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Economía: administración recta y prudente de los bienes




Enviado por gustavoolmedo



    Indice:
    Definición

    Historia
    Economía
    política

    Capital
    Capitalismo
    Fisiocracia
    Liberalismo
    Neoliberalismo
    Mercantilismo
    Comunismo

    Definición:
    administración recta y prudente de los
    bienes./
    Riqueza pública, conjunto de ejercicios y de intereses
    económicos.

     

    Historia: el hambre dio
    origen a las primeras medidas del estado en la
    esfera económica. En la Edad Media la
    escasez reinante obligó a los municipios a regular la
    cantidad de alimentos,
    evitando los acaparamientos y vigilando los precios. A
    veces las autoridades tomaban a su cargo la venta de los
    alimentos al
    consumidor para
    impedir maniobras especulativas. En los primeros años de
    las colonias americanas se observan los mismos actos por
    idénticas causas. En general, las medidas estatales se
    dirigían contra el pequeño comercio y el
    pequeño productor. Además, la Iglesia
    Católica establece normas de
    conducta que
    tienen gran influencia, destacándose la prohibición
    del préstamo a interés, y
    el precio y la
    ganancia justa. La afluencia de metales preciosos
    de América
    modifica la vida europea, y las naciones, a fin de retener la
    mayor cantidad posible, prohíben la exportación de oro y plata.

    En la Edad Moderna,
    el comercio
    internacional alienta la producción interna que en su evolución ascendente se considera
    perjudicada por la competencia
    externa, exigiendo medidas proteccionistas. El liberalismo
    consigue anular estas normas defensivas
    hasta que la guerra de
    1914-1918 lleva a las naciones a implantar estrictos controles en
    la economía
    externa. Durante la década 1920-1930 se trató con
    mayor o menor éxito
    de volver a la política liberal
    anteguerra, pero la crisis mundial
    iniciada en 1929 coloca a las reglamentaciones del estado en el
    primer plano de la actividad económica interna.

     

    Economía
    política:
    ha sido definida en las
    más diversas formas. Comúnmente se la conoce como
    la ciencia que
    tiene como objeto la riqueza (Adam Smith; J.
    B. Say). Para la escuela austriaca
    es la ciencia del
    valor. La
    definición de Gide acierta al incorporar el concepto de lo
    humano y lo social: "La economía
    política tiene por objeto, entre las relaciones de los
    hombres que viven en sociedad,
    sólo aquellas que tienden a la satisfacción de sus
    necesidades materiales o
    cuanto concierne a su bienestar."

    La palabra economía tiene su
    origen en Grecia; por
    primera vez la utiliza Jenofonte en su sentido
    etimológico: "ley o administración de la casa".

    La economía a través de la historia: en la Edad
    Antigua se desconoce como disciplina
    científica. En Grecia,
    además de Jenofonte, se ocupan temas relacionados con la
    riqueza material, Platón y
    Aristóteles. Roma sienta los
    principios
    jurídicos que rigen los contratos y la
    propiedad
    privada, Catón y Cotumela son los principales
    expositores.

    La Edad Moderna
    ve comenzar el s. XVII con el tratado de Montchrétien, que
    por primera vez nombra a la economía
    política. Contemporáneamente se desarrolla la
    primera escuela
    orgánica que crea una teoría
    económica y la aplica sistemáticamente: es el
    mercantilismo.
    Su doctrina se estructura
    sobre la base del principio en que los metales preciosos
    son más apreciables que otra clase de bienes, tanto
    para las naciones como para los individuos. Mediante una
    reglamentación proteccionista, se favorece la producción manufacturera y su exportación, con el fin de acumular
    reservas de oro y plata.

    A mediados del s. XVIII como reacción contra el
    mercantilismo,
    surge la escuela fisiocrática. Sus fundamentos se
    nutren en las ideas filosóficas de los enciclopedistas. El
    lema laisser faire, laisser passer condensa el sentido de
    la fisiocracia, cuyos precursores fueron Quesnay y
    Turgot.

    Mientras tanto, en Inglaterra
    aparece el libro
    fundamental de Adam Smith:
    Investigación sobre la naturaleza y las
    causas de la riqueza de las Naciones
    (1776). Queda así
    fundada la escuela clásica inglesa, también
    llamada liberal u ortodoxa. La escuela
    clásica toma las bases de la fisiocracia, pero las
    desarrolla de manera más completa y original. Su
    influencia dura casi un siglo, durante el cual la economía
    política
    alcanzó real categoría
    científica.

    Al promediar el s. XIX y en el s. XX, se produjo una
    revisión integral de los principios
    inmutables de la escuela liberal, pues el pretendido orden
    natural que rige las relaciones económicas fue varias
    veces sacudido por conmociones políticas,
    sociales y de otros órdenes. Nuevamente el estado ha
    tomado partido en el campo privado para tratar de nivelar los
    desequilibrios destructores de la riqueza.

    Sistemas económicos: en el curso del
    desarrollo
    histórico, las formas sociales de la producción han
    evolucionado continuamente. Se pueden distinguir cuatro sistemas de
    organización social: el comunismo
    primitivo, la esclavitud, el
    feudalismo y el
    capitalismo.

    El capitalismo
    primitivo está ligado a los primeros datos
    históricos sobre la vida humana en la tierra. Los
    hombres vivían en estado semisalvaje, integrando
    clanes cuya economía era administrada
    colectivamente. El perfeccionamiento de los instrumentos de
    trabajo, la introducción de la cría de los
    animales y el
    uso de los metales, provocaron la descomposición del orden
    comunitario.

    La esclavitud nace
    como consecuencia del adelanto en la producción y la
    división de trabajo. Se comenzó a observar la
    importancia del factor humano para aumentar el rendimiento de las
    explotaciones, motivando que los mismos clanes convirtieran en
    esclavos a los prisioneros de guerra. La
    esclavitud se extiende indefinidamente. En Atenas vivían
    365.000 esclavos junto a 90.000 hombres libres; en Corinto la
    proporción era de un habitante libre por cada diez
    esclavos. Estos eran propiedad
    absoluta de su amo y carecían de todos los derechos civiles. Hacia el
    fin del Imperio Romano se
    produce la decadencia de las grandes explotaciones y el paso a la
    pequeña producción. Con ello pierde importancia la
    esclavitud.

    El feudalismo surge
    cuando –en el siglo IX- los invasores germánicos
    hacen el reparto de las tierras conquistadas entre los nobles y
    los guerreros. El siervo ocupa el lugar que antes ocupó el
    esclavo. Estaba adscrito a la tierra de su
    señor y debía trabajar gratuitamente la
    mayoría de la semana. Mientras tanto, en las ciudades, los
    artesanos libres hacen del taller la unidad típica de
    producción y crean así el antecedente de la
    fábrica moderna.

    El capitalismo aparece naturalmente, hacia el s. XVIII,
    cuando se propaga el comercio
    internacional y los adelantos técnicos y
    científicos irrumpen en Gran Bretaña y Europa
    Occidental. Su vigencia llega hasta nuestros
    días.

    Metodología de las ciencias
    económicas: desde sus orígenes, la
    economía ha oscilado entre dos corrientes
    metodológicas: la deductiva y la inductiva.

    El método
    deductivo se basa en la adopción
    de un núcleo de principios axiomáticos, a partir de
    los cuales desarrolla el razonamiento hasta las últimas
    consecuencias. Las escuela clásica fue esencialmente
    deductiva. Postulados que se consideraron inconmovibles, como el
    hedonismo, el orden natural, etc, sirvieron de cimiento a todos
    los análisis parciales. De allí que se
    lo clasificara como método
    abstracto, pues llegó a divorciarse de la
    realidad.

    El método inductivo o realista, consiste en la
    observación de los hechos particulares para
    hallar luego las leyes que los
    rigen; va de lo específico a lo general. La escuela
    histórica lo aplica al estudio de la experiencia recogida
    a través del tiempo. Cuando se
    lo utiliza para estudiar la realidad presente, los economistas se
    valen de la estadística y la encuesta.

    La ciencia
    económica no puede ser exclusivamente deductiva o
    inductiva. Necesita de la captación constante de la
    realidad para fundar sus leyes y para
    controlar los resultados de su aplicación.

    Escuelas económicas: pueden distinguirse
    tres grandes divisiones:

    1. la doctrina individualista tiene su más cabal
      exteriorización en la escuela clásica o liberal,
      ya analizada, y que, en resumen, sostiene: a) la existencia
      espontánea de las leyes naturales; b) la vigencia del
      principio hedónico, según el cual el ser humano
      trata de proporcionarse el máximo de satisfacción
      con el mínimo de pena; c) la no-intervención del
      estado. Sin embargo, entran en esta gran clasificación
      doctrinas que, aunque respondan a principios diferentes a los
      enunciados, tienen como base común el respeto a la
      propiedad privada.
    2. Las escuelas colectivistas coinciden en los
      siguientes postulados: a) con referencia a la propiedad
      privada, reclaman su abolición en algunos casos y su
      restricción, en otros; b) aspiran a que sea más
      igualitaria la distribución del producto
      social; c) desean que la
      organización económica está basada en
      la coordinación social de los factores,
      antes que en la competencia.

