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Imperio Britanico




Enviado por evangeli



    PRÓLOGO

    Desde la perspectiva actual, se hace
    difícil valorar la importancia del Imperio
    Británico sin caer en una exageración. La
    civilización de nuestros días da por sentado sobre
    la base de no pocos valores que
    nacieron o tomaron vida en el seno de este gran imperio, o fase
    de hegemonía inglesa en el mundo. Sin embargo,
    sobrevalorar esa aportación equivaldría a minimizar
    injustamente la herencia
    acumulada en la Historia y supondría
    enfocar el futuro con una visión estancada, como si lo
    conseguido fuera el óptimo que deseara alcanzar la
    Humanidad.

    La situación en el contexto general de la
    Historia ayuda a
    realizar este ejercicio aplicado a cualquier periodo. En el
    ejemplo que aquí nos ocupa, hay que tener en cuenta dos
    cuestiones concretas: una, que esa hegemonía se realiza
    dentro de un marco más amplio, la civilización
    cristiana occidental, de la que es deudora y sin la cual no puede
    explicarse; otra, que en ese contexto fue pionero en aportaciones
    sustanciales que contribuyeron notablemente a la
    transformación del mundo civilizado, en Occidente y en
    otras partes, porque fueron en sí mismas agentes de
    civilización…

    General inglés
    del Imperio, de la época.

    I · COLONIALISMO E
    IMPERIALISMO:

    CONCEPTO Y
    CAUSAS

    1. Concepto de
    Imperialismo y
    Colonialismo.

    El concepto de
    Imperialismo y
    Colonialismo no tiene una fácil definición y
    resulta obvia su identificación en muchos casos. El
    sentido histórico del término
    colonización tiene una gran amplitud designando
    cualquier forma de dominio
    político, económico o cultural en épocas
    distintas de la Historia. Puede designar
    tanto a la colonización griega del siglo VIII a.c., como a
    la colonización española o portuguesa del siglo
    XVI. Algunos historiadores consideran, además, que el
    término colonialismo implica una relación de
    dominio
    directo entre la metrópoli y las
    colonias.

    Por su parte, el término
    Imperialismo haría referencia, en principio, a la
    configuración de estructuras,
    fundamentalmente políticas,
    de carácter supranacional. Su versión moderna se
    acuñó en 1840 y encierra una acepción
    más restringida convirtiéndose en uno de los
    términos más oscuros de la Ciencia
    Política.
    A fines del siglo XIX comienza a dársele su
    acepción actual gracias a las obras del americano Ch. A.
    Conant y al inglés
    J. A. Hobson, e indicaría cualquier forma de
    sujección. El uso del término denotaba la mayor
    importancia de los móviles económicos en la
    expansión colonial iniciada a fines del siglo
    XIX.

    La historiografía marxista
    retomaría el término, especialmente cuando Lenin
    extrajo las últimas consecuencias de la teoría
    de la acumulación capitalista y denunció al
    Imperialismo
    como "estadio supremo del Capitalismo",
    ante la necesidad ineludible de invertir en los territorios de
    Ultramar los capitales excedentes de las potencias
    occidentales.

    Así, pues, desde fines del siglo XIX el
    Colonialismo e Imperialismo
    adquieren un significado especial. La política imperialista
    que practican los países europeos sigue en gran parte las
    fórmulas coloniales clásicas (dominio
    político directo hasta la Segunda Guerra
    Mundial) y buscan objetivos
    típicamente mercantilistas: búsqueda de mercados,
    explotación de materias primas, etc. Todo ello, junto a
    objetivos
    económicos nuevos: exportación de capitales y unas
    fórmulas de dominación más sutiles y
    típicamente actuales, como fue el caso del Imperialismo
    Norteamericano.

    2. Causas y teorías
    de la expansión colonial.

    Pocos temas han sido tan debatidos como el de los
    orígenes de la expansión imperialista en el siglo
    XIX. Básicamente, sus teorías
    explicativas se dividen en dos grandes grupos: las que
    defienden la supremacía absoluta de los factores
    económicos y aquellas que sostienen, en cambio, el
    predominio de razones de tipo político o
    ideológico. El debate
    todavía no ha concluido en la actualidad, aunque se tiende
    a descartar una explicación exclusivamente unitaria de la
    expansión imperialista.

    2.1. Interpretaciones económicas del
    Imperialismo.

    1- Búsqueda de mercados: La
    competencia por
    la obtención de mercados para los
    excedentes de producción es el factor decisivo de la
    expansión imperialista, según la teoría
    de Charles A. Julien. El punto de partida sería la
    crisis de
    1873, y el período deflacionista subsiguiente; acentuado
    por el viraje proteccionista iniciado por la mayor parte de
    países industrializados, excepto en Gran Bretaña.
    En realidad existe un paralelismo entre expansión colonial
    y proteccionismo. Por el contrario, el mantenimiento
    de la política librecambista británica
    también se explica en parte por la expansión
    imperialista, tras el cierre de los mercados europeos
    a los productos
    británicos tras la oleada
    proteccionista.

    2- Obtención de materias primas: La
    búsqueda de materias primas no suscitaba, al menos en los
    orígenes de la expansión colonial, el mismo
    interés. Sólo en algunos casos
    constituyeron un estímulo importante.

