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El Ocaso de poder como alegoría latinoamericana




Enviado por latiniando



    La historia latinoamericana
    está vertida sobre la presencia del poder militar.
    Esta historia de
    sustituciones y sincretismos se sacude bajo el poder de las
    casacas y la pólvora desde los mismos intentos por
    instaurar en estas tierras la ciudad europea. Una vez acallada la
    resistencia
    aborigen, el poder militar
    escribe gran parte de la historia que paulatinamente
    se diluye entre intentos filosóficos y albores de modernidad.
    ‘Glorias pasadas’ y ‘días de
    gloria’ sintetizan buena parte de un recorrido entre
    sombras y claroscuros por un continente despertado a tropel y
    llevado a lomos de caballo hacia una incorporación
    cultural signada por el arcabuz y el evangelio.

    La convivencia con el poder y su
    búsqueda dentro del continente latinoamericano está
    asociada a los ‘hombres de brega’ que descienden de
    los ejércitos libertadores e intentan adueñarse de
    un espacio geográfico indómito. Hombres
    y espacio conforman un binomio fortalecido por el antagonismo de
    fuerzas que deviene del avance del proceso
    transculturador. América
    Latina rural es el espacio donde florecen las guerras
    intestinas y los empujes hacia la conquista del mando y la
    hegemonía del poder militar. El espacio rural se abre como
    el gran posibilitador de escenarios donde la fuerza y el
    poderío son las bases y estructuras
    para lograr consolidar un liderazgo. Esa
    América
    Latina es la que guarda dentro de su historia todo un espectro de
    cosmovisión telúrica que ha servido a la literatura para establecer
    referentes de significación y enarbolar su Martín
    Fierro, Doña Bárbara, etc. como alegorías de
    seres nacidos en una tierra rodeada
    de albores míticos, tradicionistas, costumbristas y con
    marcados retazos realistas.

    Esta visión de América
    Latina enfocada desde la preponderancia del poder militar es
    la alegorización de la epicidad de un continente ufano de
    ‘glorias pasadas’. El héroe heredero de la
    hidalguía libertadora es el caballero que opone su
    fuerza y
    pujanza a un espacio físico que lo adversa tanto por su
    naturaleza
    misma como por la relación con los semejantes que surgen
    opositores a sus propósitos. Héroes y caudillos,
    generales y soldados de una causa común sobresalen dentro
    de esa historia
    particular latinoamericana. El poder es analogía de
    militares y terratenientes que conviven en el ápice de una
    pirámide social injusta, avasallada por el rumor de las
    armas y el
    tropel de los caballos.

    Esta singular posición latinoamericana en
    cuanto a la manifestación del poder surge con el mismo
    proceso de
    implantación de la ciudad europea en nuestras tierras y
    los intentos por constituir la República como el sistema de
    gobierno adecuado
    para el progreso y desarrollo.
    Esa misma República que funcionó
    escasamente hasta la ‘liberación’ con España y
    se diluyó ante los impulsos del poder e intentó
    infructuosamente consolidarse alrededor de los grupos castrenses
    constituidos por la avidez del dominio. Dos
    procesos
    paralelos acompañan este devenir latinoamericano : La
    estancia rural y el silente avance de la ciudad sobre lo aldeano.
    Procesos estos
    que se convierten en historias paralelas sin entrecruce pero con
    una marcada influencia de una sobre la otra. Lo rural y lo urbano
    comienzan a hibridarse en un espacio físico que busca
    horizontes en medio de las disputas de los Patriarcas que hacen
    suyo todo lo que la vista alcance en un momento histórico
    con visos de magia y maravilla por las mismas condiciones y
    circunstancias en las que se produce. Paulatinamente lo urbano se
    posesiona del espacio y con esa posesión se desvanece una
    utopía. Una realidad acendrada y acentuada en
    Latinoamérica le cede su momento a otra historia y
    realidad para sumirse en el ocaso y con él llevarse al
    territorio de la literatura toda una
    antología narrativa que se llena de verdad a partir de la
    alegorización de un proceso
    histórico. Queda la literatura como albacea de
    la realidad latinoamericana en función de un principio
    extraordinario, a decir de Gabriel García
    Márquez : "de representación cifrada de
    la realidad, una especie de adivinanza del mundo" (…) "La vida
    cotidiana en América
    Latina nos demuestra que la realidad está llena de
    cosas extraordinarias"

