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La expansión del cristianismo en el mundo antiguo (página 2)




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Los hechos fundamentales de la vida de Jesús de
Nazaret, Los Evangelios, como también otros libros del
Nuevo Testamento, narran los hechos de la vida de Jesús
considerados más significativos por los primeros
predicadores de la fe cristiana.
Relatan que una virgen, llamada Maria, desposada con José
del linaje de David, concibió por intervención
Divina a un hijo a quién dio el nombre de Jesús.
Este nació en Belén de Judá, durante el
reinado del emperador Agusto. Paso su infancia y
juventud en
Nazaret, pequeño pueblo de Galilea, donde se le
conocía como el hijo de José el carpintero. A los
30 años comenzó a recorrer Palestina.
Después de haber sido bautizado por el precursor Juan el
Bautista en él rió Jordán, predico en las
sinagogas y ante multitudes. Debido a la oposición o la
incomprensión que encontró, dirigió su
enseñanza a unos grupos más
reducidos: el grupo de los
discípulos, de entre los cuales eligió a doce que
ocuparán un lugar especial entre sus seguidores. Los
Evangelios colocan la primera parte de su vida pública en
Galilea, con algunas incursiones a las regiones vecinas de
Fenicia y Deacápolis. Mencionan un viaje de Galilea a
Jerusalén, al final de su vida publica, cuyo destino es el
cumplimiento de su misión
como siervo de YAHVET, que debe parecer antes de alcanzar la
gloria: " Cuando se cumplían los días de su partida
de este mundo, tomo la firme resolución de encaminarse a
Jerusalén ", { Lucas IX, 51}. Allí predica en el
templo, anuncia la ruina de este y de la ciudad Santa, su muerte,
su resurrección y su retorno glorioso al final de los
tiempos.
El Sanedrín lo hizo arrestar, lo juzgo y lo considero reo
de muerte por el delito de
Blasfemia, { el Sanedrín podía condenar a muerte,
pero no podía ejecutar la sentencia sin
ratificación romana}. Entregaron a Jesús a las
autoridades romanas, ante las que se lo acuso de poner en peligro
la autoridad del
Cesar y pretender ser rey. El procurador romano Poncio Pilatos
ordenó su crucifixión en la colina del
Gólgota, al norte de Jerusalén.
A los tres días resucita y se aparece a sus
discípulos durante cuarenta días, al cabo de los
cuales asciende a los cielos. Pilar fundamental de la Iglesia
primitiva fue la fe en la resurrección de Jesús.
San Pablo dirá: " y si cristo no resucito vana es nuestra
fe ", { I Cor. XVI, 17}.
Diez días después de la ascensión a los
cielos sus discípulos recibirán el Espíritu
Santo{Pentecostés}. Iniciaran con entusiasmo y fervor la
proclamación del mensaje salvador: Jesús de Nazaret
fue crucificado, pero Dios lo resucito " y todo aquel que cree en
él alcanzara por su nombre el perdón de los pecados
", { Hechos X, 43}. Se anuncia jubilosamente que a llegado el
día anunciado por los profetas, que Jesús es el
liberador o Mesías esperado por todo el pueblo, que la
salvación se alcanza por la fe en su nombre.
Sus discípulos lo llamaran Jesús el Cristo {
Jesucristo}. Proclamar que Jesús era el Cristo, implicaba
una confesión de fe en que Jesús participaba del
Espíritu de Dios y tenía una misión
confiada por él.
El libro de los
Hechos de los apóstoles nos narra la formación de
la primera comunidad cristiana, pero sin ofrecer un cuadro
completo de los acontecimientos. Fue un libro en
griego y para griegos. Habla poco del cristianismo de lengua aramea:
solo relata los primeros quince primeros años de la
comunidad Madre de Jerusalén. Su finalidad fundamental fue
narrar la difusión del cristianismo entre los gentiles y,
en especial, la misión de Pablo.
Después del Pentecostés comenzaron los
apóstoles a anunciar el Evangelio en Jerusalén:
exhortaban a la conversión, entendida en el sentido de
reconocimiento de la divinidad de Jesús.
Rápidamente se acrecentó el número de los
creyentes. Esto inquieto a las autoridades Judías, las que
con diversas medidas conminatorias: prisión, azotes,
amenazas, intentaron terminar con la predica de los
apóstoles. Como esta continua, se desato una
persecución que provoco la dispersión de los
cristianos. Este hecho provoca la difusión del
cristianismo fuera de Jerusalén, fundamentalmente por las
regiones de Judea y Samaria.
La vida en la primera comunidad cristiana de Jerusalén, la
fe en Jesús como Mesías salvador, de naturaleza
divina, sin duda fue lo que mantuvo la cohesión de la
primitiva comunidad cristiana de Jerusalén. Y lo que la
separaba en el terreno de las creencias de sus hermanos
judíos. No creían que esta fe lo separaba de la
religión de sus padres, seguían concurriendo a orar
al templo y cumpliendo con las tradiciones. Sin embargo las
prácticas debieron de tener menor importancia para los
Judíos convertidos a la Diáspora, y en la
predicación apostólica no se señala que la
adhesión a la ley fuese
necesaria para alcanzar la salvación. La fe común
no era algo que quedara circunscripto al terreno personal:
participaban en común en las actividades religiosas de su
pueblo y poseían instituciones
propias. Tenían conciencia de
formar una comunidad particular a la que designaban con el nombre
de ECCLESIA { significa comunidad }. El vocablo designa en un
principio a la Iglesia Madre de Jerusalén, más
tarde designara a las Iglesias que Irán surgiendo a
imitación de está. No obstante los cristianos
tenían conciencia de que
se trataba de una única e idéntica comunidad,
presente en diversos lugares, por lo que la palabra tomo el
sentido de Iglesia Universal o sea que se utilizo para designar
al conjunto de comunidades o Iglesias locales.
Aunque no hubo una ruptura cultural con el judaísmo
aparecieron formas independientes de piedad y culto. Pese a que
tomaron del medio los elementos materiales
para estas nuevas formas de culto, su originalidad radico en su
nuevo contenido: Se ingresaba en la comunidad por el BAUTISMO, el
que ya suponía la conversión entendida en el
sentido de la fe en la divinidad de Jesús y
arrepentimiento de los pecados. Se administra en el nombre de
Cristo, lo que significa que es de él de quien recibe su
eficacia
salvadora; Comporta el perdón de los pecados y la
renovación interior del hombre
realizada por el Espíritu Santo o sea el nacimiento de una
nueva vida de carácter
sobrenatural { Hechos, II, 38}. Al bautismo se le
añadía a menudo una imposición de manos por
la que se recibe un aumento de la vida sobrenatural: los dones
del Espíritu Divino; pero esta podía realizarse
separada del bautismo, { Hechos VIII, 16 a 17 }. También
por medio de la imposición de manos los apóstoles
entregaban poderes especiales a algunos miembros de la comunidad,
{ Hechos VI, 16 }.

