desde tiempos de la colonia no se había
    tenido una modificación significativa. Este estado actual
    de neodemocracia se debe, en parte, a los movimientos
    revolucionarios armados y no armados, y a la evolución natural que la historia política
    tiene en las naciones, producto de
    las crisis
    resueltas y no resueltas.

    Las teorías
    del Estado que han
    pujado desde mediados de este siglo son señales de
    superación de viejos y nuevos desequilibrios. Estas
    depuraciones incluso se han vuelto exigibles desde las
    campañas mundiales de Estados Unidos y
    los organismos financieros internacionales, ante la necesidad de
    ir modernizando la actividad político-económica
    global, aunque haya a la vez contradicciones con otras
    líneas hegemonizantes en los mismos
    ámbitos.

    Con esto los gobiernos son más accesibles
    a las aperturas de toda índole, por lo que no se percibe
    una oposición abierta a la globalización, porque no se tocan los
    intereses de los principales grupos económicos. Desde esta
    postura, no se puede hablar por tanto de una crisis de la
    globalización por sí ante la
    actititud de los gobiernos del tercer mundo. Se puede predecir
    que de haber marcha atrás, no se debería a
    ellos.

    La preocupación por la competitividad no
    debe ser exclusiva de las economías voraces. La
    economía de proyección social también
    necesita nutrirse de los mejores elementos para rendir mayor
    beneficio. A pesar de que aún en los países de la
    región se tienen empresarios que piensan que su nivel de
    aporte al estado y a la municipalidad debe devolvérseles
    en igual medida porque "también tienen derechos", afortunadamente
    hay una constante depuración que busca humanizar la
    economía. La competitividad es útil a las entidades
    de cooperación y organismos de asistencia técnica o
    humanitaria, no sólo a las empresas.

      

    Puede consultar mi artículo "Modernización y
    Globalización. Privatización o
    Desmantelamiento"
    y otra documentación de interés en
    la página Monografías

    Visite la Universidad
    Centroamericana José Simeón Cañas. Dispone
    de varias publicaciones especializadas en economía y
    política latinoamericana

    En CONACYT de El Salvador podrá
    abordar sobre Tecnología y otros
    temas de productividad

    1. Muchos laboratorios
    farmaceúticos latinoamericanos operan sin destinar
    millones a I&D así como se hace en los trabajos de
    desarrollo de nuevos compuestos en Merck o
    Pfizer.

    2. ¿Qué
    queda del socialismo?
    Antonio González, Realidad #55 Ene-feb/97 Universidad
    Centroamericana José Simeón Cañas -UCA

    3. La OEA hace una
    clasificación bastante clara de los distintos tipos de
    acuerdos comerciales en El Comercio de
    las Américas
    http://www.oas.org/SP/PROG/TRADE

    4. A semejanza del IVAE,
    que se refiere a la evolución económica de los
    principales sectores durante el último año. Se
    utiliza como base para cálculo
    del PIB. Se
    disponen de mediciones de corto plazo que alertan la
    política de fomento a la inversión.

    Por Jose Eduviges Rivas

    Lic. en Economía

    El Salvador 1998.

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