    El otoño del patriarca, El
    Coronel no tiene quien le escriba y El General en su
    laberinto, son muestra de una
    literatura que
    alegoriza esos ‘días de gloria’ y
    sintetiza todo un proceso
    histórico a partir del relato ficcional que encubre una
    ‘verdadera historia no contada’ -sustituida como el
    continente mismo- y abre la posibilidad desde la perspectiva del
    ocaso del poder para una interpretación no
    explícita. Luego de la muerte de
    los patriarcas o en el ocaso de sus vidas ingresan a la literatura como la memoria
    más allá de la desmemoria histórica, es
    remover un tiempo ido que
    comienza su refiguración a partir de la ficción
    narrativa : "Fue como penetrar en el ámbito de
    otra época, porque el aire era
    más tenue en los pozos de escombros de la vasta guardia
    del poder, y el silencio era más antiguo, y las cosas eran
    arduamente visibles en la luz
    decrépita"
    . En los mismos comienzos de este relato, el
    yo de la enunciación, -una de las tantas voces de esta
    novela
    polifónica- nos advierte la presencia de un espacio fuera
    de tiempo,
    inmemorial, atemporal y con visos de generalidad en el
    ámbito latinoamericano alegorizado por : "el
    tiempo
    estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad
    despertó de su letargo de siglos con una tibia brisa de
    muerto grande y de podrida grandeza".
    . Estas novelas son
    ‘dioramas’ que ejercitan el principio fundamental de
    la fotografía
    y la memoria en
    la representación teatral de la vida, donde las cosas
    deben morir para vivir eternamente. Un terreno de conflicto,
    sufrimiento, soledad y muerte son
    convertidos en un hecho estético, una historia fabulada.
    Configuran una sucesión de escenas que confieren a los
    textos un elemento cinematográfico : "Una novela cuyo
    estilo parece un guión cinematográfico. Los
    movimientos de los personajes son seguidos como por una
    cámara. Y cuando vuelvo a leer el libro veo la
    cámara"

    Las tres novelas encierran
    un hecho coincidente, comienzan al amanecer, en la rasgadura de
    nuevas luces surge el escenario que pone en movimiento a
    los espectros que sirven de actantes básicos en los textos
    narrativos objeto de análisis en este trabajo. La antitesis de
    los patriarcas comienzan a deambular en el relato a partir de los
    albores del día : <<El Coronel en la cocina
    raspando un recipiente de café>>, <<el General
    Bolívar dándose su eterno baño de aguas
    depurativas>> o <<la invasión de gallinazos a
    la casa del patriarca>> configuran el inicio de los
    relatos, o más bien, el relato de una historia sugerida,
    más no contada. La apropiación de una conciencia
    histórica diluida en el tiempo,
    interpretada como : "el correlato indispensable de la
    función fundadora del sujeto : la garantía de
    que todo cuanto le ha escapado podrá serle devuelto ;
    la certidumbre de que el tiempo no
    dispensará nada sin restituirlo en una unidad
    recompuesta ; la promesa de que el sujeto podrá un
    día -bajo la forma de conciencia
    histórica- apropiarse nuevamente todas esas cosas
    mantenidas lejanas por la diferencia, restaurará su
    poderío sobre ellas y encontrará lo que muy bien
    puede llamarse su morada"

    Las tres novelas demarcan
    dentro de su espectro narrativo la asunción de otro
    tiempo, la penetración en ámbitos que alegorizan
    ‘regiones cósmicas’ alejadas del tiempo
    histórico presente y dan la impresión que todo
    flotara en evidencia de una época distinta, donde sus
    pobladores, deambulan como espectros por un laberinto que los
    lleva inadmisiblemente hacia la condena y la derrota. Es una
    metahistoria que surge desde la literatura en
    alegorización de la realidad, es, como dijera Nietzsche : "El gran juego de la
    historia está en quien se apodera de las reglas,
    quién tomará el lugar de los que las utilizan,
    quién se disfrazará para pervertirlas, para
    utilizarlas en sentido contrario contra los que las habían
    impuesto ; quién,
    introduciéndose en el complejo aparato, lo hará
    funcionar de tal modo que los dominadores se encontrarán
    dominados por sus propias reglas"
    . García
    Márquez se apodera de la no voz de estos exilados y
    fabula una historia con profundos visos sugeridos de
    realidad : seres sin destinatario, olvidados por la
    historia, condenados a la soledad, al exilio de la memoria y a
    la presencia dentro de la literatura. No existen nombres de pila
    que los identifique sino que son generalizados a través de
    una jerarquía militar que los lleva a una
    adecuación universal dentro del contexto latinoamericano y
    abre la posibilidad interpretativa de ubicarlos dentro de
    contextos análogos. Seres universalizados por sus
    títulos militares, El Coronel, El Patriarca o el General
    alegorizan los arquetipos que identificaron nuestro continente en
    el siglo diecinueve y parte del veinte.