    3- Inversión de capitales: La relación
    entre inversión de capitales y expansión
    imperialista fue formulada por Lenin en su obra "Imperialismo,
    fase superior del capitalismo"
    (1917). Según la explicación marxista, cuando el
    capitalismo
    alcanza el estado
    "monopolístico", las oligarquías financieras
    utilizan la colonización como instrumento para la inversión de capitales. Su finalidad no
    sería obtener mercados o
    materias primas, sino también y sobretodo, territorios
    donde exportar capitales y mantener un alto grado de rentabilidad
    de éstos en un momento en que la tendencia deflacionista
    de los precios en los
    países industrializados había significado una
    sensible disminución de los beneficios del capitalismo
    financiero. La inversión de capital se
    orientaba en los países colonizados o de economía dependiente
    hacia sectores que requerían escasa dotación
    técnica y mano de obra no cualificada (minería,
    plantaciones agrícolas, etc..), frecuentemente en forma de
    contratos de
    préstamo, de manera que se obligaba al país deudor
    a invertir ese capital en las
    compras de
    bienes de
    equipo o mercancías en el país acreedor. Como
    consecuencia, conforme se establecían mayores lazos
    financieros, mayor era el grado de dependencia.

    4- Factores demográficos y sociales: Junto
    a la búsqueda de mercados e inversión de sus capitales, considerados
    tradicionalmente como los factores esenciales de la
    expansión colonial, aparecen otros de raíz
    socioeconómica. Algunos historiadores han resaltado la
    incidencia de la presión demográfica europea en la
    expansión colonial. Hasta 1914, más de treinta
    millones de europeos emigraron a ultramar. Aunque hay que tener
    en cuenta que la emigración se dirigió
    preferentemente hacia Estados Unidos y
    que si exceptuamos el caso británico, el colonialismo fue
    impulsado por países sin excedente
    demográfico.

    Además, el colonialismo tuvo efectos
    beneficiosos desde el punto de vista social: contribuyó a
    paliar las fases de recesión económica y el paro;
    atenuando considerablemente las tensiones sociales. Por otro
    lado, el aumento del nivel de renta del proletariado
    provocó una disminución de la plusvalía de
    los capitales e incitaba la inversión de capital en las
    colonias, donde los niveles salariales eran mucho
    menores.

    2.2. Interpretaciones políticas
    e ideológicas.

    Las explicaciones económicas del
    Imperialismo fueron criticadas en el periodo de entreguerras y de
    manera más decidida tras la Segunda Guerra
    Mundial. La interpretación política del
    Imperialismo fue defendida por William Langer en su obra "The
    diplomacy of Imperialism" y más tarde por Winslow y el
    francés Raymond Aron. Para estos historiadores, la
    gloria, el poder y el
    prestigio
    fueron los fundamentos del colonialismo. Los
    factores económicos serían argumentos utilizados
    por los defensores de la expansión colonial para conseguir
    que la opinión pública aceptase los sacrificios
    económicos que comportaban las colonias. Las colonias
    serían, para esta corriente historiográfica, una
    carga más que un negocio. El estudio clásico de J.
    A. Hobson pretendió demostrar que las colonias inglesas no
    eran rentables. Aunque su análisis fue debatido posteriormente,
    sostuvo acertadamente que el capital
    excedentario se debía únicamente a que el sistema social
    europeo negaba a la masa popular una capacidad de consumo
    suficiente para estimular la economía industrial.
    Así, las crisis de
    superproducción que fueron un estímulo para la
    expansión imperialista serían, al mismo tiempo, crisis de
    subconsumo.

    Las motivaciones políticas
    de la expansión colonial están entremezcladas
    muchas veces con elementos afectivos o de psicología
    social. No obstante, por su ambigüedad, el nacionalismo,
    el prestigio o el poder son
    difíciles de precisar; ¿Son motivos reales o
    medios para
    disimular otras causas?

    En otros casos influyen razones de tipo
    diplomático, como la política colonial de
    Bismarck en la década de 1880 de intentar trasplantar al
    área colonial la política de equilibrio
    europeo o de utilizar las colonias como bazas en beneficio del
    equilibrio
    general. Las preocupaciones geoestratégicas fueron
    también argumentos importantes, especialmente para el
    imperialismo británico, cuya empresa era el
    asegurarse las rutas marítimas y las zonas
    neurálgicas del mundo.

    2.3. La ideología
    imperialista.

    Junto a estas causas políticas,
    existen una serie de factores ideológicos que configuran
    la denominada ideología imperialista. El punto de partida
    sería la evolución ideológica que
    experimentan los países europeos en el último
    tercio del siglo XIX. Una corriente de conservadurismo se
    extiende por toda Europa. La
    burguesía revolucionaria, una vez cumplido el ciclo
    histórico de suprimir el Antiguo Régimen y
    establecer las bases del Estado
    liberal, evoluciona hacia actuaciones conservadoras cuya
    manifestación ideológica más significativa
    es el nacionalismo,
    con tintes más o menos xenófobos. Este nacionalismo
    conservador tiene una de sus manifestaciones más
    importantes en la denominada "mística imperialista", que
    baraja argumentos como honor nacional, prestigio político,
    misión
    civilizadora o evangelizadora y agrupa a las corrientes que
    defienden o justifican la expansión
    colonial.

    En Gran Bretaña está
    representado por el llamado "jingoísmo" que integraba
    tanto a políticos tories (Disraeli, Rhodes) como
    liberales-imperialistas (Chamberlain). El Jingoísmo era un
    movimiento
    nacionalista y racista británico y consideraba necesario
    el Imperio, pues la "mejor raza del mundo" puede y debe dominar a
    los pueblos inferiores. Este sentimiento hipernacional estaba
    alimentando por el acoso a la hegemonía británica
    que representaban Alemania y
    Estados
    Unidos. Numerosos intelectuales se sintieron atraídos
    por el llamado "darwinismo social", que extrapolaba las ideas
    evolucionistas de Darwin a las
    cuestiones sociales y políticas,
    afirmando la existencia de naciones más capacitadas para
    la supervivencia. Tal vez el mejor representante de esta
    corriente es el escritor británico Ruyard Kipling que
    habla de "el deber del hombre
    blanco".