Se reunían en casas particulares para celebrar la
fracción del pan, nombre arcaico de la Eucaristía.
Estas asambleas en la que se celebraba la Eucaristía,
costaban de instrucción, fracción de pan y
oraciones. Comenzaban por la instrucción, que podía
constar de exhortaciones destinadas a fortalecer la fe y la
caridad, de recuerdos o comentarios de hechos o palabras de la
vida de Jesús. Seguía la fracción del pan;
la persona que presidía la Eucaristía
bendecía el pan y el vino, extendiendo sobre ellos sus
manos y pronunciando las palabras de Jesús en la
última cena celebrada con sus discípulos: " Este es
mi cuerpo ". " Este es el cáliz de mi sangre ". " Cada
vez que comáis este pan y bebáis este cáliz,
anunciáis la muerte del Señor hasta que venga "{
Pablo I Cor. XI, 26 }. La Eucaristía iba seguida por
oraciones que estaban a cargo de los apóstoles o ancianos,
quienes presidían la asamblea, pero también
podían realizarlas los otros miembros de la comunidad.
Estas reuniones podían ir, o no, acompañadas de
comidas o ágapes. Para celebrar la Eucaristía se
consagraban en la noche del Sábado al Domingo,
convirtiéndose así este, en el día en que la
comunidad cristiana celebraba su propio culto. Posteriormente,
dada la creciente tensión entre el viejo Judaísmo y
la Iglesia primitiva, el domingo como día de fiesta propio
de los cristianos irá imponiéndose cada vez
más.
La Iglesia primitiva de Jerusalén vivía muy unida
practicando la comunidad de bienes: " Toda
la multitud de los fieles tenían un mismo corazón y
una misma alma; no había entre ellos quién
considerase como suyo lo que poseían, sino que
tenían las cosas en común ", { Hechos IV, 32 }.
Esta comunidad desde sus orígenes fue una comunidad
jerárquica, lo que significa que sus miembros, no
tenían todos la misma categoría, ni
desempeñaban las mismas funciones. En
primer lugar se destacaban los Apóstoles, elegidos por
Jesús en persona para continuar su misión. La
misión de un apóstol era la de dar testimonio de la
vida, muerte y resurrección de Jesús, dirigir los
actos del culto; administrar el bautismo, presidir la
fracción del pan, ejecutar la imposición de manos.
Todas ellas eran funciones
sacerdotales en la que actuaban como mediadores entre Cristo y la
Comunidad. La rigen con autoridad.
Controlan la pureza de la doctrina, la conducta de sus
miembros, y la fundación de nuevas Iglesias.
Hay otro grupo a
quienes los Hechos llaman ancianos PRESBYTEROI. Era la costumbre
entre los hebreos que los ancianos ocupasen cargos directivos en
las organizaciones
religiosas: por ejemplo en el Sanedrín y en las Sinagogas
de la Diáspora.
Debido al incremento de la comunidad y para aliviar a los
apóstoles se eligieron a siete miembros para las tareas de
beneficencia y también para ayudar en la actividad
pastoral. Por su actividad se los designa con la palabra griega
DIAKONEIN { servir}, de ahí que se los llama
Diáconos.
La existencia de personas destinadas a funciones especiales de
carácter religioso, por, un lado, y la muchedumbre de los
creyentes, por otro, demuestra que la Iglesia Madre de
Jerusalén se daba ya la división entre
clérigos y laicos.
Lentamente el judeo- cristianismo se fue haciendo a la idea de
que debía llevar también a los gentiles la buena
nueva de la
redención de Jesucristo. Las primeras conversiones de
gentiles según lo relatan los Hechos fueron casos aislados
acompañados de una serie de fenómenos
extraordinarios que se interpretaron como expresión de la
voluntad divina de su admisión a la comunidad; por
ejemplo, la conversión del Centurión romano de
Cesárea y la del Eunuco funcionario de la reina de
Etiopía { Hechos Cap. VIII, 26 a 40 y Cap. X }.
El impulso partió del grupo Judeo – helenista
convertido al cristianismo que se caracterizó por un
espíritu más universalista. Estos con motivo de la
persecución desatada en Jerusalén, tuvieron que
abandonar la ciudad y se dispersaron por Palestina y regiones
vecinas. Llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía
predicando el Evangelio únicamente a los Judíos,
pero un grupo, oriundo de Chipre y Cirenaica, predicó en
Antioquía también a los griegos: " Anunciaron a los
griegos la Buena Nueva del Señor Jesús ", {Hechos
XI, 19 }.
Un grupo numeroso abrazó el cristianismo. Al enterarse en
Jerusalén del crecido número de convertidos,
decidieron enviar a uno de sus miembros, Bernabé,
judío oriundo de Chipre. Esta misión demuestra la
voluntad de los apóstoles de asegurar la unidad de las
comunidades bajo su dirección. Una vez en Antioquía,
Bernabé decidió ir a buscar a Pablo de Tarso como
colaborador de su tarea misional. Pablo provenía, como
Bernabé, de la Diáspora Judía, de la ciudad
Tarso de Cilicia { Asia Menor}.
Heredo de su padre la ciudadanía romana. Se
mantenía fiel a las creencias y tradiciones del
Judaísmo, pertenecía a la secta de los Fariseos. Se
formo en Jerusalén, junto a Gamaliel, como doctor de la
ley. Cuando
allí se inició la persecución contra los
cristianos Pablo tomó parte activa en ella. Al dirigirse a
Damasco con la finalidad de activar dicha persecución, en
el camino, según cuentan los Hechos tuvo una
aparición Jesús, que cambio el
curso de su vida. Después de recibir el bautismo y de
pasar un corto período de tiempo en
Árabia, comenzó a anunciar en las sinagogas de
Damasco y más tarde en Jerusalén que " Jesús
es el Mesías, Hijo de Dios ". En ambos lugares
tropezó con tan violenta oposición, que por correr
peligro su vida, tuvo que retirarse a Tarso, su Patria, donde lo
fue a buscarlo Bernabé, quién lo había
conocido en Jerusalén después de su
conversión y lo había presentado a los
apóstoles.
Después de un año de actividad apostólica en
común, queda consolidada la existencia de la primera Gran
Iglesia Cristiana de la Gentilidad. Fue en Antioquia donde por
primera vez se les llama KHRISTIANOI a los seguidores de Cristo.
Luego Antioquia se trasformará en un foco de
irradiación del cristianismo: Pablo se siente llamado a
predicar el Evangelio entre los gentiles. Desde allí
organizó tres viajes durante
los cuales evangelizó las regiones de Asia Menor,
Macedonia y Grecia.
Iniciaba siempre su predica en las sinagogas de las ciudades que
visitaba; allí concurrían los judíos de la
Diáspora y los gentiles convertidos al judaísmo:
prosélitos y temerosos de Dios. Pablo se dirigía a
los dos grupos. Por lo
general, la mayoría de los judíos de la
Diáspora rechazaba el mensaje religioso de Pablo, y en
ocasiones, con violencia. Las
conversiones eran más numerosas entre los gentiles. Fueron
surgiendo así comunidades cristianas e Iglesias en todas
las ciudades donde predicó, que fueron como
pequeños focos de los cuales se propagó el
cristianismo en el ambiente
pagano circundante. Cuando regresó a Antioquia,
después de su primer viaje, su informe a la
Iglesia de esta base misional terminaba con estas palabras: "
Dios ha abierto a los gentiles las puertas de la fe ",{Hechos
XIV, 27}.

