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Disolución del Sujeto en Descartes




Enviado por interreg



    Introducción

    En este trabajo nos hemos propuesto analizar el
    sujeto humano en la filosofía de Descartes. Nos
    interesa introducirnos en la cuestión de si este sujeto se
    constituye o disuelve en dicha
    filosofía.

    Según "el método" el
    filósofo de La Fleche nos conduce a la existencia de la
    "res pensante" y la "res extensa". Tomando como fondo la
    noción de sustancia de Aristóteles, de quien Descartes es
    deudor a través de la Escolástica, parece que ya no
    se podrá constituir el sujeto como una unidad sustancial
    de cuerpo y alma, este será el problemas de
    la filosofía en los siglos siguientes, aunque no
    incursionaremos en ellos.

    En esta tarea quedará manifiesta otra
    cuestión en la que se discute la evidencia del ego
    como "sustancia pensante" que permanece en el tiempo más
    allá del momento de la "intuición
    inicial".

    Nos hemos apoyado en las obras de Descartes
    indicadas por la cátedra y bibliografía de apoyo
    para lo que hemos escogido básicamente las "Meditaciones
    cartesianas" de Husserl y "La unidad de la experiencia
    filosófica" de Etienne Gilson alentados, en este caso, por
    el mismo Husserl* .

    1.El método.

    Toda la filosofía de Descartes
    está contenida en esta decisión inicial: encontrar
    un conocimiento
    que pueda resistir la prueba decisiva del escepticismo universal,
    que sirva de certeza firme. El
    conocimiento matemático es el único digno de
    tal nombre.

    (…)"el método
    que enseña a seguir el verdadero orden y a enumerar
    exactamente todas las circunstancias de lo que se busca,
    contiene todo lo que da su certidumbre a las reglas de la
    aritmética."

    El "Cogito, ergo sum" es el primer
    principio de tal filosofía, pero fue la entrega de su
    autor a la evidencia matemática
    lo que le condujo a él.

    Su natural afición por la matemática
    le llevó al problema de un método
    universal en Geometría,
    el cual esperaba todavía solución. Así
    descubrió lo que hoy conocemos como geometría
    analítica. Plenamente convencido de que había
    completado virtualmente la Geometría
    al haberla combinado con el álgebra,
    procedió en el acto a otra generalización
    todavía más audaz. Los problemas de
    todas las ciencias
    serían solucionados por el mismo método en
    cuanto que o eran problemas
    matemáticos o podían ser tratados
    matemáticamente. Las ciencias
    modelo
    debían ser en adelante la Aritmética y la Geometría.

    Del "Discurso del
    Método" se deduce que el descubrimiento de la geometría
    analítica dio a Descartes el
    norte que iba a guiarle siempre. Había combinado con
    éxito el análisis de los antiguos con el álgebra de
    los modernos; el próximo paso tenía que ser
    naturalmente la combinación de ambos con la Lógica.
    El resultado fue el método cartesiano.

    Para extender la certeza matemática
    a todas las ciencias
    universalizando el método debía transformarlo.
    Así fue como sustituyó las líneas y figuras
    geométricas por signos algebraicos, pero los signos
    algebraicos no siempre sirven en Física, menos en
    Medicina, en
    Biología o
    en Etica; nunca en Metafísica. Por eso, su autor se vio
    forzado a conservar de su método matemático
    solamente lo que podía aplicarse a todos los problemas
    posibles. Puesto que había acertado al eliminar las
    figuras de la Geometría, se sintió inclinado a
    creer que también se debería eliminar de las
    Matemáticas la cantidad. Ahora bien, si
    había que prescindir de la cantidad, había que
    separar del cuadro también los signos algebraicos que la
    expresan. O sea que del razonamiento matemático
    sólo debían quedar el orden y la medida donde se
    tratase de materia, y
    únicamente el orden donde no se tratase de objetos
    materiales.