    El colectivismo comprende: El socialismo, que
    propugna la abolición de la propiedad privada de los
    bienes de producción; el comunismo, que
    desea la propiedad colectiva de todos los bienes, incluidos los
    de producción y los de consumo; el
    socialismo
    agrario, que propone la colectivización de la tierra,
    pero no de los restantes bienes de capital; el
    socialismo de cátedra, que busca solo corregir los excesos
    de la propiedad privada y la libre concurrencia, mediante la
    acción del gobierno; el
    socialismo de estado, que asigna a éste la misión de
    expropiar o incautar la mayoría de las empresas privadas
    y de controlar las restantes.

    3. Las escuelas eclécticas abarcan ciertas formas
    moderadas del socialismo, entre las cuales se podría
    considerar el socialismo de cátedra. Además entran
    en este grupo: a) el
    cooperativismo, tendencia que propone la unión de
    los sectores productivos y consumidores, en procura de una
    repartición más equitativa de la riqueza, en que el
    capital pierda
    su tradicional preponderancia; b) la doctrina de la
    Iglesia
    , que inspiradas en las encíclicas papales,
    desea atemperar los extremos del capitalismo y da a la caridad y
    el solidarismo un lugar preponderante en el mejoramiento de las
    relaciones económicas; c) otras corrientes modernas, como
    la promovida por la escuela sueca, la economía del
    bienestar, etc.; casi todas ellas pretenden hacer una
    revisión del capitalismo que excluya sus características negativas por tal motivo
    suelen ser designadas doctrinas
    neocapitalistas
    .

    Economía del bienestar: hacia el tercer
    lustro de este siglo, numerosas modalidades de opinión en
    boga encontraron cauce en el libro de Pigou
    La economía del bienestar. Su influencia fue
    decisiva sobre economistas posteriores y sobre la política
    económica de varias naciones.

    La obra consta de cuatro partes. En la primera sostiene
    que el mayor bienestar de la comunidad en su
    conjunto se obtiene a medida que el ingreso nacional se obtiene
    de forma más justa. En la segunda parte hace referencia a
    la regulación de precios como
    principio de excepción al libre juego de
    oferta y
    demanda, a la ingerencia del gobierno a las
    actividades privadas y al control de los
    monopolios. En la tercera parte se hace un análisis entre las relaciones del capital y
    el trabajo, el
    planteamiento de conflictos
    colectivos y su solución, la incidencia de los mismos
    sobre el monto y la repartición del ingreso. En el
    último capítulo estudia los caminos que facilitan
    las transferencias de riqueza: el impuesto a la
    renta y a la herencia, un
    sistema de
    pensiones a la vejez,
    salarios
    mínimos garantizados por el estado y
    que aseguren vivienda, alimentación,
    servicios
    médicos, etc.

     

    Capital

    Conjunto de bienes que constituyen el patrimonio de
    una persona o
    empresa, y
    elemento necesario en toda actividad económica propiamente
    dicha.

      1. Privado, el que pertenece a
        particulares;
      2. Público, el de propiedad del
        estado;
      3. Nacional, abarca al privado y al
        público;
      4. Material, abarca los productos acumulados;
      5. Inmaterial, o sea la aptitud y el
        conocimiento (se lo considera como un factor de la
        producción bajo el nombre de la
        organización de la
        empresa)
      6. Fijo, el que persiste y conserva su
        identidad luego de ser usado
      7. Circulante, el que se consume en la
        producción, incorporándose al nuevo
        artículo
      8. Monetario (sí bien el
        dinero es coadyuvante de la producción, las
        modalidades de la producción capitalista lo han
        convertido en fundamental, al extremo que, vulgarmente,
        se entiende por capital, solamente el
        monetario);
      9. de Producción, el que produce
        nuevos capitales
      10. de Consumo, los bienes destinados al
        consumo.
    1. Clasificación

      Algunas de estas teorías están muy estrechamente
      relacionadas con las que se refieren a la tasa de
      interés.

      Dos teorías explican la formación
      del capital desde el punto de vista de su costo de
      producción
      . Una de ellas es la teoría de
      la abstinencia
      , que fue expuesta por Senior. Afirma que
      el capital se forma mediante la abstinencia de consumir
      quienes ahorran; esta abstención es penosa, y para
      decidirse realizarla una persona,
      requiere que se la remunere mediante el interés. Es decir, que el tipo de
      interés vigente en el mercado en
      cada momento contribuye a determinar la cantidad de capital
      que se oferta. A
      su vez, la cantidad de ahorro y
      su oferta en
      el mercado
      influyen sobre la tasa de
      interés. Lassalle criticó esta teoría, diciendo que parece
      ridículo pensar que un rico propietario, con sus
      necesidades saciadas, hace una abstención penosa
      cuando ahorra parte de su ingreso.

      La teoría del costo explica el capital
      como fruto de la espera; fue enunciada, entre otros,
      por Bohm-Bawerk, quién afirmo que los poseedores de
      ingreso piensan que los bienes presentes valen mas que los
      bienes futuros porque los bienes que se poseen en el presente
      tienen una capacidad de producción que permite, con su
      posesión, obtener un ingreso. Por ello, para decidirse
      a ahorrar y entregar el fruto de ese ahorro
      (capital) en uso a otra persona, se exige el pago de un
      interés.

      La teoría de la demanda dice que lo
      que da su valor al
      capital es el servicio
      productivo que presta. Los empresarios que necesitan capital
      para invertirlo en sus empresas
      están dispuestos a pagar por ese uso un interés
      que está en relación con el producto
      neto que les permitirá obtener.

      La teoría ecléctica trata de
      explicar el interés combinando la teoría de la
      oferta y la demanda
      del capital. El mercado de capital se comporta como el de
      cualquier otro tipo de bienes. Hay una oferta, constituido
      por el ahorro ofrecido en cada momento; una demanda
      por parte de los empresarios que la necesitan y un precio que
      se le paga por el uso del capital, que es la tasa de
      interés. Si en un momento dado la cantidad de ahorro
      ofrecido es menor que la cantidad demandada, la competencia
      entre los usuarios para conseguirlo tenderá a hacer
      subir algún tipo de interés, lo que a su vez
      inducirá a los ofertantes a ahorrar más, por
      cuanto esa espera tiene un precio mayor que antes; este
      aumento de la tasa de interés también
      desalentará a una parte de los inversores, lo que
      hará bajar. El proceso
      continuará hasta que se llegue a una posición
      de equilibrio.

      Otra teoría afirma que el capital es
      trabajo acumulado, diciendo que todo bien de capital
      es el resultado de una acumulación anterior del
      trabajo que se dedicó a fabricarlo. Esta teoría
      fue elaborada por Ricardo, y más adelante desarrollada
      por Marx.

      En los últimos lustros se han desarrollado
      teorías del interés, que lo consideran como
      un hecho monetario. La teoría de la
      preferencia de la liquidez
      , elaborada por Keynes,
      afirma que el interés remunera más que nada la
      circunstancia de entregar los ahorros a otra
      persona.

    2. Teorías que explican la formación y la
      valuación del capital privado:

      En las ultimas décadas ha crecido en
      importancia relativa el capital de propiedad del estado.
      Éste efectúa inversiones básicas en caminos, otros
      medios de
      transporte, industria
      pesada, etc. Estas funciones
      están destinadas a complementar la iniciativa privada,
      que no se muestra
      inclinada a penetrar en campos de actividad en los que se
      requieren grandes inversiones y hay poca seguridad
      respecto a los resultados. Los motivos a que obedece la
      formación de este capital son distintos a los
      considerados en puntos anteriores para el capital privado. La
      diferencia principal radica en que la inversión privada generalmente requiere
      rendimientos a plazo corto, que beneficien a quien lo hace;
      la inversión pública, en cambio,
      puede hacerse para que se produzcan sus efectos a plazos
      más largos y aún cuando los mismos no se
      traduzcan en un rendimiento percibido por quién la
      efectuó; p. Ej. La construcción de un ferrocarril que
      sirva a regiones poco desarrolladas. El estado puede
      efectuarla si estima que ello puede contribuir a poblar esas
      regiones y a explotar sus recursos;
      en este caso, una parte del rendimiento de la
      inversión consistirá en su contribución
      al progreso de la zona.

    3. Capital público
    4. Relación entre el capital y otros factores
      de la producción

    Los factores de la producción son: capital,
    tierra,
    trabajo y empresa. La
    distinción entre el capital y los restantes presenta en
    algunos casos problemas de
    difícil solución.