Poco después de la vuelta de Pablo y
Bernabé a Antioquía, llegaron algunos creyentes de
Jerusalén sosteniendo que los gentiles, para llegar a ser
cristianos, debían pasar por la circuncisión. Pablo
y Bernabé se oponían con decisión. La
cuestión, como ya hemos mencionado, se llevó a
Jerusalén y, en una asamblea solemne, se escucharon los
diferentes pareceres { 49 d.c.}. Pedro se pronuncio en la linia
de Pablo, y también Santiago { el menor } llegó a
un acuerdo, que dejaba sustancialmente libres de la observancia
de la ley a los cristianos no provenientes del Judaísmo.
Las decisiones fueron comunicadas a
Antioquía por medio de carta
Apostólica. {II}.
El segundo viaje se sitúa entre los años 50 y 53.
pablo se ve movido por el deseo de visitar y consolidar las
comunidades fundadas durante el primer viaje. Un acontecimiento
decisivo es el paso a Europa, con la
fundación de las Iglesias de Macedonia y Ácaya {
antiguo nombre de Grecia }. En
el Arópago, la culta población Ateniense, después de un
primer momento de interés,
termina en la incredulidad y burlas "" Al oír las palabras
" resurrección de los muertos", unos se burlaban y otros
decían: " Sobre esto te vamos a escuchar otro día",
"" { Hechos, 17, 16-34 }.
En Corinto, en cambio, donde
se detiene durante un año y medio en la casa de Alquila y
Priscila, dos judíos posiblemente ya cristianos, Pablo
consigue fundar una importante comunidad. Corinto tenía
puerto y las personas a las que Pablo se dirige son completamente
diferente a los intelectuales de Atenas. Es gente común,
su vida es dura, son muy peleadores y de conducta
moralmente reprensible. Con ellos Pablo cambia el método de
su anuncio: " Por mi parte, hermanos, cuando los visité
para anunciarles el testimonio de Dios, no llegué con el
prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al
contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo
crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes
débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y me predica no
tenían nada de argumentación persuasiva de la
sabiduría humana, sino que eran demostración de
poder del
Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la
sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios
", { 1 Cor. 2, 1-5 }. El viaje de vuelta concluye de nuevo en
Antioquia {Hechos. 18, 1- 22}.{ III }.
Después de su tercer viaje. Pablo volvió a
Jerusalén, donde un tumulto contra su persona
obligó a las autoridades romanas a ponerlo bajo su
custodia. Para evitar ser juzgado por el Sanedrín, Pablo,
como ciudadano romano, apeló al Cesar y fue conducido a
Roma por una
escolta militar. Allí permaneció prisionero a la
espera del proceso. Se le
permitió estar en una casa particular con un soldado de
guardia {Hechos XXVIII, 16 }.Desde prisión reanudó
su actividad apostólica. Pablo fue liberado después
de dos años y continuo con su actividad misionera y en el
año 67, según la tradición, sufrió el
martirio en Roma.
Con la muerte del ultimo de los dirigentes de la Iglesia,
contemporáneos a Jesús. El destino de la Iglesia
pasa a manos de una nueva generación. Esta se
sintió muy ligada a los testigos de la primera hora, a
cuya autoridad apelaban como garantía de la autenticidad
de su doctrina.
Las figuras de gravitación de la Iglesia Postapostolica
fueron los fejes de las Iglesias locales{ Policarpo de Esmirna,
Clemente de Roma, Ignacio de Antioquia, etc.}. La Iglesia del
periodo postapostólico tuvo, más o menos, las
mismas características que la del periodo
anterior. Sin embargo se perciben algunos rasgos nuevos en lo que
se refiere a la organización: las comunidades locales
evolucionan hacia el episcopado monárquico.
No habrá más que una Iglesia en cada ciudad, es
decir que la comunidad de los creyentes se agrupará bajo
una misma
autoridad, pero ésta no será la del colegio de los
EPISCOPOI o PRESBITEROI, pasará a manos de una sola
persona, para quien se reservará el nombre de EPISCOPOS
{obispos}y a los que estarán subordinados el colegio de
los Presbíteros y el de los Diáconos.
En el Oriente, a comienzos del siglo II, y en toda la segunda
mitad del mismo siglo, se encontraba ya claramente establecido el
episcopado monárquico. Durante el siglo III se
afianzó el prestigio del y la autoridad del obispo como
rector indiscutido de la comunidad. A través de una
sucesión ininterrumpida, el obispo es el heredero de los
poderes que los Apóstoles, que habían recibido de
Cristo, por lo que su poder se considera de origen divino.
Representa ante sus fieles a Cristo, está guiado por el
Espíritu Santo. El obispo es la cabeza de la comunidad,
celebra el bautismo y el matrimonio,
dirige la liturgia, preside los ágapes, predica la fe y
vela por la pureza de la doctrina. Los obispos son los guardianes
de las tradiciones apostólicas; procuran mantener sin
variantes los textos de la edad apostólica. El obispo es
el custodio de la disciplina
interna y responsable de que la comunidad conserve el ideal de
vida cristiana. Dirige el trabajo de
beneficencia en la vida diaria y organiza la ayuda en momentos de
necesidad y crisis.
Se consolida la conciencia de la unidad y de universalidad de la
Iglesia. la unidad de la Iglesia estuvo asegurada, además,
por los siguientes factores:
Salvaguardar la unidad doctrinal por medio de un compendio de la
fe {Regula Fidel} que progresó desde fórmulas
sencillas a preposiciones cada vez más precisas. En los
puntos esenciales eran en todas partes igual y se enseñaba
a los creyentes en el bautismo
Las fórmulas del culto y de la liturgia se mantuvieron
idénticas en lo fundamental; hubo variantes en lo que se
refiere a su forma externa. Tanto la fe como el culto se
medían constantemente por el patrón de la
tradición eclesiástica. La fidelidad a la
tradición era garantía de su autenticidad. Si
había una tradición trasmitida de obispo en obispo
hasta remontarse a un apóstol
no se dudaba de su autenticidad. Había una honda
preocupación por mantener en toda su integridad la
tradición apostólica.
También basándose en la autoridad de la
tradición, se fue formando el Canon neotestamentario, es
decir el índice o lista de los libros
cristianos considerados como escritos sagrados { por estar
inspirados por Dios }. A fines del siglo II está casi
definitivamente formado. Sólo se reconocieron como
Canónicos { dignos de figurar en dicha lista} aquellos
escritos que se remontaban a la era apostólica y que desde
muy temprano habían sido particularmente apreciados por la
tradición de las Iglesias.
Una iglesia por cada ciudad, un obispo por Iglesia, todas las
Iglesias unidas entre sí por el intercambio constante de
huéspedes, cartas, limosnas
y avisos. Se veía en la unidad de la Iglesia y en el
episcopado un rasgo querido por su fundador.
Este organismo, la Iglesia, está animado, para los
creyentes, por un principio sobrenatural de vida: Cristo el
Señor. Todas las Iglesias juntas forman el Pueblo de Dios.
A esta comunión de todos los fieles, Ignacio de
Antioquía dio, por primera vez, el nombre de " Iglesia,
cuyo obispo invisible es cristo ".
En el siglo III aparecen nuevas formas de organización eclesiástica. Los
oficios de obispos, presbíteros y diáconos se
mantienen, pero se delimitan y amplían sus funciones. Ya
mencionamos el prestigio y la autoridad que adquiere el obispo en
la Iglesia. En algunos territorios hay una importancia creciente
del PRESBITERADO; ya no son sólo consejeros y auxiliares
de los obispos. En algunas circunstancias, éstos los
autorizan a bautizar, en otras a perdonar los pecados, a presidir
la celebración de la Eucaristía o regir una
pequeña comunidad.

