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Sarmiento, el periodista




Enviado por latiniando



    "La prensa no son
    tipos de plomo. Es una virtud que se exhala en
    palabras".

    INTRODUCCIÓN

    El 15 de febrero de 1811 nacía en la aldea de San
    Juan de la Frontera, Domingo Faustino Sarmiento (en realidad su
    verdadero nombre era Faustino Valentín de Quiroga, pero
    por causas que considero irrelevantes relatar, terminó por
    llamarse de esta manera). Fueron sus padres José Clemente
    Sarmiento y Paula Albarracín, que formaron un hogar
    pobrísimo, en el que nacieron quince hijos de los culaes
    sobrevivieron seis.

    Domingo Faustino Sarmiento, un niño que
    llegó a ser en el desarrollo
    extraordinario de su vida, un hombre de
    apariencias contradictorias, psicológicamente estructurado
    con antinomias poderosas. Fue a la misma vez tierno y terrible,
    pacífico y combativo, derrochador por una semana y austero
    el resto de su vida, extremadamente sensible y reidor
    estrepitoso, gran escritor esencialmente castizo que jamás
    tuvo idea clara de la sintaxis castellana, libertador y
    autoritario, tildado de loco por muchos y clamado genial por
    cultos y excelsos, insultado y bendecido, blanco de burlas
    acerbas y objeto de admiración extrema, y que en la
    escala de los
    desempeños socilaes ocupó las posiciones
    ínfima y máxima, como la de obrero "apir" en una
    mina chilena y presidente "constitucional" en la República
    Argentina.

    Supongo que se preguntarán el porqué de mi
    elección. ¿Por qué Sarmiento centrandome en
    su labor periodística? Fue una decisión bastante
    personal ya
    que me interesa mucho el periodismo. En
    realidad, me fascina todo lo que tenga que ver con los medios de
    comunicación y, por ende la expresión de ideas.
    Por eso al comenzar a leer sobre este personaje tan particular,
    pude notar que de alguna manera él también
    sentía lo mismo que yo, quizás de una forma mucho
    más profunda, pero siento que compartimos este mismo de
    deseo de expresarnos aunque nadie nos pueda escuchar, de
    compartir aunque nadie quiera recibir, de dialogar aunque nadie
    tenga tiempo para
    contestarnos. Y lo percibo en su obra, en su manera tan
    particular de escribir que demuestra que no le importa la
    estructura
    formal de sus escritos, sino expresar simplemente lo que siente
    en su corazón.
    De allí su literatura orgánica y
    característicamente humana.

    Y me apasiona ver todo lo que hizo para satisfacer esta
    necesidad inminente de expresión. Siendo conciente de que
    no todos fueron éxitos, también hubo fracasos, pero
    sirvieron de experiencia para superarse cada momento. Es
    así que de alguna manera quisiera poder llegar a
    ser somo él fue. Tesonera, sin rendirme, luchando contra
    lo que sea por lograr ese, mi objetivo que
    sé que es correcto y vale la pena.

    Con este ensayo me
    gustaría poder
    compartir aunque sea una milésima parte de este
    sentimiento con ustedes, para que nos demos cuenta de que no es
    imposibe lograr lo que nos proponemos, que nuestros sueños
    no son tan lejanos si realmente queremos y estamos dispuestos a
    sacrificarnos para alcanzarlos. Quisiera también que
    encontremos en Domingo Faustino Sarmiento esta figura, no de
    héroe, sino de ejemplo claro y práctico de que no
    hace falta tener cualidades extraordinarios ni poderes
    sobrenaturales para ser quienes queremos ser, felices con lo que
    tenemos, siempre ambicionando más dentro de las
    posibilidades.

    Voy a encarar el desarrollo de
    este ensayo
    basándome en su obra periodística
    relacionándolo, inevitablemente, con su papel de
    escritor ya que fue esta actividad la que realizó durante
    más tiempo y donde se
    vio más claramente reflejada su alma de periodista. Viendo
    cómo influyo este espíritu de comunicador en todo
    lo que hizo, no sólo relacionado al arte de las
    letras, sino también en todos los aspectos de su
    vida.