    En Francia, la ideología
    colonialista no alcanzó el mismo consenso que en Gran
    Bretaña, el partido colonial representaba intereses muy
    diversos (desde los medios
    financieros y el ejército hasta el funcionariado
    colonial). Políticos como Jules Ferry y León
    Gambetta fueron los máximos impulsores del colonialismo
    francés.

    En Alemania, las ideas nacionalistas se
    apoyaron en la "Nachbarschatsmission" (misión de
    vecindad), fomentada por los medios
    misioneros católicos y protestantes, que consideraban la
    exploración y colonización como un medio para la
    evangelización. Sin embargo, los inicios de la
    política colonial alemana estuvo motivada por motivos
    comerciales, como lo demuestra la creación de la Deutsche
    Kolonialverein (Unión Colonial Alemana,
    1882).

    En Estados Unidos, los orígenes de
    la política colonialista se remontan a la doctrina Monroe:
    "América
    para los americanos" (1823), fórmula para oponerse a
    cualquier reconquista de Hispanoamérica por las potencias
    surgidas de la Restauración. A fines del siglo XIX el
    Corolario Olney (1895) retomaría esta doctrina al afirmar
    que ningún país europeo podría intervenir en
    el continente americano sin el consentimiento del gobierno
    estadounidense.

    También la ideología colonial se
    reafirmó, por motivos religiosos o científicos.
    Colonialismo y misionalización guardaron estrechos
    vínculos, la Iglesia
    Católica y las confesiones protestantes extendieron su
    influencia a escala mundial a
    través de las misiones. Las Sociedades
    Geográficas contribuyeron también a la
    difusión de la ideología colonial: las expediciones
    para la exploración del interior del continente africano
    dieron una justificación moral y
    reforzaron el ideal europeo del universalismo, al tiempo que
    influyeron en la formación de una opinión
    pública favorable al expansionismo
    imperialista.

    II · LAS GRANDES
    ÁREAS DE EXPANSIÓN EUROPEAS EN ÁFRICA Y
    ASIA

    1. El marco histórico de la
    expansión colonial.

    Durante la primera mitad del siglo XIX el
    Imperialismo colonial contó con escasos partidarios entre
    los gobiernos europeos o la opinión pública. El
    sistema
    mercantilista, soporte teórico del colonialismo en el
    Antiguo Régimen, entra en crisis con el
    desarrollo del
    liberalismo
    económico. Los teóricos de la escuela de
    Manchester (Adam Smith,
    David Ricardo,
    Jeremy Bentham) son abiertamente anticolonialistas. Las
    revoluciones de independencia
    de Estados Unidos
    y América
    Latina provocan la crisis
    definitiva del colonialismo clásico. Gran Bretaña,
    sin la existencia de países competidores, afianza su
    hegemonía marítima y propugna una política
    librecambista en donde no tienen cabida los pactos
    coloniales.

    Sin embargo, a partir de 1870 se inició un
    relanzamiento del colonialismo. La crisis económica de
    1873, la tendencia deflacionista de los precios
    durante la Gran Depresión
    y el retorno al proteccionismo marcan el punto de partida de la
    expansión imperialista. A las crisis cíclicas del
    capitalismo se
    une el desarrollo del
    capitalismo financiero con la multiplicación de sociedades por
    acciones y
    entidades de crédito; el tránsito de la libre
    competencia al
    capitalismo monopolístico significa, además, la
    formación de trusts y cártels que aspiran a
    repartirse el mercado
    mundial.

    El reparto económico del mundo entre
    grupos
    monopolísticos y el reparto político entre las
    grandes potencias constituyeron evidentemente fenómenos
    distintos, pero la conexión entre ambos es
    innegable.

    Las grandes potencias acometieron el reparto del
    mundo. En menos de treinta años la fiebre colonial
    llegó a todos los confines del mundo extraeuropeo. Gran
    Bretaña y Francia
    extendieron y consolidaron sus dominios en Asia y se
    lanzaron a la aventura africana. La Alemania de
    Bismarck patrocina el reparto de África en la Conferencia de
    Berlín de 1885, como una continuación de su
    política de alianzas en Europa. Concluido
    el reparto, se iniciaron las rivalidades para una
    redistribución en beneficio de las potencias rezagadas
    (especialmente Alemania).
    Como consecuencia las crisis imperialistas inician un periodo de
    tensiones conocido como "la Paz Armada", que conduciría a
    la Primera Guerra
    Mundial.

    2. La formación del Imperio Colonial
    Británico.

    Territorios que formaban el Imperio
    Británico.

    A mediados del siglo XIX Gran Bretaña era
    la única gran potencia colonial
    en Europa. A pesar
    de su política librecambista conservaba un conjunto de
    dominios a escala mundial.
    Mantenía cinco tipos de colonias:

    1- Puertos de escala, que aseguraban su
    domino de las rutas marítimas y conquistadas en su
    mayoría a españoles, franceses y holandeses (Malta,
    Corfú e Islas Jónicas en el Mediterráneo;
    Gibraltar, El Cabo, Isla Mauricio, Adén y Ceylán en
    la ruta hacia la India;
    Singapur y Hong-Kong en la ruta de China).

    2- Factorías comerciales en la
    costa africana (Sierra Leona y Gambia).

    3- Colonias de Plantación,
    suministradoras de productos
    tropicales (Antillas, Honduras y Guyana).

    4- Los Dominios, eran, sin duda las
    principales piezas del Imperio Británico. Eran las
    colonias de poblamiento blanco: Canadá, Sudáfrica,
    Australia y Nueva Zelanda, destinadas a absorber los excedentes
    de población.

