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La convivencia en los centros educativos desde la mirada de la cultura de paz (página 2)




Enviado por JOSÉ TUVILLA RAYO



Partes: 1, 2

3. Cultura de paz
y resolución no violenta de los conflictos

La definición de la educación
comprometida con el progreso social y confiada en las
posibilidades transformadoras de la escuela no es
ajena a los retos que la sociedad
deberá superar en el actual milenio, sometida de manera
acelerada a numerosos cambios. Entre estos retos se encuentra,
sin lugar a dudas, la construcción de la paz, anhelo
(universalmente reconocido actualmente como derecho humano) que
ha sido expresado e ilustrado a lo largo de la historia, en los documentos de
más hondo contenido de la cultura humana. La paz como
aspiración y necesidad humana significa no sólo una
disminución de todo tipo de violencia
(directa, estructural o cultural), sino condición
indispensable para que los conflictos
puedan ser transformados creativamente y de forma no
violenta.
Una de las finalidades que los sistemas
educativos contemporáneos asignan a la educación– refrendada
en numerosos instrumentos internacionales y en las actuales
reformas educativas– es la formación de una
ciudadanía responsable en los valores de
la paz, la solidaridad, la
cooperación, la tolerancia y el
respeto de los
derechos
humanos y las libertades fundamentales. Es decir en los
elementos básicos que conforman la definición de
Cultura de paz acuñada por Naciones Unidas.
En este contexto podemos definir la pedagogía de la paz como el conjunto de
teorías
y prácticas educativas orientadas a la construcción
de la paz a través de un modelo
concreto de
educación.
La formación de una ciudadanía democrática y
participativa es uno de los elementos básicos de la
Cultura de Paz que consiste en un conjunto de ideas (derechos humanos y
libertades fundamentales, democracia,
ciudadanía y sociedad civil,
Globalización y desarrollo) y
de valores
fundamentales (justicia
social, igualdad,
pluralismo, cohesión social, integración, protección de las
minorías, solidaridad, paz y seguridad) que
son comunes al conjunto de las democracias modernas. Una buena
comprensión de estas ideas y valores y de sus relaciones
recíprocas es, en un contexto de acelerados cambios donde
se incrementan los desafíos, condición
indispensable para una participación positiva y
responsable en los procesos de
construcción social de la Paz. Las instituciones
educativas es obvio que no pueden quedar al margen de esta
finalidad general y deben interrogarse sobre cómo estas
ideas y valores se hacen efectivos e impregnan la cultura
escolar, así como de saber cuál es el mejor
método
para que los sujetos en formación (todos los miembros de
la comunidad
educativa) aprendan y construyan colectivamente el conjunto de
competencias
necesarias que hacen posible esas ideas y valores.
 

COMPETENCIAS

ACTITUDES

Fundamentales

Necesarias para vivir en sociedad

  • Convicción de los principios de la Cultura de Paz en las
    instituciones educativas, así como en la
    acción social.
  • Convicción de la importancia de la
    responsabilidad individual y
    colectiva.
  • Reconocimiento del principio de desarrollo
    humano sostenible.
  • Razonamiento y reflexión
    crítica.
  • Creatividad.
  • Aptitud para resolver problemas.
  • Capacidad de participación y
    consenso.
  • Aptitud para la reflexión moral.
  • Capacidad de evaluación.
  • Participación en ámbitos sociales
    diferentes.
  • Comunicación.
  • Cooperación y trabajo en
    equipo.
  • Discusión, consenso y compromiso
    social.
  • Aptitud para la
    comunicación intercultural.
  • Capacidades para la prevención y la
    resolución no violenta de los
    conflictos.
  • Responsabilidad democrática.