    Todo acaba en algún momento, todo tiene un final.
    Todo, menos la palabra, la palabra es inmortal.

    Bienvenidos al mundo de Domingo Faustino Sarmiento, el
    periodista…

    DESARROLLO

    Sarmiento tranformó efectivamente la prensa americana.
    Sus artículos, que conservaban el aspecto denso y la
    longitud, ahora extensiva, de los desarrollos doctrinarios, se
    componen de hechos y de ideas. La vanilocuencia del teorismo y de
    la injuria ha pasado. Queda sólo el casco repleto, en el
    tempestuoso desarbolo del buque, arrasado por los huracanes
    políticos. Aquellos artículos macizos como vigas,
    son la andamiada de la nacionalidad futura; y en ellos aletea o
    canta, al pasar la genuina poesía
    del recuerdo y de la esperanza, como una golondrina fugaz en el
    mechinal de la pared inconclusa.

    De ahí también que no sea "sueltista". Su
    concepto tiene
    demasiada trascendencia para resignarse a ese epigrama en
    prosa.

    Su literatura neológica
    y pintoresca, mal pergeñada también a veces,
    poseía una cosa superior al concepto
    rígidamente constructor de la academia: la vida, que es
    irregular pero fecunda. Añadía a esto el prestigio
    de su gran virtud comunicativa: la jovialidad, que era el reflejo
    dichoso de una salud moral
    inquerantable. El estilo de Sarmiento introdujo el
    escándalo bienhechor de la risa, marchitada por el insulso
    epigrama purista y por la solemnidad retórica. Y tanto se
    adelantaba a su tiempo aquella
    campaña por el verbo libre del ideal, que sus frutos son
    todavía escasos .

    Sarmiento, como muchos otros jóvenes de su
    partido y de su clase, había aprovechado la coyuntura; e
    insinuándose en el ánimo del gobernador,
    ciertamente accesible al orgullo local de tener en su provincia
    hombres tan instruidos, aquel grupo
    inició una serie de trabajos civilizadores. Constituyeron
    desde luego, bajo el nombre de Sociedad Literaria una
    sucursal de la Asociación de Mayo, fundada en
    Buenos Aires
    por Echeverría. Era una especie de logia romántica
    que aunaba los generosos amores de la literatura y de la libertad,
    confiriendo a la juventud
    adherente algo así como un bachillerato de civismo. Los
    jóvenes leían autores nuevos europeos,
    discutían sus doctrinas, amaban la libertad y
    argumentaban sobre bases de organización social. . Así fue como
    el 20 de julio de 1839 aparece el semanario El Zonda,
    fundado por ocurrencia de Sarmiento a no dudarlo; pues fue el
    autor de la "constitución" de aquel instituto y lo
    dirigió en compañía de dos personas de su
    familia;
    así como fue el director visible del periódico;
    en el conflicto,
    hizo que todo se hechara a perder. El semanario se caracterizaba
    por sus ataques y grandes críticas contra Juan Manuel de
    Rosas. Es por eso
    que sólo duró seis semanas: el gobernador de
    Buenos Aires
    levantó con arbitrariedad el precio de
    publicación del periódico,
    en la única imprenta existente, o sea la oficial,
    ocasionando su desaparición. En su último
    número el semanario formuló su testamento. Pero con
    su fundación, nuestro personaje ha iniciado su verdadera
    vida, pues será periodista por toda su
    existencia.

    Lo cierto es que desaparecido El Zonda, la
    sociedad
    reveló su verdadero carácter, conspirando de
    acuerdo con Brizuela, gobernador de La Rioja que se había
    entendido con los unitarios, contra el mismo Benavídez.
    Fue aquello la repercusión en San Juan, del movimiento de
    1840. Benavídez descubrió la conjuración,
    arrestó a Sarmiento que se había quedado para
    cubrir con su presencia ostensible la fuga de sus
    compañeros, y siempre afable con él, no hizo sino
    desterrarlo a Chile.