    La tierra ha sido considerada por los economistas
    clásicos como un factor independiente respecto al capital,
    porque la tierra, tomada como potencia creadora
    de la naturaleza, no
    era elaborada por el hombre. Su
    remuneración, por lo tanto, no debería compensar
    ningún costo de
    producción y obedecía solamente a su escasez. Esta
    diferenciación ha sido discutida en tiempos recientes. Se
    dice que la tierra tiene un costo: las sumas
    invertidas para su descubrimiento y colonización y las
    mejoras incorporadas, que en algunos casos no pueden separarse
    del elemento natural. Si así fuera, no podría
    distinguirse a la tierra de otro tipo de bien capital. Es
    indudable que no siempre la explotación de nuevos recursos
    naturales requiere inversiones en relación con los
    mismos. Además, la capacidad natural de la tierra para
    producir no se desgasta fácilmente, y por lo tanto, no
    necesita reposición, de modo que los propietarios pueden
    utilizarla sin disminuir su valor. Por otra parte, en la
    mayoría de los casos el aumento del valor de las tierras
    obedece a factores ajenos al propietario, como son el crecimiento
    de población en sus cercanías, los
    caminos, etc. Estas concepciones son importantes por cuanto la
    remuneración que estos obtienen puede ser absorbida en
    parte por el estado mediante un impuesto, sin que
    por ello los propietarios se desalienten. Si la tierra, en
    cambio, se
    desgastara y su reposición costara dinero, los
    propietarios la usarían mientras existiera, pero una vez
    desgastada podrían no reponerla por considerar que la
    remuneración obtenida no es lo suficientemente apetecible.
    Por ello, una aplicación de un impuesto sobre la
    renta podría afectar la oferta de tierra. Los problemas de
    distinción entre el capital y la tierra se aplican
    también a la diferenciación entre el interés
    y la renta.

    Otra distinción importante es la que debe hacerse
    entre el capital y el trabajo,
    que por razones éticas no deben confundirse.

    También se ha identificado en muchos casos el
    capital con los bienes del capital. El primero está
    constituido por el valor abstracto, expresado en una cantidad de
    dinero, que
    representa la aptitud de producir. Los segundos son generalmente
    objetos que se desgastan. La tendencia moderna, con el enfoque
    dado por la productividad
    marginal como explicación del proceso
    productivo, tiende a considerar al capital en esta última
    acepción.

    Finalmente, el capital ha sido confundido, como factor
    de producción, con la empresa. Vale
    decir, que la función
    del empresario ha sido identificada, en las primeras
    épocas, con la de dueño del capital; el
    interés y el beneficio, por lo tanto, no se
    distinguían entre sí.

     

    Capitalismo

    Sistema social o económico basado en la propiedad
    privada de los medios de
    producción y en el cumplimiento de las funciones
    productivas por parte de entidades privadas que actúan
    buscando un lucro.

    Historia: el régimen capitalista ha
    existido desde la antigüedad. En el período
    grecorromano fue más bien comercial que industrial. En
    Roma
    existían banqueros y mercaderes que comercializaban con
    otras naciones. En la Edad Media
    gran parte de ese tráfico desapareció o al menos
    perdió importancia; durante este período feudal
    había comercio, pero
    la economía no era básicamente de producción
    para el mercado. La decadencia del feudalismo fue
    acompañada por la expansión de la producción
    para el cambio, dando nacimiento a la fábrica.

    1. El descubrimiento de nuevas rutas para el comercio con
      África y Asia y la
      colonización del continente americano, fueron
      acontecimientos de gran importancia para la
      intensificación del comercio. Ya a fines del s. XVIII
      la revolución
      industrial completó este proceso, pues
      representó la introducción de nuevas técnicas de producción. Los
      nuevos inventos
      también afectaron a los transportes; la adopción del vapor produjo un
      mejoramiento notable de la navegación e hizo posible
      la construcción de los ferrocarriles. En
      la misma época (fines del s. XVIII) surgió
      el liberalismo, cuyo auge en el terreno
      político también facilitó su
      aplicación a lo económico. Todos estos factores
      permitieron la expansión del capitalismo, que llego
      rápidamente a imperar como sistema
      económico y social dominante en Europa.

      También se fue desenvolviendo paulatinamente
      el papel
      preponderante de los bancos en la
      economía capitalista, a tal punto que se afirma que el
      capitalismo actual es financiero, con lo que se quiere
      significar que los bancos son
      los verdaderos directores del sistema
      económico.

    2. A través de su desarrollo, el capitalismo ha ido
      asociándose con una serie de elementos que le han dado
      sus características actuales. Uno de ellos
      es la especialización en la producción. Cada
      fábrica se dedica a producir unos pocos tipos de
      artículos, por lo cual la mano de obra y la dirección técnica pueden lograr
      una experiencia notable en el proceso; además, la
      producción en gran escala que
      esto significó, hizo posible la adopción de
      métodos de producción en serie.
      Otro de los elementos ha sido la competencia. El capitalismo
      del s. XIX se caracterizó precisamente por la
      intensidad con la que los empresarios se disputaban los
      mercados.
      Esto los impulsó a buscar constantemente la
      introducción de métodos más eficientes de
      producción, para reducir los costos y
      ofrecer al público mayor calidad o
      nuevos productos.
      Durante el siglo actual, sin embargo, comenzó a
      notarse en el mercado de numerosos productos una
      disminución de la competencia, por la
      concentración de las pequeñas empresas en
      grandes establecimientos que dominan el mercado. Todos estos
      factores dieron al régimen capitalista su
      fisonomía en forma notable, permitiendo un
      mejoramiento del nivel de vida.

      Una de las críticas se refiere a los periodos
      de depresión que suceden a los de
      prosperidad durante el ciclo económico. En estos
      períodos se produce desempleo
      que, además de sus serias consecuencias sociales,
      significa derroche de recursos
      económicos. Durante la crisis de
      1930, por ejemplo, en Europa y América las proporciones de recursos
      sin utilización eran muy considerables.

      Otra de las objeciones que se hacen al capitalismo
      se vincula con las desigualdades económicas y sociales
      a las que da lugar; ellas están también
      relacionadas con las grandes concentraciones de poder
      económico en pocas manos y con la tendencia hacia el
      monopolio
      observada en algunos campos de la actividad económica
      privada.

      La aparición de monopolios da lugar
      también a otra objeción. La competencia,
      órgano motor de
      progreso en el capitalismo liberal del siglo pasado ha sido
      sustituida en algunos casos por formaciones alejadas de la
      misma. Las crisis internas de los países capitalistas
      más adelantados serían combatidas sólo a
      cambio de la explotación de los países menos
      evolucionados, a quienes se mantiene en conducción de
      productores de materia
      prima exclusivamente, las que a su vez son adquiridas a
      precios demasiado bajos. Este proceso, que se denomina
      imperialismo es negado por los autores de las
      escuelas liberales.

      Finalmente, se señala que la empresa privada,
      base del régimen capitalista, no se muestra
      dispuesta a encarar aquellos tipos de actividad que requieren
      grandes inversiones o que presentan un grado considerable de
      riesgo.

    3. Prácticamente, desde su expansión en el
      s. XVIII, el sistema capitalista está sujeto a numerosas
      críticas. Algunos de los autores que más
      fuertemente lo ha atacado han sido Karl Marx y los
      componentes de su escuela, si bien numerosos escritores de
      distintas tendencias también han señalado los
      defectos que se resumen a continuación.
    4. Las características del régimen
      capitalista han variado notablemente a través del
      tiempo, y
      aún en cada época ha representado formas
      distintas de uno a otro país. En el terreno
      teórico hay dos posiciones extremas
      (laissez-faire absoluto y planeación total), y toda una gama de
      matices intermedios. En el campo práctico, puede decirse
      que en términos generales el capitalismo liberal y
      competitivo del siglo pasado ha sido sustituido por formas que
      asignan cierto papel al
      Estado, y en las que la competencia está más
      restringida y condicionada. En todos estos casos se conserva la
      propiedad de los medios de producción básicamente
      en manos privadas.

    La corriente intervencionista ha obedecido en muchos
    casos a la necesidad de solucionar algunos de los defectos del
    capitalismo, de que se hablo en la sección III, tratando
    al mismo tiempo de mantener sus aspectos positivos, en especial
    la eficiencia para
    producir. Así ha nacido el control de
    los mercados
    para evitar monopolios, la utilización de la política
    fiscal o monetaria para detener las crisis, el control de
    comercio
    exterior para desarrollar los países menos
    industrializados, y la política de la
    redistribución de ingresos
    destinada a evitar las desigualdades más
    flagrantes.