 

La Cultura de Paz, en el ámbito escolar,
está estrechamente unida a la Educación para la
Paz, los derechos humanos, la democracia y la tolerancia que
constituye en la actualidad el hilo conductor de muchas de las
reformas educativas actuales. Este tipo de educación
está respaldado a nivel internacional por la
Declaración y Plan de
Acción, surgida de la Conferencia
Internacional de Educación celebrada en 1994 y aprobada
por UNESCO en su conferencia general celebrada un año
más tarde. En dicho Plan se señalan las finalidades
de dicha educación, las estrategias de
acción y las políticas
y orientaciones en los planos institucional, nacional e
internacional. Y representa un nuevo intento de garantizar -a
través de la educación- las libertades
fundamentales, la paz, los derechos humanos y la democracia, y de
fomentar al mismo tiempo el
desarrollo
económico y social sostenible y equitativo ya que se
trata de componentes esenciales de la construcción de una
cultura de paz. Dicho Plan, después de justificar en su
introducción la necesidad de este tipo de
educación, establece las siguientes finalidades

  • La finalidad principal de una educación para
    la paz, los derechos humanos y la democracia ha de ser el
    fomento en todos los individuos, del sentido de los valores
    universales y los tipos de comportamiento en que se basa una cultura de
    paz. Incluso en contextos socioculturales diferentes es posible
    identificar valores que puedan ser reconocidos
    universalmente.
  • La educación ha de fomentar la capacidad de
    apreciar el valor de la
    libertad y
    las aptitudes que permitan responder a sus retos. Ello supone
    que se prepare a los ciudadanos para que sepan manejar
    situaciones difíciles e inciertas, prepararlos para la
    autonomía y la responsabilidad individuales. Esta
    última ha de estar ligada al reconocimiento del valor
    del compromiso cívico, de la asociación con los
    demás para resolver los problemas y trabajar por una
    comunidad justa, pacífica y
    democrática.
  • La educación debe desarrollar la capacidad de
    reconocer y aceptar los valores que existen en la diversidad de
    los individuos, los sexos, los pueblos y las culturas, y
    desarrollar la capacidad de comunicar, compartir y cooperar con
    los demás. Los ciudadanos de una sociedad pluralista y
    de un mundo multicultural deben ser capaces de admitir que su
    interpretación de las situaciones y de los problemas se
    desprende de su propia vida, de la historia de su sociedad y de
    sus tradiciones culturales y que, por consiguiente, no hay un
    solo grupo que
    tenga la única respuesta a los problemas, y puede haber
    más de una solución para cada problema. Por
    tanto, las personas deberían comprenderse y respetarse
    mutuamente y negociar en pie de igualdad con miras a buscar un
    terreno común. Así, la educación
    deberá fortalecer la identidad
    personal y
    favorecer la convergencia de ideas y soluciones
    que refuercen la paz, la amistad y la
    fraternidad entre los individuos y los pueblos.
  • La educación debe desarrollar la capacidad de
    resolver los conflictos con métodos
    no violentos. Por consiguiente, debe promover también el
    desarrollo de la paz interior en la mente de los estudiantes
    para que puedan asentar con mayor firmeza las dotes de
    tolerancia, solidaridad, voluntad de compartir y atención hacia los
    demás.
  • La educación ha de cultivar en el ciudadano la
    capacidad de hacer elecciones con conocimiento, basando sus juicios y sus actos no
    sólo en el análisis de las situaciones actuales,
    sino también en la visión de un futuro al que
    aspira.
  • La educación debe enseñar a los
    ciudadanos a respetar el patrimonio
    cultural, a proteger el medio
    ambiente y a adoptar métodos de producción y pautas de consumo que
    conduzcan al desarrollo
    sostenible. También es indispensable la
    armonía entre los valores individuales y los colectivos
    y entre las necesidades básicas inmediatas y los
    intereses a largo plazo.
  • La educación ha de nutrir sentimientos de
    solidaridad y equidad en los planos nacional e internacional en
    la perspectiva de un desarrollo equilibrado y a largo
    plazo.

