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Descentralización del Estado y modernización de la Municipalidad…




Enviado por latiniando



     

    I. EL ROL BÁSICO DE LA
    MUNICIPALIDAD

    En toda decisión para satisfacer una necesidad
    hay en menor o mayor medida un problema de escasez. Una de las
    más importantes es la escasez de recursos
    monetarios. Precisamente este es un problema recurrente con el
    que se enfrenta todas las instituciones
    del estado; y de
    manera particular, las municipalidades.

    En un sentido amplio, el estado
    representa, dirige y regula la vida de la sociedad,
    asimismo, es la encargada de garantizar la satisfacción de
    sus necesidades públicas, así como facilitar y
    vigilar el adecuado suministro de los bienes
    privados.

    Expresada la naturaleza del
    estado en
    tales términos, el gobierno en todos
    sus niveles debe velar por el bienestar social, considerando como
    principio fundamental la defensa de la persona humana y
    el respeto de su
    dignidad. Esto implica, entonces, que la eficacia de las
    acciones de
    gobierno deben
    evaluarse, fundamentalmente, en función a su "impacto" en
    el bienestar de la sociedad.

    Con arreglo a nuestra norma fundamental, la Constitución Política del
    Perú promulgada en el año 1993, existe tres niveles
    de gobierno:
    Gobierno
    Central, Gobierno Regional
    y Gobierno Local (de ámbito provincial, distrital y de
    centro poblado menor). En cuanto al gobierno regional, empero, su
    definición no es clara; imprecisión de algún
    modo se corresponde con la actual situación de los que
    algún tiempo
    atrás fueron órganos de gobierno regional con
    ejercicio de autonomía, y que ahora son sólo
    Consejos Transitorios de Administración Regional (CTARs), organismos
    públicos dependientes del Ministerio de la Presidencia. En
    cambio, en
    caso de los gobiernos locales las definiciones son más
    explícitas, con reconocimiento expreso de su
    autonomía política,
    económica y administrativa.

    En la Ley
    Orgánica de Municipalidades, norma que define con mayor
    detalle la naturaleza y
    funciones de
    las municipalidades, precisamente su artículo 3º
    sostiene que las municipalidades representan al vecindario,
    promueven la adecuada prestación de los servicios
    públicos locales, fomentan el bienestar de los vecinos y
    el desarrollo
    integral y armónico de las circunscripciones de su
    jurisdicción. Lo cual no es otra cosa que señalar
    que los gobiernos locales existen para velar por el bienestar de
    su colectividad.

    II. LA MUNICIPALIDAD Y LOS NUEVOS RETOS DE LOS
    PROBLEMAS
    DEMOGRÁFICOS Y DEL AMBIENTE

    1. Los problemas a
    escala
    mundial

    Según estudios del Fondo de Población de las Naciones Unidades (FNUAP),
    el crecimiento más acelerado de la población se produce en los países
    llamados pobres, aquellos que menos posibilidades tienen de
    satisfacer las crecientes necesidades de alimentos,
    agua no
    contaminada, atención de la salud, vivienda, educación y otras
    carencias.

    Con el aumento de la población a 8,039 millones de habitantes
    hacia el año 2025 (37% más de lo que actualmente
    es), el consumo de
    alimentos
    aumentará en 40%. Los agrónomos concuerdan en que
    la tarea será muy difícil, porque ya no se dispone
    de muchas de las fuentes que
    anteriormente permitieron el aumento en la producción agrícola. El reto no
    consistirá únicamente en aumentar los rendimientos,
    sino en hacerlo de una manera menos perjudicial para la tierra. Los
    problemas
    ambientales de la intensificación (escurrimiento de
    productos
    químicos y elementos biológicos, anegamiento,
    salinización y otros similares) ya revisten gravedad en
    algunas zonas y continuarán empeorando si no se adoptan
    medidas más apropiadas.

    Ya existen conflictos
    entre el crecimiento de la población y la producción de alimentos y su
    disponibilidad. En los países en desarrollo la
    demanda de
    alimentos ha
    aumentado más rápidamente que el crecimiento
    poblacional: su inadecuada tecnología para la
    conservación del suelo determina
    que su oferta interna
    (nacional) de alimentos sea
    cada vez más insuficiente frente a la demanda. Como
    resultado de ello muchos de estos países se han vuelto
    cada vez más dependientes de los alimentos
    importados.