    5- La India, la mayor colonia de
    explotación. La joya de la Corona.

    La política colonial británica
    inició una profunda transformación a partir de la
    depresión iniciada en 1873. Las crisis de
    superproducción, la oleada proteccionista que cerraba los
    mercados europeos y la competencia
    alemana y norteamericana obligan a Gran Bretaña a basarse
    cada vez más en sus colonias. La crisis de 1882 y el
    declive de su hegemonía económica ante el dominio de las
    nuevas tecnologías industriales por Alemania y
    Estados Unidos
    acentúan esta tendencia. Las dificultades
    económicas se reflejaron en un sentimiento nacionalista de
    raíz popular, expresado a través de una prensa,
    decididamente colonialista. El "jingoísmo", impulsado por
    las obras de Kipling en donde se exalta el valor y la
    misión
    de la raza blanca (especialmente la anglosajona),
    contribuyó a su consolidación.

    Cuando, con su expansión en África,
    Gran Bretaña funda nuevas colonias de explotación,
    a las que añade el protectorado de Egipto y
    Sudán a principios del
    siglo XX, reunió un Imperio Colonial de 33 millones de
    kilómetros cuadrados y 405 millones de habitantes, el
    más grande y extenso que el planeta haya conocido. Sin
    embargo, la fuerte inversión financiera en las colonias,
    junto a la pérdida demográfica, y su retraso
    tecnológico con respecto a Alemania, se
    debilita su posición en Europa.

    Francia fue el
    otro país europeo capaz de crear un imperio colonial de
    dimensiones mundiales, aunque desde luego no comparable al
    británico. Francia
    había perdido su antiguo imperio colonial en el siglo
    XVIII (Guerra de los
    Siete Años). En 1830, durante el reinado de Carlos X, se
    había iniciado una tímida penetración en
    Argelia, aunque los inicios de la colonización francesa en
    el siglo XIX se realizan durante el II Imperio dentro de la
    política de prestigio de Napoleón II, cuando sigue
    la conquista de Argelia y se incorpora Camboya mediante el
    tratado de Saigón de 1862, que establecía la
    soberanía francesa en Cochinchina. Hasta la
    década de 1870 Francia no
    tiene una política colonial de amplias perspectivas. El
    afán de recuperar el prestigio internacional tras la
    derrota en el conflicto
    francoprusiano de 1870-1871, y la crisis de 1873, empujaron a
    Francia hacia
    la aventura colonial. Finalizada la conquista de Argelia se
    inicia la de Túnez (1881) y completa el dominio de
    Indochina. La clave del expansionismo francés sería
    la conquista de las islas de Madagascar y Reunión,
    enclaves esenciales hacia sus colonias del Sureste
    asiático. La ocupación francesa de Laos amenazaba
    el Dominio británico de la India, y fue
    foco constante de disputas entre ambas potencias. La presencia
    del estado-tapón de Siam (Tailandia) redujo
    estas fricciones.

    3. La colonización de
    África.

    Territorios africanos del Imperio
    Británico
    .

    3.1 Los inicios de la colonización
    africana.

    Antes de 1880 África era un continente
    casi desconocido. La ocupación europea se limitaba
    fundamentalmente a zonas costeras y desembocaduras de los grandes
    ríos africanos: Níger (que sirvió de
    vía de penetración para los ingleses), Senegal
    (para los franceses) y el Congo. La actividad de las Sociedades
    Geográficas y las exploraciones, especialmente de Brazza y
    Stanley, posibilitan el
    conocimiento de la cuenca del Congo como vía de acceso
    al interior del continente africano y estimulan la rivalidad de
    las potencias coloniales.

    La primera zona de expansión colonial se
    realiza en el área mediterránea. La apertura del
    canal de Suez (1869) dejaba abierta la ruta hacia la India y
    China, y
    despierta la rivalidad de Francia y Gran Bretaña en el
    dominio del Mogreb. El papel de
    Italia y España en
    la zona va a ser de meros espectadores. La ocupación de
    Túnez por Francia y de Egipto por
    Gran Bretaña fue el resultado de un juego de
    intereses complejos propiciados por la decadencia del Imperio
    Otomano. Egipto y
    Túnez eran provincias del Imperio Otomano. La decadencia
    turca posibilita su dominio por Gran Bretaña y Francia.
    Gran Bretaña pretendía, con el dominio de Egipto, el
    control del
    Mediterráneo Oriental y la ruta de la India a
    través del Mar Rojo, para más tarde, crear un
    Imperio en África Oriental, desde El Cairo hasta El Cabo
    ("imperio vertical"). Francia, por su parte, ambicionaba el
    dominio de todo el Mogreb e inicia su expansión hacia
    Túnez. El domino de Túnez provoca el choque entre
    Francia e Italia, pero
    gracias al apoyo británico se consolida, finalmente, la
    conquista francesa en 1881. Túnez constituía un
    foco de atracción para la emigración francesa e
    italiana. El poblamiento italiano se hizo mucho más
    rápido que el francés (60.000 italianos frente a
    16.000 franceses), pero la incorporación de Túnez a
    Italia hubiese
    permitido el dominio italiano del Mediterráneo central:
    Sicilia y Túnez podían significar una tenaza de
    cierre para el tráfico británico hacia el canal de
    Suez, motivo suficiente para que Gran Bretaña apoyase a
    Francia frente a las presiones italianas.