Es evidente que dicho texto asume
las tendencias y propuestas actuales relativas a este tipo de
educación. Y nos lleva a determinar un conjunto de
finalidades educativas que se concretan en los siguientes
objetivos
interactivos:
Preparación para la no violencia: Preparar a nuestros
jóvenes en el pensamiento y
prácticas de la no violencia es uno de los objetivos
básicos de una educación basada en la
búsqueda de nuevas formas de resolver los conflictos y de
construir una paz basada en la justicia. Y esto es obvio pues ni
los contenidos, los objetivos y las formas de educar para la paz
pueden ser contrarias a la finalidad última que este tipo
de educación persigue.
Responsabilidad de los ciudadanos del mundo: En todos los
procesos de interrelación social se precisa un
mínimo de responsabilidad. La responsabilidad no consiste
sólo en cumplir las obligaciones y
deberes, sino que además supone captar los rasgos morales
de esta interrelación, actuar conforme a ellos. Situarse
en el mundo, conocer sus problemas y tomar conciencia de la
necesidad de cambio; es
decir, adoptar un comportamiento ético ante las cosas que
pasan ante nuestras miradas, en nuestra proximidad más
cercana, como individuos y seres sociales, y, también, en
esa aldea global en la que todos vivimos. Ubicarse en el mundo
significa dar respuesta a sus interrogantes, una respuesta que
debe comenzar por ser individual, pero que también ha de
ser compartida colectivamente. La responsabilidad es un rasgo
esencial de la experiencia moral de los individuos y de la
comunidad, del desarrollo de un aprendizaje que
permite la consolidación autónoma de una actitud
ética
frente al mundo y de una conciencia planetaria.
Igualdad de actitudes: La
Educación para la paz es una forma particular de
educación en valores que persigue el desarrollo de
actitudes iguales en todos los jóvenes del mundo, de
ahí su vocación internacional, para ante valores
antitéticos a la cultura de la paz como la obediencia
ciega, el conformismo y consumismo, la indiferencia e
insolidaridad, la intolerancia o la discriminación se cuestionen sus
consecuencias y actúen guiados por la justicia, la
tolerancia y la solidaridad. De aquí la necesidad de que
los temas controvertidos como la violencia, la desigualdad, los
conflictos armados, la discriminación y tantos otros
reciban una atención especial en las instituciones
educativas con el fin de adecuar el currículo a las exigencias de nuestro
tiempo.
La educación para la paz como educación que es
moral no defiende valores absolutos, pero tampoco es relativista.
El aprendizaje
de la autonomía personal y de actitudes favorecedoras de
una verdadera solidaridad internacional sólo puede
llevarse a cabo, en el seno de las instituciones educativas,
únicamente considerándolas como un verdadero lugar
de aprendizaje democrático y en democracia. Y esto
significa criticar la institución escolar misma, su
cultura, su propia organización, sus relaciones con el entorno
donde se ubica y los espacios limitados de poder que,
muchas veces, se dan en las tomas de decisiones entre los
miembros de la comunidad educativa. La paradoja de la escuela
reside muchas veces en poseer un currículo que toma en
cuenta los temas controvertidos de nuestra época, pero que
sigue manteniendo una relación asimétrica entre
alumnado/ profesorado lo que conlleva un déficit en esa
educación para la autonomía y la cooperación
a la que aspira.
La educación para la paz como educación en valores
debe vertebrarse alrededor de dos ejes complementarios: a) El
respeto mutuo y el reconocimiento recíproco y; b) El
aprendizaje en la escucha mutua y el diálogo.
Ejes que por otra parte derivan en la cooperación que
constituye tanto un "saber hacer" y "un saber estar" como una
competencia
social, que como la autonomía, contiene elementos morales
y políticos enlazados con el concepto de
solidaridad.
Investigación crítica de
alternativas: La educación tiene como misión
hacer que los jóvenes examinen los obstáculos que a
menudo nos impiden experimentar un progreso hacia la paz;
familiarizarles con destrezas específicas que venzan esas
dificultades y brindarles modelos de
personas y de grupos cuyas
acciones se
encaminan en pro de una paz realizable. La educación para
la paz está reñida con la retórica , con una
concepción mecanicista de la ciencia y
con el modelo de escuela reproductora; pues responde a un
paradigma
holístico, ecológico y crítico. A un modelo
de persona que
participa en un proceso de
emancipación cuya razón está en la comunicación y en un concepto de paz que
rebasa la contemplación crítica del mundo y que
investiga y ejecuta alternativas.
Cualquier acción que se emprende ha introducido antes una
amplia gama de opciones. Construir la paz positiva conlleva
determinar la sociedad deseada. La educación para la paz
trata de dotar al alumnado de aquellas estrategias que le
permitan investigar críticamente diferentes alternativas a
la problemática mundial. Es decir: educar en futuros. Como
ha escrito Slaughter: "Las visiones y las imágenes
de futuro deseables llegan siempre antes que su
realización. El estudio de los futuros contribuye por eso
directamente al proyecto central
de todo trabajo sobre la paz. Explora y define el contexto
más amplio, proporciona conceptos, métodos,
perspectivas y propuestas que complementen la atención
más minuciosa del agente de la paz hacia cuestiones
específicas. De ahí que cualquier currículo
que opere en pro de un mundo mejor y más pacífico
tendrá siempre un componente intenso y explícito de
futuros".
De lo expuesto anteriormente se deduce que cualquier proyecto
educativo de carácter
global debe considerar, desde la perspectiva ecológica y
sistémica de la prevención de la violencia, cuatro
ámbitos generales de actuación : el aprendizaje de
la ciudadanía democrática de toda la sociedad, la
implementación en el currículo de programas
específicos a través de los llamados ejes
transversales de educación para la paz, los derechos
humanos, la democracia y la tolerancia, la mejora de la
convivencia escolar y el desarrollo de planes específicos
de prevención de la violencia dirigidos a toda la
comunidad educativa.

