Indice
1.
Introducción
2. Tratado primero: Cuenta Lázaro
su vida, y cuyo hijo fue
3. Tratado segundo: Como
Lázaro se asentó con un clérigo, y de las
cosas que con el pasó
4. Significado de la
Novela
La novela presenta
una organización en siete capítulos,
llamados tratados (quizá en relación con el
carácter didáctico que
-irónicamente- el autor da a su obra) y un
prólogo.
Los capítulos están numerados y llevan sus
epígrafes, cuya autoría es discutible.
La transición entre los capítulos se produce a
veces por encima del epígrafe, omitiendo una de las
palabras finales del capítulo anterior: así ocurre
en el comienzo del capítulo IV.
Se puede notar también la diferencia de
extensión entre los capítulos: mientras que los
tres primeros presentan mayor
extensión, los cuatro restantes son mucho más
cortos, especialmente el IV y el VI.
La vida de Lazarillo de Tormes: y de sus fortunas y
adversidades
El Lazarillo de Tormes es una novela del tipo
picaresca aparecida por allá de 1554 en una España
sumergida en literatura de caballeros y
espadachines románticos, a la obra nunca se le
conoció su autor quien posiblemente prefirió
permanecer en el anonimato por el tipo de crítica
que hacía al clero, y en efecto, esta obra fue prohibida
por el estado
español y
catalogada por la inquisición dentro del Índice del
Purgatorio. No fue hasta 1573 cuando se autorizó su
publicación con la omisión de los capítulos
cuatro y cinco así como algunos párrafos de otros
que la santa inquisición decidió censurar.
Esta versión incompleta fue impresa una y otra vez hasta
el siglo XIX cuando España por
fin permitió a sus habitantes conocer la obra completa.
Sobre su autoría se dicen algunos nombres como el monje
Juan de Ortega, el escritor dramático Sebastián de
Orozco y el humanista Diego Hurtado de Mendoza, aunque
seguramente nunca lo sabremos con exactitud y lo mejor
sería dejarla como anónima.
En esta ocasión presento la obra original que consta del
prólogo y siete tratados o
capítulos. En 1555 se le agregó el capítulo
ocho también de autoría anónima pero que no
es considerado como parte de la obra original, posteriormente
Juan de Luna escribió la segunda parte del Lazarillo que
consta de 16 capítulos y que junto con el capítulo
ocho espero agregarlos próximamente aunque no hayan sido
parte de la obra inicial. Quiero agradecer a Denis Roland
Jurado Díaz por la digitalización de la obra y por
autorizar su uso sin fines comerciales. Espero que la
disfrutes.
La vida de Lazarillo de Tormes: y de sus fortunas y
adversidades
Prólogo
Tratado Primero:, Cuenta Lázaro su vida, y cuyo hijo
fue
Tratado Segundo:, Como Lázaro se asentó con un
clérigo, y de las cosas que con él
pasó
Tratado Tercero:, Como Lázaro se asentó con un
escudero, y de lo que le acaeció con él
Tratado Cuarto:, Como Lázaro se asentó con un
fraile de la Merced, y de lo que le acaeció con
él
Tratado Quinto:, Como Lázaro se asentó con un
buldero, y de las cosas que con él paso
Tratado Sexto:, Como Lázaro se asentó con un
capellán, y lo que con él pasó
Tratado Septimo:, Como Lazaro se asentó con un alguacil, y
de lo que le acaeció con él
Prologo
Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura
nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de
muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues
podría ser que alguno que las lea halle algo
que le agrade, y a los qu no ahondaren tanto los deleite; y a
este proposito dice Plinio que no hay
libro, por
malo que sea, que no tenga alguna cosa buena; mayormente que los
gustos no son todos
unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello. Y
así vemos cosas tenidas en poco de algunos,
que de otros no lo son. Y esto, para ninguna cosa se
debería romper ni echar a mal, si muy detestable
no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin
perjuicio y pudiendo sacar della
algún fruto
Porque si así no fuese, muy pocos escribirían para
uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya
que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que vean
y lean sus obras, y si hay de que,
se las alaben; y a este proposito dice Tulio:
"La honra cría las artes."
