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Napoleón Bonaparte




Enviado por dcastro



    Napoleón I Bonaparte
    (1769-1821), emperador de los franceses (1804-1815) que
    consolidó e instituyó muchas de las reformas de la
    Revolución
    Francesa. Asimismo, fue uno de los más grandes
    militares de todos los tiempos, conquistó la mayor parte
    de Europa e
    intentó modernizar las naciones en las que
    gobernó.

    Napoleón nació el 15 de agosto de 1769 en
    Ajaccio (Córcega) y recibió el nombre de Napoleone.
    Era el segundo de los ocho hijos de Carlos Bonaparte y Letizia
    Ramolino, miembros ambos de la pequeña burguesía
    corso-italiana. Su padre trabajaba como abogado y luchó
    por la independencia
    de Córcega; después que los franceses ocuparan la
    isla en 1768, ejerció como fiscal y juez
    e ingresó en la aristocracia francesa con el título
    de conde. Gracias a la influencia de su padre, la
    formación de Napoleón en Brienne y en la Escuela Militar
    de París estuvo subvencionada por el propio rey Luis XVI.
    Terminó sus estudios en 1785 —a los 16
    años— y sirvió en un regimiento de
    artillería con el grado de teniente.

    Una vez que dio comienzo la Revolución
    Francesa, pasó a ser teniente coronel de la Guardia
    Nacional corsa (1791); sin embargo, cuando Córcega
    declaró su independencia
    en 1793, Bonaparte, decididamente partidario del régimen
    republicano, huyó a Francia con su
    familia. Fue
    nombrado jefe de artillería del ejército encargado
    de la reconquista de Tolón, una base naval alzada en
    armas contra
    la República con el apoyo de Gran Bretaña (que
    junto a Prusia, Austria, Holanda y España,
    tras la declaración de guerra
    francesa a ésta última, habían constituido
    la Primera Coalición contra Francia en
    1793). Reemplazó a un general herido, y, distribuyendo
    hábilmente sus cañones, expulsó del puerto a
    las naves británicas y reconquistó finalmente esta
    posición. Como recompensa por su acción Bonaparte
    fue ascendido a general de brigada a la edad de 24 años.
    En 1795 salvó al gobierno
    revolucionario restableciendo el orden tras una
    insurrección realista desatada en París. En 1796
    contrajo matrimonio civil
    con Josefina de Beauharnais, viuda de un aristócrata
    guillotinado durante la Revolución
    y madre de dos hijos.

    Las primeras campañas

    Napoleón fue nombrado comandante del
    ejército francés en Italia en 1796.
    Derrotó sucesivamente a cuatro generales austriacos cuyas
    tropas eran superiores en número, y obligó a
    Austria y sus aliados a firmar la paz. El Tratado de Campoformio
    estipulaba que Francia
    podía conservar los territorios conquistados, en los que
    Bonaparte fundó, en 1797, la República Cisalpina
    (Venecia), la República Ligur (Génova) y la
    República Transalpina (Lombardia), y fortaleció su
    posición en Francia
    enviando al Tesoro millones de francos. En 1798 dirigió
    una expedición a Egipto, que se
    encontraba bajo el dominio turco,
    para cortar la ruta británica hacia la India. Aunque
    conquistó este país, su flota fue destruida por el
    almirante británico Horatio Nelson y el militar
    francés quedó aislado en el norte de África
    tras ser derrotado en la batalla del Nilo. Bonaparte no se
    desanimó ante este contratiempo y se dedicó a la
    reforma de la administración y legislación
    egipcias: la servidumbre y el feudalismo fueron
    abolidos y los derechos básicos de
    los ciudadanos garantizados. Los eruditos franceses que le
    habían acompañado en el viaje comenzaron a estudiar
    la historia del
    antiguo Egipto y a
    realizar diversas excavaciones arqueológicas. No
    consiguió conquistar Siria en 1799, pero logró una
    victoria aplastante sobre los turcos en Abukir. Mientras tanto,
    Francia
    hacía frente a una nueva situación internacional:
    Austria, Rusia, Nápoles y Portugal se habían aliado
    con Gran Bretaña, configurando la Segunda
    Coalición.

    La Francia napoleónica

    Napoleón decidió abandonar a su
    ejército y regresar a Francia para salvar el país
    ante la crisis del
    Directorio. Cuando llegó a París se unió a
    una conspiración contra el gobierno.
    Bonaparte y sus compañeros tomaron el poder durante
    el golpe de Estado
    del 9-10 de noviembre de 1799 (18-19 de brumario según el
    calendario revolucionario) y establecieron un nuevo
    régimen, el Consulado. Según la constitución del año VIII,
    Napoleón, que había sido nombrado primer
    cónsul, disponía de poderes casi dictatoriales. La
    Constitución del año X, por
    él dictada en 1802, otorgó carácter
    vitalicio a su consulado y, finalmente, se proclamó
    emperador en 1804. El electorado mostró su respaldo
    absoluto a cada una de estas reformas. Bonaparte cruzó los
    Alpes con un ejército en 1800 y derrotó a los
    austriacos en la batalla de Marengo, con lo que su poder
    quedó afianzado. Entabló negociaciones para
    restablecer la paz en Europa y
    conseguir que el Rin fuera reconocido como la frontera oriental
    de Francia. Asimismo, firmó el Concordato de 1801 con el
    papa Pío VII, que apaciguó los ánimos en el
    interior del país al poner fin al enfrentamiento con la
    Iglesia
    católica, originado desde el inicio de la Revolución. En cuanto a la política interior,
    Napoleón reorganizó la administración, simplificó el
    sistema judicial
    y sometió a todas las escuelas a un control
    centralizado. La legislación civil francesa quedó
    tipificada en el Código de Napoleón y en otros seis
    códigos que garantizaban los derechos y libertades
    conquistados durante el periodo revolucionario, incluida la
    igualdad ante
    la ley y la libertad de
    culto.