    El apoyo británico a Francia en
    Túnez facilita su dominio de Egipto, y pone
    fin al conflicto
    franco-británico por el dominio del canal de Suez. Los
    orígenes de esta rivalidad se remontan a la construcción del canal, obra del ingeniero
    F. Lesseps con apoyo de capital
    francés. El endeudamiento de Egipto obligó a vender
    un importante paquete de acciones de la
    Compañía del Canal, hasta entonces monopolio
    franco-egipcio. Gran Bretaña aprovecha la oportunidad, y a
    través de la banca Rothschild,
    consigue el 40% de las acciones. Las
    dificultades financieras egipcias permitieron la creación
    de la "Caja de la Deuda Pública", bajo el control
    franco-británico, lo que en la práctica significaba
    el condominio solapado de ambas potencias.

    Del condominio se pasa al dominio
    británico tras la revuelta nacionalista y antieuropea que
    dirige Arabí Pachá en Alejandría (1881).
    Francia se inhibe y Gran Bretaña aprovecha la
    ocasión para ocupar militarmente Alejandría e
    imponer un condominio anglo-egipcio, fórmula peculiar de
    administración que respetaba, sólo
    teóricamente, la autonomía
    egipcia.

    El fracaso en Egipto impulsará a Francia
    hacia la expansión en Marruecos y Norte de África.
    Para evitar el dominio francés del Mogreb, Gran
    Bretaña abogará por las pretensiones
    españolas para limitar el dominio francés. España
    pretendía ampliar su zona de influencia en Marruecos. A
    principios del
    siglo XX, la ocupación de Marruecos se convertirá
    en uno de los ejes principales de las llamadas "crisis
    imperialistas" y alimentará el clima de
    tensiones anterior a la Primera Guerra
    Mundial.

    3.2. Orígenes de la colonización
    del África Negra.

    Al igual que el dominio de África del
    Norte había desencadenado la rivalidad
    franco-británica, la colonización de
    Centroáfrica despierta el interés de
    Bélgica y Francia, y una tercera potencia en
    discordia, Portugal.

    Los orígenes de la colonización del
    África Negra se remonta a los proyectos de
    Leopoldo II de Bélgica. Leopoldo II aprovecha su
    afán explorador y sus cualidades de diplomático y
    previsor hombre de
    negocios para
    obtener un Imperio colonial para Bélgica. Tras sucesivos y
    frustrados intentos de obtener Formosa (1865), Abisinia (1868),
    Mozambique (1869) o Filipinas (1871), fijaría su
    atención en África Central. Con el apoyo de las
    Sociedades
    Geográficas y tras una campaña cuidadosamente
    preparada, consiguió que se convocara la Conferencia
    Geográfica de Bruselas (1876),
    punto de partida de la
    penetración en el Congo. La actividad, supuestamente
    filantrópica de Leopoldo II, consiguió vencer los
    recelos de las potencias europeas. Al mismo tiempo, las
    exploraciones de Stanley por el curso superior del río
    Congo (1874-1877) confirmaron que el río era la gran
    vía de penetración del interior de África.
    La alianza entre el explorador y el soberano belga se
    plasmó en la creación de la Asociación
    Internacional del Congo (1879), empresa con el
    doble objetivo de
    explorar y obtener los recursos de la
    región del Congo.

    Paralelamente, Francia había apoyado la
    expedición del explorador italiano Brazza en el margen
    derecho del río Congo, en donde había conseguido un
    acuerdo con el rey congoleño Makoko. El gobierno
    francés, para desquitarse de la pérdida de
    influencia en Egipto ratifica el Tratado Brazza-Makoko, y
    establece un protectorado sobre la orilla derecha del Congo. A su
    vez, Portugal, que había ocupado el territorio de Cabinda,
    en la desembocadura , reivindica la soberanía sobre las dos
    orillas.

    En 1861, los ingleses se adueñaron del
    puerto nigeriano de Lagos e iniciaron el comercio con
    el interior del país. En 1885, la Conferencia de
    Berlín reconoció el territorio de Nigeria como zona
    de influencia británica, lo que permitió que, en
    1914, se constituyera el Protectorado y la colonia
    británica de Nigeria. Por otra parte, Sierra Leona, fuente
    importante para el comercio de
    esclavos, se convirtió en colonia británica en 1808
    y en 1896 pasó a ser Protectorado.

    3.3 La Conferencia de
    Berlín de 1885: el "Scramble" de Africa

    (1885-1898).

    Para resolver el conflicto
    creado sobre la soberanía del Congo, Bismarck, que hasta
    entonces no se había interesado por el tema colonial,
    convoca una conferencia en
    Berlín, cuyos objetivos eran
    los siguientes:

    a) Mantener la política de equilibrio
    europeo
    . El sistema de
    alianzas creado por la diplomacia de Bismarck con el objetivo de
    mantener la paz en Europa
    podría derrumbarse por las tensiones generadas en la
    expansión colonial. Se trataba, pues, de transferir el
    sistema de
    Bismarck a las colonias y que Alemania asumiese el mismo papel mediador
    que había realizado en el orden
    internacional.

    b) Creación de un Imperio Colonial para
    Alemania.
    La falta de un imperio colonial era una traba
    importante para el desarrollo
    económico alemán; el cierre de los mercados
    europeos con el retorno al proteccionismo creaba dificultades y
    ahogaba el ritmo de crecimiento industrial. La posibilidad de
    obtener mercados potenciales sería, por tanto, un factor a
    considerar en la tardía incorporación de Alemania a
    la carrera imperialista.