    (…)"me pareció finalmente claro referir
    a la matemática todo aquello en que solamente
    se examina el orden y la medida, sin considerar si esta medida
    hay que buscarla en los números, las figuras, los
    astros, los sonidos o cualquier otro objeto. De ello resulta
    que tiene que haber una ciencia
    general que explique todo lo que se puede investigar respecto
    del orden y la medida, sin aplicarlos a una materia
    especial: esta ciencia se
    designa (…) mediante el nombre ya antiguo y recibido por el
    uso de matemática
    universal(…)"

    Pero al quitarle a las Matemáticas su objeto propio, esta se
    convierte en una ciencia sobre
    las relaciones de orden entre todos los posibles objetos y esto
    ya es Lógica.
    Se puede calificar de matemática a toda ordenación
    lógica
    de nociones más o menos confusas, pero lo que con eso se
    logra es hacer a la matemática arbitraria en sus
    resultados, en lugar de hacer matemáticamente evidente los
    resultados de otro tipo de conocimiento.

    Para hacer a todos los objetos del conocimiento
    filosófico lo más similares que fuese posible a los
    de las matemáticas, Descartes, redujo su
    número a tres: el pensamiento,
    la extensión y Dios.

    2. El mundo en dudas.

    2.1 Descalificación de la experiencia
    sensible.

    La nueva filosofía, como la
    matemática, había de ir de las ideas a las cosas y
    no de las cosas a las ideas

    "No es una objeción decir que la idea del
    triángulo procede quizá de las cosas externas
    mediante los órganos de los sentidos,
    por haber yo visto varias veces cuerpos con forma triangular,
    ya que puedo en efecto imaginar otras innumerables figuras en
    las que no puede caber la sospecha de que me hayan venido por
    los sentidos, y
    demostrar, sin embargo, sus varias propiedades del mismo modo
    que en el triángulo: todas las cuales son ciertas, dado
    que las conozco claramente, y por lo tanto son algo, y no
    meramente nada, puesto que es evidente que todo aquello que es
    verdadero es algo, y ya he demostrado que todo lo que conozco
    definitivamente es verdadero."

    Descartes debía construir el mundo con el
    único material que disponía: las ideas claras y
    distintas. Para ello debía despejar el panorama de todo lo
    que no aparece con las características de los conceptos
    matemáticos.

    Para Descartes, el experimento del pedazo de cera
    es un símbolo claro del carácter fugaz de las
    propiedades materiales.
    Ninguno de los aspectos de conjunto, ninguna de las sensaciones
    inmediatas son permanentes. Basta aproximar el pedazo de cera al
    fuego para que su consistencia, su forma, su color, su
    suntuosidad, su olor, vacilen y se transformen. Este experimento
    prueba según Descartes la vaguedad de las cualidades
    objetivas. Es una escuela de duda.
    Tiende a alejar al espíritu del conocimiento
    experimental de los cuerpos que son más difíciles
    de conocer que el alma.

    "En efecto, no admito que exista otra cosa en
    mí a excepción de la mente. ¿Qué
    diré yo, por tanto, que creo percibir con tanta claridad
    esa cera? ¿Es que no me conozco a mí mismo no
    sólo con mucha más certeza y verdad sino
    también más definida y evidentemente? Pues si
    juzgo que la cera existe a partir del hecho de que la veo,
    mucho más evidente será que yo existo a partir
    del mismo hecho de que la veo."

    Si el entendimiento no encontrase en él
    mismo, la ciencia de
    lo extenso, toda la sustancia del pedazo de cera se
    desvanecería con los ensueños de la
    imaginación.

    (…)"conociendo que los mismos cuerpos no son
    percibidos en propiedad
    por los sentidos o
    por la facultad de imaginar, sino tan sólo por el
    intelecto, y que no son percibidos por el hecho de ser tocados
    o vistos, sino tan sólo porque los concebimos, me doy
    clara cuenta de que nada absolutamente puede ser conocido con
    mayor facilidad y evidencia que mi
    mente"(…)

    A partir de este momento, Descartes deberá
    orientar todo su sistema a evitar
    caer en un solipsismo.

    Según estas consideraciones no
    habría más conocimiento
    claro y distinto que el cogito fugaz de un pensamiento
    sin duración. Al no someternos a la lección de la
    experiencia, nos condenamos a no ver que el carácter
    móvil de la observación objetiva se refleja de
    inmediato en una movilidad paralela de la experiencia subjetiva.
    Si la cera cambia, yo cambio;
    cambio con mi
    sensación que es el momento que la pienso, y según
    nuestro modo de ver, Descartes no logra demostrar lo
    contrario.

    En síntesis, hecha la crítica al
    conocimiento sensible, el verdadero conocimiento es el necesario
    y universal, el que se logra con la sola razón, sin
    recurso a la experiencia ni a los sentidos. No
    se podrá ya restituir el carácter orgánico,
    y por tanto entero y completo del fenómeno que se obtiene
    por el papel
    coordinador del pensamiento
    unido a la experiencia.