    Un título militar que encierra una paradoja
    en medio de un contexto donde no se revalida, sino más
    bien, quién lo ostenta es un ser condenado a la desgracia
    y la tristeza aun cuando se trate del mismo libertador de
    América, quien surge como el General que
    deambula en su laberinto en medio de una lluvia "desde las
    tres de la madrugada del siglo diecisiete"
    e intenta nuevos
    aires y nuevas tierras que lo lleven a la mejoría física y espiritual.
    Mejoría que no puede alcanzar en una tierra donde
    no hay nada sino infelicidad : "<<Aquí no
    hay nada, dijo José Palacios>> <<No hay nada
    >>, dijo el General. <<Es tierra de
    infelices>>".
    Y donde el camino a seguir está
    signado irremediablemente por la fatalidad y todo derecho a
    sucesión o perpetuación a través de dobles o
    terceros está negada, una posibilidad que se tacha dentro
    del Otoño del patriarca, cuando su doble Patricio
    Aragonés, muere en un atentado y no puede seguir
    suplantándolo en las actividades de riesgo, o, la
    posibilidad que se cierra cuando su hijo el -niño General-
    muere destrozado por unos perros
    enormes.

    Seres ahistóricos, espectros que
    deambulan como antihéroes ante una gloria negada
    confabulan inocentemente frente a un espacio que los devora lenta
    y pacientemente : "El Coronel se dirigió a la
    sastrería a llevar la carta
    clandestina a los compañeros de Agustín. Era el
    único refugio desde cuando sus copartidarios fueron
    muertos o expulsados del pueblo, y él quedó
    convertido en un hombre solo
    sin otra ocupación que esperar el correo todos los
    viernes".
    Seres que metaforizan uno de los más grandes
    intentos por enrrumbar hacia puerto seguro los
    destinos de América
    Latina a través de una rara combinación de
    armas y
    corazón. Los seres exilados en esa
    atemporalidad se convierten en espectros, muertos, en un espacio
    otro que no han comprendido su realidad y luchan afanosamente por
    recuperar la honra perdida y disipada en los efluvios del tiempo
    histórico : "hombres destruidos (destruidos sin
    destrucción) son como sin apariencia, invisibles incluso
    cuando se les ve, y no hablan sino por la voz de otros, una voz
    siempre otra que en cierto modo los acusa, los compromete,
    obligándolos a responder por una desgracia silenciosa que
    llevan en sí sin conciencia"

    .Este procedimiento
    artístico de Gabriel García
    Márquez hace dialógicos estos tres textos
    narrativos con otras obras del abandono y la soledad, de seres
    condenados al olvido y rescatados por la memoria
    literaria. Rápidamente podemos evocar los personajes y la
    obra de Juan Rulfo que
    indudablemente constituye un íntimo diálogo
    latinoamericano de la utopía perdida. Y de igual forma,
    evocar al Señor Presidente de Miguel Angel Asturias
    o Yo el supremo de Augusto Roa Bastos, quienes
    también estructuran sus obras a partir de un dictador
    inespecífico y universal que alegoriza ‘ a
    cualquier gobernante en algún lugar
    latinoamericano’. Dictador que se hace múltiple en
    el Otoño del Patriarca, generalizándose en
    la figura del "anciano más antiguo de la tierra, el
    más temible, el más aborrecido y el menos
    compadecido de la patria que se abanicaba con el sombrero de
    capataz"
    y quien resguarda a otros ‘patriarcas en
    desgracia’ para que no se hundan en los despeñaderos
    de la desmemoria. Es una reunión de voces en
    tránsito hacia el ocaso de un régimen totalitario
    que cede ante los empujes de la modernización : las
    ondas de radio y las
    imágenes de televisión’ que entretienen y
    engañan al patriarca en su ocaso y desintegración
    de la memoria
    colectiva y de la misma suya.

    Una vez desincorporados del tiempo
    histórico e incorporados a la historia literaria se
    vuelven seres dignos de compasión, ingenuos, fuera de
    contexto y asediados por hechos inverosímiles como :
    la muerte
    natural – interpretada como proceso
    demarcativo de la culminación de un momento
    histórico- y la invasión de gallinazos que
    derrumban el imperio del patriarca, o la espera de una carta con la
    pensión del Coronel, o la consecución del permiso
    para que el General viaje al exterior. La fuerza brutal
    de los tiempos de ‘a caballo’ se agota, ahora su
    realidad ha sido sustituida por una historia escrita por los
    hombres ‘de a pie’, el caballo ha perdido su
    connotación heráldica heredada de los ancestros
    europeos y corroborada por la gesta patriótica de la
    independencia : "El Coronel se
    acordó de otra época. Se vio a sí mismo con
    su mujer y su hijo
    asistiendo bajo el paraguas a un espectáculo que no fue
    interrumpido a pesar de la lluvia. Se acordó de los
    dirigentes de su partido, escrupulosamente peinados
    abanicándose en el patio de su casa al compás de la
    música.
    Revivió casi la dolorosa resonancia del bombo en sus
    intestinos".

