Indice
1. El
castellano. Origen y evolucion
2. El Latín, nuestro
idioma.
3. El nacimiento del
romance.
4. Del Castellano al
Español.
1. El castellano.
Origen y evolucion
Lenguas primitivas de la Península.-
Los primeros habitantes de la península Ibérica de
los que se tiene noticia, pueblos de diversas procedencias,
hablaron lenguas también diversas -célticas,
ligures, ibéricas, etc.-; pero el
conocimiento que tenemos de ellas es muy escaso y confuso. En
algunas zonas del Sur de Levante, donde los fenicios (desde el
s.XI a. C.) y los griegos (desde el VII a.C.) funadaron una serie
de colonias, fueron habladas las lenguas de estos pueblos.
En el s.VII a.C. un nuevo pueblo fenicio, el de la ciudad de
Cartago (en el Norte de Africa), tras
establecer una colonia en la isla de Ibiza, inició una
larga dominación en el Sur de la Península. Esta
dominación, cuando los cartagineses lucharon contra los
romanos y fueron vencidos por ellos, trajo como consecuencia un
acontecimiento de importancia fundamental para la futura nación
española: la presencia, en el suelo
ibérico, del pueblo, la cultura y la
lengua de
Roma.
La Península Ibérica fue romana desde finales del
s. II a.C. hasta los comienzos del V a.C. Tan honda fue la huella
que en esta tierra
dejó la civilización romana, que no sólo
quedó casi totalmente olvidado lo anterior, sino que
quedó definitivamente marcado por ella todo lo que vino
después.
De todas las lenguas que existían el la Península
antes de la dominación romana -y que por ello llamamos
prerromanas- sólo una quedó en pie y ha llegado
viva hasta nuestras días: el euskera.
El vascuence no ha dejado de influir algo sobre la lengua
castellana. Algunos rasgos fonéticos y algunos elementos
morfológicos de ésta parecen ser de origen vasco;
en el vocabulario se señalan algunos vasquismos.
También de las lenguas desaparecidas han quedado reliquias
aisladas dentro del vocabulario español.
Algunas de las palabras que se suelen citar como vasquismos
pudieran proceder realmente de esas lenguas de donde pasaran
juntamente al euskera y al castellano.
Donde más abundante es el recuerdo de aquellas viejas
lenguas es en los nombres fósiles de la geografía.
También infinidad de comarcas y regiones han conservado a
través de más de dos mil años los nombres
que ya tenían cuando empezó a existir en la
historia esta
Península, como los fenicios Cádiz y Málaga,
y los celtas Sigüenza y Segovia.
En el año 218 a. C. desembarcó en Ampurias
un ejército romano que venía a combatir contra los
cartagineses, en la guerra que la
ciudad de Roma sostenía contra éstos. Así
comenzó una dominación que había de durar
más de seis siglos.
Hispania fue declarada en seguida provinicia romana, y sus
conquistadores, dotados de gran sentido práctico y talento
organizador, fueron colonizando la mayor parte del territorio y
explotando sus recursos
humanos y naturales. Los hispanos, que se vieron obligados a
incorporarse al modo de vida implantado por los romanos, hubieron
de aprender, entre otras muchas cosas, el idioma de éstos.
Aunque las viejas lenguas prolongaron su vida en algunos lugares
durante muchos años (como el euskera), fueron poco a poco
replegándose ante las ventajas que ofrecía el uso
de una lengua oficial común, que a la vez era
indispensable para la relación con los dominadores.
¿Qué lengua hablaban los romanos? Como la ciudad de
Roma está situada en la región del Latium -que fue
al primera frontera de la expansión romamana-, su lengua
se ha llamado latina.
El latín es una de las lenguas itálicas, grupo de
lenguas hermanas habladas en la península de este nombre
unos siglos antes de Cristo, variedades de una lengua anterior,
el itálico, la cual sólo conocemos a través
de sus hijas. El itálico, a su vez, era una rama del
antiquísimo tronco indoeuropeo. Todo lo que sabemos de la
lengua indoeuropea es tambíen a través de sus
descendientes: se conoce su existencia -que hubo de ser en
época muy remota, anterior a los milenios a la
invención de la escritura– por
las numerosas semejanzas que se descubren en una serie de lenguas
aparentemente muy distintas y hoy muy alejadas entre sí
geográficamente, semejanzas que sólo son
explicables suponiendo un origen común. Así se sabe
que, al lado del latín -con toda su descendencia- y las
otras lenguas itálicas, son indoeuropeas las lenguas
célticas -tanto las que se hablaron en Hispania prerromana
como las que hoy perviven en las Islas Británicas-, el
griego, el albanés las lenguas germánicas, y las
eslavas. Casi todas las lenguas de Europa
pertenecen, pues, como el latín, a la familia
indoeuropea.
Dentro de este árbol genealógico, el latín
tuvo un destino muy singular. Empezó siendo la lengua de
una comarca en el centro de la Península Itálica y
llegó a ser, tras la expansión del poderío
romano, la lengua del mayor imperio conocido en la
antigüedad.