La educación que inspira la Cultura de Paz
dirigida al proceso de reglamentación de los conflictos
interpersonales se fundamenta, como ya hemos señalado, en
los principios de la no violencia, respecto de uno mismo y de los
otros, así como en la voluntad de encontrar soluciones
mutuamente aceptadas. La no violencia es concebida como un
principio en virtud del cual se regula toda forma de violencia,
sea personal, social o política para buscar
soluciones positivas. Esta formación pasa por la
convicción de cambiar las estructuras
que conducen a la violencia como el sexismo, la
discriminación contra las minorías raciales y
étnicas, así como el reparto desigual de la
riqueza. El objetivo a
largo plazo es reducir la dependencia de cada persona en
relación con cualquier tipo de uso de la violencia como
medio de resolver los problemas. Y constituye un conjunto de
aptitudes y habilidades enormemente necesarias para comprender y
apoyar los derechos de las personas.
Para muchos autores esta educación es simplemente un
"instrumento" valioso que permite resolver los conflictos a
través de la utilización de diversas técnicas
que plantean los problemas contenidos en la Educación para
la Paz en su dimensión relacional y prosocial. Otros sin
embargo, estiman que debe considerarse un elemento
autónomo de esta educación con dimensión
internacional que permite la confrontación crítica
de los conflictos posibilitando que la Educación para la
Paz alcance su último y principal objetivo: transformar la
realidad.
El conflicto, de
forma esquemática, puede definirse como "una
situación en la que un actor (una persona, una comunidad,
un Estado, etc.)
se encuentra en oposición consciente con otro actor (del
mismo o diferente rango), a partir del momento en que persiguen
objetivos incompatibles (o éstos son percibidos como
tales), lo que les conduce a una oposición enfrentamiento
o lucha". También puede caracterizarse como "un proceso
natural a toda sociedad y un fenómeno necesario para la
vida humana, que puede ser un factor positivo en el cambio y en
las relaciones, o destructivo, según la manera de
regularlo". Existen diferentes definiciones de conflicto
dependiendo de la variedad de escuelas actuales de
investigación. No es nuestra intención el
análisis de estas corrientes, por lo que trazaremos
escuetamente la descripción de los componentes que permiten
una aproximación al estudio de la paz. El conflicto
pertenece a la naturaleza
humana, indispensable para el desarrollo y crecimiento de las
personas y las sociedades.
Debe ser considerado como un instrumento que posibilita la
transformación social. La praxis de la educación
para la paz es precisamente aprender a descubrir y a enfrentar
conflictos, para aprender a resolverlos de manera no
violenta.
La cultura para la paz se basa en el equilibrio o
armonía de los seres humanos en tres niveles (personal,
nacional e internacional) en su relación tanto con el
resto de miembros que forman un grupo o sociedad como con la
naturaleza. Este mínimo esquema de interpretación
ha dado lugar a diferentes enfoques que van desde los que
consideran que la resolución no violenta de los conflictos
en la escuela sólo debe tener como contenido
específico temas como el maltrato y el fenómeno de
violencia
escolar; hasta aquellos que, desde una visión menos
restringida, consideran necesario el estudio y tratamiento de la
gestión
del conflicto y la negociación como contenidos de gran
utilidad para
la vida tanto de los ciudadanos como de cualquier
organización.
El conflicto, desde un punto de vista positivo, es el motor de cambio
social y sus efectos siempre que sepamos gestionarlo bien
permiten establecer relaciones cada vez más cooperativas.
De ahí que la negociación resulte imprescindible.
Tanto el conflicto como la negociación constituyen un modo
de relación rica y permanente de la vida cotidiana:
personal, grupal y organizacional. Impulsar por tanto, desde la
educación, la cooperación frente a la
competición y la concertación frente al conflicto,
subrayará el aspecto más enriquecedor y
satisfactorio de las relaciones
interpersonales. El estudio de los conflictos y las formas de
gestionarlos hacia la cooperación son, sin lugar a dudas,
el elemento principal de cualquier educación que pretenda
construir o fabricar la paz. Es por lo que la resolución
no violenta de los conflictos ha constituido uno de los campos de
investigación y de acción tanto de la
Investigación sobre la paz como de los movimientos
alternativos. Y es un elemento primordial de cualquier plan de
intervención preventiva de la violencia escolar.
Los jóvenes deben saber que el conflicto es un aspecto
más o menos permanente de sus vidas y un proceso