    Los tiempos se trasmutan y se sustituyen :
    "vimos en el fondo la antigua caballeriza de los virreyes
    transformada en cochera"
    los símbolos
    heráldicos de la monarquía han sido sustituidos por
    los emblemas de los sacramentos marciales del patriarcado en una
    heredad del poder logrado a partir de la fuerza y las
    armas. Pero
    también existe dentro de estos textos, una
    sustitución de tiempos que evidencian la pérdida de
    hegemonía por parte del representante del sector castrense
    en una abierta alusión al desplazamiento de la barbarie
    representada por una época y la ‘cerca’
    tendida por la civilización aupada por la ciudad que
    invade los predios indómitos, tal y
    como lo reconoce el abogado al hablarle al Coronel sobre su
    pensión : "Hace quince años era más
    fácil -dijo-. Entonces existía la asociación
    municipal de veteranos compuesta por elementos de los dos
    partidos".
    La hegemonía del poder se diluye con el
    paso del tiempo, las bases de un poder de ayer se derrumban
    sutilmente llevándose una época de tropel y
    angustia : "El General no le prestó
    atención a la maestría de la respuesta, porque lo
    estremeció la revelación deslumbrante de que la
    loca carrera entre sus males y sus sueños llegaba en aquel
    instante a la meta final. El
    resto eran las tinieblas".

    El ocaso del poder es una
    ‘anécdota’ que permite configurar tres relatos
    diferentes -en apariencia- pero que confluyen en la esencialidad
    temática y discursiva. Retratando un militar,
    personificando un héroe caído y desmembrado en la
    vida y en la historia, se construye un universo de
    significaciones que por la intemporalidad o por la
    transgresión de la historia real crece en perspectivas,
    bien sea por las cosas dichas o por las sugeridas. Quizás
    éstas últimas sean quienes guardan las precisiones
    necesarias para decantar lo que subyace dentro de estas tres
    novelas y
    develar una ‘historia latinoamericana no contada’,
    pero alegorizada, insinuada y hasta escrita con la emoción
    de la visión cósmica que alimenta el hecho
    literario como mundo posible. Mundo posible que corre a la par de
    la historicidad y guarda dentro de si una memoria obligada
    a revisar para conocer el pensamiento
    filosófico-político latinoamericano subsumido en
    revelaciones mágicas rodeadas de supresiones e
    intermitencias que revelan profusamente.

    En este sentido, el hecho literario o mundo
    posible que se construye a partir de la alegorización de
    un referente histórico apunta hacia una realidad
    deconstruida, liberada de la objetivación cientificista de
    la historia y articulada a través de elementos
    deconstructores como la ironía, la parodia y la
    desacralización. Todos los espacios están
    caracterizados por una lluvia constante que pone ‘los
    huesos
    húmedos’ y moja el alma haciendo más
    tétrico el panorama de los espectros que deambulan en
    medio de su laberinto. Es una alegorización
    específica del espacio emblema utilizado por Gabriel
    García
    Márquez en sus textos : Macondo, porque
    Macondo es la metaforización del espacio latinoamericano
    como escenario de utopías y sueños encontrados.
    Latinoamérica es Macondo como tierra del
    Coronel Aureliano Buendía, o más bien, nuestros
    patriarcas sienten una simbolización a través del
    fundador de la estirpe de Cien años de soledad.
    Llueve y no fecunda sino que entumece, aisla de una realidad,
    separa del otro lado del mundo que existe más allá
    de la lluvia constante, espacio divisor entre una realidad y
    otra. "El General en su laberinto" se mueve en medio de una
    lluvia eterna, desde el siglo diecisiete, que le recuerda su
    desgracia y le acrecienta los males. Es cargar bajo la lluvia y
    en medio de baños depurativos un estigma : ser
    militares. Y esa misma condición de militar los aleja de
    la vida, los acerca a la muerte, los
    lleva al desamor y el desamparo : "había llegado
    sin asombro a la ficción de la ignominia de mandar sin
    poder, de ser exaltado sin gloria y de ser obedecido sin autoridad
    cuando se convenció en el reguero de hojas amarillas de su
    otoño que nunca había de ser dueño de todo
    su poder, que estaba condenado a no conocer la vida al
    revés, condenado a descifrar las costuras y a corregir los
    hilos de la trama y los nudos de la urdimbre del gobelino de
    ilusiones de la realidad".

    El poder atraviesa su ocaso y la ironía se
    apropia del anterior espacio de la fuerza y la
    templanza : ‘El Coronel se aferra a un gallo como
    el catalizador de todas sus penurias’, ‘las vacas
    pastan en la casa de gobierno y se
    asoman por el balcón de la patria mientras los gallinazos
    empujan las puertas que ceden sutilmente’, ‘el
    general de incógnito deambula por Colombia en busca
    de un permiso para irse’ : "Nadie hubiera
    creído que él fuera el mismo de entonces, ni que
    fuera la misma aquella ciudad taciturna que abandonaba para
    siempre con precauciones de forajido. En ninguna parte se
    había sentido tan forastero como en aquellas callecitas
    yertas con casas iguales de tejados pardos y jardines
    íntimos con flores de buen olor, donde se cocinaba a fuego
    lento una comunidad
    aldeana, cuyas maneras relamidas y cuyo dialecto ladino
    servían más para ocultar que para
    decir".

