Indice
1.
Introducción
2. Capitalismo
3.
Globalización
4. Conclusiones
Quizá uno de los hechos económicos
más polémicos en la actualidad, es este de la
globalización, aunque muchos han tratado de definirla,
el tema sigue en el aire, y ha sido
un cuento de no
acabar el tratar de encontrar, sus ventajas y desventajas,
así como si es moralmente correcto o incorrecto.
Cualquiera que se precie de estar al día, debe sacar por
aquí y por allá la globalización.
Con respecto al Capitalismo,
pues es un hecho, que la Globalización, es un sistema que surge
del capitalismo, y es parte de él, podríamos decir
que es "la misma gata pero revolcada". No podemos entender un
sistema sin el otro.
El presente trabajo, tiene la finalidad de comprender un poco
más este sistema "GLOBAL", por lo que primero debemos
mostrar algo acerca del Capitalismo, para poder entender
la Globalización. Si bien, no me detendré mucho en
el Capitalismo, en la Globalización, haré muchas
paradas para reflexionar acerca de puntos que no tienen gran auge
económico, pero que moralmente, tienen una gran
importancia, y muestran el lado humano, o mejor dicho inhumano de
lo que muchos han llamado "El horror
económico".
Este es un sistema económico, basado en la
propiedad
privada de los medios de
producción y la consiguiente
diferenciación con respecto a ellos de dos grupos
sociales opuestos, y en el hecho de que el proceso
productivo procura una plusvalía que permite la
acumulación y reproducción del capital.
Por una parte, pues, existe la división de la sociedad en dos
clases, los proletarios de los medios de producción, que
pueden ser individuos o sociedades, y
los no poseedores de dichos medios, que se ven obligados a vender
su fuerza de
trabajo al poseedor – capitalista, quien la explota en
beneficio propio; entre estas dos clases
sociales se establecen unas relaciones de producción
de terminadas por la estructura del
proceso productivo. Con todo, este esquema no se da jamás
en estado puro,
pues con dichas dos clases coexisten otros grupos sociales,
como pequeños propietarios, miembros de las profesiones
liberales, campesinos que no emplean mano de obra ajena, etc.
Por otra parte, para que el capital se convierta en elemento
predominante del proceso de producción y pueda hablarse de
capitalismo es necesario que el capitalista pueda comprar en el
mercado la fuerza
de trabajo que necesita como si fuera otra mercancía
cualquiera, de manera que pueda apropiarse de una parte del
trabajo asalariado sin pagarla y asegurar con ese excedente el
desarrollo del
propio capital y del capital en general, considerado en cuanto
propiedad social de los capitalistas. El mecanismo que pone en
marcha y rige el funcionamiento de la estructura capitalista es
el de los precios
fijados libremente en el mercado. Esencialmente el capitalismo se
identifica con la economía de mercado,
sujeta al juego libre,
el empresario capitalista no puede hacer otra cosa que buscar la
maximización del beneficio propio, el cual
dependerá de sus costes de producción y de los
precios del mercado.
Si las decisiones de los distintos empresarios coinciden, se
produce el equilibrio de
la oferta y la
demanda; en
caso contrario, se tenderá, mediante una
rectificación de los precios, a la vuelta a ese
equilibrio. Cuando este mecanismo falla, surgen las crisis de
sobre producción, por exceso de la oferte, o la
inflación, por exceso de la oferta, o la inflación
por exceso de la demanda. Es cierto que, a partir de este esquema
fundamental, el capitalismo admite retoques y correctivos que lo
atenúen o maticen, pero esas modificaciones, generalmente
exigidas por fallos internos del sistema y realizadas con el fin
de asegurar su supervivencia, chocan en el fondo con la lógica
interna del capitalismo.
El Capitalismo, surge históricamente, como sistema social,
posterior al feudalismo, y por
tanto , a la esclavitud. En
estos dos sistemas
anteriores, se producía también un excedente
económico, fruto del trabajo, del que se beneficiaba la
clase dirigente, pero no se reinvertía en un proceso
creador de nuevos excedentes, capaces de asegurar la
acumulación y reproducción sistemáticas del
capital, que es el rasgo típico del capitalismo.
Éste se desprendió del feudalismo, y de la
servidumbre a través de un proceso largo y complejo que
significó la transformación de multitud de
artesanos y pequeños capitalistas en contra de los
señores feudales. Japón y
Prusia serían un ejemplo del primer caso; Inglaterra y
Francia del
segundo. Este proceso se verificó, de todos modos, en dos
fases: en la primera el pequeño productor consiguió
su emancipación de las cargas feudales que pesaban sobre
él, y en la segunda fue separado de la propiedad de los
medios de producción para convertirse en un asalariado
sujeto a un capitalista.