    Según proyecciones del FNUAP, hacia fines de este
    siglo, más de la mitad de la población mundial vivirá en
    ciudades, presionando aún más por la
    atención de servicios
    esenciales y demandando cada vez más los escasos recursos. El
    mundo en desarrollo
    será en su mayor parte un mundo urbano; en América
    Latina, los residentes en las ciudades representarán
    más del 76% de la población; en Africa y Asia la
    proporción será superior al 40%. En muchas de estas
    ciudades los habitantes están viviendo en condiciones
    desesperantes de hacinamiento, en tugurios y asentamientos
    ilegales carentes de casi todos los servicios. Aun
    así, la huida de la pobreza rural
    aumenta como respuesta a la expectativa de una vida mejor en la
    ciudad; precisamente, las tasas de crecimiento de
    población urbana más altas corresponden a las
    regiones menos desarrolladas.

    El 90% del aumento de la población se
    concentrará en zonas urbanas, lo que planteará
    enormes problemas en
    materia de
    cambios sociales e institucionales, inversiones en
    infraestructura y lucha contra la contaminación. Ya en nuestros días
    muchas autoridades municipales están agobiadas de
    responsabilidades, y la tarea por delante no hará
    más que aumentar. Por ejemplo, para suministrar agua potable a
    toda la población en los próximos 40 años
    será necesario ampliar el servicio a
    otros 3,700 millones de residentes urbanos. En la actualidad, por
    lo menos seis ciudades superan los 10 millones de habitantes, la
    mayoría de ellos pertenecientes a países
    subdesarrollados: Sao Paulo (Brasil), México
    (México),
    Bombay y Calcuta (India),
    Seúl (República de Corea) y Río de Janeiro
    (Brasil).

    Con acentuada gravedad en los países menos
    desarrollados, la dispersión urbana devora tierras
    agrícolas y reduce la superficie cultivable; la
    expansión urbana a su vez se incrementa por la migración,
    la cual a su turno es incrementada por la pobreza, el
    crecimiento demográfico y la destrucción del
    medio
    ambiente. La interacción de estos hechos genera
    así el círculo vicioso de la
    pobreza
    .

    Con el mayor número de habitantes y la escala de sus
    actividades, también aumenta la presión sobre los
    ecosistemas
    delicados. En los últimos diez años se ha destruido
    entre el 7% y el 10% de los bosques tropicales y las zonas
    pantanosas, también se han agotado importantes
    acuíferos y la contaminación de las zonas costeras ha
    avanzado a un ritmo sin precedentes.

    En el contexto descrito y para los asuntos aquí
    planteados, se requiere sin duda una participación
    más activa del estado, con
    una distribución eficiente de tareas entre el
    gobierno central, y los gobiernos regionales y locales;
    favoreciendo el desarrollo de
    mercados
    competitivos en armonía con su medio natural, en provecho
    de la sociedad presente
    y futura.

    Los problemas de
    la pobreza, el
    deterioro del medio ambiente
    y sus secuelas han aumentando en los últimos años;
    pero también han permitido tomar mayor conciencia de su
    dimensión y la necesidad de adoptar medidas que la
    contrarresten y eliminen. Así, el FNUAP señala que
    la responsabilidad por el futuro comienza hoy; la
    posibilidad de supervivencia de nuestro planeta depende de que se
    logre un equilibrio
    entre la población, los recursos, el
    medio ambiente
    y el desarrollo. Identifica, asimismo, las siguientes
    prioridades:

    • Eliminación de la pobreza y el
      hambre;
    • Desaceleración y mayor equilibrio
      del crecimiento demográfico;
    • Protección al medio
      ambiente: la pobreza y el
      crecimiento demográfico se combinan para producir el
      deterioro ambiental;
    • Tecnologías menos contaminantes;
    • Desarrollo centrado en el ser humano.

    Por su parte, el Banco Mundial
    reconoce –no en vano ha creado la Vicepresidencia de
    Desarrollo Ecológicamente sostenible- que de no mediar una
    mejor gestión
    del medio
    ambiente, el desarrollo será imposible, y sí no
    se acelera el desarrollo de los países pobres, las
    políticas ambientales no surtirán
    efecto. En esa línea de reflexión y
    preocupación, dicha institución reconoce que estar
    a favor del "desarrollo
    sostenible"
    significa estar en pro de un desarrollo que
    satisfaga las necesidades de la generación actual sin
    comprometer la satisfacción de las futuras.