¿Quién piensa que el soldado que es primero del
escala, tiene mas
aborrecido el vivir? No, por cierto;
mas el deseo de alabanza le hace ponerse en peligro; y
así, en las artes y letras es lo mesmo. Predica
muy bien el presentado, y es hombre que
desea mucho el provecho de las animas; mas pregunten a su
merced si le pesa cuando le dicen: "¡Oh, que
maravillosamente lo ha hecho vuestra reverencia!" Justo
muy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete de
armas al
truhán, porque le loaba de haber
llevado muy buenas lanzas. ¿Que hiciera si fuera
verdad?
Y todo va desta manera: que confesando yo no ser mas santo que
mis vecinos, desta nonada, que en
este grosero estilo escribo, no me pesara que hayan parte y se
huelguen con ello todos los que en ella
algún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con
tantas fortunas, peligros y adversidades.
Suplico a vuestra merced reciba el pobre servicio de
mano de quien lo hiciera más rico si su poder y
deseo se conformaran.
Y pues vuestra merced escribe se le escriba y relate el caso por
muy extenso, pareciome no tomalle por
el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia
de mi persona, y
también porque
consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se
les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial,
y cuanto mas hicieron los que, siendoles contraria, con fuerza y mana
remando, salieron a buen
puerto.
2. Tratado primero: Cuenta
Lázaro su vida, y cuyo hijo fue
Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a
mí llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tome
González y de Antonia Pérez, naturales de Tejares,
aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río
Tormes,
por la cual causa tome el sobrenombre, y fue desta manera. Mi
padre, que Dios perdone, tenia cargo de proveer una molienda de
una acena, que esta ribera de aquel río, en la cual fue
molinero mas de quince anos; y estando mi madre una noche en la
acena, preñada de mí, tomole el parto y
pariome allí: de
manera que con verdad puedo decir nacido en el río. Pues
siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi
padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los
que allí a moler venían, por lo que fue preso,
y
confeso y no negó y padeció persecución por
justicia.
Espero en Dios que esta en la Gloria, pues el
Evangelio los llama bienaventurados. En este tiempo se hizo
cierta armada contra moros, entre los cuales fue mi padre, que a
la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con
cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su
señor, como leal criado, feneció su vida.
Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determino
arrimarse a los buenos por ser uno
dellos, y vinose a vivir a la ciudad, y alquilo una casilla, y
metiose a guisar de comer a ciertos estudiantes, y lavaba la ropa
a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de
manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre
moreno de aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocimiento.
Este algunas veces se venia a nuestra casa, y se iba a la
mañana; otras veces de día llegaba a la puerta, en
achaque de comprar huevos, y entrabase en casa. Yo al principio
de su entrada, pesabame con el y habiale miedo, viendo el
color y mal
gesto que tenia; mas de que vi que con su venida mejoraba el
comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan,
pedazos de carne, y en el invierno leños, a que nos
calentábamos. De manera que, continuando con la posada y
conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito,
el cual yo brincaba y ayudaba a calentar. Y acuerdome que,
estando el negro de mi padre trebejando con el mozuelo, como el
niño veía a mi madre y a mí blancos, y a
él no, huía del con miedo para mi madre, y
señalando con el dedo decía: "¡Madre,
coco!".Respondió él riendo: "¡Hideputa!"
Yo, aunque bien muchacho, note aquella palabra de mi hermanico, y
dije entre mí:
"¡Cuantos debe de haber en el mundo que huyen de otros
porque no se ven a sí mesmos!"
Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide, que
así se llamaba, llegó a oídos del mayordomo,
y
hecha pesquisa, hallose que la mitad por medio de la cebada, que
para las bestias le daban, hurtaba, y
salvados, lena, almohazas, mandiles, y las mantas y sabanas de
los caballos hacia perdidas, y cuando otra cosa no tenía,
las bestias desherraba, y con todo esto acudía a mi madre
para criar a mi hermanico. No nos maravillemos de un
clérigo ni fraile, porque el uno hurta de los pobres y el
otro de casa para sus
devotas y para ayuda de otro tanto, cuando a un pobre esclavo
el amor le
animaba a esto. Y probosele
cuanto digo y aun más, porque a mí con amenazas me
preguntaban, y como niño respondía, y
descubría
cuanto sabía con miedo, hasta ciertas herraduras que por
mandado de mi madre a un herrero vendí. Al
triste de mi padrastro azotaron y pringaron, y a mi madre
pusieron pena por justicia,
sobre el
acostumbrado centenario, que en casa del sobredicho Comendador no
entrase, ni al lastimado Zaide en la suya acogiese.
Por no echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó
y cumplió la sentencia; y por evitar peligro y
quitarse de malas lenguas, se fue a servir a los que al presente
vivían en el mesón de la Solana; y allí,
padeciendo mil importunidades, se acabo de criar mi hermanico
hasta que supo andar, y a mí hasta ser
buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas
y por lo demás que me mandaban. En este
tiempo vino a
posar al mesón un ciego, el cual, pareciendole que yo
seria para adestralle, me pidió a mi
madre, y ella me encomendó a él, diciendole como
era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe
había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en
Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba
me tratase bien y mirase por mi, pues era huérfano.
Él le respondió que así lo haría, y
que me recibía no por mozo sino por hijo. Y así le
comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo.
Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciendole a
mi amo que no era la ganancia a su contento, determino irse de
allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi
madre, y ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
"Hijo, ya sé que no te veré más. Procura ser
bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te
he
puesto. Valete por ti."Y así me fui para mi amo, que
esperandome estaba. Salimos de Salamanca, y
llegando a la puente, esta a la entrada della un animal de
piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego
mandome que llegase cerca del animal, y allí puesto, me
dijo:
"Lázaro, llega el oído a
este toro, y oirás gran ruido dentro
del."Yo simplemente llegue, creyendo ser ansí; y como
sintió que tenia la cabeza par de la piedra, afirmo recio
la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que
más de tres días me duró el dolor de la
cornada, y dijome:
"Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber mas
que el diablo", y rió mucho la burla.
Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en
que como niño dormido estaba. Dije entre mí:
"Verdad dice este, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues
solo soy, y pensar como me sepa valer."
Comenzamos nuestro camino, y en muy pocos días me
mostró jerigonza, y como me viese de buen
ingenio, holgabase mucho, y decía:
"Yo oro ni plata no te lo puedo dar, mas avisos para vivir muchos
te mostrare."
Y fue ansí, que después de Dios este me dio la
vida, y siendo ciego me alumbro y adestró en la carrera de
vivir. Huelgo de contar a vuestra merced estas
niñerías para mostrar cuanta virtud sea saber los
hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuanto
vicio.
Pues tornando al bueno de mi ciego y contando sus cosas, vuestra
merced sepa que desde que Dios crío el mundo, ninguno
formo más astuto ni sagaz. En su oficio era un aguila;
ciento y tantas oraciones sabia de coro: un tono bajo, reposado y
muy sonable que hacia resonar la iglesia donde
rezaba, un rostro humilde y devoto que con muy buen continente
ponía cuando rezaba, sin hacer gestos ni visajes con boca
ni ojos, como otros suelen hacer. Allende desto, tenia otras mil
formas y maneras para sacar el dinero.
Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para
mujeres que no parían, para las que estaban de parto, para
las que eran malcasadas, que sus maridos las quisiesen bien;
echaba pronósticos a las preñadas, si
traía hijo o hija. Pues en caso de medicina,
decía que Galeno no supo la mitad que él para
muela, desmayos, males de madre.