La acumulación de grandes capitales, que se sumaron a los
obtenidos anteriormente en el comercio, en
un número reducido de manos hizo que se pudiesen aplicar
las innovaciones técnicas
surgidas durante el siglo XVIII. Fue entonces cuando
apareció el capitalismo industrial, como
prolongación y en remplazamiento del capitalismo comercial
dominante desde los siglos XI y XII, y comenzó a informar
la vida de las sociedades más avanzadas.
La revolución
industrial, que venía ya gestándose desde el
Siglo XVI, aunque no alcanzara su plenitud hasta fines del SVIII,
transformó los procesos
productivos, transfiriéndolos del hogar o el taller
artesano a la fábrica y convirtiendo el trabajo
manual, en
mecánico, y exigió la aportación laboral de un
número cada vez más elevado de obreros. Este
capitalismo industrial inicial, era altamente competitivo, porque
las empresas, de
propiedad individual, eran pequeñas y numerosas en cada
sector y, por tanto ninguna de ellas tenía por sí
sola poder suficiente para intervenir decisivamente en el
mercado. Sin embargo, la rápida acumulación de
capital, unido a los frutos inmediatos de la revolución
tecnológica, que se había operado, hoza que el
proceso de crecimiento de las unidades económicas fuese
cada vez más acelerado. La consiguiente
concentración se tradujo en las instituciones
bancarias y en las grandes sociedades
anónimas. La consecuencia fue una sensible
disminución del nivel de competencia y la
aparición en distintos sectores de mercados
oligopolistas y monopolistas dominados por pocas empresas o por
una sola, las cuales podían de esta manera aumentar sus
beneficios recurriendo a diversos métodos,
como adopción y
control de
patentes, repartición de territorios en exclusiva,
fijación arbitraria de precios, etc. En suma, todo
cooperó a hacer que sufriera un gran bajón el nivel
de competencia típico del primitivo capitalismo
industrial. Por otra parte a finales del siglo XIX las grandes
potencias industriales, movidas por el deseo de conquistar
mercados y fuentes de
primeras materias cada vez más amplios, se repartieron los
territorios de África colonial.
En esta misma época fue también notoria la
expansión de Gran Bretaña en Extremo y Medio
Oriente y, junto con Alemania, en
China,
Alemania, por su parte, proyectó sus intereses sobre el
Este europeo, mientras que EE.UU. prevalecía en
Iberoamérica, y en el Pacífico. De esta manera las
grandes metrópolis llegaron a regir económica y aun
políticamente la mayor parte del mundo. No obstante, las
sucesivas crisis económicas del sistema capitalista, en
particular la Gran Depresión
de los años treinta, y las dos guerras
mundiales, comprometieron el desarrollo del capitalismo y
contribuyeron a que el Estado
fuera aumentando cada vez más su intervención y sus
mecanismos de control en la vida económica de las grandes
naciones capitalistas. Esto dio lugar, por un lado, a que ciertos
métodos, como la planificación, que por limitar la
autonomía de decisión de la empresa
privada parecían propios sólo del socialismo,
fueran introducidos en muchos países capitalistas y por
otro lado, a que aparecieran en estos mismos países
fenómenos de vinculación y colusión entre la
administración
pública y los sectores dominantes del capitalismo
privado, característicos de lo que se ha dado en
llamar capitalismo monopolista de Estado.
Este conjunto de hechos, ligados al factor determinante del alto
nivel de desarrollo tecnológico capitalista, ha hecho
posible el innegable crecimiento del capitalismo y su capacidad
de substituir con menos oscilaciones y crisis que en otros
tiempos, aunque tampoco puede negarse que el sistema capitalista
mundial se halla sometido en su pase presente a una doble y
constante polarización crítica definida por el
binomio inflación/recesión. En otro terreno, el
establecimiento del socialismo en vastas porciones del mundo, ha
comprometido en cierto modo la validez del capitalismo como
sistema "natural" y "único" de organización económico –
social.
Con esto damos por terminado esta parte, ya hemos hablado de que
es y como surgió el capitalismo. Haciendo énfasis
en que es un sistema basado en la libre inversión de capitales, que además
abre la brecha entre pobres y ricos.
¿Qué es eso?, francamente no es
fácil definirlo, pero hace algunos años hemos
empezado a utilizar este término, para explicar o tratar
de explicar una serie de fenómenos que se ha suscitado
sobre todo a partir de la caída del comunismo como
sistema económico y como ideología política. La
globalización está a la base del nuevo orden
internacional, de los tratados de
libre
comercio, de los nuevos bloques
económicos y de los mercados comunes.