    Es la reconstrucción de la historia a
    partir de los escombros, es dirigir el acto enunciativo al ocaso
    donde la autoridad se
    ha perdido y se ha recuperado tardíamente la
    condición humana. Se ha vuelto a ser hombre luego
    de ser Patriarca, General o Coronel. La vida se ha esfumado en
    servir y el recorrido hacia la muerte
    -como liberación- se transfigura en un laberinto :
    "Entre el presente y la muerte se
    abre un abismo, el abismo entre el yo y la alteridad del
    misterio. Lo que hemos subrayado no es el hecho de que la
    muerte detiene
    la existencia, de que es el fin y nada, sino el hecho de que el
    yo se encuentra, al enfrentarse con ella, absolutamente falto de
    iniciativa. Vencer a la muerte no es
    problema de vida eterna. Vencer a la muerte
    significa mantener una relación con la alteridad del
    acontecimiento que es aún la relación personal"
    .
    Estos textos son muestra de una
    constante lucha contra la muerte y el
    olvido. Seres negados y borrados a partir de la
    incomunicación y condenados a conocer el mundo a
    través de terceros que fungen como su voz y escucha,
    deambulan por un espacio que irremediablemente los lleva a la
    derrota, pero, al mismo tiempo, a la vida literaria dentro de una
    realidad alterna a quien les condena. Una alteridad que les
    permite escindir una realidad real para construir un mundo otro
    de posibilidades tan inmensas como el relato mismo. Seres
    engañados luchan por diferenciar, el ‘ser’, de
    la apariencia. Asediados por un entorno que los manipula y los
    limita, buscan un encuentro con la ‘voz y palabra’
    que sirva de vehículo posibilitador de luces y
    realizaciones. Los tres personajes están vedados de la
    palabra y dependen del discurso de
    otros en su contacto con el mundo ; El Coronel no recibe la
    misiva con la buena nueva de su pensión y se resigna a
    conocer el mundo a partir de la voz de su mujer, el
    médico o su compadre, el General se desespera al no
    recibir noticias de Urdaneta y delega paulatinamente el acto de
    escribir en su sobrino José Palacios, mientras que el
    Patriarca conoce por voz de Leticia Nazareno -su mujer- o por la
    voz de los ministros y hace esfuerzos sobrehumanos para contener
    las sublevaciones a partir de su voz. El Patriarca conoce el
    mundo a través de la cartilla de ‘verdades
    ejemplares’ donde recibe lecciones para aprender a leer y
    escribir. Viven en un mundo donde la historia depende de lo
    escrito y al tacharse o borrarse la palabra se borra la
    historia : "porque él había hecho arrancar
    de las cartillas de las escuelas las páginas sobre los
    virreyes para que no existieran en la historia",
    y la
    poesía
    constituye un asedio al orden instaurado por el dictador que teme
    a las palabras que amenazan su limitación :
    "sentíamos la presencia invisible que vigilaba nuestro
    destino para que no fuera alterado por el desorden de la poesía,
    él regulaba el amor,
    decidía la intensidad y el término de la muerte en
    un rincón del palco de penumbra desde donde vio sin ser
    visto el minotauro espeso cuya voz de centella marina lo
    sacó en vilo de su sitio y de su instante y lo dejó
    flotando sin su permiso en el trueno de oro de los claros
    clarines de los arcos triunfales de Martes y Minervas"
    .
    El lenguaje no
    es una mera captación existencial, sino más bien su
    fundamento, donde pierde su concepción subjetiva y se
    transfigura en una embajada del ser.

    Como seres limitados y alejados de la ‘voz y
    palabra’ que se extingue a medida que transcurre el devenir
    narrativo, se acerca el ocaso y se afianza el destino, las
    palabras se hacen escasas y las voces de otros suplantan las de
    ellos mismos, son seres negados para el amor, y del
    cual en el Coronel no tiene quien le escriba, no se hace
    mayor énfasis como en El General en su laberinto y
    sus amores casuales de doncellas deslumbradas por la gloria o
    el amor
    clandestino de Manuelita, quien libra una ‘guerra de
    papel’
    con el gobierno en su
    rol de representante de la fuente de información del General, o, en los
    desafueros del Patriarca con sus ‘amores urgentes’ y
    la imposibilidad de amar y ser correspondido, cuando ‘hacer
    el amor’
    es sinónimo de muerte o el amor es un
    juego a las
    escondidas y el engendro de hijos sietemesinos. Al igual que el
    alejamiento con la palabra, el amor es una
    visión borrosa que se va alejando a medida que el sepulcro
    se acerca y demarca el fin para ingresar a un mundo de muertos,
    donde : "el único documento de identidad de
    un presidente derrocado debe ser el acta de
    defunción"

