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Modificaciones en la educación Chilena




Enviado por latiniando



    Por Prof. Rigoberto Cárdenas
    G

    Contexto Nacional.
     

    El marco de referencia o telón de fondo de este
    trabajo está constituido por los eventos
    públicos sobre la educación que tienen
    lugar en el país en 1994, a saber: i) la
    declaración de la modernización del sistema educativo
    como primera prioridad del Gobierno para lo
    que resta del período; ii) la elaboración de la
    modernización de la educación y iii) el
    debate
    suscitado tanto por los eventos referidos
    como por los procesos
    objetivos que
    están produciéndose en el sistema educativo
    chileno.

    Interesa rescatar la experiencia histórica, para
    iluminar y enriquecer el debate
    académico y político e, indirectamente, contribuir
    a la toma de
    decisiones sobre el curso futuro de la educación
    chilena.

    1. Algunos supuestos:

    a) Los sistemas
    nacionales de educación son
    creaturas de la modernidad. En
    este sentido, son siempre modernos y parece un contrasentido que
    deban "modernizarse".

    b) Sin embargo, la modernidad es una
    construcción histórica que ha venido
    evolucionando desde el siglo XVI. Hay una modernidad
    europeo-occidental originaria. Hay una modernidad
    latinoamericana, como existen las modernidades introducidas por
    el colonialismo en los otros continentes y resignificadas en cada
    uno de ellos por la fuerza de la
    cultura de los
    colonizados. Hay la versión chilena de la modernidad
    latinoamericana, también con su propia evolución.

    c) Los sistemas
    nacionales de educación, en un
    cierto sentido, son frutos culturales del racionalismo y
    de la Ilustración y en otro sentido, son
    respuestas a necesidades históricas objetivas del desarrollo
    económico y político de las naciones. Nuestro
    sistema nacional
    de educación nace de la voluntad iluminista y de la
    necesidad de respaldar la construcción del Estado
    nacional, después de la Independencia.

    d) Nuestro sistema educativo
    nace "moderno". Sigue siéndolo a través del siglo
    pasado y en éste, hasta hoy. Sin embargo, ha experimentado
    sucesivas "modernizaciones". La que se anuncia y propone hoy
    día es la última de muchas que, bajo la
    denominación específica de "reformas" se han
    propuesto o implantado desde la segunda mitad del siglo XIX hasta
    ahora. No hay novedad bajo el sol. Pero si
    la modernidad chilena es construcción histórica, la
    educación chilena también lo es y ha experimentado
    una combinación de "constantes" y de ajustes, reformas o
    modernizacioness frecuentes.

    e) Curiosamente, a comienzos del presente siglo  se
    reaccionaba contra la más reciente modernización
    representada por la "reforma alemana" de los 80, se
    discutía sobre educación y desarrollo
    económico y se proponía reemplazar la pedagogía tradicional por métodos
    activos y
    funcionales. Había una fuerte tendencia en favor de la
    "escuela nueva",
    es decir, por una escuela moderna,
    inspirada en la acumulación de las nacientes ciencias
    auxiliares de la educación. Hoy día reaccionamos
    contra la "modernización" de los años 80 de este
    siglo, concordamos en la centralidad de la educación y
    el
    conocimiento respecto al desarrollo y
    queremos superar la pedagogía "frontal" por otra, activa y
    personalizada, con uso abundante de las tecnologías
    inspiradas en el prodigioso desarrollo
    científico de nuestro tiempo.

    2. Modernización, economía y
    educación.

    Al parecer inspirado en el enfoque de CEPAL y UNESCO
    sobre la relación entre conocimiento y
    educación y competitividad
    económica, se ha sostenido, a nuestro juicio
    acertadamente, que si Chile quiere
    tener éxito en la economía globalizada
    debe incorporar el llamado valor agregado
    a sus productos y
    servicios,
    valor que
    depende de la cantidad y calidad de
    inteligencia
    que pone en ellos, es decir, de la medida del conocimiento,
    la tecnología y la creatividad
    que se emplea en la producción y el mercadeo de
    bienes y
    servicios.
    Tras todo esto, se hallan la educación y la capacitación.