Hoy día el debate acerca
de la "globalidad", acapara miles de espacios. Se trata de un
futuro y un fenómeno compartido por el género
humano. La integración de países y regiones a
nivel mundial ha traído múltiples efectos, de los
cuales los negativos son los más notables. Crisis
financieras se expanden por todo el mundo, con consecuencias
funestas para las economías reales: empobrecimiento,
desempleo,
marginación…
En este tema, pueden entrar en conflicto
muchos interesas, ya que tanto la parte económica, como la
parte moral se
entrometen, ambas tratando de defender su punto de vista, la
pregunta que queda en el aire sería ¿Qué
pretende la globalización?
Según Víctor Flores Olea, la globalización
debe reorientarse a favor del genero humano,
además dice que esta idea no es la quimera de unos cuantos
académicos y profesores, sino que es ya el debate a nivel
de los grandes centros de poder, puesto que finalmente, los
efectos tarde o temprano alcanzarán a todos.
De aquí, surgen temas y preguntas tales como
¿qué pueden hacer entonces los Estados nacionales?,
¿Cómo, cuándo y quiénes pueden
redireccionar la globalización?, ¿Qué
está pasando con la sociedad en los distintos
países?.
El mismo Flores Olea dice que los efectos perversos de la
globalización son el fracaso de una manera de pensar, de
escuelas teóricas que al implementarse no cumplieron sus
promesas, porque la "ortodoxia neoliberal", es una doctrina
técnica e ideológica capacitada sólo para
aplicar sus propios postulados, pero incapacitada para hacer
autocorrecciones críticas – teóricas. Agrega
que la expansión del sistema de producción y de
intercambios es algo inherente al sistema capitalista desde sus
inicio, pero en los últimos veinte o veinticinco
años, cobra actualidad y vigencia y sufre un cambio
cualitativo, un cambio de naturaleza, que
es lo que hoy se conoce con el nombre de
Globalización.
Flores Olea, afirma que una de las situaciones que ha propiciado,
tanto la Globalización, como las crisis, es la Informática y la electrónica, ya que permiten hacer cambios,
redireccionar, reinvertir y hacer movimientos de capital con una
velocidad
absolutamente extraordinaria, tal vez imposible hace unos cuantos
años. Y no solamente eso, sino que se ha automatizado los
movimientos del capital, es decir, actualmente se programan las
computadoras
para indicar que si en tales acciones se
llega a un cierto punto, automáticamente la computadora
suelte las inversiones
que hay y las mande a otro destino.
Estamos viviendo un mundo extraordinariamente informatizado y con
un control extraordinario del fenómeno por parte de las
inversiones financieras, mucho más que de las inversiones
propiamente productivas del capital. Se ha dicho con razón
que la globalización es mucho más modesta en el
aspecto de las inversiones productivas, que se siguen dando de
una manera muy importante a nivel nacional y también
ciertamente a los niveles regionales, es decir, con la
creación agrupaciones económicas como la Unión
Europea, el TLC, el
Mercosur, la
APEC, etcétera.
Pero el hecho de que el fenómeno económico de la
globalización esté determinado esencialmente por el
capital financiero y no por el capital productivo está
originando desajustes, crisis, inestabilidades, verdaderamente
increíbles en prácticamente todas las regiones del
mundo.
En los países de donde salen los capitales en una horas,
en unos días, en una semana – ya sea por desconfianza o
por disminución de la rentabilidad–
hay verdaderas crisis y dificultades económicas muy
profundas que se traducen en pérdida de riqueza real, en
desempleo. Hay también recortes presupuestales de los
gastos
gubernamentales y en primer término de aquellos gastos
orientados a la cuestión social, es decir, todo este
movimiento
financiero, que es especulativo, afecta profundamente los niveles
de vida, los poderes adquisitivos, la riqueza real de las
naciones, etcétera.
Si a lo anterior añadimos que el fenómeno de la
globalización en sus últimos 20 años de
desarrollo ha originado concentraciones de capital y al mismo
tiempo
marginación, pobreza,
desempleo, a niveles difícilmente concebibles antes,
entonces nos damos cuenta que no estamos haciendo una
globalización que esté realmente resolviendo los
problemas de
la sociedad humana, sino en muchas ocasiones, por el contrario,
agravándolos de una manera dramática.
También es importante decir que los efectos desastrosos de
empobrecimiento, de desigualdad de riquezas y de oportunidades en
el interior de los países, están reorientando las
fuerzas políticas
en una dirección nueva.
