EL DESCUBRIMIENTO
"Era tal la tempestad que toda la flota abrigó
gran temor […] Y mientras soportábamos esta tempestad,
el día siete [18] de abril avistamos nuevas tierras, que
bordeamos por unas 20 leguas; y observamos que toda ella era una
costa árida y no vimos en ella puerto ni
habitantes".
Muchas polémicas eruditashan desatado estas
frases que insertara Américo Vespucio en su
carta a Piero
Francesco Soderini, narrando un viaje efectuado en 1501 a las
costas meridionales de América. Estas islas, o las Georgias,
según H. R. Ratto, serían la "nueva tierra" de a
que habla el célebre compatriota de
Colón.
Pero no hay certeza de que haya sido así. Este
primer avistamiento de las Malvinas
"está lejos de ser probado -apunta Laurio H. Destefani- y
por el contrario es muy improbable".
Los viajes de
exploración a los que se vinculan los primeros presuntos
avistamientos de las islas Malvinas, se
relacionan directamente con esta etapa de los descubrimientos.
Eran los tiempos en los que la meta era
hallar una paso que hiciera posible el tránsito de los
barcos desde el Atlántico al Pacífico, para arribar
así a las "espaldas" de América
o continuar la ruta a las "Indias orintales".
En el caso que nos ocupa, es probable, pero no
absolutamente seguro, que
marinos al servicio de
España
hayan encontrado en su ruta el archipielago malvinense en
algún momento entre 1519 y 1540.
La probabilidad
surge de las ya citadas fuentes: los
diarios de a bordo, los itinerarios conocidos con
aproximación, el aporte de la cartografía de la
época.
Cronológicamente – después de dudoso caso
de Vespucio – debemos mencionar la expedición de
Magallanes. Integrada por cinco veleros, zarpó de Sevilla
en agosto de 1519 y recorrió el litoral marítimo
que hoy pertenece a la República Argentina durante
1520.
Pedro de Vera, pudo llegar a las Malvinas en
1525, al mando de la Anunciada.
Parece evidente que las islas Malvinas
fueron avistadas en la primera mitad del siglo XVI por
navíos españoles; pero resulta complicado
establecer sin lugar a dudas quién fue el
descubridor.
En este período final del siglo XVI es cuando se
ubican los dos viajes a los
que los ingleses atribuyen el descubrimiento de las islas
Malvinas.
En 1591 Thomas Cavendish (que ya había recorrido
la zona en 1587), navegó por las costas
patagónicas. Uno de sus lugartenientes, John Davies o
Davis, con el buque Desire, se extravió (o tal vez
desertó) y, arrastrado por un temporal, (agosto de 1592),
dijo haber llegado "entre ciertas islas nunca descubiertas antes
y de las que ningún relato conocido hace menciónM
al nordeste del Estrecho…"
Los historiadores citados más arriba no dan
crédito
a estas afirmaciones, contenidas en el relato de uno de los
participantes en la empresa. "Es
probable -afirma L. H. Destefani- que el descubrimiento fuera
inventado en base de la carta del
Islario de Santa Cruz".
En junio de 1593 abandonó las costas inglesas
otra expedición comandada por el célebre navegante
Richard Hawkins. En los primeros meses de 1594 Hawkins
llegó a las costas patagónicas y a comienzo de
febrero avistó tierras que se pretendió identificar
como a las Malvinas.
La cartografía contemporanea no se hizo eco de
estos presuntos descubrimientos".
LOS HOLANDESES: SEBALD DE WEERT
Con el último año del siglo XVI,
arribamos, finalmente a un avistamiento seguro del
archipiélago malvinense.
El buque que protagonizó la empresa fue el
Geloof, integrante de una flotilla de cinco naves que
partió de Rotterdam el 27 de junio de 1598, y cuyo destino
era el Pacífico. El capitán del buque era Sebald de
Weert.