    La Conferencia de
    Berlín de 1885 reunió a representantes de 12
    naciones europeas, además de una representación de
    Estados Unidos
    y Turquía para abordar el problema del Congo y establecer
    las líneas directrices del reparto de África,
    alejando de momento el riesgo de un
    conflicto
    militar de raíz imperialista. Los principios
    básicos establecidos en la conferencia fueron los
    siguientes:

    – Reconocimiento de la Asociación
    Internacional Africana
    , como Estado Libre
    del Congo bajo la soberanía de Leopoldo II. El parlamento
    belga le autorizó a gobernar a título personal, aunque
    más tarde, se integraría en Bélgica. De esta
    manera el Valle del Congo con todos sus recursos
    potenciales se confería a una potencia de
    segundo orden; evitando de esta manera el enfrentamiento directo
    de franceses, ingleses y alemanes.

    Libertad de
    navegación por los ríos Níger y Congo,
    excluyendo su monopolio por
    ninguna potencia y
    facilitando el acceso y explotación del interior del
    continente.

    El punto más importante radicó en
    el reconocimiento de que el control de la
    costa no implicaba una ocupación efectiva del territorio.
    Hasta entonces había prevalecido la doctrina que
    establecía que la ocupación de la costa legalizaba
    la del interior, sin que fuera necesaria su ocupación
    inmediata. Esta doctrina desató una carrera colonial desde
    las zonas costeras al interior, con el fin de controlar la mayor
    parte de territorios posibles.

    Así, prescindiendo de supuestos
    geográficos, históricos o jurídicos se
    legalizaba la ocupación efectiva de los territorios
    africanos. El carácter de la colonización se
    modificó: el imperialismo militar venció al
    imperialismo geográfico o económico. Las
    adquisiciones se multiplicaron y en 1890 África se
    encontraba totalmente repartida.

    En los años siguientes a la Conferencia de
    Berlín se firman una serie de tratados que
    permiten efectuar lo que el periódico
    inglés
    "The Times" definió como el Scramble de
    África (el "revoltijo" de África). Gran
    Bretaña amplió sus dominios en el África
    Oriental (Uganda, Rhodesia, Bechuanalandia) y occidental
    (Nigeria); la explotación colonial se realizó
    primero a través de grandes compañías
    comerciales, y posteriormente, por el dominio directo de la
    metrópoli.

    En la Conferencia de Berlín, Alemania
    obtuvo un imperio colonial: Togo, África del Sudoeste
    (Namibia) y el África Oriental Alemana (Tanzania). En
    África Oriental el expansionismo británico y
    alemán chocaron; por ello, ambos países tuvieron
    que suscribir el tratado de Heligoland (1890) que delimitó
    sus respectivas áreas de influencia. Así, el
    proyecto de
    Cecil Rhodes de crear un inmenso dominio en todo el África
    Oriental desde El Cairo a El Cabo ("imperio vertical"), unido por
    ferrocarril y líneas telegráficas, queda
    imposibilitado por la colonia alemana de
    Tanzania.

    Francia consolida su dominio sobre la orilla
    derecha del Congo y con el Senegal forma el África
    Occidental Francesa. Fracasa, sin embargo, el proyecto de
    formar un Imperio "horizontal", uniendo el Atlántico con
    el Indico a través de Sudán. Es precisamente en
    Sudán donde se produce la más importante crisis
    colonial de fines del siglo XIX: el incidente de Fachoda
    (1898). Un ejército francés, dirigido por el
    general Marchand, avanza hacia el Sudán, al tiempo que un
    ejército británico, dirigido por Kitchener, desde
    Egipto. Ambos se encuentran en Fachoda. El ejército
    francés llega primero, pero su inferioridad militar le
    obliga a retirarse. El incidente de Fachoda generó un
    nuevo foco de conflicto
    franco-británico hasta la firma de la Entente Cordiale
    (1904), en virtud de la cual Francia reconocía el dominio
    británico en Egipto y Sudán a cambio de
    actuar libremente en Marruecos.

    El antagonismo franco-británico y los
    deseos impotentes de España e
    Italia bloquearon
    durante quince años la ocupación de Marruecos. Tras
    la creación de la Entente Cordiale, en 1904, se
    posibilitó la formación de los protectorados
    francés y español en Marruecos (Conferencia de
    Algeciras de 1906). La intervención alemana en el Mogreb
    (crisis marroquíes de 1905 y 1911), sería un nuevo
    factor de crisis en el contexto de tensiones imperialistas que
    anteceden a la Primera Guerra
    Mundial.

    La Conferencia de Berlín también
    posibilitó el acceso al reparto de África a otras
    potencias europeas. Portugal reafirmaría su dominio en
    Angola y Mozambique, además de conservar el territorio de
    Cabinda en la desembocadura del Congo. España
    obtendría el protectorado del Río de Oro (Sahara
    Español) y Río Muni (Guinea). Italia consigue
    las colonias de Eritrea y Somalia (1890), pero sufre un brusco
    descalabro en sus intentos de conquista de Abisinia: derrota de
    Adua frente a los abisinios (1896).

    3.4. La Guerra de los
    Bóers (1898-1902) y el dominio británico de
    Sudáfrica.

    La zona meridional del continente africano
    también fue escenario de conflictos. La
    ocupación británica fue muy temprana. Antes del
    inicio de la expansión colonial contaba con la colonia de
    El Cabo en la ruta hacia la India (colonia
    obtenida en el Congreso de Viena de 1815). Los ingleses
    desplazaron a los bóers (que eran descendientes de
    antiguos colonos holandeses asentados en África del Sur
    desde el siglo XVII), hacia el norte del río Orange
    configurándose dos áreas bien delimitadas:
    República bóer de Transvaal y el Estado
    Libre de Orange y colonias británicas de El Cabo y Natal.
    Sin embargo, en 1886 se descubren importantes yacimientos de oro
    y diamantes en Transvaal, provocando una avalancha de aventureros
    ingleses. Poco después, la Compañía
    Británica de Sudáfrica, controlada por Cecil
    Rhodes, obtiene en 1890 los derechos de
    explotación de todas las minas, desde Rhodesia a El Cabo.
    Además, las colonias bóers dificultaban la construcción del ferrocarril que
    pretendía construir Rhodes entre El Cabo y El
    Cairo.