    Pasó los Andes, runiando su propia médula
    libertina y romántica, con tal urgencia de producir, que
    en menos de tres meses había publicado en Chile bajo
    seudónimo, con ocasión del aniversario de
    Chacabuco, un sonoro artículo patriótico que le
    valió el cargo de redactor en El Mercurio de
    Valparaíso, órgano de aquella publicidad, y dos
    meses después el de fundador y director de El
    Nacional
    , primer periódico
    de Santiago. Cincuenta escasos días le bastan para poner
    en movimiento y
    dominar la prensa
    trasandina.

    Por último El Censor, su postrer empresa, lo
    colocó entre los iniciadores de la más adelantada
    época del periodismo
    argentino. Median cincuenta años de tarea entre la primera
    y la última de esas hojas. Tarea de fe y de esperanza. En
    1961, durante la guerra con las
    montoneras del Chaco, sus cartas al
    presidente Mitre contienen siempre esta doble solicitud: armas para
    asegurar el orden y con él la industria y el
    comercio,
    víctimas perpetuas del saqueo gaucho; imprenta, una
    imprentita", según su diminutivo premioso y confidencial,
    para la necesaria propaganda del
    bien público. Y luego, el consabido rasgo jovial: "No me
    deje usted sin mi trompa de elefante".

    La libertad
    indispensable a ese órgano de volar que es el periódico,
    la quiere ilimitada.

    " Un sabio error de nuestra constitución, ha puesto la prensa fuera de
    la jurisdicción federal. No tiene juez competente,
    aún para sus delitos". Con
    esto Sarmiento se refiere a que según la constitución federal, no existe aquí
    el delito de
    imprenta. O en términos filosóficos: la libertad del
    pensamiento
    jamás puede constituir delito, lo
    único que se castiga es el delito
    común, cometido por medio de la prensa. Esto
    equivale, sencillamente, a inaugurar una nueva
    civilización, puesto que es lo contrario de la antigua. La
    nación debe al liberalismo
    porteño esta garantía histórica. La libertad
    ilimitada del pensamiento,
    es el signo carácterístico de la dignidad
    humana.

    Pero la desea también mesurada para que sea
    provechosa. "Sólo Sarmiento, añade, ha trabajado en
    vano para imprimirle un poco de mesura".

    Hasta 1845, actúa en Chile como
    educador, periodista y literato, sin que sus grandes labores lo
    induzcan a interrumpir por un instante su campaña contra
    la tiranía.

    Siendo presidente, los ministros le piden que no
    escriba, porque exacerba las pasiones. Y acata la
    indicación.

    "Es preciso ser honrado el que habla, y las demás
    virtudes le vienen por añadidura, si tiene dilatable el
    corazón".

    De aquel estilo fragmentario proviene su
    carscterística más saliente como autor de libros. Es el
    escritor de los trozos más selectos. Imposible encontrar
    en su inmenza obra una pieza completa. Esta peculiaridad, unida a
    su vocación de novelista, que no puede satisfacer porque
    necesita todas las letras para la gran obra de hacer país,
    determina su predilección biográfica. Las
    "vidas"constituyen una especialidad de su literatura. "Gusto, dice, de
    la biografía. Es la tela más adecuada
    para estampar las buenas ideas".

    La falta de proporción, constituye el defecto
    cerrespondiente. La urgencia es digresiva por necesidad, y
    ahí está la falla de esas páginas. Hay veces
    que una digresión, con frecuencia destinada a lapidar un
    insignificante, ocupa dos terceras partes del trozo.

    Su positivismo da
    con frecuencia en excesos materialistas, apenas atenuados por el
    interés
    novelesco, siempre poderoso en él. Por esto
    atribuía gran importancia civilizadora a la lectura de
    novelas. "Las
    novelas han
    educado a la mayoría de las naciones".