Finalmente, nadie le decía padecer alguna pasión,
que luego no le decía: "Haced esto, haréis
estotro,
cosed tal yerba, tomad tal raíz." Con esto andabase todo
el mundo tras él, especialmente mujeres, que
cuanto les decían creían. Destas sacaba él
grandes provechos con las artes que digo, y ganaba mas en un mes
que cien ciegos en un ano.
Mas también quiero que sepa vuestra merced que, con todo
lo que adquiría, jamas tan avariento ni
mezquino hombre no vi, tanto que me mataba a mí de hambre,
y así no me demediaba de lo necesario.
Digo verdad: si con mi sotileza y buenas manas no me supiera
remediar, muchas veces me finara de
hambre; mas con todo su saber y aviso le contaminaba de tal
suerte que siempre, o las mas veces, me
cabía lo mas y mejor. Para esto le hacia burlas
endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no
todas a mi salvo.
Él traía el pan y todas las otras cosas en un
fardel de lienzo que por la boca se cerraba con una argolla de
hierro y su
candado y su llave, y al meter de todas las cosas y sacallas, era
con tan gran vigilancia y tanto por contadero, que no bastaba
hombre en todo el mundo hacerle menos una migaja; mas yo tomaba
aquella lacería que él me daba, la cual en menos de
dos bocados era despachada.
Después que cerraba el candado y se descuidaba pensando
que yo estaba entendiendo en otras cosas, por un poco de costura,
que muchas veces del un lado del fardel descosía y tornaba
a coser, sangraba el avariento fardel, sacando no por tasa pan,
mas buenos pedazos, torreznos y longaniza; y ansí buscaba
conveniente tiempo para rehacer, no la chaza, sino la endiablada
falta que el mal ciego me faltaba. Todo lo que podía sisar
y hurtar, traía en medias blancas; y cuando le mandaban
rezar y le daban blancas, como él carecía de vista,
no había el que se la daba amagado con ella, cuando yo la
tenia lanzada en la boca y la media aparejada, que por presto que
el echaba la mano, ya iba de mi cambio
aniquilada en la mitad del justo precio.
Quejabaseme el mal ciego, porque al tiento luego conocía y
sentía que no era blanca entera, y decía:
"¿Que diablo es esto, que después que conmigo estas
no me dan sino medias blancas, y de antes una
blanca y un maravedí hartas veces me pagaban? En ti debe
estar esta desdicha."
También él abreviaba el rezar y la mitad de la
oración no acababa, porque me tenia mandado que en
yendose el que la mandaba rezar, le tirase por el cabo del capuz.
Yo así lo hacia. Luego él tornaba a dar
voces, diciendo: "¿Mandan rezar tal y tal
oración?", como suelen decir. Usaba poner cabe si un
jarrillo de
vino cuando comíamos, y yo muy de presto le asía y
daba un par de besos callados y tornabale a su lugar.
Mas turome poco, que en los tragos conocía la falta, y por
reservar su vino a salvo nunca después
desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido; mas
no había piedra imán que así trajese a
sí como yo con una paja larga de centeno, que para aquel
menester tenia hecha, la cual metiendola en la boca del jarro,
chupando el vino lo dejaba a buenas noches. Mas como fuese el
traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en
adelante mudo proposito, y asentaba su jarro entre las piernas, y
atapabale con la mano, y ansí bebía seguro. Yo, como
estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que
aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía,
acorde en el suelo del jarro
hacerle una fuentecilla y agujero sotil, y delicadamente con una
muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer,
fingiendo haber frío, entrabame entre las piernas del
triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que
teníamos, y al calor della
luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la
fuentecilla a destillarme en la boca, la cual yo de tal manera
ponía que maldita la gota se perdía. Cuando el
pobreto iba a beber, no hallaba nada: espantabase,
maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo
que podía ser.