Once países de la Unión Europea hoy están en
manos de las democracias socialistas o de alianzas donde los
socialistas tienen un peso específico. Todo esto ha
creando nuevas condiciones políticas para la
reconversión y encontramos junto a esto una gran cantidad
de organismos sociales y ciudadanos que se están
movilizando en el mundo entero pidiendo una corrección
fundamental del modelo
económico de la globalización neoliberal.
También es muy importante subrayar la importancia del
aspecto nacional en estos procesos políticos,
efectivamente el sistema económico del capitalismo es
unitario y parecería que los Estados nacionales
tradicionales, fragmentados, lo reciben simplemente como un
mandato de Dios, o como un destino que no buscaron, sino que se
les aplica de una manera indefectible, como el destino griego.
Pero el hecho es que son los Estados nacionales los que han
estado asumiendo estas políticas y han propugnado, han
predicado y han publicitado la necesidad y las maravillas
salvadoras de la incorporación a la economía
globalizada.
En México eso
lo hemos visto en varios sexenios: "¡No hay otra salida
para el país que abrirnos al exterior, que desregular las
inversiones extranjeras, que adelgazar al Estado!", es decir,
devaluar lo público para privilegiar lo privado.
El momento nacional de las decisiones de esta composición,
ciertamente global, es fundamental y no puede subestimarse y creo
que empiezan a surgir corrientes tanto internacionales, como
nacionales, que perciben que este tipo de globalización
que se ha impuesto es
profundamente destructora de la sociedad.
Entonces, definitivamente, el proceso de globalización,
que no sólo es económico, aunque ha sido lo
dominante, sino que tiene aspectos en la
comunicación, en la informática, en la cultura,
etcétera, debe sufrir una profunda corrección, es
decir, debe haber una globalización democrática,
una globalización de la solidaridad, en
donde los objetivos no
sean la mayor acumulación de capital en el menor tiempo
posible, que sería la definición apropiada de una
"economía de casino", de una economía especulativa,
sino buscar en la economía soluciones
para el
desarrollo
social y humano de todos los pueblos, que en el fondo ha sido
la preocupación real central de los grandes economistas de
siempre, es decir, una preocupación moral y no mecánica. Es decir, la economía al
servicio del
desarrollo, de
las necesidades humanas, de las necesidades sociales y no
simplemente de los requerimientos abstractos de la
acumulación
desenfrenada del capital.
Harry Gayner, economista candidato al premio Nobel, nos propone
una teoría
llamada Positivismo
Económico, en la cual nos propone las siguientes premisas,
que llenan el espacio de la teoría de los economistas
dominantes, llamada Economía de mercado.
- Un ser humano revestido de valores.
- Una familia
fuerte, respetuosa y amorosa que es el sostén del
estado. - Un medio social positivo
- Una mejor distribución de la riqueza productiva y
tributaria - La descentralización económica y
política - Una democracia
auténtica y una nueva relación entre el estado
– gobierno y
la sociedad
civil, erradicando la corrupción sistematizada, organizada y
metódica. - El sagrado derecho a la vida y a los
bienes - Lideres idóneos en lo social
Después de haber dado un panorama de diversos
ecónomos ahora, veremos el lado moral, dado por
Monseñor Felipe Aguirre Franco, Obispo de Tuxtla, quien
nos habla acerca de este tema, y sus connotaciones
religiosas.
Como un hecho que tiene que ver con las relaciones
internacionales en el orden económico, la Iglesia se ha
interesado en todo momento de realidades, que se engloban
justamente porque encierran ciertos denominadores comunes que
tienen que ver con las finanzas y los
fenómenos de la producción y de la
distribución de las riqueza en estos fines del siglo. Ya
Juan Pablo II en la Centessimus Annus señalaba cómo
es prácticamente imposible hoy en día que las
naciones resuelvan sus problemas encerrándose en sus solas
posibilidades de desarrollo. Y en el reciente Sínodo de
América, los representantes del episcopado
del Continente, tocaron el tema. Sabemos que un Obispo americano
le hizo el feo y dijo, no sin razón, que la famosa
globalización no era un concepto
cristiano.
En el mensaje de la Paz de este año, el Santo Padre
puntualiza algunos aspectos del asunto con consideraciones de
tipo moral. En primer lugar cuestiona un fenómeno cuyas
consecuencias no pueden todavía prever y cuya bondad no se
puede dar por supuesta. ¿ Se podrán beneficiar
todos finalmente de un mercado global? ¿ Tendrán
todos finalmente la posibilidad de gozar de la paz ? Propone en
seguida la centralidad de la persona humana,
que tiene que estar a la base de todo proyecto de
desarrollo y progreso, finalmente pone a la globalización
el correctivo de la solidaridad, el desafío – dice –
consiste en asegurar una globalización en la solidaridad,
una globalización sin dejar a nadie al margen.