    El exceso de positivismo
    torna a veces antipática y estéril su prosa,
    convertida en charla de cura laico, o en lección de
    economía
    doméstica. Sus carillas aprovechadas hasta el fin, sin
    ningún margen eexpresan quizá aquella
    tendencia.

    Cuando se mantiene en las regiones superiores de
    la moral
    práctica, que es la
    organización positiva de la bondad, su pensamiento
    está lleno de nobleza. "Toda la historia de los progresos
    humanos, es la simple imitación del genio". Sin duda, su
    vida entera ratifica esta verdad.

    Su originalidad proviene en gran parte de su
    improvisación de periodista. Es de ocurrencias más
    que de expresión, excepto cuando describe el medio natal
    que la lleva de por sí. Inicia los temas sin
    meditación previa, y por esto mismo es inesperado. "Mis
    ideas se arrastran al comenzar el escrito, que no adquiere vigor
    sino a medida que avanza, como aquellos generales a quienes la
    batalla misma ilumina".

    La imaginación creadora que levanta palacios con
    una sola piedra, cuya vinculación trascendental en la
    estética confiere el dominio de
    elementos dispares o contradictorios para cualquier otro,
    constituyen en él, el don inventivo. Siete años
    después de haber descrito la pampa en el Facundo,
    viene recién a verla con sus propios ojos. Y la
    descripción es fidelísima. Alguna vez ha llegado a
    escribir dormido.

    Su primera gran obra fue, sin duda, Facundo.
    La novela
    biográfica se publicó en 1845 y narraba la vida de
    Juan Facundo Quiroga, el aspecto físico y hábitos
    de la República Argentina,
    también atacaba el régimen de Rosas. Se trataba
    al pricipio de un panfleto, redactado con la habitual premura, a
    hondo fuego de inspiración tan urgente, que no
    permitió esperar nilos dats pedidos a este país.
    Forzado por el calor febril,
    como una planta excesiva, aquel libro
    resultó una creación extraña, que participa
    de la historia de
    la novela, de
    la política,
    del poema y del sermón. Facundo constituye todo el
    programa de
    Sarmiento. Sus ideas literarias, su propaganda
    política,
    sus planes de educador, su concepto
    histórico, están allí. Es aquélla
    nuestra gran novela política y nuestro
    gran estudio constitucional: una obra cíclica. El primer
    escritor argentino verdaderamente digno de este
    nombre.

    Mayor vigor literato alcanzó Sarmiento en Mi
    defensa
    (1843) y Recuerdos de provincia
    (1850).

    Ésta última es el libro
    más sobrio y maduro, el mejor de Sarmiento literalmente
    hablando, son de aquella simiente. Representan con Facundo
    la tentativa lograda de hacer literatura argentina, que es
    decir patria; puesto que la patria consiste ante todo en la
    formación de un espíritu nacional cuya exterioridad
    sensible es el idioma.

    Sus numerosas traducciones de libros
    útiles, desde el texto escolar
    a la biografía predilecta, robustecen su
    concepto de la
    literatura: órganos de civilización más que
    de recreo. Aquellos actos de humildad, en escritor tan personal y
    fecundo, son pruebas de
    alta abnegación patriótica. De ahí provino
    su idea de la convención latinoamericana para la
    traducción de obras, que lo llevó en 1884, enviado
    por Julio Argentino Roca como plenipotenciario intelectual. De
    cualquier modo, a partir de 1880, tras la elección
    presidencial de Roca, Sarmiento se fue alejando de la política para
    incrementar su labor literaria.

    Así, en 1883 publicó Conflictos y
    armonías de las razas en América
    y, en 1885,
    editó su última obra: La vida de Dominguito,
    biografía
    de su hijastro (Domingo Fidel Sarmiento) que murió en el
    transcurso de la guerra contra
    Paraguay
    iniciada en 1865.