     

    Fisiocracia

    Sistema económico que afirmaba la existencia de
    una ley natural por
    la cual, si no hubiera intervención del gobierno, el buen
    funcionamiento del sistema económico estaría
    asegurado.

    Los fisiócratas consideraban que toda la riqueza
    venía de la tierra y que, de todas las demás ramas
    de la actividad, sólo la agricultura
    producía más de lo que se necesitaba para mantener
    a los que se ocupaban de ella. Al provenir de la tierra el
    único excedente, hacia ella debía dirigirse el
    estado para obtener fondos, por lo que propugnaban el impuesto
    único sobre la tierra y sugerían la
    anulación de todos los establecidos por los
    mercantilistas. La tendencia general de los fisiócratas es
    el libre cambio. La tarea del economista se reduce a descubrir el
    juego de las
    leyes naturales. La intervención del estado es
    inútil, pues no haría otra cosa que interferir ese
    orden esencial. De allí nace la célebre
    expresión: "laisser faire, laisser passer" (dejar hacer,
    dejar pasar) que durante un siglo mantendría su
    influencia.

    La primera de estas proposiciones fue corregida por la
    Escuela Clásica. En cambio, la segunda fue adoptada y
    desarrollada ampliamente por Adam Smith y sus discípulos.
    En este punto reside la importancia del pensamiento
    fisiocrático.

    El fundador y principal teórico de la doctrina
    fue François Quesnay, médico de Louis XV, que
    publicó en 1758 el Cuadro Económico. Los
    fisiócratas defendían sus doctrinas desde un
    periódico titulado Las Efemérides
    del Ciudadano
    .

     

    Liberalismo

    Es un orden de ideas o conjunto de principios y
    doctrinas que suponen a la razón individual absolutamente
    libre. El liberalismo
    político y filosófico del s. XVIII tuvo sus
    derivaciones en el campo de la economía. En Francia, los
    fisiócratas echaron los cimientos teóricos del
    liberalismo económico, haciéndose célebre
    desde entonces el conocido principio del laissez faire,
    laissez passer
    –"dejad hacer, dejad pasar"- atribuido a
    Gournay, y que implica la total prescindencia del estado en la
    actividad económica de los individuos. En Inglaterra
    halló expresión en las doctrinas enunciadas por
    Adam Smith y los llamados "clásicos".

    El liberalismo como sistema económico es una
    orientación ideológica que propugna la libertad de la
    vida económica, o sea, el libre juego de las fuerzas
    económicas, basándose en que la eficaz
    colaboración y el equilibrio de
    estas fuerzas presupone su libertad de
    movimiento. En
    economía, liberalismo es entonces sinónimo de libre
    concurrencia y ausencia de restricciones y regulaciones por parte
    del estado.

    Las bases teóricas del liberalismo
    económico pueden sintetizarse así:

    1. la sociedad
      está regida por leyes naturales universales
      permanentes;
    2. la esfera económica está regida
      únicamente por el interés personal, y la
      competencia de los esfuerzos individuales asegura el triunfo de
      los más hábiles y mejores;
    3. el destino humano se realiza por la libre
      acción individual. El estado debe limitarse a lograr la
      seguridad
      interna y la defensa del país, pues en los demás
      problemas, cuando fomenta, entorpece, y cuando reglamenta,
      desorganiza.

    Los clásicos consideraron en cierto modo la libre
    concurrencia como el estado natural de la vida económica y
    como una ley prescripta a los hombres por la naturaleza, que no
    podía ser alterada. En verdad, la libre concurrencia se
    basa supuestos, tales como la plena movilidad de los factores de
    la producción y la existencia de un tipo de estructura de
    mercado denominada competencia perfecta.

    Para el pensamiento
    liberal, el afán de lucro y la concurrencia son las
    fuerzas fundamentales de una organización económica sana. El
    liberalismo espera de la libertad económica el desarrollo
    de la división del trabajo, no sólo en el
    ámbito interno de las naciones, sino también en el
    plano internacional, siendo quizá su fruto más
    importante la teoría librecambista.

    Estas teorías alcanzaron su punto más alto
    y el campo más propicio en la Inglaterra del s. XIX. Pero
    con el correr del tiempo, el estado, en casi todos los
    países, no se mantuvo ajeno a las actividades
    económicas y la primera Guerra
    Mundial, y especialmente la crisis mundial de 1929, colocaron
    todo el engranaje económico bajo las directivas estatales.
    Hoy, aunque pueda existir aún en doctrina, el liberalismo
    económico ha sido desterrado en todos los países
    del mundo.

     

    Neoliberalismo

    Liberada al fin de la pesada confrontación
    este-oeste y, con ello, de la falsa alternativa de la planificación económica socialista,
    hoy en día, la denominada economía de libre mercado
    se está  zafando, también en el mundo
    occidental, de las últimas ataduras impuestas en los
    pasados cien años por los movimientos obreros y las ideas
    de economistas como John Maynard Keynes. Desde
    su nuevo centro, Chicago, comenzó su victoriosa marcha por
    el mundo bajo la bandera del neoliberalismo. Su llamamiento declarada, "dejar
    el mercado al libre juego de las fuerzas de la competencia", se
    ha constituido en un concepto de
    bienestar que reconoce en estas fuerzas la única
    regulación que, elevadas al rango de fuentes de la
    riqueza, garantiza no solamente el bienestar social sino
    también, en última instancia, el bienestar
    individual.

    No es algo nuevo decir que el concepto básico de
    la ideología neoliberal descansa, sobre todo,
    en la idea de que la libertad del hombre es
    debida a la protección de la propiedad y al ilimitado
    aprovechamiento e igualmente ilimitado intercambio de los bienes
    producidos. En los Bill of Rights de Norteamérica y en la
    Declaración de los Derechos del Hombre de la
    Revolución
    Francesa ya estaban establecidos estos derechos fundamentales
    que hasta hoy pertenecen a las irrenunciables garantías
    fundamentales que otorga el Estado de
    Derecho. Esta es la protección asegurada por
    tribunales independientes de la libertad, igualdad y
    propiedad. Cuando el 8 de junio de 1774, el ciudadano
    Robespierre, armado con un ramo de flores en una mano y una
    antorcha en la otra, proclamó la Religión de la
    Humanidad en París, ya era común entre la opinión
    pública creer que la naturaleza divina, a la cual en
    última instancia le debemos todo, también encierra
    los poderes que prometen la felicidad y el bienestar del hombre.
    El reino de estos poderes sin límites
    automáticamente garantiza esto. La meta
    señalada por los economistas liberales es abolir cualquier
    limitación artificial del comercio y de la industria a
    fin de que los hombres sean libres para perseguir sus intereses
    individuales.

    El poder de
    interpretación y por ello en parte también el poder
    político que hasta entonces correspondía a los
    representantes de dios en la Tierra se trasladó, en
    la
    Ilustración, a los mediadores entre la naturaleza y la
    sociedad. Con la misma autoridad con
    la que los líderes eclesiásticos proclamaron la
    voluntad de Dios y supieron imponer sus intereses, ahora los
    revolucionarios liberales podían citar el Libro de la
    Naturaleza, interpretar las leyes naturales y, cuando les era
    posible, aprovecharlas en su favor. También se
    podría decir que los liberales sustituyeron a la Biblia
    por el Libro de la Naturaleza. Cuando antes el benevolente o
    encolerizado dios dirigía tanto la economía como la
    sociedad, era entonces la mano invisible la fuerza
    dinámica e impulsora que, desde
    atrás, arreglaba la reciprocidad de acción entre
    oferta y
    demanda.

    La nueva religión de la
    humanidad, que reconoce al hombre como único ser supremo,
    ha liberado sus necesidades psíquicas y sus cualidades de
    carácter de la tutela social, ignorando sus
    condiciones de desarrollo tanto históricas como sociales
    y, en consecuencia, las ha elevado al rango de formas naturales
    de expresión y existencia que no deben ser restringidas.
    Esta condición del hombre está libre de cualquier
    responsabilidad
    social. Perseguir sin límites
    sus intereses personales también quiere decir perseguir a
    la naturaleza inconscientemente; ahí donde domina la ley
    de la selva, donde el instinto lo es todo y la reflexión y
    la responsabilidad sociales están canceladas.
    De este modo, la sociedad se convierte en una sociedad de
    sacrificio total, es decir, el sacrificio pierde su elemento
    racionalizante y la masacre social lo sustituye.

    Sustituir al todopoderoso y también injusto dios
    creador por una no menos todopoderosa pero inhumana naturaleza
    significa dejar a la sociedad en manos de un – en muchos sentidos
    -desconocido sujeto que, como dios, está reconocido como
    creador de la sociedad humana pero no es responsable de los
    hombres ni de la sociedad. La naturaleza como sujeto no establece
    ninguna relación humana con la sociedad. El amor y el
    odio sobre los que se constituye la sociedad son objetos de
    investigación de las ciencias
    sociales, aunque para la naturaleza inconsciente, estas
    emociones no
    sean elementos de una formación reactiva. La naturaleza no
    piensa ni siente. No es un ente social.