    Pero nuestra educación no se encuentra a la
    altura del desafío de la competitividad. De allí, la convocatoria
    urgente a transformarla, en el sentido de actualizarla o
    modernizarla.. No es extraño que asociados al llamado
    gubernamental se encuentren las cúpulas de los gremios
    empresariales y los hombres de negocios
    más ligados a los mercados
    internacionales.

    El Informe y los
    discursos
    oficiales y empresariales son, en esta materia, muy
    insistentes. En el debate que al
    respecto se ha abierto en la opinión pública, han
    aflorado voces que acusan al referido razonamiento como
    economista y a la propuesta de modernización como
    "reduccionista". Ha surgido una ancha corriente que desde varios
    ángulos intenta defender las significaciones formativas,
    culturales y valóricas de la educación. Frente a un
    supuesto instrumentalismo de la modernización se alza el
    rescate del carácter humanista y desinteresado de la
    auténtica y permanente pedagogía.

    Desde la historiografía cabe recordar que al
    menos en este siglo, a menudo se ha planteado la relación
    entre "educación y desarrollo
    económico". Una constante ha sido el reclamo que la
    educación no sirve a las necesidades de personal para el
    fomento de la producción y el aumento de la productividad y
    que es necesario reformarla, tanto en cuanto a aumentar la
    disponibilidad de mano de obra calificada como de cuadros
    profesionales y científicos en sectores de impacto
    económico.

    El reclamo planteado por Pinochet Lebrun, Encina y
    Galdames a comienzos de siglo, es retomado por Pedro Aguirre
    Cerda en los 40. La famosa Circular Nº 49 de la Dirección General de Educación
    Primaria y los Programas de
    Estudio que le siguieron a fines de los 40, son indicativas de
    una voluntad de poner la enseñanza al servicio de
    la meta de
    industrialización que se planteaba en la época. El
    Plan San
    Carlos se fundamentaba en el "plan agrario" de
    esos años. La renovación gradual de la
    educación secundaria si bien se refería a un tipo
    de educación general, no directamente conectado a
    desempeños laborales, pretendía formar para la vida
    práctica. El intento de "planeamiento
    integral de la educación chilena" se proponía
    asociar la educación al desarrollo
    económico y social modernizante que promovía
    para toda América
    Latina la Alianza para el Progreso. Bajo la
    inspiración de Jorge Ahumada y de las propuestas de la
    CEPAL, la reforma de Frei Montalva buscaba similar
    asociación. La educación general y
    politécnica propuesta en el Informe ENU,
    tenía también una clara inspiración
    productivista. La modernización educacional de 1980-81 era
    una de las siete que se orientaban a facilitar la
    conversión a la libre economía de mercado,
    etc.

    Frente a las demandas provenientes de la economía y a los
    intentos de desarrollar la dimensión práctica de la
    educación, ha habido constantes reacciones de deconfianza
    cuando no de rechazo y de rescate de los fines culturales y
    humanizantes de la educación. Enrique Molina en los
    años 10, los opositores a la renovación de
    secundaria a fines de los 40 y Roberto Munizaga en los
    años 50, son algunos ejemplos de esta corriente, que puede
    esconder una resistencia
    soterrada del orden educativo correspondiente a la
    "modernización" iluminista que está en la
    fundación de nuestro sistema
    educativo. La pregunta de hoy es si los actuales críticos
    del "reduccionismo" de la actual propuesta modernizante, lo
    hacen, quizás sin quererlo, en nombre del status
    quo.

    3. Modernización, privatización y
    educación.

    Dentro de este contexto otro los temas en
    discusión, tanto por ciertos contenidos del Informe como por
    las crecientes propuestas políticas
    al respecto, es el de la perspectiva de privatizar el
    aproximadamente 60% de la educación básica y media
    hoy en día bajo gestión
    pública.