    2. Los problemas a
    escala
    nacional

    En 1940 el Perú era un país andino y
    eminentemente rural, sólo cerca del 35% de la
    población estuvo ubicada en área urbana; ahora, en
    cambio,
    más de dos tercios de la población del territorio
    nacional habita en esta área. Por otra parte, en la
    actualidad la mayor parte de los habitantes del país
    residen en la Costa (55%), zona donde las ciudades han crecido
    más rápidamente que en la Sierra y la
    Selva.

    En la conjunción de esos marcados desplazamientos
    poblacionales, tienen lugar en el Perú los problemas del
    círculo vicioso de la pobreza y la
    migración, típico de un país
    subdesarrollado. Las condiciones de mayor pobreza relativa
    en el campo siguen constituyendo un factor importante para que la
    ciudad capital del
    país siga experimentando un significativo flujo migratorio
    desde ese espacio: en promedio el ritmo (tasa) anual de
    crecimiento poblacional de la Provincia de Lima es mayor que el
    conjunto del país (2.4% contra 2.0%). El conjunto de estos
    acontecimientos ha determinado que esta provincia tenga algo
    más de 6’340,000 habitantes (estimación del
    INEI para el año 1997).

    En las grandes ciudades ya se observa que son crecientes
    los problemas derivados de los insuficientes recursos con que
    cuentan las municipalidades para brindar los servicios
    públicos de naturaleza local,
    que en cantidades ascendentes demanda las
    comunidades de sus respectivos ámbitos
    territoriales.

    Los indicadores
    estadísticos muestran un grave deterioro ambiental tanto
    en las áreas rurales como en las grandes ciudades: ha
    aumentado la erosión de los suelos en la
    sierra y selva alta del Perú; sigue creciendo la
    extinción de especies de la fauna natural;
    diariamente las principales ciudades reciben grandes cantidades
    de contaminantes.

    Los problemas en nuestro país no solamente se
    reducen a la escasez actual de recursos, sino a
    cómo se emplean éstos para que su carencia no sea
    más acentuada en el futuro. En la solución de los
    mismos las municipalidades de las ciudades y de los pueblos,
    tienen reservado un importante rol. Y así lo reconoce la
    Convención de Río, cuando señala que
    uno de los requisitos fundamentales para alcanzar el
    desarrollo sostenible es la amplia participación de
    las personas y las instituciones,
    desde sus niveles básicos de organización; esto es, desde sus
    ámbitos locales.

    Por otra parte, la revisión de los instrumentos
    legales con que cuentan las municipalidades, permite conocer que
    éstos órganos de gobierno local tienen asignadas
    muchas e importantes funciones, pero
    contrariamente disponen de muy pocos recursos; determinando
    así una brecha de demanda
    insatisfecha en la comunidad.

    Esa brecha de necesidades de servicios
    públicos insatisfecha se acrecienta, pues a la existente
    se va añadiendo los requerimientos de la comunidad que se
    generan con la intensificación del proceso de
    urbanización (por crecimiento de la población, los
    flujos migratorios y la expansión de los "asentamientos
    humanos") y el deterioro del medio ambiente en el
    campo y la ciudad. Si bien los servicios públicos
    brindados por las municipalidades aumentan en cantidad, su ritmo
    de crecimiento es menor al que experimentan los requerimientos de
    la comunidad.

    III. FINANZAS
    MUNICIPALES Y CONCENTRACIÓN DE LOS FONDOS
    PÚBLICOS

    1. El Gasto Municipal

    Información disponible acerca del nivel relativo
    de gasto de los gobiernos locales respecto al gasto del gobierno
    central (GG.LL./G.C), evidencia que durante 11 años
    (1980-1990) dicho cociente fue bastante bajo, con valores que se
    ubicaron dentro de una banda comprendida entre 2.6% y 5.4%;
    asimismo, que las finanzas del
    conjunto de las municipalidades del país
    prácticamente estuvieron al margen de los vaivenes de
    nuestra economía (ver en el gráfico las
    variaciones del PBI real y el cociente GG.LL./G.C), debido a su
    poco peso en el gasto nacional. En el periodo 1980-1990 el
    indicador analizado no superó el 0.8%.