"No diréis, tío, que os lo bebo yo -decía-,
pues no le quitáis de la mano."
Tantas vueltas y tiento dio al jarro, que hallo la fuente y cayo
en la burla; mas así lo disimulo como si no
lo hubiera sentido, y luego otro día, teniendo yo
rezumando mi jarro como solía, no pensando en el
daño
que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía,
senteme como solía, estando recibiendo aquellos dulces
tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos
por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado
ciego que agora tenia tiempo de tomar de mi venganza y con toda
su fuerza,
alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejo caer
sobre mi boca, ayudandose, como digo, con todo su poder, de
manera que el pobre Lázaro, que de nada desto se guardaba,
antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso,
verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en
él hay, me había caído encima. Fue tal el
golpecillo, que me desatino y saco de sentido, y el jarrazo tan
grande, que los pedazos del se me metieron por la cara,
rompiendomela por muchas partes, y me quebró los dientes,
sin los cuales hasta hoy día me quede.
Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y aunque me
quería y regalaba y me curaba, bien vi que se
había holgado del cruel castigo. Lavome con vino las
roturas que con los pedazos del jarro me había
hecho, y sonriendose decía: "¿Que te parece,
Lázaro? Lo que te enfermo te sana y da salud", y otros
donaires que a mi gusto no lo eran.
Ya que estuve medio bueno de mi negra trepa y cardenales,
considerando que a pocos golpes tales el
cruel ciego ahorraría de mí, quise yo ahorrar del;
mas no lo hice tan presto por hacello mas a mí salvo y
provecho. Y aunque yo quisiera asentar mi corazón y
perdonalle el jarrazo, no daba lugar el
maltratamiento que el mal ciego dende allí adelante me
hacia, que sin causa ni razón me hería, dandome
coscorrones y repelandome. Y si alguno le decía por que me
trataba tan mal, luego contaba el cuento del
jarro, diciendo:
"¿Pensareis que este mi mozo es algún inocente?
Pues oíd si el demonio ensayara otra tal hazana."
Santiguandose los que lo oían, decían:
"¡Mira, quien pensara de un muchacho tan pequeño tal
ruindad!",
y reían mucho el artificio, y decianle: "Castigaldo,
castigaldo, que de Dios lo habréis."
Y él con aquello nunca otra cosa hacia. Y en esto yo
siempre le llevaba por los peores caminos, y adrede, por le hacer
mal y daño: si había piedras, por ellas, si lodo,
por lo mas alto; que aunque yo no iba por lo mas enjuto,
holgabame a mí de quebrar un ojo por quebrar dos al que
ninguno tenia. Con esto siempre con el cabo alto del tiento me
atentaba el colodrillo, el cual siempre traía lleno de
tolondrones y pelado de sus manos; y aunque yo juraba no lo hacer
con malicia, sino por no hallar mejor camino, no me aprovechaba
ni me creía mas: tal era el sentido y el grandísimo
entendimiento del traidor.
Y porque vea vuestra merced a cuanto se extendía el
ingenio deste astuto ciego, contare un caso de
muchos que con él me acaecieron, en el cual me parece dio
bien a entender su gran astucia. Cuando
salimos de Salamanca, su motivo fue venir a tierra de
Toledo, porque decía ser la gente más rica, aunque
no muy limosnera. Arrimabase a este refrán: "Mas da el
duro que el desnudo." Y venimos a este camino por los mejores
lugares. Donde hallaba buena acogida y ganancia, deteniamonos;
donde no, a tercero día hacíamos Sant Juan.
Acaeció que llegando a un lugar que llaman Almorox, al
tiempo que cogían las uvas, un vendimiador le
dio un racimo dellas en limosna, y como suelen ir los cestos
maltratados y también porque la uva en aquel tiempo esta
muy madura, desgranabasele el racimo en la mano; para echarlo en
el fardel tornabase mosto, y lo que a él se llegaba.