    La recomendación del Informe en el
    sentido de avanzar a una máxima autonomía
    administrativa y curricular y pedagógica de escuelas y
    liceos, que es el sentido final de esta tesis pero a
    nivel de un centro educativo particular como es el Colegio San
    Francisco Javier, se suma al propósito original de la
    "municipalización", que era un mero tránsito al
    traspaso generalizado de los establecimientos públicos a
    la gestión
    privada. Este propósito ha sido retomado por sectores
    políticos en nuestros días, al amparo de la
    crisis de la
    gestión
    municipal de la enseñanza. Sea en forma cruda o bajo el
    disfraz de entrega a los propios profesores, se vuelve a insistir
    en la total privatización de la oferta y/o a
    privatizar la demanda, a
    través de la implantación del llamado "bono" a las
    familias pobres para que "adquieran" libremente en el mercado de la
    educación.

    Probablemente, si el Informe del
    Comité Asesor no hubiera omitido una referencia clara al
    rol del Estado en la
    educación y a la necesidad de una educación
    pública descentralizada, su demanda de
    mayor autonomía de los establecimientos no se hubiera
    interpretado como privatizante. Lo cierto es que frente al
    Informe y a los planteamientos ya referidos, se ha desarrollado
    una reacción defensiva que reclama por los fueros del
    Estado y por
    la supervivencia de la educación
    pública.

    Desde la historiografía, cabe recordar que el
    tema décimonónico de la disputa entre el estado
    docente y la educación privada, al amparo de la
    libertad de
    enseñanza, en el presente siglo y a partir de 1925, fue
    reconfigurado en el sentido de la búsqueda de un equilibrio y
    una articulaciónn entre dos enfoques y dos fuerzas que se
    habían opuesto duramente. Sin embargo las estructuras
    organizacionales siguen siendo las mismas.( Basta con observar lo
    que pasa con lo que ha significado el proyecto MECE
    Media. Al respecto se han invertido millones de dólares en
    este proyecto , que si
    bien , ha traido mejoras estructurales a algunos centros
    educativos , no obstante siguen sentados en sus asientos los
    mismos Seremis, directores provinciales , rectores etc, quienes
    deben administrar efectivamente la educación. No basta con
    mejorar la estructura
    material si permanece la mente anquilosada de muchos que
    actualmente dirigen la educación ).

    En efecto, la Constitución de 1925, por una parte,
    volvió a fundamentar jurídicamente el Estado
    Docente al declarar a la educación objeto de
    "atención preferente del Estado" y al
    repetir el mandato de establecer la "superintendencia" no
    sólo como un organismo, sino como una función del
    Estado, al
    mismo tiempo que
    protegía legalmente la iniciativa privada al reiterar
    la"libertad de
    enseñanza" como una de las garantías fundamentales
    que se aseguraban a todos los habitantes del
    territorio.

    Por otra parte, la misma Constitución separó la Iglesia del
    Estado y ambas partes encontraron una salida no conflictiva a un
    asunto que los había enfrentado.

    En consecuencia, en el campo educacional se da un primer
    paso cuando en el decreto matriz de la
    reforma de 1928, se establece la posibilidad que los
    establecimientos particulares que lo deseasen, fueren declarados
    "colaboradores de la función educacional del Estado",
    figura jurídica que fue aceptada y bien recibida por la
    Iglesia y
    otros agentes educacionales privados.

    Nuevos pasos en busca de un buen "modus vivendi", fueron
    el establecimiento de un régimen de subvenciones estatales
    a la educación particular, bajo el gobierno del
    radical González Videla y la serie de normas que fueron
    aflojando el rígido sistema de exámenes,
    certificaciones y monopolios estatales en educación
    durante los años 50 y 60.

    Aunque no era esa la intención del gobierno de la
    época, el Informe ENU fue presentado como una ruptura del
    equilibrio
    logrado, y sirvió de pretexto para fundamentar una ruptura
    de signo diametralmente distinto y que se habría producido
    con o sin Informe ENU: las disposiciones educacionales de la
    Constitución de 1980 y la
    "modernización" de la institucionalidad y la gestión
    educacional implantadas a partir de ese año por el
    gobierno del
    general Pinochet 16.

    Aunque sin la fuerza de una
    reforma constitucional, políticamente imposible, el primer
    gobierno
    democrático en los hechos buscó una
    reposición del "modus vivendi" anterior, al definir el rol
    del Estado en educación como "responsable y conductor" y
    al desarrollar políticas
    activas de mejoramiento de la educación, sin perjuicio de
    respetar el espacio conquistado con legitimidad por la
    educación privada y de mantener formas reguladas de
    competitividad
    y de mercado
    educacional.