    Las guerras de
    conquista

    Gran Bretaña, irritada por la hostilidad de las
    acciones de
    Napoleón, reanudó la guerra naval
    con Francia en abril de 1803. Dos años después,
    Rusia y Austria se unieron a Gran Bretaña en la Tercera
    coalición. Napoleón descartó su plan de invadir
    Inglaterra y
    dirigió sus ejércitos contra las fuerzas
    austro-rusas, a las que derrotó en la batalla de
    Austerlitz el 2 de diciembre de 1805. Conquistó el reino
    de Nápoles en 1806 y nombró rey a su hermano mayor,
    José; se tituló rey de Italia (1805),
    desintegró las antiguas Provincias Unidas (hoy
    Países Bajos), que en 1795 había constituido como
    República de Batavia, y fundó el reino de Holanda,
    al frente del cual situó a su hermano Luis, y
    estableció la Confederación del Rin (que agrupaba a
    la mayoría de los estados alemanes) que quedó bajo
    su protección. Fue entonces cuando Prusia y Rusia forjaron
    una nueva alianza y atacaron a la confederación.
    Napoleón aniquiló al ejército prusiano en
    Jena y Auerstedt (1806) y al ruso en Friedland. En Tilsit (julio
    de 1807), estableció un acuerdo con el zar Alejandro I por
    el que se reducía enormemente el territorio de Prusia
    (véase Tratados de
    Tilsit); también incorporó nuevos estados al
    Imperio: el reino de Westfalia, gobernado por su hermano
    Jerónimo, y el ducado de Varsovia, entre otros.

    Durante este tiempo Bonaparte
    había impuesto el
    Sistema
    Continental en Europa, que
    consistía en un bloqueo sobre las mercancías
    británicas con el propósito de arruinar el poderoso
    comercio de
    Gran Bretaña. Conquistó Portugal en 1807 y en 1808
    nombró a su hermano José rey de España,
    tras lograr la abdicación de Fernando VII en Bayona e
    invadir el país, dejando Nápoles como recompensa
    para su cuñado, Joachim Murat. La llegada a España de
    José Bonaparte recrudeció la guerra de
    Independencia
    española. Napoleón se trasladó a España
    durante un tiempo y
    consiguió varias victorias, pero la lucha se
    reanudó tras su partida, prolongándose durante
    cinco años la guerra entre
    las tropas francesas y las españolas (apoyadas por Gran
    Bretaña), jugando un papel
    fundamental la lucha de guerrillas. Este conflicto
    supuso un gran desgaste humano (se ha estimado en 300.000 bajas)
    y económico para Francia que contribuyó al
    debilitamiento final del Imperio napoleónico.

    Bonaparte venció a los austriacos en Wagram en
    1809, convirtió los territorios conquistados en las
    Provincias Ilirias (en la actualidad parte de Eslovenia, Croacia,
    Bosnia-Herzegovina, Serbia y Montenegro) y conquistó los
    Estados Pontificios. Después de repudiar a Josefina,
    contrajo matrimonio en
    1810 con María Luisa, archiduquesa de Austria e hija del
    emperador Francisco I de Austria, perteneciente a la casa de
    Habsburgo.. Con este enlace vinculaba su dinastía a la
    más antigua de la casas reales de Europa, con la
    esperanza de que su hijo, nacido en 1811 y al que otorgó
    el título de rey de Roma como
    heredero del Imperio, fuera mejor aceptado por los monarcas
    reinantes. El Imperio alcanzó su máxima amplitud en
    1810 con la incorporación de Bremen, Lübeck y otros
    territorios del norte de Alemania,
    así como con el reino de Holanda, después de
    obligar a abdicar a su hermano Luis I Bonaparte.

    La Europa
    napoleónica

    El Código Napoleónico se implantó
    en todos los Estados creados por el Emperador. Se abolieron el
    feudalismo y la
    servidumbre y se estableció la libertad de
    culto (salvo en España).
    Le fue otorgada a cada Estado una
    constitución en la que se concedía
    el sufragio universal masculino y una declaración de
    derechos y la
    creación de un parlamento; fue instaurado el sistema
    administrativo y judicial francés; las escuelas quedaron
    supeditadas a una administración centralizada y se
    amplió el sistema educativo
    libre de manera que cualquier ciudadano pudiera acceder a la
    enseñanza secundaria sin que se tuviera en cuenta su clase
    social o religión. Cada
    Estado
    disponía de una academia o instituto destinado a la
    promoción de las artes y las ciencias, al
    tiempo que se
    financiaba el trabajo de
    los investigadores, principalmente el de los científicos.
    La creación de gobiernos constitucionales siguió
    siendo sólo una promesa, pero el progreso y eficacia de la
    gestión
    fueron un logro real.