    Todas estas circunstancias, especialmente la
    riqueza minera de Transvaal, explican el inicio de la guerra contra
    los bóers en 1898. La excusa británica fue el
    carácter discriminatorio del régimen bóer.
    Se necesitaban catorce años de residencia para obtener
    derechos
    políticos. Fueron insuficientes las reformas
    políticas del presidente bóer Kruger para impedir
    la guerra. A
    pesar de la tenaz resistencia de
    los colonos bóers, las tropas de Kitchener ocuparon Orange
    y Transvaal. Finalmente, en el Tratado de Vereenigning (1902)
    fueron incorporadas al Imperio
    británico.

    4. La colonización de Asia.

    La colonización del continente
    asiático presenta similitudes y diferencias con respecto
    al reparto de África. En ambos casos los inicios de la
    colonización fueron similares: establecimiento de
    factorías comerciales, sobre todo, por Gran
    Bretaña, que ya en el siglo XVIII inició la
    penetración en la India por medio de la East Indian
    Company, o en China, durante
    la primera mitad del siglo XIX donde las actividades de los
    comerciantes británicos provocaron la primera de las
    Guerras del
    Opio (1839-1842). La apertura del canal de Suez en 1869
    abrió la ruta directa hacia Extremo Oriente. Luego, la
    colonización se propulsó, al igual que en
    África, a partir de la crisis de 1873: aunque no se dieron
    unos acuerdos generales similares a los de la Conferencia de
    Berlín.

    Pero, a diferencia de la colonización de
    África, intervienen potencias no europeas, debido a su
    situación geográfica: Rusia y Japón; e
    incluso Estados Unidos actuó en el área del
    Pacífico, Filipinas y China.
    Asimismo, a diferencia de la colonización africana, las
    potencias occidentales no persiguieron en muchos casos el
    control
    efectivo del territorio, sino más bien un control
    financiero y económico (lo que algunos historiadores han
    denominado semicolonización), siendo el sistema de
    Protectorado la forma de administración colonial más
    difundida. Así, las dos modalidades de colonización
    más difundidas fueron: la distribución en áreas de influencia
    comercial, sobre todo en China y la
    obtención de contratos de
    arrendamiento (concesiones) para explotar minas u otras fuentes de
    riqueza.

    4.1. La hegemonía británica en
    el Indico.

    La intervención en Asia Central la
    protagonizan Gran Bretaña y Rusia. La principal zona de
    disputa fue Persia. Los rusos pensaban en construir el
    ferrocarril transiberiano y tener salida al mar a través
    del Golfo Pérsico. El acuerdo rusobritánico de 1907
    permitió su reparto en dos zonas de influencia, aunque se
    mantuvo nominalmente la independencia
    de Persia.

    Afganistán aparece como un estado-tapón contra la hipotética
    expansión rusa hacia la India. Los acuerdos de 1907 que
    establecieron el reparto de Persia, también permitieron la
    renuncia rusa a su intervención en la India. A partir de
    entonces Gran Bretaña mostraría un
    desinterés sobre Afganistán que acabaría
    recuperando su independencia.

    Territorios que fueron parte
    del Imperio.

    La India fue la pieza clave del imperialismo
    británico. Su dominio se remonta al siglo XVIII cuando la
    East Indian Company se encargaba de la explotación y
    administración del territorio (1777). Con
    sus 5 millones de kilómetros cuadrados y una población cercana a los 300 millones de
    habitantes constituía un mercado muy
    importante para los productos
    británicos. Suministraba a Gran Bretaña materias
    primas (especialmente algodón; aunque también era
    importante el té, yute y aceite). La ruina del artesanado
    hindú, por la imposición del pacto colonial y la
    competencia de
    los productos
    industriales de la metrópoli, desencadenó un
    movimiento
    nacionalista que culminó en la Revuelta de los Cipayos de
    1837 (los cipayos eran tropas indígenas al servicio del
    Imperio Británico), en contra de la
    occidentalización del país. La consecuencia
    más importante de la revuelta fue la disolución de
    la East Indian Company y la incorporación de la India a la
    Corona (1858). Durante el siglo XVIII y principios del
    XIX, la India fue el lugar donde muchos de los hijos nacidos en
    segundo lugar en familias nobiliarias (que no heredarían
    el estatus familiar, y debían de elegir entre la Iglesia y el
    Ejército) irían como oficiales de la Armada a hacer
    fortuna.

    Sin embargo el nacionalismo
    hindú resucita. En 1885 nace un partido nacionalista: el
    Partido del Congreso, dirigido por intelectuales hindúes
    formados en universidades anglosajonas y que se orientó
    hacia posiciones moderadas: la conversión de la India en
    un dominio similar a Canadá. Pero Gran Bretaña se
    negó sistemáticamente a conceder la
    autonomía a un territorio vital para la economía
    inglesa.

    La India estuvo dirigida por un Gobernador
    General que dependía de la Corona y que era una especie de
    virrey. La mayor parte del territorio se dividía en
    distritos provinciales administrados por funcionarios
    británicos, aunque en 1869 accedieron hindúes
    occidentalizados. El resto del territorio se administró
    con varios protectorados, cuyos soberanos fueron en la medida de
    lo posible fieles a la Corona.

    4.2. El "break up" en
    China.

    Posesiones del Imperio
    Británico en Indochina.