Esta importancia creciente del presbiterado tuvo
diversas causas:
El crecimiento de las comunidades cristianas de las Iglesias
más importantes como Roma, Cartago, Alejandría,
Antioquía, que
comprendían a veces a varios miles de fieles.
El hecho de que durante las persecuciones el obispo, por estar
encarcelado haber huido, no pudiese atender por sí mismo a
la
Iglesia y tuviese que ser sustituido.
El crecimiento del cristianismo en ambientes rurales, para los
que no se nombra un obispo como pastor de la comunidad, sino
sólo a un presbítero, sedentario o residente en la
cede episcopal, pero sometido al obispo de la Iglesia Mayor.
Estas comunidades rurales, regidas por un presbítero fijo
o ambulante, son los antecedentes de las futuras parroquias.
Así se inició en el siglo III una evolución que supone la extensión de
la competencia del
obispo sobre territorios cada vez mayores{ diócesis}.
En la vida diaria de una Iglesia madia, los diáconos se
presentaban aún como los auxiliares principales de los
obispos, sobre todo en el cuidado de los pobres y en la
administración temporal.
El crecimiento de la Iglesia en el siglo III obliga
también a la creación de nuevos oficios clericales
inferiores al diaconado: los
subdiáconos; auxiliares directos de los diáconos;
los acólitos, ayudantes de los subdiáconos; los
exorcistas, a cuyo cargo estaban los enfermos mentales y
epilépticos; los lectores, encargados de leer en voz alta
en las ceremonias del culto; Los ostarios que vigilaban el acceso
a los lugares de culto y rechazaban a quienes no tenían
derecho a entrar. En el siglo III se inicia una evolución que supone la extensión de
la competencia de
algunos obispos sobre territorios cada vez mayores; las
provincias eclesiásticas surgen debido a la preeminencia
que adquirieron las sedes episcopales de las capitales de
provincia del Imperio Romano,
por el hecho de haberse iniciado allí la
evangelización y de haber sido fundadoras de las otras
Iglesias de la región; las nuevas comunidades mantuvieron
estrecha relación con la Iglesia Madre y se vincularon
entre sí. También contribuyeron a la
formación de las Iglesia provinciales las reuniones de
sínodos o concilios, frecuentes desde fines del siglo III
en el Oriente. Desde el siglo IV al obispo de la Iglesia Madre se
le dio el nombre de metropolitano.

En Occidente no se forman Provincias
eclesiásticas propiamente, sino que las cedes episcopales
del Norte de África, Central Sur de Italia,
están bajo la autoridad de Cartago Y Roma respectivamente,
fundamentalmente porque de dichas ciudades partió la
evangelización de los territorios por ellas dirigidos.
Roma y Cartago eran capitales eclesiásticas de una
categoría superior a una simple metrópoli
eclesiástica.
En oriente dos capitales, Alejandría y Antioquía,
ocupan un lugar cada vez más destacado, de modo que a los
titulares de ambas sedes episcopales se les reconoce mayor
categoría que a los metropolitanos; fue el comienzo de la
evolución hacia el futuro patriarcado.
En el Imperio Romano, el pluralismo religioso del Imperio,
contrastaba con su unidad Política y Cultural.
Roma nuca tuvo la intención de imponer la uniformidad en
el terreno religioso.
Lo que caracterizó el panorama religioso del Imperio
Romano, a fines del último siglo precristiano, fue la
decadencia de la religión grecorromana y la
difusión de diferentes formas religiosas provenientes del
Oriente.
Este proceso de
disolución arrastrará también a la antigua
religión romana, cuyos dioses, después de la
segunda guerra
Púnica, comenzaron a Helenizarse, junto con toda la vida
romana, para luego sufrir un destino parecido al de los dioses
griegos.
El emperador Agusto intento detener la ruina religiosa y moral de su
pueblo por medio de una serie de reformas, pero no logro injertar
nueva savia a la vieja religión.
Sólo tuvo largo porvenir la implementación del
culto Imperial, no como medida vivificadora de la religión
tradicional, sino como medida política orientada
consolidar el poder soberano y la unidad del Imperio.
El vacío de dejado por las viejas religiones fue llenado,
principalmente, por los misterios, llegados desde Oriente. La
razón del éxito
de éstos se debió a que colmaban la angustia
existencial de los espíritus de la época, con
promesas de felicidad ultraterrena: los iniciados en dichos
cultos se aseguraban una inmortalidad venturosa.
Dichos misterios, por lo general, veneraban a una diosa
bienhechora asociada a un dios joven, cuya muerte y
resurrección se relacionaba con el morir y el renacer de
la naturaleza
cada año.
Los misterios, llamados así por su carácter
esotérico, se rodeaban de un ceremonial espectacular, que
en muchos casos llegó a tener un carácter
orgiástico. Los que alcanzaron mayor difusión en el
Imperio fueron los de Isis y Separtis originarios de Egipto { la
más civilizadas de las religiones bárbaras,
este culto tenía también su origen en las
antiquísimas creencias religiosas relativas a la
recolección y al ciclo de las estaciones. Contrastaba con
el culto de Cibeles, primitivo y violento}, Cibeles y Atis
proveniente de Asia Menor { Cibeles, llamada " la gran madre " ,
simbolizaba la fecundidad y el poder de la naturaleza. La
importación de una nueva religión
nueva era signo de los tiempos: los romanos iniciaban su apertura
a un horizonte internacional. Pero el senado procuró
impedir a los ciudadanos romanos una participación activa
en el ejercicio de este culto, en verdad demasiado
exotérico} y los de Mitra de procedencia Iranea { movimiento
religioso persa de fondo zoroástrico, su fuerza y poder
de atracción, sobre todo entre las filas del
ejército, residía en su ofrecimiento de una fuerza
sacramental que capacitaría a sus iniciados para combatir
victoriosamente en el campo de batalla}. Simultáneamente
se difundieron diversas formas de superstición
también importadas de Oriente: Astrología, Magia,
Adivinación, etc.