    Es a partir del primer gobierno de A. Fujimori
    –año 1991- que el indicador GG.LL./G.C. se
    incrementa significativamente, manteniéndose en adelante
    dentro de una banda de nivel superior, comprendida entre 9.5% y
    12.9% (ver el gráfico). Este comportamiento
    favorable es reflejo del aumento en el gasto de las
    municipalidades como proporción del PBI, pues el cociente
    GG.LL./PBI variaría a partir del ejercicio 1991 hasta
    1996, entre 1.49% y 1.72; incremento sin embargo relativamente
    menor que el cociente GG.LL./G.C. Este hecho de diferencia en los
    ritmos de crecimiento, obedece a que el gasto del gobierno
    central como porcentaje del PBI se reduce, como consecuencia de
    la política
    de ajuste en las cuentas fiscales
    aplicada por el gobierno central, para combatir la
    hiperinflación que agobiaba a la economía nacional a
    principios de
    la presente década. Pero incluso considerando esta
    situación de ajuste, en el periodo 1991-1996 se evidencia
    un incremento significativo en la distribución de fondos públicos en
    favor de las municipalidades del país.

    Aunque dentro de una franja de nivel superior y con una
    suave pendiente, se observa en el gráfico que el indicador
    GG.LL./G.C. sigue una tendencia decreciente, revertido tenuemente
    en el año 1996.

    A diferencia de lo observado en la evolución del gasto total del conjunto de
    gobiernos locales del país, en el gráfico se nota
    un comportamiento
    fluctuante en la ejecución del gasto de la Municipalidad
    de Lima; acontecimiento que guarda cierta correlación con
    los avatares de la política nacional,
    antes que con el comportamiento
    de las variables
    macroeconómicas. Así por ejemplo, desde que la
    alcaldía de la Municipalidad de Lima es producto del
    sufragio ciudadano, este importante cargo ha servido de
    plataforma para que se presenten como candidatos a la presidencia
    de la República o al Congreso: Alfonso Barrantes, Jorge
    Del Castillo y Ricardo Belmont. Probablemente Alberto Andrade
    haga algo similar.

    Durante la gestión
    de A. Barrantes, el itinerario seguido por el gasto municipal
    limeño es similar a la evolución de la producción nacional (ver gráfico).
    Esta aseveración es corroborada por el comportamiento
    del gasto de la Municipalidad de Lima como porcentaje del PBI,
    con 0.08%, 0.07% y 0.13% para los años 1984, 1985 y 1986,
    respectivamente. El contexto político de estas cifras
    corresponde a las acciones de un
    alcalde –de militancia izquierdista- que desarrolla un
    "temperamento político" conciliador ante el gobernante
    populista F. Belaúnde primero, y a su turno, ante el
    presidente aprista A. García.

    En el lapso de gestión
    municipal de Jorge Del Castillo –militante aprista- se
    comprueba el apoyo del gobierno central (presidido por
    García) en auxilio del gobierno local metropolitano de la
    misma filiación partidaria. Así, en el año
    1989, de severa recesión económica (caída
    del PBI en 11.7%), y en que el gasto del conjunto de
    municipalidades del país -como proporción del PBI-
    caía en 27%, la participación del gasto de la
    Municipalidad de Lima al interior de dicho gasto global se
    incrementaba significativamente (ver gráfico), en 23%.
    Ello, principalmente como resultado del aumento de las
    "transferencias" de recursos provenientes del Impuesto de
    Promoción Municipal y Certex.

    En el año 1990 se inicia el periodo de Belmont en
    la Municipalidad de Lima, y de Fujimori en la presidencia de la
    República. En dicho año se experimenta el severo
    ajuste económico, en el cual las finanzas de la
    municipalidad limeña alcanza la proporción
    más baja del periodo estudiado (ver gráfico), en
    tanto que el gasto del conjunto de municipalidades se incrementa
    levemente. En el intervalo que comprende la primera gestión
    del alcalde Belmont (1990-92) y el primer año de su
    segundo periodo, el gasto municipal metropolitano se recupera
    significativamente: pasa de 0.06% (1990) a 0.27% (1993) del PBI.
    A partir de 1994 se aplica el Decreto Legislativo 776 –que
    reforma la tributación municipal-, que dispone una
    redistribución de las finanzas
    municipales en beneficio de los gobiernos locales del interior
    del país (especialmente municipalidades distritales), pero
    perjudicando las arcas de la Municipalidad de Lima. En ese
    contexto se establecen relaciones tensas entre el alcalde de Lima
    y el presidente del país, que se mantendrían
    más adelante, con consecuencias perjudiciales para el
    gasto municipal limeño: en el año 1994 cae a 0.17%,
    recuperándose levemente hacia 1995 con 0. 21% del
    PBI.