    2.2 La razón en problemas.

    Una de las características de la duda cartesiana es el
    de ser hiperbólica de modo tal que llegará al
    fundamento mismo de la razón

    (…)"puesto que hay hombres que yerran al
    razonar, aún acerca de los más simples asuntos de
    geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo
    estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y
    rechacé como falsas todas las razones que anteriormente
    había tenido por demostrativas"

    Este argumento atañe propiamente a la
    percepción sensible como a los
    "razonamientos", a los "procesos"
    discursivos de nuestro pensamiento,
    pero no a los "principios"
    mismos del conocimiento racional que son conocidos
    intuitivamente, sin que nuestro pensamiento
    discurra, de modo inmediato, por simple "inspección del
    espíritu". Por esta razón, y según el
    hiperbolismo de la duda, Descartes propone el argumento del
    "genio maligno" a partir de cuya aplicación recién
    podrá comenzar la reconstrucción del mundo para la
    que será preciso eliminar por completo esta hipótesis e intentará hacerlo
    apoyándose en la demostración de la existencia de
    Dios.

    2.3 La certeza del
    "cogito".

    Cuando la duda cartesiana, por su característica de hiperbólica, llega
    al extremo, se convierte en su opuesto, en conocimiento
    absolutamente cierto:

    "Pero advertí luego, que queriendo yo
    pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo,
    que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta
    verdad: "yo pienso, luego soy", era tan firme y segura que las
    más extravagantes suposiciones de los escépticos
    no son capaces de conmoverla, juzgué que podía
    recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la
    filosofía que andaba buscando"

    De modo que la afirmación "cogito, ergo
    sum"
    , no puede ser puesta en duda. Nos encontramos
    aquí con una verdad absoluta, absolutamente cierta,
    absolutamente indubitable, que es lo que Descartes necesitaba
    para fundamento de su sistema. El
    cogito constituye el "primer principio" de la
    filosofía: primero desde el punto de vista
    gnoseológico y metodológico, en la medida en que
    constituye el primer conocimiento seguro, el
    fundamento de cualquier otra verdad y el punto primero
    también desde el punto de vista ontológico, porque
    me pone en presencia del primer ente indudablemente existente
    – que soy yo mismo en tanto pienso.

    Este era indudablemente el principio primero,
    porque podía conocerse sin conocer otro, mientras que
    ningún otro podía conocerse sin conocer
    éste: sea cual sea el éxito de mi conocimiento,
    pienso; luego, en todo caso, existo. Era, además, el tipo
    perfecto del conocimiento claro y evidente, porque ponerlo en
    duda era a la vez demostrarlo: si dudo de que existo, pienso;
    luego existo.

    3. La sustancia.

    3.1 La "cosa" pensante .

    Podemos dudar de todo menos de que, en tanto
    pienso, soy. Lo se solamente porque se que estoy pensando. Si me
    hago esta pregunta: ¿qué soy yo?, la única
    respuesta legítima será "una cosa que
    piensa".

    "Examiné después atentamente lo
    que yo era, y viendo que podía fingir que no
    tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar
    alguno en el que yo me encontrase, pero que no podía
    fingir por ello que yo no fuese, (…) conocí por ello
    que yo era una sustancia cuya esencia o naturaleza toda
    es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno, ni
    depende de cosa alguna material; de suerte que este yo, es
    decir, el alma por la cual yo soy lo que soy, es enteramente
    distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer
    que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no
    dejaría de ser cuanto es."

    Según Descartes, entonces, yo soy una
    substancia o cosa pensante (res cogitans), vale decir, una
    cosa cuya propiedad
    fundamental, esencial, definitoria, consiste en pensar, lo que
    para él es casi sinónimo de toda actividad
    psíquica consciente.