Juan Pablo II sabe perfectamente que, detrás de la
globalización está el fantasma del capitalismo
salvaje; el ardid de los dueños del dinero,
poderoso caballero; el espejismo del mercado, una sutil forma de
marginación y un nuevo sistema de esclavizantes
dependencias económicas.
Los Obispos americanos, desde el estrecho Behring hasta la Punta
del Fuego, han hecho una valoración más precisa de
la globalización económica,
reconociendo de entrada las consecuencias positivas que
entraña desde el punto de vista de la eficacia y del
incremento de la producción. Señalan, sin embargo,
con conocimiento
de causa, los efectos negativos que ya se perciben; la
absolutización de la economía, la falta de trabajo,
el deterioro de algunos servicios
públicos, la destrucción de la naturaleza, el
incremento de la brecha entre ricos y pobres y la competencia
desleal entre las naciones. Sólo desde el punto de vista
moral de la dignidad de cada persona, podrá ser criterio
válido que permita afrontar en la globalización, lo
relativo a la deuda externa,
evitar la corrupción política y la
marginación de naciones y grupos sociales.
Si el fenómeno de la globalización se entendiera en
un sentido moral y solidario, debería ciertamente
propiciar la negociación de la deuda externa dando
ventajas a los países pobres, y debería
también buscar la forma como estas mismas naciones
lograran la competitividad
en el mercado internacional. Si el objetivo de la
globalización es verdaderamente no dejar a nadie al
margen, entonces se requieren importantes inversiones sociales
por parte de las instancias económicas mundiales para que
se abata la miseria y la pobreza
externa.
En el recién Sínodo de América, fue
interesante y curioso a la vez que los Obispos Latinoamericanos y
los Obispos Norteamericanos hicieran causa común sabiendo
de antemano que nuestros países están endeudados
sobre todo con los Estados Unidos y
con las instituciones internacionales que ellos manejan para
controlar el mercado mundial. Todos los Obispos secundaron la
petición del Papa para que expertos en el orden
económico mundial y miembros del Consejo Pontificio
Justicia et
Pax se reúnan para analizar y buscar soluciones,
así como la otra ya citada para que la deuda externa se
condene o al menos se reduzca con ocasión del Jubileo del
2000. Hacia el fin del siglo y del Milenio, las relaciones
internacionales se ven condicionadas sobre todo por factores de
orden económico, y por eso la Paz requiere de una ética
económica que regule esos procesos. Hoy no hace falta que
un país invada a otro con una ocupación militar
para atentar contra su soberanía, hay nuevas y sutiles formas de
imperialismo a
través de las fuerzas tan importantes y decisivas del
campo económico.
El Santo Padre exhorta a los Jefes de Estado y a los Responsables
de las Naciones a fin de que los ordenamientos que ellos dan
puedan ser para los ciudadanos garantía de la justicia y
estímulo para un crecimiento de la conciencia civil,
y a los cristianos a comportarnos según la justicia y a
vivir en paz con todos, porque Jesús no da simplemente su
paz, nos da su paz acompañada de su justicia.
La globalización, es sólo un proceso que
se deriva del capitalismo, y este se impone de los mas fuertes a
los mas débiles, creando que el mundo se vuelva uno en
creencias, en moneda, y en costumbres, eliminando la identidad
nacional, particular de cada país. Además hace
que la brecha entre pobres y ricos se haga mas grande.
Tenemos la capacidad de obtener bienes, pero
que tan cierto es que son para nuestro beneficio, todo esto hace
que la globalización crezca, y llegue hasta niveles en los
que nos coma por completo. Queda también el descubrir que
pretende y que medios utiliza este sistema, incógnitas que
se han resuelto tan sólo parcialmente.
Después de este amplio panorama de estos sistemas
económicos, podemos llegar a la conclusión, de que
no tenemos un sistema económico, que llene todas nuestras
necesidades. A final de cuentas, las
preguntas siguen abiertas, y la esperanza de la humanidad de un
sistema que resuelva todos sus problemas sigue en pie, y
quién sabe, quizá algún día
llegará pero lo importante es, ¿Será el
sistema perfecto?…
Autor:
Jesús Landaverde Ramos
Estudiante de Actuaría
Facultad de Ciencias,
UNAM