    2. El Ingreso Municipal

    Los ingresos totales
    de los gobiernos locales han seguido un curso muy similar al de
    sus gastos totales,
    debido a la baja proporción que representa el
    endeudamiento en sus respectivos presupuestos.
    Pero al interior de la estructura del
    ingreso se ha producido algunos cambios, mereciendo destacar lo
    acontecido en la presente década.

    A partir de 1994 el conjunto de los gobiernos locales
    del país han pasado a depender menos de los tributos que
    ellos mismos recaudan; es decir, ahora son más
    dependientes de las transferencias, las cuales están
    mayormente compuestas por el Fondo de Compensación
    Municipal (FONCOMUN) y las Transferencias para el Vaso de
    Leche. Este
    retroceso se ha producido en un escenario en el cual desde 1992
    la participación porcentual del ingreso de los gobiernos
    locales respecto del ingreso del Gobierno General ha disminuido
    casi de manera sostenida: de 12.1% que era en el año 1991,
    a 7.8% en 1996.

    El porcentaje del ingreso de los gobiernos locales
    respecto a los ingresos
    tributarios del gobierno central ha seguido igualmente una
    tendencia predominantemente decreciente desde 1992. Por otro
    lado, la posición relativa de la Municipalidad de Lima en
    materia de
    transferencias a los gobiernos locales, después de
    permanecer estable desde 1993 (cerca al 9%), se reduce al 7% en
    1996. Esta cifra confirma la aseveración que con la
    aplicación del Decreto Legislativo Nº 776, al
    interior de los gobiernos locales el más perjudicado ha
    sido la mencionada municipalidad.

    IV. LOS GOBIERNOS LOCALES Y LA
    DESCENTRALIZACIÓN

    En los círculos académicos y financieros
    internacionales se va afirmando, con creciente consenso, el
    reconocimiento de la importancia de la descentralización del estado para
    que los países subdesarrollados –como el
    Perú- puedan incorporarse favorablemente a las grandes
    tendencias del cambio y el
    progreso.

    La evidencia histórica reciente demuestra que la
    descentralización del gasto público
    está produciendo beneficios en países en vía
    de desarrollo de otras latitudes, así como gran parte de
    América
    Latina. Está mejorando la calidad de la
    administración
    pública y la representación de los intereses de
    las empresas y los
    ciudadanos de esos países; concomitantemente, la competencia entre
    las provincias y localidades está estimulando la
    formulación de políticas
    y programas
    más eficaces.

    Informes recientes de instituciones
    como el FMI y el Banco Mundial,
    permiten convalidar que existe una especie de regla general
    relacionada con la distribución del gasto público entre
    el gobierno general y los gobiernos locales, la cual consiste en
    lo siguiente: en los países desarrollados la
    participación de los gobiernos locales es significativa,
    en tanto, en los países subdesarrollados los gobiernos
    locales participan con un reducido porcentaje en la
    ejecución del gasto público.

    Aunque con un menor grado de diferencia, este tipo de
    relación se puede observar también en lo
    concerniente a la facultad de recaudar tributos: en
    los países industrializados la proporción de la
    recaudación tributaria a cargo de los gobiernos locales
    respecto al gobierno general es mayor que en los países
    subdesarrollados.

    El avance inexorable de esos acontecimientos en el
    concierto mundial, influyó sin duda en la
    elaboración de determinados aspectos de la Constitución de 1993. Al respecto, en el
    artículo 43° de esta norma fundamental se establece
    que el Perú es una república democrática,
    social, independiente y soberana, cuyo gobierno es unitario,
    representativo y descentralizado; además, ha
    establecido que el proceso de
    descentralización se da básicamente
    a través y a partir de las municipalidades, a las cuales
    considera instrumentos de la descentralización del
    país.