    "¿Qué es una cosa que piensa? Es
    una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no
    quiere y también, imagina y siente"

    En este punto nos remitimos al análisis de Husserl realiza a la primera de
    las meditaciones cartesianas aún corriendo el riesgo de que la
    cita al resulte un poco extensa:

    "Si retengo puramente lo que cae bajo mi mirada
    de sujeto que medita por obra de una libre practicada con
    respecto a la realidad del mundo de la experiencia, se da el
    significativo hecho de que yo y mi vida quedamos intactos en
    nuestro valor de
    realidad, como quiera que sea de la existencia e inexistencia
    del mundo, como quiera que yo me pronuncie acerca de ella. Este
    yo que me queda necesariamente en virtud de semejante y su vida
    de yo, no es un trozo del mundo, y cuando digo que yo existo,
    ego cogito, esto ya no significa que existo yo, este ser
    humano. Yo no soy ya el ser humano que se encuentra a sí
    mismo en la experiencia natural del yo, ni el ser humano que se
    encuentra con su propia y pura mens sive intellectus sive
    animus
    al estrecharse en abstracto a los puros contenidos
    de la experiencia "interior" o puramente psicológica del
    yo. Apercibidos de este "modo natural", somos yo y todos los
    demás hombres temas de las ciencias
    positivas u objetivas en el sentido corriente: de la biología, la
    antropología, y como incluida en ellas,
    también de la psicología. La vida
    psíquica de que habla la psicología ha sido
    entendida en todo tiempo, y sigue
    siéndolo, como vida psíquica en el mundo. Esto
    también vale, como es patente, para la propia, la que se
    aprehende y considera la pura experiencia interior. Para
    mí, el yo que medita, el yo que encontrándose y
    permaneciendo en la se pone a sí mismo exclusivamente
    como fundamento del valor de
    todos los fundamentos y valores
    objetivos,
    no hay, pues, ni yo psicológico, ni fenómenos
    psíquicos en el sentido de la psicología, esto,
    es como partes integrantes de seres psicofísicos
    humanos."

    La idea de cuerpo no está en modo alguno
    contenida en la idea clara de pensamiento, debemos excluirla de
    él si se pretende una idea distinta.

    Si convenimos en afirmar y negar de las cosas
    mismas todo lo que puede afirmarse o negarse de sus ideas claras
    y distintas, decir que la idea de alma no implica nada que
    pertenezca al cuerpo es lo mismo que decir que el alma es
    realmente distinta del cuerpo. Mi ser es el una sustancia
    pensante finita. Así se nos ha perdido de vista el ser
    psicofísico como unidad
    ontológica.

    3.2 La sustancia
    corpórea.

    Junto a la sustancia pensante encontramos la
    res extensa, que así se la llama porque su
    carácter esencial es la extensión, el ocupar lugar.
    La extensión es el único aspecto del mundo exterior
    que se me ofrece con claridad y
    distinción.

    "Advierto además ciertas otras
    facultades, como la de cambiar de lugar, adquirir varias
    figuras, etc., que no pueden ser concebidas (…) sin alguna
    substancia en donde existan, ni por lo tanto existir sin ella;
    pero es manifiesto que estas facultades, puesto que existen,
    deben existir en una substancia corpórea o extensa, no
    inteligente, porque está incluido en su concepto claro
    y preciso una cierta extensión, pero de ningún
    modo una intelección."

    Extensión equivale a corporeidad, a
    materia. De
    modo que para Descartes coinciden materia y
    extensión y con ello pasa a ser uno de los iniciadores de
    la física
    moderna.

    Las sustancias se excluyen entre sí tan
    radicalmente como nuestras ideas de ellas. De mi cuerpo no tengo
    conocimiento directo, sino indirecto, a través de mis
    vivencias – sensaciones, dolores, etc.-, que no son nada
    corporal, sino "pensamientos" en el sentido de Descartes, es
    decir, modos de la substancia pensante, sus estados o
    manifestaciones. La existencia de mi alma o "yo" (el cogito) es
    absolutamente indubitable. Saber que "yo soy tal" es tener una
    idea clara de mi mismo como cosa que piensa, pero tener de ello
    una idea distinta es diferente.

    (…)"sin embargo, me parece que veo, que oigo y
    que siento, lo cual no puede ser falso, y es lo que se llama en
    mí propiamente sentir; y esto, tomado en un sentido
    estricto, no es otra cosa que pensar."

    Las sustancias se excluyen entre sí tan
    radicalmente como nuestras ideas de ellas. Como el alma es
    sólo pensamiento, así el cuerpo es sólo
    extensión en el espacio según tres
    dimensiones.

    3.3 De la sustancia a la
    consciencia.

    Aquí estamos de frente a un problema, el
    que nos parece consecuencia irremediable del método
    aplicado y que sintetizamos así: si se concede que la
    mente es puro pensamiento, resulta claro que no puede dejar de
    pensar sin dejar de ser. Una cosa que consiste en pensar, o
    piensa, y, entonces, existe, o no piensa y tampoco
    existe.