Algunos caracteres del mudo religioso cultural
grecorromano fueron un obstáculo serio a la
difusión del cristianismo; otros favorecieron su
propagación.
Entre los primeros tenemos: el culto Imperial, pues un choque o
discrepancia en ese terreno significaba poner en contra de la
nueva religión todo el poder del Estado romano;
la carencia de moral. La
sensualidad y el formalismo que presentaron con frecuencia los
misterios al llegar Roma, contribuyeron a fomentar las formas de
vida religiosa carentes de hondura e interioridad; la
crítica a los antiguos dioses, a veces irreverente y
descarada, llevaba al escepticismo y a la subestima de lo
religioso; la escala de
valores del
mundo pagano. El lujo, las ansias de placer, la
sobrevaloración de las riquezas, la gloria y el poder, se
oponía radicalmente al ideal de vida predicado por
Cristo.
Entre los segundos : el vacío espiritual que
experimentaron muchos espíritus de la época, la
atracción por los misterios pone de manifiesto ese
vacío que se caracterizó fundamentalmente por un
anhelo de regeneración moral e inmortalidad. Estos en la
medida que alimentaron y mantuvieron vivas dichas ansias,
abrieron paso al Evangelio. El cristianismo ofrecía a esos
espíritus
inquietos a la vez que una moral elevada, promesas de
redención y vida eterna.
También la tendencia al monoteísmo, que se
había manifestado ya en la filosofía griega
clásica y se había hecho más general en el
período Helenístico, aunque no se hubiese llegado
aún al concepto de un
Dios personal y
trascendente como en Israel. El proselitismo de los Judíos
de la Diáspora preparó, igualmente, el terreno a
los misioneros cristianos.
Y en otro orden de cosas, también favoreció la
difusión del cristianismo, la
organización del Imperio Romano: paz, buenas
vías de comunicación, unidad política y
cultural, etc.
Durante los cuatro primeros siglos de existencia, el cristianismo
sufrió persecuciones de diversa índole e
intensidad.
Las persecuciones: lo que distingue a los tres primeros siglos de
la Iglesia son las persecuciones. La persecución fue su
estado normal
durante los primeros 250 años de su existencia, aunque
hubo periodos en que la saña de los perseguidores se hizo
más intolerable.
Las persecuciones oficiales fueron diez, pues diez fueron los
emperadores que dieron nuevos edictos contra los cristianos o
confirmaron los anteriores. Las dos primeras tuvieron lugar en el
siglo I; dos en el siglo II, bajo Trajano y Marco Aurelio; cinco
en el siglo III, en los días de Séptimo Severo,
Máximo, Decio, Valeriano y Aureliano; y una en el siglo
IV, bajo Diocleciano.
Primera persecución: Ya hemos dicho qué
ocurrió en tiempo de
Nerón y que sus principales victimas fueron los
Apóstoles S. Pedro y S. Pablo. Su edicto de
persecución siguió teniendo fuerza de ley en tiempo
de sus sucesores inmediatos, Galba, Otón y Vitelio y
aún durante los reinados de Vespasiano y Tito, a pesar de
la relativa paz que gozó su gobierno. La
tradición afirma que bajo Vespasiano sufrió
martirio el Papa S. Lino, primer sucesor de S. Pedro.
Segunda persecución: Domociano fue uno de los grandes
perseguidores de la Iglesia; hizo buscar a los descendientes y
amigos de Jesús, creyendo que le iban a quitar el Imperio.
Entre las víctimas de su crueldad está S. Juan
evangelista y los Papas Anacleto y Clemente, autor éste de
una magnifica carta de Corintos. El emperador no quiso perdonar
siquiera a sus familiares, Flavio Clemente y su mujer Flavia
Domitila con sus hijos que en un principio fueron designados para
sucederle en el trono Imperial.
Tercera persecución: El emperador Español
Trajano { 98-117}, con ser uno de los mejores de Roma
persiguió también a los cristianos. Una de las
víctimas más ilustres fue S. Ignacio de
Antioquía llevado a Roma hacia el año 107 y
arrojado a los leones del Coliseo.
Uno de los funcionarios de Trajano, Plinio el joven, le
escribía desde Bitinia en 111; " Una multitud de gentes de
todas edades, sexo y
condición aparecen complicados en esta acusación
de cristianismo. No sé qué hacer con tanta gente,
aunque tengo la esperanza de que con el rigor se podrá
remediar el mal". A esto contestó Trajano que no
había que perseguir a los cristianos ni buscarlos; pero
sí castigarlos, si se los denunciaba. Estas denuncias
causaron víctimas en Roma, entre ellas, el Papa S,
Evaristo, durante su reinado, y el de los siguientes
emperadores.
Cuarta persecución: Promovió la Marco Aurelio
{161-180}, al determinar la línea de conducta que los
gobernadores debían seguir con los cristianos que
permanecían constantes aun en medio de las torturas,
diciendo que se les condenase a muerte.
El mártir más ilustre de esta persecución
fue el apologista S. Justino, filósofo heleno, que
rindió su saber antiguo a la verdad de Cristo, exclamando
al abrazar el cristianismo: " Ahora soy de veras filósofo
".
Quinta, Cesta, Séptima, Octava y Novena
Persecución: En el siglo III fue reanudada la
persecución con Séptimo Severo{193-211}, y,
después de unos años de relativa calma, la vuelven
a poner en vigor Máximo {235-238} y Decio {249-251}.
Este Emperador emprende una tarea metódica para exterminar
a los cristianos. Todos los sospechosos eran llevados a los
templos de los dioses; al oír pronunciar su nombre,
debían avanzar hacia el ara y ofrecer sacrificio. Si lo
hacían, se les dejaba libres con un libelo o certificado;
si rehusaban, se les daba muerte. Orígenes, el
célebre escritor alejandrino, fue torturado en esta
persecución a la edad de 70 años, muriendo, poco
después, de resultas de las heridas.
Algo más tarde, Valerio {253-262} cambió de
táctica, atacando especialmente a los jefes de las
Iglesias; los clérigos eran ejecutados; los cristianos de
posición deportados. Padeció en esta
persecución, asado en unas parrillas, el diácono S.
Lorenzo y S. Cipriano, obispo de Cartago y escritor insigne. Sus
cartas
últimas son como el diario de la persecución y su
interrogatorio es de los más instructivos e
impresionantes.
Décima persecución: Después de Valerio hubo
larga paz con intermitencias de sangre en tiempo
de Aureliano, quien poco antes de su muerte, publicó en
275 un nuevo edicto de persecución, que no llegó a
ejecutarse, y, al fin, en el siglo IV, la última prueba,
la más dura de todas.
El imperio es gobernado por una tetrarquía: Diocleciano y
Máximo, Constancio y Galerio. Durante diez años, de
303 a 313, los cristianos fueron apresados por centenares y, a
veces, por miles, y martirizados con atroces suplicios, sobre
todo en Oriente, donde Galerio arrancó Diocleciano el
decreto persecutorio. En Occidente los días fueron malos
desde 303 a 306; pero el gobierno más humano de
Constantino Cloro, padre de Constantino, hizo que después
se redujese la persecución a la
destrucción de Iglesias y confiscación de libros
sagrados.
No obstante, en España se
distinguió por su crueldad el gobernador Daciano, que
recorrió las ciudades para que se aplicase el edicto
Imperial con todo severidad. Víctimas suyas fueron el
célebre diácono S. Vicente, Sta. Eulalia, Sta.
Leocadia y Sta. Engracia. { IV }.
El paganismo circundante asumió una actitud hacia
la nueva religión. La iniciativa de las persecuciones no
siempre partió de las autoridades; tal conducta hubiese
estado en contradicción con la tolerancia
practicada por Roma en materia
religiosa. Sólo intervenía en ese campo cuando
determinada creencia era motivo de la alteración del orden
publico.
Las primeras persecuciones tuvieron por causa la animosidad de la
población pagana. El Estado
actuaba presionado por la opinión publica o para reprimir
tumultos. Esa actitud de
repulsa de las masas paganas hay que atribuirla en primer lugar
al carácter exclusivista de la nueva religión:: no
consideraba a su Dios como un Dios particular, sino como el
único Dios verdadero y condenaba como idolatría
toda participación en el culto pagano.
Este notorio apartamiento de todo lo que tuviera relación
con el culto politeísta fue motivo de que se acusara a los
cristianos de ateísmo e irreligión. Se les
culpó también de muchas calamidades por negarse a
participar en las ceremonias colectivas destinadas a implorar la
protección de los dioses.
También contribuyeron a desprestigiarlos, las versiones
populares que circulaban con relación a sus ceremonias
religiosas: se comentaba que adoraban a una cabeza de asno,
inmolaban niños y
realizaban uniones incestuosas.
A partir del siglo III el cristianismo entrará en conflicto con
el Estado
romano cuando éste, al caer en la cuenta de que su rechazo
sistemático a participar en el culto oficial, creyó
ver en la nueva religión un poder que amenazaba su
existencia. Durante los siglos I y II, sólo por
excepción el rechazo de los cristianos a participar en el
culto oficial fue motivo de persecuciones.
La primera persecución desencadenada contra los cristianos
fue la de Nerón, en el año 64. No fue ocasionada
por ningún motivo de carácter religioso.
Nerón aprovechó la hostilidad popular contra los
cristianos, para acusarlos del incendio de Roma, con la
intención de acallar los rumores que lo culpaban.
Esta persecución tuvo como consecuencia el aumento de la
desconfianza de las masas; legitima, en cierto modo, según
el concepto que
tenían del cristianismo. La condena moral por parte de la
opinión
pública tomará, poco a poco, fuerza de ley;
llevará a las autoridades romanas a aceptar el hecho de
que ser cristiano es algo ilícito: una conducta
incompatible con el estilo de vida del Imperio Romano.
El mero hecho de ser cristiano bastará para justificar la
persecución por parte del Estado. Esta conducta se pone de
manifiesto en la correspondencia entre el emperador Trajano y el
gobernador provincial de Betinia, Plinio el joven. Luego de ser
consultado por Plinio con relación a la conducta por
seguir con los cristianos, Trajano le da las siguientes
instrucciones: " no debe buscarse a los cristianos y las
denuncias anónimas deben ser rechazadas. Pero si los
acusados de cristianismo confiesan serlo. Deben ser castigados
con la muerte".
Este principio de que solo el hecho de ser cristianos
constituía un delito fue norma
general durante el siglo II. Las persecuciones que de ahí
se siguieron tuvieron carácter local, surgieron
esporádicamente y se dirigieron contra los cristianos como
personas particulares. El número de las victimas fue
relativamente escaso si se los compara con el siglo III.
Durante el siglo III a pesar de que subsistieron las
persecuciones esporádicas y locales, cambió la
actitud del Estado romano con relación a la Iglesia.
Osciló entre dos posturas opuestas: largos periodos de
coexistencia pacífica, e incluso de positiva tolerancia,
alternados con duras oleadas de persecuciones que ya no iban
dirigidas contra los cristianos en particular, sino contra la
Iglesia como institución; su fuerza interna y su
organización inquietaban al Estado Romano.