Acordó de hacer un banquete, ansí por no lo poder
llevar como por contentarme, que aquel día me había
dado muchos rodillazos y golpes. Sentamonos en un valladar y
dijo:
"Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos
comamos este racimo de uvas, y que
hayas del tanta parte como yo.
Partillo hemos desta manera:
Tú picaras una vez y yo otra; con tal que me prometas no
tomar cada vez mas de una uva, yo haré lo
mesmo hasta que lo acabemos, y desta suerte no habrá
engaño."
Hecho ansí el concierto, comenzamos; mas luego al segundo
lance; el traidor mudo de propósito y
comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo
debería hacer lo mismo. Como vi que él quebraba
la postura, no me contente ir a la par con él, mas aun
pasaba adelante: dos a dos, y tres a tres, y como
podía las comía.
Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo en la mano y
meneando la cabeza dijo:
"Lázaro, engañado me has: jurare yo a Dios que has
tu comido las uvas tres a tres.""No comí -dije yo-
más ¿por qué sospecháis
eso?"Respondió el sagacisimo ciego:
"¿Sabes en que veo que las comiste tres a tres? En que
comía yo dos a dos y callabas." , a lo cual yo no
respondí. Yendo que ibamos ansí por debajo de unos
soportales en Escalona, adonde a la sazón
estábamos en casa de un zapatero, había muchas
sogas y otras cosas que de esparto se hacen, y parte
dellas dieron a mi amo en la cabeza; el cual, alzando la mano,
toco en ellas, y viendo lo que era
dijome:
"Anda presto, muchacho; salgamos de entre tan mal manjar, que
ahoga sin comerlo."
Yo, que bien descuidado iba de aquello, mire lo que era, y como
no vi sino sogas y cinchas, que no era
cosa de comer, dijele:
"Tío, ¿por qué decís
eso?"Respondiome:
"Calla, sobrino; según las manas que llevas, lo
sabrás y veras como digo verdad."
Y ansí pasamos adelante por el mismo portal y llegamos a
un mesón, a la puerta del cual había muchos
cuernos en la pared, donde ataban los recueros sus bestias. Y
como iba tentando si era allí el mesón,
adonde él rezaba cada día por la mesonera la
oración de la emparedada, asió de un cuerno, y con
un
gran suspiro dijo:
"¡Oh, mala cosa, peor que tienes la hechura! !¡De
cuantos eres deseado poner tu nombre sobre cabeza
ajena y de cuan pocos tenerte ni aun oír tu nombre, por
ninguna veía!"Como le oí lo que decía,
dije:
"Tío, ¿qué es eso que decís?"
"Calla, sobrino, que algún día te dará este,
que en la mano tengo, alguna mala comida y cena.""No le
comeré yo -dije- y no me la dará."
"Yo te digo verdad; si no, verlo has, si vives."
Y ansí pasamos adelante hasta la puerta del mesón,
adonde pluguiere a Dios nunca allá llegáramos,
según lo que me sucedía en él.
Era todo lo mas que rezaba por mesoneras y por bodegoneras y
turroneras y rameras y ansí por
semejantes mujercillas, que por hombre casi nunca le vi decir
oración.
Reime entre mi, y aunque muchacho note mucho la discreta
consideración del ciego.
Mas por no ser prolijo dejo de contar muchas cosas, así
graciosas como de notar, que con este mi primer amo me
acaecieron, y quiero decir el despidiente y con el acabar.
Estábamos en Escalona, villa del duque della, en un
mesón, y diome un pedazo de longaniza que la asase.