    Además, las leyes de la naturaleza, que para el
    liberalismo también incluyen a la economía y la
    sociedad, están formuladas por un interés dirigido
    hacia la sumisión y la explotación. Su carácter
    provisional – las ciencias
    siempre entienden las leyes de la naturaleza como hipótesis -, el cual amplía el
    conocimiento
    de la naturaleza, esto es, la imagen que
    nosotros nos hacemos de ella, indica, sobre todo, el progreso de
    las técnicas
    de explotación de la naturaleza misma. Francis Bacon,
    quien como accionista de la East Indian Company debía
    saber esto, en su Nueva Atlantis deja que un representante de la
    Casa Salomon -una sociedad secreta o consorcio – explique las
    metas de la empresa: la Casa Salomon tiene la tarea de arrancarle
    a la naturaleza sus leyes para ponerlas a disposición del
    bienestar de los ciudadanos de Nueva Atlantis. Con otras
    palabras, leer el Libro de la Naturaleza quiere decir ganar poder
    sobre ella. Quien conoce su nombre aprehende sus leyes, es decir,
    tiene poderes sobre la naturaleza, como nos lo enseña el
    cuento de los
    hermanos Grimm del enanito Rumpelstilzchen. Para los
    revolucionarios liberales del nuevo orden económico, la
    naturaleza era un dios y un demonio al mismo tiempo; como una
    arcaica figura de culto que tenían que poner a su servicio.

    Pero hay algo que añadir: la meta de la
    aspiración humana era bajada del cielo a la tierra. Puesto
    que el paraíso prometido por la religión
    todavía tenía que ser comprado por medio de
    sacrificios, éste ya no fue colocado en el más
    allá, sino en la vida terrenal, como un fuego fatuo
    brillando en el horizonte del progreso social. Sólo la
    acumulación de la riqueza social e individual, es decir,
    la ambición de fortuna – en la vida económica la
    persecución imperturbable de los intereses personales –
    automáticamente conduce a la tierra prometida. Así
    lo planteó en todos los casos la Declaración de
    Independencia
    de los Estados Unidos de
    Norteamérica. Desde entonces, la ambición de
    fortuna no fue un derecho humano sino un deber. En el país
    de las grandes oportunidades, hasta hoy en día, juventud,
    fortuna y éxito
    económico son los requisitos del prestigio
    social.

    Finalmente, la idea del progreso condujo – y para
    entonces ya estamos en el siglo XIX – a ese concepto de evolución que formuló Charles
    Darwin como la
    ley de la supervivencia de los más aptos (survival of the
    fittest). Como lucha por la existencia, este principio de la
    evolución de las especies se convirtió en un lema
    empleado para la descripción de liberales procesos
    económicos y sociales. Con todo esto, muchas veces no se
    entiende que la lucha por la existencia en la naturaleza no tiene
    lugar entre el gato y el ratón sino entre el ratón
    que se traga el gato y el ratón que escapa, una
    oportunidad de sobrevivir que, en la lucha económica, no
    existe para los débiles. Tampoco resulta claro que las
    leyes de la naturaleza, formuladas por Darwin, de hecho
    son una proyección de las leyes del liberalismo
    económico de su tiempo a la naturaleza. Lo que se busca se
    encuentra. De todos modos, la experiencia de que cualquier
    progreso es el resultado de una lucha ha influido profundamente
    en el pensamiento y las acciones de la
    sociedad. Hasta hoy, no existe ninguna doctrina económica
    influyente que de alguna manera no tenga sus bases en el
    postulado de la libre competencia como fundamento del progreso,
    el crecimiento y bienestar sociales. Y la única ley que
    admite el neoliberalismo
    es la de Darwin pero formulada con un poco más de
    elegancia: el lugar del survival of the fittest ha sido retomado
    por el laissez faire.

    Una parte de las drásticas transformaciones de
    nuestro tiempo ha sido la liberalización económica
    y social de aquellas sociedades que
    por decenios estuvieron sometidas a la absoluta tutela de un
    partido único y de una economía de planificación burocrática: los
    Estados de la antigua Unión Soviética y
    también una serie de Estados del llamado Tercer Mundo que
    se orientaron al modelo
    soviético o que se desarrollaron en una sociedad
    caracterizada por caudillos nacionales y una dictadura de
    partido. Todos estos países, en conjunto, siguen un
    supuesto político económico neoliberal establecido
    por el Banco Mundial
    y el Fondo Monetario
    Internacional que les permite obtener créditos. Esta condición se atribuye
    a la influencia que ha tenido la escuela de Chicago en el
    grupo de las
    siete potencias industriales dirigentes. Como en la época
    del liberalismo, Gran Bretaña ha jugado aquí, otra
    vez, un papel protagónico. Bajo el nombre de Thacherismo,
    el neoliberalismo entró, como un costoso experimento, a la
    historia
    económica de Inglaterra, destruyendo las posibilidades de
    vida de amplios estratos sociales. A través de sus
    principales instrumentos (el comercio mundial, los acuerdos sobre
    aranceles y
    las comunidades económicas) este modelo se
    convirtió en la doctrina general de la política
    económica contemporánea.

    Cuando en 1962 Milton Friedman con su libro Capitalism
    and Freedom en cierto modo fundó la escuela del
    neoliberalismo en Chicago, el público casi no tomó
    nota de su intento para revitalizar el liberalismo
    económico radical. Un hecho que también Friedrich
    Hayek y algunos de sus colegas de la London School of Economics
    padecieron cuando combatieron al Estado benefactor,
    inmediatamente después de la Segunda Guerra
    Mundial. Las dos grandes guerras, en
    donde tuvo lugar la lucha por la existencia en el ámbito
    económico y, en consecuencia, también en el
    ámbito nacional, no se habían olvidado; así
    como la idea del socialismo, a pesar del terror y la
    represión en los Estados socialistas, no estaba tan
    arruinada como para que un contramovimiento pudiera ganar
    terreno. Al contrario, los movimientos para la liberación
    nacional en el Tercer Mundo y la crítica a la guerra de Vietnam
    emprendida por los Estados Unidos,
    junto con movimientos políticos de protesta, hicieron que
    las ideas socialistas y sus modelos fueran
    todavía atractivas.

    Finalmente, la crisis económica y la
    descomposición del mundo socialista que se avizoró
    a fines de los setentas, en conexión con la crisis
    económica y del Estado benefactor ocurrida en Occidente,
    provocaron un cambio en la política económica
    mundial. Al hacerse evidente que el Estado benefactor no
    podía financiarse más por los caminos acostumbrados
    y cuando la alternativa socialista cayó en el
    descrédito total, la recurrencia a viejas doctrinas de
    salvación fue notable. La crisis y el miedo a las
    catástrofes, que siempre han favorecido la creación
    de atmósferas religiosas, evidentemente han
    dejado en el olvido que todos los movimientos sociales, desde la
    mitad del siglo pasado, surgieron de la protesta contra el
    crecimiento salvaje del liberalismo económico y que la
    crítica a la inhumanidad de este salvajismo, si bien fue
    insuficiente, no era injusta. Quizá el fracaso del llamado
    experimento socialista ha impedido entender que la
    economía mundial, por lo menos en lo que se refiere a las
    metas humanas del liberalismo, también ha fracasado
    miserablemente. ¿Qué es la libertad política
    sin libertad económica, sin que la mayor parte de la
    población lleve una vida humana con
    libertad de información y formación?

    Si la economía quiere hacer alguna
    declaración relevante acerca de la sociedad debe
    entenderse a sí misma como una ciencia social. Bajo estas
    condiciones, tendríamos entonces que leer la historia de
    los movimientos políticos y sociales como la historia del
    fracaso del liberalismo económico radical. Precisamente,
    las sociedades
    socialistas y fascistas de este siglo no estuvieron al margen del
    proceso económico sino que siempre formaron parte de la
    economía mundial. Ambas se entendieron como respuestas al
    liberalismo, ambas radicalizaron parte del liberalismo: en la
    sociedad nazi, la idea del progreso retornó en eugenesia,
    en criaderos de raza pura, en el salvajismo del mundo de las
    especies, cuando la misma idea para la sociedad socialista se
    reducía, como en las sociedades arcaicas tribales, a un
    simple plan de distribución. Ambas sociedades retradujeron
    la máxima de la competencia en un concepto de lucha: lucha
    de razas o lucha de clases. En lugar de retomar la Razón
    del Siglo de las Luces para criticar al liberalismo con el fin de
    transformar la sociedad en una sociedad humanizada y justa para
    los individuos, las respuestas al liberalismo siempre se
    refirieron a quimeras sobre el mito del
    origen: aquí la horda del origen germánico,
    allá el paraíso de la sociedad tribal del comunismo
    primitivo.