En enero el buque de Sebald de Weert penetró
nuevamente en el Atlántico y el día 24, "alrededor
del amanecerm se avistaron tres pequeñas islas que hasta
ese entonces nunca habían sido observadas ni representadas
en mapa alguno". Esta descripción (debida al cirujano de
la nave), ha sido relacionada con las denominadas Jason, situadas
al noroeste de la isla Gran Malvina, o Malvina
occidental.
A diferencia de lo que ocurre con viajes
anteriores, no hay dudas acerca de que Sebald de Weert
visitó efectivamente las costas malvinenses, si bien -lo
que es importante a efectos posteriores- , no desembarcó
en ellas ni realizó acto alguno de
posesión.
La siguiente expedición que llegó a las
Sebaldinas fue también holandesa. La había
organizado la Compañía Holandesa de los Mares
Australes con el objeto de hallar un nuevo camino al
Pacífico. Comandados por Guillermo Cornelio Schouten y
Jacobo Le Maire, los buque Eendracht pasó a la
vista de las Sebaldinas, sin efectuar tampoco desembarco o
toma de posesión.
De esta forma, al iniciarse el siglo XVII, las islas
Malvinas quedaban definitivamente localizadas (aunque no conodas
en su totalidad). Todavía eran un punto marginal en las
peligrosas rutas del estrecho de Magallanes o del cabo de
Hornos.
Aunque su posición las habilitaba como una
escala
interesante, no hubo colonización, ni siquiera toma de
posesión, durante más de un siglo y medio
después de su descubrimiento.
Durante la mayor parte del siglo XVII, fueron muy pocos
los navegantes que llegaron al archipielago. No hubo
establecimientos de población ni tomas de posesión por
potencia
alguna.
Durante los siglos XVII y XVIII las posesiones europeas
en América
Ricardo R. Caillet-Bois. Una tierra
argentina. Las
islas malvinas. Buenos Aires,
Peuser, 1952.
E. M. S. Danero. Toda la historia de la Mlavinas.
Bs. As., Tor, 1964.
Laurio H. Destefani. Las Malvinas en la época
hispana. (1600-1811). Buenos Aires,
Corregidor, 1981.
Enrique de Gandía. Las Malvinas en la historia. Bs. As., La
Nación, 11 de abril de 1982.
Cronica Documental de las MALVINAS
Tomo I La Historia
Biblioteca de Redacción
Buenos Aires, 1982
Para comprender las causas de la usurpación por
mano inglesa de las Isalas Malvinas conviene repasar algunos
datos
históricos que servirán de antecedentes.
A principios de
1926 Vernet partió en el bergantín Alerta,
llevando peones gauchos y, como guía, un ex convicto de la
época colonial, que había residido forzosamente en
Soledad hasta 1810. En junio de 1826 Vernet arribó por
primera vez a la isla Soledad.
En tanto, se produjo la disolución del gobierno nacional
dificilmente constituido en 1826, terminó la guerra con
Brasil,
estalló la guerra civil
entre unitarios y federales.
En mayo de 1829, asumió el mando de la provincia
de Buenos Aires,
como gobernador delegado, el general Martín
Rodriguez.
Ante los requerimientos a Vernet, el 10 de junio se dio
a conocer el "histórico y fundamental decreto" que
establecía que "Las Islas Malvinas y las adyacentes al
Cabo de Hornos en el mar Atlántico, serán regidas
por un Comandante Político y Militar nombrado
inmediatamente por el Gobierno de la
República".
El cargo recayó en Luis Vernet.
En agosto de 1829, cuando Luis Vernet iniciaba su
acción como comandante en las Malvinas, el gobierno
británico impartió instrucciones a su representante
en Buenos Aires,
Woodbine Parish. En esa oportunidad se le manifestaba que "El
gobierno inglés
se da cuenta de la importancia creciente de estas islas: los
cambios políticos en Sudamérica y la naturaleza de
nuestras relaciones con los diversos Estados de que se componen
junto con nuestro extenso comercio en el
Pacífico, hacen altamente deseable la posesión de
algún punto seguro donde los
buques puedan abastecerse y, si es necesario, ser
carenados".