Ya que la longaniza había pringado y comidose las
pringadas, saco un maravedí de la bolsa y mando que fuese
por el de vino a la taberna. Pusome el demonio el aparejo delante
los ojos, el cual, como suelen decir, hace al ladrón, y
fue que había cabe el fuego un nabo pequeño,
larguillo y ruinoso, y tal que, por no ser para la olla,
debió ser echado allí. Y como al presente nadie
estuviese sino el y yo solos, como me vi con apetito goloso,
habiendome puesto dentro el sabroso olor de la longaniza, del
cual solamente sabia que había de gozar, no mirando que me
podría suceder, pospuesto todo el temor por cumplir con el
deseo, en tanto que el ciego sacaba de la bolsa el dinero, saque
la longaniza y muy presto metí el sobredicho nabo en el
asador, el cual mi amo, dandome el dinero para
el vino, tomo y comenzó a dar vueltas al fuego, queriendo
asar al que de ser cocido por sus deméritos había
escapado.
Yo fui por el vino, con el cual no tarde en despachar la
longaniza, y cuando vine halle al pecador del ciego que tenia
entre dos rebanadas apretado el nabo, al cual aun no habia
conocido por no lo haber tentado con la mano. Como tomase las
rebanadas y mordiese en ellas pensando también llevar
parte de la longaniza, allose en frío con el frío
nabo. Alterose y dijo:
"¿Que es esto, Lazarillo?"
"¡Lacerado de mí! -dije yo-. ?¿Si
queréis a mi echar algo? ?¿Yo no vengo de traer el
vino? Alguno estaba ahí, y por burlar haría
esto."
"No, no -dijo él-, que yo no he dejado el asador de la
mano; no es posible "
Yo torne a jurar y perjurar que estaba libre de aquel trueco y
cambio; mas
poco me aprovecho, pues a las astucias del maldito ciego nada se
le escondía. Levantose y asiome por la cabeza, y llegose a
olerm ; y como debió sentir el huelgo, a uso de buen
podenco, por mejor satisfacerse de la verdad, y con la gran
agonía que llevaba, asiendome con las manos, abriame la
boca mas de su derecho y desatentadamente
metía la nariz, la cual el tenia luenga y afilada, y a
aquella sazón con el enojo se habían aumentado
un
palmo, con el pico de la cual me llego a la gulilla. Y con esto y
con el gran miedo que tenia, y con la
brevedad del tiempo, la negra longaniza aun no habia hecho
asiento en el estomago, y lo más principal,
con el destiento de la cumplidísima nariz medio cuasi
ahogandome, todas estas cosas se juntaron y fueron causa que el
hecho y golosina se manifestase y lo suyo fuese devuelto a su
dueño: de manera que antes que el mal ciego sacase de mi
boca su trompa, tal alteración sintió mi estomago
que le dio con el hurto en ella, de suerte que su nariz y la
negra malmascada longaniza a un tiempo salieron de mi
boca.
¡Oh, gran Dios, quien estuviera aquella hora sepultado, que
muerto ya lo estaba! Fue tal el coraje del
perverso ciego que, si al ruido no
acudieran, pienso no me dejara con la vida. Sacaronme de entre
sus
manos, dejandoselas llenas de aquellos pocos cabellos que tenia,
arañada la cara y rascuñado el pescuezo y la
garganta; y esto bien lo merecía, pues por su maldad me
venían tantas persecuciones.
Contaba el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis
desastres, y dabales cuenta una y otra vez, así de la del
jarro como de la del racimo, y agora de lo presente. Era la risa
de todos tan grande que toda la gente que por la calle pasaba
entraba a ver la fiesta; mas con tanta gracia y donaire recontaba
el ciego mis hazanas que, aunque yo estaba tan maltratado y
llorando, me parecía que hacia sinjusticia en no se las
reír.
Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me
vino una cobardía y flojedad que hice, por que me
maldecía, y, fue no dejalle sin narices, pues tan buen
tiempo tuve para ello que la mitad del camino estaba andado; que
con solo apretar los dientes se me quedaran en casa, y con ser de
aquel malvado, por ventura lo retuviera mejor mi estomago que
retuvo la longaniza, y no pareciendo ellas pudiera negar la
demanda.