    Este universo
    simbólico utilizado por García
    Márquez evidencia una totalización en los tres
    textos al inducir un recurso recurrente : el mar como
    imposibilidad. Los tres ejecutores centrales de las acciones se
    ven impedidos de alcanzar sus propósitos u objetos del
    deseo a través del mar. El Coronel lo siente como el
    agente mediador entre él y las noticias para recibir su
    pensión, el General lo percibe como su punto de salida de
    un país donde todos están en su contra y el
    Patriarca confiesa que se hizo presidente para estar cerca del
    mar y es la connotación patria que más defiende
    ante los acechos del intervencionismo norteamericano, hasta que
    el mar del caribe es mudado a Arizona en el culmen de la novela y en el
    ocaso del poder del Patriarca. En este sentido específico,
    vislumbramos la presencia del imperialismo
    que el General teme tanto como a la deuda
    externa : "<<No se quede con Urdaneta>>,
    le dijo. <<Ni tampoco se vaya con su familia para los
    Estados
    Unidos, que son omnipotentes y terribles, y con el cuento de la
    libertad
    terminarán por plagarnos a todos de miserias>>"

    y es a quien el Patriarca intenta no entregar su mar a cambio de
    baratijas en una repetición de la historia cuando los
    aborígenes fueron timados por los europeos : "las
    visitas perniciosas del embajador Wilson que solía
    acompañarlo hasta bien entrada la tarde bajo la fronda de
    la ceiba y le llevaba caramelos de Baltimore y revistas de cromos
    de mujeres desnudas para tratar de convencerle de que le diera
    las aguas territoriales a buena cuenta de los servicios
    descomunales de la deuda
    externa".

    Dentro de los tres textos, y a la par, de la
    ejemplaridad del poder ejecutado por el hombre en
    su condición de patriarca, se alude al matriarcado como
    fuente de todo reinado y dominio que
    descansa en la Protomadre telúrica, pero el hombre
    lleva la corona. Es el hombre
    quien domina con el cetro del poder pero teniendo a la mujer como el
    ente primordial que posee el misterio que se revela en su hijo,
    esposo o amante : El Coronel, a pesar de su voz de autoridad y
    terquedad senil, claudica ante los planteamientos de su mujer, El General
    obedece y actúa según los designios de Manuelita y
    el Patriarca se constituye como un animal divino, un dios animal,
    pensar en él a través del símbolo y la
    metáfora es apostar por una confraternidad entre la
    animalidad y la divinidad entre nosotros mismos, es un
    pájaro , hijo de una pajarera que para él es una
    santa.

    Los escenarios emblemáticos en que
    transcurren las acciones
    están entronizados por un ingrediente común :
    el agua, en
    las diversas acepciones que el autor la inserta dentro de los
    textos. Bien sea en la interminable lluvia que acompaña al
    Coronel, o los baños de salud que toma el General o
    los baños mañaneros del Patriarca,
    constituyen las aguas que "simbolizan la unión
    universal de las virtudes, fons et origo, que se hallan en la
    precedencia de toda forma o creación. La inmersión
    en las aguas significa el retorno a lo preformal, con su doble
    sentido de muerte y disolución, pero también de
    renacimiento y
    nueva circulación, pues la inmersión multiplica el
    potencial de la vida"
    . Es quien quizás le otorga una
    solidez a la tierra
    donde se estructuran los relatos en medio de la historia que
    discurre como mediador entre la vida y la muerte en la
    perspectiva dual de la creación y destrucción en
    que se mueve el mundo inconcluso creado por García
    Márquez en estos tres textos.

    Los emblemas castrenses que deparan gloria y
    grandeza son devorados por las vacas -en el caso del
    Otoño del patriarca- o dejados por necesidad a lo
    largo del camino -El General en su laberinto- o vendidos para
    poder sobrevivir mientras llega la pensión -El Coronel no tiene
    quien le escriba-. La desincorporación del objeto
    castrense evidencia el diluirse de una memoria, la
    ausencia de un tiempo que se esparce y pierde su totalidad en
    camino a la desaparición o desmemoria, lo que apertura el
    encadenamiento de una serie de hechos individuales e
    inconscientes que sirven de base estructural a los relatos de las
    novelas referidas en este trabajo. Y dan pie para que surjan
    elementos inverosímiles que trastocan y atentan contra el
    poder : los gallinazos que invaden la ‘casa de la
    patria’, las vacas que devoran todos los muebles y los
    despojos de los gallinazos que hacen fétido el ambiente. Este
    asalto a la casa del poder le quita su característica sagrada y hace sentir el
    aliento profano que la envuelve a un costado de la historia. El
    proceso de desacralización funciona de esa manera en la
    deconstrucción de un espacio de anterior linaje y de
    evocación casi mítica por la presencia del poder,
    un poder desaparecido en la historia misma y condenado a la
    región cósmica de la literatura, mediante el
    tratamiento de lo inverso. Con esta profanación del poder,
    se alegoriza a toda una cadena de mando heredada a través
    de la historia en un proceso de sustituciones que empalma todo un
    sistema
    político-administrativo que antecede a los hechos
    narrados. Por caso concreto
    tenemos : el Patriarca sustituye a los Godos, donde Dios
    mandaba más que el gobierno, eran
    los tiempos infelices de la patria que alcanza la prosperidad con
    la llegada del ‘magnífico o benemérito’
    que expulsa a Dios y clama por la beatificación de su
    madre. Esa misma patria que celebra con bombos y platillos el
    cierre de una historia con la muerte del dictador :
    "volando entre el rumor oscuro de las últimas hojas
    heladas de su otoño hacia la patria de tinieblas de la
    verdad del olvido, agarrado de miedo a los trapos de hilachas
    podridas del balandrán de la muerte y ajeno a los clamores
    de las muchedumbres frenéticas que se echaban a las calles
    cantando los himnos de júbilo de la noticia jubilosa de su
    muerte y ajeno para siempre jamás de las músicas de
    liberación y los cohetes de gozo y las campanas de gloria
    que anunciaron al mundo la buena nueva que el tiempo incontable
    de la eternidad había por fin
    terminado".