    La Primera Guerra Mundial
    aumentó la conciencia del
    fracaso de los Estados nacionales y del liberalismo
    económico entre un vasto público. Como
    reacción, provocó movimientos de salvación
    cuyas ideologías basadas en mitos del
    origen borraron, radicalmente, en este siglo, los restos de las
    actitudes y el
    pensamiento humanista. Con la reducción de la Ilustración a la racionalidad de la
    acumulación capitalista o socialista fue posible, a
    través de una crítica igualmente simplificada,
    quitarle a la
    Ilustración su fundamento en el humanismo
    universal. Lo que ha quedado ha sido el caos de sociedades en
    descomposición en las cuales se han podido extender los
    organismos supervivientes del salvajismo económico:
    formaciones mafiosas que con terror y violencia han
    arrebatado la riqueza de las naciones.

    Parece una burla de la historia que precisamente fuera
    Chicago – donde en los años veinte la mafia de Al Capone
    se apropió de la ciudad, la policía, los tribunales
    y todas las instituciones
    sociales y a donde el gobierno en Washington pensó enviar
    al ejército – el lugar en donde se desarrolló una
    doctrina de salvación que tradujo la praxis de la mafia en
    una teoría económica pseudo científica y
    que, además, se vendiera al mundo con éxito como
    neoliberalismo. Por supuesto, hoy en día, aunque los
    orfanatorios y dispensarios de Al Capone se llamen pacto de
    solidaridad,
    estos sirven para un mismo fin: a la carnicera lucha
    económica por la sobre vivencia le da un toque de
    carácter social con el objeto de influir, como un
    calmante, sobre la población asustada y apelar a una
    conciencia humana
    que desapareció desde hace mucho tiempo de la realidad
    social.

    La catastrófica situación económica
    y social, en que gracias a una economía monopolizada por
    el Estado o monopolista liberal, se encuentran ahora la mayor
    parte de los hombres, ha desencadenado una angustia y letargia
    generales; pero no ha dejado entender que toda una época
    de la economía mundial ha fracasado y que todos los
    imperativos sociales de la humanidad y de la moral que
    organizaban la cohesión social se encuentran hoy en
    descomposición. Todos los temas o religiones de moda, desde el
    postmodernismo hasta el supuesto "fin de la Historia" o la
    entrada a una nueva época de libertad absoluta, con los
    que se intenta explicar la situación actual de la
    sociedad, son solamente la expresión de una
    específica condición social; son los
    síntomas de la crisis general en la que se encuentra tanto
    la economía como la sociedad.

    El hecho de que una parte importante de la
    economía se encuentre desde hace mucho tiempo en manos de
    bandas internacionales no es un secreto. Los cárteles de
    drogas, los
    cárteles de armas, las bandas
    de los mercados informales del Este y el Oeste que ponen casi
    todo a la venta – desde el
    vulgar contrabando hasta el plutonio -, todos lavan su dinero
    ilegalmente ganado en el archipiélago de los restos de la
    economía formal que, casi completamente controlada por
    monopolios, ha abandonado todas las relaciones y compromisos
    sociales. El gobierno de los cárteles, conectado con
    grandes capitales no controlados, en muchos países ha
    cambiado ya la economía en una economía de bandas y
    ha contribuido a una enorme barbarización de la sociedad.
    Este es un fenómeno que el Secretario General de las
    Naciones Unidas,
    Boutros Gahli, ha señalado como el mayor peligro para la
    paz en el mundo, porque los cárteles, pueden transferir,
    en tiempos más cortos, sus enormes capitales especulativos
    a cualquier destello de crisis y con ello atizar conflictos
    armados de grandes dimensiones. En las sociedades en
    descomposición, a esta selva corresponde una
    disposición y necesidad de violencia que
    se descarga en conflictos de religión, de regiones o de
    naciones, o como violencia cotidiana en las pandillas de kids en
    los patios de las escuelas y en los barrios miserables que llaman
    la atención de los mass media. También
    se puede decir: los marginados de la economía ejecutan el
    neoliberalismo a su manera emulando los métodos y valores de los
    grupos
    dominantes.

    Con el abandono de la Ilustración y la reflexión, el
    liberalismo económico radical dejó todos los fines
    humanos de la sociedad para convertirse en un apologeta de la
    brutal lucha de la competencia social. La batalla por la
    supervivencia en su forma más desnuda, como lo ha vivido y
    elogiado Ernst Jünger con respecto a las trincheras de la
    Primera Guerra
    Mundial, se ha extendido hasta los últimos rincones
    del mundo. En relación con esto, el proceso de
    destrucción social no ha generado una reflexión
    sobre la economía, la sociedad y la historia, acerca de
    las perspectivas y metas de vida, sino solamente ha preparado el
    terreno para la emergencia de nuevos movimientos
    salvacionistas.

    El miedo a la catástrofe y la fascinación
    a ella favorecen el surgimiento de movimientos fundamentalistas
    de salvación que, como en la época medieval,
    protestan contra la miseria y prometen la salida de la crisis
    universal. Esto conecta el frente de salvación del
    Islam con el
    nuevo fundamentalismo del Vaticano y con las numerosas sectas y
    movimientos de salvación guiados por gurúes. En
    este contexto, el neoliberalismo aparece como una variante
    adicional en la asociación de las nuevas doctrinas de
    salvación, todas ellas vinculadas por un consenso
    común fundamentalmente antiiluminista. El regreso a
    mitos eternos
    y la tendencia a la mistificación del mundo parecen ser
    características de las doctrinas de salvación
    posmodernas. En lugar de ilustrar acerca de los fines sociales y
    de reflexionar en torno a sus
    perspectivas, se espera que potencias oscuras y místicas
    salven al mundo: las desconocidas fuerzas del mercado
    regulándose por sí mismas.

    • Este es el efecto imperial del mercado neoliberal,
      que no deja espacio alguno a otras formas económicas, a
      otras formas de vida, fuera de este mercado. El mercado
      neoliberal es el "mercado total", así subrayen
      incansablemente sus propagandistas su fin
      totalitarista.
    • Esto es la ideología. En realidad, el neoliberalismo
      aprovecha más la ayuda del Estado – a través de
      políticas fiscales, subvenciones,
      etcétera – que ninguna otra forma económica
      anterior.
    • Combatiendo al nazismo
      así como al estado de bienestar, Hayek escribió,
      en 1944, Camino a la Servidumbre. El argumento era que "la
      social-democracia
      moderna inglesa conduce al mismo desastre que el nazismo
      alemán". En 1947 un grupo de simpatizantes del
      neoliberalismo se reunió en Mont Pèlerin, Suiza,
      y fundó una sociedad de amigos fraternos que, como las
      órdenes de caballería o, como dice Perry
      Anderson, la francmasonería, perseguía el fin de
      combatir al comunismo. Entre ellos estaban: Milton Friedman,
      Karl Popper, Ludwig von Mieses, Walter Lippman y Salvador de
      Madariaga. Este grupo existe hasta hoy y se reúne cada
      dos años para discutir las estrategias
      para implantar el neoliberalismo en todo el mundo. Se trata de
      un grupo de conspiradores que se amplía cada año
      con nuevos miembros como el economista neoliberal Gary Becker y
      escritores propagandistas del neoliberalismo como Vargas
      Llosa.

     

    Mercantilismo

    Doctrina económica que agrupa diversas tendencias
    inspiradas en la idea de que el bienestar económico de una
    nación
    es proporcional a la cantidad de moneda circulante y existente en
    la misma. La regla fundamental de toda su política
    económica era la de conservar y aumentar el monto de la
    moneda y de los metales preciosos existentes en el
    país.

    Esta doctrina fue iniciada a mediados del s. XV, o sea,
    en una época en que las exhuberancias de la vida cortesana
    y las guerras
    continuas exigían elevados medios financieros. Los
    problemas más importantes eran entonces el problema del
    dinero y del comercio
    exterior, pues la superioridad de la economía del
    dinero sobre la economía natural y la peculiaridad
    lucrativa del comercio exterior parecieron a los economistas de
    ese tiempo los apoyos principales del aumento de la riqueza, que
    a su vez se reconoció como base de las finanzas del
    estado y del poder político.