    "Yo soy, yo existo": es manifiesto. Pero
    ¿por cuánto tiempo? Sin
    Duda, en tanto que pienso, puesto que aún podría
    suceder, si dejase de pensar, que dejase de existir en
    absoluto."

    De aquí una nueva consecuencia que
    Descartes mantuvo siempre, frente a toda objeción, como
    ligada con el conjunto del sistema: la mente
    está siempre pensando. Si no lo sentimos así, nos
    equivocamos, puesto que ello se sigue de la idea clara de mente y
    de su misma definición.

    Descartes tiene una confianza secreta en la
    realidad del alma como sustancia. Deslumbrado por la luz
    instantánea del cogito, no pone en duda la
    permanencia del "yo" que forma el sujeto del "yo pienso".
    ¿Por qué es el mismo ser el que siente la cera dura
    y la cera blanda cuando no es la misma cera la que es sentida en
    dos experiencias diferentes?. Si él "cogito" fuera
    traducido al pasivo en un "cogitatur ergo est" el sujeto
    activo se evaporaría con la inconstancia y la vaguedad de
    las impresiones.

    Pero, ¿qué significa, visto
    más de cerca, este concepto de
    sustancia o cosa?. La sustancia no es lo mismo que sus
    propiedades, estas son sus accidentes, de
    manera tal que pueden cambiar sin que la sustancia cambie. Algo
    semejante ocurre con la sustancia que soy yo, con mi alma. Los
    estados psíquicos (pensamientos en la terminología
    cartesiana) que ahora tengo, son diferentes de los que
    tenía ayer y son también diferentes de los que
    tendré mañana, pero, sin embargo, a pesar de tales
    cambios, sigo siendo el mismo yo, vale decir, la misma substancia
    a través de todos estos cambios. De otra manera, parece,
    no podría hablarse de mi identidad a
    través del tiempo. Hasta
    aquí el razonamiento cartesiano parece correcto, pero no
    llega a demostrar, a nuestro parecer, la identidad del
    "ego" como unidad de sustancia a través de los
    "pensamientos" en el tiempo.
    Recordemos que toda experiencia sensible ha quedado invalidada
    por la duda y también quedó problematizada la
    razón que deberá fundamentarse en la existencia de
    Dios. De tal modo que la intuición intelectual, el saber
    racional, ha quedado desautorizado para permitirnos otro juicio
    que no sea "pienso, luego existí en el instante que ha
    finalizado".

    Será necesario sostener que hay como una
    corriente continua de consciencia (cogitatio) que nos es
    desapercibida y que parece que Descartes acepta en su respuesta a
    las quintas objeciones.

    "Decís que os preocupa saber si creo que
    el alma piensa siempre. Pues ¿por qué no ha de
    pensar, siendo una sustancia que piensa?. ¿ Qué
    tiene de extraño que no nos acordemos de los
    pensamientos que hemos tenido en el vientre de nuestras madres,
    o durante un letargo, etc., si no nos acordamos siquiera de
    muchos pensamiento que sabemos que hemos tenido siendo adultos
    y estando sanos y despiertos, a causa de que para recordar los
    pensamientos que el espíritu concibe mientras
    está unido al cuerpo, es necesario que queden impresos
    en el cerebro algunos
    vestigios de ellos, hacia los cuales ha de volverse el
    espíritu, fijando su pensamiento en ellos para llegar a
    acordarse

    Descartes es deudor de la concepción
    tradicional de que el alma existe y es una
    substancia.

    "Por desgracia, esto es lo que pasa en
    Descartes. Lo que pasa con el giro al parecer insignificante,
    pero fatal, que hace del ego la substantia
    cogitans
    , la humana mens sive animus separado, y el
    punto de partida de inferencias hechas con arreglo al principio
    de causalidad, en suma, el giro por virtud del cual se
    convirtió en el padre de ese contrasentido que es (
    aunque aquí todavía no puede resultar visible) el
    realismo
    trascendental."