    Esta pérdida de identidad y su
    consiguiente evaporación, constituye una
    desacralización a través de los objetos y espacios
    que se connotan como sagrados mientras dura la hegemonía
    del poder del patriarca. Son símbolo de una época y
    momento donde no importa el rostro del dictador sino los
    símbolos a través de los cuales lo conocemos.
    Porque esos símbolos permiten establecer un universo
    simbólico o arquetípico que según su
    tratamiento se puede enunciar como sacralizador o cuestionador de
    un personaje o espacio. Por lo cual, la visión
    mítica que en un momento pudo representar un personaje o
    época se desacraliza de dos maneras : humanizando el
    personaje o ubicándolo cercano a la muerte,
    limitándolo física y
    espiritualmente para mirarle su rostro humano y decrépito,
    sentirlo en medio de sus delirios febriles o flatulencias. O
    atentando de la manera más cínica contra los
    símbolos de la grandeza. Ello tiene una razón,
    histórica por demás. El divinismo y la
    admiración que hace surgir el temor mitifica al patriarca,
    lo diviniza ante una colectividad aterrada. La visión del
    patriarca se hace divina, de hay su nombre y analogía con
    los patriarcas de la iglesia y la
    divinización, de ser referente protagónico de la
    patria. Patria y arca, guardián de la patria, de la tierra,
    padre nuestro de todos nosotros habitantes de
    Latinoamérica. Hoy, de rostro humano y melancólico
    en el universo
    narrativo de Gabriel García Márquez. Hoy,
    depositado en una ficción literaria que lo llena de
    artificios y lo enriquece a partir de la palabra creadora que lo
    rescata del juicio de la historia.

    De la manera más ocurrente, el espacio
    literario de estas tres novelas ofrece la oportunidad de
    derrumbar la magnificencia de los patriarcas a partir de
    situaciones inofensivas e inverosímiles que a la postre
    resultan los agentes definitorios para su
    eclipse : ‘Los gallinazos y las vacas’
    invaden el espacio del patriarca, son los heraldos que anuncian
    la buena nueva de su muerte y destrucción. ‘El
    Coronel se resigna a un espacio y un gallo en espera de su
    pensión que lo saque de su actual
    situación’. ‘El General se aferra a un
    permiso para exilarse’ y allí construye su propio
    laberinto que lo acompaña hasta el exilio definitivo que
    alcanza con la muerte. En este planteamiento de atentar contra el
    imperio del poder a través de detalles ilógicos,
    encontramos una profunda correspondencia o dialogismo con la obra
    El señor presidente de Miguel Angel Asturias, donde
    un grupo de
    mendigos ponen en jaque al gobierno del
    General Sonrisa, mientras que al dictador del Otoño del
    patriarca sólo lo quieren los menesterosos que no
    esperan nada de él porque no esperan nada de
    nadie.

    Convenimos que García Márquez
    desdobla la historia en una historia otra, cuenta la historia del
    antihéroe y así interpreta toda la idiosincrasia de
    un continente que se formó bajo el apareo de las espuelas
    y las armas. Es la
    alusión del paso de la historia y la transformación
    de la aldea y comarca en la ciudad. Es la huida de los fantasmas
    a partir de los ruidos de la ciudad y los balancines de la
    modernización. Es la reconstrucción de una historia
    a través de anécdotas que alegorizan un sentir
    colectivo e interpretan todo un sistema de
    significaciones latinoamericanas. Un cruce de historias que desde
    el texto
    narrativo alegorizan de una manera cierta a las tantas historias
    latinoamericanas diluidas en la inmensidad territorial y agotadas
    en el ocaso del poder.