interactivo que se da en un contexto determinado. Como todo
proceso de construcción social, el conflicto, diferenciado
de los distintos tipos de violencia, puede ser positivo o
negativo con posibilidades de ser conducido, transformado y
superado. Es esencial que los educadores apliquen técnicas
que permitan al alumnado comprender aquellos conflictos
más inmediatos, en los que están implicados directa
o indirectamente, al objeto de sistematizar su estudio y
resolución a los problemas de la comunidad
internacional.
El origen de un conflicto puede deberse a diversas causas como la
escasez de recursos, el uso
de poder, la posición social o predominio cultural de los
actores. Y produce una situación real generadora de
acciones conflictivas. Las personas se enfrentan diariamente a
múltiples problemas que han de solucionar a través
de la fuerza vital
inherente, condicionadas por el contexto o medio en el que se
desenvuelven. Esa fuerza vital o agresividad necesaria para
superar los obstáculos y limitaciones que se les presentan
a los individuos provoca comportamientos positivos o negativos.
Un conflicto es resuelto violentamente cuando se ponen en
acción comportamientos (de personas o instituciones) que
constituyen una violación o arrebato de algo esencial a la
persona (integridad física, derechos,
satisfacción de necesidades…). Estos conflictos que
pueden estudiarse en clase desde lo afectivo a lo racional
pertenecen a los niveles: individual (familia, escuela,
vida social), nacional (tensiones entre diversos grupos de
población) y mundial (conflictos de baja
intensidad, litigios fronterizos,…).
¿Cómo gestionar un conflicto? Existen dos
condiciones de fundamental importancia que se producen entre dos
partes en conflicto, o en el interior de cada una, que influyen
en la manera de afrontar dicha situación: el grado de
confianza o desconfianza; y el grado de comunicabilidad o
distancia. Es obvio que para mantener un conflicto en los
límites
de lo positivo, es necesario un mínimo de confianza por lo
que se necesita tener en cuenta tanto el mundo de las
percepciones como los estereotipos. Facilitar espacios de
comunicación entre los adversarios es esencial para buscar
soluciones a sus controversias. En algunas circunstancias puede
ser útil para las partes "contendientes" reducir o
interrumpir completamente los contactos.
La resolución no violenta de los conflictos persigue la
cooperación como forma de resolver las disputas y
representa el modo más ventajoso para ambas partes, pues
cada una cede una porción de sus intereses en beneficio de
una colaboración que satisface tanto las necesidades como
los intereses recíprocos. No siempre, los conflictos se
resuelven gracias a la voluntad de las partes en litigio y
necesitan la intervención de terceros: de un intermediario
(proporciona una canal de comunicación entre partes
contrarias), de un mediador (facilita el diálogo y la
negociación de las partes) o el arbitraje
(intervención de un agente neutral, aceptado por ambas
partes ayuda a encontrar soluciones o arbitra una solución
aceptable que las partes se han comprometido previamente a
aceptar).
Los conflictos tienen un carácter cíclico, con una
determinada estructura y
una dinámica singular. Necesitan en primer
lugar su comprensión: actores que participan, proceso que
siguen en su evolución, las diferencias esenciales de
incompatibilidad (intereses, deseos, objetivos, valores,…) y
los elementos distorsionadores (mala comunicación,
estereotipos, desinformación, mal entendimiento del
proceso). A veces, se dan conflictos de gran violencia, de
duración prolongada y de carácter interno y
extensivos a los que no es fácil llegar a una
solución: son los conflictos intratables. Christopher R.
Mitchell apunta para ellos algunas claves: 1/ Aceptar que la "
resolución de conflictos" es un proceso a largo plazo que
requiere paciencia, tenacidad y aplicación; 2/ Implicar a
todas las partes en las discusiones y decisiones relevantes para
el proceso de tratamiento y resolución del conflicto; 3/
Realizar en varios niveles sociales el proceso de
resolución; 4/ Aprovechar cambios estructurales del
entorno del conflicto; 5/ Considerar la resolución de
conflictos como un proceso interactivo; 6/ Tomar en cuenta los
daños psicológicos sufridos durante el conflicto;
7/ Realizar esfuerzos serios para sustituir una "cultura de
venganza" suele ser especialmente duro; 8/ Tener en cuenta los
miedos y los intereses de la parte dominante en el conflicto; 9/
No pensar en la resolución de conflictos como un estadio
final sino como un proceso que continúa.
Para intervenir y resolver un conflicto con éxito
hace falta, según Lederach, un proceso que cumpla los
siguientes requisitos:

  • Clarificar el origen, la estructura y la magnitud del
    problema: establecer quién está involucrado, y
    quién puede influenciar el resultado del proceso;
    concretar los asuntos más importantes a tratar;
    distinguir y separar los intereses y las necesidades de cada
    uno.
  • Facilitar y mejorar la comunicación: controlar
    la dinámica destructiva de hacer generalizaciones,
    proliferar los problemas, y estereotipar a las personas;
    proveer un ambiente de
    diálogo para buscar soluciones verdaderas y
    constructivas.
  • Trabajar sobre los problemas concretos que tienen las
    personas en oposición: separar las personas de los
    problemas e impedir la personalización; centrarse,
    primero, sobre los intereses y necesidades de cada uno, no
    sobre sus posturas; establecer un ambiente de
    negociación, y así evaluar las bases de mutua
    influencia y, en lo posible, igualarlas; así como ayudar
    a cada uno a reflexionar sobre la situación y el alcance
    del poder propio.

Esta educación no olvida que las técnicas
aplicadas no pueden desligarse de otros contenidos propios de la
cooperación en la escuela como las aptitudes para la
comunicación (escuchar y dialogar); la cooperación
y la instauración de la confianza en el seno del grupo; el
respeto de uno mismo y de los otros, la tolerancia y el respeto
hacia las opiniones diferentes; la toma de
decisiones democráticas en asamblea; la
aceptación de las responsabilidades propias y ajenas; la
solución de problemas en las relaciones interpersonales; y
el control de las
emociones.
El problema de la violencia escolar y del carácter
conflictivo de la sociedad ha dado lugar a una
preocupación creciente de parte de psicólogos,
sociólogos, antropólogos, economistas, etc.,
ampliando la visión de los conflictos y creando
áreas de investigación interdisciplinaria. La
violencia y la resolución de los conflictos en la escuela
tienen una gran tradición pedagógica y
evolución sobre todo en la segunda mitad de nuestro siglo,
aunque su implantación y reconocimiento en los sistemas
educativos ha sido reciente. Desde hace casi veinte años
el Consejo de Europa se
comprometió con firmeza en este tipo de educación,
ha organizado diversos foros de estudio o publicado los
resultados de diversas investigaciones
sobre la enseñanza de las aptitudes para resolver
los problemas interpersonales en las escuelas europeas. UNESCO,
por su parte, dentro del programa de
"Cultura de paz" desarrolla iniciativas centradas sobre la
prevención de los conflictos como la consolidación
de la paz después de los conflictos que contienen
actividades educativas. Por otro lado, en los últimos
años han venido publicándose una interesante
bibliografía con
programas concretos para ayudar a educadores y alumnado a manejar
el conflicto de manera positiva, transformando la clase en una
comunidad basada en el respeto mutuo, la cooperación y el
diálogo.