    No obstante esas normas de rango
    constitucional, el poder
    legislativo y el poder
    ejecutivo han expedido normas en
    materia
    municipal que recortan competencias y
    atribuciones a las municipalidades, contradiciendo el
    espíritu y la letra de la Constitución de 1993. Así,
    vía leyes ordinarias,
    decretos legislativos y decretos supremos se ha venido despojando
    de sus atribuciones a las municipalidades, especialmente a la
    Municipalidad Metropolitana de Lima. Se estima que de 1990 a
    diciembre de 1997 se ha establecido alrededor de 45 normas, que
    directa o indirectamente vienen cumpliendo tal
    propósito.

    Las acciones
    contrarias al proceso de
    descentralización en el ámbito
    normativo, en contraposición de lo que ordena la Constitución de 1993, se relacionan de
    manera directa con el inadecuado tratamiento del gobierno central
    al asunto de la distribución de los recursos
    públicos, en perjuicio de los gobiernos locales del
    país, tal como ya se vio en el tercer
    capítulo.

    Son varios los hechos que permiten afirmar que en el
    país el gobierno central está actuando en sentido
    contrario a lo que indican las experiencias en otras partes del
    mundo, la doctrina y las normas
    constitucionales, e inclusive a sus intenciones iniciales, que
    permitieron mejorar la situación de las finanzas
    municipales. Todo ello, en detrimento de las municipalidades,
    afirmando un centralismo
    pernicioso.

    El quid del asunto no es la distribución de recursos, ni de más
    o menos competencias y
    atribuciones entre diferentes niveles de gobierno per se,
    es sobre todo, la atención eficiente, eficaz y oportuna de
    las ciudades y de los pueblos; porque la persistencia de los
    problemas del centralismo y sus
    secuelas, ponen en riesgo las
    posibilidades de encontrar un camino que nos conduzca hacia el
    desarrollo
    sostenible, tanto local como nacional.

    Países comparativamente más desarrollados
    que el nuestro tienen un estado más descentralizado; por
    ejemplo en Argentina,
    Brasil y
    México el
    gobierno central concentra menos del 70% del total de gastos del
    gobierno general. Visto por el lado de la participación
    del gasto del gobierno local en el total de gastos del
    gobierno general, las cifras son más categóricas en
    países industrializados como Alemania
    (16.7%), Canadá (17.1%), Estados Unidos
    (21%), Francia
    (17.7%) y Reino Unido (22.7%), entre otros.

    Si bien el crecimiento de las ciudades es propio de la
    evolución de los países; en nuestro
    caso esa tendencia "natural" se trastoca en elevadas tasas y
    desordenados flujos demográficos: el Perú
    todavía vive un considerable proceso
    migratorio a las principales ciudades, aumentando las tareas para
    atender convenientemente los servicios públicos de
    carácter local. Se estima que en Lima Metropolitana
    (conformada por las provincias de Lima y Constitucional del
    Callao) está aproximadamente el 30% de los habitantes del
    país; de esta cantidad el 40%, de la población es
    inmigrante.

    Ante exigencias de diversa vertiente, en el sentido de
    que el gobierno central inicie un real proceso de
    descentralización, las autoridades del mismo suelen
    argumentar que se están ejecutando obras y otras acciones en
    magnitudes crecientes en favor de localidades empobrecidas del
    país; por consiguiente sus decisiones de gasto
    tendrían un carácter más descentralista que
    las de sus antecesores. Datos del INEI
    permiten verificar, ciertamente, que a nivel nacional el gasto
    social como porcentaje del PBI ha tenido una trayectoria
    creciente (de 1.7% en 1991 a 6.6% en 1995), declinando levemente
    en 1996 (6%). Los porcentajes siguen un recorrido aún
    más empinado cuando se revisa la distribución de
    dicho gasto en las zonas más empobrecidas del
    país.