    ‘Seres de brega’ -el Coronel y el
    patriarca- evidencian la clase dirigencial de un continente
    acosado por los ruidos de los sables y las teorías
    positivistas. El retrato del patriarca es fiel imagen de una
    clase ‘dominante’ a la fuerza y el provecho pero sin
    las luces del saber ; hablaba : el lenguaje de la
    servidumbre
    y no sabía leer ni escribir. Es el
    daguerrotipo de la barbarie, señor supremo de la
    Latinoamérica rural debatida a sangre y fuego.
    El Coronel simboliza la decepción del militar prestado a
    la actividad política que ha
    creído encarnar el rol de benefactor del ‘templo de
    la patria’ y que se muere rumiando su tristeza y
    agonía.

    Mientras que ‘El General en su
    laberinto’ es la historia ficcionalizada de los
    últimos días del Libertador, –del fantasma que
    va con Dios
    – la reconstrucción de la ruta
    última realizada por Bolívar camino a su exilio
    definitivo, a su ausencia definitiva de una patria que lo empuja
    por los abismos de la injusticia y el anonimato. Es una historia
    ficcionalizada que se reactualiza a partir del texto
    literario. Dentro del contexto de argumentos fantásticos
    de la lluvia eterna y la disolución de la vida del General
    en los baños aromáticos que intentan sanar una
    desmejorada salud, se descorre todo un
    relato edificante, develador, que apunta con crudeza a la
    paradoja que le toca vivir al genio de América
    una vez liberada ésta. De allí que podemos
    establecer una interpretación sociológica que nos
    permita abordar el escenario sugerido en contraste con el real y
    que apunta sobre los partidos
    políticos y la división de una patria en pos de
    los postulados ideológicos que prevalecen más que
    la gloria y los principios
    éticos que impulsaron una conducta en los
    días de gloria vividos. Esto es una declaración
    específica de la sustitución de un sistema
    político fundado primordialmente por la convicción
    patriótica a otro fundado en la pervivencia de los
    partidos
    políticos y a la
    organización que éstos
    sugieren.

    La historia avanza dejando atrás los
    tiempos de la América
    rural y bárbara que se debatía en la conquista del
    poder y la hegemonía del mando militar. Esa historia otra
    que queda a la vera del camino es recogida por la literatura para
    construir un universo que se
    mueve en dos vértices : historia y ficción. Un
    universo donde
    se permite la aparición de un espectador -narrador- que
    cuenta una historia particularizada que alegoriza a todo un
    continente movido por la fibra de un tiempo pasado cargado de
    enigmas y rodeado de situaciones alucinantes que proveen al campo
    literario de territorio fecundo para sembrar sus mundos posibles
    y verlos florecer.

    Los albores ceden paso a los ocasos que se
    trasmutan en linderos de una época : "donde el
    amor estaba
    contaminado por los gérmenes de la muerte pero era todo el
    amor mi
    general, donde usted mismo era apenas una visión incierta
    de unos ojos de lástima a través de los visillos
    polvorientos de un tren".
    Vertida la historia, ya los
    destinos no son inciertos, sino más bien
    laberínticos, el poder languidece frente al paso del
    tiempo, el patriarca se convierte en una figura endeble y cede
    ante el tiempo y la muerte : "en el cielo que se iba para
    siempre, las nieves eternas, la enredadera nueva cuyas
    campánulas amarillas no vería florecer el
    sábado siguiente en la casa cerrada por el duelo, los
    últimos fulgores de la vida que nunca más, por los
    siglos de los siglos, volvería a
    repetirse".

    Una ficción narrativa nos alegoriza un
    tiempo histórico sin perder oportunidad para hacer
    énfasis en lo anecdótico y centrar su
    referencialidad alrededor de un personaje que se reconoce a
    través de una jerarquía militar. Las vicisitudes de
    un personaje son el modus operandi para develar todo un sistema de
    valores
    trastocados por un sistema de sustituciones que no cesa de girar
    jamás ni se detiene con el paso del
    tiempo.

    Lo que ayer fue albores es hoy ocaso de una
    historia signada por la presencia castrense. En un movimiento
    traslatorio se evoca un período de costumbres y
    particularidades que se acumulan a otros momentos
    latinoamericanos para constituir la historia de un continente que
    todavía tiene bastante frescas las huellas de las botas y
    carretones empujados por la sed de poder. Aun se escuchan ecos
    del rugir de los sables y las voces atorrantes de los patriarcas.
    Aun es momento para apoderarse del discurso y
    reconstruir una semblanza latinoamericana alrededor del ocaso del
    poder y a través de la magia creadora y evocativa de la
    literatura.

     

    LUIS JAVIER HERNANDEZ
    CARMONA.

    CILL. "MARIO BRICEÑO
    IRAGORRY".

    UNIVERSIDAD DE
    LOS ANDES.

    NUCLEO UNIVERSITARIO
    "RAFAEL

    RANGEL".TRUJILLO.VENEZUELA

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