Hubo durante este siglo largos períodos de paz
durante los cuales no se enfrentaron la Iglesia y el Estado,
salvo algunas voces discordantes, se reconoce en la autoridad del
estado un poder querido por Dios, poder que tiene sus límites,
no se extiende al fuero interno de la persona; la actitud de los
mártires los expresa de manera inequívoca: su
conducta fue la afirmación de la libertad de
conciencia.
El Estado. Por su parte, no desconoce la fuerza de la Iglesia.
Hubo un proceso de lenta aproximación que preparó
la reconciliación entre ambos. Este proceso se
interrumpió rudamente en algunas oportunidades.
La persecución que ocasiono mayor número de
victimas fue la de Diocleciano, pero anteriormente emperadores
como Séptimo Severo, Decio y Valeriano habían
tomado medidas de carácter general contra la Iglesia.
Diocleciano vio en el cristianismo un obstáculo para la
obra de reorganización que con tanto éxito
había emprendido; las medidas de violencia
contra el cristianismo se orientaron al logro de la
restauración de la antigua religión romana
considerada necesaria para la realización completa de su
programa
político.
Por un edicto del año 300, se inició la
persecución estableciendo la obligación de que
todos los miembros del ejercito, de hacer sacrificios a los
dioses. Progresivamente se fueron dictando nuevas medidas contra
el cristianismo: demolición de los templos, entrega y
quema de libros sagrados; prohibición de realizar
reuniones para la celebración de culto; prohibición
de ocupar cargos oficiales; declaración de su incapacidad
jurídica; obligación de todos los miembros del
clero deben hacer sacrificios a los dioses. Y por último
en el año 304 se extendió dicha obligación a
todos los cristianos sin excepción.
Esta persecución no tuvo la misma intensidad en todo el
Imperio. En Occidente el número de las víctimas fue
mucho menor que en Oriente, porque en general los gobernadores
practicaron una política de tolerancia.
La persecución cesó en el 311, con el edicto de
tolerancia de Galerio, sucesor de Diocleciano. Este edicto
permitió que " Haya de nuevo cristianos y celebren sus
reuniones religiosas, a condición de que no maquinen nada
contra el orden público. Se manda a los cristianos que
rueguen a su Dios por el bien del emperador, del Estado y del
suyo propio ". Por este edicto se revocaba una política
religiosa hostil al cristianismo que había tenido valides
práctica por más de doscientos años. Puso
fin a la inseguridad
jurídica en qué se encontraban los cristianos; por
primera vez fueron reconocidos por un edicto Imperial.
No todos los emperadores de este período de luchas
internas { que se extienden desde la abdicación de
Diocleciano al triunfo de Constantino} mantuvieron la misma
actitud de tolerancia. Con Constantino se pone termino a las
persecuciones. El hecho de la conversión de Constantino al
cristianismo continúa siendo discutido. Aunque no pueda
establecerse claramente cuál fue la naturaleza o grado de
su adhesión interior a él, es indudable que sus
actitudes
externas señalan un cambio radical de la conducta Imperial
en lo que se refiere a sus relaciones con la nueva
religión. Cambio radical, pero no revolucionario. Los
frecuentes contactos entre adeptos de la religión
cristiana y representantes del poder Romano en el curso del siglo
III permiten reconocer claramente una evolución que
condujo a un mutuo reconocimiento.