    Pero aquí tropezamos con una dificultad, la
    sustancia, según la concepción tradicional, es
    intuida por el intelecto a partir de los datos de los sentidos, y
    estos, según el "método", han quedado descalificado
    para darnos un conocimiento cierto. Sólo nos queda la
    intuición fundamental (pienso, existo), y a nuestro
    parecer esta intuición por si sola no puede darnos una
    certeza que dure más tiempo que el pensamiento actual,
    pues no se puede pensar el "yo" sino existiendo, ni lo que viene
    a ser lo mismo, puede existir el yo sino
    pensando.

    De allí que Descartes debió sostener
    que el alma tiene que estar forzosamente siempre pensando; Pero
    no tenemos certeza de que el alma está siempre pensando,
    por lo menos, con el tipo de certeza que exige "el
    método".

    Muchos hombres no sueñan al dormir.
    ¿Diremos que entonces piensan, pero no son capaces de
    recordar luego sus pensamientos?. Pero si no recuerdan,
    ¿Cómo podría demostrarse que piensan?. No es
    evidente que el alma sea mera sustancia pensante radicalmente
    distinta como tal de un cuerpo que es pura
    extensión.

    Aquí se presentan desde otra perspectivas
    las consecuencias del matematicismo cartesiano. Partiendo de la
    disección de toda realidad concreta en tantas cosas
    separadas como ideas distintas haya, la unidad sustancial del
    hombre se
    desintegra en dos sustancias realmente distintas; mente y cuerpo.
    Si ahora que no se ha podido demostrar que hay una mente
    separada, ya será imposible probarlo de cualquier otro
    modo. Ya no se puede apelar a lo que va con el cuerpo para probar
    que hay una mente; así podrá demostrarse la
    existencia de un alma, pero no la de una mente. Puesto que no
    puede establecerse su existencia ni matemática ni
    empíricamente.

    "En relación con esto, diremos que
    tampoco se puede en manera alguna admitir sencillamente que con
    nuestro ego puro apodíctico hayamos salvado un
    pequeño rincón del mundo, que sería para
    el yo que filosofa lo único cuestionable del mundo, y
    que ahora sólo se trate de franquearse el resto del
    mundo, por medio de inferencias bien dirigidas, con arreglo a
    los principios
    innatos al ego."

    4. El recurso a Dios.

    Es importantísimo el papel que
    desempeña en el sistema
    cartesiano la idea de sustancia. La sustancia pensante infinita,
    Dios, es la garantía de validez para el
    conocimiento claro y distinto.

    Ahora bien, Dios, que es una substancia pensante
    infinita y es perfecto, no puede ser engañador – por el
    contrario es eminentemente veraz -, si nos ha hecho con nuestra
    razón y las ideas innatas, esto quiere decir que esta
    razón y estas ideas son instrumentos válidos para
    el
    conocimiento. De manera que la veracidad de Dios es la
    garantía y fundamento de la verdad del conocimiento
    evidente, claro y distinto

    Se ve entonces porque Dios no ocupa un lugar
    accesorio en el sistema
    cartesiano, sino que representa un gozne fundamental del mismo;
    porque significa el único camino posible para soslayar la
    hipótesis del genio
    maligno.

    "No se puede afirmar que quizás esta idea
    de Dios sea materialmente falsa, y que por lo tanto pueda
    existir de la nada… Muy al contrario, siendo absolutamente
    clara y definida y conteniendo más realidad objetiva que
    ninguna otra, no hay ninguna idea más verdadera por
    sí, ni en la que se encuentre menor sospecha de
    falsedad. Esta idea, repito, de un ente totalmente perfecto e
    infinito es absolutamente cierta; puesto que, aunque
    quizá se pueda pensar que no exista un ser así,
    no se puede pensar, sin embargo, que su idea no me muestre nada
    real…"

    Si no demostrara la existencia de Dios no
    podríamos tener ningún conocimiento cierto fuera
    del conocimiento del cogito y caeríamos
    definitivamente presos del solipsismo

    "Es también (la idea) por completo clara
    y definida, ya que todo lo que percibo clara y definidamente
    que es real y verdadero y que encierra alguna
    perfección, está contenido en su totalidad en
    esta idea."

    De manera que el único modo de avanzar
    más allá del "yo pienso" reside en la
    demostración de la existencia de un Ser Perfecto, que no
    nos engaña y que nos garantiza el valor de todo
    conocimiento claro y distinto.