Hoy el latín vive, bajo distintas formas de evolución, en Portugal, en España, en
Francia, en
Bélgica, en los extensos territorios adonde lo llevoron
los españoles, los portugueses y los franceses.
Un hecho religioso importante, el establecimiento de los
pontífices cristianos en la ciudad de Roma, dió
lugar a una larga pervivencia del idioma del Imperio romano
-desde el s.III hasta nuestros días- como lengua universal
de la Iglesia
católica.
También , la lengua latina alcanzó un gran nivel
literario bajo el influjo que la gran cultura griega
ejerció sobre las clases letradas de Roma, y sirvió
como vehículo a una importante producción científica. Como
consecuenmcia de esto, mucho después de la
desaparición del Imperio romano, una larga época de
la cultura moderna -del s.XV al XVIII-, recuperado el
latín y las obras maestras de la poesía
y del saber antiguo en él escritas, revitalizó el
estudio de este idioma y su cultivo, que ya venía de la
Edad Media,
como lengua universitaria y científica.
Pero esta vida del latín como lengua de la ciencia y
como lengua eclesiástica es completamente artificial, a
diferencia de la verdadera continuación que son las
lenguas neolatinas, es decir, las "nuevas lenguas latinas", que
también se llaman románicas o romances, y son : el
francés, el provenzal, el italiano, el
retrorrománico o romanche y el rumano, además de
las lenguas que ahora se hablan en la Península
Ibérica (a excepción del euskera).
En ninguna lengua habla igual el nacido en una
región que en otra, ni un hombre culto
habla igual que un analfabeto, ni tampoco se habla igual que se
escribe.
Estas diferencias son más notables en unas lenguas que en
otras. Y en el latín eran mayores que lo son en el
español de hoy. Se llama latín vulgar la forma
hablada por el pueblo de Roma y de las diversas provincias y
colonias. Y es este latín, y no el usado por los
escritores -latín clásico-, el que fue
evolucionando poco a poco en todos esos territorios hasta llegar
a las actuales lenguas románicas.
Pero el latín vulgar presentaba modalidades distintas
según los lugares. La fecha del comienzo de la conquista
de un territorio determinaba que en su lengua tuviese rasgos
más arcaicos, o más modernos. Otro factor
influyente era la procedencia de una región u otra
itálica que predominase en los soldados que ocupaban el
país. Otro era la mayor o menor distancia, la mejor o peor
comunicación con la metrópoli. Otro
era, naturalmente, la lengua nativa de los habitantes sometidos,
que introducían algunos de sus hábitos de
pronunciación y parte de su vocabulario en el latín
que ellos hablaban.
Pero al llegar el s.V, la invasión de todas las provincias
romanas de Occidente por los pueblos germánicos,
aisló cada provincia de las demás y fue tomando
más fuerza el
latín hablado en cada una de ellas.
De todos modos, en los lugares dónde más influencia
habían tomado la lengua y la civilización latina,
fueron éstas abarazadas por los conquistadores. Hispania
fue uno de los sitios dónde ocurrió esto. El pueblo
germánico que más fijamente se afincó en las
Península, los visigodos, aunque no abandonó muchas
de sus costumbres, se romanizó bastante, sobre todo a
partir de su conversión al catolicismo.
Pero esta mezcla de dos culturas tampoco se pudo realizar sin la
marca
germánica en el idioma.
Por otra parte también era inevitable que los
hispano-romanos adquiriesen, no sólo usos nuevos, sino
también voces nuevas. En realidad, ya antes de las
invasiones del s.V el latín general del Imperio
había tomado de los germanos algunas palabras que aun
viven en las lenguas románicas. A ellas se unieron en la
Península otras en la época de los visigodos.
Durante la época visigoda se inició en Hispania el
crecimiento del vulgarismo en el latín hablado en ella,
como consecuencia de los dos factores que favorecieron en toda la
Europa romana invadida por los germanos: descenso de nivel
cultural y aislamiento. Pero no sólo se produce una
evolución respecto al latín clásico, sino
que sigue diferentes caminos según las regiones. A partir
de ahora se puede hablar de la existencia de unos dialectos del
latín hispánico. Es el nacimiento de las lenguas
romances de la Península.
Sin embargo hasta pasados varios siglos no se aclaran
suficientemente los distintos dialectos. Alrededor del año
95O, dos tercios de la Península están en poder de
los musulmanes. En todo Al Andalus la lengua oficial de los
dominadores, el árabe, hablan su latín vulgar. Como
estos hispanos que habitaban en territorio árabe se
llamaban mozárabes, mozárabe es el nombre que se da
tambíen a su lengua. En ella están redactados los
primeros textos literarios en lengua romance: las jarchas.
El mozárabe, fue desaparenciendo poco a poco a medida que
sus hablantes, al avanzar la Reconquista, eran incorporados a los
reinos cristianos del Norte y adoptaban su lengua, que eran otros
romances.