Pluguiera a Dios que lo hubiera hecho, que eso fuera así
que así. Hicieronnos amigos la mesonera y los que
allí estaban, y con el vino que para beber le habia
traído, lavaronme la cara y la garganta, sobre lo cual
iscantaba el mal ciego donaires, diciendo:
"Por verdad, mas vino me gasta este mozo en lavatorios al cabo
del ano que yo bebo en dos. A lo menos, Lázaro, eres en
mas cargo al vino que a tu padre, porque él una vez te
engendro, mas el vino mil te ha dado la vida."
Y luego contaba cuantas veces me habia descalabrado y arpado la
cara, y con vino luego sanaba.
"Yo te digo -dijo- que si un hombre en el mundo ha de ser
bienaventurado con vino, que seras tú."
Y reían mucho los que me lavaban con esto, aunque yo
renegaba. Mas el pronostico del ciego no salio
mentiroso, y después aca muchas veces me acuerdo de aquel
hombre, que sin duda debía tener espíritu
de profecía, y me pesa de los sinsabores que le hice,
aunque bien se lo pague, considerando lo que aquel día me
dijo salirme tan verdadero como adelante vuestra merced
oirá.
Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba de mí,
determine de todo en todo dejalle, y como lo
traía pensado y lo tenía en voluntad, con este
postrer juego que me
hizo afirmelo más. Y fue ansí, que
luego otro día salimos por la villa a pedir limosna, y
habia llovido mucho la noche antes; y porque el día
también llovía, y andaba rezando debajo de unos
portales que en aquel pueblo habia, donde no nos
mojamos; mas como la noche se venía y el llover no cesaba,
dijome el ciego:
"Lázaro, esta agua es muy
porfiada, y cuanto la noche mas cierra, más recia.
Acojámonos a la posada con tiempo."
Para ir allá, habíamos de pasar un arroyo que con
la mucha agua iba
grande. Yo le dije:
"Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo
veo por donde travesemos mas aína sin nos mojar,
porque se estrecha allí mucho, y saltando pasaremos a pie
enjuto."Pareciole buen consejo y dijo:
"Discreto eres; por esto te quiero bien. Llevame a ese lugar
donde el arroyo se ensangosta, que agora es invierno y sabe mal
el agua, y
más llevar los pies mojados."
Yo, que vi el aparejo a mi deseo, saquele debajo de los portales,
y llevelo derecho de un pilar o poste de
piedra que en la plaza estaba, sobre la cual y sobre otros
cargaban saledizos de aquellas casas, y digole:
"Tío, este es el paso mas angosto que en el arroyo
hay."
Como llovía recio, y el triste se mojaba, y con la priesa
que llevábamos de salir del agua que encima de
nos caía, y lo más principal, porque Dios le
cegó aquella hora el entendimiento (fue por darme del
venganza), creyose de mí y dijo:
"Ponme bien derecho, y salta tú el arroyo."
Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto y
póngome detrás del poste como quien espera
tope de toro, y dijele:
"¡Sus! Salta todo lo que podáis, porque deis deste
cabo del agua. "Aun apenas lo habia acabado de decir cuando se
abalanza el pobre ciego como cabrón, y de toda su fuerza
arremete, tomando un paso atrás de la corrida para hacer
mayor salto, y da con la cabeza en el poste, que sonó tan
recio como si diera con una gran calabaza, y cayo luego para
atrás, medio muerto y hendida la cabeza.
"¿Cómo, y oliste la longaniza y no el poste?
¡Ole! ¡Ole! -le dije yo. Y dejele en poder de mucha
gente que
lo habia ido a socorrer, y tome la puerta de la villa en los pies
de un trote, y antes que la noche viniese di
conmigo en Torrijos. No supe mas lo que Dios del hizo, ni cure de lo saber.
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