    Se trata de una necrología llena de nobles
    páginas, de poética intimidad doméstica, es
    también un tratado de pedagogía. Y precisamente cuando mezcla
    estos dos elementos, tan discordes al parecer, es cuando el
    libro resulta
    más hemoso y original.

    En los últimos años de su vida se
    dedicó a colaborar con diversos periódicos y a
    escribir sus obras. Se fue a vivir a Paraguay, cuyo
    clima
    beneficiaba su salud. Allí, en la
    capital,
    Asunción, lo sorprendió la muerte, el
    11 de septiembre de 1888.

    CONCLUSIÓN

    Sarmiento fue periodista antes de ser autor de libros,
    circunstancia cronológica que determina, como es natural,
    la formación del escritor, y con esto el examen
    crítico.

    Las cualidades y defectos más predominantes de
    aquél son rasgos de periodista. Las peculiaridades que
    producían en su prosa la impresión del estilo,
    siempre urgente. La gala literaria, resultante de un temperamento
    nativo del escritor, le viene al correr de la pluma. Por esto es
    siempre fragmentaria y comúnmente de tosco engarce. El
    positivismo es
    también su calidad
    dominante, y de aquí la escasez de metáforas. El
    periodista debe decir las cosas directamente, interesando a su
    lector con el valor
    constitutivo de las mismas. Esto excluye también el
    sistema
    filosófico y literario. Las ideas, tanto como la
    literatura del periodista, dependen de la impresión de su
    día. Son fugaces por naturaleza, como
    la hoja en que las ediata. Su lógica
    es la de los acontecimientos, no la de las ideas.

    Sarmiento subordinó sus dotes de escritor a estos
    rasgos de periodista. En otro ambiente y con
    otra misión
    habría hecho novela. Su
    memoria
    filedísima del colorido y de los detalles, su
    imaginación constructora, su nativo arte de contar,
    formaban el don característico de reproducir el paisaje y
    el hombre. La
    determinación de éste por el medio, lo hizo
    adelantarse con su literatura, a la biología, y a la
    filosofía de idéntico procedimiento. Lo
    que constituye su unidad, es la propaganda de
    la civilización, proveniente de su amor a la
    patria. Porque en Sarmiento, las letras fueron un medio y no un
    fin. Si tomó el procedimiento
    más natural y eficaz de expresar las ideas, es porque
    éstas constituyen la civilización, o mejor dicho,
    la libertad sinónima.

    Y por último, al representar en el más
    alto concepto humano
    la estética de la energía, esa vida de periodista
    que se extingue, numerosa de días útiles, sintiendo
    venir la patria grande y gloriosa, creada por su esfuerzo, con la
    poética fe que inspira al contento sembrador la abundante
    cosecha. Vida toda espíritu, que fue volcán para
    labrarse cumbre, y luego amansada, quería comunicar su
    fuego al mundo entero. Vida ejemplar que demuestra cómo la
    superioridad del espíritu es realmente el máximo
    valor humano,
    y enseña a la "generación de sibaritas y especieros
    enriquecidos", según tal apóstrofe suyo que
    dijérase evangélico, cómo la hoja de
    papel animada
    por la palabra, puede transformarse en hoja de acero laboriosa y
    vengadora, para ejecutar tiranos, hacer civilización,
    fundar naciones.

    No voy a esperar que sientan esta misma pasión
    que creo que tengo en común con este señor que
    alguna vez hizo historia. Pero al menos
    tengo la pequeñita ilusión de que transporten a sus
    vidas y a sus propios intereses este ejemplo de vida de
    sacrificios voluntariosos para lograr lo que muchos creyeron
    imposible y ni siquiera se animaron a probar. Quiero que
    rescatemos de esto que más allá de si todo lo que
    hizo fueron éxitos o no, considero que lo que más
    vale es que nuestro amigo, se jugó, sabiendo que
    podía perder. Todo por un sueño.

    Realizado por:

    Ma. Florencia Masoni

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