    En perspectiva histórica, estaríamos en
    presencia de un nuevo intento de alteración del sistema
    mixto y de un nuevo giro extremista que podría contradecir
    una de las constantes logradas en largas décadas entre
    1925 y 1980 y repuesta en 1990 y el presente. A esta nueva
    ruptura, en mi opinión, lamentablemente han contribuido
    los grupos que en
    estos años han estado desacreditando la educación
    pública descentralizada en nombre de un Estado Docente
    monopólico y desconociendo la obra del gobierno
    democrático en educación, en nombre de sus
    intereses políticos y corporativos. Estos críticos
    no han tenido en cuenta que el resultado de su rechazo puede ser
    justamente el opuesto al que los inspira.

    4. Modernización, democracia y
    educación.

    Uno de los temores que depiertan las propuestas de
    modernización con tono privatizante, es el de la posible
    lesión al principio de equidad y a la igualdad de
    oportunidades. Se argumenta también, que los principios de la
    democracia
    estarían ausentes y que la modernización, tal como
    está concebida, no contribuye a reforzar sino a debilitar
    las funciones y
    misiones de la educación en relación con la
    consolidación y ampliación de la democracia.

    Lo cierto es que, en la historia, no hay una
    asociación directa y automática entre democracia y
    modernización. Esa asociación debe ser construida,
    defendida y/o perfeccionada.

    La modernización iluminista originaria, no era
    democrática. El Estado
    nacional que construyó el temprano sistema educativo, era
    oligárquico. La educación pública que
    ofrecía estaba segmentada e incluía a una capa
    minoritaria -aunque creciente- de la población.

    Como el Estado y la
    Iglesia de su
    tiempo, la
    moderna educación chilena del siglo pasado, era
    autoritaria en su práctica pedagógica y en su
    organización y gestión.

    Las tendencias democratizantes que se asocian a la
    modernización educacional, van desarrollándose
    dificultosa y limitadamente sólo en este siglo y
    más particularmente a partir de los años
    40.

    En la medida que el Estado
    chileno va cambiando de carácter, democratizándose
    en lo político y asumiendo rasgos de Estado benefactor y
    de intervención social su rol en educación va
    cambiando. El Estado Docente se concentra en la tarea de asegurar
    el acceso a la educación, ampliando la cobertura de los
    servicios
    educacionales públicos y ofreciendo la llamada
    asistencialidad estudiantil.

    En la medida en que se va convirtiendo en "Estado de
    compromiso", que articula los intereses divergentes de diversas
    clases y capas sociales, la institucionalidad educacional chilena
    va abriéndose a la presión de diversos intereses
    corporativos e ideológicos y, en medianos y largos plazos,
    su orientación se basa en consensos relativamente
    amplios.

    Pero en 1970 a 1973, la educación chilena
    modernizada no era plenamente democrática. En el
    ámbito de la equidad y aunque ya se vencía la
    exclusión y la inescolaridad, la segmentación
    permanecía agazapada más allá de las cifras.
    La cantidad, calidad y
    funcionalidad de la educación que recibían los
    distintos sectores sociales era diferencial. Subsistían
    las discriminaciones en función de las etnias, el
    género y la relación rural/urbana.

    En el ámbito pedagógico y a pesar de
    experiencias innovativas acotadas, predominaba la
    enseñanza autoritaria.

    En el ámbito político-institucional y a
    pesar de ciertos espacios y esfuerzos para construir consensos,
    el peso del Estado centralizado y burocrático y del
    régimen político presidencialista, imponían
    prácticas autoritarias de gobierno del sistema educacional
    público.

    Lo que hizo el gobierno militar, desde 1973, fue
    desahuciar las políticas
    del Estado Docente benefactor, desnudar y legitimar las
    segmentaciones sociales, mantener y reforzar el autoritarismo
    pedagógico, romper los consensos existentes, omitir la
    configuración de nuevos consensos y, en su primera fase,
    extremar la centralización burocrática y el
    verticalismo administrativo.