El emperador Constantino {306 -337}. En 310 gobernaba
Occidente Constantino, juntamente con Majencio. Como éste
aspiraba a gobernar solo, declaró la guerra a su
colega. Los dos rivales se encuentran a uno y al otro lado del
puente Milvio, a la vista de Roma. La victoria se declara
favorable a Constantino { 28 de octubre del año 312 }, y
Majencio huye y se ahoga en el Tíber.
Lantancio, escritor contemporáneo, dice que los soldados
de Constantino llevaban en el lábaro el monograma de
Cristo, es decir, estas dos letras griegas superpuestas: XP.
Eusebio, amigo y confidente del emperador, añade que la
víspera de la batalla, Constantino y sus soldados vieron
una cruz luminosa en el cielo con esta inscripción. " Con
este signo vencerás ".
La libertad de la
Iglesia. El Edicto de Milán {313} Constantino entró
triunfante en Roma, y desde aquel día se hizo representar
con la cruz en su diestra levantada, puso en el lábaro
imperial y en las monedas el monograma de Cristo t se declaro
cristiano, aunque, siguiendo una práctica de aquel tiempo,
no se bautizó hasta el fin de su vida.
A principios del
año 313 se reunía en Milán con Licinio,
emperador de Oriente y, de acuerdo con él, publicaba un
edicto por el cual se reconocía la existencia legal al
cristianismo y de daba plena libertad a la Iglesia, disponiendo,
además, se le restituyeran, en cuanto fuera posible, los
bienes que se
le habían arrebatado durante las persecuciones.
Al mismo tiempo, Constantino daba al Papa Silvestre su palacio de
Letrán, y levantaba en el Vaticano una suntuosa
basílica en honor del Príncipe de los
Apóstoles.
Roma se había convertido en la ciudad de San Pedro.
Constantino lo comprendió así y, al quedar, por la
derrota de Licinio, único emperador, eligió su
capital en la
antigua Bizancio, que de su nombre llamo Constantinopla.
Constantino el Grande, no contento con haber dado libertad a la
Iglesia, la dispensó grandes favores con sus leyes, al
mandar
Santificar el domingo y aboliendo el suplicio de la cruz, y con
sus donaciones magníficas a favor de las basílicas
romanas. Por otra parte, su madre Sta. Elena recibía su
apoyo para la construcción de otras no menos suntuosas en
Jerusalén y Belén, dando ocasión al
descubrimiento de la Cruz en que padeció N. S.
Jesucristo.
La Iglesia, antes perseguida, salía de las catacumbas para
manifestarse públicamente con todo el esplendor de su
culto en las basílicas. Los nobles campeones de la fe
volvían del destierro llenos de júbilo,
celebrándose en todas partes solemnes fiestas. En las
ciudades y pueblos los cristianos edificaban por su caridad y en
todos parecía reinar la virtud del Espíritu Santo.
Hasta los mismos paganos decían en alta voz que el Dios de
los cristianos era el más grande y el único
verdadero Dios.{ V }.Constantino siempre se caracterizó
por su tolerancia y su repudio al empleo de la
violencia en las cuestiones religiosas. A partir del siglo de la
batalla del puente Milvio { que le dio el control de
Occidente} se inició su acercamiento al cristianismo. En
Milán, en el 313, Constantino y Licinio, que gobernaba el
Oriente, llegaron a un acuerdo en para ordenar la cuestión
religiosa en el sentido de la tolerancia. Tolerancia que fue
mucho más allá de la establecida por Galerio y que
implicaba además un claro propósito de
protección a la Iglesia: Se estableció, por
ejemplo, la devolución de cementerios y templos. Luego,
paulatinamente, se iría realizando una unión cada
vez más estrecha entre la Iglesia y el Estado.
Cuando en el 324 después del triunfo de Constantino sobre
Licinio, se estableció la monarquía en el Imperio, se afianzo la
política de protección al cristianismo. Constantino
extendió su protección a la Iglesia, hasta el
extremo de intervenir en sus conflictos
internos, con el ánimo de pacificarla.

Se dictaron varias leyes que fueron expresión de
la dicha política { y denotaban influjo de las ideas
cristianas o del deseo de otorgar poderes civiles a los
clérigos}: prohibición de marcar el rostro de los
condenados; autorización a los cristianos de dar, ante el
obispo, libertad a sus esclavos con validez jurídica;
También, validez jurídica para las decisiones de
los obispos que actuasen de árbitros, a pedido de los
litigantes y por encargo de un juez; exoneración de
gravámenes a los solteros sin hijos { disposición
orientada a no perjudicar a los que practicaban el celibato en la
Iglesia}; establecimiento del descanso del domingo para los
tribunales y labores manuales;
autorización para legar a favor de la Iglesia;
garantías para el libre ejercicio del culto cristiano.
El lenguaje de
estas leyes implicaba un juicio de valor sobre la
religión cristiana y la pagana: se habla de los cultos
paganos como supersticiones; sólo el culto cristiano es el
único digno de la divinidad. Sin embargo, no se persigue a
los paganos, ni se les fuerza a convertirse: " Cada uno ha de
atenerse a lo que le pida su corazón
".
Después de un efímero intento de
restauración del paganismo, durante el reinado del
emperador Juliano, Teodosio puso fin a la política de
tolerancia, prohibiendo el culto pagano y estableciendo el
cristianismo como la religión oficial del imperio.
Juliano el Apóstata. Este entusiasta admirador del
paganismo subió al trono en 361, y resolvió
convertirlo de nuevo en la única religión del
Imperio. Su persecución contra la Iglesia fue breve pues
al cabo de dos años moría herido por una saeta en
la guerra contra los partos, profiriendo estas palabras que
revelan su fracaso: " Venciste Galileo ". Con él se
extinguía la familia de
Constantino.
El imperio fue regido después por manos débiles que
no pudieron evitar las primeras incursiones de los
bárbaros. El emperador Valente favoreció el
arrianismo y obligó a aceptarlo a los Visigodos. En cambio
Graciano se mostró generoso con la Iglesia, abrogando
algunos de los privilegios paganos que los gentiles conservaban
en Roma, como la institución de las vestales y él
titulo de Pontífice Máximo que solía llevar
el emperador como feje del paganismo.
Teodosio el Grande. { 379- 395 }. Con esto el gran emperador
Español se
impone al fin la doctrina Católica contra el arrianismo,
y, merced a sus disposiciones, empieza a desaparecer
rápidamente el paganismo, al ordenar la supresión
del culto de los dioses.
En 391 dos leyes prohíben los sacrificios y la entrada en
los templos; el año siguiente otro prohibía el
culto idolátrico aún en secreto. Los ídolos
tuvieron todavía sus adoradores en los pagos o habitantes
del campo; de ahí el nombre de paganos.
A causa de unas sublevación Teodosio mandó matar a
muchos de los habitantes de Tesalónica, por lo que S.
Ambrosio, obispo de Milán, le negó la entrada en la
Iglesia. " También David fue pecador ", repuso el
emperador. " Bueno, le contestó el obispo, ya que has
imitado en la culpa, imítale también en la
penitencia ". Y Teodosio se sometió humildemente. { VI
}.
Los cristianos de entonces no vieron los peligros que
entrañaba para la Iglesia la protección oficial,
sólo más adelante se plantearán el problema
de sus relaciones con el Estado cristiano.