    Para América
    Latina, la figura de Napoleón Bonaparte es
    fundamental. Su intervención en España, las
    abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, la entrega del trono
    español a su hermano José, que reinó en
    España y las Indias con el título de José I;
    la promulgación de la Constitución de Bayona en 1808, que
    reconocía la autonomía de las provincias americanas
    del dominio
    español; sus pretensiones de reinar sobre aquellos
    inmensos territorios, cuyos habitantes nunca quisieron aceptar
    los planes y designios del emperador, son elementos
    básicos para entender los movimientos de
    emancipación y las guerras
    hispanoamericanas por su independencia.

    La caída de Napoleón

    La alianza de Bonaparte con el zar Alejandro I
    quedó anulada en 1812 y Napoleón emprendió
    una campaña contra Rusia que terminó con la
    trágica retirada de Moscú. Después de este
    fracaso, toda Europa se unió para combatirle y, aunque
    luchó con maestría, la superioridad de sus enemigos
    imposibilitó su victoria. Sus mariscales se negaron a
    continuar combatiendo en abril de 1814. Al ser rechazada su
    propuesta de renunciar a sus derechos en favor de su
    hijo, hubo de abdicar, permitiéndole conservar el
    título de emperador y otorgándosele el gobierno de la
    isla de Elba. María Luisa y su hijo quedaron bajo la
    custodia del padre de ésta, el emperador de Austria
    Francisco I, y Napoleón no volvió a verlos nunca, a
    pesar de su dramática reaparición. Escapó de
    Elba en marzo de 1815, llegó a Francia y marchó
    sobre París tras vencer a las tropas enviadas para
    capturarle, iniciándose el periodo denominado de los Cien
    Días. Establecido en la capital,
    promulgó una nueva Constitución más democrática
    y los veteranos de las anteriores campañas acudieron a su
    llamada, comenzando de nuevo el enfrentamiento contra los
    aliados. El resultado fue la campaña de Bélgica,
    que concluyó con la derrota en la batalla de Waterloo el
    18 de junio de 1815. En París las multitudes le imploraban
    que continuara la lucha pero los políticos le retiraron su
    apoyo, por lo que abdicó en favor de su hijo,
    Napoleón II. Marchó a Rochefort donde
    capituló ante el capitán del buque británico
    Bellerophon. Fue recluido entonces en Santa Elena, una
    isla en el sur del océano Atlántico.
    Permaneció allí hasta que falleció el 5 de
    mayo de 1821.

    La leyenda de Napoleón

    El culto a Napoleón comenzó en vida del
    emperador; el propio Bonaparte lo fomentó durante su
    primera campaña divulgando sus victorias de forma
    sistemática. Como primer cónsul y emperador
    encargó la realización de obras
    hagiográficas a los mejores escritores y artistas de
    Europa y favoreció esta idolatría mediante la
    celebración de ceremonias conmemorativas de su gobierno en las
    que aparecía como el artífice de la época
    más gloriosa de Francia; solía decir que
    había conservado las conquistas de la Revolución
    Francesa y ofrecido sus beneficios a toda Europa en un
    intento de fundar una federación europea de pueblos
    libres.

    Sus restos fueron trasladados a París en 1840 a
    petición del rey Luis Felipe I de Orleans y se enterraron
    con grandes honores en los Inválidos, donde permanecen
    actualmente.

    Valoración

    La influencia de Napoleón sobre Francia puede
    apreciarse incluso hoy en día. Los monumentos en su honor
    se encuentran por doquier en París; el más
    señalado es el Arco del Triunfo, situado en el centro de
    la ciudad y erigido para conmemorar sus victoriosas
    campañas. Su espíritu pervive en la
    constitución de la V República y el Código
    de Napoleón sigue siendo la base de la legislación
    francesa y de otros estados, y tanto el sistema
    administrativo como el judicial son esencialmente los mismos que
    se instauraron durante su mandato; igualmente se mantiene el
    sistema educativo regulado por el Estado. Las
    reformas radicales que aplicó Napoleón en otras
    partes de Europa alentaron las sucesivas revoluciones del siglo
    XIX de carácter liberal y nacionalista.

    Aparte de su importancia como transmisor de las ideas e
    instituciones
    revolucionarias a Europa, lo que, avanzado el siglo XIX
    consagraría a esta centuria como el periodo
    paradigmático de las revoluciones liberales,
    Napoleón dejó una inigualada impronta como un genio
    militar. Cuando se encontraba exiliado en Santa Elena dijo
    "Waterloo borrará de la memoria
    todas mis victorias", pero se equivocaba. Napoleón es
    recordado más por sus dotes como estratega que por su
    gobierno
    ilustrado.

     

     

    Autor:

    Diego Castro

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