4. Escuelas
pacíficas, resolución de conflictos y
mediación escolar

De algún modo el lector podrá deducir de
lo ya expuesto algunas de las características que tienen las llamadas
escuelas pacíficas. Escuelas que inspiran sus proyectos
globales de centro desde la perspectiva o mirada que sugiere la
Cultura de Paz; implican en sus procesos participativos a toda la
comunidad escolar en sentido amplio reforzando los procesos de
democracia igualitaria y constituyen verdaderas comunidades de
aprendizaje; y aplican estrategias curriculares de
resolución no violenta de los conflictos interviniendo
eficazmente en la prevención de la violencia
escolar.

El enfoque aplicado por estas escuelas se basa en la
consideración de la
organización escolar desde un paradigma humanista y
comunicativo, lejos de los modelos industriales, economicistas o
de clientela. Y esto en dos sentidos estrechamente
interrelacionados: la gestión y organización
escolar favorece los espacios de convivencia y esta a su vez
incide en la organización al estar basada en la mejora de
las relaciones interpersonales de sus miembros, considerar al
centro como un sistema abierto
de aprendizaje y orientarse constantemente a la eficacia a
través de una autoevaluación continua que desde su
autonomía busca respuestas alternativas a los conflictos
que en toda organización se producen. La convivencia
escolar como interrelación es un elemento que forma parte
del mismo proceso de enseñanza aprendizaje en el cual la
participación del alumnado es esencial. Por otro lado, la
resolución no violenta de los conflictos es un elemento
esencial de la convivencia que supera el concepto de disciplina
igualando los poderes reales y simbólicos de todos los
miembros de la comunidad educativa sin olvidar que no todos
tienen en el seno de la organización escolar los mismos
niveles de información, participación y
decisión.
Partiendo de un análisis crítico de la violencia
estructural o institucional que se genera en los centros
escolares, las escuelas pacíficas implicadas en los
procesos de humanización tienen en cuenta que los
conflictos no sólo se originan por la existencia de
objetivos e intereses diferentes sino también tratan de
modificar las estructuras y los espacios físicos que junto
con la presión de
un currículo meramente academicista incita a la competitividad. Por otro lado, también son
conscientes de la necesidad de distribuir los recursos
humanos y materiales
siempre escasos y aprovechar para mejorar su eficiencia la
diversidad de opiniones, culturas y valores presentes siempre en
las organizaciones
escolares.
Abordar la resolución de los conflictos desde un proyecto
de "escuela pacífica" implica en primer lugar la
consideración de los tipos de conflictos escolares
existentes: curricular (referido a las diferentes formas de
conocer, de construir conocimientos, de producir y legitimar
saberes), relacional (atiende los comportamientos que alteran la
neutralidad de las interacciones quebrando los dispositivos de
control y desequilibrando las relaciones de fuerza y de poder del
centro docente), cultural (se da a nivel de las representaciones
o constructos simbólicos desvelando las contradicciones
entre la cultura escolar formal y la cultura escolar invisible) y
social (se da en el ámbito de relación entre el
centro docente y el entorno inmediato, entre la cultura escolar y
la cultura social dominante). Y, por otro lado, trata de
favorecer los factores de protección a través de
procesos de creación de grupos de
cooperación.