    Si bien los datos muestran
    importantes avances en favor de ciudades y pueblos secularmente
    olvidados, la actitud
    centralista del gobierno central tiene por lo menos los
    siguientes inconvenientes: 1) Afirma una presencia que tiene como
    contrapartida el debilitamiento de la institución
    municipal y la capacidad de fiscalización del ciudadano,
    pues es más factible controlar a una autoridad
    local que a una autoridad
    nacional (por lo general, visitante esporádico); 2)
    Consolida relaciones que trastocan escala de
    valores
    inherentes al ser humano, toda vez que la caridad, el obsequio y
    la prebenda se valoran por encima del reconocimiento de que la
    persona posee
    derechos, y sobre
    los cuales se apoya el esfuerzo propio para alcanzar el
    desarrollo humano; y 3) Se omite que se puede lograr una
    asignación aún mejor de los escasos recursos del
    estado, incorporando la participación de los gobiernos
    locales que tienen ventaja comparativa en el
    conocimiento de las necesidades y potenciales de su
    ámbito local.

    V. ¿QUÉ HACER?

    Carlos Matus sostiene que todos los procesos de
    conducción de gobierno presentan problemas
    estructuralmente similares, de distinta complejidad pero con
    problemas teórico-práctico semejantes, que se
    pueden resumir en lo que él llama el triángulo
    de gobierno
    , el cual esta conformado por tres variables muy
    interrelacionadas entre sí, que hacen a la esencia del
    problema de conducir con eficacia. La
    primera es el Proyecto de Gobierno, que consiste en
    propuesta de acción; en otras palabras, lo que se quiere
    hacer. La segunda es la Gobernabilidad del Sistema, que es
    el resultado de la relación entre el peso de las variables que
    controla el gobierno y el peso de las variables que
    no controla. Finalmente, la tercera es la Capacidad de
    Gobierno
    , que consiste en la experiencia acumulada,
    destrezas, teorías
    y métodos
    con que cuenta el gobierno.

    Aplicando como principio básico una
    intervención que no supla sino coadyuve y promueva, el
    gobierno central debe crear las condiciones para que se forme un
    órgano colectivo ágil y representativo (que
    podría estar conformado por el AMPE, universidades,
    colegios profesionales y otras organizaciones
    directamente vinculadas con el desarrollo local), para definir
    los lineamientos generales que deben seguir los gobiernos locales
    para mejorar el control de las
    tres variables
    mencionadas, y así favorecer el bienestar de la comunidad.

    En esa línea de propuesta, el gobierno central
    debe incrementar la asignación de recursos financieros a
    todas las municipalidades del país, a través del
    FONCOMUN y hasta que el ingreso total de aquellas siquiera
    alcance el 15% del ingreso total del gobierno central (similar a
    lo que ocurre en el Brasil, por
    ejemplo), aplicando una distribución equitativa entre las
    distintas provincias y distritos del territorio nacional. En el
    caso específico de la Municipalidad de Lima el gobierno
    central, además, debe legislar para garantizar una
    estabilidad normativa que respete sus ámbitos de competencia,
    reconociendo que la Provincia de Lima debe tener un trato
    diferenciado, acorde con su condición de una gran
    metrópoli (la Ciudad de Lima está entre la 17
    ciudades más pobladas del mundo). Ambas medidas
    ayudarían sustantivamente a mejorar la gobernabilidad
    local.

    Es evidente que las municipalidades no sólo
    confrontan problemas financieros, se enfrentan también a
    los de naturaleza
    administrativa. Por lo mismo, una medida aislada de aumento de
    sus recursos financieros no resolvería sus problemas; es
    más, se incrementaría el riesgo de una
    ineficiente aplicación de los mismos. De manera que para
    mejorar la gobernabilidad del sistema local,
    las municipalidades, además, deben superar el problema del
    deficiente "stock del capital humano"
    que poseen, reclutando recurso humano calificado, capacitando y
    reubicando al existente; en un ambiente en
    que se garanticen las condiciones para una sana competencia entre
    los trabajadores, y en que el espíritu de
    superación, la dedicación, la creatividad y
    el aporte al mejoramiento de la gestión
    municipal tengan una justa retribución en las remuneraciones y
    en la carrera laboral.