El incidente entre el gobierno de
Buenos Aires y
los Estados Unidos
(donde en algún momento la diplomacia norteamericana
alegó los derechos británicos)
y la acción de la corbeta Lexington de los Estados Unidos
facilitó las cosas. La situación de los intereses
argentinos se agravó cuando Mestivier, a poco de arribar a
las Malvinas, fue asesinado al rebelarse parte de la
guarnición que lo acompañó.
El comandante del buque que había trasladado al
gobernador José Francisco Mestivier era el teniente
coronel de marina José María Pinedo. Con las
fuerzas de su nave, la Sarnadí, y el apoyo de algunos
balleneros franceses se empeñó en someter a los
rebeldes. En esas circunstancias (primeros días de enero
de 1833), apareció en Soledad la fragata Clío,
comandada por John James Onslow. Su misión era
sencilla: apoederarse de las islas. Pinedo no puso resistencia.
Fueron los intereses británicos los que
impulsaron el acto de Onslow, producido casi setenta años
después de que los ingleses se retiraran de las islas,
admitiendo con ello la posesión española. En 1833
el gobierno argentino carecía de medios
efectivos para reconquistarlas -aunque le pertenecían
por derecho y que había ocupado de hecho-, ante un
acto de fuerza mayor
como fue la ocupación británica, que vino a usurpar
una parte del territorio argentino en forma totalmente
ilegítima y abusando de su poderío
naval.
En marzo de 1835, en medio de la conmoción
pública creada por el asesinato de Facundo Quiroga en
Barranca Yaco, la Honorable Sala de Representantes de la
provincia de Buenos Aires, designó gobernador y
capitán general a Juan Manuel de Rosas por el
término de cinco años. Este poder
dictatorial, ractificado luego por un plebiscito, se
prolongaría, a través de sucesivas reelecciones
hasta 1952.
A través de estos diecisiete años hubo
poco momentos de calma.
El desembarco del grupo de
soldados comandados por el teniente Henry Smith – investido por
el capitán del HMS Challenger como Oficial
Comandante de las islas- en enero de 1834 fue, entonces, el
comienzo del establecimiento de una posición inglesa
permanente en las Malvinas después de sesenta años
del abandono de Puerto Egmont.
Por la misma época (1835), un antiguo agente de
Vernet en el extranjero, L. Krumbhaar (en EEUU), opinaba que de
mantenerse los británicos en la Malvinas existía el
peligro de "una sangrienta guerra entre
EEUU e Inglaterra,
porque el comercio del
Pacífico es un objeto demasiado grande para ser puesto a
merced de otro poder naval".
Sin llegar a esos extremos, no dejaron de producirse, como
veremos en otra oportunidad, algunos conflictos.
Hasta 1838 permaneció Smith en su cargo de Puerto
Luis.
Smith fue reemplazado por el teniente Robert Lowcay,
comandante del HMS Sparrow. Sus instrucciones
preveían el reconocimiento de los lugares que fueran
útiles para fundar establecimientos.
En agosto de 1841 el capitán Richard C. Moody fue
nombrado Teniente Gobernador de las islas, la precariedad del
establecimiento impidió definir su situación
institucional.
En marzo de 1843 lord Stanley ordenó el
despoblamiento del antiguo Puerto Luis o Puerto Soledad (Moody
había propuesto llamarlo Puerto Anson) y en julio de ese
mismo año se asignó a la colonia "el derecgo formal
de incorporación a la Corona Británcia".
Habían pasado diez años desde la
invasión del lugar por los hombres de HMS
Clio.
En Inglaterra,
Manuel Moreno continuó tenaz e infructuosamente reclamando
ante las autoridades británicas, discutiendo el asunto con
lord Abredeen y otros funcionarios. En marzo de 1842, año
de la última reclamación, Aberdeen negó a
Buenos Aires derecho a indemnización alguna.