    Algunos autores dividen la historia del mercantilismo en
    tres etapas:

    1. La fase monetaria, cuyas manifestaciones
      principales consisten en prohibir la exportación de las
      monedas, en alterarlas y en fijar el curso legal de los
      cambios.
    2. La fase del balance de los contratos,
      prácticamente en Inglaterra desde los últimos
      siglos de la Edad Media, y que consistía en un conjunto
      de normas que establecían para los contratos entre
      comerciantes ingleses y extranjeros las siguientes
      estipulaciones: obligación para los comerciantes
      ingleses de traer al país en metálico una parte
      del precio de sus ventas al
      extranjero, obligación de los comerciantes extranjeros
      que vendían sus artículos en Inglaterra, de
      emplear el dinero
      recibido en pago en la compra de productos ingleses, y otras
      obligaciones
      similares.
    3. La fase de la balanza de comercio, concepto
      éste en que se basa el mercantilismo como doctrina y que
      constituye su rasgo distintivo. El principio de la balanza de
      comercio sostiene que el único medio para enriquecer al
      país y al estado consiste en dirigir el conjunto de las
      operaciones
      comerciales de manera tal que el valor de las exportaciones supere al de las importaciones,
      obteniéndose de esta manera un residuo activo que se
      debe pagar en metálico. El principal representante del
      mercantilismo como teoría económica es Tomas Mun,
      inglés, con sus libros
      Examen de las exportaciones inglesas hacia las Indias
      (1621) y El balance de nuestro comercio exterior es la regla
      de nuestro tesoro
      (1664).

    En el mercantilismo no existe una exacta
    distinción entre "balanza de comercio" y "balanza de
    pagos". Además, tiene un concepto equivocado de lo
    que constituye la riqueza de una nación, y de ahí su
    exaltación del comercio exterior como único medio
    de obtenerla.

    El gran mérito del mercantilismo reside en
    haber advertido la relación de dependencia que existe
    entre el estado y la vida económica, pues propugnaba
    diversas formas de intervención del Estado en la
    economía.

    En el concepto mercantilista, la economía
    estaba sometida a la política, pero a la política
    de la época, en la que la llamada "razón de
    Estado" justificaba todos los actos de reyes y príncipes
    por censurables que estos fueran. Por otra parte,
    existía en los mercantilistas el pleno convencimiento de
    que hay una posición sistemática de intereses
    entre una nación y otra, y de él se deriva que
    tanto la teoría como la práctica se proponen
    investigar y poner en actuación los medios más
    convenientes para el enriquecimiento del país y del
    estado, con perjuicio de los otros países.

     

    Comunismo

    Sistema por el cual se quiere abolir el derecho de
    propiedad privada y establecer la comunidad de
    bienes.

    La voz comunismo designa a todo sistema social
    caracterizado por la comunión de bienes, sea este el fruto
    de una ordenación tradicional (como el hipotético
    comunismo primitivo), o de exigencias ascético-religiosas
    (sectas u órdenes religiosas), o provenga de la
    aplicación de un programa
    político-social. Pero, a partir de 1917, la palabra
    adquiere sentido más limitado, al aplicarla Lenin a su
    interpretación del socialismo y de la situación
    histórica en que éste actuaba, a la luz de los
    principios marxistas. Para Lenin, el s. XX se caracterizaba por
    el predominio del imperialismo,
    última etapa del capitalismo, en que éste, perdido
    ya el impulso creador de su período juvenil (que
    había sido objeto del examen de Marx), anula sus
    propios principios de libertad económica para constituir
    monopolios apoyados por el poder político de los estados
    nacionales. Con esta ayuda se lanzan a la conquista, aún
    armada, de nuevos mercados que conduce a luchas y conflictos
    propios del imperialismo. Esos conflictos internos crean una
    situación revolucionaria, que no presenta sin embargo la
    misma madurez en todo el mundo capitalista; de ahí la
    necesidad de una táctica variable de parte de los
    revolucionarios, según las circunstancias locales y
    nacionales. Esa actitud
    más flexible no implica una renuncia al internacionalismo,
    que era parte de la tradición marxista: toda actividad
    emprendida por los comunistas está encuadrada en un plano
    de estrategia
    universal. Esta lucha requiere un organismo político
    más fuerte y complejo, constituido por el partido
    comunista, como expresión política de la clase
    obrera, diferenciado de ésta. El partido recibe una
    estructura fuertemente centralizada y mantiene una rígida
    disciplina que
    se quiere sin embargo compatible con un funcionamiento
    democrático (es la teoría del "centralismo
    democrático"). Así, en el comunismo, la actividad
    política recibe mayor atención que en el socialismo del s.
    XIX.

    El pensamiento político-social de Lenin
    alcanzó eco primero en el partido social-demócrata
    ruso, en el que logró la adhesión de la
    fracción mayoritaria o bolchevique, desde 1903. A
    partir de 1917, gracias a la revolución
    rusa, obtiene eco universal; desde 1919 importantes
    fracciones socialistas adhieren al comunismo y forman una
    Internacional opuesta a la socialista. Los problemas nacidos de
    la instauración del socialismo en Rusia, en un mundo
    dominado por el Capitalismo, fueron planteados por Lenin y
    más detalladamente por Stalin (teoría del
    "socialismo en un sólo país"), en tanto que Trotski
    proclamaba necesario provocar rápidamente la revolución
    universal para evitar la involución del socialismo
    así confinado.

    La elaboración del socialismo marxista por Lenin
    y sus seguidores ha asegurado al movimiento por
    ellos iniciado una indudable eficacia
    política. Para los adversarios del comunismo, esa eficacia no se ha
    alcanzado sin sacrificios muy importantes en cuanto a los ideales
    primitivos del socialismo; así, el aparato partidario,
    pese a las declaraciones de principios, tenderá a aislarse
    cada vez más de la clase obrera y a formar un grupo
    privilegiado; la importancia atribuida al aparato estatal
    dará lugar, una vez adquirido el poder, a la
    formación de una burocracia
    igualmente privilegiada; la flexibilidad de la táctica
    política sólo se consigue gracias a una disciplina
    ciega que hace ilusoria toda afirmación acerca de la
    subsistencia de una organización democrática en el
    partido comunista.

     

    Biografías:

    Marx, Karl: (1818-1883):
    sociólogo, economista y filósofo alemán
    nacido en Treveris (Prusia). Fue su padre, un abogado
    judío convertido al protestantismo, quién lo
    educó dentro de las tendencias liberales de la
    época. En el liceo, Marx tomó contacto con el
    saintsimonismo, y en las universidades de Bonn y Berlín se
    vinculó a las corrientes hegelianas de la izquierda,
    recibiendo especialmente el influjo de Ciezskowski y Feuerbach;
    el primero lo condujo a la noción de la praxis o
    filosofía práctica de la acción, y el
    segundo, a la interpretación de las religiones que termina en el
    ateísmo. Por otra parte, el barón de Westphalen, su
    futuro suegro, lo inició en la literatura y especialmente
    en el romanticismo. En
    1841 se estableció en Bonn, como profesor privado y como
    abogado; pero poco tiempo después abandonó estas
    actividades, en las que había demostrado su hegelianismo,
    al ver las dificultades entre Bruno Bauer y el gobierno prusiano,
    que lo convencieron de la imposibilidad de desarrollar sus
    doctrinas sociológicas y filosóficas, opuestas a
    las tendencias conservadoras de las autoridades de Berlín.
    Entró entonces en el Rheinische Zeitung (diario
    renano) que acababa de ser fundado, donde sus artículos
    contra la dieta renana le valieron el cargo de redactor-jefe del
    periódico. Suprimido este por
    disposición gubernamental, Marx, junto con su esposa Jenny
    von Westphalen, se trasladaron a París para completar sus
    estudios económicos. Allí entró en la
    redacción del Deustche Französische
    Jahrbücher (Anuario franco-alemán). Marx se
    convirtió al socialismo, influido por los socialistas
    franceses. En dicho periódico, que habría de
    desaparecer enseguida por las divergencias entre ambos
    redactores, Marx sostuvo que si la "reforma fue la obra de un
    monje, la revolución
    será de un filósofo". Posiblemente fue esta la
    deducción que, consciente o inconscientemente, lo condujo
    a la acción política directa. En 1844 se
    efectuó su encuentro con F. Engels, dos años
    más joven que él y que habría de convertirse
    en su inseparable compañero. Juntos publicaron La
    sagrada familia
    , atacando a Bruno Bauer y al idealismo
    hegeliano. Expulsado Marx de Francia a
    raíz de las reclamaciones prusianas, se radicó en
    Bruselas, donde escribió en francés Discurso
    sobre el librecambio
    (1846) y Miseria sobre la
    filosofía
    (1847), contestación a
    Filosofía de la miseria, de Proudhon. En 1847, con
    motivo del Congreso realizado en Londres por la liga, se le
    encomendó, junto con Engels, la redacción del Manifiesto, cuya
    última frase: "¡Proletarios de todos los
    países, unios!", habría de convertirse en el grito
    de guerra del comunismo y del socialismo internacionales. Al
    estallar la revolución
    francesa de 1848, Marx fue expulsado de Bélgica; pero,
    invitado por el gobierno provisional francés, se
    trasladó a París. Pocas semanas después, al
    producirse en Alemania la
    sublevación de marzo, dejó París y se
    instaló en Colonia, donde fundó y dirigió el
    Neue Rheinische Zeitung (Nuevo Diario Renano). El cambio
    de la política en Alemania lo
    obligó de nuevo a exiliarse, radicándose
    definitivamente en Londres, donde se dedicó al estudio de
    los economistas ingleses y a la investigación de las cuestiones
    económicas y sociales; como medio de sustento actuó
    como corresponsal del New York Times y de otros
    periódicos menos importantes. En 1859 apareció su
    libro Sobre la crítica de la economía
    política
    . Tres años después, un grupo de
    obreros franceses visitó la exposición
    de Londres y se puso en contacto con dirigentes obreros ingleses
    para estudiar la posibilidad de llegar a un acuerdo internacional
    entre las fuerzas obreras de ambos países. Tal idea se
    concretó un año más tarde, después
    del mitín del St. Martin’s, presidido por el doctor
    Beesly y realizado en adhesión a la insurrección
    polaca. La Asociación internacional de trabajadores
    (más conocida como Primera Internacional) quedó
    fundada el 25 de septiembre de 1864. poco después se
    confió la dirección del movimiento a Marx,
    quién redactó la
    comunicación inaugural y los estatutos. A pesar de que
    Marx poseía la dirección intelectual del
    movimiento, los proudhonianos tuvieron predominio dentro de la
    asociación hasta 1867; sólo entonces se hizo
    más fuerte la influencia marxista. En 1868 se había
    adherido a la A.I.T., Mikhail Bakunin, quién se
    caracterizó enseguida por su oposición a Marx, y
    fundó, dentro de la misma A.I.T., una sociedad secreta, la
    Alianza Internacional, no reconocida por los dirigentes de
    aquella. Se entabló así una lucha entre los
    partidarios de Marx (centralistas o autoritarios) y los de
    Bakunin (anarquistas o federales). Posteriormente, la sede de la
    A.I.T. se trasladó de Londres a Nueva York y por propia
    resolución de sus dirigentes se disolvió en 1876.
    Marx, que había publicado en 1867 el primer libro de su
    obra principal, El Capital, se retiró de la vida
    pública al perder su prestigio y su influencia a
    raíz del fracaso de la Internacional. Los otros dos
    libros de
    El Capital fueron editados después de su muerte (en
    1885 y 1894, respectivamente). Entre 1905 y 1910, Kautsky,
    aprovechando apuntes inéditos de Marx, publicó
    Teorías sobre la plus-valía, que algunos
    tratadistas consideraban como el cuarto libro de El
    Capital
    . Dentro de la producción de Marx pueden
    recordarse: Sobre Feuerbach (1845); Las luchas de
    clases en Francia
    (1848); Revolución y
    contrarrevolución en Alemania
    (1852).