    En su segunda fase, a partir de 1980, paradojalmente y
    aunque mantiene la conducción política autoritaria,
    a través de la estructura
    jerarquizada que tenía a los alcaldes como ejecutores
    desconcentrados, el régimen militar introduce el principio
    de la descentralización administrativa de la
    educación pública y de la difusión de la
    responsabilidad por la oferta
    educacional a través del fomento de la educación
    gratuita subvencionada. En los últimos días de su
    vigencia alcanza a instaurar jurídicamente la descentralización curricular, a
    través de disposiciones de la Ley
    Orgánica Constitucional de Educación que
    todavía no se aplican.

    Independientemente de sus propias motivaciones, la
    modernización autoritaria y neo-liberal, dejó como
    herencia la
    descentralización que, refuncionalizada y
    resignificada por la reforma constitucional de 1992, puede y debe
    convertise en uno de los instrumentos fundamentales de una
    re-democratización de la educación que vaya
    más allá de los intentos del viejo Estado Docente y
    que en perspectiva puede acercarnos a la antigua utopía de
    la Ciudad o la Sociedad
    Educadora.

    Otra herencia del
    gobierno militar fue que el Ministerio de Educación fue
    liberado de la carga de administrar establecimientos y de
    desempeñarse como el gran empleador de los docentes y por
    lo mismo, ha podido contraerse a la tarea mayor de avanzar en
    equidad y de construir condiciones de mejoramiento cualitativo de
    la educación. Así, se han podido desarrollar
    estrategias de
    discriminación positiva para enfrentar las
    desigualdades, estrategias con
    un alto sentido democratizador.ocho_fn.html – fn0

    El mismo sentido lo tienen los impulsos y apoyos al
    ejercicio de la responsabilidad local sobre la educación
    pública, a la multiplicación de los gestores de
    oferta
    educativa y al potenciamiento de la autonomía de los
    establecimientos, todas ellas expresiones de crecientes niveles
    de participación social en la educación.

    Con lo anterior, se quiere señalar que no
    necesariamente la modernización es
    anti-democrática. A mi juicio, las tendencias
    democráticas y progresistas en una concepción
    superada e inviable de Estado asistencial y burocrático,
    que escondió su inapacidad para resolver las tareas de
    democratización. Por el contrario, dichas tendencias
    servirían mejor a la utopía de una educación
    democrática y humanista si se suben al carro de la
    presente modernización y disputan en su interior con las
    tendencias del pragmatismo,
    del economicismo y del mercado
    salvaje.

    En otros términos, el desafío es el que
    tuvieron políticos y educadores en otros momentos del
    siglo que muere, cuando intentaron articular modernización
    y democratización en el sistema educativo. Fue lo que a su
    modo buscaron Encina y Galdames, Aguirre Cerda, Víctor
    Troncoso y Daniel Navea en la educacion primaria, Irma
    Salas en la secundaria, Oscar Vera a través del planeamiento
    integral, Juan Gómez Millas con Ernesto Schiefelbein y
    tantos otros..

    5. Las estrategias de
    cambio
    educacional.

    Quizás si la articulación democracia-modernización no logró
    ser eficaz en los distintos intentos transformadores
    ya referidos, debido a las estrategias
    utilizadas.

    La historiografía muestra que, en
    el marco de un sostenido esfuerzo de incremento de la cobertura
    educativa, con todas las implicaciones que significó, las
    estrategias
    empledas fueron dos: una, la más importante, la "reforma
    educativa" y otra, la"experimentación educacional". Todas
    ellas se concebían como "modernización" y, por lo
    general tenían vocación fundacional: tendían
    a "partir de cero" y no tenían en cuenta la experiencia
    histórica que, por lo demás no estaba acumulada
    dado el escaso desarrollo del
    quehacer historiográfico sobre
    educación.