Las escuelas pacíficas pueden definirse, por
tanto, como aquellos centros docentes– tendentes a convertirse en
verdaderas comunidades de aprendizaje- que desarrollan proyectos
integradores orientados por la sinergia de
cinco principios: cooperación, comunicación,
tolerancia, expresión positiva de las emociones y
resolución de conflictos. Dentro de estos proyectos ocupan
un gran papel tanto el
aprendizaje de las habilidades sociales y comunicativas como el
desarrollo de la inteligencia
emocional lo que Goleman llama "la escolarización de
las emociones".
En la actualidad son muchos los centros educativos en todo el
mundo que incorporan en sus proyectos modelos de
prevención de la violencia escolar basados en los
principios generales que hemos venido presentando en este
artículo, introduciendo, especialmente en el campo de la
resolución de conflictos, la intervención a
través de programas específicos de
mediación. La mediación como explica John Paul
Lederach es "una técnica muy amplia, que consiste en la
intervención de un tercero (un individuo, un equipo, etc.)
que facilita el logro de acuerdos en torno a un
conflicto". Son muchos los niveles y los enfoques utilizados en
los programas de mediación que va desde aquellos
orientados a la eliminación de conductas violentas
sólo del alumnado con actuaciones como la
organización de espacios individuales para realizar el
seguimiento de los alumnos más difíciles, el trabajo a
nivel del grupo clase, recogida de información por parte
del profesorado sobre los conflictos más frecuentes y
significativos y la celebración de reuniones de profesores
que atienden una misma aula, hasta propuestas más
integradoras que aúnan programas curriculares de
mediación en el centro educativo (aprendizaje y
comprensión teórica del conflicto y su
gestión), junto con programas de mediación entre
compañeros, sumados ambos a programas con
implicación directa de familias y profesorado y programas
de resolución de conflictos para otras personas del
entorno más cercano al centro. 

En resumen, la mediación es una de las
alternativas a la violencia escolar que tiene como objetivos:
Promover la gestión positiva de los conflictos, facilitar
acuerdos constructivos, pacificar las partes y reducir tensiones
y crear un clima escolar
pacífico y constructivo donde se pueda desarrollar: la
afirmación personal y la autoestima, la
confianza mutua, la capacidad de compartir sentimientos,
información y experiencias y una actitud positiva y
optimista ante la vida.

5.
Conclusión

La educación para la paz, los derechos humanos,
la democracia y la tolerancia, es considerada en la actualidad
tanto a escala regional
como internacional no sólo como una necesidad de las
sociedades para hacer frente a los cambios y buscar alternativas
a los problemas mundiales, sino como la finalidad esencial del
derecho a la educación. Educación que por otra
parte cuenta con directivas y leyes en muchos
países y con el respaldo y la acción unánime
de la sociedad civil. Frente a la pregunta que un día se
hiciera García
Márquez de si nuestro Planeta es una aldea sin
memoria y ante
las líneas que marcan el futuro, esta educación es
la mejor de las propuestas posibles para construir esa cultura de
la conciencia basada en un modelo de justicia llamada paz. La
Cultura de Paz supone pues todo un reto para los sistemas
educativos y orienta tanto el currículo como la
organización de los centros educativos. El derecho humano
a la paz lejos de ser una utopía cuenta en la actualidad
con numerosas experiencias e innovaciones educativas que desde
los modelos de las llamadas escuelas pacíficas constituyen
una alternativa a la violencia escolar a través de la
realización de proyectos integrales de
prevención donde la resolución no violenta de los
conflictos es uno de sus ejes principales. Y aspiran al ideal de
alcanzar la paz a través de la escuela tal como
pretendían los padres de la Escuela Nueva, devolviendo
así a la práctica educativa una función
social transformadora y comprometida.

 

 

 

 

Autor:

José Tuvilla Rayo

Partes: 1, 2
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