    También la búsqueda de mercados y
    la inversión de capitales son los principales
    móviles que explicaron la intervención imperialista
    en China. Desde el siglo XVII China estaba regida por la
    dinastía Ching. Era un vasto imperio en decadencia,
    anclado en viejas estructuras de
    raíz señorial en donde sólo los mandarines
    (funcionarios progresistas) habían introducido
    tímidas reformas, pero impidiendo todo tipo de
    occidentalización.

    El comercio
    extranjero en China estuvo limitado hasta mediados del siglo XIX
    al puerto de Cantón; aunque desde décadas el
    contrabando británico y estadounidense había
    adquirido grandes proporciones, especialmente mediante la
    introducción de opio. Sus efectos nocivos motivación
    su prohibición en todo el Imperio Chino. La
    incautación sucesiva de cargamentos de opio fueron la
    causa de las Guerras del
    Opio. La primera Guerra del
    Opio (1839-1842) finalizó con la cesión a gran
    Bretaña de Hong Kong y la posibilidad de comerciar con
    cuatro puertos chinos (Tratado de Nankin, 1842). Tras sucesivos
    conflictos se
    acelera la decadencia del Imperio Chino y, con ella, la presencia
    de nuevas potencias coloniales: Japón y
    Rusia.

    La derrota china contra Japón en 1895
    abrió definitivamente al comercio
    occidental el vasto Imperio Chino. La carrera militar y
    diplomática fue semejante al "scramble" de África.
    China se mantuvo como estado
    independiente, aunque su economía y recursos pasaron
    a manos de potencias extranjeras. El dominio colonial se
    ejerció mediante contratos de
    arriendo que permitieron la explotación de los recursos chinos
    (carbón, hierro) y el
    reparto de zonas de influencia que posibilitaban las inversiones de
    capital y la distribución de los mercados. El llamado
    "Break Up" de China permitió entre 1895 y 1906 la
    división del Imperio Chino en cuatro zonas de influencia:
    Francia controla el área Sudeste; Alemania la
    región de Shandong; Gran Bretaña la cuenca del
    Yangi y Rusia el Nordeste. También Estados Unidos se
    benefició de esta apertura comercial.

    La decadencia de China y su reparto colonial
    motivaron el surgimiento de corrientes nacionalistas que se
    oponen al dominio extranjero. Se trata, en principio, de
    movimientos xenófobos y de raíz tradicionalista,
    como la Revuelta de los Boxers (1900) que fue sofocada por un
    cuerpo expedicionario internacional. Al mismo tiempo
    aparecieron otras corrientes nacionalistas, de signo progresista
    y democrático, organizadas en sociedades
    secretas y entre las que destacaba la Unión para el Renacimiento
    de China, fundada en 1894 por Sun Yat Sen y reorganizada en 1911
    bajo el nombre de Kuomitang. El Kuomitang organizó la
    Revolución
    de 1911 que destronó al último emperador y
    liquidó el dominio colonial.

    III · LOS SISTEMAS DE
    ADMINISTRACIÓN
    COLONIAL.

    1. El Régimen de
    Compañías
    Privilegiadas
    .

    Incluso en la segunda mitad del siglo XIX se
    siguió recurriendo al sistema mercantilista de
    Compañías Privilegiadas vigentes ya en los siglos
    XVII y XVIII. Estas compañías obtenían de
    sus gobiernos amplias facultades para organizar la
    explotación y administración de una determinada
    colonia.

    Sin embargo, a partir de la década de 1890
    las compañías fueron desplazadas por la
    administración directa de los Estados que asumieron a
    través de sus propios funcionarios la
    administración colonial.

    2. El Sistema de Administración
    Centralizada.

    Fue utilizado básicamente por Francia y
    por aquellos países que imitaron el modelo
    colonial francés (Bélgica, España,
    Portugal). Se trataba de incorporar el Imperio Colonial a la
    estructura
    administrativa de la metrópoli, como provincias o
    departamentos. No existía una administración
    indígena y una élite de funcionarios europeos
    controlaban políticamente todo el
    territorio.

    Fue el sistema de administración colonial
    más utilizado por todos los países europeos.
    Incluso Gran Bretaña adoptó este modelo en
    muchas colonias aunque a diferencia del modelo
    francés, no pretendió nunca una absorción
    por la metrópoli ni su asimilación
    cultural.

    3. El Régimen de
    Protectorado.

    En muchos territorios coloniales con escaso
    poblamiento europeo se ejerció el sistema de Protectorado,
    por el que se respetaba el gobierno
    indígena que organizaba la estructura
    político-administrativa. Sin embargo, debía de
    seguir las directrices de la política exterior marcada por
    la metrópoli.

    El sometimiento a la potencia europea
    que ejercía el protectorado era, no obstante, total;
    aunque no interesara por diversas razones su conquista. A veces,
    los protectorados estaban condicionados por la presencia de
    fuerzas militares o promovidos por conferencias internacionales
    (por ejemplo la de Algeciras de 1906 que estableció los
    protectorados francés y español). El sistema lo
    utilizaron la mayoría de potencias tanto en África
    como, tal vez más, en Asia.

    4. El "self-government" en los Dominios
    Británicos.

    En las colonias inglesas donde existía un
    fuerte poblamiento blanco se instauró un "self-government"
    o gobierno que
    actuaba de forma autónoma en la política interior
    aunque debía de someterse a las directrices
    británicas en política exterior. Se permitía
    la instauración de un Parlamento autónomo. Estados
    Dominios (Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia y
    Canadá) acabaron independizándose: Estatuto de
    Westminster de 1931, y fueron la base de la Commonwealth
    Británica.

    Cartel propagandístico
    de las grandezas del Imperio.

     

    Trabajo realizado
    por:

    Manuel Gonzalez
    Evangelista

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