    "Por tanto, paréceme poder
    establecer como una regla general que todo lo que percibo muy
    clara y determinadamente es verdadero"

    En la demostración de la existencia de Dios
    a partir de la idea de un ente perfecto y por lo tanto
    necesariamente existente, puede objetarse que hay un circulo
    vicioso: se muestra la
    existencia de Dios mediante un argumento que vale porque es
    evidente, de un lado; y por el otro se sostiene que el
    conocimiento evidente es verdadero porque Dios lo garantiza.
    Pero aún cuando el argumento salvara la corrección
    de la forma, en la práctica no nos parece que Dios
    garantice la verdad de la evidencia.

    Se trata de deducciones geométricas, no
    estamos tanto deduciendo como percibiendo intuiciones dentro de
    otras intuiciones; si el mismo acto de dudar implica la
    noción de perfección, que es idéntica con la
    noción de Dios, hay el mismo derecho para decir: "Dudo,
    luego existe Dios", como para decir "Dudo, luego
    existo".

    Se comprende ahora en que sentido decía
    Descartes que

    (…)"en el mismo grado de certeza
    debería estar en mí al menos la existencia de
    Dios que lo estuvieron hasta ahora las verdades matemáticas"

    Es más cierto que una verdad
    matemática, porque si no conociese a Dios como ser
    perfecto, no podría estar seguro de que mi
    Creador no está engañándome
    sistemáticamente lo mismo en matemáticas que en todo lo
    demás.

    5. El mundo externo.

    Es claro que la existencia de Dios me es mejor
    conocida que la existencia del mundo externo, sé que
    existe Dios y, sin embargo, no sé si existe o no un mundo
    externo.

    Esto también necesitaba ser demostrado y no
    podía serlo en la primera etapa de la deducción.
    Primero la mente, Dios después y ahora el mundo externo:
    ése era el orden. Descartes creía en la existencia
    de la materia. Pero
    ahora, se sabría lo que antes se
    creía.

    Dado que él era hasta ahora una mente,
    debía partir únicamente de una idea. La idea que
    debía ser ensayada primeramente era la de materia.
    ¿Pero qué es materia?.

    En sí misma, esto es, como idea clara y
    distinta, la materia es pura extensión en el espacio
    según tres dimensiones. Pero por bien que se examine
    esta idea, no se puede encontrar en ella nada de lo cual se
    pueda deducir la existencia de su objeto. A diferencia de la
    idea de Dios, no representa nada tan perfecto que yo no pueda
    ser la causa de mi idea de ello. ¿Por qué un
    entendimiento no podría formar la noción de
    materia, aunque no hubiese una materia actualmente existente?
    Tendremos, pues, que probar con otra idea."

    5.1 La invalidez de la
    imaginación.

    Además de la idea de materia, Descartes
    podía encontrar en su mente otra representación del
    mismo objeto sobre el que dudaba, pero no debido a la
    razón, sino a la imaginación. En efecto, de los
    cuerpos extensos no tenemos sólo una noción
    abstracta; también podemos imaginarlos en nosotros mismos,
    tal como hacemos con el círculo o el triángulo.
    Pero aquí no hay nada en el entendimiento tomado como
    entendimiento, que explique por que se tiene su imagen. De
    acuerdo con la naturaleza del
    entendimiento no debía haber imágenes,
    sino solamente ideas. Es, por tanto, muy probable que existan los
    cuerpos; pero, con todo, no tenemos una demostración de su
    existencia.

    (…)"conjeturo con probabilidad
    que el cuerpo existe; pero tan sólo con probabilidad,
    y, aunque lo examine todo con diligencia, no veo todavía
    que de la clara idea de la naturaleza
    corpórea que existe en mi imaginación se pueda
    tomar alguna prueba que concluya necesariamente que existe
    algún cuerpo."

    Es verdad que la idea de las naturalezas
    corporales que encuentro en mi imaginación es una idea
    distinta. No obstante, si es una idea distinta de algo que, a
    diferencia de Dios, es a lo más igual, pero más
    bien inferior en perfección al entendimiento,
    ¿cómo podríamos deducir de la presencia en
    el entendimiento de su idea la existencia actual de su
    objeto?

    5.2 La sensación: confusa y
    oscura.

    Solo nos queda ahora exponer cómo tampoco
    son las sensaciones las que nos pueden dar la certeza que
    buscamos. Las sensaciones, como las ideas e imágenes,
    se hallan dentro del entendimiento, y por esto podemos usarlas
    como punto de partida, pero son muy diversas de nuestros
    restantes pensamientos, lo mismo por su contenido que por su
    origen. Ante todo, son representaciones confusas de algunas
    cualidades que no tienen una idea distinta
    correspondiente.