Los romances avanzaron hacia el Sur a medida que los territorios
se expandían. Uno de estos romances será el que
dará lugar al Castellano.
El Castellano, el dialecto de un pequeño rincón de
la frontera oriental del reino leonés, zona militar batida
por los asltos de los musulmanes, empezó siendo un
bárbaro lenguaje que
motivaba las risas de los cortesanos de León. Castilla,
primero condado dependiente de los reyes leoneses, después
estado
soberano, asumió la iniciativa de la Reconquista en la
Meseta y acabó sometiéndose politicamente a
León. El dinamismo castellano no sólo avanzó
hacia el Sur musulmán, sino que desplegó su
influencia sobre el Oeste y el Este cristianos.
La primera noticia que se tiene de la existencia de un
dialecto castellano corresponde al siglo X. Era al principio
sólo el dialecto que se hablaba en unos valles al Nordeste
de Burgos, lindantes con la región cantábrica y
vasca.
¿Cómo creció desde su humilde cuna hasta
llegar a ser una de las grandes lenguas del mundo? La
situación de aquella primera Castilla, tierra de
fortalezas, línea defensiva de los reyes de León,
expuesta constantemente al peligro enemigo moro, constituida por
gentes que no se sentían ligadas a una tradiciónm
romano-visigoda, dió a los castellanos un espíritu
revolucionario, que se reflejó en su política, costumbres
y lenguaje.
El dialecto castellano presentaba una personalidad
muy marcada frente a los otros dialectos peninsulares. Se formaba
en una zona más débilmente romanizada que los
otros, y por eso estaba más vivo en el recuerdo de viejas
lenguas.
Mientras en el romance de otras regiones pesaba una fuerte
romanización, en el castellano, que nacía en una
tierra agreste y malamente
comunicada, no se sentía ligada a ninguna regla ni
tradición que perjudicara su evolución. Esta es la
explicación de sus innovadoras características frente a otros
dialectos.
A medida que Castilla aumentaba su poder político y la
Reconquista avanzaba, el castellano se enriqueció con
numerosos vocablos. Esto debió ocurrir sobre todo con el
mozárabe, vía de penetración del ingrediente
de originalidad del castellano frente a los idiomas
rómanicos de fuera: el arabismo.
La presencia en la Península de los musulmanes durante
más de ocho siglos había de dejar necesariamente la
huella de su lengua. El mayor peso de la influencia árabe
debió darse en los primeros siglos de dominación
cuando su cultura era increiblemente superior a la
pobrísima de los reinos cristianos. Todavía hoy,
numerosas palabras del árabe dan a nuestra lengua un matiz
exótico. Se ha calculado en un 8% el total de arabismos en
nuestra lengua.
De este se deduce la doble acción llevada a cabo por el
castellano:
1º. Acción disgregadora: presentaba muchísimas
particularidades que producían una desigualdad con los
demás romances.
2º. Acción integradora: adaptaba a su caudal
léxico vocablos procedentes de otras lenguas a las que se
sobreponía.
Esto era consecuencia del desarrollo de
Castilla como potencia
política. Pero la consecuencia más importante fue
la creación de una "forma literaria" del castellano,
transformndo éste dialecto en una verdadera lengua.
Este cambio puede
fecharse en el s.XIII. Hasta entonces sólo existían
los cantares de gesta -el Cantar del Mio Cid–
difundida en una lengua que buscaba una unidad, ya que estos
cantares se difundían por todas las regiones. Este
lenguaje de los cantares de gesta fue el primer paso hacia el
establecimiento del castellano.
Pero el momento decisivo de la unificación y
fijación del castellano llega en el reinado de Alfonso X
el Sabio. Las obras literarias y científicas concebidas en
su corte eran de carácter
culto, pero en lugar de ser difundidas en latín, se
difundieron en castellano.
El hecho de utilizar el castellano como lengua culta, llevaba
consigo un enriquecimiento en el vocabulario y en los medios para
expresarse. A partir de aquí el castellano ya era un
instrumento útil de expresividad como lo demuestran los
dos siglos posteriores y una obra cumbre: La Celestina
(1499).
Por ésta misma época (descubrimiento de
América), Antonio de Nebrija había escrito ya
la primera gramática del castellano (1492).
Por estos años también se toma español como
sinónimo de castellano. Y, en efecto, fueron muchos los
escritores no españoles que utilizaron el español
en sus obras.
En el s.XVI y siguiente, se produce una de las cumbres literarias
del español. Son los años de los grandes
clásicos: Garcilaso de la Vega," el Lazarillo de Tormes ",
San Juan de la Cruz, Cervantes, Lope de Vega, Góngora y
Quevedo.
Los siglos posteriores han dado al español valores
literarios comparables a los clásicos.
Hoy, la lengua española es hablada por cientos de millones
de personas. Corre el riesgo de
fragmentarse en varios brazos. Si así fuese se
repetiría el mismo ciclo que con el latín, pero la
unidad entre los distintos países, es decir, un desarrollo
serio, aseguran la supervivencia del español.
Autor:
Tono