    Las dos modalidades estratégicas referidas
    tenían en común su referencia al Estado. Ambas se
    debían a decisiones de política
    pública y se desarrollaban en la esfera de la
    educación pública. Si bien, esto les aseguraba
    disponer de la fuerza
    normativa y administradora del Estado Docente y de contar con los
    limitados recursos de un
    fisco absorbido en la tarea de ampliar los servicios y de
    pagar a los docentes, las reformas se vieron afectas en su
    eficacia por
    la cultura del
    centralismo
    burocrático, que mediatizaba y dificultaba que los
    diseños institucionales, curriculares y pedagógicos
    generados en la cúpula del sistema, se enraizaran en la
    práctica de la escuela y del
    aula.

    Por otra pare, la generalidad de las reformas y de los
    procesos
    innovativos de tipo experimental fueron preparados más
    como esquemas o modelos que se
    harían realidad por el sólo efecto de ser
    implantados por el Estado, sin tener suficientemente en cuenta
    las condiciones y posibilidades de la sociedad y del
    sistema educativo y sin esfuerzos serios de creación o
    desarrollo de
    dichas condiciones. Particularmente las más antiguas
    experiencias de cambio
    educativo fueron expresión de un voluntarismo
    político y pedagógico y las más recientes,
    más "modernas" adolecieron de todas maneras de un realismo muy
    limitado.

    La modernización autoritaria de l980 representa,
    en este sentido, una cierta transición. Si bien
    negó explícitamente su carácter de "reforma"
    y si bien fue fruto de un Estado que se reconstruía como
    descentralizado, en los hechos usó las estrategias y
    acciones
    propias de la reforma: un diseño
    matriz que fue
    la Directiva Presidencial para la Educación de 1979, la
    legislación de 1980 y los Decretos sobre planes y programas de
    básica y media; el uso del aparato de Estado para
    implantarlo; todo ello,sin la suficiente preparación
    previa.

    Los gobiernos de Concertación Democrática,
    quizás en plena conciencia del
    hecho, están configurando nuevas modalidades de cambio
    educativo. Desde luego, el gobierno del Presidente Aylwin
    resistió la tentación fácil de implantar una
    reforma, que habría sido improvisada y voluntarista.
    Prefirió la más modesta pero eficaz estrategia de
    "creación de condiciones para transformaciones mayores" y
    apostó a que el país sería capaz de crear
    consensos para sustentar políticas
    educacionales de Estado, de largo aliento y que superasen la
    contingencia de los cambios de Ministros y de
    Presidentes.

    Sobre la base de la acumulación de consensos,
    conocimiento,
    experiencia, recursos
    técnicos y dinámicas institucionales provistas
    durante el período gubernamental de Aylwin, el gobieno del
    Presidente Frei se dispone hoy día a promover una nueva
    "modernización" de la educación.

    Sin embargo, la estrategia de
    transformación no consistiría en una nueva pero
    convencional reforma educativa. Además de definirse como
    un proceso de
    largo plazo y de contemplarse los necesarios y ya iniciados
    prepativos de todo orden, y dado el carácter
    descentralizado del Estado y de la creciente participación
    de la sociedad civil en
    educación, la modernización de fines del siglo se
    llevará a cabo mediante una variedad de señales,
    apoyos, incentivos y
    desincentivos respecto a las iniciativas y a la creatividad de
    las regiones, las comunidades locales y especialmente de las
    escuelas y liceos y de los docentes mismos.

    Habrá un conjunto de ideas fuerza y las
    reformas legales que sean indispensables, pero no habrá
    una planificación global y centralizada de la
    modernización, entre otras razones, por la difícil
    previsibilidad del futuro, del desarrollo
    científico y tecnológico, de las corrientes y
    procesos
    culturales, de los mercados
    nacionales de empleo y de la
    insercion de nuestra economía en los
    mercados
    internacionales. En cambio, las
    herramientas
    de la planificación
    estratégica serán crecientemente usada en las
    escalas subnacionales, locales y de centro educativo. El aprendizaje
    colectivo y la evaluación
    del sistema y de las unidades y programas,
    permitirá adaptar continuamente, corregir y fortalecer un
    proceso
    permanente y flexible de cambio.

    La memoria
    histórica de las estrategias de reforma educativa de las
    previas modernizaciones, permitirá que esta
    transformación de fines de siglo se desarrolle con toda
    eficacia y que
    la utopía de los educadores se materialice en los albores
    del nuevo milenio.

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