    Una mente es una cosa que piensa, no una cosa
    que siente, como tal, puede formar ideas claras y distintas,
    como, por ejemplo, la idea de extensión, pero no puede
    formar sensaciones como dolor y agrado, olor, gusto, que no
    pueden ser medidas ni numeradas, ni pueden constituir objetos
    propios de una ciencia
    exacta. Además, la mente no forma sensaciones a
    capricho, como hace con las ideas y aún con las imágenes; las sensaciones le llegan al
    entendimiento por los caminos más varios e inesperados,
    como si fuesen causadas por algo exterior a la
    mente.

    La mente no sólo supone, sino que
    experimenta actualmente su unión con algo exterior a su
    propia naturaleza, es
    decir, con un cuerpo, mediante el cual se relaciona con los
    demás cuerpos pero estas experiencias tampoco tienen en el
    sistema valor de
    verdad definitiva.

    De este modo, al cerrarse el camino de las
    sensaciones para la percepción
    del "yo" como sustancia única en el tiempo, solo queda
    explicarlo todo desde Dios.

    Podríamos sentir temor en ser
    engañados en nuestra conclusión, si no
    supiésemos que la existencia de Dios, demostrada del modo
    expuesto, implica la existencia de un ente absolutamente perfecto
    que no puede permitir que nos engañemos. Ahora bien: nos
    engañaría si, teniendo nosotros una
    inclinación natural a creer en la existencia del mundo y
    en la justificación racional de esta creencia, resultase
    que el mundo no existe.

    CONCLUSIÓN

    Entendimiento y materia, lejos de conformar una
    unidad sustancial son dos sustancias completamente
    distintas.

    La conexión entre ambas, no podía
    fundarse en las mismas dos sustancias, dado que por
    definición se excluyen mutuamente. La unidad de ambas no
    pasará más allá de una unidad
    accidental.

    Fuera de ellas hay sólo otra: Dios. Por
    tanto, de Dios debía proceder la fuerza
    desconocida que une la mente a la materia. Sin la existencia de
    Dios no hay ningún conocimiento cierto fuera del
    conocimiento del cogito, la vida psíquica ya no puede ser
    entendida como vida psíquica en el mundo (Husserl) y no
    nos parece que nos hayamos librado de la caída en el
    solipsismo.

    El "yo" puede intuirse, pero a nosotros,
    después de las restricciones impuestas por el
    método, no se nos hace evidente, que la experiencia del
    "cogito" garantice la permanencia del sujeto.

    En definitiva el sistema cartesiano no logra
    sacarnos de la situación que tan bien describiera su autor
    al comienzo de la segunda meditación
    metafísica

    … "como si hubiera caído en una
    profunda vorágine, estoy tan turbado que no puedo ni
    poner pie en lo más hondo ni nadar en la
    superficie."

    BIBLIOGRAFÍA

    • Ferrater Mora, José. "Diccionario
      de Filosofía". Madrid. Alianza. 1979.
    • Descartes, René. "Discurso del
      Método, Reglas para la Dirección de la Mente". Prol. Antonio
      Rodriguez Huescar. Buenos Aires.
      Hyspamérica.1984.
    • Descartes, René. "Meditaciones
      Metafísicas, Las pasiones del Alma". Buenos
      Aires.Hispamérica.1984.
    • Descartes, René. "Obras
      filosóficas". Introd. Etinne Gilson. Versión
      española de Manuel de la Revilla. El Ateneo, Buenos aires.
      1945.
    • Carpio, Adolfo. "Principios de
      filosofía", una introducción a su
      problemática. Glauco. Buenos
      Aires.1995.
    • Maritain, Jaques. "Tres reformadores", Lutero,
      Descartes, Rousseau.
      Trad. prol. y notas de Rafael Pividal (H). Buenos Aires.
      Santa Catalina. 1945.
    • Husserl, Edmund. "Meditaciones Cartesianas"
      .Prol. José Gaos. Fondo de Cultura
      Económica. México. 1996.
    • Gilson, Etienne. "La Unidad de la Experiencia
      Filosófica". Rialp, S.A.. 2ª ed.
      Madrid.1.966.

     

     

    Autor:

    Mario Bonabotta

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