3. Conclusión

En la raíz de la expansión del cristianismo
se encuentra claramente algunos de sus elementos constitutivos
esenciales. Ante todo, la universalidad { o Catolicidad}, basada
en la abolición de las barreras sociales, étnicas,
raciales; y, como consecuencia de esto, la demanda de
fraternidad, que contenía un potencial de solidaridad
dispuesto a realizarse en cualquier situación
difícil o precaria.
Pero, la característica que resulta ciertamente la
más importante del cristianismo
es el hecho de que se considera depositario de una Respuesta
Global y Definitiva a la espera de la salvación de todos
los hombres. El valor y la
autoridad de
esta respuesta, para los cristianos, viene de Dios, el
único Dios, el que se ha hecho presente entre los hombres
a través de Cristo y de la Iglesia que de
Cristo ha nacido. Y es el mandato de Cristo, no otra cosa o
proyecto, lo
que determina el dinamismo de la misión: "
Id y haced discípulos a todas las gentes " { Mt. 28, 29 }.
Es la fuerza del
Espíritu la que lo hace posible.
Esto no quita que el contexto del Imperio Romano,
en el que se realizó principalmente el gran
fenómeno de la difusión del cristianismo, presenta
muchos aspectos que lo facilitaron. Señalamos en
particular los siguientes: la rapidez de las comunicaciones, el intenso tráfico
comercial, la extraordinaria red de rutas que Roma había
realizado hacia y en todos los territorios de su inmenso Imperio,
que permitía llagar a todas partes por tierra, mar,
ríos.
Precisamente todo esto resultó un medio sumamente eficaz
para la difusión del cristianismo. Además, el
mensaje cristiano-entendido como anuncio, como comunicación de la palabra y de
vida-determinó naturalmente la elección de los
mayores centros habitados como ámbitos y base de
irradiación posterior. {VII }.
Sin lugar a dudas, las características de cristianismo y del
Imperio Romano,
anteriormente mencionadas, favorecieron y estimularon la
expansión en y la difusión del Cristianismo en el
mundo antiguo, durante sus primeros siglos de vida.
Pese de haber sufrido secesiones o cismas en el trascurso de sus
veinte siglos de historia , el Cristianismo
conserva aún su vigor y vitalidad y figura entre las
corrientes espirituales de mayor gravitación en el Mundo
Contemporáneo.

4.
Bibliografía

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Educación,
" DE LA TIERRAS A LAS GENTES ", Asociación Civil Pro. Cu.
Fe. , Thomsen-Fornari, Junio, 1997, Pág.: 5-6.
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Educación,
" DE LA TIERRA A
LAS GENTES ", Asociación Civil Pro. Cu. Fe. ,
Thomsen-Fornari, Junio, 1997, Pág.: 51.
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{IV}: R. P. Bruno Ávila. O. S. B., "HISTORIA DE LA IGLESIA ",
Monasterio de San Benito, Buenos Aires,
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{ V }: R. P. Bruno Ávila. O. S. B., " HISTORIA DE LA
IGLESIA ", Monasterio de San Benito, Buenos Aires,
1943, Pág.: 42-44.
{ VI }: R. P. Bruno Ávila. O. S. B. ," HISTORIA DE LA
IGLESIA ", Monasterio de San Benito, Buenos Aires, 1943,
Pág.: 46-47.
{ VII }: Ministerio de Cultura y Educación, " DE LA
TIERRA A LAS
GENTES ", Asociación Civil Pro. Cu. Fe., Thomsen-Fornari,
Junio, 1997, Pág.: 55-56.
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Editorial, España,
1998.

Vocabulario
Comporta: de comportar, llevar.
Eucaristía: ( del Lat. Eucaristía, y del Gr.
Eucharizisthá, dar gracias). F. Sacramento instituido por
Jesucristo, en virtud del cual, por las palabras que pronuncia el
sacerdote transubstancian el pan y el vino en el cuerpo y la
sangre de
Cristo.
Apóstol: ( del Lat. Apostulus, y este del gr.
Apóstolos, enviados.). Cualquiera de los doce
discípulos principales de Jesucristo, a los cuales
envió por todo mundo a predicar el Evangelio.
Ágapes: ( del gr. Ágape, efecto, amor.).
Convite con que los primeros cristianos estrechaban la
unión y concordia entre los miembros de un mismo
cuerpo.
Convite: ( del Lat. Convictus.). Acción y efecto de
convidar.
Sanedrín: ( del Rabínico sanedrín y
éste del gr. Synidrión; de sin, con y edra,
asiento.). consejo supremo que trataba y decidía los
asuntos del Estado y de la
religión
entre los Judíos. Lugar donde se reunía el
consejo.
Diáspora: ( del gr. Diáspora, dispersión.).
Dispersión dicese por antonomasia de la de los
Judíos.
Clérigo: ( del. Lat. Clericus. ). El que ha recibido las
órdenes Sagradas.
Laicos: ( del Lat. Laicus.). Aplicase a la escuela o
enseñanza en que no se da
instrucción religiosa.
Gentilidad: ( del Lat. Gentilistas,-atis.). Falsa religión profesada
por los gentiles o paganos.
Prosélitos: ( del. Lat. Proselytus, y este del gr.
Proílytos, extranjero domiciliado en un país,
convertidos.). Persona que
sé a convertido a la religión Católica, y en
general a cualquier otra religión.
.).Orden y forma de aprobados por la Iglesia para la
celebración de los divinos oficios, y en especial para la
del Santo Sacrificio de la misa.
Canon: ( del Lat. Liturgia: ( del Lat. Liturgia, y este del gr.
Leitourgia, servicio
publico Canon, y éste del gr. Kanon, regla, modelo.).
Catalogo de los libros
sagrados declarados auténticos por la Iglesia
Católica.
Diáspora: en griego, "dispersión". La de los
judíos entre los "gentiles" fuera de la Tierra Prometida
(Canaán, Israel,
Palestina).
Espíritu de Dios, Espíritu Santo. En el
judaísmo, presencia de Dios en las palabras de los
profetas y otras manifestaciones divinas.
Hebreo: (del hebr. "cruzar, pasar de lado"). Nombre antiguo del
futuro pueblo de Israel y de su
lengua.
Profeta: (del griego "hablar para". El que, inspirado por Dios,
habla para el pueblo.
Sinagoga: (griego "reunión"). Asamblea judía
tradicional en la que la comunidad de
fieles ora y estudia la Escritura (v.
bet midrash). En ella hay un lugar especial, para el rollo con la
Torah, orientado al Templo de Jerusalén.
Testamento: Se usa en el cristianismo, por traducción
inadecuada, en el sentido de pacto, acuerdo (entre Dios y su
pueblo): Antiguo y Nuevo Testamento.
YHWH (Yahweh, Yahveh): Nombra sacro de Dios en la Escritura
judía, llamado, en griego, tetragrámmaton ("las
cuatro letras"). El alfabeto hebreo, relativamente reciente, no
señala las vocales, por lo que no hay certeza absoluta
sobre la pronunciación originaria. El judaísmo
tradicional no pronuncia esta palabra, y la sustituye por "el
Señor" (Adonai) u otras semejantes.  

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