    Keynes, John Maynard:
    (1883-1946) economista inglés
    nacido en Cambridge. Durante la guerra de 1914-1918 fue consejero
    de la Tesorería británica y asistió como
    delegado de la conferencia de
    Paz en París. En 1919 dimitió del cargo para tener
    libertad de acción, y en el mismo año publico el
    libro Consecuencias económicas de la paz, que le
    valió fama universal por sus atrevidas críticas
    sobre el tratado de paz de Versalles.

    Poseedor de datos, por el
    cargo que ocupó, Keynes pudo refutar las obras de los
    aliados, considerándola perjudicial para la paz. En
    Inglaterra y EE.UU. sus teorías hicieron muchos adeptos,
    formándose un ambiente
    favorable a la aminoración de condiciones de paz impuestas
    a Alemania.

    En su segundo libro, Reforma del Tratado (1922),
    propone Keynes la reducción de la deuda alemana con
    arreglo a la capacidad de pago de ese país y vierte
    juicios muy duro sobre la política de posguerra los
    aliados. En su 3er. libro Proyecto de reformas
    monetarias
    (1923), estudia los efectos desastrosos de las
    fluctuaciones del valor de la moneda., produciendo cambios
    injustos en la distribución de la riqueza. Propone una
    reforma monetaria, cuyo objetivo
    esencial es asegurar una distribución rentable y
    equitativa de las rentas de cada país.

    Keynes es uno de las principales representantes de
    aquellas tendencias que vieron en la estabilidad del nivel de
    precios la misión
    más importante de la política económica. La
    escuela keynesiana, basados en su idea de que la
    inestabilidad de la inversión es la causa fundamental de
    las fluctuaciones que acosan a las sociedades capitalistas
    modernas. Al decir de Keynes, el paro forzoso es resultado de la
    insuficiente demanda de bienes de consumo y bienes de capital. La
    insuficiente demanda de artículos de consumo es provocada
    por la propensión del hombre a ahorrar una parte de sus
    ingresos, y la
    de bienes de producción, por el hecho de amortiguarse
    cíclicamente los capitalistas el interés por
    invertir. Keynes sostiene que para que aumente el empleo de la
    población, hace falta que se incremente la
    inversión de capitales.

    Toda la doctrina de Keynes se encuentra en su obra
    capital, Teoría general sobre la ocupación, el
    interés y la moneda
    (1935), donde resulta formulada
    teóricamente la visión de un proceso
    económico en el cual se desvanencen las oportunidades de
    inversión, mientras permanecen invariados los
    hábitos del ahorro, por medio de tres conceptos
    básicos: la función de
    consumo, la función de eficiencia del
    capital y la función de la preferencia de liquidez, que
    unidas a la unidad-salario dada y a
    la cantidad de dinero dada, determinan la renta e, ipso
    facto
    , la ocupación.

    Smith, Adam: (1723-1790). Economista
    inglés nacido en Kirkcaldy. Enseñó
    filosofía moral en
    Glasgow. En su obra filosófica Teoría de los
    sentimientos
    se atiene a principios morales y basa las
    relaciones
    humanas en la simpatía; pero al estudiar el problema
    de la riqueza, fundamenta sus análisis en el
    egoísmo humano.

    Según Smith, el trabajo anual de cada
    nación es la fuente que lo surte de todo lo necesario y
    útil para la vida y que se consume anualmente en ella.
    Consiste en el producto inmediato del trabajo o en lo que con
    este producto inmediato se obtiene de las demás naciones.
    De la proporción de este producto, o lo que con él
    se adquiere, con el número de consumidores depende el
    mayor o menor abastecimiento. Esta proporción se regula
    por dos circunstancias distintas: la pericia, destreza y juicio
    con que se aplique generalmente el trabajo, y la relación
    que se guarde entre el número de los que se emplean en el
    trabajo útil y de los demás. El hombre ha
    de poder vivir de su trabajo, y su salario ha de ser
    por lo menos suficiente para atender a su sustento y al de su
    familia. El
    producto del trabajo constituye la remuneración o el
    salario natural. En el estado primitivo que procedió a la
    apropiación de la tierra y a la acumulación del
    capital, el producto íntegro del trabajo pertenecía
    al trabajador. Si ese estado de cosas hubiere continuado, el
    salario del trabajo habría ido aumentando con toda esa
    intensificación de capacidad productiva a que conduce la
    división del trabajo. Todas las cosas habrían ido
    abaratándose o se hubieran ido produciendo con menor
    trabajo. Pero ese estado primitivo no hubiera podido perdurar
    después de introducida la propiedad de la tierra y la
    acumulación del capital.

    En cuanto a la moneda y a la formación de los
    precios, Smith considera que con la propiedad privada de la
    tierra y la acumulación del capital, el trabajo ya no es
    la única medida de valor, pues existen la ganancia del
    empresario y la renta de la tierra. El papel moneda es ante todo
    un medio de economizar metálico. Dentro de un país
    no pueden circular más billetes de banco que las
    monedas metálicas que circularían si esos billetes
    no existieran.

    Ampliar la venta de sus productos y restringir la
    competencia es siempre el interés de los comerciantes. La
    ampliación del mercado conviene por lo regular al
    interés público, pero no la limitación de la
    competencia, ya que ésta aumenta con exceso las ganancias,
    e impone en beneficio del comerciante una especie de carga sobre
    el resto de la población. El consumo es el único
    fin de toda la producción en que intervienen la industria
    del hombre, y por tanto no debe existir otro medio de mirar por
    los intereses del productor que atender a los del consumidor. Sin
    embargo, en el sistema mercantil se sacrifica el interés
    del consumidor a favor del productor, y, en consecuencia, la
    producción y no el consumo se tiene por único fin y
    objeto de la industria y del comercio. No es difícil
    advertir quienes pudieron ser los que proyectaron semejante
    sistema y como reformarlo. Obra fundamental:
    Investigación de la naturaleza y causa de la riqueza de
    las naciones
    (1776).

     

     

     

     

    Autor:

    Gustavo
    Olmedo
    gustavoolmedo[arroba]hotmail.com

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