    Las acciones de
    capacitación son de capital
    importancia para mejorar el gobierno local, y deben tener una
    programación y ejecución pensando en
    perfeccionar el manejo de las tres variables del triángulo
    de gobierno: desarrollo de proyectos de
    gobierno viables, contar con un apoyo sostenido del gobierno
    central, y desarrollar el
    conocimiento del recurso humano de la municipalidad. Para
    ello la AMPE debe convocar el apoyo del gobierno central, de la
    cooperación técnica internacional, y de las
    instituciones
    académicas especializadas, de manera que se establezcan
    convenios multilaterales para una cobertura amplia e intensiva.
    Adicionalmente, para garantizar la eficacia de los
    programas de
    capacitación, se debe considerar dos etapas
    básicas: en primer momento, la capacitación de las autoridades
    municipales, para que adquieran conciencia de los
    retos que asume su gobierno y desarrollen capacidad de gobernar y
    gerenciar; en segundo momento, el adiestramiento
    continuo y obligatorio del personal
    municipal, efectuando evaluaciones permanentes de su
    rendimiento.

    Para el éxito de las acciones señaladas,
    es indispensable que las autoridades locales y del gobierno
    central se convenzan que los gastos en
    capacitación e investigación no son los ordinarios
    gastos
    operativos, sino inversión en capital
    humano.

    Otro problema de carácter estructural que atenaza
    a la municipalidad, es la ineficiencia de su administración, que se traduce en el hecho
    que prácticamente no existe una metodología para evaluar la gestión
    de los trabajadores, la calidad de los
    servicios que se brindan a los ciudadanos y la eficiencia del
    gasto. Las acciones de control, por su
    parte, ponen demasiado énfasis en controlar procesos y
    procedimientos, lo cual genera costos excesivos
    y no pocas veces entorpece la gestión y anula iniciativas
    que se orientan a modernizar la administración municipal.

    Para enfrentar tales problemas, se debe diseñar
    nuevas estructuras
    organizativas en función de tipos de municipalidades
    previamente determinados, reduciendo niveles de dirección, haciendo las nuevas estructuras
    más horizontales. En ese proceso se debe modernizar los
    sistemas
    administrativos como la carrera pública, el sistema de
    control, el
    sistema de
    contratación y adquisición, así como
    implantar sistemas de
    planificación y presupuesto
    basados en el planeamiento
    estratégico y el presupuesto por
    programas, con
    el objeto de hacer de estos sistemas
    verdaderas herramientas
    de gestión. Todos estos cambios deben propugnar que la
    gestión municipal tenga una visión gerencial,
    enfocando al ciudadano como el cliente de la
    administración municipal.

    Además de las medidas de orden administrativo
    mencionadas, los gobiernos locales deben formular, aprobar y
    ejecutar actividades -debidamente jerarquizadas-, basadas en una
    decisión económica racional, el criterio
    costo-beneficio; es decir, realizar la actividad si y
    sólo si los beneficios para la comunidad son
    superiores a los costos que a ella
    le pueda generar. Si bien en el caso de un servicio
    público el estado
    –en este caso la municipalidad- tiene a su favor el imperio
    tributario y, por consiguiente, puede exigir un pago que
    esté por encima del beneficio que percibe el ciudadano,
    también lo es que en esta condición el
    contribuyente estará más predispuesto a evadir el
    pago del tributo correspondiente. Con decisiones irracionales de
    esta naturaleza, el
    gobierno local contribuiría con la pérdida de
    legitimidad ante sus ciudadanos.

    Usualmente el estado
    proporciona los bienes
    públicos, debido a que puede obtener ingresos por
    medio de la tributación, el cual permite redistribuir los
    ingresos al
    pagar en exceso los que más tienen en beneficio de los que
    menos tienen, y de esta forma garantizar una suerte de "equilibrio
    social", en virtud del cual los grupos
    heterogéneos de la sociedad
    permanecen juntos. En el caso de la municipalidad, el solo hecho
    que un bien tenga las características de un bien público
    de naturaleza local, no significa que debe ser suministrado
    necesariamente por ella, dependerá de la eficiencia con
    que lo haga y de las ofertas alternativas existentes.

    Finalmente, corresponde a las municipalidades tomar en
    cuenta las reflexiones aquí desarrolladas; analizarlas y
    recrearlas para enfrentar las secuelas de dimensión local
    generadas por los problemas de pobreza,
    crecimiento demográfico y destrucción del medio
    ambiente; para
    cumplir con el rol fundamental en el proceso de
    descentralización que la Constitución y las exigencias
    contemporáneas le han reservado; en suma, para mantener su
    vigencia y legitimidad como órgano de gobierno local ante
    la comunidad.

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